Elogio del ente malvado o insensibilidad congénita al dolor del semejante…

«Todo esta perdido cuando los malos sirven de ejemplo y los buenos de burla».

Demócrito.

Me contaba una amiga médica querida y muy cercana, que va a operar ad honorem al Hospital Vargas de Caracas -al cual no pertenece oficialmente pero sí, de corazón, y al que asiste en calidad de especialista cuando los residentes la llaman-, que en este mes de diciembre de 2023 se encontraba interviniendo un paciente de su especialidad cuando por segunda vez hubo un apagón y la planta de electricidad no arrancó del todo. Estando en medio de la cirugía, el anestesiólogo auxilió a la paciente con un Ambú, o ayuda manual de insuflar aire dentro del sistema respisratorio del paciente para evitar que muera de asfixia y al cabo de media hora le pidió que suspendiera la intervención, y que si podía, volviera a quierofano para reiniciar 3 días después la cirugía trunca , cuando las condiciones fueran más favorables.  Tres días que mi amiga esperó en su casa suplicando a Dios que pudiera proseguir la operación abortada por falta de electricidad y su paciente no se complicara. En estas llamadas de colaboración humanitaria, suele llevar su instrumental personal pidiendo a Dios que la Guardia Nacional Bolivariana no le decomise sus aparatos bajo el expediente de que se lo ha robado: expropiada y va presa … Cosas de la dictadura, cosas de un síndrome de insensibiliidad congénita al dolor del semejante, no les interesa ni les importa el dolor ajeno.Leer más

El signo ungueal de Beau

 

El signo ungueal de Beau

Dr. Rafael Muci-Mendoza

Gac Méd Caracas 2000; 108(4):534-540

 

A Joseph-Honoré-Simon Beau (1806-1865), médico francés, quien ejerció sucesivamente en los hospitales Saint Antoine y Cochin de París, se le ha acreditado el haber sido de los primeros en aplicar los conceptos fisiológicos al estudio de la patología y, además, el haber observado que trastornos funcionales orgánicos a menudo precedían cambios estructurales anatómicos. Sus áreas de investigación fueron múltiples e incluyeron disímiles problemas como la histeria, la dispepsia, la epilepsia y las enfermedades del corazón y los pulmones. Ha sido inmortalizado por sus descripciones relativas a la asistolia en 1836; y en 1846, por el signo ungueal hoy conocido como líneas o surcos transversales de Beau, considerado por Beaven y Brooks (1), como el signo ungueal de mayor utilidad clínica. En 1869, Wilks acreditó a Hillier como el primer descriptor de este signo ungueal; no obstante, como Beau lo dio a conocer y popularizó, su nombre quedó definitivamente asociado a él.Leer más

Profesor Felix Pifano Capdevielle (1912-2003): Bosquejo biográfico, tesis de grado, anécdotas y bibliografía general

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Elogio de los últimos minutos del 2022…

 

En la soledad de mi estudio, hoy 31 de diciembre de 2022 garabateo unos párrafos despidiendo el año viejo …

¿Por qué escribo…? Decía Rachel Carson (1907-1964), bióloga marina y escritora poética de naturaleza ,¨Escribir es una ocupación solitaria en el mejor de los casos. Por supuesto, hay asociaciones estimulantes e incluso felices con amigos y colegas, pero durante el trabajo real de la creación, el escritor se separa de todos los demás y se enfrenta solo a su tema. Él se mueve a un reino donde nunca ha estado antes, tal vez donde nadie ha estado nunca. Es un lugar solitario, incluso un poco aterrador¨.Leer más

Elogio a mi Leatham: Loa nostálgica a un fiel estetoscopio… (Partes I y II)

Elogio a mi Leatham: Loa nostálgica a un fiel estetoscopio… (Parte I)

Definitivamente, confieso que soy un viejo romántico… Tengo dificultades para desprenderme de afectos y particularmente, de viejos afectos. Viajando hacia la casa de mis recuerdos suelo evocar y añorar la amarillez de pretéritos tiempos; aquellos en que privaba la soberanía de la mirada médica o clínica cuyo auge tuvo lugar en el siglo XIX cuando el vocablo ¨clínica¨, arte cualitativo y máxima expresión del oficio médico, nació a la cabecera de los enfermos en la Antigua Grecia (del griego kliné, ¨cama¨, que a su vez deriva del verbo klinéin ¨inclinarse¨). Tiempos minimalistas cuando la nformación se obtenía con la simple ayuda de los cinco sentidos para traer hacia el afuera, la enfermedad aviesa escondida tras la opacidad de la piel del paciente, aderezada en el trajinar del oficio con la experiencia, el criterio, la crítica, el sentido común, pero por sobretodo un enorme afán por la búsqueda del conocimiento que conduce a la verdad; la verdadera verdad, la verdad del paciente y su circunstancia.Leer más

Elogio del bárbaro…

¡Cuán lejos estamos en Venezuela de la noción de la pradeia helénica y qué rápido nos hemos hundido en la barbarie donde la areté no existe…!

Los bárbaros son individuos que carecen o no de educación, que con una costra de ínfimo conocimiento o no medran en los comederos de gobiernos dictatoriales socialistas pudiendo desempeñar cualquier ministerio para los cuales no están preparados; insinceros y descarados, ello les permite también cambiar de un ministerio a otro, o ejercer dos cargos al mismo tiempo sin pizca de rubor. Se emplea el término barbarie referido a un estadio de evolución cultural en las sociedades humanas intermedias entre el salvajismo y la civilización; entre nosotros tira más hacia el salvajismo, hacia el mito del ¨buen salvaje¨; se expresa como una forma de crueldad proveniente de la ignorancia, de la estupidez, del error, de la superstición, de las preocupaciones, del resentimiento que niega la plena humanidad de los demás; resumido, es parto de los montes ante la falta de educación, instrucción y talento.  Leer más

Elogio del cuentacuentos de la infectología venezolana, mi querido Alfonso…

 

Padre e hijo, doctores Manuel Guzmán Blanco y Alfonso Guzmán Suárez, destacados y queridos infectólogos venezolanos súmmum de inteligencia, compromiso y honestidad

 

“Hay quienes dicen que no les gusta leer relatos, pero nunca me he encontrado con alguien a quien no le guste escucharlos”

Aidan Chambers

El cuentacuentos es un sujeto que tiene la capacidad de narrar ante otros con el objetivo de enseñar al tiempo que hace un relato agradable y divertido, que recrea vívidamente hechos y situaciones, resume y difunde historias reales o inventadas que son capaces de mantener la atención de un auditorio presente o ausente, que cautiva mediante recursos de la Internet, como Youtube, y que nos hablan sobre el devenir de nuestras vidas o nuestras raíces o nuestras pandemias para no caer en monotonía; que digiren el conocimiento fiel para facilitar su absorción por una audiencia ausente mediante su forma de hablar y convencer mediante apoyo audiovisual y las inflexiones de su voz. Son personajes transmisores de nuestra cultura, de la historia de nuestra época, que, además, promueven el amor por los relatos y la lectura y el ansia por saber más.Leer más

Elogio del cretinismo…

 

Elogio del cretinismo…

Estamos pues gobernados por una trulla de cretinos alérgicos

a la excelencia creadora…

 

El cretinismo es una forma de deficiencia congénita de las hormonas tiroideas que provoca un retardo en el crecimiento físico (enanismo) y mental (retraso) que una vez establecido es irreversible, aún con tratamiento por más oportuno que este sea.  Por ello, se impone la prevención especialmente en sitios donde hay carencia de yodo en la tierra. Otra variante más frecuente incluye especímenes humanos cargados de estupidez, idiotez e insuficiencia de talento, de mentes vacías de toda actividad. En nuestro país los tenemos y muy abundantes; son ignorantes y embusteros, hablan de lo que nada saben y los rebuznos no se hacen esperar, son incapaces de reconocer su injustificable y estrepitoso fracaso. Tuvieron, han tenido y tienen poder y dinero en exceso para transformar el país, pero destruyeron sin crear nada, su narcicismo los compelió a regalar lo ajeno a chulos y proxenetas para ser recipientes de sus halagos. No se avergüenzan de lo que dicen y son incapaces de reconocer sus errores pues el corrillo de adulantes ríe y festeja sus necedades. Volvieron el país una mueca, una comarca que es irrisión de nuestros vecinos y del mundo, una nación de colas interminables iguales a las cubanas producto de la carestía y el fracaso donde el ciudadano es humillado y objeto de burlas. Nunca han trabajado y viven del reposo y la mentira; tapan su pobreza intelectual hablando de cuanto se les antoja mostrando su ayuno moral e intelectual.

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Elogio a María…

¿Qué nombre, que adjetivo, puede dársele a estas monstruosidades sin que la fibra humanitaria de los capitostes del régimen se conmueva…?

Un día el jefe de una estación ferroviaria hablando con uno de sus empleados, le pregunta:
– Dígame, ¿usted qué haría si ve que dos trenes van a chocar?
– Avisarles por la radio o con banderas para que cambien de carril – responde muy seguro el empleado.
– Y, ¿si no tuviera ni radio ni banderas? -insistió el jefe.
– Pues, entonces llamaría a María, mi esposa.
– ¡Ajaaaa!, su esposa María, y ¿qué sabe ella del tema?
– Nada, es que nunca ha visto un choque de trenes de frente.Leer más

Elogio del dador feliz…

 

Francisco Kerdel Vegas, 1928-2020

Subject: La palabra MAESTRO
From: francisco.kerdelvegas@gmail.com
Date: Wed, 5 Nov 2014 11:03:30 -0430
To: josevillalobos@bitacoramedica.com

Hola José:

Te adjunto, para publicación destacada en BITÁCORA MÉDICA la más auténtica y hermosa definición de la palabra MAESTRO, que he tomado del obituario del maestro Herman Wuani Ettedgui por el también maestro Rafael Muci Mendoza. Son los valores que queremos difundir desde el blog.

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Elogio de una despedida… Doctor Guillermo Pereira Soto (1934-2014)

 

 

Presenciando al través de un televisor la extracción de las cataratas que el doctor Pereira ejecutaba a un familiar, una vez finalizada la intervención le dije en tono de sana ironía: ¨Guillermo, ¡qué fácil…!, esa cirugía hasta yo que no soy cirujano, podría hacerla …¨ Lo que quise decirle fue que tal era su proverbial maestría que cuando se movían sus dedos prodigiosos eran capaces de transformar una compleja intervención en un sencillo procedimiento… Ese rasgo es también propio de un maestro: hacer que las cosas complejas aparezcan simples, mágicas, y muchas veces ignoramos las horas de total dedicación y el esfuerzo cotidiano que ha conducido a esa destreza, a esa pericia, únicamente dimanada de la conciencia, del análisis de los errores y de la prudencia, de la sabiduría que surge con espontaneidad invitándonos a la excelencia, don único, adquirido cuando se es exigente y riguroso consigo mismo. Así, tan pausado y claro como hablaba en la conversación diaria o en la academia, tan limpias, magistrales y eficientes realizaba sus cirugías, y sus conversaciones eran veneros de conocimientos y experiencias listas para iluminar sin mezquindades las vidas de otros.Leer más

Elogio de los tiempos…

El amor es la energía: ni se crea ni se destruye. Simplemente es y será siempre, dando sentido a la vida y dirección a la bondad.

El amor no morirá jamás…

Bryce Courtney

Ya no podré tener a mi vera algún alumno que con su cuidado me dé la última despedida, la última lágrima agradecida…

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Elogio de la ternura o el dedito mortificado de Chelita… Revisita

Los niños son como Dios, llenos de ternura, paz y con el lenguaje universal del amor.

Pedro Pantoja Santiago

Para ti Cheli, un amoroso recuerdo y un feliz día de cumpleaños…

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Elogio del ahorro…

 

 

¨Tan sólo el ahorro, la acumulación de nuevos capitales, ha permitido sustituir la

penosa búsqueda de alimentosa a que se hallaba obligado el primitivo hombre

de las cavernas, por modernos métodos de producción.

Todo avance por el camino de la prosperidad, es fruto del ahorro¨

Ludwig von Mises

  • Primer libro de Moisés llamado Génesis. Capítulo 41. El Faraón sueña con las vacas y con las espigas — José interpreta los sueños como siete años de abundancia y siete de hambruna — José propone un programa de almacenamiento de grano — El Faraón lo hace gobernador de todo Egipto — José casa con Asenat — José recoge abundante grano como la arena del mar —Asenat da a luz a Manasés y a Efraín— José vende grano a los egipcios y a otras personas durante la hambruna.

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Elogio de la inteligencia…

 

En el Paraninfo de Salamanca: 12.10.1936

¨Millán-Astray exclama irritado:

«Muera la intelectualidad traidora, viva la muerte»

Miguel de Unamuno, sin amedrentarse, continúa: «Éste es el templo de la inteligencia, y yo soy su sumo sacerdote. Estáis profanando su sagrado recinto. Venceréis, porque tenéis sobrada fuerza bruta. Pero no convenceréis. Para convencer hay que persuadir, y para persuadir necesitaréis algo que os falta: razón y derecho en la lucha. Me parece inútil el pediros que penséis en España. He dicho».

Les invito a visitar mi página web: http://rafaelmucimendoza.com o www.rafaelmucimendoza.com

Nada menos que el día de la Divina Pastora donde cerca de tres millones de feligreses inundaron las calles desde Santa Rosa a Barquisimeto para expresar su fe y dar vítores a su reina soberana; sin embargo, el mal se expresaba en otro lugar. Era previsible que un hecho como el sucedido la madrugada del sábado 14 de enero ocurriera en el Palacio de las Academias, no más al lado de la Iglesia de San Francisco y al frente del Capitolio Federal, entre las céntricas esquinas de San Francisco y La Bolsa, zona habitualmente rellena de efectivos militares, dependiente de la alcaldía de Libertador y con presencia de grupos de desocupados tarifados que vocean consignas de continuo en apoyo de la revolución bolivariana.

Comenté en muchas ocasiones que en algún momento las academias venezolanas, organizaciones de pensamiento libre, serían clausuradas por el régimen comunista y se instauraría una academia única al estilo de la Unión Soviética y Cuba, donde sus integrantes serían designados a dedo no con base a su sapiencia e ilustración sino a su compromiso y sumisión con el régimen que ahoga. El Estado apoya económicamente a las academias; es su deber; el ahogamiento económico progresivo con el fin de doblegarlas ha sido la norma en los últimos años, pero no lo han logrado; los académicos sostenemos los principios de individualidad, libertad y democracia.

Pero esta vez tomaron la vía rápida; esta vez los ¨colectivos¨ constituidos por hampa común, amparados por la lenidad y con el apoyo total del régimen asaltaron el Palacio en horas de madrugada y al favor de la falta de vigilancia –se dice que uno de los pocos existentes había renunciado días antes…-, que cargaron con el ¨cerebro¨ de las honorables instituciones: se robaron todas las computadoras –cerca de 100– y artefactos electrónicos, como monitores y videobeams, dejaron un lastimoso desorden y campantes subieron el producto de la fechoría a un camión –al cual nadie vio- y se marcharon impunes… Las cámaras de vigilancia del Consejo Supremo Electoral miran hacia la impunidad…

Bien sabemos de la pobreza económica de la mayoría de la Academias; así que es muy posible que los documentos, trabajos científicos, actas de las reuniones, etc., no tuvieran un soporte en una ¨nube¨, o los discos externos de apoyo no hayan sido mantenidos a buen recaudo fuera del ámbito del Palacio, así que será un golpe muy duro de absorber, pero no debemos desanimarnos y continuar nuestro apoyo a la libertad, las leyes y la democracia pues,

¨Todo principio violento, tiene un fin melancólico¨

Maestro, doctor Rafael Hernández Rodríguez  (1909-1985)

Esta fórmula de asalto también ha sido vivida al menos en decenas de ocasiones en el Instituto de Medicina Tropical ubicado en el campus de la Universidad Central de Venezuela, donde al favor de la falta de vigilancia, no solo se han afectado las prácticas de laboratorio de cerca 900 estudiantes de medicina sino también los paciente que acuden a consultas externas en procura de ayuda para sus dolencias y material biológico peligroso.

Ahora más que nunca los venezolanos radicados en el exterior deben volver su mirada comprometida hacia estas instituciones para ayudarlas a rehacer sus cerebros pues con los menguados presupuestos de que disponen sería imposible. Igualmente, instituciones bancarias, ONGs, fundaciones privadas, mediante donación de computadores fuera de uso en buen estado y otros apoyos electrónicos podría ayudar a paliar el estropicio…

Es el juego sucio de los chavocomunistas que han asolado el país y sus instituciones… La condena no sirve de nada, solo el 350 de la Constitución Nacional podrá librarnos de esta larga, penosa y negra noche… pero ¿Quien tiene el coraje de aplicarlo?

Elogio del etileno o la manzana podrida…

Nuestros recordados reverendos hermanos Gaspar y Leandro de las Escuelas Cristiana de La Salle de Valencia, eran sujetos de carácter muy fuerte e indoblegable; el uno de muy escasa estatura y el otro de temperamento castrense entrenaba a quienes desfilarían con motivo de las Bodas de Plata que entonces celebraba mi colegio en 1950. Retumba en mis oídos la seguidilla de su potente voz, «¡Un, dos, tres, cuá…! Un, dos, tres, cuá…!»…  Con justicia afirmamos que eran ellos una extensión de mi casa en eso de enseñarnos maneras de comportarnos, de ser buenos estudiantes y mejores amigos y ciudadanos. Reiteraban en que escogiéramos  con tino a nuestros amigos, no cualquier «bobito», sino aquellos que fueran decentes y leales, pues no había nada más efectivo para pudrir una manzana que una manzana podrida. La conseja popular sin tanto aspaviento, ya lo sabía y lo sabe desde antaño, aunque desconozca los intríngulis bioquímicos del porqué de su ocurrencia.Leer más

Elogio de Silverado… ¡Maduro, quienes van a morir te saludan!

 

A decir verdad, desconozco por qué le llaman así… No tiene mayores o casi ninguna pertenencia, solo su vida, su firmeza y su día a día; es latonero y el patio de su casa es suerte de taller compartido con un hermano mecánico. Son dos de los nueve hijos que tuvo misia Pancha, diabética ella y diabéticos tres de sus hijos también; la matrona y una de las hijas fallecidas. La doña murió a los 80 años, era el pilar, el sostén y guía de la familia donde como es usual el padre o padrote, fue inexistente. No obstante, les inculcó férreos principios morales, afán por el trabajo y aborrecimiento por extender la mano para pedir un favor…Leer más

Elogio del abandono… ¿ángeles caídos?

 

 

No hay peor vicio que ser deslenguado y para guinda, embustero, tracalero y mala gente. Eso de ofrecer redimir a los «niños de la calle» -endulzando el duro término por ¨niños en situación de calle¨– solo para ganar adhesiones, simpatías y votos, muestra el feo talante de un alma torva. En su entorno, la cuadrilla de hombres y mujeres soberbios y prostituidos no dicen la verdad, no guardan la palabra empeñada ni aquel juramento que avarientos e inicuos hicieron con su mano derecha sobre el corazón y mirando al cielo; por algo la traición es su sino…

Estos infantes medio vestidos son los sobrevivientes de aquellos otros niños muertos que riegan los jardines del cielo cuando la tasa de mortalidad infantil rebasó con creces la cota de la decencia; de aquellos para los cuales no hubo lactancia materna, ni protección para su desnudez sino cajas de cartón para acunarlos; que no tuvieron derechos y que bajo un régimen comunista nunca los tendrían; que según sus cánones no merecen la vida; que a tan tierna edad sintieron la desnutrición extrema de sus madres adolescentes y de ellos mismos; que fueron pasto de tantos Minotauros modernos comedores de vidas: tuberculosis, desnutrición obesa (kwashiorkor), infecciones de toda laya, el arador de la sarna y el piojo que mortifica, de esos infantes que no han sido rescatados o exculpados, sino que se les ha envilecido aún más; han crecido como yerba mala con el sino de una adversidad maligna, sin cuidados y sin contención; que han devenido en manadas de lobos hambrientos medrando por la ciudad robando y asesinando pues han visto sin horror los más terribles ejemplos, los más contagiosos vicios de aquellos ahítos de dólares, de aquellos caballeros, los paradigmas del poder sin medida.

Se han trocado en el «hombre nuevo» de la revolución bolivariana producto de una sociedad hecha rastrera: pletórico de fervor revolucionario, de ¨humanidad¨, de ¨amor¨, pero además,  flacos, entecos, macilentos, desvestidos, comedores de basura, de verbo enconoso, agresivo y destemplado siempre a flor de boca, huracanes portadores de odio social que ha desquiciado sus tiernas vidas y trocado su corazón en duro tejido tallado por privaciones y tristezas, con signos siniestros grabados en el aire pendiendo sobre sus cabezas…

Es el ¨hombre nuevo¨, el niño que tendríamos como tierno, el ciudadano en ciernes a quien se pregunta en las barriadas de Caracas, ¿Qué te gustaría ser cuando seas grande?  Y la respuesta clara, sin titubeos y sin lugar a dudas es, ¡Pran!, nombre que en nuestro país designa a los grandes jefes de las bandas criminales que operan en y desde las instituciones carcelarias bajo el amparo del Estado criminal, pero que también reina en las calles siendo responsables de 25.000 homicidios por año, víctimas con 30 o más impactos de bala en el cuerpo, 92% impunes, cuerno de caza que a gritos denuncia la complicidad y la tolerancia por parte de los órganos de seguridad del Estado que paga por sus armas y les suministra municiones.

Pero hay otros tipos de ¨nuevos hombres¨; un conocido mío del posgrado de medicina interna de la UCV, por quien profesé tanto afecto y enseñé cuanto sabía, durante su nefasto paso por la Oficina de Estudios para Graduados cometió traición a su Alma Mater y a sí mismo, y permitió que médicos de nuevo cuño, salidos nonatos de correas de producción en masa, recién egresados de la faltosa Universidad Bolivariana ingresaran directamente en los postgrados clínicos sin respetar las acordadas y necesarias prelaciones. Allí se palpa el producto de la alevosía: Hoy les vemos graduados, luciendo el despropósito de ser flamantes neonatólogos ¨express¨ aunque nunca fueron pediatras, un déjà vu de fracasados socialismos, tamaña injusticia para con los pobres y desheredados de toda posibilidad de ascenso en sus vidas, engendros que además, tienen a la Ministra Caporale como la «orgullosa madrina».  Por seguro que tú nunca hubieras permitido que uno de esos hubiera tratado un hijo o un nieto tuyo en situación de necesidad… Gracias a los que apoyas, en esa ¨potencia industrial¨ de mis tormentos, ha habido más de 4 mil neonatos muertos en hospitales venezolanos durante 2016.
Cuando llegue el momento no habrá escondrijo en la tierra ni guarida en el cielo para acallar los lamentos e impedir que la espada inflexible de San Miguel Arcángel sobaje a los ensoberbecidos como lo hizo con Luzbel

¿Es esta la patria que tenemos y de la que tanto se ufanan? Por cierto se nos ha desdibujado el concepto de patria. Una patria diseñada por un par de ancianos cubanos –ahora solo uno vive sus remordimientos- para vaciarnos las venas y vivir en nuestra propia tierra con dolor acumulado viendo tanta infamia, estela de tristeza e impunidad rampante, donde en el propio Banco Central se maquillan las ¨muchachitas del pueblo¨ para ser pasto de la vulgaridad y la lascivia…

¨La verdad y la confianza son el pegamento de la vida. Es el principio fundamental que sostiene todas las relaciones¨.

Stephen R. Covey

Elogio de la decepción…

Con eso y todo debemos ir a votar masivamente y con esperanza porque en la unión está la fuerza, y en la fuerza el triunfo, el pueblo va despertando de su letargo,

los días descuentan y los del infierno querrán tomar agua fría…

 

¡Déjenme que les cuente lo que le pasó a mi propia mamá…! No iba nunca al cine y eso que vivíamos al lado del Cine Camoruco en Valencia; mi padre había mandado a construir un largo banco donde sentados y desde el segundo piso podíamos solo ver las películas censura ¨A¨ que allí se proyectaban y no todos los días. Bueno… mochas, les faltaba el tercio de abajo pues el techo del vecino impedía ver la pantalla completa. Quizá por recomendación de una amiga, cierto día mi madre pareció haberse armado de valor y miró una sin percatarse de su censura proseguida no sé si de la letra ¨C-18¨ o ¨D-21¨, no apta para la mayoría de nosotros, sus hijos. En verdad no sé quién se la recomendó. Era estación de invierno y caían unos aguaceros que eran verdaderas tempestades con rayos, truenos y centellas, de esas que parecían anticipar un nuevo diluvio universal… Es historia contar que el cine tenía tres localidades palco en el segundo piso y patio y galería –o gallinero, como también se le llamaba- en la primera planta; esta última, en franca discriminación, estaba al descubierto; ambos ambientes separados apenas por una pequeña tapia quizá de metro y medio de altura, y así, cuando comenzaban a caer las primeras gotas de agua, un murmullo surgía creciente de la galería, luego tímidos gritos: ¡Patio! ¡Patio! ¡Patio!, y al fin un estruendoso clamor ¡Paaatio!, y toda aquella marejada humana saltaba la tapia trayendo incluidos sus violines sobacales, sus pies de atleta y su lenguaje de mabil, adueñándose de los puestos o quedándose de pie y obstruyendo la visibilidad de los demás asistentes que molestos, se marchaban…

¿Y qué motivó aquella decisión de mí mamá? Bueno, ver el estreno de la película «Santa» -por cierto la primera película mexicana sonora-, título que se le antojó sugestivo y atractivo y la que suponía le acercaría más a las creencias religiosas de sus mayores, quizá un deseo de reconciliarse con la iglesia católica uno de cuyos oficiantes la humillaría en público, porque para criar 9 hijos –yo incluido-, bregar en la casa, tener la mesa en su santo lugar y además coser ropa para la tienda de mi papá, había que tener disposición, voluntad y coraje pues la bonanza económica aún no había llegado a mi hogar…

Agustín Lara (1897-1970) famosísimo pianista y compositor mexicano escribió la música de la película «Santa», una mujer humilde y de una belleza extraordinaria que en los años 1930s vive en las afueras de Ciudad de México.  Protagonizada por Lupita Tovar, la bella mujer atrae las miradas de los hombres, y así ocurre con un soldado, Marcelino, que la engaña, la abandona y su propia familia la abomina. Para sobrevivir se ve obligada a emplearse en un prostíbulo, situación que la convierte en mujer cínica e infeliz. En el burdel se encuentra inmersa en un triángulo amoroso, ya que estando enamorada del torero Jarameño quien la desprecia, es además amada secretamente por Hipólito, el pianista ciego del lugar. Agustín le dedica estas estrofas:

 

 

En la eterna noche de mi desconsuelo
Tú has sido la estrella que alumbró mi cielo
Y yo he adivinado tu rara hermosura
Y has iluminado toda mi negrura

Santa, santa mía,
Mujer, que brilla en mi existencia
Santa, sé mi guía
En el triste calvario del vivir

Aparta de mi senda, todas las espinas
Calienta, con tus besos mi desilusión
Santa, santa mía
Alumbra con tu luz mi corazón

Bueno, podrán imaginar que no era lo que mi madre esperaba, así que con un dejo de vergüenza y percepción inminente de pecado, santiguándose, pronto abandonó el palco ¨privado¨ que teníamos en casa… y ese pecado, había que exorcizarlo mediante la confesión…

No era mi madre una católica muy ferviente y tan practicante que se dijera; es verdad, arrodillados a la vera de la cama, nos enseñó a rezar las oraciones corrientes de nuestra fe, el Padre Nuestro, el Ave María y el ¨Angelito de mi guarda, dulce compañía…¨, y era así, como comunicaciones celestiales no nos faltaban a la hora de dormir. Asistía los domingos a la misa de la Catedral de Valencia y le rezaba a su venerada Virgen del Socorro; en su seno cada semana se confesaba y comulgaba, y allí se dirigió presta a confesar un inocente pecado que a medias, había cometido con la vista… Ocurrióle que ese domingo al mediodía cuando la iglesia estaba atestada de feligreses, se acercó al confesionario donde se encontraba el Padre Acisclo Ramírez, gordito, no muy alto en estatura pero con cara y actitud de bulldog, siempre amarrada y disgustada, y hombre de expresiones muy crudas. Al preguntarle cuáles eran sus pecados, mi madre para comenzar le dijo,

¨Me acuso padre de que le digo diablo a mis hijos…¨. Una expresión que también había heredado de su llano inmenso y que siendo tantos hijos, no siempre dóciles u obedientes, propensos a las ¨diabluras¨, la aplicaba a discreción; pues bien, al oír semejante confesión y traicionando todo sentido común y secreto confesional, el Padre Ramírez enfurecido salió abruptamente del confesionario, elevando los brazos al cielo e implorando perdón para ella le gritó,

-¨¡Señora, usted se va a condenar…!¨

Toda la feligresía que atestaba las naves de la iglesia en aquel mediodía tórrido y sofocante, como en un juego de tenis, volteó al unísono a la derecha a ver quién era aquella inmunda pecadora, pensando en quien sabe cuál pecado acababa de confiarle mi madre. ¡Hágame usted el favor…!, mi mamá, con una vergüenza infinita y su blanca tez reverdecida, abandonó la iglesia abochornada y llegó a la casa llorando en forma inconsolable. Nunca más habría de volver a una iglesia como no fuera por una causa muy especial… ¡Tal había sido su decepción…!

Sí, mi madre había sido decepcionada de manos de un curita amarescente y áspero rescatado de la umbra de la inquisición, más cercano a la pira funeraria donde se inmolaban víctimas expiatorias cargadas con las culpas y pecados de todos para aplacar la cólera divina y librar de males a la humanidad, que de la humildad del papa Francisco, ¡vaya usted a saber por cuál motivo…!

¿Qué lecciones nos deja el papa Francisco, además de su humildad…? Perdón, perdón para las que abortan, perdón pero rigidez para los sacerdotes pederastas, perdón para los condenados a muerte; perdón para los que nos hacen sufrir, pero además, sin embargo nos deja en forma subliminal y especialmente a los jóvenes, el germen de la rebeldía y hasta Cuba ya será otra a pesar que habló de los males del capitalismo y se guardó –sus razones tendría- de mencionar ese cáncer social que es el comunismo y su vaho maligno…

¶ Cuando me gradué, pensé ilusoriamente que al cumplirse diez años de recibir mi flamante título de médico cirujano y al ritmo que estudiaba y atendía con seriedad más y más pacientes y acumulaba experiencias, sabría mucho y de muchas áreas de la medicina, ¡Oh decepción! Estaba casi en el mismo sitio de donde había partido; no sabía que la medicina era como el buen vino de solera que necesita de buenas uvas, y que el tiempo transcurrido es como él, pues es aquel más añejo y generoso que se destina para dar vigor al nuevo vino. Y heme aquí, 54 años después y parafraseando a Sócrates, «Solo sé que no sé nada». ¡Ah, ciencia dura! A diario me enfrento a un paciente que me desafía con su problema y apenas si un balbuceo diagnóstico sale de mi boca: He multiplicado mis saberes, es verdad, pero no hay final; cada ¨final¨ genera interrogantes, más preguntas y estas, nuevas

respuestas e interpretaciones, nuevos conocimientos que apabullan a los que ya sabía y hay que volver a comenzar, como en el mito de Sísifo, una y otra vez… Al madurar como médicos parece que nos hacemos más jóvenes y contestatarios, más anhelantes y agradecidos, más realistas y menos omnipotentes, pero más cercanos a la tarea de sufrir y de prepararnos para morir… Entre otras cosas, porque la medicina es terreno de incógnitas y coto de incertidumbres, porque no trata con síndromes, signos o síntomas particulares sino con seres humanos, cada uno único e irrepetible, con genes y biografías diferentes que en lo particular escapan de las estadísticas y su tabula rasa aplicada al humano heterogéneo, y en cuyo abultado diccionario, no existen las palabras nunca, siempre, todos o ninguno Es la empresa de la vida del médico, empinada y pedregosa montaña a remontar, una muy, pero muy llena de decepciones…

En el Hospital Vargas de Caracas: ¡Hecho en Revolución…!

¶ El Hospital Vargas de Caracas fue mi amor de juventud, y luego de 54 años aún sigue siéndolo. Quise dedicarme a él en cuerpo y alma, pero para mí fortuna, un médico bondadoso a quien no había pedido consejo, me sugirió de corazón que no lo hiciera, que compartiera el hospital con la medicina privada y adquiriera otras perspectivas e independencia económica, y así lo hice… Pude irme al exterior a ampliar mis horizontes, regresar y sembrar en sus ambientes el conocimiento adquirido, tener alumnos y formar escuela, un viejo anhelo…  El tiempo le dio la razón, en un país voluble y veleidoso los hospitales están sometidos a los avatares de la política y así, nunca han podido crecer y mantenerse como seres adultos, siempre mantenidos con migajas porque la salud no da votos. La dádiva es mala consejera, pudre las entrañas, aguachina las raíces y enflaquece el alma. La involución, especialmente en los últimos tres lustros ha sido su sino y observe simplemente sin juzgar en qué se han transformado: depósitos de injusticia social, porque todo lo que el comunismo toca, con saña y sin contemplación lo destruye y más cuando acompaña a una dictadura como la nuestra, esa a la cual teme la oposición y se cuida de no nombrarla como tal…, y no aceptándola, ¿cómo combatirla…? ¡Qué decepción de conductores, tres lustros hablando y no han aprendido nada…! ¡No han aprendido que dictadura comunista no va a las urnas, pero tiene preparadas las urnas para los opositores…! Con eso y todo debemos ir a votar masivamente y con esperanza porque en la unión está la fuerza, y en la fuerza el triunfo, el pueblo va despertando de su letargo, los días descuentan y los del infierno querrán tomar agua fría…

Los acontecimientos recientes ocurridos en nuestro afligido país es pan de cada día y conocidos por todos; como preví, la siniestra máquina, el garrote vil con el verdugo que la opera girando la manivela, sigue cercando y apretando la garganta de la nación y sus municipios fronterizos, promoviendo guerras inventadas, privándole de recursos de defensa y nosotros, sometidos a toda clase de humillaciones y privación de libertades… La respuesta es tímida y timorata ¡Oh decepción!

https://www.youtube.com/watch?v=hWsOP4LAQNw

«Supercalifragilísticoexpialidoso», en su versión del español, es una larga palabra de 32 letras y que como recordarán, es el título de una canción muy llamativa de una película salida del genio de Walt Disney (1901-1966), Mary Poppins (1964), una institutriz que tiene poderes mágicos y que, gracias a ellos, le enseñará a los niños valores espirituales muy importantes. La canción es una que nos viene al dedo, pues describe la forma milagrosa en la que uno puede salir airoso de situaciones difíciles e incluso, de cambiar la propia vida.

¡No, no más decepciones…!

 

Elogio del cooperante…

  • «El 4 de mayo de 1993 la Isla de Cuba en el Caribe rompió treinta años de aislamiento. Durante la asamblea plenaria de la Organización Mundial de la Salud en Ginebra, Suiza, el gobierno de Cuba lanzó a la comunidad internacional de naciones una solicitud de ayuda. En efecto, la isla se encontraba en medio de una epidemia que amenazaba con dejar a ciegas a más de 20.000 personas. A pesar del intenso estudio por parte de científicos cubanos, la enfermedad continuaba azotando la isla. Diariamente aumentaba el número de pacientes y la única certeza era el desconocimiento de su causa» (Gustavo Román, «Misión a Cuba», 2000, Prous Science, S.A.).

La respuesta fue inmediata para realizar una primera investigación sobre el terreno entre el día 16 y 30 de mayo de 1993 –luego vendrían otras más-: neuroepidemiólogos, nutricionistas, oftalmólogos, neurooftalmólogos, neurovirólogos y neurotoxicólogos no dimos cita en La Habana en medio de la intensa fiebre, hambre críticas y humanitaria que estrangulaba a Cuba por el llamado «Período Especial» u «Opción cero», y la certeza cubana de que se trataba de un virus propiciado por el embargo y sembrado por la CIA, que fue llamado «virus del imperialismo» y que hasta había sido aislado en el Instituto de Medicina Tropical Pedro Kourí, Laboratorio de Enterovirus. Según mi perspectiva era insensato pensar que los especialistas cubanos luego de años de lluvia epidémica de casos no hubieran intuido la real causa -3.500 pacientes cada semana y un total de 50.862 sujetos afectados-. O había mucha ignorancia entre los especialistas cubanos –como en efecto la había-, o era una treta propagandística de la revolución en contra de su archienemigo gringo, como se demostró ser…

Viendo la cercanía entre el director de la OPS en Cuba y Fidel Castro me atreví a elucubrar el por qué habiendo transcurrido 2 años desde que se había reconocido la presencia de esta epidemia tan dolorosa porque involucraba el más importante de los cinco sentidos: la vista…, no se hubiera comunicado la emergencia y el mundo hubiera conocido que esto estuviera sucediendo… ¿Es que la OPS estaba en contubernio con la dictadura…? ¿Es que se comportaba como una institución cooperante del triste estado de cosas…? Por otra parte, las bajas cifras de desnutrición no se correspondía a una situación donde los habitantes habían perdido importante cantidad de peso por la escases de alimentos… ¿Es que existe una cierta y recalcitrante simpatía entre estos burócratas y las dictaduras de izquierda para que la realidad sea distorsionada o no deba conocerse…?

  • Viendo la realidad venezolana: Ante todo, es de recordar que cuando la doctora Mirta Roses Periago dio un espaldarazo a la dictadura de Chávez, aún en ciernes, con motivo de la publicación del libro «Barrio Adentro: Derecho a la salud e inclusión social en Venezuela» (©Organización Panamericana de la Salud, 2006), en cuya  portada y contraportada exhibía el emblema de la Organización Panamericana de la Salud (OPS) y de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y que mereció una carta de reclamo contundente por parte de médicos venezolanos en febrero de 2007.

Escrito en TalCual del 30 de septiembre de 2017: «La Alianza Venezolana por la Salud, organización que agrupa instituciones y gremios del área, protestó frente a la sede de la Organización Panamericana para la Salud, para solicitar que dicho organismo de la ONU catalogue la situación que atraviesa Venezuela como «crisis humanitaria». Un grupo de médicos consignó un documento ante las oficinas de la OPS y esperan pronta respuesta ante el surgimiento de enfermedades que habían sido erradicadas en Venezuela como la difteria y la malaria».

Por razones circunstanciales acompañé el lunes 25 a una delegación presidida por el doctor Carlos Walter, exministro de sanidad y director del Centro de Estudios del Desarrollo de la Universidad Central de Venezuela y miembro de la Alianza Venezolana por la Salud, para hablar personalmente con el Director de la OPS Venezuela con la presencia de representantes de áreas comprometidas de la salud venezolana: epidemiólogos, infectólogos, bioanalistas, farmacéuticos y enfermeras con el fin de protestar y exigir que se incluya el tema de la crisis humanitaria en Venezuela, en la sesión de instalación de la 29º Conferencia Sanitaria Panamericana que comenzó el  día 28 y finaliza el 29 de septiembre en los Estados Unidos.

Tal como ocurrió con la epidemia cubana a que hice referencia, la OPS Venezuela ha sido muy lenta y timorata, dicen que no les corresponde, muy poco enérgica y cooperante directa o indirecta con el estado delincuente en exponer a la comunidad nacional y mundial la terrible crisis humanitaria que nos cobija con su manto de miserias. Primero se conoció en Cuba la noticia epidemiológica del brote de difteria y en Uruguay, el alerta del brote de sarampión que en Venezuela.

Durante la reunión el doctor Andrés Barreto, epidemiólogo, se expresó claramente de la siguiente forma «Pedimos un boletín informativo, que no sustituya al del Ministerio de Salud pero que sí informe dentro y fuera del país lo que está pasando», y es que el Boletín Epidemiológico Semanal era una institución; fundado en 1938 por el doctor Darío Curiel se publicó religiosamente hasta la llegada de la oscurana chavista, así que no se publica de forma regular desde noviembre de 2014 porque el régimen quiere mantener la información, que si le llega, en la más asquerosa de las penumbras, una forma del genocidio que hemos venido denunciando.

¿Es que aquí como en Cuba también aquí existe un contubernio de la OPS con las autoridades de salud…?

Copia de la carta entregada el día lunes 25 de septiembre al doctor José Moya

«13 de septiembre,  2017

Señor

Luis Almagro

Secretario General de la Organización de los Estados Americanos

Washington, DC

Respetado  Secretario General:

Nos dirigimos a Usted de la manera más atenta para manifestarle nuestro reconocimiento por haber destacado la grave situación de salud que aqueja a Venezuela. Ha sido diáfana su comunicación del 30 de mayo del 2016, dirigida al Señor Juan José Arcuri, Presidente del Consejo Permanente de la  Organización de los Estados Americanos (OEA), con motivo de solicitar la convocatoria a una sesión urgente del Consejo Permanente de los Estados Miembros de la OEA, para atender la «alteración del orden constitucional» y los efectos que esta genera sobre «el orden democrático» de nuestra patria, la República Bolivariana de Venezuela. Su exhaustivo examen de la situación humanitaria en Venezuela traduce el  gravísimo impacto que la crisis política, económica y social ha causado en la salud de nuestra población  y en sus servicios de salud.

Como es de su conocimiento, los hechos mencionados en su misiva, se han agravado en el año en curso, como lo muestra la evolución de los indicadores epidemiológicos  citados en su Informe, por ejemplo,  bastaría citar,

  1. Lo sucedido  con  la malaria, cuyos casos pasaron de 135 mil n el 2015 a 240.637 en el 2016, lo que representa un 76% más que en el año anterior y que hasta el 1° de julio del 2017 registraba ya un acumulativo de 184.225 casos, 63,1% de incremento con respecto al período homólogo del año anterior.
  2. Así mismo, lo sucedido con la tasa de mortalidad materna que pasó  de 68,6 a 135,08 por 100.000 nacidos vivos entre el 2013 y el 2016; o con la tasa de mortalidad infantil que se incrementó 5.58 puntos porcentuales en el lapso que media entre 2012 y 2016.
  3. A este cuadro se agrega, la reaparición de epidemias de enfermedades trasmisibles prevenibles por vacunas, ocurridas desde el año pasado, tales como la difteria y el sarampión, la primera después de transcurridos 25 años sin registrar casos, y la segunda, después de haber sido declarada, como enfermedad  eliminada del continente americano.
  4. De igual manera, se ha agravado la crisis de escasez de medicamentos, productos biológicos y reactivos; y de otros insumos utilizados en los servicios públicos y privados  de salud, así como la inoperatividad de los equipos instalados en los establecimientos de atención médica  públicos y privados.
  5. A manera de rúbrica no menos grave ha sido el éxodo de  médicos y profesionales de la salud muy bien formados en el país  – en muchos casos con carácter  permanente- al exterior, en búsqueda de mejores horizontes de satisfacción personal y de ejercicio de la medicina.

En definitiva, estimado Secretario General, sin duda, la situación  relatada por Usted, en mayo del pasado año,  se ha agravado  y tornado insostenible, razón que nos lleva a solicitarle, continúe manifestando su preocupación y  ocupación para que  se resuelvan las dificultades para procurar y recibir la asistencia humanitaria  que requiere la crisis de salud que afecta en la actualidad a nuestros compatriotas, en especial la causada por la escasez de vitales medicamentos, productos biológicos y reactivos. Sobre este particular, considerando que entre el 25 al 29 de septiembre del 2017 se realizará la XXIX Conferencia Sanitaria Panamericana (CSP) y la LXIX Sesión del  Comité  Regional de la Organización Mundial de la Salud (OMS) para las Américas, y que la Organización Panamericana de la Salud (OPS), no solo es el Organismo Regional especializado en salud de la OMS y por ende del Sistema de las Naciones Unidas, sino, también, el Organismo Regional especializado en salud del Sistema Interamericano, solicitamos, que en su condición de Secretario General de la OEA, exhorte a la OPS y a los ministros o Secretarios de Salud de los Estados miembros de esta  organización, a que  examinen los mecanismos que permitan contribuir a contrarrestar la escasez mencionada, en virtud de las dificultades que la OPS y otras Agencias del Sistema de las Naciones Unidas vienen confrontando ante la negativa del gobierno venezolano  de admitir la existencia de una crisis humanitaria de salud en nuestra nación.

El exhorto que respetuosamente le hacemos, si bien está referido al caso particular de Venezuela, en consideración a que la XXIX CSP y la LXIX  Sesión del  Comité  Regional de la OMS, tiene incluido en su Agenda la discusión del documento Plan de Acción para Coordinar la Asistencia Humanitaria: Examen de mitad de Periodo, estimamos que su intervención podría ser una importante contribución para promover  que la OPS inicie un debate sobre la necesidad de revisar el enfoque sobre asistencia humanitaria que guía al Plan de Acción para Coordinar la Asistencia Humanitaria, por considerarlo restrictivo a crisis humanitarias desencadenadas exclusivamente por catástrofes naturales y guerras»

Al reiterarle nuestro especial aprecio, quedamos de Ud.,

Atentamente,

Y siguen muchas más firmas…

Por su parte la OPS nos entregó esta nota de prensa fechada el mismo día 25 de septiembre de 2017 que textualmente reza así:

«ORGANIZACIÓN PANAMERICANA DE LA SALUD    www.paho.org

ORGANIZACIÓN MUNDIAL DE LA SALUD             www.who.int

Nota de prensa

Declaración de la Organización Panamericana de la Salud en Venezuela

 La Organización Panamericana de la Salud (OPS) continúa trabajando de manera permanente con las autoridades de salud y otros actores en el ámbito sanitario para asegurar que puedan mejorarse las condiciones de salud de la población.

Ese es el mandato de la OPS en Venezuela y en todos los países de la región. Se trata de un organismo internacional técnico especializado en salud, que brinda cooperación técnica y asistencia en el ámbito de la salud, con independencia de las tendencias políticas en los países. Su labor esencial es colaborar a mejorar la salud de la población de las Américas.

La OPS presta cooperación técnica los Estados Miembros de las Américas fundamentalmente a través de sus ministerios de Salud. Además, la OPS escucha, dialoga y trabaja con otros actores de los ámbitos vinculados a la salud de cada país. También colabora con las agencias de Naciones Unidas así como con las del sistema interamericano. Así está trabajando la OPS en Venezuela, en particular para enfrentar los desafía en área de salud que tiene el país.

La OPS proporciona cooperación técnica al Ministerio de Salud de Venezuela en distintas área como son la mejora del gerenciamiento de los sistemas de salud; la compra de medicamentos, vacunas y reactivos de laboratorio, y otros insumos para los programa de saluda a través del Fondo Rotatorio para vacunas de la OPS y del Fondo Estratégico de medicamentos e insumos de la OPS. También trabaja en las áreas de salud de la mujer, adolescente y el niño, control de enfermedades crónicas no transmisibles las enfermedades endémicas y las enfermedades emergentes, incluyendo la colaboración en el control de la malaria y otras enfermedades transmitidas por mosquitos.

La OPS ha informado oportunamente a todos los países de la región de todos los eventos que se han registrado en Venezuela, a través de los mecanismos establecidos en el Marco del Reglamento Sanitario Internacional (RSI). También hizo la actualización epidemiológica sobre la evolución de la malaria, el brote de difteria y el brote reciente de sarampión.

Con respecto al brote de sarampión, la OPS está facilitando la compre y entrega a través del Fondo Rotatorio de Vacunas de la OPS, de más de 7,2 millones de vacunas para el sarampión, rubéola y parotiditis (SRP) para hacer frente al brote de sarampión en una primera fase en Venezuela. Con la colaboración de la OPS, se están capacitando a mas de 600 profesionales de la salud en el Estado Bolívar para la detección, atención y vacunación contra esta enfermedad. Estas acciones son para realizar una campaña masiva e indiscriminada de la vacuna SRP al grupo de edad más afectado que son los niños de 6 meses hasta 10 años, y de vacuna sarampión-rubeola (SR) para adolescentes y adultos, en una extensión de seis estados (Bolívar, Delta Amacuro, Anzoátegui, Sucre, Monadas y Amazonas). La campaña de vacunación se extenderá a todo el territorio nacional.

Estas acciones de vacunación, se suman a las ya iniciadas ante el brote de difteria que se registró el año pasado. En 2016, Venezuela compró 5.3 millones de dosis de vacuna toxoide diftérico-tetánico para la vacunación de la población de 7 años y más. Además, se vacuno a los menores de 6 años con pentavalente, que incluye toxoide diftérico, de acuerdo al esquema regular de vacunación. En 2017 se compraron 7,7 millones de dosis de vacuna dT para continuar con la estrategia de vacunación a nivel nacional, con el apoyo técnico de la OPS: El bote de difteria continúa activo en el país, y la OPS continúa apoyando en la respuesta y dando sus recomendaciones a las autoridades sanitarias de Venezuela a nivel local y nacional.

En respuesta los brotes de malaria, a través del Fondo Estratégico de la OPS, las autoridades de Salud de Venezuela  compran medicamentos antimaláricos, insumos de laboratorio y mosquiteros. Expertos de la OPS/MS han realizado visitas al lugar del brote y recomendado acciones para controlar la malaria en particular en los municipios con más casos en el país. También han capacitado personal local y nacional para la respuesta. Se priorizan las actividades de capacitación, entrega de medicamentos y apoyo logístico a estados como Sucre, Amazonas y Bolívar.

Venezuela ha utilizado el mecanismo de compra del Fondo Estratégico de la OPS para adquirir medicamentos para atender a las personas que viven con el VIH-Sida, pacientes con tuberculosis, antimaláricos, reactivos para los bancos de sangre, medicamentos con la leishmaniasis, que incluyen las pruebas de diagnóstico, entre otros.

Además, la representación de OPS en Venezuela está apoyando a la población a través de insumos médicos al Ministerio de Salud, en particular con la compra específica de medicamentos antimaláricos, para atender pacientes con VIH, antihipertensivos, antidiabéticos, así como la compra de kits de medicamentos para 11 hospitales prioritarios en todo el país.  Cada kits se compone de 20 cajas que incluye una lista de medicamentos esenciales, así como equipos de uso común en los establecimientos de salud y materiales renovables.

La OPS reitera su compromiso con continuar colaborando como lo hace desde hace 60 años en su oficina de Caracas. La Organización reitera su disposición a escuchar, dialogar y trabajar con todos los actores en el campo de la salud en Venezuela para sumar esfuerzos y contribuir a mejora la salud a la población venezolana.

ENLACE:

OPS/Venezuela; htt://paho.org/ven »

 Más de una vez los organismos multilaterales han mirado con buenos ojos por no decir aupado, gorilas dictadores de izquierda como Fidel Castro y Hugo Chávez causantes de persecución, hambrunas y miseria como forma de control social. Tal vez por inclinación ideológica o no quiero pensarlo, por intermedio del engrase de una chequera alegre, se han hecho la vista gorda ante el dolor de los pueblos cubano y venezolano. El comportamiento indiferente del insulso Insulza al ser contrapuesto con el del varón Almagro permite apreciar en toda su dimensión la entrega de estos organismos, llamados por normas éticas y morales a apoyar con la verdad sin dobleces ni traiciones los principios democráticos y los pueblos. Pero, ¿qué moral podemos pedirles…?

A pesar de los cooperantes, estamos en una coyuntura en que ya el mundo ha conocido y se ha sensibilizado con ¨el dulce mal de que estamos muriendo¨: la dictadura comunista falsaria y criminal está desnuda; y así, volveremos una vez más a ejercer nuestro derecho al voto, la única herramienta de reclamo en la calle que en esta circunstancia histórica nos queda a los demócratas…

Cuando los hijos se van…

«Nacemos, nos hacen, nos hacemos, maduramos y trascendemos…»

El diccionario de la RAE define querencia como la inclinación o tendencia natural del hombre y de ciertos animales a volver al sitio donde se han criado o tienen costumbre de acudir…

¿Cuál no podría ser otra esta querencia que la patria, el lugar donde se ha nacido, donde nos hemos criado, donde hemos dado nuestros primeros pinitos en la vida, donde iniciamos amores, donde cristalizamos compromisos, donde vinieron los hijos y después los nietos,  donde tuvimos alegrías y decepciones, donde nos hicimos hombre y mujeres bajo los designios aprendidos en hogares funcionales donde el amor a la familia, al prójimo, a la patria eran cartilla de todos los días…?Leer más

Elogio de los galeotes…

 

¡…Reanimarla a estas alturas equivaldría a darle masaje cardíaco a un muerto…!

A veces me da por fantasear… Viendo la sala 3 del Hospital Vargas de Caracas, esa que me acogió durante mucho más de medio siglo, con sus desvencijadas camas alineadas en dos filas, mirándose las unas a la otras, precariedad sin mucha privacidad, colchones duros forrados de hule, chinchorreados en el centro, calurosos e incómodos a más no poder, ropa de cama traída de la casa o simplemente ausente, solo ¨chores¨ y desnudos de la cintura hacia arriba, una bandeja metálica y un solitario pan embarrado con mantequilla… Me sentía como un cómitre, no otra cosa que ese sujeto inclemente que restallando un látigo dirigía la boga en las galeras y tenía como función el impartir el castigo a los galeotes, réprobos privados de toda libertad, fatigados remeros, esclavos que cumplían en vida la peor de todas las condenas y que por raridad, eran dispensados por un rey indulgente que conmutara sus penas.Leer más

Tomografía computarizada cerebral y el ¨venerable artefacto¨… Dr. José Gregorio Hernández

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Elogio del culillo… o cuando la muerte lo citó en La Habana

 

Como siempre, recurrimos a nuestro cercano compañero, el Diccionario de la Lengua Española de la Real Academia de la Lengua para que nos aclare el significado de culillo.  (Del dim. de culo).m. Am. Cen., Col., Ecuad., Ven. miedo. (||. perturbación angustiosa del ánimo), dar, entrar, tener culillo.

Adicionalmente, me tomaré la licencia de utilizar una de las tantas versiones de «El gesto de la Muerte», un apólogo que expone el tema de la inexorabilidad del castigo y de la muerte. Se difundió, bajo la forma de innumerables versiones, en los libros de la cultura judía talmúdica, la musulmana sufí y, posteriormente, en colecciones de apólogos y cuentos, novelas, obras de teatro, ensayos y poemas en todas las lenguas y culturas.Leer más

Elogio de la menuda corajuda…

 

«La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierran la tierra y el mar: por la libertad, así como por la honra, se puede y debe aventurar la vida y, por el contrario, el cautiverio es el mayor mal que puede venir a los hombres».

Miguel de Cervantes Saavedra (1547 – 1616)

Cuarto menguante, tiempo de arar; también es tiempo de romper una lanza, de arriesgar la vida en un lance como proclamaba El Quijote; es tiempo de asfixia, dolor terebrante y penuria; y es allí donde la vemos, mezclada con los varones, menudita, estilizada, captada en la anonimia de una foto, el cabello al desgaire, el pantalón ajustado, cuerpo inclinado hacia sus sueños como en una carrera de velocidad -¡no hay tiempo, se me acaba la vida…!-; con una cruz redentora en el pecho danzando al ritmo de su determinación, con una bandera de Venezuela de siete estrellas como única y suficiente protección al vaho dañoso y costoso en momentos en que no hay comida ni un bálsamo para tristezas; el bolso en su espalda portador de un mensaje oculto, de una bomba de profundidad: nada menos que el artículo 350° de la Constitución Nacional que solo él rellena todo el espacio, no otra cosa que amor por la justicia y fundamentalmente por la libertad, símbolo del marchante con objetivo, expresión de nuestra nueva mancebez, retrato del albor de una vida, cansada de pesares y desengaños, de tropiezos y mezquindades, de migración y rechazo, de melifluas promesas y botas militares, antítesis de galeotes de un futuro incierto, preludio de la hoguera para todo disidente: seis personas fallecidas en seis días, seis jóvenes mártires y matarán muchos más; el cartucho de gas lacrimógeno a la siniestra sin parar mientes en la ardentía de sus tres dedos por el calor generado, la rabia y la impotencia hechas anestesia, reclamo y torbellino, la mirada fija en el futuro como diciendo, ¡Malvados, quiero mi país de vuelta…!Leer más

Elogio de la multiplicación y el deletreo…

 

Como un motto, cantadito y cansón escuché desde lo lejos a mi nieta de 8 años recitar a su abuela, la tabla de multiplicar. Un caletre anunciado pero necesario, pensé. De inmediato un dejo de angustia me corrió la columna dorsal y saltó a mi corazón. Sentí que mi pulso se desbocaba y se apiñaban en mi garganta. Todo iba muy bien y fluido hasta que traspasó la cota de la tabla del seis. Allí, disminuyó la velocidad del predicamento pero las respuestas eran seguras. Cuando entró a la del siete, sentí un estremecimiento, y un frío ártico me invadió las manos; en el paroxismo, sentí escalofríos y hasta me sudé. A medida que progresaba, mi angustia iba in crescendo y los segundos se hicieron minutos; una vez que ella le preguntó ¿7×8?, para mi, la verbalización de la respuesta, se detuvo en el tiempo…Leer más

Elogio de los grandes asilos…

 

Precisamente hace dos años, un día tal como hoy, recibí la llamada que había estado esperando… Vientos de intemperancia contra la libertad de expresión se respiraban en el ambiente. Se cocinaba en la opinión pública la idea de que el Diario El Universal con quien colaboraba como columnista de opinión los días domingo desde hacía 12 años, cambiaría de dueño pues había sido comprado a través de testaferros con el dinero sucio del régimen para acallar las voces opositoras y entre ellas la mía y la de otros columnistas o pugnadores del estado de cosas del llamado eufemísticamente Socialismo del Siglo XXI, no otra cosa que puro y refinado comunismo cubano. Entonces la llamada ocurrió…: en forma muy decente se me dijo que mi último artículo no sería publicado a menos que cambiara algunos adjetivos ¨inconvenientes¨ presentes en el texto. De inmediato respondí a mi interlocutor, ¨¡Primero la muerte que la deshonra!¨; le agradecí por sus atenciones a lo largo de los años, pero ya había tomado mi decisión… Saldría a la Internet con un nuevo nombre, El Uni-personal, una nueva denominación que sin olvidar al intento del opresor de silenciarme expresado en el mismo tipo de letras, simbolizara para mí y otros que fueron censurados, mi derecho personal e inalienable a la libertad de ideas, tal y como está consagrada en nuestra Constitución. Completo hoy pues 91 artículos de opinión de mayor extensión que los 1.800 caracteres a que estuve constreñido por razones de espacio en mi antigua columna dominical. Hoy libre y exigiendo respeto a mí libre albedrío, como un pájaro navego por el éter y ahora además, en este, mi blog personal –aún no concluido-. Leer más

Elogio de los millones, de los $ 2.800…, y el tonto de capirote

 

«Los pueblos, cuando llega el momento en que sienten la necesidad de

liberarse, son tan fuertes como Dios».

Bolívar

-I-

¿Qué hace que unos jóvenes encapuchados, con frágiles cascos o sin ellos, se enfrenten con improvisados escudos de cartón-piedra, algunos con mascarillas antigases de mala muerte otros con un simple trapo, a un grupo de guardias nacionales con atuendo de guerra y armas mortíferas?, ¿Qué mueve a un militar venezolano a asomar y apuntar fuera de la reja del aeropuerto de La Carlota un arma para disparar casi a quema ropa contra unos jóvenes indefensos?, ¿Qué grado de odio les han inducido sus superiores, oficiales venezolanos, cubanos o iraníes, para que disparen a sus connacionales, o es que NO son venezolanos sino soldados cubanos? Leer más

Elogio del rubicón…

 

«La política es el arte de inventar un recurso a cada nuevo recurso de los contrarios, de convertir los reveses en fortuna; de adecuarse al momento presente, sin que la adecuación cueste el sacrificio, o la merma importante del ideal que se persigue; de cejar para tomar empuje; de caer sobre el enemigo,

antes de que tenga sus ejércitos en fila y su batalla preparada».

(José Martí, 1853-1895)

El mal aire -aquel que se adquiere cuando «las personas caminan por lugares pesados donde hay maldad»-, se mezcla con la acritud del gas lacrimógeno, el sudor rabioso de los manifestantes y las miasmas que nos rodean, fantasmas del más inicuo pasado de la historia que han tomado forma y airados reclaman sus querencias…

Ha sido el nuestro, el  enfrentamiento brutal entre las tendencias antagónicas que yacen en lo más abismal de nuestro ser, tales son las dos caras de la luna: el amor y el odio, Eros y Tánatos, la maldad y la virtud, el armado investido de autoridad y el inerme que pide democracia… Dejan estos 90 jóvenes asesinados a mansalva en casi 100 días de protestas continuas, una dolorosa estela de orfandad, de oscura experiencia donde imberbes de todos los estratos sociales –tus hijos, los míos; tus nietos, los míos- luchan contra otros jóvenes armados e inflamados de odio y maldad infinitas por el verbo y la acción de cubanos entrenados para sacar lo peor de los seres humanos, incitándoles a matar al hermano que no piense igual, en una escalada que no se detiene en la búsqueda de la flama de la libertad, pues una vez que estamos, vivimos y sentimos en la barbarie, hemos de mirar hacia la creación de una sociedad más justa, hacia la convivencia pacífica, a la bondad natural de la vida.Leer más

Elogio de la incredulidad… Milagros de hospitales…


Los ojos no sirven de nada a un cerebro ciego

Proverbio árabe

 

Narrar lo vivido es vivir de nuevo y revivir el tiempo pasado… Estoy tan agradecido con la vida y de mi escogencia de la práctica de la medicina como una forma de vivir, entre otras cosas porque ser médico nos sumerge en un inacabable mundo de perplejidad, maravillas… y milagros. Milagro tiene su etimología del latín miraculum (hecho admirable), palabra derivada de mirari o asombrarse. Los milagros son para quienes los necesitan… Un milagro es la expresión tangible de Dios en momentos en que nos abruma la existencia y la angustia nos castiga. Un milagro es en sí, un hecho sobrenatural en el cual se manifiesta el amor de Dios y su presencia diaria a nuestro lado, pero la única verdad es que la Fe no necesita de milagros. Según la religión católica, el que cree no necesita ver. En Europa, cuando han ocurrido acontecimientos milagrosos, han coincidido con tiempos muy difíciles o períodos de depresión económica. En Latinoamérica se conocen informes de apariciones de la Virgen María y estatuas que lloran… Tales eventos parecen indicar entre los católicos, en quienes se ha desarrollado una subcultura deseosa de presenciar milagros y efectos de la intervención divina en el mundo, que se está en presencia de uno de ellos…Leer más

De mis crespos a mis barbas….

De mis crespos a mis barbas…

Mirando al niño de cara angelical sesenta años después… Tarjeta de Bautizo, y del estudio de José Yevara en 1941 al púlpito de Santo Tomás del Paraninfo del Palacio de las Academias en 2001, en ocasión de mi recepción como Individuo de Número de la Academia Nacional de Medicina de Venezuela.Leer más

Elogio de la muerte biográfica: ¨El mal de irse sin irse del todo¨, el mal de Alzheimer…

En memoria de mi Maestro, Profesor honorario (UCSF), William Fletcher Hoyt (1926)

Vivimos entre dos nadas, la nada de no ser y la nada de dejar de ser… No somos cuando no existimos, cuando definitivamente morimos; dejamos de ser cuando aún vivos hemos perdido toda relación con el mundo que nos rodea quedando quizá algunas pequeñas parcelas que trabajan en insuficiencia; continuamos la vida, pero nuestra biografía se ha detenido; hemos muerto desde el punto de vista biográfico, es un estado de la nada; es un estado donde hemos perdido vivencias, experiencias, conocimientos y habilidades, no pudiendo comprender adónde se fueron, dónde están, porque tampoco nos importan… Así, alcanzamos el estado de demencia (del latín: «alejado» y mens (genitivo mentis): «mente») que entraña la pérdida progresiva de las funciones cognitivas producida por daños o desórdenes cerebrales.Leer más

Mitigando el dolor que no nos duele…

«Vemos con el corazón, porque
lo más esencial es invisible a los ojos»
Antoine de Saint-Exupéry

En un editorial de mi autoría (Archivos del Hospital Vargas, 1998;40:93), me refería a un tema con motivo aquella inicua ¨Hora Cero¨ decretada por el organismo federativo que tanto daño hizo a los pacientes y a la dignidad del médico venezolano. Este segundo editorial lleva el mismo nombre. Muchas razones podrían aducirse para escribirlo, pero siempre anteponiendo el mejor interés del paciente, especialmente de aquel que cunde doquier, el más desfavorecido.Leer más

Elogio del amanecer… Damas de la noche y Khalil Gibran Khalil

Rafael Muci Mendoza

             Rafael Muci Mendoza

En mi pequeño jardín, donde leo bajo el salutífero sol de los fines de semana, artículos, libros y la poca prensa libre y democrática que aún nos queda, se privilegia ante mis ojos un complaciente símbolo de bondadosa esperanza: esta vez 67 de ellos… Son los botones de la solanácea y aromática ¨dama de la noche¨ que a borbotones se han desgajado con las primeras lluvias que el Niño malcriado ha permitido; de característica floración nocturna, reserva energías durante el día evitando el calor en espera a que anochezca para desplegar sus níveos encantos. Se marchitan casi antes de que despunte el sol, así que admirar el milagro de su inflorescencia de anzuelo es privilegio de quienes, en el insomnio de nuestras madrugadas y ante la mirada del lucero de la noche, entre las 3.00 y las 4.00 ante merídiem, observamos el estallido armiñado de sus pétalos y el suave perfume de su corazón expuesto. Un milagro de tantos que nos regala la Dios y que nos recuerda que a este dolor tan profundo y espeso que experimentamos los venezolanos sobrevendrá el bálsamo tranquilo que nos dé la paz. El Cerro Ávila celoso, se apresura, acentúa su verdor y deja oír trinares confundidos de sus pájaros multicolores para dar la bienvenida a la salida del sol, momentos en que las damas, recatadas y circunspectas, cierran sus párpados en aceptación de su efímera vida.

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Elogio del mártir y de la mesura… o mi amigo Dimas Hernández

 

Las enfermedades tienen historia, la llamamos historia natural: Se gestan, se inician, se desarrollan, progresan o desaparecen y, dependiendo de su genio, pueden autolimitarse y esfumarse, o llevar a la invalidez o la muerte. Esta historia que les es propia, permite su identificación o sospecha con solo encarar al paciente y escuchar de su boca cómo habla la enfermedad –porque las enfermedades tienen un críptico lenguaje que les es propio-; en su momento indicaremos o no pruebas complementarias, desde las más sencillas hasta las más complejas y costosas, siempre empleándolas no como una escopeta, sino como un rifle, un solo tiro y en el blanco…Leer más

La forja de la cadena del conocimiento en neurooftalmología. Un viaje desde el remoto pasado…

La forja de la cadena del conocimiento en neurooftalmología

Un viaje desde el remoto pasado…

Parte I. Sobre las hemianopsias

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Elogio del ¨lugar del diablo¨: el ganglio, ¿de Virchow o de Troisier…?

 

Elogio del ¨lugar del diablo¨: el ganglio, ¿de Virchow o de Troisier…?

 

Rafael Muci-Mendoza

 

Cinco años después de mi graduación, entre el 25 y 27 de agosto de 1966 cumplí un jalón en mi vida profesional e hice realidad un sueño; ingresé oficialmente en el escalafón universitario de la Universidad Central de Venezuela como profesor instructor. Me había desempeñado algunos meses como instructor interino, una etapa donde fui observado para conocer más acerca de mi persona y saber si servía o no para iniciar la carrera docente universitaria.Leer más

Elogio de la esperanza (redivivo y redivivo)…

 

A Fabi, el primer amor de abuelo, de su Abu… Perdóname, luego te he sido cinco veces infiel, tengo cinco amores más,

como tú, dones maravillosos de Dios…

16.06.2020

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Elogio de la herbolaria: No por ¨natural¨ inocente y efectiva… Parte 3

 

¡No por “natural”…inocente o efectiva!
PARTE VI

En las culturas primitivas, la persona experta en curaciones, a más de médico ejercía simultáneamente roles de sacerdote, profeta y creador de mitos. Siendo posible que sus logros curativos no fueran muy duraderos, al menos, en la mayoría de los casos, podía garantizar al enfermo un alivio temporario.Podemos asumir, sin temor a equivocarnos, que los mejores resultados se obtenían cuando trataba males cuyo origen residía en desórdenes de la psiquis o del comportamiento. El “paciente” de entonces era altamente sugestionable. El hombre moderno, con toda su “racionalidad”, conocimientos y tecnología, independientemente de su poder económico y social… ¡parece igualmente serlo! Hace poco visitó Caracas un “cirujano hindú”, de esos que “operan-sin operar” y le sacan a las gentes un mollejero ensangrentado de no se sabe dónde -de la manga de su camisa, tal vez- sin dejar cicatriz, causando conmoción en las altas esferas sociales, que hechizadas por una magia desbordante que el mismo Franz Anton Mesmer  (1734-1815)—el del magnetismo animal—,  hubiera envidiado, pagaron con sus verdes billetes con la efigie del General Grant sus “impresionantes” curaciones. Las ceremonias y ritos empleados, incluyendo el famoso aquel de “no cobrar por sus  servicios”, parecen beneficiar al propio enfermo, a sus familiares y allegados, y ello explica el por qué, la medicina alternativa puede ofrecer un alivio temporal, inclusive, de condiciones de severo pronóstico vital. Debo decir, sin embargo, que el tiempo perdido por el paciente con enfermedad grave, irrecuperable, es el daño mas importante que pueda infligirse a un semejante…

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Elogio de la herbolaria: no por natural inocente y efectiva… Parte 2


¡No por “natural”…inocente o efectiva!
PARTE III

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Elogio del hígado: cuando no queda sino el gancho… En tres tristes actos

 

 

Elogio del hígado: cuando no le queda sino

el gancho…

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El excepcional remedio de Maimónides… PARTE II y fin

En 1664, un oscuro viajero apellidado Gandolfi recorrió a pie toda Francia. De la narración de sus experiencias extraemos una pequeña muestra:

Ocurrióle que durante la travesía tuvo la desventura de contraer un severo caso de resfriado que le llevó a tocar las puertas de un hospital parisino. Para su fortuna, los médicos del hospicio aquel le trataron con dedicación, esmero y le procuraron lo más depurado de su ciencia y de su arte. Una vez encamado y durante todo el período de tiempo que duró la fiebre, fue sometido a un total de 22 sangrías para alivianarle su sangre corrompida y a dos enemas evacuadores por día, uno al despunte del alba y el otro al tiempo del ocaso…Leer más

El excepcional remedio de Maimónides… PARTE I

“Buenas tardes, ¿con la señora PenéloPe Sadita? Soy la secretaria del doctor. La estoy llamando a objeto de cancelarle su consulta de mañana. El doctor desea excusarse porque se encuentra engripado y en cama…” -“¿Qué quééé?” —como caballo picado de tábano, brinca la doñita teléfono allá…— ¿Engripado y en cama? ¿Precisamente hoy, el día de mi ansiada consulta? ¡Esto es inaudito e intolerable! ¡Qué desfachatez y falta de humana sensibilidad el venir a enfermarse hoy! —tenso silencio— Bueno viéndolo bien, ¿Quién querría verse con una clase de médico así, tan chimbo, que no puede prevenirse ni curarse un vulgar caso de pinche gripe, y para colmo, se toma un día de asueto golpista…?”Leer más

Elogio de mis estudios de medicina… mis crisis, mi crecimiento y mi triunfo

Dedicado con gran admiración y afecto a las promociones de médicos-cirujanos del país, 2020

Debo confesar que en algún momento de mis estudios de pregrado, sentí que mi vocación fallaba y se resquebrajaba… ¡Yo como que no había nacido para ser médico! ¿Sería que tal vez una vis a tergo [1] que me llevaba abandonado, lentamente, como el paso de la miel a través de un delgado tubo, un, ¨uno va porque lo empujan…¨? Aunque había comenzado mi contacto con pacientes desde mi primer año de medicina cuando asistía una vez por semana al Puesto de Socorro en la Esquina de Salas a ¨coger puntos de sutura¨ a borrachitos llenos de mala vida, olvido y cicatrices, prostitutas golpeadas con el cabello empegostado de sangre coagulada, o valientes maricones también abusados –los llamo valientes porque habían de serlo para luchar contra la intolerancia exacerbada de aquellos tiempos-;  o la ocasional herida en cruz para clavipunturas en el centro del pie ocasionado por un clavo herrumbroso y el miedo consiguiente al desarrollo de un tétanos.Leer más

Elogio del astro rey… un aliado menudo soslayado

 

Venezuela está ubicada en la zona cálida o intertropical geográfica; el Ecuador térmico, tomado como línea de referencia, corresponde a la isoterma de 28º C, o sea, la curva de las más elevadas temperaturas medias anuales. Desde el punto de vista geográfico, la zona climatológica tropical está limitada por los paralelos 35º de latitud norte y 30º de latitud sur. La temperatura en estas regiones es muy elevada y oscila entre cifras medias de 22 a 28º C, con máximas extremas de 34 a 40º. (Pifano, F. Aspectos de Medicina Tropical en Venezuela. Temas de Cátedra. O.B.E., Imprenta Universitaria, Caracas, 1964).Leer más

Triste el día de Vargas; triste el día del médico 2020…

 

 

Parábola de los talentos.

Mateo 25:14-18

¨Porque el reino de los cielos será también como un hombre que, al emprender un viaje, llamó a sus siervos y les encargó sus bienes. A uno le dio cinco talentos [2], a otro dos y a otro sólo un talento; a cada uno según su capacidad. Luego se fue de viaje. El que había recibido los cinco talentos fue enseguida y negoció con ellos y ganó otros cinco. Así mismo, el que recibió dos talentos, ganó dos más. Pero el que había recibido uno talento, cavó un hoyo en la tierra y escondió el dinero de su señor.Leer más

Elogio de buen paciente II… ¿Una segunda opinión para Pasible Amerced…?

Aún en estos tiempos de fácil y abierta comunicación, existe un asincronismo entre el conocimiento moderno, su adquisición por parte del conglomerado médico y el descarte de viejas e inoperantes actitudes. Algunos doctores simplificamos nuestra práctica al punto de nunca enterarnos de los nuevos avances en materia médica; otros, por enterarnos demasiado pronto, de inmediato los adoptamos, sin conceder algún tiempo para que ‘la sustancia’ se decante…Leer más

Elogio de buen paciente I… ¿Es usted un “buen paciente”? Entonces… ¡Cuídese!

¿Qué médico no ha tenido una paciente como ella…? Cuando la observé en la mesa de examen, panza arriba, medio desnuda, no sé por qué recordé una copla que cuatro en mano y con los gallos fuera de lugar, cantaba yo en mi adolescencia. “En la cabeza‘e los negros se señalan caminitos, unos cogen pa’Cariaco y otros para Cariaquito” ¡No me cabían dudas, en la barriga de Pasible, habían jugado la vieja!” Caminerías y cicatrices de longitudes dispares, cruzaban su superficie, uniéndose aquí y desuniéndose más allá, algunas de trazo limpio y seguro, otras anfractuosas, propias de una mano rápida pero descuidada, consecuencias de los diferentes órganos que a través del tiempo le habían extirpado. Para mi desgracia, mis colegas nada habían dejado que yo pudiera mandar a sacar… Para fortuna de ella todavía conservaba incólumes aquellos órganos indispensables para la vida… Aunque, o sea… que según me dijo, su riñón derecho estaba en pico de zamuro a causa de una piedra incrustada, ya no recuerdo dónde…Leer más

Invitación al Curso Combinado de Fundoscopia y Neurooftalmología 2020

 

 

La Asociación Médica “Santiago Salcedo Bastardo” y la Unidad de Neurooftalmología del Hospital Vargas de Caracas, les invita cordialmente al

Curso Combinado El Fondo del Ojo en la Enfermedad Sistémica y Neurooftalmología.

 Curso Teórico-Introductorio.

Viernes­ 6 de marzo de 2020

 

CURSO COMBINADO DE FUNDOSCOPIA CLÍNICA Y NEUROOFTALMOLOGÍA

¿Por qué el fondo del ojo? Sinopsis

Director y Expositor del Curso:

doctor Rafael Muci-Mendoza.

          Fecha de inicio: viernes 06 de marzo de 2020

Hora: 6:45 am a 8.45 am – Se agradece Puntualidad

Información e Inscripciones: Sra. Norma Dortolina, Asociación Médica «Santiago Salcedo Bastardo». Clínica El Ávila Teléfono: 0212-2761151 y Sra. Tania Alarcón Cátedra de Clínica Médica B Escuela José María Vargas 0424-20.45.64. Valor del curso profesionales y estudiantes BsS 90.000. Llevar copia del váucher.

Transferencias a nombre AMSSB. Rif—J302055490. Banesco. Cuenta corriente 0134-0343-1534-33055754

Lugar: “Clínica   El      Ávila”. 6ta Transversal con Av. San Juan Bosco Altamira, Frente a la Iglesia Don Bosco. Auditórium Radegundis Payares Piso 7.

 Estacionamiento por Avenida San Juan Bosco

Elogio de la gota… ¿enfermedad de reyes o reina de enfermedades?  PARTES I y II

 

 

 

Elogio de la gota… ¿enfermedad de reyes o reina de enfermedades?

 PARTE I

 

A mi  diestra, un querido amigo, médico mastólogo, me pregunta a bocajarro, -¨¿Qué es un tofo…? Yo nunca lo he visto…¨;¨. -¨Por el área que has escogido como práctica, es poco probable que tengas oportunidad de verlo¨, le contesto. Sin embargo, me das pie para hablarte un poco de su historia, de la podagra y de los tofos…

 Milenios de dolor y lágrimas han conferido a la gota su incontestable villanía. Quizá muy pocas calamidades corporales le aventajen en el conocimiento que de ella tienen ilustrados e indoctos. Entre los primeros destaca Hipócrates, el genio de Cos y Padre de la Medicina, que en el Siglo V antes de Cristo, le dedicó seis de sus señalados y enjundiosos aforismos resultado de la observación cuidadosa a la cabecera del enfermo, sus achaques y el entorno con el cual se relacionaba, ¡aprendamos pues de la agudeza clínica que le inmortalizó…!

 

VI.28- Los eunucos no sufren de gota ni calvicie.

VI.29- La mujer padecerá de gota sólo cuando sus reglas haya

cesado.

VI.30- Un joven no sufrirá la enfermedad hasta después de consumado su primer coito.

VI.40- En la afección gotosa la inflamación mejorará en cuarenta

días.

XI.25- El dolor articular e inflamación sin ulceración, ya sea por gota

o torcedura, en la mayoría

de los casos mejorará luego de una afusión de agua helada.

XI.55- La gota se reactiva durante la primavera y el otoño.

 

Thomas Sydenham (1624-1689), llamado el Hipócrates inglés, y quien recomendaba la lectura del Quijote, era un insatisfecho con la medicina de su tiempo, y propuso una nosografía y una nosotaxia completamente empíricas, atenidas exclusivamente a lo que los sentidos del clínico podían percibir en el cuerpo del enfermo. Desde los treinta años padeció de gota y, en edad más avanzada, de litiasis urinaria. Murió a los dos años de recibir el grado de doctor en la Universidad de Cambridge, donde había estudiado uno de sus hijos. Fue enterrado en la Abadía de Westminster

 Escarnecido en su aspecto se nos muestra al inválido gotoso como opulento, irascible, indisciplinado y glotón frente a la mesa pletórica, ya con una colmada copa de fino líquido espirituoso a la diestra y blandiendo cual pendón, una gorda chuleta de res a la siniestra, ya desplazándose con bastones o reposando su malsana y ofensiva obesidad, con una pierna al descubierto apoyada en una banqueta y mostrando un juanete tumefacto y rojo sobre en el cual parecen caer los rayos y centellas de una minitormenta desatada en el éter circundante. Por fortuna, esta imagen de las malas artes, ha desaparecido rápidamente de escena al desentrañarse la razón de ser de tan lastimosa aflicción, que de paso ha permitido un tratamiento eficaz y precoz.

El término gota deriva del latín “gutta”, reflejo del pensamiento galénico que consideraba la condición era causada por una noxa — influencia, agente, acto nocivo o pernicioso— que fluía “gota a gota” sobre la articulación. Fue asombroso comprobar siglos más tarde, que efectivamente una “garúa” de microcristales de urato sódico cae y se depositan sobre la articulación desencadenando la crisis gotosa.

Hacia la mitad del siglo XIX, Garrod llamado, el viejo, mediante un procedimiento poco preciso pero muy ingenioso, se adelantó largo tiempo al advenimiento del laboratorio clínico al determinar el aumento del contenido de ácido úrico en la sangre del paciente gotoso. La gota representa un grupo de enfermedades genéticas del metabolismo de las purinas o de su eliminación que se identifican con un aumento del tenor

de ácido úrico en el suero sanguíneo, que cuando es manifiesto se expresa en forma de una artritis aguda, depósitos de urato sódico en o alrededor de las articulaciones o cartílagos (tofo gotoso), cálculos renales e insuficiencia renal con uremia.

Aunque totalmente ajeno a ello, a diario se cumple en nosotros el impresionante rito de nuestra propia renovación, suerte de canto de alabanzas a esa maravilla de la Creación que es el cuerpo humano… Células viejas son destruidas para ser reemplazadas por otras más jóvenes y mejor dispuestas. El contenido químico de aquellas ruinas desechadas debe ser transformado para hacerlas eliminables a través de los riñones. Las purinas, presentes en el cuerpo normalmente, vienen a ser como los ladrillos con los que se edifican los ácidos nucleicos presentes en cada núcleo celular, vale decir, los componentes de aquellas estructuras donde radica la información genética y de cuyo calco, se originarán células iguales en lo morfológico y en lo funcional a aquellas otras que por obsolescencia fueron sacadas de circulación. El resultado de la destrucción constante de esas purinas, al igual que el residuo final de las proteínas animales que consumimos diariamente, es el ácido úrico cuya función biológica —si es que alguna tiene en los seres humanos— es desconocida y que constituye uno de los productos de desecho del organismo. ¡En resumidas cuentas y según parece, el ácido úrico sólo sirve sino para jo…robar!

 Cuando se produce mucho ácido úrico —por razones genéticas o durante el tratamiento quimioterapéutico de algunos tipos de cáncer, cuando hasta doce millones de células son destruidas casi al unísono-, o cuando los riñones son incapaces de eliminar la producción corporal del mismo, su nivel comienza a elevarse en la sangre —hiperuricemia-. Una vez que la concentración se torna excesivamente elevada y alcanza un punto crítico, el ácido úrico en disolución se cristaliza en forma de microscópicas agujitas especialmente en aquellos sitios donde el flujo sanguíneo enlentecido, no es suficiente para removerlos.

Estas agujas mefistofélicas se depositarán precisamente en las articulaciones y riñones causando inflamación. Al acumularse en las primeras, el resultado será un proceso inflamatorio agudo de la coyuntura misma y sus tejidos adyacentes, extremadamente doloroso, por lo que a la gota también se le llama artritis inducida por cristales. Las articulaciones más proclives a ser afectadas son aquellas sujetas al mayor trauma del uso y del abuso, y abriendo la lista se encuentra el enlace metatarsofalángico del dedo gordo del pie. Con cada pisada, la mencionada charnela puede ser sometida a una enorme presión por milímetro cuadrado de superficie y entre más obeso usted, mayor será el constante microtrauma. El dolor, como las cosas indeseables usualmente aparece sin anuncio, atacando ya al mencionado gordito (“podagra”), el codo o la rodilla, la mano o el pie. En pocas horas la articulación se tornará tan dolorosa y sensible que será incapaz de soportar aun el simple peso de una sábana. Se la notará tan hinchada y roja, que no pocas veces ha sido confundido con un absceso y hasta incidida por el escalpelo ignaro para no ver salir pus “bueno y loable… Es posible que hasta le sobrevenga un acceso febril.

Elogio de la gota ¿enfermedad de reyes  o reina de enfermedades?

 PARTE II

 

 

 

A lo largo de centurias la enfermedad ha adquirido patronazgo real y sus víctimas, por haber sido favorecidos sociales y personajes de alto coturno han sido el blanco predilecto de la caricatura y de la sátira. El pobre, por su parte, se ha valido de la gota como arma de revancha social.

Carlos V (1500-1558) fue pasto fácil de la gota, aflicción que según se asienta, merodeaba campante por los predios familiares. Tan aporreado el pobre a su encuentro quedó, que sabiamente abdicó al trono dedicándose a reparar relojes y a entretener a la nobleza local. Su hijo Felipe II (1527-1598), advertido como fue por el despliegue del tan triste espectáculo parental, al igual que el famoso paquidermo, sí, aquel, precisamente aquel, el del ingrato pueblo de Levante, decidió sus barbas a buen remojo poner, recurriendo a algo menos frágil que al mandato de la voz de su conciencia para evitar cualquier asomo de intemperancia. Hizo pues sentar a su lado a un facultativo, especie de salvavidas u “otro yo sensato”, que le protegía a cada rato de su ligereza e imprudencia, particularmente en lo relativo a las blanduras de la carne y a las tentaciones de la bebida a que son tan afectos los poderosos…

 

El 30 de junio de 1598 partió de Madrid con su séquito con destino al monasterio de El Escorial, construido entre 1563 y 1584 para conmemorar su victoria contra el ejército francés en la batalla de San Quintín. El monarca viajó postrado en una silla de manos especialmente diseñada para él, ya que la enfermedad de la gota, que le había atormentado durante varios años, no le permitía caminar.

En oportunidad anterior nos referíamos a que el gotoso suma al daño articular la acumulación de ácido úrico en sus riñones que mortifica el noble tejido en dos formas. Al cristalizarse en los ductos excretores de orina dará lugar a la formación de piedras o cálculos, que atascándose en los uréteres esos tubitos largos como pitillos que comunican sus riñones con la vejiga—, producirán el cólico nefrítico y su horrible dolor, por cierto, consuelo de feministas, pues es… ¡un verdadero parto “contra natura et laboriosus!”, pues no se verifica por vías naturales, dura más de 24 horas y hasta exige algún recurso del arte para su terminación…

Pero también, los maléficos cristales en forma de aguja o adoquín, se depositarán sobre la matriz renal (riñón gotoso), produciendo una reacción inflamatoria en cadena que terminará por bloquear y aniquilar sus unidades filtrantes (glomérulos) y no habiendo filtración la función primordial renal, la de desintoxicar su cuerpo, entonces se deteriorará hasta un punto en que la rendición de cuentas ante el Todopoderoso será un simple hecho, por envenenamiento de su sangre por la urea y otros tantos compuestos tóxicos de desecho.

La ganancia de peso en hombres cursando edades entre los 20 y 40 años es un buen índice predictivo de los que sufrirán de gota en su vida futura. Pero para no dejar las cosas de ese tamaño, también se ha demostrado que la gota se hace acompañar de cerca por la arteriosclerosis —” endurecimiento” y obstrucción de los canales de la vida: las arterias— y así, los hombres gotosos son dos veces más propensos a desarrollar enfermedad de las arterias coronarias y su complicación el infarto del miocardio, que los que no la sufren. Por tanto, además de investigar y eliminar en ellos otros factores de riesgo cardiovascular (cigarrillo, colesterol y triglicéridos elevados, sobrepeso, azúcar alto, etc.), deberá procederse a una cuidadosa pesquisa de enfermedad coronaria que hasta ese momento podría ser silenciosa… El gotoso de articulaciones deformes y destruidas, cundido de tofos y en insuficiencia renal, por fortuna no suele ser hoy día de frecuente observación. Antes bien, la mayoría de la gente ignora que sus niveles de ácido úrico están elevados hasta que la dolencia hace su debut con una crisis dolorosa. A la inversa, no todo aquel cuyas concentraciones sean supernormales desarrollará un ataque gotoso. El porqué de este comportamiento permanece en el misterio.

Varias circunstancias incrementan las posibilidades de que su ácido úrico aumente y se haga manifiesta la enfermedad, (1). Sólo una pequeña parte del ácido úrico corporal proviene de alimentos ricos en purinas. Las sardinas, huevas de peces, anchoas, mollejas, hígados y riñones pueden desencadenar un ataque en el sujeto que ya viene con un nivel de ácido úrico elevado y se encontraba asintomático, serán pues, ¡la gota que rebosa el vaso! (2). A medida que sumamos años de edad, la concentración de ácido úrico aumentará en hombres y mujeres. La causa exacta es desconocida pero quizá se relacione con el “cansancio” que ocurre en nuestros riñones como resultado del envejecimiento. En la mujer se ha observado desde antaño que la gota —y, por ende, la producción de ácido úrico— se incrementa con el arribo de la menopausia. (3). La medicación diurética empleada para eliminar agua y sales del cuerpo de personas hipertensas con insuficiencia del corazón o anormal retención de líquidos, puede elevar la concentración de ácido úrico. Reciente evidencia incrimina a estos medicamentos en la producción de la gota, particularmente en mujeres. (4). El consumo de alcohol puede inhibir la eliminación del ácido úrico. Una criolla “palazón” de fin de semana, por tanto, promoverá la aparición de un ataque en el predispuesto. Se infiere que la reducción o eliminación del consumo de alcohol es uno de los aliados del tratamiento. (5). La enfermedad renal de diverso origen, la calculosis renal y ciertos desórdenes de la sangre producidos por la generación incontrolada de células por la médula de los huesos, se ha asociado también a la gota. (6). El consumo de aspirina, sea en forma ocasional o crónica, inhibe también la excreción del ácido por la orina, por tanto, no debe ser utilizada para aliviar el dolor durante una crisis pues podría prolongar su duración. (7). El trauma físico, la deshidratación, las tragantonas, el estrés quirúrgico y como ya se vio, la obesidad, pueden también despertar la enfermedad adormecida.

