Elogio del vicio y de la virtud… (Redivivo)
-¿Por qué no hablaste… por qué nada dijiste… por qué nada hiciste… por qué permitiste que muriera la virtud y nos dejaran
este erial como herencia…?
Parafraseando a la señora Beatriz Borjas de Cuenod podría decir emocionado del Proyecto Maniapure que
¨…el embrujo a mí también me tocó…¨
Mi día de ayer en un hospital público fue uno –como tantos en este pútrido socialismo-, de frustración, tristeza y cólera. Uno de esos donde la injusticia rampante pide erradicación y castigo ejemplar, uno donde añoramos la vigencia de las virtudes fundamentales, aunque sea un poquito de ellas. Desde la antigüedad, con Platón, se enumeran cuatro virtudes cardinales: templanza, fortaleza, prudencia y justicia. Pero elogiemos mezclados el vicio y la virtud cuando sus extremos se unen…
- Primer acto de la tragedia: La prudencia consiste en elegir correctamente los medios hacia el fin último y obrar correctamente en cada caso particular: Un joven, 23 años, portador de una hidrocefalia congénita –acumulación de líquido a presión en los ventrículos cerebrales que conduce a la cabeza a crecer-. A los tres años le reconocieron el problema y le colocaron un sistema de derivación, un aliviadero artificial que llevaría el líquido estancado desde los ventrículos cerebrales a la cavidad peritoneal a través de un largo tubo, con ello bajaría la presión y el diámetro cefálico volvería a la normalidad.
Todo anduvo bien hasta hace cerca de 6 meses cuando le asaltaron severos dolores de cabeza con vómitos, inicialmente nocturnos, luego también durante el día y oscurecimientos de la visión de segundos de duración con disminución progresiva de la visión. Todo indicativo de que el fiel artilugio comenzaba a dejar de funcionar, a no derivar el líquido fuera de las cavidades ventriculares, lo que conllevaría a un aumento de la presión intracraneal a niveles intolerable con amenaza visual: se quedaría irremisiblemente ciego. No comentaré el comportamiento de los médicos que le vieron previamente quienes no le adoptaron como a un hijo en apuros, sino como uno más del montón y el que venga atrás que arree… Diversas opiniones en negación de sus manifestaciones clínicas: que si el sistema estaba funcionando bien, que si no estaba obstruido, que era mejor no hacer nada, a pesar de la contundente evidencia. Al fin, uno, condolido, se prestó a cambiar el sistema…
- Segundo acto de la tragedia: La fortaleza o valentía es la disposición a sobrellevar males y no retroceder ni ante la muerte en atención a fines elevados. Los dos hospitales bolivarianos, los dos hospitales quebrados e indolentes, los dos hospitales que no pueden cumplir la misión que les dicta la ley y conspiran en favor de la maleficencia y de la no beneficencia, no pueden suministrar la válvula que resolverá la incertidumbre de si alcanzará o no la ceguera en el despertar de la adultez. Al fin le dicen que el cambio va, pero con el imperativo de comprar el sistema a un coste de $ 1.000 pues el gobierno en su anomalía del alma le regatea el dinero que consideran de ellos…
¿Cómo conseguirlos me pregunta la madre, me reitera la hermana? Vayan al Banco Central, ocurran a Miraflores, pidan en Pdvsa a ver si el duro corazón de esos miserables se ablanda e impiden la catástrofe visual. Me enerva que no habiendo divisas, el ilegítimo acaba de hacer ¨una inversión¨, una donación a Cuba de 1.428 millones de dólares para que amplíen ¨el milagro de Barrio Adentro¨, cuando los informe de gestión de Pdvsa muestran erogaciones a la Misión Barrio Adentro I, II y III por US$ 22.419 millones entre 2003 y 2013; y de US$ 159 millones a la Misión Milagro en el mismo período, cuyo destino es cierto, simplemente se los robaron, y no hay esperanza para mi paciente.
- Tercer acto de la tragedia: La justicia es la firme disposición a reconocer a cada cual lo que le corresponde: El dinero no se conseguirá por parte del Estado, le pedirán informes por triplicado, fe de vida, partida de nacimiento, permiso para respirar… como tampoco darán aquel dinero necesario para remediar el drama de un país que con las mayores reservas de petróleo del mundo, la noche del jueves 31 de marzo impidió que una treintena de niños en el Hospital de Niños J. M. de los Ríos, tuvieran un simple su tetero de la noche porque sus padres no tenían dinero para comprar las fórmulas lácteas que antes suministraba el hospital.
