Puedo asegurarles que en mi niñez no existían ya barberos sacamuelas ni cirujanos-barberos, pero sí que he tenido muy pocos barberos a lo largo de mi larga vida… El primero que yo recuerde, se llamaba Salomón Pérez, un prieto cuya barbería se ubicaba en todo el frente de mi casa, un pequeño espacio con una sola silla de barbero. Mi padre había alquilado una casa a un señor Eriquito Hensen , una casa de dos plantas sobre la avenida Bolivar y al lado del Cine Camoruco en Valencia.
Allí, donde Salomón, iba ¨cuando se me montaba el carro sobre la acera¨, vale decir cuando el cabello largo se encaramaba sobre mi oreja. Me daban ¨un realito¨, es decir 0.50 céntimos que era el coste de la pelada; yo atravesaba la calle y zas, quedaba a distancia de tiro… Él colocaba una tabla sobre los brazos de la silla, me elevaba en vilo y me hacía aterrizar en el asiento quedando a la altura de sus manos. No iba feliz o contento a visitarle, llegaba aterrorizado… Sacaba una navaja que comenzaba afilar en una correa de cuero que pendía de un lado de la silla con movimientos alternante y certeros Me miraba de soslayo mientras lo hacía diciéndome con voz gruesa y sádica, como de ogro, y mostrandome el afilado cuchillete me decía convencido, ¨¡Si te mueves te capo…!¨. Como para la época yo no usaba calzoncillos, me parecía que aquella amenaza podía ser fácilmente cumplida, aunque no sabía si sería posible, pues al entrar en la barbería, mi piripincho se encogía y se agazapaba de tal manera que era difícil objetivarlo o saber dónde estaba…, pero además, había mucho maltrato con una afeitadora manual que poco agraciada e inclemente, tiraba de los pelos…
Pasaron los años y aconteció que se mudó una cuadra y media del local anterior, a un sucucho que alquiló donde guardaban los tranvías. Mis hermanos que también habían sufrido los comentarios indeseables displicentes e irresponsables, cuando nos desplazábamos hacia La Ceiba en el carro de hierro y le veíamos de pie y desocupado a la entrada del recinto, en medio del trepidar de las ruedas de hierro sobre los rieles, le gritábamos al unísono, envalentonados y vengativos ¨¡Adiós MOJÓN…!¨ que en la distancia parecían decir SALOMÓN. Él agitaba al aire sus manos alegres mostrándonos su agradecimiento y su dentadura de piezas blancas y perfectas… Una forma de resarcirnos de su comentario sangriento y despiadado… Nunca más volví a saber de él, ¡ni falta que me hizo….!
Durante mi etapa pre y universitaria cambiaba a menudo de barberos porque con frecuencia cambiábamos de pensión… Al mudarme a la Clinica El Ávila en Altamira, habían dos barberos italianos que por mucho tiempo me afeitaron y a mis hijos Rafael Guillermo y Gustavo Adolfo; Almerindo Carneiro y Severino Cardone que fueron echados de su sitio por desaparición del espacio cuando se amplió la Clínica…
Comencé a visitar la Barbería Mónaco frente a la Plaza de Altamira, a otro italiano llamado Nino, a quien me ha unido una sincera amistad y estimación por más de 40 años… Todo este introito para destacar un hecho para mí trascendente: el miércoles 16 de noviembre de 2005, contando él 72 años, tuvo un ¨enturbiamiento¨ visual izquierdo transitorio, el cual se repitió el jueves 17 en 2 ocasiones y el viernes 18 en 3 episodios, cada vez de mayor duración, quedando con la visión nublada. En los días previos había tenido dificultad transitoria para abrir la boca pero sin dolor, sin presentar clara claudicación maseterina, dolor o sensibilidad en el cuero cabelludo, malestar o febrícula. Su apetito se había conservado y no había perdido peso. Vino a la emergencia el sábado 19 donde fue visto por la oftalmóloga, doctora Yajaira Vera quien encontró una visión de 20/20 en ambos ojos. Minutos después sobrevendría la hecatombe…
No me encontraba en Caracas, pero a su pedido fui llamado desde la Emergencia. Hablé con el residente de guardia y en razón de sus manifestaciones clínicas pensé en una arteritis gigantocelular (arteritis temporal) e indique tres pulsos de metilprenisolona de 1 gramo IV cada uno el sábado y domingo. Los exámenes de laboratorio apoyaron el diagnóstico mostrando una PCR en 7.7 mg/dL y VSG de 80 mm no encontrándose anemia, trombocitosis (250 mil), leucocitos normales en 9.2 mm3 con 71% de segmentados y 19 linfocitos y elevación de las transaminasas. Cuando le examiné a las 48 horas estaba ciego por su ojo derecho y había perdido campo visual en forma altitudinal superior en el izquierdo con muy buena visión central. La histopatología fue compatible con el diagnóstico. Llegado el momento de la estabilización visual en una de sus visitas le pregunté, ¿Dígame Nino y no ha pensado en retomar su oficio y volver a trabajar? Muy compungido me respondió que en su