Existen diversas opciones de tratamiento. En una crisis aguda, su médico podrá prescribirle uno de los hoy llamados antiinflamatorios no-esteroideos —que no son derivados de la cortisona y son de venta libre— y dentro de los cuales se incluye la indometacina, ibuprofeno, naproxeno, celecoxib y diclofenaco potásico; tienen el riesgo de producir dolor abdominal, sangrado digestivo y úlceras. No obstante, al sufriente de gota crónica, probablemente se le indique la colchicina —vieja droga de difícil obtención local—, un tipo de analgésico efectivo para reducir el dolor; y de extraordinario valor en la prevención de las recurrencias; los corticoesteroides, como la prednisona pueden controlar la inflamación y el dolor; igualmente pueden inyectarse dentro de la articulación.

Una vez que la inflamación se haya apaciguado, su médico querrá atacar la condición directamente en su raíz metabólica. Así, conducirá estudios para determinar el nivel de ácido úrico en su sangre y medir la cantidad eliminada por la orina. Dependiendo de esos resultados le indicará medicamentos llamados «inhibidores de la xantina oxidasa», limitan la cantidad de ácido úrico que produce el cuerpo bien alopurinol o, el febuxostat una droga que bloquea la transformación de las purinas en ácido úrico y que suele ser muy útil si ya existen cálculos renales o bien, medicamentos que faciliten la eliminación del ácido úrico, llamados uricosúricos, que incluyen el probenecid (Probalan) y lesinurad (Zurampic). En razón de que no todo aquel que experimente una crisis aguda de gota tendrá una o varias en el futuro, el tratamiento permanente no siempre es necesario. Además, el paciente asintomático, con uricemia elevada no necesariamente debe ser tratado, a menos que tenga antecedentes familiares de gota, calculosis renal, insuficiencia renal o excrete cantidades exageradas de ácido en la orina.

Para reducir el riesgo de nuevas crisis considere control de su peso —de ser posible mediante un programa supervisado—, evite el consumo de licor, si consume diuréticos consulte a su médico, haga dieta exenta de purinas —a sabiendas de que sólo inducirá una ligera reducción del tenor de ácido úrico en su sangre—, si por la índole de su trabajo está usted expuesto a elevados niveles de plomo ambiental, la gota puede ser una de las expresiones de la intoxicación (gota saturnina) y por tanto deben dosificarse los niveles de plomo en su sangre.

Una falsa creencia popular local atribuye todo dolor articular y aún el lumbago de una persona añosa al “ácido úrico alto”; no obstante, más probablemente los reumatismos propios de la edad avanzada sean debidos a un análogo semántico: el “ácido viejúrico”, nombre con el cual podríamos bautizar a la enfermedad degenerativa articular también llamada artrosis u osteoartritis producto en parte, del uso y maltrato que damos a nuestras articulaciones a lo largo de nuestras vidas…

 

 

 

 

 

 

 

 

Primer curso teórico combinado de fundoscopia y neurooftalmología clínica

 

Temario

1.- ¿Por qué el fondo del ojo? Introducción al fondo del ojo en la enfermedad sistémica.

2.- El fondo del ojo humano, científico y divino.

2.- Anatomía e histología del ojo que interesan al oftalmoscopista.

  • 3.- Técnica de la oftalmoscopia directa. Aprovechamiento adecuado del oftalmoscopio.

  • 4. La historia clínica en Neurooftalmología: Anamnesis: diálogo diagnóstico

  • 5. La historia clínica en Neurooftalmología: Examen clínico

6.- ¿Evalúa usted adecuadamente el disco óptico?

7.– Oftalmoscopia monocromática aneritra: reconociendo alteraciones patológicas en la capa de fibras ópticas.

  • ¿Cómo diferenciar las patologías del nervio óptico de aquellas de la retina?

9.- Mirando el cerebro a través de las malformaciones congénitas del nervio óptico.

10.- Hipoplasias del nervio óptico: Variaciones de un tema.

11.- Vasos sanguíneos y área central de la retina. Fondo del ojo de conjunto.

  • 12. Tumores de la región selar. Clínica y semiología.

13.- Lesiones elementales del fondo ocular: reconocimiento, diferenciación y significado de hemorragias, manchas, exudados, etc.

  • 14. Dónde buscar la enfermedad neurooftalmológica.

15.- Papiledema: diagnóstico precoz, cambios evolutivos y tratamiento.

16.- Pseudopapiledemas: diagnóstico diferencial del disco óptico elevado.

  • 17. Vía pupilar y sus alteraciones.

18.- Neuritis ópticas: sus relaciones con enfermedad desmielinizante primaria del sistema nervioso. Neuritis óptica en el niño

19.- Neurorretinitis, etiología y causas.

20.- Neuropatía óptica isquémica anterior: No-arterítica y arterítica.

21.- Retinopatía hipertensiva (1). Cambios propios de la fase crónica.         (2). Retinopatía hipertensiva acelerada maligna.

22– Retinopatía diabética: elementos diagnósticos, clasificación y tratamiento.

.23Correlación con la progresión de la macro y microangiopatía.

  • 24. Parálisis de nervios óculomotores.

25.- Embolismo cerebro-retiniano: causas y consecuencias.

26.– Obstrucción de la vena central de la retina, tronco y ramas

25.– Atrofias ópticas. Su diagnóstico mediante la oftalmoscopia aislada.

  • 27. Compromiso supranuclear de la motilidad ocular.

28.– Modificaciones del fondo del ojo en las enfermedades adquiridas del tejido conectivo (lupus sistémico y otras).

29.– Expresión fundoscópica de las principales hemopatías.

30.– Fondo del ojo en el sangrado subaracnoideo

31.– Síndrome de inmunodeficiencia adquirida.

32.– Manifestaciones oculares de las facomatosis o genodermatosis.

33.- Neuropatía óptica glaucomatosa.

Un elogio y un adiós al Maestro Puigbó (1925-2019)…

 

 

La muerte es una vida vivida. La vida es una muerte que viene. Jorge Luis Borges (1899-1986).

 

Cierto día, en medio de una mañana esplendorosa de cielo muy azul y fría temperatura, reminiscente de la navidad pasada, frente al costado este de la Iglesia de San Francisco, surgió ante mi vista un frondoso mamonero macho… Me dio por pensar, ¡Tan fornido como infértil! Muchos alcanzan edades avanzadas fatigados para solamente esperar su sino, pues creen que su misión se ha cumplido y cierran el libro de sus vidas porque su fertilidad parece haberse agotado. ¡Ah malaya! Pero, existen hermosas excepciones…

La Academia Nacional de Medicina a lo largo de decenios se ha nutrido del ejemplo y de los frutos del trabajo y de la producción científica de sus académicos. Ellos han sido el sextante, la brújula y la rosa de los vientos para definir el rumbo de generaciones posteriores y el faro que nos ilumina para guiar nuestras acciones y llegar al buen puerto de la verdad. Hoy día hay quienes pontifican que es una institución muerta, tanto como están sus asociados y la Gaceta Médica de Caracas, la revista biomédica más antigua de Venezuela que no tiene ningún impacto en parte alguna…

La figura del Maestro y amigo de todos, doctor Juan José Puigbó, Individuo de Número, Sillón XL, se erigió como paradigma y ejemplo, y su recuerdo nos invita de continuo a transitar su senda y continuar adelante para llevar siempre a la Academia en pos de sus mejores destinos. Su figura y su bonhomía se alzaron como sinónimos de compromiso, como ícono de pasión creadora, de meditación, de erudición y del amor por el academicismo que deja siempre, como huella indeleble, impreso en sus actos creadores; un comportamiento señero en permanente ebullición implícito a su excepcional personalidad.

Se nos fue el doctor Puigbó, un día durante el sueño fue llamado como un pagaré, vencido y sin protesto, pero nos deja su legado de sabiduría, memoria excepcional y experiencia acumulada de polímata, término que viene del griego polimathós, que quiere decir «el que sabe muchas cosas». Fue un polímata, pues, respondió al ideal renacentista del Homo universalis o erudito de amplio espectro, una persona que sabe de todo y en profundidad.

Se enfrentó al único enemigo capaz de derrotarlo, ese titán invencible: el tiempo, al cual trató de distraer porque cuando aparecía su último libro, tenía otro bajo la manga. Comprendió que la vida jamás debía detenerse más allá de las circunstancias históricas imperantes, a menudo adversas, como el fallecimiento de su querida Alicia y el mal demencial que la envolvió, permitiéndole apenas si retener arias operáticas cuando todo su pertrecho cognitivo se había evaporado por completo, cuando su cerebro era reemplazado por placas neuríticas de beta-amiloide y ovillos interneuronales de enrollados filamentos de proteína Tau citoesquelética…

Recuerdo una vez que me encontraba en un banco, y por casualidad oí a una secretaria explicar a una cliente de edad avanzada las ventajas de un depósito a plazo fijo. Cuando oyó que su dinero estaría ¨bien guardado¨ durante dos años, la anciana protestó:

¨ ¿Dos años?, a mi edad jovencita ni siquiera compro plátanos verdes¨.

Cuando Puigbó tenía 90 años y habiendo quedado viudo por algún tiempo, decidió mudarse a una nueva casa. No sólo mudó su extensa biblioteca, sino que contrató una bibliotecaria para que organizara sus libros como si su fin no estuviera cerca, como si nunca hubiera de morir… porque curioso y obstinado, él vivía sus días intensamente y no tenía tiempo para pensar en finales…

Hombre bonachón, de buen talante, lúcido verbo, sabiduría universal, de bonhomía desbordante, gran capacidad de labor, escritor fecundo, mejor amigo y consejero en momentos difíciles. Harto de conocimientos compartidos con bondad, corpulento, decidor y contador de deliciosas anécdotas que iba hilando sin pausa hasta completar un tapete de profunda y hermosa urdimbre. Su alma de niño asombrado traslucía con cada descubrimiento que hacía. El filósofo, el cardiólogo investigador, el ensayista, el cultivado de la ópera y de la música clásica, el coleccionista de libros que con fruición atesoró, leyó y compartió, viajero trashumante…

Como un Atlas llevó sobre sus hombros la bóveda celeste de sus innumerables pasiones, y cuando, fatigado por el trajín existencial, el cabello escaso, la respiración corta y fatigosa y las fuerzas debilitadas, reclamaban el descanso, para pena de todos, la muerte vino a su encuentro para despojarle de tan pesada carga…

Lo hubiéramos querido para siempre, pero de haber sido así, nosotros tampoco estaríamos pues en el mundo de los inmortales no hay lugar para los mortales. Ya los griegos, en el mito de Titono mortal, contaban que Eos o Aurora –en la mitología latina-, le había pedido a Zeus que le concediera la inmortalidad a su enamorado, pedido que el padre de los dioses concedió. Sin embargo, a la diosa se le olvidó pedir también la eterna juventud, de modo que Titono fue haciéndose cada vez más viejo, encogido y arrugado, hasta que se convirtió en cigarra,  o según otras versiones en grillo. Así, cada vez que Aurora se despierta por la mañana y llora, produce el rocío con sus lágrimas y el pobre de Titono de las mismas, sacia su sed … Según una antigua creencia cuando le preguntan qué desea, el pobre de Titono responde en latín: Mori, mori, mori que significa morir, morir, morir

Acogimos con beneplácito el placer de su amistad, los frutos de su intelecto y siempre agradeceremos su presencia, sus comentarios siempre lúcidos, su orientación, sus consejos y el mensaje afirmativo de la fertilidad del intelecto, que no se extingue con los años…

 

¡Lo que yo me hubiera dicho a mí mismo!

 

El próximo viernes 07 de febrero de 2020 a las 8.30 am en el Auditorio Herman Wuani de la Escuela de Medicina ¨José María Vargas¨, dictaré la clase magistral de despedida a los estudiantes de medicina que han concluido su carrera médica y que he intitulado, ¡Lo que yo me hubiera dicho a mi mismo…!

Están todos cordialmente invitados

Elogio del síndrome del paciente devuelto…

 

Elogio del síndrome del paciente devuelto…

   Siempre quise llamar la atención de las injusticias que se cometían en mi hospital. Todas cayeron en el saco roto de la indiferencia. Viene a mi memoria una viejecita margariteña quien presumiblemente presentaba una nefropatía obstructiva que entonces requería una urografía de eliminación, el examen que supuestamente era el indicado. Tres veces se sometió a la paciente a un enema jabonoso para limpiar su intestino y tres veces, pero siempre fue devuelta del servicio de radiología sin que pudiera realizarse y fue egresada; nunca más supe de ella, pero todavía me corroe el sentimiento de culpa… Ello motivó el que escribiera un artículo que fue publicado en el Diario El Nacional de Caracas del domingo 12 de agosto de 1985, sin que tuviera ninguna resonancia entre médicos de la institución u otras, ni personas lectoras del periódico.

No obstante, periódicamente enviaba escritos al diario que eran publicados. Aunque eran otros tiempos de libertad, también eran tiempos de indiferencia: ni el director del hospital, ni los jefes de servicio ni mis colegas se abocaron a apoyar mis reclamos y, mucho menos, investigar ni ofrecer una solución… Tenía que existir una causa que fuera la responsable de todas las consecuencias…

Lo publico tal como fue publicado precisamente, un día domingo hace 34 años; por supuesto, las condiciones del país han cambiado para muy mal y estamos sometidos a la humillación permanente a que nos han sometido la pandilla criminal que mantiene el país secuestrado y en la indigencia…

  • Imagínese usted sentado frente a su médico. Aquél, con el ceño fruncido revisa su historia clínica y con grave voz le comunica que debe ser sometido a una intervención quirúrgica por una condición clínica que puede poner en peligro el disfrute de su vida o aún llevarle a la muerte. De inmediato, usted se prepara psicológicamente para la inminente situación.

Echa mano de todas sus reservas psíquicas para vencer el temor al dolor, a la mutilación, al miedo de nunca más despertar de la anestesia, en fin, al diagnóstico definitivo, al nunca retorno…. Ya está usted en la camilla, en la antesala del quirófano esperando su turno para ser intervenido. Sólo una bata arrugada, un ridículo gorro y unas botas extrañas cubren su anatomía. Usted espera, vigilante pero atontado por el efecto de la medicación preanestésica. El tiempo parece haberse detenido… y de repente, usted es sacado de la sala de espera y llevado de vuelta a su cama sin haber sido intervenido, y sin ninguna explicación. ¿Y qué tal si esta situación se repitiera en más de una oportunidad?

 Hace ya algunos meses, en un noticiario de una conocida televisora comercial de esta capital, se daba a conocer el drama -verídico o no-, de un paciente recluido en uno de nuestros hospitales docentes, que había sido llevado en varias ocasiones al pabellón de cirugía, siendo devuelto del mismo otras tantas por causas diversas, desde sus mismas puertas, sin que se le realizara la intervención proyectada y supuestamente necesaria. Ante su impotencia y sintiendo el terror que produce la posibilidad de la cercanía de la muerte, no le quedó opción diferente a la de recurrir a ese medio informativo como una peculiar manera de presionar en la realización del tratamiento que consideraba salvador e indispensable.

Es esta, sin lugar a dudas, una de las máximas expresiones de lo que he dado en llamar el “síndrome del paciente devuelto”, que en forma endémica y a lo largo de los años, se ha aposentado a sus anchas en la gran mayoría de nuestros hospitales públicos, sin que le reconozcamos o prestemos la importancia que se merece por acompañarnos en el diario trajinar como la sombra al cuerpo.

El origen o etiología de este síndrome iatrogénico, infamante y vergonzoso, está centrado en la indiferencia ante el dolor ajeno, la falta de amor por el prójimo sufrido y por el trabajo comprometido y la noción por demás errónea, de que el paciente “está recibiendo un favor, y debe comprender…” Por supuesto que, para su entronización, difusión y proliferación requiere de un medio o terreno propicio, crónicamente viciado e indiferente al dolor, pues sólo se le observa en los hospitales estatales donde el paciente “a nadie pertenece”.

Se describen, sin embargo, casos muy esporádicos en clínicas privadas, donde el paciente sí tiene su médico que sabiendo que debe velar por su clientela, suele protegerlo con ahínco. Estos casos, excepcionales, casi siempre tienen su explicación en acontecimientos de fuerza mayor que usualmente son rápida y favorablemente enmendados.

Su razón epidemiológica es la de una endemia “tácitamente aceptada”, interrumpida con mucha frecuencia por brotes epidémicos donde demuestra un desbastador genio de mayor o menor duración e intensidad, en curiosa dependencia con la proximidad de estallidos huelgarios o de períodos vacacionales (Semana Santa, carnavales, navidades, y “puentes” de toda laya), donde en el “argot” hospitalario se habla de la existencia de un “piloto automático” que toma por esas épocas, los comandos de la institución ante la desaforada estampida de su personal.

Por ser un problema cotidiano, donde no existen responsables ni sanciones y donde todos estamos en alguna forma comprometidos, el virulento y contagioso “éter” penetra todos los niveles nosocomiales, a la vez que alcanza un amplio espectro de variantes clínicas. En sus formas leves se traduce, por ejemplo, en que el infortunado enfermo hospitalizado “pierda su cita”, bien sea porque el médico tratante olvidó asentar por escrito la indicación en la historia médica, o porque no se realizó la preparación adecuada, o porque la enfermera pasó por alto la remisión a otros destinos, o porque no fue posible hacer que los camilleros vinieran a recoger al desdichado con la antelación requerida…

Pero sí por ventura, éste llegara a tiempo al sitio y hora convenidos, otros sinsabores podrían estar aguardándole. Puede suceder que el médico consultado no haga acto de presencia ese día, o que el radiólogo competente para esa exploración esté de vacaciones y no haya quien le supla, o que se fue el agua, o se dañaron los equipos, o estalló una tubería de aguas negras en el mismo recinto del pabellón de cirugía, o no había ropas adecuadas para vestir al cirujano o al paciente, o se dañó el aire acondicionado… Formas más severas incluyen la preparación previa del paciente para ciertas exploraciones o intervenciones: ayuno prolongado, ingestión de pócimas, enemas evacuadores repetidos, inyecciones, rasuración de estratégicas áreas anatómicas, ordenación de nuevos exámenes subalternos que no van a aportar ninguna información decisiva, devolución desde las consultas y aún del mismo pabellón quirúrgico, etc.

Todos estos inconvenientes se traducen entre otros, en un sufrimiento innecesario (dolor físico o dolor psíquico) no siempre apreciado por el médico, progresión de la historia natural de la enfermedad dejada a su evolución “casi espontánea” por períodos variables de tiempo, dilación en la toma de decisiones o en la intervención necesaria, prolongación de la estada intrahospitalaria en desmedro del racional aprovechamiento de la cama para otros pacientes y elevación del coste de cama por día.

 La sintomatología que lo acompaña. comúnmente no es tan sonora como la del paciente descrito al inicio de esta nota. Manifestaciones clínicas “a bajo ruido” son la regla. La gran mayoría de las veces el paciente regresa a su sala, o a su casa en lo alto de un cerro, luego de haber ascendido incontables peldaños, frustrado y cabizbajo, casi enmudecido pero resignado, oyendo el ¿qué pasó?, fallido y desolado de sus médicos tratantes, o de sus inmediatos allegados, seguido del plañidero, “ahora habrá que esperar quien sabe cuántos días -¿meses?- para lograr otra cita”, y mientras tanto…

 Las complicaciones del síndrome no guardan espera y divergen en tres vertientes que incluyen al propio paciente, el personal médico y paramédico y al estudiante de medicina. En el primero varían desde diversos grados de morbilidad física o moral hasta el mismo óbito. En los segundos, suele presentarse como un “fenómeno de adaptación negativa”, según el cual los sentidos se embotan, las jerarquías clínicas pierden vigencia, el alma se envilece, deja ya de sentirse el dolor ajeno como propio y la situación es aceptada como “normal” o al menos como “corriente”. En los terceros, la irresponsabilidad “peloteada” entre sus maestros y la institución, les es dada en herencia maldita, al igual que la despersonalización o “cosificación” del enfermo, el endurecimiento ante la tragedia ajena, y “esa agresiva ligereza” que muchas veces tiñe de vergüenza el acto médico.

 Las causas perpetuantes del morbo radican en el absoluto déficit de organización de nuestros hospitales, que va mucho más allá de la carencia física o de la inexistencia o deterioro de aparatos simples o sofisticados. Esas instituciones nunca han funcionado alrededor del paciente como principio y fin de sus existencias y del acto médico en sí, sino que son pesadamente arrastrados en el tiempo por una “vis a tergo” cada vez más retrogradante donde no hay veredas ni metas. Nada funciona bien porque la institución hospitalaria así se lo haya propuesto. Nada de control de horarios o de adjudicación de funciones. Lo que aún marcha, o marcha a medias, tiene su explicación en que algún “excéntrico” siente la ingente necesidad de hacer las cosas lo mejor que pueda con lo que tenga a la mano, y de paso, dar un ejemplo con su acción.

El tratamiento primerísimo o profiláctico radica en la información y educación del paciente mismo sobre los derechos que le asisten, partiendo de que la preservación, mantenimiento y restitución de su salud, no es ni puede ser un “acto de beneficencia” como se cree aún en nuestras administraciones de salud en vías de subdesarrollo, sino que es un derecho constitucionalmente consagrado. Desafortunadamente, el mal aventurado enfermo, que nunca tuvo nada, se siente ya contento con un techo donde cobijar su dolor, una cama donde dormir, tres comidas al día, algún alivio a su sufrimiento y todo lo acepta pasivamente, aún la misma desaparición física…

El tratamiento curativo no puede ser otro que la extirpación radical de la calamidad, incluidas sus metástasis. El vigilar que todo funcione adecuadamente y en función del necesitado, y el que cada cual esté en el sitio que le haya sido asignado y con el cual adquirió un compromiso -no-impuesto, y de no ser así, echarlo fuera, ¡donde corresponde!, no importando su “color” político o la importancia de sus “padrinos”. La fijación de responsabilidades y la aplicación de sanciones, hechos tan extraños a nuestra realidad nacional actual, claman por sus fueros y no pueden ser postergadas indefinidamente.

Y para terminar, una plegaría final por la erradicación del síndrome, por la consecución -¿utópica?-de “una sola medicina”, donde la acción médica y paramédica no supedite su calidad ni enajene su efectividad al son del mejor postor. Que, como orfebres de antaño, los médicos de hoy sintamos, antes que nada, satisfacción y orgullo por el “arte final” que signa nuestro ser y nuestro hacer: La ayuda al sufrido, cualquiera que sea su posición social o económica, tipo de enfermedad o desenlace final de su dolencia, teniendo siempre presente y aplicando estrictamente la “ley de la madre”, precepto obligante mediante el cual nunca debemos hacer a un paciente lo que no haríamos a ella. Que todavía nos embarque la necesidad de realizar nuestro oficio con lo mejor de nuestras aptitudes y lo más acabado que nuestro arte nos permita, para así poder cumplir con la cuota de participación que nos corresponde en el proceso de desarrollo de nuestros hospitales, de nuestra sociedad y de nuestra medicina.

La conjura de la industria ¿cómo vender la enfermedad? Parte II

Primero, No Hacer Daño

La conjura de los remedios o ¿para qué tantas medicinas?

Chismes del pasado dan cuenta que Charles II de Inglaterra, Escocia e Irlanda (1630-1685), en el trigésimo séptimo año de su reinado, ocurrióle que cuando era afeitado de improviso emitió un sonoro grito y se fue al suelo cuan largo era mientras era sacudido por convulsiones. ¿Qué hacer? ¡Él no podía imponerse sus propias manos!

De acuerdo a los conceptos médicos imperantes en su época, era mandante sacar la enfermedad recién aposentada por cualesquiera orificio, natural o antinatural que existiere o fuera necesario crear… Y así, fue tratado por doce desesperados galenos, quienes aplicaron toda su sabiduría sobre la humanidad de su alteza real, pues mientras más poderoso uno sea, más médicos meterán su cuchara en el caldo corporal en que uno se transforma…

En las memorias de uno de ellos, un tal doctor Scarburgh, se da cuenta de los particulares de la singular “cura” a que le sometieron o más propiamente, de sus dieciséis martirios, sin que hayamos podido identificar cuál de ellos le dio el ‘coup de grace’ al desventurado monarca… (1). Sangría. (2). Incisión en el hombro y aplicación de ventosa para extraerle ocho onzas adicionales de sangre. (3). Administración de un vomitivo y un purgante. (4). Segunda purga. (5). Colocación de una lavativa antimonial. (6). A las dos horas, repetición del enema con un purgante. (7). Rasurado del cabello y aplicación ‘in situ’ de un vejigatorio. (8). Polvo para estornudar con la finalidad de “energizar su cerebro”. (9). Catárticos repetidos a frecuentes intervalos. (10). Paños sedativos con licor, agua de cebada y almendras dulces a intervalos regulares. (11). Emplasto de vino de Borgoña y estiércol de paloma aplicado en los pies. (12). Continuación de sangrías y purgas. (13). La condición del soberano empeora —¿Cómo? ¿empeora…?— Se administran cuarenta gotas de extracto de cráneo humano. (14). Medicación con piedra de bezoar. (15). Se le receta antídoto de Raleigh —una poción contentiva de enorme cantidad de hierbas y extractos animales— (16). ¡E pur si muove! ( “¡y sin embargo se mueve!”), dice uno de los matasanos parodiando a Galileo Galilei y le administra otra dosis de antídoto de Raleigh aderezado con julepe de perla y amoníaco… ¡Grande finale!

Yo le pido su indulgencia, desprevenido lector, por la larga lista que le di a leer… ¡Da a uno en qué pensar! Pero seguramente usted cree que  esto ya no ocurre… Ojee cualquier receta de nosotros, los médicos “modernos” que “cuidamos” de su salud… ¡Nada que ver! ¿Qué dirán nuestros colegas, por ejemplo, y para no exagerar, en el año 2155? Posiblemente, ¡Qué clase de solípedos eran aquellos! Forrados de cencia” trataban las enfermedades por las ramas, pues con limitadas excepciones, no sabían ni qué las producían creando hasta otras peores que el paciente no tenía cuando llegó a confiarle sus cuitas… Y si nosotros, profesionales en el arte de curar no lo hacemos ni tan bien, ¿Qué queda para los ignaros que tratan de emularnos?

 Lamento tener que echarle a perder esa detestable afición que usted comparte con muchos otros legos en la materia esa de recetar a otros  semejantes por el sólo hecho de que usted cree que eso es facilito y de que esa medicina le hizo bien a usted… Créame amigo mío, que cada vez que me siento en mi escritorio (sin., trinchera) con mi bolígrafo a la diestra (sin., misil Patriot) me acuerdo de lo que “viejo” maestro Henrique Tejera Guevara  (1889-1980), decía a los recién graduados de aquellos viejos tiempos, “Doctor, empadrone su título!”, y me tiembla el pulso al momento de escribirle una prescripción, y sólo pienso en lo sencillo que es para los miles de mis conciudadanos que a troche y moche se dedican al cultivo de este cuasi-deporte nacional de recetar de todo… a todos.

 

Así que le parecerá extraño que le diga que mientras más conocimientos tenemos y más hemos visto, más inseguros nos sintamos durante el sublime acto del recetar… Yo, por ejemplo, no he olvidado la terrible lección de la talidomida, que dejó esa retahíla de muchachitos focomiélicos sin bracitos ni piernitas como las focas… Era el producto “ideal” para combatir los nervios de una mujer embarazada por su “carencia” de efectos colaterales… Tampoco olvido el reciente “affaire” del aminoácido L-triptófano expendido libremente en tiendas “naturistas” con el pretendido mote de hipnótico natural, el que le evitaba a usted emplear somníferos… Ahora resulta que produce un desorden orgánico llamado síndrome de mialgia y eosinofilia, que no le voy a explicar qué es, pero puedo decirle que es responsable al menos de cinco muertes y que podría continuar importunándole un largo rato después de que usted haya dejado de ingerirlo… ¿No le digo que “patentados” y productos “naturistas —¿quién dice que lo son?—, son componentes del mismo imperio multimillonario que nos induce a tomar medicinas para prevenir enfermedades que aún no tenemos..? Vitaminas, laxantes “naturales”, lecitina, aceite de pescado, ginseng, fuentes de la eterna juventud…

 No hay dudas de que hay enfermedades que necesitan de medicamentos para su control, pues sin ellas, el paciente podría morir, sufriría inútilmente o tardaría mucho tiempo en reintegrarse a una vida activa y feliz ¡No existe discusión en ello! ¡Yo no soy partidario del nihilismo terapéutico!, pero el mayor porcentaje de pacientes que asisten a mis consultas no tiene nada que no pueda sanarse sólo, quizás con unos días de reposo, o más importante aún, con un cambio en sus hábitos de vida, un ajuste en la ruta… Pero no el golpe de timón —a la caja de seguridad de las arcas públicas— que pretendía hacer aquel gobernante enamorado, sino un verdadero cambio en su vida… Pero el paciente

parece estar frente a usted diciéndole, ¿A quién? ¿A mííí? ¡Qué va, oh! Déjeme con mis tragos, mis cigarrillos, mis comidas malsanas y mi colesterol y mi sedentarismo, y váyase a freír monos y a aconsejar al padre de sus hijos… ¡Yo vine aquí por una receta y sin ella no me iré!

El pobre iluso cree que ese lento cavar de su propia tumba, o peor aún, eso de estar continuamente comprando boletos para la rifa de una hemiplejía o de un infarto del miocardio puede remediarlo con medicamentos ¡Ja, ja, ja! ¡Qué bo…luntad! Pues bien, mi querido amigo, déjeme decirle que usted está equivocado de metra a metra. Usted, al igual que yo, somos objeto de un manejo, de una conjura, de una conspiración de las casas farmacéuticas para que nos mediquemos por nimiedades. Su negocio es redondo, pues se nutre de su imbecilidad tanto como de la mía, tratando es cierto- enfermedades producidas por la naturaleza… pero también otras que sus tósigos producen, para las cuales habrá que emplear otros venenos parecidos y así sucesivamente…

Nuevamente, sentado en mi trinchera con mi misil Patriot abandonado al desgaire en mi escritorio, miro a hurtadillas el sapiente libro “Side  effects of Drugs” no precisamente regalado por un laboratorio farmacéutico—, ubicado a mi siniestra como recordatorio de mi flaqueza farmacológica me pregunto: ¿Qué le indico? Este parroquiano vino a salir con una receta en su bolsillo y de no dársela, dirá que soy un ignorante, que no sé qué es lo que tiene, o que le robé sus reales. ¡Nada de eso! —pareciera decirme—, a un médico se viene para que le recete a uno. ¡Ya él verá qué hace! No se le paga para que hable pendejadas y le dé a uno consejos pues para eso están los rabinos, los ministros y los curas. Bueno —pienso yo mirándole — ¿qué voy a hacer? Tendré que recetarle… Pero, ¿qué?, si hasta la aspirina, los antiácidos y aún las vitaminas pueden producirle a este tipo amarguras futuras… a este tipo que está sano pero que se siente enfermo… Después de ofrecerle por cuarenta y cinco minutos las razones por las cuales no le voy a recetar, el sujeto insiste – “¿Y es qué no me va a dar nada…? ¿Es que usted no me toma en serio?” -“Okey, le voy a recetar una aspirina infantil un día sí y otro no…”.

Con cara de hereje el sujeto se despide y yo me quedo pensando, ¿qué efecto secundario le producirá una aspirinita a este semejante en particular? ¿la tolerará bien? ¿se irá la pastilla a embochinchar con esas otras porquerías que ya viene tomando desde antes? ¿su hígado y sus riñones podrán detoxificarla y eliminarla con prontitud? ¿le dañará el estómago, la vista, el oído o el olfato? ¿y si le da dengue hemorrágico? ¿y qué tal si la medicina le cae bien y en este país, sin gobierno ni nadie a quien le duelen los demás, se le ocurre continuar tomándola indefinidamente…?

El timbre del intercomunicador me saca de mis cavilaciones…

Es mi secretaria quien muy dulcemente me dice, “Otro vivo p’al corral doctor, ¡el señor Godínez tiró la puerta y se fue sin pagar…!”

Adendum

  • Y es que la sed de lucro parece ingénita a los comerciantes de la salud. Antes de seguir adelante, mostraremos algunos ejemplos paradigmáticos concernientes a el deseo, que va con la riqueza, de que todos nos creamos enfermos aún cuando no lo estemos… Un ejemplo es la antigua ¨colitis¨, hoy trocada en ¨síndrome de colon irritable¨… Y el dinero está a la orden para comprar tu opinión y tu receta…

La conjura de los remedios o

¿para qué tantas medicinas?

 PARTE II

 

Muchos pacientes y colegas me acusarán de nihilista, de mostrar vergonzoso escepticismo sobre la eficacia y seguridad de muchas de las drogas que uso, de que todo lo curo mandando a la gente a hacer ejercicios y a moderar sus excesos… ¡Quizás tengan razón! Mis ‘verdades terapéuticas’ de recién graduado de cutis lozano, las he transmutado ya tantas veces por ‘nuevas verdades’ a lo largo de estos treinta años de trajinar el camino…, que mucho me temo seguiré cambiándolas y reformándolas hasta el cese total funcionamiento de mis lóbulos frontales. ¡Qué más me da mí que soy un caliche! De lo mismo probablemente acusaron a los alumnos de Avicena (980-1037), el eximio médico árabe, el Príncipe de los Médicos, luego de observar a su maestro introducirle un vulgar piojo Pediculus capitis— a un presumiblemente prostático por el meato uretral, para aliviarle de una retención urinaria aguda. Guy de Chauliac, el eminente cirujano francés del 1300 y médico de los papas de Aviñón, también empleó con tino truco tan singular… Y de paso, yo también me adheriría a este procedimiento del estrés uretral por el hemíptero, de encontrarme ante una vejiga repleta, de repente y solitario con mi ineptitud, desprovisto de una sonda de Nélaton en la Medicatura Rural de Samariapo

Egoístamente hablando, no crea que el drama del anciano no deja de preocuparme… Habiendo ya cruzado la esquina de la cincuentena, me veo arribando raudo a mi vejez que, aunque ha de llegar porque sí, he tratado de que no se refleje tanto en mis funciones orgánicas llevando una vida reglamentada y saludable, con un mínimo ocasional de medicamentos y aderezándola con un poco de trote, porque si no lo sabía, vejez es casi equivalente a enfermedades crónicas, y si así se define, para la mayoría ello significaría que deberemos tomar medicamentos para contrarrestarlas… Mas, hay una enorme evidencia acumulada que indica que el consumo superfluo de medicinas asciende en directa relación al desarrollo del país y a la edad que usted vaya acumulando… Lo que asegura que a los viejitos se les administrarán drogas innecesarias; bien porque el diagnóstico que sustenta su indicación ha sido apresurado y erróneo; bien porque no se haya  demostrado que algún tratamiento aliviará esa condición determinada; bien porque se prescriba una droga peligrosa cuando otra menos dañina podría emplearse con éxito; bien porque podría indicarse una dosis más pequeña que brinde similares beneficios, sin mayores inconvenientes…

  Decía el maestro Francisco Antonio Rísquez (1856-1941), (el “viejo Rísquez” como era cariñosamente llamado), “mitad de dosis, mitad de efectividad” como queriendo decirnos: Pruebe primero con poco, vea qué pasa, e incremente de ser necesario…Atisbaba tal vez el problema aún peor de la polifarmacia, o una medicina para cada dolencia, múltiples drogas para tantos achaques que aquejan a un anciano y los cuales, muchas veces intolerantes, exigen una cura particular. Imagínese usted, una píldora para la tensión, otra para el reuma, aquella otra para la infección urinaria, esta tableta para los gases y la rosada para la memoria, un supositorio para el estreñimiento, esta inyección para la libido, esta cápsula para la diabetes, una para orinar con facilidad, junto con estas otras para la retención de líquidos y el ácido úrico alto… ¿Consecuencias? ¡Me huele a reacciones adversas! Sea a una droga en sí o a la interacción ocurrida entre unas y otras que generalmente no son reconocidas como tales ni por el médico ni por el paciente.

El epílogo tantas veces repetido, es que para un nuevo síntoma(s) –efecto colateral de alguna de ellas-, surgirá un nuevo medicamento e imagínese ese caldo gallego bioquímico circulando por la sangre del provecto, golpeando aquí y pateando allá inclemente, los ya cansados órganos, sistemas y aparatos… Entre las drogas más a menudo prescritas a los pacientes de edad se encuentran los tranquilizantes mayores y menores, las de acción cardiovascular y las de efecto gastrointestinal. Las primeras son quizás, las que más producen víctimas entre la población añosa (y en muchos adultos y jóvenes también). Particularmente indicados para el insomnio, existe suficiente evidencia de que ya no serán tan efectivos al cabo de pocas semanas, creando, por tanto, sólo dependencia química y hasta trastornos de las funciones cerebrales superiores -especialmente en la memoria-, atribuidas entonces a la senectud. Por su parte, la hipertensión arterial y las enfermedades del corazón son muy comunes en el anciano, pero de nuevo se hace presente en ellos una exagerada prescripción en situaciones donde no sería

necesaria una droga tan potente o a tan elevada dosis. Por último, la categoría de drogas de efecto digestivo incluye entre otras, las empleadas en el tratamiento de los ‘gases’, que son totalmente inútiles, siendo que quizás podrían prevenirse si se hicieran comidas ligeras cuatro veces al día, se aumentara en ellas el contenido de fibras y se masticaran los alimentos sin prisa y con diligencia.

Nuevamente se me podría tachar de exagerado… La Organización Mundial de la Salud (1985), al discutir el problema de los efectos adversos de los medicamentos en el anciano, asienta que “muy a menudo, la historia clínica y el examen de pacientes que han desarrollado efectos secundarios revela que no había una indicación válida para la droga en cuestión… Las reacciones adversas podrían en gran proporción ser evitadas en el anciano, escogiendo drogas seguras y efectivas y aplicando principios terapéuticos establecidos al hacer la prescripción, tales como (¡Ahh, el viejo Rísquez otra vez!) comenzar con una dosis baja, observar al paciente frecuentemente y evitar la excesiva polifarmacia. Dicho en otras palabras y de acuerdo a los expertos, los ancianos que sufren reacciones adversas a las drogas son a menudo víctimas de medicinas que no tenían en ellos una indicación válida. Un frecuente reflejo condicionado, ¡Prescribir por prescribir; prescribir por complacer!, diríamos nosotros.

Una regla práctica que no debemos olvidar es la de que cualquier síntoma puede ser producido o empeorado por una droga por más inocente que parezca y que ello es más cierto en el anciano. Pero tantas veces los médicos subdesarrollados nos sentimos inculpados ante la pregunta del paciente y dictaminamos en tono omnipotente: “En mi experiencia, ¡No tiene nada que ver… sígala tomando!) (prrrr… ¡trompetilla para tí!), pero por fortuna, el paciente no es pen y dejo lo demás, hace mutis, y ya no la toma más. Las clases más humildes y menos enteradas pagan el mayor peaje al gustar de esas extensas recetas, escritas a ambos lados del largo récipe, donde se duplican o triplican medicinas para un mismo fin, suerte de “tiro e’chopo” capaz de acabar con cualquier indisposición, y de paso con los magros ingresos y con el paciente mismo… ¿Y qué me dice usted de los nuevos medicamentos? Si usted no los conoce o no los receta, sus pacientes y colegas le verán con malos ojos. ¡El que llegue de último es pupú de perro!, decíamos en el recreo en el Colegio La Salle de Valencia que me vio hacer mis primeras y escatológicas apuestas… Sólo eso será usted cuando el paciente le pregunte si conoce o ha oído hablar del último “onenev odatnetap” — para su interpretación, recúrrase a la lectura especular del gran Leonardo da Vinci— y usted se quede en neutro o titubee. Se le mirará con el mayor desprecio… ¿Qué clase de médico gaznápiro será este que no sabe /no dice /no conoce? Por mi parte, yo prefiero no conocerlo todavía pues total, tampoco seré el primero en recetarlo y podré mirar desde lejitos los primeros lamentosos que hayan quedado machucados a la primera carga de caballería de manos de la alegre receta de otros colegas. Pero tampoco seré el último si razonablemente se demuestra que serviría para mí… y lo que es bueno para mí, podría serlo también para mis enfermos. No hay ni debe haber remedios para cada inconveniencia. Ello sería un insulto a la Madre Naturaleza. ¿Cómo iba el Todopoderoso a crear -perdóneseme la expresión— una ‘máquina biológica’ tan perfecta sin tomar en cuenta sistemas propios para corregir sus entuertos? El cuerpo humano en su perfección sublime es la antítesis de la Venezuela que no cuida ni conoce el mantenimiento.

Los antiguos sin tanto medicamento peligroso lo intuyeron y le llamaron la vis medicatrix naturae o poder curativo del organismo, vis conservatrix o fuerza natural del organismo para resistir las enfermedades o farmacia interna que posee sus propias drogas

¿Cuantas veces nos oponemos a ese poder o a esa fuerza implícita al ser al introducir en forma por demás ligera, sustancias extrañas que ni necesitamos? ¿Será que no nos queremos…?

Adendum

  • La industria de la comida rápida, el sedentarismo, los malos hábitos de vida: el licor, el cigarrillo y las  drogas preparan a nuestros niños, jóvenes y adultos para enfermar y morir…

 

Carta abierta con motivo de mi jubilación forzada de la UCV de fecha 17 de febrero de 2011

 

¡Carta abierta del Dr Rafael Muci-Mendoza poniendo su cargo a la orden:

Ejemplo de Dignidad!

El 17 de febrero de 2011 el Insigne profesor Dr Rafael Muci-Mendoza, maestro de generaciones en el Hospital Vargas de Caracas, formando parte de la Universidad Central de Venezuela, dirigió una carta abierta como protesta a la situación de la Medicina en la Venezuela bolivariana. En la misiva pide la jubilación del cargo ejercido en dicho hospital por 53 años y circula desde hace días en la red. Es un documento para reflexionar y actuar y no debe dejar de leerse.

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Carta abierta

A mis compañeros de Cátedra y del Hospital Vargas de Caracas; a las autoridades y profesores de la Facultad de Medicina de la Universidad Central de Venezuela y en particular de la Escuela de Medicina ¨José María Vargas¨; a otros miembros de la comunidad universitaria; a mis alumnos  de pregrado y cursantes de postgrados de medicina interna, de oftalmología de los Hospitales Vargas, Rísquez, Domingo Luciani y Militar, al postgrado de neuro-pediatría del Hospital Pérez Carreño y postgrado de neurología de la Universidad de los Andes.

 

El 18 de junio de 2010, conjuntamente con otros destacados médicos venezolanos[1], suscribí un documento intitulado “Consideraciones sobre la incorporación de 8.581 estudiantes de la carrera de Médicos Integrales Comunitarios a los hospitales públicos”, un problema que ya fuera planteado en cartas y comunicados desde julio del 2007 y del que extraigo textualmente algunos párrafos ¨El documento señaló de forma terminante que el diseño curricular de las carrera de Médicos Integrales Comunitarios resultaba  ser prácticamente el pensum de carreras similares que se cursan en Cuba, con un alto contenido ideológico que “pareciera ser un objetivo esencial en su diseño, lo cual está en contra de los principios fundamentales de la educación y especialmente de la educación universitaria, basada en que el alumno pueda ejercer libremente el análisis y la discusión de todas las ideologías, libertad que es atributo fundamental de las universidades….” ¨Como afirmamos en el Manifiesto de julio de 2007 al cual hemos hecho referencia, “no se les ha brindado la posibilidad que nuestras facultades de medicina ofrecen a sus estudiantes: una carrera con un pensum acreditado, garantía de la obtención de grados y otorgamiento de títulos de indiscutible solvencia académica y profesional”. Por su parte y en relación con los cursantes, el documento finalizaba diciendo, ¨asegurar que la práctica que llevará a cabo este personal esté enmarcada en los estándares internacionales para la educación médica de pregrado, que exige alto compromiso en la formación del médico, en la que deben combinarse, la excelencia en la atención de la salud de la persona, de servicio a la comunidad, de sensibilidad humana y equidad en todos los estratos sociales¨.

Pues bien, en la mañana del pasado lunes 24 de enero de 2011, luego de atender, como es mi ancestral costumbre, a mis pacientes de la Unidad de Neurooftalmología del Hospital Vargas de Caracas, me dirigí a las 9:30 a.m. a la Sala 3 con la finalidad de participar en el ritual de la revista médica de sala por tantos años acostumbrado; fue grande mi sorpresa cuando se me comunicó que estarían presentes tres cursantes del programa de Medicina Integral Comunitaria que propicia el estado venezolano en connivencia con la misión médica cubana. Según se me informó, constituía una ¨colaboración¨ pedida por el director del Hospital para recibir a seis pasantes divididos en 2 grupos, uno para la Sala 3 y otro para la Sala 2. Me presentaron a tres mujeres superando la treintena y en gesto de elemental cortesía les ofrecí mi mano. De acuerdo a lo comunicado, serían ¨invitados de palo¨, es decir, que ¨no molestarían, no hablarían, sólo escucharían y sólo tomarían notas¨, como en efecto ocurrió…

Antes de proseguir, debo significar que he permanecido en el Hospital Vargas de Caracas desde 1957, cuando iniciara mi paso por las clínicas en tercer año de medicina; allí recibí información, pero más que todo, formación médica, ética y humanitaria. Me gradué el 5 de septiembre de 1961 y desde entonces mi vida ha permanecido atada al Hospital Vargas de Caracas -53 años; ¡más de medio siglo! -. Solamente durante mi Internado y Residencia en Medicina Interna, recibí mis emolumentos a través del Hospital (Bs. 1.500,oo de entonces). Luego, ingresé al escalafón universitario ascendiendo progresivamente hasta la categoría de profesor titular; todos mis trabajos de ascenso fueron laureados y se recomendó su publicación; todos fueron publicados. Desde entonces y hasta el presente, he permanecido como Profesor Titular universitario activo de Clínica Médica, a medio tiempo de contratación, en la Cátedra de Clínica y Terapéutica B de la Escuela José María Vargas de la Facultad de Medicina de la UCV, a la cual ingresé oficialmente el 1º de febrero de 1965 manteniéndome en mi puesto hasta el día de hoy, es decir, exactamente 46 años y un mes de intensa actividad asistencial y académica; ininterrumpida con excepción del período comprendido entre julio de 1978 y julio de 1980 cuando permanecí en el Centro Médico de la Universidad de California, San Francisco donde realicé un entrenamiento en neurooftalmología durante dos años, superespecialidad hasta entonces desconocida en mi país y la cual enseño desinteresadamente desde entonces.  Debo manifestar que nunca tomé un tiempo completo por temor a no poder cumplirlo, aunque mi lapso de trabajo se extendió habitualmente entre las 7.00 a.m. y las 11.45 a.m..

Es por ello que mi sueldo actual, me avergüenza decirlo, es de tan sólo Bs.F. 1.331,oo que con las deducciones, termina siendo de Bs.F. 829,36. Se pensará que sólo un imbécil trabajaría por un sueldo tal, pero a decir verdad, nunca laboré por un sueldo sino por amor a mis pacientes –los más desposeídos-, por la memoria de mis profesores, al Hospital al que tanto quiero y tanto debo, a la docencia universitaria a la que he dedicado tiempo, desvelos y puntillosa escrupulosidad, y a mis centenares de alumnos de pre y postgrado, solazándome henchido de orgullo al verlos de mis manos aprender y ser mejores ciudadanos y triunfar en nuestro medio y allende los mares.

En mis charlas dictadas y en artículos médicos publicados en el país o en el extranjero, siempre y con orgullo me he identificado como ¨Médico del Hospital Vargas de Caracas¨, nunca he mencionado la institución médica privada a la cual pertenezco. En algún momento y en forma anónima mi supuesta auto designación de ¨Médico del Hospital Vargas¨ conque suscribí muchos artículos de prensa en su defensa, me valió críticas por ¨identificarme como tal sin serlo¨.

He compartido mis actividades de Cátedra con la dirección de la Unidad de Neurooftalmología, fundada por mí, única en el país y dependiente económicamente de mi persona y de los Cursos introductorios de Fondo del Ojo en la Enfermedad Sistémica que anualmente dicto por más de 40 años; nunca he pedido ni recibido ayuda de mi Escuela ni de la Dirección del Hospital, tampoco se me ha ofrecido -se me ha ignorado, lo que también significa que no han interferido con mi labor-. Nunca cobramos un céntimo a nuestros pacientes, considerando nuestro trabajo como una ofrenda a quienes nos han enseñado y como una obligación moral y de empatía.

La Unidad fue designada con mi nombre el 18 de julio de 2003 a pedido de mis propios compañeros de Cátedra y aprobado por el Consejo de la Escuela de Medicina ¨José María Vargas¨ en su sesión # 783 de fecha 15 de mayo de 2003, fundada a mi regreso del Norte en julio de 1980 con material e instrumentos adquiridos de mi propio peculio y a la cual asisto entre las 7.00 a.m. y las 9.30 a.m. viendo una docena de enfermos diarios, intentando solucionar o aliviar sus problemas y de paso, enseñando a los médicos internistas y oftalmólogos que me acompañan lo que considero el arte de la medicina al través de ser un hombre que trata de estar enterado en su oficio, cabal, respetuoso y bondadoso para con mis pacientes y para con mis alumnos.

Tan sólo eso ha sido mi vida hospitalaria…

Volviendo al tema que me ocupará en adelante, tal vez por algún descuido involuntario, no fui informado que estos cursantes asistirían a las revistas de sala, ni que supiera, se hubiera convocado a todos los miembros de la Escuela, del Departamento Médico, de la Cátedra y del Servicio para discutirlo, decidirlo y aceptarlo o improbarlo. Era pues ese lunes, el día en que se consumaba de un hecho cumplido. En razón de ello debo hacer algunas precisiones.

El 8 de julio de 2006 escribí en la sección de Opinión del Diario El Universal de Caracas, 2:9, el siguiente artículo:

¨Oferta fraudulenta…¨

Rafael Muci-Mendoza

La medicina es profesión de elevada actividad intelectual; nuestro padre Hipócrates, 2500 años atrás trocó el empirismo en medicina que se explicaba el mundo en términos de razón, surgiendo así la medicina científico-natural, disciplina en constante evolución y perfeccionamiento. La medicina constituye parte neural de la cultura de una época y de un país. La situación no deja de ser al menos triste… Mil quinientos jóvenes bolivianos, adolescentes ilusionados e incautos, masa proclive al engaño, enlabiada y traída a ‘estudiar medicina’ mediante un plan manipulado y contrahecho: 2500 años de progreso continuado reducidos a un año de estudios limítrofes y 5 de práctica -un tinglado sin bases-, tiempo apenas suficiente para producir un rutinero. Retrocedemos en medio del empirismo revolucionario. Un sistema engañanecios en el que nunca podrán competir con sus pares académicamente formados del primer mundo porque estarán privados de la universalidad del conocimiento, entrampados en estudios superficiales planificados en función política y no científica, resentidos dentro de su propia marginalidad, mesas de tres patas…

Todos los médicos cometemos errores porque la medicina es la ciencia más inexacta de cuantas existen, por tanto, insistimos en formarnos bien y brindar adecuada formación a nuestros alumnos suministrándoles las herramientas necesarias para comprender al humano enfermo en todas sus artistas, desde anatomía hasta humanismo y humanitarismo. Les enseñamos a desconfiar de propias destrezas, a temer a la falsa seguridad de una formación deficiente o fronteriza, no los queremos médicos del montón, los queremos ágiles en el pensar, claros en el diagnosticar, solidarios con el necesitado, acompañantes del sufrimiento y ponderados en la indicación terapéutica.

¿Desearían los gestores de este bodrio tener para sus hijos enfermos, estos empíricos del diagnóstico y la terapéutica…?

rafaelmuci@gmail.com¨

A lo largo de doce años del llamado gobierno revolucionario, los médicos venezolanos hemos sido segregados, insultados, desmerecidos, se nos ha endilgado toda clase de penosos adjetivos, se ha favorecido y forzado una diáspora de más de seis mil médicos jóvenes, nuestros mejores cerebros, nuestra generación de relevo, para implantar dizque una nueva forma de aprender y hacer medicina con ¨médicos¨ que, por su formación, tristemente nunca lo serán. Una verdadera falsificación de los estudios médicos, una verdadera estafa. A este respecto, he tenido una posición crítica y clara, y siendo así, sería una incongruencia con mi conciencia, con mis principios y con mis ideas, cohonestar con mi presencia en la que ha sido mi Facultad, mi Escuela y mi Hospital una manera aberrante de enseñar medicina.

¿Conocemos a fondo el pensum de los estudios de estos cursantes? Fuera del tinte ideológico de sus estudios y el empleo de una computadora, ¿Tenemos alguna idea acerca de qué les han enseñado sobre medicina y cuáles son sus destrezas y sus aptitudes?, ¿Han conversado estos jóvenes alguna vez con algún humano enfermo y aprendido las bases de la medicina clínica: el diálogo diagnóstico-terapéutico, la nosología y la semiología y el arte de tratar al enfermo que no a la enfermedad?, ¿Por qué estos pasantes, que no estudiantes formales, no son enseñados en alguno de los 500 Centros de Diagnóstico Integral, instituciones hacedoras de exámenes complementarios sin rumbo en ausencia de una historia clínica –herramienta principalísima desconocida por sus ductores-, conducidos por ensalzados médicos cubanos? Yo no sé qué saben, ignoro sus planes de estudio, no me siento culpable del producto final que estamos presenciando, no soy responsable de que se les haya engañado, y no pueden pedirme ahora, que participe yo mismo del engaño, de la farsa, dejándolos permanecer de pie frente a mí, como ¨invitados de palo¨ -designación que además considero peyorativa e inhumana-, tomando insulsas notas para continuar el sainete que han montado entre los cubanos, el mandón y médicos traidores a su esencia venezolana. ¿Dónde quedan el esfuerzo y los desvelos de nuestros verdaderos estudiantes para aprobar sus materias? ¿Vamos a juzgar a estos otros de manera diferente? Aunque siento dolor y pena por los engañados, no me prestaré a esta engañifa, pues no deja de parecerme una traición hacia nuestra condición de docentes universitarios, de ucevistas, de ciudadanos de un país al que consideraba soberano.

No quiero ser un títere del autócrata ni de las autoridades universitarias que nos impusieron aceptarlos a través de la Dirección del Hospital y ahora hasta nos piden que los evaluemos; no quiero ser un colaboracionista en esta imposición enmascarada de ¨colaboración¨ después que nuestros mejores hospitales docentes han sido destruidos intencionalmente y con saña, nuestros médicos minados en su mística, nuestros postgrados desmejorados y desmembrados, todo para hacer prevalecer los dictados de un programa paralelo conducido por la Misión Médica Cubana, para conculcar la soberanía de la enseñanza médica instituida desde José María Vargas por invasores extranjeros que han clavado su pendón en estas tierras generosas sin encontrar oposición alguna, pues ni un tiro se ha echado durante la invasión, que venden a nuestros jóvenes una dolosa quimera. Sé que me tildarán de egoísta, de escuálido, y quién sabe cuáles otros epítetos me pondrán a cuestas, pero no ha sido ni será por mí que este caballo de Troya portador del empirismo más redomado haya entrado como ya ha entrado en mi universidad, en mi hospital, en nuestras vidas. Mientras asfixian nuestra Universidad negándole recursos, colaboramos con nuestros enemigos. Y véase, les llamo ¨enemigos¨ tal y como sienten los médicos cubanos a los médicos venezolanos. Ilusos e invidentes funcionales no hemos comprendido la saña de nuestros invasores, de nuestros enemigos.

He tenido una posición clara y crítica con este régimen involutivo, ahora dictatorial; sería una incongruencia con mis principios transformarme ahora en un colaboracionista, en un tonto útil, que seré borrado como mis compañeros en cuanto ya no les sirva más a sus propósitos.

Con todo respeto y consideración, elevo ante las autoridades de mi Universidad, de mi Facultad, de mi Escuela y a los integrantes de mi Cátedra y Servicio, a mis queridos compañeros de tantos años, mi enconada protesta por la conducta de aquellos que han dado muestras de flaqueza y timidez, que quiere ser también un llamado a meditar las consecuencias de este acto de cobarde entrega.

Debo irme… Me separaré temporalmente de mi cargo universitario, he pedido un permiso no remunerado mientras arreglo asuntos concernientes a mi Unidad, a mis pacientes y a mis alumnos a los cuales no abandonaré. Hoy introduje los documentos para mi jubilación ante el Decanato de la Facultad de Medicina. Hasta ahora nadie ha querido como herencia una Unidad donde sólo hay obligación, trabajo y responsabilidad sin mediar ningún estipendio, por tanto, aunque jubilado, seguiré trabajando desligado del Hospital, aunque no de mi Universidad. Permítaseme esta, mi forma de protesta…

Con toda honestidad sé que, con esta, mi decisión irrevocable, perderé mi querencia de medio siglo, mis compañeros de tantos años, mis pacientes, mis alumnos, sustancia con la que está hecha mi vida… Pero ha llegado el momento de decir basta a la imposición velada de quienes parecen no darse cuenta que están siendo también llevados a destruir nuestro hospital, nuestra escuela, nuestra facultad y nuestra universidad haciéndola más venal y tolerante con sus enemigos.

Con Umberto Eco debo decir, ¨Este es el motivo por el que a veces hay que decir que no, aunque, con pesimismo, se sepa que no servirá para nada¨.

Y con José Martí, con la frente en alto y la voz clara, debo también decir que, ¨Prefiero morir de pie, que vivir de rodillas…¨

Caracas, jueves 17 de febrero de 2011

Dr. Rafael Muci-Mendoza

Profesor Titular de Clínica Médica

Escuela de Medicina José María Vargas

Facultad de Medicina

Universidad Central de Venezuela

Cédula de identidad # 1.345.517

[1] Blas Bruni Celli, Vicente Lecuna Torres, Luis López Grillo, Carlos A. Moros Ghersi. Rafael Muci-Mendoza, José Félix Oletta López, Ángel Rafael Orihuela, Antonio París P., Pablo Pulido M., Carlos Walter Valecillos.

 

 

Sobre mi carta abierta…

Dr. Rafael Muci-Mendoza

Profesor titular de medicina interna, UCV. Hoy 17 de febrero se cumple un año desde que a través de una Carta Abierta y a manera de protesta, presenté ante la UCV luego de 46 años y un mes de servicio ininterrumpido, mi pedido de jubilación forzada –que no mi renuncia-, contra el ingreso al Hospital Vargas de Caracas de los ¨médicos integrales comunitarios¨ (MIC), con la finalidad de hacer pasantías clínicas cuando estaban ya académicamente malformados e ideologizados en profundidad. Lo supe desde que la escribí… mi carta sería un fracaso anunciado. Si las más altas autoridades de la Facultad de Medicina de la UCV habían cohonestado y hasta apoyado bajo cuerdas directa y abiertamente su ingreso, ¿Qué podía yo esperar? Verdaderos traidores a la Patria y a la Universidad, quienes conjuntamente con el coordinador nacional del Programa de Medicina Integral Comunitaria –un venezolano exprofesor de la Escuela Vargas-, facilitaron el secuestro de la soberanía nacional en enseñanza médica entregándosela a la Misión Cubana. Con ello se mostraron como el Arimaza de Voltaire, cuya íntima fealdad era trasunto de su alma torva, de vulgaridad, falta de principios e inmensa perfidia. Perdí mi tiempo con alguno de ellos a quienes acerqué a mi afecto, queriendo enseñarle lo poco que sabía, mostrándole de paso el amor por mi por mi país, por el hospital, la veneración por el legado de mis maestros, el valor de un examen clínico riguroso y fino, en fin, mi orgullo de ser ucevista y médico venezolano.

¡Menudo problema! Los MIC ahora en los hospitales… ignoran si están para ¨nivelarse¨ o para hacer un ¨posgrado; Chávez no sabe qué contestarles. Con otros 20 mil más, son ¨médicos¨ engañados, mal troquelados en la planta de ensamblaje en serie del socialismo del siglo XXI… ¨

Febrero 2012

rafaelmuci@gmail.com

¨La culpa no es del ciego, sino de quien le da el garrote¨

(1). ¨Favor realizar ecosonograma escrotal, ecosonograma prostático. ID: Hidrocele Hernia inguinal¨. (2). ¨Por favor tirarle una placa de espalda al pasiente JM¨. (3). ¨Favor realizar TAC de abdomen simple de pie¨.  (4). ¨Rx de ojo izquierdo y tabique nasal específicamente de huesos¨.

¡Demasiado sospechoso! No, no le creo. Luego de tantos meses mintiendo y sólo diciendo que tiene un cáncer curado, sin ninguna célula maligna en la sangre, ahora, después del revolcón del pasado domingo 12F que le dejó tres días sin habla, viene ahora a decirnos con gran ¨sinceridad¨, palabras más, palabras menos, que adyacente al cáncer de colon que tuvo, apareció otro de 2 cm de diámetro… y que no se sabe si es de la misma estirpe o de otro tipo… En cualquier caso, si fue así, ¿es que no le realizaron una colectomía? ¿Le dejaron tumor en el borde la resección? De acuerdo a Navarrete ¿no era un sarcoma…? Si todos estamos de acuerdo en que recibió grandes dosis de corticosteroides (dexametasona, más probablemente) que le deformaron rostro y cuerpo, ¿¡fue entonces para tratar un cáncer de colon!? A riesgo de ser un mal clínico, este sujeto desafía todas las reglas del arte, es un mentiroso confeso y no le creo, y es hasta es posible que el G2 cubano le haya convencido en deformarlo químicamente con el fármaco para concitar lástima y aumentar su popularidad. Ahora luego de rebajarlos, vuelve por sus fueros… Lo suyo es simple y plano, ¨cojera de perro¨… ¨Como juega el gato maula con el mísero ratón¨-escribí hace unas semanas Mano a Mano, tango de Celedonio Flores…-

Elogio de la farmacocracia: la conjura de la industria…

Academia Nacional de Medicina de Venezuela. Boletín virtual. EDITORIAL. Agosto 2016

 

La medicina de nuestros días está dirigida por banqueros y contables; es una tendencia que debemos combatir de lleno

¨Hay mucho dinero por hacer si se dice a la gente que está enferma¨

 

 

  • Introducción

En el prólogo del libro de Ray Moynihan y Alan Cassels (Nation Books, 2005) se lee más o menos lo siguiente, “Treinta años atrás el director de una de las más conocidas compañías farmacéuticas hizo algunos comentarios sinceros. Cercano a su retiro, Henry Gadsden, agresivo presidente ejecutivo de Merck expresó a la revista Fortune su malestar porque el mercado potencial de la compañía se había sólo limitado a las personas enfermas. Sugirió que Merck debía parecerse más a la compañía de goma de mascar Wrigley’s, y prosiguió diciendo que un sueño largamente abrigado por él, era el de fabricar drogas para personas saludables, porque así la compañía “podría venderle a todo mundo”. Con el transcurrir del tiempo, el sueño de Gadsden se ha hecho realidad: Las estrategias de mercadeo de las más poderosas compañías farmacéuticas del globo dirigen sus agresivas baterías al que se siente bien y está saludable. Es así como vaivenes emocionales de la vida diaria han sido transformados en desórdenes mentales, síntomas o condiciones nimias han devenido en espeluznantes enfermedades, y más y más personas normales, bajo el influjo de millonarias campañas promocionales que explotan los más recónditos miedos a la enfermedad, la incapacidad o la muerte, están ahora más enfermos que nunca… sin estarlo, y han sido transformados en pacientes que ahora deslucen, hasta con orgullo, forjadas etiquetas diagnósticas.

A lo largo de la charla mostraremos mitos, distorsiones y pareceres interesados, y para entenderlos, necesitaremos buscar los móviles que han justificado su creación. En el caso de la industria farmacéutica estamos obligados a indagar su finalidad: ¿Curar a la gente?, ¿Ganar dinero? Lo cierto y lamentable, es que el segundo interrogante se impone en demasiadas ocasiones sobre el primero. La política del lobby farmacéutico-biotecnológico es clara: fomentar un estado continuo de miedo, base sustancial de cualquier mito…


  • Hay que potenciar las enfermedades, los descubrimientos y exagerar sus consecuencias…

Aún estudiantes de medicina nos advertía el Maestro Hernán Méndez Castellano (1915-2003), insigne pediatra venezolano e Individuo de Número de la Academia Nacional de Medicina, Sillón XI, que observáramos con atención como a las puertas de nuestra Maternidad Concepción Palacios se apostaban los visitadores médicos, y cuando salían las noveles madres con sus niños en los brazos, primerizas e ignorantes, les regalaban potes de leche ¨maternizada¨ para convencerlas, indirectamente, de la inutilidad de la lactancia materna… Desde entonces conocí la falta de sensibilidad y escrúpulos que tantas veces marca la vida de hombres y mujeres de negocios y que en años más recientes se ha confundido con otros, hacedores de drogas terapéuticas e instrumentos de diagnóstico.

Pero más luego me di cuenta que un símil del pote de leche nos era entregado en los pasillos del hospital en forma de una muestra médica a nosotros los médicos en ciernes, desde que éramos estudiantes; no otra cosa que una estrategia para comenzar a modelarnos en el arte de la prescripción. Por su parte, la mayoría de nuestros profesores no nos insistían en el arte de la aproximación total al enfermo por medio de la palabra, tantas veces suficiente para aliviarlos o curarlos… Quizá fui uno de los pocos que no solamente escuché el mensaje, sino que también, que lo puse en práctica y lo repliqué en mis alumnos…

Las principales revistas médicas, The Journal of the American Medical Association , The New England Journal of Medicine y el British Medical Journal han denunciado, particularmente la última, en un texto que comienza con la frase: ¨Hay mucho dinero por hacer si se dice a la gente que está enferma¨, y se intitula ¨Vender malestar: la industria farmacéutica y el comercio de la enfermedad¨, se pone de manifiesto la existencia de un poderoso esfuerzo impulsado por las compañías farmacéuticas con la colaboración de las agencias de comunicación, de publicidad, de medios de masas y de médicos, cuyo principal objetivo es convencer al máximo de personas posible, de que están enfermos.

Al menos en EE.UU. y en menor proporción entre nosotros, 94% de los médicos tienen algún tipo de relación con la industria farmacéutica: Comidas gratuitas en el sitio de trabajo, un tercio tiene remuneraciones por reuniones, congresos o cursos de educación continua, la mitad reciben gratificaciones por consultas, conferencias o por estudios de colaboración enrolando pacientes para evaluar nuevas drogas…

Una relación morbosa con la industria es parte fundamental de la forma cómo la medicina es practicada hoy día, por lo que se establecen cercanos vínculos con médicos líderes, afamados y admirados para coartar nuestra libertad intelectual. Es justo y necesario que la industria farmacéutica mantenga al médico informado de sus actividades, pero no menos justo y es natural que el médico procure poner a salvo la plena objetividad de su juicio y la total libertad psicológica de sus decisiones terapéuticas. Por ello, las preguntas claves que nos asaltan son, ¿Cuánto es mucho?, ¿Cuán lejos es muy lejos?, ¿Cuánto beneficia esta conducta a nuestros pacientes…? Las implicaciones éticas y morales que resultan de la atosigante acción de la propaganda sobre el médico y su independencia intelectual no ha merecido en nuestro medio serio análisis y mucho menos atención en reuniones o congresos médicos locales. Nos basta con aceptar los dictados de médicos o corporaciones que consideramos superiores: ¨Fiel a la voz del amo¨, con aquel simpático perro Jack Russell Terrier de pelo corto llamado «Nipper».

En medio de la vorágine de la catástrofe humanitaria prolongada que se ensaña con los venezolanos, vemos que aún existen médicos tan influenciado por la polifarmacia que todavía se empeñan en mantener sus estándares de recetar a pesar de que los pacientes carecen de capacidad económica y el mercado no posee las drogas necesarias, y que las hay contaminadas, contrabandeadas, y sin registro sanitarios, todo ello, llamando a la moderación y al consejo adecuado.

La psicología que nació como una noble ciencia de los mecanismos profundos de la psiquis humana, se ha convertido en bastardo instrumento para provocar reacciones comerciables mediante mecanismos de presión emocional. Por ello en forma paralela, al amparo de campañas promocionales que explotan nuestros más profundos temores a la muerte, el envejecimiento, la limitación y la enfermedad, una industria farmacéutica de $ 500 billones intenta con sobrado éxito cambiar nuestro concepto de humanidad… Y es que el mercado farmacéutico supera las ganancias por ventas de armas o las telecomunicaciones. Por cada dólar invertido en fabricar un medicamento se obtienen mil de rendimiento…

Congratulada y recompensada por salvar vidas y reducir el sufrimiento, los gigantes de las drogas terapéuticas no contentos con vender medicamentos sólo a los enfermos, desde Wall Street aprende que afuera, a tu lado, en ti mismo, existe mucho dinero esperando; suficiente como para convencer al más saludable de que  se encuentra enfermo…

 ¨Si usted piensa que está saludable, es porque no le han hecho suficientes exámenes…¨

Robert Rangno

Además de publicitar sus medicamentos, la industria farmacéutica ¨promociona¨ los trastornos o nuevas enfermedades para los cuales están indicados… El dinero es frío y adictivo… más ganancia sin importar las consecuencias… Una breve ojeada a las dos tablas inferiores, de 2013 y 2017 (R&D= investigación y desarrollo), muestran el por qué…

¿Cómo vender la enfermedad? ¿Promociona la industria farmacéutica deliberadamente las condiciones morbosas que nos afligen?  No hay dudas de que las compañías líderes de la industria farmacéutica en el mundo, dirigen en forma agresiva sus estrategias de mercadeo hacia el sujeto saludable y asintomático… Los altibajos que todos tenemos en la vida diaria, por obra de la propaganda son transformados en enfermedad mental susceptible de tratamiento… Quejas comunes devienen en escalofriantes condiciones patológicas que deben ser tratadas… Inconveniencias menores nos son vendidas como graves problemas… malestares nuestros de todos los días tienen rango de seria condición. La frase del presidente Donald Reagan es lapidaria…

¨Se han desarrollado curas para las cuales no había enfermedades conocidas¨

Donald Reagan

Veamos: Se nos pinta la timidez como parte de un trastorno de ansiedad generalizado tratable… La antigua tensión premenstrual es ahora ¨síndrome disfórico premenstrual¨ o PMDD que debe ser tratado… Las ¨malas tardes¨ sexuales de todo hombre o mujer, son publicitadas como ¨disfunción sexual¨, y las fotos acompañantes no pueden ser más degradantes y burlonas… Los hombres que sirven de modelos fotográficos que ilustran las propagandas suelen ser jóvenes en quienes no se esperaría una disfunción eréctil… La antigua menopausia de nuestras madres y abuelas, casi siempre inadvertidas, es tomada ahora como una seria y real condición… que por supuesto, siempre requiere de tratamiento. Malestares nuestros de todos los días tienen rango de seria condición… Por ejemplo, la ¨medicalización¨ de la calvicie o de la canicie, son señeros ejemplos de la transformación de un proceso ordinario de la vida, en un fenómeno médico en medio de una cultura en la que triunfa el culto al cuerpo o ¨religión de la salud¨… Es la ¨medicalización de la vida¨ hecha realidad, es la Némesis Médica o Expropiación de la Salud de Ivan Ilich (1926-2002).

En el año 2002 se gastó  en el mundo entero 5 veces más en implantes mamarios y en Viagra® que en investigar la enfermedad de  Alzheimer; un cínico piensa que de ello puede deducirse, que dentro de 30 años habrá un gran número de personas con espectaculares mamas y poderosas erecciones, pero incapaces de recordar para qué sirven…

Así, las compañías farmacéuticas buscan inventar nuevas condiciones clínicas basadas en extensos análisis de oportunidades no explotadas en el mercado… Es la ¨medicalización¨ de muchos procesos naturales… es la ¨medicalización¨ de la vida, es la anticipación y creación de la enfermedad inexistente.

Se espera en los próximos años un enorme crecimiento en las expectativas de venta de drogas para ¨modificar los estilos de vida¨: depresión, obesidad, calvicie, contracepción oral, dejar de fumar, envejecimiento cutáneo y también disfunción sexual en la mujer…

  • ¿Qué decir del desorden de Déficit de Atención y Aprendizaje (DDAA)?

 

¨ ¿Distraído? ¿Desorganizado? ¿Frustrado? ¿La vida moderna o déficit de atención del adulto? Muchos han vivido el desorden de déficit de atención del adulto sin saberlo. ¿Por qué? Porque sus síntomas a menudo son atribuidos erróneamente a una vida estresada…¨. Este es el tendencioso aviso de Lilly en U.S. News & World Report, April 26, 2004…  Se ha promocionado la nueva condición como un problema de salud pública, estimándose que existen en USA, 8 millones de adultos portadores de la condición de lo cual deriva que apenas una mínima fracción está siendo tratada… ¨ ¡Otra nueva condición no diagnosticada y no tratada¨! El nuevo forja miento significó ventas del metilfenidato (Ritalín®) por $ 370 millones durante el primer año de enunciada la condición…

  •  El Manual Merck lo define como la presencia de inapropiada atención e impulsividad, con o sin hiperactividad. Está implicado en dificultades de aprendizaje y es cuatro veces más frecuente en mujeres. Aunque se dice que es un problema neurobiológico, se desconoce su causa.
  •  La inatención se describe como una dificultad para finalizar las tareas que se inician, distraimiento fácil, pérdida de la atención y dificultad en la concentración en tareas que requieren atención sostenida.
  •  La impulsividad se describe cómo actuar antes de pensar, dificultad para los cambios, problemas para organizar el trabajo y constantes cambios de una actividad a otra.
  •  La hiperactividad se describe como la dificultad para estar sentado y tranquilo, moverse, correr o trepar excesivamente.

Los Criterios Diagnósticos de la Asociación Americana de Psiquiatría del DSM-IV exige para el diagnóstico síntomas de inatención, hiperactividad  e impulsividad que deben haber persistido por lo menos 6 meses.

¨Aunque en USA se adelanta una ¨Guerra Contra las Drogas¨, la práctica de suministrar a los niños medicamentos que modifican la mente, se ha disparado en los pasados diez años. Un estimado de cinco a seis millones de niños están actualmente tomando Ritalín ® u otros estimulantes anfetamínicos. Todavía es más asombroso que las prescripciones para niños de 2 o 3 años ha aumentado tres veces, aun cuando esas drogas no han sido aprobadas como efectivas o seguras para menores de 5 años¨ (Diagnosis for Dividends ¨Mind Freedom Journal # 44, 2001- www.MindFreedom.org).

¨El empleo de metilfenidato (Ritalín®) en U.S.A. ha aumentado en forma dramática en recientes años. Desde 1990 se ha sextuplicado su producción y empleo.  Este incremento contrasta en forma chocante con las  tendencias de prescripción observada en otros países del resto del mundo. De acuerdo a estadísticas de las Naciones Unidas, U.S.A. produce y consume cinco veces más metilfenidato que el resto del mundo combinado…

Un grupo de investigadores del National Institute of Mental Health, compararon 223 niños con DDAA con otro similar normal. El cerebro de los niños con la condición fue evaluado con estudios estructurales de imagen en un intervalo de 3 años, en 2 y hasta 4 oportunidades, mostrando retardo en la maduración de las regiones frontales del cerebro responsables de las funciones ejecutivas: planificación y control de acciones… ¡El DDAA es entonces un problema de maduración! Muchos niños lo superan, otros no; comprender el por qué, es el próximo paso…

  • El abuso de la antibioticoterapia y su corolario… resistencia bacteriana.

Los antibióticos forman parte de la medicalización de la sociedad a través de la automedicación, la ignorancia y la complacencia de los médicos. En países permisivos la automedicación de estos fármacos impera sin control ni concierto, en dosis ínfimas o excesivas, como ¨tratamientos para salir del paso¨ especialmente en la población infantil y madres ansiosa; pareciera que su venta es imparable…

La prescripción excesiva e incontrolada de antibióticos para infecciones virales y otras situaciones no indicadas ha sido publicitadas durante mucho tiempo como una práctica ineficaz y dañina con el potencial de facilitar el crecimiento de microrganismos farmacorresistentes, poner a los pacientes en riesgo de reacción alérgica y a las infecciones por el temible Clostridium difficile.

  • La hipertensión arterial, ¨la asesina silenciosa¨…

Los cardiólogos son dos veces más escogidos que los médicos de familia para recibir dinero como consultantes o por otros servicios, y reciben pago de honorarios mucho más frecuente que pediatras, internistas, anestesiólogos o cirujanos… Viajes a congresos y alojamientos de lujo con todos los gastos pagos es el corolario…

El interés en la hipertensión se ha elevado en el adulto mayor; de acuerdo a corrientes definiciones casi todos deberíamos sufrirla… Basándonos en la tensión arterial medida en consulta, la prevalencia mundial de hipertensión se ha estimado en 1.130 millones en 2015, con una prevalencia > 150 millones en Europa central y oriental y se estima que 90% de los mayores de 55, serán hipertensos si es que aún no lo son… Nada halagüeño, preocupante y escalofriante…

Aunque los estándares han cambiado, sirva de ejemplo esta guía de hipertensión de 2003¨

¡Las guías son un conjunto de medidas para orientarnos en la conducción terapéutica de las patologías, pero no reemplazan el juicio clínico, ni el sentido común!

28 de marzo de 2013 – ¨En este Día Mundial de la Salud, la OMS y sus asociados abordan el problema mundial de la hipertensión arterial. Aunque afecta a uno de cada tres adultos, sigue en gran medida oculto. Mucha gente no sabe que tiene hipertensión porque no siempre produce síntomas. La consecuencia son más de nueve millones de muertes anuales, entre las que se encuentran aproximadamente la mitad de las causadas por los ataques cardíacos y cerebrales¨.
«Mensaje de la OMS: ¨Día Mundial de la Salud 2013 – control de la hipertensión-
Mensajes clave
El problema.
La hipertensión puede producir ataques cardíacos y cerebrales, y otros problemas de salud graves, tales como insuficiencia renal, ceguera, hemorragias y disfunción cerebral. Afecta a más de un tercio de los adultos y está en el origen de más de 9 millones de muertes anuales.
Muchas personas no saben que padecen hipertensión porque no siempre produce síntomas. Aunque es fácil de diagnosticar y tratar, muchas personas carecen de acceso a servicios de salud básicos, sobre todo en los países de ingresos bajos y medios.
La solución
La hipertensión es prevenible y tratable.

El control de la hipertensión y de otros factores de riesgo es la principal forma de prevenir los ataques cardiacos y cerebrales.

La detección precoz es fundamental: todos los adultos deben conocer su tensión arterial.

El riesgo de padecer hipertensión puede reducirse consumiendo menos sal y una dieta equilibrada, evitando el consumo nocivo de alcohol y el consumo de tabaco, y haciendo ejercicio regularmente.

A muchas personas les basta cambiar de estilo de vida para controlar la tensión arterial. Otras necesitan medicamentos. Existen medicamentos baratos que son eficaces si se toman tal como se han prescrito.

Es imprescindible que la detección y el control de la hipertensión (mediciones, asesoramiento sanitario y tratamiento) se combinen con una reducción simultánea de otros factores de riesgo de ataques cardíacos y cerebrales, como la diabetes o el consumo de tabaco. Se trata de elementos básicos de la atención primaria en todos los países, y deben formar parte de los esfuerzos por reducir la carga cada vez mayor de enfermedades no transmisibles.

La sociedad civil tiene una importante función que desempeñar en la lucha contra la hipertensión.

La industria también puede contribuir a resolver el problema, por ejemplo, reduciendo la sal en los alimentos procesados y logrando que los medicamentos y los productos diagnósticos esenciales sean más asequibles».

Indudablemente, nada que objetar del mensaje, pero a nivel del consultorio, casi nunca el médico hace énfasis en que debe insistir en modificar sus propios hábitos de vida y los de su paciente, disminuir la ingestión de sal –proscripción del salero en la mesa-, el sedentarismo: la necesidad de una caminata vigorosa, aunque sea tres veces por semana durante 20 o 30 minutos, la obesidad, la suspensión del tabaco y del exceso de licor. Recuérdese que la nación autóctona yanomama en Venezuela y Brasil tiene las cifras de tensión arterial más bajas en el mundo porque en su ambiente existe profunda carencia de sal. Adicionalmente por sus hábitos de vida tienen el colesterol HDL muy elevado y el LDL muy bajo…

Una de las nuevas recomendaciones incluye la pesquisa masiva de hipertensión arterial en niños desde la edad de 3 años… Con ánimo jocoso y cínico, Paul Kindrick, M.D. se pregunta, ¨ ¿Por qué debemos esperar hasta los tres años exponiendo a esos niños a riesgos innecesarios? ¡Deberíamos comenzar al momento de cortar el cordón umbilical…!¨. Por su parte, el profesor Curt Kurtberg, M.D., de la Universidad de Wake Forest muestra preocupación sobre la ¨redefinición¨ de hipertensión que a lo largo del tiempo hará enfermas a millones de personas saludables… ¨Personalmente no creo que sea una buena idea tratar a alguien que tenga una presión arterial sistólica de 160 mm Hg si ha sido saludable y no tiene otros factores de riesgo¨. De acuerdo a él, todo está influenciado por lo que describe como, ¨la mafia de la hipertensión¨ donde los líderes presionan para que las metas desciendan más y más…

Lapidario agrega, ¨Si alguien se está ganando cientos de miles de dólares por año, no le creo nada de lo que diga…¨

Pudiera pensarse que este, mi mensaje descorazonará a aquellos hipertensos en tratamiento, pero no es así, el tratamiento antihipertensivo es muy útil, indispensable y salvador de vidas, pero debe insistirse al paciente que antes de tomar la píldora antihipertensiva debe sembrar un semilla en su cerebro: debe poner más atención y comprometerse con cambios de su estilo de vida: Poca sal, ejercicio físico en forma de caminatas vigorosas, control de peso, desayuno apropiado e inmancable, alegría ante la vida a pesar de los penosos tiempos para los venezolanos de esta época, fomento de la esperanza, empatía y ayuda a sus semejantes…

  

  • El terror colesterínico…

Contrario a lo que muchos piensan, el colesterol no es un enemigo mortal; es un elemento esencial para todos los tejidos del cuerpo y vital para la vida… Entonces, ¿será que la denominación de ¨colesterol malo¨ tiene connotación de peligro? El ¨terror colesterínico¨ domina la preocupación personal de 10 millones de individuos en todo el mundo. Las estatinas como grupo generan ahora ganancias… ¡por más de 25 billones de dólares…!

El comité de la American Academy of Pediatrics ha anunciado la necesidad de pesquisa de hipercolesterolemia desde los dos años de edad, y de estar elevados los niveles, el tratamiento con estatinas  debe comenzar a partir de los 8 años. Pero… Las estatinas nunca han sido evaluadas en niños pequeños… Quizá pronto veremos expandir esta aprobación a niños de 2 años. ¡Digo yo pues…! Imagino que para vender drogas de elevado rendimiento económico, otro grupo de víctimas ha sido escogido para ser medicado. Creo que a esto le llaman ¨expansión del mercado¨; la única manera como las compañías farmacéuticas continúan creciendo y generando ganancias para sus accionistas… ¡Digo yo pues…!

Estudio ENHANCE, (Efecto de la combinación de ezetimiba y elevadas dosis de simvastatina vs. simvastatina sola, sobre el proceso aterosclerótico en pacientes con hipercolesterolemia familiar aterosclerótica). El estudio se inició en 2002 y se completó en 2006.  Los promotores, Merck & Schering-Plough fueron criticados por un U. S. House Comitee  por el retardo en entregar los resultados.  Ezetimiba (Zetia® U.S., Ezetrol® Canadá) ha alcanzado ventas por cerca de $ 5 billones en todo el mundo. El Vytorin® cuesta $ 3.0 por comprimido comparado con simvastatina que solo cuesta $ 1. Ahora los consumidores quieren saber si el Vytorin® les está ayudando o aún, si les está causando daño; por su parte los proveedores quieren saber qué decirles a los pacientes, y hasta donde la información del ENHANCE cambiará las prácticas de prescripción.

  • La epidemia de osteoporosis…

Esofagitis, úlceras, erosiones, estenosis y perforación esofágicas; úlceras gástricas y duodenal, uveítis, escleritis, osteonecrosis de la mandíbula, náuseas, dispepsia, diarrea, constipación, dolor abdominal, flatulencia, regurgitaciones ácidas, son algunos efectos colaterales del alendronato de sodio empleado para el tratamiento de la osteoporosis. Mucho antes de que la droga antiresortiva Fosamax® hiciera impacto en las calles de EE.UU., Merck subsidió la distribución de densitómetros necesarios para que las mujeres obtuvieran el diagnóstico e iniciaran el tratamiento… Al respecto un analista escribió simplemente, ¨Mientras más médicos sean capaces de hacer diagnósticos confiables de osteoporosis, más prescripciones de Fosamax® serán firmadas… ¨.

Se ideó un artilugio publicitario, el ¨osteobus¨, un autobús equipado con información pertinente acerca de la ¨enfermedad¨ incluyendo vídeos, posters y médicos expertos dispuestos a contestar preguntas, sugiriendo a las personas a tomar responsabilidad sobre su propia salud…

Para más colmo, un estudio de 2013 de los Institutos Nacionales de Salud (National Institutes of Health) sugiere que al tomar suplementos de calcio existe un mayor riesgo para los hombres de ataques cardíacos, accidentes cerebrovasculares y otras enfermedades cardiovasculares. Otros estudios sugieren que el riesgo existe para ambos, tanto para los hombres como las mujeres.

  • La lumbalgia, ¡un chance para la fisioterapia…!

Si tomamos como parámetro para juzgar una lumbalgia ocasional los cambios patológicos degenerativos y los hallazgos en la tomografía computarizada, aprenderemos que resultados similares se encuentran cuando se emplean resonancias magnéticas en personas mayores de 60 años, 36% de las personas tienen hernias discales y 80 a 90% de ellas tienen una significativa degeneración discal en forma de estenosis o protrusión. De nuevo, a despecho de esos significativos cambios, estas personas no sufren de lumbalgia alguna; pero si así fuera, más del 80% podrán recuperarse con medidas conservadoras como antiinflamatorios, cortos períodos de reposo, fisioterapia intensiva y movilización progresiva.

Más interesante aún… ¡Ninguna de estas personas tienen dolor lumbar!

Pero, allí, al acecho… la frecuentemente realizada fusión o fijación espinal viene a ser la mastectomía radical de nuestro tiempo… La intervención consiste en extirpar los discos intervertebrales al tiempo que se fijan las vértebras mediante vástagos y tornillos de metal. En 2006 se realizaron en USA más de 150.000 fijaciones espinales lumbares como tratamiento para aliviar la lumbalgia. Si bien es cierto que el procedimiento ofrece un tremendo beneficio a pacientes con fractura o cáncer espinal, también es cierto que estos casos constituyen un minúsculo número de casos dentro del universo total de los intervenidos… Existen serias interrogantes acerca de su efectividad en el control del dolor lumbar y el porqué de su empleo tan generalizado… ¿coste vs. beneficio? Tal vez, la mejor explicación para explicar el considerable crecimiento en el uso de implantes y cirugía espinal, es la ausencia de evidencia a favor o en contra de esos procedimientos…

Nuevos tipos de tuercas, tornillos y cajas, así como otros implementos, se pueden insertar en la columna; estos adminículos son mercadeados agresivamente y generan grandes ganancias para quienes los manufacturan y los hospitales o médicos que los usan. Más importante aún, muchos cirujanos en EE.UU. adquieren acciones de las casas productoras, lo que les provee un incentivo financiero para recomendar la cirugía… Es este un distintivo ejemplo de cómo, las consideraciones monetarias juegan un rol en la forma como los médicos ejercemos nuestra práctica…

Las causas de dolor de espalda son a menudo complejas y multifactoriales y aún más que para otras condiciones médicas, con frecuencia es difícil obtener un diagnóstico preciso. Mientras que algunas causas de dolor espinal son relativamente simples en su diagnóstico (tales como tumores, infecciones o fracturas), para muchas otras condiciones hay poco acuerdo entre los especialistas en columna.

Un estudio publicado en el Journal of the British Medical Association en 2005 concluyó: ¨No hay clara evidencia de que la cirugía de fusión espinal sea más beneficiosa que una rehabilitación intensiva¨. El mayor riesgo del procedimiento de fusión de la columna vertebral es que la cirugía no reduzca substancialmente o no elimine el dolor del paciente…, y entonces, no hay vuelta atrás. La razón número uno para que esto ocurra es porque se identificó incorrectamente la causa del dolor del paciente; es obvio que, de ser así, la fusión del disco era innecesaria e irrelevante. Por esta razón, la obtención de un diagnóstico preciso es fundamental.

  • Como una plegaria a la terapia física, yo les invito a leer «Why ‘Useless’ Surgery Is Still Popular» escrito por Gina Kolata y publicado en el diario The New York Times, apenas el día de ayer, 3 de agosto de 20016, acerca de cirugías de fusión espinal, vertebroplastia y cirugía de meniscos…

http://www.nytimes.com/2016/08/04/upshot/the-right-to-know-that-an-operation-is-next-to- useless.html?emc=edit_th_20160804&nl=todaysheadlines&nlid=67054943&_r=0

  • La panacea de las vitaminas…

Cuando el mundo fue creado, Dios puso al alcance de nuestras manos vegetales, legumbres y frutas… Todas ellas contendrían las vitaminas en las cantidades necesarias para vivir. Casimiro Funk, (1888-1967), incorporado al Instituto Lister de Medicina Preventiva de Londres (1910 -1913), aisló de la cascarilla del arroz una sustancia llamada por él vitamina (amina para la vida), que resultó eficaz contra el beriberi. Aislada en forma pura y cristalizada quince años después, la sustancia se conoce hoy con el nombre de vitamina B.