La lex talionis o ley del talión o principio de la reciprocidad, es la denominación de un principio jurídico de justicia retributiva que impone un castigo en razón del de la importancia del crimen cometido, simplemente para obtener reciprocidad, es decir, que no se refiere a una pena equivalente sino a una pena idéntica. O sea, que lo que es igual no es trampa. La expresión más conocida de la ley del talión es el pasaje bíblico «ojo por ojo, diente por diente». ¿Qué pena merecerían estos narcodelincuentes? ¿Cortarles una mano, cortarle las dos, prisión de por vida sin atenuantes, fusilamiento a la cubana…? No lo sé, pero lo que sí sé, es que por culpa de la dominación isleña y la connivencia con militares obesos y multimillonarios, el país ha caído en un profundo agujero de desgracias.
- Cuarto acto de la tragedia: La templanza o disposición a contener el placer sensitivo dentro de los límites de la razón. Trataremos de moderarnos –cuán difícil es en estos tiempos-, trataremos de ser humildes, trataremos de ser modestos y mansos, y ojalá que podamos tratar de ejercer la clemencia…
Mi paciente quedará ciego… ¿cuántos como él morirán por desafecto, por indiferencia y mendacidad de los encargados de tutelarlos, del Estado indigno y ladrón? El embajador de Venezuela ante la OEA, un tal Álvarez, en acto de desfachatez suprema nos considera ¨alegres e irresponsables¨; al asegurar que en Venezuela no hay una crisis humanitaria ni de salud, y al justificar con falsedades que nuestros pacientes no puedan ser ayudados por organismos multilaterales o gobiernos extranjeros por esa invención crapulosa de una supuesta ¨guerra económica¨ que ellos mismos han forjado y que no existe, cierra las puerta a la esperanza. Allá, en Washington probablemente estará almorzando en un restaurante de lujo mientras la ¨accesibilidad extraordinaria para conseguir medicamentos¨ y las colas desesperadas son el orden del día. Olvídense los cancerosos, los hemofílicos, los hipertensos y diabéticos, los cardiópatas que necesitan un stent coronario, los que esperan cirugías electivas: no trabajemos los viernes, fomentemos la molicie y la irresponsabilidad, veamos alegres como los comerciantes cierran sus santamarías, disfrutemos de la falta de agua, ciérrense las clínicas privadas que el narcoestado puede enviar a sus asociados a otros lugares del mundo a buscar salud, como ocurrió con aquel ministro que llevó a su suegra a operarse en el exterior… Maduro: el pueblo venezolano está jodido pero feliz¨, (# 13, octubre 2017).
Aristóteles (384 a.C.-322 a.C.) decía que el exceso de virtud, es de hecho, una forma de vicio y encarecía la media deseable entre los dos extremos, ni el ascetismo ni la propia indulgencia, una alabanza a la moderación. También fue este el código del gran Epicuro (341 a.C.-270 a.C.), el filósofo griego que enseñó que debido a mucho de una comida buena, podíamos llegar a una indigestión, pero que tampoco era ello óbice para saltarse el almuerzo.
Estos sabios antiguos sabían que el alma humana es un delicado ecosistema en la cual los apetitos deben balancearse cuidadosamente tal como se hace con la receta de un mondongo criollo para que no se torne morado. Francisco VI, duque de La Rochefoucauld (1613-1680) nos enseñaba que los vicios, diluidos y convenientemente mezclados, podían actuar como medicamentos para el alma al neutralizar los efectos de las sobreabundantes virtudes. Pero de ejemplos de virtudes estamos necesitados y mire que si los hay, y a ellos debemos volver nuestros ojos:
- Y volvemos a nuestro ¨Elogio del mercurio¨ de la semana pasada (El Unipersonal, Año 2, N° 80, 27 de marzo de 2016) y mi corto viaje a la Gran Sabana, tierra de embrujo, a bañarme y empaparme de legítimo orgullo y desenfrenada esperanza de que gracias al esfuerzo, la reserva moral y la decisión de muchos patriotas saldremos del marasmo en que estamos atascados.
Debo confesar que solo una vez anterior me había embarcado en una avioneta. La primera vez hace ya muchos años, más de cuarenta, cuando mi hermano Luis me invitó en compañía de mis hijos Rafa y Gusta a sobrevolar el Lago de Valencia en su pequeña nave, tiempos en que un amigo de él, se ufanaba de rozar la superficie del agua con los cauchos de su avioneta… Alma estrafalaria, que no murió por su insensatez… Es justicia decir que me fastidié enormemente y mis dos retoños se quedaron dormidos… No hubo segunda dosis.
