Elogio de la tragicomedia de la faja tubular…

  • La tragicomedia de la faja tubular…

Mi querida amiga y vieja paciente en sus ochenta y dele, era un alma festiva; con sólo mirarla me sentía bienvenido, pero aunque así lo hubiera deseado, no era yo una excepción; era una mujer caritativa que dedicó tiempo y esfuerzo para apoyar la labor de las hermanas de la Caridad de la Madre Teresa de Calcuta, y en recompensa, hasta fue besada por la propia Santa. Tuvo muchos hijos, pero era el alma de su casa. Un mal día enfermó de algo serio; un derrame en la pleura la llenaría de falta de aire al poner de manifiesto un cáncer pulmonar. Para colmo, no era fumadora. No podía echarle yo parte de la culpa a que se hubiera hecho daño continuado, pues siempre digo a mis pacientes fumadores que el cigarrillo es un malandro disfrazado de amigo fiel – dicen ellos que los acompaña, los relaja, los ayuda a pensar y matar el tiempo-, y que los malandros  no  se  frecuentan  y  que  con  ellos  no  se  anda. En  el momento menos pensado, descargan furia irrefrenable sobre ti de mil maneras, y una de ellas es un tumor maligno en el pulmón, la garganta, la vejiga y pare usted de contar. Hasta el final de sus días, llevó su calvario sin perder la sonrisa y sin quejarse de la quimioterapia y de tantas punciones que le hacían para extraerle del espacio pleural el líquido ocioso que le robaba el resuello…

Unos meses antes de la seria coyuntura había viajado a Miami. Usted sabe, como parte del viaje de placer se hizo de algunos efectos personales y algunas prendas de vestir también.

Parecióle entonces que ese viaje no le había convenido, pues a su regreso comenzó a presentar extraños síntomas y aseguraba a sus hijas que de seguro que tenía un cáncer e iba a morir. Cuando le decían que fuera a verme contestaba que para qué… que yo no podría curarla porque las cartas estaban echadas y era el momento de rendir cuentas. Al fin, por allá se me apareció una tarde gris y lluviosa que reforzaba su mal presagio, me enteró de los síntomas ¨su famoso cáncer¨. Al enfrentarla, la sempiterna sonrisa de bienvenida había volado de su cara y una ¨Ω melancólica¨ comenzó a retoñarle en el entrecejo…

 La ¨omega melancólica¨ en el entrecejo, el área de molestia de dolor suave y quemante, adormecimiento y hormigueo en la cara lateral del muslo, la ofensiva faja ajustada

y el nervio femorocutáneo comprimido por el ligamento inguinal al favor de la presión

fue el origen del angustioso corolario del drama de mi paciente.

 Siendo que teníamos mucha  confianza  y  viendo  lo  prominente  de  su  panza,  más bien aplanada para la ocasión, de inmediato me animé a preguntarle si entre sus recientes adquisiciones en el país del Norte figuraba una pantaleta o faja tubular ajustada. Por instantes se quedó boquiabierta mirándome fijamente, sin parpadear, sin pronunciar palabra, sin entender… De súbito, se echó a reír a mandíbula batiente con lagrimeo, meadura y todo cuento, exclamando una y otra vez, ¡Claro, claro, si es que me queda muy apretada! ¡demasiado apretada!, ¡La voy a botar, la voy a botar…!  me decía entre lágrimas y risa. Efectivamente, tenía una faja abdominal apretadísima. Me imaginé entonces -y sonreí- cómo había hecho para calarse aquela pieza de vestir tan apretada en un cuerpo tan voluminoso. Debo decir que ya extirpado ¨el cáncer¨, salió curada de mi consultorio, sin receta ni vela del alma, y cómo me reí esa y tantas veces después, con ella y con sus hijas al rememorar acerca del jocoso incidente con aquél tubo elástico asesino…

Como tantas otras veces en mis pacientes, había reconocido al benigno Síndrome de Bernhardt- Roth o meralgia parestésica del nervio femorocutáneo, una neuropatía periférica traumática casi siempre muy benigna pero recalcitrante, resultante del atrapamiento del nervio femorocutáneo en su pasaje de la pelvis hacia la región inguino-crural, y que adormece, a la manera de una revolvera, la cara externa del muslo. Esta afección se caracteriza por dolor, acorchamiento y parestesias (sensación anormal de hormigueos, pinchazos, quemazón, vibración…) localizados en la región anterior y externa del muslo de forma unilateral en más del 80% de los casos. Los pacientes no suelen presentar pérdida de fuerza. Los síntomas pueden empeorar con la bipedestación prolongada y la deambulación, mejorando con el reposo sentado o acostado.

Este tipo de neuropatía por atrapamiento representa alrededor del 0,04% de las consultas médicas y del 3% de las cruralgias (del griego “cruros” –muslo- y algos –dolor-) y lumbociatalgias. Fue descrita por Hager en 1885 y posteriormente, por Bernhardt y Roth (1895), siendo este último quien acuñó el término de meralgia parestésica. El neuropsiquiatra y creador del psiconálisis Sigmund Freud (1853-1939) y el astrónomo canadiente Simon Newcombe (1835-1909) fueron algunos de los famosos personajes que padecieron este tipo de meralgia parestésica. Se estima que la incidencia anual de meralgia parestésica se sitúa entre 30 y 45 nuevos casos por cada 100.000 habitantes y es más alta entre personas de más de 50 años con un índice de masa corporal elevado, reflejando sobrepeso y obesidad.

