Elogio del trabajo…

 

 

…Ya lo verán, se avivará el ingenio de los hombres  haciéndolos orgullosos patriotas, productivos y felices.

 

Muy cierto es que ninguna cosa grande se obtuvo sin trabajo. Al final de la jornada cuando al fin nos echamos gustosos al descanso, es precisamente cuando el trabajo creador ha colmado nuestro corazón: nos sabemos necesarios para nosotros mismos, para nuestra familia y para la sociedad… Al que trabaja, todos los placeres de la vida le vienen gustosos. Al que nunca trabajó ni se cansó, le colma la indiscreción, la rudeza, la incultura, la ignorancia y se hace necio, desinformado, envidioso, desconocedor y analfabeto, por tanto, de ningún descanso puede obtener entero gusto pues siempre le quedará el agrio sabor de lo regalado, de lo hurtado de otros, de lo no obtenido mediante labor…

Vienen a mi memoria los primeros héroes de mi vida, todos musiuses libaneses, amantes del trabajo y de lo hecho con el sudor de sus frentes. ¨Baisanos de la misma buebla¨, como nuestros padres, nuestros tíos, nuestros primos y tantos que con ellos dejaron la tierra de los cedros corpulentos, viajantes infinitos que volaron a increíble velocidad como las ¨flores del aire¨ a mil distintos destinos, siempre enflusados en medio de aquel reverberante sol tropical, con sus con sus pesadas maletas de suela buchonas, portadoras de mil milagros y novedades, ¨¡todo bonito, todo barato!¨: cortes de tela, camisones y camisas, encajes, pantaletas, cintas de colores, sedas y percales, que libreta en mano y con sonrisa bondadosa daban fiado a sus clientes, ahorrando como el que más para poder tener más y así, poder dar más, porque quien no tiene no puede dar, se vuelve tacaño, envidioso e inconforme. ¨

O aquellos italianos robustos, de torso tostado por el sol, buenos para el trabajo fuerte con sus gorras de desechos de papel de bolsas de cemento haciendo la nueva Caracas, que con un pan francés y una pepsicola completaban su jornada cantando arias operáticas en tierra extraña y fecunda; que sabiendo lo que era el hambre, nunca malgastaron en francachelas ni frivolidades porque también ahorraron. O el portugués en su conuco siguiendo el periplo del sol por el firmamento, sacando de la tierra sus favores sin prisas ni descanso y con renovado esfuerzo, sembrando, cultivando y cosechando. Todo lo que se crea con mano propia, con esfuerzo y lágrimas genuinas, se cuida con esmero, se fomenta con decisión y se quiere para todos.

Y así, podríamos detenernos en cada uno de los grupos de inmigrantes que vinieron al país huyendo de los horrores de la Segunda Guerra Mundial, de la Guerra Civil Española, de las diferentes dominaciones dictatoriales como la turca otomana en el Líbano, que trajeron a Venezuela un numeroso grupo de refugiados aventados de situaciones insostenibles, de campos de concentración de países de la Europa de la posguerra. En cada rincón del país todos ellos fundaron familias honorables, siempre pensando en el futuro de sus hijos para que amaran su hogar de necesidad, hijos educados con esfuerzo para que fueran ellos mismos, no desechos ni instrumentos ni veletas de mezquinos intereses de otros, para que hicieran patria fuera de su patria, y para que el producto acabado de sus deseos y trasnochos hicieran una nación más robusta.

La medicina venezolana ganó muchísimo al son de nombres y hombres republicanos bondadosos huidos de la España de la posguerra 1939-1959 por el delito de “auxilio a la rebelión”, que dejaron comer de su mano a aquellos, nuestros padres predecesores: médicos y cirujanos , ingenieros, filósofos, y tantos más, que todavía les recuerdan agradecidos y que nos enseñaron a venerar sus memorias y a considerar nuestra tierra como noble puerto para acoger pérdidas, lágrimas y angustias.

 

Pero, de recios trabajadores que ganaban su sustento con su esfuerzo, por obra y desgracia del populismo, de la revolución del engaño, se transformaron en apenas quince años en menesterosos de mano extendida: ¨ ¡Una limosnita por el amor de Dios! ¨, tal como en tiempos de señores feudales. El morbo paralizante caló rápido en la conciencia cultivada para el trabajo transformándola en seria enfermedad del alma; las empresas del estado todas se hicieron improductivas, un desordenado bachaquero de trabajadores sin oficio ni beneficio que las quebraron rapiñadas por el clientelismo denigrante, festín de camisas rojas y lipas protuberantes por la abulia y la cerveza inmerecida, zánganos sin estímulos, de atrofiada musculatura corporal y cerebral, enrarecidos por la dádiva, por el ¨póngame donde haiga¨, creados y corrompidos adrede por la malicia de mentes cubanas que tanto saben de maneras humillar en nombre del pueblo para luego sojuzgar…

El venezolano de hoy día, es un producto acabado del populismo rampante, y sumido en su vergüenza, no atina a encontrar su futuro, un mañana de orgullo y de progreso pues su savia le ha sido succionada por el matapalo revolucionario, ese que todo desbarata y atrofia, ese que regala lo que es de todos, que es maula y botarate, que privilegia al extraño y le niega al propio…

Pero el terreno yermo e improductivo, la tierra hecha estéril y sin provecho por la maldad de hacerlo, serán mañana abundosas y fructíferas cuando de nuevo el trabajo las posea y las haga suyas; aquellas desecadas y sin aguas, serán surcadas por cristalinos arroyos rumorosos hendiendo sus entrañas y llamando a la semilla a asentarse y echar raíces, y al sustento a volver a la patria. Nuestros grandes y caudalosos ríos no se perderán más en el mar; los haremos remontar tierras secas y sin esperanzas, para que renazca la vida y recuperemos la fuerza que perdimos, y con ello vendrá nuestra libertad si es que hemos aprendido algo de esta tenebrosa noche populista. Ya lo verán, se avivará el ingenio de los hombres haciéndolos orgullosos patriotas, productivos y felices.

 Déjenlos, déjenlos que la codicia los acabe y luego bastará un viento bondadoso para presenciar su caída cual torre de naipes…