Elogio del ente malvado o insensibilidad congénita al dolor del semejante…

«Todo esta perdido cuando los malos sirven de ejemplo y los buenos de burla».

Demócrito.

Me contaba una amiga médica querida y muy cercana, que va a operar ad honorem al Hospital Vargas de Caracas -al cual no pertenece oficialmente pero sí, de corazón, y al que asiste en calidad de especialista cuando los residentes la llaman-, que en este mes de diciembre de 2023 se encontraba interviniendo un paciente de su especialidad cuando por segunda vez hubo un apagón y la planta de electricidad no arrancó del todo. Estando en medio de la cirugía, el anestesiólogo auxilió a la paciente con un Ambú, o ayuda manual de insuflar aire dentro del sistema respisratorio del paciente para evitar que muera de asfixia y al cabo de media hora le pidió que suspendiera la intervención, y que si podía, volviera a quierofano para reiniciar 3 días después la cirugía trunca , cuando las condiciones fueran más favorables.  Tres días que mi amiga esperó en su casa suplicando a Dios que pudiera proseguir la operación abortada por falta de electricidad y su paciente no se complicara. En estas llamadas de colaboración humanitaria, suele llevar su instrumental personal pidiendo a Dios que la Guardia Nacional Bolivariana no le decomise sus aparatos bajo el expediente de que se lo ha robado: expropiada y va presa … Cosas de la dictadura, cosas de un síndrome de insensibiliidad congénita al dolor del semejante, no les interesa ni les importa el dolor ajeno.Leer más

Elogio de una larga mesa…

Elogio de una larga mesa…

Miro las fotos de los dos Flores, dos jóvenes de simpático rostro, y créanme que siento pena por ellos; capturados en Haití y catapultados de inmediato a Nueva York donde ya han sido imputados por narcotráfico… Vidas destrozadas, prisión perpetua… Creídos inmunes pues el dinero casi todo lo compraba, que se pavoneaban entre jefes de carteles, paseaban sus fortunas mal habidas en aviones y yates privados, y la vida fácil se les mostraba reilona en sus propiedades del vituperado Imperio, de las islas del Caribe, en casas de juego, en viajes a todo dar y güisqui fino Johnny Walker Blue Label. ¿Cómo amasar una fortuna inimaginable sin sudor de sus frentes y ser felices…?

Se creyeron que podían burlar el destino especialmente cuando esa droga iría a parar a las narices de otros jóvenes a quienes arruinarían también sus vidas… Seguramente que no hubo un consejo oportuno porque la vida no es tan fácil ni risueña como se la pintaron o creyeron ver en casa de sus padres. Poderosos, ricos, influyentes, guapos y apoyaos, cerquitos del poder, cáscaras vacuas de principios y llenas de rencor, envidia, de malos procederes y maldad… Ahora están cogidos como el pájaro en la pega que mientras más pugna por liberarse, más se prende de ella.

En mi hogar, tuvimos un maestro que nos enseñó con su vida frugal y sencilla, con su trabajo continuado e infatigable, con su diáfana palabra a la que nunca faltó. A la hora del almuerzo los 9 hermanos sentados en derredor de la larga y pesada mesa, la presencia amorosa de mi madre de aquí pa´llá y de allá pa´ca, pendiente de todo, era presidida por mi padre quien dictaba cátedra de valores, de compromiso, de responsabilidad, de credibilidad, de honestidad, de trabajo sin pausa, de ahorro, de buenos modales: esa era su función de páter familia. Las raciones suficientes, pero nada debía quedar en el plato. Lo que botáramos otros lo necesitaban. Los codos no cabían sobre la mesa. Una mirada de desaprobación nos hacía bajarlos de inmediato. No se hablaba en voz alta, ni con la boca llena y cada quien lo hacía a su tiempo; las palabras vulgares estaban proscritas: nunca le escuchamos decir una… Todos atendíamos con atenta admiración y reverencia sus lecciones de vida, sus lecciones de amor que a diario y a raudales nos impartía y nos afianzaba con el ejemplo. Nada en exceso, conócete a ti mismo, procura dar más que recibir, parecía decirnos…

