Elogio de la herbolaria: no por natural inocente y efectiva… Parte 2


¡No por “natural”…inocente o efectiva!
PARTE III

La herbolaria, o rama de la botánica aplicada a la medicina, se ocupa de todo tipo de productos herbales con acción medicinal, incluyendo hongos, musgos, cortezas de árboles, raíces, hojas, tallos y flores. Desde la antigüedad, las plantas han sido empleadas como remedios, a menudo, en conjunción con prácticas religiosas. Es por ello que en mucho, la medicina herbal es una mescolanza de remedios caseros y creencias religiosas o paganas. Existen numerosos procedimientos para prepararlas, aunque en modernos tiempos muchas se expenden en cápsulas. Por lo general adoptan diversas presentaciones: Té o infusión de hierbas —vertiendo agua hirviente sobre la hierba, permitiendo que se remoje y expulse sus ingredientes—; tinturas — donde el extracto concentrado para tomar o frotar, se mezcla con alcohol o aceite—; de cocción —tónicos preparados hirviendo la planta con agua para producir un concentrado más fuerte que un té—; jarabes— líquidos endulzados obtenidos hirviendo una mezcla de hierbas con miel o azúcar hasta que espese—; emplastos y unturas—preparaciones para uso tópico elaboradas combinando hierbas con grasas, aceites o cera de abejas—; cataplasmas —remedios producidos con diversas hierbas frescas o secas, mezcladas con pequeñas cantidades de agua para formar una pasta gruesa, la cual es envuelta en tela y aplicada a la piel—; linimentos —lociones de mezclas de hierbas combinadas con alcohol para aplicar o frotar sobre la piel—; enemas —té o infusiones de hierbas empleadas para ‘limpiar el colon’—; baños corporales, oculares o de asiento con diversas indicaciones… Recuerdo el famoso “baño de mar”, el primero después de salir de una eruptiva, con agua traída del
mar, o en su defecto, mezcla de sal y yodo con el agua corriente… “totumeado”, era bañado el convaleciente en el patio más resguardado de la casa para que ‘no fuera a coger un pasmo…’

Las propiedades farmacológicas de las hierbas, ya beneficiosas, ya tóxicas y, hasta mortales, varían de acuerdo a sus ingredientes activos, a la concentración de la hierba empleada, su preparación, y aún las combinaciones que con ella se hagan. Viejos y nuevos libros que tratan sobre el tema contienen fórmulas para todo mal, desde el estreñimiento y el insomnio hasta enfermedades como el cáncer y las del corazón. En ellos se parte del equívoco de que un lego, puede diagnosticarse a sí mismo; por ejemplo, podría uno pensar que está enfermo del hígado… ¿Y qué significa para el vulgo “estar enfermo del hígado”? Un variopinto catálogo de síntomas: Tal vez gases, digestiones pesadas, halitosis, intolerancia a las comidas grasientas, boca amarga, manchas o ¨paños¨en la piel – ¨manchas del hígado¨- , algún dolor abdominal o la lengua ‘sucia’, cubierta por una espesa capa de saburra… ¿Y quién dijo que estos inespecíficos síntomas provenían de un mal funcionamiento del hígado? Pregúntele a cualquier médico amigo suyo que trate pacientes con cirrosis hepática, la quintaesencia de la bancarrota de su funcionamiento, cuántos de ellos se quejan de esos síntomas. ¡Ninguno!, -les dirán. La víscera magna tiene una enorme reserva funcional y cuándo alguna hepatitis o el licor la destruyen, nos daremos cuenta de su presencia por la fatiga, el crecimiento abdominal por ascitis, el tinte amarillento de la piel y las mucosas -ictericia-, el enrojecimiento de las palmas de las manos, la pérdida del vello corporal y de la función sexual , el enflaquecimiento o un primer vómito de sangre… ¡Ninguno le expresará esos falsos síntomas de insuficiencia hepática de que hablan los botánicos en sus libros! Conceptos erróneos que se han arrastrado subrepticiamente a lo largo de centurias en forma de un pesado fardo de ignorancia y subcultura que la medicina descartó hace muchísimos años…

Los médicos estamos de acuerdo con la capacidad que tienen muchas plantas para aliviar síntomas banales como la dispepsia o los gases, algunas molestias urinarias o respiratorias sin importancia, pero consideramos que no existe seria evidencia, basada en pruebas científicas, que den validez a los que sostienen que curan el cáncer. ¡Allá el que quiera ser engañado! 

