Del arte de la medicina y sus reglas…

 

A manera de introito

 Este próximo 10 de marzo de 2017 celebraremos los 231 años del natalicio de nuestro padre, el doctor José María Vargas Ponce (La Guaira 1786-Nueva York 1854). Escribió el 31 de julio de 1850, ¨Excusado es decir que la clínica médica y quirúrgica durante los cuatro últimos años de los estudios médicos es el complemento de ellos, es adquirir el hábito de observar a la cabecera de los enfermos y en la ejecución de las operaciones, la práctica de curar, de aliviar o consolar al hombre en sus dolencias, objeto final de toda educación médica.  …por último el joven médico coronará el edificio de sus estudios con las máximas de la moral médica, que le recuerde sin cesar sus deberes hacia Dios, hacia el hombre enfermo, la sociedad y sus comprofesores. Lean y relean el juramento de Hipócrates, el Príncipe de la Medicina, todavía más grande como filósofo moral que como médico; lean al célebre Galeno…¨

Del arte de la medicina y sus reglas (redivivo): En el día de José María Vargas, en el día del médico…

A María y Pedro, mis alumnos del último año, dedico…

Marzo de 2017. ¿Por qué redivivo? Este segmento en 8 secciones formó parte de mi columna ¨Primum non nocere¨, primero no hacer daño, que publiqué en la década de los años 90 los días domingos y durante 5 años en Diario El Universal de Caracas y luego formó parte del libro del mismo nombre compilado por el doctor Mario Blanco García y su esposa Zomaira, y publicado por la Sociedad Médica Santiago Salcedo Bastardo de la Clínica El Ávila el año 2004. He decidido revivirlo revisándolo, ampliándolo y publicándolo nuevamente, y agregando una novena sección que toca la actual situación política de Venezuela y sus efectos deletéreos sobre el ejercicio de la medicina, los enfermos y los médicos. Comenzaré pues, tal como fue escrito y también publicado en un pequeño folleto en julio de 1993 con el auspicio de la Americana de Reaseguros. C.  A. cuyo director era entonces mi querido e ilustrado abogado y amigo, doctor José Andrés Fuenmayor García (†).

 

PARTE I

-¨Rememoro, tal como si fuera hoy… En la estación alemana de San Blas, en Valencia cuando todavía imberbe tomé la autovía que me llevaría camino a Caracas. Estudiaría mi preuniversitario o quinto año de bachillerato en el Liceo Andrés Bello. A despecho de mis 16 y haberlo decidido libremente, nunca había salido de mi casa y me encontraba como «palo de gallinero», y hasta esperaba que de pronto, alguien, me disuadiera de mi empresa. ¿Por qué no confesarlo? Me debatía entre la seguridad y facilidades de mi hogar y las estrecheces que implicaría la vida adulta…

En interminable ristra, mi madre alivianó mi ansiedad colmándome de apresurados consejos, de esos que sólo emanan de la intuición de las madres, anticipadoras de nuestros tropiezos, aunque de puro bestias, no les prestemos la mayor atención. Como tenía la mente ofuscada, nunca sabré si los capté en su totalidad. Partimos con mis hermanos mayores Luis y Franco de la estación San Blas en Valencia para un viaje de 7 horas recorriendo a la vertiginosa velocidad de 20 km por hora y a un coste de 48 bolívares, la vía de una extensión de 176 kilómetros, con 86 túneles y doscientos doce puentes hasta la estación Palo Grande en Caracas. Allí nos esperaría nuestro hermano Fidias Elías, estudiante de medicina. Entre la monotonía del trác-trác, trác-trác de la autovía de los Ferrocarriles de Venezuela y las sacudidas laterales producida por el rodar sobre la vía férrea, intenté recordarlas y grabarlas, ignorando la serena belleza de los valles de Aragua que se desplegaba ante mis ojos en toda su magnificencia y por donde alegre, la pitante autovía, con su invariable trác-trác, trác-trác y su contenido, se desplazaba. ¡Tal sería el susto que sentía…!

¨-Todos esos recuerdos se hacinaron ante mis ojos cuando surgiendo de improviso tras una gruesa columna, María y Pedro, me abordaron en un pasillo de mi Hospital. No serían los más brillantes de entre mis alumnos, pero debía reconocerles la sinceridad como su más grande virtud. Nada tímidos eran al expresar sus temores e insuficiencias, o al preguntar cualquier cosa, aun cuando pasaran por lerdos. Rara cualidad aquella, porque los hospitales son sitios dispuestos para el engaño: profesores y alumnos aparentamos saberlo todo, aunque íntimamente, ellos y nosotros reconocemos que nada de nada sabemos…

-«Doctor —me dijeron al unísono— nos graduaremos muy pronto y estamos en la inopia, sentimos miedo de enfrentarnos a los pacientes, todos los diagnósticos se nos confunden en la cabeza, y más recelo aún, sentimos al recetar. Como presente de graduación, ¡Díganos qué hacer!»,

-«¿Por qué no? «—les respondí— y así, como antes el día de la autovía, asumí el rol de madre tranquilizadora y les serené. -¨¡Ojalá que jamás se les quite! Yo he sufrido de ese síndrome por largos años y espero que nunca se me cure del todo… ¡La confusión es una fase esencial del aprendizaje!, así que no se avergüencen. Dejen en ustedes un lugar para el temor y la ignorancia y de esa forma, estarán a perpetuidad ocupados tratando de llenar ese enorme vacío y… ¡siempre estarán ocupados, aprendiendo y creciendo! «.

 -«Ante todo, comprendan que ser médico es un gran privilegio, es un regalo divino. ¡Nunca abusen de él! Como todo oficio, la medicina tiene también sus reglas. Sean intuitivos y ejerciten el sentido común para encontrarlas. Búsquenlas, apréndanlas, ejérzanlas con honestidad y celo y serán buenos médicos. Aunque conjuntadas al buen juicio natural de las gentes y consagradas por el tamiz del tiempo, las reglas, reglas al fin, pueden variar al son de las épocas. Pero mejor, vamos a organizarnos:

– ¨Un médico de mente ordenada y trato compasivo, ha de ser un mejor profesional. Hablemos primero del encuentro entre un médico y su paciente y del diálogo que estarán obligados a favorecer ¡Será una única herramienta de trabajo que perfeccionarán al máximo de sus aptitudes! No lo olviden, la entrevista es el inicio del tratamiento y decisoria de su éxito o fracaso. No la arruinen por prisa o ligereza. De ser posible, dispongan de un sitio aislado, tranquilo, privado e idóneo que propicie la comunicación. El hospital y la docencia atentan contra ello, pero hagamos del mal necesario un mal menor. Sean corteses. Pónganse de pie al recibir o despedir al paciente. Estrechen la mano del paciente privado, pero también la del enfermo de hospital que es quien más necesita de una mano comprometida. Ambas son personas como ustedes y deben merecerles el mayor respeto.

-¨Permanezcan sentados mientras le escuchan, mírenle a los ojos y háganle sentir que aceptan con agrado la queja que vienen a consultarles y que ella merece toda vuestra atención. No hay manera de determinar qué tiene un ser humano enfermo y consciente como no sea escuchándole y al hacerlo, no hagan más que eso, escucharle… «.

-«¡Obsérvenlo con los ojos del entendimiento! —como aconsejara San Pablo a los Efesios, 1:18— ¿Qué les dice su rostro, su voz, sus gestos, su manera de sentarse…? Si sus ojos inquietos, se mueven en todas direcciones, denunciarán que no les escucha; pero vuestra expresión y gestos son también libro abierto para él, así que no se escandalicen, muestren asombro, indiferencia o risa por lo que vean o escuchen. No son ustedes jueces, sólo recipiendarios solidarios de las quejas del cuitoso. Aprecien los cambios respiratorios cuando hablen con él: El ascenso y descenso de los hombros será una guía indirecta para inferirlos. Relaciónenlo con lo que habla o con lo que ustedes le hayan preguntado: ¡Emergerán entonces muchas verdades…!

-¨Devuélvanle preguntas claras y concretas, así que la queja quede clarificada en sus mentes. Repítanle lo que creen haber entendido hasta obtener su asentimiento. Integren entonces lo recogido para hacer un todo coherente, y así, puedan examinarle dirigiendo sus sentidos, intencionadamente, hacia el o los sitios donde la dolencia habló por boca del paciente: ese donde se aposenta la enfermedad. Luego, podrán tomar una decisión clínica, justa y razonada. La omnipotencia no es virtud de mortales, por ello, ¡sean humildes! La mayoría de sus pacientes ambulatorios mejorarán con o sin vuestra ayuda, pues buena parte de ellos están sanos pero asustados, así que no los llenen de drogas innecesarias: Sus palabras serán el bálsamo tranquilo que aminore sus penas o serán un revulsivo que le llevará a más pesar y dolor. Tal vez ellos vivirán muchos años con ustedes o a pesar de ustedes… ¿Qué rostro debemos enseñar a un enfermo grave? Oliver Wendell Holmes (1809-1894), autor, científico y poeta, el famoso médico escritor norteamericano respondería, «Este no deberá jamás poder leer su destino en la expresión facial del médico… «.

El tiempo y las obligaciones nos forzaron a interrumpir nuestra conversación. María y Pedro parecieron «copiar» mentalmente, todo cuanto les dije. Muy en serio siguieron mis palabras sin perder una… –«¿Y cómo podremos aprender a usar todo esto?»-me preguntaron ansiosos— «Aún no hemos terminado… Dense tiempo, nadie nació aprendido. En el camino de la vida profesional se enderezan las cargas si es vuestro deseo. La medicina es a la vez, satisfacción y dolor. ¡Ya aprenderán a contraponer y balancear el placer del deber cumplido contra el dolor nacido del yerro o de la impotencia!

  • Del arte de la medicina y sus reglas… A María y Pedro, mis alumnos del último año…

PARTE II.

 ¡Momentos hay en que uno desearía que le echaran una mano compasiva! La despedida del hospital y por ende de la Alma Mater, es para muchos un trauma. ¡Cuánta ignorancia la que se llevamos a cuesta! Por fortuna, existen buenos libros, revistas, la Internet y los pacientes, y hasta posgrados para emparejar el bajo perfil. Algo fuera de sitio debe estar en los programas de estudios médicos para que el flamante título de Médico Cirujano nos sirva casi tanto como… el de bachiller.

Había dejado inconclusa la larga charla que sostuve con mis alumnos María y Pedro, y su diarrea premonitoria de fin de carrera… Me habían pedido les comentara sobre algunas reglas básicas para el ejercicio de la medicina. ¡Nada que yo hubiera inventado, pues ya todo está escrito en alguna parte! Mis primeras recomendaciones estaban dedicadas a una parte muy importante del ejercicio: La entrevista, diálogo diagnóstico y terapéutico o encuentro de un médico y su paciente.

 -¨ ¡La herramienta prodigiosa del médico es la historia clínica! – les dije enfáticamente-, no hay otra…, pues no solo nos refiere el pasado y el presente del enfermo, su morfología y la peripecia biográfico-patológica (patografía) de su vida, sino que también nos enseña la repercusión en su soma y psique y en su intimidad humoral, esa revelada por el laboratorio. Es como realizar con detalle una novelita corta, eso sí bien contada, con su principio que son los antecedentes familiares y personales; su porción del medio que es su problema actual y su fin o epicrisis, es decir, la interpretación científica de sus síntomas y signos que se prolongarán al pronóstico o profecía. Pero recuerden, ya lo decía Hipócrates, ¡cuán difícil es el pronóstico…! porque por más pacientes que hayamos atendido, ese, nuestro paciente actual, es único como lo es su vida y no se parece a ninguno…¨.

 -«Muchachos —proseguí—, el respeto a la persona humana es pilar fundamental del ejercicio de la medicina, que parece condensarse en las conocidas máximas: Quiere al prójimo como a ti mismo y no hagas a los demás lo que no quisieras que te hicieran a ti. Las líneas de ensamblaje aumentan la productividad industrial, pero cuando son trasladadas al consultorio del médico transforman un acto sublime en un simple adefesio. Así, desconfíen del médico que atiende a varios pacientes a la misma vez. Ha perdido la brújula del buen juicio, degradando el oficio al nivel de impersonal rutina. Puede que rinda más su tiempo y gane más dinero, pero será escamoteándole el que le debe al otro, pues mucho tiempo necesitarán para escuchar con atención lo que el paciente diga; pero más importante aún, para aprender a escuchar, lo que él NO les diga… y ello es imposible en medio del arrebato y la prisa¨.

-¨Me avergüenza el decíroslo, los estudios médicos les han llenado de anatomía, bioquímica, fisiopatología, enfermedades médicas y quirúrgicas, estadísticas y técnicas, pero con ellos nada les hemos enseñado sobre la vida o las personas… Lo aprenderán por ustedes mismos o nunca lo aprenderán. Si dejan la soberbia de lado, sus enfermos les ayudarán: Aprendan algo de cada paciente que les visite y recompénsenlo por el donativo a su formación como hombres y como médicos, aliviando sus penas y cuidándoles con inteligencia y esmero.

De la condición humana, y por tanto de ustedes mismos, el ejercicio profesional puede ser ventana o espejo, pues a su través, podemos ser observadores de la comedia humana y mantenernos alejados de ella, pero también podremos apreciar que de ella, mero reflejo somos… Si así lo desearan, entre reflejo y reflejo, aprenderán a conocerse mejor ¡Será vuestra decisión el crecer en lo personal y en lo científico, o ser simplemente tecnólogos deshumanizados…! «.

-«Si le indican al paciente —directa o veladamente—que sólo quieren oír de síntomas, únicamente síntomas, él se los confiará; pero si son capaces de escucharles como seres humanos que son, se abrirá un amplio horizonte a vuestra sabiduría y crecimiento y surgirá la real causa… Habrá pacientes que les describan innumerables e inconexos síntomas. De ser ellos de seria significación, o estarían muertos o no hubieran podido caminar para verles. Estos desgraciados requerirán de una especial atención. Si encontraran todo en orden y nada fuera de los límites de la normalidad, nunca les digan: -«Usted no tiene nada…!», pues con ello les insultan y les degradan. Tampoco es una respuesta el decirles: «Todo está dentro de su cabeza…», bien podría ser que dentro de las suyas propias hubiera: ¡Todo lo contrario! Si la ansiedad o depresión para ustedes evidente —parientes pobres que son—, parecieran ser la causa de los síntomas, el deseo de decírselos volará raudo a vuestros labios. Refrenen su afán. Más que nunca, examínenlos con esmero, detenida y concienzudamente, desde la raíz de los cabellos hasta las uñas de los pies. De ser necesario, repítanlo nuevamente antes de tranquilizar sus temores y asegurarles que nada grave les amenaza: Hacerlo a destiempo es un fracaso anunciado… «.

