Elogio del cuentacuentos de la infectología venezolana, mi querido Alfonso…

 

Padre e hijo, doctores Manuel Guzmán Blanco y Alfonso Guzmán Suárez, destacados y queridos infectólogos venezolanos súmmum de inteligencia, compromiso y honestidad

 

“Hay quienes dicen que no les gusta leer relatos, pero nunca me he encontrado con alguien a quien no le guste escucharlos”

Aidan Chambers

El cuentacuentos es un sujeto que tiene la capacidad de narrar ante otros con el objetivo de enseñar al tiempo que hace un relato agradable y divertido, que recrea vívidamente hechos y situaciones, resume y difunde historias reales o inventadas que son capaces de mantener la atención de un auditorio presente o ausente, que cautiva mediante recursos de la Internet, como Youtube, y que nos hablan sobre el devenir de nuestras vidas o nuestras raíces o nuestras pandemias para no caer en monotonía; que digiren el conocimiento fiel para facilitar su absorción por una audiencia ausente mediante su forma de hablar y convencer mediante apoyo audiovisual y las inflexiones de su voz. Son personajes transmisores de nuestra cultura, de la historia de nuestra época, que, además, promueven el amor por los relatos y la lectura y el ansia por saber más.

Un cuentacuentos (traducción al español del término inglés storyteller), también llamado contador, cuentista o cuentero, es un narrador oral de cuentos e historias. Los aedos y rapsodas de la Grecia antigua, los trovadores y juglares que enriquecieron la edad media, y los contadores de Kamishibai japoneses en la década de 1920, son algunos de los tipos de cuentacuentos que podemos encontrar prácticamente en todas las culturas.  Yo, en lo particular recuerdo como las mujeres del servicio doméstico que trabajaban en mi casa, de baja extracción social, durante las noches nos contaban deliciosos cuentos e historias, muchos de ellos con un toque de terror que luego nos impedía conciliar el sueño pues casi siempre incluían relatos de mitos y productos de la imaginación que incluían descabezados, el carretón de la muerte, la sayona, la mula maniada, tan vívidos y cautivantes que aún con escalofríos y espeluznos, conservamos en nuestra memoria.

Existen tantos tipos de cuentacuentos como formas de contar una historia: algunos se apoyan en libros previamente escritos y otros recogen relatos de la tradición oral; hay quienes usan elementos para dar énfasis al relato (como escenografías, disfraces, instrumentos, melodías u objetos), y muchos solo hacen uso de la voz y el cuerpo para transportar a su público al mundo de la imaginación. Ahora, parece que se han trasportado al presente, y con suerte de trama lúdica, ahora parecen trasportarse a la medicina al traves de nuevas formas de comunicación: Con su forma de hablar pausado pero entusiasta y las curiosas inflexiones de su voz, el doctor Alfonso Guzmán Suárez (herencia de su padre, quien habla y modula igual) cautiva, enriquece su relato, parece envolvenos en la trama y vivir el momento y lo hace creíble, envolviéndonos en la magia del relato apoyado en anécdotas y fotografías históricas, sin albergar sombra alguna de manipulación intencionada o dictada por emociones del momento o por los grandes consorcios farmacéuticos que con sus hilos mueven el guiñol de la terapéutica mundial arrimando las sardinas hacia su sartén.

Esta pequeña introducción me sirve de preámbulo para presentar al doctor Alfonso Guzmán quien es un médico venezolano actualmente radicado en Santiago de Chile, ejerciendo como Jefe de Servicio de Infectología en el Hospital El Carmen en Maipú, que, llevó sobre sus hombres la exitosa conducción de la pandemia de SARS-COVID 19 informando a sus colegas y al público en general con inusual competencia, los avatares del genio epidémico del virus exacerbado creando un equipo de colaboradoras de gran calidad y compromiso a muchos kilómetros de la propia patria; además, poseyendo las competencias necesarias para transmitir a sus interlocutores la pasión por escucharle y aprender de sus lecciones y sus experiencias de vida, ha dejado fluir su vena de cuentacuentos para comunicar sus saberes en forma solvente y diáfana lejos del lar patrio. Parece poseer un programa innato de capacitación docente para que sus escuchas no pierdan el hijo de su relato y desarrollen las competencias auditivas que les  permitan absorber y desarrollar la pasión de escuchas embelesados, como es el caso de mi persona.

Tuve la suerte y el inmenso honor de tener en sus momentos a padre e hijo como alumnos en el centenario Hospital Vargas de Caracas, sede clínica de la Escuela José María Vargas dependiente de la Facultad de Medicina de la Universidad Central de Venezuela, donde no se supo nunca y tal vez nunca se sabrá, quien fue enseñado por quien…, suerte de relación interpersonal fructuosa donde muchos alumnos sobrepasaron con creces los talentos concedidos a su maestro. Manuel -el padre- es Jefe del Servicio de Infectología del Vargas a quien por muchos años me han unido lazos de afecto y admiración; en muchísimos de sus alumnos ha dejado su impronta de ciudadano recto, apegado a elevados principios morales y éticos, virtudes por cierto muy escasas actualmente en el colectivo venezolano, y conocimiento cierto, presto a ser entregado sobre enfermedades por hongos, bacterias y virus patógenos y el arte de conducirse y aportar sabiduría en medio de sinfin de enfermedades infecciosas y endemias y epidemias.

En el vídeo que tuve la fortuna de presenciar la pasada semana, 1 de diciembre de 2022 y que me llenó de gran emoción y orgullo, escuché y vi a Alfonso, en su estilo sencillo y directo, con gran dominio del idioma y del tema que trataba, trasmitiendo sus saberes de una manera clara, diáfana y enriquecedora, a un auditorio virtual pleno de contagioso deseo de no perder una sola palabra acerca de una enfermedad que nos impactó con su insurgencia en Venezuela en la década de los años 80 y en lacual, su padre tuvo el acierto clínico en diagnósticar el primer caso en Venezuela de la infección por el virus de la inmunodeficiencia humana (VIH), el SIDA y atisbó ya la discriminación en los afectados que aún se arrastra al favor de la ignorancia, ese duendecillo maléfico que juzga sin conocimiento ni atenuantes…

Y estamos seguros que muchos otros videos seguirán a los ya publicados, donde, una y otra vez , tendremos el privilegio de escucharle en primera fila y aprender de sus saberes tamizados por el contacto diario con humanos sufrientes…

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