Mi padre vino al país desde la tierra milenaria de los grandes cedros sin un centavo en el bolsillo; sin embargo, traía un bagaje de cinco mil años de ventaja en el arte del comercio, ese legado de antiguos fenicios, arrojados hombres de mar, insuperables en el arte del comercio y el regateo, y en razón de ello, pronto eclipsaban a los nativos. El trabajo sin sosiego da réditos y tranquilidad en el alma… No era jugador ni apostaba al azar como muchos de sus paisanos, tampoco los criticaba; sabía que el diario trajinar y los desvelos remuneraban; no bebía ni fumaba, se ejercitaba a diario y su vida era espejo de su ciudadanía. Ayudaba a quienes se acercaban a su vera, todos sus sobrinos libaneses supieron de ello, primero pagó sus estudios en la tierra milenaria, luego trabajaban con él, les enseñaba, luego les buscaba el crédito que su figura fácil procuraba y les dejaba volar con propias alas; pero también, dio a muchos venezolanos a quienes no sabía decir que no cuando conocía que pasaban un momento difícil… Aquel hombre, era hombre de una sola costura, hacía negocios colocando de por medio su palabra empeñada y nunca le vimos defraudarla. Ya adultos, cada uno lo hizo con sus hijos e inclusive con sus alumnos…

¿Qué pasó con los jóvenes Flores…? Seguramente otro fue el discurso oído en casa. Tal vez fueron atiborrados de mensajes abiertos o subliminales de ¨viveza criolla¨, hedonismo, nepotismo retador sin un juez que hiciera cumplir la constitución pues ¨yo hago lo que me da la gana¨; lecciones de comportamiento fraudulento, de oportunismo y de traiciones y zancadillas, de sacar provecho de la amistad, de escuchar palabras gruesas, denuestos, maldiciones e insultos. Ahora detenidos por narcotráfico, pende sobre ellos como una espada de Damocles una pena de cadena perpetua, pero bien sabemos que son chivos expiatorios de todo un andamiaje de miserias y tropelías enseñadas desde el hogar disfuncional. Ni sus parientes cercanos abren la boca para defenderlos, ni para reconocer que parte de lo que ellos son, en buena parte fueron por ellos enseñado. Los verdaderos responsables con sus pasaportes diplomáticos degradados muestran la fea cara de la perversidad, y se hunden cada vez más en el contenido fecal de los excusados de hoyo en que han transformados sus vidas. Por eso es que prolifera la maldad, porque no hay ni un padre bueno a la cabecera de la mesa, ni una madre buena, abnegada y sabedora de sus deberes y derechos.

A pesar de la holgura económica que se inició con la década cincuenta, fruto del trabajo honesto, nuestra educación fue muy estricta, exigente y vivíamos sin ningún exceso. Estaría yo en quinto grado de primaria en el Colegio La Salle de Valencia cuando durante de un recreo fui llamado a la Dirección; como un relámpago en un cielo azul, un escalofrío recorrió mi cuerpo desde la cabeza bajando por la espina dorsal. ¿Qué habré hecho yo…? –me preguntaba, pues esas llamadas nunca presagiaban nada bueno-. Con cara severa que anunciaba borrasca me recibió el Hermano Heraclio León, el director, a quien por supuesto, me acerqué muy temeroso y tremulante. Introdujo su mano en aquel profundo bolsillo lateral de su hábito que parecía llegar al piso y sacó un papel doblado en 4 partes. Lo abrió, me lo mostró y me preguntó si era mío. Al verlo asentí que efectivamente era de mi propiedad. Me lo devolvió diciéndome,

-¨¡Caramba Muci, su casa es un cuartel…!

El papel en cuestión –uno ¨personalizado¨ para cada hermano-, no era otra cosa que una distribución, por horas, de lo que debía hacer durante el día, desde el despertar a las 6.00 A.M. cuando mi padre pasaba revista a una cajita cuadrada donde cada uno tenía cepillo y pasta dental, un peine, un jabón y Moroline® o petrolato como fijador del cabello, pasando por la estipulación de la hora de las tres comidas y las de estudiar, jugar y dormir. Al final, debía ser firmado con la sentencia previa de que su incumplimiento acarrearía la pérdida de la mesada semanal –entonces ¨real y medio y cuartillo¨ o Bs. 0.75- para asistir los sábados a la matinée del Teatro Imperio.