-«Me preguntan qué hacer si un paciente les cae mal… No tiene  por qué gustarles todo nuevo paciente que vean. Algunos les caerán «gordos» de entrada. Si observaran que el rechazo es severo, puede ser que el paciente tenga un grave problema de personalidad; pero a la inversa, con más frecuencia es que están mirando, proyectado en él, a una parte de sus propias personalidades a la cual aborrecen o desprecian y por tanto no consideran como perteneciente a ustedes. Una vez más… ¡Qué tremenda oportunidad para conocer algo del lado oscuro de vuestros seres!, y es que con frecuencia los síntomas y las enfermedades son simples mamparas que esconden la causa real, aquello que el paciente no quiere mostrar ni desea que le traten. ¡Cuánto se parecen las enfermedades a los pecados capitales!, pero nunca oirán de boca de un paciente decirles que está enfermo de codicia, gula, envidia, lujuria o pereza… Otras palabras vendrán a reemplazar aquellas, despreciables y creadas para mirarlas en los otros semejantes… «.

-«La Medicina parece haber perdido su objetivo: ¡el hombre enfermo! La enfermedad es una abstracción que hemos inventado los médicos para evitar la angustia. Sólo el paciente es certitud: ¡Mírenlo a él y a su través, a la enfermedad que han de tratar!

Escribió Thomas Sydenham (1624-1689) fundador de la medicina clínica y la epidemiología, que las enfermedades agudas tienen su causa en Dios y las crónicas en el paciente mismo. Quería decir, entre otras cosas, que la aparición de aquellas se haya más sujeta al azar, y que éstas dependen más directa y comprensiblemente del género de vida que el paciente haya querido llevar.  Es así como la enfermedad crónica, por ejemplo, es una buena ocasión para aprender sobre el comportamiento humano: los pacientes les exigirán pronta salud, pero en general, no serán sinceros: no les dirán qué hicieron para favorecer la enfermedad, ni qué dejaron de hacer para evitarla… Verán con claridad cómo eludieron tal si fuera un mal, hacer lo que les convenía, y cómo procuraron con vehemencia, lo que redundaría en su daño: la obesidad, el tabaquismo, el consumo exagerado de licor, medicamentos y drogas prohibidas y la falta de ejercicio, son unos pocos ejemplos. Miren a vuestro alrededor y asombrados podrán constatar que vuestros colegas, sufren ellos mismos de similares males: ¡Están más confundidos que sus propios pacientes…!

¡Qué gratificación la que se obtiene cuando a otros, en simples palabras, mostramos aquello que nos ha dolido entender, aprender y practicar! Humanos al fin muchas veces hemos pecado por ignorancia e inobservancia de preceptos inmanentes al altruismo fundido a nuestra ocupación.

María y Pedro, a no dudarlo, serían buenos depositarios de estas reglas y enaltecerían el oficio con su comportamiento en la vida, ¡Sangre nueva a quienes dar desplegadas la bandera de la nobleza…!

  • Del arte de la medicina y sus reglas… A María y Pedro, mis alumnos del último año…

PARTE III.

 

Decía Cicerón (106-43 a.C.), “¿Qué otro regalo más grande y mejor se le puede ofrecer a la República que la educación de nuestros jóvenes?, a lo que podría agregarse que la educación debe ser dada con generosidad y a tiempo completo, incluyendo no solamente, los tecnicismos de la profesión.

Dialogaba con mis alumnos María y Pedro sobre algunas importantes reglas del ejercicio de la medicina y primariamente, nos habíamos detenido en la comunicación entre un médico y su paciente…

-«Buena parte de las profesiones —les decía—, superan a la medicina en exactitud. La nuestra, es ciencia muy imperfecta, porque el objeto de nuestros estudios y desvelos es el hombre enfermo. Los pacientes, ya verán ustedes si así lo quieren, no son una simple y monótona sucesión de síntomas, signos y enfermedades. Cuando el médico así piensa, y en consecuencia actúa, más temprano que tarde alcanzará el tædium vitae o aburrimiento profesional, en el que todo se parece a todo, surgiendo la ilusión de que ya todo ha sido visto… ¡Tamaña confusión! En la Naturaleza, no se dan dos granos de arena similares; dos flores de una misma planta nunca son idénticas; ni siquiera la mitad derecha de nuestro cuerpo es copia fiel, imagen en espejo, de su homónima izquierda, entonces, ¿cómo puede el médico hacer comprender al vulgo la complejidad de su oficio? Ya lo verán, aquellos les atribuirán omnisciencia y por ende omnipotencia, y hasta en ocasiones les llamarán sabios, exigiendo de ustedes lo imposible, aquello que no depende de vosotros. Los impulsarán pues, a simular. Por ello, hagan caso omiso a las lisonjas de las gentes, no se envanezcan con ellas y otórguenles un lugar donde no puedan hacerles daño… «.

-«¡Arte difícil que es la medicina! Ningún órgano existe en secreto de los demás. Ni uno sólo se encuentra aislado. Todos influyen en los demás y son influidos por todos. En su angustia de no poder con tanta ignorancia, el médico ha creado sectores ficticios en un todo indivisible. Por ello, ser especialista de un rinconcito del cuerpo en prescindencia del resto, habla de su tremenda necedad, de una severa miopía cuando ve el árbol haciendo abstracción del bosque al cual pertenece. Pero, no todos son inconvenientes en la superespecialización. Aprender mucho de un área pequeña, les enseñará a tener respeto por el conocimiento científico. Dedicados toda la vida a esa pequeña parcela, observarán que nunca llegan a dominar el conocimiento allí acumulado. Así, palparán cuán laberíntico es el ser humano cuando pretendan ¿»dominar»? esa pequeña sección, ¡siempre habrá un paciente esperando sentado allí mismo, cerca de ustedes, para demostrarles que no saben de lo que creen que saben…! Aspirar a la perfectibilidad en medicina, es tan utópico como alcanzar lo divino, pero, aunque nunca puedan lograrlo, búsquenlo con decisión, pasión y a vida entera…».

-«Aprendan a reconocer tantas enfermedades como puedan pues aquellas que desconozcan, estarán ausentes de su raciocinio al momento del diagnóstico diferencial. Transitarán a sus anchas ante vuestros ojos como miasma invisible. Un buen médico será aquel que sabe, lo que no sabe. Cada vez que tengan un encuentro con lo oscuro, con un síntoma o enfermedad desconocidos, lean sobre ello en un libro básico de medicina o en la Internet, y acostúmbrense a hacer eso por el resto de sus vidas. Así, nunca dejarán morir a un paciente con una rara enfermedad que sea tratable. Pero ¡cuidado! no olviden que las manifestaciones raras de las enfermedades comunes, son más comunes, que las manifestaciones comunes de las enfermedades raras. Escojan un libro básico de medicina. Elijan igualmente una publicación periódica de reconocida talla científica. Adquieran cada nueva edición del primero tan pronto sea publicada y háganlo por el resto de sus prácticas. Lean la revista en cuanto llegue a sus manos. Si no dispusieran del tiempo, al menos lean los resúmenes… Hay revistas y artículos que pueden ser descargados a sus teléfonos celulares, aprovechen las ventajas de la técnica».

-«Sus vidas personales son sagradas y deben quedar al resguardo de su ejercicio. Si se sintieran compelidos a intimar con sus pacientes, es tal vez porque necesitan de nuevos amigos, un replanteamiento de sus matrimonios, o quizá, un consejo psicoterapéutico¨.

-¨En la relación médico-paciente, serán ustedes la parte más poderosa. Prevalidos de tal poder, no lo utilicen nunca para seducir a sus pacientes y mucho menos para satisfacer en ellos sus deseos sexuales. Producirían un daño irreparable. A la inversa, guárdense del paciente seductor y aprendan a manejar la situación en forma directa. Si no logran un cambio de comportamiento, refieran el paciente a otro médico…».

«Sean cautelosos con los enfermos que sonríen al describir su dolor, al hablar de graves síntomas, de desgracias personales, o cuando se refieran a los errores cometidos por médicos que les vieron antes. No acrecienten su saña. Mañana mismo, podrían ustedes estar ocupando el lugar de sus colegas injuriados. Sea lo que sea que el paciente les exprese cómodamente, es muy probable que no sea el motivo fundamental de su visita. Sean prudentes y esperen hasta que las circunstancias se conjuguen. Si son honestos recipiendarios de sus secretos, algún día, aflorará la verdad, y el desdichado se verá aliviado de su pesado fardo. No dejen de un lado lo que el famoso neurocirujano inglés Wilfred Trotter (1872-1939), repetía a sus alumnos: «La enfermedad a menudo revela sus secretos en un paréntesis casual»: El oído alerta, no desdeñará la ocasión ni desatenderá el mensaje…

-«¡Todos los pacientes —académicos y analfabetas—, creen en magia! Casi todos lo negarán, pero magia esperarán de ustedes. Por fortuna para ellos, la magia no requiere de medicinas peligrosas ni cirugías radicales, y todos, nos guste o no, efectivamente llevamos un mago por dentro: ¡Descúbranlo y aprendan cómo usarlo sabiamente cuando sea necesario y siempre anteponiendo el mejor interés del necesitado!»

«Detrás de cada hombre que vaya a visitarles, siempre existirá una mujer que lo presiona. Traten de escuchar la versión de aquella. Será generalmente la correcta y no rara vez, muy distante de la que el otro expresó…. Recuerden que la mujer es madre y tiene un sexto sentido para ver e intuir aquello que los hombres no vemos… » .

La lista de consejos era larga, y el tiempo como el agua, se escapaba de entre nuestros dedos. Teníamos necesariamente que detenernos allí…, y así lo hicimos. La medicina es todavía una profesión desbordante de ignorancia. Aún nos queda mucho por esclarecer y aprender; sin embargo, la realidad incambiable es la necesidad del paciente de ser comprendido y aliviado.

¡Mientras arribamos a tiempos de mayor sabiduría, respetemos al paciente y enaltezcamos el oficio!

  • Del arte de la medicina y sus reglas… A María y Pedro, mis alumnos del último año…

PARTE IV.

¨¡ Bien sé de la imposibilidad de simplificar las bases que sustentan el ejercicio de la medicina a escuetas reglas, pero ustedes me han pedido ayuda y eso creo darles!¨ decía a mis alumnos María y Pedro una brillante mañana de diciembre, en esos meses postreros de la carrera donde como estudiantes, en vano no quisiéramos cortar del cordón que nos ata al claustro, que bien recuerda al útero materno, donde obtuvimos nutrición y seguridad y del que no queríamos salir, por similitud con los lazos que nos fusionan al hospital y al conjunto de nuestros profesores.

Ellos me pedían detalles y más detalles que les ayudaran a sobrevivir por sí solos a su partida del hospital-madre, del tibio nido donde balbucearon las primeras palabras de la jerigonza médica –que alcanzarían cerca de cuatro mil nuevos vocablos al finalizar los primeros 6 años de formación médica-, y de donde, de nuestras manos asidas, dieron sus primeros peninos al través de cuerpos y almas aporreadas por la saña de la enfermedad… Esta crisis como otras grandes transiciones existenciales de la vida, de común ignoradas por muchos, eran vividas por María y Pedro con gran intensidad y dolor…

Nuestra herramienta de trabajo es la historia clínica y necesita tiempo para aprender a usarla, manténgala aceitada y pulimentada, así que sirva a los intereses del paciente…¨

Y hablando de dolor muchachos, ese que debéis aprender a aliviar, hay tanto que quisiera decirles… Del profundo ambarino de mis recuerdos, vuela a mi presencia aquella noche aciaga, cuando cursando quinto año de medicina era interno permanente de la Cruz Roja Venezolana. Quizá purgaba yo alguna culpa con mi primera vigilia en una sala de partos –o por burla del destino, ¿lo purgaban aquellas pobres parturientas? – ¡nada que fuera más extraño y alejado a mis inclinaciones prematuras hacia la clínica!-. Soledoso con mi incompetencia, mi inconsistencia y mi ignorancia, me encontraba frente a las piernas abiertas de una corpulenta mulata que se quejaba con desgarradores gritos precisamente cuando el feto ya casi coronaba. En mi tribulación, apenas acerté a decirle que no gritara de esa forma, que ¨eso no podía doler tanto¨.

Como por encanto, la mulata hizo un alto en su alboroto. Con gran disgusto reflejado en su cara y mirándome fijamente a los ojos, me espetó la siguiente perla: -¨ ¡Cómo se ve bachiller que usted nunca ha cagado una patilla…!¨. Aprendí entonces a respetar el dolor que no nos duele: ¡el dolor del semejante!, ese para el cual no existe un método externo que mida su presencia, su ausencia o su intensidad… La mitigación del dolor, sea físico o moral, es parte del compromiso adquirido por el médico con su paciente, y por tanto, no somos quienes para exigirle que refrene sus lamentos. Sólo aliviémosle o acompañémosle y sepamos qué hacer para aliviarle, reservando los opiáceos  -la morfina y sus derivados- para aquellos casos agudos donde estemos seguros que no modificaremos el curso evolutivo de un cuadro clínico hasta entonces no clarificado.

-El dolor de ¨otros¨ en ocasiones incomoda al médico, al punto de casi que ¨castigar¨ al paciente adolorido, especialmente cuando es un alcohólico, una prostituta o un malandro: no se molesten si ellos no se mejoran con lo que ustedes les suministren, no se enojen por el estilo de vida que hayan escogido, nunca se enfaden con sus pacientes y si ello ocurriera a menudo, ¡busquen ayuda para ustedes mismos! A los pacientes les asiste del derecho a llorar, discutir, reír y aún enfadarse. Es nuestro deber comprender y aceptar ese derecho…

 -¨Algunos pacientes serán rápidos y seguros al emitir sus planteamientos; otros por lo contrario, serán torpes e inexactos al describir sus quejas. Ajusten el palpitar de sus cerebros al ritmo que ellos le impongan. Solo así, sintonizarán la onda de cada cual y su trabajo será más efectivo. Si fuera cierto que existen pacientes ¨interesantes¨, sería a costa de aquellos que no alcanzan a serlo. Adquieran la sabiduría para aprender a reconocer la fascinación que se oculta en cada uno. Escuchen y piensen, escuchen bien y piensen bien pero no hagan las dos cosas a la misma vez. De esa forma tratarán la enfermedad que el paciente tiene y no, la que ustedes quieren que tenga…¨.

-¨Al pie de la estatua del padre Vargas percibíamos la influencia de aquel grande hombre. Medicina y compasión son indisolubles. Eviten hacer predicciones –aun cuando sean requeridos- sobre cuánto un paciente ha de sobrevivir. Nunca, pero nunca le digan a un enfermo grave cuántos días o meses le restan de vida. A más de ser una respuesta divina, el médico nunca debe ser instrumento de más dolor. Destruir la esperanza es pecar de crueldad. De la consulta médica el paciente debe llevarse enseñanzas: Enseñen a sus pacientes a sentir bien, nunca a estar más enfermos. Utilicen con sapiencia el inmenso poder sanador de sus palabras para influir beneficiosamente en ellos¨.

-¨Si al completar la historia clínica ignoran que le sucede al paciente, tomen una segunda historia. Si todavía no lo supieran, háganle una tercera. Si al término de la misma no han logrado un diagnóstico, tal vez nunca lo logren. Por cada paciente sin diagnóstico, seguro que existe otro médico que sí pueda arribar a él. Busquen a ese médico hasta encontrarlo¨.