Luego las vitaminas se convirtieron en panacea: fatiga, memoria, desaliento, ¨bajas defensas¨ y libido parecieron responder a ellas; por ello, más de 100 millones de norteamericanos toman regularmente vitaminas porque consideran su suplementación necesaria… en realidad aceptaríamos administrarlas durante el embarazo (aunque hoy día se cuestiona su utilidad), exceptuando especialmente al ácido fólico que previene defectos congénitos, o cuando la dieta es muy pobre en proteínas y vitaminas como nos ocurre en la Venezuela de hoy, o en forma transitoria cuando la persona ha salido de un grave trance de salud. Son placebos costosos para estimular el apetito, disminuir el decaimiento o falta de fuerzas o para ¨subir las defensas¨. Sin embargo, gracias a la propaganda, el consumo de minerales y vitaminas se ha doblado en los últimos 6 años, alcanzando la suma de $ 10 billones. Aquellas que contienen hierro son las más tóxicas, especialmente la ingestión accidental en la población pediátrica. Las vitaminas liposolubles (A, D, E, K) tienen elevado potencial de toxicidad por su acumulación en el cuerpo. Cuando se han ingerido en cantidades suficientes con los alimentos, las vitaminas hidrosolubles extra, son entonces superfluas e inmediatamente eliminadas por la orina… Como resultado, se obtiene un desperdicio, una ¨orina costosa¨…

Miles de pacientes en el Reino Unido podrían estar en elevado riesgo de sobredosis de vitaminas… Una encuesta conducida en forma aleatoria por un grupo de investigadores entre 250 General Practitioners encontraron que 41% de ellos pensaba que sus pacientes estaban abusando y no tenían idea del daño que las vitaminas podría producirles en sus cuerpos…

Con sarcasmo: si es que el bagre loricárido del Río Guaire aún existe y no ha muerto intoxicado por la amenaza y abuso de su ambiente, sería el único beneficiario de las excretas ¨vitaminizadas¨ de miles de caraqueños acomodados…

«Si  el paso del tiempo puede traer progreso al saber científico, también puede causar olvido de algo importante que el hombre supo…». Con estas sabias palabras nos advierte uno de los mayores intelectuales españoles del siglo XX, don Pedro Laín Entralgo (1908- 2001), médico, historiador, ensayista y filósofo. Hoy día los hospitales y compañías de seguro, tan mercantiles e impersonales como son, fuerzan a los médicos a atender un paciente cada 15 minutos en ausencia del diálogo sanador y de la clínica, a lo que sigue el abuso de la tecnología mal indicada, peor utilizada y muy en especial la abundosa receta no meditada. Desde tiempos inmemoriales el médico siempre curó… en muchos casos su simple presencia bondadosa fue y debe seguir siendo la primera y única medicina que prescribía… no hay que olvidarlo…

¨Porque este es el gran error de nuestros días…

que el médico separe  el cuerpo del alma…¨

Platón (427-347 a.C.)

En años pretéritos el médico tenía más oportunidades de curar por su sola presencia y bajo el influjo de sus palabras inspiradoras de confianza, sin otro recurso que echar mano de aquella herencia que supo escuchar al paciente y espolear la catarsis: la que Hipócrates (460-¿377? a. C) 2.500 años atrás en la pequeña isla de Cos, en el Dodecaneso, uno de los archipiélagos griegos del mar Egeo, hizo dando a conocer al médico la medicina científico-natural, la que Avicena (980-1037 d.C.) enseñó en Bagdad, y la que Maimónides (1135-1204 d.C.) predicó en Córdoba. Y especialmente con Hipócrates, nuestro primigenio padre, que supo arrebatar la enfermedad a los dioses para entregársela a la responsabilidad de los hombres. Los conceptos que allí tomaron vida deben ser dignos de imperecedero recuerdo, ejecución y admiración. Por favor, no los olvidemos y transmitámoslos a nuestros alumnos:

  • Vis formativa o energía manifestada en la formación de nuevos tejidos para reemplazar los que son desechados.
  • Vis medicatrix naturæ o poder curativo de la naturaleza inherente al cuerpo humano. Es la mayor arma curativa de que contamos para sanarnos.
  • Vis conservatrix naturæ o poder natural del organismo para resistir la enfermedad. Es la mayor arma preventiva y defensiva de que contamos para evitar enfermarnos.
  • Vis vitæ o energía vital

Tal significa que el cuerpo humano no está hecho para enfermarse y está muy bien provisto para curarse, de hecho, lo está haciendo a cada instante y sin estridencias. Por ello, no nos lancemos los primeros a avalar tratamientos o procedimientos de diagnóstico para estar a la moda hasta que el tamiz del tiempo indique que son útiles y que son seguros para nuestros pacientes y también para nosotros mismos…

Infortunado para nuestros pacientes es que los médicos no hablemos con ellos, que los hayamos cosificado, por ello, no perdemos nuestro valioso tiempo en consejos para conservar y promover su salud, preferimos tratarles como ¨enfermos¨ o como ¨pacientes¨ no como personas por el solo hecho de haber traspuesto el umbral de nuestras puertas de un hospital o de un consultorio y en ellos, tratar una enfermedad que muchas veces no existe, que no comprendemos y que en ocasiones, hasta les proporcionamos…

Recuérdense las sarcásticas y muy ciertas admoniciones de Voltaire (1694-1778),

«Médicos son aquellas personas que recetan medicinas, de las que saben poco, para curar enfermedades que no conocen, en personas de las cuales no saben nada…».

«No hay hombre más digno de estimación que el médico que, habiendo estudiado la naturaleza desde su juventud, conoce las propiedades del cuerpo humano, las enfermedades que le atacan y los remedios que pueden beneficiarle y que ejerce su arte».

 «El arte de medicina consiste en entretener al paciente mientras la naturaleza cura la enfermedad».

La carencia de habilidades clínicas es la negación de esa admonición tékne iatriké  hipocrática, «Un saber hacer, sabiendo por qué se hace lo que se hace»: puede decirse que allí comienza el primer acto válido para sumergirnos en la intimidad del enfermo: la anamnesis o diálogo diagnóstico; si esta no cumple las exigencias mínimas requeridas, el resultado final será un adefesio, y todo lo que de ella se derive será un desperdicio o un acto de ¨iatrogénesis¨ definida como los efectos secundarios sintomáticos padecidos por individuos como consecuencia de sus encuentros con médicos, medicamentos u hospitales. La anamnesis será el hilo guiador para un buen examen clínico señalando las áreas de reparo que deben ser escrutadas porque allí yace la enfermedad cuando existe. Por saltársela a la ligera, ha surgido la medicina ¨high-tech¨ fomentada por la industria farmacéutica y la de los aparatos diagnósticos que privilegia los análisis, estudios y pruebas y la invasión tecnológica sin concierto en detrimento de la medicina ¨high-touch¨, basada en la cercanía con el enfermo, en una historia clínica bien elaborada conjuntada a un examen clínico depurado y una evaluación crítica de la información obtenida sin olvidar a la persona.

Tal vez sea tiempo de repensar el significado de la vida, lo cual nos recordaría que la mayoría de las personas estarían gustosos de correr riesgos sustanciales en su vida ordinaria con tal de preservar su autonomía y alegría, esa que tantas veces le es arrebatada por el afán de lucro…

rafaelmuci@gmail.com

 

 

Elogio de la elevación a los altares, doctor San José Gregorio Hernández

El inicio de un nuevo año para Venezuela -después del catastrófico 2019,- nos trae una noticia largamente esperada, reconfortante y esperanzadora. Informa el Obispo Auxiliar de Caracas, Monseñor Tulio Ramírez Padilla, Vice Postulador de la Causa, que el día jueves 09 de enero -ayer-, a las 9.00 am, hora de Roma, en la sede para la Comisión de Médicos de la Congregación para las Causas de los Santos con base en El Vaticano, al fin se aprobó en forma exitosa un presunto milagro realizado por nuestro insigne y venerable colega el Doctor José Gregorio Hernández Cisneros. Solo faltaría superar la consulta teológica y la Plenaria de Cardenales y Obispos que se realizará en los meses venideros y que con toda seguridad, será superada limpiamente.

Realmente fue un muy largo y arduo trabajo recolectando y evaluando con toda la seriedad del caso, las historias clínicas de pacientes en los que se suponía había ocurrido un milagro para enviarlo a Roma; muchos presuntos milagros fueron rechazados por no llenar los rígidos requerimientos requeridos. Un grupo de médicos venezolanos de todas las especialidades colaboraron en que este hecho fuera una realidad…

Hoy, nos  sentimos muy contentos al constatar lo que ya sabíamos desde hace mucho tiempo, que, ¡José Gregorio es un Santo!

 

Alabanza de la reserva orgánica…

El envejecimiento es un fenómeno universal de los seres vivos, consecuencia del paso del tiempo que todo lo aporrea, deprecia y desvencija; de paso, es el conjunto de cambios que acontecen en los sistemas orgánicos que sostienen la vida. La expresión de estos cambios, tanto en lo morfológico y funcional, como en el plano fisiológico y bioquímico, nos permite identificar a los seres como envejecidos, como viejos; digo sin sonrojo que hace algunas lunas formo parte de esta legión de provectos, pero sin mentiras edulcoradas, puedo decir que nunca fui más feliz…

Me siento razonablemente bien y soy inmensa, pero inmensamente rico, mi familia, con Graciela a la cabeza, siempre a la vera de mis deseos, mis hijos y nietos y el afecto de muchísimos alumnos y pacientes ¡Qué más puedo pedir a la vida!

La vejez es una etapa postrera bastante prolongada del ser humano. Aunque vamos perdiendo componentes de nuestra integridad y facultades en forma insensible a lo largo del tiempo, no cabe duda de que es la edad de las pérdidas, pero también de disfrutar las ganancias acumuladas en el largo trajinar que nunca cesan. A estas personas se nos llama mayores, provectos, ancianos, senectos, viejos y en el tráfico, con razón o sin ella, le adicionan el peyorativo, ¡¨Viejo de m…¨! El arribo a los 65 años es el alcance de una vejez social definida por la jubilación. Pero el umbral de la vejez se ha dilatado mucho; será generalmente los 80 años cuando se entre por la áspera puerta de la ancianidad. La salud mal acomodada, la sensación de cansancio vital o el progresivo apartamiento social, señalarán la frontera entre ser mayor y ser anciano. En el proceso del envejecer se pueden diferenciar, sumariamente cinco elementos causales: la herencia, la configuración física, la personalidad, la biografía y el entorno. Estos mismos factores son los que van a influir en la enfermedad, esa que yace oculta o acaece inclemente como un relámpago en un cielo azul…

Hay adolescencias que se activan a los noventa años.

Alda Merini

La reciente enfermedad de un viejo amigo mío rayando ya los ochenta años y a quien he acompañado por más de media centuria, me invita a meditar acerca del envejecimiento, pero particularmente sobre el concepto de reserva orgánica, don que revela la existencia de Dios y su infinita sabiduría, dádiva finita de la cual se habla poco como si no existiera porque damos por sentada su posesión, como si los avances de la medicina hicieran ocioso hablar de ella.

De condición magra, a pesar de mis consejos y súplicas, inveterado fumador por muchos años, a quien durante una evaluación sistémica se le encontró un pólipo en el colon el cual no pudo ser extirpado durante la endoscopia; con la cierta sospecha de ser una condición maligna que al crecer podría obstruir el tránsito intestinal, se propuso su remoción quirúrgica. En contra de su negativa inicial de operarse, fue convencido de hacerlo por buenos amigos y al fin no le quedó otro camino que aceptar la proposición. Fue necesario hacer una colectomía –una extirpación de un tramo del colon-, y luego de haber reasumido el tránsito intestinal, este se detuvo…; no ruidos hidroaéreos, no gases por arriba ni por debajo, angustia de todos. En la anastomosis o unión de los dos cabos saludables del colon, había desarrollado una fístula o fuga de poca monta, que pisa-pasito dejaba manar el líquido intraluminal contaminado hacia el peritoneo; una tomografía abdominal mostró una pequeña colección de líquido, sobrevinieron rigores, fiebre, descomposición de su estado general y fue tratado con antibióticos. Debido al ayuno impuesto, su condición sistémica y entre otros males, un EPOC[1], comenzó a deteriorarse así que se inició un proceso de hiperalimentación intravenosa; luego por vía percutánea se drenó el líquido colectado… Pasadas numerosas vicisitudes y complicaciones, sin perder la compostura, el humor ni el ánimo, con el soporte de su familia y sus colegas médicos amigos con quienes discutía acerca de su propio caso y los diagnósticos diferenciales a que había lugar como tantas veces había hecho en pacientes de cualquier hospital-, pudo finalmente irse a casa luego de una pérdida considerable de peso y encamamiento prolongado; no obstante hoy celebro que cuando le llamé para tener noticias suyas me atendió jubiloso… ¡desde la barbería…!

Debo significar que siempre me ha preocupado mucho la permanencia de un provecto en una unidad de terapia intensiva, a veces bendición, muchas tantas otras veces ruta calamitosa hacia el desastre definitivo y la ruina familiar. No fue este su caso… Los sistemas orgánicos son redundantes, vale decir, hechos en exceso, tejidos a mano cual inmensa alfombra tejida con urdimbre divina, constituyendo lo que se denomina ¨reserva orgánica¨, un tema elusivo del cual no es fácil conseguir información.

Revisemos brevemente qué produce el paso del tiempo y qué ocurre por sólo mencionar cuatro, con órganos como la retina, el hígado, el cerebro, y el riñón.

  • Las células ganglionares retinianas (CGR) son tipos de neuronas muy especializadas localizadas en la superficie interna de la retina (capa de células ganglionares). Reciben la información visual de los fotorreceptores (bastoncillos y conos) que se encuentras más abajo o más arriba según se vea.

El pigmento de los bastoncillos es una glicoproteína llamada rodopsina que reacciona a la luz en el espectro visible, entre 400 y 800 nanogramos. Un aproximado de 100 millones de ellos se encuentra irregularmente distribuido por la retina. Por su parte, la retina contiene cerca de 7 millones de conos, 100 mil de los cuales se concentran el área macular a la que llamo ¨la reina madre de la colmena¨ -sin esa pequeña área de tan sólo 1.5 mm donde se aposenta el más importante de los cinco sentidos, la visión central, el hombre no hubiera podido llegar a la luna-. La función visual se realiza a través de sus tres tipos que reaccionan a los colores básicos, rojo, verde o azul. Por vía de neuronas intermediarias de dos tipos: células bipolares y células amacrinas y en forma colectiva, transmiten la información a través de las fibras o axones ópticos a varias regiones en los lóbulos occipitales, el tálamo, hipotálamo y mesencéfalo.

Es un sistema pletórico, exorbitante, excesivo, y comprometido, tal como el amor de una madre… hecho sin regateos ni mezquindades, donde hay cerca 1 millón doscientos mil axones por nervio, cantidad en demasía, originados en la fóvea macular de la retina central desde donde se juntan o concentran en el llamado haz máculopapilar que viaja río arriba hacia el cerebro para constituir, compactado, el 90% del volumen del nervio óptico… ¡Y la luz se hizo…! Así, para tener la mejor visión central o sea, 20/20 se requiere, tan sólo el 41% haz máculopapilar[2], es decir, ¡menos de la mitad!; para ver 20/40, el  11%; y 20/70 el 7% del prodigioso haz. Quiere ello decir que a medida que envejecemos perdemos insensiblemente esos cables de transmisión y, no obstante, ¡seguimos viendo bien!, y en enfermedades crónicas donde se pierden estos axones y la visión, como en la esclerosis múltiple activa, el paciente no tiene síntomas ni advertencia de que ello está ocurriendo hasta que la reserva es consumida dejándonos a ciegas en medio del camino…  Pero no es por falta de sustancia noble en exageración, es por nuestra condición de vivir en el Valle de Lágrimas a que alude la Santa Biblia (Salmo 84: 5-7) …  

  • Pero la superabundancia no cesa allí… En el poema de Hesíodo, Teogonía –génesis de la mitología griega, siglo VIII A.C.-, se hace la primera mención a la tortura de Prometeo.

  Cuando el gran titán griego, transgredió las leyes de los antiguos dioses y robó el fuego sagrado para legarlo a la humanidad, enseñarles la civilización y las artes prácticas y estéticas, y engañó a los dioses haciendo que recibieran la peor parte de cualquier animal sacrificado, y los humanos la mejor, recibió un brutal castigo. Zeus y sus malas pulgas le hizo encadenar en áspera roca a una vertiente del Monte Cáucaso, donde montaría guardia siempre de pie, sin dormir, sin doblar rodilla y donde un buitre llamado Kaukasios o Ethon diariamente le devoraría el hígado, siendo que este se renovaba durante la noche. Así, su castigo fue el peor suplicio jamás ejecutado, considerando que era continua e interminable por los siglos de los siglos. El tormento era inacabable, ya que el órgano no sufría una lesión definitiva y se regeneraba eternamente…

Por ello, suponemos que los griegos sospechaban con razón que los seres humanos poseemos hígados con una inherente y prodigiosa capacidad regenerativa, suficiente para restaurarse totalmente luego de una pérdida tisular significativa; ello, reitera nuestra loa a su enorme reserva funcional. Por la posibilidad de reconstitución espontánea luego de una considerable pérdida tisular (daño agudo o hepatectomía parcial), el hígado deviene en paradigma regenerativo, en un órgano de características extraordinarias; así, en animales de experimentación y en humanos, está garantizada su regeneración luego de una resección de hasta de un 70% de su volumen. El modelo clásico de regeneración hepática es la hepatectomía parcial en la cual más del 70% de la glándula mencionado es resecada como ocurre en el donante para un trasplante. Los lóbulos remanentes crecen y reconstituyen el tamaño original del órgano.  Para que ello ocurra, estas células deben retener una memoria colectiva del complejo proceso de desarrollo mediante el cual el tejido fue primariamente construido… ¡Y dígame eso…! Por lo grandote y visible, al tan vilipendiado hígado se le atribuyen culpas por pecados no cometidos: lengua de espesa saburra, agriuras, boca amarga, mareos, ¨manchas hepáticas¨ en la piel, gases con flatulencias innombrables, y asombra ver la cantidad de tósigos y bebedizos que se venden en afán de curarlo cuando él puede y se cura solo: etnomedicina, jarabe yodotánico, depurador indígena, píldoras de vida del Doctor Ross y tantos otros potingues para curar al que lo cura y desintoxica todo, aún las pócimas que se expenden dizque ¨para curarlo¨…

  • En el mismo orden de ideas, la neurona cerebral tiene una excepcional capacidad de supervivencia especialmente si consideramos que estará con nosotros todo el tiempo de nuestra vida individual.

Por lo contrario, otras células de nuestros órganos y tejidos son reemplazados constantemente en ciclos relativamente cortos que se repiten durante nuestro existir… Y es que la neurona es una célula pos-mitótica, vale decir, que la pobre nació estéril, incapaz de reproducirse, que, en su proceso de diferenciación o maduración, ha perdido la capacidad de calcarse mitóticamente –esta incapacidad de reproducirse se ha desafiado en últimas décadas concluyéndose que sí tiene capacidad para formar otras-; no ocurre igual con otra célula cerebral prodigiosa, la neuroglia: los astrocitos, que soportan y protegen a la neurona, que sí se reproducen en forma mitótica a lo largo de su existencia.

No obstante, la neurona posee gran capacidad de supervivencia pues tiene aseguradas sus necesidades metabólicas, un excelente amparo físico y químico y más importante aún… y volvemos con la redundancia, una dotación numérica de reserva de magnitud considerable; así, cuando nacemos se calcula que tenemos cien mil millones de neuronas y todos los días perdemos unas 10.000, ¡y nada que nos enteramos! Es decir que la capacidad instalada de nuestro sistema nervioso está muy por encima de la que utilizaremos en el devenir de nuestras vidas. ¡Loas al Señor! Pero, por diferentes causas –enfermedades, mal vivir, abuso, envejecimiento, supervivencia genéticamente determinada- las neuronas fallecen y se van reduciendo en forma paulatina sin que percibamos cambios en nuestra capacidad cognitiva o motora hasta que la pérdida no alcance un nivel determinado y la aguja del indicador alcance al rojo de la carencia significativa. Si entonces pudiéramos sacudir la cabeza y no existiera el líquido cefalorraquídeo que amortigua el cerebro, seríamos suerte de aguacate o palta con la pepa suelta…

En el envejecimiento, aunado a la pérdida cuantitativa de la sustancia noble neuronal se asocia la pérdida cualitativa de la capacidad de reorganización o recableado funcional de los circuitos neuronales. En cada ser humano posiblemente exista un nivel crítico de reserva donde el sujeto funciona bien a menos que este nivel sea desafiado. Un caso relativamente común es la conmoción cerebral donde por efecto de un golpe o caída en apariencia nimia, se pone de manifiesto un déficit posterior, trastorno de memoria, desbalance, parálisis de un nervio craneal o declinación intelectual.

  • En lo relativo al riñón, el pequeño nefrón es su unidad funcional; simplificando, un ovillo de vasos sanguíneos metidos en un saquito por donde pasa la sangre, se filtra y elimina sustancias tóxicas.

La masa renal funcionante en la especie humana es de 1 millón de nefronas por cada riñón. Cada uno cumple cualitativamente con todas las funciones atribuidas al órgano, pero lo hace cuantitativamente en pequeña proporción. Ese gran número de nefronas brinda al riñón la posibilidad de una muy amplia reserva funcional y en virtud de ella es capaz de cumplir con suficiente eficiencia todas sus funciones, aunque padezca de extensas lesiones. ¡Qué nobleza…! En estado normal posiblemente no todas las nefronas trabajan simultáneamente, pero es probable que exista un mecanismo de autorregulación para alternarse en su actividad: el ideal, unos descansan mientras otros trabajan para luego relevarse nuevamente. ¡cuánto aprendería el ser humano que lo contiene si siguiera su ejemplo…! En el paciente sometido a una nefrectomía o extracción unilateral de un riñón, aunque presente lesiones en el riñón remanente, todavía se conserva la función.

El hombre de Vitrubio, la regla áurea, un Don de Dios…

¿No es lo mencionado un canto a la Creación…?

Cuando la pérdida del parénquima sobrepasa el 50%, significa que se ha agotado la reserva funcional y la posterior reducción del funcionamiento impide en forma progresiva el mantenimiento de la homeostasis o característica de un organismo vivo, que mediante la absorción de alimentos y vitaminas (metabolismo) regula las funciones que existen dentro de él y así, mantiene una condición estable y constante. Superado el límite cuantitativo de tolerancia, la función renal se resiente, ya sea porque el número de nefronas remanentes totalmente sanas es inferior a un tercio de la totalidad normal o bien porque la lesión difusa afecte más cantidad de nefronas, o finalmente, porque se combinen ambas situaciones.

Desde una perspectiva sistémica cuando un paciente es ingresado en una unidad de cuidado intensivo y más aún si es de edad, debe ser tratado con guante de seda, pues entre los desafíos con que tienen que lidiar los intensivistas, uno grande es la respuesta inflamatoria ante el estrés. Mediadores inflamatorios de mal talante son liberados hacia el torrente circulatorio, así que el proceso inflamatorio se sale de madre, de control pues no sólo se confina en el área de la injuria, sino que evoluciona y se extiende orgánicamente afectando todos los órganos. Es el temido síndrome de disfunción orgánica múltiple donde uno o más órganos y los enlaces de soporte entre ellos van cayendo uno tras otro como piezas de un dominó. No otra cosa que una reacción en cadena que ocurre cuando un pequeño cambio causa en su cercanía una modificación similar, la cual entonces causará más allá otro cambio similar y así, en secuencia linear.

Es el triste epílogo de la vejez, no otra cosa que la pérdida inmisericorde, insensible e irreversible de ese don de Dios que es, ¡la reserva orgánica!

¡Gracias viejo amigo por haber inspirado esta mi rumia del espíritu…!

El Dr. Muci-Mendoza es Presidente de la Academia Nacional de Medicina de Venezuela

[1] Enfermedad pulmonar obstructiva crónica: uno de sus principales causales es el cigarrillo.

[2] Se acepta que la visión central normal es de 20/20, pero dependiendo de la escala utilizada, puede ser 1.0, o 6/6, etc. El famoso 20/20 quiere decir que una letra, llamada optotipo, situada a 6 metros, se distingue con la claridad a la que en promedio, las personas «normales» la ven estando a 6 metros.

Elogio de la pericia… Síndrome del ayuno de destrezas

Antónimos de «pericia»:

Impericia, inhabilidad, ineptitud, incompetencia,

torpeza, impotencia.

 

  Nuestros mandantes populistas, iniciados por ¨el ignorante delirante¨, designación de Uslar Pietri para el traidor mayor, y el ilegítimo que se dice presidente y sus rudos y montaraces seguidores, hombres para poco, personalidades psicopáticas representan ¨la cólera del diablo¨ y, por tanto, su lema ha sido dejar tierra arrasada y si no le han echado candela es porque entre tanto latrocinio, también se robaron los fósforos. Así es como el venezolano vive entre la ausencia de amor, la incomunicación y la mentira y padece como nunca su propia soledad surgiendo la desesperanza frente a la comprobación del real fracaso de un modelo absurdo de gobierno. La medicina como práctica y su enseñanza como trascendencia han sufrido el duro golpe de los que dentro de poco y por sus merecimientos, morirán como Savoranola. Han conmovido las fundaciones de mi oficio dejándolo desnudo y carente de sentido, un crimen hasta ahora sin castigo…

Veamos:

La profesión médica hoy en día se enfrenta a muchos problemas. Nuestro arte ha disminuido su colorido, se ha desteñido, se ha desaturado su tinte; hemos perdido nuestra autonomía y marcamos el paso al son de tambores burocráticos que nada saben de sufrimientos y enfermedades, nuestro prestigio se ha venido muy a menos y nuestra profesionalidad va in decrescendo…, pero nuestros males no terminan allí. En Venezuela el problema se sale de lo estrictamente médico para ahogarse en el cieno de la sucia política. Desde Hugo Chávez, la profesión médica y el profesional venezolano ha sido escarnecido, desprestigiado, insultado, forzado a emigrar, aplastado por el vaho comunista y reemplazado por médicos mercenarios cubanos a quienes no se ha exigido tan siquiera una reválida, y se les ha ensalzado hasta niveles de gloria porque ¨no cobran y son altruistas¨, pero la verdad es que hasta 2010, en nuestros confines trabajaron 40 mil médicos cubanos, a un coste de 135 mil 800 dólares anuales cada uno… 27 veces el salario de un profesional venezolano de la medicina tradicional. Se han creado ¨universidades¨ de factura cubana, de pensamiento único y totalitario para formar los médicos llamados ¨Integrales Comunitarios¨ donde se tornan los sueños en vergüenza, donde se ven derrotas como victorias, donde los pensa han sido reducidos para adaptarlos a solo tres años en estudiantes que ya vienen desguarnecidos de un bachillerato faltoso, donde no se dictan materias como matemáticas, física y química y en forma falsaria las notas son prorrateadas con las de las materias que aún subsisten, donde no hay profesores de mediana calidad, donde no hay nota sino que cada estudiantes se pone la suya; pero además, notoria es la ausencia de cadáveres, de asientos, de laboratorios y pacientes para que el practicante, bajo la mirada vigilante de sus instructores, se entere, practique, adquiera habilidades y destrezas e introyecte en su intimidad más íntima el arte semiológico, que haga sus oídos eruditos y de sus manos prodigios que al palpar sepan interpretar el dolor de los órganos y transmitan cercanía afectuosa al que sufre. Es fácil de imaginar el fraude y no es difícil de imaginar la clase de médicos que allí se forman y cuyos elevados sueldos denigran el alma del profesional egresado de las universidades autónomas.

Pero para no ser suficiente, lo que nos acecha a la sombra de estos males es otra patología o enfermedad nostra, una de la que somos exclusivamente responsables los médicos y que pone en peligro al público a quien servimos. Comienza en la Facultad de Medicina, donde casi nunca se le reconoce o no se le presta la atención que se merece. Durante el entrenamiento de estudiantes y residentes, es fácil de detectar, pero el esfuerzo para minimizarla no es contundente ni continuado. Y aun cuando llega a ser reconocido, las medidas para corregirla, en el mejor de los casos son a menudo inadecuadas, ignoradas o temporales…

Se ha dicho y repetido que la historia clínica es el más valioso instrumento de diagnóstico que posee el médico –particularmente si la ha hecho él mismo, al aumentar su utilidad con la adición del diálogo o conversación con el paciente, de inmenso valor diagnóstico, y más aún, con proyección futura, curativa-. Acaso no haya examen instrumental comparable a una buena historia clínica, pues a través de su morfología y sus palabras, los pacientes tanto nos revelan de su personalidad biológica y de su alma. Hablar y ver al paciente, sabiendo a la vez escucharlo y observarlo, son hoy día, como lo fueron en tiempos de Hipócrates, los dos supremos recursos del buen médico, que sabe valerse de sus sentidos para formular en su mente la misteriosa ecuación de un acertado diagnostico…

 

         Herbert L. Fred, M.D., Profesor del Departamento de Medicina Interna de la Universidad de Texas Health Science Center, Houston, ha llamado ¨hyposkillia¨, lo que libremente podríamos traducir como el ¨síndrome de ayuno de destrezas¨ o de ¨deficiencia de habilidades clínicas¨, a aquello que, define a aquellos afligidos que están mal equipados para prestar una buena atención al paciente, ¿y cómo no estarlo…? Sin embargo, de los programas de formación de residencias en el país cada vez egresan un número más creciente de estos «deficientes»; aquellos médicos que no pueden tomar una historia médica adecuada porque no saben cómo comunicarse o se comunican mal con el enfermo; que no pueden realizar un examen físico confiable guiados por el hilo conductor del diálogo anamnéstico o simplemente anamnesis; que no pueden evaluar críticamente la información que reúnen porque su base de datos es escuálida y además, tienen poco poder de razonamiento; que son incapaces de elaborar una lista de problemas; que no pueden redactar una epicrisis y luego crear un plan de trabajo tendente a confirmar, denegar o replantear objetivos, y así, resolver los problemas detectados… Por otra parte, en la consulta externa en cada ocasión se les cambian los pacientes, así, que rara vez, pasan suficiente tiempo para conocer a solo uno de ellos porque aprenden a ser rápidos para tratar a todo el mundo, y como corolario no aprenden nada sobre la historia natural de las enfermedades, no elaboran su propio texto mental.

 

Así como el creador de la humanidad, Prometeo, el Titán amigo de los mortales cuando encadenado a una roca en el Cáucaso, sufre el tormento infligido por un buitre que come su hígado durante el día para que éste se regenere durante la noche, ejemplifica la paradoja de la destrucción y la creación; de la misma manera, incesante y con inusitada furia, la tecnología construye y destruye lo que ella misma ha creado, eliminando de paso aquel legado de nuestros mayores que debía ser preservado a toda costa, vale decir, el inteligente empleo de los simples procedimientos diagnósticos a la cabecera del humano enfermo, complemento del primum non nocere hipocrático o primero no hacer daño…

Por lo contrario, estos jóvenes aprenden malsanas mañas y se convierten en artífices de ser lo que no deben ser. Aprenden a ordenar todo tipo de pruebas y procedimientos, pero no siempre saben para qué sirven o cómo escoger el más adecuado, o cuándo es el momento apropiado para hacer el pedido o cómo interpretar los resultados. Al transformar a los pacientes en números también aprenden a ¨jugar el juego de los números¨, tratamiento del número o del resultado de algún tipo de prueba en lugar de tratar al paciente a quien pertenece el resultado; así, son tratantes de las pruebas o los números y no a los enfermos. Y como se vuelven usuarios de muchos procedimientos y pruebas sofisticadas, en forma inevitable e involuntariamente adquieren una mentalidad dirigida a pedir listas de exámenes de laboratorio –en su mayoría inútiles, ¡Ah, el perfil 20, perfil 30 y pare de contar! ¿para qué sirven…?-, en lugar de pedir únicamente alguno o algunos realmente necesarios de acuerdo a la queja del paciente, vale decir construir una mentalidad orientada hacia el enfermo y la patología que le es propia. Por cierto, contribuyen al forjamiento de esta mentalidad, las organizaciones oficiales y privadas y los seguros de salud que obligan a los médicos a atender a un crecido número de pacientes, en un escaso lapso, por un ínfimo salario, para gastar el menor número de dólares y defraudando, aumentar sus ganancias…

El proceso secuencial del diagnóstico clínico consiste en establecer una base de datos que permita un razonamiento posterior. Comienza como se dijo, por el diálogo anamnéstico o simple anamnesis realizado a conciencia, vale decir, la recolección desprejuiciada y ordenada de piezas de información de forma tal que formen un contexto, volviendo una y otra vez sobre particulares, y de ser posible, identificando un iluminador  “síntoma-señal”, “síntoma rector” o “síntoma cardinal”, ese que d´emblée desvela una realidad, que conglutinado con otros permite formular una hipótesis inicial en la mente del médico. Luego de este primerísimo paso, la información es procesada y tamizada para establecer su utilidad y coherencia y determinar si existe más de un problema. Como modo de resolver cada uno de los ítems de esta lista de problemas, se recurre al diagnóstico diferencial, expresión dialéctica hipotético-deductiva, donde el diagnóstico de “inclusión” debe prevalecer sobre el diagnóstico de “exclusión”, donde el razonamiento, los datos epidemiológicos y el empleo de la tecnología se usan en combinación para llegar a un diagnóstico positivo, como única vía para  instituir un tratamiento apropiado.

Más que nunca necesitamos maestros que verdaderamente comprendan el valor de un buena historia clínica: que sea un buen escucha, que con sus alumnos él mismo interrogue a un paciente y les demuestre el valor de la anamnesis, pues es tal su importancia que la información mediante ella  obtenida permite en un 80 a 95% de los casos un diagnóstico de la enfermedad: pero además, que les haga ver los beneficios de un examen físico pertinente, sistemático y cuidadoso, que les muestre el poder de saber cómo pensar y la importancia o el valor del diagnóstico diferencial para alcanzar un diagnóstico presuntivo y reiteramos, el cómo establecer una lista de problemas en razón de su importancia, emplear la navaja de Occam (Ockham) o principio de la parsimonia, que postula que de acuerdo a una regla científica y filosófica, las entidades no deben multiplicarse innecesariamente y que en medicina significaría: ¨Es innecesario hacer más, cuando menos es suficiente¨: la rendición de cuentas; profesores que primero usen el oftalmoscopio –la endoscopia más barata- para detectar un aumento de la presión dentro del cráneo, no imágenes por resonancia magnética; profesores que primero usen un estetoscopio y no un ecocardiograma para detectar cuándo las válvulas cardíacas enferman; profesores que primero utilicen sus ojos para reconocer la cianosis o tinte ceniciento de las mucosas significativa de pobre oxigenación de los tejidos y no una gasometría de sangre; profesores que empleen primero las manos para reconocer un bazo o una glándula tiroides agrandada y no una tomografía computarizada o un ecosonograma; y profesores que siempre utilicen sus cerebros y sus corazones, no una horda de consultores, para conducir a sus pacientes; profesores que no hablen de ¨manejo¨ de tal o cual patología cual si el paciente fuera una máquina, antes bien que hablen de tratamiento o de conducción terapéutica; profesores que antepongan su propia persona como insuperable droga que sea la primera que administren…

Como lógico corolario, el abultado porcentaje de condiciones que pueden ser tratadas con pocas medicinas o ninguna, enfatiza la necesidad de una alianza del clínico con el paciente por sobre su compromiso con la tecnología de los aparatos o de la industria farmacéutica, pues al través de este proceso es como los médicos aprendemos acerca de la persona enferma, sobre su vida y sus valores, y desarrollamos, mediante el  sabio uso de nuestra presencia, una relación personal e íntima que cimienta la confianza y favorece la sanación.

¿Cómo entonces adquirir destrezas si se carece de las herramientas apropiadas y del ambiente dónde aplicarlas: la práctica a la cabecera del enfermo? ¿Continuaremos permitiendo que burócratas rezumantes de ignorancia y pletóricos de compromisos ideológicos y políticos que distorsionan el arte que ya pululan en nuestras facultades de medicina sean los que marquen el paso de nuestros jóvenes, promesas de mejores médicos? ¿Permitiremos que nuestros jóvenes descubran, cuando tuvieran que descubrirlo, tal vez en la antesala de sus muertes, que no han vivido como médicos…?

Post scríptum

 

Se cumplió un año de mi renuncia a escribir en el Diario El Universal de Caracas cuyo lema algún día fue: ¨Libertad de expresión como medio sagrado que guía, esclarece, ilustra y estimula a la obra de perfección social¨ y para el cual con fidelidad, y sin recibir estipendio alguno ofrendé mis escritos por espacio de 13 años, y que la mano de un régimen que todo lo ensucia y envilece con su chequera dispuesta, por 110 millones de dólares compraron la conciencia de los propietarios históricos del diario y el vil metal terminó pisoteando su lema.

Decidí entonces no arredrarme y escribir vía virtual, y así, nació El Uni-Personal y mis artículos que ya totalizan 57, siempre dirigidos a alzar mi voz acerca del estado de cosas que nos afectan, especialmente en el área médica y en contra del régimen dictador militarista que se ha enseñoreado en nuestra patria destruyendo todo lo que nos era afecto.

Muchas gracias a todos los que continúan conmigo, a quienes me denigran y a quienes me estiman…

Elogio de la ida…

Tomo prestado del escritor y humorista colombiano, Daniel Samper Pizano (‘Postre de notas’, Plaza y Janes, 1986) el término ¨mal de irse¨, pero, con una connotación diferente, menos festiva…

Hace muchos años, cuando decidí irme al San Francisco del Golden Gate con mi familia en viaje de estudios, era yo ya un médico maduro de 40 años. Había coqueteado con derivaciones de la medicina interna, pero ninguna me acomodaba, no quería perder mi condición de internista y al decir del maestro, doctor Henrique Benaím Pinto, permanecer como integralista; y así, un buen día al fin conseguí que la neurooftalmología –para entonces desconocida en el país- fuera la horma de mis zapatos. Inicié lo que podría llamarse un ¨bien de irse¨, aquella circunstancia en que escogemos alejarnos transitoria y libremente del país en prosecución de un sueño, de algo que por no tener en nuestro derredor y a nuestro alcance, tenemos que buscarlo allende los mares…

Y fue así, que durante dos años de ¨total immersion¨ me nutrí de todo cuanto pude, asombrándome una vez más de mi insondable ignorancia y de la disposición de otros a alivianármela, temiendo –por supuesto- que en el intento, mis circuitos neuronales resentidos por los años, fueran a fundirse por recalentamiento del sistema; era algo totalmente nuevo para mí, donde lo que sabía luego de veinte años de ejercicio activo de la medicina interna me servía de poco; pero nunca perdí mi meta: el que mi familia tuviera una nueva experiencia bajo la observación y tutela de Graciela y yo, y en mi caso particular, aprender cuanto pudiera de las relaciones de la oftalmología con la neurología y volver a MI país bondadoso a pagar la deuda de gratitud por cuanto me había dado; cumplir de esa forma mi anhelo de formar escuela en mi propia Escuela de Medicina José María Vargas, en la ¨casa que vence las sombras¨, en la Universidad Central de Venezuela.

De inmediato -siguiendo mi sueño- fundé la Unidad de Neurooftalmología del Hospital Vargas de Caracas que continúa siendo única en un hospital público venezolano. Haríamos asistencia, docencia y extensión. Trataríamos que la enseñanza no fuera tan dura como la que me había tocado a mí en un medio de elevado y exigente nivel académico, donde hasta los más jóvenes ¨volaban con todo y jaula¨. Soñaba con hacer fácil y digerible aquello que tanto me había costado aprender, para trasmitirlo a otros. Y como siempre hay quienes quieren aprender, nunca me han faltado alumnos ni pacientes para ayudarlos, enseñando y consolando a la vera de sus enfermedades que con frecuencia son demandantes, terribles y hasta devastadoras. Yo sabía… mejor dicho, daba por descontado que a mi regreso, MI país me acogería como acogió a tantos que hicieron lo mismo que yo. Desde tiempos anteriores a nuestra democracia –ahora maltrecha e irreconocible- nuestros hospitales públicos y su pobre clientela se beneficiaron de todos cuantos salimos a colmarnos de nuevos conocimientos y absorber nuevas maneras de hacer para progresar y hacer más llevaderos los sufrimientos de los menos favorecidos…

Hoy, en la Venezuela roja, se ha echado irresponsablemente del país a sus jóvenes más brillantes y mejores preparados y aún, a sus profesores de talla internacional; han fundado universidades descartables, de ínfima calificación y calidad, sin ningún brillo y pletóricas de jóvenes fraudulentamente engañados al tiempo que han hecho que la migración de talentos haya sido masiva. Ellos no se van como nosotros nos fuimos, se van denigrados y despedidos al son de un pito, así que el ¨mal de irse¨ los posesiona: una sensación de profundo vacío por el despojo, un manto de espesa nostalgia por lo que se deja: la tierra, la familia, muchas veces los padres ancianos, otras veces las novias y aún las esposas e hijos; un ahogo, un tarugo en la garganta, una incertidumbre inenarrable, un despertar en casa ajena sintiendo la desorientación y el desconcierto, un adiós a la patria querida sin la certeza de regresar, es la pena del país inhóspito, inseguro y sucio que el Castro comunismo en conchupancia con muchos compatriotas cooperantes nos ha dejado. Nos conformamos porque dejamos la palabrería embustera y estéril detrás, porque tendremos que competir para progresar, porque ni las tarjetas, ni las cartas de recomendación o las llamadas telefónicas harán nada para que muestres tu valía, tendrá que ser con esfuerzo en el día a día…

Ya no oirán los denuestos de La Hojilla, del Mazo Dando, las noticias en pleno desarrollo del enano siniestro, tanta vaciedad y porquería intelectual… total, ¡ni ellos mismos son capaces de oír esa clase de tósigos intelectuales! Irán a países donde el trabajo, el esfuerzo y el compromiso se premian. Mucho sufrirán, nada será gratis, no encontrarán quien quiera seducirlos con apartamentos, automóviles, computadoras o becas obtenidas sin esfuerzo; eso sí, con el compromiso de lamer sus botas; estarán solos con lo que se hayan llevado de este MI país en sus cerebros, las enseñanzas de tu hogar, la disposición al insomnio creador, las jornadas inacabables es pos de la excelencia, el ejemplo de sus maestros…

Nosotros, los padres despojados y exiliados de los hijos y de los nietos, con opresión en el pecho y puchero en la palabra, los vemos ir con la certeza de que tendrán cielos para volar; cierto, cielos muchas veces turbulentos, de que se harán hombres y mujeres de valía con el torno con que se perfila la personalidad, la reciedumbre y el carácter…

Lamentamos no poder acompañarlos en este viaje que es de ustedes a vivir una vejez miserable en un sitio extraño, especialmente cuando nos han amputado las querencias, cuando las circunstancias nos han bajado las santamarías a destiempo, cuando todavía teníamos mucho o poco que dar, a sentarnos en un sitio apacible y tal vez hermoso a esperar silenciosos la muerte biográfica lejos del lar amado, heridos por el desgarro del alma y el posar en un cementerio de peregrina tierra donde no conoceremos ninguno de los tierra habientes que habrán de acompañarnos…

Elogio de la congoja…

Ha llegado el momento en que la ignorancia, la maldad y la indiferencia de quienes nos gobiernan ya no son defectos disculpables…

 

Con humilde acicalamiento me visitaban en la consulta externa del Hospital Vargas de Caracas cuando apenas era un residente de medicina interna. Su chic de otros tiempos no entonaba con el resto de la pobre clientela que atiborraba el largo pasillo de espera con media docena de desvencijadas sillas y para entonces, no existía la tercera edad… Ella, una viejecita en sus ochenta y pico; él pisándole los talones. El guamo de sus cabezas enteramente floreado… Su acento bogotano cachaco, les delataba. No indagué mucho acerca de ellos, del porqué venir a un hospital público en vez de irse a una clínica privada porque parecía más que obvio, y rascar una llaga no les haría más felices ni menos desdichados. Parecían provenientes de una familia acomodada caída en desgracia.

A pesar de ser yo tan joven me respetaban, me apreciaban y no permitían que otro de mis compañeros les viera y yo, también me sentía a gusto atendiendo sus síntomas añosos. «¿¡Qué mueble viejo no cruje de noche!?» Me decían excusándome de entrada y aceptando sus achaques. Por meses, siempre venían en comandita y sin cita, él sosteniéndola por el brazo con  delicadeza y donaire. Sus trajes siempre eran los mismos, ella con una blusa blanca con faralaos calados en la pechera y una chaqueta y falda azules y un pañuelito inclinado como un borracho en el bolsillo superior; él un traje que alguna vez fue azul marino y que el paso del tiempo había mareado y virado su color y le había dado el lustre del uso continuado, una camisa blanca amarillenta y una corbata negra que más parecía como empolvada. Delgados ambos, sus planchas se movían en sus desgastadas encías produciendo chasquidos al hablar.

En cierta ocasión vino solo y desconsolado pidiéndome, más bien suplicándome, que atendiera a su esposa en su casa, que él me pagaría. De nada valieron mis excusas y acepté si consentía en que no le cobrara nada. La congoja reflejada en su cara me hizo acompañarle una vez que terminé la consulta y durante la hora del almuerzo; la compasión es un lenguaje universal…

Vivían relativamente cerca, en una casa donde habían alquilado una amplia sala con dos ventanas abiertas a la calle. Se veía que el mobiliario antes fino y ahora tan arruinado como sus habitantes, había pertenecido a un ambiente más acomodado. Un escaparate de tres puertas con tres lunas manchadas tal vez repleto de enseres ancestrales, familiares y personales que opacaba aún más la limpieza de la habitación, un aguamanil desconchado con una toalla blanca, mareada y raída por el uso, una pequeña cocina de kerosene y una silla para evacuar perforada en el centro del asiento.

Ella permanecía lívida en la amplia cama matrimonial de elevado copete; se había resistido a comer en los últimos tres días, pero aun así, cuando me vio de reojo, una sonrisa forzada afloró a sus menudos labios de anfractuosas grietas. Se sentía muy mal y quería morirse… Su facies mostraba un perfil enjuto, con ojos hundidos, ojeras, palidez y perlitas de sudor frío. De manera rotunda sacó fuerzas para rechazar que la hospitalizara. Su sufrimiento –me dijo con voz apagada casi inteligible- era insoportable e intolerable: haber caído desde tan alto hasta tan bajo… Su consorte tan angustiado como estaba, se movía nervioso por la estancia sin saber qué hacer, le tocaba la frente poblada de arrugas, le besaba, le preguntaba cómo se sentía, le aseguraba que mejoraría… No le encontré nada físico: sus signos vitales en el rango normal, ningún cuadro infeccioso, no tenía una de esas neumonías que suelen cebarse a la sombra de la debilidad y la decrepitud…

Le conforté, le reaseguré y le indiqué un tónico de los que todavía existían en aquellos tiempos y le ofrecí verla muy temprano al día siguiente. Cumplí mi palabra y ya escapándose la noche entre los arreboles del día apareciendo por el creciente, toqué a la puerta… Me abrió un señor que parecía el dueño de la casa. Me dijo con frialdad que ambos habían fallecido durante la noche: la serenidad de la muerte les había pillado con las manos entrelazadas…

Eran el uno para el otro y se fueron el uno con el otro. Su vergüenza y sus compartidas penas habían cesado sin pagar la renta… Como es proverbial en los médicos, me reproché por la fragilidad de mi conocimiento, por no haber insistido, por no haber atisbado el desastre, ¿Qué habría yo pasado por alto? Viendo entre la niebla de la lontananza, tal vez no ponderé bien el terrible sufrimiento que les embargaba, ese sufrimiento que roba el espíritu de lucha y mata, ese sufrimiento para el cual no hay píldoras ni puede expulsarse mediante sangrías, lavativas, supositorios o purgantes…, pero ¿cómo podría haberles ayudado? No lo sé todavía, lo que sí sé es que aún les llevo en el ya grande, raído y pesado costal de mis culpas…

  • La situación de MI país y su gente me hace adelantar un símil.

Nos creímos ricos y poderosos, nos jactábamos de ser venezolanos y abochornábamos a nuestros pares hispanoamericanos con nuestra capacidad económica: ¨¡Ta’barato, deme dos…!¨ era nuestra consigna; todavía es la de los bolichicos, aún más echones. No cuidamos los talentos que nos fueron confiados, nos hicimos indolentes e indiferentes, la molicie nos invadió, la fibra rebelde nos abandonó y aceptamos impasibles que un ilegítimo cuya propia ignorancia es para él motivo de fiesta, nos gobernara y un triunfo electoral nos fuera arrebatado… hasta que la ruina tocó a nuestra puerta y nos cogió por sorpresa cuando sorpresas no cabían; caímos muy bajo y sin ánimo de lucha como me expresó con tristeza la viejecita de mi historia, como queriendo desandar el camino andado.

El infierno de los nueve círculos de Dante ya no es una ficción; nos acogota el ejército rojo de la destrucción, ya hay plagas, pestilencias y endemias, epidemias… Toda solución tiene un precio, de no hacer nada, hasta corremos el riesgo de morir atormentados por la congoja con las manos ateridas y entrelazadas por el frío de la muerte…

«El miedo sólo sirve para perderlo todo».

— Manuel Belgrano

En las postrimerías del tiempo pautado para las votaciones del 6 de diciembre, percibimos el desmayo, la fatiga, la angustia y la aflicción del ánimo que es lo que engloba la palabra congoja. Han sido más de tres lustros de decepciones: desengaños para quienes creían que un militar ignorante, gorila, capachero, entreguista y delirante arreglaría ¨esto¨, y también para los otros, los que esperábamos, ilusoriamente, derrotarlo con el voto, como se hace en democracia.

Por desgracia no estamos en democracia y el voto en comunismo es una entelequia; transitamos por caminos de dictadura en un país que estuvo dividido en dos parejos toletes, pero donde los desencantados y furiosos al sentirse utilizados y despreciados con el estado de cosas, han hecho partido con aquellos otros a quienes una vez odiaron: Ya tenemos penas compartidas, y hacemos y deshacemos a la dictadura o el deterioro y la ruina total, se prolongará para pena de todos.

De la boca para fuera, el ministro Rangel Gómez ante la molestia de los guayaneses por la escasez de alimentos cuando en San Félix alcanza 51,08%, espeta: ¨Nosotros somos capaces de comer palo o, en vez de dos huevos, dos piedras, y nos comeremos las piedras fritas, pero a nosotros no nos doblega nada ni nadie¨…, qué desparpajo, que insulto, que falta de consideración, especialmente cuando se tiene la barriga llena, la familia asegurada, guardaespaldas y hasta dólares para viajecitos.

Como puede deducirse, el largo y lento proceso de domesticación del hombre desde el gorila que fue hasta el ser civilizado que debería ser, no ha sido completado en MI país, ha sido abortado en sus buenas intenciones y vamos en retroceso, cuesta abajo y a gran velocidad. ¿Es verdad que se comerán dos piedras fritas o es el colmo del cinismo y la fetidez?, ¿Es verdad que vamos a triunfar si nos enfrentamos a dos millones y medio de votos falsos? ¿Y si la revolución armada no reconoce el triunfo?, ¿Cuál es el plan en caso de que sea ignorado…? ¿Es que todavía creemos que militares cómodos, enchinchorrados y obesos saldrán a la calle a defendernos cuando maten otro estudiante, o que desde los cielos nos venga una ayuda exterior?

De esta solo saldremos por nosotros mismos, con los pies bien firmes en tierra y el corazón en la mano, todos a votar con convicción y entusiasmo y esperamos que nuestros líderes nos acompañen con valentía y reclamen en nuestro nombre lo que es justo, aun con el pago de su propia sangre que también será la nuestra, pues nadie los obligó a estar donde están…

El Señor nos enseñó que para alcanzar el paraíso, los hombres debemos pasar por el infierno, y en él estamos; no hacer nada es bienvenir al Dante. Sin control un gobierno se comporta como un cáncer infiltrante y metastásico, como una pestilencia más. Ha llegado el momento en que la ignorancia y la indiferencia de quienes nos gobiernan ya no son defectos disculpables; solo la sabiduría y la honestidad tendrán el poder de absolución.

Nuestra adhesión sincera al amigo y periodista que habla claro y a quien esperamos cada mañana con los primeros trinos del alba y el cese del croar de las ranitas jardineras satisfechas de amor y del frescor de la tenue lluvia:

“En estos tiempos absurdos, crueles, oscuros, injustos, terribles y miserables que vivimos, hay que aclarar lo que está claro. Yo soy venezolano por nacimiento. Lo garantizan la Constitución Bolivariana de Venezuela y mi vida misma”

César Miguel Rondón

Elogio de las funciones automáticas… El síndrome e de la maldición de Ondina

  • El silencio constituye el fenómeno más singular de la salud. Esa cualidad en un muy amplio sentido no admite queja, ruido o protesta. Los movimientos de cualesquier orden como la respiración, el roce de las articulaciones, la circulación sanguínea en la que se mueve por minuto una enorme masa líquida, la función renal que filtra y regula una gran cantidad de volumen de fluidos por minuto, los procesos de combustión interna, las mil batallas que nuestro sistema inmunológico despliega minuto a minuto, el sistema visual en su exquisita complejidad trabajando en búsqueda de patrones y diseños con orden, hermosura y discreción, miríadas de fotones impresionando los fotorreceptores retinianos, todo, todo ello se desarrolla en medio de un profundo silencio donde la pedantería no cabe… como en todas las cosas de Dios.

Esta característica del silencio, de especial relieve es sin duda, uno de los hechos más misteriosos y sugestivos: no en balde los griegos elevaron el silencio a la categoría de divinidad y Harpócratas el de las pisadas sin huellas fue su dios, pero también simbolizaba el sol del amanecer o del invierno y la renovación constante, y fue quizá por ello que el gran cirujano francés, René Leriche (1879-1955), definió la salud en poética sentencia:

«La salud es la vida vivida en el silencio de los órganos».

La respiración de un individuo saludable es un proceso fundamentalmente automático e inconsciente, controlado por el denominado «centro respiratorio». El bulbo raquídeo es el responsable de su control, demostrado porque la sección del tronco por debajo de él, bloquea la respiración, pero si la sección se produce por debajo de la protuberancia, únicamente se acaecen alteraciones del patrón respiratorio.

Al igual que las ninfas, náyades, nereidas y sirenas de la mitología griegas, en las mitologías germánica y escandinava, han existido desde antiguo seres habitantes de las profundidades de las aguas dulces llamadas nixos, espíritus femeninos carentes de alma que podían adquirirla si casaban con un mortal. Ondina era una ninfa del agua muy hermosa y, como todas las ninfas, inmortal. La única amenaza para su felicidad eterna era enamorarse de un mortal y dar a luz un hijo fruto de la relación. Ello se pagaba caro, significaba la pérdida inmediata de la inmortalidad.

El alemán Friedrich Heinrich Karl, barón de la Motte-Fouqué (1777-1843), se inspiró en el Libro de las ninfas, sílfides, pigmeos, salamandras y de otros espíritus, de Paracelso (1493-1541), para publicar en 1811 un cuento intitulado Undine con un estilo literario algo arcaico; se trata de un relato verdaderamente mágico, con ciertos toques siniestros brindados por los escenarios, los misterios que encierran, y que en cierto modo, los personajes no parecen dueños de su propio destino a tenor de lo ocurrido una vez finalizada su lectura. Basado en leyendas germánicas medievales alcanzó resonado éxito; se dice que fue el libro que leía el compositor y ensayista Richard Wagner (1813-1883) el día en que murió.

La trama de esta novela corta reúne elementos característicos del romanticismo alemán. Ondina (Undina) fue criada desde los 3 años por un matrimonio de pescadores que había perdido una niña de la misma edad. A los 18 años se enamora del conde Hulbrand von Ringstetten y se casa con él. Cierto día mientras navegan por el Danubio en compañía Bertalda, antigua prometida del conde, Ondina se sumerge en el río para recuperar el collar que los espíritus del agua han robado a Bertalda.

Cuando emerge con un hermoso collar de coral en la mano, Huldbrand la maldice furioso; por esto, debe regresar al palacio subacuático de su malvado tío Kühleborn quien condena al conde a morir si vuelve a casarse. Tras la supuesta muerte de Ondina, Huldbrand se casa con Bertalda en segundas nupcias. Tras la ceremonia nupcial, Bertalda abre el pozo del castillo, de cuyas aguas emerge Ondina para recordar a Huldbrand el triste destino de un marido infiel; el conde acepta su sino y solicita que, si va a morir le gustaría al menos que fuera por un beso de Ondina; de esa forma ella que nunca ha dejado de amarlo, posa sus labios sobre los de él y le abraza con fuerza hasta asfixiarlo. Se cumple así el sino de Huldbrand quien le relata a la joven el suplicio en que se ha convertido su vida desde que ella le abandonara, seis meses antes: ¨Un momento de descuido y me olvidaría de oír, respirar… Ha muerto, dirán, porque se cansó de respirar…¨.

Desde ese momento Ondina presta su nombre a la medicina para designar un trastorno del automatismo respiratorio por el que los pacientes se olvidan de respirar en cuanto se duermen, pero conservando intacto el control voluntario de la respiración. Este síndrome de hipoventilación alveolar primario comparte características parecidas al síndrome de Pickwick, uno relacionado con la obesidad morbosa (1), pero en este caso se explica por una disfunción en la regulación neurovegetativa de la respiración. Corresponde su descripción a Severinghaus y Mitchel en 1962 (2) quienes describieron tres pacientes sometidos a una intervención neuroquirúrgica en un área cercana a la región medular alta, que presentaban períodos prolongados de apnea por pérdida del control automático de la respiración, pero en los que el control voluntario se mantenía intacto, vale decir, que podían respirar normalmente si se les ordenaba, no obstante, mientras dormían precisaban ser conectados a un respirador para no morir por apnea. Sin embargo, existen registros previos, en 1951 Sarnof y cols. (3) describen dos pacientes con poliomielitis bulbar, de los cuales el primero corresponde a un caso de pérdida del automatismo respiratorio. En 1950, Ratto y cols. (4) comunica otro caso en un paciente con policitemia donde por exclusión se realizó un diagnóstico de depresión específica del centro respiratorio medular. En 1997, Navarro (5), realiza una extensa y completa revisión de la condición, de su personaje literario, del síndrome clínico y de la polémica suscitada en torno a objeciones de carácter científico y literario.

  • La Diosa Fortuna me acompañó ese día… Presencié uno esos problemas clínicos que los médicos llamamos «fascinomas». Una de esas extrañas ofrendas que nos hace la naturaleza desviada, que por sus características tan particulares son a la vez fascinantes y excepcionales:

Coincidimos al llegar a la Unidad de Cuidados Intensivos. Ella, en una camilla, y yo, por mis propios pasos a mirar un paciente mío allí recluido. La traían directamente desde el pabellón de cirugía: Cursando la tarde de la vida, blanca, delgada, perfilada… inconsciente. Recién le habían practicado una traqueostomía. Una antigua parálisis de las cuerdas vocales que había pasado desapercibida por más de veinte años, le hacía casi imposible respirar. Cada vez que inspiraba, emitía un sonido agudo semejante al de un silbido, que expresaba la dificultad del aire al pasar.

¿Cómo había pasado por alto aquel «estridor laríngeo» tantos años sin ser reconocido? Debido a su condición, había sido necesario abrir una ventana en su tráquea —el gran tubo aire por donde entra y sale el aire de los pulmones— inmediatamente por debajo de la nuez de Adán-, para permitirle respirar mejor… Por encontrarme allí, escuché el diálogo entre el anestesiólogo y el intensivista: -«¡Creí que se me moría en pabellón, -dijo el primero— se me puso cianótica, morada como una uva…!». El otro preguntó: «¿Utilizaron alguna medicación preanestésica, algún opiáceo, alguna benzodiacepina?» -«No, no, que va… todo fue realizado con anestesia local, sólo se usó lidocaína local…!» .

-«¿Cómo se llama la doñita?», preguntó el intensivista -«Su nombre es Esperanza… -respondió el otro-. Allí comenzaron a cachetearla, al tiempo que en voz alta repetían, «¡Esperanza…!, ¡Esperanza… despierta, despierta…!». Con algún trabajo, abría los párpados y entonces respiraba. Rápidamente, aquel tinte ceniciento desaparecía de su cara y las uñas amoratadas reasumían su color rosado normal. Luego volvía de nuevo a dormirse. Era como si sus párpados conectados con el bulbo raquídeo, al caer por efecto del sueño, bajaran un interruptor que desconectaba totalmente la respiración. Otra vez comenzaba el ciclo alterno aquel, de colores, del azul al violeta, del ceniciento casi al negro, el cacheteo y de nuevo al rosado «¡Esperanza…!, ¡Esperanza… no puedes dormirte…!”

¿Qué podría haber ocurrido entonces para que se produjera todo este caos respiratorio? Esta señora, a lo largo de los años, se había habituado a vivir en una atmósfera pobre en oxígeno como si la acompañara un aura, como si estuviera metida en una burbuja con el aire de La Paz, que por sus tres mil y pico de metros de altitud, le regatea el oxígeno a los bolivianos. Sus alvéolos pulmonares tampoco se ventilaban bien, no siendo capaces de eliminar el excesivo anhídrido carbónico que se acumulaba en su sangre y que era responsable de su narcosis, el hecho de dormirse en cualquier sitio…

Sus centros de comando respiratorio ubicados en el bulbo raquídeo habían aprendido a funcionar, a ponerse en marcha, cuando la concentración de anhídrido carbónico se elevara mucho. El mecanismo pues, había sido graduado en una nueva forma, diferente a la de todo el mundo. Así, que la traqueostomía practicada para mejorarla, de repente, había trastrocado todo un mecanismo de compensación fraguado trabajosamente en años… ¡La concentración de oxígeno que nos da la vida podía matarla a ella! Cuando le extrajeron la sangre de una arteria, en vez de roja rutilante y fluida, era espesa y oscura, tirando al violeta. Como expresión de su hambre de oxígeno, su hemoglobina y su hematocrito se habían elevado una barbaridad 19.2 gr/ dL y 66 %, respectivamente. El contenido de anhídrido carbónico en su sangre alcanzaba 92% y la concentración de oxígeno apenas 58%, todos parámetros muy anormales, pero al mismo tiempo, normales para ella… En su cuello se percibía un rítmico tremolar de ondas y depresiones, que traducían un gran aumento de presión en su corazón derecho… -«¡Esperanza…! ¡Esperanza… respira, respira vale por favor!, le decía una enfermera cacheteándola…».

Tal vez en una forma muy simple, llámela usted primitiva sí lo quiere, he pensado que las enfermedades se parecen a los animales. En mi primer libro sobre Ciencias Naturales de cuarto grado, allá en el Colegio de La Salle de Valencia, recuerdo una fotografía del ornitorrinco, un mamífero australiano cuyo hocico prolongado y córneo lo hacía parecerse al pico de un pato. ¡Para mí, otro «fascinoma» que nunca más olvidé! Aseguraba para mis adentros que si alguna vez le veía lejos de Tasmania y de cuerpo presente, por seguro que lo reconocería de inmediato. Años más tarde vino la Facultad de Medicina de la Universidad Central de Venezuela, y por ende, el inicio en mi memoria de una larga colección de enfermedades. ¿Cómo recordar tantas? Mi retentiva nunca fue muy buena; tenía que ingeniármelas. Y así, no me aprendía las enfermedades, me imaginaba a los pacientes que las sufrirían, los síntomas, su forma de caminar, su aspecto, cómo vendrían a mí, en qué sitio me toparía con ellos, qué encontraría al examinarlos, alguna pista que me iluminara el diagnóstico…

Todo eso, porque enfermedad es expresión, en su más variados aspectos. El enfermo, con su ser inigualable, moldea, matiza del todo esa expresión, transformándola en algo que le es muy propio, algo que le es único e irrepetible. Los médicos, confundidos, llamamos a eso «atipicidad». ¿Cómo no ser atípicos si los seres humanos en nuestra inmensa variedad no somos típicos? La enfermedad es entonces un revoltillo de biografía, gestos, facies, color y ruido, olor y dolor, síntoma y signo clínico, ristra de jeroglíficos a ser interpretados adecuadamente, piezas para organizar, eslabones para integrar, fragmentos que unidos tengan un sentido…

Es por ello que el diagnóstico puede ser tan difícil, pues a menudo las partes nos confunden y su reconocimiento escapa a nuestras manos.

¡Qué frustración! ¡Qué dolor!, ver que un paciente se nos va de las manos sin un diagnóstico, sin un enemigo reconocible cuyo flanco débil conozcamos para doblegarle y acabarle, o definitivamente porque es más fuerte que el cuerpo donde se aposenta y las armas con las que le combatimos… ¡No me cabía dudas! No la había visto nunca, pero como el ornitorrinco de mi libro infantil, vaya si le conocía… Esperanza era presa de la maldición de Ondina, una condición que le roba la respiración al cuerpo, donde existe un anatema del control automático de la ventilación con integridad de su control voluntario… Sencillo, si uno no respira voluntariamente, si uno se olvida de respirar o se duerme, deja de respirar  y muere…

¿Ondina?, y ¿quién es Ondina? me preguntaron mis colegas y se preguntará usted. Les mencioné una versión diferente a la narrada anteriormente: «Ondina, la Ninfa de las Aguas», fue la escrita por el novelista francés Jean Giraudoux (1882-1944), quien escribió su comedia Ondina basado en la siguiente leyenda, en la cual, por cierto, no se menciona maldición alguna: Cuando sólo contaba tres años, Ondina fue encontrada en un lago por un pescador y su esposa quienes la criaron. Cuando cumplió 18, se enamoró de un viajero llamado Hans o según otra versión, Hulbrand, quien iba en una diligencia impuesta por su compañera Bertha. Ondina se ganó el afecto de Hans y este la desposó. Después que ambos casaron, ella le enteró de su origen. Era hija del poderoso «Príncipe de las Aguas del Mediterráneo», pero siendo una reina, carecería de alma hasta no casarse con un mortal. Ello le conferiría humildad, benevolencia y previsión. De vuelta al castillo de Hans donde le esperaba su compañera Bertha tuvo lugar un «ménage a trois« en el cual Bertha, continuó siendo la favorita.

En una ocasión en que los tres viajaban en barco por el Danubio, un espíritu del agua emergió y le arrebató un collar a Bertha. Hans se enfureció con ellos y los maldijo incluyendo sin percatarse a su esposa. Había olvidado la admonición que aquella le hiciera de nunca expresarse de mala manera al encontrarse cerca del agua en su compañía. En castigo, Ondina tuvo que morir, volviendo al agua de donde había salido.

Después de la muerte de Ondina, Hans y Bertha deciden casarse olvidando el destino que estaba reservado a un marido infiel. Después del matrimonio, el «Príncipe de las Ondinas» demanda la muerte de Hans por haber roto el pacto de amor. En vano Ondina intercede ante su padre. El Príncipe le permite hablar con Hans por última vez, luego de lo cual, todo se borraría de su memoria.  El infiel de Hans ya sentenciado conversa con ella por última vez y le dice lamentándose: «Todas las cosas que mi cuerpo debe hacer, tengo que ordenarle que las haga. Sólo puedo ver, si ordeno a mis ojos que vean… Un momento de inatención y me olvido de oír… Un simple olvido, y dejo de respirar…».

Todo el control automático de las funciones orgánicas le había sido eliminado. A la final, Hans se queda dormido y muere… Más la historia de Esperanza no tuvo el trágico epílogo de Hans. Unas pocas horas en un respirador automático, un período de adaptación progresiva a su nuevo estado, permitieron que ocurriera un nuevo y maravilloso reajuste.

¡Un melodioso canto a las tendencias de vida!

¡Una callada alabanza al orgullo de la Creación, el ser humano…!

Aunque existe gran controversia en torno al síndrome de la maldición de Ondina y su relación con la hipoventilación alveolar primaria asociada a un fallo en la regulación neurovegetativa de la respiración, la poesía en él involucrada permite recordar su presencia como entidad clínica.

Referencias

  1. Muci-Mendoza R. La neurología en un personaje de Dickens… Síndrome Pickwickiano, apneas, hipopneas del sueño e hipertensión intracraneal. Gac Méd Caracas 2009;117(2):154-162
  2. Seveinghaus JW, Mitchell RA. Ondine’ curse- Failure of respiratory center automaticity while awake. Clin Res. 1962;10:122.
  3. Sarnof SJ, Whitenberger JL, Affeldt JE. Hypoventilation syndrome: JAMA 1951;147:30-34.
  4. Ratto O, Briscoe WA, Morton JW, Comroe JH. Anoxemia secondary to polycythemia and polycythemia secondary to anoxemia. Am J Med. 1955;19:958-965.
  5. Giraudoux J. Ondine. Pièce en trois actes d´après le conte de Frèdèric de la Motte-Fouqué. Paris. Grasset, 1939
  6. Navarro FA. Dos personajes literarios en el lenguaje de la neurología: Ondina (II). Rev Neurol 1997;25 (146):1629-1635.

Elogio de la mujer médica: A la zaga de Agnódice…

 

Hoy viernes 10 de marzo de 2017, se conmemora el natalicio del doctor José María Vargas; es el día del médico y de la médica también. Sea este un tributo a las médicas, su presencia, su persistencia, compañía y a su coraje…

Se le atribuye Agnódice (300 a.C.) la práctica de la medicina en la antigua Grecia en un momento en que la legislación ateniense prohibía a las mujeres ejercer legalmente la ocupación, lo que creaba problemas entre las embarazadas y parturientas que no querían ser auxiliadas por hombres. Algunos cuestionan la posibilidad de que ella fuera una figura histórica pues muy poco se sabe acerca de su vida, como no sea la información suministrada por Hyginus, un autor latino del siglo I.

En el segundo tomo de sus Cartas eruditas y curiosas, el fraile Benito Jerónimo Feijoo (1676-1764) escribe que «las hembras más disolutas, cuando llega el caso de ponerlas por algún delito grave en la tortura, sienten más de la desnudez que los cordeles». Así que Agnódice, ya condolida de esta calamidad de su sexo, ya por sentir en sí una vehemente inclinación y gran pasión hacia la ciencia médica, resolvió vulnerar la ley para cuyo efecto, cortándose el cabello y utilizando vestimenta de hombre fue capaz de convertirse en un estudiante del famoso médico alejandrino, Herófilo de Calcedonia (335 a.C.- 280 a. C.) – a quien se atribuye la primera autopsia-, de quien no era conocida.

Después de terminar sus estudios, con especialidad en el arte de obstetricar, ella escuchó a una mujer gritando en la agonía del trabajo de parto y fue en su ayuda. La mujer, pensando que Agnódice era un hombre le negó que la tocara. Sin embargo, Agnódice levantó su ropa y reveló sus atributos de mujer. De allí en adelante las féminas permitieron que Agnódice –quien en secreto les exponía su secreto-, las tratara. Cuando los médicos masculinos descubrieron que sus servicios no eran más buscados, en el Aerópago acusaron a Agnódice de seducir y de ilícitas intimidades con sus pacientes, así que las mujeres fingían enfermedad para conseguir visitas de Agnódice.

«Cuando Agnódice fue llevada a juicio, fue condenada por los hombres más sobresalientes de Atenas. En este momento, sus propias esposas se involucraron en el asunto. Según Hyginus, argumentaron que, » los hombres no eran sus cónyuges sino sus enemigos, puesto que ellos estaban condenando a quien había descubierto la salud para ellas». El argumento de las mujeres prevaleció y la ley fue enmendada para que las mujeres libres pudieran estudiar medicina».

 

En Antiqua Medicina se comentó la leyenda de Agnódice señalando que, «… es muy poco probable la historia que narra Hyginus se base en hechos reales». Sin embargo, los arqueólogos han desenterrado una serie de figuras identificadas como la mítica mujer Baubo. Según la leyenda griega, divertía a la diosa Démeter tirando hacia arriba su vestido sobre su cabeza para exponer sus genitales. Puede ser que la historia de Agnódice sea simplemente una explicación para tal figura. En el escrito se observó que el nombre en sí mismo, Agnódice, se tradujo en griego antiguo para significar «casta ante la justicia,» una forma que «no es infrecuente en la literatura griega».

Sea o no que su leyenda se base en un hecho real, es una que el mundo de la medicina ha aceptado durante mucho tiempo. Así, Agnódice se recordará como la primera mujer ginecóloga y partera. Admirable mujer si pensamos que aún en 1900 todavía se miraba con sorna y desprecio a las mujeres que anhelaban su ingreso en una escuela de medicina.

Según la mitología, Démeter se encontraba de profundo luto por la pérdida de su hija, Persphene, que había sido secuestrada por Hades. Tan profundo fue el dolor de Deméter que renunció a sus deberes de diosa de traer fertilidad a la tierra. Todo el mundo intentaba desesperadamente consolarla y animarla, pero ella se encontraba muy triste. Entra en escena Baubo, diosa del regocijo. Las dos mujeres comenzaron a conversar y la segunda, con gran humor, hacía atrevidas observaciones. Démeter comenzó a sonreír. Baubo, salió fuera bajo un cielo azul pleno, se levantó la falda y mostró a Démeter su vulva. Riéndose cordialmente, Démeter fue capaz de salir ella misma de su tristeza y comenzó a actuar para recuperar a su hija. Baubo le salvó el día…

Es muy linda y aleccionadora la historia de las pioneras médicas en el país: La primera mujer en realizar estudios completos de medicina en el país fue Sara Rosa María Bendahan, nacida en Guatire, Estado Miranda, el 28 de febrero de 1906. Habiendo finalizado sus estudios en 1930, por conflictos personales muy dolorosos no se recibió hasta el año 1939, cuando presentara su tesis doctoral intitulada El diagnóstico de la Apendicitis. Contribución al estudio de la variedad retro-cecal.

Es de justicia también recordar a las doctoras Virginia Pereira Álvarez, poetisa y narradora, la primera mujer que intentó los estudios médicos en Venezuela, pero que posteriormente los concluyó en Filadelfia, Estados Unidos en el Woman’s Medical College of Pensylvania en 1920 y luego vino a trabajar con el doctor Arnoldo Gabaldón en el tratamiento de la malaria, y Lya Imber (1914-1981), nacida en Odessa, Ucrania, titulada el 31 de julio de 1936. Se dedicó al niño enfermo y fue una de mis recordadas profesoras de pediatría en el Hospital de Niños, José Miguel de los Ríos; igualmente fue la primera mujer electa como Miembro Correspondiente Nacional de la Academia Nacional de Medicina en 1981. Fallecería dos meses después.

Aunque no fueron médicas, mencionaremos a las pioneras hermanas de San José de Tarbes, 18 en total, que trajeron al país un nuevo estilo de enfermería y asistencia hospitalaria. Dirigidas por la Reverenda Madre Saint Simon, llegaron a La Guaira, Venezuela, el 13 de junio de 1889, desde Cantaous (Francia), para ocuparse de los enfermos del Hospital Vargas de Caracas y de otros hospitales, y también de la enseñanza en medio del ímpetu modernizador de la asistencia hospitalaria promovida por el Gobierno de Juan Pablo Rojas Paul. Bajo el nombre de Hermana Josefina se encontraba una tía de Graciela, mi esposa: su real nombre, Rafaela Arocha persona de fuerte temperamento quien soñaba con casarse y rechazaba la idea de ser monja, pero sin explicaciones, allí terminó…

Para entonces se realizaba en el Vargas atención obstétrica. Mi hermano Fidias Elías me hizo conocedor de una heroína, la partera Domitila Rodríguez, quien ejerció su oficio en sus salas entre 1918 y 1939 y me hizo conocer el famoso signo llamado de ¨Domitila¨, o la emisión de un escíbalo o heces fecales en el momento de la coronación del feto, evidencia de que no se había aplicado un enema evacuatorio antes del parto…

 

Cuando los estudios médicos eran otros y transcurrían apaciblemente, tuve compañeras insignes, batalladoras, lo que hoy día llaman guerreras, apasionadas del saber, muchas de las cuales compartían sus trasnochos entre estudios y las faenas del hogar; no sé cómo lo hacían; no sé cómo lo hacen muchas mujeres, tal vez por el convencimiento y la pasión de ser mujer… Muchas se destacaron en la profesión, otras llegaron hasta donde pudieron llegar con la frente en alto. Así, más tarde acumulé alumnas y más alumnas, estudiantes de pregrado y graduadas, bastantes destacadas, responsables y estudiosas. No podría mencionarlas porque han sido muy numerosas, pero si así fuera, no quisiera que ninguna se quedara fuera, así que mi cariño, mi admiración y mi respeto a la mujer médica venezolana…

Hay algo, sin embargo, algo que me inquieta, me produce desazón y profunda lástima. Algunas de estas médicas que transitaron por los pasillos de nuestros hospitales, que vieron de cerca la miseria sostenida de los galeotes en los hombros de los más pobres y mugrientos, que, en su momento, sufrieron y se sintieron mal por ellos, pero luego por juego del destino se pasaron a las filas de la revolución bolivariana y allí, donde y cuando pudieron hacer algo por cambiar o aminorar la minusvalía de esos venezolanos, no lo hicieron… no lo hacen. María Lourdes Urbaneja Durant, María Eugenia Sader Castellanos, Isabel Iturria, Nancy Pérez Sierra y Luisana Melo Solórzano, ministras de salud durante la oscurana comunista, pronto en sus cargos abjuraron del Juramento de Hipócrates, de Maimónides (Rabí Moshé ben Maimón) y de Razetti que una vez hicieron; se volvieron ciegas antes la realidad que taladraba sus retinas,  sordas ante el clamor de los desvalidos y mudas ante su deber de denunciar, y se aliaron con la mentira, y a pesar de que el barco de la revolución hace aguas por todas partes, aún no oyen las campanas tocando a rebato y apoyan las embustes de la mediocridad con aprobaciones de cabeza durante concentraciones de gentes llevadas a juro.

¿Dónde estaban ustedes cuando la malaria progresaba sin control?

Así se expresó el villano, ni una mentira más ni una menos:

>> Venezuela aboga por mayor protección de DD.HH. ante la ONU

«La salud, hay que decirlo un millón de veces, no puede ser una mercancía. Tenemos que construir un sistema de salud con una doctrina de servicio humano. Tenemos que construir un sistema que vaya integrando todas las capacidades, para todos y de todos, un sistema incluyente, socialista y humanista», instó el presidente el viernes 10 de marzo.

Basta verlas sonrientes y despreocupadas ante la catástrofe que se ensaña frente a sus ojos. Por una de ellas que tuve de alumna, me consta que no todas son lerdas o incapaces de comprender, o que en algún momento no hubiera aspirado al mérito académico; sin embargo, ahora resulta que amparan a los menos preparados en sus carreras universitarias y sin decirlo, apoyan la farsa, la oferta engañosa para producir en serie barberos que presumen de médicos: ¨382 nuevos médicos especialistas en diversas áreas de la salud¨; no les preocupa que estos ¨médicos a palos¨ por seguro que tendrán un pobre desempeño, hijo de su mediocre preparación. ¡Hasta dónde se han envilecido!

Pero descenderá un San Miguel implacable desde los cielos para alancear una vez más a Lucifer, simbolismo no sé si de los desposeídos que claman por justicia o de los arrepentidos que tratarán de salvar sus cabezas…

Elogio de la sinceridad…

 

De mi memoria surge una anécdota de cuando estudiaba sexto año de medicina, o sea, cuando falsamente creía que ya estaba cocinado y listo para salir del horno… Aunque por mi inmadurez y timidez –que me hicieron sufrir tanto- nunca fui una persona ¨echona¨, mi dedicación al estudio y los frecuentes halagos de mis profesores y de mis compañeros de curso –tantas veces exagerados- parecían indicarme erróneamente que podría intentar navegar sin astrolabio ni brújula en las aguas procelosas de la práctica médica… Y siendo que el error es humano, mi pobre ego se hinchaba y se inflaba con tanta lisonja… Un fuerte golpe a mi narcisismo que me obligaría a poner los pies en tierra entonces surgió…

Cierto día, atendí en la consulta externa de medicina del Hospital Vargas de Caracas a un viejecito flaco y desmirriado, con despoblada barba de enfermo que en su palidez pajiza le daba un aspecto de hueso con hormigas; un paciente de esos a quien podrían contársele las costillas en el pecho y las apófisis espinosas en su espalda, sin bola de Bichat y de abdomen excavado donde se apreciaba el peristaltismo intestinal, vale decir, las tripas reptando como culebras bajo el escaso panículo adiposo abdominal que su autofagia le imponía. Mi primera visión, tal como se verá, muy prejuiciada, me hizo pensar en que tenía un avanzado cáncer del estómago. Y así, con aquella preconcebida y prejuiciada idea en mente procedí a interrogarlo, a examinarlo y a hospitalizarlo en la sala 7 del Hospital Vargas de Caracas, asiento de la Cátedra de Medicina Interna y servicio de Medicina 2 donde realizaba mis estudios.

Mi amigo ¨Cabeto¨ (1934-2013) y el doloroso descubrimiento de mi prepotencia…

No pasó mucho tiempo cuando se me acercó el doctor Carlos Alberto Moros Ghersi (1934-2013), a quien me daba el lujo de llamar ¨Cabeto¨… Y no era por insolencia ni por afán de igualarme. Resulta que los tres hermanos Moros: Carlos Alberto, Eulogio y Morelia, y mi hermano Fidias Elías eran compañeros del curso que se graduó de Médicos Cirujanos en 1958 bajo el epónimo del bien recordado maestro, doctor Leopoldo Briceño Iragorry (1908-1984)…

La lista de asistencia rezaba así, monótona como todas las listas: Moros, Moros, Moros, Muci; seis años de convivencia, de hermandad, de ligazón espiritual… La atadura emocional de la amistad sincera hacia mi hermano había sido trasladada in toto y vis a tergo hacia mi persona. Me trataba y siempre me trató con extremado afecto y consideración. Luego del ingreso, él había conversado con el viejecito y también le había examinado con esmero. Nada de lo que yo había asentado en el papel acerca de sus síntomas y signos era cierto… Toda aquella reláfica escrita con letra legible, en tinta china y subrayada con tintas de color según su importancia, no era otra cosa que una invención no intencionada de mi prejuicio, una especie de alquimia de mi prepotente ego, un espejo de mi ligereza listo para fragmentarse en mil pedazos, afortunadamente…

Todo aquello pudo haberse quedado así, y él, no decirme nada… Sin embargo, como si limpiara una fina y delicada porcelana de Lladró, se acercó cauteloso y me habló con tacto y sinceridad, exponiéndome mi equivocación, el porqué de mi erróneo juicio clínico y los correctivos para evitarlo. Lejos de estrujarme en la cara mi desacierto quiso darme una lección que nunca más olvidaría: Que las primeras impresiones pueden ser opacas, resbaladizas o simplemente ¨primeras impresiones¨ y que pueden conducirnos a la ofuscación o al yerro; que el aprendiz, ante su gran carga de ignorancia, suele recurrir a clichés mentales, como aquel de, ¨pupilas isocóricas, regulares y centrales que responden bien a la luz y a la acomodación¨, siendo que el ¡20%! de las personas normales tiene una anisocoria fisiológica -también llamada central-, una pupila más dilatada que la otra no mayor de un milímetro…

En otro momento escribí acerca de mis prejuicios en el Boletín Virtual de la Academia Nacional de Medicina 5:49, enero de 2013 y al que intitulé, ¨Las enseñanzas de Misia Chucha y Misia Virginia¨. Por eso enseño a mis alumnos y siempre haciendo referencia previa a esa, la lección de Cabeto que dio en el blanco de mi narcisismo y me hizo más humano y centrado… Su sentida muerte en la flor de su práctica hizo perder a la medicina venezolana y en especial a la medicina interna, a la Sociedad Venezolana de Medicina Interna y al American College of Physicians Región Venezuela,  uno de sus más ilustres ornamentos.

Y así, luego de atender a un enfermo, no importando si se trata de un cuadro viral febril o un ¨ACV¨, una parálisis facial o una ¨hernia discal¨, me pregunto y  enseño a mis alumnos a preguntarse: ¿Cuál sería la primera pregunta que deber asomarse a sus mentes…? Solo una y es esta, ¿tiene este paciente realmente una virosis, un accidente cerebral, una parálisis facial o una hernia discal, o una condición que lo simula…? Pienso que esa pregunta puede ser un antídoto contra el yerro que nos hace pensar y dudar de una primera impresión…

«Cabeto» Moros luego sería un todo maestro de la medicina interna, especializado en la Universidad de Londres en radiología cardiovascular con el profesor Keith Jefferson, profesor titular de la UCV, master y gobernador del Capítulo Venezuela del American College of Physicians, director de la Escuela José María Vargas, Decano de la Facultad de Medicina de la UCV, senador de la República y rector magnífico de la Universidad Central de Venezuela, pero ante todo, un amante del humilde enseñar sincero y directo… Aupado por el compromiso y el amor al país, hasta allí llegó mi amigo y el recuerdo luminoso que me dejó sigue flotando a diario en mis acciones…

Otras dos personas en el pasado reciente me lo hicieron saber directamente y sin anestesia, fueron los doctores académicos de medicina Augusto León Cechini. (1921-2010) y José Miguel Avilán Rovira (1922-2014) -«la letra con sangre entra»-: el primero, en ocasión de corregirme mi primer libro y encontrar una aburrida cantidad anglicismos, horrores y términos por mi inventados en un proyecto de libro sobre Fondo del Ojo: la reprimenda considerada y afectuosa me hizo ser más atento, serio y veraz, emplear siempre el diccionario de la RAE, el diccionario de sinónimos y antónimos y otros que se despliegan frente a mi vista, algo más allá del computador; el segundo, al deshacer los yerros en los trabajos que enviaba para ser publicados en la Gaceta Médica de Caracas cuando él era su director. Mucho aprendí de ambos, siempre se los agradecí y siempre les hice saber de mi agradecimiento y del por qué…

 Y es que la sinceridad no es propia de nuestra cultura porque nuestros amigos prefieren no hablarnos claro por temor a perdernos, no sea que no nos guste la claridad y nos enoje la verdad. Es como  cuando uno tiene un moco pegado a la corbata o asomado en una narina y lo deslucimos al pasearnos orondos entre corrillos en una reunión –permítaseme lo prosaico y el mal gusto-… casi nunca hay alguien capaz de llamarnos disimuladamente a un lado para decírnoslo con franqueza y suavidad; por el contrario muchos antes bien, voltean la cara y nos dejan de lado con prisa como si fuéramos apestados…

Para ser sincero también se requiere «tacto», esto no significa encubrir la verdad o ser vagos al decir las cosas. Cuando debemos decirle a una persona algo que particularmente pueda incomodarla principalmente debemos ser conscientes que el propósito es «ayudar» o lo que es lo mismo, no hacerlo por despecho, enojo o porque «nos cae mal», eso tiene otro nombre, y no es el de sinceridad, aunque lo que digas no falte a la verdad. Hay que encontrar el momento y lugar oportunos, esto último garantiza que la persona nos escuchará y descubrirá nuestra buena intención de ayudarle a mejorar.

La sinceridad, debemos enfatizar es un valor que no debemos esperar de los demás; antes bien, es un valor que debemos ejercer con todos para tener sinceros amigos y para ser dignos de confianza. La premisa de este aserto es ir siempre con la verdad; sabemos que no es sencillo ni fácil pero basta con ejercerla con sabiduría y tacto para saber que cuesta más de lo que creemos.

La sinceridad no sólo trasluce en las palabras, sino que también se demuestra por medio de nuestras actitudes. Cuando aparentamos ser lo que no somos, sea en cuanto a edad, trabajo, inteligencia o amistad, tendemos a aparentar lo que no somos -más jóvenes, más despiertos, más inteligentes, o más educados-. Si se descubre la gran mentira que hemos hecho creer puede aplicársenos el refrán: «Dime de qué presumes… y te diré de qué careces» y entonces se produce una gran desilusión ya que se pierden las esperanzas de lo que la persona en realidad no es. También indicar que «decir» siempre la verdad con palabras es una parte de la sinceridad, porque también debemos «actuar» acorde con la verdad que propalamos.

Para ser sincero se necesita tener mucho «tacto» y ello significa que cuando debemos decirle a una persona la verdad de lo que pensamos y esa verdad podría incomodarla, debemos utilizar las palabras, las expresiones correctas ya que el primer propósito es «ayudar» y el cómo decirlas son necesarias para que la persona escuche y vea que lo que se le dice va con buenas intenciones y sin ánimo de ofenderle.

La sinceridad también requiere valor ya que, a la hora de decir la verdad a un amigo, por ejemplo, el no decirla no podría justificarse por el hecho de perder una buena amistad o por el concepto que se tiene de la persona. La persona sincera siempre dirá la verdad, en todo momento, aunque le cueste, sin temor al qué dirán. Ya que vernos sorprendidos mientras mentimos es aún más vergonzoso.

Otro que exhibía un tacto desmesurado pero no por eso dejaba de decirme lo que tenía que decirme, fue el doctor Darío Fuenmayor-Rivera, admirado médico oftalmólogo, hermano querido, compadre sin ser mi compadre, y quien en muchas ocasiones me dijo verdades dolorosas que siempre estaban imbuidas de respeto, bien acerca de mis diagnósticos oftalmológicos o de mis impresiones acerca de una  angiografía fluoresceínica, y aun en aspectos de mi vida personal.

En su homenaje acerca de él escribí el 17 de junio de 2014…

 

«Doctor Darío Fuenmayor-Rivera (1934-2014)»

Ha fallecido confortado con los mimos de su familia, el último caballero de la oftalmología venezolana…

¨Vive de modo tal que cuando tus hijos piensen

en justicia e integridad, piensen en ti…”

Jackson Brown, Jr.

«Me apresuro a escribir lo que mi alma me dicta… Mi tristeza no tiene límites, la mañana de hoy murió mi cercano hermano de afectos. Se fue con la sencillez que marcó los pasos de su fructífera vida, sin algarabías ni estridencias, sin remordimientos ni odios, sin cuentas por saldar y con el precioso haber del deber cumplido. La oftalmología venezolana está de cerrado luto.