Un querido amigo de la infancia y colega, el doctor  Enrique Mandry Llanos, a quien mi padre distinguía por sus cualidades morales, me contaba que cuando compró su casa, invitó a mi papá para que le diera su opinión sobre la compra. Así lo hizo don José. Subió los 13 peldaños que conducían al lobby y alabó su adquisición, sintiéndose muy feliz de que con su presencia le daba un espaldarazo al amigo. Entre otras conversaciones, aquél le comentó acerca de alguien conocido por ambos. Mi padre le dijo ¨ese es un mal hombre¨; sí, es un ¨hombre malo¨ le espetó mi amigo.

-¨No mijo, le dije que es un ¨mal hombre¨, no un ¨hombre malo¨.

-¨Era aquel señor, el encargado de la sucursal de una firma comercial en Puerto Cabello a quien yo visitaba periódicamente. Una vez le dije que, con toda la experiencia adquirida en tantos años, por qué no se abría por su cuenta, fundaba su propio negocio y se independizaba¨.

Por respuesta me dijo,

Yo no soy tan rico como usted don José, por tanto, no tengo capital suficiente para independizarme¨.

Mi padre le inquirió, -¨Y, ¿de cuánto dinero estamos hablando?¨

-¨Bueno… unos diez mil bolívares…¨ -contestó el otro-

-¨Bien –replicó mi padre-, vamos a hacer lo siguiente, yo se los presto, usted inicia su negocio y me paga después…¨.

-¨No don José, yo no puedo aceptarlo pues no sé si podría pagárselo¨.

–¨No tiene por qué preocuparse pues no tiene que hacerlo ahora, sólo págueme cuando sea millonario¨. Mi padre duplicó el monto del dinero y le firmó un cheque por veinte mil bolívares.

El sujeto no fundó un nuevo negocio, no pensó en su familia y se gastó el dinero en francachelas, mujeres y apostando a la baraja. Hizo circular la especie de que se había ganado la lotería. Siempre se escondía para no ver a mi papá. Mi padre nunca se lo reclamó, pero por eso decía que era un ¨mal hombre¨, moralmente contrahecho.

Aplicado a la situación actual apreciamos como el mal ejemplo, la ausencia de un padre y una madre que entienda, discuta y apuntale el consenso familiar, es causa de los males de mi país. Un agresivo discurso de desunión, la división de los hijos entre buenos y malos, la ausencia de compromiso, el venderse como ramera, el amorío por figuras paternas distorsionadas como Fidel porque nunca fueron introyectadas a temprana infancia la imagen de verdaderos padres, amorosos y responsables, buenos y honestos, nos ha llevado a ser un ¨estado fallido¨, ese donde se ha perdido el control físico del territorio ahora regentado por la ¨bota insolente¨ de otro (s) país(es), y el empleo del uso legítimo de la fuerza –ahora, en connivencia con los gobernantes, en manos de ministros pranesas, pranes, y criminales-, la merma de la autoridad para la toma de decisiones colectivas, la incapacidad para proveer servicios públicos razonables y la incapacidad para interactuar con otros estados como miembro pleno de la comunidad internacional. Por eso, ni el comunismo ni su hijo el chavismo pueden proseguir, no tienen vida, porque están cimentados en la envidia, el egoísmo, en el odio de clases, en el reino de los peores, en su infinita incapacidad, indiferencia y rapacería…

  • Se abre la puerta del ascensor y entro en él; está medio iluminado; sólo un bombillo de mortecina luz…, mejor es penumbra que oscuridad total, aquello se parece a La Habana de los Castro, esa que conocí y anticipé que nos vendría; sería cuestión de tiempo. Doy las buenas tardes; un pipiolito, muy circunspecto él, con voz atiplada es el primero en responderme correctamente y con una sonrisa; facies cetrina con ojeras profundas y apizarradas, calvicie adquirida donde solo sobreviven mechones de cabello ralo dispuestos a caerse, una vía venosa periférica pendiente del pliegue del codo… Cáncer infantil, me digo para mí mismo, se me encoge el alma; admiro a los oncólogos infantiles… Sin conocerme, su padre se dirige a mí diciéndome:

-¨Tiene 7 años…, una leucemia linfoblástica aguda… -dice con la propiedad del que sabe por experiencia lo que es, como que le ha hecho añicos, partido el corazón-. El médico oncólogo cuando inició el tratamiento me dijo que era curable si se seguía estrictamente un protocolo de quimioterapia. Estoy solo con él. Mi esposa murió baleada por un delincuente al que no quiso entregar su cartera. Ahora resulta que hay que interrumpir el protocolo, no existe la medicación, y ni en la farmacia de medicinas de alto costo del seguro social me dicen cuándo llegaran. Que siga viniendo… Saben de memoria la mentira… Alimentarán la esperanza solo para burlarnos… No hay divisas para cancelar los laboratorios transnacionales que las fabrican. He ido en forma reiterada, sólo para siempre oír el mismo canto, la misma negativa: ¡La semana que viene…!, ¡La semana que viene…!  Y no viene…

-¨Es que no hay justicia señor; estamos él y yo solitos; solos y desamparados, pero los concejales del Partido Socialista Unido de Venezuela aprobaron un crédito adicional por Bs 215.913.491,30 para que el señor alcalde Jorge Rodríguez organice nuevamente el evento musical ¨Suena Caracas 2015¨. ¿Cómo que no hay dinero? La Familia Real y su séquito en dos o tres aviones viajan por todo el planeta como grandes ricachones, él hablando pendejadas en mal español, y lo peor, con los reales del pueblo… ¿Cómo pueden ser tan malucos e indiferentes a los dramas que a diario vive el pueblo…?¨.

Muchas más largas mesas se necesitan en muchos hogares venezolanos de dirigentes y burócratas; la manzana podrida que es el régimen y sus cooperantes ha gangrenado a las otras, esas que somos o fuimos gente decente. Ya todos mal hablamos, maldecimos, nombramos sus madres, les deseamos que sus muertes ocurran en medio de indecibles dolores, nos desesperamos, pero no hacemos nada, nos invade el miedo y la cobardía… Nos vamos dejando todo atrás… Algunos de nuestros alumnos –de nuestros queridos alumnos- se han aliado a los cubanos que nos invaden y apuntalan esa forma de enfermiza de enseñar medicina, contribuyen al engaño: ellos bien saben que esos árboles torcidos nunca enderezarán sus ramas. ¡Cuánto dolor el que sentimos, especialmente cuando dicen que somos sus maestros…!

Estoy cansado, estoy drenado y agotado, ha sido el epílogo de un día de retos diagnósticos y terapéuticos, ojalá funcionen los placebos, mi empatía, mi consuelo y mi compañía, pues no tengo nada más que ofrecer a mis pacientes; trato de conciliar el sueño, la carita del niño se me aparece anhelante en la penumbra cada vez que cambio de posición, ¨¿Por qué ha de morir si el doctor dijo…?¨,  me sigue preguntando el padre… no dejo dormir a mi esposa quien me dice que parezco una gallina clueca; cuántos médicos inermes como yo anhelamos un cambio de gobierno, un giro de 180 grados; cómo anhelamos que Maduro y la llaga de secreción saniosa y fétida que él representa se vayan; cuánta esperanza puesta en el 6 de diciembre para ver si es que el pueblo venezolano deja de sufrir en forma masoquista, se planta de una vez por todas y les grita ¡fuera!

Agradezco sus comentarios en mi página…

 

 

 

 

 

Elogio de la Pobreza: El tugurio y la olla hirviente…

No hay nada más gratificante para un médico que servir y dedicar su arte al más desasistido, al enfermo incógnito, a ese paciente anónimo del hospital público, una vez tras otra relegado y engañado que pulula en el inmenso burgo de los pobres; ese que cuenta su historia con pena resignada, que sabe que tal vez no vamos a resolverle nada, pero que abriga una esperanza y clama por un tranquilo escucha.