Durante la exploración suele desencadenarse dolor a la palpación en el punto donde el nervio femorocutáneo lateral pasa bajo el ligamento inguinal. En algunos pacientes pueden reproducirse las parestesias al percutir con un martillo de reflejos sobre el nervio. La extensión forzada de la cadera suele despertar el dolor mientras que al flexionar la cadera los síntomas alivian. La sensibilidad superficial del área anterior y lateral del muslo afectado, suele estar disminuida respecto a la contralateral.

En esta condición se utilizan con frecuencia varios tratamientos, incluidas las medidas conservadoras. Es preciso identificar y controlar los factores predisponentes como diabetes, sobrepeso, ropas ajustadas, o el escaso tono muscular abdominal; las inyecciones de  corticosteroides  con  anestésico  local  y  la  cirugía  (descompresión nerviosa  o  neurectomía).  Sin embargo,  puede  obtenerse  un  resultado  similar  sin ninguna intervención. Tantas veces nos ha ocurrido que una simple explicación ayudado por algún esquema de la Internet como el mostrado arriba, 1disminuye la preocupación por la molestia y nunca más el enfermo se queja.

Los médicos podemos ser, bien, ¨ángeles de Dios en la tierra¨ o ¨diablillos aliados de Mefistófeles¨ que por no entender nuestro rol, podemos hacer daño con nuestra palabra o con nuestro hacer. Por ello, los médicos deben estudiar, siempre, a vida entera y de todo, lq nimio y lo complejo, mantenernos curiosos de la condición humana y nunca abdicar la misericordia ni la empatía, pues así, seremos mejores sanadores sin necesidad de extender una receta…

Y es que la palabra del médico puede tener un efecto ¨revulsivo¨ -dicho de una sustancia vomitiva o purgante-, o producir el efecto de aquel ¨balsamo tranquilo¨, feliz invento del fraile capuchino François Aignan  (1644-1709), conocido con el apodo de Père Tranquille, que transmitiría su nombre al bálsamo que dejó y se conoce con su epónimo…

Elogio de la parábola de los seis ciegos y el elefante o la esencia de la medicina interna…

  • Elogio de la parábola de los seis ciegos y el elefante o la esencia de la medicina interna…

La medicina, como alguna vez la conocimos y adherimos a nuestro corazón, fue un llamado al cual nos volcamos decididos y orgullosos… Ahora es hecha pedazos frente a nuestros mismos ojos… Se ha transformado en un gran negocio en el cual el dominio de la anamnesis o diálogo diagnóstico y las técnicas semiológicas de cabecera ya no son vistas con aprecio y admiración, e inclusive, parecieran ser indignas de ser enseñadas. A la par, han surgido organizaciones de salud que fuerzan a los médicos a atender a un máximo número de pacientes, en un mínimo número de minutos, por el menor número de bolívares. Desafortunadamente, la medicina americana y española son prueba flagrante de ello. ¿Cómo poder atender de un solo envión 30 enfermos por día? ¿Como ejercer una forma de medicina antropocéntrica, donde el paciente sea el principio y fin del acto médico?

Cuando leí la deliciosa fábula que a continuación les ofrezco, me pareció que se ajustaba muy bien a la atomización o desmembramiento de la medicina moderna de manos de sus cultores –nosotros, los médicos-.

Los ciegos y el elefante

John Godfrey Saxe (1816-1887)

(Fábula indostánica. Versión libre)

Cuentan que en el Indostán,

determinaron seis ciegos estudiar al elefante, animal que nunca vieron.

(Ver no podían, es claro; pero sí juzgar, dijeron)

El primero se acercó al elefante, que en pie

se hallaba. Tocó su flanco

alto y duro; palpó bien y declaró: El elefante

es ¡Igual que una pared!

El segundo, de un colmillo tocó la punta aguzada,

y sin más dijo: ¡Es clarísimo!,

mi opinión ya está tomada:

Bien veo que el elefante

es ¡Lo mismo que una espada!

Toca la trompa el tercero,

y, en seguida, de esta suerte habla a los otros:

Es largo, redondo, algo repelente…

¡El elefante – declara –

es, ¡Una inmensa serpiente!

El cuarto, por una pata trepa, osado y animoso;

¡Oh, qué enorme tronco! – exclama.

Y luego dice a los otros:

Amigos, el elefante

es ¡Como un árbol añoso!

El quinto toca una oreja

y exclama: ¡Vamos, amigos, todos os equivocáis

en vuestros rotundos juicios!, yo os digo que el elefante

es ¡Como un gran abanico!

El sexto, al fin, coge el rabo, se agarra bien, por él trepa…

¡Vamos, vamos, compañeros; ninguno en su juicio acierta!

El elefante es…, ¡Tocadlo!, una soga… Sí, ¡Una cuerda!

Los ciegos del Indostán disputan y se

querellan; cada uno está seguro

de haber hecho bien su prueba…

¡Cada uno tiene un poco de razón… y todos están en el error!

Moraleja: Sucede así cada día en bastantes discusiones; quienes disputan, cada uno piensa justas sus razones. Discuten, juzgan, definen ¡lo que no vieron jamás! Cuando los seis hombres ciegos de Indostán se acercaron al elefante de la fábula hindú, sus percepciones fueron tamizadas por el sitio desde donde palparon al animal. Sin duda, si tomamos la cola de la bestia podríamos pensar que es una cuerda, la oreja igualmente pudo ser confundida con un abanico y la trompa, es muy parecida a una serpiente. La moraleja es que cada uno de los hombres perdió el cuadro total del animal.