situación actual, no podría quedarle bien a sus clientes… Yo le respondí que con solo medio campo inferior y buena visión central, podría trabajar y que yo me ofrecía como cliente para demostrárselo, que lo único que podría ocurrirme era que me trasquilara… Así, me presenté en su barbería y como acordado, me afeitó… Cuando llegué a mi casa le pregunté a Graciela, ¿Cómo quedé…? a lo que ella respondió, ¡todo trasquilado…! No me importó, pues mi alegría de verlo reincorporado superó a la trasquilada, total, el cabello me crecería de nuevo y él adquirió la seguridad que tenía previmente… Retomó su oficio por muchos más hasta hace pocos meses cuando otros malestares pr9pios de la edad le hicieron retirarse… Siempre le dije que para eso éramos los amigos, para ayudarnos en momentos de necesidad o pena…
En la víspera de cumplir 85 años, rememoro momentos dignos de recordar…; Dios me ha dado razonable salud en mi riqueza total, como para permitirme seguir trabajando y enseñando. Sí, soy muy rico aunque la revista Forbes no me haya premiado mostrándome en su frontispicio. No, ellos buscan millonarios enfermos por acumular dinero, pero no multimillonarios en afectos -el grupo al cual pertenezco- . No sé si les conté que venía de pie luego de los partos por comadronas de 7 hermanos que me precedieron. Mi partera – señora Francisca de Villalobos-, le dijo a mi madre que yo venía mal, que tiraba la toalla y que debía buscar la ayuda de un médico. Se mandó llamar al viejo doctor Ramón Cifuentes quien imagino, empleó para partearme la maniobra de François Mauriceau (1637-1709), un método de extracción para la cabeza última del parto en podálica mostrada arriba y luego de mucho batallar, nací palido, flácido como un trapito y fue necesario una sucesión de nalgadas y otra de pescozones para que respirara… al fin lo hice… luego no sé de cuántos largos minutos. Entonces la doctora Virginia Apgar (1909-1974) no andaba pregonando por esos predios para darme o no su beneplácito luego de un examen rápido que ideara para realizar al primer y quinto minuto después del nacimiento del bebé. El puntaje en el minuto 1 determinaría qué tan bien toleró el bebé el proceso de nacimiento. Aunque no sé si lloré in útero –se han dado casos, si no, que lo diga el Gabo–, y si nací con los ojos cerrados como Aureliano Buendía, tambien personaje de Gabo, siempre tuve la sospecha de que quedé un poco tardo u obtuso debido a un grupo de neuronas fundidas en mis hipocampos, y miren que pasé y aún paso trabajo para prestar atención y memorizar, pero… ¨Dios da el frío y da la cobija¨ -pero no manda los dos al mismo tiempo-. El primero o entre los primeros de mi curso, me gradué de Médico Cirujano en la ilustre Universidad Central de Venezuela en 1961 -el próximo 5 de noviembre serán 62 años de ejercicio profesional activo-, luego y durante todos esos años fui médico del Hospital Vargas de Caracas (61 para ser preciso) donde fundé la Unidad de Neuro-oftalmología -única en el país- a mi regreso de una estada de dos años en San Fancisco, California (celebrando este año, 42 años) y donde formé como neurooftalmólogos 42 médicos venezolanos, suramericanos y del Caribe. He regalado -luego de simplificarlo- lo que tanto me costó aprender y pienso que he sido fiel a la tarea que el Señor me encomendó…
- Kotepa Delgado decía “escribe que algo queda”… He escrito, si he escrito sobre muchos temas de medicina, pero además, a raíz de mi visita a Cuba en 1993 formando parte de la misión humanitaria que viajó a la isla para desvelar un enigma clínico, ¨una enfermedad no descrita¨ -como la llamó Fidel Castro-; pero pudo verse clara una maldición inducida por un régimen malsano, cruel y despiadado que utilizó el hambre como manera de someter a una población desprevenida que gritaba loas y vivas a la Revolución de la Ignominia. A mi regreso y para el gremio médico escribí 2 artículod en la Gaceta Médica de Caracas, órgano divulgativo de la Academia Nacional de Medicina de Venezuela y luego dirigí una carta al embajador cubano el 4 de marzo de 2001 por el Diario El Universal. El espíritu festivo del venezolano donde ¨todo le rueda y de todo hace un chiste¨, impidió que la mayoría comprendiera la tragedia que se cernía sobre nuestro país; mis amigos despreciaron mi labor, la hicieron superflua y en tono jocoso me anunciaban cárcel. Debo confesar que sentía miedo por el efecto de cada entrega que yo escribía, mis lectores, especialmente los más cercanos acrecentaban ese temor de ser puesto preso y encarcelado… ¿y cómo quedaría Graciela? Son años trágicos los que hemos vivido en el insilio observando, en inacción, la inmisericorde destrucción del país,sus seres humanos, sus instituciones y sus valores.
