Elogio de buen paciente II… ¿Una segunda opinión para Pasible Amerced…?

Aún en estos tiempos de fácil y abierta comunicación, existe un asincronismo entre el conocimiento moderno, su adquisición por parte del conglomerado médico y el descarte de viejas e inoperantes actitudes. Algunos doctores simplificamos nuestra práctica al punto de nunca enterarnos de los nuevos avances en materia médica; otros, por enterarnos demasiado pronto, de inmediato los adoptamos, sin conceder algún tiempo para que ‘la sustancia’ se decante…

Cincuenta años después del descubrimiento de la circulación de la sangre por William Harvey (1758-1657), la Facultad de Medicina de París, pidió al rey que prohibiera su propagación, pues era doctrina contraria a la autoridad de Aristóteles. América no se quedó a la zaga, y así, el descubrimiento de Harvey, dado a conocer en 1616, todavía en 1699 se combatía en Harvard. A Lord Joseph Lister (1827-1912) por su parte, fundador de la moderna cirugía antiséptica, también le hicieron el … Aunque ya en 1865 se había probado la efectividad de la asepsia para evitar infecciones intraoperatorias, sus enseñanzas tardaron en ser aplicadas por algunos. Se cuenta que el doctor Alexander Mott, finísimo cirujano del Hospital Bellevue de Nueva York, operaba enflusado en su traje Príncipe de Gales, mostrando los puños de su camisa, y sosteniendo el bisturí en su boca, conjuntado con varias hebras de hilo encerado, con los cuales realizaría las suturas y así comenzaba la intervención… trasladando, por supuesto, toda la flora microbiana de su boca -por supuesto contentiva de sapos y culebras- al tejido hecho vulnerable al favor de la herida del escalpelo… Si miramos sobre nuestros hombros hacia el pasado, nos asombraría el número de intervenciones médicas y quirúrgicas que, por inútiles, fueron a parar al “cuarto de los corotos”, allá, al final de la galería…

 Escarificaciones, ventosas, purgas y lavativas, sangrías, cirugías para corregir ‘la mala posición’ de la matriz -retroversión uterina-; o para elevar un riñón descendido o ptótico; y hasta para subir ‘el estómago en cascada’ del flacuchento. Cirugías de moda siempre las ha habido y seguirán existiendo en todo tiempo y lugar, y por supuesto, presurosos pacientes prestos a realizárselas. ¿Qué grado de innecesario dolor, y aún, cuántas muertes producidas por esta razón? No lo sabemos, pero estoy seguro que en cualquiera comarca de nuestro país, todavía continúan realizándose intervenciones ya desechadas por superfluas o inefectivas, sobre pacientes incapaces de protegerse. Pasible Amerced: ¡siempre a merced de algún doctor!, nuestra irreal paciente de la semana pasada, era, sin dudarlo, una enferma de extremoso riesgo: Paseaba su ostentosa hipocondría de consultorio en consultorio, buscando ayuda para sus ilusorios males corporales, tentando al demontre simbolizado en el cuchillete del cirujano, a extraer miserias que, en su cuerpo, por supuesto, no estaban…. Su marido, dineroso y poco dado a preguntar, también trabajaba en una importante corporación donde disfrutaba de un completísimo seguro colectivo -¡factor de riesgo a menudo no tomado en cuenta y causante de más y más cirugías inútiles!- , otro factor agravante de hospitalización y cirugía innecesarias, pues existe la hipocondría de los órganos, y muy pocos médicos estaríamos, por ejemplo, dispuestos a extirparnos la vesícula si nunca hemos tenido ningún síntoma, a menos que nos demuestren con evidencia científica de su necesidad… Es por esto que a veces vale la pena buscar una segunda opinión, y ello no quiere decir que usted dude de su médico, sólo que… ¡no podemos saberlo todo!

Cuatro ojos ven más que dos, y a mí es a quien van a operar… Si percibiera en el tratante una actitud defensiva o renuente, ¡una razón más para buscarla! ¿De qué se trata ¨eso¨ de una “segunda opinión”? La segunda opinión es una consulta con un doctor diferente de su médico de cabecera, que tiene por objeto confirmar un diagnóstico; o la acción terapéutica, médica o quirúrgica que deba seguirse en una enfermedad dada; o cuando se quiere obtener más conocimiento de una enfermedad; o cuando necesitamos de una guía para tomar una decisión. No se sorprenda si la segunda opinión es similar a la primera, como es usualmente el caso, pero si difiriera… ¡no corra obtener una tercera! No está haciendo una encuesta; más bien, ensaye a hacer estas preguntas: ¿Existen estudios clínicos serios que sugieran que mi tratamiento va a ser efectivo? Sea que alcance el éxito o fracase, ¿Afectará el tratamiento mi calidad de vida? ¿Cuáles son los riesgos del tratamiento? ¿Existen alternativas al mismo? ¿Qué me sucedería si decido no hacer nada? Aunque en Venezuela los médicos no somos proclives a escribir, el doctor que le vea en segunda instancia, deberá darle un informe escrito razonado con los hallazgos encontrados, sus impresiones y recomendaciones. Por lo general, este segundo médico no continuará viéndole, antes bien, le enviará de vuelta a su médico tratante para que entre él y usted decidan lo que sea más conveniente a sus propios intereses. No obstante, hay excepciones. Si, por ejemplo, usted es referido a un especialista en cáncer, nefrólogo o a un cardiólogo por presentar un problema complejo, es posible que él continúe proveyéndole el cuidado que necesita.