La carrera de Dwight Ingle (1907-1978), fisiólogo y endocrinólogo estadounidense que fue presidente del departamento de fisiología de la Univesidad de Chicago, comprendió una época de rápido desarrollo de la endocrinología, a la cual contribuyó en gran proporción; su autobiografía ¨Went to See the Elephant¨ incluye una serie de aventuras exitosas estadísticamente improbables. El título proviene del poema de Saxe.  “La ciencia está comprometida en mirar a algunas propiedades específicas de un sistema que es demasiado grande para ponerlo todo en perspectiva”

En el poema, cada ciego compara el elefante con algo diferente (costado=pared; colmillo=lanza; trompa=serpiente; pierna=árbol; oreja=abanico; cola=cuerda) porque cada uno asume que el elefante total es igual a la parte que él ha tocado, percibido o experimentado. Saxe acota, “cada cual estaba parcialmente en lo cierto”. Era fácil para cada ciego llegar a conclusiones basadas en una experiencia limitada y primeras impresiones. Saxe quiere decir a sus lectores que no asuman lo que es la verdad total porque sólo tienen una parte de esa verdad. No confiar en primeras impresiones para conocer lo que hay que conocer. Si compartimos nuestras perspectivas, podremos llegar a un más completo entendimiento de la verdad. Trabajar en conjunto es mucho más efectivo que hacerlo en solitario. La forma en que Saxe nos hace llegar el mensaje es infinitamente más memorizable y convencedor porque usa como vehículo su historia- metáfora-poema.

 

 

La historia  en cuestión parece tener su origen en la India; atribuyéndose a Jainistas, budistas, sufis o hindúes y ha sido usado por todos esos grupos. La versión mejor conocida es la atribuida a John Godfrey Saxe (1816-1887), poeta del Siglo XIX. Buda emplea el símil del hombre ciego en el Tittha sutta in Udana (Canon Pali). El Buda religioso nepalí (nombre sánscrito Siddhartha Gautamá), emplea una fila de ciegos como ejemplo en Canki sutta para explicar los ciegos siguiendo un líder o cómo un antiguo texto va de generación en generación.  En diversas versiones de la fábula, un grupo de personas ciegas tocan una parte diferente de un elefante, el costado o el colmillo. Luego comparan sus apreciaciones con los otros para encontrar que están… en completo desacuerdo. La historia es empleada para indicar que la realidad puede ser apreciada de manera diferente en dependencia de la perspectiva de cada quien, mostrando que la verdad absoluta  puede  ser  relativa, es el  mundo  ilusorio  de  las  medias  verdades.  Existen versiones que son similares, variando primariamente en cómo las diferentes partes del elefante son descritas, cuán violento se transforma el conflicto y cómo se revuelve el conflicto entre hombres y sus perspectivas.

Las interpretaciones de situaciones de la vida y de la medicina, pueden estar limitadas por la calidad y certeza de los datos que recogemos. Por ello, es importante reconocer que, (1). Los científicos tienen sesgos que influencian su trabajo. (2). La experiencia pasada puede afectar la interpretación de las observaciones, llegándose a conclusiones no científicas. (3). La ciencia no es certeza y está sujeta a cambios. (4). Cada quien ve la realidad diferente, dependiendo de las experiencias pasadas. (5). Pueden existir simultáneamente varias hipótesis sobre una misma realidad. (6). La observación de pequeñas partes de una realidad no siempre es igual a la realidad total que surge cuando todo es agregado conjuntamente. (7). Realizar observaciones consistentes utilizando las técnicas apropiadas puede conducir a obtener mejores conclusiones acerca del mundo natural. (8). El trabajo colaborativo conduce a un conocimiento más creíble.

 

Debe por tanto distinguirse observación de interpretación; que las observaciones de varios puede mejorar la exactitud de las mismas al contrastarla con la observación aislada e independiente. Se debe ser capaz de elaborar una lista acerca de cómo las experiencias  particulares  e  independientes  y  los  sesgos  pueden  influenciar  las interpretaciones de las observaciones de uno.

 

El especialista ha tomado el lugar del internista o, al decir del maestro doctor Enrique Benaím Pinto (1922-1979), el integralista, ocupándose de lo objetivo, de las partes aisladas del todo individual del paciente,  en  ausencia  de  lo  subjetivo de  su  persona. A  la  par,  sin  la  guía  de  la anamnesis y el examen clínico sistemático, vale decir, ciegos, sin conocimiento de causa, sin concierto y sin mesura, son ordenados al paciente una ristra de exámenes de toda especie, partes de un elefante, paraclínicos más que complementarios 20, que surgen de un sinfín de prodigiosas máquinas ahora omnipresentes en el ¨mercado de la salud¨, que autopsian en vida al paciente, o de pruebas de laboratorio de la más variada estirpe que a un elevado coste prometen quimeras del diagnóstico sin esfuerzo intelectual. Pero la situación no queda allí, ya que al mismo tiempo han surgido organizaciones para la explotación del negocio de la salud, privadas y aun públicas, que fuerzan a los médicos a atender a un máximo número de pacientes, en un mínimo número de horas y por el menor número de bolívares. Existen ahora en exceso los ¨pacientes funcionales¨, incomprendidos, parientes pobres que son, parias de la comprensión antropológica que se centra en la persona del enfermo, impedidos de ser ayudados con terapéuticas coherentes porque los aparatos no diagnostican ni comprenden, y más confundidos que nunca, incapaces de ayudarse a sí mismos…

 