En ¨El Amor en tiempos de cólera¨ del admirado escritor colombiano y Premio Nobel de Literatura, Gabriel García Márquez, por boca del doctor Juvenal Urbino, expresa, ¨Sabía que las enfermedades mortales tenían olor propio, pero ninguno tan específico como la vejez¨, ¨el óxido final¨, ¨un estado indecente que debe impedirse a tiempo¨; imagino por aquello del abandono personal, las prótesis dentales en catañeo durante el hablar, el particular tufillo a cachivache arrumado, el traje azul y la corbata maeados y el andar a pequeños pasos, encorvado y mirando hacia el piso… El esclarecido médico solía también referirse a la ¨fiebre crepuscular de la vejez¨ o amor senil¨¨ para el cual no había paliativos.
No parecía estar equivocado Peter Pan, que creía que la muerte sería la aventura más grande de todas y espero que lo sea… solo que nadie se devuelto para echar el cuento completo.
¿Por qué somos internistas…?
A difrencia de la consulta monótona de muchos médicos que suelen ver siempre la misma muestra de pacientes, nosotros -si es que no hacemos del tiempo una rutina-, no sabemos qué mal nos tiene guardado el próximo paciente; la neurooftalmología es un azar mayor: pequeños síntomas y signos que muchas veces ya podemos reconocer cuando ejercemos el diálogo diagnóstico. Cada paciente es un mundo de posibilidades y descubrimientos. No hay lugar para el hastío ni el aburrimiento. Yo por ejemplo, no regateo el tiempo de mis pacientes ni tengo un ente contralor que me dice que, ¡ya consumiste tus 10 minutos y hay que apurarse! No tengo jefe que cuestione mi lentitud ni cito más pacientes que los que puedo atender, y generalmente son muy pocos, a veces problemas complejos, en ocasiones nimios fantasmas.
Veamos esta paciente de 68 años que consulta por el párpado izquierdo caído, una ¨inflamación en la órbita izquierda¨; inmediatamente, elevando el párpado superior reconozco un tejido de aspecto asalmonado que me dice que se trata de un linfoma (maltoma) y pido a un amigo que le realice una biopsia. Se frustra la consulta con él porque una de sus hijas se la lleva al Bascom Palmer Eye Institute de Miami; lleva un informe mío; es atendida por un cirujano plástico ocular a quien conozco y que solo ve ella solo un párpado caído y supongo, es dominado por la rutina; la interviene para elevar el pápado lo cual resulta inefectivo. La reinterviene y esta vez si se realiza la biopsia que es compatible con mi sospecha inicial. Va a manos de un oncólogo y recibe 15 sesiones de radioterapia. Se sorprenden que yo haya podido hacer el diagnóstico antes de la biopsia con una simple inspección, con una consulta, con una observación del afamado ¨signo señal¨ que es aquél que de un vistazo inteligente y enterado encierra todo el diagnóstico: No imaginé nunca que en el país del norte iba a causar tal alharaca mi diagnóstico…
Otro paciente en la cuarentena me visita… Lo encuentro a las 7:15 am agachado frente a mi consultorio buscando un algo en su morral, vistiendo lentes para esquiar en la nieve y detrás, lentes oscuros… no puedo verle el rostro. Me pide que apague todas las luces LED que tengo en el recinto; este tipo de luz blanca le afecta en sobremanera y ofende en grado superlativo sus ojos… no la tolera. La fotofobia es su principal motivo de su consulta y con el correr de sus palabras para conformar mi anamnesis, voy entrtejiendo un diagnóstico de síndrome de Da Costa (1833-1900) o mejor conocido como ¨Síndrome de hiperventilación¨… Se siente sorprendido e incrédulo. Lo examino a lo antiguo, y lo someto a una simple y económica prueba de hipeventilación que rápidamente desencadena sus síntomas; luego, le hago respirar en una bolsa de plástico (¨cámara cerrada¨) y para su asombro sus síntomas mejoran… muy sorprendido e incrédulo me pide se la repita…¨¿No me va a ordenar estudios de imagen cerebral o especiales de laboratorio…?¨, ¨No, no necesita más nada¨ -le doy por respuesta… Por fín, alguien le encontró la causa de sus malestares… Le envío el informe de su consulta por correo y me replica por la misma vía…
Enviado el: martes, 18 de abril de 2023 7:05 p. m.