¿Cuántas veces estos “pseudotratamientos” ofrecidos por charlatanes conducen a la suspensión de medicamentos curativos? Innumerables pacientes han sido curados bajo criterios científicos por virtud de una quimio o radioterapia bien indicada y mejor empleada. Por tanto, los médicos debemos apegamos a lo que el sentido común nos impone, ¡No recomendar aquello que desconocemos, aquello cuyo efecto no puede ser comprobado! El uso indiscriminado de plantas o sus extractos puede ser igualmente tóxico, con el agravante de que no se desconfía de ellas. La inocente manzanilla, de nombre tan melifluo, aunque inocua para la mayoría de la gente, cuando consumida en forma de un té fuerte, puede causar irritación intestinal y diarrea. Algunos enemas herbales para el control del estreñimiento del anciano han producido la muerte al trastrocar el delicado equilibrio del agua y las sales corporales…

Otro factor de confusión es que los remedios botánicos suelen expenderse en las ‘tiendas naturistas’ no como medicinas sino como “suplementos nutricionales”, y por tanto no son sometidos a regulación alguna por las autoridades sanitarias, desconociéndose de dónde proceden, qué concentración química de la sustancia(s) existe(n) en las hierbas cosechadas, si están contaminadas por herbicidas o metales pesados, cómo son hechas, qué excipientes se emplean, qué estabilizadores o conservadores químicos se les adicionan… Tampoco debemos olvidar que por cada malestar que pretende ser aliviado por una hierba, existe un tratamiento médico efectivo: Comerse varias cabezas de ajo por día para tratar la hipertensión arterial no es un aceptable sustituto de un tratamiento antihipertensivo, de proceder así, un infarto del miocardio o un accidente cerebral podrían estar rondándole… Y así, podríamos señalar un largo muestrario de inconveniencias…
Con dolor e impotencia, los internistas que trabajamos en hospitales públicos a diario comprobamos el aumento de una forma gravísima de hipertensión arterial y antesala de la muerte, la llamada forma llamada “acelerada-maligna”, favorecida por la desvalorización del bolívar y el criminal aumento en los precios de las medicinas, ya inalcanzables para la gran masa de la población, que ahora recurre a las hierbas. Nuestros gobernantes, que burlaron los compromisos contraídos con quienes les dieron el voto, han transformado el país en un gran laboratorio viviente, parecido a los existentes en la Alemania hitleriana donde se experimentó con las “razas impuras”. En esta miserable vitrina del atraso, los médicos, alarmados, podemos observar el curso inalterado e inexorable, la historia natural, de muchas enfermedades prevenibles o controlables, abandonadas a su evolución espontánea por la total carencia… Entretanto, el país presencia estupefacto cómo se premia a la corruptocracia partidista con ingentes recursos para derrochar en una nauseabunda fiesta electorera.
¡Una bofetada más al necesitado!

¡Señor Presidente, utilice su poder para que ese dinero se disponga dónde es más necesitado..!

¡No por “natural”…inocente o efectiva!

PARTE IV

Mi paciente, Ilusoria Zamacuco, era en sus 54, todo un contrasentido, una paradoja viviente, uno de tantos enfermos similares que de común veo… Me dijo que se sentía muy bien, que sólo venía para un chequeo rutinario… Con justeza, era una de esas personas que aparentan tener mucho menos edad que la que su cédula pregona. Una muy linda cara, afeada dentro de u conjunto de una muy baja estatura y un excesivo peso. ¡Era golosa, sedentaria, fumadora por sí misma y aspiradora a su vez, de todos los humos nocivos que el fumífero de su marido echaba al ambiente!. Su humanidad  —cara, senos, abdomen y nalgas— estaba surcada por antiestéticas cicatrices, dejadas, por contradicción, por numerosas cirugías estéticas. ¡Total!, su amplio ropaje tapaba todo aquel sinnúmero de anfractuosas líneas que iban y venían entrecruzándose como si los cirujanos hubieran hallado un campo para divertirse con el “juego de la vieja”. “Para cuidarse”, me confesó, consumía un arsenal de “remedios naturales’: Vitamina E, 400 mg al día; vitamina A, 100.000 UI por día; vitamina C, 1 gramo por día; lecitina de soya, 8 cápsulas por/día; té laxante, 2 veces por semana; extracto de Centella asiática, “3 pepas diarias para la celulitis’; magnesio y zinc, una de cada una por día; un polivitamínico con minerales una vez al día… , y para dormir, el “somnífero natural”, L-triptófano. Esa hermosa dama estaba tomando toda esa cantidad de medicinas naturales, para defender su derecho a la salud, y hasta allí, todo estaba bien… pero, ¡No podía entenderlo!, si se quería tanto, ¿Cómo podía fumar? ¿Cómo consumir un veneno por todos reconocido y al mismo tiempo atragantarse con toda esa cantidad de ilusorios antivenenos? ¿Cómo no ejercitarse, comer con moderación y no dejarse engordar hasta ese extremo? ¿Era que en su ingenuidad realmente se creía que todas esas pepas coloreadas, le librarían de los malsanos efectos combinados del cigarrillo, licor, sedentarismo y estrés negativo?

