Dedicado con gran admiración y afecto a las promociones de médicos-cirujanos del país, 2020
Debo confesar que en algún momento de mis estudios de pregrado, sentí que mi vocación fallaba y se resquebrajaba… ¡Yo como que no había nacido para ser médico! ¿Sería que tal vez una vis a tergo [1] que me llevaba abandonado, lentamente, como el paso de la miel a través de un delgado tubo, un, ¨uno va porque lo empujan…¨? Aunque había comenzado mi contacto con pacientes desde mi primer año de medicina cuando asistía una vez por semana al Puesto de Socorro en la Esquina de Salas a ¨coger puntos de sutura¨ a borrachitos llenos de mala vida, olvido y cicatrices, prostitutas golpeadas con el cabello empegostado de sangre coagulada, o valientes maricones también abusados –los llamo valientes porque habían de serlo para luchar contra la intolerancia exacerbada de aquellos tiempos-; o la ocasional herida en cruz para clavipunturas en el centro del pie ocasionado por un clavo herrumbroso y el miedo consiguiente al desarrollo de un tétanos.Leer más