¨Vive mejor el pobre dotado de esperanza que el rico sin ella» 

Ramón Llull

No vendría a ser ella la excepción en aquella improvisada sala de espera con pocas sillas desvencijadas y muchos otros anhelantes de acres olores compartidos. Iba los martes sin cita a la consulta de medicina interna, siempre cargando el olor de su mal sudor y el hedor del tugurio hermético donde se enconchaba, mostrando las manchas… más que manchas, costras hidrosolubles, vástagos de la ausencia de un baño de cuerpo presente, de cuerpo entero… Era un lujo inalcanzable en aquel cerro infesto de basura, excretas de gentes y animales e impertinente vocinglería.

Eran tiempos en que la consulta era el reino de la enfermera jefe; una que no permitía pacientes sin cita, pues sin piedad ni atenuante, lo consideraba un desafío a su autoridad. Con su cofia y uniforme de impoluto blanco portaba sobre su brazo izquierdo una pila de historias que distribuía en forma aleatoria entre adjuntos, residentes y estudiantes; poquitas para los adjuntos, muchas para los residentes e inexplicablemente y hasta este tiempo, para los alumnos, los más inexpertos y carentes, eran nada menos que las  historias de primera; eran ellos y son los encargados de realizarlas para presentarlas a los adjuntos con sus inseguros hallazgos, siempre con la soterrada ayuda de nosotros, los residentes .

Y allí, campante se presentaba ella, Caridad Mendieta, edad indeterminada -aunque decía tener cuarenta pero tal vez con una larga sesentena encima, cuajada de arrugas y aparentando mucha más edad, con ni siquiera un primer grado de instrucción, pero con título de sirvienta de adentro, y en su plenitud, diestra en el almidonado y aplanchado de camisas blancas, por aquello de que la vida magra y sus privaciones acumuladas trata muy mal a los pobres. Sus redondeces fofas eran denuncia de su mala nutrición donde las harinas predominaban y las proteínas no existían. No tenía familia, vivía en un rancho de paredes y techo de láminas de zinc, un ventanuco y un candado que podría abrirse con un gancho de pelo. Se asomaba a mi puerta cuando salía un paciente y burlando la veladora de blanco se introducía subrepticiamente en la estancia…

Sus únicas pertenencias eran una cocinilla de kerosene, una olla sancochera, un perro famélico, noble compañero de desgracias con quien compartía el escaso alimento que algunos vecinos le aproximaban. Ah, pero además un foco de 20 bujías pendiente de un cable en el techo donde sesteaban las moscas, que esparcía una luz espesa y mortecina, y una pequeña radio que le distraía de la permanente vulgar algarabía del vecindario; todo ello conectado a una maraña de cables en un poste a la diestra del rancho de donde todos se robaban la energía eléctrica. Como protección me contaba que había tenido un viejo revólver, al que llamó un ¨mitigüirson¨ –Smith & Wesson– que no recuerda de dónde lo sacó y que por guardarlo en un hueco en la tierra se había oxidado totalmente y ahora era sólo desperdicio y herrumbre; además, un machete de esos antaño llamados ¨cola e ‘gallo¨ o ¨tres canales¨ que de tanto usarlo su filo parecía más bien una mueca desdentada… En una intrusión desconsiderada se lo robaron. Así que sólo dependía de la olla sancochera… Tuvo varios hombres, hombres para poco, espectros en su memoria, que la tomaron como pasatiempo de sus borracheras. No tuvo hijos, quizá la responsable fue una posible infección pelviana por Neisseria gonorrhoeae que taponó sus trompas de Falopio impidiendo el beso del óvulo y el espermatozoide. Cuando sus carnes se hicieron más fofas y sus mamas se estiraron, ya ningún hombre volteó mirada hacia ella…

 

Conocí a una persona tan pobre que lo único que tenía era dinero.