¡Cómo nos engañamos los seres humanos! Más irracionales que los animales al momento de dañarnos, pues por instinto de conservación, aquéllos rechazan todo cuanto les perjudique. ¿Es por ventura usted, uno de esos que les da por engañarse? Si así fuera, ¿qué está esperando para desvelar la paradoja y controlar su parte destructiva..? De todo el “muestrario naturista” del que Ilusoria nos hizo partícipes, escojamos tan sólo una de ellas, y aprendamos de una historia de dolor y sufrimiento: Esparcidos por la geografía norteamericana, un grupo de personas comenzaron a consultar a sus médicos por una extraña dolencia, que por meses, mantuvo confundidos a los más capaces. En desafortunada sumatoria, se quejaban de dolores musculares en las piernas que les dificultaba la marcha, erupciones cutáneas, distensión y dolores abdominales, llaguitas en la boca, hígado recrecido, y además, la elevación en la sangre de un tipo particular de glóbulos blancos llamados eosinófilos. El cuerpo suele producir cantidades extra de eosinófilos en conexión con asma y alergias, o cuando existe una infestación parasitaria. Reconocido el nuevo síndrome, se realizaron en estos enfermos toda clase de exámenes, sin que pudiera obtenerse una respuesta sobre qué tipo de agente vivo, bacteria, virus, parásito u hongo, podía estar produciendo esta curiosa epidemia…

Toda una labor detectivesca realizada por clínicos y epidemiólogos, condujo al descubrimiento del eslabón que unía a todos esos infortunados. Todos consumían “remedio natural” que en su rótulo decía, “Como suplemento dietético, tome una tableta por día o como su médico lo indique”. Se trataba de un aminoácido “natural” llamado Ltriptófano indicado para el insomnio, la tensión premenstrual y la depresión nerviosa. Esta sustancia es necesaria para la formación de proteínas e ingresa naturalmente al cuerpo desde el exterior con las carnes, huevos y la leche. Es metabolizado para formar, entre otras sustancias, la serotonina, elemento químico que juega un rol muy importante dentro de la célula nerviosa. Debido a que las manifestaciones más resaltantes del cuadro clínico eran las mialgias o dolorimientos musculares y eosinofilia, y elevada cantidad de eosinófilos en sangre, fue llamado “síndrome de mialgia eosinofílica”. Y así, de un día para otro, un remedio natural vendedor de milagros y favorecedor del bienestar, se había convertido en una amenaza pública… Pero por desgracia, el descubrimiento había llegado tarde para más de 500 personas que ya habían transitado por todas las etapas de la enfermedad llegando a la infiltración pulmonar, calle ciega sin retorno, que escamoteaba la respiración a los infelices.

Todos odiaban los medicamentos patentados, y tomaban éste y otros productos ‘naturales’ sin una pizca de sospecha, ¡habían caído en las redes de la trampa naturista! Lo que ocurría, era que el L-triptófano ‘natural’, resultaba no ser el mismo que nos viene con los alimentos: Las tabletas eran un producto manufacturado obtenido por síntesis química o por fermentación, empleando colonias de bacterias, azúcar y ácido antranílico —usado también para fabricar colorantes-. El producto final era altamente concentrado. Las autoridades norteamericanas pifiaron al darle al aminoácido, no el tratamiento de una “droga”, lo que habría requerido años de ensayos controlados para evaluar su efectividad y riesgos, pero al ser ofrecido como “suplemento dietético”, escapaba a todo control, no requiriendo evaluación de su seguridad antes de ir a los estantes de supermercados y tiendas naturistas… Ensayos, aunque incompletos, demostraron que en el humano podía producir fatiga y en los roedores, cáncer de la vejiga…

¿Qué causaba entonces el estrago? La mayoría de los frascos provenían de un sólo fabricante. Fermentando azúcar y fosfato con una sóla colonia de bacterias por ellos mismos desarrollada, obtenían el aminoácido. La cromatografía de gases, un detective tecnológico que detecta diferencias moleculares en los componentes de una sustancia, demostró en las tabletas sospechosas la existencia de un elemento extraño al que se llamó ‘pico E’: ¡Para 1987, se conocían 1.411 enfermos, de los cuales habían muerto 19!