-¨Los síntomas físicos de una enfermedad médica mejoran o empeoran con el tiempo. Los síntomas de origen psicogénico, no varían mucho con el paso del tiempo; por ello, propicien el silencio. El silencio es el mayor potenciador de la ansiedad. Déjenlo correr, que el paciente lo romperá y entonces les dirá algo de veras importante¨.

-¨Exprésenle al dolido que la enfermedad es algo tan privado como lo que ocurre en la alcoba matrimonial. Lo que allí suceda es tan solo del interés de esa pareja. Su divulgación daría pie a los más atroces comentarios. A aquellos pacientes con diagnóstico de seria enfermedad anticípenles lo que habrá de ocurrirles cuando ¨sus amigos¨ sean enterados: les harán saber de espeluznantes historias de personas que ¨ellos conocen¨ y sufren de ¨la misma enfermedad¨, han sido operados de ¨lo mismo¨, o han recibido ¨la misma¨ droga que ellos han de recibir. ¨Sus conocidos¨ tendrán la peor evolución, complicaciones o reacciones adversas. Adviértanles de vuestra  disposición a discutir, franca y honestamente, sin regatear su tiempo o esfuerzo, cualquier aspecto relacionado con la enfermedad o su tratamiento¨.

-¨Y una vez culminada la entrevista, cuando se dispongan a despedirse de su paciente, no importando cuan dura haya sido la realidad discutida, no permitan que abandone su consultorio sin llevarse una sonrisa en sus labios… Tal significará, que efectivamente han cumplido con su misión, que les han brindado un consuelo o una esperanza…¨.

-¨Asentó el eminente médico español, don Pedro Laín Entralgo (1908-2001) que la enfermedad es un modo anómalo de vivir percibida por el paciente como aflicción, como amenaza, como soledad y como refugio… Con predominio mayor de uno u otro de sus cuatro principales momentos constitutivos, el complejo sentimiento de la enfermedad los engloba siempre, y así lo descubriremos en cada paciente mediante un análisis suficientemente fino, minucioso y perceptivo de su psicología…¨

Cabos sueltos muchos habían quedado por hablar sobre la entrevista… pero el resto debía ser buscado por ellos a lo largo de su práctica y de sus lecturas: Les había regalado un pescado y enseñado la técnica de cómo pescar; ¡Ahora era su turno!

  • Del arte de la medicina y sus reglas… A María y Pedro, mis alumnos del último año…

PARTE V.

Largas horas habíamos agotado discutiendo con María y Pedro, algunas reglas relativas a la entrevista médico-paciente. Nos tocaba ahora referirnos al examen del paciente, a la exploración física, a ese gran continente de información aparente u oculta tras la opacidad de la piel, para traer al exterior el morbo oculto que puede ser tan fructífero como haya sido el tiempo que hayamos dedicado a su aprendizaje y pulimentación crítica.

-¨ Ante todo, acuéstate tú mismo en el lecho de miserias del enfermo, asume su lugar, calza sus zapatos, siente su malestar y ejerce la empatía; trátalo como quisieras tú ser tratado de haber sido emponzoñado por el morbo de la enfermedad.  Antes de examinar a un paciente calienten sus manos por frotamiento, entibien sus estetoscopios y asegúrense de que también esté tibio… el espéculo vaginal. Más inapreciable aún, llenen de calidad y respeto su actitud y sus maneras, y exageren al máximo su sensibilidad y tolerancia. Un buen semiólogo sabrá como arrancar a la enfermedad sus secretos, y el diálogo anamnésico, el diálogo diagnóstico médico-paciente, ha de ser el guiador que planifique la estrategia de ese examen que si bien ha de ser integral, debe ser igualmente más detenido y profundo en el área o áreas bajo sospecha. Nunca suplanten de buenas a primeras el examen clínico por alguna exploración complementaria a menos que exista una razón sólida para hacerlo¨.

-¨¡Recuerden muchachos, no somos tecnólogos, somos médicos! Es derecho inalienable de todo paciente, el que se le haga un examen clínico completo. Jamás lo realicen con festinación. Si estuvieran apurados, entonces ejecútenlo más lentamente, y por nada, den la impresión de celeridad o ligereza, ¡lo destruirían todo…!¨.

-¨Recoger o identificar un signo clínico es ejecutar una destreza aprendida y apenas constituye el comienzo de una historia. Más importante, un buen clínico entiende el valor predictivo de un signo, la base de la evidencia y su rol en la evaluación diagnóstica. La presencia o ausencia de un signo clínico nos ofrece un punto de inflexión, permitiéndonos refinar la posibilidad de la existencia de la enfermedad bajo sospecha así como el diagnóstico diferencial o estratificación del riesgo¨.

-¨Como tantos otros médicos de épocas pretéritas, nos preocupa el reciente distanciamiento entre el médico y su paciente, y la tendencia a sustituir el examen clínico por exploraciones complementarias no siempre ponderadas o bien enrumbadas. Para Lewis Thomas (1913-1992), médico y ensayista: «Los médicos de hoy con sus aparatos prodigiosos y sus diagnósticos computarizados, están perdiendo unas de las artes médicas fundamentales: la palpación, el tacto con las manos perceptivas. Es este, a mi entender –prosigue-, el acto más antiguo y eficaz del médico: la palpación directa. A muchos les disgusta ser tocados por otras manos, no así a los enfermos. Ellos necesitan ser tocados pues buena parte de la angustia de todo paciente procede de la falta de contacto humano… La más antigua pericia del clínico, es la de recorrer con sus manos el cuerpo del enfermo…».

En lo más profundo del inconsciente, grabados a hierro y fuego, están las caricias y tocamientos de nuestras madres cuando apenas despertábamos a la vida. Ello significó para nosotros entonces, refugio, amor, seguridad y protección. Despertemos pues en nuestros pacientes esas sensaciones atávicas sanadoras que nunca podrían ser evocadas por una máquina de última generación. Por ello jóvenes, toquen a sus pacientes, tóquenlos con suavidad, amor y sabiduría, exacerben la sensibilidad de las yemas de sus dedos y de sus circuitos neuronales así que puedan percibir el palpitar de la enfermedad y trasmitir humana solidaridad. Toquen a sus enfermos, particularmente a los ancianos, aunque no sea más que para darles un apretón de manos o tomarles el pulso. Nunca dejen de palpar el área dolorosa que el paciente les señale, asienten sus manos sobre el sitio en cuestión. Y si luego de un metódico tocamiento nada encontraran fuera de lugar, recuerden que la ausencia de pruebas, no es prueba de ausencia…¨.

-¨Hay pacientes difíciles de examinar; hay médicos que dificultan el examen por falta de tacto, habilidad o perceptibilidad. Créanlo o no, ambos son sujetos de una misma especie. La exploración abdominal requiere de gran experiencia: dedíquenle tiempo y esmero. Aprendan la proyección externa de los órganos que contiene, teniendo en mente también, las frecuentes modificaciones fisiológicas de este esquema¨.

-¨El hígado del paciente obeso puede ser un enigma… ¿Será entonces necesario recurrir a un ecosonograma? Intenten primero la siguiente técnica: Apoyen su estetoscopio sobre la región hepática. Rasquen suavemente la piel con la uña o una llave procediendo desde el cuadrante inferior derecho del abdomen hacia el reborde costal. Cuando el rascado trasponga el límite inferior del hígado, lo oirán en forma nítida y clara¨.

-¨La palpación debe ser suave y productiva, comenzando superficialmente, y luego de constatar que no hacen daño o de percibir alguna víscera agrandada, proseguir con la palpación profunda. En presencia de dolor abdominal agudo, inicien con una suave palpación por el área opuesta a la zona dolorosa. Será una manera de ganar la confianza del paciente e invitarle a relajarse. Si el paciente asiera vuestras manos y las llevara hacia el área dolorosa, muy probablemente no se tratará de una inflamación aguda… El bazo discretamente aumentado de tamaño, es más fácilmente palpable superficialmente en el paciente echado boca arriba. Introducir las manos profundamente puede hacerlo imperceptible¨.

-¨El estetoscopio[1] es un instrumento prodigioso. Aprendan a emplearlo hábilmente en las áreas clásicas, pero igualmente, en aquellas otras zonas inusuales: el cráneo y órbitas –abra la boca del paciente y oirá mejor-, cuello, abdomen, fosas lumbares y grandes trayectos arteriales de las extremidades: un buen día serán recompensados con el hallazgo. Reconozcan los soplos de las estenosis aórtica y mitral, ambos pueden ser obviados con facilidad y se trata de enfermedades corregibles. El soplo localizado de la estenosis mitral puede quedar restringido a una pequeña área de dos centímetros. Búsquenlo detenidamente…¨.

-¨Nunca examinen a un paciente del sexo opuesto sin la presencia de una enfermera, mayormente si se trata de una adolescente durante la exploración de las mamas o en un tacto ginecológico. La observancia de este principio puede ahorrarles serios malentendidos y embrollos¨.

-¨Los signos clínicos están ausentes o presente, nunca son positivos o negativos. Al escribir la historia evite escribir ¨SLA¨sin lesión aparente-, u otras siglas en la impresión diagnóstica-[2]. Las palabras negativo o normal reflejan pereza mental, o a lo peor, falta de examen. Describan cuanto oigan, vean, olfateen o perciban y aquellos elementos negativos que sean procedentes asentar…¨

-¨ ¡No hay sustituto para la observación directa! La medicina es una ciencia observacional. La observación es el método más antiguo, más económico y fino de diagnóstico. Escuchen lo que puedan oír, palpen lo que sea palpable, olfateen lo que puedan olfatear, degusten lo que puedan degustar… ¡Ya habrá tiempo para exploraciones bien razonadas! No utilicen los exámenes complementarios como una escopeta, antes bien, empleen un rifle: ¡Un solo tiro y en el blanco!¨.

-¨Nunca empleen esa monstruosidad que en otras latitudes llaman ¨medicina defensiva¨, aquella capaz de ordenar a un pobre enfermo decenas de exploraciones innecesarias solamente para defenderse de una posible demanda médica. Esa forma de hacer ¨medicina¨, donde el paciente siempre es visto como un probable enemigo –que en ocasiones el sistema ha creado-, deberá cambiar pues a más de ser muy costosa, es ineficiente, iatrogénetica e inhumana¨.

Hago votos también porque haya tiempo para continuar nuestra conversación, ¡les espero…!

  • Del arte de la medicina y sus reglas… A María y Pedro, mis alumnos del último año…

PARTE VI.

-¨Doctor, por todo cuanto nos ha dicho pareciera que usted está en desacuerdo con la tecnología…¨ – me reprocharon mis alumnos María y Pedro ya para finalizar su carrera médica y luego de que les insistiéramos en la conveniencia de hacer a sus pacientes una anamnesis y examen clínico depurado pues con ello podíamos tener el diagnóstico hasta en un 80% de los casos-.

-¨ ¡Me juzgan mal, están ustedes en un error –les respondí enfáticamente-, bienvenida y bendita sea la tecnología! Pero mis reservas no tienen nada que ver con la tecnología en sí misma sino con la forma como los médicos nos hemos relacionado con ella. El facultativo parece haber abdicado su juicio clínico y responsabilidad profesional ante los dictados de una máquina. ¿Conocen acerca de la experiencia de quien hizo la exploración? ¿Enviaron una requisitoria con su sospecha clínica? ¿La leyó él por casualidad? ¿se limitaron ustedes a leer el informe sin ver el estudio? Sufrimos de un síndrome de desconfianza en los recursos de nuestros propios cerebros a los cuales hemos descalificado como despreciables antiguallas…[3]¨.

-¨La madre clínica a la que tanto esfuerzo y estudio dedicamos durante nuestros años estudiantiles, el forjamiento de un razonamiento clínico, ha quedado relegada a un lugar subalterno. Y así, nos vemos empleando tontamente, complejas y costosas exploraciones para obtener respuestas que ya conocemos o podríamos conocer por medios más sencillos y económicos¨.

-¨La acografía, la tomografía computarizada, la resonancia magnética y el PET-scan entre otros han revolucionado nuestra habilidad diagnóstica extrayendo del cerebro, corazón, vías biliares, riñones o páncreas –sólo por mencionar algunos-, imágenes anatómicas o patológicas de increíble fidelidad que difícilmente podríamos haber imaginado tan solo unos pocos años atrás. No obstante, algunos médicos nos sentimos intranquilos porque percibimos que algo está fuera de lugar: cosa de todos los días se ha vuelto atender pacientes portando abultados sobres contentivos de pruebas de laboratorio, imágenes diversas, radiografías, discos compactos y aún, de exámenes más complejos, pero que transitan sin diagnóstico y que muy bien pudieron ser obviados si el médico hubiera dedicado algo de su tiempo e intelecto para tratar de contestarse las simples interrogantes que el paciente le planteó. Todavía más, muchas veces la respuesta estaba en el estudio y como no se supo dónde buscar, se pasó por alto un hallazgo muy significativo pero oculto¨.

-¨Para forjar eso que se llama acumen, se necesita estudio, silencio, trabajo e introspección; por lo contrario, para ordenar una exploración tan solo basta garabatear frases en un papel. Por efecto de la presencia en la comunidad de una nueva máquina, surge la necesidad ingente –tantas veces no razonada- de recurrir a ella aunque la indicación para su empleo sea dudosa o no exista, o tal vez para estar ¨á la mode¨. Por tanto, uno de los más grandes desafíos que confrontarán ustedes, futuros médicos modernos, será saber emplear con sabiduría y justeza la información que las máquinas proporcionen tomando en cuenta las manifestaciones clínicas del paciente, las indicaciones, contraindicaciones, limitaciones, inconvenientes y costes, y o no menos importante, el dolor que directa o indirectamente son capaces de generar. Los artefactos que ellas producen y no por rareza, un hallazgo insospechado pero irrelevante al problema (¨fascinoma¨[4] o ¨incidentaloma¨[5]), pueden tener tanta fuerza como para apartarlos de la vía lógica de pensamiento…¨.

-¨Recuerden jóvenes, el mal uso de la técnica va asida de la mano con el silencio… Es la acción suplantando al diálogo, a la indispensable comunicación médico-paciente, pues, ¿para qué hablarle y tocarle si ¨todo¨ será resuelto por la máquina omnipotente? ¡Qué tremenda confusión de médicos y pacientes! Nosotros, sin consideración ni concierto, ordenamos exámenes de toda laya; ellos en su ingenuidad, satisfechos de pasar sus cuerpos al través de numerosos instrumentos que en ausencia de una historia clínica y un cerebro lúcido, entrenado e integrador, serán capaces o incapaces de obtener la información útil y conducir al tratamiento adecuado. Es pues axiomático que, ¡somos los médicos quienes hacemos los diagnósticos, no los procedimientos complementarios…!, estos como su nombre bien lo advierte, ¨complementan¨ el razonamiento clínico, no lo sustituyen…¨.