Ningún órgano o sistema existe en solitud de los demás…

Él se relaciona con todos, y todos se relacionan con él y con el mundo exterior…

La mente y el espíritu con el cuerpo… lo de adentro con lo de afuera…

lo local con lo general…

el micro con el macrocosmos…

Para una presentación en Power Point, elaboramos un la imagen de abajo, la de un elefante explorado por diversos especialistas que creen tener la verdad sobre el paciente sin darse cuenta que apenas están aproximandose a él en forma parcelaria…

En nuestro rol de médicos especialistas y aún más, sub-especialistas o super- especialistas con conocimiento específico de un área, amplia o estrecha de la integridad humana, somos de hecho, hombres ciegos intentando describir el elefante, técnicos deshumanizados reduciendo la complejidad del ser a un código de barras. No dudamos que este tipo de convergencia científica sea necesaria y, en última instancia, una parte saludable de la investigación. Ella también, sin embargo, sugiere que para este caso

20 El término paraclinico como su nombre lo indica, parece ir al lado de la clínica con la cual no se mezcla… Por el contrario, se designa como examen complementario, aquel que ¨complementa¨ el juicio clínico.

54 particular, la ceguera es una metáfora apropiada. Tendemos a calzar anteojeras que, mientras pueden centrar nuestra investigación en un área reducida del paciente o en el tópico que investigamos, también nos impide apreciar la complejidad, la urdimbre y las repercusiones   más   amplias   sobre   el   hombre   como   un   todo   que   no   admite fragmentaciones y los sistemas biológicos de que investigamos.

 

 

 

Elogio de las lisonjas de los médicos políticos hacia los gobernantes de turno y las presiones hacia sus colegas…

Hospital Vargas de Caracas en la nocturnidad…

La figura del médico ha sido secularmente amada y odiada, su pretendido control sobre el dolor, la muerte y lo oculto, suele desatar gran envidia entre muchos gobernantes y los adulantes de turno que les rodean. Por ello, Joane ¨Jo¨ Rowling (seudónimo de la escritora creadora de Harry Potter) escribió, ¨La grandeza inspira envidia, la envidia engendra rencor y el rencor genera mentiras¨. Los años gastados en su formación que incluye la adquisición de un extenso vocabulario profesional (se calcula en cerca de 55 mil palabras al completar sus estudios), largas horas de estudio, horas de sueño restadas a la vida, exámenes de suficiencia de toda laya y tolerancia a la frustración de no saberlo todo, está solo reservado a personas de coraje y decisión. Siempre el médico ha sido perseguido, maltratado, mal remunerado, se elaboran historias macabras a su costa, exigido de entrega total sin que se le permita pedir nada a cambio…

Recuerdo que siendo contando 37 años fui designado por la Sociedad de Médicos y Cirujanos, Presidente del Comité Organizador de las V Jornadas Científicas del Hospital Vargas de Caracas… Durante el Acto de Instalación el día jueves 27 de noviembre  de   1975   debía   pronunciar  algunas  palabras.  Estarían  presentes el Gobernador de Caracas y otros figurones de entonces. Durante la semana previa en varias ocasiones fui abordado por varios compañeros expresándome su preocupación por las palabras que yo iba a decir frente al poder, particularmente aquellos de las izquierdas que me consideraban blandengue, o los de derechas que pensaban que era un fiel aliado con el que podían contar. En horas de la noche recibí en mi casa la llamada de un conocido jefe de servicio, padre de un ministro, y cercano al partido entonces gobernante, que tuvo la osadía de llamarme  por teléfono a mi casa. Durante la misma me dijo, ¡Mucho cuidado Muci con lo que vas a decir…! Muy molesto con su prepotencia, por educación  y respeto no le contesté nada… Ya yo tenía escritas mis palabras y atravesando entonces el Hospital por una situación de carencia intolerable –situación hoy día aún más agravada pues es casi compatible con su destrucción-, no estaba dispuesto a modificar nada de lo que había escrito… Y así, dije lo que tenía que decir

¨El 16  de  agosto  de  1888  el Dr. Pablo Rojas Paúl, a la sazón,  Presidente de  la República de Venezuela,  exteriorizando  sentimientos  de  honda  raigambre  social, dispone la fundación de un Hospital Nacional, ¨de construcción análoga y régimen semejante al del Hospital Lariboissiere de París¨ y que habría de llamarse simplemente ¨Vargas¨ –a secas-, como homenaje al Sabio Reformador de los estudios médicos en el país, Dr. José María Vargas. Tres meses más tarde, en terrenos que hoy pisamos, conocidos como Potrero Pulinare y donde se ubicaba el ya clausurado Cementerio de San Simón y Las Mercedes, la muerte da paso a la vida, cuando los trabajos de banqueo de los terrenos, turban la paz de los sepulcros.

Un día 1º de enero de 1891, se ve al fin realizado el caro sueño del entonces Ministro de Obras Públicas, Dr. Jesús Muñoz-Tébar, quien habiendo puesto lo mejor de sus esfuerzos en su proyecto y ejecución, lo entrega listo para su inauguración con un insólito aforo de ¡Mil camas! Y es así como el Hospital Vargas recibe por vez primera, la visita de un jefe de estado, y en esa ocasión, en compañía del Gobernador del Distrito Federal, General Neptalí Urdaneta, en sencillo acto lo da por inaugurado. Ello significaba la visión futurista de aquellos hombres al poner en funcionamiento aquél Centro, que al decir de sus detractores era, ¨de imposible mantenimiento por  sus deformes proporciones¨, que durante más de sesenta años se constituiría en el Hospital General más grande de Caracas, y en centro de  referencia  por  excelencia  donde  llegaban  pacientes  desde  todos  los  puntos cardinales de la geografía patria.