Con él se ausenta definitivamente un maestro de la oftalmología latinoamericana, profesor insigne a pesar de no haber pertenecido –como le correspondía en propiedad- a la planta de profesores del posgrado de oftalmología de alguna prestigiosa universidad nacional. Aun así, motu proprio, con decisión y compromiso se las ingenió para enseñar y dictar cátedra, y mire que lo hizo a diario a plenitud, pedagógicamente y ameno, lo hizo muy bien, en múltiples escenarios y con la humildad y su sapiencia proverbial, esas que siempre le arroparon…

Nos graduamos juntos en 1961 en la Universidad Central de Venezuela y él, pronto se fue a la Argentina donde en Córdoba, fue acogido por el doctor Alberto Urretz-Zavalía (1920-2010) oftalmólogo de recio carácter, que supo siempre reconocer su valía y su indeclinable dedicación al trabajo sin pausa, al estudio serio y a la adopción de cada paciente como una causa.

Siendo que mi camino fue el de la medicina interna, me alejé de él por algún tiempo… En algún momento, cuando me interesé por el ojo como escenario privilegiado de la enfermedad sistémica, buscando alguien que me apoyara, cuando tantas puertas me fueron cerradas en la cara y duras recriminaciones se me hicieron por ser intruso en una especialidad de la cual no formaba parte, en ese momento preciso, nuestros caminos de nuevo se cruzaron. Me abrió su corazón y su ciencia sencilla, me acogió y me relacionó con otros oftalmólogos y más aún, a través del contacto con el profesor doctor Rafael Cordero Moreno fui catapultado a San Francisco de California para mi entrenamiento posdoctoral en neurooftalmología.

Portando 2 pantallas, dos proyectores de diapositivas, numerosos carruseles, muchos metros de cables y cientos de fotografías del fondo ocular y angiografías, viajamos como «cuoteros» en su camioneta por todo el país regalando nuestra mercancía, impartiendo cursos de angiografía fluoresceínica de la cual fue el verdadero pionero y el más comprometido en Venezuela; de todos sus oyentes, el que más provecho sacó fui yo, ya que siendo siempre de lento aprender, de mucho oírlo tantas veces terminé por aprender de su ciencia sencilla y nítida.

Fue presidente de la Sociedad Venezolana de Oftalmología y de la Asociación Panamericana de Oftalmología, organizador de congresos, colaborador permanente del Curso Básico de Oftalmología de Puerto Rico, «Dr. Guillermo Picó Santiago», charlista excelso él mismo… y además, cultor de la voz del arrabal: cantante de tangos hasta no hace poco; no se hacía de rogar para brindar su arte: una voz, un sentimiento y una pasión que hasta Carlitos, el zorzal criollo le hubiera envidiado…

Darío fue un hombre de muy rectos procederes, nunca hizo de la profesión un comercio, fue un ciudadano de bien, un médico meticuloso, respetado y compenetrado con el dolor de sus pacientes, un estudioso consuetudinario, jovial y fácil de tratar, nunca quiso ser lo que no era y sus pacientes le respetaban, le amaban y jamás le acusaron de cometer un acto contrario a la moral o a la ética. A menudo conversaba con él y le pedía su opinión y consejo en áreas de la oftalmología que no conocía con suficiencia; no me hacía sentir mal por mi profunda ignorancia y dispuesto, con el tacto de quien no quiere herir al que sabe menos, me regalaba sus saberes.

Darío nunca hubiera cohonestado la cirugía de cataratas en ojos 20/20 por la Ꞌeventualidad futuraꞋ del endurecimiento de su núcleo; no le hubiera importado perder al paciente por el recurso siempre esgrimido de que si él no lo operaba, otro lo haría. Tampoco cohonestaría realizar cirugías refractivas en ojos présbitas, especialmente cuando me decía que no conocía ningún colega suyo que hubiera permitido que se las dejaran hacer a sí mismos… Su actitud ponderada, íntegra y sabia siempre contrastaba con la del montón, recordándome a mi admirado Sherlock Holmes al advertir en ¨La banda de los lunares¨: ¨Cuando un médico obra mal, se convierte en el peor de los criminales: tiene sangre fría y posee los conocimientos necesarios¨. En una sociedad envilecida, moralmente contrahecha, encubridora a ultranza, que no controla ni protege, que no aplica la ley ni castiga al culpable de un delito, todos tenemos patente de corso para ejercer la laxitud en nuestros procederes y ejecutorias sin que los organismos societarios o gremiales practiquen la vigilancia de las formas de hacer de sus agremiados.

La lejanía nuevamente me separó de su presencia, pero conversábamos a menudo y sentía en sus palabras un dejo de saudade por sus pacientes, por la patria lejana, por sus amigos de siempre. Pero invariablemente prudente y reservado, parecía no querer expresar su honda pena. Pero así era él, y en esa ley dejó este mundo…

Con fuerza ineluctable, Átropos cortó el hilo de su vida… Y fue así como hoy,  14 de junio de 2014 imperturbable, seccionó la brizna que sujetaba su existencia, y de su cuerpo entelerido se elevó su alma a los reinos ignotos donde el dolor ya no existe y la virtud se premia… Lugar ese desconocido donde su cuerpo gozará del merecido descanso eterno, único genuino adecuado a la fatiga de una vida intachable. Con Darío se cumple la pretensión horaciana de ¨no morir del todo¨, pues los médicos y hombres grandes continúan viviendo a través del recuerdo y agradecimiento de sus amigos y de sus pacientes…

Gladys, su querida Gladys, siempre a su lado, atendiéndole y cuidándole; amor de sus amantísimos hijos y nietos también recibió a raudales; respeto, la consideración y la admiración de sus cercanos amigos y colegas también tuvo en demasía, pero nunca se vanaglorió de cumplir con ese sagrado deber de enseñar al que no sabe y aprender de quien sabe más. Para todos los que le quisimos mi muy sentida palabra de pésame y una lágrima por su recuerdo…

Para ti Darío, querido amigo y hermano, un sincero hasta luego y un espérame que en cualquier momento nos vemos…»

 Decía don Gregorio Marañón y Posadillo (1887-1960), el Hipócrates español, “Debemos declarar heroicamente que el médico no sólo puede, sino que a veces, debe mentir. Y no solo por caridad, sino con el más riguroso criterio científico”, pues con relación nuestro oficio, la ¨mentira piadosa¨ puede y debe emplearse cuando sabemos que un paciente no tolerará la verdad que en ese momento consideramos verdadera, pero ojo, es bueno aclarar que es ¨nuestra verdad¨ -que no siempre el LA verdad-, por ello, debemos siempre esperar el momento oportuno, ese cuando sintamos que ahora sí nuestro paciente puede digerir parte de ella o tal vez toda ella. El pretendido respeto a la independencia del enfermo y su derecho de conocer la verdad muchas veces solo logra destruir las defensas emocionales del paciente para entregarlo a la saña de su dolencia: la demanda médica conspira para hacernos más fríos y calculadores.

El mostrarnos «como somos en realidad», nos hace congruentes entre lo que decimos, hacemos y pensamos, esto se logra con el conocimiento y la aceptación de nuestras cualidades y limitaciones. Al ser sinceros aseguramos nuestras amistades, somos más honestos con los demás y a la vez con nosotros mismos, convirtiéndonos en personas dignas de confianza por la autenticidad que hay en nuestra forma de comportarnos y nuestras palabras.

A medida que nos vamos haciendo más mayores, la sinceridad debe ir en aumento y debe convertirse en un elemento básico para vivir nuestra vida con auténtica plenitud y sinceridad.

Cabe enfatizar que «decir» la verdad es una parte de la sinceridad, pero también «actuar» conforme a la verdad, es requisito indispensable.

Ser sincero, exige responsabilidad en lo que decimos, evitando dar rienda suelta a la imaginación o haciendo suposiciones.

 

Elogio de la entrega…

Pobre rico país pobre… De acuerdo a Pitágoras de Samos, de la armonía surgirá del caos

 

Y a rastras como las ratas pasaron más de tres lustros oscuros, tiempos amenazantes, tormentosos, intransigentes y difíciles para unos; paradójicamente y presenciando la destrucción del país, bienvenidos para otros; la patria se polarizó en dos toletes; nos dividimos como si fuéramos enemigos viviendo bajo un mismo sol, bajo una misma historia, bajo una misma bandera; pero parecimos ignorar que los opuestos son lo mismo, difiriendo sólo en el grado, y sabedores que los pares opuestos pueden ser reconciliados; aunque el amor y el odio son considerados antagónicos, situados en antípodas, el uno al otro enteramente diferente e irreconciliable, en la realidad no lo son. Ambos son designaciones aplicadas a los dos polos de una misma cosa.

Solamente odiamos aquello que amamos o hemos amado y nunca podremos odiar lo que nunca hemos amado. En una escala donde amor y odio antagonizan, en cualquier punto donde comencemos encontraremos más amor, o menos odio, conforme ascendemos la escala; y más odio o menos amor conforme descendemos. Soy optimista, fusionaremos voluntades en medio de la bulla que nos aliena, la calma renacerá y reconstruiremos un mejor país con el auxilio de mucha de la fuerza que aún nos queda, la de nuestros hijos, la esperanza de nuestros nietos y el recuerdo de nuestros padres…

Los antecedentes históricos de la medicina venezolana establecen cuatro etapas de evolutivas que incluyen, su fundación, reforma, transformación y modernización; pero me he permitido adicionar dos etapas más, una que llamo de involución de la medicina pública (con un correlato de avance en la medicina privada), y la etapa actual –incomprensible- que he calificado de entrega a una nación extranjera.

La primera etapa, correspondiente a la fundación, se inicia en 1763, años antes de la existencia de la Capitanía General de Venezuela que se decreta en 1777, con la creación de la Cátedra de Medicina en la Universidad Real y Pontificia de Caracas; y luego con la institución del Protomedicato, ambos debidas al empeño y decisión del ilustre médico mallorquín, Lorenzo Campins y Ballester.

La segunda etapa, correspondiente a la llamada reforma, es liderada por el doctor José María Vargas, quien en 1827 se convierte en el primer rector seglar de la republicana Universidad Central de Venezuela. Vargas se erigiría en el reformador de los estudios médicos. Con él se inicia la medicina científica, y quedan echados los cimientos para su ulterior desarrollo.

La tercera etapa es la de transformación. Comienza en 1891 y está determinada por tres hechos fundamentales; a saber, la inauguración del Hospital Vargas de Caracas ese mismo año; la fundación de las cátedras experimentales de Fisiología, Histología y Microbiología; y la creación del Internado y Externado hospitalarios. Siete visionarios colman esta etapa: Elías Rodríguez, rector de la UCV para la fecha; Luis Razetti alma y motor indiscutible de esa transformación; José Gregorio Hernández, fundador, regente y sostenedor de esas tres cátedras a lo largo de 28 años; y cuatro grandes clínicos y maestros venezolanos de todos los tiempos, propulsores de las clínicas madre, Francisco Antonio Rísquez, Pablo Acosta Ortiz, Aníbal Santos Domínici y Miguel Ruíz.

La cuarta etapa es una de modernización iniciada en 1936, cuando se crea el Ministerio de Sanidad y Asistencia Social, cuyo primer titular fue el doctor Enrique Tejera Guevara. Se produce la transformación de la Junta de Beneficencia Pública de Caracas; se crean las cátedras clínicas de todas las especialidades médicas y se funda el Consejo Venezolano del Niño. Se trata de una época de fecunda ebullición y gestación, de anhelo de reformas y mejoras que llevan a la ciencia médica venezolana a la altura de las naciones más avanzadas

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La quinta etapa la he llamado, la Involución de la medicina pública y Evolución de la medicina privada. Para el momento del inicio de nuestros estudios médicos, el Hospital Vargas de Caracas era el centro de referencia nacional para pacientes de todo el país, que venían en la búsqueda de comprensión para sus quejas y cura para sus dolores. Allí se formaron las grandes escuelas de clínica médica y cirugía. Médicos privados enviaban sus pacientes tras la pista de un diagnóstico acertado, o para la realización de exámenes complementarios que no se hacían fuera de su perímetro, o para alguna complicada intervención quirúrgica. Muchos de nuestros profesores hablaban fluidamente dos o tres lenguas, tenían estudios de postgrado en el exterior y habían regresado a esparcir su semilla en ese terreno abonado que fuimos nosotros. Eran momentos en que la atención médica se percibía como un acto de beneficencia y no como un derecho humano como luego con pertinencia lo fue.

Se habían fundados hospitales a todo lo largo y ancho de la geografía nacional y allá se fueron posgraduados de las cuatro clínicas ¨madre¨,  a modificar viejas maneras de hacer, retoñando por doquier con fuerza de primavera, el verdor del progreso médico. El Hospital Universitario de Caracas amenazó con el cierre del Hospital Vargas. Visionarios no lo permitieron, y sobre su muerte cierta, como ave Fénix fulgurante se alzó la Escuela de Medicina José María Vargas.

Con el paso del tiempo, las políticas de salud fueron cambiando sin que se trazara un plan para garantizar su continuidad. La politiquería infiltró instituciones e inició el deterioro de los servicios públicos de salud; buenos planes eran rechazados por provenir de otra tolda política. Los hospitales públicos, a un coste elevadísimo, devinieron en receptáculos de toda injusticia, depósitos de enfermos con problemas médicos y quirúrgicos no resueltos, morideros de gente, bien por falta de mantenimiento, bien por migración del personal hacia la práctica privada ante los paupérrimos salarios, falta de insumos, ausencia de protección para el médico y el paciente, períodos de estada elevadísimos… en fin, todo lo que implica una mala medicina a un impresionante coste.

Entre tanto, fueron formándose policlínicas privadas del más alto nivel, limpias y funcionales, bien dotadas de insumos y con los últimos adelantos tecnológicos del momento, con personal altamente solvente, competente y bien preparado, que a un coste elevado serviría a la ínfima parte de la población que pudiera cancelar sus servicios. Muy poca solidaridad hacia quienes no tenían posibilidades mostraron en sus comienzos estas instituciones, y, con mucha frecuencia, los profesionales, copiando estándares extranjeros ordenaban y aun ordenan en forma desordenada y desconsiderada, exámenes costosos cuando procedimientos más económicos podían conducir a un diagnóstico.

Iniciamos nuestras prácticas en este período, muchos compañeros y yo, compartíamos la práctica entre docencia y asistencia matutinas y práctica privada en la tarde. No había la posibilidad en el Hospital de conciliar las dos propuestas. El Complejo Asistencial Docente Vargas –sueño de hombres y mujeres de valía- quedó como vergonzosa historia no concluida, o la autogestión promovida en años posteriores por ilustres vargasianos, jamás pudo ser llevada a buen puerto por ese proceso involutivo que iniciaba el agobio rojo, donde no hay consuelo para las penas del niño que vive en la calle o aquél otro ahogado en su dolor, mendigando salud en Miraflores, atestado de papelitos peticionarios y de promesas incumplidas, cuando la dádiva política a otros países continuaba y continúa encontrándose a la orden del día.

La sexta etapa en este declive hacia el precipicio de la ignominia y la destrucción, la he denominado La Entrega. En 1999, veinte años atrás, con la llamada Tragedia de Vargas, cuando los venezolanos nos aprestábamos a votar en el referéndum para la aprobación de una nueva Constitución –lo que ocurriría al siguiente día-, las precipitaciones en el Litoral Central se establecieron y continuaron sin amainar, determinando que el cuerpo de bomberos local sugiriera decretar un Estado de Emergencia en la zona, advertencia que el Gobierno nacional no escuchó. Esa voz desoída por mezquinos intereses de la alta cúpula gobernante, condujo a la desinformación de la población litoralense y a la muerte de cerca de cincuenta mil conciudadanos, un crimen de lesa humanidad olvidado y todavía no pagado…

En ese infausto momento, el gobierno venezolano devuelve la ayuda norteamericana que veía en camino, devuelve los barcos y permite el ingreso de 500 ¨médicos¨ cubanos cooperantes a la costa varguense, un verdadero Caballo de Troya cargado de las más aviesas intenciones como luego se hiciera más que evidente. Y a aquellos médicos venezolanos que nos desplazamos a brindar ayuda en las áreas de necesidad, en forma artera, nos fue negado el acceso. No me quedan dudas de que había un plan, un perverso plan y a largo plazo, concebido en Cuba y puesto a punto, para que en caso de alguna circunstancia imprevista se procediera a un acceso masivo de invasores llamados ¨cooperantes¨.

Y así fue, el deslave de Vargas brindó oportunidad para comenzar a regalar la patria al peor postor: Cuba. Medio millar de médicos cubanos que nunca se devolverían, sino que crecería en número hasta alcanzar los treinta mil o tal vez más, una mezcla de técnicos desinformados y agentes políticos… Esta vergonzosa entrega aupada por muchos de nuestros colegas y especialmente por el Colegio de Médicos Metropolitano, significó la vulneración de las leyes de la República y la pérdida de la soberanía de la salud que desde hace 20 largos años está en manos cubanas. Difícil de comprender cómo se involucraron médicos venezolanos, algunos cercanos y queridos amigos y otros conocidos, en este regalo infamante, en esta traición a la medicina venezolana. Se permitió el ejercicio ilegal de la medicina por extranjeros sin haber cumplido los extremos de la ley a la cual nosotros y generaciones posteriores estábamos y estamos obligados por la Constitución de la República y la Ley del Ejercicio de la Medicina.

Los venezolanos poseídos de inmenso desinterés y cobardía miramos a otro lado mientras ocurría una invasión silenciosa del país por una nación ajena a nuestro gentilicio; más enervante aún, sin oponer resistencia alguna, sin que se disparara un solo tiro. Es bien conocida la existencia de un ministerio de salud cubano en la sombra, paralelo al Ministerio de Salud y Desarrollo Social amparado por quienes han pisoteado los principios éticos y morales de nuestro oficio, y ante la indiferencia del conglomerado médico. De estos médicos esclavos del régimen cubano se sabe que muchos han desertado. Desde 2007 se puso en marcha guiado tal vez por una buena intención ¿?, la Misión Barrio Adentro, un plan político e ideológico presentado como misión humanitaria, también entregado a la Misión Cubana pero que en sus normas, regulaciones y administración nunca ha funcionado integrado al Ministerio de Salud de Venezuela, desconociendo las leyes de la república y las ideas y propuestas del Maestro José Ignacio Baldó. Todo ello puso de manifiesto la profunda debilidad de la Federación Médica Venezolana y los Colegios de Médicos y otros organismos de la sociedad civil para enfrentar con inteligencia y decisión una lucha frontal contra los invasores. Los cubanos deben ser invitados a salir del MI país, ese a donde nunca debieron llegar… Ese momento que no se atisba en el horizonte, estoy seguro de que pronto llegará…

Por otra parte, la premeditada asfixia económica a las universidades nacionales buscando su quiebra y cierre consiguiente, beneficiando a aquellas bajo la tutela del Estado, la creación inconsulta, apresurada e improvisada de una carrera de medicina con estudios paralelos de faltoso y vergonzoso pensa, que otorgaría el título universitario de Médico Integral Comunitario (MIC), a diferencia de nuestro título de Médico Cirujano, que reciben una beca jugosa en Bs F., contrastando con las ocasionales becas de trabajo de muy pocos Bs F. de nuestros alumnos regulares. Este programa ofreció ¨formar y capacitar¨ veinticuatro mil ochocientos quince nuevos ¨médicos¨ bajo el concepto del empleo de realidad virtual como única herramienta docente en desprecio flagrante de la enseñanza clásica de 2500 años de antigüedad, que todos conocimos y aprendimos, ayudamos a modernizar y enseñamos a la cabecera del enfermo, y en ignorancia acerca del cómo hacer una historia clínica y sin contacto alguno con los pacientes.

La idea que alienta la formación de estos supuestos médicos, puede verse, tiene más que ver con una intención política: la forja de activistas del régimen. En diversas publicaciones de prensa, entrevistas radiales y televisivas y en una carta abierta dirigida al Embajador Cubano en el año 2001, he hecho constar mi rechazo y descontento, incluyendo, con inenarrable dolor, la petición de mi jubilación de la UCV después de 46 años y tres meses de ejercicio activo como manera de protesta ante las autoridades de la Facultad de Medicina por el envío de 8.900 estudiantes del MIC a los hospitales de las facultades tradicionales, no existiendo espacio ni posibilidades docentes para atender esta ola de cursantes y cuya escaso conocimiento y formación salta a la vista: «Un árbol torcido nunca su rama endereza». Alumnos de todo mi afecto y autoridades de la Facultad de Medicina de la UCV han colaborado y siguen colaborando en la traición y el engaño mostrándose como lobos con piel de cordero…

La destrucción de los hospitales públicos ha sido intencional, con saña y sadismo, las listas de Tascón y Maisanta guardan toda su vigencia para los jóvenes egresados de universidades tradicionales que quieran servir a su patria, y ellas, con la vorágine que nos asesina, han servido para que muchos consideren irse el país porque aquí no se les quiere ni se les aprecia. Pecado mayor de lesa patria, no podría concebirse.  El esfuerzo de pensar, de planificar y de poner en marcha algún proyecto se les hace lastimoso e imposible, están llenos de miseria, de ignorancia, del lastre de la maldad, de la perversión y el odio…

¡Ah! Hemos entregado el país o hemos permitido que se hiciera, hemos consentido su destrucción total y entre sus más conspicuas víctimas ha estado precisamente la medicina, los afligidos pacientes profiriendo ayes y quejidos, ¨tenebrosos cánticos de dolor¨, y los médicos haciendo mucho con lo poco de que disponemos. El retroceso ha sido abismal, volvimos a la Venezuela macilenta, al quebranto y el tiritar de dientes de la malaria que ya traspuso la cota de los 400.000 casos, todo trasunto de la «enfermedad totalitaria» y sus oscuras artes de lúgubres propósitos: entrega, crueldad, sadismo, manipulación, privación deliberada de los derechos humanos y de las libertades básicas, sociopatía y megalomanía.

Pero…, otra realidad arribará, otro hermoso día mostrará la aurora, será una séptima etapa de la medicina venezolana, El Renacer… Los cerebros están dispuestos, las energías buscando cauce de vida, las de los jóvenes llenos de savia pujante y creativa, las de los más viejos dispuestas a mostrar sus errores y a prestar su experiencia. Existe un gran contingente de jóvenes médicos venezolanos migrados, muy bien formados que esperan por la salida de los destructores para su retorno y dar inicio a la reconstrucción total del país y de la medicina nacional; no les defraudemos, votemos en masa cuando se nos ofrezca seguridad de un CNE depurado, decente y patriota, votemos con esperanza y decisión, defendamos nuestros votos con los dientes, para que esta negra noche dé paso a una alborada de progreso, castiguemos a quienes nos castigaron con malas políticas y venta del país, con entreguismo y con maldad.

Los gobiernos de Chávez-Maduro y los cooperantes nacionales han sido la peor epidemia que ha confrontado la república: el mal comunista con su vaho destructivo y sus secuelas de dolor y atraso, tierra arrasada y jóvenes sin destino, tiene que irse, debe ser enfrentado por hombres y mujeres de buena voluntad y con todo, para lograr la salud de la república, y la Misión Médica Cubana volver adonde nunca debió salir ¡Así de simple…!

  1. PS. Los días 4, 5 y 6 de diciembre de 2019, se realizará en los espacios de la Universidad Central de Venezuela (UCV), un foro llamado «Los aludes torrenciales de 1999 en Vargas: 20 años después», entre otros cursan la invitación la Academia de Ingeniería y el Hábitat…  La convocatoria es a partir las 9:00 a.m., en la Sala de Conciertos al lado del Aula Magna. Información tardía y compromisos adquiridos con anterioridad, me impedirán asistir. Dentro de la programación parcial que escuché, seguramente no se tomará en cuenta el efecto colateral que produjo en nuestra medicina…

El fenómeno de la seducción psicosomática… (redivivo)

El fenómeno de la seducción psicosomática… (redivivo)[1]

 

Seducir: 2). Embriagar o cautivar el ánimo. Diccionario de la Lengua Española. Vigésima edición, 1984.

 

Resumen

Sin menospreciar o exagerar el poder patogenético de las emociones en las calamidades que afligen al ser humano, el autor plantea el problema que para el paciente representa la ¨seducción¨ que ejerce en el médico el concepto de ¨enfermedad psicosomática¨. Debido a una concepción mal entendida de la misma, este ¨psicologiza¨ los síntomas de aquél como una explicación simplista, cuando por fracasar el razonamiento clínico no es capaz de identificar su origen. De esta manera transforma una queja potencialmente seria en hecho banal y carente de importancia con sus impredecibles secuelas.

Para ilustrar el fenómeno se muestran algunos ejemplos de quejas insólitas, mas no infrecuentes, y se hacen algunas consideraciones sobre la historia clínica.

Palabras clave. Docencia médica, medicina psicosomática.

Summary

There is a generalized medical prejudice towards the patient with an obscure, bizarre o unusual complaint. Any occasion in which the doctor ignores o does not understand the meaning of a symptom offered by her/his patient, not infrequently an explanation based on a supposed psychological conflict emerges a way to solver his/her failure in knowledge or immature thinking. As result, the complaint is ¨psycologized¨ and is not taken seriously in consideration. Therefore, there is an obvious delay in the arrival to a correct diagnosis that can be potentially harmful to the patient. We have called this situation ¨The psychosomatic seduction phenomenon¨.

As an illustration of the ¨phenomenon¨ in this article we described several unusual complaints from patients initially consider to harbor a ¨psychological condition¨ which turned out to be the expression od diverse ¨organic¨ processes.

Key words. Medical teaching, psychosomatic medicine.

  1. Introducción

«En el mar de la ignorancia

estamos todos totalmente sumergidos;

lo que no nos diferencia a unos de otros,

es solo cuestión de profundidad».

Rafael Muci-Mendoza

  • Un hombre de mediana edad consulta atemorizado a su médico porque encontrándose en el Metro, al ser empujado y girar su cabeza hacia atrás, momentáneamente ve a una señora de masiva obesidad ¨con un solo ojo en el centro de la frente…¨.

Ante la desconcertante escena, vuelve rápidamente su mirada hacia adelante, pero de súbito se ve compelido a mirar de nuevo… En esta ocasión no nota nada especial en la cara de la mujer. Algunos días más tarde mientras viaja en automóvil por la autopista Caracas-La Guaira, observa en la distancia muy perturbado ¨que, el hombrillo se encuentra elevado cerca de un metro por sobre el nivel del pavimento y allí, un conductor cambia la llanta de su camioneta…¨. Cerrando sus ojos como quien quisiera evadir una fantasmagórica visión, al reabrirlos; ¡todo ha vuelto a lo normal…!

  • Un ejecutivo de unos sesenta años, diabético e hipertenso, despierta a eso de la medianoche aquejado de severa cefalea, náuseas, vómitos y mareo con ilusión de movimiento.

Al tratar de incorporarse lo hace en forma inestable y tambaleante, vuelve de inmediato a su cama y nota… ¨que todo en torno suyo da un giro de 180º: la cómoda, el perchero, la alfombra y el televisor con su mesa, están ahora en el techo; la lámpara que antes colgaba sobre su cabeza ahora ¨yace pendida del suelo¨… Pasados unos cinco minutos de gran pánico y confusión, todo vuelve a adquirir su posición habitual…

  • Una mujer más bien madura, con enojosa dificultad para ver por su ojo derecho de reciente adquisición, se encuentra viajando en el asiento trasero de un taxi que se detiene frente a la luz roja del semáforo. A su lado también lo hace un motociclista. Cuando la luz verde se enciende, el motorizado acelera a fondo su máquina produciendo un ensordecedor ruido…

De inmediato, la señora percibe frente a su ojo derecho ¨como si reventara un cohete de luces multicolores que persisten y solo van extinguiéndose en la medida en que la infernal máquina y su sádico conductor se pierden en medio del tráfago…¨.

  • Un profesor de geografía ya largo entrado en la cincuentena, por varios días presenta episodios de ¨visión borrosa¨ y como ¨sensación de agua que corre por el campo inferior de su ojo izquierdo…¨.

Varios especialistas le examinan y le aseguran que se encuentra bien, mas no le dan explicación alguna acerca de su síntoma visual. Algunos días más tarde y pocos minutos después de haber visto a una señora frente a un puesto de periódicos agachándose para tomar un periódico que se encuentra al nivel del suelo, cuando ya se ha alejado del quiosco, repentinamente y con asombrosa claridad, ¨ve repetirse frente a sus incrédulos ojos la misma escena de la señora agachada que había presenciado minutos antes…¨.

Cuatro pacientes con cuatro quejas diferentes…

En el primer caso, el sujeto era impotente y había perdido recientemente su empleo como parte de una poda de personal de la empresa donde trabajaba. El segundo enfermo arrastraba una dolorosa e intolerable viudez que le había golpeado meses atrás y de cuyo tormento no era capaz de escapar. La tercera paciente, una médica divorciada, por cierto, sufría por su indeseada separación y por no poder utilizar su ojo dominante para realizar endoscopias, lo que le había ocasionado merma de sus ya insuficientes entradas económicas. Y en el cuarto, el exceso de trabajo, el incesante corretear de un liceo a otro y las presiones financieras, le sumían en un agotamiento paralizante…

En los cuatro ejemplos clínicos tomados de nuestra práctica, muy diversos profesionales atribuyeron sus síntomas a una ¨condición psicosomática¨, ¨depresión nerviosa¨, ¨somatización por estrés emocional¨ y ¨surménage e ideas delirantes¨… No obstante, los síntomas experimentados por cada uno de ellos, en apariencia absurdos, risibles o inexplicables, eran de estirpe orgánica y se encuentran muy bien reseñados en la literatura médica. Veamos…

  • En el primer caso, un macroadenoma hipofisario con hemianopsia bitemporal era el origen de su disfunción sexual y de los extraños fenómenos visuales que el paciente había experimentado.

La hemianopsia bitemporal es capaz de inducir ilusiones visuales por ¨deslizamiento¨ del borde hemianóptico en personas con forias[3] horizontales o verticales preexistentes hasta ese momento compensadas. Así, los pacientes confrontan singulares desvaríos visuales que van desde la omisión o adición de alguna letra o número en una palabras o cifra, confusión del número deseado al discar en un teléfono con el consiguiente desconcierto, ¡hasta a ver ¨cíclopes o personas con doble rostro a su alrededor¨!… (a).

  • Algunos enfermos con síndrome de Wallenberg –o reblandecimiento isquémico de la foseta lateral del bulbo raquídeo-, no por excepción y bajo interpelación dirigida, aceptan haber presenciado durante la fase aguda del accidente, variaciones en la posición del entorno o de los objetos que en él se encuentran, tales como inclinación o rotación de los mismos desde su posición natural que temieron comunicar a sus médicos ante el temor de ser considerado ¨locos¨ o ¨desvariados¨.

Esta ilusión se cree sea debidas a un mal funcionamiento del aparato otolítico-vestibular o sus conexiones centrales por isquemia vértebrobasilar (b).  Se describe también en disturbios laberínticos y en menos bien estudiadas instancias en lesiones cerebrales o cerebelosas.

  • Ciertos pacientes con problemas isquémicos o inflamatorios de sus vías visuales anteriores, pueden experimentar ¨fosfenos [4] inducidos por ruidos¨.

Se les ha descrito en sujetos con neuritis óptica desmielinizante primaria o neuropatía óptica isquémica anterior no arterítica, esta última no infrecuente en hipertensos, dislipidémicos y diabéticos crónicos. Se hipotetiza que la ¨desaferentación¨ parcial de la vía visual es capaz de producir un estado de supersensiblidad a nivel del núcleo geniculado lateral, sitio donde convergen las informaciones visuales y auditivas, facilitándose así que, ¨el paciente vea el ruido dentro de sus ojos…¨ (c).

  • La palinopsia o perseveración visual es un fascinante síntoma neurológico ilusorio asociado a una lesión occipital unilateral con defecto contralateral del campo visual, donde hay una persistencia u recurrencia de imágenes visuales una vez que el estímulo excitatorio que las indujo ha desaparecido.

La causa de este síntoma quasi-parapsicológico probablemente refleje una acentuación de la posimagen fisiológica (d), o podría representar un circuito reverberante entre área de memoria visual y de asociación visual (e). Nuestro profesor de geografía era portador de una hemianopsia homónima izquierda debida a un meningioma occipital derecho que le fue resecado exitosamente, con lo que el síntoma no volvió a recurrir.

Referencias.

  1. Kirkham TH. The ocular symptomatology of pituitary tumors. Proc Roy Soc Med. 1972;65:517-518.
  2. Ropper AH. Illusion of tilting of the visual environment. Report of five cases. J Clin Neuro-Ophthalmol. 1983;3:147-151.
  3. Lessell S, Cohen MM. Phosphenes induced by sound. Neurology. 1979;29:1524-1527.
  4. Bender MD, Feldman M, Sobien AJ. Palinopsia. Brain. 1968;91:321-328.
  5. Lessell S. Higher disorders of visual function: positive phenomena. En, Neuro-Ophthalmology Symposium of the University of Miami and the Bascom Palmer Eye Institute. Vol. VIII. Editado por Glaser J, Smith JL. Saint Louis. Mosby, 1975. P. 27-44.

Cuando el entendimiento fracasa,

una palabra viene a tomar su lugar.

Goethe

  1. Configuración del fenómeno

  • 1- Antecedentes.

De mis días de estudiante de medicina y de mi Residencia de Posgrado en Medicina Interna, guardo el recuerdo del enorme énfasis que se hacía en la enseñanza de la medicina psicosomática y de la ¨seducción¨ que aquella producía en el ánimo de todos... En una forma mal entendida, queríamos así, tan fácilmente, interpretar toda enfermedad del paciente en ¨accidentes traumáticos¨ que pretendíamos hallar inscritos en su biografía. De esa manera, todo aquello que a nuestro inmaduro intelecto fuera ininterpretable dentro de la sintomatología del enfermo: Lo ridículo, absurdo o risible, lo estrafalario o nunca oído y aún lo común, pero todavía desconocido, era generalmente adscrito a lo que designábamos como ¨situación¨ o ¨condición psicosomática¨ ante la complacida anuencia de nuestros profesores. ¡Habíamos hallado la clave mágica para resolver las insuficiencias de nuestra agobiante ignorancia! Era así, como en las presentaciones de nuevos casos –particularmente en la consulta externa-, buena parte de ellos correspondían a paciente con ¨problemas funcionales¨, pues más que atender a la disección metódica de la queja en sí y a su significación, consumíamos buena parte del escaso tiempo buscando alguna ligazón entre el síntoma y algún hecho considerado psíquicamente ¨traumático¨ en el pasado inmediato o remoto

El devenir de los años, el enfrentamiento con los propios conflictos y la práctica cotidiana con su consecuente desfile interminable de enfermedades ¨realmente orgánicas¨ (me excuso al decirlo, es solo para darle énfasis a la expresión) y hasta morales que inicialmente interpretamos como ¨histeria¨, ansiedad, síntomas depresivos y hasta cuadros psicóticos típicos, nos hizo comprender a través del aflictivo yerro, lo distorsionada de esa apreciación, arribando al convencimiento de que era menos perjudicial para el enfermo el que se considerara muy seriamente y en primer lugar la exclusión de una ¨enfermedad orgánica¨, colocando en el más alejado peldaño del diagnóstico diferencial, a un ¨problema psicológico¨ como causa, y en el caso de hacerlo, tomándola tan solo como una impresión diagnóstica provisional…

Como podrá deducirse, esta manera de ver las cosas surgió de un lastimoso aprendizaje ¨a los tumbos¨: -¨Tranquilícese señora, usted no tiene ¨nada orgánico¨; -¨Su esposo está muy bien, sólo que algo deprimido…¨; -¨¨Su hijo está sano, es que la adolescencia de por sí ya es una enfermedad…¨. Fueron estas expresiones las que en algún momento utilizamos ante el paciente o sus familiares, que generalmente no fueron suficientes para tranquilizarlos, pero sí para aplacarnos a nosotros mismos… Posteriormente, por una u otra vía nos enteramos acongojados de la acre verdad, del error cometido… ¡Pasamos inadvertidas no sólo la gravedad del síntoma, sino también, la angustia reveladora del paciente y sus allegados…!

  • 2- Definición.

El fenómeno puede ser definido como la inclinación del médico, emanada de su inmadurez personal o profesional, desconocimiento o ligereza, a interpretar como una manifestación de ¨enfermedad psicológica¨, a todas aquellas manifestaciones o síntomas que por ignotos no es capaz de reconocer; que por complejos , no es dable de integrar; que por tergiversados ha tornado confusos; que por levedad, falta de tiempo o carencia de estímulo, no es capaz de investigar o perseverar en su seguimiento y evolución; que por déficit formativo no sabe cómo, cuándo o dónde su necesidad y obligación de investigar y conocer; y por conflictiva emocional no resuelta[5] confunde y proyecta su propia psicopatología en la persona del paciente. Como resultado, desvaloriza, simplifica y aún, transforma la queja en un hecho banal por obra de la ¨psicologización¨ que él realizó, deja de ser importante, ¨interesante¨, alertadora o peligrosa, y, por tanto, indigna de ser tomada en serio.

Esa ¨psicologización¨ del enfermo y su enfermedad, emerge como una defensa contra su ignorancia y apatía que le induce a encontrar una explicación fácil a muchas situaciones confrontadas por sus pacientes, especialmente si aquellos son sujetos de los llamados ¨nerviosos¨. Y nos preguntamos, ¿Es que acaso la ¨histeria¨, la ansiedad o la depresión confieren algún grado de inmunidad contra las denominadas ¨enfermedades orgánicas¨…?

  • 3- Discusión.

Desde los albores de la medicina y a partir de Hipócrates, hubo escasa controversia entre los médicos sobre las íntimas relaciones existentes entre la mente y el cuerpo. El advenimiento de la ¨especialización¨, trajo aparejado la parcelación y atomización del hombre y su enfermedad, desempeñando papel preminente en que todo el conjunto quedara disperso y surgiendo el concepto disociador de enfermedades ¨orgánicas¨, ¨psicológicas¨, ¨psicosomáticas¨; pero por el privilegio de lidiar a diario con ¨el todo¨, el internista, más que ningún otro, retomó el concepto unitario de que el ser humano se enferma todo él e íntegramente, inicialmente reconociendo la importancia del resquebrajamiento de ¨la resistencia del huésped¨ en la producción de enfermedades infecciosas, atribuyéndose a Osler (13), el que hubiera comentado sobre la importancia de ¨conocer lo que ocurría en la mente del enfermo¨, como una manera de predecir el curso final de una tuberculosis; y posteriormente, identificando en forma elegante y elocuente, el rol modificador del estrés sobre la respuesta inmunológica en los seres humanos (objeto de estudio de la psiconeuroinmunología).

Desde nuestro punto de vista, consideramos que más le vale al internista ¨sentir¨ que todas las enfermedades son, en esencia, ¨psicosomáticas¨, encontrándose en ellas ambas vertientes en equilibrio o predominando, con intensidad variable, una sobre la otra. No sin razón Meyer (1958) (10), alertó acerca del error de asignarle ¨a priori¨, un origen funcional a las queja del enfermo simplemente porque ellas afloraran en medio de una crisis existencial…[6] . Es pues de primerísima importancia para el paciente que antes de que se le tilde de ¨funcional¨, se tenga presente que los trastornos previos de su personalidad y sus mecanismos de ajustes psicofisiológicos hacia las presiones habituales o extraordinarias del ambiente, pueden ser acentuados o interferidos según el caso, por una enfermedad orgánica hasta entonces oculta (¡!). Se hace entonces necesario que el facultativo a lo largo de su práctica se vaya haciendo de los conocimientos y estrategias indispensables para poder reconocer ¨cuánto¨ de la queja es ¨orgánica¨ y ¨cuánto¨ de ella es ¨funcional¨, pero más aún, teniendo en cuenta de que al decidirse por su ¨funcionalidad¨ se pregunte y repregunte, cuánto realmente lo es y cuánto pertenece al ámbito de su incompetencia, a su tendencia a interpretar como ¨psicosomático¨ todo aquello alejado de su comprensión… Sirvan los casos brevemente reseñados en el preámbulo de este escrito para ilustrar lo expresado anteriormente.

Por supuesto que el internista no puede desdeñar la importancia del conflicto emocional como generador de enfermedad[7]; no puede ignorar que la satisfacción consciente o inconsciente puede afectar el armónico equilibrio de ese estado que llamamos ¨salud¨; que la privación o pérdida son capaces de facilitar la eclosión de una seria enfermedad hasta entonces latente. Pero tampoco es lícito que en forma simple lo utilice como insulsa excusa para solventar problemas inmanentes a su inmadurez. Por tanto, pensamos, que una de las metas primordiales en la formación del médico debe ser el aprender a interpretar ¨el lenguaje de la enfermedad¨ exteriorizada en la ¨organicidad¨ del síntoma, para luego establecer su naturaleza y por último decidir, en atención al mejor interés del paciente, lo que deba hacer con respecto a ella. Y si como ocurre en el 70% de las veces, no hay enfermedad constituida, es esta de poca monta o con tendencia a autolimitarse, quedarán muchas cosas que podamos hacer para aliviar o ayudar, pero deben ocupar una posición subalterna en jerarquía, después que la pregunta si existe o no ¨organicidad¨ haya sido razonablemente solventada

El advenimiento a nuestro quehacer de una visión holística de la medicina (sintetizado en ese indiscutible pero teórico marco del ser humano como unidad biopsicosocial del cual tanto se habla y el que muy pocos pueden introducir en forma dinámica en su esquema mental y de aproximación al hombre enfermo), es un acontecimiento que no puede ¨forzarse¨ en la actitud del médico, pero que puede ser ¨sembrada¨ por el docente en el alumno desde sus primeros contactos con el humano enfermo, con el mensaje de su sincero ejemplo en la praxis. Sus bases serán afianzadas y la edificación profesional adquirirá progresiva madurez con la experiencia, vale decir, del continuo e intenso contacto con los pacientes, con sus consiguientes aciertos y equívocos; del conjunto de sentidas vivencias, placenteras o amargas; de las caídas, desvíos y rectificaciones en el rumbo; de las lecturas metódicas y críticas cotidianamente rumiadas y digeridas; todo ello acumulado a lo largo y ancho de sus vidas, constituirán la urdimbre de su ser y de su hacer, y nunca una actitud que pueda imponerse ¨por decreto¨

Basta con haber practicado la medicina por algunos años para considerar que los estudios médicos de pregrado, y aún los de posgrado, tan solo representan una ¨somera introducción¨ a un nuevo y complejo mundo, el del hombre enfermo y su problemática, y que nuestra vida de estudiantes no finaliza sino con la muerte biográfica o biológica…

 A diferencia de otras ramas del saber, la medicina es tan dinámica y cambiante, que el estudio riguroso y continuado necesariamente signan la vida y la actuación del médico: Amor y dedicación al semejante y al estudio, confrontación total y continuada con los pacientes y sus miserias, claro conocimiento de nuestras destrezas y más importante aún, de la anchura y profundidad de nuestras limitaciones, y hasta la necesaria comprensión de la propia psicopatología, contribuirán al través de nuestras vidas, al acopio de los elementos indispensables para fortalecer nuestra única herramienta de trabajo, ¡la historia clínica!… ¡Inconmensurable tarea la del médico! Un esfuerzo tan grande y sostenido podría tentarnos a tratar de simplificarla y en muchas ocasiones, en forma peligrosa para el enfermo…

En nuestros inicios, la historia clínica tiene explicablemente que ser un instrumento rudimentario que por inexperiencia usamos torpemente[8]; que por ignorancia puede no tener sentido alguno; que por falta de jerarquización puede no lograr su objetivo final; y que por ¨confusión de los conflictos de aquel con los míos propios¨, puede estar teñida con el colorido de nuestras propias emociones. A medida que transcurren los años vamos reconociendo e intentando depurar otros elementos que hacen de nuestro instrumento de acción un utensilio, de por sí imperfecto. Sus vicios o deficiencias pueden ser imputados a nosotros mismos, al paciente o al medio o sistema donde se realiza el encuentro.

La labor del médico puede estar interferida por el desconocimiento, ligereza, inexperiencia o exagerada especialización; escasa ilustración sobre el problema en particular o concepciones erradas del mismo; prejuicios relacionados con el paciente o el síntoma[9]; deficiencias en aclarar el sentido de la queja; ¨psicologización¨ de los síntomas de aquél[10]; despersonalización o ¨cosificación¨ del sujeto y ¨sordera¨ a las emociones que subyacen en su pedido de ayuda[11], Por su parte, el paciente puede ser un narrador o ¨historiador ¨difícil (5) –poco observador, distraído, omisor de la cronología, hipertrofiante, abundoso en detalles superfluos, etc., puede omitir en forma consciente o inconsciente información determinante, puede tener dificultades en la traslación de sus ideas o sensaciones a palabras, puede confundir la médico ¨por el infinito número de maneras de quejarse y hasta por desvalorización de la figura del médico[12].

El medio puede afectar al estudiante de medicina, al médico o al paciente en muy diversas formas. La admisión de la ignorancia no es suficientemente enfatizada durante los estudios médicos: ¡Después de todo, hay que saber que la ignorancia contiene nuestra más grande esperanza!, hay fomento excesivo de la dependencia entre alumnos y profesores –todavía muy acendrada en el medio universitario-, poco desarrollo y aún total ausencia de bibliotecas adecuadas en hospitales universitarios y otros sitios de trabajo[13], abusivo empleo de la tecnología vs. Insuficiente énfasis en el valor de la historia clínica, sustitución de la información deparada de la anamnesis (¡esa fructífera consumidora de tiempo!) por el examen complementario ¨irreflexivo y confundidor¨, plétora de pacientes que alienan al médico, le envilecen y le frustran[14].

  • 4- Conclusiones y recomendaciones.

2.4.1- Aunque parece ser profesión de fe el que el ser humano se enferma en su totalidad: soma, psiquis y entorno, en la práctica los médicos solemos tener dificultad para adoptar una actitud mental que nos permita actuar en función de esa visión tridimensional. Es lo habitual que razonemos tomando en cuenta tan solo tomando en cuenta una de sus vertientes en forma aislada ignorando la existencia de las otras dos. Por tanto, en el quehacer diario, la concepción unicista de paciente ¨como un todo enfermo¨ muy a pesar de su indiscutible veracidad, infortunadamente no pasa de ser pura teoría. Así, mientras hay médicos que tienden a ver tan solo los aspectos corporales u orgánicos de la queja, otros simplemente resuenan solo ante sus componentes afectivos. En el primer caso puede ignorarse totalmente la ansiedad o la depresión como factor precipitante, causal, colaborador o agravante del problema; en el segundo se puede obviar en forma inadvertida una enfermedad de serio pronóstico que para ese momento muestra preferencialmente sus aristas emocionales. La resultante es el desvío del razonamiento clínico por la ruta del equívoco, con el consiguiente error diagnóstico e inadecuado tratamiento. Por lo común, el médico manipulará la información en forma prejuiciada de acuerdo a muy diversos factores, y de entre otros: tipo de formación, conflictiva personal subyacente, grado de superficialidad o especialización, grado de ignorancia relativa al problema planteado, grado de ligereza o apatía, etc.

2.4.2- El médico puede exhibir una peligrosa tendencia a ¨psicologizar¨ todo síntoma, que, aunque de origen orgánico le parezca extraño, desconocido o inexplicable a sus oídos, y más aún si proviene de un sujeto a quien le endilga el adjetivo de ¨nervioso¨, o si la molestia se hace presente en relación temporal con una situación existencial conflictiva. Poca duda cabe que ese prejuicio sea hijo de la inatención o carencia de rigurosidad de quien escucha, o la ignorancia acerca de las maneras como las enfermedades hablan… y que de alguna forma podemos neutralizar haciendo consciente esta inclinación al ser muy críticos y desconfiados con nuestras interpretaciones de lo oído o visto y buscando en la lectura dirigida y metódica un aliado esclarecedor…

2.4.3- La clasificación de enfermedades en ¨orgánicas¨, ¨psicológicas¨ o ¨psicosomáticas¨ es ficticia, está viciada de parcialización y por tanto es confundidora, impidiendo que ampliemos el horizonte de nuestra comprensión del ser humanos y sus diversas maneras de enfermarse.

El médico y particularmente el internista debe esforzarse por incorporar en forma genuina un esquema operativo de aproximación al enfermo, que tome en cuenta los factores corporales, psicológicos y sociales sopesando rigurosamente el rol que a cada uno de ellos corresponde en la génesis del disturbio, sin perder de vista la amenaza permanente del prejuicio en cualquier sentido.

Agradecimiento

El autor expresa su agradecimiento al arquitecto Germán Fuenmayor Mancera por interpretar fielmente la experiencia del paciente palinóptico.

Referencias.

  1. Benaím Pinto H. Significación de la queja en la relación del médico con el paciente y del paciente con el médico. Ediciones del Rectorado. UCV. 1993. Caracas, p. 194-195, 198.
  2. Cole G. Intracranial space-occupying masses in mental hospital patients: necropsy study. J Neurol Neurosurg Psychiat. 1978;41:730-736.
  3. Comroe BI. Follow-up study of a 100 diagnosed as neurosis. J Nerv Mental Dis. 1936;83:679-684.
  4. Dubin WR, Weiss KJ, Zeccardi JA. Organic brain syndrome. The psychiatric impostor. JAMA. 1983;249:60-62.
  5. Goodall J. The difficult historian. Lancet. 1967;1:776-779.
  6. Hall RWC, Popkin MK, Devaul RA, Faillace LAS, Stickney SK. Physical illness presenting as psychiatric disease. Arch Gen Psychiat. 1978;35:1315-1320.
  7. Kässner-Reitler R. Participación psíquica en las afecciones orgánicas y enfermedades psicógenas en sentido estricto. Pract Internist. 1968;4:393-402.
  8. Leeman CP. Diagnostic errors in emergency medicine. Physical illness in patients labeled ¨psichiatric¨ and vice versa. Int J Psychiat Med. 1975;6:533-540.
  9. Lipkin M. Functional or organic? A pointless question. Ann Int Med. 1969;71:1013-1017.
  10. Meyer BC. Some psychiatric aspects of surgical practice. Psychosom Med. 1958;20:203-214.
  11. Reik T. Listening with de third ear. The inner experience of a psychoanalyst. 1983. Groove Press Books. New York. p. 514.
  12. Schleifer SJ, Keller SE, Camerino M, Thornton KJE, Stein M. Suppression of lymphocyte stimulation following bereavement. JAMA. 1983;250:374-377.
  13. Solomon GF. Emotion, stress, the central nervous system and immunity. Ann New York Acad Sci. 1969; 164:335-475.
  14. Southam CM. Emotions, immunology and cancer: How might the psyche influence neoplasia? Ann New York Acad Sci. 1969;164:473-475.
  15. Vaillant GE, Sobowale NC, McArthur C. Some psychological vulnerabilities of physicians. N Engl J Med. 1972;287:372-375.

 

Post Script 10.02.2018

 

Han transcurrido 30 años desde que escribí este ensayo en el Hospital Vargas de Caracas. Cuando releo su contenido aprecio que no ha perdido actualidad y que muchas de mis preocupaciones y sugerencias que en él escribí, todavía guardan toda su vigencia. Pienso que la situación, lejos de haber mejorado, ha ido de mal en peor. La tecnocracia, desgracia y bendición de la humanidad ha tomado el rol ductor del ejercicio médico, y en países desarrollados la anamnesis o diálogo diagnóstico casi que ha desaparecido; la dedicación a la semiología y semiotécnica ocupan un puesto muy secundario –es enseñada en tercer año de medicina y en los posgrados nunca más se insiste en su pulimentación mediante el empleo crítico diario-, la independencia del médico se ha perdido porque las riendas de la relación médico-paciente ha sido tomada por corporaciones hospitalarias privadas, compañías de seguros o fabricantes de drogas terapéuticas o instrumentos de diagnóstico qué deciden cuánto tiempo debe el médico destinar para escuchar a su paciente; bajo celosa supervisión, ¡en algunos casos no más de quince minutos…!

Durante mi permanencia de dos años en el Hospital de la Universidad de California, San Francisco, mi ductor, el doctor William F. Hoyt MD, Director of the Neuro-Ophthalmoly Unit, Neurosugery Department, un portento de filigrana diagnóstica, me reafirmó lo que había aprendido de mi maestro en el tiempo y la distancia, Don Gregorio Marañón y Posadillo (1887-1960), el Hipócrates español. ¡Sentándose frente al paciente en una silla de aluminio de asiento verde y no mediando un escritorio que separara el encuentro le decía mirándole a los ojos, –«Teach me Expresión que traslucía una gran humildad: no era él quien en ese momento enseñaba, era él quien en ese momento aprendía…

Bill Hoyt definía al paciente neurooftalmológico como «aquel que tiene una real enfermedad en la que los estudios de imagen son normales», lo que deja el diagnóstico al método mayéutico[15], el arte obstétrico aplicado a hombres y mujeres mediante el cual escuchando y preguntando en forma inteligente, se podrán extraer verdades para constituir un todo coherente, bien centrado, que permita que el médico utilice tal o cual examen complementario –si fuera necesario- que le permita arribar a un diagnóstico clínico aproximado o de certeza.

 

 

[1] Dedicado con especial afecto y esperanza… A mis 7 ahijados de la Promoción de Médicos Internistas del Hospital Vargas de Caracas (1987): Doctores Juan José Barreto, Carmela Curcio, Carlos Fefer, Luis Gutiérrez, Ana María Miskiewicz, Beatriz Pernalete y Antonio Ríos Fabra.

[2] Cátedra de Clínica y Terapéutica Médica B y Unidad de Neurooftalmología. Escuela de Medicina José María Vargas, UCV y Hospital Vargas de Caracas, recibido para su publicación, abril 1988.

[3] Las Forias se definen del mismo modo que las tropías: esoforia (un de ojo tiende a desviar hacia el interior), exoforia (fuera), hipertrofia (arriba), y hipoforia (abajo). Las Forias comúnmente no ocasionan síntomas. Pero si la foria es grande, se necesita una gran cantidad de esfuerzo para que los músculos mantengan los dos ojos alineados y evitar la diplopía. Esto puede conducir a problemas de fatiga ocular y aparecer frecuentes dolores de cabeza.

[5] Tres síntomas sugestivos de vulnerabilidad psicológica se observan con frecuencia entre los médicos: Inestabilidad matrimonial, abuso de drogas psicotrópicas y tendencia a un mayor empleo de la psicoterapia (15).

[6] Veintitrés años después, Schleifer y cols. (12), en la Escuela de Medicina de Mount Sinaí, NY, estudiarían la posibilidad de que la inmunidad pudiera comprometerse como resultado de una situación luctuosa. Los autores compararon las respuestas de estimulación linfocitaria en maridos, antes y después de la muerte de sus esposas. En comparación con los niveles previos, la capacidad de los linfocitos para multiplicarse, se notó reducida en forma significativa dos meses después de ocurrida la pérdida. Estos cambios en el sistema inmunitario podrían relacionarse de alguna manera con el aumento de la mortalidad asociada a la viudez masculina.

[7] Para favorecer el prejuicio médico, nótese que en nuestros cuatro casos los síntomas afloraron en medio de situaciones impregnadas de sufrimiento que al parecer ¨rompieron¨ el equilibrio de la enfermedad subclínica/asintomática y la hicieron aparente…

[8] Si se quiere somos el fruto de la imitación de las maneras y actitudes de nuestros maestros. Si bien, pocas veces hemos tenido la oportunidad de verles actuar en la paciente labor de recolectar, de propia mano elementos de la queja del enfermo. Pareciera que los profesores ¨ya cumplimos esa etapa¨, y que ahora, el ¨engorroso trabajo¨ ha sido transferido al residente y, nosotros… ¡nos limitamos a escuchar pasivamente el relato recogido por el oído no pulimentado! (Este modelo conceptual es legado por nosotros a los residentes de posgrado y su fruto lo vemos en el cursante del último año que cada vez se ocupa menos del trabajo clínico directo con el paciente, y solo espera… ¡que sus compañeros más jóvenes les presenten los casos…! Situación que designamos como el ¨síndrome del residente de tercer año¨ ). Es así como durante la visita o revista médica usualmente la anamnesis y el examen físico –las etapas más importantes en la configuración del diagnóstico-, son superficialmente revisadas, adjudicándosele un mayor énfasis a la presentación de estudios complementarios en forma de exámenes de laboratorio, imagenología de diversa índole. Ello trae como consecuencia que no por rareza el real problema del paciente se soslaye en favor de algún otro ¨detalle interesante¨ pero de menor relevancia clínica. Con ello hacemos un flaco favor a la clínica, pues no enfatizamos suficientemente la labor integrativa del médico.

Hablar de las facetas genéticas, bioquímicas, fisiológicas, subcelulares y hasta moleculares de una enfermedad, no suele ser difícil si las conocemos. Sí que lo es coordinar, ordenar, jerarquizar e integrar las partes dispersas e instrumentarlas en la conducción del paciente. En la medida en que la tecnología médica ha sufrido un hipertrófico progreso, su utilidad se ve cada vez más dependiente de la capacidad del médico para analizar y procesar la información que ellas nos ofrecen y hacerla realmente útil a los fines del enfermo.

[9] En la práctica ¨funcional¨ significa que la queja no es importante -desdeñándose el sufrimiento del paciente-; que el síntoma no es real –despectivamente llamado ¨supratentorial¨ o ¨del pent-house¨-, que es difícil o imposible de tratar o curar; y que quien consulta ¨no es un paciente interesante¨-como si la cualidad de ser ¨interesante¨ fuera una obligación del paciente…-

[10] En el prefacio de su libro, ¨Enfermedades del Sistema Nervioso¨, de sir Samuel Wilks (1883) apuntaba que, ¨no hay enfermedad orgánica del sistema nervioso que no pueda ser simulada por una funcional¨. La otra cara de la moneda la aportó entre otros, Comroe (1936) (3) quien realizó un seguimiento de 100 pacientes a quienes inicialmente se habían etiquetado de ¨neuróticos¨. En un período de ocho meses en 24 de ellos se diagnosticó una ¨enfermedad orgánica¨. Lo cierto es que los síntomas mentales simulan, acompañan o enmascaran la enfermedad orgánica en muy diversas formas y son abundosos los ejemplos de condiciones de serio pronóstico inicialmente manifestados como ¨histeria¨, ¨neurosis¨ o ¨psicosis¨ que a posteriori demostraron ser desde tumores cerebrales (13) hasta feocromocitomas, pasando por malignidades de índole diversa, esclerosis múltiple, meningitis agudas o crónicas, porfiria, sífilis o miastenia gravis por solo mencionar algunos pocos.

La inconsistencia afectiva e invalidez física son atributos de la ¨belle indifférence¨ de Pierre Janet; no obstante, puede igualmente representar la aceptación flemática ante una dolorosa enfermedad crónica; ser llamada ¨euforia¨ en casos de esclerosis múltiple; o ¨insensibilidad frente a la tragedia¨ para designar la actitud de placidez e indiferencia del paciente que sufre una arteritis gigantocelular y le sobreviene una amaurosis bilateral e irreversible aguda – ¿hipoperfusión cerebral?-.

Algunas enfermedades orgánicas conducen a un cambio en las vivencias y el comportamiento. En ciertas enfermedades febriles se presentan síntomas maníacos producidos por gérmenes patógenos, sus toxinas o los productos de su degradación y ello ha sido llamado ¨psicoma¨ Hellpach  (7).

En el servicio de emergencias de un hospital –con frecuencia en manos de los menos expertos-, es sitio donde con mucha frecuencia se ¨dicotomiza¨ al enfermo en forma prematura sobre la base de un síntoma aislado, alguna alteración de su comportamiento, una restringida área de su historia clínica, o de un diagnóstico previo, clasificándosele de ¨orgánico¨ o ¨funcional¨. Si se trata de un alcohólico, homosexual, drogadicto o suicida (sujetos que ¨deliberadamente¨ han creado sus propias patologías…), probablemente reciban una atención mínima, prejuiciada y hasta desconsiderada (4,8).

[11] Theodore Reik (11) nos alentó a escuchar con ¨la tercera oreja¨, refiriéndose como tal a la empatía, al fomento de la comunicación preverbal con la cual podemos ¨sentir¨ los estados emocionales de otros. Este ¨escuchar terapéuticamente¨ implica disponer de tiempo suficiente (incompatible con la fórmula interesada de que el paciente se vaya cuanto antes para atender al siguiente con el consecuente apresuramiento del juicio clínico, o con la ¨fiebre tecnológica¨ aposentada en estos borrascosos tiempos  donde el diálogo es reemplazado por la acción inmediata –muchas veces bajo el pretexto de ganar tiempo…- o  el ¨urgente deseo de ir a alguna parte sin saber adónde¨. Pruebas de laboratorio, tomografías, ecosonogramas, resonancias magnéticas, etc.; dejar hablar; escuchar con humildad, con la humildad de quien se interesa, quiere se enseñado y quiere retribuir por la enseñanza recibida; solicitar esclarecimiento  o información adicional  cuando necesario; interpretar el ¨lenguaje de la enfermedad¨ expresada en el aspecto del enfermo, sus palabras, la inflexión de su voz, sus actitudes y gestos; aprender a escuchar y entender tanto al hablantinoso como al taciturno; en fin, dar a cada quien –en la medida de nuestras posibilidades- lo que solicita y merece.

[12] Situación ésta frecuente en nuestro medio, por cierto, cuando el paciente se refiere al o a los médicos que ejercen en ciertas instituciones de prestación de salud identificadas con la ligereza, la ineficiencia y el maltrato.

[13] A diferencia de los países desarrollados donde la biblioteca forma parte del diario quehacer, entre nosotros suele ser el lugar donde los estudiantes encuentran un sitio tranquilo para estudiar -¡por apuntes tomados al aire! -. Por rareza se encuentra a un jefe de servicio, adjunto o residente, lo que puede traducir que el empleador nunca ha tomado en cuenta y en serio esa actividad vital para el médico, o que no hay costumbre, o simplemente que no se siente la necesidad…

[14] Ha sido la regla en los centros asistenciales dependientes del Estado venezolano, atiborrar al médico con más y más pacientes en la estúpida creencia de que la excelencia significa cantidad de pacientes atendidos no importando en qué forma…

[15] Mayéutica significa extracción, tal como la partera extrae al niño del vientre materno. La madre de Sócrates, Fernareta (‘dar a luz a la virtud’), comadrona en Atenas introdujo en filosofía el método mayéutico.

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Don Diego de La Vega y su paradoja… Comentarios relativos al médico moderno y su ceguera funcional

 Don Diego de La Vega y su paradoja…

Comentarios relativos al médico moderno y su ceguera funcional

 

 La California mexicana del siglo antepasado, se caracterizó por inestabilidad política y un exacerbado espíritu independentista que culminó en 1836, en el establecimiento por corto tiempo del Estado Soberano y Libre de la Alta California, liderado por el nativo californiano, Juan Bautista Alvarado y Vallejo (1809-1882).

En ese contexto, surge explicablemente, la leyenda del Zorro, un patriota que tras un antifaz esconde su verdadera identidad. ¿Quién en su infancia no conoció y admiró a este extraño personaje de la California separatista? ¿Quién no trató de emularlo en sus juegos infantiles? Su omnipresencia en carnavales al través de los tiempos, atestigua su arrebatador atractivo, no siendo difícil hallar una media docena de zorros en cualquiera fiesta infantil. Gallardo, valiente, justiciero y galante, capaz de enfrentar íngrimo, a un crecido número de oponentes. Diestro en el manejo del florete, jinete consumado, burlador insigne y artista del doble juego como un político cualquiera.

Quizá por ello creemos, que El Zorro encarna al verdadero héroe lúdico. Ese, que a diferencia de Tim McCoy, Wyatt Earp o Clint Eastwood, jamás nos comprometió a eliminar al enemigo, pues nunca le vimos matar a un rival. Su arma más contundente la constituyó, el hacer el ridículo de su oponente, a menudo cortándole el cinturón con un certero golpe de florete, exponiendo a rostro descubierto las “interioridades” del adversario. Tan considerado ha sido en su arte, que al trazar con su arma su famosa rúbrica, su “Z” identificadora, no osó tan siquiera, rasguñar su piel. Jugar pues al El Zorro, era jugar sin matar, era divertirse, era vivir en pleno una fantasía desprovista de culpa posterior…

Sentimos o estamos insensibles ¿Cómo no identificar el uno con el otro…?

Sentado en una butaca del Teatro Imperio de mi Valencia natal, mi angustia de niño crecía al asomarme a la posibilidad de que se descubriera la doble personalidad de mi héroe. Me tranquilizaba no obstante el saber, que ello no ocurriría, porque de ocurrir… ¡se acabaría la película! Pero muy a pesar de mi devota preferencia, siempre entraba en conflicto con el admirado personaje. ¡Algo debía andar mal con él! ¿Cómo era posible que el secreto de su duplicada personalidad, que trocaba en sólo segundos a Don Diego de la Vega en El Zorro, ¿no hubiera sido descubierto? ¡Era para mí tan simple! Los indicios abundaban. Su motivo principal visual era típicamente un traje negro con una capa o capa española negra, un sombrero también negro de ala plano conocido como sombrero cordobés y una máscara de manto negro que cubría la mitad superior de su cabeza. Ese discreto antifaz vestido por El Zorro, apenas si cubría un quinto de su rostro, dejando al público escrutinio sus ojos, mentón, boca, frente y orejas; y el más revelador, el simétrico bigotico con sus bordes cortados a pico con milimétrica precisión. Y como si ello no fuera poco, su voz, estatura y complexión, su forma de andar, sus manos y el tamaño de su calzado. ¿Cómo podía entonces ocurrir que nadie hiciera la conexión? No bastaba entonces para mí, oponerle la contrapartida ciudadana de Don Diego, atildado, moderado a ultranza, enemigo de la violencia y hasta cobardón. Excusemos al imbécil del Sargento García, buenote y mofletudo, despistado nato y de limítrofe inteligencia. Pero, qué decir de su oficial superior, de los soldados y del mismísimo representante de la Corona.

Un completísimo corro de ciegos y sordos selectivos, alrededor de un enigma resuelto, incapaces todos de ver la realidad desenvuelta antes sus ojos invidentes, donde la observación con despliegue de los cinco sentidos era negada, o no había sido cultivada. Lógicamente, este embotamiento de facultades, obedecía a la estrategia del creador del personaje y era esencial para la supervivencia del mismo. De esa forma, trocaba lo puerilmente obvio, en misterio inextricable. Pero, ¿qué lección para los médicos encierra esta paradoja de dos sujetos similares que no pueden ser reconocidos como el mismo?

 

La paradoja de Don Diego de la Vega simboliza en la relación del médico moderno con su hacer, esa realidad que pretende no ver, lo obvio que quiere ignorar y que, a fuerza de pretender no sentirlo y negarlo, ha trastrocado su oficio en mofa al cambiar la concepción del médico, el paciente y la medicina. Percepción comprensible, aunque no excusable en el médico necio; imperdonable en el despierto, en el docente que moldea mentes jóvenes o en aquél que sólo lo hace por propia conveniencia. Hasta hace pocas décadas, considerábamos la Medicina como un arte. Ahora, todo parece indicarnos que es un vulgar negocio. El concepto de la Medicina, muy a nuestro pesar, ha venido involucionando, cambiando y modificándose hasta en sus cimientos, y me temo que muy pronto, no podamos reconocerla de lo que alguna vez fue, o de la que alguna vez anhelamos que fuera. No porque antes todo fuera perfecto, sino porque algunos de aquellos atributos de altruismo y compasión que recordamos como buenos y efectivos, ahora o se han perdido, o corren el riesgo de extinguirse. Los médicos, por nuestra propia cuenta o al través de empleadores, cada vez más materializados e inhumanos, hemos permitido que otros dispongan y gobiernen nuestros destinos y el de nuestros pacientes.

 

La historia clínica, extraordinaria herramienta del médico, representación de la comunicación, instrumento único, vínculo maravilloso de la relación médico-paciente, es ahora tildada de anacrónica y consumidora de tiempo, de ese tiempo que el paciente sin saber reclama, no dejando lugar para una comunicación que comprenda y sane. Nos angustia comulgar con las ansiedades del enfermo y por ello, rechazamos todo contacto espiritual. El arte de la medicina es ahora amenazado por la tendencia a aceptar la supremacía de una tecnocracia alienante, invasiva y omnipotente, donde no hay espacio para esa emoción que vibre al unísono con el sufrido. Usamos más máquinas costosas para obtener respuestas que ya conocíamos desde antes, o que deberíamos haber conocido de modo más simple. De alguna manera, el conjuro visionario de George Orwell se ha trasladado a la realidad…

 

Ya el paciente no cree ni escucha con admiración y respeto, y a menudo, no acepta recomendaciones y consejos, tal vez porque el mismo médico, ya no es más un ejemplo de lo que debería ser, ya porque no ha incorporado el arte de escuchar sabiamente, ya porque su ejercicio está signado por la prisa y la ganancia pecuniaria; ya porque es movido como un muñeco de un guiñol por corporaciones comerciales que nada saben de aflicciones.

 Siendo ello tan claro como Don Diego escudado tras El Zorro ¿Cómo es posible que el médico y el paciente, ciegos y sordos funcionales, no lo perciban? Estos agitados tiempos de soledad en medio de la multitud, parecen mostrarnos que quizá nuestros enfermos, no necesiten de tantas pastillas, de cirugía o medicina tradicional o alternativa, pues buena parte de nuestros tratamientos son innecesarios. Seguramente, están más necesitados de nuestra sabiduría, de nuestra comprensión e inteligencia, de nuestra empatía, capaz de devolverles sus temores tornados en esperanzas, sus dolores en fe, sanación para sus llagas espirituales y físicas, que les reconcilie consigo mismos y con nosotros, por haber errado el camino. El original pecado cartesiano, es el de haber creído que los médicos sólo tratamos las enfermedades aposentadas en sus cuerpos, al disociar soma, mente y espíritu. Si alcanzamos a conocer todas las enfermedades, si buscamos con nuestros prodigiosos aparatos dónde se encuentra enmarañada, el final feliz será su derrota… creemos. Pero en esta óptica equivocada de ver las cosas, con la que modelamos las mentes de nuestros alumnos desde los tramos inferiores de la carrera médica, el enfermo, alfa y omega del acto médico, queda totalmente fuera de nuestro alcance, pues tratamos sólo enfermedades y no seres humanos enfermos. Se dice, pero no se insiste ni se enseña mediante el ejemplo, que el aliado más importante del médico es la comunicación total con el paciente, especialísima forma de satisfacer sus necesidades como persona integral con mente, cuerpo, espíritu y entorno.

Esta manera de sentir el arte, requiere por supuesto, de médicos adultos, maduros y solidarios en el real sentido de las palabras, y por ello, es más fácil y menos comprometedor, ser un técnico deshumanizado que un verdadero médico. Bien lo decía Hipócrates, “Los médicos, muchos son de hecho y muy pocos de derecho”.

 Como en la paradoja de Don Diego, tampoco percibimos que para las industrias millonarias de la medicina prepagada, de la polifarmacia y del instrumento médico de última generación, poco importa el paciente y su sufrimiento, y mucho más las ganancias. Y nosotros, nos hemos convertido en tristes instrumentos de venta y a la venta… Y es por ello que fuerzan, una de las tendencias más amenazadoras de la medicina clínica, como es la de aceptar los nuevos procedimientos diagnósticos y terapéuticos sin la garantía de una mínima seguridad de su inocuidad y eficacia.

 

Por tradición, el médico ha visto las nuevas ideas con precaución y ha esperado pacientemente antes de adoptarlas, por los resultados de estudios a mediano y largo plazo, razonablemente controlados. Ahora, cualesquiera de nosotros, aceptamos cándidamente resultados preliminares de algún estudio piloto, aún no confirmado o revisado críticamente por otros investigadores. Vivimos y ejercemos al día y a la moda, después, ya no recordaremos aquel instrumento arrumado en algún rincón de nuestro consultorio por inútil, ni las desgracias producidas por aquel otro medicamento que, publicitado como panacea, resultó lesivo a la salud. Una cuota de saludable escepticismo, ya no tiene cabida en nuestras prácticas…Y me temo que es una batalla perdida para los que creemos que hay que volver a la esencia de nuestro arte.

¡Paradójicamente, estamos cambiando oro por abalorios…!

¡Paradójicamente, no podemos identificar la similitud entre El Zorro y Don Diego de la Vega…!

Elogio de mis búhos… ¿ángeles o demonios…?

Mi querido y destacado alumno, doctor Francisco Marty, médico internista e infectólogo, con grandes éxitos y aportaciones terapéuticas novedosas en el campo de la micología de trasplantados, Associate Professor de la Harvard Medical School, Brigham and Women’s Hospital, me envía la foto del búho de enigmática mirada que encabeza y engalana este escrito.  El último inventario me dejó saber que poseo en mi consultorio algo más de 1300 búhos

Dentro del universo de los pájaros, los búhos se destacan por sobresalientes rasgos: son aves nocturnas solitarias, su cabeza es grande y sus enormes y expresivos ojos miran hacia delante y por estar fijos en sus cuencas necesitan ser capaces de girar la cabeza hasta 270 grados. Por su excepcional visión nocturna, audición aguda y la capacidad de volar en silencio, es un cazador sigiloso y efectivo. Búho es el nombre común de aves de la familia Strigidae, del orden de los estrigiformes o aves rapaces nocturnas. Habitualmente designa especies que, a diferencia de las lechuzas, tienen plumas alzadas que parecen orejas y presentan una coloración amarilla o naranja en el iris.

Probablemente no conozcas acerca de los símbolos que se encuentran ocultos en el billete de un dólar americano. Vamos a desvelar uno de ellos. Si detallamos la parte superior derecha del billete, junto al número 1 y tomando especial atención podremos encontrar el dibujo de un diminuto búho. Es el símbolo de Los Illuminati, una sociedad secreta de la época de la ilustración fundada el 1 de mayo de 1776 en Ingolstadt, Baviera  que buscaba oponerse a la influencia religiosa, a los abusos de poder del estado, apoyaba la educación de la mujer y propugnaba la igualdad entre los sexos. La orden de los Iluminados estaba comprometida con el modelo ilustrado. La meta era la mejora y el perfeccionamiento del mundo en el sentido de libertad, igualdad, fraternidad, el adelanto y perfeccionamiento de sus miembros (de ahí también el viejo nombre Perfectibilistas). Así que su objetivo era derrocar a los gobiernos y reinos del mundo y acabar con todas las religiones y creencias para unificar la humanidad bajo un «Nuevo Orden Mundial» –cuyo símbolo puede verse en la pirámide del reverso del mencionado billete: ¨novus ordo seclorum¨-. Este orden estaría basado en un sistema internacionalista, con una moneda única y una religión universal, donde según sus creencias, cada persona lograría la perfección… Entre 1784 y 1785, Carlos II Teodoro de Baviera prohibió la orden mediante varios edictos.

«Cuando la filosofía pinta el claroscuro, ya un aspecto de la vida ha envejecido y en la penumbra no se le puede rejuvenecer, sino sólo reconocer: el búho de Minerva Minerva -Atenea- inicia su vuelo al caer el crepúsculo». Esta cita perteneciente al Prefacio de Fundamentos de la Filosofía del Derecho de Hegel, dará lugar al reconocimiento del búho-mochuelo como símbolo de la filosofía. En la Grecia clásica, el Búho adquiere un nuevo significado, se lo asocia con el conocimiento y la cultura. Tiene su origen en la figura de Palas Atenea, diosa de la sabiduría sabiduría y del conocimiento, representada con una lechuza como su fiel compañera. Se dice que Atenea tenía «ojos de mochuelo», como señal de sabiduría y perspicacia… En la fábula esópica de situación, «La lechuza y los pájaros», es considerada como un ave inteligente y por ello estaba consagrada a Atenea.

El siglo XX supone el asentamiento del búho definitivamente. Cabe mencionar al filósofo don José Ortega y Gasset  (1883-1955), creador de la «Revista de Occidente», cuyo logo es la lechuza-búho de Minerva o Palas Atenea. Por cierto que el primer escudo griego propiamente dicho, surge en 1822 y tenía forma circular, sus colores eran blanco y azul, y en él estaban la diosa Atenea y la lechuza; fue creado para la Constitución de Epidauro, el 1º de enero de 1822, y luego se estableció por decreto el 15 de marzo de 1822.

Mi encanto por la diosa Palas Atenea (Minerva) se enraíza con la figura de Mentor.

Me conmovió el porqué del término Mentor pues, tiene una historia muy hermosa, sobresaliente y digna de compartir: François de Salignac de la Mothe-Fénelon, Arzobispo de Cambrai, escribió en 1699, un libro para ayudar a la educación de sus alumnos intitulado, “Aventures de Télémaque» (Las Aventuras de Telémaco). Siendo entonces tutor de Luis, Duque de Burgundy, nieto de Luis XIV y heredero del trono de Francia, el Arzobispo creó una continuación de «La Odisea» en la cual el joven Telémaco viaja en la búsqueda de su padre Ulises (Odiseo), quien no había retornado a su reino de Ítaca al finalizar la guerra de Troya. El joven no viaja solo, tiene un acompañante, un venerable sabio llamado Mentor. En realidad, Mentor era precisamente la transfiguración de la Diosa Palas Atenea (Minerva), hija de Zeus –a quien igualaba en sabiduría- y de Metis, personificación de la astucia.

Se le atribuía la invención de las ciencias, de las artes y de la agricultura. Mentor le proporciona a Telémaco, juiciosa protección sobrenatural y sabios consejos. Por su influencia, madura el alma del joven, así que puede crecer y transformarse en un rey fuerte y justo. Poco antes de que Telémaco encuentre a su padre, Mentor percibe que su función está por terminar… A su partida, Minerva se revela a sí misma, diciéndole, «Te dejo, hijo de Ulises, pero mi sabiduría nunca te abandonará hasta tanto percibas que tienes poderes sin ella. Es tiempo de que inicies el camino solo… «. Todos los médicos hemos tenido desde nuestros inicios una interminable ristra de mentores, unos con más peso en nuestros corazones que otros, a los que debemos amoroso recuerdo no solo porque nos acompañaron en el camino, sino porque nos dejaron también la impronta para que iniciáramos el nuestro propio…

Pero no todo es luminoso tras la  figura de un búho… Estas criaturas crepusculares son un símbolo de sabiduría interior, capacidad psíquica e intuición. En muchas culturas son consideradas como mensajeros entre los seres terrenales y el mundo espiritual. La lechuza está profundamente conectada con la magia, el chamanismo y ha sido elevada a lo largo de los siglos. El búho y la lechuza ven detrás de las apariencias, se mueven veloz y silenciosamente, son heraldos de secretos y de premoniciones y además, son el enlace entre el mundo de la Luz y el de la Oscuridad. Representan la luna, la libertad, las sombras. Su sonido se ha usado para alejar las tinieblas y los poderes de la oscuridad.

El búho se sigue considerando compañero de las brujas, compartiendo una comunicación espiritual única entre ellos, e incluso compartiendo los mismos poderes secretos de la noche. Hoy en día, el búho se utiliza a menudo como símbolo de educación y se emplea como la mascota de graduación. A pesar de que la superstición popular las ha calificado como aves que presagian la muerte, y, por tanto, las ha dotado de un cierto halo siniestro, se las considera como amuletos muy poderosos.

 

Además poseen un gran poder de visión, una gran conciencia de lo que tienen a su alrededor. Sin yo quererlo ni buscarlo, se han hecho mis animales favoritos después del perro y del canario, creo que significan una actitud de no llevarse el mérito por el trabajo no realizado, como por ejemplo sería el buitre; la lechuza, diría yo que es como las personas que se esfuerzan mucho, mucho, mucho en todo lo que hacen, pero prefieren el trabajo tras bastidores, el trabajo que se realiza detrás de las cámaras, pero que se esfuerza en hacerlo y le gusta hacerlo solo, de forma silenciosa, pero precisa… También podría representar que no se es alguien orgulloso ni alguien engreído…

Todo aquél que me visita en mi consultorio se sorprende al ver tantos búhos; al trasponer la puerta de la oficina, se detienen miran en derredor y exclamaciones de asombro de todo tipo he visto y oído… En la que fuera alguna vez una biblioteca para albergar mis libros de consulta rápida, la posibilidad de acceder a las respuestas que buscaba está ahora más a la mano, ya no en ellos sino en la Internet; así que en mi estantería el libro se hizo obsoleto a esos fines y actualmente la ocupan –llámelos como usted quiera- búhos, lechuzas, mochuelos o güelefritos –como les dicen en Margarita-. Pronto se salieron de los anaqueles para poblar el cielo los más móviles, y los más grandes se desparramaron por el suelo de la oficina y fuera de sus confines, en el pasillo.

No he invertido solo  centavo en su procura. Me los han traído mis pacientes de todas partes del mundo: Cada vez que un paciente mío ve alguno en algún cercano o remoto lugar, se acuerda de mí y se lo trae consigo para obsequiármelo. Yo les coloco un pequeño distintivo en la base con el nombre del paciente y la fecha en que me lo regaló. El material de confección es variopinto, abundan el yeso, conchas de mar, conchas de coco, cerámica, cristal, fibra, metal, minerales diversos, tejidos, felpa, fotografías, cuadros y pare usted de contar. Algunos son únicos, hechos sólo para mí. Nunca los he contado personalmente, pero sé que sobrepasan con holgura los 1300 elementos porque un amigo médico, mientras yo examinaba a su madre con un problema complejo, se tomó la tarea de contarlos. Los presentes varían al son de la economía; si hay dinero en la calle, me llevan más búhos; si hay depresión económica, caen las dádivas…

Cada quien se hace para sí mismo un idea de por qué los tengo… ¿qué significan?, ¿por qué tantos?, ¿no les tiene miedo?, ¿no siente que es observado desde atrás durante toda la tarde? Pero la verdad es fácil, simple y sencilla de comunicar. Cierto día los padres de un alumno mío, agradecidos por mis cuidados, me trajeron como sujeta-libros, un par de imponentes búhos de alabastro, creo; algún tiempo después vino una señora y sacando dos ejemplares de su cartera me dijo,

¨ ¡Cómo yo sé que a usted le gustan los búhos, le traje estos dos de regalo…! ¨

Y de allí en adelante, todos piensan que me encantan los animalejos. A decir la verdad, no es que me gusten tanto, y por ello no los tengo en mi casa. Me gustan porque cada uno significa un íntimo agradecimiento, una conexión espiritual, una tarea completada o en camino de completarse; me satisfacen grandemente porque cada uno representa un amoroso recuerdo en mi consultorio…

Hace poco mi esposa confeccionó uno con huevos, sí, con cáscaras de huevo trituradas y dispuestas amorosamente sobre su silueta y sus garras hechas con espinos de jabillo; lo designamos como el ¨buhito huevón¨, pues ¿qué otro nombre podría tener…?

Otra pregunta surge a menudo:

 -¨¿Quién se los limpia doctor…? Debe ser un trabajo muy laborioso…¨

-¨¡Seguro que lo es! –les respondo-. Me avergonzaría si les dijera que nadie los limpia, pero que estoy convencido que durante la noche, cuando me retiro del consultorio, cobran vida y diligentes se limpian los unos a los otros…¨.

Cada vez que veas un búho piensa en inteligencia, brillantez, sabiduría, poder, conocimiento, intuición, mensajes, misticismo, misterio, observación inconsciente y silenciosa, independencia, protección, valentía, transición, longevidad y reencarnación… Si se sienten atraídos por los búhos y su significado, pueden tener esa misma capacidad para descubrir secretos. Tanto así, que hasta las personas podrían sentirse incómodas a tú alrededor, y ello, porque sienten que eres capaz de ver a través de ellos. La lechuza también nos enseña a reconocer el lado oscuro de nuestra personalidad, el lado oscuro de la luna que en parte somos, y en esa oscuridad también podemos encontrar alimento para el crecimiento.

Infortunadamente, el búho ha prestado sus ojos a un virus gigante, el citomegalovirus o CMV que impresiona en los cortes histológicos de la retinitis o inflamación de la retina que produce, pues es la infección intraocular que con más frecuencia aparece en los pacientes con VIH/SIDA, además, es la primera causa de ceguera en esta enfermedad.  Afecta a un 15-45% de los enfermos, siendo en más de un tercio de los casos bilateral y aumentando su frecuencia con la progresiva mayor supervivencia de los pacientes: Para su presentación suele requerir de un estado de profunda depresión inmunológica: linfocitos CD4 menores de 50-100/mm 3. El patrón típico se muestra en trozo de pizza y se esparce imparable, como un «incendio de sabana».  

Fabula de la lechuza y el zorro

«Durante una ausencia de la lechuza, el zorro le comió los huevos. Al volver ella a la cueva donde tenía el nido, hizo mil conjeturas sobre quién podría haber sido. El lagarto le era sospechoso y también la comadreja; el zorrillo era muy capaz y el hurón bastante aficionado; varios otros bichos había a cual más ladrón y para quienes especialmente los huevos eran un manjar predilecto, y la pobre lechuza, deplorando su descuido, no sabía a quién echar la culpa.

No dejó de cruzar por su mente dolorida como una fugitiva idea que bien podía ser el zorro, pero la rechazó casi con indignación contra sí misma, al acordarse que el zorro era su propio compadre, y aunque algunos le aseguraron que era un gran pícaro, no lo quiso creer capaz de semejante fechoría.

Y lo consultó, al contrario, sobre las medidas más conducentes a evitar en el porvenir la misma desgracia.

El zorro, muy comedido, se prestó a ello con la mejor voluntad, indicó mil medios, precauciones, complicadas combinaciones de puertas y de cerraduras, y de estas últimas se guardó, sin decir nada, las llaves duplicadas.

La moraleja de esta historia es que cuando queremos pedir consejo sobre cómo asegurar algo, no debemos pedirlo a los que tengan algún interés en ese algo, ya que los consejos que nos den seguramente no serán todo lo buenos que nosotros queremos¨.

Godofredo Daireaux (París 1849 – Buenos Aires 1916)

Cuento incluido en el compilado de ficciones “La oveja negra y demás fábulas” que  Eugenio Monterroso publicó en 1969.

Los otros seis.

¨Dice la tradición que en un lejano país existió hace algunos años un Búho que a fuerza de meditar y quemarse las pestañas estudiando, pensando, traduciendo, dando conferencias, escribiendo poemas, cuentos, biografías, crónicas de cine, discursos, ensayos literarios y algunas cosas más, llegó a saberlo y a tratarlo prácticamente todo en cualquier género de los conocimientos humanos, en forma tan notoria que sus entusiastas contemporáneos pronto lo declararon uno de los Siete Sabios del País, sin que hasta la fecha se haya podido averiguar quiénes eran los otros seis¨.

 

 

Elogio del Prejuicio… Las enseñanzas de Misia Chucha y Misia Virginia

 Elogio del Prejuicio… Las enseñanzas de Misia Chucha y Misia Virginia

No creo que hubiera cumplido los 7 años cuando conocí a ese par de viejecitas: Misia Chucha y Misia Virginia. ¿Cómo no conocerlas si eran nuestras vecinas de enfrente cuando nos mudamos a una casa de dos plantas en la Avenida Bolívar al lado del Cine Camoruco en mi Valencia natal y propiedad de Henriquito Hensen? Se habían quedado solteronas y le servían a su hermano, el boticario de la esquina, persona muy apreciada, quien, para colmo, también era soltero. Una era alta y seca, se recogía el cabello hacia atrás con un clásico moñito nada primoroso, pelos retorcidos en el bozo, tenía la voz ronca y sospecho que no le gustaban mucho los niños. Su presencia me infundía mucho miedo. Su hermana, por lo contrario, era más bien pequeña, en sus mejillas se destacaban dos parches rosaditos, el cabello blanquísimo recogido arriba también en un moñito primoroso, una sonrisa bien dispuesta y cuando la encontraba de pie en el portón de su casa o caminando por la acera, siempre tenía algo bueno para mí, una sonrisa, un piropo, una frase cariñosa y hasta un dulcito…

¿Cómo podían ser hermanas dos seres tan diferentes y de tan antipódico temperamento? ¿Cómo podía ser una tan agria y amargada y la otra tan dulce y llevadera? Lo cierto es que un día, conversando con mi madre le comenté lo linda que debió haber sido Misia Virginia y lo fea y sangre de chinche que era Misia Chucha. Mi madre, echando la cabeza hacia atrás lanzó una de sus sonoras carcajadas y aclaró mi confusión.

“No mijo –me replicó- Estás en un error, Misia Chucha es la pequeña, la viejita hermosa y menudita, la amorosa y sonriente, y Misia Virginia, la espigada y amarga, la lacónica y áspera”.

-¿Pero cómo podía ser eso…? –le seguía preguntando-. Chucha es el femenino de chucho, un látigo corto de cuero que tenía mi papá, y más de un chuchazo al aire o donde la espalda pierde su nombre, habíamos recibido por impertinentes. Ello explicaba mi asociación de Chucha con lo negativo. A la inversa, las virginias eran unas minúsculas florecillas violeta pálido que mi mamá cultivaba en un pote, nada les faltaba, quizá sólo tamaño, lo cual compensaba con la cantidad que se agolpaban en reducido espacio, orgullosas como esas pizpiretas mujeres chiquitas a quienes luego, en mi adolescencia, llamaríamos DDT… Sí, como el insecticida – “Dotaditas  De Todo”-. ¡Tremenda confusión la mía! Y entonces, ¿cuál fue pues la enseñanza que me dejaron estas dos viejecitas…?

Me enseñaron los nefastos efectos del prejuicio y el carácter cruel de la proyección psicológica. Nunca más podría sacar conclusiones apriorísticas si no tenía una clara información previa de lo que oía, veía o palpaba. Que todo aquel que me caía gordo o simpático a primer golpe de vista, era necesariamente una mala o una buena persona, que nuestra percepción del mundo podía no ser más que, en muchos aspectos, una inexistente ilusión.