-¨Parece fácil en sus palabras, pero, ¿cómo podemos ser justos? – Con un dejo de inquietud asomado a sus rostros preguntaron mis alumnos- Empleen el sentido común y no serán defraudados. Al atender a un paciente no pierdan de vista el procurarse un juicio clínico ajustado, prudente y compasivo, que les facilite la escogencia de sus aliados, los exámenes complementarios. Si tan solo por un momento pueden ponerse en el lugar del paciente, o imaginan en su posición a un miembro de su familia –cosa no siempre fácil de hacer-, arribarán a un criterio más exacto cuánto puede ser suficiente y cuánto es mucho…¨.

-¨Apliquen la Ley de la Madre –o de la esposa, o del hijo, o de ustedes mismos- no haciendo a sus enfermos, aquello que no querrían para un ser querido ni para ustedes… A los médicos nos preocupa mucho que «se nos pase algo por alto», básicamente por el temor a ser juzgados y castigados por nuestros propios colegas o exponernos a un juicio por mala práctica profesional… No por ello salgan en la búsqueda de El Dorado, de enfermedades que sólo existen en sus fantasías, que no sean sugeridas por el diálogo, el examen físico o las circunstancias del caso. Como antes les dije, ¡usen los procedimientos complementarios como un rifle, nunca como una ametralladora, un tiro a la vez, y tan preciso como puedan¨.

-¨No me cansaré de repetirles, examinen a sus pacientes con lo mejor de vuestras habilidades, pues a menudo, ello es suficiente para el diagnóstico, tiempo habrá para los complementarios: Observen al paciente caminar, miren la expresión de su rostro, será espejo de su condición general, psicológica y neurológica. El ansioso de manos sudorosas pero gélidas o el hipertiroideo de manos sudorosas y calientes se diagnosticarán a sí mismos durante el apretón de manos introductorio. Observen cómo se sienta: relajado o en el borde de la silla y sobre su escritorio indicativo de ansiedad y tensión.

El examen del fondo ocular es un venero de información y de sorpresas. Es la endoscopia más sencilla. Háganse proficientes en el empleo del oftalmoscopio[6]. Nunca dejen salir de su consultorio a un paciente con dolor de cabeza o con hipertensión arterial sin haberle observado el fondo.

-¨Aprendan a realizar un examen neurológico profundo y detallado…; pesen a sus pacientes en cada visita: el peso corporal es un buen sensor de salud; pérdida o ganancia de peso en diez días, es debido a retención de líquidos… Asuman que un paciente inconsciente o anestesiado puede oír, comprender y recordar todo cuanto ustedes digan: ¡moderen su vocabulario! No olviden nunca leer el nombre del paciente en cada examen complementario que les traiga: a veces pertenecerán a otro. Desconfíen de las pruebas de laboratorio particularmente cuando no hagan buena sintonía con las manifestaciones clínicas del enfermo. De vez en cuando remitan al laboratorio agua teñida de amarillo con colorante artificial para alimentos. Rotúlenla ¨orina¨, esperen el resultado y hagan saber al laboratorio que harán eso de tiempo en tiempo. Por último, no sean vehículos de microorganismos, laven sus manos al término del examen físico de cada paciente y asegúrense de que los esté viendo…¨.

Terminamos esta sesión advirtiendo a nuestros alumnos María y Pedro, que lo que es bueno para nuestros enfermos debe a su vez, ser bueno para nosotros mismos y que la confianza se construye mediante el respeto y el deseo de ayudar, aun cuando la empresa sobrepase nuestras fuerzas…

  • Del arte de la medicina y sus reglas… A María y Pedro, mis alumnos del último año…

PARTE VII.

-¨En efecto muchachos, corresponde hoy hablar sobre un tema muy complejo e importante, de algunas reglas concernientes a la culminación del acto médico como es la prescripción del tratamiento al quejoso¨.

-¨Este momento se presta para introducirlos a la iatrogénesis con el significado del mal que el médico produce o puede producir en su condición de tal mediante la palabra –iatrolalia-, o la acción –uso inadecuado o excesivo de drogas en situaciones innecesarias-; por ejemplo, deben saber que pueden debilitar los mecanismos defensivos genéricos de la especie humana mantenidos y estimulados por pequeñas infecciones que no deben ser combatidas y que antes no lo eran. El médico y su falta de cultura biológica ha olvidado hasta el último grado del olvido que las bacterias son seres vivos adaptables a todas las formas de lucha, que hacen caso omiso al aforismo pasteuriano ¨el germen no es nada, el terreno es todo¨ y mediante la indicación abusada de antibióticos ha corrompido profundamente la actitud de la comunidad ante la enfermedad. ¡Enseñen a sus pacientes a estar sanos, no a estar enfermos…!¨.

-¨El psicoanalista Michael Balint de la Clínica Tavistock en Londres bien lo dijo, así que ¡administren bien la droga que son y aprendan la ¨farmacología¨ de ser un buen médico: conozcan su propia toxicidad, sus efectos adversos y colaterales, y potencien su capacidad benéfica…! Su actitud y sus palabras, si bien pueden producir inmenso beneficio al enfermo, no es menos cierto que también inducirán malestar y mortificación dependiendo que se administren en dosis exageradas o insuficientes, a intervalos apropiados o inapropiados y estén indicadas o contraindicadas…¨.

Así que aun cuando no hayan recetado ¨nada¨ a su paciente, recuerden que al salir, de sus manos llevará dentro de sí, esa potente medicina que son ustedes. No estarán obligados a seguir los dictados de la propaganda de la industria farmacéutica, es decir, a suministrar un medicamento para cada síntoma y a cada paciente que atiendan: ya habrá tiempo para la acción, pues lo hay para la inacción también…¨

-¨Ya afirmaba Hipócrates (460-377), nuestro padre:

Y efectivamente, no debe haber una droga para complacer los caprichos de cada paciente pues muchos síntomas desaparecen así  como vinieron… Empleen pues con buen juicio la ¨tintura de tiempo¨, que con frecuencia suele ser la mejor medicina…¨.

-¨Dividamos estas simples reglas en generales y particulares a cuatro categorías de pacientes, (1). Nuevos pacientes;  (2). Enfermos que vienen siendo tratados por otros colegas; (3). Pacientes ancianos; y (4). El médico, como su propio médico…¨.

-¨Comencemos por las reglas generales: Ninguna droga es específica para un determinado órgano: todas influencian esa unidad indivisible que es el cuerpo humano. Se asegura que Esculapio, Dios de la Medicina, consumía parte de su tiempo en mantener separadas a sus dos belicosas hijas. La una, Hygeia, diosa de la Prevención, y Panacea, Diosa de la Curación. Siempre y en su momento, apliquen los dictados de la una o de la otra según convenga… Todo medicamento produce un efecto placebo. Ejercítense en diferenciarlo de su efecto farmacológico, y en su mente, mantengan separadas ambas acciones¨.

-¨ Empleen en su práctica el menor número de drogas posibles; no tienen por qué conocerlas todas; eso sí, asegúrense de dominar en detalle aquellas que prescriban: aspecto del comprimido o cápsula, dosis, indicaciones, contraindicaciones, efectos colaterales, toxicidad e interacciones; si no alivian –particularmente en pacientes con enfermedad crónica-, suspéndanlas; si benefician, manténganlas el tiempo necesario. Con excepciones, no hay medicinas para tomar ¨de por vida¨: cuidado con los prazoles, inhibidores de la bomba de protones del estómago, y de las benzodiacepinas, ansiolíticas, ambas conectadas con trastornos cognitivos y de memoria.  No escriban esas insensibles recetas con 8 o 9 fármacos, hablará de su poca sensibilidad y conocimiento y de su propensión al abuso¨.

-¨Recuerden que la tercera causa de muerte en los Estados Unidos de América son los doctores y sus tratamientos y que fallecen 15 mil personas al mes…, todo ello relacionado con las drogas y los procedimientos terapéuticos…¨.

-¨Tengan siempre a la mano en su teléfono celular un programa tipo Epocrates® -versión gratuita- donde a su alcance pueden saber todo acerca de ellas; así, aprenderán a respetarlas, a usarlas con sentido común y a conocer sus claras indicaciones, contraindicaciones e interacciones. La gran mayoría de las drogas pueden ser suspendidas con seguridad; sin embargo, hay algunas en que ello no es deseable. Instrúyanse sobre cuáles deben ser reducidas progresivamente antes de interrumpirlas definitivamente. Al adicionar una nueva medicina al tratamiento, traten de eliminar otra. NO existen estudios controlados sobre pacientes que toman cuatro o más medicamentos al mismo tiempo, y muy pocos de enfermos que toman tres. De resultas, cualquier paciente que consuma cuatro o más drogas, está fuera de los confines de nuestro saber…¨.

-¨Cuando un paciente está consumiendo múltiples drogas y desarrolla un nuevo síntoma, signo o enfermedad, conviene que piensen que alguna de ellas es la responsable del desaguisado. Entonces, suspéndala(s) y observen… ¡Qué paradoja! , por ahí están muchos que están enfermos –sin saberlo-, en virtud de las medicinas que están tomando para curarse y por lo común, reciben nuevas drogas para tratar ¨la nueva enfermedad¨: nunca empleen un remedio adicional para curar los efectos velados del anterior… Tengan mucho cuidado con los ancianos, verdaderos depósitos de tósigos y medicamentos que indicamos sin mucho pensar. Sus mecanismos de detoxificación hepático y su mermada función renal puede dañarlos severamente… En una investigación llevada a cabo con más de 100.000 pacientes a comúnmente indicada aspirina, se encontró que el fármaco, tomado diariamente, puede hacer más daño que beneficio a una persona sana.

Según un estudio publicado en Archives of Internal Medicine (Archivos de Medicina Interna), el riesgo de sufrir una hemorragia interna -uno de los efectos secundarios de la aspirina– es muy alto entre quienes la toman todos los días; no la indique, no la emplee como prevención primaria, solo como prevención secundaria, es decir, si hay evidencia de enfermedad cardiovascular: infarto o ictus¨.

-¨Más veces de las que ustedes piensan, el paciente no tomará la medicación que le fue indicada. Varias razones explicarán porqué el enfermo no acató sus instrucciones: (a). Algunos no lo harán porque no entendieron la letra o la forma de cómo tomar la medicación o porque no fueron motivados a hacerlo: aprendan a comunicarse con ellos en su propio lenguaje; (b). Existen otros que no las ingerirán porque desconfían y no creen en su opinión: aprendan a ganarse la confianza y el respeto del enfermo; y por último, (c). Hay un grupo que descontinuará –sin comunicárselos- la medicación porque les hace sentir mal: aprendan a escuchar a esas personas que muy a menudo tienen la razón¨.

-¨Las reacciones adversas y colaterales pueden ser únicas a un paciente en particular como única es su persona; no insistan en obligarlos a hacer lo que no harán y lo que tampoco ustedes harían… Cuando no les sea posible escribir a máquina o en computadora sus prescripciones, esfuércense porque el manuscrito sea legible o usen letra de molde. Asegúrense de que el paciente comprendió bien lo que allí escribieron. Él se los agradecerá. Escribir garabatos inteligibles irrespeta al paciente, al oficio y a ustedes mismos. Muy importante, luego de cumplido el tratamiento aprendan a tolerar la frustración de no poder ayudarles a mejorar¨.

-¨Ilústrense en tratamientos fútiles para no prescribirlos –hay miles de ellos, la triyodotironina es una de las más abusadas. Cada nueva droga que sale al mercado es un enigma. No por nueva significa que es mejor que las ya existentes. Lo que sí es cierto que muchos de sus efectos adversos a largo plazo están por conocerse: no se lancen apresurados a recetarlas. Tampoco sean los últimos en hacerlo cuando la balanza del tiempo se haya inclinado en su favor y estuvieran razonablemente seguros de que podrían ser buenas para ustedes mismos o su familia. Detrás de las maravillas de cada nueva droga, hay una enorme propaganda publicitaria que exagera sus bondades y esconde sus riesgos. Por tanto, no obtengan la información solamente del visitador médico, que suele ser endulzada y muy parcializada. Vayan a la Internet, y aún allí, recuerden que muchas veces los investigadores y los que realizan los estudios de campo, son pagados por la industria… El buen sentido les indica que deban volver a sus libros o a fuentes independientes para aprender a defender los intereses de sus pacientes…¨.

-¨Cuando como médicos observamos en nuestro derredor y vemos esa gran cantidad de personas inconscientes automedicándose y recetando a otros, cuando miramos dependientes de farmacias, empíricos de la terapéutica, prescribiendo antibióticos o drogas de potencia diversa sin siquiera tartamudear o temblarles el pulso, comprendemos como en salud pública no hemos alcanzado el primer escalón de la escalera que protege los intereses de la comunidad. ¡Qué decir del impúdico estímulo a la automedicación en la Internet, en pulperías y automercados impulsado por grandes intereses económicos transnacionales fríos e inhumanos que sólo saben de ganancias…!

-¨Indiquemos a la persona que si tiene una alimentación balanceada que incluya frutas y vegetales, no necesita de vitaminas –la mayoría son hidrosolubles y no se acumulan- y se eliminará prontamente de su cuerpo sin entrar en el sistema. Si la persona insiste, indíquele comprar un frasco gigante repleta de ellas y dígale que una vez en sus manos les llame para decirle qué hacer con ellas: Párese en la puerta del Hospital de Niños y entrégueselo a la primera madre que salga con un niño en los brazos: por seguro que ella si las necesita… Por supuesto, hay indicaciones para los inapetentes, posoperados o en recuperación de alguna enfermedad aguda…¨.

  • Del arte de la medicina y sus reglas… A María y Pedro, mis alumnos del último año…

PARTE VIII.

María y Pedro: Debo advertirles que no pertenezco a un partido político; tampoco soy opuesto a su existencia pero siempre he rechazado y me han molestado las líneas de partido: eso de acatarlas aunque no se esté de acuerdo no es conmigo. Prefiero mantener mi independencia. Ello no quiere decir que un médico no deba interesarse en la política. ¡Todo lo contrario…! Mucha de su acción efectiva con los pacientes depende de ella. Más aún, en los últimos 18 años las malas políticas públicas nos han forzado, como ciudadanos  responsables, a oponernos a las prácticas del régimen tipificadas por la irresponsabilidad, la ignorancia, la traición y la indiferencia. Ustedes deben alzar sus voces para protestar cuando perciban la reiterada injusticia y la burla a la Constitución que se percibe en todos los estamentos del país. Es nuestro inalienable deber hacerlo porque a más de ser nuestro derecho, es un mandato de conciencia…¨.

-¨En apoyo de mis convicciones recurro a las palabras del historiador de las ideas, psicólogo, teórico social y filósofo francés Michel Foucault (1926-1984) quien en su libro menciona a un tal Lanthenas (1792):

La crisis humanitaria compleja en salud, la migración forzada de cerebros jóvenes –generación de relevo-, la ruina económica, ética y moral traída al país de la mano de la sumisión y entrega del régimen a un estado foráneo: Cuba, son un ejemplo diáfano de traición a la patria al cual debemos oponernos y alzar nuestra voz de protesta¨.