Pero esto fue otra cosa, el doctor Tomás Sanabria Borjas, además de ser un cuidadoso piloto es un culto aviador que bien, funge de guía turístico unas veces, otras de musicalizador, otras de futurista y soñador, otras de venero de hermosas y útiles ideas, en fin, otras de entusiasta creyente que los habitantes de las grandes selvas y sabanas no tienen por qué no recibir enseñanza ni atención médica adecuada. ¿Cómo así…? La tecnología de las comunicaciones le ha hecho un conocedor del terreno y sus necesidades, de la medicina a distancia y contando con sus aliados, jóvenes estudiantes universitarios de diferentes disciplinas a quienes contagia su dinámico optimismo, vale decir, es responsable de un germen revolucionario y virtuoso que ha sido plantado tierra adentro bajo los dictados de su corazón bondadoso.
Un colono del aire cuya avioneta ¨lechera¨ igual aterriza en Uribán, en Maniapure, en Kamarata o en Wonken, donde le reciben todos, pobladores, pacientes y estudiantes con fiesta de sonrisas, sin otro objeto que insuflarles un ejemplo de compromiso, una rara avis, una inusual virtud; por cierto una virtud de que carece el malandrosocialismo. En este corto viaje envidiaba a la doctora Bárbara, jojotica, recién graduada, aromosa a aula de clase y a hospital, que iba a sentada a mi lado en búsqueda de la decisión de irse un año y empatarse en esta cruzada de ayuda y experiencia para nuestros indígenas, siempre olvidados, y quien por seguro, hará los cambios positivos que le dicte su garra y su corazón palpitante. Ojalá que se documente bien y con nuestra ayuda y apoyo, desentrañe muchos de los misterios de la intoxicación mercurial, del ecohomicidio nuestro, porque la lección de Minamata, aún es desconocida o no ha sido aprendida por los depredadores garimpeiros ni por el ejército o la Guardia Nacional, cuyo lema, ¨El honor es su divisa¨… ese que ni se divisa porque lo han vuelto porquería…
¿Cómo no haber ido nunca? Claro está, no había hallado en mi agenda un incentivo para conocer parajes remotos como este, llenos de luz, misterios y referencias de vida y que clama por protección gubernamental, pero el hecho de contribuir a apoyar una obra altruista iniciada por los esposos Cuenod-Borjas, me hizo merecedor del viaje. Hermosa historia: primero, por inventiva de su hermana Beatriz nació en Maniapure el ¨Dispensario La Milagrosa¨ ante la carencia de asistencia médica y de enseñanza de las primeras letras para los niños indígenas, necesaria para que se eleven y no sean pasto de burdos intereses, y buscar asociaciones estratégicas. Luego la idea se expandió a la «Fundación Cubo» (Cuenod-Borjas) para darle soporte a la idea; la Asociación de Damas Salesianas le brindaron su decidido apoyo, y Tomás –mi amigo- le dio el toque médico con la creación de la ¨Fundación Proyecto Maniapure¨ ubicada en el centro norte del Estado Bolívar, específicamente en Maniapure y La Urbana; con él y su esposa Rossy Maal de Sanabria como motores. Reciben el Premio a la Excelencia Venezuela Competitiva 2008: ¨La Fundación Proyecto Maniapure ha brindado a través de la telemedicina asistencia médica de primera, y hacerlo con éxito. Ha contribuido a aliviar de manera significativa las penurias de los indígenas y criollos que viven en zonas apartadas de la geografía nacional¨.
Triste el contraste entre el caso de mi paciente, los enfermos: niños y adultos abandonados por un Estado corrupto, y las virtudes de una familia visionaria y comprometida, de unos estudiantes no tocados por la infamia y de una etnia anhelante, me hacen ser optimista.
Pero nada se da por nada, hay que luchar, hay que decir lo que hay que decir, hay que hacer lo que haya que hacer, no sea que el día de mañana mis nietos y los nietos de otros nos reprochen, ¨-¿Por qué no hablaste… por qué nada dijiste… por qué nada hiciste… por qué permitiste que muriera la virtud y nos dejaran este erial como herencia…?¨.
Parafraseando a la señora Beatriz Borjas de Cuenod podría decir emocionado del Proyecto Maniapure, que ¨el embrujo a mí también me tocó…¨