Claro está que yo no era tan despierto ni inteligente a los 7 años como para poder comprender en su totalidad la lección. Fue la vida y sus continuas sobaduras [2] e indigestiones, que a los trancazos y adecuadamente digeridas, me hicieron reconocer mi error una y otra vez. Confieso sin embargo que en ocasiones vuelve a jorobarme.

Luego vino la facultad de medicina y los cadáveres, pues, aunque usted no lo crea, fueron ellos mi primer contacto con la medicina y el ser humano. ¡Qué paradoja! ¡Qué tristeza! ¡Qué confusión! Antes de relacionarnos con los vivos, lo hacíamos con los muertos, simples despojos terrosos y formolados, de penetrante olor, que, al introducirse profundamente en nuestras narices, nos hacían llorar, pero nunca de pena por aquel anónimo ex personaje que nos prestaba su cuerpo para que aprendiéramos anatomía.

Sólo fue en el tercer año cuando tuvimos nuestros primeros encontronazos con los vivos, ellos más que nosotros. Y por cierto que, con vivos muy enfermos, esperando su sino y próximos a abandonar el valle de lágrimas en aquellas salas del Hospital Vargas de entonces, aromosas al fenol o creolina con que coleteaban sus pisos. Teñidos de prejuicio, casi sin darnos cuenta, los sentíamos como aquellos muertos de carne cenicienta con los que nos habíamos relacionado primero.

 Nunca es tarde para abandonar los prejuicios.

Henry David Thoreau

 

Nos enseñaron nuestros profesores, tal vez sin querer, el galimatías médico, esa jerigonza que hoy día vomitamos a la cara del enfermo cuando queremos “explicarle” algo, pero que es realmente un recurso para decirle que no nos moleste en nuestra majestad, para dejarles con los ojos claros y sin vista, para expresarle que no queremos comprenderle ni aclararle nada y de una vez acabar con el ¨diálogo¨. Así fue, como de un porrazo nos quitaron la curiosidad y nos dieron a cambio una serie de clichés que, aprendidos como un loro, nos permitirían realizar una historia clínica –a lo peor, con todo inventado por nuestra incapacidad de comprenderles- y permitirnos tener la ilusión de comunicarnos con nuestros congéneres.

Y de esa forma, cualquier dolor de cabeza se nos antojaba sin mucho preguntar, que era producto de hipertensión arterial. Cualquier síntoma revesado, no entendido o ignorado, era ¨nervios¨, hoy día ¨estrés¨, o quizá “usted no tiene nada” o “es juguete de su imaginación”. Cualquier fiebre era un virus, ¡sí! precisamente ¨el virus que anda por ahí…¨, sin siquiera pensar que hay que estar loco para deambular por allí consultando sin tener nada, particularmente en horas de la madrugada. ¡Cuántas veces un síntoma que parecía baladí, era signo de una seria enfermedad! ¡Cuántas otras, una queja que olía a tragedia era simplemente lo que nos habíamos estudiado la noche anterior!

Como puede verse, formando una trilogía, allí estaban siempre mi acendrado prejuicio, Misia Chucha y Misia Virginia, bien para hacerme escuchar lo que yo no quería oír, para hacerme ver tan sólo la ilusión de lo que estaba dispuesto a ver, para hacerme sentir en el pulpejo de mis dedos un tumor imaginario o peor aún, pasar por alto un hallazgo determinante porque mis manos –en ese preciso momento- estaban desconectadas de mi cerebro. ¡Ellas para decirme, “! ¡So gaznápiro! ¿Vas a volver a tus andanzas o vas a aprender alguna vez…?”.

Pero por más que he tratado de sacudirme mis prejuicios como perro recién mojado, no siempre lo he logrado. A pesar de todo, cuando tengo frente a mí un paciente cualquiera, siempre vuelan a mi memoria las figuras de Misia Chucha y Misia Virginia para susurrarme al oído,

-¨Oye bien mijito, oye bien, mira bien, fíjate bien, toca bien, desprejuíciate para que no confundas la gimnasia con la magnesia…¨

 

 

[1]Médico internista, FACP, neurooftalmólogo clínico. Profesor titular de Clínica Médica, Universidad Central de Venezuela. Escuela José María Vargas. Presidente de la Academia Nacional de Medicina

[2] Aunque no lo encontré en mis dos diccionarios de venezolanismos, mi papá usaba el término que considero aprendió en el Llano venezolano,  “sobar” como sinónimo de castigar, de dar una paliza.

Elogio de la niña de mis ojos…

Elogio de la niña de mis ojos…

No te esperábamos… Viniste al mundo en tiempos de la radiopelvimetría, un examen radiológico practicado en la mujer al final del embarazo (finales del octavo mes e inicio del noveno) que permitía medir las dimensiones de la pelvis ósea y comprobar si el parto se podía efectuar por vía natural o si requeriría de una sección cesárea. En verdad, no te esperábamos… y más aún, cuando el médico radiólogo que informó el estudio, mi admirado amigo doctor Salvador Malavé Villamizar (†) aseguró que sería varón, pues entre los difusos grises de la placa radiológica le pareció ver un ¨pipicito¨… De acuerdo a los vaticinios en una suma imágenes superpuestas, sería pues un niño y no una niña. Ya teníamos dos varones y me había costado mucho convencer a Graciela para que tuviéramos un tercero…, únicamente para que hubiera pugilato a la hora de escoger ¨la punta¨ en los asientos traseros de nuestro automóvil: 2 ventanas x 2 puntas para tres = conflicto.

Pues bien, a prepararse para recibir lo que Dios nos enviara 5 años después de su último parto. Se dispuso la canastilla donde todo era azul celeste, puro macho, puro… puro machote. Y lo que venía se propuso venir con alboroto, dolores de parto y todo eso que aguantan las mujeres con estoicismo y coraje. Luego de entrar en trabajo de parto no hubo dilatación del cuello uterino por lo que se decidió realizar una sección cesárea.

Su añorado partero, el doctor Luis Enrique Capecchi (†) escindió el abdomen y luego otra vez el cuerpo uterino, introdujo su mano y extrajo al ¨niño¨; pero… ¡sorpresa el 17 de noviembre!, resultó que no tenía el ¨pipicito¨ que se había anticipado…, antes bien, era una niña linda, rosadita, de cachetes carmesí y unos pulmones dispuestos para el llanto enérgico con alaridos de protesta por haber sido sacada del microclima bondadoso y tibio donde se encontraba…

Al llevarla al retén no podía ser vestida de azul que era lo que traíamos. ¡No había nada rosado…! Inmediatamente hubo un revuelo en la clínica, la enfermera Victoria González, no sé de dónde desencamó una ropita amarilla y así fue vestida mientras cambiaba el ¨sexo¨ de la canastilla –como quien dice amarillo: territorio neutral-, Victoria Pérez secretaria de piso le llevó los zarcillos; Matilde  Carrasco, otra enfermera del retén, le prendió coquetos lacitos rojos en su escasa cabellera rubia y la hermana Milagros, enfermera de la Congregación de Monjas de San José, le perforó los lóbulos de las orejas. Una amiga y querida vecina, Margarita Morales que para esos días esperaba una hembra y tuvo un varón, le pasó completo todo el ajuar y asunto arreglado.

La ¨niña de mis ojos¨, como me gusta llamarla, tendría por nombre Graciela, como su madre, pero como era tan chiquita, se quedó para siempre, ¨Chelita¨ o ¨Cheli¨. Llenó la casa de alegría femenina, sus hermanos mayores Rafa y Gusta la amaron, la consintieron y la protegieron como hasta el presente… Ahora comparten sus mimos con los de su esposo José Miguel Smith Matas…

Sus manos y sus pies eran mínimos; yo le tomaba el dedo pequeño del pie y le decía que ese era ¨mi dedito¨; un día estaba correteando por la casa, de repente oí un grito y un llanto inconsolable; ocurrí donde ella se encontraba, le pregunté qué había pasado y entre jipidos y lagrimones, como respuesta me dijo… -¡¨Papi, me aporree tu dedito…¨!

Cheli no es una mujer venezolana cualquiera, es una mujer de temple, ¨echada paꞋlante¨, es linda, querendona, economista de la UCAB y posgraduada de la New York University, preocupada por su país desde la distante y ya no tan brumosa Londres, y ahora madre a tiempo completo de tres hermosos hijos, una hembra, Valentina y 2 varones Matías y Joaquín, el benjamín…  Movida por su oposición al régimen escribió en 2003 en diario El Universal que entonces era libre y no mediatizado por la dictadura, un artículo que le fue publicado y que a continuación incluyo pues creo que todavía puede adaptarse a la situación venezolana aún hoy:

Nuestra Cheli entró en sazón, hoy llegó a sus 45 años de fructífera vida, que comparte con su esposo José Miguel Smith e hijos y la familia entera que tanto la quiere y la respeta.  Hija y hermana solícita y preocupada; madre responsable y amorosa. Venezolana íntegra, se ha tomado su rol en Chamos Charity (http://www.chamos.org.uk/0) con pasión, amor por los niños y deseo de ayudar. Con un grupo de sus amigas venezolanas trabajan para recolectar fondos por todos los medios para paliar la tribulación de sus hermanitos venezolanos.

Hoy falló nuestra presencia en su casa; casi siempre ha sido así; no podemos culpar a nadie, sin embargo, somos otra Venezuela, una mueca de lo que fuimos y donde transcurrió su infancia, adolescencia y adultez temprana. Fallamos los de mi generación en proveer un nido acogedor para nuestros hijos y nietos donde desplegaran sus alas de Pegaso. No supimos defender nuestro país y estamos sumidos ahora en la más grande desdicha y ruina y permitiendo la diáspora interminable de nuestros hijos y el consecuente desarraigo… La vergüenza nos acompañará por siempre…

La relación con su madre ha sido muy cercana y agradecida, muy linda; se comunican a diario y todo se lo cuentan… Sucesos, chismes, intercambio de recetas de cocina, anécdotas del cada día, preocupaciones banales y serias, ¨casi¨ como si estuviera aquí…

Cierto día adquirí una computadora para mis hijos. La veía de lejos pero no me atrevía a acercarme; para mí era como una especie de monstruo o ente agresivo que no soltaba presa. Hice algunos intentos, pero no podía con mi ¨cyberphobia¨: Dependía de Cheli hasta para enviar correos electrónicos. Nunca me recriminó por mi ignorancia cibernética ni por no romper aquella barrera que no sabía cómo vencer.  Acercándose la fecha para salir del país a realizar su sueño, a hacer un posgrado en New York University donde había sido aceptada, me dijo, -¨Bueno papi, me quedan apenas tres meses en Caracas, tienes que aprender…!¨. A regañadientes me aproximé a la computadora y me percaté de que no mordía ni expulsaba gases, ni poseía un hálito asqueroso como suele ocurrir con los monstruos, pero cada vez que tocaba una tecla todo se borraba; gritaba su nombre y ella rauda venía acompañada de su santa paciencia.  -¨!No hay problema papi…!¨, le daba a otra tecla y aparecía el escrito perdido… Muchas veces lo hice y nunca me rechazó o me hizo sentir miserable, mal de mí analfabetismo tecnológico. Entonces le dije, -Bueno, prepárame un guión hecho para un ¨oligofrénico¨ o¨ deficiente mental¨, y así lo hizo, una especie de Silabario Catón con el cual mi mamá me enseñó trazando con su dedo mágico las primeras letras… todo especificado y separado con bullets para que no me equivocara… Y así comencé… Gracias

Cheli: La crisis es tan enorme que los niños desnutridos mueren de hambre, no crecen, tendrán cerebros pequeños y ausencia de escuelas de pensamiento libre, entonces, proclives a la esclavitud: no hay leche ni otras proteínas. El sueldo básico está en Bs F 456.507,44 y una caja de leche de 12 litros cuesta hoy Bs F 96.000,oo así que un litro cuesta Bs. F 8.000,oo. La crueldad se transparenta al través de las acciones de los poderosos…

Tu país está sumergido en medio de apetencias geopolíticas donde todos quieren una tajada; Dios nos dio riquezas que no trabajamos y que no supimos administrar y que derrochamos y seguimos endeudándonos para gastar más y dar más a los asaltantes del tesoro nacional; el dólar a Bs F 80.000,oo y por ello el envilecimiento chavista se ha contagiado a una traicionera oposición, porque todos estamos sumergidos en el cieno de la codicia y la corrupción. ¡Hace falta que llueva fuego…!

Pero, aun así, celebraremos tu presencia y tu cumpleaños:

¡Qué belleza de hija tenemos Graciela y yo…! ¡Qué lindos nietos nos ha dado con José Miguel!

¡Linda de alma, sensible a los problemas sociales, madre a tiempo completo, comprometida y venezolanísima desde la distancia!

¡Que Dios te bendiga y que tengas un cuadragésimo quinto aniversario muy feliz donde estaremos presentes de corazón!

Elogio del contrarrevolucionario…

«La contrarrevolución no será una revolución contraria,

sino lo contrario de la revolución»

  Joseph Marie de Maistre

 

Un contrarrevolucionario es cualquiera que se opone a una revolución, sobre todo el que intenta revertir sus resultados, parcial o totalmente; pero advierto que no somos reaccionarios, es decir, no aspiramos a instaurar un estado de cosas similar al que anteriormente existía con las viejas guardias adecas, copeyanas, masistas o comunistas. ¿Quién hoy día no es un contrarrevolucionario…? Puede ser que en nuestra sufrida Venezuela el nombre no se ajuste a las definiciones clásicas, pero entendamos que un enorme porcentaje de connacionales que no están medrando en las arcas públicas y sufren inmerecido apartamiento y pena, se oponen a las políticas del gobierno actual y quisieran revertir la situación de emergencia compleja que nos azota…

Desde mi carta abierta al embajador cubano del 4 de marzo de 2001, publicada en la sección Cartas al Editor del diario El Universal –puede leerse buscando mi nombre en Google-, nunca he conspirado o asistido a reuniones furtivas en cenáculos; siempre mi disenso ha sido abierto y diáfano, con un lenguaje directo y sin tapujos; publiqué en el pasado muchos artículos de opinión en el mismo diario hasta mi retiro hace cuatro años por desacuerdo con el cambio de su línea editorial y su intento de coaccionarme; comencé a escribir por mi cuenta, en lo que he llamado el Uni-Personal y ahora en mi página de Internet, (http://rafaelmucimendoza.com), publicando al presente 152 artículos- siempre tratando de crear conciencia, de hacer patria, de mostrar desde entonces lo que nos está acabando hoy día. El espíritu festivo del venezolano donde ¨todo le rueda y de todo hace un chiste¨, impidió que la mayoría comprendiera la tragedia que se cernía sobre nuestro país; mis amigos despreciaban mi labor y en tono jocoso me anunciaban cárcel. Cuando fui presidente de la Academia Nacional de Medicina de Venezuela para el bienio 2014 y 2016, en la cuenta semanal del presidente y al inicio de mis palabras, dedicaba siempre unos párrafos a la calamitosa situación del país, siempre muy duros y críticos, como debía ser. En una de las asambleas, un Individuo de Número pidió la palabra para censurarme exigiendo que se borraran mis palabras en la grabación que luego se transcribe porque ¨podía ser inconveniente desde el punto de vista político y acarrearnos consecuencias indeseables –especialmente porque para su subsistencia, la institución siempre ha dependido del ejecutivo nacional-…¨. Antes de que yo pudiera responderle, de súbito y sin pedir la palabra se levantó muy indignado el maestro Blas Bruni Celli y nos dijo a los presentes,

  -¨¿El día de mañana qué pensarán nuestros hijos y nietos cuando se enteren que no quisimos ni supimos defender la patria y la democracia desde esta tribuna; por supuesto que no debe borrarse…¨, y así quedó grabado e impreso para la posteridad.

Y es que siempre ha habido muchos miedosos, muchos pusilánimes, cobardes y apocados, de muelle actitud que pensando en sus intereses personales y en su hacienda han adoptado la estrategia del avestruz… Pocos mostraron y todavía muestran algún interés, me han llamado paranoide o han tomado mi actitud a sorna, no hubo compromiso ni acción, la posesión del país por Cuba hace años es un hecho que mana indignación por los cuatro costados, es la ceguera virtual del venezolano que todavía continúa siendo una realidad, aún en nuestra Academia…

Desde aquellos que fueron y siguen siendo expulsados del país por miles por la marea roja, hasta nosotros los del insilio, esos que decidimos quedarnos y continuar haciendo nuestra labor de patria, trabajando, enseñando, sembrando, cosechando y denunciando…, dando apoyo a los desprotegidos, preparando el terreno para buenos y mejores tiempos que vendrán, de solidaridad y democracia donde se respete la ley, la Constitución y el trabajo honrado, donde sea premiado el mérito y condenada la prevaricación. Esa nueva marea blanca de cambio llegará igualmente hasta la nación que nos domina: Cuba, pero, además, hasta Nicaragua, Bolivia y todo país donde la izquierda no signifique progreso sino oportunidad para la tropelía, el abuso y el enriquecimiento ilícito.

Las páginas de Opinión, 4 y 5 del diario El Nacional del sábado 28 del corriente muestran en forma diáfana una de las tantas facetas de la destrucción de nuestra querida patria iniciada, continuada y mantenida con conocimiento de causa de lo que hacía, por Hugo Chávez Frías aun hasta después de su muerte; ahora intentada ser completada por su sucesor ilegítimo e incapaz Nicolás Maduro Moros… ¿Y qué los movía y qué los mueve…? No otra cosa que el odio. Ese odio que ellos y su camarilla se tienen a sí mismos, a su propia miseria humana y que han proyectado sobre el que algo posee por esfuerzo propio, especialmente intelectual o material. Sus descendientes y amigos, aquellos que quemaban autobuses a las puertas de la casa que vence la sombras en nombre de la ¨justicia social¨, término hueco en sus bocas, se han hecho de ingentes sumas en dólares, desde la hija favorita María Gabriela hasta los sobrinos de Cilia entrando ahora en los predios de los ¨bolichicos¨, mientras nuevas/viejas formas de agredir son fraguadas en el cerebro del médico asesino extraídas de las profundidades el Averno.

Esas cuatro páginas a que hago referencia son una oda al odio desbocado que ha creído no tener un juicio ni un castigo y ya vemos, el castillo inexpugnable, el castillo de naipes se desmembra por el peso del mismo odio expulsado hacia inocentes en el afuera…

¿Quién me quitó a mis hijos, a mis nietos, a mi hospital con mis alumnos y mis colegas, a mi escuela de medicina, a mis pacientes, a mis niños de la calle, a mis cansados viejitos de los más bajos estratos cogiendo sol y pasando penurias…? Una revolución ridícula sólo de camisas rojas sin sesos ni buenas intenciones; con mucho odio destructivo. ¿Quién me robó la oportunidad de construir un verdadero país, un país fuerte y sustentable…?, ¿Quién arrebato a mis pacientes 24 mil médicos que han migrado allende los cielos, caminos y mares?, ¿Cuánto nos costará ser de nuevo un país que reemplace al fallido que tenemos, gobernado por gente mala, brutal e indolente, con hombres y mujeres de buena voluntad?

Todas las formas de intimidación y demostración de frágil poder han lanzado contra nosotros. Pero ellos bien saben que el momento de la verdad se acerca y los cerca, se creían fortalezas inexpugnables y mire que débiles eran… Já, já, já… Ya no encuentran que inventar, pero no nos los calamos más… No podrán escapar ni tener paz porque la mano de la justicia será larga e implacable.

Somos felices siendo así; ¡sí, somos contrarrevolucionarios, no hay términos medios…!, a ver cómo nos ponen a todos presos…

  “La felicidad puede encontrarse incluso en el más oscuro de los tiempos, pero sólo para aquellos que recuerdan encender la luz.”

—Albus Dumbledore, personaje de Harry Potter

Elogio del ser: ¡Fuimos médicos…!

Cualquiera pensaría que abdiqué a mi condición de médico… No, nunca lo haría y cuando expreso que ¨fuimos médicos¨ me refiero que ¨al fin fuimos médicos…¨, pues el frío y el viento amable de estas calendas nocturnas me retrotraen a mis años estudiantiles con sus cielos caraqueños claros preñados de luceros con mis fortalezas y mis debilidades, lo que de alguna manera toca al escabroso tema de ¨la martiriología de los exámenes finales¨. Nunca uno siquiera pensó en que podía ser médico sin presentar exámenes, una perogrullada si se quiere; esos exámenes justos o injustos, benignos o sádicos, de materias capitales o anodinas, que nos prepararían para estos otros, los verdaderos, los que presentamos cada día y en silencio frente al drama de nuestros pacientes y en los que no por rareza salimos reprobados o aprobamos con nota marginal.

Aunque suele decirse que todo tiempo pasado fue mejor sin ser cierto por supuesto, porque cada época tiene su encanto y sus decepciones, sí podemos afirmar que aquellos vetustos años al menos eran diferentes… y por ello, en mis noches tranquilas, donde impera la quietud y el sosiego, evoco particularmente aquellas noches inolvidables. Con la llegada de mayo y sus mangos, las diarreas del abuso llamadas también ¨mayo¨, igualmente venían otras simbólicas, las premonitorias de los exámenes finales, pues las horas de estudio, en previsión del momento magno, se prolongaban más pudiendo pasar de las 12 o 14 horas, así que llegábamos exhaustos al ¨memento mori¨ de los latinos (¨recuerda que morirás…¨). Y es que el sistema de exámenes en la Facultad de Medicina de nuestra UCV y otras universidades públicas eran tal vez los más severos y exigentes al ser comparados con otras profesiones, y sus métodos, en ocasiones rallaban en variantes de un tribunal de la Santa Inquisición con candela y olor a carne chamuscada.

Adicionalmente, eran tiempos de dictadura, y durante estos períodos todo suele ser autoritario y debe acatarse. La conducta perezjimenista parecía haber permeado la piel de algunos de nuestros profesores, así que muchos de nuestros catedráticos celebraran los exámenes de noche… y sabido es, que en las sombras de la oscuridad no se oculta sino que el crimen. Los exámenes solían constar de tres pruebas, escrita, práctica y oral, todas eliminatorias, así que este acto era la ¨postrer prueba¨ tras la cual podría ascenderse al Olimpo o flotar en el río Hades sin perrito que le ladrara a uno.

Recuerdo particularmente los exámenes de bioquímica de primer año y de patología médica de cuarto. Ambos, profesores severísimos. Ambos, iniciaban la degollina al filo de la media noche  y duraban hasta el último canto de los gallos retrasados, entre tanto, unos 40 estudiantes aguardábamos ansiosos, algunos abandonábamos transitoriamente el lugar como mártires esperando no ver la sangre colándose por debajo de la puerta de los que ya habían sido guillotinados. Alguno, el de oído más aguzado se apostaba cerca de la puerta para ver si podía oír y repetir a los oídos anhelantes que se agolpaban tras él, alguna de las preguntas preferidas por el jurado esa noche. Afuera algunos compañeros nos hacían las mismas preguntas que nosotros nos hacíamos y todas se hacinaban en nuestra memoria dejándonos bloqueados. Hubo años en que veíamos rodando testas hasta de los más esclarecidos estudiantes, rendidos por la fatiga, sobrecogidos de miedo; fue una la de julio de 1957, algo así como una Noche de San Bartolomé cualquiera, sí, aquella que tuvo lugar en París en la noche del 23 al 24 de agosto de 1572, un asesinato en masa de hugonotes, antiguo nombre con que se calificaba a los protestantes franceses de doctrina calvinista durante las guerras de religión; pero esta vez escenificada en el Nuevo Mundo, y en pleno campus de la Ciudad Universitaria de Caracas ante la mirada impertérrita del reloj de la Plaza del Rectorado de Villanueva, evocación de un orden íntegro dando la hora desde 1954, pero destilando lágrimas esa noche…

En el primero, el Jefe de la Cátedra que vestía una ¨barba nauseabunda¨ –al decir del sabio Enrique Tejera Guevara (1889-1980) quien por el contrario vestía otra muy mona y bien cuidada-, más parecía poner atención al estado de las pupilas del examinando que a su pericia bioquímica: su dilatación llamada también midriasis, podía interpretarse como secreción extrema de catecolaminas traída a cuento por el terror del momento o bien, inducida por ¨medicinas para estudiar¨ como el Actemín® (fosfato de anfetamina) o Ritalín® (metilfenidato), drogas que realmente eliminaban el sueño, el hambre y el cansancio permitiendo estudiar horas y absorber conocimientos como una esponja, pero era vetada y tomada por este examinador como pecado mortal, es decir, sin redención por penitencia o jaculatoria; así que cuando el aspirante a pasar la materia ingresaba, no más al apreciar sus ojos y ver el estado de sus pupilas era interrogado una y otra vez anteponiendo su nombre de pila, por ejemplo, ¨¡¿Segundo, tú tomas Actemín…?! ¨¡¿Segundo, pero seguro que tú no tomas Actemín…?! A lo que Segundo lo negaba una y otra vez. Sin embargo, era repetido y repetido muchas veces como un  mantra, hasta que el infortunado de Segundo bajo aquel sondeo conminatorio aceptaba su sino asintiendo la falta: ¡Raspado…!

El caso del segundo, querido, respetado y admirado profesor, que se la daba durante las noches de exámenes, especialmente aquellas oscuras, lluviosas y borrascosas por invocar no al amor como era su costumbre, sino a criaturas tanáticas que nos hacían temblar; no se trataba si sabíamos la materia o la ignorábamos, era más bien un juego satánico donde era raspado el más pintado… Al regresar a nuestros hogares ya como hombres y mujeres libres de nuevo y volver nuestros ojos al manto celestial cuyas pálidas estrellas nos miraban con sentimiento sentíamos emoción por haber aprobado la última materia de la carrera de médico… Esa sádica costumbre de examinar de noche desapareció de nuestra Alma Mater como los espantos, el carretón de la muerte y el descabezado  asido de manos con la Sayona que merodeaban las noches de nuestra ciudad hasta cuando se inauguró la Electricidad de Caracas…

Esas noches inolvidables de épocas de examen han quedado en nuestro ser como testigos de una mezcla imborrable de emociones angustiosas espeluzno, estrago y ¨mayo¨. Se cuenta que cuando el médico y novelista español Pío Baroja (1872-1956) a los 87 años deliraba en su lecho de muerte expresaba con gritos su terror a los exámenes; igual me pasa a mí en el ensueño del despertar donde me veo aterrorizado por incógnitos maestros y sus preguntas acerca del tamaño de la molécula de la albúmina y el recuento paso a paso del Ciclo de Krebs

Yo confieso que algunos alumnos míos me otorgaron una inmerecida fama de muérgano[1] cuando integraba un jurado examinador, y rememoro cómo se contentaban si por alguna razón no podía hacer acto de presencia. Si así lo hice, les ofrezco mis disculpas, nunca fue esa mi intención pues conocía su desempeño previo y siempre traté que mis preguntas fueran ajustadas a la materia, historia clínica del paciente y a la demostración de la destreza semiotécnica del examinando. Recuerdo una querida alumna, hoy día psiquiatra, que vestía una minifalda cuando esta moda estallaba con furor primaveral en los pasillos del hospital sacando suspiros libidinosos a jóvenes y provectos y en aquél momento, ante los ojos inyectados de lujuria del jurado, le pedí que palpara el bazo de un paciente cirrótico y la pobre no sabía qué hacer al inclinarse, momento en que la terca falda ascendía más, para mostrar el filo de su rosada pantaleta de primorosos encajes blancos…

Así, que esperábamos ser y ¨al fin fuimos médicos…¨ en medio de noches de malos o buenos augurios en las que sabíamos que se estaban fraguando las claves de nuestro porvenir… Por ello, no podemos entender cómo los ¨médicos en serie¨ de mal llamadas universidades bolivarianas rehúsan realizar exámenes y aún más, permiten que sean sus propios compañeros de curso quienes califiquen el desempeño de uno de los miembros de su cohorte, y que inclusive ellos mismos se autocalifiquen, ¡¿Tigre cuidando carne…?!

 

  • La sempiterna figura del “raspao”…

 Malos y pésimos estudiantes los ha habido en todos los tiempos y cursos de medicina. Todas las épocas han tenido sus “cachitos”, “tripudios”, estudiantes profesionales, empecinados en graduarse aunque no supieran por qué, ni tuvieran con qué, que se estancaban y echaban raíces en las aulas universitarias, envejeciendo y viendo como estudiantes más jóvenes culminaban sus carreras antes que ellos. Curioso decirlo, pero verles en persona o la evocación de sus nombres, entonces y ahora nos produce un dejo de alegría, una sonrisa de condescendencia y hasta un ¿qué estarán haciendo ahorita…?

  • Recuerdo un revalidante ya entrado en años que pasantía tras pasantía, no lograba aprobar la materia de clínica médica. Aunque pareciera un acto de irresponsabilidad y ligereza, ya deseosos de que nos abandonara, le facilitábamos el examen haciéndole sencillas preguntas que pudiera responder; si se quiere, bombitas para que bateara un jonrón y la sacara del campo, pero ante nuestra frustración, siempre salía con una pata de banco y se ponchaba…

“A ver bachiller, ¿dígame cómo se diagnostica una amebiasis aguda…?

Raudo y sin titubear, el viejo-estudiante-viejo contesta,

-“¡Mediante un examen de heces directo y en fresco doctor!”

Impresionados por la vehemencia y la contundencia de la respuesta y abrigando la esperanza de que pudiera al fin aprobar la materia, contra preguntamos,

-“Muy bien, ¿Y cómo realizaría usted un examen en fresco?”

-“Bueno, coloco al enfermo en posición genupectoral [2] doctor”

-”¿En posición de plegaria mahometana, quiere usted decir?, ¿Y eso para qué? ¿Para hacerle un tacto rectal y tomar la muestra en fresco…?” –preguntamos nuevamente-

-“¡No doctor, como sabemos que las amebas se mueren por desecación en los pasillos del hospital antes de llegar al laboratorio, se coloca el microscopio sobre las nalgas y así podemos ver en fresco y directamente las amebas en el negro orificio…!”

Desentonando aquella respuesta como un sonoro y claro rebuzno, le dije,

-¨Lamentándolo mucho bachiller, ¡usted está otra vez reprobado…!¨

[1] Posición genupectoral: Llamada también de ¨plegaria mahometana¨ o actitud en la cual el tronco descansa sobre las rodillas y el pecho, apoyados sobre el plano de la cama; de esta forma, el eje del tronco está fuertemente inclinado de atrás adelante y de arriba abajo.

  • Y hablando de bilharziasis mansoni, enfermedad casi desaparecida en nuestro país, infortunadamente no por acción oficial, sino porque los ríos se han secado de tanta tala indiscriminada e invasión de las fuentes, se le pregunta a un estudiante cómo realizaría el diagnóstico de la condición. Siendo que la audacia con ignorancia es madre del verbo fácil y rápido, la estudiante contesta,

-“¡Mediante un examen de heces doctor…!”

-“¿Y que busca en ellas…? “- con una sonrisa sobrada, que preludia el éxito contesta…

-“¡Los caracoles doctor…!”

  • Con relación a otro caso de bilharziasis a otro alumno se le preguntó,

-“Diga bachiller, ¿Cuál es la causa de la anemia en casos de bilharziasis…?”

Con aire de suficiencia el estudiante responde…

-“Bueno, resulta que la teoría más plausible es la que favorece al efecto mecánico de los huevos sobre los glóbulos rojos…”

-“¿Y eso? ¿Cómo es, que no comprendo…? – Responde el doctor Herman Wuani

-“Bien, los huevos con su espolón van rompiendo los glóbulos rojos a medida que van pasando…”

  • Se cuenta que cierta vez el celebrado Maestro de Anatomía, doctor José ¨Pepe¨ Izquierdo le preguntó a una estudiante qué complejo anatómico estaba ubicado a ambos lados del cuello y que describiera sus componentes:

Con prepotencia inaudita la estudiante se arriesgó a decirle al severo profesor que la pregunta era malintencionada, muy difícil, que no la contestaría y que ella se marchaba; dicho y hecho, enervada se levantó de la silla y marchó hacia afuera al tiempo que dejaba detrás la respuesta que el viejo profesor le insinuaba,

¨!¿Pa´qué te vas culo nervioso…!?¨[3]

[1] Muérgano: Persona a quien se desprecia por sus malos sentimientos, intenciones y acciones hacia los demás.

[2] Posición genupectoral: Llamada también de ¨plegaria mahometana¨ o actitud en la cual el tronco descansa sobre las rodillas y el pecho, apoyados sobre el plano de la cama; de esta forma, el eje del tronco está fuertemente inclinado de atrás adelante y de arriba abajo.       ´

[3]No, no es una vulgaridad, el paquete vásculonervioso del cuello está integrado por las arterias carótidas comunes, las venas yugulares internas y externas, el nervio vago y el nervio laríngeo o recurrente.

Elogio del «ñato» Salas…

   

Elogio del «ñato» Salas…

Rafael Muci-Mendoza

¡Nobleza obliga! Cuando María Isabella Salas me envió un correo expresándome la deuda de gratitud y amor filial que quería saldar con su padre fallecido, recopilando entre familiares y amigos, hechos y sucesos sobre su vida, inmediatamente recodé una anécdota de mi temprano trajinar por la medicina donde él, fue un protagonista de excepción…

Espero no ofender la memoria de quien fuera mi admirado amigo, el doctor Ismael Salas Marcano (1928-2015) llamándolo ¨ñato¨; ese término, de acuerdo al ¨Diccionario de Venezolanismos¨ (1993) en su primera acepción, se refiere a chingo, pero que yo recuerde, él no era chingo… pero imagino que por tener una voz nasal parecida a la de un chingo, sus amigos cercanos le bautizaron como el ¨ñato Salas¨… Yo le conocí en la Cruz Roja Venezolana por intermedio de mi querido pariente el doctor Julián Viso Rodríguez, y recuerdo la admiración y el respeto hacia su persona que mi hermano Fidias Elías, también médico le profesaban… y luego le pude ver en alguna ocasión rondando por la casa de Annabella de Armas, hermosa joven, a quien terminó desposando… Por cierto, su madre, doña Cristina de Armas fue mi querida paciente durante muchos años.

Estudiaba yo tercer año de medicina; mi padre, residente en Valencia, luego de una cirugía no complicada de próstata realizada limpiamente en la Policlínica Méndez Gimón de Caracas por el respetado y querido urólogo, doctor Orángel Troconis, se quedó en casa de mi hermana Gileni en la Alta Florida a completar el proceso de su recuperación; cercano a los seis días comenzó a mostrar un extraño comportamiento: somnolencia, delirium, confusión y desorientación. Llamado un vecino, afamado cardiólogo, casi sin examinarle interpretó el cuadro como un accidente cerebrovascular isquémico transitorio, y ordenó para aquella época, un novísimo examen complementario llamado tromboelastograma, un procedimiento para evaluar la coagulación de la sangre, que por cierto después realizaría yo personalmente en el Servicio y Cátedra de Medicina Interna del doctor Otto Lima Gómez en el Hospital Vargas de Caracas.

Una vez que abandonó la casa, me dirigí a mi hermano Fidias –recién graduado de médico- y le expresé mi opinión adversa a ese diagnóstico pues ya yo conocía las características de esa patología neurológica y no había coincidencia alguna entre las manifestaciones clínicas de mi padre y la patología cerebral; entonces le pedí llamara a un compañero suyo, estudioso y muy versado en medicina interna quien en cuestión de minutos se acercó al domicilio, el doctor Gastón Vargas. Le revisó ¨a la antigua¨, de cabeza a pies; pero durante el examen abdominal notó algo extraño en el cuadrante superior derecho del abdomen y me dijo,

-«Rafael, posa tu mano en este sitio y podrás percibir una vesícula distendida deslizándose bajo tus dedos cuando tu papá respira: esto es emergencia quirúrgica, una colecistitis aguda…».

Le trasladamos nuevamente a la Clínica y allí el diagnóstico fue negado porque una prueba llamada Biligrafina® o colecisto-colangiografía intravenosa, fue «positiva» pues la vesícula concentraba el contraste yodado, es decir, que, con ello, se excluía pues el diagnóstico de la condición: era negativa en situación patológica: no se observaba su imagen; así y en contradicción con la fuerza de la clínica, «la vesícula estaba sana…».

Muchos médicos opinaron, entre otros el mítico doctor Joel Valencia Parparcén (1913-1975), catedral de la gastroenterología venezolana de entonces, quien manifestó que «nunca había visto [1] un caso de colecistitis aguda con una Biligrafina® positiva«, con lo cual echaba por tierra la posibilidad del diagnóstico de marras…

Pero, ¿cómo no tenerla?, si yo mismo había palpado aquella formación piriforme y dolorosa en su hipocondrio derecho[2], y ya conocía que en los viejos las infecciones agudas y graves, no por raridad, se expresan únicamente con delirio, una alteración aguda y transitoria de la atención y de la cognición. Entre tantas consultas y manos que pasaron por el abdomen de mi papá aquella mañana, se consideraba que su caso no era quirúrgico pues no mostraba defensa o abdomen en tabla: un signo de peritonitis aguda, o el signo de Blumberg o descompresión brusca dolorosa del abdomen que tiene gran importancia en revelar irritación peritoneal… Parecían ignorar como los cuadros clínicos se tuercen y enmascaran en los viejos y en los niños… Varios cirujanos de la clínica excluyeron la posibilidad de una cirugía pues estaba muy grave, existía riesgo de muerte intraoperatoria y no estaban dados a intervenirlo, a darle el beneficio de la duda…

Mi angustia era muy grande porque mi padre se deterioraba más y más, y seriamente temía por su vida. Le pedí a Fidias que llamara al ¨ñato Salas¨, fino cirujano a quien conocía a través de él mismo de la Cruz Roja Venezolana; se presentó en el término de la distancia con el doctor Julián Viso, compañero de curso de Fidias y además primo nuestro, y ante mi insistencia, con decisión y coraje –el que les había faltado a otros cirujanos- decidió realizar la laparotomía exploradora que aquellos habían temido ejecutar. Para ese momento se debatía si existía o no el «temperamento quirúrgico»; a mí se me antoja que, si entonces ya no existía o se había diluido, en aquella circunstancia crucial en la vida de mi padre era más que real y expresado en la firme actitud de «el ñato», Y, ¿por qué no mencionar también al dispuesto anestesiólogo, doctor Moisés Perel…?

Al abrir el abdomen de una certera incisión con el bisturí, manó de su interior, de la cavidad peritoneal, un ominoso y cetrino líquido y se expuso ante nuestros ojos una vesícula muy distendida con parches amarillo-verdosos en su superficie, evidencia de una gangrena vesicular en ciernes y heraldo de inminente ruptura y producción del temido coleperitoneo. Como era lo usual y dada la gravedad del caso, se extirpó el órgano, se implantó en el conducto colédoco un tubo de drenaje de Kerr para derivar la bilis al exterior, que luego se extraería unos 6 meses más tarde… Evolucionó hacia la vida en horas y en unos tres días ya deambulaba y tomaba líquidos. El corazón, arrojo y la decisión de «el Ñato», había conjurado la situación, había extirpado de raíz el morbo dañoso…

Con relación al cirujano existen definiciones poéticas- que en nuestra época suenan un poco desafinadas o fuera de contexto pero no por esto inciertas-, y por ello comparto con ustedes la definición de un reputado cirujano escocés, Astler P. Cooper (1768-1841): «Los atributos requeridos para ser cirujano son ojos de águila, manos de mujer y corazón de león», supongo que lo del león se relacionaba con la era pre-anestésica, en la que el arrojo y la velocidad eran las cualidades más apreciadas en un cirujano. El estudiante de medicina de la Universidad del Quindío en Colombia, Juan David Lobo-Hernández (2018) interpreta el dictum de la siguiente forma:  «…Que los ojos de águila son para identificar oportunamente los signos de las entidades que requieren ayuda quirúrgica, junto a los pequeños detalles que promueven o complican la recuperación; manos de seda para hacer artesanía con tejidos vivos donde el resultado más bello es la sonrisa del enfermo recuperado reunido con su familia; y corazón de león para enfrentar con una actitud de terapeuta, ese hilo que delimita la vida y la muerte en la presentación aguda de entidades que amenazan la vitalidad de una persona, espantando la hoz de la muerte con un rugido hipocrático y la ayuda divina del santo espíritu …» (1).

 «El ñato», era un caballero de modales refinados, un hombre de pocas palabras, calmo, que se entregaba a su arte quirúrgico con humildad y sin estridencias, los instrumentos quirúrgicos en sus manos semejaban la suave cadencia de la batuta de un conductor de orquesta dirigiendo el Lago de los Cisnes de Piotr Ilich Chaikowski;   siempre le vi tranquilo, nunca le escuché sonoras carcajadas ni chistes vulgares en el pabellón de cirugía –recinto sagrado- que quizá reservaba para otros escenarios.

 Harvey Cushing (1869-1939), el propulsor de la moderna neurocirugía segura, escribió sobre esto en el British Medical Journal en 1913, a propósito de los riesgos que tiene para el paciente un cirujano prepotente, hablachento y exhibicionista: «El paciente sobre la mesa de operaciones, como el pasajero en el coche, corre grandes riesgos si lo lleva un conductor locuaz, o que se ciñe a las curvas, sobrepasa la velocidad límite o conduce para provocar admiración».

Una vez que regresó de Houston USA, se convirtió en un distinguido Cirujano Cardiovascular y profesor universitario, Jefe del Servicio de Cirugía Cardiovascular del Hospital Vargas de Caracas y profesor de esa cátedra, quien me enviaba para evaluación los pocos pacientes con enfermedad carotídea que ocurrían a su servicio.

Aunque posteriormente nos veíamos muy ocasionalmente, siempre conservé intacto mi agradecimiento por haberle concedido a mi padre muchos años más de vida cuando otros cirujanos no daban un céntimo por él, porque ya le habían desahuciado, porque no tenían los atributos de un fino cirujano: ojos de águila, corazón de león o manos de mujer…

 

Referencias

  1. Lobo-Hernández, JD.  El quirófano: entre recomendaciones científicas y el arte de operar. Colomb. Cir. 2018;33 (33):247-249.

[1] Recuérdese que hay cuatro palabras que no figuran en el diccionario de la medicina: siempre, nunca, todos y ninguno.

[2]   El síndrome o Ley de Courvoisier-Terrier hace referencia a la dilatación de la vesícula biliar, ictericia mecánica y decoloración de las heces, que se presenta cuando existe obstrucción de la ampolla de Vater provocada por una neoplasia de esta o de la cabeza del páncreas, o como en el caso de mi padre, por la existencia de un cálculo en el conducto biliar común; en este último caso se acompaña de fiebre, escalofríos y dolor, y agregaría yo –como en el caso de mi padre añoso-, de delirio… Muchos años más tarde, palparía yo la vesícula de mi esposa Graciela cuando desarrollara una colecistitis aguda litiásica y gangrenosa, lo que me hizo insistir en que fuera intervenida de emergencia ante la pobreza de las manifestaciones clínicas y la negatividad de los exámenes complementarios…

 

 

 

 

Elogio de los pioneros…

 

La fascinación por el escrutinio del entorno en busca de minúsculos detalles que revelen la verdad total, es un ejercicio intelectual cuyos orígenes se remontan a un pasado lejano y se pierden en la oscuridad de los tiempos… La historia del hombre, de las ciencias y particularmente de la medicina está llena, si se quiere,  de pasión y de búsqueda directa de la verdad, pero también de “serendipismos”, de “accidentes felices” si se desea, de hechos encontrados por legítima “sagacidad accidental” cuando no eran buscados, y basten como ejemplos entre otros, los descubrimientos del fuego por el hombre primitivo, de la penicilina, la quinina, la insulina y el éter, la vulcanización del caucho, la dinamita y el polietileno…

Por su parte, pionero es un vocablo que se origina en el francés. Es aquella persona que se adelanta en la exploración de nuevas tierras o da los primeros pasos en una actividad humana. Es quien se ha esforzado en ser constructor de un mundo mejor, es quien inicia un nuevo camino, uno desconocido únicamente guiándose por la inteligencia y la pasión, es ser valiente para lograr trascender en el tiempo y en el espacio. Un pionero es quien se adelanta, quien se arrostra, es quien se mueve por un arrebato desbordante, es el que casi nunca descubre por serendipia, sino que tiene claro un objetivo en su búsqueda.

  • El colombiano Esguerra, pionero de la radiología en Colombia…

El profesor Gonzalo Esguerra Gómez nació en Bogotá, Colombia, el 24 de enero de 1902, y rodeado del amor y los mimos de su familia falleció en su hogar, el 21 de diciembre de 1989 a la edad de 87 años, con un costal repleto de logros, de bien hacer y la satisfacción del deber cumplido.

Poseyó una recia personalidad, honesta y emprendedora imbuida por un deseo constante de superación que puso al servicio de su país y de sus colegas médicos; sus acciones han trascendido incólumes hasta nuestros días sirviendo de ejemplo y bitácora para los que han venido después.

Deseaba estudiar ingeniería, no obstante, el azar y el destino le tenían asignada otra tarea: en las vacaciones de 1919 un hecho trascendental le hizo cambiar sus proyectos: Fue requerido a servir de intérprete del radiólogo francés André Richard, contratado para trabajar en el Laboratorio de Rayos X del Hospital San Juan de Dios perteneciente a la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional en Bogotá. Gonzalo comprendió su inclinación hacia la medicina y se inscribió en la facultad; ya estudiante de medicina, desempeñó el cargo de ayudante del laboratorio de radiología hasta finales de 1922. Luego de haber presentado como requisito para el grado la tesis, ¨Signos radiológicos de la apendicitis crónica¨, recibió el título de doctor en medicina y cirugía de la Universidad Nacional el 19 de noviembre de 1927,

Ya en la ruta, durante tres meses hizo pasantía en el Hospital Vaugirard de París bajo la dirección del profesor Claude Béclère. Su progreso en el conocimiento de la radiología lo animó a adquirir un aparato de rayos X que instaló en la Clínica de Marly de Bogotá, el cual comenzó a funcionar bajo su dirección el 7 de junio de 1923; la universidad lo reclamó y con empeño inició su carrera docente ascendiendo en el escalafón universitario.

Llegó a ser profesor de patología interna y de clínica médica en la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional y en el Hospital San Juan de Dios en Bogotá; su dedicación y estudios le llevaron a conocer en profundidad cómo funciona y cómo se enferma el ser humano. Comprometido, en 1904 fue uno de los fundadores de la Sociedad Casas de Salud y Sanatorios, que 24 años más tarde se transformaría en la afamada Clínica de Marly. Posteriormente, en 1930 ocupó la rectoría y la decanatura de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional de Colombia. Todo ello, aunado a su carácter de líder, a la publicación de muy numerosos trabajos científicos, distinciones y reconocimientos locales e internacionales ha sido considerado “el padre de la radiología en Colombia”.

El pionero abre camino, crea y disemina ejemplos, enseña con rigor y con bondad, deja el camino empedrado para que otros amplíen las vías y extiendan el recorrido. Y así lo dijo, “Me declararía satisfecho si al terminar el año escolar he logrado inculcar en mis alumnos ese cariño y ese fervor que profeso y he profesado siempre por mi estudio de la radiología”.

Honor a quien honor merece…

Referencias

  1. Acero G. Gonzalo Esguerra Gómez ¡Un precursor de la radiología! El Informador Médico. 1995;52:18-24.
  2. Albornoz-Plata A. Un gran señor e inmejorable profesor: Gonzalo Esguerra Gómez. Rev. Medicina. 1991;25:43-44.
  3. Esguerra G. “El descubrimiento de los rayos X y los primeros estudios de radiodiagnóstico realizados en la ciudad de Bogotá”. Primeras Jornadas Radiológicas de la Sociedad de Historia de la Medicina, Bogotá, 14 de agosto de 1983.
  4. Gómez González J, Briceño-Iragorry L, Rabí Chara M. Diccionario Biográfico Médico Hispanoamericano. Op. Cit. pp. 4-242-243. Caracas Editorial Ateproca. 2007.
  5. Ulloa Guerrero LH. Gonzalo Esguerra Gómez: médico radiólogo, docente y fundador. Rev. Colomb. Radiol. 2008;19(2):2440-2443.

  • El venezolano Beauperthuy, pionero de la microbiología, microscopia, entomología, precursor de la moderna inmunología, del mosquitero y de la medicina preventiva y descubridor del rol insectil en la diseminación de la fiebre amarilla y la malaria. 

               Louis Daniel Beauperthuy Desbonnes, 1807–1871

 

Bien sabemos que la historia de la medicina debe aún superar baches de inexactitud o tergiversación acerca de descubrimientos e investigación de hechos y enfermedades. Además, también conocemos que lo importante en ciencia no es quien primero tiene la idea, si no quien la da a conocer al mundo.

Así, hagamos un poco de historia. La teoría de Carlos Finlay (1833-1915), proponía la intervención causal de un virus en el origen de la fiebre amarilla y la transmisión de éste por la picadura de un insecto, el mosquito Aedes aegypti. Como suele suceder con los pioneros, en sus inicios pareció irracional, pero ciertamente, no era tan novedosa: En 1790 el médico irlandés John Crawford, relacionó directamente a la fiebre amarilla con el contagio a través de los insectos. Posteriormente en 1797, Benjamín Rush hizo notar la enorme cantidad de mosquitos presentes durante la epidemia de fiebre amarilla ocurrida en Filadelfia, observación seguida por otras semejantes de Vaugham, en Illington, Inglaterra en 1802; Blair en la Guyana Británica en 1812, y Whightman, en San Agustín en 1833. El notable médico Josiah Clark Nott (1), publicó en 1848 un importante artículo en el que refutó la teoría miasmática y postuló que la fiebre amarilla y quizás la malaria, eran de origen animal o producidas por insectos, y mostró numerosas y valiosas analogías entre el ciclo vital de los insectos y la epidemiología de la fiebre amarilla.

* Como venezolano es un deber mío y sería un acto de imperdonable omisión, no mencionar en esta memorable conferencia magistral el nombre del doctor en medicina Louis Daniel Beauperhuy Desbonnes (1807–1871), médico y científico nacido en Basse Terre, Isla de Guadalupe (Antillas Francesas), radicado en Venezuela; venezolano por naturalización y genuino descubridor del agente transmisor de la fiebre amarilla. Su historia resumida es una de excelencia.

Puede decirse que en Venezuela mucho se ha escrito acerca de este esclarecido venezolano: académicos, investigadores e historiadores han investigado su vida y su obra.  (2-15)

Al año siguiente de graduarse en medicina en la Universidad de París en 1837 con la tesis ¨De la Climatologie¨, donde analiza el ambiente y su relación con las enfermedades es enviado como viajero naturalista del Museo de Historia Natural de París a Venezuela, llega a Cumaná en el oriente del país a orillas del mar Caribe, una población de 26.000 almas en 1802 -y que en 1853 era de apenas de seis a siete mil habitantes por migración-;  de allí pasa a Maturín desde donde realizó numerosos envíos de muestras de minerales, flora y fauna. En 1842 se radica de manera definitiva en Cumaná donde forma hogar y ejerce la medicina durante 30 años. En 1844 luego de revalidar su título en la Universidad Central de Venezuela, comenzó a cultivar la investigación científica; ella le conduciría a establecer en 1853 que la fiebre amarilla se transmitía mediante un mosquito, no por los malos aires como hasta entonces se creía (2, 3, 5,6).

Fue un investigador incansable y en dos trabajos seminales explica el rol de las picaduras de insecto en la transmisión de la enfermedad: Beauperthuy L. D. Pathologie sur une varieté de forme de la Pustule Maligne due a la piqured d’un insecte de la familia des Acariens. Comptes Rendus des Science de L’ Académie de Sciences. 1861;52(21):1076-1077, y Beauperthuy L. D. Miasmas. Escuela Médica. Periódico Médico Quirúrgico. Caracas (Venezuela). 1875; Número 1:10-15 (16-24).

Sobre la base de sus cuidadosas observaciones realizadas en el día a día de su trabajo y en sus investigaciones de campo apoyado en un excelente microscopio acromático modelo Vincent Chevalier de mucha fama en su tiempo, reputado como de los mejores que siempre le acompañaba (5), se distancia de la teoría miasmática, hipótesis  aceptada y dominante durante su formación parisina; de esa forma apunta en 1875, ¨…la causa de la enfermedad no es un agente miasmático ideal, insensible a nuestros medios de investigación: son agentes, a la verdad imperceptibles a la simple vista, pero visibles examinados microscópicamente…¨ (16). Este aporte magnífico y original, indudablemente contribuyó a la formación de la base teórica del origen microbiano de muchas enfermedades infecciosa, que debió esperar por los luminosos trabajos de Pasteur y Koch tiempo después de su fallecimiento en 1871.

En 1853 acaece una epidemia de fiebre amarilla en Cumaná, ocasión que aprovecha para inculpar a los mosquitos como agentes transmisores. En 1854 pone sus observaciones por escrito y al referirse al rol vector de insectos tuliparios (designación de los mosquitos en la época de Beauperthuy), describe entre las especies que captura, colecta e identifica al Aedes aegypti, ¨los agentes de esta infección presentan un gran número de variedades que no son todas perjudiciales en el mismo grado. La variedad zancudo bobo, de patas rayadas de blanco, en cierto modo la especie doméstica, es la más corriente…¨ (16).

Y no bastándole con ello, poco tiempo después en Cumaná, durante una epidemia de cólera examinando muestras de heces identifica al vibrión colérico mucho antes de que ese microorganismo fuera reconocido e involucrado en su génesis. Veamos cómo se expresa, ¨el líquido blanquecino, coposo, parecido a un cocimiento de arroz, que se considera patognomónico del Colera Morbus, está formado… de una multitud de vibriones o tenias microscópicas de uno, dos y de tres centésimos de milímetros de largo… Insectos microscópicos, dotados de movimiento propio de rotación lateral o circular y de progresión… provistos de un apéndice caudal muy corto…” (17-21).

En 1856 dirige una memoria a su antiguo profesor Marie-Jean-Pierre Fluorens a la Academia de Ciencias de París en la que reúne sus observaciones sobre la fiebre amarilla y el cólera con el objeto de someter a consideración para asegurarse a toda eventualidad -decía -, ¨la prioridad de mis descubrimientos sobre las causas de las fiebres en general¨. Aunque la memoria fue publicada en el Comptes Rendus (1856) de la Academia de Ciencias de París (18), y en L´Abeille Médicalle (1856) (19), permaneció ignorada durante más de cincuenta años antes de que su importancia fuera reconocida por la comunidad científica internacional y su imagen científica fuera rescatada para la historia de la ciencia. Duda no cabe que con sus estudios y precisas descripciones se revela como el pionero de la microbiología en Venezuela, al tiempo que precursor de la microscopía, entomología, los trabajos de campo, clínicos y científicos (20-24).

La confirmación de que mosquitos eran los responsables de la transmisión de Fiebre Amarilla, fue realizada por la Yellow Fever Commission (YFC) en 1900, coordinada por Walter Reed, e integrada por W. Reed, L. Carrol, A. Agramonte, y J. W. Lazear, con la cooperación de otros como W. C. Gorgas y C. Finlay: este último, desde 1881 afirmaba en Cuba, país donde realizó su trabajo la YFC. Carlos Juan Finlay (1833-1915) médico y eminente científico cubano en 1881, descubrió y describió la importancia del vector biológico a través de la teoría metaxénica de la transmisión de enfermedades por agentes biológicos, aplicándola a la fiebre amarilla transmitida por el mosquito Aedes aegypti (25). Afirmaba que los mosquitos eran los trasmisores de la enfermedad (una teoría sin demostración experimental, como tantas otras de la época relacionadas a este proceso infeccioso –Horsman, 1987-, responsable de graves brotes epidémicos en el continente americano). La ulterior confirmación experimental permitió la adopción de medidas preventivas de gran eficacia, para el control de la enfermedad (25-28).

No obstante, el meritorio trabajo llevado a cabo por la YFC, es importante resaltar que pocos años después de su informe oficial en 1908 y en 1915, Arístides Agramonte (29), uno de sus miembros constitutivos, reconoció que fue Louis Daniel Beauperthuy, quien por vez primera vinculó a mosquitos como los responsables de la transmisión de enfermedades infecciosas tales como malaria y la fiebre amarilla.

No vivió el sabio Beauperthuy para presenciarlo, pero alcanzó el título honorífico de ¨el abuelo de la teoría de Finlay¨ pues precedió en casi 30 años a la confirmación experimental realizada por la comisión. (Agramonte 1908, 1915), reconocimiento hecho también por Chauffard en 1909 (Chauffard, 1909) y Blanchard en 1914 (Blanchard, 1914) (22,25).

En adición, él presintió igualmente la naturaleza de la inmunidad infecciosa cuando escribió que, ¨nosotros debemos considerar la aclimatación como una inoculación¨. También el profesor Blanchard dijo que era verdaderamente interesante encontrar escrito de la pluma de Beauperthuy semejante lenguaje que un parasitólogo contemporáneo hubiera firmado sin titubear: ¨Esta cuestión de la aclimatación tiene por solución la de la inoculación, que modifica lentamente y en alguna forma de una manera insensible el conjunto del organismo… Esta modificación, verdadera vacunación disminuye la intensidad de acción del virus tipulario sobre el organismo y modifica profundamente la constitución de los tejidos sanguíneos¨ (22). En esta cita puede apreciarse el profundo alcance y la visión profética de Beauperthuy, precursor de la moderna inmunología y de la medicina preventiva con sus vacunaciones… Recomendó el mosquitero, ¨Basta, además, la interposición de un mosquitero entre el cuerpo del hombre y estos insectos para preservarlo de la fiebre¨…

William Osler (1849-1919), médico canadiense y padre de la medicina interna asentó elocuentemente: “En las ciencias, el crédito se da al hombre que convence al mundo, no al hombre a quien se le ocurrió inicialmente la idea”. En 1881 el cubano Carlos Finlay fue a Washington D.C. como representante del gobierno colonial ante la Conferencia Sanitaria Internacional; allí presentó por primera vez su teoría de la transmisión de la fiebre amarilla por un vector intermediario, el mosquito. Pero ya en 1853 en Cumaná, Venezuela, Louis Daniel Beauperthuy encargado de dirigir las acciones durante una epidemia de fiebre amarilla, tuvo la ocasión de efectuar observaciones más detalladas acerca de la etiología, el contagio y el tratamiento de la fiebre amarilla.

Luego de haber sido controlada la epidemia, en mayo de 1854 publica en la Gaceta Oficial de Cumaná, 27 años antes que Finlay, los resultados de esas observaciones en las cuales concluía enfáticamente que dicha fiebre era provocada por un agente vegeto-animal procedente de materias en putrefacción, el cual era introducido en los cuerpos de la víctimas humanas mediante la picada de mosquitos o tipularios, e inculpa a un mosquito especial  reconocible por las rayas de sus patas –estriped legged mosquito– o Aedes aegypti como el vector responsable. Tal vez por ignorancia o descuido, la gloria del descubrimiento de la teoría insectil de la transmisión de la fiebre amarilla se le atribuyó a Finlay y no a Beauperthuy, quien hizo la observación, elaboró su teoría y la publicó en Venezuela y posteriormente en Francia; por tanto, considero que es de justicia, hacer la precisión precedente.

Una pregunta surge como colofón, ¿Qué circunstancias se conjugaron para que la gesta gloriosa de Beauperthuy no fuera tomada en cuenta a la hora de designar su primigenio rol en la teoría insectil de la fiebre amarilla? Aunque fue diligente en publicar sus observaciones, se entiende que su primer reporte en una oscura revista, la Gaceta Oficial de Cumaná en 1854 y 1855 (20, 21) y Periódico, no fuera conocida. Sin embargo, es bien sabido que sus comunicaciones epistolares fueron enviadas a la Academia de Ciencias de París a su preceptor el doctor R. Blanchard que designara para su examen a los doctores Andral, Boussingault y Serres; éstos, aferrados a las ideas reinantes no supieron apreciar la trascendental importancia de sus descubrimientos. La memoria fue resumida por el profesor Fluorens el año de 1856 y publicada en L’Abeille Medicale y en Comptes Rendus des Sciences de L’Ácadémie de Sciences en 1856 (16).

Quizá, si Beauperthuy hubiera residido en Francia, otra suerte hubiera premiado los esfuerzos del pionero…

Quiero de nuevo expresar mi gratitud sincera por el grande honor concedido…

 Referencias.

  1. Horsman R. Biography of Josiah Clark Nott (1848, Mobile, Alabama) LSU Press. Baton Rouge. Louisiana. 1987. USA.
  2. Anduze PJ. Beauperthuy entomólogo. Boletín de Laboratorio Clínico, 1954;1:8-13.
  3. Archila R. 1954. Luis Daniel Beauperthuy, revisión de una vida. Caracas. Imprenta Nacional. 48 pp.
  4. Beauperthuy de Benedetti R. Adición a Juicios y Comentarios a la Obra de Beauperthuy. Revista de la Sociedad de Historia de la Medicina. 1964;12:227.
  5. Beauperthuy de Benedetti R. Louis Daniel Beauperthuy et la méthode scientific, the role des moustiques dans le transmission de la fièvre jaune. Les annals d’Hygiène de Langue Francaise, 1962;(6):25-32.
  6. Beauperthuy de Benedetti R. Beauperthuy y su microscopio. Revista de la Sociedad de Historia de la Medicine. 1978;27:59-64.
  7. Beauperthuy de Benedetti R. Présence de Beauperthuy. Editions Hervas. Paris. (40 pp).
  8. Agramonte A. An account of the doctor Louis Daniel Beauperthuy, a Pioneer in the Yellow Fever Research. Boston Medical Surgical Journal. 1908;158:927-930.
  9. Godoy G. A 200 años del nacimiento de Louis Daniel Beauperthuy se conmemora su vida y su aporte a la ciencia. Sabe, Universidad de Oriente. Venezuela, 2007;19 (2):266-69.
  10. Gómez JM: Trabajos científicos. 1991. Luis Daniel Beauperthuy. Biblioteca de autores y temas sucrenses. ISBN 980-6047-80-X. Cumaná. Venezuela.
  11. Gutiérrez Alfaro JJ. Luis Daniel Beauperthuy: El precursor. Boletín de la Sociedad Venezolana de Microbiología. 1990;10:5-7. Agramonte A. The inside history of a great medical discovery, origin and development of mosquito theory. Scientific Monthly. 1915;1-15:209-237.
  12. Lemoine W, Suárez MM. Beauperthuy. De Cumaná a la Academia de Ciencias de París. Editado Por: Fundación para la Ciencia José Gregorio Hernández, Universidad Católica Andrés Bello e Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas (IVIC). Depósito Legal: 1f 84-5307. Editora Cromotip. Caracas, Venezuela. 1984. 116 pp.
  13. Llopis JM. La obra de Beauperthuy (1807-1871). Caracas, Venezuela 1963. (270 pp).
  14. Sanabria A, Beauperthuy de Benedetti R. Beauperthuy. Ensayo Biográfico. Ediciones del Ministerio de Sanidad y Asistencia Social. Oficina de Publicaciones, Biblioteca y Archivo, Caracas. 1969. (171 pp).
  15. Sanabria A. Juicio Crítico sobre las investigaciones científicas de Louis Daniel Beauperthuy. Acta Médica Venezolana, 1975;22:73-77.
  16. Beauperthuy LD. Cause du Cholera Asiatique: L’Abeille Medicale, revue des journaux et des ouvrages de medicine, de chirugie, de pharmacie, des science physiques et naturalles; travau académiques. 1856 b; Tome 13 émé, trezieme année, Paris. P 117.
  17. Beauperthuy L. D. Pathologie sur une varieté de forme de la Pustule Maligne due a la piqured d’un insecte de la familla des Acariens. Comptes Rendus des Science de L’ Académie de Sciences. 1861;52(21):1076-1077
  18. Beauperthuy LD. Miasmas. Escuela Médica. Periódico Médico Quirúrgico. Caracas (Venezuela). 1875; Año 1. Número 10-15.
  19. Beauperthuy LD. Recherches sur la cause du Cholera Asiatique, sur cell du typhus ictérode et de fiebres de Maré. Comptes rendus des Séances de L’Ácadémie de Sciences. 1856 ª;14(13)692-693.
  20. Beauperthuy LD. Fiebre amarilla. Gaceta Oficial de Cumaná. 1854;57, 1 de diciembre.
  21. Beauperthuy LD. 1855. Colera morbus. Gaceta Oficial de Cumaná, nº 79, 23 de mayo.
  22. Beauperthuy LD, de Roseville A. Lettre sur la presense D’Animalcules Dans Diverses Secrétions et Excrétions de l’Homme malade. Comptes Rendus des Séanles de L’Ácadémie de Sciences, 1836; 52(21):1076-1077.
  23. Beauperthuy LD, de Roseville A. Animalcules Microscopiques Considérés Comme Cause de la Putréfaction. Journal des Connaissances Medicales, 1838;Avril p 203.
  24. Finlay C. El mosquito hipotéticamente considerado como agente de transmisión dela fiebre amarilla. Anales de la Academia de Ciencias Físicas y Naturales de la Habana. 1881;18:147-169.
  25. Reed W, Carrol J, Agramonte A. The etiology of yellow fever- An additional note. Journal American Medical Association. 1901;36:431.
  26. Blanchard R. Noticies biographiques XXIV. Louis Daniel Beauperthuy, 1807-1871. Archives de Parasitologie 1914;16:503-545.
  27. Brassac PJ. Une misión a Cumana. Resultats obtenus dans le traitement de la Lépre Greecque par le docteur Beauperthuy. Report adressé a M. le Director de L’Interieur de la Guadaloupe, Bass-Terre, Guadaloupe, 1866; Imprimiere du Governement.
  28. Chauffard A. Lecón d’Ouverure. Faculte de Médicine de Paris. Course D’Histoire de la Médicine e de la Chirugie. La Presse Medicale. 1909;23:201-209.
  29. González Font J. Travaux Scientifiques de Louis Daniel Beauperthuy. Imprimiere Nouvelle, A Bellier et C, Bordeaux. 1891; France.

Elogio de la bola de Bichat…

 

“Ser pobre es muy duro, son muchos los días que nos toca dormir sin comer. A veces podemos comprar un plátano y hacemos tostones. Cuando tenemos harina resolvemos con arepas. Si no hay nada nos toca aguantar”, aseguró; su cara triste y perfilada sin bola de Bichat.

(Beatriz Ribas, El Nacional 10.04.2016)

El salario mínimo que cobra el esposo de la Ribas (11.578 bolívares) y los 2.000 bolívares a la semana que ella gana por limpiar en casas de familia no les alcanzan para hacer un mercado que les permita cubrir las tres comidas…

Usted no tiene por qué saber quién fue Bichat, pero con una breve nota introductoria voy a presentárselo… Es a todas luces indudable que una de las mayores contribuciones al desarrollo de la medicina entre los siglos XVIII y XIX está plasmada en la labor proficua del médico y patólogo francés Marie François Xavier Bichat (1771-1802); desde sus investigaciones anatómicas, la enfermedad pasó desde asentarse en los órganos –según los preceptos de ¨Su Majestad Anatómica¨, Giovanni Battista Morgagni (1682-1771)-, a radicarse en los tejidos. El tejido sería la unidad fisiológica y morfológica del ser humano, con prescindencia del órgano del cual se originara. En su frenética vida de biólogo, anatomista y fisiólogo, este francés encontró la muerte muy joven, apenas 31 años, pero dejó un sello revolucionario en el sentido noble de la palabra. Días después de haber sufrido una caída accidental por las escaleras en el Hospital Hôtel-Dieu de París, el hospital más antiguo de la ciudad, o una herida accidental en la sala de disección según otra versión, fue privado para la vida y para la ciencia. Exponente máximo del pensamiento vitalista en medicina y creador de la mentalidad anatomoclínica, sólo en el último invierno de su vida disecó cerca de seiscientos cadáveres. Sus últimos momentos fueron retratados en el cuadro del pintor Louis Hersent (1777-1860), «Xavier Bichat mourant». Más tarde aún, los estudios de Rudolf Virchow (1821-1902) desplazaría al tejido por la célula, tal como la concebimos por años, y hoy, aún más reciente, entraría en escena la más íntima intimidad de la patología molecular.

Definamos qué son las bolas adiposas de Bichat: no otra cosa que una acumulación de grasa que se sitúa en las mejillas, a ambos lados de la cara, ubicadas entre los músculos masetero y buccinador; este último da forma al rostro, agranda la hendidura oral y ejerce presión en la cavidad oral cuando silbamos. Además, estos dos músculos que facilitan los movimientos de masticación, necesitan de una almohadilla grasa de lubricación que son precisamente las bolas de marras. La bichectomía, una técnica de curioso nombre perteneciente a la cirugía plástica, es una intervención baladí que consiste en su extirpación a través de la mucosa del carrillo para perfilar las mejillas y hacerlas más delgadas y estilizadas.

Pero existe otra forma de bichectomía malintencionada y artera que expresa la insania de políticos comunistas insensibles y contra natura cuyo corolario de acción es la carencia de alimentos y el sufrimiento inmerecido del venezolano desposeído, el secularmente engañado, hoy medido por cientos de miles por virtud de esos timadores, bucaneros y malnacidos que nos gobiernan.

Es el fantasma de la malnutrición el que también les presento: El desnutrido presenta en grados variables carencia de masa grasa. Observemos el rostro de una persona caquéctica crónica -estado de extrema desnutrición, atrofia muscular y fatiga-, con palidez cetrina del rostro, los cachetes hundidos, el porte desmirriado, sin bola de Bichat, que cuando cree que aprende a vivir, en verdad está preparándose para morir… Tal fue el reclamo del productor Brito, víctima de Chávez, cuya hombría le llevó a morir antes que claudicar a sus derechos y en cuyo caso sus médicos y los venezolanos mostramos una apatía e indiferencia cobarde supinas…

Cada año, la desnutrición causa en el mundo la muerte de tres a cinco millones de niños menores de 5 años: alivio para la revolución chavista ¡No es solo aquí…! –dirán con cinismo y desparpajo-. La desnutrición debilita las defensas e incrementa el riesgo de morir de neumonía, diarrea, sarampión o sida, cinco enfermedades que son responsables de la mitad de los casi 10 millones de muertes anuales en niños menores de 5 años. Las imágenes de niños hambrientos en contextos de emergencia son ya parte de la conciencia pública, pero la realidad es que la inmensa mayoría de esos pequeños de mirada lánguida y conmovedora que sufren desnutrición, lo hacen en el silencio del sepulcro que intuyen, ignorados, muy lejos del muelle sofá donde consentimos nuestra molicie, retirados de los ojos del resto del mundo porque si a ver vamos, somos nosotros mismos…

El desnutrido presenta en grados variables, carencia de masa grasa que, en ciertos casos comprometen la existencia normal de la masa magra. En la actualidad empleamos la palabra «malnutrición» que tiende a designar tanto el exceso (obesidad) como el déficit nutricional (desnutrición). Diferentes escuelas pediátricas a lo largo de la historia denominaron la desnutrición con términos unas veces ambiguos, otros equívocos. Bernard-Jean Antoine Marfan (1858-1942) en 1923, designaba a las desnutriciones más leves con el nombre de hipotrepsia, reservando el término de atrepsia para los casos más severos. En 1924 en Alemania, Heinrich Finkelstein (1865-1942), reconocía como eutróficos a los niños sanos y funcionalmente normales, y como distróficos leves o graves a los desnutridos. Bessau, en los años 30, sugería que la distrofia representaba la alteración en la masa corporal, mientras que la disergia distinguía las alteraciones funcionales. Ambas alteraciones se denominaban, según este pediatra, disontia. Los niños normales eran entonces, euónticos, y los desnutridos, disónticos.

Escribo transido de nostalgia de viejos tiempos, que, si bien no fueron los mejores, nos hacía ver como un país realmente en vías de desarrollarse; hoy, presenciamos las fundaciones humeantes de lo que lucía como un gran porvenir… Su enemigo, la desnutrición infantil en sus diferentes grados. La de primer grado, involucra, en general, pérdidas de peso no mayores del 10%-15%, con reducción de la grasa corporal. Es desgarradora pero afortunada la expresión ¨hambre oculta¨. El segundo grado, presupone pérdidas de hasta 30% según los distintos autores, con desaparición de la grasa abdominal. Y aquí en adelante viene la descripción de nuestro héroe y recordamos su famosa bola: El tercer grado, con pérdidas de peso de más de 30% o 40%, suelen producir desaparición de toda la masa grasa (con excepción de la bola adiposa facial de Bichat) y puede incluir un grado variable de adelgazamiento de la masa magra también. El estado más grave, con pérdidas de peso y estatura superiores a 40%, presupone la desaparición de la bola de Bichat y una reducción muy importante en la masa magra también.

Una bofetada en el rosto de la revolución llamada bolivariana es la desnutrición infantil en nuestro país que, según datos recogidos por el Observatorio Venezolano de la Salud (OVS), se incrementó 9 % entre el primer y segundo semestre de 2015. Paradójicamente según la Cepal, fueron estos los años en los que se empezó a aumentar la pobreza en Venezuela, y al mismo tiempo fueron los mismos en los que se recibieron más ingresos por venta de petróleo ¡Cómo explicarlo! ¿Adónde fueron a parar esos recursos? ¿Para qué pregunto…?  Entre 2010 y 2013 el precio del barril pasó de 72,69 dólares a 98,08 dólares; es decir, 35% más. Solo en 2012, cuando el crudo subió a su pico histórico de 103,42 dólares, Pdvsa tuvo un ingreso de 127,61 millardos de dólares. Pero mire qué curioso, desde 2007 no se publican, como muchas otras estadísticas, las cifras oficiales sobre desnutrición en el país, y si se publicaran como en Cuba, serán maquilladas, distorsionadas, muecas de una cruda realidad que no pueden taparse con un dedo.

Según la doctora Maritza Landaeta de Jiménez, miembro del Observatorio Venezolano de la Salud (OVS) y de la Fundación Bengoa, la crisis alimentaria existente en el país ha llevado a la población a adoptar ¨una dieta de sobrevivencia¨, un eufemismo para definir una injusticia social cuando se asegura que el consumo calórico descendió de 2.500 kilocalorías a 1.780, y que actualmente los venezolanos están destinando 75% de su dieta al consumo de carbohidratos, algo espantoso desde el punto de vista nutricional porque es contundente la evidencia de la ausencia de proteínas de alto valor biológico en la alimentación como la carne y la leche, lo que se traduce en el incremento de los casos de anemia en el país; el hambre oculta –apuntó-, producida por falta de hierro vehiculizado por las proteínas de origen animal, debe haber aumentado muchísimo en nuestra población, especialmente en nuestra población infantil, pero también en las mujeres embarazadas y en adultos mayores, porque tampoco para ellos hay la provisión de estos alimentos que son fundamentales.

“Lo más serio es que esto no tiene posibilidades de recuperación. En el desarrollo del ser humano hay momentos críticos, y lo que pase en esos momentos, después no se puede remediar; además, con un 25 por ciento de madres adolescentes en que la mayoría comienza un embarazo en condiciones de desnutrición, la situación se agrava. Son niños que nacen con bajo peso y que no tendrán la posibilidad de continuar un desarrollo armónico y adecuado”. Adicionalmente digo yo, el déficit proteico en los niños llevará a un peso deficitario de su cerebro por ausencia adicional de otros nutrientes específicos y de micronutrientes además del hierro, como el zinc y el ácido fólico, que siempre estuvieron presentes en la dieta del venezolano; las dificultades de aprendizaje no se harán esperar y los niños serán pasto propicio para la esclavitud y la implantación de dictaduras como las comunistas que transforman seres humanos en tontos útiles.

El incremento de la desnutrición también fue también desvelado por investigadores de las universidades Central de Venezuela, Simón Bolívar y Católica Andrés Bello, quienes habiendo llevado a cabo la ¨Encuesta de Condiciones de Vida¨ en noviembre del año 2015, expusieron la injusta realidad de un pobre país rico, el producto acabado de facinerosos que abrazando banderas ¨y que de justicia social¨, hicieron de un paraíso terreno yermo e inhóspito: Las cifras mostraron que mientras en 2014, 48,4% de los hogares y 52,6% de las personas estaban en situación de pobreza, el año pasado la cifra ascendió a 73% y 76%, respectivamente. Y en su insania todavía quieren perpetuarse en el poder…

Actualmente, no hay cifras oficiales disponibles sobre la desnutrición infantil en Venezuela -¿cómo podría haberlas en un país comunista…?-, y resulta paradójico observar cómo en 2011, en el informe «Mejorar la nutrición infantil», la Unicef indicó que 468.000 niños padecían desnutrición crónica en Venezuela, 16% de los cuales tenía problemas de crecimiento. Sin embargo, imagino que ¨gracias a las diligencias del gobierno bolivariano y su chequera alegre¨, ¡apenas un año después…! en junio de 2012, la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura premiaba al país por sus avances en el combate a la desnutrición. ¿Cómo creer en estas organizaciones de prosapia vencidas por el lucro…?

 

«Bolívar, pradera de molino en lengua vasca, molino que supo moler trigo de gloria y dar a los pueblos pan de libertad.»

Elena Vacarescou

En el lenguaje de las madres de Ghana el término Kwashiorkor significa: «la enfermedad del primer hijo cuando nace el segundo»; fue la primera vez en la historia de la medicina que una enfermedad llevaba un nombre que reflejaba una causa social.  Se trataba de un niño de uno a tres años desplazado en cuanto a alimentación y afecto por su recién llegado hermano menor. Después que Nigeria se declaró independiente y que en 1967 hiciera lo mismo la República de Biafra, Nigeria estableció un bloqueo de abastecimiento alimenticio en Biafra.  Durante tres años de guerra, más de un millón de personas habían muerto, principalmente de hambre. En estado de hambruna, al carecer de proteínas, los niños desarrollaron kwashiorkor, condición de autofagia de su propia musculatura la cual se desgasta y se funde y el vientre se distiende y el maruto se insinúa. Es la ¨enfermedad de 100 nombres¨ de Autret, trasunto de falta de amor y protección, es la ¨distrofia farinácea¨ expresión del irrespeto al ser humano, es el ¨marasmo nutricional¨…

Según Ramos Galván, ¨un niño que ha padecido en los primeros años una desnutrición grave, puede presentar al cumplir cuatro años la talla de un niño de tres años, el perímetro torácico de un niño de dos, un perímetro cefálico de uno de año y medio, una capacidad de lenguaje de un niño de 14 meses y un peso y una conducta motora de un niño de un año¨.

A los vergonzantes hospitales de niños venezolanos del Socialismo del siglo XXI están llegando esas criaturas hinchadas, tristes, sin esperanza, con desnutrición proteíno-calórica porque no reciben leche. Su magra alimentación está constituida por atoles de cereales lo que hace que nuestros niños se desnutran mientras regalamos petróleo a Cuba y al Caricom. Son niños cuya alimentación es rica en azúcares y carbohidratos y nula en proteínas; en realidad están llenos de líquido y por ello muestra el perfil de la hinchazón que prenuncian su muerte. Este es tipo de desnutrición que empezamos a ver en la Venezuela de Hugo Chávez, Maduro y Cía., de acuerdo a Maritza Landaeta-Jiménez, miembro fundadora de la Fundación Bengoa, ¨Antes veíamos niños con insuficiencia calórica, pero ahora se suma la deficiencia proteica”, éstos serán los ¨sobrevivientes¨ de que hablaba el recordado y admirado doctor José María Bengoa (1913-2010).

Los datos de la Fundación Bengoa, recopilados por la doctora Mercedes López de Blanco, revelan que en el país hay una ¨doble carga nutricional¨ que afecta la salud especialmente de los más pequeños: Se trata del binomio desnutrición y obesidad. Una encuesta realizada por la fundación a 6.330 niños entre 2008 y 2012 demostró que en primer año, por ejemplo, 20,1% estaba desnutrido y 16,2% era obeso. Un lustro más tarde el porcentaje de desnutridos fue de 18,7, mientras que los niños con sobrepeso representaron 17,4%. La encuesta del año 2012 arrojó que el déficit alimenticio fue más acentuado en zonas rurales como en Apure, con 34,2%, e iba disminuyendo en ciudades como Maracaibo con 21,4%, Mérida con 17,4% y Caracas con 16,5%. Sin embargo, la relación respecto a los índices de obesidad fue inversamente proporcional.

Pero hablemos de más tristezas e injusticias… De cada 100 mujeres que quedan embarazadas anualmente, de acuerdo al programa de Telemedicina de la Universidad Central de Venezuela 25 son adolescentes. El país posee desde hace años el infame récord de ser el país con mayor cantidad de embarazos en menores en Sudamérica y el tercero en Latinoamérica, solo por detrás de Honduras y Nicaragua. La tasa de embarazo precoz ha aumentado en las últimas décadas y el efecto intergeneracional tanto del déficit como del exceso nutricional es un aspecto preocupante en demasía, de los cuales no existen datos precisos en el país. No es difícil suponer que las embarazadas adolescentes provienen en su mayoría, de estratos socioeconómicos bajos, que deben enfrentar un ciclo vicioso de exclusión -hacinamiento-inferioridad-malnutrición-embarazo-parto-y recién nacidos de bajo o alto peso, quienes a su vez y hasta este mismo momento en la temprana vida que iniciarán, crecerán y se desarrollarán en condiciones biológicas y socio ambientales adversas y muy desventajosas, y como copiamos las actitudes y conductas de nuestros mayores, y porque el estado no provee educación sexual, es muy probable que a futuro los que logren sobrevivir a una bala perdida pudieran ser también pasto para alimentar embarazos precoces en inadecuadas condiciones, perpetuando así la adaptación negativa a condiciones adversas.

Nunca imaginó Bichat que la desaparición de la bola adiposa que él describiera cerca de dos siglos y medio atrás, sería el marcador del desamparo, el estigma del desamor, el señalador del desabrigo, la marca de la miseria de un país que fuera rico sumido en la más grande crisis humanitaria de nuestra historia. A no dudar, Chávez, Maduro y sus secuaces han sufrido y sufren del marasmo del alma, de la atrepsia del espíritu, de una distrofia grave de la moral, son disontes del honor, una deleznable condición tipificada por un déficit energético de amor, solidaridad y patriotismo; en definitiva, son ¨seres humanos inferiores¨…

 

 

Elogio del garrote…

El garrote inclemente del comunismo, va formando su círculo asfíctico alrededor del cuello de la nación 

venezolana sin que pareciéramos atisbar sus catastróficas intenciones…

El garrote vil o simplemente el garrote, fue un artilugio o instrumento de ejecución empleado para aplicar la pena capital que data de tiempos de la República Romana y luego renació desde el siglo XVI hasta el año 1974, pero como veremos adelante existe una versión aún más moderna, virtual y sofisticada en el presente siglo XXI.

El calificativo de vil era porque se aplicaba al pueblo-pueblo, a los villanos, a las personas del vulgo, a la gente común, porque los ¨burócratas nobles¨ eran decapitados con una espada de gran peso, un mandoble. En su versión más moderna consistía en un collar o aro de hierro sólidamente unido al respaldo de un taburete y atravesado por un tornillo que acababa o no en una bola que aplicada sobre la nuca, al girarlo producía fractura de dos estructuras óseas del cuello, el atlas sobre el que descansa el cráneo y la apófisis odontoides del axis. Pero, además, en su avance se aplastaba el bulbo raquídeo y la médula cervical o terminaba ahogando, estrangulando y colapsando la tráquea conduciendo a la muerte instantánea, o no tan instantánea… pues dependía de fuerza imprimida por el verdugo y la resistencia que opusiera el cuello del condenado; luego se demostró que la muerte no era tan inmediata y que se alargaba de forma insana la agonía del condenado con la excesiva lentitud…

Mis lectores se preguntarán a qué viene revivir un monstruo del pleistoceno, una de las formas de infligir el más acuciante dolor y disponer de alguien que lo haga por mandato de otros más poderosos… pues, desgraciadamente, yo no lo reviví, él se revivió solo estos últimos meses, durante los estertores de la revolución comunista y el ilegítimo que la comanda, que nos tortura en su afán de no cejar, de no entregar el poder, ya que el pueblo se ha percatado de todas las mentiras acerca de la guerra económica, el fastidio continuado del pretendido asesinato del mandón ideado desde el imperio, el contrabando de grandes volúmenes de gasolina bien en enormes cisternas que atraviesan la frontera o trasegados en altamar ejecutado por militares de alto rango, la escases de todo lo que un país necesita para vivir, pero sobre todo, la ausencia de justicia y la indignidad gubernamentales.

Ayer 19 de septiembre se cumplió un mes desde que el ilegítimo cerrara los seis primeros municipios fronterizos entre el estado Táchira y la vecina Colombia. Un cierre que en dos días llevó, como planeado, al decreto de «estado de excepción» en el área, y a la expulsión sin flete, arbitraria e inhumana, vil y salvaje, de humildes colombianos traídos por Chávez bajo engaño, todo en colisión con los Derechos Humanos y que ha ocasionado una repulsa mundial. Tenemos la certeza que el plan seguirá progresando como manera de infundir miedo e impedir las elecciones.

El pasado miércoles 16 de septiembre, continuó el cerco de fuerte presencia militar y el cierre fronterizo bajo la misma figura de «estado de excepción» que ganó 7 municipios más, para un total de 23 en tres estados fronterizos (Táchira, Zulia y Apure); el único estado fronterizo que aún se salva de esta tropelía es el Amazonas, pero pronto vendrá…

Es el drama de los días, el encontrarnos entre la ficción de unas elecciones libérrimas y unos resultados inaceptables para los violentos que nadie podría negar. Harán lo posible y lo imposible por quedarse en el poder; el fardo de maldades aún no está vacío y sienten ingente necesidad de llenarlo… Tienen las armas, grupos paramilitares armados y ¿la MUD contra balas? Si llega el caso de ganar, ¿cómo pedir de inmediato la renuncia del ilegítimo o no es para eso que tendremos el poder en la Asamblea Nacional? ¿o es que seremos tan sinvergüenzas que vamos a gobernar con él?

Petit Da Costa, un descarnado y antiguo auscultador de la relación entre ¨colaboracionistas¨ y el poder, piensa como yo que se ha constituido un entramado simbiótico donde los más débiles –nosotros, no conscientes de nuestro poder- sufrimos del negociado de las cuotas de poder por el miedo de enfrentar a los poderosos al que se cuidan en no llaman por su nombre, «¡dictadura!» ¿Es qué no sabemos o no intuimos este nefasto contubernio?

Cual ¨garrote vil¨ prolongando la agonía del condenado con excesiva lentitud… -ahora el vocablo «vil» empleado en su otra acepción de indigno o infame-, el comunismo chavocubano constreñirá más a MI país como lo haría el aro metálico abrazando el cuello de los condenados que somos nosotros todos, la mayoría de nuestros connacionales… Desde las fronteras se irá cerrando el círculo irremisiblemente eliminando voluntades y circunscripciones hasta que una noche negra con su manto de amargura nos cubra pues  estamos desarrollando una peligrosa tolerancia al comunismo y a la mala vida donde el desamparo y el pesimismo reinan. El ejemplo de la condena de Leopoldo López revela lo vil de una jueza, de un sistema y de sus conductores inmediatos: años, meses, horas y minutos… escritos así, con lentitud, saña, fruición y deleite que es como mostrarnos la soga en la casa del ahorcado…

El excremento del diablo aún fluye y permite holgadamente comprar conciencias y adhesiones, traiciones de nuestros amigos y conductores, que nos hacen ver que perseguimos lo inalcanzable: el regreso al país que alguna vez conocimos ahora regalado a implacables depredadores: el comunismo internacional, Cuba, China, Rusia, Bielorrusia… Y me pregunto, ¿Querrán ellos que cambie el estatus quo reinante, ese que les permite el fácil usufructo de esa riqueza que es nuestra o comerán sin que les moleste el hedor a porqueriza y los zopilotes volando en círculos…? ¿Vamos a lograr la libertad cantando, ¨¡se va, se va, se va…!¨ cuando enfrentamos represión, gases  y balas …?

Quizá nos convenga leer otra vez la Alegoría de la Caverna de Platón para comprender esa existencia de dos mundos al unísono: el mundo sensible o conocido a través de los sentidos que nos muestran ficciones, y el mundo inteligible, aquel sólo alcanzable mediante el uso exclusivo de la razón que nos muestra realidades…

¡Usemos pues la razón o el garrote cercenará nuestros sueños…!

 

Elogio de la perversidad…

 

«No hay mayor dolor en el infortunio que recordar el tiempo feliz». Dante Alighieri

Así define el DRAE la palabra «Perverso: (Del latín perversus). Adj. Sumamente malo, que causa daño intencionadamente. U. t. c. s. ǁ. Que corrompe las costumbres y el orden o estado habitual de las cosas. U. t. c. s.».

Sólo tenemos que mirar siglos hacia atrás para constatar que el largo trajinar de la humanidad está ahíta de acciones cuyo protagonista es la perversidad humana: El primer hijo de Adán y Eva se llamaba Caín y era labrador, luego nació Abel que era pastor. Caín ofrecía a Dios algunos frutos que cosechaba de su tierra, pero no eran los mejores; sin embargo, Abel le sacrificaba los mejores animales de su ganado. A Dios le agradaba más la ofrenda de Abel, y esto molestaba a Caín que andaba siempre enfurecido y cabizbajo.