 

-¨El régimen emplea la penuria y la enfermedad como mecanismo de tortura y de posesión a la población… Más del 80% de los venezolanos adversa al presente gobierno; los empleados de todo rango son llevados periódicamente a marchar con camisetas rojas, por otra parte, como saben que son contrarios al régimen, les vigilan, les amenazan, les rechazan en sus trabajos, les hacen la vida imposible, una forma de estrés laboral severo que es una forma de enfermedad y miseria… Hay que ayudarlos a descansar, yo lo hago periódicamente concediéndoles merecidos reposos…¨.

Pero ahora creo que se acerca la hora de concluir…

  • Del arte de la medicina y sus reglas… A María y Pedro, mis alumnos del último año…

PARTE IX.

Un largo diálogo habíamos mantenido con nuestros alumnos María y Pedro y su explicable preocupación sobre cómo manejarse en el ejercicio de la profesión. En estos momentos tratábamos sobre algunas normas relativas al tratamiento y ya habíamos revisado ciertas normas generales. Nos quedaba pues, referirnos a algunas particularidades…

-¨Cuando atiendan a un nuevo paciente, además de evaluar su situación general, tómense un tiempo para indagar los hábitos y actitudes perniciosas que le han conducido a la situación de enfermedad o que eventualmente podrían llevarle a ella; de igual manera sus buenos hábitos de salud (sueño, alimentación, funciones corporales y ejercicio físico). Si no hay una necesidad absoluta, no indiquen drogas terapéuticas: frecuentemente el paciente está solamente atemorizado, inseguro de su salud o busca su consejo. Enséñenlos a guiarse por sus instintos –esos que se despliegan tan claramente en los animales- y a no medicarse en demasía, ni permitir que sus cuerpos, que son santuarios, reciban drogas que no necesitan. El remedio que le indiquen, debe hacerlos sentirse mejor, no peor: Delicadas condiciones clínicas son desafortunadas excepciones a esta regla¨.

-¨Soliciten de sus pacientes un detallado recuento por escrito de las drogas que toman o hayan tomado: qué, cuándo, qué cantidad, por cuánto tiempo. Hacerles traer una lista sería lo deseable: ¡más frecuente de lo que ustedes creen los pacientes desconocen los nombres de las medicinas que toman, el porqué de su indicación y hasta suponen que son de por vida! Simplifiquen la prescripción: dosis repetidas varias veces al día invitan a quebrantar el tratamiento especialmente la dosis que les hace despertar en la noche. Si dudan del éxito de un tratamiento, absténganse de prescribirlo. No receten vitaminas o antioxidantes –a menos que realmente exista una indicación-, protectores hepáticos o vitaminas parenterales para cubrir vuestra ignorancia; los protectores gástricos como se asentó, deben tener indicación finita no infinita –favorecen además el paso de gérmenes por la vía digestiva al favor de la ruptura de la barrera ácida-.  Hagan saber a sus pacientes que los supositorios se introducen sin el envoltorio… Y muy importante, ¡Cuando no sepan que hacer, no hagan nada o hagan lo que sus abuelas hacían!¨.

-¨Puede suceder que el paciente venga de las manos de otro colega: recelen del que les alaba de entrada… especialmente en la primera consulta. Indirectamente entérese que indujo al cambio de médico: masificación del ejercicio, indiferencia, prisa, trato impersonal o falta de comunicación. No denigren del colega, aprendan de su error y eviten incurrir en él. Si el enfermo está sobre medicado, eliminen tantas drogas como puedan, solo algunas de ellas son indispensables: aprendan a reconocerlas¨.

-¨Al hacer cambios en el tratamiento procedan suspendiendo un medicamento a la vez; de nuevo, ¨bajen¨ a su teléfono o a su computadora una aplicación relativa al tratamiento tipo Epocrates® (https://online.epocrates.com/). No duden en hacerlo frente al paciente. Abundan los pacientes medicados por varios médicos al mismo tiempo: no se sientan obligados a recetar algo más si no fuera estrictamente necesario. Cuídenlos de las interacciones medicamentosas no contribuyendo a engrosar la lista. Al recibir pacientes ingiriendo remedios que desconocen infórmense acerca de ellos y luego, suspendan tantos como sea prudente y necesario. Además de las vitaminas las hormonas tiroideas son indicaciones abusadas. El porcentaje de quienes las toman sin necesidad es elevadísimo…¨.

-¨ ¿Vejez significa enfermedad…? ¡Nunca!, la ancianidad no es más que simple inactividad y desuso. Enseñen a los enfermos de edad avanzada a sentirse bien, tomar pocos medicamentos o ninguno, estirar diariamente todos sus músculos y a hacer una caminata diaria… ¡jamás a pequeños pasos! Hagan revisar esa ¨cestica de remedios¨ que yace en la mesa del comedor, de ser posible bótenlas todas o al menos tantas como puedan. Para vuestra sorpresa, esa ¨vacación medicamentosa¨ los hará sentirse mejor. El provecto no tiene por qué ser visto como un receptáculo de drogas. Las posibilidades de efectos adversos en ellos, aumentan en forma exponencial al número de medicamentos consumidos.

-¨Sean sensibles y compasivos a los efectos del paso de los años: sordera, visión deficitaria, inapetencia, estreñimiento e insomnio, pero además, no olviden que mucho de la ¨enfermedad¨ es soledad, depresión, temor a ser una carga, pérdida de la independencia y miedo a la muerte. La hospitalización y la noche simbólicamente le acercan a la muerte, no se extrañen pues de su confusión y delirio… El renacer de un nuevo día traerá alivio al alma perturbada; los sedantes pueden producir un efecto paradójico y acrecentar la angustia¨.

-¨Si dudan que hacer, hagan lo que sus abuelas hubieran hecho ante una circunstancia similar… A las madre modernas, los médicos les hemos matado la intuición y las hemos llenado de temor y dudas¨.

-¨Un médico que se trata a sí mismo, tiene por tonto a un paciente y a un doble idiota por médico. Un doctor que toma placebos para tratarse a sí mismo, no ha llegado a aprender ni la primera vocal de la terapéutica. Jóvenes, balanceen sus vidas: mantengan intereses espirituales diferentes de los intrínsecos de su profesión. Las posibilidades que tenemos los médicos de suicidarnos, hacernos adictos a las drogas y tranquilizantes, volvernos alcohólicos, divorciarnos o caer muy bajo son muy elevadas. No me pregunten el por qué: Traten de averiguarlo y en el camino aprendan a protegerse y no ser un buen ejemplo de lo que no deberían ser…¨

Mi título de médico cirujano fue firmado por dos de mis profesores más queridos, recodados y admirados, el doctor Otto Lima Gómez Ortega y la doctora Estela Hernández; firmaré los de ustedes con la misma emoción y buenos deseos con que lo hicieron mis profesores…

¨Atesoro con celo ese tan lindo y bondadoso libro llamado ¨El Erial¨ (1915) que mi hermano Fidias Elías, hombre sensible, nos legó al despertar la adolescencia. Constancio C. Vigil (1876-1954) se llamó su autor y de él, hemos extraído la Parábola de Alicharán:

 « La clientela era tan pobre que únicamente de su amor se fiaba Alicharán para asistirla. En su primera visita de aquella mañana al disponerse a indicar un tratamiento, vio que la esposa del enfermo le hacía una seña: -Doctor, le dijo en voz baja; -¿qué ordenará usted? Solo tengo aceite; Eso es lo que conviene –contestó-, y le dijo la manera de aplicarlo: E la segunda visita los parientes les advirtieron; -Nada tenemos, ¿quizá servirá sal?, con ello curaremos al enfermo –repuso Alicharán-. En otras casas ni siquiera poseían tales sustancias y había que recurrir a la tierra, al agua, a las cenizas, a las hojas de las plantas. Así, todos los días y todos los días curaba. Era un médico sabio Alicharán; pero no se supo entonces, no se sabe quizá hoy, que era lo más grande en él: si la bondad o la sabiduría»¨.

-¨Sean un ejemplo para sus pacientes, colegas y alumnos ejerciten su cuerpo tanto como su espíritu, sean puntuales y comprometidos, vistan sobriamente, sean estudiosos, creíbles y demócratas…¨.

-¨Y así, finalizamos nuestra larga conversación con María y Pedro… Excusamos su medianía y las fallas y exageraciones que tal vez hubo; importantes reglas no dudo, obviamos; otras, quizá, estuvieron fuera de contexto, aun así todas -en nuestro concepto-, relevantes.

Reglas al fin, con excepciones o enmiendas, apuntan hacia la perfectibilidad, si bien, virtud vedada a los humanos, no por ello ausente como meta…¨.

Mientras escribo este texto, oigo a Susan Boyle cantando ¨I dreamed a dream¨ de Los Miserables -en español, ¨Un sueño que alguna vez soñ騖 y siempre que la escucho lágrimas brotan incontenibles de mis ojos sintiendo en lo profundo de mi ser como nos destruyeron el país y cómo, con el consentimiento de todos, lo permitimos…

 

que existía la bondad,
y el amor era puro…

Hubo una vez en que creí
en el mundo en el que estoy
y creí en el futuro…

Hubo una vez… Que distinto es hoy…

Un Sueño alguna vez soñé
cuando mi vida comenzaba,
soñé un amor que idealicé,
soñé en un dios que perdonaba.

Pero eso fue en mi juventud,
cuando el Soñar valía la pena.
vivía la vida en plenitud,
creía que había gente buena.

Pero es en la realidad,
que se dan las pesadillas,
donde existe la crueldad,
donde acaban con tu fe.

Con el verano él llego,
juntos vivimos maravillas,
de mi inocencia se apropió,
y fue en otoño en que se fue.

Y sueño aun que volverá,
y que estará siempre a mi lado,
mas mi final se acerca ya,
y el sueño no se ha realizado.

Un sueño alguna vez soñé,
sobre una vida tan distinta,
¿el sueño que le sucedió?
pues la vida misma lo… mató

 

 

Ahora, la revolución mató el sueño que soñé…

 

[1] Para conocer de su historia y de sus usos, busquen dos artículos de mi autoría en mi página web: ¨Mi Leatham: Loa nostálgica a un fiel estetoscopio…¨ (Partes  I y II)

[2] Un compañero mío del posgrado escribió en una historia ¨SDS¨: al ser conminado por el Jefe del Servicio a decir su significado fue expulsado: ¨ ¡Sólo Dios sabe…!¨

[3] De mi autoría lean en mi página web, ¨El síndrome del cerebro descalificado (redivivo)¨

[4] Término del argot médico para una lesión inesperada o condición que evoca un interés considerable, sobre todo de otros médicos, eclipsando así, cualquier preocupación humana con relación al problema del paciente

[5] Término coloquial para designar un tumor (-oma) no esperado, encontrado en forma incidental, por casualidad, sin síntomas clínicos. Como otros tipos de resultados fortuitos, se encuentra en el curso del examen y realización de imágenes por otras razones.

[6] Si nunca lo han hecho, en mi página web pueden encontrar www.rafaelmucimendoza.com instrucciones para que se inicien en su empleo.

Elogio de la equivocación… ¿Tiempo de reflexión…?

 Elogio de la equivocación… ¿Tiempo de reflexión…?

¿Será que me equivoqué y aposté todo mi dinero a un caballo perdedor…? La saudade me embarga. Mi periplo vital se acorta con el raudo paso de los días que ahora parecen venir con menos horas y como médico de hospital que todavía soy, a menudo me da por pensar o cuestionar mi elección y mi ejercicio de muchos años. Los hospitales, como las personas, son sujetos vivos a quienes hay que mimar y alimentar continuamente so pena de enfermar de aguda mengua y llegar a desaparecer. Este aserto no deja de ser una verdad en nuestro país. Siempre que uno envejece se le quiere eliminar sin aviso y sin protesto, sin tutía ni clemencia, sin sentimiento ni agradecimientos. Con la excusa de ser ya antigualla molestosa, estructura superflua, la picota del progreso dirigida por burócratas, con frecuencia termina por sepultar una abultada hoja de servicios. Mi Hospital Vargas ha envejecido tanto que si no fuera porque estoy dentro de él, envejeciendo con él y le veo todos los días, no podría reconocerlo.

¿Todavía estás allí…? ¿Es que aún no te has marchado?, ¡Hace mucho tiempo que ¨ese¨ hospital te quedó pequeño! ¡Yo, hace años que me cansé, me fui y ahora soy feliz…! Son preguntas y exclamaciones con las cuales nos bombardean a aquellos que por décadas hemos dedicado energías, esfuerzos y amor, casi más que una vida a nuestros hospitales públicos, tan carentes, tan desasistidos y olvidados; ni qué decir de su clientela siempre muy pobre, mendicante e implorante…

Pero no siempre fue así. Mi hospital (1891) fue una réplica del famoso Hospital Lariboissiére de París (1839) en su frontis y en sus planos, equipándosele sin escatimar ninguno, con todos los adelantos del momento; así que hubo una época, no muy lejana, en que mi hospital innovaba: Asistencia de calidad, docencia de lustre, nuevos procedimientos exploratorios o de tratamiento, flamantes técnicas quirúrgicas que no se realizaban en centros privados, tomaban vida y forma en sus recintos. El saber fluía de continuo a la sombra vigilante de maestros que, comprendiendo la importancia de su rol de ejemplo y guía, difundían abundosos ejemplos de humanitarismo, ciencia y honradez profesional y ciudadana que invitaban a la emulación.