El incidente nos muestra que la medicina natural no siempre es inocua, particularmente cuando la mano del comerciante se introduce en ella… Business is business! ¿La moraleja?’ El ser humano ha estado sobre la Tierra por millones de años. De no haber sido creados con maravillosos mecanismos de control y una “botica interior” incluidos en nosotros mismos, habríamos desaparecido como raza. No obstante, el daño que a diario nos causamos, ha sobrepasado la capacidad de reparación de nuestro cuerpo. No hemos dado lugar a nuestros cuerpos para que desarrollen por adaptación, sus “contras” naturales. La “civilización” con su polución ambiental, alimentación malsana, tabaco, licor, sedentarismo y obesidad atenta contra el vivir natural. Antes de ir a una tienda naturista o automedicarse con vitaminas y “drogas naturales” o “patentadas” piense por un momento,

¿Qué he estado haciendo para dañar mi salud? ¿Qué he dejado de hacer para conservarla y promoverla? En las respuestas encontrará la clave para que, no importando su edad, esté siempre joven y saludable,  ¡Esa salud…. que en botica no se compra..!

¡No por “natural”…inocente o efectiva!

PARTE V

¡Tiempos aciagos estos que vivimos! El bolívar nada vale y los medicamentos sobrepasan la cota del sueldo básico de una población estrangulada por la insalubridad, la inflación y la especulación galopantes. Nada de extraño tiene pues, que veamos el resurgir de la medicina mágico-natural. La historia nos advierte de dramas similares del pasado y de los intentos para paliarlos… El Papa Juan XXI, siendo todavía curita de almas, escribió su famoso Thesaurus pauperum” o “Tesoro de los pobres”, una colección de remedios simples para el alivio de males menores mediante el cual, el Juan Bimba de la época, podía obviarse el pago de honorarios médicos y el desembolso por costosos triacales. En 1747, John Wesley, teólogo protestante fundador del Metodismo, escribió otro germen del actual Consejero Médico del Hogar, una guía a la cual llamó, “El Médico Rudimentario”, que sólo costaba un chelín. Señalaba una serie de remedios catalogados de acuerdo a diagnósticos comunes de la época. Una vez que la persona reconocía su propio problema, ensayaba las curas recomendadas hasta encontrar alguna que funcionara. La guía aconsejaba templanza, moderación y uso liberal del agua, interna y externamente… ¡Nada que no pudiéramos recomendar hoy! Y que de paso, hoy día no existe…

La medicina mágica es la de las teorías irracionales y métodos curativos derivados de las antiguas doctrinas simpáticas, sustentadoras de una relación mente-cuerpo, según la cual —acertadamente— las dos se influenciarían entre sí. Esta, llamémosla paleomedicina, se basaba  primariamente en la superstición, el encantamiento, la magia, la religión, ritos misteriosos, y en el mejor de los casos, en un proceso de ensayo y error. El historiador médico H.Sigerist (1963) al escribir sobre la práctica médica en el Antiguo Egipto, dice que originándose del empirismo, se desarrolló hacia la racionalidad y por último, degeneró en la cura mediante oraciones y encantamientos. ¿No es tal, una evolución retrocesiva la que estamos presenciando con la medicina alternativa, un retorno comercial hacia la magia con su jerigonza incomprensible y sus teorías olorosas a efluvios medievales? Aún cuando la percibimos como una aberración del método curativo, tiene en su favor el valor de cura psicoterapéutica en males menores, que no siempre encontramos en los métodos terapéuticos centrados sólo en el medicamento y no en la persona. El tratamiento exclusivamente corporal, tan perfecto como pueda ser; es insuficiente para satisfacer los requerimientos de ese ser espiritual, físico y social que todos somos… La medicina moderna, la del materialismo “made in USA”, focaliza sólo en el cuerpo y es por tanto, incoherente. La medicina primitiva, con todas sus limitaciones, extravagancias e inefectividad, era coherente, pues nunca se centró en el cuerpo o el espíritu y antes bien, consideraba a ambos en su conjunto, explicando ello en mucho, los éxitos que alcanzaba.