Desde que Dios preguntó a Caín, el fratricida: “¿Dónde está tu hermano Abel?», y aquel contestó: «¿Soy yo acaso el guardián de mi hermano?», y Dios le replicó: «Desde la tierra me llega la voz de la sangre de tu hermano»; allí, en ese episodio primigenio debuta la rabia fratricida. Caín no sabía cómo esconderse de Dios pues le remordía la conciencia por lo que había hecho. Dios castigó a Caín a que la tierra que labrase no diera ningún fruto y por tanto tenía que caminar fugitivo y errante por muchos lugares hasta que finalmente se estableció en un territorio situado al oriente del Paraíso…

Si es que todos somos hermanos cómo explicar el genocidio de los indios norteamericanos, el holocausto judío, el gulag de Stalin, la bomba atómica sobre Hiroshima y Nagasaki, la represión argentina, el crimen enseñoreado en los campos de refugiados palestinos, los atentados del 11-S en Nueva York y el 11-M en Madrid, el intento frustrado en Venezuela de ¨freír las cabezas de la oposición¨ -porque aún no les han faltado ganas-, 22.000 empleados despedidos de Petróleos de Venezuela (Pdvsa) por el ente Chávez entre pitazos y risotadas, y sacadas de sus casas sus familias sin importar el llanto suplicante de los niños, los presos políticos de hoy sometidos a los más pungentes rigores en mazmorras malolientes, la destrucción del bachillerato y de las universidades autónomas por los gendarmes del malhadado Proceso, el abandono de enfermos adoloridos, niños y adultos, sin recursos y sin esperanzas… Si el siglo XVIII fue llamado el Siglo de las Luces, ¿cómo podrá llamarse este siglo XXI venezolano, su revolución bonita y la hecatombe contra natura que ha provocado…?

«Nadie hace bien lo que no sabe; por consiguiente, nunca se hará República con gente ignorante».

Simón Rodríguez

¿No es perversidad que un país en 16 años de revolución exhiba una ¨muy alta violencia¨ esa que sobrepasa los 31 homicidios por cada 100 mil habitantes, siendo las nuestras, cifras alarmantes de 85 muertes por cada cien mil habitantes, lo que nos coloca en un vergonzoso segundo lugar en el mundo, todos caídos por armas de fuego, no en guerra ni en acciones bélicas sino por el hampa criminal enlutado a 231.562 familias, con un índice atroz de impunidad que entre 1998 y 2009 alcanzaba los 100.045 homicidas impunes?

¿Qué decir del genocidio premeditado en salud?, con hospitales que no pueden ofrecer nada porque de todo carecen y donde el hampa manda a través de colectivos asentados en su senos; el crecimiento rampante y sin control de la malaria y otras enfermedades emergentes y reemergentes; las muertes ocultas por ausencia de medicamentos, de intervenciones oportunas -ahora empleando técnicas del pasado-, de la pesquisa del cáncer del cuello uterino de crecimiento incontrolable cuando existe una vacuna para el virus VPH que no poseen dos ex países en Latinoamérica: Cuba y Venezuela?

  • ¿Cómo justificar el embarazo precoz siendo que 25 de cada 100 mujeres encintas son adolescentes; nueve de cada diez jóvenes conocen los métodos anticonceptivos, aunque solo uno de cada diez lo utiliza; 75% de los embarazos en adolescentes ocurre por no usar ningún tipo de protección –hay carestía de condones y anticonceptivos-, y cinco de cada diez menores recibe información no veraz a través de amigos y medios como la televisión y la Internet?
  • ¿No es perverso que para tapiar esta dura realidad el estado haya pretendido atribuirse la exclusividad de la información epidemiológica y que en las últimas 9 semanas haya censurado los Boletines Epidemiológicos Semanales sumiendo a los médicos en una oscuridad informativa que aniquila el derecho al acceso a la información indispensable para su quehacer?
  • ¿No es perverso acabar con la universidad autónoma de Bolívar y Vargas…, crear corralones de estudiantes que eufemísticamente llaman ¨universidades experimentales¨, una manera de demostrar experimentalmente que los experimentos llevados a cabo por sujetos sin probidad ni conocimientos son un atraso y un fracaso, que un médico ¨practicante¨ no puede formarse sin ¨practicar¨, y allí el caso de Universidad Rómulo Gallegos y sus castradas autoridades, profesores y estudiantes?
  • ¿No es perversidad aceptar a un ilegítimo y que la oposición aún lo llame presidente y no diga que estamos en dictadura como en efecto estamos…?
  • ¿No es perversidad sumergir a los opositores, verdaderos presos políticos, en pestilentes ergástulas donde apenas pueden moverse, donde no reciben sol y probablemente la comida no es para humanos… y que la oposición esté peleándose por también malolientes cuotas de poder…?
  • ¿No es perverso y repulsivo que un corredor de carros chocones por torcido enamoramiento de no se sabe quién, sea mantenido por los venezolanos a través de Pdvsa y que en su miserable performance se gaste anualmente 35 millones de euros y otros 18 más, mientras niños y adultos venezolanos con cáncer carezcan de radiaciones y medicación quimioterapéutica…?

¨La mentira sistemática es una forma agravada de perversidad,

pues se hace a plena conciencia¨

 ¿y 2015?

La maldad y el cinismo van de la mano en la calamitosa perversidad; pero no es aquel cinismo de Diógenes de Sínope (412-323 a.C.), ése, el de la linterna encendida que durante el día buscaba un político honesto y para quien la virtud era un soberano bien… Por cierto, se murmura que en habiendo llegado a la vera de la Asamblea Nacional comiendo un plato de lentejas, fue inquirido por una foca aplaudidora: ¨Si como nosotros aprendieras a ser sumiso al jefesote, no tuvieras que comer esa basura de lentejas¨, a lo que aquél, que había convertido su pobreza en virtud le espetó: ¨Si hubieras tú aprendido a comer lentejas, no tendrías que lamer las botas al jefesote que te abomina¨.

 ¨Soñé que mi vida sería
tan diferente de este infierno en el que vivo.
Tan diferente ahora de lo que parecía.
Ahora la vida ha matado el sueño que soñé…¨

Fragmento de la letra de Les Miserables

Doquier sentimos aires del colosal fraude electoral que se adelanta y todavía los timoneles del barco que nos conducen a elecciones se pelean por miserables cuotas de poder dejando de lado la infinita responsabilidad que les obliga, ¿no es factible que aun siendo mayoría abrumadora se nos arrebate de nuevo el triunfo?

¿Qué diría Félix Pifano (1912-2003), nuestro recordado Maestro de medicina tropical?, «Venezuela ha sido un país sin suerte, pero los hombres pasan y los errores enseñan. Ya no es el momento de andar a la deriva improvisando soluciones con hombres impreparados, con muy baja cultura, carentes del mínimum necesario para garantizar la paz y el respeto para convivir… Es necesaria la transformación del ambiente social para llegar adonde florezca la armonía entre los hombres, la justicia social, la dignidad, una vida sin angustias, donde se obligue a mirar con respeto las tareas del espíritu y a los hombres de bien, las obras del pensamiento, las conquistas de la inteligencia».

¨¡El cielo encapotado anuncia tempestad, chavistas temblad, viva la libertad!¨

 

 Redivivo viernes 10 de noviembre de 2017

Niños color de mi tierra
Con sus mismas cicatrices
Millonarios de lombrices
Y, por eso
Que tristes viven los niños
En las casas de cartón

Que alegres viven los perros
Casa del explotador

Niños marcados de rojo

Nacen con sino triste

Ni siquiera serán hombres

Porque Maduro contento

Les mató de desamor…

Hambre, difteria, paludismo y sarna

Se clavó en sus cuerpecitos

Qué tristes viven los niños

Sin siquiera amanecer…

No hay derecho a tanta saña

Solo por alforjas llenar

Quien vive de la rapiña

Sus huesos han de quebrar

Pero el día que no está lejos

Asoma ya una vindicta

Y seres que son inferiores

Recogerán su Talión

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Elogio de la peste…

Venezuela está toda gravemente enferma de la peste roja; su factor etiológico, el Socialismus pestis, su vector la ignorancia y su hospedero las ratas gobernantes.

 

  A lo largo de los tiempos la peste bubónica caracterizada por fiebre, dolor de cabeza, escalofríos, hinchazón y crecimiento inflamatorio de los ganglios linfáticos especialmente inguinales y axilares –bubones- y finalmente envenenamiento de la sangre –septicemia- y muerte, se ha constituido en el arquetipo de gravísima y letal enfermedad infecciosa con enorme capacidad de diseminación en una población dada, estimándose que más de 200 millones de personas han sucumbido ante el embate de la bacteria que la produce: el cocobacilo Yersinia pestis, nombre derivado de su descubridor, Alexandre Yersin (1894) bacteriólogo franco-suizo; el vector de la enfermedad es la pulga Xenopsylla cheopis que anida en roedores –especialmente en ratas- y mediante las cuales la infección es vehiculizada al hombre.

Recientemente se ha recordado cómo las epidemias y la política, de forma malsana, se nutren mutuamente al rememorarse el resonado caso de la epidemia de peste bubónica de Caracas de 1908 que hizo su debut en La Guaira y donde las autoridades asumieron su presencia en tono despectivo, llegando los informes a ser considerados como ¨alarmas infundadas¨, y prueba de ello, el informe escrito por Pedro María Cárdenas a Cipriano Castro (1858-1924) donde asienta que con relación a la peste, ¨hay más deseo de alarmar para el logro de determinadas aspiraciones de lucro, que propiamente un verdadero diagnóstico, dictado por la imparcialidad científica¨. Nuestro glorioso bachiller Rafael Rangel (1877-1909), en mala hora, fue envuelto en la vorágine política; recuérdese que Castro le había protegido y dotado su laboratorio de numerosos aparatos e insumos; luego de haber enviado información telegráfica de ¨no haber encontrado en los cultivos el cocobacilo de Yersin¨, la propaganda oficial dictó la voz de ¨alarma infundada¨, lógicamente desvelada por la rápida acción del restaurador de Venezuela… Veinte días después, en abril de 1908 surgieron nuevos casos, se retomaron cultivos y se aisló la bacteria.

Ello condujo a la profunda depresión de Rangel y a su suicidio con cianuro de potasio en su mismo laboratorio del Hospital Vargas de Caracas. Nuestro venerado Maestro Félix Pifano (1912-2003), padre de la medicina tropical venezolana, me comentó en una singular ocasión que el error de Rangel fue el haber tomado las muestras para cultivos de bubones ya abiertos y secundariamente infectados por otros gérmenes donde el cocobacilo ya no podía aislarse. El venerable doctor José Gregorio Hernández (1864-1919) le sugirió hacer punciones en bubones íntegros, lo que condujo a la obtención de cultivos positivos…

En la introducción de El libro negro del comunismo: crímenes, terror y represión (1997) escrito por el Centre Nacional de la Recherche Scientifique (CNRS), la mayor y más prestigiosa organización pública de investigación de Francia, editada por Stéphane Courtois, se asienta que,  ¨…el comunismo real […] puso en funcionamiento una represión sistemática, hasta llegar a erigir, en momentos de paroxismo, el terror como forma de gobierno¨. Las investigaciones conducidas afirman que la cifra total de muertes… se acerca a la cifra de cien millones¨; vale decir, una peste producida por hombres malvados contra hombres confundidos e indefensos…

Venezuela está toda gravemente enferma de la peste roja, su factor etiológico, el Socialismus pestis, ente de virulencia extrema, su vector la ignorancia alimentada desde el poder y su hospedero las ratas gobernantes. Su enfermedad es muy avanzada, en período de falla y multiorgánica, ningún estamento social se ha librado de la pestilencia que ha envilecido al colectivo: El denso velo de desinformación que cubre la Venezuela comunista del infamante presente, ha atizado aún más la agravada enfermedad espiritual, moral, ética de sus oprobiosos conductores que ha llevado a la ruina económica y biológica de sus ciudadanos, a la miseria catastrófica, a la castración simbólica mediante la pérdida de derechos humanos y la intencionada carencia de escolaridad y educación, a la anomia, a la ausencia de investigación científica, a la podredumbre judicial, al estamento militar corrompido, al embate del hampa armada atizada y mantenida por el régimen, y como corolario, la persecución de los que tenemos el deber de informar ante el crecimiento exponencial de la malaria, del dengue y ahora de la fiebre Chikungunya ante la inacción, indiferencia y supina incapacidad gubernamental: los médicos.

¿Cuántas muertes violentas pueden contabilizarse en 15 años de pestilencia…?, No, no me refiero a las 25 mil muertes de 2013 ni a los 4.600 homicidios entre enero y abril de 2014; les acuso del enorme incremento de las enfermedades emergentes y reemergentes, de las endemias y epidemias dejadas a su evolución espontánea, de las enfermedades crónicas y sus fallecimientos prevenibles –cardiovasculares, metabólicos como la diabetes, infecciosas como la infección por virus de la inmunodeficiencia humana (VIH), la eclosión y el crecimiento de toda ralea de cánceres ignorados, la epilepsia para la cual no existe medicación, las psicosis, etc. -, pero particularmente la depresión y la tristeza por pérdida de la esperanza, el luto por la privación de cercanía de seres queridos aventados en cifra millonaria fuera del país, preciado músculo cerebral y afectivo tal vez malogrado para siempre.

La conducción errática de la oposición por dirigentes hablachentos y de pocas luces para inventar nuevas estrategias y hablar claro y sin miedo… ¿recuerdan aquella marcha multitudinaria de millón y medio de personas dirigiéndose a Miraflores?, ¿Dónde están…?: por allí dispersos, desconfiados, múltiples veces engañados: ¡Vamos a cobrar…! –nos dijeron-: luego que ganamos las elecciones les invadió el culillo por las muertes colaterales. ¿Qué habría sido de Venezuela si Bolívar hubiera pensado igual…? ¿Cuántas muertes más han ocurrido desde entonces?, ¿Se justificó el recule a última hora…? Necesitamos dirigentes valientes y arrojados porque la pestilencia se mantiene y sigue creciendo…

Aun así, conservo intacta la esperanza en Venezuela y su fibra democrática. Estoy seguro que el pueblo despertará para comprender el significado del regalo de 500 millones de dólares al África por el ilegítimo cuando en nuestro país no hay tan siquiera acetaminofén para paliar un dolor… ¡Una bofetada más al dolor del venezolano!, ¡Qué inmoralidad…!

Nunca la noche es más oscura que cuando va a amanecer…, les invito pues a resistir, a oponernos con fuerza e inteligencia a la maldad y a recordar que la demora de Dios no es una negativa, ¡es que el tiempo de Dios es perfecto…!.

 

 

 

 

rafaelmuci@gmail.com

 

Elogio de Eos…

Cuando Virgilio conduce a Dante al Infierno, hay una inscripción en el dintel de la entrada que dice,

“¡Oh vosotros los que entráis, abandonad toda esperanza!”

Es 24 de septiembre, son las 3.00 A.M. instante en que Morfeo me abandona en pleno cuando estoy en mi profundo sueño-REM y mi reloj biológico se adelanta al canto del gallo y me dice imperativo, levántate, no te queda mucho tiempo, hay mucho qué hacer, hay tanto que estudiar, tienes harta ignorancia como para seguir aprendiendo, para producir, para enseñar, para compartir; tienes el deber de decir, de denunciar, de expresarte a viva voz…

Feliz me incorporo de un tirón, me siento descansado y complacido de presenciar un nuevo día, le dedico a Dios mis frutos, mis alegrías y tristezas. Recuerdo a mis afectos ya idos, a aquellos privados de salud, les pido me bendigan y dedico a ellos una corta oración. Bendigo a mi familia y pido que me bendigan a mí, a Venezuela, a sus habitantes, que alivianen sus profundas carencias y dolores que tanto me preocupan y me ocupan…

Es un placer negado para quienes retozan entre la sábanas, pero no para mí: él cielo de Caracas está límpido; la luna en menguante cortejada por miríadas de estrellas, constelaciones: esas creaciones imaginarias que desde hace milenios han servido a los pueblos para orientarse o para representar dioses y figuras mitológicas: la osa mayor, la osa menor, la estrella polar, tantas otras… Alcanzo a ver una estrella fugaz, pido mi deseo que por seguro se cumplirá: una Venezuela libre…

Eos, la diosa del alba de la mitología griega quien con sus sonrosados dedos descorre cada mañana el negro manto de la noche, me anuncia la inminente venida de su hermano Helios en su carro de fuego… la luna y las estrellas difuminan sus contornos y se recogen tímidas y prudentes ante los fulgores del astro rey. El ciclo se repite con pasmosa exactitud, el ayer no nos sirve, el mañana no ha llegado aún, es el hoy, ¨el aquí y el ahora¨ lo único que hoy cuenta y que siempre contará. Es el ahora o nunca, el no dejes para mañana lo que puedes hacer hoy…

Vemos las fotografías que con inusitada crudeza golpea nuestra sensibilidad, una fila india de recién nacidos en improvisadas cunas de cartón, venidos al mundo en una improvisada nación chavista y con el augurio de hadas maléficas que desde ya parecen anticiparles un triste futuro, un bajo peso cerebral, una vida esclava y aún la muerte misma. Las fotografías, desgarradoras y denunciantes como son, de quienes se asoman a la vida acunados en una caja de cartón porque no hay cunas en la nación del mundo con mayores reservas comprobadas de petróleo del mundo. ¡Qué injusta paradoja…!

La caja de cartón es pues, el mínimo esfuerzo de la compasión para que no duerman a campo raso para ser pasto de las ratas, la caja de cartón es un escupitajo a una adormilada nación carente de una rosa de los vientos, desprovista de un astrolabio o una brújula que guíe sus pasos, la caja de cartón es la puerta por la cual se entra al país de la desesperanza y de las injusticias…

Los culpables, orondos ellos, aferrados a sus puestos, sordos, ciegos y malvados presencian sin presenciar, mienten por mentir, se rasgan las vestiduras de la costumbre, se gastan el dinero de todos y especialmente el de los más desprovistos en francachelas y reuniones políticas con automático refrendo que apestan a indiferente deserción.

¿Qué diría, Alí Primera (1941-1985), «El Cantor del Pueblo Venezolano», [luchador político comunista,  de temática «panfletaria y contestataria, rebelde, agitadora y militante¨, ¿Qué dirán sus hijos Servando y Florentino del sueño de su padre y cómo han sido utilizadas sus canciones de protesta para justificar lo injustificable…?  Con su sensibilidad exacerbada quizá hoy escribiría en forma diferente su famosa canción ¨Casas de Cartón¨; ahora intitulada, ¨Cajas de Cartón¨…

Qué triste, se oye el plañido
en las cajas de cartón
qué triste yacen los nenes

de la quinta

 en sus cajas de cartón

 

Viene bajando la madre pubescente

con la barriga a reventar
soportando el dolor
y el peso del vivir estrecho
¡mira que es mucho el sufrir!
¡mira cómo pesa el desamor!

 

Arriba, deja la mujer menguada

sus tripones qué alimentar,
abajo está el chavismo malandro

Viviendo su opulencia hoy,
y se pierde en la pegajosa maraña
pues es lo mismo que ayer
su vida sin un mañana…

 

Niños color de mi tierra
con sus mismas cicatrices
millonarios de lombrices
Y, por eso:
qué tristes yacen los niños
en las cajas de cartón,

qué alegres viven los perros
en la casa del felón

 

Qué triste se oye la queja
desde las cajas de cartón
qué lejos pasa la esperanza
de las cajas de cartón…

 

El país alienado tiene como cabeza visible la psicopatía de sus depravados conductores emergidos de la Universidad Experimental de la Oscuridad, que hablan el lenguaje de la traición a la patria y son espejo donde se reflejan para el mundo las más bajas pasiones, los más rastreros vicios, los más abyectos pensamientos…

 

 

Es

Elogio de la tristeza…

Si lloras por haber perdido el sol las lágrimas no te

permitirán ver las estrellas.

Rabindranath Tagore

Es el abatimiento que sigue a un golpe moral. Junto al miedo, la ira, el asco, la alegría y la sorpresa, es la tristeza una emoción básica del ser humano. Es esa expresión de profundo dolor afectivo que intenta drenarse mediante el llanto, el rostro desencajado y abatido, el deseo de nada, esa oscurana vital… Nos sentimos tristes cuando nuestras expectativas se derrumban o cuando las circunstancias de la vida son más dolorosas que vivir la vida misma con sus alegrías, frustraciones y sinsabores.

Veo las fotos y se me parte el alma en mil pedazos, cada una más dolorosa que la otra; una más desgarradora que la otra. Emigran. Dos niños, de 4 y 6 años en compañía de su mamá en el Cementerio del Este ofrendándole un último adiós a su padre, asesinado en el grandioso Cerro Ávila cuando un criminal le cortó el hilo de la vida: sin una excusa, sin un motivo, sin detenerse a considerar que tenía una vida hasta ese momento plena y llena de salud, una vida que compartía con esposa, hijos, padres, abuelos, familiares y amigos. Flores de papel de su hechura fue todo lo que sus manitas alcanzaron a llevarle: el impoluto candor infantil. Ellos no comprenden por qué su papá, tan amoroso como fue, ya no está…, el porqué de esa omega melancólica tatuada en la frente de su madre y esa acuciante pena en sus abuelos, tíos y primos, todos. Posiblemente llevarán la impronta de la culpa por lo ocurrido, como no es inusual suceso en los niños: Un estigma grabado en su ser a hierro y fuego que necesitará de muchas horas en el diván de un analista para medio borrarlos.

Es cierto, me dirán que es una tragedia diaria y anónima en MI país involucionado que compartimos muchos, es un pálpito que tenemos todos cada día, el de no ver un nuevo día, el de no volver a casa, a nuestra querencia y a nuestros amores…, pero qué terrible cuando te golpea en la puerta de tus afectos, muy cerca de tu corazón.

La violencia homicida campea en Venezuela a sus anchas en ciudades y pueblos: A pesar de la «censura oficial» sobre el número de homicidios que se asegura existe desde hace tres lustros en el país, es bien conocido que en el transcurrir de 6 meses de 2014, 2.900 cadáveres han llegado a la macabra morgue principal de Bello Monte en Caracas; el año 2013 contó 25.000 y en los 14 años de odio revolucionario, más de 200.000 compatriotas segados por armas y balas que les ha suministrado el régimen. 79 por cada 100 mil habitantes. Todos los que ya no están, con una historia anónima y tan terrible como la narrada, pero ausentes de nuestros blindados ojos, de nuestra comodidad, de nuestro acomodo cobarde.  Pudiera usted no creerlo: esto es lo que dejó el vitriólico y destructivo discurso de Chávez y nosotros lo aceptamos. Ya no llama la atención ni causa pena saber que mueren más venezolanos que en la Franja de Gaza; que quedan más niños huérfanos que en esa lejana realidad. La degeneración comunista dice que va a ocuparse de aquellos… En una oración muy antigua puede leerse una maldición que los condena a sufrir horribles tormentos el día en que la ira divina se aposente sobre sus cuerpos o en el de alguno de sus seres más queridos.

 

Addendum

Queridos lectores:

Ya no estoy constreñido por la apretada faja de los 1800 caracteres con espacios que el Diario El Universal bondadosamente me proporcionó por 13 años para que pudiera divulgar un total de 676 artículos de opinión, ni tampoco por la oportunidad de sólo poder enviar una colaboración por semana. Se cerró una ventana y se abrió una puerta, milagro divino… Dios sabe de sus tiempos y debemos estar agradecidos y preparados para ellos…

Ahora, en razón de los numerosos correos solidarios recibidos, estoy seguro de la fidelidad de mis leedores y de su compromiso en diseminar mis correos a sus familiares y amigos. En El-Unipersonal escribiré en la oportunidad en que desee, y con la paciencia y tolerancia de ustedes podré alcanzar mi fin. Pronto les dejaré saber un link o enlace a un blog que se está estructurando para colgar mis escritos.

La envidia va creciendo más y más en la medida en que más jóvenes desertan de la educación formal porque el régimen comunista les quiere así, ineducados y mostrencos, ávidos de la dádiva y ayunos del trabajo noble que les dignifique; es la tristeza del bien ajeno, una pasión mansa, pasiva, que se cura con la caridad. ¿Pero cuándo…? El resentimiento es una pasión agitada, activa incurable, que sólo se satisface con el aniquilamiento del que ha conseguido la gloria, aunque esa gloria, después, no aproveche al resentido, triste y satánico envidioso. El resentido es, también, fauna de todos los tiempos y de todos los países y no sólo de aquí, aunque en mi país se han reproducido como acures.

La unión de la oposición debe llegar por alguna parte y debemos procurarla con ahínco, pues de no estar sinceramente unidos nunca podremos vencer al enemigo del país: el Foro de Sao Paulo, el comunismo y sus serviles servidores. Dejen pues de chuparse el dedo, no se dejen engañar por el CNE ni por la fiscalía vendada y amordazada, hablen claro y sonoro y verán cómo el pueblo les acompañará… Que la muerte de algunos sea el cemento que nos aglutine en esta Venezuela, trozo del subSahara en que nos hemos convertido…

Redivivo viernes 10 de noviembre de 2017

Niños color de mi tierra
Con sus mismas cicatrices
Millonarios de lombrices
Y, por eso,

Que tristes viven los niños
En las casas de cartón

Que alegres viven los perros
Casa del explotador

Niños marcados de rojo

Nacen con sino triste

Ni siquiera serán hombres

Porque Maduro contento

Les mató de desamor…

 

Hambre, difteria, paludismo y sarna

Se clavó en sus cuerpecitos

Qué tristes viven los niños

Sin siquiera amanecer…

 

No hay derecho a tanta saña

Solo por alforjas llenar

Quien vive de la rapiña

Sus huesos han de quebrar

 

Pero el día que no está lejos

Asoma ya una vindicta

Y seres que son inferiores

Recogerán su Talión

 

 

 Addendum 20.07.2019

 

Querido lectores:

No he descansado un momento, no descansaré hasta que vea MI país liberado. Ha transcurrido 4 años y nos adentramos en el quinto de mí El-Unipersonal. El sacudirnos las cadenas de la opresión no ha sido fácil ni lo será, pues somos invisibles ante el mundo, triste realidad, todos dicen apoyarnos, pero los leguleyos siempre encuentran un obstáculo cínico e hipócrita que les impide el buen hacer, desaparecer al chavismo de la faz de la tierra ¿Es que no ven los ancianos y los niños, cuando no muriendo, ateridos por el infinito frío del hambre?; ellos dicen estar seguros pues el narcotráfico, el oro ilegal y aún el petróleo, les suministran cuantiosos recursos, no saben o quieren ignorar el movimiento tectónico que se está llevando a cabo bajo sus propios pies y en este mismo momento resquebrajando su base de sustentación.

 Ahora, en los estertores de la agonía la emprenden de nuevo contra la UCV y sus autoridades, su autonomía, sus heroicos profesores y alumnos, y, contra el Hospital Universitario de Caracas. Mediante decreto presidencial, crean un nuevo reglamento general del Instituto Autónomo Hospital Universitario de Caracas derogar al Estatuto Orgánico de la institución rompiendo con la unidad de la docencia e investigación universitaria contemplada en la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela y en la vigente Ley de Universidad para oficializar el escamoteo de un reducto de la enseñanza libre y el pensamiento plural. En ese reglamento se crean la Dirección General de Docencia del HUC que estará bajo la responsabilidad de la Facultad de Medicina de la UCV, y la Dirección General de Investigación del HUC que será conducida por el Ministerio del Poder Popular para la Salud.

Ello significa que sacarán a los actuales profesores para suplantarlos por la escoria roja y como siempre, algunos docentes vendidos a la memoria del Che Guevara, médico y asesino, extraños en su propio país y traidores a las tradiciones médicas que les legaron sus profesores, y en desconocimiento de los derechos de la universidad de Bolívar y Vargas. Como es habitual, ellos estarán una vez más dispuestos para la traición, son y han sido los cooperantes que están y han estado entre nosotros, los que aborrecí en el Hospital Vargas al punto de pedir mi jubilación cuando todavía no estaba en mis planes hacerlo… Aún están allí, en connivencia con el director que como los de su clase poco han hecho por enaltecer la Universidad y más bien empatarse con la enseñanza mediocre.

 

 

 

Elogio de la maldición… (Redivivo)

 

La maldición se repite… La maldad bebe ella

misma la mayor parte de su veneno…

El 4 de noviembre de 1922, el arqueólogo y egiptólogo inglés Howard Carter (1874-1939), descubrió intacta la tumba de Tutankamón (Tut-Anj-Amón) (“Más que nunca está vivo Amón”), en el Valle de los Reyes, frente a Luxor, faraón adolescente de 18 años de la XVIII dinastía de Egipto que reinó entre 1336 y 1327 a.C. y que murió en el año 1320 a.C. Hay acuerdo en que ha sido la tumba faraónica mejor conservada jamás encontrada. El 26 de noviembre de 1922, Carter abrió la cámara y fue el primero en ver el sarcófago del faraón. Dieciséis escalones conducían hacia las profundidades; tras bajarlos se encontró en una antecámara. Tras de él se encontraba el acaudalado Lord Carnarvon, arqueólogo aficionado que había aportado el dinero para la tediosa y costosa operación de rescate; Carter se inclinó ante la puerta de granito grabada con todo tipo de signos jeroglíficos. Se perforó una especie de hendedura por la cual podía verse hacia el interior. Se inclinó y enfocó su luz dentro de la Tumba Real. Permaneció inmóvil durante varios minutos viendo tesoros incontables que brillaban en la oscuridad, que le asegurarían al joven faraón una existencia confortable y que adquirían dimensiones propias al ser profanadas por el rayo de luz… casi 3500 años después de su muerte la tranquilidad de su sepulcro era violentada. 

Casi tan bien como conocemos del descubrimiento de la tumba de Tutankamón, también conocemos acerca de la creencia de que estaba protegida por una poderosa maldición, con justicia los arqueólogos se encontraban en guardia en contra de las extravagantes pretensiones de que una inundación de condenaciones desde las orillas más salvajes de lo oculto les acechaban. Una inscripción encontrada a la entrada de la tumba produjo terror entre los excavadores:

«La muerte sobrevendrá en rápidas alas a quien toque la

tumba del faraón»

El drama comenzó por una misteriosa enfermedad que se encarnizaría no solo con la humanidad de lord Carnarvon sino con todo el equipo de excavación y hasta con los visitantes de la tumba. El 6 de marzo de 1923 fue picado en la mejilla por un mosquito; la picadura se infectó, produjo fiebre y septicemia que condujo a una neumonía y a la muerte… La novelista romántica Marie Corelli quien poseía un extraño libro, ¨La historia egipcia de las pirámides¨, le había advertido que, ¨el más grande castigo ocurrirá al intruso que irrumpa en una tumba sellada… los más diversos venenos secretos están encerrados de sabia manera en cajas, así que aquellos que las toquen no saben lo que habrán de sufrir…¨ Y la maldición se propagó a cerca de 30 personas: a él siguieron su hermano, un egiptólogo, un amigo coleccionista de antigüedades y así sucesivamente surgieron de la nada suicidios, asesinatos, pleuresías, accidentes inexplicados, infecciones, y como Carter, ¨causas naturales¨ … y tal vez cánceres de toda ralea enmascarados por la ignorancia en antiguos diagnósticos. ¿Será cierta la leyenda del faraón Tutankamón? Sólo la máscara inmutable de su rostro guarda la verdad…

Peor que un dictador, es un pueblo cobarde…

Y eso hemos sido, un pueblo cobarde dirigido por cobardes… Y hubieron de transcurrir 77 años hasta que la historia, inclemente, se repitiera, cuando Hugo Chávez aupado por tontos útiles que hoy lloran sus penas, violara el panteón de los sagrados valores patrios y trajera a nuestras costas una nueva maldición, el socialismo del siglo XXI, un pastiche ideológico como fuera definido en su oportunidad, no otra cosa que una conjunción superlativa de envidia, odio, ignorancia suprema, criminalidad sin castigo, atraso en el tiempo, gasto y rapiña alegre de nuestras riquezas, revanchismo en vez de perdón, entrega de la soberanía a mercachifles de dictaduras, fría destrucción de todo aquello que alguna vez hubo de preservarse. El melifluo poder encarnado en la reelección indefinida, el poder que debe ser secuestrado a toda costa, con argucias, engañifas y compra de conciencias –que requiere de almas inferiores que se dejen comprar sin pestañear-: variopinta de seguidores y de opositores también [que desde los tiempos de la democracia nunca han tenido oficio ni beneficio]-, con violaciones de los derechos humanos y ciudadanos, con la creación de ¨patriotas cooperantes¨ suerte de soplones de la más baja calaña, con omnipresencia de legisladores que no legislan, de contralores que no controlan, de defensores del pueblo que no defienden, de fiscales venales, vendidos y prostituidos sin importar el dolor de los pobres, de presos políticos sin juicio, la hiperinflación en ciernes, la pan-escases de cuanto importe, ministros de sanidad traidores que dejan a cubanos el tesoro de la salud del venezolano, la abismal progresión de la pobreza y la malnutrición, el abandono de la niñez desvalida y de los hospitales de niños, la indiferencia ante el embarazo de adolescentes -¡25% todos los embarazos!- y enfermedades venéreas, el abandono a su suerte de los cancerosos, enfermos de sida, trasplantados y los hemofílicos, la progresión de las endemias y epidemias que han visto terreno propicio para su proliferación en esta otrora tierra de gracia…

La maldición se repite… La maldad bebe ella misma la mayor

parte de su veneno

 

Un infausto 16 de julio del 2010, a 180 años del fallecimiento de Simón Bolívar, fue violentado en secreto de intenciones el sarcófago donde descansaban sus restos en el Panteón Nacional de Caracas, ordenado y en presencia del presidente de Venezuela Hugo Chávez con la idea de desvelar la ¨verdadera causa¨ de muerte del prócer, en el supuesto negado de que había sido envenenado con cianuro por el ¨oligarca¨ Francisco de Paula Santander. Cuando se abrió el féretro ante los ojos de televidentes, el ¨único¨ dijo que ¨había sentido su llamarada¨. Qué se hizo y qué se deshizo allí, en aquel aquelarre, en aquella orgía de brujas, es desconocido y motivo de conjeturas, se habló de santeros, de paleros y de magia negra: se llevó a cabo un día de luna nueva y para colmo jueves, uno de los días preferidos para los ritos tenebrosos de las ceremonias santeras y paleras relacionadas con encantamientos malignos…

Desde que su médico de cabecera, el francés doctor Alejandro Próspero Réverénd en la Quinta de San Pedro Alejandrino en Colombia, solícito médico de cabecera de El Libertador en su lecho de muerte, enterado de los adelantos de su época y apoyado en 33 boletines redactados por él y una impecable autopsia apegada a los cánones del arte, cuyo protocolo y epicrisis registró con esmero, constituyen el único testimonio histórico y médico de la enfermedad y muerte de Simón Bolívar, causada según su opinión por «tisis pulmonar», una enfermedad prevalente en su época y entonces incurable, especialmente agresiva en personas estresadas, rellenas de penas morales, decepcionadas y deprimidas.

Efectivamente, una tuberculosis de reinfección que le aquejó quizá desde 1807 cuando llevaba una vida bohemia y disipada, época en que debió someterse a un largo reposo en su residencia campestre de Caracas y se recuperó notablemente. Pero el mal permaneció agazapado y esperando el mejor momento para hacer eclosión; ese, cuando su salud desmejoró sensiblemente y sus defensas naturales claudicaron, fue entonces el momento en que reapareció la infección tuberculosa, altanera y desbocada que se tornó evolutiva forzando el camino pendiente hacia la horizontalidad.

Révérend obsequió a Venezuela el nódulo calcáreo encontrado por él en el pulmón izquierdo durante la autopsia, tendencia del cuerpo para sepultar en calcio las inflamaciones crónicas. En este intento del comunismo por torcer o refabricar la historia a su medida, vendrán tiempos mejores en que reivindiquemos la memoria de Bolívar y le ofrendemos excusas por la profanación de su féretro por una banda de facinerosos con fines inconfesables.

 

Quien sin honor ha consumido su vida, deja de sí, en la tierra, tanta huella como el humo en el aire y la espuma en el agua,

 Dante Alighieri

La necrofilia se manifiesta como un morboso amor hacia los cadáveres, y esa adoración maléfica ha llevado a la profanación de tumbas, hacerse de los huesos para ritos satánicos y convertir el cadáver en objeto de idolatría. No hay duda que los profanadores son perseguidos por el anatema de los difuntos y para muestra basta un botón…

La llamada ¨maldición del Panteón de Bolivar¨ se hizo prontamente patente… Además del fallecimiento del promotor y ejecutor de la violación en medio de inenarrables sufrimientos y dolores, de turbios manejos y violaciones de sus propios derechos humanos de paciente en Cuba, hasta el punto de no conocerse el día de hoy la fecha de su muerte ni la causa real del deceso: ni un protocolo final de la autopsia ni una epicrisis que la saque de la anonimia  Pero mito o realidad, la deshonra de la memoria del prócer también tuvo que ver con una secuela de muertes en su entorno: El general Alberto Müller Rojas (Q.E.P.D), uno de los asesores presidenciales, falleció poco después de la exhumación. El diputado Luis Tascón (Q.E.P.D), fallece en agosto de 2010 víctima de un cáncer del colon; en septiembre fallece un factótum de la izquierda, Guillermo García Ponce (Q.E.P.D), director del diario VEA, y días después William Lara (Q.E.P.D), ex-diputado, exministro y gobernador de Guárico. Lina Ron (Q.E.P.D) chavista combativa, aquejada de un infarto del miocardio muere camino del hospital en marzo de 2011. José Ignacio Meléndez Anderson (Q.E.P.D), hermano del asesinado fiscal Danilo Anderson, recibió varios tiros de un individuo que pretendía robarle un teléfono celular. En junio del 2011 y en La Habana, donde se encontraba hospitalizado por un accidente cerebrovascular, muere el contralor General de la República, Clodosbaldo Russian (Q.E.P.D). El mito ha vuelto con fuerza para terror de los implicados y sus más cercanos…

No podemos contar las figuras importantes del régimen que han sufrido cáncer u otras miserias orgánicas –problemas inmunológicos, condiciones médicas y quirúrgicas, iatrogenia cubana, etc.-, y que afortunadamente, muchos se encuentran en remisión tal vez a la espera de un viento maligno que tarde o temprano los reavive, porque la enfermedad no es otra cosa que ese mal que expulsamos hacia el mundo y nos es devuelto con creces…  Pero además, el socialismo del siglo XXI está aquejado de pudrición cadavérica en vida, y si no ha sucedido su caída del todo es porque los venezolanos estamos impregnados de cobardía infinita…

Dios castiga sin palo y sin látigo…

En connivencia con civiles y militares llevar a la guerra a un país no beligerante que en su nobleza ha sufrido tanto, y expulsar a los hermanos colombianos dejando sus hijos atrás es un pecado sin redención, esos a quienes el zamarro ceduló para que votaran por él, a más de ser un acto de cobardía y crueldad inagotable, lo es también para acostumbrarnos a un estado de excepción que sin lugar a dudas piensa ser extendido a nivel nacional, una acción criminal anticonstitucional con la única finalidad de no contarse ante la mirada complaciente de aquellos que deberían defender la patria: las fuerzas militares…

Sólo podemos revertir la maldición de Chávez sacando a los malvados del poder el próximo 6 de diciembre cuando todos como un solo hombre y una sola mujer, recuperemos la dignidad mancillada de nuestro país…

Quien quiera entender que entienda…

Elogio del desapego…

 

 

El oprimido se transforma en un opresor que elabora nuevas cadenas de represión, elecciones sucias e impopulares,

tierras arrasadas y amor por la nueva oligarquía del poder que

ellos encabezan ahora…

Es el tiempo, ese que, según el caso, engrandece y enaltece, dignifica o humilla, beneficia o daña, construye o destruye sin contemplación y se desprende de todo afecto imprimiéndole a la historia esos colores sepia, esos colores de desteñido olvido…

 

La vida no es la que uno vivió, sino la que uno recuerda y

cómo la recuerda para contarla –

Gabriel García Márquez

 

Con ojos melancólicos, húmedos y entristecidos miramos al pasado, recordamos que aún niños y en la vía a Los Teques a visitar a nuestro hermano Fidias Elías interno en el Liceo San José y al cual llevábamos compañía, cariño y muy especialmente comestibles, pasábamos frente al Majestuoso Samán de Güere o Árbol de Humboldt, ícono de nuestra venezolanidad y testigo presencial de glorias, adoraciones, desmanes, sueños rotos y promesas incumplidas y aún, de abandono culposo… El milenario árbol que fuera de unos 180 m de circunferencia en su punto más ancho, transformado en Monumento Nacional desde 1933, estaba ubicado en la parroquia Samán de Güere, municipio Mariño, justo en la avenida Intercomunal Santiago Mariño, en la zona central del país, a 99 kilómetros de Caracas.

Hoy su tronco funerario permanece como ejemplo del inveterado desafecto y desidia al lado de una infografía de Chávez, cuando su sueño era liberar nuevamente al país, pero los sueños sólo sueños son, especialmente cuando no son genuinos, cuando son engañosos delirios… El oprimido se transforma en un opresor que dador de lo ajeno elabora nuevas cadenas de represión, elecciones sucias e impopulares, tierras arrasadas y amor por la nueva oligarquía del poder que ellos encabezan ahora…

Las amarillas páginas de la historia muestran cuán embelesado se hallaba el espíritu del Barón Alejandro von Humboldt (1769-1859) por el espectáculo del colosal Samán de Güere, donde Simón Bolívar acampó su ejército. Ya anciano y un año antes de morir, recibió en 1858 del fotógrafo Pablo de Rosti un álbum de fotografías donde se encontraba una vista del árbol. La impresión del hermoso recuerdo de su juventud, le hizo decir, ¨Ved lo que es de mí hoy; y él, ese hermoso árbol está lo mismo que lo vi, ahora sesenta años después: ninguna de sus grandes ramas se ha doblado; está exactamente tal como lo contemplé con Bompland, cuando jóvenes, fuertes y llenos de alegría, el primer impulso de nuestro entusiasmo juvenil embellecía nuestros estudios más serios¨

En el año 1492 la tribu local de los arawacos ya era prospera, todos vivan en torno a su Dios «El Samán de Güere» el cual estaba rodeado con 13 piedras esféricas y achatadas que no invadían la sombra del follaje y estaban en perfecta ubicación circular, detrás de cada piedra a su vez estaba sembrada un chaguaramo (Roystonea venezuelana) que los pobladores llamaban (araugua / arawuac / arawuak). El Samán de Güere, paso obligado de cientos de aragüeños y de quiénes llegan a estas tierras desde Los Llanos, simbolizaba al Dios Chamán encarnado. Fue el árbol sagrado por los indios arawacos y exactamente en torno a él se consumó uno de los genocidios más horrendos de una etnia indígena por los invasores españoles. Para los años 1524/1526 cuando llegaron en su afán conquistador de apoderarse de las nuevas tierras, los atacaron atando a cientos de hombres, mujeres y niños en torno al tronco de este majestuoso árbol.

La fábula cuenta que había una indígena llamada Hirimay que debajo del Samán entraba en suave trance y con voz profética contaba historias a los niños: «Cuando ya no estemos con vida en esta tierra todavía vivirá nuestro Dios, aunque con el tiempo caerá por el olvido de los nuevos hombres, algunas manos de gente buena le levantarán, él quedará en el alma de todo de quien le conozca; nuestro dios árbol, el Samán de Güere, nunca morirá…» ¡Que tristeza…! Ya sus hojas dormilonas doblemente compuestas, con hojuelas lustrosas en forma de diamante, no cerrarán al atardecer ni cuando el tiempo esté muy nublado…

Pero el paso del tiempo borra palabras e intenciones y transforma propósitos especialmente cuando no son genuinos, cuando no son guiados por el amor sincero sino por el odio revanchista sempiterno que inauguró Caín al matar a su hermano Abel… En 1982 y bajo su sombra, Hugo Chávez, Felipe Acosta Carles, Jesús Urdaneta y Raúl Isaías Baduel hicieron un juramento, que constituyó el acto inicial de la Revolución Bolivariana. Un juramento basado en reconocer a los excluidos y a los pobres que «engrosaban los cinturones de miseria» en el país: ¨ ¡Amores de estudiante flores de un día son, hoy un juramento mañana una traición…!¨ (tango Amores de Estudiante de Alfredo Le Pera y Mario Battistella). Así nació el movimiento llamado «Ejército Bolivariano Revolucionario 200¨ como un instrumento para combatir la corrupción en las Fuerzas Armadas, juramento que se revertió y transformó esa institución en una indigna, entreguista y corrupta corporación de negocios, en un club de criminales… 

De seguidas, las palabras del juramento: «Juro por el Dios de mis padres, juro por mi patria, juro por mi honor que no daré tranquilidad a mi alma ni descanso a mi brazo hasta no ver rotas las cadenas que oprimen a mi pueblo por voluntad de los poderosos. Elección popular, tierras y hombres libres, horror a la oligarquía». Doloroso para los militares que hoy me leen… En el recinto apenas el tronco podrido del samán que mira indiferente, se aprecia como triunfo del desapego sobre la gratitud y a su lado se encuentra una gigantografía de Hugo Chávez, con esa solemne proclama de 1982, que es letra viva para los pocos revolucionarios que aún quedan y tristeza infinita para los restantes, pues la opresión por voluntad de los nuevos poderosos, la elección popular amañada y tramposa y una nueva oligarquía del dinero ha germinado con ímpetu primaveral; en connivencia con el estrato militar, la corrupción traída de la mano de muchos de ellos ha conducido a la ruina de los pobladores de MI país, y si es que ayer hubo el sincero deseo de un cambio en el estado de cosas, el odio y la miseria humanas se impusieron sobre el amor y hoy somos un pueblo en ruinas… Con don Francisco de Quevedo (1580-1645) podríamos también decir, ¨Poderoso caballero es don Dinero¨.

En MI país desluce la tierra arrasada que la Revolución Bolivariana nos ha dejado y cuando desde el hermano país colombiano se habla de ¨los venezolanos¨ y no del ¨gobierno venezolano¨, como debería ser, se comete una gran injusticia con la mayoría de aquellos que presenciamos asqueados el infame espectáculo. Muchos venezolanos tenemos vínculos fraternos con colombianos: mi relación profesional y profesoral me ha llevado en tres decenios muchas veces a su tierra donde he recibido afecto y agradecimiento de los numerosos alumnos que he dejado allá, y por aquellos otros que he formado en el Hospital Vargas de Caracas como excelentes neurooftalmólogos que a su vez hoy, forman a otros en universidades y centros hospitalarios de la región; he recibido el afecto y la consideración de sus médicos, fui designado Miembro Correspondiente Extranjero de la Academia de Medicina de Colombia y me enorgullezco de serlo, y siento mucho dolor al presenciar el éxodo forzado e inhumano de miles de hermanos a quienes Chávez atrajo con melifluo engaño y ceduló para lograr sus votos, y hoy, como si fueran bagazos les espantan como a la peste, dejando familias fracturadas, niños abandonados, almas anhelantes, dolor innecesario, incomprensible destrucción de hogares y ese sabor de odio y resentimiento tan propio del comunismo cubano que Chávez y Maduro hicieron propio…

Entre tanto los presos políticos detenidos injustamente, acusados con mentiras y sometidos a juicios amañados y cobardes, permanecen en sus celdas sacrificando sus vidas por nosotros que indolentes, miramos de reojo…

Nada les importa con tal de permanecer en el poder, ni una lágrima ni un arrepentimiento porque las ratas, que yo sepa, no lloran ni cuando se muerden entre ellas…

Los tristemente célebres del Foro de Sao Paulo, estructurado por el comunismo internacional, con el madrinazgo de Cuba y con el dinero de los venezolanos, han hecho un daño inconmensurable a toda la América Hispana y muy en especial a Venezuela, donde gente de mal vivir, traidores a sus habitantes han llevado al país a niveles de sufrimiento difícilmente imaginables…

Pero la justicia ha tardado, pero llegará en su momento y dará a cada quien lo que merece…

 

Elogio de las rosas rojas: Todas para una, y de cada uno de ellos, todas para ella…

Elogio de las rosas rojas: Todas para una, y de cada uno de ellos, todas para ella…

El simbolismo de las rosas rojas es la alegoría de la pasión; una flor roja no se ofrece a cualquier mujer sino a la dama de nuestros sueños, aquella que amamos y queremos conquistar. Aunque existen diversas versiones míticas, luce grandiosa la del sacerdote romano Valentín. Se asegura que el emperador Claudio II, había prohibido casarse a los jóvenes guerreros, convencido de que al no tener vínculos familiares, se alistarían en su ejército con mayor facilidad y no teniendo un amor que perder, se aprestarían fieros a la lucha.

Sin embargo, San Valentín, ferviente devoto del amor y el matrimonio, celebraba en secreto matrimonios para las jóvenes parejas que acudían a él. Cuando el emperador se enteró del desacato, como san Valentín gozaba de gran prestigio en Roma, lo llamo a palacio y lo puso entre rejas; el ejército y el gobernador lo persuadieron de condenarlo a muerte. El oficial Asterius, encargado de hacer efectiva la orden quiso ridiculizarle pidiéndole que devolviese la visión a Julia, una hija suya ciega de nacimiento.

Guiado por la mano de Dios y en nombre del Señor, la vista le fue devuelta. El milagro conmovió sobremanera a Asterius quien con su familia se convirtió al cristianismo. No obstante, Valentín continuó preso y el emperador ordenó su martirio y ejecución el 14 de febrero del año 270. Julia plantó un almendro de flores rosadas junto a su tumba, y desde entonces el almendro se constituyó en símbolo de amor y amistad duraderos. Otra versión reza que mientras esperaba se hiciera efectiva su sentencia, Valentín se enamoró de la hija del carcelero a la que antes de morir declaró su amor con una nota y una rosa roja.

En 1382, el escritor inglés, Geoffrey Chaucer (1368-1426), escribió un poema titulado, ¨El parlamento de los pájaros¨ en el que menciona por primera vez al Día de San Valentín como un día de festejo para los enamorados. Desde entonces el amor verdadero está encarnado en su nombre y en esta bella flor.

Graciela mi esposa ha sido el amor de mi vida. A decir verdad, no sé cómo la encontré, o mejor dicho, no sé cómo nos encontramos el uno al otro… No es fácil encontrar reunidos en una mujer tantas virtudes y escasos vicios –el afán por la limpieza-. Tiene extraordinario sentido del humor, es amorosa, complaciente, amigable, muy bondadosa, diligente e ilumina los ambientes donde llega inundándolos con su esplendente aura. Cocina delicioso y tiene oído musical para el baile, así que hacemos una compenetrada pareja. Tengo la firme sospecha de que nos habíamos conocido en otra vida…

Había picoteado en muchas flores pero su néctar no me había agradado del todo y a poco de la degustación, me había aburrido. Fui a un Congreso Nacional de Urología en Valencia en 1964 –¿urología  conmigo?-. Pues bien, llamémoslo un accidente feliz… Había ido a presentar un trabajo sobre un nuevo procedimiento para la evaluación de muestras de orina, ¨El recuento minutado¨ o cálculo del débito-minuto, donde se hace un recuento de los elementos celulares contenidos en una muestra de orina centrifugada. No me pertenecía, me lo había encomendado el doctor Gastón Vargas quien estaba impedido de asistir, y quien a su vez, lo había aprendido en París en la escuela nefrológica del Profesor Jean Hamburger (1909-1992). Fue mi primera presentación ante un público médico, para más, desconocido y acerca de una materia aún más ignorada pero que para la presentación había puesto especial empeño; estaba muy nervioso y una frialdad ártica me arropaba. Como siempre me ha ocurrido, la calidad de mi presentación superó a la ansiedad premonitoria… Por fortuna, no hubo preguntas de la audiencia…

El presidente del Congreso, el doctor Luís Fernando Wadskier (1921-1973) respetado y afamado urólogo de la región–por cierto muy amigo de la familia de Graciela-, invitó a un grupo de los asistentes a una reunión en su casa de habitación. Estaba yo acompañado del doctor Oswaldo Pérez Arvelo, entonces urólogo en ciernes, hoy afamado y muy competente especialista. Inmediatamente que hicimos acto de presencia fuimos prácticamente secuestrados por un par de viejorras de conversación muy aburrida y que versaba sobre hechizos, exorcismos y trabajos de magia negra y no sabíamos cómo salir del tercio de muerte, ese lugar donde se da la faena de muleta del torero…

Graciela Wadskier, esposa del presidente, mujer muy linda, simpática y extraordinaria anfitriona se movía de mesa en mesa procurando que todos los invitados se sintieran agradados, y viéndonos en tan ingrata compañía y en tan calamitosa situación, ejecutivamente, nos levantó de la mesa para presentarnos a unas jóvenes asistentes; entre ellas estaba Graciela Facchin Barreto. Bailamos y conversamos un rato y no pasó nada más.

Algunos días más tarde, en un viaje a Valencia indagué su dirección y teléfono a través de mi hermana Josefina; la llamé y un fin de semana fui a visitarla. Mis visitas semanales se hicieron continuadas y siempre le llevaba un ramo de rosas rojas. Recuerda ella que una vez llegó su abuelita materna, ¨Misia Magala¨ -por Magdalena Arocha de Barreto– y vio las flores dispuestas en el suelo del porche -había llegado muy temprano de Caracas y antes de ir a mi casa las había dejado allí como sorpresa-, le dijo:

 -¡Ay mija… esas flores significan amor ardiente!

Luego en un baile en el Círculo Militar de Maracay le declaré mi amor y 53 años después permanecemos juntos… Y así ha sido… Le llevaba una vez por semana, los días viernes, 36 rosas rojas. Una docena por cada hermoso hijo que me dio: Todas para una, y de cada uno de ellos, todas para ella, era el lema…

Dios nos dio tres buenos hijos a quienes educamos bajo normas estrictas, aunque nunca tan severas como en el hogar de mis padres. Estamos muy orgullosos de ellos; todos han sido honestos, estudiosos, responsables y excelentes ciudadanos y profesionales, y a su vez nos han dado 6 hermosos nietos…

Pero los tiempos han cambiado, ¡y cómo han cambiado! Cada semana el florista portugués curiosamente llamado José, comenzó a subir el precio hasta que se me hizo imposible hacerle a Graciela mi homenaje semanal…

Ella dice que no le importa, que el «portu» José me estaba vendiendo flores refrigeradas y viejas que duraban muy poco, así que el martes 14 de febrero pasado a las 5.00 am le subí su cafecito habitual de la mañana adornada con sendas azáleas como tributo de admiración y amor…

 

 

 

Elogio de una larga mesa…

Elogio de una larga mesa…

Miro las fotos de los dos Flores, dos jóvenes de simpático rostro, y créanme que siento pena por ellos; capturados en Haití y catapultados de inmediato a Nueva York donde ya han sido imputados por narcotráfico… Vidas destrozadas, prisión perpetua… Creídos inmunes pues el dinero casi todo lo compraba, que se pavoneaban entre jefes de carteles, paseaban sus fortunas mal habidas en aviones y yates privados, y la vida fácil se les mostraba reilona en sus propiedades del vituperado Imperio, de las islas del Caribe, en casas de juego, en viajes a todo dar y güisqui fino Johnny Walker Blue Label. ¿Cómo amasar una fortuna inimaginable sin sudor de sus frentes y ser felices…?

Se creyeron que podían burlar el destino especialmente cuando esa droga iría a parar a las narices de otros jóvenes a quienes arruinarían también sus vidas… Seguramente que no hubo un consejo oportuno porque la vida no es tan fácil ni risueña como se la pintaron o creyeron ver en casa de sus padres. Poderosos, ricos, influyentes, guapos y apoyaos, cerquitos del poder, cáscaras vacuas de principios y llenas de rencor, envidia, de malos procederes y maldad… Ahora están cogidos como el pájaro en la pega que mientras más pugna por liberarse, más se prende de ella.

En mi hogar, tuvimos un maestro que nos enseñó con su vida frugal y sencilla, con su trabajo continuado e infatigable, con su diáfana palabra a la que nunca faltó. A la hora del almuerzo los 9 hermanos sentados en derredor de la larga y pesada mesa, la presencia amorosa de mi madre de aquí pa´llá y de allá pa´ca, pendiente de todo, era presidida por mi padre quien dictaba cátedra de valores, de compromiso, de responsabilidad, de credibilidad, de honestidad, de trabajo sin pausa, de ahorro, de buenos modales: esa era su función de páter familia. Las raciones suficientes, pero nada debía quedar en el plato. Lo que botáramos otros lo necesitaban. Los codos no cabían sobre la mesa. Una mirada de desaprobación nos hacía bajarlos de inmediato. No se hablaba en voz alta, ni con la boca llena y cada quien lo hacía a su tiempo; las palabras vulgares estaban proscritas: nunca le escuchamos decir una… Todos atendíamos con atenta admiración y reverencia sus lecciones de vida, sus lecciones de amor que a diario y a raudales nos impartía y nos afianzaba con el ejemplo. Nada en exceso, conócete a ti mismo, procura dar más que recibir, parecía decirnos…

Mi padre vino al país desde la tierra milenaria de los grandes cedros sin un centavo en el bolsillo; sin embargo, traía un bagaje de cinco mil años de ventaja en el arte del comercio, ese legado de antiguos fenicios, arrojados hombres de mar, insuperables en el arte del comercio y el regateo, y en razón de ello, pronto eclipsaban a los nativos. El trabajo sin sosiego da réditos y tranquilidad en el alma… No era jugador ni apostaba al azar como muchos de sus paisanos, tampoco los criticaba; sabía que el diario trajinar y los desvelos remuneraban; no bebía ni fumaba, se ejercitaba a diario y su vida era espejo de su ciudadanía. Ayudaba a quienes se acercaban a su vera, todos sus sobrinos libaneses supieron de ello, primero pagó sus estudios en la tierra milenaria, luego trabajaban con él, les enseñaba, luego les buscaba el crédito que su figura fácil procuraba y les dejaba volar con propias alas; pero también, dio a muchos venezolanos a quienes no sabía decir que no cuando conocía que pasaban un momento difícil… Aquel hombre, era hombre de una sola costura, hacía negocios colocando de por medio su palabra empeñada y nunca le vimos defraudarla. Ya adultos, cada uno lo hizo con sus hijos e inclusive con sus alumnos…

¿Qué pasó con los jóvenes Flores…? Seguramente otro fue el discurso oído en casa. Tal vez fueron atiborrados de mensajes abiertos o subliminales de ¨viveza criolla¨, hedonismo, nepotismo retador sin un juez que hiciera cumplir la constitución pues ¨yo hago lo que me da la gana¨; lecciones de comportamiento fraudulento, de oportunismo y de traiciones y zancadillas, de sacar provecho de la amistad, de escuchar palabras gruesas, denuestos, maldiciones e insultos. Ahora detenidos por narcotráfico, pende sobre ellos como una espada de Damocles una pena de cadena perpetua, pero bien sabemos que son chivos expiatorios de todo un andamiaje de miserias y tropelías enseñadas desde el hogar disfuncional. Ni sus parientes cercanos abren la boca para defenderlos, ni para reconocer que parte de lo que ellos son, en buena parte fueron por ellos enseñado. Los verdaderos responsables con sus pasaportes diplomáticos degradados muestran la fea cara de la perversidad, y se hunden cada vez más en el contenido fecal de los excusados de hoyo en que han transformados sus vidas. Por eso es que prolifera la maldad, porque no hay ni un padre bueno a la cabecera de la mesa, ni una madre buena, abnegada y sabedora de sus deberes y derechos.

A pesar de la holgura económica que se inició con la década cincuenta, fruto del trabajo honesto, nuestra educación fue muy estricta, exigente y vivíamos sin ningún exceso. Estaría yo en quinto grado de primaria en el Colegio La Salle de Valencia cuando durante de un recreo fui llamado a la Dirección; como un relámpago en un cielo azul, un escalofrío recorrió mi cuerpo desde la cabeza bajando por la espina dorsal. ¿Qué habré hecho yo…? –me preguntaba, pues esas llamadas nunca presagiaban nada bueno-. Con cara severa que anunciaba borrasca me recibió el Hermano Heraclio León, el director, a quien por supuesto, me acerqué muy temeroso y tremulante. Introdujo su mano en aquel profundo bolsillo lateral de su hábito que parecía llegar al piso y sacó un papel doblado en 4 partes. Lo abrió, me lo mostró y me preguntó si era mío. Al verlo asentí que efectivamente era de mi propiedad. Me lo devolvió diciéndome,

-¨¡Caramba Muci, su casa es un cuartel…!

El papel en cuestión –uno ¨personalizado¨ para cada hermano-, no era otra cosa que una distribución, por horas, de lo que debía hacer durante el día, desde el despertar a las 6.00 A.M. cuando mi padre pasaba revista a una cajita cuadrada donde cada uno tenía cepillo y pasta dental, un peine, un jabón y Moroline® o petrolato como fijador del cabello, pasando por la estipulación de la hora de las tres comidas y las de estudiar, jugar y dormir. Al final, debía ser firmado con la sentencia previa de que su incumplimiento acarrearía la pérdida de la mesada semanal –entonces ¨real y medio y cuartillo¨ o Bs. 0.75- para asistir los sábados a la matinée del Teatro Imperio.

Un querido amigo de la infancia y colega, el doctor  Enrique Mandry Llanos, a quien mi padre distinguía por sus cualidades morales, me contaba que cuando compró su casa, invitó a mi papá para que le diera su opinión sobre la compra. Así lo hizo don José. Subió los 13 peldaños que conducían al lobby y alabó su adquisición, sintiéndose muy feliz de que con su presencia le daba un espaldarazo al amigo. Entre otras conversaciones, aquél le comentó acerca de alguien conocido por ambos. Mi padre le dijo ¨ese es un mal hombre¨; sí, es un ¨hombre malo¨ le espetó mi amigo.

-¨No mijo, le dije que es un ¨mal hombre¨, no un ¨hombre malo¨.

-¨Era aquel señor, el encargado de la sucursal de una firma comercial en Puerto Cabello a quien yo visitaba periódicamente. Una vez le dije que, con toda la experiencia adquirida en tantos años, por qué no se abría por su cuenta, fundaba su propio negocio y se independizaba¨.

Por respuesta me dijo,

Yo no soy tan rico como usted don José, por tanto, no tengo capital suficiente para independizarme¨.

Mi padre le inquirió, -¨Y, ¿de cuánto dinero estamos hablando?¨

-¨Bueno… unos diez mil bolívares…¨ -contestó el otro-

-¨Bien –replicó mi padre-, vamos a hacer lo siguiente, yo se los presto, usted inicia su negocio y me paga después…¨.

-¨No don José, yo no puedo aceptarlo pues no sé si podría pagárselo¨.

–¨No tiene por qué preocuparse pues no tiene que hacerlo ahora, sólo págueme cuando sea millonario¨. Mi padre duplicó el monto del dinero y le firmó un cheque por veinte mil bolívares.

El sujeto no fundó un nuevo negocio, no pensó en su familia y se gastó el dinero en francachelas, mujeres y apostando a la baraja. Hizo circular la especie de que se había ganado la lotería. Siempre se escondía para no ver a mi papá. Mi padre nunca se lo reclamó, pero por eso decía que era un ¨mal hombre¨, moralmente contrahecho.

Aplicado a la situación actual apreciamos como el mal ejemplo, la ausencia de un padre y una madre que entienda, discuta y apuntale el consenso familiar, es causa de los males de mi país. Un agresivo discurso de desunión, la división de los hijos entre buenos y malos, la ausencia de compromiso, el venderse como ramera, el amorío por figuras paternas distorsionadas como Fidel porque nunca fueron introyectadas a temprana infancia la imagen de verdaderos padres, amorosos y responsables, buenos y honestos, nos ha llevado a ser un ¨estado fallido¨, ese donde se ha perdido el control físico del territorio ahora regentado por la ¨bota insolente¨ de otro (s) país(es), y el empleo del uso legítimo de la fuerza –ahora, en connivencia con los gobernantes, en manos de ministros pranesas, pranes, y criminales-, la merma de la autoridad para la toma de decisiones colectivas, la incapacidad para proveer servicios públicos razonables y la incapacidad para interactuar con otros estados como miembro pleno de la comunidad internacional. Por eso, ni el comunismo ni su hijo el chavismo pueden proseguir, no tienen vida, porque están cimentados en la envidia, el egoísmo, en el odio de clases, en el reino de los peores, en su infinita incapacidad, indiferencia y rapacería…

  • Se abre la puerta del ascensor y entro en él; está medio iluminado; sólo un bombillo de mortecina luz…, mejor es penumbra que oscuridad total, aquello se parece a La Habana de los Castro, esa que conocí y anticipé que nos vendría; sería cuestión de tiempo. Doy las buenas tardes; un pipiolito, muy circunspecto él, con voz atiplada es el primero en responderme correctamente y con una sonrisa; facies cetrina con ojeras profundas y apizarradas, calvicie adquirida donde solo sobreviven mechones de cabello ralo dispuestos a caerse, una vía venosa periférica pendiente del pliegue del codo… Cáncer infantil, me digo para mí mismo, se me encoge el alma; admiro a los oncólogos infantiles… Sin conocerme, su padre se dirige a mí diciéndome:

-¨Tiene 7 años…, una leucemia linfoblástica aguda… -dice con la propiedad del que sabe por experiencia lo que es, como que le ha hecho añicos, partido el corazón-. El médico oncólogo cuando inició el tratamiento me dijo que era curable si se seguía estrictamente un protocolo de quimioterapia. Estoy solo con él. Mi esposa murió baleada por un delincuente al que no quiso entregar su cartera. Ahora resulta que hay que interrumpir el protocolo, no existe la medicación, y ni en la farmacia de medicinas de alto costo del seguro social me dicen cuándo llegaran. Que siga viniendo… Saben de memoria la mentira… Alimentarán la esperanza solo para burlarnos… No hay divisas para cancelar los laboratorios transnacionales que las fabrican. He ido en forma reiterada, sólo para siempre oír el mismo canto, la misma negativa: ¡La semana que viene…!, ¡La semana que viene…!  Y no viene…

-¨Es que no hay justicia señor; estamos él y yo solitos; solos y desamparados, pero los concejales del Partido Socialista Unido de Venezuela aprobaron un crédito adicional por Bs 215.913.491,30 para que el señor alcalde Jorge Rodríguez organice nuevamente el evento musical ¨Suena Caracas 2015¨. ¿Cómo que no hay dinero? La Familia Real y su séquito en dos o tres aviones viajan por todo el planeta como grandes ricachones, él hablando pendejadas en mal español, y lo peor, con los reales del pueblo… ¿Cómo pueden ser tan malucos e indiferentes a los dramas que a diario vive el pueblo…?¨.

Muchas más largas mesas se necesitan en muchos hogares venezolanos de dirigentes y burócratas; la manzana podrida que es el régimen y sus cooperantes ha gangrenado a las otras, esas que somos o fuimos gente decente. Ya todos mal hablamos, maldecimos, nombramos sus madres, les deseamos que sus muertes ocurran en medio de indecibles dolores, nos desesperamos, pero no hacemos nada, nos invade el miedo y la cobardía… Nos vamos dejando todo atrás… Algunos de nuestros alumnos –de nuestros queridos alumnos- se han aliado a los cubanos que nos invaden y apuntalan esa forma de enfermiza de enseñar medicina, contribuyen al engaño: ellos bien saben que esos árboles torcidos nunca enderezarán sus ramas. ¡Cuánto dolor el que sentimos, especialmente cuando dicen que somos sus maestros…!

Estoy cansado, estoy drenado y agotado, ha sido el epílogo de un día de retos diagnósticos y terapéuticos, ojalá funcionen los placebos, mi empatía, mi consuelo y mi compañía, pues no tengo nada más que ofrecer a mis pacientes; trato de conciliar el sueño, la carita del niño se me aparece anhelante en la penumbra cada vez que cambio de posición, ¨¿Por qué ha de morir si el doctor dijo…?¨,  me sigue preguntando el padre… no dejo dormir a mi esposa quien me dice que parezco una gallina clueca; cuántos médicos inermes como yo anhelamos un cambio de gobierno, un giro de 180 grados; cómo anhelamos que Maduro y la llaga de secreción saniosa y fétida que él representa se vayan; cuánta esperanza puesta en el 6 de diciembre para ver si es que el pueblo venezolano deja de sufrir en forma masoquista, se planta de una vez por todas y les grita ¡fuera!

Agradezco sus comentarios en mi página…

 

 

 

 

 

El dolor que no nos duele…

Editorial Academia Nacional de Medicina. Boletín, agosto 2012

«Vemos con el corazón, porque

lo más esencial es invisible a los ojos»

Antoine de Saint-Exupéry

 

En un editorial de mi autoría (Archivos del Hospital Vargas, 1998;40:93), me refería a un tema con motivo aquella inicua ¨Hora Cero¨ decretada por el organismo federativo que tanto daño hizo a los pacientes y a la dignidad del médico venezolano. Este segundo editorial lleva el mismo nombre. Muchas razones podrían aducirse para escribirlo, pero siempre anteponiendo el mejor interés del paciente, especialmente de aquel que cunde doquier, el más desfavorecido.

Con un poco de retraso llegó a mí el conocimiento de un video lanzado en 2010 y que es imperativo que sea del conocimiento del ciudadano común, pero especialmente de los médicos y cuyo enlace les copio

( http://www.youtube.com/watch?v=jcluxN_2DfM&feature=related).

 ¨En el primer mundo, si te duele algo hay pastillas para mitigar casi cualquier dolor. Pero… ¿qué pasa si lo que te duele es el dolor ajeno, el dolor de los que no tienen pastillas para curar su sufrimiento? ¨

En el corto video en referencia, Luis García-Berlanga (1921-2010) admirado guionista español y director de cine, a sus 97 años es conducido en una silla de ruedas hasta una pequeña mesa a tomar su desayuno, con la cara surcada de arrugas y una voz cavernosa y a la vez dulce, se dirige al gran público portando unas pastillas de colores y diciéndonos, ¨Cada día a la misma hora comienza el ritual que pretende hacerme inmortal, la verde para el azúcar, la azul para la tensión que la tengo por las nubes, y la blanca, ¡ésta es la más importante!, la que tomo para ayudar a quienes no tienen pastillas para curarse. Yo le digo a mi nieto que lo que me está curando es esta pastilla, y él me mira como si estuviera loco: ¡Imposible! Pero es lo bueno de tener años, que uno puede creer lo que le dé la gana…¨

 

Siempre me ha gustado hablar a mis alumnos acerca del ¨dolor que no nos duele: el dolor del semejante¨… Lo considero una forma de fomentar entre las mentes jóvenes y no mancilladas aún, la empatía con el necesitado, la obligación moral de calzarse los duros y apretados zapatos de aquél, especialmente de ese que vaga en busca de ayuda de nosocomio en nosocomio, o vegeta en nuestros destartalados hospitales públicos esperando una consulta, o muere en una cama hospitalaria mientras espera una intervención quirúrgica para extirpar un tumor cerebral que no llega a tiempo, al tiempo que destruye lo poco de familia que le queda, o simplemente una esperanza de mitigar algo su dolor a la que no alcanza ante la displicencia o frialdad en el trato, o la indiferencia ante la tragedia, tanto del sistema de salud como del mismo médico tratante en quien su piel se ha tornado paquidérmica, rancia e insensible. Cada quien viviendo para sí mismo, dirán…

Por favor vean este video y apoyen esta iniciativa de Médicos Sin Fronteras de llevar medicinas a pacientes africanos olvidados por sus gobiernos y por las transnacionales de las drogas terapéuticas porque no representan un negocio lucrativo. Pero no vayamos tan lejos… Aquí mismo ante nuestros invidentes ojos, vemos crecer las enfermedades crónicas, muchas traídas de la mano por destructivos estilos de vida o por abandono de la salubridad y el control de pestes que nos coloca a nivel de país rico, pero más paupérrimo, ¡Vaya paradoja! Ojalá pudiera llevarse a cabo una iniciativa similar en nuestro país, donde paradójicamente, en medio de una tierra feraz de gente buena y una riqueza de abultadas cifras dilapidada o simplemente robada, el dolor del semejante salta a cada paso, ¿Será que habrá pastillas aliviar la falta de trabajo por estar en las infames listas de Tascón o Maisanta, o para alivianar el dolor del despido por razones de creencias, o la pena profunda por la incomprensible muerte del baleado por un nada, o la desesperanza del canceroso que no encuentra posibilidad de radiación, o para la madre en ciernes que no tiene acceso a un control prenatal, o para el niño cuyas vacunas de dudosa procedencia añora y no encuentra…? Por favor sean diseminadores de esta noble acción…

Ojalá un brote de dolor ajeno similar al que contagia a la Sociedad Española pudiera hacer eclosión entre nosotros. Tres meses después del lanzamiento de la campaña, ¨Pastillas contra el dolor ajeno¨, y gracias a una espectacular participación de la sociedad española, al precio de € 1, en las farmacias se han vendido más de 3 millones de cajas de pastillas de mentol-eucalipto sin azúcar. Los primeros ingresos permiten ya tratar a pacientes de Chagas en Bolivia y VIH-Sida en Zimbabue. En el primer mundo, si te duele algo, hay pastillas para mitigar casi cualquier dolor. Pero… ¿qué pasa si lo que te duele es el dolor ajeno, el dolor de los que no tienen pastillas para curar su sufrimiento? ¿No es genial, que nosotros que tenemos pastillas de casi todo, podamos tomarnos una para calmar el dolor de los que no tienen…?

Nuestro caso es igual y diferente a la vez. En medio de una orgía de dinero que la revolución involutiva del Siglo XXI ha echado a las calles, endeudando más y más al venezolano y malgastando lo poco que queda, para envilecer y distraer aún más al ciudadano y continuar en el poder, muchos viajan, compran nuevos automóviles y casas, sin pensar en la aviesa manipulación ni en el prójimo, pariente pobre, para quien no hay cabida en el festín.

Escribí en el Diario El Universal el lunes 25 de enero de 2010, «Mane, TeKel, Fares»: ¨La caída de Babilonia se precipitó por fiestas profanas celebradas por el virrey Baltasar. Mientras Ciro, rey de Persia atacaba Abisinia y se dirigía a Babilonia, el nieto de Nabucodonosor y defensor de la ciudad para manifestar su confianza en las fortificaciones protectoras, se consumía en orgías. En uno de esos festines en que se bebía con los vasos sagrados del templo y ante el estupor de todos, apareció una mano misteriosa que escribió el anuncio de la caída de la ciudad: ¨Mane TeKel Fares¨. Llamado Daniel, profeta bíblico a descifrarlo, dijo, ¨¡Oh rey! Has pecado contra el Señor, tu padre robó los vasos del Templo y tú los has profanado; tu sentencia ha sido dictada como sigue: Mane, significa «contado»: el Señor ha contado tus días de reinado, y tocan a su fin. Tekel, denota que ha sido «pesado» en la balanza y hallado falto. Fares, expresa «dividido» tu reino entre medos y persas. La profecía se cumplió, y así, Baltasar murió la noche siguiente y su reino fue dividido entre medos y persas¨.

La inscripción, ominosa como es para referirse a un gobierno despótico y cruel, da a entender: «Tu tiranía llegó a su fin», esa que aparece nuevamente como un lamento en el firmamento chavista… Mucho daño se ha hecho, muchos son los culpables, ojalá que no sea corta la memoria, ni vencedero el juicio, ni ligero el dictamen del juez hasta ahora venal, ni parca la condena… ¡Te lo pedimos Señor…!

 

Minucias y miserias del arte de recetar I y II

 

PARTE I

 Se asegura que Librado Chiquinquirá Montiel Morillo de cuyo lugar de origen especularon los entendidos más nunca se llegó a precisar con entera exactitud la verdadera procedencia de sus nombres y apellidos, fue un niño raquítico, desnutrido e inapetente a causa de una diarrea que, juzgada por celebrados pediatras como pituitosa, no le abandonó ni por un momento durante los seis primeros mesesitos de su borrascosa lactancia… Fue oleado en muy diversas y críticas oportunidades y hasta se le tenía en una cajita de lata cromada donde una vez hubo bombones, toda de blanco y protegida con bolas de naftalina su mortajita ya preparada…

Mas el milagro de su literal resurrección y pronta recuperación en pocos días, fue a la vez que impresionante nunca antes presenciado por las crónicas: Se supo que su madre, mujer enteramente escasa, por un error de interpretación de una receta que con escritura garrapatosa y de mala gana un médico le extendiera no más al salir de la Maternidad Concepción Palacios con su criatura en brazos, sólo le había alimentado con ¡leche… de magnesia de Phillips!

  Nosotros, profesores de clínica médica solemos preparar a nuestros alumnos de pregrado para las grandes batallas, aquellas que a lo mejor nunca librarán y que de hacerlo, seguramente que lo harán mejor en ausencia de nosotros. Prueba de ello son las preguntas que a mansalva les disparamos con trabucos naranjeros. ¿Cómo trata usted a un paciente con un edema agudo del pulmón? ¿En qué momento, a qué dosis y bajo qué forma se administra la estreptoquinasa a un infartado? ¿Cuál es la conducta ‘inmediata’ ante la ruptura de un aneurisma aórtico? ¿Cuáles son los pasos terapéuticos a seguir en presencia de un tromboembolismo pulmonar masivo? ¿Cómo hacer una traqueostomía con una Gillette o la camisa de un bolígrafo? Mas resulta que el ejercicio cotidiano de la medicina es una suerte de guerra de guerrillas, o si se quiere una montonera, pues en él se agolpan grupos de variadas patologías o sinsabores que no mojan, pero empapan la existencia del sufrido: gastroenteritis y diarreas comunes, halitosis, policarencias, amigdalitis agudas, “el virus ese que anda por ahí”, sujetos piojosos o sarnosos, más sujetos con niguas o enladillados, flujos vaginales a escoger, acedías y gases… y mejor dejemos de lado esta ingrata colección de lo que es el escenario diario del oficio… ¿Estará el alevín por ventura preparado para enfrentar “eso” cuando orondo, salga con su tubo negro bajo el brazo, domicilio fugaz de su refulgente diploma de Médico-Cirujano? Me temo que no…

Conoce el billete de a quinientos, pero ignora cómo es el sencillo, el chipichipaje, el menudo de la práctica y, o lo aprenderá seriamente, o medio lo aprenderá, o no lo aprenderá del todo, pues ¡De todo hay en la ¡Viña del Señor!

 No le decimos por ejemplo que el arte de escribir una receta es fundamental, pues ella resume el análisis y comprensión de la queja y por supuesto el fin último de la consulta: Aliviar si curar no podemos…—aunque por lo general, es el postrer y más apresurado acto de nuestro efímero encuentro con el maldispuesto— En una hojita de papel ad hoc, garabateamos con desgano directrices que minutos más tarde no podríamos siquiera leer nosotros mismos, porque no entendemos nuestra propia letra, producto no precisamente de ejercicios repetidos de calco en un cuaderno de Escritura Inglesa -esos a los que era tan afecto Don José, mi sabio padre— ¿Cómo puede entenderse o interpretarse tamaño irrespeto hacia

el semejante desvalido? Escritura y firma ilegible, fecha inexistente… Y para más bochorno, se tiene por cierto que los boticarios y que son expertos en eso de interpretar para el paciente lo que el médico “pareció querer decir…”

Tampoco le advertimos sobre qué hacer si al paciente se le ocurre preguntar ¿Y cómo me tomo esta pastilla? ¿Antes o después de comer, en ayunas o con el estómago lleno? Lo más probable es que nosotros sin prestar mayor atención a la demanda, le responderemos ¡Es lo mismo! tómelo como usted quiera, antes o después. Mas resulta que estamos equivocados de metra… ¡Sí importa… y mucho! Deberíamos saber nosotros —para enseñarles a ellos— que hay un principio general según el cual, a mayor tiempo de permanencia de una droga en el estómago, mayor será su absorción. Así, que en general, no sería mala idea tomar la mayoría de las medicinas con las comidas — especialmente si el alimento consumido contiene algo de proteínas y grasa, que retardan el vaciamiento del estómago para darle mayor tiempo a que los jugos estomacales las disuelvan y preparen el camino para su absorción total en los primeros tramos del intestino delgado. Deberíamos hacerles saber que ciertos medicamentos como los antiinflamatorios no-esteroideos (aspirina, ibuprofeno, sulindac, naproxeno, indometacina, diclofenaco sódico y tantísimos otros), los esteroides de síntesis como la prednisona y dexametasona y antibióticos como la eritromicina, azitromicina y la doxiciclina irritan el estómago cuando son la tomados “en vacío”.

La idea de indicarlos conjuntamente con algo de alimento decrece las posibilidades de que produzcan malestares innecesarios. Pero también debemos enseñarles que hay otros medicamentos —incluidos algunos antibióticos— que no se absorben en presencia de alimentos. El caso de las tetraciclinas y la leche y los antiácidos es clásico. El antibiótico de marras se liga al calcio de la leche o de algunos antiácidos y forma un compuesto insoluble que sale por debajo, tal y como entró por arriba sin circular en el sistema. ¡Pura pérdida! Es por ello que deberán indicárseles entre las comidas —al menos una hora antes o dos horas después de comer-. De mucha importancia es especialmente recomendable no tomar bebidas alcohólicas ni siquiera en cantidades pequeñas, conjuntamente con medicamentos que puedan reducir la atención y los reflejos (como tranquilizantes, hipnóticos, medicamentos contra el mareo, la alergia, algunos del resfriado, etc.) porque se potencian los efectos de ambas sustancias. También hay que tener esto muy presente sobre todo en personas que utilicen máquinas o que tengan que conducir.

Les interesará conocer que ciertos compuestos rehúsan ser absorbidos si en sus cercanías hay un alimento que les caiga gordo: Es el pique entre los preparados de hierro y los alimentos ricos en fibras y fosfatos… ¡Ahhh!, pero el ferruginoso elemento se deja seducir rápidamente por la esbelta vitamina C contenida en un vaso de jugo de naranjas… En fin, como algunos estudiantes, también existen drogas “antiparabólicas”, de esas que no respetan un semáforo en rojo y se absorben en cualquier circunstancia en que se les tome: Los diuréticos y el acetaminofén pertenecen a esta clase de indolentes.

La producción del colesterol en el hígado es mayor después de la medianoche y menor en la mañana y en horas tempranas de la tarde, por lo que las estatinas son más eficaces al tomarse justo antes de dormir. La tensión arterial muestra un ritmo de 24 horas, más alto durante el día y más bajo durante el sueño nocturno. Sin embargo, especialmente después de los 55 años, muchas personas con tensión alta no muestran este descenso nocturno, una condición conocida como «non-dipping» o presión arterial no descendente. Se insiste en que se tome la medicación para bajar la presión arterial a la hora de dormir. Sin embargo, en hipertensos muy crónico con arterioesclerosis existe el riesgo de mayor descanso nocturno el que se asocia a la hipotensión fisiológica nocturna produciendo río arriba isquemia, ictus isquémico o neuropatía óptica isquémica anterior: Deben entonces ser administrados hacia las 4.00 pm. Los medicamentos llamados inhibidores de la enzima convertidora de angiotensina (IECA) y los antagonistas de los receptores de la angiotensina II (ARA-II), son más eficaces cuando se toman a esta hora. El no descenso de la presión arterial es un factor de riesgo importante del derrame cerebral, ataque cardíaco y enfermedad renal, uno o más de los medicamentos recetados justo antes de dormir normaliza el ritmo diario de la presión arterial, según han revelado los estudios.

Pues bien, bachiller, ya usted escribió su receta y le explicó al paciente… ¿Cree usted que él cumplirá al dedillo lo allí prescrito? Para comenzar, deberá usted saber que lo que usted le explique al paciente bien podría interesarle mucho, pero puede no importarle un comino… Estudios afirman que al salir de un consultorio más de la mitad de los enfermos han olvidado todo lo que allí se habló… y usted verá posteriormente a pacientes poniendo en boca de los doctores que antes les atendieron, ¡toda una sarta de barbaridades! Muchos en su desesperación, por creerse poseídos por un mal mortal, una vez que usted les reasegura y les tranquiliza diciéndoles que no es nada serio, que en general los encuentran sanos, estarán tan contentos que ya no le prestarán atención alguna particularmente, si la aprovechando la ocasión, se les hicieran recomendaciones concernientes a su dieta, sus malsanos hábitos o estilos de vida como salero en la mesa, inactividad, cigarrillo y alcohol en exceso… Nada de esto significa que por supuesto, usted no deba cumplir con su deber de informar y aconsejar, motivando en lo posible y sin amenazas, el pasaje de mensajes positivos hacia ellos.

Los mensajes implícitos en el verídico caso del cuitado Montiel y su diarrea, espuria y crónica, fruto de un enojoso malentendido entre una madre anencefálica y un médico impío de intrincada escritura, debería dar cabida para la reflexión sobre una parte tan importante del acto médico, tan descuidada como es la formulación de la receta, pues siendo la culminación del mismo deberíamos evitar que la ligereza y la prisa arruinen todo el trabajo previamente realizado. Por ello,

¡Gracias te damos Librado,

por el favor recibido,

al prestarnos en tu experiencia,

casi olorosa a tumba,

una didáctica vivencia…!

 

 

Minucias y miserias del arte de recetar

 PARTE II

 Del bestiario médico internacional, damos cuenta de un lusitano suceso, que al igual que aquí en Caracas, pudo en Portugal ocurrir: Fátima das Pilas P., vecina de Funchal residente anejo al Mercado de Quinta Crespo, conoció de “flores blancas” desde que se hizo mujer. ¡Ahh, qué la niña era precoz…! contactos carnales copiosos, de aquello un empiche hicieron. Toda conturbada y melosa, a una médica visitó, María das Neves Perpetuas, por más señas ginecóloga, que una leucorrea fungosa, de inmediato constató, y una flamante receta extendió… Y aquella mismísima noche, Fátima la infortunada, por aguda asfixia, rapidito feneció… ¡Nadie podía entenderlo! La señora dotora Das Neves, a sus sapientes colegas, ayuda rauda suplicó. El infausto caso y la “conexión leucorrea-aguda-asfixia”, el seso a todos devanó. ¿Cómo hacer la ligazón? ¿Será sin tampón acaso, una variante chocante, de un hiperagudo síndrome, del mentado “toxic shock”? Mas su acongojado autor de días, Joao das Maiores Pilas P., de remilgos se dejó, y la exhumación del cadáver de su hija demandó. El señor doctor forense, Arlindo Pereira Da Cava, en la Mesa de Morgagni “por sus ojos mismos vio”, y la autopsia de caso tan revesado, una explicación ofreció: Entre las cuerdas vocales atascado, y cerrando al aire todo paso, en su envoltorio genuino, un óvulo de nistatina, por cierto, que se encontró, que en letra pequeña imponía, “sólo por debajo se pone”.

 Corrieron las semanas, sus dimes y sus diretes, y al caer la sexta feira bajo el colchón de la cama de Fátima la finada, la receta de la médica, por casualidad fue encontrada. En letra casi ilegible, y entre palabras truncadas, podían leerse salteadas, frases que la luz hicieron: “Nistatina… mmm… mmm… mmm, introdúzcalo, profundamente con el dedo…”

 ¿Carencia de común sentido? ¿Un caso de criptográfica mal praxis? ¿“Flueurs blanches” empichadas y trágico fallecimiento? ¿Un déficit de relación, entre un médico y un paciente? Nunca nadie lo sabrá… mas quizá se podría colegir ¡que las pilas de Fátima das Pilas P., no estaban tan bien P…!

 El caso de la empichada Fátima, mi querido bachiller, da pie para hablar sobre otros aspectos de la receta… ¿Qué cree usted que hará el paciente con su receta? Lo más probable es que no siga con atención sus instrucciones, aun cuando usted se las haya explicado adecuadamente y hasta se las haya escrito a máquina o en Word para diáfana claridad. ¡Peor aún si la explicación no hubiera tenido lugar! Veamos un ejemplo: usted le indica un antibiótico para tomar por 5 días —que a su juicio es indispensable: una cápsula cada 8 horas —, ni digamos que cada 6, ¡por favor! posibilidades muy elevadas hay de que al segundo día el paciente se sienta mejor y descontinúe el remedio, bien por explicable olvido, bien porque le fastidió el estómago, bien porque… ¡ni siquiera lo compró…!

 

 

Que ello atraiga o no una recaída, parece ser asunto de él, pero… se lo endosará todito a usted. Quizá hasta le enrostrará que esa medicina no funciona… Pero ¡ojo!, podría tratarse de una dama o un caballero añoso a quién no le gusta que se le llame sexa o septuagenario, a lo mejor algo desmemoriado, que tiene que ingerir 5 u 8 pastillas diferentes para tantos diversos achaques que bien no podría tomarlas del todo, o confundir en sus cantidades, u olvidar que las tomó y repetir las dosis varias veces, con el elevado riesgo de toxicidad… entonces, ¡Que mi Dios se apiade de él! ¿Y la familia? Ignorando el envenenamiento, abogarán por más medicinas o lo atribuirán a decrepitud…

Analicemos ahora por un momento a ese espécimen de paciente a quien llamamos hipertenso, ¡siempre jugueteando con su receta! ¿Cómo carrizo convencer a alguien que se siente bien de tomar medicinas? En su interior, siempre albergará la idea -aunque le tenga todo el cariño y le jure toda la lealtad del mundo- de que usted le engaña o al menos exagera, y nunca llegará a entender por qué está usted empeñado en hacerlo sentirse enfermo… Suspenderá la medicación dos días antes de presentarse a su control “a ver cómo me consigue…” ¿Y cómo quiere usted? En reiteradas ocasiones se le ha advertido que no lo haga ¿Por qué? Porque no se podrá saber si su tensión arterial está elevada porque suspendió el antihipertensivo, o si es que la dosis sugerida fue insuficiente, o si en realidad era inefectiva y habría que cambiarla por otra de mayor potencia… No parece haber bastado que se le haya machacado que la medicina no cura, que sólo le controla… ¡mientras la tome! Que es el equivalente a las riendas en un caballo brioso: no más usted las afloja —el tratamiento—, para que el solípedo —la tensión arterial— se vaya al galope tendido y se le suba a las nubes. Así de sencillo, pero tampoco se dará por enterado… El fenómeno de “yo soy mi propio doctor y me conozco”, se expresará en continuas variaciones de la dosis, de acuerdo a su impresión subjetiva, pues los hay algunos que tienen ¡un tensiómetro en la nuca!, y le dirán, – “mi tensión está alta cuando me duele el cerebro” —y se sobarán el pescuezo, donde el cerebro no está, haciendo caso omiso de que usted les haya repetido “ene” veces, que no hay relación entre “ese” dolor y sus cifras tensionales, así como tampoco las orejas rojas y calientes, un mareíto sospechoso o un vaporón cefálico. Mas él no se hará medir la tensión cuando se sienta bien —por ejemplo, jugando su partidita de dominó— sino al día siguiente cuando vuelva a sentir el dolor. De seguir sus indicaciones, de tomársela en diferentes momentos, vería que estará elevada aun cuando él no sienta el dolor en “el cerebro” o la “prendición” en la cabeza… Pero, además, de pronto se le antoja que ahora tiene la “tensión baja” y una vecina del piso de arriba —que era enfermera cuando era chiquita— confirmará sus sospechas. “Un vaso de agua con azúcar ¿?”. le devolverá a la vida… Usted le dirá que no sabe muy bien qué es eso de “tensión baja”, si es enfermedad real o particularmente en la mujer, si es subterfugio, generador de enorme ganancia secundaria en diversos aconteceres diarios.