 ¡Privilegiado aquel paciente pobre! ¡Cuántos cerebros lúcidos pensando en derredor de su lecho de miserias acerca de cómo diagnosticarlo y ayudarlo!, ¡qué diferencia con el trabajo privado, unipersonal, mezquino, que no dejaba dudas para la discusión y el descubrimiento del equívoco! Aunque humilde, mi hospital permitía la ayuda global al enfermo. Nuestras pasantías cortas o largas por sus salas donde se propiciaba la discusión, el disenso, la interacción, el enseñar y ser enseñado aún por los más jóvenes al favor de sus preguntas inteligentes, el moderar los ímpetus juveniles, el saber cada día más para ayudar más y mejor, el reconocimiento de la propia ignorancia que modera la omnipotencia, y hasta el llegar a descubrir la gran fragilidad de nuestras capacidades diagnósticas cuando éramos llevados ante la fría mesa de Morgagni en la sala de autopsias, para que al través del ¨mirar por uno mismo¨, que es lo que autopsia significa, identificáramos el yerro y creciéramos un poquitico más. Doblar la cerviz ante la evidencia, ante el hecho clínico que pasamos por alto, minimizamos o no supimos interpretar, digerir el duro trago del error e incorporarlo a nuestro acervo de clínicos como antídoto para que no volviera a ocurrir…

 

Mas arribaron tiempos aciagos en que mi Hospital –al fin, parte integrante de un país que iniciaba la cruel enfermedad de la desintegración física, ética y moral-, comenzaba a deslizarse hacia atrás en aquella cuesta ganada con trabajo duro e introspectivo, hacia el abismo sin fondo de la mediocridad y la indiferencia. Los cuadros regentes de la salud fueron invadidos por izquierdas y derechas recalcitrantes que introdujeron factores extraños al oficio. El amiguismo y el carnet partidista reemplazaron al peso específico de un curriculum, del esfuerzo y de la probidad, y la negación de ese esfuerzo que lleva a la excelencia, determinaron que muchos colegas se refugiaran en la tranquilidad de sus consultorios privados porque no toleraron la frustración, la lucha permanente contra la indiferencia y la ignorancia, porque les urticaba ver cómo tantas veces el paciente ¨era devuelto¨ del pabellón de cirugía  o se posponía un examen complementario luego de haber sufrido, una o varias veces, la preparación mediante ayunos prolongados, purgantes y lavativas…  porque vieron morir de mengua a comatosos engusanados, y aún aquellos que sólo se recuperaron de su coma para aún, medio aturdidos, voltearse, caerse de sus elevadas camas y fracturar sus cráneos contra el duro suelo, simplemente porque no había suficiente personal para vigilarlos y cuidarlos, ni barandajes salvadores que les protegieran en su errabundo delirio.  Y así ocurría una y otra vez…

Vieron que el recinto se llenaba de perros y gatos tanto o más enfermos que sus residentes habituales, paradójicamente cuando el hospital todavía estaba poblado de extraordinarios integristas y especialistas, muchos de los cuales poseían flamantes posgrados, fellowships y doctorados en universidades de prestigio de Europa y Estados Unidos de América, hombres y mujeres de valía y recto proceder, que por razones políticas nunca pudieron desarrollar al máximo aquellas capacidades que habían adquirido precisamente para volcarlas en los más necesitados y que hasta tuvieron que renunciar a sus derechos y sus sueños al experimentar la saña castradora de pelagatos, arrimados al poder y pelafustanes. Esos son los gajes de las sociedades subdesarrolladas y primitivas donde la bota del militar, del ¨muera la inteligencia¨, del patiquín parapoco o del pisaverde sin oficio, fractura el libre flujo de las ideas que lleva al escogido fruto…

¿Cómo explicarles a nuestros interrogadores que todavía estamos allí a sabiendas de que compartimos responsabilidad inmerecida contra un sistema infradesarrollado, corrompido e incapaz para quien la ¨salud ajena¨ no es una prioridad?  ¿Cómo decirles que hay fuerzas interiores que nos mantienen en nuestros puestos a pesar de tanta impudicia, inhumanidad y iatrogénesis? ¿Es que ver tantos muertos o maltrechos sin motivo y sin dolientes nos ha oxidado los sentimientos y envilecido el alma? ¿Es que somos partícipes masoquistas que sacamos provecho secundario de la quejumbre diaria y el dolor que nos produce trabajar en condiciones incompatibles con la propia decencia y el respeto del dolor ajeno? ¿Es que somos insensibles al sentimiento de culpa o la demanda judicial por mala práctica cuyo responsable es el Estado y que en cualquier momento puede caernos con la sorpresa de un rayo en un cielo claro?

El Estado todopoderoso, podrido, parecido a la piel del leproso por sus extensas áreas tan insensibles, nos mira también con enemistad y recelo, y arteramente manipula sentimientos de amor y odio que el médico, más que nadie, es capaz de generar en tan grande intensidad, presentándonos como agentes de todas sus miserias. Nos ataca, nos empuja fuera de las fronteras patrias para reemplazarnos por médicos cubanos o por médicos comunitarios, pobre gente atrapada en medio de una oferta engañosa de hacerse médicos en tres años sin haber palpado el cuerpo de un enfermo ni conocer el léxico del oficio, con fallas elementales de ciencias básicas como conocimientos  anatómicos, conceptos mínimos de fisiología, fisiopatología y bioquímica todo ello configurando una tremenda deficiencia en competencias básicas para el ejercicio de la clínica, y aun así, con irresponsabilidad suprema lanzados a realizar posgrados en medio de tan grande deformación? E imagine el pozo de iatrogénesis del Socialismo del siglo XXI: dice la Presidente de la Fundación Barrio Adentro, ¨una pobre medicina para gente pobre¨, ¨dentro de sus instalaciones, funciona una universidad -¿con cuáles instalaciones y con qué profesores?-, que ha graduado 19 mil médicos y en este momento se están (¿de?)formando a 30 mil estudiantes¨: matasanos, medicastros, hierbateros y ensalmadores. Se nos retribuyen largos años de estudio y dedicación, de insomnios y responsabilidades con emolumentos superados con creces por los de cualquier doméstica analfabeta o buhonero bachaquero de pocas luces… Otra arista del gran fraude que ha constituido la Revolución Cubana-Bolivariana en todas las instancias de la vida pública de Mi País, sometido y esclavizado por una nación de oprobio…

El origen no es otro que la envidia por el conocimiento que como en la fábula atribuida a Esopo, una zorra ve un racimo de uvas y trata de alcanzarlo. Cuando se da cuenta que está demasiado alto, las desprecia y se retira exclamando ¨¡No están todavía maduras!¨. La moraleja es que los seres humanos, especialmente los ignorantes, los holgazanes, los reposeros, los resentidos, en suma, la banda de pillos que nos gobierna, fingen despreciar aquello que secretamente anhelan y que saben que es para ellos inalcanzable: ¨¡No se hizo la miel para la boca del asno, ni el alpiste para el pico del zamuro!¨, exclamaba vehemente el inefable Hermano Gaspar de los Hermanos Cristianos de La Salle en Valencia, que no decía lo chiquito para lo sapientoso y ácido que era…

Sobre nuestras cabezas penden sendas espadas de Damocles que amenazan con destruir lo más preciado de nuestros seres: Nuestra integridad, nuestras familias, el prestigio de nuestras prácticas, y el empleador –el Estado-, el máximo responsable, seguirá multiplicando lutos y como siempre se lavará las manos buscando un chivo expiatorio a quien cargar sus culpas.

Mi Hospital es tan sólo una pequeña muestra, harto representativa de un país con un gobierno corrupto que muere en medio de indiferencia y malas políticas sociales, que maltrata a sus ciudadanos de mil maneras y les engaña con un discurso envolvente que cree encubrir sus miserias y las dirige hacia otros. Se nos chantajea cuando se nos exige santidad, desprendimiento, cuando se nos enrostran los juramentos de Hipócrates y Razetti, cuando se nos execra y denigra ante el gran público, ese que no puede viajar fuera del país en pos de ¨buenos médicos¨ como si lo hizo a Cuba aquel eterno presidente de meliflua palabra y aguijón en ristra, o aquellos otros a Miami, Boston o New York con institutriz y revolver incluido. Ha sido la norma que el Estado y nuestros partidos políticos siempre hayan despreciado a sus médicos: ¡Todo, mera cuestión de envidia!

Pero vendrá para ellos una tortura tantálica: Tántalo Zeúsida, rey de Frigia  se robó la ambrosía, potaje divino que daba a los dioses una vida sin fin. En castigo, además de hacerlo inmortal…, en el Hades, antiguo inframundo griego, neblinosa y sombría morada de los muertos, donde muy pocos mortales podían abandonar el reino una vez que habían traspasado sus umbrales, fue condenado a pasar la eternidad padeciendo sed y hambre, pese a encontrarse semisumergido en aguas cristalinas y tener frente a sí una rama con deliciosos frutos en sazón: cada vez que intentaba aproximarse a uno u otro manjar, estos se apartaban de su boca. Tántalo se ha convertido en la imagen típica de los deseos frustrados, y raros son los escritores que no han recurrido a ella. El anhelo de la ambrosía y el robo de la verdad con el esfuerzo que conduce a la excelencia, ha sido perpetrado por una banda de forajidos en quienes se hará realidad el castigo… 

¡Ahh…! El Hospital Vargas de Caracas nació copiado del Hospital Lariboissiére de París, ambos en sus momentos eran dignos de admiración, confianza y respeto. Éste, ubicado en una nación civilizada continuó creciendo e innovándose con el paso de los años y presta en el presente atención de gran calidad; aquél, el nuestro, asentado en un país cuyos gobernantes no lo han sentido como suyo, ha ido declinando, tiene menos camas funcionales que cuando fue fundado en 1888 e inaugurado en 1891, marchitándose, tantas veces rapiñado y muriendo con el paso del tiempo. Como en este caso, el nuestro, otros hospitales venezolanos también decadentes, forman parte de la herencia miserable de las malas políticas de salud y del comunismo, la peor epidemia que nos ha afectado desde el arribo de Colón a nuestras costas.

El sábado 8 de agosto de 2009, escribía yo en el Diario El Universal, un artículo intitulado, ¨Nacen y mueren¨, ¨Los que privilegiados, hemos estado en el exterior y apreciado el crecimiento y la expansión de las instituciones que allá afuera nos dieron cobijo, nunca podremos entender por qué el Complejo Asistencial Docente Vargas -sueño de hombres y mujeres de valía- quedó como historia nunca concluida, o la Autogestión, promovida en pasados años por ilustres vargasianos jamás pudo ser llevada a buen puerto por este proceso involutivo que nos agobia, donde no hay consuelo para las penas del niño que vive en la calle o aquél otro ahogado en su dolor, mendigando salud en Miraflores, atestado de papelitos peticionarios y de promesas incumplidas, cuando, la dádiva política a otros países está a la orden del día¨.

Sin solución de continuidad nos deslizamos hacia atrás, directo al medioevo del olvido, donde la peste, el mal aire -aquel que se adquiere cuando ¨las personas caminan por lugares pesados donde hay maldad¨-, y las miasmas nos rodean, fantasmas del pasado que han tomado forma y airados reclaman sus querencias… Como es costumbre desde 1980 cuando fundé la Unidad de Neurooftalmología del Hospital Vargas de Caracas, única en su género y donde pago mi purgatorio, el pasado martes 21 de abril de 2015 me ataja en el pasillo una joven paciente en su treintena, mulata, hermosa, de labios sensuales, dentadura blanca y perfecta con una sonrisa fingida, ya conocida por un problema inmunológico que ha afectado su retina y que necesitó de cortisona para hacerlo retroceder exitosamente. Ojo único, porque el otro lo perdió en su infancia cuando le explotó un triquitraque frente a sus narices. Se embarazó muy enamorada, ya tenía dos hijos menores. Pedimos consejo para proseguir el corticoesteroide a dosis elevadas durante su preñez, visitó tres hospitales -empresa infructuosa- y decidió tener su hijo. Nació una linda nenita tres meses atrás. Al regresar de la maternidad, su marido la había abandonado. Estaba sola. No tenía trabajo, tres hijos a cuesta, y ahora no hay prednisona en toda Venezuela –entre muchas otras carencias medicamentosas-, está perdiendo visión y clamando por el efecto benéfico de la droga. La prednisona veterinaria también se acabó… ¿Cómo puede un régimen delincuente ser tan cruel y miserable que envía, no más hace pocas semanas 140 activistas a Panamá con gastos pagos y $ 400 diarios para que griten loas a la revolución…? Las maldiciones surgen espontáneas…

Reitero, ¿Será que me equivoqué y aposté todo mi dinero a un caballo perdedor…?

Elogio de la senescencia profesional o cuando el médico entra en apoptosis…

¨Envejecer es como escalar una gran montaña: mientras se sube las fuerzas disminuyen, pero la mirada es más libre y

la vista más amplia y serena¨.

Ingmar Bergman

 

Un gran hospital de Caracas lleva su nombre… El doctor y profesor Domingo Luciani (1886-1979) quien ocupara el Sillón XVIII de Individuo de Número de la Academia Nacional de Medicina desde el 7 de enero de 1921. Se graduó de Doctor en Ciencias Médicas en 1911; marchó a Europa y sucesivamente estuvo en el Hospital Cochin al lado de Faure, luego en el Hospital Necker al lado de Nebet y Doyen, y en el Hospital Saint Louis con Morestin; así, durante tres años adquirió conocimientos, destreza y maestría en el arte quirúrgico para ser después Maestro de generaciones sucediendo a Razetti en la Cátedra de Clínica Quirúrgica del Hospital Vargas de Caracas desde 1932 hasta 1958. Se le definió de la siguiente manera, ¨Ductor de juventudes, hombre de bien, caballero del honor y la modestia, señero de honradez, bastión de humildad y celoso cumplidor de sus deberes, no toleraba indisciplinas ni resabios¨. Le conocí desde la distancia en la sala 17 del Hospital donde fuera jefe del Servicio de Cirugía 2 hasta la fecha de mi graduación en 1961. No acumuló bienes de fortuna. Cuentan que la Junta de Beneficencia Pública del Distrito Federal le jubiló con un sueldo de ochenta bolívares mensuales los cuales, aún en la novena década de su vida y vencido por los años, tenía que ir a cobrar directamente a la sede de la Institución. Nada de que sus antiguos empleadores se lo enviaran a casa ni que alguno de sus alumnos lo hiciera por él; total, pregunte a alguno de los médicos de la institución si saben quién fue el epónimo de su hospital, no sabrán responderle ni saber qué hizo…

Es uno de los paradigmas del trato que la República y la sociedad han dado ancestralmente a sus más leales hombres de bien… Se repite una y otra vez… Como médicos, trabajaron con sobrada mística por una miseria, fueron ejemplo para generaciones, enseñaron con bondad, nunca se les ha reconocido su valía y ni se les retribuyó ni se les ha retribuido con honorarios decentes y adecuados a su merecimiento, experiencia y hacer. En los últimos 20 años de catastrófica pestilencia, a muchos les han jubilado a destiempo y sin pedirlo y aun, otros se han enterado en los pasillos del hospital que no les quieren y les han dado la baja –como en el ejército- sin una pizca de agradecimiento, consideración ni respeto. Todos quienes hemos trabajado de gratis –porque así ha sido- por largos años nunca nos preocupó –que ha debido preocuparnos- cuánto era el valor real de nuestro trabajo y cuánto se nos pagaba: Una vez me preguntó un gringo cuanto era mi salario anual; al yo contestarle se quedó atónito, sorprendido y me dijo con ánimo de herirme –»Es un sueldo miserable, no me explico que poco te valoras…».

Me refiero al maestro Luciani porque muchos médicos dejaron sus prácticas sin que nos interesara ni hayamos sabido cómo transcurrieron sus últimos años, tal vez en el ostracismo, o quizá en las arenas movedizas del olvido, acaso en la soledad de sus recuerdos, como quien se siente malquerido; pero quizá no, quizá continuaron su labor ductora en los mismos hospitales públicos o en la universidad que nunca les apreció tanto como debieron estimarlos. Fue el caso de mi Maestro el doctor Herman Wuani Ettedgui (1929-2014) profesor Honoris Causa de la UCV que una vez jubilado y olvidado por muchos de sus antiguos alumnos, continuaba irradiando saber y consejos a los estudiantes de medicina y a todos aquellos que fuimos sus cercanos compañeros, hasta fecha muy cercana a su muerte, y aún en la intimidad de su hogar y ya en el encamamiento definitivo, recibía en su propia casa y en su lecho de enfermo a los pacientes que solicitaban sus servicios…

Pero en el otro extremo, es duro tener que aceptarlo, el médico que ha trajinado en medio de experiencias crecedoras muchas veces termina sin saber qué hacer con todo ese bagaje de saber que ha acumulado en su memoria experiencial, ni tener a nadie a quien ya le interese su saber ni a quien donar libros, fotografías, conferencias en Power Point, etc… Esta coyuntura trágica nos ha tocado profundamente y con desnudez por efecto de la diáspora, cuándo nuestros alumnos  y médicos de todas las edades han sido aventados por el destino inclemente hacia otras latitudes y no encontramos una institución que pueda recibir nuestras donaciones y asegurarnos su protección y uso… [1]

El joven conoce las reglas, pero el viejo las excepciones.