Oscar Beaujon Graterol (1914-1990), biógrafo del Hospital Vargas de Caracas (Tomos I y II, 1961)

Pero no es sino hasta el día 2 de julio de 1891 cuando es acogido en su seno su primer paciente, Antonio Rodríguez, un humilde labriego que encontró en él protección y ayuda para su dolor, y tras sí, miles y miles de desheredados de la fortuna, de la salud y de la protección social, han traspasado sus umbrales para recobrar la alegría de vivir, encontrar alivio para su pena, o en el peor de los casos, ayuda en el duro trance de la muerte. Y a medida que el tiempo devoró calendarios, el Hospital Vargas fue marcando la pauta en la Medicina Nacional en sus aspectos asistenciales, docentes, de investigación clínica y experimental, o en proyección a la comunidad en momentos de epidemias o crisis de salud. De sus salas emergieron una pléyade de hombre, unos ya fallecidos, cuyos nombres recordamos con admiración, respeto y justo reconocimiento, y cuyas ideas y actuaciones son una invitación a la emulación: Razetti, Hernández, Rangel, Rísquez, Acosta Ortiz, Dominici, Dagnino, Conde Flores y muchos otros paladines de la  lucha contra la injusticia y el dolor. Otros vivos, esparcidos por el territorio nacional dando lo mejor de sí en su noble misión.

A la par que transcurre su vida, en el año 1936 acaece en el país un hecho de singular significación, la creación de Ministerio de Sanidad y Asistencia Social que como órgano rector de la Asistencia Pública debía dedicarse por entero en el terreno preventivo y curativo, a las múltiples endemias y epidemias que azotaban la Venezuela rural. El tiempo pasó y el progreso, que no se detiene, avasalla todo lo que no es renovado. La población de Caracas, en continuo aumento, rebasó con creces la capacidad de la vieja casona. Ocurre así, en 1956, la apertura del Hospital Universitario de Caracas, que moderno y monumental, pareció querer dar al traste con una gloriosa y útil trayectoria. Muchos médicos ilustres emigran a la nueva edificación. Otros, más románticos pero no menos ilustres y soñadores, no quieren abandonarlo ni se resignan a verlo transformado en un centro de segunda categoría, un hospicio para ancianos o asiento de una escuela de medicina de una congregación católica de importancia. Es entonces cuando el tesón y la fe de muchos de los que aquí me han honrado con sus enseñanzas y su amistad, pudo hacer, de lo poco que aquí quedó, no sólo un Hospital que mantuviera su jerarquía científica, sino que alentaron la idea e hicieron posible la creación de la Escuela de Medicina ¨José María Vargas¨ que muy pronto dio sus frutos en nuevas promociones médicas y más tarde, en gestación fecunda, enseñanza de postgrado de la más alta calidad.

En época cercana acontece un suceso de trascendencia histórica para el país, signado por el cambio, hace catorce años del concepto de carácter benéfico de la Asistencia Pública por uno más universal y humano, el Derecho a la Salud, que como derecho ciudadano queda asentado en nuestra Constitución, señalando al Estado como responsable de su implementación y cabal cumplimiento. Ochenta y cuatro años han pasado desde la visita del doctor Andueza y no en balde. Muchos años de trabajo continuado, intenso y agotador, de fructífera labor callada, de trayectoria cimera en la Medicina Nacional. Los que llegamos de último, entonces estudiantes bisoños que nos acercábamos temerosos al hombre enfermo, que al calor de la huella dejada por grandes hombres y mantenida con cariño por nuestros predecesores, aprendimos a sentir muy hondo y a querer al viejo recinto y a su humilde clientela, comenzamos a palpar muy de cerca e impotentes, como el desdén y la indiferencia iban matando lentamente al Hospital.

Corre parejo un drama similar en nuestro máximo organismo de salud, el Ministerio de Sanidad, donde al favor de una Venezuela opulenta, sin clara política de salubridad, crecen cerca de un centenar de grandes y pequeños dispensadores de salud, que como yerba mala proliferan en alarmante profusión arrebatándole su supremacía, atomizando responsabilidades, malgastando recursos y llevando a tumbos la salud del hombre venezolano en medio de una inexistente coordinación, objetivos y metas, de evaluación y autocrítica sincera y responsable va llevando a este caos asistencial de hoy día, en el que cada uno de nosotros toca una cuota de responsabilidad, sea por obrar a la ligera, sea por confundir aspectos eminentemente técnicos por otros extraños a la salud y a la actuación del médico, sea por expectación silenciosa y cómplice.