¿Sabían ustedes que el Gobierno Bolivariano suspendió la cadena de frío y eliminó las vacunas por superfluas e inútiles…? Es curioso que el sarampión y la difteria hayan renacido en esta tierra de Dios. Habrá que invocar en un aquelarre palero al espíritu de Fidel a ver si da luces al enojoso asunto…

¡Ajá! Pero qué ocurrirá si sintiéndose bien como ya asentamos que debía sentirse, aun con cifras de 200/120—, se le presenta un descenso agudo de la libido, le sabe la boca a sangre, tiene un ataque de sabañones o nota ojeras matutinas… ¿Qué cree usted que el sujeto hará? ¿Qué mayor excusa quisiera él para no tomar más la medicina? -porque este caso se da muchísimo más en hombres que en mujeres-. Pero no consultará, ni siquiera le llamará por teléfono, esperará a una nueva visita… ¡dos años más tarde! Como el avestruz, todos esos meses “enterrará en tierra su cabeza”, mientras durante todo ese tiempo la perversa estará dañándole pasito y con saña—con la diligencia de un sindicalero a la zaga de un préstamo blando– todas sus arterias vitales (corazón, cerebro, riñones y retina) ¡Cómo le parece…?

Otros pájaros de cuenta son el diabético y el dislipidémico —el que tiene el colesterol o los triglicéridos elevados—; les tiene sin cuidado el que usted les advierta que estas enfermedades hacen daño silencioso en el tiempo, que son como los comejenes: ¡sólo cuando se le cae el techo de su casa, se da usted cuenta que los tiene regados por todas partes! Mas ellos se mofan de su médico y de ellos mismos, modificarán la dieta a su antojo—si es que de verdad la siguen más allá de una semana— “Doctor, si no debo comer dulces ni azúcares ¿qué tal las frutas?” Le preguntarán con cara de ingenuidad. Pero al tipo no se le ocurre pensar que el asunto es cuestión de cantidad: Al mes siguiente vendrá preocupado y extrañado porque la glucemia se elevó a 300 mg% ¡con razón! El candoroso se come un guacal de mangos él solo en 4 días…

El del colesterol alto es masoquista y medio, se hace una determinación mensual, los colecciona en esmerado orden y hasta le elabora un cuadro comparativo en el tiempo. Mientras coquetea con un infarto no hace nada: Chicharrones de alita de pollo ‘ad libitum’, tragos van y vienen, sólo mueve los músculos masticatorios y de atleta no tiene sino los pies…

¿Cuál es la moraleja, bachiller? Los “Fátimas” se mueren ahora o más tarde de una u otra cosa. ¡Nada qué hacer! Son problemas de estructura cerebral. Los glotones, hipertensos, diabéticos o dislipidémicos ¡Vea qué puede hacer! Son problemas de estructura mental…

Los récipes de los médicos integrales comunitarios de talla cubana son ya notorios por ininteligibles, absurdos, de lenguaje muy pobre y escasa ortografía, que trasparentan una terrible ignorancia, aterradora y galáctica, y dan cuenta de la ausencia de conducción profesoral y amor  …

¨Urocultivo de oído derecho…¨

Rafael Muci-Mendoza –

 (publicado en El Universal 12 de mayo 2014)

Si no fuera por lo trágico, este récipe de un médico integral comunitario, llamaría a una sonora carcajada. Pudiera ser una excepción, pero me temo que no lo es… Es una muestra del resultado de una oferta engañosa a humildes jóvenes venezolanos que hemos denunciado en repetidas oportunidades; la medicina es cosa seria y a pesar de la ayuda de 8.000 millones de dólares anuales (5.800 millones de euros) que nuestro país le aporta a Cuba, miren ustedes la clase de formación de algunos de esos médicos; la Misión Médica Cubana la ha convertido en un bodrio.

El comunismo cubano no entiende ni le conviene entender que la figura del médico –hasta que llegaron a sus manos, respetable-, no puede ser un insumo para ser vendido y explotado por la revolución para hacer ver al pueblo que la preocupación por los pobres domina sus sueños. Una pobre medicina para pobres…, no puede ni debe ser el desiderátum de ningún gobierno.

Pasmosa cifra: 17 mil médicos comunitarios graduados y 2.500 en proceso de ¨de-formación¨, un grupo de ellos sin criterios de selección están realizando posgrados clínicos. ¿Dónde están los profesores?, ¿Dónde están las aulas, los laboratorios y las pruebas de selección y seguimiento?, ¿Son estos profesores los mismos cubanos que no aprobaron la evaluación de sus pares? Directivos del Colegio Metropolitano de Médicos apoya este engendro, pero no permitirían que pusieran sus manos sobre sus cuerpos, los de sus hijos o nietos: ¡El miedo es libre! La Facultad de Medicina de la UCV, algunos de sus directivos y profesores activos de tendencia izquierdosa, tienen mucho que ver con el forjamiento de baremos para permitir estos posgrados y el daño a la medicina nacional.

Este récipe es quizá la punta de un iceberg de un proceso macabro, lleno de engaños y mentiras que oculta la mala praxis del día a día en aquellos que no pueden reclamar y al cual muchos médicos hemos dado la espalda porque no es nuestra incumbencia: “laisser taire, laisser passer” (dejar hacer, dejar pasar). La medicina deja de cumplir sus fines altruistas cuando se le usa con fines políticos o comerciales.

Aterra la pregunta de qué hacer con estos jóvenes cuando al caer de la negra noche, renazca un nuevo día, y su claror permita ver cuánto daño se ha hecho…

 

Aspectos técnicos de la oftalmoscopia directa. Auto-enseñanza con diapositivas… Parte II. Precauciones y detalles técnicos

Volvamos a repetir los dictados de la Tekhne Iatriké hipocrática y continuemos aprendiendo a saber, por qué se hace lo que se hace…

 

Nótese que el dedo medio flexionado está en contacto con el malar…

En pupilas NO dilatadas emplee la apertura pequeña para evitar la reflexión corneal. Muy pronto se aprende a ignorar este molesto reflejo…

 

 

Para quienes no disponen de una cámara retinal para registrar sus hallazgos, puede recurrirse a dividir el fondo ocular en 4 cuadrantes, trazando una línea imaginaria que pasa verticalmente por el centro del disco óptico, luego, otra horizontal; así, podemos apreciar los  cuadrantes temporal superior, temporal inferior, nasal superior y nasal inferior. Sabiendo que el disco óptico tiene un diámetro de cerca de  1.5 mm -es más grande en miopes y más pequeño en hipermétropes- ello constituirá el ¨diámetro de disco¨de ese paciente particular.  Luego ubique la lesión en cuestión y trate de seguir un vaso sanguíneo (p. ej., arteriola temporal inferior en el ejemplo) y vea cuántos diámetros de disco  caben en el trayecto ( en nuestro ejemplo 2). Así quedará ubicada, una lesión amarillenta ubicada en el cuadrante ínfero-temporal a 2 DD siguiendo el trayecto de la arteriola temporal inferior.

De la misma forma, podemos apreciar y cuantificar diferencias de nivel. En el ejemplo, el disco patológico excavado de un glaucoma. Lo haremos sencillo: Enfocamos la retina adyacente al disco y la ponemos en foco. Supongamos que la enfocamos en la lectura ¨O¨, luego enfocamos en el fondo de la excavación, movemos el disco de Rekoss y nos da una lectura de menos 3 dioptrías; ello significa que la excavación tiene 3 dioptrías de profundidad o lo que es lo mismo, 1 mm.

Analicemos ahora el caso inverso, la elevación de un papiledema.  Lo haremos igualmente sencillo. Enfocamos distante del papiledema y registramos una lectura de ¨O ¨ y luego enfocamos la cúspide del rodete edematoso y nuestra lectura marca más 3 dioptrías, ello significa que el papiledema tiene 3 dioptrías de elevación, es decir, 1 milímetro.

La visión que obtenemos mediante el oftalmoscopio directo, por ser monocular tiene una sola dimensión, es plana; sin embargo, podemos recurrir a un subterfugio para hacerla ¨binocular¨. Veamos,

Tome en sus manos un bolígrafo o un lápiz, inclínelo algo hacia abajo, así que pueda ver el borrador y la punta al mismo tiempo; ahora, guiñe un ojo y rote lentamente su cabeza a la derecha e izquierda, y verá que el borrador se mueve contra el movimiento y la punta con el movimiento. Podrá así apreciar un efecto tridimensional moviendo el ojo a derecha e izquierda, así que la observación monocular se transformará en tridimensional.

La sumatoria de los 3 colores fundamentales del espectro luminoso, producen la luz blanca que usamos en oftalmoscopia. El color rojo es el que tiene el espectro más amplio y el mayor poder de penetración en las estructuras de la retina (cerca de 700 nm); interponiendo un filtro verde, eliminamos el rojo y así el espectro se verde se limita entre 520 y 560 nm; poca longitud de onda y poco poder de penetración…

Apreciemos una vista longitudinal de la retina: MLI = Membrana limitante interna; EPR = Epitelio pigmentado de la retina; C = Coroides; E= Esclerótica. Dirigimos un haz de luz blanca y apreciamos cómo penetra a través de las capas de la retina hasta encontrar una estructura que pueda reflejarlo, sea el EPR, la C o la E. Al interponer el filtro de luz aneritra o verde, la luz se refleja en las capas superficiales de retina, lo que la hace ideal para evaluar la capa de fibras ópticas…

Esta diapositiva complementa la anterior… ¿Queda claro…? La luz aneritra complementa la visualización con luz blanca, no la suplanta…

 

 

En forma ideal, la luz aneritra es adecuada para explorar y evaluar la capa de fibras ópticas…

La búsqueda de la agregación intravascular conjuntival se busca en las vénulas de la conjuntiva. En la medida en que los reactantes de la fase aguda de la inflamación aumentan, se asiste a su aparición de grado cada vez más compleja. Se busca con le paciente mirando hacia la nariz, y elevando el párpado inferior empleando la lente de + 40 dioptrías a la manera de un lupa; así,  que para ponerlo en foco debemos acercarnos. Los grados 1 y 2 es preferible, no tomarlos en cuenta; los grados 3 y 4 son más fáciles de apreciar y tiene mayor significación patológica.

 

Agregación de grado 3: vagones conjuntivales desplazándose lentamente por las vénulas en un caso de displasia de células plasmáticas: mieloma múltiple.

En un caso de absceso hepático amebiano, condición donde la VSG y la PCR suelen estar muy elevadas…

Existe un método alternativo mirando el fondo ocular… Se observa el disco óptico y con la mano que no sostiene el oftalmoscopio, se va comprimiendo el globo ocular hasta que aparezcan los latidos de la arteria central de la retina -presión diastólica- Si el signos es positivo, la corriente habitualmente homogénea se transforma en una corriente agregada o granulosa en movimiento. Es un signo insuperable de enfermedad donde hay elevación de la proteína C reactiva y la velocidad del sedimentación globular en el ¨aquí y el ahora¨ de la consulta médica…

Paciente con una tuberculosis pulmonar y fondo del ojo normal. Observe como la columna sanguínea en las vénulas se trasforma de una corriente homogénea a una corriente agregada llegando a hacerse muy heterogénea, segmentos claros de plasma sanguíneo coexistiendo con glóbulos rojos formando agregados…

En dos interesantes estudios publicados por Paton, en 1961 y 1962 da cuenta de la existencia de un signo visible con la lámpara de hendidura en aquella porción de la conjuntiva bulbar del ojo cubierta por los párpados, especialmente el inferior, consistente en múltiples y cortos segmentos de capilar, de color oscuro, en forma de coma o tirabuzón observados netamente aislados de la malla capilar en los cuales el cabo aferente y eferente se encuentra exangües. Su existencia es casi patognomónica encontrándolo en el 96% de los casos de anemia drepanocítica clínicamente significativa homocigota SS y 80% en los enfermos con hemoglobina SC.  En 1964 Comer Fred propone un sencillo método para observarlo empleando el oftalmoscopio directo con la lente de + 40 dioptrías. Nosotros lo observamos mejor empleando la luz aneritra…

Es de interés mencionar que ya en la época de estudios del doctor José Gregorio Hernández, en la Universidad Central de Venezuela ya se enseñaba el empleo del oftalmoscopio directo y un testimonio de ello se encuentra en la carta que se incluye en la diapositiva siguiente. Consideremos que tiene fecha de 1888 y que el oftalmoscopio se inventó en 1850, es decir, treinta y ocho años antes, lo que habla dela preparación científica de sus profesores…

 

Una rarísima complicación de la dilatación pupilar es el cierre del ángulo de la cámara y la producción de un glaucoma agudo de ángulo estrecho. Era más frecuente en años pasados cuando he empleaba homatropina, droga que podía mantener una midriasis hasta por 7 días facilitando el accidente. Hoy día, como veremos más adelante su frecuencia es despreciable, pero…

Un procedimiento clínico muy sencillo nos permite evaluar la profundidad de la cámara anterior. A la derecha vemos una foto del ojo, note que es como un arco donde la cuerda reposa en el iris y el arco en la cornea. La distancia entrambas es la profundidad. La prueba consiste en dirigir el haz de luz de una linterna -sirve también la luz del oftalmoscopio- tangencialmente al ojo. En condiciones normales y si la cámara es amplia, debe iluminarse todo el iris. Si el ángulo es estrecho, solo se iluminará aquella porción del iris adyacente a la luz, quedando en penumbra la mitad interna. En ese caso no dilate la pupila y refiera el paciente en un servicio de oftalmología para que sea evaluado, especialmente si es de edad avanzada…

Podrá notar el recuadro donde se escribe, ¨Búsqueda del reflejo corneal¨. El doctor David Cogan (1908-1993) notó que la primera gota del midriático que se aplicaba, ardía más que la segunda del ojo contralateral. No se sabe a ciencia cierta el porqué… El doctor J. Lawton Smith (1929-2011),  decía que era un fenómeno similar a cuando uno introduce un pie en el agua de una piscina y la nota fría; al introducir el otro, le parece que no está tan fría… ¿Cuál es su utilidad? Si tenemos un paciente con una oftalmoplejía derecha, nos interesa saber si otros nervios craneales están comprometidos. Pensemos en una  parálisis del sexto nervio derecho…  Aplicamos la primera gota en ese ojo, luego la segunda en el izquierdo y preguntamos, ¿Cuál ardió más? Si ardió más el segundo -el izquierdo en este caso-, sugiere hipoalgesia derecha, es decir, se ha sumado otro nervio craneal y podría tratarse de un síndrome del seno cavernoso o  de la fissura oftálmica superior…

Nódulos de Grotton de la dermatomiosis coexistiendo con cambios telangiectásicos en las cutículas

En pacientes con Síndrome de Horner de primera neurona central y segunda neurona preganglionar EXISTE anhidrosis; a veces no es fácil diagnosticarla: se coloca la lente de + 40 dioptrías y se compara un lado de la frente con el otro. En caso positivo solo se apreciarán pequeñas gotitas en el lado contralateral normal…

A falta de un otoscopio, el oftalmoscopio puede suplirlo… Además, puede verse claramente las líneas pigmentadas de Burton del saturnismo en el borde gingival.

Triste editorial: Durante la oftalmoscopia todos nuestros sentidos deben mantenerse alertas y muy despiertos…

Precisamente la cercanía entre el médico y su oftalmoscopio y su paciente, le permite descubrir lo que he llamado Verdades ¨secundarias¨ en Oftalmoscopia: datos clínicos obtenidos mediante otros sentidos al igual que la visión: el oído y el olfato… Veamos: No es inusual descubrir la respiración periódica de Cheyne-Stokes cuando notamos la apnea transitoria seguida del crescendo respiratorio; de la misma forma, el aliento dulzón del paciente diabético descompensado y con cetoacidosis y el urinoso del paciente en coma urémico. En ocasiones en un diabético, el hedor proveniente de los senos paranasales olfateado por la cercanía, puede sugerirnos una micosis albergada en ese ambiente (aspergillus, múcor, etc). El hiperventilador suele realizar un profundo suspiro al fin de la exploración del fondo del ojo. Antiguamente escuchábamos los clics de las antiguas válvulas protésicas cardíacas. Un nistagmo pasado por alto en el examen, puede ser visto durante la oftalmoscopia y requerir de su examen más detallado.

Pero no se queda allí, diversos ruidos respiratorios y abdominales solo audibles por la proximidad…,  exoftalmía pulsátil de las fístulas carótido-cavernosas. y el rico repertorio de la insuficiencia aórtica con sus ¨danzas¨ de la arteria central de las retinas, de las arterias del cuello y aun la elevación del lóbulo de la oreja. El fenómeno de la impersistencia motora del lóbulo parietal no dominante en el que el enfermo es incapaz de obedecer un comando, como ¨mire al frente¨, y encontrar una y otra vez que el paciente nos mira la cara. El aumento del tono simpático expresado en una mirada fija con párpados retraídos y midriasis. Solo mirar un poco de lado para mirar el lóbulo de la oreja y detectar un profundo surco en un paciente menor de 50 años y evidencia de enfermedad coronario. Y por último, en la adolescente virgen que retira bruscamente la mirada cuando la luz penetra el orificio pupilar: la cercanía del observador, su respiración cercana y la penumbra rememoran la desfloración. Luego de la luna de miel, ¡desaparece! Exageraciones, tal vez no si las pone a prueba…

 

Las estrías angioides de la retina se aprecian como pequeñas o grandes líneas o ¨fracturas¨ por disrupcion de las fibras elásticas en la porción elástica de la membrana de Bruch. Pueden ser tan pequeñas como las del  ejemplo  de la izquierda pero tiene la significación de un proceso de ¨elastorrexis diseminada¨ o degeneración doquiera que exista este tejido y visto en pseudoxantoma elástico, enfermedad de Ehlers-Danlos, anemia drepanocítica, acromegalia, etc y responsable de hipertensión arterial, sangrado digestivo, enfermedad coronaria complicada, etc

Así, querido estudiante, el fondo del ojo siempre te dejará asombrado por toda la capacidad diagnóstica que lleva implícito a condición que te dediques al estudio y la observación detallada y lúcida.. Tal fue el caso en esta llanura infinita venezolana del estado Apure donde un estudiante mío me hizo conocer como en medio de esta aparente monotonía se escondían estas droseras carnívoras…

¡Dios pues, está en los detalles…!

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Aspectos técnicos de la oftalmoscopia directa. Auto-enseñanza con diapositivas… Parte I. Generalidades

 

Por muchos decenios, para diagnosticar, tratar y curar los clínicos nos basamos en la historia clínica, la gran herramienta del médico, para ello nos bastaban dos sillas, una frente a la otra, donde médico y enfermo establecían una comunicación humana donde el oído del médico y las palabras del paciente iniciaban la anamnesis o diálogo diagnóstico, seguido de un examen físico orientado por la anamnesis, para ello disponíamos de un tensiómetro, un estetoscopio, un martillo de reflejo, una linterna, un diapasón 128 C y un gran deseo de llegar a la verdad del paciente, que no del médico. El oftalmoscopio directo ha acompañado mi trajinar médico desde que era un estudiante de tercer año de medicina, mi Maestro, el doctor Augusto León Cechini internista de valía me insufló amor por esta sencilla endoscopia…

 

Insistimos a nuestros alumnos memorizar y hacer carne propia el concepto de la Tékhne iatriké que encierra mucho del deber ser del acto médico y que constituye la médula de esta presentación…

Desde remotos tiempos se conocía la catarata u opacificación progresiva del cristalino… Se sabía porque la pupila de suyo negra, iba mutando a gris hasta llegar a blanca lo cual quitaba toda visión a la persona; sin embargo, también se sabía que muchas personas con patologías intrínsecas del ojo -desconocidas entonces- también cegaban a las personas; a esto se llamó ¨el ámbito de la catarata negra¨…, terra incognita… En 1850, el genio de Hermann von Helmholtz (1821-1894) al inventar o descubrir el oftalmoscopio directo permitió sacar hacia el afuera, el morbo escondido en el adentro…

 

Revisemos paso a paso las ideas que llevaron al desvelamiento  de los secretos de la retina…

Dos momentos en la vida de Helmholtz, joven y anciano…

 

La introducción del antiguo sistema de un prisma de reflexión y luego el sistema de espejo, constituyeron dos hitos más en el desarrollo del oftalmoscopio directo…

El Sistema de visión coaxial patentado de Welch Allyn mejora la oftalmoscopia al facilitar la entrada en el ojo y proporcionar un campo de visión más amplio y menos deslumbramiento en comparación con los oftalmoscopios tradicionales.

  • La bombilla halógena HPX™ (xenón altamente presurizado) ofrece una iluminación 30% más luminosa y blanca que una bombilla halógena tradicional, lo que permite ver el color real de los tejidos
  • La óptica coaxial proporciona una iluminación libre de sombras, una entrada más fácil en las pupilas sin dilatar y un mayor campo de visión en comparación con los oftalmoscopios tradicionales
  • Las 18 combinaciones únicas de apertura/filtro proporcionan mayor versatilidad
  • El sellado del sistema óptico evita que entre el polvo y suciedad.
  • Cuenta con 28 lentes de enfoque con un rango de -25 a +40 dioptrías
  • Aperturas: pequeña, mediana y  grande, franja y estrella de fijación
  • Filtros: libre de rojo (luz anaeritra), azul cobalto y polarizador
  • Apoyo de goma que evita rayar las gafas del usuario/facultativo

 

Siguiendo los siguientes pasos, el observador que se inicia, podrá repetir al experiencia de Helmholtz, observar una retina humana in vivo…

El dedo medio flexionado señalado con una flecha roja sirve para contener el avance del observador y advertirle hasta dónde debe llegar mientras se acerca al paciente…

 

 

Un ejemplo que demuestra cómo mediante la oftalmoscopia directa, la ¨endoscopia más económica¨ puede traerse la enfermedad interna hacia afuera

En la segunda parte estudiaremos las precauciones y detalles técnicos en oftalmoscopia directa…

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Del arte de la medicina y sus reglas…

 

A manera de introito

 Este próximo 10 de marzo de 2017 celebraremos los 231 años del natalicio de nuestro padre, el doctor José María Vargas Ponce (La Guaira 1786-Nueva York 1854). Escribió el 31 de julio de 1850, ¨Excusado es decir que la clínica médica y quirúrgica durante los cuatro últimos años de los estudios médicos es el complemento de ellos, es adquirir el hábito de observar a la cabecera de los enfermos y en la ejecución de las operaciones, la práctica de curar, de aliviar o consolar al hombre en sus dolencias, objeto final de toda educación médica.  …por último el joven médico coronará el edificio de sus estudios con las máximas de la moral médica, que le recuerde sin cesar sus deberes hacia Dios, hacia el hombre enfermo, la sociedad y sus comprofesores. Lean y relean el juramento de Hipócrates, el Príncipe de la Medicina, todavía más grande como filósofo moral que como médico; lean al célebre Galeno…¨

Del arte de la medicina y sus reglas (redivivo): En el día de José María Vargas, en el día del médico…

A María y Pedro, mis alumnos del último año, dedico…

Marzo de 2017. ¿Por qué redivivo? Este segmento en 8 secciones formó parte de mi columna ¨Primum non nocere¨, primero no hacer daño, que publiqué en la década de los años 90 los días domingos y durante 5 años en Diario El Universal de Caracas y luego formó parte del libro del mismo nombre compilado por el doctor Mario Blanco García y su esposa Zomaira, y publicado por la Sociedad Médica Santiago Salcedo Bastardo de la Clínica El Ávila el año 2004. He decidido revivirlo revisándolo, ampliándolo y publicándolo nuevamente, y agregando una novena sección que toca la actual situación política de Venezuela y sus efectos deletéreos sobre el ejercicio de la medicina, los enfermos y los médicos. Comenzaré pues, tal como fue escrito y también publicado en un pequeño folleto en julio de 1993 con el auspicio de la Americana de Reaseguros. C.  A. cuyo director era entonces mi querido e ilustrado abogado y amigo, doctor José Andrés Fuenmayor García (†).

 

PARTE I

-¨Rememoro, tal como si fuera hoy… En la estación alemana de San Blas, en Valencia cuando todavía imberbe tomé la autovía que me llevaría camino a Caracas. Estudiaría mi preuniversitario o quinto año de bachillerato en el Liceo Andrés Bello. A despecho de mis 16 y haberlo decidido libremente, nunca había salido de mi casa y me encontraba como «palo de gallinero», y hasta esperaba que de pronto, alguien, me disuadiera de mi empresa. ¿Por qué no confesarlo? Me debatía entre la seguridad y facilidades de mi hogar y las estrecheces que implicaría la vida adulta…

En interminable ristra, mi madre alivianó mi ansiedad colmándome de apresurados consejos, de esos que sólo emanan de la intuición de las madres, anticipadoras de nuestros tropiezos, aunque de puro bestias, no les prestemos la mayor atención. Como tenía la mente ofuscada, nunca sabré si los capté en su totalidad. Partimos con mis hermanos mayores Luis y Franco de la estación San Blas en Valencia para un viaje de 7 horas recorriendo a la vertiginosa velocidad de 20 km por hora y a un coste de 48 bolívares, la vía de una extensión de 176 kilómetros, con 86 túneles y doscientos doce puentes hasta la estación Palo Grande en Caracas. Allí nos esperaría nuestro hermano Fidias Elías, estudiante de medicina. Entre la monotonía del trác-trác, trác-trác de la autovía de los Ferrocarriles de Venezuela y las sacudidas laterales producida por el rodar sobre la vía férrea, intenté recordarlas y grabarlas, ignorando la serena belleza de los valles de Aragua que se desplegaba ante mis ojos en toda su magnificencia y por donde alegre, la pitante autovía, con su invariable trác-trác, trác-trác y su contenido, se desplazaba. ¡Tal sería el susto que sentía…!

¨-Todos esos recuerdos se hacinaron ante mis ojos cuando surgiendo de improviso tras una gruesa columna, María y Pedro, me abordaron en un pasillo de mi Hospital. No serían los más brillantes de entre mis alumnos, pero debía reconocerles la sinceridad como su más grande virtud. Nada tímidos eran al expresar sus temores e insuficiencias, o al preguntar cualquier cosa, aun cuando pasaran por lerdos. Rara cualidad aquella, porque los hospitales son sitios dispuestos para el engaño: profesores y alumnos aparentamos saberlo todo, aunque íntimamente, ellos y nosotros reconocemos que nada de nada sabemos…

-«Doctor —me dijeron al unísono— nos graduaremos muy pronto y estamos en la inopia, sentimos miedo de enfrentarnos a los pacientes, todos los diagnósticos se nos confunden en la cabeza, y más recelo aún, sentimos al recetar. Como presente de graduación, ¡Díganos qué hacer!»,

-«¿Por qué no? «—les respondí— y así, como antes el día de la autovía, asumí el rol de madre tranquilizadora y les serené. -¨¡Ojalá que jamás se les quite! Yo he sufrido de ese síndrome por largos años y espero que nunca se me cure del todo… ¡La confusión es una fase esencial del aprendizaje!, así que no se avergüencen. Dejen en ustedes un lugar para el temor y la ignorancia y de esa forma, estarán a perpetuidad ocupados tratando de llenar ese enorme vacío y… ¡siempre estarán ocupados, aprendiendo y creciendo! «.

 -«Ante todo, comprendan que ser médico es un gran privilegio, es un regalo divino. ¡Nunca abusen de él! Como todo oficio, la medicina tiene también sus reglas. Sean intuitivos y ejerciten el sentido común para encontrarlas. Búsquenlas, apréndanlas, ejérzanlas con honestidad y celo y serán buenos médicos. Aunque conjuntadas al buen juicio natural de las gentes y consagradas por el tamiz del tiempo, las reglas, reglas al fin, pueden variar al son de las épocas. Pero mejor, vamos a organizarnos:

– ¨Un médico de mente ordenada y trato compasivo, ha de ser un mejor profesional. Hablemos primero del encuentro entre un médico y su paciente y del diálogo que estarán obligados a favorecer ¡Será una única herramienta de trabajo que perfeccionarán al máximo de sus aptitudes! No lo olviden, la entrevista es el inicio del tratamiento y decisoria de su éxito o fracaso. No la arruinen por prisa o ligereza. De ser posible, dispongan de un sitio aislado, tranquilo, privado e idóneo que propicie la comunicación. El hospital y la docencia atentan contra ello, pero hagamos del mal necesario un mal menor. Sean corteses. Pónganse de pie al recibir o despedir al paciente. Estrechen la mano del paciente privado, pero también la del enfermo de hospital que es quien más necesita de una mano comprometida. Ambas son personas como ustedes y deben merecerles el mayor respeto.

-¨Permanezcan sentados mientras le escuchan, mírenle a los ojos y háganle sentir que aceptan con agrado la queja que vienen a consultarles y que ella merece toda vuestra atención. No hay manera de determinar qué tiene un ser humano enfermo y consciente como no sea escuchándole y al hacerlo, no hagan más que eso, escucharle… «.

-«¡Obsérvenlo con los ojos del entendimiento! —como aconsejara San Pablo a los Efesios, 1:18— ¿Qué les dice su rostro, su voz, sus gestos, su manera de sentarse…? Si sus ojos inquietos, se mueven en todas direcciones, denunciarán que no les escucha; pero vuestra expresión y gestos son también libro abierto para él, así que no se escandalicen, muestren asombro, indiferencia o risa por lo que vean o escuchen. No son ustedes jueces, sólo recipiendarios solidarios de las quejas del cuitoso. Aprecien los cambios respiratorios cuando hablen con él: El ascenso y descenso de los hombros será una guía indirecta para inferirlos. Relaciónenlo con lo que habla o con lo que ustedes le hayan preguntado: ¡Emergerán entonces muchas verdades…!

-¨Devuélvanle preguntas claras y concretas, así que la queja quede clarificada en sus mentes. Repítanle lo que creen haber entendido hasta obtener su asentimiento. Integren entonces lo recogido para hacer un todo coherente, y así, puedan examinarle dirigiendo sus sentidos, intencionadamente, hacia el o los sitios donde la dolencia habló por boca del paciente: ese donde se aposenta la enfermedad. Luego, podrán tomar una decisión clínica, justa y razonada. La omnipotencia no es virtud de mortales, por ello, ¡sean humildes! La mayoría de sus pacientes ambulatorios mejorarán con o sin vuestra ayuda, pues buena parte de ellos están sanos pero asustados, así que no los llenen de drogas innecesarias: Sus palabras serán el bálsamo tranquilo que aminore sus penas o serán un revulsivo que le llevará a más pesar y dolor. Tal vez ellos vivirán muchos años con ustedes o a pesar de ustedes… ¿Qué rostro debemos enseñar a un enfermo grave? Oliver Wendell Holmes (1809-1894), autor, científico y poeta, el famoso médico escritor norteamericano respondería, «Este no deberá jamás poder leer su destino en la expresión facial del médico… «.

El tiempo y las obligaciones nos forzaron a interrumpir nuestra conversación. María y Pedro parecieron «copiar» mentalmente, todo cuanto les dije. Muy en serio siguieron mis palabras sin perder una… –«¿Y cómo podremos aprender a usar todo esto?»-me preguntaron ansiosos— «Aún no hemos terminado… Dense tiempo, nadie nació aprendido. En el camino de la vida profesional se enderezan las cargas si es vuestro deseo. La medicina es a la vez, satisfacción y dolor. ¡Ya aprenderán a contraponer y balancear el placer del deber cumplido contra el dolor nacido del yerro o de la impotencia!

  • Del arte de la medicina y sus reglas… A María y Pedro, mis alumnos del último año…

PARTE II.

 ¡Momentos hay en que uno desearía que le echaran una mano compasiva! La despedida del hospital y por ende de la Alma Mater, es para muchos un trauma. ¡Cuánta ignorancia la que se llevamos a cuesta! Por fortuna, existen buenos libros, revistas, la Internet y los pacientes, y hasta posgrados para emparejar el bajo perfil. Algo fuera de sitio debe estar en los programas de estudios médicos para que el flamante título de Médico Cirujano nos sirva casi tanto como… el de bachiller.

Había dejado inconclusa la larga charla que sostuve con mis alumnos María y Pedro, y su diarrea premonitoria de fin de carrera… Me habían pedido les comentara sobre algunas reglas básicas para el ejercicio de la medicina. ¡Nada que yo hubiera inventado, pues ya todo está escrito en alguna parte! Mis primeras recomendaciones estaban dedicadas a una parte muy importante del ejercicio: La entrevista, diálogo diagnóstico y terapéutico o encuentro de un médico y su paciente.

 -¨ ¡La herramienta prodigiosa del médico es la historia clínica! – les dije enfáticamente-, no hay otra…, pues no solo nos refiere el pasado y el presente del enfermo, su morfología y la peripecia biográfico-patológica (patografía) de su vida, sino que también nos enseña la repercusión en su soma y psique y en su intimidad humoral, esa revelada por el laboratorio. Es como realizar con detalle una novelita corta, eso sí bien contada, con su principio que son los antecedentes familiares y personales; su porción del medio que es su problema actual y su fin o epicrisis, es decir, la interpretación científica de sus síntomas y signos que se prolongarán al pronóstico o profecía. Pero recuerden, ya lo decía Hipócrates, ¡cuán difícil es el pronóstico…! porque por más pacientes que hayamos atendido, ese, nuestro paciente actual, es único como lo es su vida y no se parece a ninguno…¨.

 -«Muchachos —proseguí—, el respeto a la persona humana es pilar fundamental del ejercicio de la medicina, que parece condensarse en las conocidas máximas: Quiere al prójimo como a ti mismo y no hagas a los demás lo que no quisieras que te hicieran a ti. Las líneas de ensamblaje aumentan la productividad industrial, pero cuando son trasladadas al consultorio del médico transforman un acto sublime en un simple adefesio. Así, desconfíen del médico que atiende a varios pacientes a la misma vez. Ha perdido la brújula del buen juicio, degradando el oficio al nivel de impersonal rutina. Puede que rinda más su tiempo y gane más dinero, pero será escamoteándole el que le debe al otro, pues mucho tiempo necesitarán para escuchar con atención lo que el paciente diga; pero más importante aún, para aprender a escuchar, lo que él NO les diga… y ello es imposible en medio del arrebato y la prisa¨.

-¨Me avergüenza el decíroslo, los estudios médicos les han llenado de anatomía, bioquímica, fisiopatología, enfermedades médicas y quirúrgicas, estadísticas y técnicas, pero con ellos nada les hemos enseñado sobre la vida o las personas… Lo aprenderán por ustedes mismos o nunca lo aprenderán. Si dejan la soberbia de lado, sus enfermos les ayudarán: Aprendan algo de cada paciente que les visite y recompénsenlo por el donativo a su formación como hombres y como médicos, aliviando sus penas y cuidándoles con inteligencia y esmero.

De la condición humana, y por tanto de ustedes mismos, el ejercicio profesional puede ser ventana o espejo, pues a su través, podemos ser observadores de la comedia humana y mantenernos alejados de ella, pero también podremos apreciar que de ella, mero reflejo somos… Si así lo desearan, entre reflejo y reflejo, aprenderán a conocerse mejor ¡Será vuestra decisión el crecer en lo personal y en lo científico, o ser simplemente tecnólogos deshumanizados…! «.

-«Si le indican al paciente —directa o veladamente—que sólo quieren oír de síntomas, únicamente síntomas, él se los confiará; pero si son capaces de escucharles como seres humanos que son, se abrirá un amplio horizonte a vuestra sabiduría y crecimiento y surgirá la real causa… Habrá pacientes que les describan innumerables e inconexos síntomas. De ser ellos de seria significación, o estarían muertos o no hubieran podido caminar para verles. Estos desgraciados requerirán de una especial atención. Si encontraran todo en orden y nada fuera de los límites de la normalidad, nunca les digan: -«Usted no tiene nada…!», pues con ello les insultan y les degradan. Tampoco es una respuesta el decirles: «Todo está dentro de su cabeza…», bien podría ser que dentro de las suyas propias hubiera: ¡Todo lo contrario! Si la ansiedad o depresión para ustedes evidente —parientes pobres que son—, parecieran ser la causa de los síntomas, el deseo de decírselos volará raudo a vuestros labios. Refrenen su afán. Más que nunca, examínenlos con esmero, detenida y concienzudamente, desde la raíz de los cabellos hasta las uñas de los pies. De ser necesario, repítanlo nuevamente antes de tranquilizar sus temores y asegurarles que nada grave les amenaza: Hacerlo a destiempo es un fracaso anunciado… «.

-«Me preguntan qué hacer si un paciente les cae mal… No tiene  por qué gustarles todo nuevo paciente que vean. Algunos les caerán «gordos» de entrada. Si observaran que el rechazo es severo, puede ser que el paciente tenga un grave problema de personalidad; pero a la inversa, con más frecuencia es que están mirando, proyectado en él, a una parte de sus propias personalidades a la cual aborrecen o desprecian y por tanto no consideran como perteneciente a ustedes. Una vez más… ¡Qué tremenda oportunidad para conocer algo del lado oscuro de vuestros seres!, y es que con frecuencia los síntomas y las enfermedades son simples mamparas que esconden la causa real, aquello que el paciente no quiere mostrar ni desea que le traten. ¡Cuánto se parecen las enfermedades a los pecados capitales!, pero nunca oirán de boca de un paciente decirles que está enfermo de codicia, gula, envidia, lujuria o pereza… Otras palabras vendrán a reemplazar aquellas, despreciables y creadas para mirarlas en los otros semejantes… «.

-«La Medicina parece haber perdido su objetivo: ¡el hombre enfermo! La enfermedad es una abstracción que hemos inventado los médicos para evitar la angustia. Sólo el paciente es certitud: ¡Mírenlo a él y a su través, a la enfermedad que han de tratar!

Escribió Thomas Sydenham (1624-1689) fundador de la medicina clínica y la epidemiología, que las enfermedades agudas tienen su causa en Dios y las crónicas en el paciente mismo. Quería decir, entre otras cosas, que la aparición de aquellas se haya más sujeta al azar, y que éstas dependen más directa y comprensiblemente del género de vida que el paciente haya querido llevar.  Es así como la enfermedad crónica, por ejemplo, es una buena ocasión para aprender sobre el comportamiento humano: los pacientes les exigirán pronta salud, pero en general, no serán sinceros: no les dirán qué hicieron para favorecer la enfermedad, ni qué dejaron de hacer para evitarla… Verán con claridad cómo eludieron tal si fuera un mal, hacer lo que les convenía, y cómo procuraron con vehemencia, lo que redundaría en su daño: la obesidad, el tabaquismo, el consumo exagerado de licor, medicamentos y drogas prohibidas y la falta de ejercicio, son unos pocos ejemplos. Miren a vuestro alrededor y asombrados podrán constatar que vuestros colegas, sufren ellos mismos de similares males: ¡Están más confundidos que sus propios pacientes…!

¡Qué gratificación la que se obtiene cuando a otros, en simples palabras, mostramos aquello que nos ha dolido entender, aprender y practicar! Humanos al fin muchas veces hemos pecado por ignorancia e inobservancia de preceptos inmanentes al altruismo fundido a nuestra ocupación.

María y Pedro, a no dudarlo, serían buenos depositarios de estas reglas y enaltecerían el oficio con su comportamiento en la vida, ¡Sangre nueva a quienes dar desplegadas la bandera de la nobleza…!

  • Del arte de la medicina y sus reglas… A María y Pedro, mis alumnos del último año…

PARTE III.

 

Decía Cicerón (106-43 a.C.), “¿Qué otro regalo más grande y mejor se le puede ofrecer a la República que la educación de nuestros jóvenes?, a lo que podría agregarse que la educación debe ser dada con generosidad y a tiempo completo, incluyendo no solamente, los tecnicismos de la profesión.

Dialogaba con mis alumnos María y Pedro sobre algunas importantes reglas del ejercicio de la medicina y primariamente, nos habíamos detenido en la comunicación entre un médico y su paciente…

-«Buena parte de las profesiones —les decía—, superan a la medicina en exactitud. La nuestra, es ciencia muy imperfecta, porque el objeto de nuestros estudios y desvelos es el hombre enfermo. Los pacientes, ya verán ustedes si así lo quieren, no son una simple y monótona sucesión de síntomas, signos y enfermedades. Cuando el médico así piensa, y en consecuencia actúa, más temprano que tarde alcanzará el tædium vitae o aburrimiento profesional, en el que todo se parece a todo, surgiendo la ilusión de que ya todo ha sido visto… ¡Tamaña confusión! En la Naturaleza, no se dan dos granos de arena similares; dos flores de una misma planta nunca son idénticas; ni siquiera la mitad derecha de nuestro cuerpo es copia fiel, imagen en espejo, de su homónima izquierda, entonces, ¿cómo puede el médico hacer comprender al vulgo la complejidad de su oficio? Ya lo verán, aquellos les atribuirán omnisciencia y por ende omnipotencia, y hasta en ocasiones les llamarán sabios, exigiendo de ustedes lo imposible, aquello que no depende de vosotros. Los impulsarán pues, a simular. Por ello, hagan caso omiso a las lisonjas de las gentes, no se envanezcan con ellas y otórguenles un lugar donde no puedan hacerles daño… «.

-«¡Arte difícil que es la medicina! Ningún órgano existe en secreto de los demás. Ni uno sólo se encuentra aislado. Todos influyen en los demás y son influidos por todos. En su angustia de no poder con tanta ignorancia, el médico ha creado sectores ficticios en un todo indivisible. Por ello, ser especialista de un rinconcito del cuerpo en prescindencia del resto, habla de su tremenda necedad, de una severa miopía cuando ve el árbol haciendo abstracción del bosque al cual pertenece. Pero, no todos son inconvenientes en la superespecialización. Aprender mucho de un área pequeña, les enseñará a tener respeto por el conocimiento científico. Dedicados toda la vida a esa pequeña parcela, observarán que nunca llegan a dominar el conocimiento allí acumulado. Así, palparán cuán laberíntico es el ser humano cuando pretendan ¿»dominar»? esa pequeña sección, ¡siempre habrá un paciente esperando sentado allí mismo, cerca de ustedes, para demostrarles que no saben de lo que creen que saben…! Aspirar a la perfectibilidad en medicina, es tan utópico como alcanzar lo divino, pero, aunque nunca puedan lograrlo, búsquenlo con decisión, pasión y a vida entera…».

-«Aprendan a reconocer tantas enfermedades como puedan pues aquellas que desconozcan, estarán ausentes de su raciocinio al momento del diagnóstico diferencial. Transitarán a sus anchas ante vuestros ojos como miasma invisible. Un buen médico será aquel que sabe, lo que no sabe. Cada vez que tengan un encuentro con lo oscuro, con un síntoma o enfermedad desconocidos, lean sobre ello en un libro básico de medicina o en la Internet, y acostúmbrense a hacer eso por el resto de sus vidas. Así, nunca dejarán morir a un paciente con una rara enfermedad que sea tratable. Pero ¡cuidado! no olviden que las manifestaciones raras de las enfermedades comunes, son más comunes, que las manifestaciones comunes de las enfermedades raras. Escojan un libro básico de medicina. Elijan igualmente una publicación periódica de reconocida talla científica. Adquieran cada nueva edición del primero tan pronto sea publicada y háganlo por el resto de sus prácticas. Lean la revista en cuanto llegue a sus manos. Si no dispusieran del tiempo, al menos lean los resúmenes… Hay revistas y artículos que pueden ser descargados a sus teléfonos celulares, aprovechen las ventajas de la técnica».

-«Sus vidas personales son sagradas y deben quedar al resguardo de su ejercicio. Si se sintieran compelidos a intimar con sus pacientes, es tal vez porque necesitan de nuevos amigos, un replanteamiento de sus matrimonios, o quizá, un consejo psicoterapéutico¨.

-¨En la relación médico-paciente, serán ustedes la parte más poderosa. Prevalidos de tal poder, no lo utilicen nunca para seducir a sus pacientes y mucho menos para satisfacer en ellos sus deseos sexuales. Producirían un daño irreparable. A la inversa, guárdense del paciente seductor y aprendan a manejar la situación en forma directa. Si no logran un cambio de comportamiento, refieran el paciente a otro médico…».

«Sean cautelosos con los enfermos que sonríen al describir su dolor, al hablar de graves síntomas, de desgracias personales, o cuando se refieran a los errores cometidos por médicos que les vieron antes. No acrecienten su saña. Mañana mismo, podrían ustedes estar ocupando el lugar de sus colegas injuriados. Sea lo que sea que el paciente les exprese cómodamente, es muy probable que no sea el motivo fundamental de su visita. Sean prudentes y esperen hasta que las circunstancias se conjuguen. Si son honestos recipiendarios de sus secretos, algún día, aflorará la verdad, y el desdichado se verá aliviado de su pesado fardo. No dejen de un lado lo que el famoso neurocirujano inglés Wilfred Trotter (1872-1939), repetía a sus alumnos: «La enfermedad a menudo revela sus secretos en un paréntesis casual»: El oído alerta, no desdeñará la ocasión ni desatenderá el mensaje…

-«¡Todos los pacientes —académicos y analfabetas—, creen en magia! Casi todos lo negarán, pero magia esperarán de ustedes. Por fortuna para ellos, la magia no requiere de medicinas peligrosas ni cirugías radicales, y todos, nos guste o no, efectivamente llevamos un mago por dentro: ¡Descúbranlo y aprendan cómo usarlo sabiamente cuando sea necesario y siempre anteponiendo el mejor interés del necesitado!»

«Detrás de cada hombre que vaya a visitarles, siempre existirá una mujer que lo presiona. Traten de escuchar la versión de aquella. Será generalmente la correcta y no rara vez, muy distante de la que el otro expresó…. Recuerden que la mujer es madre y tiene un sexto sentido para ver e intuir aquello que los hombres no vemos… » .

La lista de consejos era larga, y el tiempo como el agua, se escapaba de entre nuestros dedos. Teníamos necesariamente que detenernos allí…, y así lo hicimos. La medicina es todavía una profesión desbordante de ignorancia. Aún nos queda mucho por esclarecer y aprender; sin embargo, la realidad incambiable es la necesidad del paciente de ser comprendido y aliviado.

¡Mientras arribamos a tiempos de mayor sabiduría, respetemos al paciente y enaltezcamos el oficio!

  • Del arte de la medicina y sus reglas… A María y Pedro, mis alumnos del último año…

PARTE IV.

¨¡ Bien sé de la imposibilidad de simplificar las bases que sustentan el ejercicio de la medicina a escuetas reglas, pero ustedes me han pedido ayuda y eso creo darles!¨ decía a mis alumnos María y Pedro una brillante mañana de diciembre, en esos meses postreros de la carrera donde como estudiantes, en vano no quisiéramos cortar del cordón que nos ata al claustro, que bien recuerda al útero materno, donde obtuvimos nutrición y seguridad y del que no queríamos salir, por similitud con los lazos que nos fusionan al hospital y al conjunto de nuestros profesores.

Ellos me pedían detalles y más detalles que les ayudaran a sobrevivir por sí solos a su partida del hospital-madre, del tibio nido donde balbucearon las primeras palabras de la jerigonza médica –que alcanzarían cerca de cuatro mil nuevos vocablos al finalizar los primeros 6 años de formación médica-, y de donde, de nuestras manos asidas, dieron sus primeros peninos al través de cuerpos y almas aporreadas por la saña de la enfermedad… Esta crisis como otras grandes transiciones existenciales de la vida, de común ignoradas por muchos, eran vividas por María y Pedro con gran intensidad y dolor…

Nuestra herramienta de trabajo es la historia clínica y necesita tiempo para aprender a usarla, manténgala aceitada y pulimentada, así que sirva a los intereses del paciente…¨

Y hablando de dolor muchachos, ese que debéis aprender a aliviar, hay tanto que quisiera decirles… Del profundo ambarino de mis recuerdos, vuela a mi presencia aquella noche aciaga, cuando cursando quinto año de medicina era interno permanente de la Cruz Roja Venezolana. Quizá purgaba yo alguna culpa con mi primera vigilia en una sala de partos –o por burla del destino, ¿lo purgaban aquellas pobres parturientas? – ¡nada que fuera más extraño y alejado a mis inclinaciones prematuras hacia la clínica!-. Soledoso con mi incompetencia, mi inconsistencia y mi ignorancia, me encontraba frente a las piernas abiertas de una corpulenta mulata que se quejaba con desgarradores gritos precisamente cuando el feto ya casi coronaba. En mi tribulación, apenas acerté a decirle que no gritara de esa forma, que ¨eso no podía doler tanto¨.

Como por encanto, la mulata hizo un alto en su alboroto. Con gran disgusto reflejado en su cara y mirándome fijamente a los ojos, me espetó la siguiente perla: -¨ ¡Cómo se ve bachiller que usted nunca ha cagado una patilla…!¨. Aprendí entonces a respetar el dolor que no nos duele: ¡el dolor del semejante!, ese para el cual no existe un método externo que mida su presencia, su ausencia o su intensidad… La mitigación del dolor, sea físico o moral, es parte del compromiso adquirido por el médico con su paciente, y por tanto, no somos quienes para exigirle que refrene sus lamentos. Sólo aliviémosle o acompañémosle y sepamos qué hacer para aliviarle, reservando los opiáceos  -la morfina y sus derivados- para aquellos casos agudos donde estemos seguros que no modificaremos el curso evolutivo de un cuadro clínico hasta entonces no clarificado.

-El dolor de ¨otros¨ en ocasiones incomoda al médico, al punto de casi que ¨castigar¨ al paciente adolorido, especialmente cuando es un alcohólico, una prostituta o un malandro: no se molesten si ellos no se mejoran con lo que ustedes les suministren, no se enojen por el estilo de vida que hayan escogido, nunca se enfaden con sus pacientes y si ello ocurriera a menudo, ¡busquen ayuda para ustedes mismos! A los pacientes les asiste del derecho a llorar, discutir, reír y aún enfadarse. Es nuestro deber comprender y aceptar ese derecho…

 -¨Algunos pacientes serán rápidos y seguros al emitir sus planteamientos; otros por lo contrario, serán torpes e inexactos al describir sus quejas. Ajusten el palpitar de sus cerebros al ritmo que ellos le impongan. Solo así, sintonizarán la onda de cada cual y su trabajo será más efectivo. Si fuera cierto que existen pacientes ¨interesantes¨, sería a costa de aquellos que no alcanzan a serlo. Adquieran la sabiduría para aprender a reconocer la fascinación que se oculta en cada uno. Escuchen y piensen, escuchen bien y piensen bien pero no hagan las dos cosas a la misma vez. De esa forma tratarán la enfermedad que el paciente tiene y no, la que ustedes quieren que tenga…¨.

-¨Al pie de la estatua del padre Vargas percibíamos la influencia de aquel grande hombre. Medicina y compasión son indisolubles. Eviten hacer predicciones –aun cuando sean requeridos- sobre cuánto un paciente ha de sobrevivir. Nunca, pero nunca le digan a un enfermo grave cuántos días o meses le restan de vida. A más de ser una respuesta divina, el médico nunca debe ser instrumento de más dolor. Destruir la esperanza es pecar de crueldad. De la consulta médica el paciente debe llevarse enseñanzas: Enseñen a sus pacientes a sentir bien, nunca a estar más enfermos. Utilicen con sapiencia el inmenso poder sanador de sus palabras para influir beneficiosamente en ellos¨.

-¨Si al completar la historia clínica ignoran que le sucede al paciente, tomen una segunda historia. Si todavía no lo supieran, háganle una tercera. Si al término de la misma no han logrado un diagnóstico, tal vez nunca lo logren. Por cada paciente sin diagnóstico, seguro que existe otro médico que sí pueda arribar a él. Busquen a ese médico hasta encontrarlo¨.

-¨Los síntomas físicos de una enfermedad médica mejoran o empeoran con el tiempo. Los síntomas de origen psicogénico, no varían mucho con el paso del tiempo; por ello, propicien el silencio. El silencio es el mayor potenciador de la ansiedad. Déjenlo correr, que el paciente lo romperá y entonces les dirá algo de veras importante¨.

-¨Exprésenle al dolido que la enfermedad es algo tan privado como lo que ocurre en la alcoba matrimonial. Lo que allí suceda es tan solo del interés de esa pareja. Su divulgación daría pie a los más atroces comentarios. A aquellos pacientes con diagnóstico de seria enfermedad anticípenles lo que habrá de ocurrirles cuando ¨sus amigos¨ sean enterados: les harán saber de espeluznantes historias de personas que ¨ellos conocen¨ y sufren de ¨la misma enfermedad¨, han sido operados de ¨lo mismo¨, o han recibido ¨la misma¨ droga que ellos han de recibir. ¨Sus conocidos¨ tendrán la peor evolución, complicaciones o reacciones adversas. Adviértanles de vuestra  disposición a discutir, franca y honestamente, sin regatear su tiempo o esfuerzo, cualquier aspecto relacionado con la enfermedad o su tratamiento¨.

-¨Y una vez culminada la entrevista, cuando se dispongan a despedirse de su paciente, no importando cuan dura haya sido la realidad discutida, no permitan que abandone su consultorio sin llevarse una sonrisa en sus labios… Tal significará, que efectivamente han cumplido con su misión, que les han brindado un consuelo o una esperanza…¨.

-¨Asentó el eminente médico español, don Pedro Laín Entralgo (1908-2001) que la enfermedad es un modo anómalo de vivir percibida por el paciente como aflicción, como amenaza, como soledad y como refugio… Con predominio mayor de uno u otro de sus cuatro principales momentos constitutivos, el complejo sentimiento de la enfermedad los engloba siempre, y así lo descubriremos en cada paciente mediante un análisis suficientemente fino, minucioso y perceptivo de su psicología…¨

Cabos sueltos muchos habían quedado por hablar sobre la entrevista… pero el resto debía ser buscado por ellos a lo largo de su práctica y de sus lecturas: Les había regalado un pescado y enseñado la técnica de cómo pescar; ¡Ahora era su turno!

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PARTE V.

Largas horas habíamos agotado discutiendo con María y Pedro, algunas reglas relativas a la entrevista médico-paciente. Nos tocaba ahora referirnos al examen del paciente, a la exploración física, a ese gran continente de información aparente u oculta tras la opacidad de la piel, para traer al exterior el morbo oculto que puede ser tan fructífero como haya sido el tiempo que hayamos dedicado a su aprendizaje y pulimentación crítica.

-¨ Ante todo, acuéstate tú mismo en el lecho de miserias del enfermo, asume su lugar, calza sus zapatos, siente su malestar y ejerce la empatía; trátalo como quisieras tú ser tratado de haber sido emponzoñado por el morbo de la enfermedad.  Antes de examinar a un paciente calienten sus manos por frotamiento, entibien sus estetoscopios y asegúrense de que también esté tibio… el espéculo vaginal. Más inapreciable aún, llenen de calidad y respeto su actitud y sus maneras, y exageren al máximo su sensibilidad y tolerancia. Un buen semiólogo sabrá como arrancar a la enfermedad sus secretos, y el diálogo anamnésico, el diálogo diagnóstico médico-paciente, ha de ser el guiador que planifique la estrategia de ese examen que si bien ha de ser integral, debe ser igualmente más detenido y profundo en el área o áreas bajo sospecha. Nunca suplanten de buenas a primeras el examen clínico por alguna exploración complementaria a menos que exista una razón sólida para hacerlo¨.

-¨¡Recuerden muchachos, no somos tecnólogos, somos médicos! Es derecho inalienable de todo paciente, el que se le haga un examen clínico completo. Jamás lo realicen con festinación. Si estuvieran apurados, entonces ejecútenlo más lentamente, y por nada, den la impresión de celeridad o ligereza, ¡lo destruirían todo…!¨.

-¨Recoger o identificar un signo clínico es ejecutar una destreza aprendida y apenas constituye el comienzo de una historia. Más importante, un buen clínico entiende el valor predictivo de un signo, la base de la evidencia y su rol en la evaluación diagnóstica. La presencia o ausencia de un signo clínico nos ofrece un punto de inflexión, permitiéndonos refinar la posibilidad de la existencia de la enfermedad bajo sospecha así como el diagnóstico diferencial o estratificación del riesgo¨.

-¨Como tantos otros médicos de épocas pretéritas, nos preocupa el reciente distanciamiento entre el médico y su paciente, y la tendencia a sustituir el examen clínico por exploraciones complementarias no siempre ponderadas o bien enrumbadas. Para Lewis Thomas (1913-1992), médico y ensayista: «Los médicos de hoy con sus aparatos prodigiosos y sus diagnósticos computarizados, están perdiendo unas de las artes médicas fundamentales: la palpación, el tacto con las manos perceptivas. Es este, a mi entender –prosigue-, el acto más antiguo y eficaz del médico: la palpación directa. A muchos les disgusta ser tocados por otras manos, no así a los enfermos. Ellos necesitan ser tocados pues buena parte de la angustia de todo paciente procede de la falta de contacto humano… La más antigua pericia del clínico, es la de recorrer con sus manos el cuerpo del enfermo…».

En lo más profundo del inconsciente, grabados a hierro y fuego, están las caricias y tocamientos de nuestras madres cuando apenas despertábamos a la vida. Ello significó para nosotros entonces, refugio, amor, seguridad y protección. Despertemos pues en nuestros pacientes esas sensaciones atávicas sanadoras que nunca podrían ser evocadas por una máquina de última generación. Por ello jóvenes, toquen a sus pacientes, tóquenlos con suavidad, amor y sabiduría, exacerben la sensibilidad de las yemas de sus dedos y de sus circuitos neuronales así que puedan percibir el palpitar de la enfermedad y trasmitir humana solidaridad. Toquen a sus enfermos, particularmente a los ancianos, aunque no sea más que para darles un apretón de manos o tomarles el pulso. Nunca dejen de palpar el área dolorosa que el paciente les señale, asienten sus manos sobre el sitio en cuestión. Y si luego de un metódico tocamiento nada encontraran fuera de lugar, recuerden que la ausencia de pruebas, no es prueba de ausencia…¨.

-¨Hay pacientes difíciles de examinar; hay médicos que dificultan el examen por falta de tacto, habilidad o perceptibilidad. Créanlo o no, ambos son sujetos de una misma especie. La exploración abdominal requiere de gran experiencia: dedíquenle tiempo y esmero. Aprendan la proyección externa de los órganos que contiene, teniendo en mente también, las frecuentes modificaciones fisiológicas de este esquema¨.

-¨El hígado del paciente obeso puede ser un enigma… ¿Será entonces necesario recurrir a un ecosonograma? Intenten primero la siguiente técnica: Apoyen su estetoscopio sobre la región hepática. Rasquen suavemente la piel con la uña o una llave procediendo desde el cuadrante inferior derecho del abdomen hacia el reborde costal. Cuando el rascado trasponga el límite inferior del hígado, lo oirán en forma nítida y clara¨.

-¨La palpación debe ser suave y productiva, comenzando superficialmente, y luego de constatar que no hacen daño o de percibir alguna víscera agrandada, proseguir con la palpación profunda. En presencia de dolor abdominal agudo, inicien con una suave palpación por el área opuesta a la zona dolorosa. Será una manera de ganar la confianza del paciente e invitarle a relajarse. Si el paciente asiera vuestras manos y las llevara hacia el área dolorosa, muy probablemente no se tratará de una inflamación aguda… El bazo discretamente aumentado de tamaño, es más fácilmente palpable superficialmente en el paciente echado boca arriba. Introducir las manos profundamente puede hacerlo imperceptible¨.

-¨El estetoscopio[1] es un instrumento prodigioso. Aprendan a emplearlo hábilmente en las áreas clásicas, pero igualmente, en aquellas otras zonas inusuales: el cráneo y órbitas –abra la boca del paciente y oirá mejor-, cuello, abdomen, fosas lumbares y grandes trayectos arteriales de las extremidades: un buen día serán recompensados con el hallazgo. Reconozcan los soplos de las estenosis aórtica y mitral, ambos pueden ser obviados con facilidad y se trata de enfermedades corregibles. El soplo localizado de la estenosis mitral puede quedar restringido a una pequeña área de dos centímetros. Búsquenlo detenidamente…¨.

-¨Nunca examinen a un paciente del sexo opuesto sin la presencia de una enfermera, mayormente si se trata de una adolescente durante la exploración de las mamas o en un tacto ginecológico. La observancia de este principio puede ahorrarles serios malentendidos y embrollos¨.

-¨Los signos clínicos están ausentes o presente, nunca son positivos o negativos. Al escribir la historia evite escribir ¨SLA¨sin lesión aparente-, u otras siglas en la impresión diagnóstica-[2]. Las palabras negativo o normal reflejan pereza mental, o a lo peor, falta de examen. Describan cuanto oigan, vean, olfateen o perciban y aquellos elementos negativos que sean procedentes asentar…¨

-¨ ¡No hay sustituto para la observación directa! La medicina es una ciencia observacional. La observación es el método más antiguo, más económico y fino de diagnóstico. Escuchen lo que puedan oír, palpen lo que sea palpable, olfateen lo que puedan olfatear, degusten lo que puedan degustar… ¡Ya habrá tiempo para exploraciones bien razonadas! No utilicen los exámenes complementarios como una escopeta, antes bien, empleen un rifle: ¡Un solo tiro y en el blanco!¨.

-¨Nunca empleen esa monstruosidad que en otras latitudes llaman ¨medicina defensiva¨, aquella capaz de ordenar a un pobre enfermo decenas de exploraciones innecesarias solamente para defenderse de una posible demanda médica. Esa forma de hacer ¨medicina¨, donde el paciente siempre es visto como un probable enemigo –que en ocasiones el sistema ha creado-, deberá cambiar pues a más de ser muy costosa, es ineficiente, iatrogénetica e inhumana¨.

Hago votos también porque haya tiempo para continuar nuestra conversación, ¡les espero…!

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PARTE VI.

-¨Doctor, por todo cuanto nos ha dicho pareciera que usted está en desacuerdo con la tecnología…¨ – me reprocharon mis alumnos María y Pedro ya para finalizar su carrera médica y luego de que les insistiéramos en la conveniencia de hacer a sus pacientes una anamnesis y examen clínico depurado pues con ello podíamos tener el diagnóstico hasta en un 80% de los casos-.

-¨ ¡Me juzgan mal, están ustedes en un error –les respondí enfáticamente-, bienvenida y bendita sea la tecnología! Pero mis reservas no tienen nada que ver con la tecnología en sí misma sino con la forma como los médicos nos hemos relacionado con ella. El facultativo parece haber abdicado su juicio clínico y responsabilidad profesional ante los dictados de una máquina. ¿Conocen acerca de la experiencia de quien hizo la exploración? ¿Enviaron una requisitoria con su sospecha clínica? ¿La leyó él por casualidad? ¿se limitaron ustedes a leer el informe sin ver el estudio? Sufrimos de un síndrome de desconfianza en los recursos de nuestros propios cerebros a los cuales hemos descalificado como despreciables antiguallas…[3]¨.

-¨La madre clínica a la que tanto esfuerzo y estudio dedicamos durante nuestros años estudiantiles, el forjamiento de un razonamiento clínico, ha quedado relegada a un lugar subalterno. Y así, nos vemos empleando tontamente, complejas y costosas exploraciones para obtener respuestas que ya conocemos o podríamos conocer por medios más sencillos y económicos¨.

-¨La acografía, la tomografía computarizada, la resonancia magnética y el PET-scan entre otros han revolucionado nuestra habilidad diagnóstica extrayendo del cerebro, corazón, vías biliares, riñones o páncreas –sólo por mencionar algunos-, imágenes anatómicas o patológicas de increíble fidelidad que difícilmente podríamos haber imaginado tan solo unos pocos años atrás. No obstante, algunos médicos nos sentimos intranquilos porque percibimos que algo está fuera de lugar: cosa de todos los días se ha vuelto atender pacientes portando abultados sobres contentivos de pruebas de laboratorio, imágenes diversas, radiografías, discos compactos y aún, de exámenes más complejos, pero que transitan sin diagnóstico y que muy bien pudieron ser obviados si el médico hubiera dedicado algo de su tiempo e intelecto para tratar de contestarse las simples interrogantes que el paciente le planteó. Todavía más, muchas veces la respuesta estaba en el estudio y como no se supo dónde buscar, se pasó por alto un hallazgo muy significativo pero oculto¨.

-¨Para forjar eso que se llama acumen, se necesita estudio, silencio, trabajo e introspección; por lo contrario, para ordenar una exploración tan solo basta garabatear frases en un papel. Por efecto de la presencia en la comunidad de una nueva máquina, surge la necesidad ingente –tantas veces no razonada- de recurrir a ella aunque la indicación para su empleo sea dudosa o no exista, o tal vez para estar ¨á la mode¨. Por tanto, uno de los más grandes desafíos que confrontarán ustedes, futuros médicos modernos, será saber emplear con sabiduría y justeza la información que las máquinas proporcionen tomando en cuenta las manifestaciones clínicas del paciente, las indicaciones, contraindicaciones, limitaciones, inconvenientes y costes, y o no menos importante, el dolor que directa o indirectamente son capaces de generar. Los artefactos que ellas producen y no por rareza, un hallazgo insospechado pero irrelevante al problema (¨fascinoma¨[4] o ¨incidentaloma¨[5]), pueden tener tanta fuerza como para apartarlos de la vía lógica de pensamiento…¨.

-¨Recuerden jóvenes, el mal uso de la técnica va asida de la mano con el silencio… Es la acción suplantando al diálogo, a la indispensable comunicación médico-paciente, pues, ¿para qué hablarle y tocarle si ¨todo¨ será resuelto por la máquina omnipotente? ¡Qué tremenda confusión de médicos y pacientes! Nosotros, sin consideración ni concierto, ordenamos exámenes de toda laya; ellos en su ingenuidad, satisfechos de pasar sus cuerpos al través de numerosos instrumentos que en ausencia de una historia clínica y un cerebro lúcido, entrenado e integrador, serán capaces o incapaces de obtener la información útil y conducir al tratamiento adecuado. Es pues axiomático que, ¡somos los médicos quienes hacemos los diagnósticos, no los procedimientos complementarios…!, estos como su nombre bien lo advierte, ¨complementan¨ el razonamiento clínico, no lo sustituyen…¨.

-¨Parece fácil en sus palabras, pero, ¿cómo podemos ser justos? – Con un dejo de inquietud asomado a sus rostros preguntaron mis alumnos- Empleen el sentido común y no serán defraudados. Al atender a un paciente no pierdan de vista el procurarse un juicio clínico ajustado, prudente y compasivo, que les facilite la escogencia de sus aliados, los exámenes complementarios. Si tan solo por un momento pueden ponerse en el lugar del paciente, o imaginan en su posición a un miembro de su familia –cosa no siempre fácil de hacer-, arribarán a un criterio más exacto cuánto puede ser suficiente y cuánto es mucho…¨.

-¨Apliquen la Ley de la Madre –o de la esposa, o del hijo, o de ustedes mismos- no haciendo a sus enfermos, aquello que no querrían para un ser querido ni para ustedes… A los médicos nos preocupa mucho que «se nos pase algo por alto», básicamente por el temor a ser juzgados y castigados por nuestros propios colegas o exponernos a un juicio por mala práctica profesional… No por ello salgan en la búsqueda de El Dorado, de enfermedades que sólo existen en sus fantasías, que no sean sugeridas por el diálogo, el examen físico o las circunstancias del caso. Como antes les dije, ¡usen los procedimientos complementarios como un rifle, nunca como una ametralladora, un tiro a la vez, y tan preciso como puedan¨.

-¨No me cansaré de repetirles, examinen a sus pacientes con lo mejor de vuestras habilidades, pues a menudo, ello es suficiente para el diagnóstico, tiempo habrá para los complementarios: Observen al paciente caminar, miren la expresión de su rostro, será espejo de su condición general, psicológica y neurológica. El ansioso de manos sudorosas pero gélidas o el hipertiroideo de manos sudorosas y calientes se diagnosticarán a sí mismos durante el apretón de manos introductorio. Observen cómo se sienta: relajado o en el borde de la silla y sobre su escritorio indicativo de ansiedad y tensión.

El examen del fondo ocular es un venero de información y de sorpresas. Es la endoscopia más sencilla. Háganse proficientes en el empleo del oftalmoscopio[6]. Nunca dejen salir de su consultorio a un paciente con dolor de cabeza o con hipertensión arterial sin haberle observado el fondo.

-¨Aprendan a realizar un examen neurológico profundo y detallado…; pesen a sus pacientes en cada visita: el peso corporal es un buen sensor de salud; pérdida o ganancia de peso en diez días, es debido a retención de líquidos… Asuman que un paciente inconsciente o anestesiado puede oír, comprender y recordar todo cuanto ustedes digan: ¡moderen su vocabulario! No olviden nunca leer el nombre del paciente en cada examen complementario que les traiga: a veces pertenecerán a otro. Desconfíen de las pruebas de laboratorio particularmente cuando no hagan buena sintonía con las manifestaciones clínicas del enfermo. De vez en cuando remitan al laboratorio agua teñida de amarillo con colorante artificial para alimentos. Rotúlenla ¨orina¨, esperen el resultado y hagan saber al laboratorio que harán eso de tiempo en tiempo. Por último, no sean vehículos de microorganismos, laven sus manos al término del examen físico de cada paciente y asegúrense de que los esté viendo…¨.

Terminamos esta sesión advirtiendo a nuestros alumnos María y Pedro, que lo que es bueno para nuestros enfermos debe a su vez, ser bueno para nosotros mismos y que la confianza se construye mediante el respeto y el deseo de ayudar, aun cuando la empresa sobrepase nuestras fuerzas…

  • Del arte de la medicina y sus reglas… A María y Pedro, mis alumnos del último año…

PARTE VII.

-¨En efecto muchachos, corresponde hoy hablar sobre un tema muy complejo e importante, de algunas reglas concernientes a la culminación del acto médico como es la prescripción del tratamiento al quejoso¨.

-¨Este momento se presta para introducirlos a la iatrogénesis con el significado del mal que el médico produce o puede producir en su condición de tal mediante la palabra –iatrolalia-, o la acción –uso inadecuado o excesivo de drogas en situaciones innecesarias-; por ejemplo, deben saber que pueden debilitar los mecanismos defensivos genéricos de la especie humana mantenidos y estimulados por pequeñas infecciones que no deben ser combatidas y que antes no lo eran. El médico y su falta de cultura biológica ha olvidado hasta el último grado del olvido que las bacterias son seres vivos adaptables a todas las formas de lucha, que hacen caso omiso al aforismo pasteuriano ¨el germen no es nada, el terreno es todo¨ y mediante la indicación abusada de antibióticos ha corrompido profundamente la actitud de la comunidad ante la enfermedad. ¡Enseñen a sus pacientes a estar sanos, no a estar enfermos…!¨.

-¨El psicoanalista Michael Balint de la Clínica Tavistock en Londres bien lo dijo, así que ¡administren bien la droga que son y aprendan la ¨farmacología¨ de ser un buen médico: conozcan su propia toxicidad, sus efectos adversos y colaterales, y potencien su capacidad benéfica…! Su actitud y sus palabras, si bien pueden producir inmenso beneficio al enfermo, no es menos cierto que también inducirán malestar y mortificación dependiendo que se administren en dosis exageradas o insuficientes, a intervalos apropiados o inapropiados y estén indicadas o contraindicadas…¨.

Así que aun cuando no hayan recetado ¨nada¨ a su paciente, recuerden que al salir, de sus manos llevará dentro de sí, esa potente medicina que son ustedes. No estarán obligados a seguir los dictados de la propaganda de la industria farmacéutica, es decir, a suministrar un medicamento para cada síntoma y a cada paciente que atiendan: ya habrá tiempo para la acción, pues lo hay para la inacción también…¨

-¨Ya afirmaba Hipócrates (460-377), nuestro padre:

Y efectivamente, no debe haber una droga para complacer los caprichos de cada paciente pues muchos síntomas desaparecen así  como vinieron… Empleen pues con buen juicio la ¨tintura de tiempo¨, que con frecuencia suele ser la mejor medicina…¨.

-¨Dividamos estas simples reglas en generales y particulares a cuatro categorías de pacientes, (1). Nuevos pacientes;  (2). Enfermos que vienen siendo tratados por otros colegas; (3). Pacientes ancianos; y (4). El médico, como su propio médico…¨.

-¨Comencemos por las reglas generales: Ninguna droga es específica para un determinado órgano: todas influencian esa unidad indivisible que es el cuerpo humano. Se asegura que Esculapio, Dios de la Medicina, consumía parte de su tiempo en mantener separadas a sus dos belicosas hijas. La una, Hygeia, diosa de la Prevención, y Panacea, Diosa de la Curación. Siempre y en su momento, apliquen los dictados de la una o de la otra según convenga… Todo medicamento produce un efecto placebo. Ejercítense en diferenciarlo de su efecto farmacológico, y en su mente, mantengan separadas ambas acciones¨.

-¨ Empleen en su práctica el menor número de drogas posibles; no tienen por qué conocerlas todas; eso sí, asegúrense de dominar en detalle aquellas que prescriban: aspecto del comprimido o cápsula, dosis, indicaciones, contraindicaciones, efectos colaterales, toxicidad e interacciones; si no alivian –particularmente en pacientes con enfermedad crónica-, suspéndanlas; si benefician, manténganlas el tiempo necesario. Con excepciones, no hay medicinas para tomar ¨de por vida¨: cuidado con los prazoles, inhibidores de la bomba de protones del estómago, y de las benzodiacepinas, ansiolíticas, ambas conectadas con trastornos cognitivos y de memoria.  No escriban esas insensibles recetas con 8 o 9 fármacos, hablará de su poca sensibilidad y conocimiento y de su propensión al abuso¨.

-¨Recuerden que la tercera causa de muerte en los Estados Unidos de América son los doctores y sus tratamientos y que fallecen 15 mil personas al mes…, todo ello relacionado con las drogas y los procedimientos terapéuticos…¨.

-¨Tengan siempre a la mano en su teléfono celular un programa tipo Epocrates® -versión gratuita- donde a su alcance pueden saber todo acerca de ellas; así, aprenderán a respetarlas, a usarlas con sentido común y a conocer sus claras indicaciones, contraindicaciones e interacciones. La gran mayoría de las drogas pueden ser suspendidas con seguridad; sin embargo, hay algunas en que ello no es deseable. Instrúyanse sobre cuáles deben ser reducidas progresivamente antes de interrumpirlas definitivamente. Al adicionar una nueva medicina al tratamiento, traten de eliminar otra. NO existen estudios controlados sobre pacientes que toman cuatro o más medicamentos al mismo tiempo, y muy pocos de enfermos que toman tres. De resultas, cualquier paciente que consuma cuatro o más drogas, está fuera de los confines de nuestro saber…¨.

-¨Cuando un paciente está consumiendo múltiples drogas y desarrolla un nuevo síntoma, signo o enfermedad, conviene que piensen que alguna de ellas es la responsable del desaguisado. Entonces, suspéndala(s) y observen… ¡Qué paradoja! , por ahí están muchos que están enfermos –sin saberlo-, en virtud de las medicinas que están tomando para curarse y por lo común, reciben nuevas drogas para tratar ¨la nueva enfermedad¨: nunca empleen un remedio adicional para curar los efectos velados del anterior… Tengan mucho cuidado con los ancianos, verdaderos depósitos de tósigos y medicamentos que indicamos sin mucho pensar. Sus mecanismos de detoxificación hepático y su mermada función renal puede dañarlos severamente… En una investigación llevada a cabo con más de 100.000 pacientes a comúnmente indicada aspirina, se encontró que el fármaco, tomado diariamente, puede hacer más daño que beneficio a una persona sana.

Según un estudio publicado en Archives of Internal Medicine (Archivos de Medicina Interna), el riesgo de sufrir una hemorragia interna -uno de los efectos secundarios de la aspirina– es muy alto entre quienes la toman todos los días; no la indique, no la emplee como prevención primaria, solo como prevención secundaria, es decir, si hay evidencia de enfermedad cardiovascular: infarto o ictus¨.

-¨Más veces de las que ustedes piensan, el paciente no tomará la medicación que le fue indicada. Varias razones explicarán porqué el enfermo no acató sus instrucciones: (a). Algunos no lo harán porque no entendieron la letra o la forma de cómo tomar la medicación o porque no fueron motivados a hacerlo: aprendan a comunicarse con ellos en su propio lenguaje; (b). Existen otros que no las ingerirán porque desconfían y no creen en su opinión: aprendan a ganarse la confianza y el respeto del enfermo; y por último, (c). Hay un grupo que descontinuará –sin comunicárselos- la medicación porque les hace sentir mal: aprendan a escuchar a esas personas que muy a menudo tienen la razón¨.

-¨Las reacciones adversas y colaterales pueden ser únicas a un paciente en particular como única es su persona; no insistan en obligarlos a hacer lo que no harán y lo que tampoco ustedes harían… Cuando no les sea posible escribir a máquina o en computadora sus prescripciones, esfuércense porque el manuscrito sea legible o usen letra de molde. Asegúrense de que el paciente comprendió bien lo que allí escribieron. Él se los agradecerá. Escribir garabatos inteligibles irrespeta al paciente, al oficio y a ustedes mismos. Muy importante, luego de cumplido el tratamiento aprendan a tolerar la frustración de no poder ayudarles a mejorar¨.

-¨Ilústrense en tratamientos fútiles para no prescribirlos –hay miles de ellos, la triyodotironina es una de las más abusadas. Cada nueva droga que sale al mercado es un enigma. No por nueva significa que es mejor que las ya existentes. Lo que sí es cierto que muchos de sus efectos adversos a largo plazo están por conocerse: no se lancen apresurados a recetarlas. Tampoco sean los últimos en hacerlo cuando la balanza del tiempo se haya inclinado en su favor y estuvieran razonablemente seguros de que podrían ser buenas para ustedes mismos o su familia. Detrás de las maravillas de cada nueva droga, hay una enorme propaganda publicitaria que exagera sus bondades y esconde sus riesgos. Por tanto, no obtengan la información solamente del visitador médico, que suele ser endulzada y muy parcializada. Vayan a la Internet, y aún allí, recuerden que muchas veces los investigadores y los que realizan los estudios de campo, son pagados por la industria… El buen sentido les indica que deban volver a sus libros o a fuentes independientes para aprender a defender los intereses de sus pacientes…¨.

-¨Cuando como médicos observamos en nuestro derredor y vemos esa gran cantidad de personas inconscientes automedicándose y recetando a otros, cuando miramos dependientes de farmacias, empíricos de la terapéutica, prescribiendo antibióticos o drogas de potencia diversa sin siquiera tartamudear o temblarles el pulso, comprendemos como en salud pública no hemos alcanzado el primer escalón de la escalera que protege los intereses de la comunidad. ¡Qué decir del impúdico estímulo a la automedicación en la Internet, en pulperías y automercados impulsado por grandes intereses económicos transnacionales fríos e inhumanos que sólo saben de ganancias…!

-¨Indiquemos a la persona que si tiene una alimentación balanceada que incluya frutas y vegetales, no necesita de vitaminas –la mayoría son hidrosolubles y no se acumulan- y se eliminará prontamente de su cuerpo sin entrar en el sistema. Si la persona insiste, indíquele comprar un frasco gigante repleta de ellas y dígale que una vez en sus manos les llame para decirle qué hacer con ellas: Párese en la puerta del Hospital de Niños y entrégueselo a la primera madre que salga con un niño en los brazos: por seguro que ella si las necesita… Por supuesto, hay indicaciones para los inapetentes, posoperados o en recuperación de alguna enfermedad aguda…¨.

  • Del arte de la medicina y sus reglas… A María y Pedro, mis alumnos del último año…

PARTE VIII.

María y Pedro: Debo advertirles que no pertenezco a un partido político; tampoco soy opuesto a su existencia pero siempre he rechazado y me han molestado las líneas de partido: eso de acatarlas aunque no se esté de acuerdo no es conmigo. Prefiero mantener mi independencia. Ello no quiere decir que un médico no deba interesarse en la política. ¡Todo lo contrario…! Mucha de su acción efectiva con los pacientes depende de ella. Más aún, en los últimos 18 años las malas políticas públicas nos han forzado, como ciudadanos  responsables, a oponernos a las prácticas del régimen tipificadas por la irresponsabilidad, la ignorancia, la traición y la indiferencia. Ustedes deben alzar sus voces para protestar cuando perciban la reiterada injusticia y la burla a la Constitución que se percibe en todos los estamentos del país. Es nuestro inalienable deber hacerlo porque a más de ser nuestro derecho, es un mandato de conciencia…¨.

-¨En apoyo de mis convicciones recurro a las palabras del historiador de las ideas, psicólogo, teórico social y filósofo francés Michel Foucault (1926-1984) quien en su libro menciona a un tal Lanthenas (1792):

La crisis humanitaria compleja en salud, la migración forzada de cerebros jóvenes –generación de relevo-, la ruina económica, ética y moral traída al país de la mano de la sumisión y entrega del régimen a un estado foráneo: Cuba, son un ejemplo diáfano de traición a la patria al cual debemos oponernos y alzar nuestra voz de protesta¨.

 

-¨El régimen emplea la penuria y la enfermedad como mecanismo de tortura y de posesión a la población… Más del 80% de los venezolanos adversa al presente gobierno; los empleados de todo rango son llevados periódicamente a marchar con camisetas rojas, por otra parte, como saben que son contrarios al régimen, les vigilan, les amenazan, les rechazan en sus trabajos, les hacen la vida imposible, una forma de estrés laboral severo que es una forma de enfermedad y miseria… Hay que ayudarlos a descansar, yo lo hago periódicamente concediéndoles merecidos reposos…¨.

Pero ahora creo que se acerca la hora de concluir…

  • Del arte de la medicina y sus reglas… A María y Pedro, mis alumnos del último año…

PARTE IX.

Un largo diálogo habíamos mantenido con nuestros alumnos María y Pedro y su explicable preocupación sobre cómo manejarse en el ejercicio de la profesión. En estos momentos tratábamos sobre algunas normas relativas al tratamiento y ya habíamos revisado ciertas normas generales. Nos quedaba pues, referirnos a algunas particularidades…

-¨Cuando atiendan a un nuevo paciente, además de evaluar su situación general, tómense un tiempo para indagar los hábitos y actitudes perniciosas que le han conducido a la situación de enfermedad o que eventualmente podrían llevarle a ella; de igual manera sus buenos hábitos de salud (sueño, alimentación, funciones corporales y ejercicio físico). Si no hay una necesidad absoluta, no indiquen drogas terapéuticas: frecuentemente el paciente está solamente atemorizado, inseguro de su salud o busca su consejo. Enséñenlos a guiarse por sus instintos –esos que se despliegan tan claramente en los animales- y a no medicarse en demasía, ni permitir que sus cuerpos, que son santuarios, reciban drogas que no necesitan. El remedio que le indiquen, debe hacerlos sentirse mejor, no peor: Delicadas condiciones clínicas son desafortunadas excepciones a esta regla¨.

-¨Soliciten de sus pacientes un detallado recuento por escrito de las drogas que toman o hayan tomado: qué, cuándo, qué cantidad, por cuánto tiempo. Hacerles traer una lista sería lo deseable: ¡más frecuente de lo que ustedes creen los pacientes desconocen los nombres de las medicinas que toman, el porqué de su indicación y hasta suponen que son de por vida! Simplifiquen la prescripción: dosis repetidas varias veces al día invitan a quebrantar el tratamiento especialmente la dosis que les hace despertar en la noche. Si dudan del éxito de un tratamiento, absténganse de prescribirlo. No receten vitaminas o antioxidantes –a menos que realmente exista una indicación-, protectores hepáticos o vitaminas parenterales para cubrir vuestra ignorancia; los protectores gástricos como se asentó, deben tener indicación finita no infinita –favorecen además el paso de gérmenes por la vía digestiva al favor de la ruptura de la barrera ácida-.  Hagan saber a sus pacientes que los supositorios se introducen sin el envoltorio… Y muy importante, ¡Cuando no sepan que hacer, no hagan nada o hagan lo que sus abuelas hacían!¨.

-¨Puede suceder que el paciente venga de las manos de otro colega: recelen del que les alaba de entrada… especialmente en la primera consulta. Indirectamente entérese que indujo al cambio de médico: masificación del ejercicio, indiferencia, prisa, trato impersonal o falta de comunicación. No denigren del colega, aprendan de su error y eviten incurrir en él. Si el enfermo está sobre medicado, eliminen tantas drogas como puedan, solo algunas de ellas son indispensables: aprendan a reconocerlas¨.

-¨Al hacer cambios en el tratamiento procedan suspendiendo un medicamento a la vez; de nuevo, ¨bajen¨ a su teléfono o a su computadora una aplicación relativa al tratamiento tipo Epocrates® (https://online.epocrates.com/). No duden en hacerlo frente al paciente. Abundan los pacientes medicados por varios médicos al mismo tiempo: no se sientan obligados a recetar algo más si no fuera estrictamente necesario. Cuídenlos de las interacciones medicamentosas no contribuyendo a engrosar la lista. Al recibir pacientes ingiriendo remedios que desconocen infórmense acerca de ellos y luego, suspendan tantos como sea prudente y necesario. Además de las vitaminas las hormonas tiroideas son indicaciones abusadas. El porcentaje de quienes las toman sin necesidad es elevadísimo…¨.

-¨ ¿Vejez significa enfermedad…? ¡Nunca!, la ancianidad no es más que simple inactividad y desuso. Enseñen a los enfermos de edad avanzada a sentirse bien, tomar pocos medicamentos o ninguno, estirar diariamente todos sus músculos y a hacer una caminata diaria… ¡jamás a pequeños pasos! Hagan revisar esa ¨cestica de remedios¨ que yace en la mesa del comedor, de ser posible bótenlas todas o al menos tantas como puedan. Para vuestra sorpresa, esa ¨vacación medicamentosa¨ los hará sentirse mejor. El provecto no tiene por qué ser visto como un receptáculo de drogas. Las posibilidades de efectos adversos en ellos, aumentan en forma exponencial al número de medicamentos consumidos.

-¨Sean sensibles y compasivos a los efectos del paso de los años: sordera, visión deficitaria, inapetencia, estreñimiento e insomnio, pero además, no olviden que mucho de la ¨enfermedad¨ es soledad, depresión, temor a ser una carga, pérdida de la independencia y miedo a la muerte. La hospitalización y la noche simbólicamente le acercan a la muerte, no se extrañen pues de su confusión y delirio… El renacer de un nuevo día traerá alivio al alma perturbada; los sedantes pueden producir un efecto paradójico y acrecentar la angustia¨.

-¨Si dudan que hacer, hagan lo que sus abuelas hubieran hecho ante una circunstancia similar… A las madre modernas, los médicos les hemos matado la intuición y las hemos llenado de temor y dudas¨.

-¨Un médico que se trata a sí mismo, tiene por tonto a un paciente y a un doble idiota por médico. Un doctor que toma placebos para tratarse a sí mismo, no ha llegado a aprender ni la primera vocal de la terapéutica. Jóvenes, balanceen sus vidas: mantengan intereses espirituales diferentes de los intrínsecos de su profesión. Las posibilidades que tenemos los médicos de suicidarnos, hacernos adictos a las drogas y tranquilizantes, volvernos alcohólicos, divorciarnos o caer muy bajo son muy elevadas. No me pregunten el por qué: Traten de averiguarlo y en el camino aprendan a protegerse y no ser un buen ejemplo de lo que no deberían ser…¨

Mi título de médico cirujano fue firmado por dos de mis profesores más queridos, recodados y admirados, el doctor Otto Lima Gómez Ortega y la doctora Estela Hernández; firmaré los de ustedes con la misma emoción y buenos deseos con que lo hicieron mis profesores…

¨Atesoro con celo ese tan lindo y bondadoso libro llamado ¨El Erial¨ (1915) que mi hermano Fidias Elías, hombre sensible, nos legó al despertar la adolescencia. Constancio C. Vigil (1876-1954) se llamó su autor y de él, hemos extraído la Parábola de Alicharán:

 « La clientela era tan pobre que únicamente de su amor se fiaba Alicharán para asistirla. En su primera visita de aquella mañana al disponerse a indicar un tratamiento, vio que la esposa del enfermo le hacía una seña: -Doctor, le dijo en voz baja; -¿qué ordenará usted? Solo tengo aceite; Eso es lo que conviene –contestó-, y le dijo la manera de aplicarlo: E la segunda visita los parientes les advirtieron; -Nada tenemos, ¿quizá servirá sal?, con ello curaremos al enfermo –repuso Alicharán-. En otras casas ni siquiera poseían tales sustancias y había que recurrir a la tierra, al agua, a las cenizas, a las hojas de las plantas. Así, todos los días y todos los días curaba. Era un médico sabio Alicharán; pero no se supo entonces, no se sabe quizá hoy, que era lo más grande en él: si la bondad o la sabiduría»¨.

-¨Sean un ejemplo para sus pacientes, colegas y alumnos ejerciten su cuerpo tanto como su espíritu, sean puntuales y comprometidos, vistan sobriamente, sean estudiosos, creíbles y demócratas…¨.

-¨Y así, finalizamos nuestra larga conversación con María y Pedro… Excusamos su medianía y las fallas y exageraciones que tal vez hubo; importantes reglas no dudo, obviamos; otras, quizá, estuvieron fuera de contexto, aun así todas -en nuestro concepto-, relevantes.