¡Gracias Descartes por el disfavor de habernos escindido ese todo que es el ser humano en la dualidad mente-cuerpo, desgracia de esta medicina contemporánea, confundida, incompleta y no siempre efectiva! La magia ronda por doquier… El mercado negro de las drogas, sean “naturales” o no, ofrecen al gran público -irrespetuoso de su propia intimidad-, una singular y enfermiza atracción. Ciégamente y sin pensarlo dos veces , no importándole cuanto pague, o el poco o ningún conocimiento que tenga sobre lo se va a tomar o se esté tomando, mientras mas difícil se le haga el conseguirlo, más subyugado será por el mito ancestral en ella representado. Hojee el periódico hoy y percátese del número de “productos” ofertados libremente, ante la mirada si no complaciente, al menos indiferente de la ¿autoridad? sanitaria:Remedios destinados a “resolver” la libido caída o la disfunción eréctil, las angustias del hipercolesterolémico o la desmemoria de quien cree tener el mal de Alzheimer ¿Cómo nos atrevemos a profanar ese santuario que debe ser nuestro cuerpo ingiriendo tantas bazofias..?

Volvamos nuestros ojos hacia atrás y aprendamos algo de la historia de la mandrágora, esa raíz de humanoide forma, cuya contrapartida asiática no es otra que el “famoso ginseng”. Dibujos de la solanácea, Mandragora officinalis, se encuentran en sinnúmero de manuscritos médicos de la remota antigüedad. Y al hablar de ella, no sabemos si nos referimos a una medicina en el sentido moderno de la palabra, o a una droga mágica. Si bien, sus frutos rojos son ricos en los alcaloides hioscinamina y escopolamina, -a los cuales se conceden propiedades anestésicas, por lo que su indicación en partos difíciles, era una razonable indicación-; su raíz, en forma de horqueta —la llamada mandrágora o mandrake— carnosa y fétida, cautivó a los antiguos por su aspecto antropomorfo, quienes no dudaron en darle condición de mensaje divino. Vestida, se la llevaba como amuleto de buena suerte o llamadora de riquezas, y hasta podía reconocérsele una forma macho -norion– y otra hembra -tridacias-, que se empleaban como afrodisíacos o para expeler del individuo demonios hostiles.

La extracción de la mandrágora requería de un complejo rito. De acuerdo a la fábula, una vez que se templaba por sus hojas, a más de resistirse, la mágica raíz emitía un grito penetrante y ensordecedor, capaz de producir la muerte del herbolario, aunque el lamento podía ser ahogado taponándose los oídos, al tiempo que se hacía sonar una trompeta. El riesgo aparejado era subsanado empleando una víctima supletoria: un perro, cuya vida pagaba por la mágica operación. A estos fines, se amarraba el extremo de una cuerda al pescuezo del can, en tanto que el otro, se ataba al cuello de la raíz. Desde lejos se ofrecía agua al perro sediento, quien al lanzarse en su búsqueda tensaba la cuerda y expulsaba la raíz del suelo… La mandrágora era también llamada por lo griegos panax, que significa panacea o medicina útil para todo mal. Los chinos pagaban grandes sumas de dinero por el ginseng del-más fino grado; en las tiendas “naturistas’ hoy día sucede igual, pudiendo usted encontrarlo en cápsulas, té y hasta en forma de cerveza. Sometida a ensayos clínicos controlados, sus pretensiones curativas no han tenido eco alguno, pues su naturaleza química compleja es un escollo para investigarla, almacenando múltiples sustancias peptídicas – constituyentes de las proteínas— y saponinas —sustancias relacionadas con el colesterol-. En USA se le considera como un alimento expendiéndose libremente y sin control. El productor sugiere dosis elevadas, pero tan sólo un décimo de onza es capaz de producir tensión alta, erupciones, insomnio y diarrea, además puede complicar una diabetes mellitus por afectar el metabolismo del azúcar. Investigadores venezolanos descubrieron en el famosísimo “remedio natural” una mezcla de drogas genéricas que incluían, prednisona -análoga de la cortisona-, levotiroxina -hormona tiroidea,- e indometacina -una droga antiinflamatoria-, ¡…una verdadera bomba farmacológica matapendejos!

Otro ejemplo del por qué volver a la verdadera naturaleza, a buscar crecer en armonía con el ambiente y a propiciar el enriquecimiento interior… tal vez, a cultivar las virtudes cardinales: prudencia, justicia, fortaleza y templanza.

Publicado en El Unipersonal y etiquetado , , , , , , .

3 Comentarios

  1. Apreciado Rafael: he disfrutado muchísimo tu tan documentado articulo sobre Herbolaria. En la Medicina Tradicional China se utilizan medicamentos ¨naturales, de hecho tienen en su pensum la Botanica como soporte terapéutico único. Podrías hacer un comentario al respecto?

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