Oliver Wendell Holmes

 

La edad cronológica de nuestro cuerpo, siendo importante, no lo es tanto como cuando el médico deja de crecer, cuando los nuevos conocimientos, las nuevas habilidades, las nuevas formas de mirar al mundo, el desafío intelectual de la tecnología expresada en computadores, iPads, teléfonos celulares y la entrada en el cyberspace, que son desafíos que mantienen el crecimiento de la mente, del cuerpo y el espíritu, se dejan de lado mostrándose ante ellos una indiferencia pasmosa; pero por otro lado, si aceptamos el reto de continuar creciendo, podremos ser nuevos cada minuto, cada segundo, cada instante de nuestras vidas.

[1]   Veamos, los familiares del doctor Rudolf Jaffe (Berlín 1885 -Caracas 1975) Patólogo alemán. En 1936 emigró a Venezuela donde se convirtió en el director-fundador del Servicio de Anatomía Patológica del Hospital Vargas de Caracas basando su trabajo en el modelo alemán. Se ocupó del estudio de la sífilis y la esquistosomiasis mansoni.  Hace algunos años sus familiares donaron escritos, objetos de trabajo, colección de láminas microscópicas: Las llevaron a un sótano sin ninguna protección colocando las cajas en el suelo. Un día se inundó y se perdió todo… ¡Vergüenza!

Otro caso: el doctor Oscar Beaujon Graterol (1914-1990), que en el Hospital Vargas de Caracas desarrolló su más extensa actividad, como cirujano y fue nombrado su biógrafo, pues en 1961 narró en dos tomos (1261 páginas) la historia del instituto profusamente ilustrada con fotografías y documentos desde su fundación. Como me contó el doctor Blas Bruni Celli, entregó a la Sociedad de Médicos y Cirujanos una caja contentiva de todos sus documentos y material fotográfico, y tristemente desapareció sin dejar huellas. ¡Vergüenza!

La American Medical Association (AMA) Council on Medical Education (AMA-CME) reportó que en 1975 había 50.993 profesionales en actividad con 65 o más años de edad; sin embargo, para 2013, había aumentado a 241.641, un incremento del 374%: en 2015, el 33% de los médicos activos tenían 65 o más años de edad. Por ello, representantes del gremio médico, entes hospitalarios y organizaciones de seguros de salud discuten sobre la creciente tendencia a evaluar las competencias de los médicos senescentes[1].

Según un comunicado de prensa de la Asociación Médica Americana (AMA), en una reciente reunión, se ha tratado de llamar la atención acerca de si deben desarrollarse directrices nacionales para evaluar la capacidad de los médicos envejecidos para seguir practicando. En el estudio se incluyeron temas acerca de las implicaciones legales de una investigación de un grupo de médicos con base a su edad, así como también preguntas acerca de cómo interpretar las pruebas cognitivas realizadas [Amy Farouk. Key stakeholders explore assessment of aging physicians. AMA Wire.  Published on March 22, 2016, Accessed on june 3, 2016]. Cerca de tres docenas de representantes de organizaciones para la seguridad del paciente, médicos y hospitales examinaron la evidencia relativa a la competencia y la evaluación del médico. La discusión de problemas y desafíos relacionados con el desarrollo de directrices incluye implicaciones legales sobre la investigación de médicos basados en la edad; la variabilidad del efecto de la edad sobre la competencia del médico, la incertidumbre acerca de cómo interpretar pruebas de función cognitiva o motora; y la confusión de los efectos de otras variables de competencia y desempeño de los médicos son temas aun no resueltos.

«La autorregulación es un aspecto importante de profesionalismo médico y ayudar a compañeros a reconocer la reducción de sus habilidades es una parte importante de la autorregulación», según un reciente informe del Consejo de la Asociación Médica Americana en educación médica. «Por lo tanto, los médicos deben desarrollar directrices y normas para el seguimiento y evaluar tanto su propia competencia como las de sus colegas».

«Es la opinión del Consejo sobre educación médica que los médicos deben permanecer en la práctica siempre y cuando no esté en peligro la seguridad del paciente y, si fuera necesario, la corrección debe ser un proceso de apoyo, constante y proactiva», declaró además el informe.

Es bien sabido que la civilización occidental ensalza la juventud y recela de la vejez. Sin embargo, todavía podemos transportar la bandera de la docencia y aún de la asistencia para mantener un cerebro joven y activo. Lo cierto es que pocas personas e instituciones ayudan a que el médico que envejece pueda aún realizar una actividad productiva, siempre es visto con desconfianza por instituciones y pacientes. Recuerdo cuando en mis primeros años de graduado los pacientes me decían –Doctor, usted es un médico bueno, pero «muy jovencito»; sin embargo, el péndulo se desplazó en sentido contrario y ahora me dicen, –»Doctor, usted es un médico bueno, pero está «muy viejecito», y aunque no me lo digan, muy probablemente pueden hasta dudar de mis capacidades…

¨Todos deseamos llegar a viejos; y todos negamos que hayamos llegado¨.

Francisco de Quevedo

[1] Los médicos más jóvenes y necesitados son pasto de la codicia de las aseguradoras quienes imponen las reglas de su ejercicio, los más viejos saben que necesitan más tiempo para llevar a cabo su arte y por ello, necesitan sacarlos del escenario…

Perder el vigor juvenil, envejecer, hacerse frágil y volverse enfermo parece ser pasos previos del morir… Versión harto difundida y creída a pie juntillas por todos; pero no tiene que ser así pues la senescencia humana es plástica y cambiante, de forma tal que puede acelerarse, demorarse, detenerse por algún tiempo y hasta revertirse… No olvidemos que somos parte del cosmos y que, como él, somos hechos de nuevo cada segundo, tal cual el riachuelo que desciende del Cerro Ávila en invierno y cambia su caudal a cada instante y el agua que lo inunda nunca es la misma en su descender. Es cierto, la marea de la vejez trae ciertos achaques y limitaciones a las cuales no hay que temer ni consentir, pues si lo vemos bajo otra óptica, con la experiencia del achaque, del malestar transitorio –créame-, nuestro organismo se está ¨reseteandose a sí mismo¨ continuamente, por ello no trate de medicarse con cualquier síntoma que se presente…

Como antes señalábamos, nuestra sociedad occidental exhibe mucho desdén hacia los viejos; por lo contrario, las sociedades orientales aceptan la vejez como parte de la trama social por lo que los senescentes se mantienen vigorosos, activos y son venerados y considerados como un apreciado bien tamizado por la experiencia. Copiado de Norteamérica e Inglaterra, en nuestro país la jubilación es obligatoria cuando el trabajador ha alcanzado la edad de 60 años si es hombre, o de 55 años si es mujer, siempre que hubiere cumplido, por lo menos, veinticinco años de servicios; ello, por supuesto, se aplica también al médico que trabaja para alguna dependencia del estado. Tal significa que el día antes de su jubilación el médico aporta a la sociedad su obra y su valor; pero al día siguiente, troca en uno más de la lista de los que, extendiendo la mano dependen ahora de la sociedad y del estado. ¿Es esto justo o injusto?

Este abrupto cambio, a menos que el individuo haya planificado un quehacer productivo con el tiempo libre que signarán sus días posteriores, significa un cambio perceptual que puede llegar a ser adverso, desafortunado y ruinoso, pues en los primeros años que siguen al apartamiento, una legión de calamidades le persiguen, la depresión y el insomnio, los trastornos de la memoria, el ataque cardíaco, el cáncer, los ictus cerebrovasculares y las fracturas del fémur se elevan raudamente conduciendo a lo que se ha llamado ¨síndrome de muerte por retiro prematuro¨. Pero aún peor, el fantasma de la ¨muerte biográfica¨ se alía con la otra para cebarse en un hombre que era saludable hasta el momento de licenciarse. La detención de la biografía inicia lo que hemos llamado el ¨drama apoptótico de la senescencia del médico¨, un considerarse inútil y superfluo, echado de menos y molesto, un extraño que no encaja en ningún lado, traído de la mano por el Estado, a familia y aún por la entrega del mismo profesional a lo que considera su irreversible sino…

La apoptosis: de apoptein = caer, es un fenómeno comparable con las hojas amarillentas que caen silenciosamente de un árbol durante el otoño, porque ya no más son necesarias… Un ser humano, tal como una célula corporal saludable, requiere de la información de su ambiente que le diga que todavía es necesario, útil y aceptado… Desde el embrión hasta el organismo adulto fisiológicamente sano, millones de células mueren diariamente sin dejar cicatrices ni activar un proceso inflamatorio; podría decirse que mueren en la mayor pasividad del silencio. La apoptosis o muerte celular programada es un acto de radical altruismo que ocurre en nuestros cuerpos, un sacrificio extremo por el bien común del resto de las células y del que depende nuestra propia sobrevivencia. Pero una cosa es la célula y otra la vida del ser humano provecto, tantas Quiero veces jubilado injustamente y a destiempo, cuando todavía tenía mucho que dar.

Es cierto que al aproximarse ven el cabello de mi cabeza y barba cano, las arrugas, ciertas manchas parduscas en la piel de áreas expuestas al sol, que tal vez vistas a gran aumento podrían mostrar un área devastada por la guerra, pedregones y desechos fibrosos, pigmento amarillento oscuro de desecho que es la traducción del deterioro ancestral en la intimidad profunda de la célula y al cual llamamos lipofuccina. Es un no entender cómo se entretejen los hilos de la vida en una madeja compacta y necesaria, y entiendo que el retiro del médico es una decisión propia, una decisión de no ser seguir creciendo como médico, de no seguir sanando ni enseñando, y hasta de no seguir viviendo, porque vivir no es un vegetar improductivo…

Quiero ser como la jirafa de Lamarck,  que mi función haga el organo, que mi intelecto debe expandirse hasta que se vuelva mas amplio, pues yo todavía quiero aprender más, y aprender para enseñar más… Cada día madrugo y estudio, ideo charlas y formas de presentarlas. En las últimas semanas de los meses de mayo y junio de 2018, ya contando 80 años, he completado otro curso de fondo del ojo, el #49° de 16 semanas, he asistido en calidad de invitado y conferenciante a los congresos nacionales de medicina interna, cardiología, oftalmología y neurología; en cada caso ha habido alguien que se me ha aproximado con sorpresa asumiendo que yo ya me había retirado o preguntándose por qué todavía trabajo e inclusive, cometiendo la indiscreción de decirme que había oído que había muerto

Por su parte, los telómeros (del griego telos, «final» y meros, «parte») son los extremos de los cromosomas que nos protegen contra el envejecimiento y la degradación corporal; son regiones de ADN no codificante, altamente repetitivas, cuya función principal es la estabilidad estructural de los cromosomas en las células eucariotas, la división celular y el tiempo de vida de las estirpes celulares. La evidencia de la relación entre el tamaño de los telómeros y el envejecimiento se encuentra en un estudio de la Universidad de Leicester donde se analizó a más de 12,000 personas en búsqueda de alguna característica reveladora respecto al largo de los telómeros, los genes y el envejecimiento. El resultado fue la localización de una secuencia genética cercana a un gen denominado TERT, telomerasa transcriptasa reversa, que acortaba los telómeros y por lo tanto aceleraba el envejecimiento. Los resultados del estudio indicaron que aquellos individuos (38%) que tenían esta secuencia tenían telómeros del mismo tamaño que personas 3 o 4 años mayores que no la tenían, mientras que aquellos que tenían la secuencia duplicada (7%) tenían biológicamente 6 o 7 años menos. Un telómero de corta extensión es un indicador de futuras enfermedades y está relacionado con la aparición del cáncer y del envejecimiento celular.

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La vejez nos arrebata lo que hemos heredado y nos da lo

que hemos merecido.

Gerald Brenan

El síndrome por desuso mental a menudo atrapa al médico cuando decide jubilarse simplemente porque cumplió una edad o un número de años de servicio, corriendo el riesgo de inscribirse en la sociedad de ociosos; es allí cuando le invade la desesperanza, cuando se siente socialmente inútil y emocionalmente superfluo, es allí cuando se acelera el proceso apoptótico… A diferencia de las máquinas que se agotan con el excesivo uso, el cuerpo y la mente humanos son capaces de mejorar cuanto más se les usa, y si el desgaste fuera la verdadera causa del envejecimiento, la mejor estrategia para combatirlo sería quedarse en cama…

De nuevo, quiero ser como la jirafa de Lamarck, mi cerebro continuara expandiéndose en la medida de mis desafíos intelectuales pues el factor capital del envejecimiento es la edad psicológica, con capacidad para revertir el proceso, y el trabajo, como creador de orden se opone a la entropía o la tendencia natural a la pérdida de orden en un sistema. La depresión y la tristeza que le embarga por haber perdido la actividad habitual, proyecta en el médico la tristeza a todo el cuerpo, con agotamiento de neurotransmisores salutíferos, descenso de niveles de hormonas, distorsión de receptores de neuropéptidos en la superficie de las células, interrupción del sueño, incremento de la agregabilidad de las plaquetas que se tornan más pegajosas y propensas a la aglutinación y a producción de trombos, vale decir, todas esas tristes experiencias se transforman en expresión física cuando dejas de crecer y envejeces…

 ¡No te dejes, hasta que el cuerpo aguante y la voluntad no falte…!

 

 

 

Elogio del especialismo… ¿¡Y es que le cortaron una pierna…!?

Era una de esas mañanas frescas, luminosas y de cielo muy azul en las faldas del cerro Ávila, pero ahí mismito, cundida de aburrimiento en la Sala 16 del Hospital Vargas… Como estudiantes del último año, cumplíamos nuestra pasantía de Clínica Quirúrgica. No había mucha gente allí dispuesta a enseñar a unos estudiantes sin interés. Estaban demasiado ocupados operando como para interesarse en minucias de aprendices. ¡El que venga atrás que arree…!

A diferencia de las cátedras de medicina interna, casi nunca pasábamos revista o visita con los adjuntos, así, que no sentíamos la presión de tener al día los pacientes asignados, conocer de su condición patológica ni de los tratamientos en boga ni su evolución. Pero cierta mañana, como un relámpago en un cielo azul, tal vez el día de los gallegos: ¡el día menos pensado!, irrumpió el mismísimo Jefe de Servicio y decidió que esa mismísima mañana pasaría revista. Yo conocía muy bien los casos de las enfermas que me habían asignado y además, aunque la cirugía no era mi niña consentida, también estaba enterado de los casos del resto de las 19 mujeres allí admitidas que siempre tenían una patología y una historia personal que producían en mí, fascinación clínica y humana.