En esta cascada hacia el abismo de los últimos seis años, en medio de una bonanza económica nunca antes conocida, vemos con gran preocupación como los índices de salud se deterioran. Hace un año revelaban que desde 1969 la expectativa de vida al nacer había descendido por aumento de la mortalidad, especialmente la mortalidad infantil, la cual entre los años 1970 y 1973, se incrementó del 49.2 al 53.0 por 1.000 nacidos vivos, en tanto que la mortalidad general ascendía del 6.6 al 6.8 por 1.000 habitantes. Más alarmante, trágico e injusto nos parece el hecho de que la mortalidad infantil por una enfermedad emparentada con el hambre y la insalubridad como es la gastroenteritis, ascendiera del 50.6 al 51.6 por 100.000 habitantes, sin dejar de lado otras causas que también se elevaron, lesiones del parto, las sepsis y el sarampión; todas ellas, condiciones prevenibles y potencialmente erradicables con programación y recursos adecuados. Es nuestra impresión de que la lenta muerte de nuestro Hospital en pequeño, y el progresivo deterioro de la Asistencia Pública en el país en grande, que vemos ocurrir con amargura, es con mucho producto de nuestra apatía, improvisación, ineficiencia, falta de mística y seriedad de mucha gente. En lo particular, nuestro Hospital ha ido perdiendo logros que no sin esfuerzo se obtuvieron en el pasado hasta llegar a un estado tal, en que sinceramente hemos creído y escrito que debería ser cerrado, sobre la marcha enmendar sus fallas con el leal concurso de todos, y reestructurado en sus aspectos administrativo, físico y asistencial porque como está, constituye un riesgo para la colectividad que solicita sus servicios.

A la par que la Institución se ha ido deteriorando, y de que múltiples quejas, reclamos, sugerencias  y  posibles  soluciones  son  desoídas  o  ignoradas,  este  morbo  dañino parecer querer acabar lo que siempre fue nuestro mayor orgullo, la mística y vocación de servicio de un cuerpo médico que va siendo llevado sutilmente a la desesperanza y frustración hacia lo que hemos llamado, la resignación depresiva, en la que no se levanta ya una voz de protesta, en que no se sabe con quién hablar, a quién recurrir, en que no se sabe si los ofrecimientos reiterados no serán más que eso… Pareciera significar esto, que se desconoce la tragedia nuestra de todos los días, de que la verdad es desconocida por las autoridades o ha sido ocultada, y de que nuestros problemas no van a ser resueltos…

Hay  muchos  medios  de  protesta,  desde  el  silencio  denunciante  hasta  la  huelga paralizante. El cuerpo médico del Hospital Vargas de Caracas a lo largo de su historia ya casi centenaria, se ha caracterizado por ser poseedor de una mística a toda prueba, y ha sido el sentir general que una huelga médica, lejos de beneficiar a nadie, perjudica a los que supuestamente pretende ayudar, a los pacientes. Es por ello que queremos que se sepa, que a pesar de la situación crítica que vive nuestra Institución realizamos esta, nuestras V Jornadas Científicas como una manera de protestar ante las autoridades competentes y la colectividad en general por el abandono en que se nos ha sumido. En los  momentos  más  apremiantes  de  la  vida  del  Hospital,  quiere  significar  que  sus médicos están en sus puestos al lado de sus paciente, con la mejor buena voluntad para dar una más adecuada y humana atención a nuestros enfermos y que esperamos, con sobrada fe y optimismo, que las autoridades nos solucionen nuestros ingentes problemas de presupuesto, dotación, suministro y mantenimiento. No es una protesta que destruye, es una protesta creadora que quiere dignamente llamar la atención de los que están el deber y obligación de ayudarnos.

Dentro de poco Venezuela, para beneplácito de todos, habrá recuperado para sí la total soberanía de su subsuelo. El petróleo, el hierro y otros tantos bienes con los cuales Dios nos prodigó, serán del todo nuestros. Nada se habrá hecho mientras esa riqueza no se traduzca en un mejoramiento efectivo del nivel de vida de la poblacióon… Muchas gracias¨.

Siempre ha sido y parece que siempre será su sino mientras permanezcamos anclados al pasado, viendo sucesion de dictadores de pacotilla, crasos ignorantes de la realidad y opulentos ladrones que han vendido nuestra soberanía a una isla de oprobio… CUBA. Vemos como algunos de nuestros colegas de acercan al dictador y traicionando sus principios, le entregan la conducción de la salubridad a cubanos incompetentes que medran en nuestro territorio y deciden acerca de nuestras vidas a su antojo….

 

 ¨Espero tener siempre suficiente  firmeza espiritual y virtud para conservar lo que considero el más envidiable  de todos los títulos: el carácter del hombre honrado¨

George Wshington

Elogio a un caso ¨cualquiera¨ de infarto del miocardio…

Esperando que me contestara que ingresaría en shock cardiogénico, edema agudo del pulmón, fibrilación ventricular o taquicardia ventricular, le hice esta pregunta a un estudiante de sexto año de medicina en un examen final…

-“A  ver  bachiller,  ¿Cuál  es  la  situación  más  grave  que  en  podría  presentarse  un infartado del miocardio a un servicio de emergencias y según el caso, cuál sería su conducta…?”

Sin dudar un momento el joven me replicó,

-“¡En muerte súbita, doctor!”

¡No deja lugar a dudas! El dolor y el sufrimiento son matizados por la condición sociocultural de las personas. Los hay aquellos que nos quejamos con vehemencia por cualquier necedad, dolor o presión, un hormigueíto en la nuca, alguna indigestión pasajera o un dolor lumbar mecánico luego de estar inclinado puliendo el automóvil, cargar un objeto pesado o cualquier otra actividad inusual; otros, a pesar de sufrir una condición que está produciéndoles un intenso sufrimiento, con estoicismo de fakir no se quejan ni muestran mortificación alguna. Mi hermano Luís, cuando era estudiante de odontología, visitaba con un compañero de curso un dispensario en un barrio pobre de Valencia para ayudar a esas gentes y de paso entrenar sus manos en el arte de emplear las tenazas. El estado de la dentadura de esos desposeídos de toda fortuna era tan precario, que casi todos terminaban en  exodoncias.  Antes  de  comenzar  su  faena,  alineaban  a  los pacientes en las sillas de la sala de espera y en sucesión, iban aplicando el anestésico. Luego en la misma secuencia, los iban pasando a sentarse en el sillón odontológico. En una de esas, mi hermano notó que cuando lujaba la pieza dentaria a un enfermo para extraerla, este  se  aferró  con  gran  fuerza  al apoyabrazos de  la  silla  de  la  unidad. Prosiguió su trabajo y le extrajo dos muelas de un envión. Al término le dijo, –

-“¡Caramba!, ¿Cómo que no te pegó la anestesia…?”