En nuestra realidad, donde no existe control alguno sobre el ejercicio de la medicina alopática, y menos aún sobre las alternativas, tenga mucho cuidado. ¡La desesperación es mala consejera…! Particularmente cuando se trata de ceguera, cáncer terminal o graves enfermedades, siempre aparecerá un “salvador” avalado por el relato anecdótico de amigos o familiares, quien ofrecerá, contra todo vaticinio, una curación milagrosa. Las cosas han cambiado mucho, y tal vez por ello consultar a otro médico es ahora más importante que en el pasado, pues en muchos casos los doctores basamos nuestro consejo no en evidencia científica, sino en nuestra propia experiencia clínica, a menudo matizada por el prejuicio, la miopía o la falta de ilustración. La recomendación podría incluso estar parcializada por la habilidad para realizar exitosamente un procedimiento y no otro, tal vez el más indicado. Recuerde la Ley del Martillo de Oro, de Mark Twain ¨! ¡Para quien tiene un martillo, el mundo es un clavo! ¨.

¿Cuándo obtener una segunda opinión? Yo diría que siempre que se le proponga una cirugía electiva—es decir, una cirugía sujeta a elección, no siempre necesaria o urgente, propuesta como medio de tratamiento, especialmente si en la comunidad médica internacional existe controversia acerca de su indicación o efectividad. En Norteamérica cerca de un 20% de las intervenciones que se realizan no tienen indicación alguna, bien sea porque los síntomas que se tratan de eliminar no se corresponden con lo que se quiere operar, o porque los resultados serán pobres. Quiere alguien decirme por ventura… ¿Qué porcentaje alcanzará entre nosotros..?

 Entre las intervenciones de indicación abusada —por supuesto, indicadas y necesarias en ciertas circunstancias— se encuentran la cirugía prostática, las hernias umbilicales,  la extirpación de la matriz por fibromiomas, vesícula biliar, venas varicosas, amígdalas, tabique desviado, sinusitis y cornetes hipertróficos -indicada por ¨mala oxigenación¨-, cirugía de bypass coronario y angioplastias, colocación de marcapasos, reemplazos de rodillas y caderas, cirugía de hernias discales, colocación de tubos de ventilación en los tímpanos, y aún, cirugía de cataratas y queratotomía radial -reemplazada hoy día por cirugías refractiva que le dejarán el ojo seco, se encandilará al manejar de noche- para la cura de defectos refractivos, entre ellos la miopía. Por cierto, si usted se fija bien, ¿Cuántos oftalmólogos miopes o sus familiares que conozcamos se han sometido a la queratotomía radial y lucen sus anteojos frente a usted…? ¿Por qué lo que es bueno para los pacientes no es bueno para nosotros o nuestros familiares?

 Modernamente está de furibunda moda el inyectarse en la cara plasma enriquecido con plaquetas, y rellenos que son otras situaciones que deben incitarnos a buscar una segunda opinión Si bien los rellenos o ¨fillers¨ de arrugas inyectables (biopolímeros, ácido hialurónico, colágeno procedente de ganado vacuno) o el plasma enriquecido con plaquetas, podrían darle un aspecto más juvenil por una fracción de lo que cuesta un estiramiento facial tradicional. Con la mayoría se llenarán huecos, líneas y arrugas en menos de 30 minutos con resultados que pueden durar de 4 meses a más de un año. Estos rellenos de arrugas inyectables, a diferencia de las inyecciones de Botox que relajan el músculo que está bajo una arruga, rellenan la línea, el pliegue, o el área con las sustancias mencionadas. Como resultado, los puntos problemáticos casi desaparecen. En los rellenos de arrugas también se pueden utilizar como «aumentadores de volumen», elevadores de mejillas, barbillas, mandíbulas y sienes; pueden, además, rellenar los labios delgados, y las manos con piel flácida. El problema es que estos procedimientos se han prostituido, los realizan bien médicos que suelen minimizar los riesgos, pero también esteticistas no médicos, y hemos tenido la desgracia de ver pacientes con pérdida visual irreversible o migración de los cuerpos extraños aplicados hacia la órbita cuando son inyectados en la cara -¨patas de gallo¨-, o hacia la región poplítea en las piernas -vulgarmente llamada la corva- cuando han sido depositados en los glúteos para aumentar su volumen.

Suelo decirles a mis pacientes que sus cuerpos son ¨santuarios¨ donde no se va a hablar en voz alta, ni a decir vulgaridades, ni a inyectarse nada que pueda ofenderlo…, pero muchos son borregos, y como ellos, siguen los dictados de la moda presente, como el antaño y hogaño han sido los lavados de colon -que destruyen la microbiota intestinal cada vez más ponderada porque en él se realizan complejas interacciones con el aparato inmunológico y especialmente con el cerebro…

 

¿Cuándo debemos entonces buscar una segunda opinión?: (1). Cualquier diagnóstico de enfermedad extraña, rara o potencialmente fatal. (2). Cuando los procedimientos de diagnóstico a realizar nos parezcan excesivos. Recordemos que los exámenes complementarios deben emplearse como un rifle y nunca como una escopeta: ¡Un tiro a la vez y tan preciso como se pueda! (3). Cualquier procedimiento de diagnóstico o tratamiento donde usted no reciba explicación sobre riesgos, beneficios, costes o razones de peso para llevarlo a cabo. (4). Cualquier enfermedad donde a pesar del tratamiento persistan los síntomas y donde los médicos no seamos capaces de decirle por qué…

¡Con esto y todo, pienso que la “hipocondría visceral” de Pasible Amerced la inducirá a continuar operándose una y otra vez…!

 

 

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