 

Entre crujidos audibles y dolores de sus rodillas picadas por la artrosis, bajaba desde el cerro infesto por la serpenteante escalera de mil y un peldaños que le separaba de la tierra plana, y así luego de largas cuadras cargando su cruz sin un Simón Cirineo compasivo, se me aparecía sin cita, por supuesto, pidiéndome que la atendiera. La enfermera jefa en tono de reclamo vociferaba,

 

-¨¡Mire doctor Muci, dígale a su paciente que se bañe…!¨

 

¿Cómo decírselo si de donde venía el agua era opulencia…? De todos mis pacientes era ella la del hedor más penetrante; pero, ¿cómo no examinarle? ¿cómo no posar mis manos en su cuerpo hastiado de sucio antiguo? ¿cómo no ejercer la pericia del internista empleando mis manos perceptivas? Y entonces le examinaba las carencias de su cuerpo y sus rodillas hipertróficas rellenas de vidrio molido; se me estremecía el corazón al ver sus dedos como garabatos, doblados por la inclemente artrosis, infame aliada del paso de los días, con sus nódulos de Heberden y Bouchard, los dos ligaditos con la rizartrosis del pulgar, tarjeta de presentación de la coyuntura dolorosa más frecuente…

Recuerdo la tarde del día en que no más horas antes me había visitado Caridad; una elegante paciente de mi consulta privada enfutracada en un Christian Dior ajustado y perfumada con Chanel N° 5, se excusó con rubor porque no había podido bañarse ese día… Sonreí para mis adentros… de haber sabido ella la historia recién ocurrida esa misma mañana y que les relato, se hubiera negado a dejarse tocar por mis manos… Me provocó decirle una irreverencia, comentarle de mi otra paciente,

-¨Señora, no se preocupe usted, ¿le cuento de la paciente que atendí esta mañana en mi hospital…? ¨

 Pero me abstuve, cada quien pues, vive su vida, en ausencia de los demás… la pobreza es según dicen los idólatras del liberalismo, el castigo de los vagos. Pero debemos aceptarlo, somos náufragos de una sociedad narcotizada, insensible ante el sufrimiento de los demás y las excusas abundan. ¿Cómo entender y sacar a Caridad del anonimato en el que le había hundido la indiferencia social?

El infierno está en este mundo y consiste en ser viejo, pobre y enfermo.

 

Y así, resistiendo aquella vida invivible, llegó a contarme que dormía con la bombilla prendida y la olla sancochera con agua hirviendo, su única protección en aquellas noches de calor, sudor y susto. En más de una ocasión había echado agua hirviente a más de un malparido por el ventanuco al tiempo que ella misma se había quemado con el agua que rebotaba… No podía llorar yo con ella cuando me lanzó la desgarradora confesión; el médico necesariamente tiene que establecer una distancia razonable entre las desdichas del paciente y su propio yo, un recurso para evitar ser agredido por verdades dolorosas y poder realizar su misión con la mayor objetividad y eficiencia posibles.

Un postrero martes repitió su visita; con la cara amoratada me contó que la noche anterior unos zagaletones entraron a lo juro en su rancho; la maltrataron, la violaron y le robaron su radio y se llevaron la cocinilla y la bombilla. Ella bañó de agua hirviente a uno de ellos. Corrieron sin dejar de proferirle amenazas, al parecer, un ultimátum al portador. Para no variar, la policía no la tomó en serio. Yo no sabía qué decirle, o si darle dinero para que comprara una nueva radio o regalársela yo… Solo quiso hacerme solidario de su soledad y dolor… Fue la consulta más corta… Nunca más volvió… Quizá intuyendo el destino que le aguardaba allá en el rancho… una definitiva despedida…

“No se ve bien sino con el corazón, lo esencial es invisible a los ojos”  

El Principito, Antoine de Saint-Exupéry 

 

¿Qué quiso decirme, que quiso de la vida enseñarme Caridad, la desahuciada, la de las magras pertenencias y la cara cuajada de arrugas de desolación? Ahora sé lo que tal vez quería decirme… Mirad a los ojos de la pobreza; esa que yo no había conocido porque venía de cama blanda pero que ella, con su vida, me mostraba…

La vida del médico está tejida de lecciones edificantes, la más de las veces dictadas por los pobres, no ¨interesantes¨ porque tuvieran una hemopatía maligna, un lupus sistémico o un revesado síndrome febril prolongado, desafíos del intelecto, si no por la álgida soledad que llevan implícitas.

En el ¨Sermón de la Montaña¨, que en cierta forma tipifica la cartilla del cristianismo, se coloca al frente de todas las Bienaventuranzas el elogio de la pobreza: ¨Bienaventurados los pobres en espíritu, pues de ellos es el Reino de los cielos¨ (Mateo., 5, 3).