Al tiempo que con un pañuelo sucio se sujetaba el cachete ya tumefacto, el joven respondió medio sonriente, balbuceante y con un hilo de voz…

-“¡Adiós cará doctor, usted a mí no me puso anestesia…!”

Parece como si al través de sus vidas, estos seres se hubieran ido preparando para elevar y elevar, tanto y tanto el umbral del dolor, hasta alcanzar un lugar del dolorímetro donde ya nada es más doloroso que la vida que viven y han vivido… La pobreza, la exclusión, la privación y el hambre, el dolor físico y emocional, las continuas pérdidas de toda laya que sobrepasan magras gratificaciones, la partida precoz de hijos, familiares y amigos fallecidos de muerte natural los menos y baleados por el hampa común los más, les templa tanto el espíritu y el aguante, que los infelices llegan a no sentir dolor físico alguno…

 Doctor Gilberto Morales Rojas (1915-1968)

Al doctor Gilberto Morales Rojas (1915-1968), cariñosamente le llamábamos “el viejo Morales”. Era el Jefe del Servicio de Cardiología del Hospital Vargas de Caracas y para el momento de mi narración también el Director del Hospital. Allá por el año 1962 mis compañeros Rafael Valecillos Valecillos, Irán Rodríguez, “el negro” Jesús Torres Solarte y yo, hacíamos nuestra residencia de posgrado de medicina interna. Cuando teníamos problemas de diagnóstico con pacientes de la emergencia o de las salas, lo cual era harto frecuente, íbamos al Servicio de Cardiología en busca de ayuda. Allí encontrábamos al doctor Hernández Pieretti (1931-2010), gran semiólogo cardiovascular y experto en pulso venoso del cual poseía películas extraordinarias filmadas por él mismo -se extraviaron a poco de su muerte-, y al doctor Gustavo Fuenmayor Rodríguez (1928-2021), muy  inteligente,  reservado, brillante,  pragmático  y  sencillo,  todos  ellos  siempre  dispuestos a resolver las dificultades de nuestra profunda insipiencia. A decir verdad, éramos tan inmaduros y prejuiciados que no solíamos preguntarle al “viejo Morales”, pues tenía aspecto de charro mexicano con sus bigotes chorreados, no usaba bata blanca, siempre estaba en traje de calle y por ello pensábamos que no debía saber mucho ni mucho menos podría estar dispuesto a enseñar.

 

Un mediodía caluroso y pesado fuimos a enjugar nuestras lágrimas de ignorancia con nuestros profesores y amigos cardiologos en las salas 1 y 10 . No se encontraban accesibles al momento. Cuando nos disponíamos a retirarnos, una voz ronca y profunda con acendrado acento gocho nos dijo, -“Bien, ¿qué se les ofrece, para qué los buscan, cuál es el problema…?” Era el “viejo Morales” quien habiéndose sentido aludido por nuestra conducta indiferente y despectiva, se expresaba.

-“Bueno, esteee… un paciente que traíamos para que nos lo auscultaran…”

-“¿Cómo?, ¿Para qué lo auscultaran o para realizarle un completo examen cardiovascular?“ Respondió con voz más grave y visiblemente molesto.

Los pacientes no se auscultan, se examinan. La auscultación es sólo una parte de lo que siempre deben hacer completo: Los pasos semiológicos de observación, palpación, percusión y … auscultación. A ver, ¿adónde está el paciente…?”

Y allí ocurrió un momento milagroso que marcó profundamente nuestros corazones y nuestro decurso científico: Queríamos aprender y el mejor profesor nos tendía sus manos compasivas y bondadosas para enseñarnos. Tenía una extensa biblioteca y a menudo, nos llevaba algún volumen de alguna revista prestigiosa de cardiologia, con forro y tapas de cuero rojo, nos los prestaba amable y bondadosamente. Nos adoptó como sus hijos intelectuales,  y  así,  comenzamos  una  relación  de  cercana  amistad, un  parentesco nacido de un gran afecto mutuo y de frecuentes lecciones sobre casos clínicos y situaciones ordinarias que sus manos e intelecto siempre se hacían extraordinarias. No era infrecuente que enviara por nosotros a la camarera de la sala 10 donde casi siempre se encontraba, mientras estábamos en la emergencia para que viéramos con él, algún paciente con un hallazgo semiológico inusual o demasiado usual.

-“¡Les llama el doctor Morales, que vayan inmediatamente…!”

En un pequeño cuarto a la entrada de la Sala 1, nos mostraba en un radioscopio antidiluviano que parecía chisporrotear cada vez que apretaba el pedal de encendido, los aneurismas de la punta del corazón de enfermos chagásicos que ya había diagnosticado por palpación -y sacando sus manos del pecho del paciente nos pedía colocar la nuestra para percibir el choque dela punta y el movimiento paradójico del músculo cardíaco en su palpitar-. Luego, no contento con ello, nos mostaba aquella anormalidad terrible producida por el Schizotrypanum cruzi que por entonces se sebaba en pobres campesinos. Sólo había un peto de plomo protector de radiaciones, que por supuesto, vestía él. Así que de allí salíamos con picor en todo el cuerpo. Aunque me paraba detrás de él,  y además, cubría mis genitales con las dos manos pues temía quedarme ¨chiclán¨ 〈estéril〉 de tanta radiación que cogí en mis partes púdicas por aquellos días de aprendizaje emocionado… ¡Dios nos protegió!

