Elogio del «principio violento¨…

¡Cómo he recordado estos días a mi maestro de patología médica, el doctor Rafael Hernández Rodríguez (1909-1985)[1], apodado Bambarito[2] por esa, su capacidad diagnóstica inigualable que al ejercerla parecía hacerle rondar los linderos de la magia.  En uno de sus tantos adagios, rememoro hoy uno en especial:

«Todo principio violento tiene un final melancólico»

Hablaba sobre aquellas enfermedades que irrumpían extremosas y finalizaban bien en lisis con la muerte, bien en crisis con la mejoría. Y así parece estar ocurriendo en la dolorosa coyuntura que nos atañe… El chavismo se aposentó con fuerza muy destructiva e imparable, como un cáncer indiferenciado y desafiante implantado desde la Cuba fidelista experta en negación de la vida y sus derechos bañando de metástasis el mismo cuerpo de la patria; veinte años bastaron para dejar todo en ruinas, piedra sobre piedra… pero, no tomaron en cuenta la extraordinaria fuerza democrática de su pueblo, pensaron que apoderándose de las televisoras, radios, periódicos y libros de texto infantiles podrían ideologizar para reinar por siempre… sin embargo, ese pueblo subestimado, sin armas y levantado por la increíble fuerza de un volcán en erupción y más que dispuestos, nos armamos de convicción y unidos todos, con valentía, esperanza y voluntad para volver por nuestros fueros y recuperar lo que siempre fue nuestro, la soberanía patria, la libertad y la democracia, y por allí, hoy día nos vemos encaminados: son, y no cabe duda, serán tiempos turbulentos: «la planta insolente» de cubanos, rusos, chinos,  y el resto de las alimañas rastreras, serán doblegados y vencidos lo que dará paso a la calma y al pensar constructivo, a la recuperación del tiempo perdido, al llamado a la concordia y al retorno de sus hijos aventados por la pena y la necesidad hacia extrañas fronteras donde no siempre han sido bien recibidos… En este momento quisiera recordar un artículo mío publicado en el Diario El Universal de Caracas, el viernes 10 de mayo 2002, página de Opinión 2-13.

«¡TODO PRINCIPIO VIOLENTO…

Rafael Muci-Mendoza

…tiene un final melancólico! Es la historia de Chávez. Psiquiatras de notorio desatino ignoraron su insania. El discurso de campaña preñado de violencia. En el Patio de la Escuela Militar, ya Presidente, padre irresponsable incapaz de procurar, incitó a sus hijos al robo bajo excusa de necesidad. Violencia en la destrucción de instituciones y en el odio sembrado. Oligarcas, escuálidos, afligidos, conspiradores, virtuales… violentos epítetos del padre inmaduro, incapaz de ser padre. Violento al escoger ministros desavisados. Burlas violentas hacia sus más fieles sirvientes. Violencia engañosa para los pobres, ahora transformados en buhoneros y conuqueros porque el trabajo digno y estable merma. En salud pública, la impronta de la violencia de sus designados, nulos e ignaros, resucitaron del túmulo con agravada tendencia, endemias rurales y urbanas otrora acorraladas por la excelencia y el patriotismo de verdaderos sanitaristas, y hasta el sarampión se arrima hoy al banquete de la indiferencia. Violento al afianzar la medicina cubana pues sus ojos invidentes nunca percibieron el horrible drama hospitalario local donde la desnudez cunde. El violento no piensa, «se deja llevar por sus impulsos». ¡No Presidente! El impulso es reflejo animal, para eso tenemos razón e inteligencia. ¿Quién cree en su pedido de perdón…? El fin, tan melancólico como va siendo, cobró su presa en vidas humanas y transitoriamente en esperanzas, pero, además, mostró el talante medroso del violento, rindiéndose sin ver propia sangre, pidiendo hombro para llorar. ¡Hasta para descerrajarse los sesos hay que tener coraje! La violencia del principio, el salvajismo del ahora, dolorosamente no han sido conjurados. La miseria, las enfermedades y la desasistencia de gran parte del pueblo yacen insolventes. El fin aún no ha llegado a su fin, pero la inferioridad melancólica y profunda de los conductores del «proceso» está al descampado…».

En medio de aquella umbra espantosa la Asamblea Nacional legítima mantuvo una llama transformada después, quizá, en una llamarada de esperanza, en un concitar voluntades tras la libertad. Es como si hubiesen encendido una luz en la espesura de la umbría de la noche para apreciar la melancolía de la situación, el ver desmoronarse un expaís, y con él, un Estado fallido, dictatorial, precario, incapaz de cobijar un pueblo y sin ánimo ni disposición para poner fin a una emergencia humanitaria compleja y prolongada por años; peor aún, se ha solazado acentuándola.

El nombramiento del diputado Juan Guaidó como presidente interino de Venezuela reaviva aún más la llamarada; es como si hubiesen encendido una intensa luz en la espesura de la umbría de la noche. Todos nos aprestamos a seguirle, a brindarle nuestro apoyo, y no solamente ocurre en Caracas, los cuatro costados del país arden de gozo con el claror del nuevo día; pero será un día largo y tortuoso, costará mucho sufrimiento, muchas vidas. No es fácil derrocar a un narcoestado y defenestrar al usurpador Maduro, con sus tentáculos extendidos por todo el mundo, pero lo haremos con nuestra fuerza, con nuestra unión y con el apoyo de todos los países progresistas que también miran con dolor y atónitos nuestro interminable sufrimiento; aquel pueblo en apariencia adormilado, en apariencia en estado vegetativo persistente, volvió a la vida insuflado de fe y esperanza de un cambio con el menor trauma posible; difícil será por la maldad de quienes nos sojuzgan…


[1] En 2010 escribí acerca de él una monografía preñada de afecto filial que fue publicada en el volumen X de la Colección Razetti de la Academia Nacional de Medicina de Venezuela. 

[2] Le tildaban de brujo, de poseedor de poderes mágicos, de que curaba por hipnosis y muchas veces sin medicinas; por ello le apodaron ¨Bambarito¨ como el personaje de la rumba que popularizó por aquellos tiempos el cantor cubano Miguelito Valdez: «Si no lo cura Bambarito, no lo cura nadie…».

Publicado en El Unipersonal.

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