Para: rafaelmuci@gmail.com
¨Dr Muci Mendoza, No me había tomado el tiempo de agradecerle por el diagnóstico, la dedicación de hacer el informe con el vínculo al artículo que víncula el síndrome con la fotofobia y en general por su calidad de persona en tomarse el tiempo conmigo y tratarme cómo gente. Me habían dado muy buenas referencias de usted. Una persona le dijo a mi mamá que usted es de esos médicos sabios que ya casi no existen. No se equivocaron. Tengo más de tres años dando tumbos, dando vueltas con este malestar y ha sido catártico saber qué es lo que tengo, que no estoy loco y que es tratable.
Desde el viernes estoy digiriendo el diagnóstico. El domingo leí un poco de los ejercicios de respiración que tengo que hacer y me ha ayudado. Ayer y hoy he podido trabajar. Hoy he podido escuchar música por primera vez en semanas. La fotofobia sigue ahí pero ya irá cediendo. De hecho en la consulta olvidé decirle que el Dr X encontró que mi fórmula de miopía estaba hipercorregida y debería ser sólo -1,00 OD y -1,50 OI. El 29 de marzo me había visto con un optometrista en Locatel de La Castellana que me había dado la fórmula de -1.50 OD y -1.75 OI. Estos son los lentes venía usando hasta ahora. Acabo de ir al mismo optometrista, probamos la fórmula del Dr X, a los segundos desapareció lo peor de la fotofobia. Quizás el forzar la vista más la hiperventilación estaban generando la fotofobia. Y al volver a usar los lentes que venía usando me volvió a molestar la luz blanca. Ya me mandé a hacer los lentes nuevos. De nuevo, muchas gracias¨.
¡Milagro en mibiblioteca!
- Anoche ocurrió un milagro en el jardín de mi casa que se encuentra frente a mi biblioteca. Allí conviven en comandita con azáleas y pascuitas, hermosas y altivas ¨damas de una noche¨(Cestrum nocturnum)… Casi siempre florecen en grupos sucesivos de 10 o 15 bellezas. En las últimas semanas debido a la falta de agua y lluvias, han adquirido el color marrón del sufimiento; sin embargo, en un gajo lozano, verde y jugoso que se insinuó hacia la puerta de mi biblioteca por primera vez en tantos años, un solo botón comenzó a brotar de sus hojas; el anzuelo floral se hizo muy grande y hermoso, pero solitario; ningún otro botón la acompañó en su misión de fiesta y alegría. Intuimos que la floración ocurriría anoche, entre el domingo 30 de abril y el 1º de mayo. Graciela y yo esperamos hasta las 10.00 pm cuando comenzaba a abrir, luego nos acostamos y nos levantamos a las 2.50 am del día de hoy solo para asistir al espectáculo, ya había abierto por completo liberando el exquisito aroma que Dios nos envía. Todavía hoy no se ha muerto, como si quisiera florecer de nuevo… Lo tomamos como un mensaje de feliz cumpleaños de los ángeles y deDios.
- II Conferencia Magistral ¨Dr. Rafael Muci-Mendoza¨: organizada por mi exalumna, la doctora Emely Karam Aguilar, mujer estudiosa, trabajadora, bondadosa, echada del país por la caterva chavista. En esta ocasión invitó a Andrew Lee, profesor de neurooftalmología del Hospital Metodista de Houston, Texas, quien nos deleitó con el complejo y actual tema del ¨Síndrome neuroocular asociado a los viajes espaciales¨. Previamente, ella habló largo y tendido sobre mi persona y presentó a los antiguos alumnos que se formaron conmigo en mi unidad del Hospital Vargas de Caracas