Un día al observarme auscultando, me dijo que yo no sabía auscultar, pero que él me enseñaría… Me alcanzó una hoja papel en blanco, y me pidió que trazara una línea horizontal y luego, dos líneas verticales, una más larga y otra más chica, que serían el primero y segundo ruido, luego dos espacios de diferente longitud que las separara: serían estos, el pequeño y el gran silencio.

-“Ahora, toca concentrarse en el primer ruido ¿reforzado, apagado, desdoblado? Desdeñe cualquier otro ruido. Concéntrese en él. Haga de cuenta de que no existen otros fenómenos auscultatorios. ¡Dibújelo…!

-“Ahora el gran silencio, – ¿hay algún ruido o soplo conectado con este espacio?” Prosiga ahora con el segundo ruido – ¿desdoblado, relación con los movimientos respiratorios, ¿Qué sucede con los movimientos respiratorios, al inspirar y espirar? Cámbielo de posición, ¿decúbito lateral izquierdo?”. Todo en perfecta sucesión para hacer de aquel ejercicio auscultatorio un bien provechoso…algún componente predomina sobre el otro?”-. Luego el pequeño silencio. Y así, comulgando exclusivamente con cada ruido y cada espacio y dibujando en el papel, usando la campana y la membrana, así aprendimos el arte de la auscultación a la misma cabecera del enfermo. Cada acierto nuestro, asomaba a su rostro la sonrisa de satisfacción y orgullo del verdadero Maestro.

En una ocasión, inmersos en este ejercicio diario, apenas si pusimos cuidado en observar el viejito de la cama 9 que se desplazaba a cortos pasos por el centro de la sala, dirigiéndose a su lecho al tiempo que llevaba en sus manos una bandeja de metal con su magro almuerzo. Un cuadro sincopal, pérdida transitoria de la conciencia, y zas, bandeja y humanidad que caen al piso en medio de gran estrépito… El viejito se desparrama por el suelo cuan largo era. Del fondo de la sala brinca de su cama un zambo barloventeño alto, fornido y desdentado; Apolinario Bolívar lo mentaban. Se abalanzó sobre el viejito y sin doblar las rodillas, lo tomó en vilo entre sus brazos y de prisa lo llevó a su cama quedándose a su lado para contemplar las precarias las medidas de reanimación que entonces podíamos realizarle. Un bloqueo cardíaco aurículo-ventricular completo y una crisis de Stokes-Adams 60… para entonces, atropina y ninguna otra parafernalia…

-“Mire amigo Muci, solía decir el gran clínico francés Armand Trousseau (1801-1867), “No hay enfermedades, sólo enfermos”. Mis pacientes infartados de la práctica privada suelen exhibir un comportamiento ante la enfermedad muy diferente de aquellos otros con los cuales uno lidia a diario en las salas de este Hospital, en cuyos cuerpos el aguante, la tolerancia y el umbral de dolor son elevadísimos, pues, son personas que tienen como blasón el sufrimiento y la privación desde que nacen y por tanto, han aprendido a infravalorarlo y tolerarlo… Ninguno de aquellos hubiera sido capaz de un acto heroico espontáneo como el que acabamos de presenciar en Apolinario. Tan aterrorizados como están por la perspectiva de enfermedad, se habrían inhibido de moverse o habrían muerto en el intento… Mire cuánta reserva miocárdica, ¡qué se yo…!,  más bien cuánta reserva de hombría, guáramo y espíritu de solidaridad… A pesar del extenso infarto de la cara anterolateral del corazón por el que ingresó en edema agudo pulmonar hace apenas tres días, lo que le resta de fibra muscular cardíaca respondió hermosamente espoleado por elevados  sentimientos  del  espíritu,  de  altruismo  y  solidaridad,  permitiéndonos presenciar un sublime acto de identificación con el que menos tiene, con el que más sufre, virtud de hermandad y de empatía…”.

¡Qué afortunados fuimos…! Cómo añoro aquellos momentos felices durante los cuales cargábamos a reventar nuestras alforjas con conocimientos y experiencias crecedoras para el largo camino de nuestras prácticas médicas, tan lleno de pequeñas gratificaciones y grandes decepciones… Ha transcurrido 54 años y sin embargo, aquí le llevamos terciado en el corazón -como el fonendoscopio-, no le hemos olvidado y su recuerdo está siempre presente al momento de calzarnos diariamente los auriculares del estetoscopio Leatham que hizo traer de Inglaterra para mí:

Me arrepiento mucho de nunca haberle llamado como merecía… ¡Maestro!

60 El síndrome de Stokes-Adams se define como una pérdida del conocimiento que a veces se acompaña de convulsiones y relajación de esfínteres debida a un un paro cardíaco o a alguna arritmia de corta duración; en  un 50-60%  de  los casos se debe a un bloqueo del impulso nervioso entre la aurícula  y el  ventrículo  (bloqueo A-V completo),  bloqueo  sinoauricular  en  un 30-40%  y taquicardias o fibrilaciones paroxísticas en un 0-5%.