Mi grupo no era muy aplicado y estudioso que digamos… Yo me había mudado desde el recién estrenado Hospital Universitario de Caracas al Hospital Vargas en quinto año de medicina. El grupo que había dejado atrás, el grupo de la ¨M¨ era uno de estudiosos, competitivos y brillantes compañeros: José Moros Guédez (†), Alejandro Mondolfi (†), Pablo Medina, Jorge Monroy R., Edgar Martínez A. (†), María Antonieta Mejías, etc. No pude tolerar la anomia en que me sentía sumido en la actitud de mis profesores allá, distantes y poco interesados en quiénes eran sus alumnos; así, que me fui en búsqueda del doctor Otto Lima Gómez, que representaba para mí, el paradigma de lo que quería ser, un clínico de filigrana, competente y humanitario… Y entre sus paredes me desarrollé como hombre y como médico; mal digo, ¨me desarrollé¨ porque nunca he terminado de desarrollarme y aún, 59 años después, sigo creciendo entre sus salas, arcadas ojivales, pasillos y en mi Unidad de Neurooftalmología…

Pero volviendo a mi nuevo grupo de pocas luces, poco interés y la tragicomedia que en breve se desarrollaría, debo decir que aquello fue una degollina, un sangrerío, una cortadera de cabezas iniciada en la cama 1 y de allí en adelante hasta la 19; ninguno sabía nada de sus pacientes ni de sus patologías, por supuesto menos de su tratamiento y el porqué de sus indicaciones quirúrgicas y poco o nada de su evolución.

El negrito ¨C…¨ era lo que llamamos «buena gente»: sincero, festivo, rochelero, pero su única falta fue que había decidido desde el inicio de la carrera, que él sería obstetra –para entonces esa especialidad era catalogada como la de más inferior rango del espectro médico: por lo general, «desde tiempos inmemoriales los niños han nacido solos», se decía-. A él, no le interesaba aprender nada más; a menudo lo decía y lo repetía como un mantra… -¨¡Doy por sabido todo lo que ustedes saben; lo mío es atajar niños resbalosos con presteza y evitar que caigan en el tobo…!¨expresaba con arrojo y desparpajo…  

   Pues bien haciendo un cerquillo alrededor de la cama mis compañeros y yo, y a un costado y con los brazos cruzados y cara de pocos amigos, el cirujano jefe, nada menos que el maestro Fernando Rubén Coronil (1911-2004) [1] con el ceño fruncido y visiblemente enojado increpó al proyecto de partero. El jefe estaba tan pálido, tan rabioso y enchumbado de adrenalina, noradrenalina, cortisol y ¨arrechisol¨ que como decía mi madre, si le cortaban la piel no echaba sangre… Tragaba entero y su sorpresa no tenía límites ante tanta ignorancia y desconsideración.

  -¨A ver bachiller, ¿por qué se le amputó una pierna a esta paciente y que incidentes ocurrieron durante la cirugía…?

El negrito también en su sorpresa, palideció de súbito, se tronó blanco como un papel, y sudoroso y aturdido, sin saber qué decir, tomó por el extremo inferior la nívea sábana que cubría a la enferma y de un tirón irreverente, descubrió el cuerpo de la paciente al tiempo que exclamaba,

-¨Pero… ¿¡y es que le cortaron una pierna…!!?

No pudo graduarse con nosotros… El jefe, hecho un energúmeno le puso la mínima calificación para que ni siquiera pudiera graduarse ese año. Había sido un descuido intolerable, era la paciente que se le había asignado y debía estar a su lado, velar por ella, examinarla cada día y anotar en la historia sus impresiones del momento… ¡Había fallado feamente…!

Pero la historia que les narro tiene otra arista… A decir verdad, el cirujano de mi viñeta era uno de muy elevados quilates, leído, no solo de medicina, de cultivado humanismo y entrega, era un privilegio estar a su lado; para decirlo de otra manera, fue el único cirujano a quien vi con un estetoscopio en el bolsillo, que sabía mucho de clínica médica y quirúrgica, y a quien todos sus pares le miraban con admiración y respeto… [2]

[1] Eminente cirujano y catedrático, fue Decano de la Facultad de Medicina de la Universidad Central de Venezuela e Individuo de Número de la Academia Nacional de Medicina, Presidente de la Junta de Beneficencia Pública del Distrito Federal, Inspector General de Hospitales, fue el fundador del Banco de Sangre de Caracas, trabajó y dirigió servicios de cirugía en los mayores Hospitales de Caracas y en la Cruz Roja Venezolana. Esposo de la doctora Lya Imber, matrona de niños enfermos…

[2] Fue el fundador de la sección de Cirugía Experimental y a su regreso de Moscú trabajó con el profesor Demijov, gran cirujano experimental. Recuerdo haberle trasplantado la cabeza de un perro a otro perro; nunca pude encontrar una fotografía de este portento ni conocer detalles del suceso…

Se ha dicho que un buen cirujano debe tener, ¨temple de acero, manos de artista, mirada de águila y corazón de león¨… Pues bien, la paciente de marras, era una enferma excepcional y muy especial para él: una negrita barloventeña, perdón, una ¨afrodescendiente¨ sesentona, muy adelgazada, que había desarrollado una gangrena diabética que hacía obligante la amputación del miembro inferior derecho para salvar su vida. Para entonces, los pabellones del hospital estaban en inacabable proceso de remodelación; así, que se habían acondicionado espacios en el fondo de las salas donde se operaba en medio de grandes estrecheces.

  Siendo un procedimiento sencillo, la cirugía fue confiada a uno de los residentes menos expertos. Cuando estaban en el proceso del ¨serruchado¨ de la pierna, el anestesiólogo encendió la alarma advirtiendo que la paciente había hecho un paro cardíaco. Cundió el pánico, todos se volvieron ¨pico y patas¨, creció la algarabía y el correcorre… Siendo que a la sazón el jefe casualmente pasaba por allí, se acercó, y viendo la situación de vida o muerte y el pánico de los operadores, se calzó con prisa un par de guantes, apartó a los asustados y con certero corte de bisturí, le abrió el tórax, introdujo su mano derecha, asió el corazón en el puño y comenzó a masajearlo para que reanudara su actividad…

En ese momento, la víscera vital se rompió en sus manos… pero, sin dilación, titubeo o perturbación alguna, empleando un largo portagujas, con sangre fría suturó la brecha con un surgée o sutura continua; el corazón reinició su latir y salvó la vida de la paciente… 

Tuvo muy mala suerte el negrito ¨C…¨, ¡y qué antojarse el orgulloso jefe ese día pasar revista y encontrarse precisamente ante su paciente más querida y a cielo abierto con aquella tamaña falta de responsabilidad e ignorancia de mi compañero…!  Nunca más supe de él, es muy posible que haya sido un muy buen especialista, debe haber traído innumerables niños al mundo, y hasta que tal vez ni siquiera recuerde este memorable y bochornoso suceso…

Por definición, el especialista es «una persona que cultiva o practica una rama determinada de un arte o una ciencia». Su contraparte, el generalista expresa aquel que «tiene conocimientos básicos de varias materias». El especialismo suele verse como superior, pues al reducir el ámbito de su acción, se tiende a trabajar menos y ganar más dinero. En nuestra sociedad generalmente se le da preferencia al especialista.

Por ello, cada vez que vamos al médico nos preguntamos si deberíamos ir a un médico general o uno más especializado en el área que nos compete, pero como pacientes ignorantes de la medicina, ¿cómo saber dónde se ubica el área de la enfermedad que nos amenaza?; un dolor lumbar para los pacientes se refiere a un ¨me duelen los riñones…¨; de acuerdo a su opinión será visto entonces por un neurocirujano o un traumatólogo diagnosticándolo como un problema músculo-esquelético o más a menudo una hernia discal aunque  no exista; pero a los ojos de un gastroenterólogo tal vez sea un problema del colon transverso o producto de un colon irritable, menos probable un tumor pancreático; si se trata de un ginecólogo quizá el origen sea una matriz retroflexa o un ¨dolor de ovarios¨; para un urólogo algún problema relacionado con un riñón o la vía urinaria excretora… Esta panoplia de pareceres será origen de confusión, exploraciones abusivas e innecesarias, retraso en el diagnóstico y elevado coste y sufrimiento…

Es terrible eso de la especialización en medicina y mucho más si es precoz y se ignora todo del resto de la economía y sus interacciones; pero peor todavía, cuando desde estudiante se decide en forma definitiva la especialidad a escoger, con lo que se quiere hacer y de hecho se hace una abstracción del resto del pensum de estudios, y no se da una oportunidad para aprender y ejercer todos los conceptos y conocimientos aprendidos, y desarrollar las destrezas básicas del arte; cuando no se ha tenido tiempo de ¨manosear¨ al hombre enfermo en su totalidad y su circunstancia; es justo decirlo, como bien lo dijo Ortega y Gasset (1883-1955):  «Yo soy yo y mi circunstancia, y si no la salvo a ella, no me salvo yo»; según su perspectiva, la circunstancia sería el mundo que rodea al hombre (sociedad, cultura, creencias…). El hombre es un ente dramático: la unidad del yo y del mundo o circunstancia. Por ello, la filosofía debe partir desde lo más cercano a la circunstancia…

José Ortega y Gasset en un ensayo intitulado ¨La Barbarie del especialismo¨ en su libro ¨La rebelión de las Masas¨(1967), plantea el tema de la ¨masificación¨ del hombre en general, y además, específicamente critica el hecho de que el saber se haya dividido al punto al que ha llegado en el presente. Él considera el especialismo como una barbarie pues considera que ¨mutilar¨ el conocimiento de esa forma atenta contra el hombre sabio de la antigüedad, que conocía acerca de todo…

Sin embargo, como consecuencia del avance vertiginoso de la ciencia y de su hija, la técnica, el especialismo y el especialista como tal, ha sido una inevitabilidad. En adición, a partir del siglo XX ha habido un rápido crecimiento del saber y el hacer del ser humano que llamamos «progreso» y que se ha dado gracias a la especialización. De esta forma el especialismo es un instrumento fundamental del progreso, pero al mismo tiempo y como efecto colateral, ha creado una visión parcial y desintegradora del conocimiento… Por ello, en razón del mayor conocimiento que la humanidad y la sociedad como un todo ha adquirido, y en tanto se ha engrosado el área del saber tecnológico y científico, de la misma manera se ha disminuido dominio del saber y hacer del hombre que como unidad, individualmente se enferma; esta relación inversamente proporcional ha ido y seguirá yendo en aumento hasta que en un escenario teórico, el hombre ¨llegue a saber todo de nada¨…

¿Por qué Ortega llama bárbaro al especialista?, porque, «(…) llega a proclamar como una virtud el no enterarse de cuanto quede fuera del angosto paisaje que especialmente cultiva, y llama diletantismo a la curiosidad por el conjunto del saber»; es decir, el profesional ignora, casi totalmente el ámbito general donde su especialidad se debe aplicar, apareciendo posteriormente como un elemento desintegrado de la cultura y la sociedad, y en el caso del médico, de su paciente…

El caso ejemplarizado por el ¨negrito C¨ de mi anécdota es el del especialista bárbaro del que queremos alejarnos, puesto que como bien menciona Ortega, con esa forma de actuar, tan deshumanizada, estamos violentando la definición más esencial que debe otorgársele al saber del hombre, que es la unicidad, que es la integración[1]. Quería significar que el saber es único, y por tanto, cuando se descompone en sus partes –especialidades- habrá que retornar siempre a su fundamento, y el especialista tenderá a alejarse de esta definición de especialista orteguiano y sintetizar…

Pero, ¿será el individuo capaz de lograr esa integración? Sí, si la educación es integral, especialmente en lo relativo a las humanidades, contra o defensa fundamental para que el individuo no se convierta en un ¨bárbaro deshumanizado¨; por ello es el profesor en el aula universitaria quien debe concienciar y preparar al estudiante para que él mismo realice esta tarea especialmente en el caso de la medicina, donde la brega diaria se realiza en fusión con el hombre enfermo y su circunstancia. Ese hombre médico debe ser un individuo culto definido por el doctor Roberto Murillo Zamora (1980), como «la persona  que tiene una actitud despierta, una actitud llena de curiosidad, llena de interés, el gusto creador y también recreador… de nada sirve haber leído muchísimas cosas y haber hablado de muchísimas cosas sin que uno las haga renacer dentro de uno mismo…».

Orteguianas

 

  • Sorprenderse, extrañarse, es comenzar a entender…
  • La máxima especialización equivale a la máxima incultura.
  • La barbarie del especialismo: la del bárbaro moderno.
  • El especialista «sabe» muy bien su mínimo rincón de universo; pero ignora de raíz todo el resto…

«He aquí un precioso ejemplar de este extraño hombre nuevo que he intentado, por una y otra de sus vertientes y hacer, definir. He dicho que era una configuración humana sin par en toda la historia. El especialista nos sirve para concretar enérgicamente la especie y hacernos ver todo el radicalismo de su novedad. Porque antes los hombres podían dividirse, sencillamente, en sabios e ignorantes, en más o menos sabios y más o menos ignorantes. Pero el especialista no puede ser subsumido bajo ninguna de esas dos categorías. No es sabio, porque ignora formalmente todo cuanto no entra en su especialidad; pero tampoco es un ignorante, porque es «un hombre de ciencia» y conoce muy bien su porciúncula de universo. Habremos de decir que es un sabio-ignorante, cosa sobremanera grave, pues significa que es un señor el cual se comportará en todas las cuestiones que ignora no como un ignorante, sino con toda la petulancia de quien en su cuestión especial es un sabio».

 

Pudiera pensarse que la anécdota de mi compañero de curso y su decisión de ser obstetra desde el inicio de su carrera en ausencia de la adquisición de un saber más amplio, tuviera la intención de la mofa… pero no, no así: a veces necesitamos ser directos y penetrantes si queremos que el mensaje llegue hasta donde debe llegar… En mis charlas y conferencias siempre abundan mensajes claros o subliminales que propenden a que mis alumnos -cualesquiera sean sus preferencias en el amplio ámbito de la medicina- comprendan la importancia de ser íntegros e integrales, enterados y leídos, humanistas y humanizadores, estudiantes perennes y estudiosos, sean médicos generales antes que especialistas, para reducir el monto del bárbaro que siempre llevaremos a cuestas…

 

¡Para todos mis lectores mi agradecimiento por acceder a mi bitácora y leer lo que sale de mi corazón aun cuando muestren desacuerdo con mis opiniones e ideas –es su prerrogativa-!

[1] Es interesante destacar que el Maestro Henrique Benaím Pinto (1922-1979) se refería a la medicina interna, como la medicina de la integralidad, un tratar de unir todos los cabos sueltos que deja la especialidad…