Reglas al fin, con excepciones o enmiendas, apuntan hacia la perfectibilidad, si bien, virtud vedada a los humanos, no por ello ausente como meta…¨.

Mientras escribo este texto, oigo a Susan Boyle cantando ¨I dreamed a dream¨ de Los Miserables -en español, ¨Un sueño que alguna vez soñ騖 y siempre que la escucho lágrimas brotan incontenibles de mis ojos sintiendo en lo profundo de mi ser como nos destruyeron el país y cómo, con el consentimiento de todos, lo permitimos…

 

que existía la bondad,
y el amor era puro…

Hubo una vez en que creí
en el mundo en el que estoy
y creí en el futuro…

Hubo una vez… Que distinto es hoy…

Un Sueño alguna vez soñé
cuando mi vida comenzaba,
soñé un amor que idealicé,
soñé en un dios que perdonaba.

Pero eso fue en mi juventud,
cuando el Soñar valía la pena.
vivía la vida en plenitud,
creía que había gente buena.

Pero es en la realidad,
que se dan las pesadillas,
donde existe la crueldad,
donde acaban con tu fe.

Con el verano él llego,
juntos vivimos maravillas,
de mi inocencia se apropió,
y fue en otoño en que se fue.

Y sueño aun que volverá,
y que estará siempre a mi lado,
mas mi final se acerca ya,
y el sueño no se ha realizado.

Un sueño alguna vez soñé,
sobre una vida tan distinta,
¿el sueño que le sucedió?
pues la vida misma lo… mató

 

 

Ahora, la revolución mató el sueño que soñé…

 

[1] Para conocer de su historia y de sus usos, busquen dos artículos de mi autoría en mi página web: ¨Mi Leatham: Loa nostálgica a un fiel estetoscopio…¨ (Partes  I y II)

[2] Un compañero mío del posgrado escribió en una historia ¨SDS¨: al ser conminado por el Jefe del Servicio a decir su significado fue expulsado: ¨ ¡Sólo Dios sabe…!¨

[3] De mi autoría lean en mi página web, ¨El síndrome del cerebro descalificado (redivivo)¨

[4] Término del argot médico para una lesión inesperada o condición que evoca un interés considerable, sobre todo de otros médicos, eclipsando así, cualquier preocupación humana con relación al problema del paciente

[5] Término coloquial para designar un tumor (-oma) no esperado, encontrado en forma incidental, por casualidad, sin síntomas clínicos. Como otros tipos de resultados fortuitos, se encuentra en el curso del examen y realización de imágenes por otras razones.

[6] Si nunca lo han hecho, en mi página web pueden encontrar www.rafaelmucimendoza.com instrucciones para que se inicien en su empleo.

Elogio de la revista médica… el viejo arte que se extingue.

Elogio de la revista médica… el viejo arte que se extingue.

Pasé mis días de adolescente, adultez y adultez mayor, madurez, y me complace decir también que los de mi senescencia en las salas de medicina interna del Hospital Vargas de Caracas, desde una lejana época en que muy joven e imberbe me presenté diciéndoles sin vanidad y pleno de noble ambición: ¡soy Muci, quiero ser médico, la más humana de las actividades del hombre!, aunque no sabía ni remotamente lo que aquello era, lo que aquello implicaría…

Las revistas o visitas médicas en las salas eran un ritual, y aunque como residentes la realizábamos una o dos veces por día, las ¨verdaderas¨ eran los lunes y los viernes de cada semana. Un tropel de gentes presididos por el jefe del servicio y sus adjuntos, vale decir, cuadros de oficiales de jerarquía, suboficiales y ‘marinería‘ —como designaba a estudiantes, internos y residentes el inolvidable maestro Juan Delgado Blanco, (1904-1974)-, médicos de planta, residentes, estudiantes de medicina y enfermeras, acallando radios vocingleros y conversaciones altitonantes, hacían acto de presencia a las 9.00 am y atravesando el dintel de la puerta,  iniciaban un recorrido desde la cama 1 hasta la 16 llamando a cada paciente por sus nombres –inexplicablemente, los pacientes se llamaban unos a otros por sus números-.

El estudiante o el residente leía detalles de la historia y comentaba acerca de los signos físicos encontrados y adelantaba un diagnóstico sindromático, un acertijo donde se contraponían síntomas y signos para hacer un todo más o menos coherente o que pareciera coherente, pues no siempre la verdad se albergaba en sus palabras: hacíamos peninos, éramos demasiado ignorantes y jojotos; era todo cuanto podíamos ofrecer y dar; luego, aunque no siempre, el jefe hacía preguntas  y se acercaba al paciente para conocer de boca del mismo su subjetividad –donde suele residir el diagnóstico- y luego, si estaba de buenas, constatar la objetividad y exactitud de los hallazgos semiológicos. Era una ocasión para ver cómo los maestros observaban, examinaban, exteriorizaban el morbo injertado en el cuerpo de piel opaca del paciente mediante técnicas semiológicas de cabecera; era un ejercicio de empatía, de conocimientos, de experiencia y de sabiduría que confirmaba el compromiso. El aprendizaje se basaba en el amor trilateral: médico, paciente y estudiante, porque si no se quiere y se admira a quien te enseña o a quien te cura, la enseñanza sería imposible: Nuestros primeros maestros: nuestros padres de quienes aprendimos mediante el vínculo del amor, y luego todo aquel que simbolizara el rol paterno, pues como dijera Hipócrates, ¨donde existe amor al hombre, existe amor al arte¨.

Desde el inicio de nuestro aprendizaje y con ayuda de quienes sabían más, allí aprendíamos a moderar nuestros impulsos, a hacernos más humildes, a festejar interiormente nuestros muy escasos aciertos y a hacer duelo por nuestros fracasos –muy numerosos por cierto-, pero de eso se trata la vida, de eso se trata la medicina, una total indulgencia frente a lo que podríamos designar los inmanentes defectos del hombre, a lo que se suma que el hombre actual –incluido el médico-, vive sumergido en una existencia técnica, peor aún, dominado por ella pues en la vida de ese hombre la técnica ha llegado a ocupar hasta los más minúsculos intersticios de su ser, un espacio que antes llenaba la Naturaleza. Entre ella y el hombre se han interpuesto mil máquinas, desde el reloj pulsera pasando por el contenido del ciberespacio y los receptáculos que empleamos para sondearlo: computadores, tabletas, teléfonos celulares que renovados a diario, nos hacen sentir perdidos entre tanto artilugio, llegando a ignorar dónde se encuentra el paciente y su dolor. Simplemente porque hemos desarrollado,

Adicción a la “tecnología de punta…”

Consecuencia de,

  • Entrenamiento inadecuado
  • Insuficiente experiencia clínica
  • Ignorancia rampante
  • «Tenesmo tecnológico de Fred» o incontrolable urgencia en la

         indicación de métodos sofisticados

  • Ganancia económica –principio del placer- sobre ayuda  humanitaria -principio del deber-

Podría garabatear algunos instantes atesorados en mis recuerdos de esa historia que he vivido y que encuadradas en el tiempo, constituyen viñetas que buscan no olvidar el candor que aún se aposenta en los hospitales docentes, la madre clínica, sus intríngulis y sus cultores.

  • El residente habla sobre el paciente que acaba de admitir, vale decir, uno ¨desflorado¨ por múltiples exploraciones sin dirección ni concierto, sin un diagnóstico positivo y sin un tratamiento efectivo. Un sujeto de 69 años empedernido fumador desde su juventud es admitido por presentar pérdidas súbitas de conciencia tenidas como síncopes cardiocerebrales –síncopes vagales como antes se les designaba-:

Por ello sería el cardiólogo el primer consultado. Y así fue, no uno sino tres, todos de acuerdo: ecosonograma cardíaco, prueba de Holter de arritmia, MAPA de tensión arterial, investigación de dislipidemia, todos negativos, pero especialmente después que le fuera practicado un tilt test o prueba de la mesa basculante, -por cierto, el último grito de la técnica-, para poner a prueba su sistema cardiovascular y comprobar si es capaz de responder correctamente a cambios en la fuerza de gravedad manteniendo el pulso, la tensión arterial o el ritmo cardíaco. Al iniciar, el paciente estaría recostado boca arriba sobre una mesa basculante en posición horizontal. Después el médico inclinaría la mesa hasta que la cabeza del paciente quedara en posición vertical, entre 60 y 80 grados y permanecer así durante 20 o 30 minutos con monitoreo del ritmo cardíaco y la presión arterial antes de regresarlo a la posición horizontal; durante ese período se busca que presente los síntomas del episodio que le son familiares a ambos paciente y médico, momento en que se presentará una precipitosa caída de la tensión arterial y del pulso.

Cuando la prueba es positiva, el corazón no bombea la sangre necesaria hacia el cerebro; durante unos segundos no hay flujo sanguíneo y acaece una pérdida de conciencia; es lo que se conoce como síncope. Antes llamados síncopes vasovagales por hipoperfusión cerebral, son una condición benigna relativamente frecuente; su mayor peligro radica en que durante la caída de la inconsciencia, el sujeto se golpee la cabeza o algún área importante del cuerpo. Pues bien la prueba fue positiva, la etiqueta se forjó, y asunto concluido, un betabloqueante y a comer más sal…

Cuando ejercimos el diálogo diagnóstico o anamnésico, la verdad relució: todo le comenzaba inmediatamente antes de la caída, percibiendo una extraña sensación, inenarrable, en la boca del estómago, de décimas de segundo de duración que ascendía al cuello; sólo en una ocasión había estado de pie, en las otras, sentado y también habían ocurrido en decúbito, en la cama. Había perdido peso mientras se alimentaba bien. ¿Cómo podía ocurrir un síncope vagal acostado? El aura sensorial dio la pista hacia una crisis epiléptica parcial. En el cerebro, una metástasis solitaria en el lóbulo temporal derecho explicaba el ¨síncope¨… Una telerradiografía del tórax y tomografía del tórax y abdomen mostró un tumor adyacente a la carina y varias metástasis, y otro en el riñón derecho. ¿Dos tumores primarios…?

Y es que cada médico juzgará al paciente según su especialidad, suerte de gríngolas virtuales que restringen su campo de visión; esta visual tubular determina la llamada la Ley del Martillo de Oro: «Cuando la única herramienta que tienes es un martillo, todo problema comienza a parecerse a un clavo…» ¿lo dijo Mark Twain?: no está claramente documentado, o proviene del libro del psicólogo estadounidense Abraham Maslow (1908-1970): ¨The Psychology of Science¨, publicado en 1966; y como cada especialista tiene su propio martillo, nos relacionamos con los pacientes como objetos, no como personas y solamente entra en nuestro campo visual aquello que nos es conocido… Un dolor lumbar es para un traumatólogo una hernia discal, para un urólogo un cálculo, para un gastroenterólogo es el colon transverso inflamado, para un gastroenterólogo el colon o el páncreas y así… sucesivamente. El paciente falleció 5 meses más tarde.

  • El paciente, masculino de 48 años, adelgazado, con extremada pérdida de la grasa subcutánea, a quien podríamos llamar «emaciado» es presentado en la revista sin cifras de proteínas totales y ni fraccionadas. Su aspecto da por supuesto por seguro que tiene una hipoalbuminemia pero esta cifra de laboratorio no está a la mano. Tremenda frustración…

No obstante, tomamos nuestro martillo de reflejos de Taylor y percutimos sobre el músculo deltoides. Inmediatamente se hace presente en el sitio del golpe una nudosidad o tumefacción transitoria de rápida resolución, es el llamado ¨mioedema¨ -del griego mys, músculo, y oidēma, hinchazón-. Este fenómeno se produce excitando por un golpe o fricción brusca, los músculos del brazo o del tórax en gran número de individuos, y en particular en los caquécticos (tísicos, tíficos, enfermos de sida, cancerosos, etc.). La dosificación de albúmina vino luego, 1.5 gr/dL. ¡Nada extraordinario, nos habíamos adelantado a la técnica…!

  • En una paciente con dolor en el hipocondrio izquierdo y una esplenomegalia fácilmente palpable, aconsejaba a mis alumnos posar la mano suavemente sobre el órgano agrandado y durante el movimiento respiratorio tratar de percibir la existencia de un frote sobre su superficie, y presente o no, luego colocar el estetoscopio para analizar mejor su presencia.

El infarto esplénico puede ser sospechado clínicamente ante la existencia de dolor en el hipocondrio izquierdo, esplenomegalia y frote audible, pero también puede palparse, pues la mayoría tienen forma de cuña y asientan en la periferia del órgano donde producen una periesplenitis que al rozar contra el peritoneo parietal produce el fenómeno acústico. También puede asociarse a la existencia de diversos trastornos hematológicos, siendo los más frecuentes la metaplasia mieloide del bazo, policitemia vera, enfermedades mieloproliferativas, linfomas y leucemias, y las anemias hemolíticas como la anemia drepanocítica y otras hemoglobinopatías donde los infartos esplénicos son frecuentes llegando a producir una verdadera ¨esplenectomía¨ por la reducción progresiva de su tamaño; sin embargo, la causa más frecuente es la enfermedad tromboembólica, que fundamentalmente toma asiento en una fibrilación auricular en un paciente no anticoagulado, pero también puede ser producido por embolias sépticas en el contexto de diversos procesos infecciosos, como la endocarditis infecciosa.

  • Tendría tal vez unos setenta y pico de años, barba blanca rala y descuidada, se notaba que la vida le había tratado con desprecio y crueldad, cuántas privaciones, cuántas noches pasadas con apenas una magra comida durante el día. A su lado, una viejecita, su compañera de vida velando su estado comatoso, ese estado que la escritora chilena Isabel Allende en su libro autobiográfico ¨Paula¨ (1994) define ¨como un dormir sin sueños, un misterioso paréntesis…¨. Había ingresado la tarde anterior y estaba allí pues muriéndose cuando le encontró la revista de sala…

El sin par maestro Otto Lima Gómez con el brazo izquierdo cruzado sobre el pecho, el dedo índice derecho sobre el labio inferior y la cabeza inclinada a un costado, le miraba mientras escuchaba la historia de boca de Germán Salazar, compañero residente de sala: Apreció su respiración, le pellizcó, buscó sus reflejos tendinosos, observó la posición y movimientos de sus ojos mientras rotaba su cabeza, pidió un oftalmoscopio…

Tal vez rememorando a su admirado profesor de neurología en el Hospital La Pitie-Salpêtrière de París, el francés Jean Raymond Garcin (1897-1971), quien describiera el cuadro clínico de la parálisis homolateral de todos los nervios craneales, una rareza que lleva su nombre: síndrome de Garcin, preguntó específicamente a su esposa:

¡Un ignorado y nimio trauma craneal!, unos veinte días antes surgió…

¡Era el detalle que faltaba, el signo revelador: la ¨lucida intervalla¨ de los antiguos –el intervalo lúcido-! Un tiempo durante el cual se va acumulando la sangre hasta que la presión intracraneal elevada se hace intolerable… Se incorporó y dijo, -¨El tiempo apremia, se trata de un hematoma subdural, solicitemos la ayuda del doctor Alberto Martínez Coll (1923-2016) ¨. A la sazón, jefe del Servicio de Neurocirugía del Hospital se presentó en el término de la distancia. Eran tiempos de ausencia de tomografía computarizada y mucho menos de resonancia magnética cerebral. ¡Los diagnósticos entonces se hacían ¨a punta del clínica¨! 

Aquel despojo humano luego de la evacuación de la ominosa colección de sangre, al día siguiente despierto y lúcido, alegre pedía comida y que le dieran de alta. ¡Qué esplendente lección la de aquella mañana en la sala 7…! Médico integrista e integrista, nos aconsejaba que dejáramos para un día particular de la semana aquellos pacientes con problemas complejos para darle tiempo a la anamnesis y evaluarlos con minucia. El caso del ancianito, no hubiera tolerado un ¨hasta mañana¨ y él lo supo…

Así aprendíamos medicina, entre asombro y asombro, entre admiración y pasmo, mientras manaba de sus palabras y actitudes, el conocimiento y la experiencia mostrándonos la escarpada cuesta llena de pedrejones, esos que nos falsean el tobillo y nos hacen caer,  la senda del desiderátum a alcanzar…

  • Un día mientras veíamos un enfermo en la sala 3 del Hospital Vargas de Caracas, un residente que luego se hizo neurólogo, me presentó el caso de su enfermo, -¨Un accidente cerebrovascular isquémico¨-, me dijo con displicente decisión. Tenía una hemiplejía directa flácida derecha: al dejar caer el brazo o la pierna desde la altura, caían pesadamente y sin tono sobre la cama, pero cuando le miré el fondo del ojo, aprecié que tenía formidable un papiledema en período de estado, clara evidencia de aumento crónico de la presión intracraneal y casi que negado en la circunstancia de un accidente isquémico agudo; él había pasado por alto esa sencilla exploración.

Se cambió el diagnóstico por el de un tumor cerebral simulador el cual fue confirmado mediante una tomografía computarizada cerebral de muy antigua generación, el examen de elección para el momento. ¿Aprendió la lección…? No sé si su orgullo ofendido se lo permitió, porque como he repetido tantas veces, para aprender tienes que admirar a quien te enseña, para aprender tienes que amar a quien te enseña, y el amor suele vencer al orgullo…

  • Otro día pasábamos revista con adjuntos, residentes y estudiantes. Yo me había ubicado detrás, en la retaguardia y con mis ojos, transformados en lente ¨ojo de pescado¨, observaba a todos los presentes –sus rostros y actitudes-, y al mismo tiempo con un ¨zoom de acercamiento¨ al joven paciente sentado en la cama sobre sus piernas cruzadas. Su ojo izquierdo estaba hundido, claramente enoftálmico: hundido en la órbita y su brillo mate, sin vida,  llamó mi atención. Un residente leyó la historia…

Al detenerse en los ojos pronunció con viva voz el consabido clisé: ¨¡Pupilas isocóricas, regulares y centrales, que responden bien a la luz y acomodación!¨. Me dije para mis adentros: de estudiante, cuando también era un animalito de Dios y me sentía abrumado por la ignorancia, yo también sufría del mismo mal y tenía sellos mentales con clisés de frases hechas, muletillas o lugares comunes inconscientes, elaborados en mi cabeza para casi todos los ítems de la anamnesis y del examen físico, trozos de mentiras o inexactitudes para rellenar las historias; llamémoslo burlonamente el «N° 104», uno que rezaba exactamente lo mismo que el pronunciado por el residente.

Entonces pedí permiso y me adelanté, y con un pequeño trozo de metal que llevaba en mi bolsillo, me acerqué al enfermo y ante el asombro de todos, le golpeé varias veces sobre la ¨córnea¨: un toc-toc-toc seco se oyó claramente: ¡Elemental, mi querido Watson!: ¡tenía una prótesis ocular…! En días pasados lo encontré en un congreso, y como yo, él nunca olvidó que un examen clínico desprejuiciado y detenido y el de las pupilas en particular, son de gran importancia en medicina. Había aprendido y recordaba agradecido la lección…

  • De mañanita, tal y como solía hacerlo, pretendiendo ser ignorado, cruzó frente a nosotros con zancadas firmes y presurosas camino a su sala y a su enfermos. Nos saludó cortésmente: ¨¡Buenos días jóvenes!¨. Me encontraba con mis alumnos en la Emergencia del Hospital Vargas de Caracas pasando revista y evaluando a un paciente que recién había ingresado. ¡Sería aquella, una brillante mañana de extraordinarias lecciones!

Ya teníamos el diagnóstico ¨cuadrado¨ — según suele decirse— y nos aprestábamos a indicarle el tratamiento considerado adecuado. –¨¿Cómo se encuentra usted esta mañana, Maestro?¨ —le dije con veneración y afecto-. De naturaleza robusta, cabello canoso y engominado, su vestimenta elegante y sobria eran perturbadas por una incipiente giba que sobresalía de entre sus dos paletas —a lo mejor, el producto de largas horas de vigilia entre escritos, mea culpas y meditaciones. –¨¡Muy bien! ¡Excelente! ¡Así me gusta verle con sus alumnos, la medicina no se enseña ni se aprende encerrado en un salón de clases. Es ésta una ciencia observacional para ser vivida con intensidad entre enfermos…!¨

-¨¿Querría iluminarnos con su saber en el caso de este enfermo? —le pregunté- Ya tenemos un diagnóstico seguro, pero quiero que mis alumnos le vean en acción…¨. Titubeó, miró nerviosamente su reloj, pero no pudo resistir la tentación de enseñar: ¡Pasión de una vida fértil! -¨¡A ver! ¿De qué se trata?¨. Uno de mis residentes, en tono maquinal, a la usanza, le echó el cuento: -¨Paciente Claro Tiberio, masculino de 46 años, natural y procedente de la localidad, comerciante, quien hace cerca de tres horas presentó dolor taladrante, muy intenso, en el centro del pecho que ascendió hacia el mentón y se le corrió hacia la cara interna de ambos brazos, acompañándose de severa falta de aire, palidez, sudoración fría, náuseas, vómitos y descenso de la presión arterial. Pensamos que el cuadro clínico es tan característico de un infarto del miocardio, que NO existe otra alternativa…¨.

-¨¡De veras que parece!—dijo sonriente pero cauto—, sin embargo, permítanme hacerle algunas preguntas y examinarlo. No olviden que hay que beber directamente de la fuente¨. Se ajustó sus lentes con el dedo índice y miró al través de las semilunas de sus bifocales, como queriendo emplear las lupas, simbolismo de atención a los detalles… El enfermo, algo aliviado de su dolor por el efecto del potente narcótico que se le había inyectado, volvió a referirle la corta historia de la hecatombe corporal que ha poco le había envuelto.

Los ojos del viejo clínico se encendieron, sus pupilas se dilataron, sus narinas aletearon tremulosas como las de un perro perdiguero a la husma de la presa. Con el mentón apoyado sobre su mano, repreguntó, insistió en la cronología de los hechos, en el ¨tempo¨ de los aciagos sucesos, en la verídica sucesión de los síntomas, recapitulando luego con el paciente, lo que él había entendido hasta obtener la aprobación total de la veracidad del relato. Cada músculo de la expresión en su cara había iluminado sus facciones, ¡parecía estar en otro mundo! Raudo vino a mi mente el relato del doctor Watson en el ¨Enfermo interno¨: -¨Hágame el favor de darme un detallado relato de los hechos que lo traen perturbado… Sherlock Holmes había escuchado el largo relato con una atención tan intensa que comprendí que el caso había despertado en él un vivo interés¨. Le bastaron quince minutos para formarse una idea personal. Palpó  suavemente hacia la horquilla esternal y nos pidió repitiéramos su maniobra: había crepitación en el tejido subcutáneo evidencia de neumomediastino. Imperturbable, se volvió hacia nosotros diciéndonos. -¨¡Este paciente debe ser trasladado de inmediato al pabellón de cirugía…!¨

Boquiabiertos y confundidos nos quedamos todos… Uno de los presentes pensó para sí y luego me lo confesó avergonzado después, –¨Este viejito pedante esta tostado y pistoneando, sigámosle pues la corriente… -¿¡Por qué!? –todos ladramos al unísono-. -¨Vean jóvenes –nos replicó con suave y convincente voz-: Reconstruyamos la cadena de eventos que han llevado a este infeliz al lamentable estado en que se encuentra: Anoche bebió licor excesivamente y comió en demasía alimentos muy pesados y condimentados. Hace unas horas cuando despertó sentía acentuadas náuseas, y como si tuviera una piedra indigerible dentro de su estómago, vomitó varias veces, haciendo para ello un gran esfuerzo y en uno de esos intentos, ¡zas!, bruscamente le asaltó el intenso dolor…

No importando cuál sea la causa, es lugar común el que un severo y brusco dolor sea seguido de náuseas o vómitos: lo mismo da que sea un cólico biliar por atascamiento de una piedra en la vía principal, o aquel tan común motivo como golpearse un dedo con un martillo. La condición indispensable es que el dolor sea de suficiente intensidad como para estimular los centros del vómito en el tallo cerebral. Por ello, cuando dolor y vómito se presentan juntos, es habitual sin indagar mucho atribuir el vómito a la severidad del dolor, acuñamos entonces el clisé, ¨dolor seguido de náuseas y vómitos¨.

Es esta la razón por la cual no se diagnostica un raro accidente en el que el retraso quirúrgico puede significar la muerte del paciente. Este accidente es la rotura espontánea del esófago o síndrome de Boerhaave: Un trastorno documentado por primera vez por el médico del siglo XVIII, Hermann Boerhaave en 1724 –el Hipócrates holandés- y de quien recibe su nombre: es el caso que nos ocupa, donde por excepción, el vómito precede al intenso dolor, demostrándonos una vez más, que la medicina es una ciencia inexacta, pero no tanto… ¡si ponemos atención a los detalles!, y donde el orden de los factores, SI altera el producto. Recuerden jóvenes que ¨la singularidad es casi invariablemente una pista¨ – ¡Qué curioso –pensé-, lo mismo había dicho Holmes en ¨El misterio del Valle de Boscombe!-; además, el médico confiado en sus máquinas prodigiosas a las que atribuye omnipotencia y omnisciencia ha olvidado el legado de sus mayores: las reglas que sustentan su arte y especialmente una de ellas: ¡hablar escuchar y escuchar inteligentemente a sus pacientes! Recogiendo su maletín y dándonos las gracias por la confianza, giró sobre sus talones como si nada hubiera ocurrido…

 ¿¡Nada!? Habíamos sido sacudidos hasta los cimientos… Una radiografía del tórax mostró la anormal presencia de aire en una región situada en la línea media y flanqueada por ambas pleuras llamada el mediastino posterior: El aire deglutido, al favor de la abertura esofágica se había escapado hacia el compartimiento mediastinal. El cirujano reparó un desgarro en la porción inferior del esófago traído a escena por el acto violento del vómito…

Rememoré una vez más al detective Holmes en ¨La Aventura del Negro Peter¨ -¨Bien, bien -dijo bondadoso Holmes a Stanley Hopkins, detective de Scotland Yard-, todos aprendemos con la experiencia, y la lección que de este caso usted debe sacar, es que nunca hay que perder de vista la alternativa…¨.

¨Al igual que muchos artistas, Holmes vivía de su arte¨, escribió el doctor Watson. Mi maestro también era un artífice del arte -diría yo-; la medicina es más arte que ciencia; el diagnóstico, el aspecto más intelectual de la medicina, tendrá por tanto, más de arte que de ciencia. Para ser más artista que científico, el médico deberá vivir su arte a tiempo completo, en lo humano, en lo espiritual y en lo intelectual…

(Copiado de mi libro, ¨Primum non nocere¨ -Primero no hacer daño-, Sociedad Médica Clínica El Ávila, 2004. p. 767-769).

¨ Escuchen a sus pacientes, ellos te están diciendo su diagnóstico¨.

William Osler

 

 

La revista médica permite la autocrítica y la heterocrítica, cosa infrecuente en la práctica privada donde solemos ser dueños y señores de nuestras aproximaciones, diagnósticos y conductas; aprendemos a ser juzgados en público, aprendemos con dolor de nuestros errores, esos que otros nos ponen de manifiesto; además, permitimos a nuestros estudiantes identificarse con nuestros simples métodos, prepararles para vencer el miedo escénico, adquirir el vocabulario médico que nos distingue y procurar la organización de sus ideas al momento de referirse a la condición del paciente. Pero, ¡muy importante!, durante la revista médica debe inculcarse «El principio de la duda», siempre dudar, nunca estar del todo seguro pues es la única forma de no ser inflexible, autoritario o prepotente, lo que a su vez, es un antídoto contra el equívoco…

Les invito a presenciar un ¨round¨ con dos cardiólogos líderes, Valentín Fuster, MD, PhD, director del Hospital Mount Sinai Heart y Herschel Sklaroff, Profesor de Medicina y Cardiología en la misma institución, en el documental ¨Making Rounds¨ en pacientes críticos en la Unidad de Cuidados Coronarios del Mount Sinai Hospital. Les recomiendo presenciar sus agudas y prácticas observaciones a la cabecera del enfermo, ¡todavía no todo se ha perdido…!:

 https://www.youtube.com/watch?v=8LZJz7GtJA0

Al observar a estos médicos en acción interactuando con sus pacientes, residentes y enfermeras en medio de una parafernalia de instrumentos hijos de la técnica más depurada, enfermos invadidos con catéteres y cables, pantallas que reflejan a color curvas y ondas de la interioridad que nos subyugan, y ruidos pi-pi-pi, bip-bip-bip, parecen mostrarnos con simpática nostalgia que la rehumanización de la medicina actual radica en la rehabilitación de la palabra, del verbo como instrumento de diagnóstico y de terapéutica, y de paso, la reivindicación del cuán simple es escuchar para el oído cultivado, cuán fácil es ver para el ojo entrenado, cuán fácil es interpretar y realizar simples maniobras semiológicas a la cabecera de los pacientes en sus lechos de miseria para quien conoce qué hay que hacer y cómo hacerlo, señalándonos de paso cuán importante sigue siendo esta herramienta del arte, la semiología, la más útil e indispensable herramienta del clínico, por encima de cualquier tecnología…

Elogio del período especial…

 

Debió llamarse período de profunda crisis humanitaria compleja porque en ella estuvo involucrada la deslealtad, el peor crimen que pueda cometer un hombre contra otro porque lo resiente más que ninguna otra cosa, porque la lealtad es la base de la existencia humana y sin ella, no hay sociedad posible…

El modelo político de Cuba hacía aguas en la década de los ochenta, el país estaba en ruinas –como todavía lo está ahora-, su enamoramiento con la Unión Soviética había cesado por decepción del otro, y como consecuencia de la caída de los precios del petróleo, el sistema socialista soviético se hundía en el fango de los sueños imposibles.

Fidel que siempre se adaptó perfectamente bien al significado de un  chulo, ¨rufián que vive de las ganancias de las prostitutas que controla o protege¨, vivió chupando en el pasado de la URSS y en el presente del Socialismo del Siglo XXI y como el matapalo, se ha alimentado de la planta que lo alberga, al mismo tiempo que la ahoga hasta extenuarla; ahora se apresta sin escrúpulo alguno a amamantarse de su enemigo histórico: el imperialismo norteamericano, mientras el período especial se eterniza y el pueblo esperanzado piensa vanamente que la dictadura cesará y que podrán ser libres… ¡No! Comunista no sale por las buenas…

Mi presencia en el suelo cubano en 1991 y luego en dos veces en 1993 fue como trasponer un muro de opacidad y adentrarme en los dominios de un gobierno miserable y mentiroso que creyó que podía engañar a la Misión Humanitaria con la cual estuve involucrado en 1993 para investigar una causa obvia de pérdida visual colectiva mantenida en secreto durante 3 largos años sin que moviera la conciencia ni la lealtad de una clase dirigente inhumana. ¿Les suena…? El quid del problema radicó en el empleo del sufijo griego ¨itis¨ que denota inflamación en vez de plantear el termino neuropatía, que incluye diversas causas como compresión, trauma, isquemia o falta de sangre, infiltración por tumores malignos, y lo obvio, un origen tóxico-nutricional, etc. En las mentes obcecadas de la nomenklatura convenía inventarse un virus sembrado por manos imperialistas en la Isla y precisamente, cuando su economía hacía aguas por los cuatro costados era indispensable echar mano al viejo expediente del enemigo externo… ¿Les suena…?

Nuestra estrategia fue cambiar el término neuritis por neuropatía y con la ayuda de un grupo de investigadores de alta factura llegar pronto al diagnóstico: ¡Hambre pura y simple…! La falta de una respuesta sencilla condicionó que más de 50 mil almas perdieran la visión y estuvieran sometidos a tormentosos síntomas neurológicos por compromiso de sus nervios periféricos, mientras los jerarcas daban vivas a la Revolución y repartían migajas en forma de multivitamínicos ¨gratuitos¨…

Troté por la Quinta Avenida que en su momento debió ser majestuosa. Hermosas y enormes casas desconchadas, abandonadas y pidiendo un cariñito a ambos lados de la amplia vía, dejadas a la pudrición donde se atiborraban familias cuyas pocas ropas secaban en balcones y ventanas. ¿Les suena…? Una que otra, perteneciente a una embajada surgía deslumbrante como un oasis en medio de un sediento desierto.

El caldo de cultivo de la «neuritis» fue una situación insostenible de factores políticos y económicos propios de regímenes autoritarios bajo extremos racionamientos: tal vez el más importante: la malnutrición pues la ingesta nutricional disminuyó de 2.850 kilocalorías por día en 1989 a 1.863 por día en 1994 cuando el mínimo recomendado para el adulto humano es de 2.100 a 2.300 calorías, pero más patético aún fue que niños y adultos mayores recibían apenas 1.450 calorías por día. Todo esto se acompañó de pérdida de peso que pudimos constatar apreciando el bajo consumo calórico y 4 personas turnándose en una bicicleta, y que entre 1990 y 1995 fue entre un 5% y 25% del peso corporal. ¿Les suena…?.

Una abigarrada combinación de factores nutricionales y tóxicos (licor de alambiques caseros, tabaco importado con gran contenido de alquitrán, elevado contenido de cianógenos (cianuro) en la harina de yuca y en la cáscara del tubérculo, el hecho de chupar y chupar caña de azúcar para aplacar el hambre, sin atisbar  que el déficit de vitamina B1 o tiamina —vitamina no acumulable—, B12 y ácido fólico, era el camino hacia el beriberi, la degeneración combinada de la médula espinal y la neuropatía periférica, determinó la emergencia de una epidemia de neuropatía óptica y polineuropatía periférica asociada a carencia de nutrientes y vitaminas en la población ya conocida desde los campos de concentración japoneses.

Aparecieron los primeros casos esporádicos entre 1991 a 1992 para luego progresar a ritmo exponencial hasta mayo de 1993 con 30.000 pacientes y continuó ascendiendo hasta 1997. Conjuntamente, aumentó la tasa de mortalidad materna en un 60% por causas obstétricas comunes y 43% de la mortalidad materna total. La tasa de mortalidad infantil se atenuó por la disminución de la tasa de natalidad debido a la pobreza, el incremento del número de abortos, y el aumento de la distribución de anticonceptivos. ¿Les suena…?

El atávico empeño destructivo del régimen comunista militarista caótico y manirroto de Venezuela ha intentado arrebatarlo y aniquilarlo todo, lo tangible y lo intangible, pero especialmente su tesoro humano, la juventud compelida a la desbandada dejando el lumpen que ellos mismos han contribuido a crear y multiplicar porque ¨la riqueza es mala¨ -la de otros, se entiende-.

Un período especial venezolano  redivivo con ciudades que se hunden en el abandono y la falta de pintura, carreteras en la indigencia, la carencia de amor. Vivimos en medio de la machacona repetición del Himno Nacional que habla acerca de un mítico ¨bravo pueblo¨, ese mismo que bajo el sol y la lluvia, el desprecio y la penuria de las colas no aparece por lado alguno y por ello, Pino Iturrieta y Tony Blair se han encargado de destruir el mito… No existe tal «bravo pueblo» y por ello, el yugo aprieta y aprieta más…

Cuba y Venezuela unidas por una misma miseria

Estamos nosotros en un período muy especial y desalmado creado con premeditación, alevosía y ventaja por espíritus crueles, ineptos y por malandrines de baja ralea; se culpa sin pruebas, se encarcela sin juicio; matan sumariamente quienes deberían proteger vidas; las enfermedades, ante el espanto de todos, proliferan y alcanzan su máxima expresión al ser dejadas abandonadas a su evolución natural: así, se va produciendo un genocidio en masa, de grandes proporciones, cada día con su noche, entre recién nacidos que no verán un cielo hermoso y ancianos incapaces de pararse ante una cola, cirugías pospuestas sin esperanzas, medicación ausente o espuria traída de Cuba y sin registro sanitario especialmente en aquellas condiciones que son dependientes de la cortisona (corticoesteroides) como afecciones inmunológicas, lupus, trasplantes de todo tipo, o falta de tratamientos para hipertensión arterial y diabetes dejando un horrible gusto a escasez, dejando heridos de muerte o asesinados con insana saña tirados a la orilla de los caminos del comunismo. Nada tan inicuo se había visto en nuestro país, ni en las peores dictaduras, ¡Caramba, ahora me entero!, esto era lo que quería decir aquella boca satánica como ¨mar de la felicidad¨. No hay otra opción, en diciembre 6 y con el concurso de todos oposicionistas, cooperantes y engañados tendrán que salir disparados como perro ¨peado¨ de mapurite…

Hemos estado a oscuras y rodeados de un aura fantasmal desde hace tres lustros de humillación y miedo, pero presiento que una noche derribada por el sol está a la vuelta de la esquina, y termino mi crónica mientras oigo las melodías de André Rieu que insuflan en mi espíritu esperanza por una Venezuela auténtica y mejor y me lleno de emoción al ver pasar una bandada de pericos mañaneros mientras los espectadores lloran conmovidos, y yo lloro con ellos también…

  • Domingo 24 de septiembre de 2017

Ha transcurrido dos años desde que escribí las estrofas precedentes…

El amanecer de esperanza y liberación que tantas veces he visto en mi imaginación y que elusivo, aún no ha llegado me llena de pena. La situación es ahora peor que la que sufren los cubanos, a pesar de que formamos parte de la misma comarca, ¨Cubazuela¨. No hemos podido contraponer la dirigencia de una oposición realmente patriota que nos lleve a expulsar los invasores. Nunca creo se ha oído en la Asamblea Nacional una referencia de rechazo a los cubanos; la palabra parece un anatema que no debe pronunciarse, y con rabia justificada me pregunto, ¿Por qué…?

¿Quiere decir que a la canalla que nos gobierna se ha unido otra que no queriendo abandonar sus privilegios nos traiciona en forma continuada…?

Pero iremos a votar, todavía nos queda una rendija de democracia por donde deslizarnos y debemos ser fieles a ella. No hemos perdido las esperanzas de no continuar siendo un país de oprobio y desprecio por la comunidad de las naciones  y volver a lucir los galardones de una nación civilizada.

Y André Rieu  y su Balada para Adelina siguen conmigo…

 

  • Domingo 30 de junio de 2019

Parece mentira, pero es verdad, seguimos igual o peor: la miseria ha empujado a CUATRO MILLONES  de venezolanos fuera de la frontera y seguimos sin un acuerdo nacional que acabe con la tragedia en la cual estamos inmersos…

Elogio del vicio y de la virtud…

 

 

 

Elogio del vicio y de la virtud… (Redivivo)

 

 

-¿Por qué no hablaste… por qué nada dijiste… por qué nada hiciste… por qué permitiste que muriera la virtud y nos dejaran

este erial como herencia…?

 

Parafraseando a la señora Beatriz Borjas de Cuenod podría decir emocionado del Proyecto Maniapure que

¨…el embrujo a mí también  me tocó…¨

 

Mi día de ayer en un hospital público fue uno –como tantos en este pútrido socialismo-, de frustración, tristeza y cólera. Uno de esos donde la injusticia rampante pide erradicación y castigo ejemplar, uno donde añoramos la vigencia de las virtudes fundamentales, aunque sea un poquito de ellas. Desde la antigüedad, con Platón, se enumeran cuatro virtudes cardinales: templanza, fortaleza, prudencia y justicia. Pero elogiemos mezclados el vicio y la virtud cuando sus extremos se unen…

  • Primer acto de la tragedia: La prudencia consiste en elegir correctamente los medios hacia el fin último y obrar correctamente en cada caso particular: Un joven, 23 años, portador de una hidrocefalia congénita –acumulación de líquido a presión en los ventrículos cerebrales que conduce a la cabeza a crecer-. A los tres años le reconocieron el problema y le colocaron un sistema de derivación, un aliviadero artificial que llevaría el líquido estancado desde los ventrículos cerebrales a la cavidad peritoneal a través de un largo tubo, con ello bajaría la presión y el diámetro cefálico volvería a la normalidad.

Todo anduvo bien hasta hace cerca de 6 meses cuando le asaltaron severos dolores de cabeza con vómitos, inicialmente nocturnos, luego también durante el día y oscurecimientos de la visión de segundos de duración con disminución progresiva de la visión. Todo indicativo de que el fiel artilugio comenzaba a dejar de funcionar, a no derivar el líquido fuera de las cavidades ventriculares, lo que conllevaría a un aumento de la presión intracraneal a niveles intolerable con amenaza visual: se quedaría irremisiblemente ciego. No comentaré el comportamiento de los médicos que le vieron previamente quienes no le adoptaron como a un hijo en apuros, sino como uno más del montón y el que venga atrás que arree… Diversas opiniones en negación de sus manifestaciones clínicas: que si el sistema estaba funcionando bien, que si no estaba obstruido, que era mejor no hacer nada, a pesar de la contundente evidencia. Al fin, uno, condolido, se prestó a cambiar el sistema…

  • Segundo acto de la tragedia: La fortaleza o valentía es la disposición a sobrellevar males y no retroceder ni ante la muerte en atención a fines elevados. Los dos hospitales bolivarianos, los dos hospitales quebrados e indolentes, los dos hospitales que no pueden cumplir la misión que les dicta la ley y conspiran en favor de la maleficencia y de la no beneficencia, no pueden suministrar la válvula que resolverá la incertidumbre de si alcanzará o no la ceguera en el despertar de la adultez. Al fin le dicen que el cambio va, pero con el imperativo de comprar el sistema a un coste de $ 1.000 pues el gobierno en su anomalía del alma le regatea el dinero que consideran de ellos…

¿Cómo conseguirlos me pregunta la madre, me reitera la hermana? Vayan al Banco Central, ocurran a Miraflores, pidan en Pdvsa a ver si el duro corazón de esos miserables se ablanda e impiden la catástrofe visual. Me enerva que no habiendo divisas, el ilegítimo acaba de hacer ¨una inversión¨, una donación a Cuba de 1.428 millones de dólares para que amplíen ¨el milagro de Barrio Adentro¨, cuando los informe de gestión de Pdvsa muestran erogaciones a la Misión Barrio Adentro I, II y III por US$ 22.419 millones entre 2003 y 2013; y de US$ 159 millones a la Misión Milagro en el mismo período, cuyo destino es cierto, simplemente se los robaron, y no hay esperanza para mi paciente.

  • Tercer acto de la tragedia: La justicia es la firme disposición a reconocer a cada cual lo que le corresponde: El dinero no se conseguirá por parte del Estado, le pedirán informes por triplicado, fe de vida, partida de nacimiento,  permiso para respirar… como tampoco darán aquel dinero necesario para remediar el drama de un país que con las mayores reservas de petróleo del mundo, la noche del jueves 31 de marzo impidió que una treintena de niños en el Hospital de Niños J. M. de los Ríos, tuvieran un simple su tetero de la noche porque sus padres no tenían dinero para comprar las fórmulas lácteas que antes suministraba el hospital.

La lex talionis o ley del talión o principio de la reciprocidad, es la denominación de un principio jurídico de justicia retributiva que impone un castigo en razón del de la importancia del crimen cometido, simplemente para obtener reciprocidad, es decir, que no se refiere a una pena equivalente sino a una pena idéntica. O sea, que lo que es igual no es trampa. La expresión más conocida de la ley del talión es el pasaje bíblico «ojo por ojo, diente por diente». ¿Qué pena merecerían estos narcodelincuentes? ¿Cortarles una mano, cortarle las dos, prisión de por vida sin atenuantes, fusilamiento a la cubana…? No lo sé, pero lo que sí sé, es que por culpa de la dominación isleña y la connivencia con militares obesos y multimillonarios, el país ha caído en un profundo agujero de desgracias.

  • Cuarto acto de la tragedia: La templanza o disposición a contener el placer sensitivo dentro de los límites de la razón. Trataremos de moderarnos –cuán difícil es en estos tiempos-, trataremos de ser humildes, trataremos de ser modestos y mansos, y ojalá que podamos tratar de ejercer la clemencia…

Mi paciente quedará ciego… ¿cuántos como él morirán por desafecto, por indiferencia y mendacidad de los encargados de tutelarlos, del Estado indigno y ladrón? El embajador de Venezuela ante la OEA, un tal Álvarez, en acto de desfachatez suprema nos considera ¨alegres e irresponsables¨; al asegurar que en Venezuela no hay una crisis humanitaria ni de salud, y al justificar con falsedades que nuestros pacientes no puedan ser ayudados por organismos multilaterales o gobiernos extranjeros por esa invención crapulosa de una supuesta ¨guerra económica¨ que ellos mismos han forjado y que no existe, cierra las puerta a la esperanza. Allá, en Washington probablemente estará almorzando en un restaurante de lujo mientras la ¨accesibilidad extraordinaria para conseguir medicamentos¨ y las colas desesperadas son el orden del día. Olvídense los cancerosos, los hemofílicos, los hipertensos y diabéticos, los cardiópatas que necesitan un stent coronario, los que esperan cirugías electivas: no trabajemos los viernes, fomentemos la molicie y la irresponsabilidad, veamos alegres como los comerciantes cierran sus santamarías, disfrutemos de la falta de agua, ciérrense las clínicas privadas que el narcoestado puede enviar a sus asociados a otros lugares del mundo a buscar salud, como ocurrió con aquel ministro que llevó a su suegra a operarse en el exterior… Maduro: el pueblo venezolano está jodido pero feliz¨, (# 13, octubre 2017).

Aristóteles (384 a.C.-322 a.C.) decía que el exceso de virtud, es de hecho, una forma de vicio y encarecía la media deseable entre los dos extremos, ni el ascetismo ni la propia indulgencia, una alabanza a la moderación. También fue este el código del gran Epicuro (341 a.C.-270 a.C.), el filósofo griego que enseñó que debido a mucho de una comida buena, podíamos llegar a una indigestión, pero que tampoco era ello óbice para saltarse el almuerzo.

Estos sabios antiguos sabían que el alma humana es un delicado ecosistema en la cual los apetitos deben balancearse cuidadosamente tal como se hace con la receta de un mondongo criollo para que no se torne morado. Francisco VI, duque de La Rochefoucauld (1613-1680) nos enseñaba que los vicios, diluidos y convenientemente mezclados, podían actuar como medicamentos para el alma al neutralizar los efectos de las sobreabundantes virtudes. Pero de ejemplos de virtudes estamos necesitados y mire que si los hay, y a ellos debemos volver nuestros ojos:

  • Y volvemos a nuestro ¨Elogio del mercurio¨ de la semana pasada (El Unipersonal, Año 2, N° 80, 27 de marzo de 2016) y mi corto viaje a la Gran Sabana, tierra de embrujo, a bañarme y empaparme de legítimo orgullo y desenfrenada esperanza de que gracias al esfuerzo, la reserva moral y la decisión de muchos patriotas saldremos del marasmo en que estamos atascados.

Debo confesar que solo una vez anterior me había embarcado en una avioneta. La primera vez hace ya muchos años, más de cuarenta, cuando mi hermano Luis me invitó en compañía de mis hijos Rafa y Gusta a sobrevolar el Lago de Valencia en su pequeña nave, tiempos en que un amigo de él, se ufanaba de rozar la superficie del agua con los cauchos de su avioneta… Alma estrafalaria, que no murió por su insensatez… Es justicia decir que me fastidié enormemente y mis dos retoños se quedaron dormidos… No hubo segunda dosis.

Pero esto fue otra cosa, el doctor Tomás Sanabria Borjas, además de ser un cuidadoso piloto es un culto aviador que bien, funge de guía turístico unas veces, otras de musicalizador, otras de futurista y soñador, otras de venero de hermosas y útiles ideas, en fin, otras de entusiasta creyente que los habitantes de las grandes selvas y sabanas no tienen por qué no recibir enseñanza ni atención médica adecuada. ¿Cómo así…? La tecnología de las comunicaciones le ha hecho un conocedor del terreno y sus necesidades, de la medicina a distancia y contando con sus aliados, jóvenes estudiantes universitarios de diferentes disciplinas a quienes contagia su dinámico optimismo, vale decir,  es responsable de un germen revolucionario y virtuoso que ha sido plantado tierra adentro bajo los dictados de su corazón bondadoso.

Un colono del aire cuya avioneta ¨lechera¨ igual aterriza en Uribán, en Maniapure, en Kamarata o en Wonken, donde le reciben todos, pobladores, pacientes y estudiantes con fiesta de sonrisas, sin otro objeto que insuflarles un ejemplo de compromiso, una rara avis, una inusual virtud; por cierto una virtud de que carece el malandrosocialismo. En este corto viaje envidiaba a la doctora Bárbara, jojotica, recién graduada, aromosa a aula de clase y a hospital, que iba a sentada a mi lado en búsqueda de la decisión de irse un año y empatarse en esta cruzada de ayuda y experiencia para nuestros indígenas, siempre olvidados, y quien por seguro, hará los cambios positivos que le dicte su garra y su corazón palpitante. Ojalá que se documente bien y con nuestra ayuda y apoyo, desentrañe muchos de los misterios de la intoxicación mercurial, del ecohomicidio  nuestro, porque la lección de Minamata, aún es desconocida o no ha sido aprendida por los depredadores garimpeiros ni por el ejército o la Guardia Nacional, cuyo lema, ¨El honor es su divisa¨… ese que ni se divisa porque lo han vuelto porquería…

¿Cómo no haber ido nunca? Claro está, no había hallado en mi agenda un incentivo para conocer parajes remotos como este, llenos de luz, misterios y referencias de vida y que clama por protección gubernamental, pero el hecho de contribuir a apoyar una obra altruista iniciada por los esposos Cuenod-Borjas, me hizo merecedor del viaje. Hermosa historia: primero, por inventiva de su hermana Beatriz nació en Maniapure el ¨Dispensario La Milagrosa¨ ante la carencia de asistencia médica y de enseñanza de las primeras letras para los niños indígenas, necesaria para que se eleven y no sean pasto de burdos intereses, y buscar asociaciones  estratégicas. Luego la idea se expandió a la «Fundación Cubo» (Cuenod-Borjas) para darle soporte a la idea; la Asociación de Damas Salesianas le brindaron su decidido apoyo, y Tomás –mi amigo- le dio el toque médico con la creación de la ¨Fundación Proyecto Maniapure¨ ubicada en el centro norte del Estado Bolívar, específicamente en Maniapure y La Urbana; con él y su esposa Rossy Maal de Sanabria como motores. Reciben el Premio a la Excelencia Venezuela Competitiva 2008: ¨La Fundación Proyecto Maniapure ha brindado a través de la telemedicina asistencia médica de primera, y hacerlo con éxito. Ha contribuido a aliviar de manera significativa las penurias de los indígenas y criollos que viven en zonas apartadas de la geografía nacional¨.

Triste el contraste entre el caso de mi paciente, los enfermos: niños y adultos abandonados por un Estado corrupto, y las virtudes de una familia visionaria y comprometida, de unos estudiantes no tocados por la infamia y de una etnia anhelante, me hacen ser optimista.

Pero nada se da por nada, hay que luchar, hay que decir lo que hay que decir, hay que hacer lo que haya que hacer, no sea que el día de mañana mis nietos y los nietos de otros nos reprochen, ¨-¿Por qué no hablaste… por qué nada dijiste… por qué nada hiciste… por qué permitiste que muriera la virtud y nos dejaran este erial como herencia…?¨.

Parafraseando a la señora Beatriz Borjas de Cuenod podría decir emocionado del Proyecto Maniapure, que ¨el embrujo a mí también me tocó…¨

Elogio de la Evocación… ¡Más vale papel en mano que flaca memoria! El paciente del papelito…

 

PARTE I.

 

  Pálida, tremulosa y titubeante, se abrió paso hasta el reducido recinto de mi despacho. Sus ojos reventones, de dilatadas pupilas, regateándose todo parpadeo, escrutaron cada milímetro de mi rostro completo, comparando la ilusoria imagen que de mí se había forjado, con la que la realidad le confrontaba. Su mano tímida, fría y sudorosa fue a encontrarse con la mía. Como el primer beso de un adolescente, su saludo fue un tímido y fugaz encuentro…

Tragando grueso,  apenas si acertó a sentarse en el borde de la silla que le ofreciera  –yo llamo a esta postura ¡¨no he llegado, ya me voy!-. Entre profundos suspiros y aclaraciones, confundió la dirección de su domicilio y tuvo que rectificar la numeración de su teléfono. ¡Tan asustada estaba, que su mente se había blanqueado! En anticipación a la consulta, la noche anterior no había dormido y dos evacuaciones flojas rubricaron su recelo. Al preguntarle a qué había venido, no atinó a encontrar una respuesta concreta. Tuve que extraer de ella, casi que con cucharita y mediante un proceso de mayéutica, similar al que usara la madre de Sócrates, Fenaretes, famosa comadrona de Atenas, lo que la ausencia de comunicación fluida y esclarecedora no pudo. Mientras le examinaba, emergieron en forma desordenada quejas olvidadas. Hablamos luego por un largo rato.

Su semblante de salida, reflejaba una menor tensión, y sus manos se habían entibiado un pelín. Aunque al final de la entrevista me pareció que se encontraba saludable, nunca podría estar seguro de la veracidad de su ‘chucuto’ relato y peor aún, cuanto de él realmente pertenecía a mis conjeturas y no a su realidad… Me quedé intranquilo y pensativo. Segundos después, un toque nervioso y un empujón a mi puerta me devolvió a Nívea Friática[1] —que así se llamaba mi paciente—, que penetrando avergonzada exclamó, ¡Qué pena doctor, se me olvidó contarle lo más importante…!

 

¡Cuán a menudo va el paciente a la consulta médica impreparado!  ¡Cuán frecuente somos observadores timoratos y ligeros de lo que nos aqueja y nos asusta! ¿Cuántas veces cerramos los ojos para no ver, los oídos para no oír y embotamos la sensibilidad para creer no sentir aquello que nos ocurre y no entendemos? ¿Cómo ser diagnosticados con eficiencia si no podemos expresar, en nuestras propias palabras, las pistas que con claridad ayuden a resolver nuestro entuerto? Toda enfermedad posee un lenguaje distintivo, que, verbalizado por el enfermo, permite su desvelación e identificación. Por falta de detalles esenciales, con frecuencia los médicos diagnosticamos, prejuiciadamente, lo que queremos que el paciente tenga, más que lo que efectivamente tiene…, pero, ¡No somos del todo culpables! De la misma forma, una computadora alimentada con datos falsos, producirá resultados equívocos… El cerebro de un clínico experimentado en la praxis y en la lectura, ¨la computadora’ más compleja y eficiente que se conozca¨, debe recibir información precisa y verdadera para poder integrar, diagnosticar y tratar. Ya decía Sherlock Holmes al doctor Watson en la Aventura de los Arboles Cobrizos: – “¡Datos, datos, datos!, ¡No puedo hacer ladrillos sin arcilla!  “No somos brujos los médicos, tampoco veterinarios, no queremos jugar a las adivinanzas ni entrevistar enmudecidos de mentira.

Dígame, como paciente ¿Qué espera usted de un médico al visitarle? ¡Tonta la pregunta! —pensará— y me responderá tal vez molesto: – “Lo que cualquiera en mi caso esperaría! Un profesional humano y cálido, que no parezca inatento o apresurado, que me permita expresarle mis problemas, mis dudas y temores en mi propio estilo, sin hacerme aparecer como un necio o un ignorante, que escudriñe bien mi cuerpo y diagnostique la causa de mis males, prescribiendo con mesura los remedios adecuados, y que me hable en un lenguaje desprovisto de tecnicismos y términos altitonantes, así que yo pueda entenderle y participar activamente de mi propio cuidado…”.

En la profunda interioridad del paciente, el médico representa, por una parte, al padre que todo lo puede y que, mágicamente, es capaz de restituirle la salud perdida y devolverle la tranquilidad a su alma conturbada. Pero por la otra, también personifica al portavoz de la desdicha, al clarín de la desgracia, pues es él quien va a descubrir su enfermedad, quien va a hacerle cambiar el ritmo de su vida, quien —en su fantasía— va hasta decirle ‘cuántos días de vida le restan…’. Aunque todo esto le parezca una exageradísima versión del vulgar mortal que también es el médico, más vale que me crea, es así como nos perciben, en la hondura de su ser muchos de nuestros pacientes. Es por esto, que, con mezcla de temor y esperanza, de respeto y desconfianza, se acercan hasta nosotros…

Pero, desafortunadamente, estos sentimientos contrapuestos y comprensibles, pueden, como en el nítido caso de Nívea, no pocas veces interferir con la comunicación necesaria para que el médico se haga de un juicio no mediatizado, del problema que se le consulta. Como doctores, sabemos que no es siempre fácil abrir un canal de intercomunicación con todo un desconocido -nosotros-, a quien vamos a confiar nuestra propia intimidad y nuestras vidas, a quien se le visita infrecuentemente y, para colmo de males, cuando nos encontramos en los peores momentos de nuestras vidas, cuando estamos tristes, preocupados o muy ansiosos. En medio de este complejo panorama, ¡podemos ser compelidos desde el interior a mencionar lo intrascendente, obviando lo cardinal! Es por ello prudente y necesario, prepararnos convenientemente para una visita al médico…

  Las enfermedades como los animales, presentan características exteriores que en algunos casos permiten al facultativo, identificarlas a simple vista; si se quiere, a simple despliegue de sentidos, suerte del antiguo “diagnóstico de tranvía” que hacían los médicos parisinos al no más observar a sus compañeros de viaje… En otros casos, la identificación del morbo aparece más compleja, sus rasgos distintivos menos destacados, así que no encajan en los engranajes de nuestro cerebro y no sentimos el ‘clic’ revelador. Sólo se irá integrando en nuestra mente en la medida en que usted, participando activamente, vaya narrando sus síntomas y describiéndolos en forma ordenada. Es así como su aspecto general, sus palabras, sus gestos y actitudes, algunos detalles generales o específicos de su examen clínico, e inclusive de las pruebas complementarias que a juicio de aquél crea conveniente indicarle, harán, literalmente ‘hablar a su enfermedad’, que de esa forma podrá ser identificada: Dónde y cómo apareció, cómo y hacia dónde se propagó, cómo ha llegado a su estado actual, qué hizo usted para favorecerla, qué no hizo para evitarla, y cómo y por dónde comenzar a tratarla…

Lo simple sigue siendo lo más importante en la vida; en medicina, los hechos sencillos mantienen un lugar preeminente sin importar el nivel de sofisticación de una institución o país. ¡Cuando se vulnera la simple regla de hacer una historia clínica completa y se va de una vez a practicar irracionalmente costosos y complejos procedimientos de diagnóstico, aunque usted no lo crea, su salud estará en el mayor peligro! ¡Las reglas del arte no pueden ser cambiadas, pues cuando ello ocurre, se genera más dolor del que se busca aliviar…! ¡Sea un buen informador de su propia enfermedad, sea un buen paciente!

 

 

Elogio de la Evocación… ¡Más vale papel en mano que flaca la memoria!

 

Parte II/ Epílogo

 

   El inspirado neurólogo del parisino Hospital de la Pitié-Salpêtrière, Jean Martin Charcot (18251893), de cuya muerte se cumplen precisamente ciento veintiséis años, se refirió al carácter obsesivo que dejaban traslucir sus pacientes hipocondríacos o histéricos al presentarle sus quejas, convenientemente anotadas en un pequeño trozo de papel que extraían de alguno de sus bolsillos. A éstos los estigmatizó como ¨le malade au petit bout de papier…¨. Desde entonces y para muchos de mis colegas, ‘el paciente del papelito en la mano…’, es sinónimo del ‘ahí viene la garúa de tontas quejas’, la carta de presentación de la enfermedad insustancial, nada por lo cual el profesional deba preocuparse mucho… Siendo hecho cierto que una y otra vez vemos reflejada en nuestros enfermos la observación de Charcot, no es menos cierto, que esta manera de ver las cosas, prejuicia al médico, que etiqueta de entrada al paciente de neurasténico o funcional como alguna vez se le llamó.

Preferimos despojarnos de la miopía y no suscribir la posibilidad de hipocondría o histeria, hasta tanto nos enteraremos, en forma despojada de toda parcialidad, del contenido del papelito, pues muchas veces en él, se encierran importantes claves para el diagnóstico, o pistas para comprender la naturaleza que subyace bajo la queja así presentada. Por tanto, de ser posible, le animo a que organice en un papel, los datos básicos de su enfermedad, y así, no se arrepentirá como mi paciente Nívea, la que al salir de la consulta se recriminó diciendo: -“Caramba se me olvidó aquello… pasé por alto lo más importante… perdí mi tiempo y mí dinero…”.

 

Como complemento del capítulo anterior, me permito presentarle algunas sugerencias que harán de su consulta médica una directa colaboración, un todo coherente, de gran ayuda para su médico en la comprensión del problema que le consulta.

(1). Su doctor no es mago ni juez, por tanto, no está capacitado para la adivinación, la quiromancia ni para juzgarle. Háblele con sincera claridad y no deje dentro de usted, nada por lo que tenga que arrepentirse después.

 (2). No trate de examinarle sus conocimientos. Hay quienes ocultan información importante para tantear cuán informado está el médico, para ver si él es capaz de descubrirla. Sea pues espontáneo, abierto y específico.

(3). Por nimio o tonto que le parezca, no omita detalle alguno. No es usted el llamado a juzgar la importancia de sus síntomas: El punto más insignificante, puede resultar el rasgo más importante que ayude a definir el tipo de enfermedad que padece.

(4). No intente decir, atropelladamente todo a un mismo tiempo. Tómese algún tiempo antes de la consulta, para elaborar un esquema cronológico y detallado de sus síntomas: Cuándo apareció el primero, sus características esenciales y que pasó con él a través del tiempo; luego siga con el otro u otros, si los hubiera.

(5). Cerciórese de que su médico ha comprendido bien lo que usted ha querido decirle.

(6). Evite la prolijidad innecesaria y la verborrea insustancial: Suele enturbiar la verdad. Evite el silencio o la reserva: Abre las puertas a la falsa conjetura.

(7). No malgaste su tiempo diciéndole cuántos o cuáles médicos le han visto previamente, o que han opinado de su caso. Si él necesita esa información, se la preguntará en su momento. Gaste todo su tiempo en aportarle sus quejas al desnudo, en sus propias palabras y tal cual como usted las siente. Las opiniones de otros, pueden conducir a su doctor por el mismo derrotero equivocado que aquellos tomaron. Su relato es cuanto a él le interesa. Luego de escuchar su versión y para una mejor comprensión de sus síntomas, él hará las preguntas que considere oportunas.

(8). ¡De extremada importancia! Traiga consigo una lista de los medicamentos que consume o ha tomado en el último año, sin obviar colirios, ungüentos o cremas, ‘medicinas naturales’ o vitaminas. Anote las fechas y el tiempo durante los cuales las ha consumido o consumió. ¡Alguno de ellos podría ser el causante de sus actuales desdichas!

(9). Las radiografías y exámenes de laboratorio, forman una parte invaluable de su patografía o historia médica pasada: Nunca los bote, no los enrolle ni los arrugue. Guárdelos en su cama, en la parte distal bajo el colchón, allí no molestarán, no se doblarán y los encontrará fácilmente cuando los necesite. No le haga perder tiempo al médico con un montón de exámenes desordenados que poco dicen. Ordénelos por fecha o mejor aún, archívelos en una carpeta para que él pueda examinarlos fácilmente.

(10). Las fotografías personales —particularmente las de carnet o pasaporte—, son un medio utilísimo para ponerle fecha a una enfermedad, particularmente cuando se trata de un párpado caído, un ojo abultado, o una asimetría en su cara. Tráigalas a la consulta con usted. [2]

(11). Elabore un pequeño árbol genealógico-patográfico indagando sobre las enfermedades, operaciones o causas de muerte de sus abuelos, padres, tíos o hermanos. Puede ello permitir reconocer en usted, elementos de riesgo para ciertas enfermedades y tomar las previsiones necesarias.

(12). No exija del profesional un diagnóstico instantáneo o inmediato. A veces es posible; otras tantas, no es tan fácil. El proceso del diagnóstico de su condición no termina cuando usted abandona el consultorio del médico. Su salida del recinto no significa que él se olvidó de usted. Si usted se marcha aliviado a casa, probablemente significa que parte de su angustia quedó depositada sobre los hombros de aquél. De no haber clarificado su problema, él se irá a casa y ya en su biblioteca, revisará textos y artículos científicos que le ayuden a obtener más información acerca de su condición y no le extrañe que hasta llame a otros colegas para intercambiar impresiones acerca de su condición.

(13) No crea que su médico es “chimbo” porque busca el auxilio de un libro: ¡Todo lo contrario! La medicina es harto compleja, la memoria es frágil y los profesionales debemos, es más, estamos en la obligación de estudiar cada problema, con la profundidad en que su dificultad así nos lo imponga.

 Ahhh y muy importante ¡Asegúrese de no olvidar en casa el papelito recordatorio!

 

Ocurre tan a menudo que la “chuleta” se queda en casa, que nos parece que hay un real deseo de escamotear la información y de no ser diagnosticados… ¿Triquiñuelas del inconsciente ante ¨la posibilidad fantaseada de una condición mortal¨…? ¡Sea un buen historiador de su propia enfermedad! Observe lo que le ocurre, anote si es necesario, lleve un diario sin obsesividad morbosa, tenga claro lo que usted desea de la consulta médica. Todo ello nos facilitará nuestra labor de búsqueda e integración.

¡Aunque nuestro admirado maestro Charcot se nos moleste desde su tumba, no se avergüence de ser le malade au petit bout de papier’!

[1] De nieve, semejante a ella; y frio, necio, sin gracia.

[2] El celebrado maestro de la neurooftalmología estadounidense, el profesor doctor J. Lawton Smith (1929-2011), nos enseñó acerca del FAT-scan o ¨Family album tomography:  u observación de secuencias fotográficas previas en el álbum familiar para hacer diagnósticos retrospectivos de trastornos de la posición palpebral, parálisis congénitas de nervios craneales, orbitopatía distiroidea de Graves, acromegalia, etc.

Primum non nocere, a propósito…

 

Una necesaria aclaración. El 12 de noviembre pasado fue publicado en el portal de Prodavinci un trabajo del arquitecto y escritor Federico Vegas Pérez (1950) intitulado, «Un país suavecito…» donde hace alusión a mi persona y a mi libro «Primum non nocere, primero no hacer daño. Vivencias de un médico del Hospital Vargas de Caracas (2004)». Por alguna razón, esa edición pasó ante mis ojos sin percatarme. Ayer me visitó una paciente y se quedó viendo el tomo de mi libro en mi escritorio y comenzó a decirme, -¨A usted lo citaron en un artículo que leí, pero no recuerdo dónde…¨. Al final de la consulta lo recordó, y al visitar la página me encontré con la sorpresa de que mi libro era citado por el afamado escritor. Desgraciadamente, este mi libro tuvo sólo una edición de cerca de 400 ejemplares. Como fue financiado por la Sociedad Médica Santiago Salcedo Bastardo de la Clínica El Ávila en Caracas, pronto fue distribuido, desapareció y no hubo una nueva edición o reimpresión.

El libro no era otra cosa que la recopilación de mis artículos sobre salud que publiqué en la década noventa en forma dominical en el Diario El Universal de Caracas. Motu proprio, un querido y siempre bien recordado alumno, el doctor Mario Blanco García y su esposa Zomaira, se dedicaron con cariño y paciencia a escanear cada artículo para luego estructurarlo como un libro de 998 páginas mediante el programa  bookmaker.

Muchas veces he tenido la ocasión de agradecerles todo el desinteresado trabajo motorizado por el amor y agradecimiento al viejo profesor y quiero hacerlo de nuevo patente esta vez: ¡Mil gracias mis amigos…!, así que voy a transcribir el lúcido escrito de Vegas y al finalizar, la introducción de mi libro «Primum non nocere… Presentación».

 

 

Un país suavecito…

Federico Vegas | Prodavinci, 12 de junio, 2017

 

I

«Les recomiendo un libro que recopila los ensayos del doctor Rafael Muci Mendoza. Se titula Primum non nocere, un aforismo latino que podemos traducir como “Lo primero es no hacer daño”. Este precepto está implícito en el juramento hipocrático y en los comentarios de Galeno, pero no aparece escrito con su elegante simpleza hasta mediados del siglo XIX, y aún está por definir quien lo acuñó por primera vez.

Hay frases con tanta autoridad que no necesitan autor, pero ese mismo peso y obviedad a veces las hunde en el olvido. Nos educan con la idea de hacer el bien y olvidamos que lo primero es no hacer daño en el intento. De mis años de arquitecto tengo una larga lista de propuestas que les ocasionaron molestias a mis clientes. Muchas veces fui irresponsable en mi búsqueda de un buen diseño. Recuerdo cuando Ferro, un maestro de obra a quien le tuve mucho respeto, me comentó sobre uno de mis proyectos que él estaba construyendo:

—Perdone arquitecto, pero esta casa es rara.

Ese día comprendí que debía centrarme en la herencia ancestral de un hogar y no en acrobáticas innovaciones.

Podríamos decir que mientras más idealistas son los deseos de hacer el bien mejor se cocina la posibilidad de hacer el mal. Ya lo dijo un autor francamente anónimo: » “El camino al infierno está empedrado de buenas intenciones».

Es comprensible que un médico no nos cure aunque lo intente, pero es imperdonable que nos deje peor de como entramos a su consultorio. Pensemos también en las maravillosas ofertas de los políticos y su capacidad de acarrear calamidades, como el incomprensible cataclismo que estamos viviendo.

Nuestra situación es semejante a la del preso que estaba sometido a unas condiciones terribles y su abogado le preguntó:

  • ¿Qué vas a hacer cuando salgas de esto?

A lo que el hombre respondió muy asustado:

  • ¡Pero… es que acaso habrá más!

En esto pienso mientras observo el video del exfiscal general de la nación y exembajador en Italia, Isaías Rodríguez, anunciando a todo gañote que gracias a una constituyente mejor que la anterior dejarán al país “suavecito”, un adjetivo del que se han apropiado los fabricantes de papel higiénico.

¿Qué significará un país suavecito?

II

Algunos aforismos fundacionales deben haber nacido casualmente. Sócrates no decía: “¡Agárrense de las manos que voy a decir algo importante!”. Sus discípulos eran los que comentaban: “¿Escuchaste lo que el maestro dijo hoy?”, y alguien, como Platón o Jenofonte, lo escribía. Esto explica que una frase suya aparentemente casual, “La mejor salsa es el hambre”, Cervantes la ponga veinte siglos después en boca de Teresa, la mujer de Sancho.

Algunos de los más solemnes pensamientos de Sócrates se hacen más interesantes si los ponemos en seguidilla, aunque fueran dichos en diferentes contextos:

Solo existe un bien: el conocimiento. Solo hay un mal: la ignorancia.

–Solo el conocimiento que nos llega desde el interior es verdadero conocimiento.

–El único conocimiento verdadero es saber que no sabes nada.

De manera que para combatir el mal de la ignorancia debemos mirar en nuestro interior y enfrentar el insondable mal de nuestra propia ignorancia, una paradoja que nos señala la trascendencia del aforismo: Primum non nocere.

No es casualidad que el gran aporte de Muci Mendoza haya sido el estudio del fondo del ojo. Él mismo nos cuenta de «un tiempo cuando todo lo existente tras la negra pupila se encontraba sumido en la umbrosa espesura de la ignorancia», hasta que en 1850 un joven físico y fisiólogo alemán, Hermann von Helmholtz, «penetró esa recóndita urdimbre mediante la invención de un simple instrumento para iluminar el interior del ojo». La aventura que comenzó entonces ha sido paciente y metódica. Muci Mendoza le recuerda a sus colegas que » sólo se reconoce lo que se ve y sólo se ve lo que se reconoce».

Ralph Waldo Emerson proponía que el ojo es el primer círculo y el horizonte que se genera al mirar a nuestro alrededor viene a ser el segundo. Es emocionante pensar que el tercer círculo esté dentro de nosotros. Allí se encuentran los recintos y pasadizos donde se enfrentan y se conjugan el mal y el bien, el conocimiento y la ignorancia.

III

Mi círculo interior es una caja de resonancia donde toda voz y sonido es un eco o un augurio donde vibra Venezuela. En las ciudades que visito persiste una montaña, tan invisible como verde y presente, señalando un horizonte perdido que vamos a reconquistar. Siempre pasan ante mis ojos, o ensueños, valerosos jóvenes que me van dejando atrás con sus marchas y martirios. Para ellos no hay opción. Ciertamente podrían marcharse del país, pero la desesperación los ha hecho sabios y entienden que «la vida que aquí perdiste, la has destruido en toda la tierra».

En todo lo que leo está presente Caracas y solo ella es real, el resto es fuga y fantasía. Hasta que, de pronto, la literatura me ofrece un testimonio que se ajusta a nuestros sufrimientos con tanto apego que me cuesta distinguir la ficción de la realidad.

Hoy estoy en Venezuela a través de El callejón de los milagros, la novela del premio Nobel egipcio Naguib Mahfuz. Aunque es difícil alcanzar la insólita variedad de una calle en El Cairo, hay suficientes similitudes para trasladar la novela a Latinoamérica. Ya Jorge Pons la adaptó a un vecindario de Ciudad México y le dio el papel principal a Salma Hayek. Así que el callejón de Mahfuz bien podría estar en nuestro San Agustín del Sur o en La Pastora.

Para animarlos a leer el libro, y para explicar mi estupor y asombro, les voy a describir uno de los personajes más sorprendentes: Zaita, quien vive en un cuartucho dentro de una panadería.

Zaita se ha especializado en la fabricación de lisiados y sus clientes son los mendigos de El Cairo. Su singular oficio consiste en crear la lesión más adecuada para cada personaje. Los clientes entran en su cuartucho en perfecto estado y salen ciegos, cojos, jorobados, mancos o con una pierna amputada.

Para Zaita es primordial «primero hacer daño», algo que él y sus clientes consideran hacer el bien. Al visitarlos para cobrar su porcentaje, Zaita les pregunta cariñosamente:

—¿Qué tal la ceguera?, ¿cómo se te da el andar cojo?

A lo que los mendigos responden:

—Muy bien, gracias a Dios.

Cuando Zaita le advierte a uno de sus clientes:

 —Lo de la ceguera es una operación muy delicada. Supongamos que pierdas de verdad la vista a causa de un accidente o de un error. ¿Qué harías?

El futuro mendigo contesta con indiferencia:

—Sería un don del cielo. ¿Qué provecho he sacado de mi vista para lamentar perderla?

La escena más inquietante es el encuentro de Zaita con un hombre de porte agradable y digno. Zaita le pregunta:

—¿Por qué quieres hacerte mendigo?

—Ya lo soy —contestó el hombre con voz serena—, pero no gano nada.

A lo que Zaita responde con emoción:

—¡La dignidad es la mejor deformación de todas! Con la dignidad conseguirás lo que quieras. Serás un mendigo fuera de serie. Te mirarán con sorpresa y la gente dirá: «Este hombre debe de haber valido mucho». Pero no te figures que puedes escatimarme el sueldo bajo el pretexto de que no te he hecho ninguna deformidad. Eres libre de hacer lo que quieras, pero desgraciado de ti si te atreves a salir del barrio.

Desde hace décadas nuestro nación se ha convertido en una máquina de pobreza alimentada con petróleo, pero ahora esta máquina también fabrica deformidades como política de gobierno y mecanismo para mantenerse en el poder.

Analicemos uno de los ejemplos más desalmados y apremiantes. Los guardias nacionales han pasado de ser defensores a agresores, de agresores a voraces aves de rapiña que generan pánico, furor y desorden entre los manifestantes, asesinando jóvenes en la vanguardia y robando mujeres en la retaguardia.

Ante semejante deformación Padrino López exclamó levantando el dedo:

—¡No permitiré una atrocidad más!

Uno se pregunta: » ¿Es que acaso vendrá algo peor?

«Y con toda razón, pues todo juicio y toda promesa de nuestros opresores es una deformación más en el camino hacia la creación de un país suavecito.

El silencio de Padrino López ante la desgarradora atrocidad que ocurrió al día siguiente de su advertencia, me recuerda la canción sobre el hombre que al llegar a Ciudad Bolívar se comió la cabeza de una zapoara:

Me la comí, ay, qué atrocidad, puse la torta por mi terquedad.

Su terquedad es evidente, pero estamos hablando de algo más que una torta y la cabeza de un pescado.

Deformación es también convertir a un país rentista en un país mendicante. Las últimas operaciones financieras son las de un agonizante pordiosero que quiere comprar tiempo bajo la filosofía de: “Después de nosotros, el diluvio”. Parecen concebidas por el mismo Zaita,

El proceso más grave de deformación lo está sufriendo nuestra Constitución. Aquel minilibro de cubierta azul se fue haciendo cada vez más pequeño entre los dedos de Maduro hasta desaparecer por completo. Ahora quieren sustituir a la calificada por Chávez como “la mejor Constitución del mundo” por algo que niega su espíritu y gestación, y celebran alegremente la idea de un feto mal concebido como la salida hacia ese país suavecito que Isaías invoca estirando las cinco vocales y matizándolas con un tono más de vampiro que de Luis Fonsi.

IV

Hay dos maneras de mantenerse en el poder. Una es hacer las cosas muy bien; la otra hacerlas muy mal. La diferencia es que hacer el bien en política implica permitir las alternativas, incluso promoverlas; en cambio un mal gobierno basa su permanencia en negarlas.

El gobierno que nos oprime lo está haciendo supremamente mal, pero no crean en mis juicios, pues provienen de ese círculo donde conviven el mal y la ignorancia. Hagan su propio examen interno de lo que es malo y es bueno, una tarea que en el mejor de los casos es eterna, y tomen una posición. Seamos dueños al menos de los fondos de nuestros ojos.

Bueno proviene del latín “bonus”, que puede significar “El que busca un enemigo”. Pareciera que el bien necesitara un opositor para existir, para comprobarse. Ese rival es el mal, pues lo malo también depende de lo bueno. Los filósofos definen el mal como una ausencia de moral, bondad, caridad, afecto… la lista es muy larga y, por lo tanto, inútil. Lo que sí conviene tomar en cuenta es que esas ausencias se refieren a las cualidades que debería tener un ser según su naturaleza o destino.

Para Platón, el bien existe en el reino de las ideas, de los conceptos, y el mal en la esfera de lo palpable, de lo sensible. Algo semejante propone un viejo grafiti:

Las niñas buenas van al cielo
Las niñas malas a todas partes

Esta distinción es una manera prosaica de recordarnos que en el mundo real el mal se hace sentir con más facilidad y elocuencia que el bien, y, por lo tanto, el punto de partida y la base donde se construye el relativo andamiaje del bien es no haciendo daño al prójimo.

Facundo Cabral lo explica con un cuento. En uno de sus conciertos el presidente Menem se acerca a la madre de Facundo y le dice:

—Soy un gran admirador de su hijo, ¿en qué podría ayudarla?

—Con que no me joda es suficiente —responde la viejita.

Los filósofos de la religión son más exigentes y se atormentan tratando de conciliar el mal y el sufrimiento en el mundo con la existencia de un Dios omnisciente, omnipresente, omnipotente e infinitamente bueno. Las posibilidades más clásicas son cuatro:

Dios quiere prevenir el mal, pero no es capaz. Luego no es omnipotente.
Dios es capaz de prevenir el mal pero no desea hacerlo. Entonces es malévolo.
Dios es capaz y desea hacerlo. ¿De dónde surge entonces el mal?
Dios no es capaz ni desea hacerlo. Luego no es Dios.

Presento estas dramáticas opciones porque la capacidad de hacer daño de nuestros gobernantes nos está hundiendo en estratos teológicos donde hasta el Papa resulta sospechoso.

Ya hemos dejado atrás una etapa que voy a ilustrar con un listado que nos ofrece Marguerite Yourcenar en su ensayo sobre la historia de Roma: Conocimos el gigantismo que no es sino la imitación fraudulenta y malsana de un desarrollo; ese derroche que impulsa a creer en la existencia de unas riquezas que ya no se tienen; esa pletórica abundancia pronto reemplazada por la penuria en cuanto se presenta la crisis más mínima; esa atmósfera de inercia y de pánico, de autoritarismo y de anarquía; esas reafirmaciones pomposas de un gran pasado en medio de la mediocridad actual y del presente desorden; esas reformas que sólo son paliativos; ese afán de sensacionalismo que acaba por hacer que triunfe la peor política.

Ahora hemos entrando de lleno en otra dimensión del mal y las referencias hay que buscarlas en textos sobre períodos históricos más perversos.

Isaías Rodríguez, miembro de la comisión presidencial para la constituyente, nos anuncia que la nueva Constitución “no tendrá los frenos de la otra” y permitirá sacar a la oposición “de todo”, y pondrá al país “finito”, “suavecito”, “afilado”, y se podrá acabar con los “parásitos”, “aniquilarlos”.

Estamos ante seres que “no son genios del mal, ni locos que obtienen placer asesinando, sino de funcionarios con una auténtica incapacidad para pensar” en la existencia de otros que piensan distinto, y nos hablan de una solución final ejecutada por guardias, soldados y policías para quienes esta tarea constituye “un trabajo, una rutina cotidiana, con sus buenos y malos momentos. De hecho, no son atormentados por problemas de conciencia. No son pervertidos ni sádicos, sino que son, y siguen siendo, terroríficamente normales”.

Las frases entre comillas de estos últimos párrafos las he tomado del libro La banalidad del mal, el libro de Hanna Arendt sobre el juicio al criminal nazi Adolf Eichmann.

Suena escandaloso comparar la tragedia venezolana con el Holocausto, pero no me estoy refiriendo a medidas o proporciones, sino a una dirección, a una rutina creciente, a una voluntad que se presenta sin descaro por uno de los pensadores del régimen, la versión deformada de un exfiscal, exembajador y expoeta que una vez le recitó a Hugo Chávez:

Créeme que encontré mi fe
Cuando acepté tu voluntad
De compartir con todos
La duda de los otros

El término “suavecito”, utilizado para calificar el proceso de aniquilar a quienes ya son la mayoría indiscutible del país, es de una crueldad descarnada y escatológica. Es difícil encontrar un adjetivo más oprobioso para definir la vitalidad de un país, su capacidad de convivencia, de generar alternativas y nuevos caminos, la voluntad de permitir la diversidad y la libre elección.

Un país suavecito es aquel donde hacer daño a tu prójimo es una banalidad sin importancia mientras puedas mantenerte en el poder».

 

Primum non nocere. Presentación…

Rafael Muci-Mendoza

 La tan comentada deshumanización de la medicina contemporánea, creemos, es en parte debida al proceso de endurecimiento de la sociedad misma…

Desde muy tierna edad, el niño es enseñado con la palabra, el gesto y el ejemplo a ser egoísta y a menospreciar o ignorar el dolor que no nos duele: el de nuestros semejantes; y no menos importante, a la creciente idolatría por el Dios Dinero y al embeleso ante lo visible y manoseable: el bien terreno, suerte de canto de sirenas que nada vale, pero que nos desvía sutilmente por rutas de degradación, en desmedro de los reales valores del espíritu, invisible e intangibles, que propenden a la elevación del ser humano induciéndole a una perenne búsqueda de la verdad.

Nosotros médicos, también humanos, no hemos sido invulnerables a los dictados materialistas de estos convulsionados tiempos, donde la vocación de servicio, el servir tan solo por la gratificación de servir, ha dado paso a la ayuda subordinada al beneficio personal, económico o social. Las actitudes transmitidas a la posteridad por el médico hipocrático, unos dos mil quinientos años atrás, son perpetua invitación a meditar sobre la tecnificada, altamente desarrollada y fría medicina de las recientes décadas, que, aunque muy efectiva cuando correctamente empleada, es generadora también de daño cuando empleada sin rumbo y sin mesura o en condiciones inadecuadas y que paradójicamente ha olvidado que el principio y fin de su acción es el humano enfermo.

La fundamentación primordial de la actuación del antiguo Asclepíades radicaba el «Favorecer, no perjudicar», que el hipocratista latinizado tradujo como «Primum non nocere»: lo primero, no hacer daño, anteponiendo a su tarea, la «Regla del buen hacer»: «hacer lo debido y hacerlo bellamente», según la formulación reseñada en «Sobre las úlceras»: «Hágase bella y rectamente lo que así haya que hacer; con rapidez, lo que deba ser rápido; con limpieza lo que deba ser limpio; con el menor dolor posible, lo que deba ser hecho sin dolor… «.

La medicina tal y como se ejerce en nuestros queridos y tan desasistidos hospitales, en más que en menos dista de favorecer y no perjudicar por no ser hecha bellamente, y que a fuerza de practicarse en forma inapropiada, se ha trasmutado en escuela de distorsión de principios, en gestora de dolor e insensibilidad ante el sufrimiento ajeno.

Ya no es más el médico como ente asilado, quien decide como ejercer su oficio, ahora ello le es impuesto por instancias superiores, tan frías y calculadoras como las estadísticas y que nada saben de aflicciones. El proverbial desorden hospitalario, aupado por una gerencia sin preparación, ignorante e incapaz, es responsable de una «permanente carestía» aún en medio de abundantes recursos, que malgastados, nunca alcanzan su objetivo: el sufrido paciente sea asegurado o indigente, porque se quedan atascados quien sabe dónde en el camino…, la creciente comercialización del oficio, la ligereza y el apuro implícitos en poder atender más enfermos en menor tiempo, la inexistencia de mecanismos como la recertificación periódica, que obliguen al médico a estudiar en forma cotidiana, la partidización excesiva y bochornosa de cuanta junta directiva se nomine en los hospitales, colegios médicos y organismos federativos -del todo ajena a los verdaderos intereses de la profesión- que los transforma en entes de superficialidad y mediocridad supremos, que miran a una realidad distante y distinta a la que el común de los médicos encaran, e imposibilita la autodepuración del gremio.

Ello y mucho más, ha ido socavando las bases altruistas del oficio y limitando las posibilidades de un giro en la dirección correcta. El «abstenerse de lo imposible» hipocrático, ya no forma parte ni deja lugar en la formación todopoderosa del médico moderno, que hasta parece desconocer que hay un momento para la muerte y que pese a sus esfuerzos, aquella, más tarde o más temprano, logrará su objetivo y que en ocasiones, más le valdrá pactar con ella en beneficio de un fin digno para su paciente.

Formas de audacia más atenuadas se nos muestran a diario, cuando nuevos procedimientos terapéuticos, de diagnóstico invasivo o modernas técnicas quirúrgicas inundan el «mercado profesional»: y aunque sabedores como sabemos, que es la regla el que no solo éxitos, sino también fracasos y complicaciones dolorosas hagan su aparición, no parece importarnos mucho.

Es fácil comprender el que las indicaciones y efectos desagradables de un novísimo procedimiento no sean aún del todo conocidos, pero pareciera privar el supuesto de que «lo novedoso es óptimo» y que uno-debe-estar-a-la-moda so pena de ser tildado de anticuado aunque no sepa con exactitud de que se trata, por qué se hace y qué ha de esperarse… Vale entonces recordar el mandamiento de la prudencia: de aquellos nuestros sabios antecesores: «Lo nuevo, cuya utilidad no se conoce, suele ser más alabado que lo tradicional, cuya utilidad sí se conoce».

En nuestro pedantesco trajinar omnipotente, hemos olvidado «el salvar la naturaleza sin cambiarla», o el » atacar a la causa del daño» o especialmente, el «educar al paciente en tanto que paciente», pues ante todo somos científicos-ciegos- que no atisbamos al hombre tras la enfermedad. Es por ello que todos, como potenciales pacientes que somos, debemos procurar estar bien informados y preguntar, exigiendo de nuestros médicos respuestas comprensibles, directas y concretas, y no dudar, cuando necesario, en obtener una segunda opinión, pues el arte es complejo y extenso, y sólo un iluso podría imaginar que lo conoce todo.

Y por nuestra parte, nosotros los médicos no debemos olvidar que el educar a la comunidad, es su única forma de defensa ante nuestras ligerezas y las de nuestros empleadores…

Se escribió el 24.04.2017 ¨Después de Cuba, Venezuela destaca como la segunda nación del mundo con mayor capacidad de atención en salud primaria, logro que es posible gracias al funcionamiento de la Misión Barrio Adentro programa que en sus 14 años ha salvado la vida a 1 millón 769.000 venezolanos¨ . O sea, que la nación venezolana es una nación enferma con tantos pacientes irredentos…

En declaraciones del ministrillo del poder popular para la salud, farmacéutico Luis Salerfi López a través del canal estatal VTV aseguró hoy, 02 de diciembre, que no permitirá el ingreso de ayuda humanitaria al país “Aquí nadie se arrodilla ante el imperio y mucho menos va a permitir que esta derecha imponga una supuesta ayuda humanitaria cuando nuestro pueblo está siendo atendido por el presidente Nicolás Maduro”, dijo en Caracas.

¨Fue sorprendente leer que a partir de hoy lunes, 4 de diciembre, se realizaría una jornada nacional de vacunación contra la malaria, tal como lo informó el ministro del Poder Popular para la Salud. Pero… actualmente, no hay ninguna vacuna autorizada contra la malaria…¨.

Licenciado Luis Salerfi López Chejade ¿es que los farmacéuticos ya no son más doctores? Recuerden que el ¨imperio¨ son ustedes, que los responsables son ustedes y su sectarismo enfermizo y dañino…

 

 

Elogio de MI país…

 

Por eso le pido, nunca, pero nunca más diga ¨en este país¨…

 

¡No!, ¡No me gusta…! A cada paso, en cada conversación, en cada artículo de prensa, en cada comentario radial oigo alguien decir: ¨¡Este país…!¨ seguido o no de un adjetivo degradante y me enerva y me enfada, se desatan mis demonios pues suena como si la palabreja fuera pronunciada con ánimo despreciativo, como si se refiriera a ¨otro¨ país y no al país mío, la tierra donde nací, donde me educaron mis padres, donde estudié y me hice ciudadano, donde me enamoré perdidamente y aún me siento enamorado, donde me gradué de médico, donde he sufrido mis equivocaciones profesionales y he celebrado mis muy pocos aciertos, donde tuve mis hijos y ellos a su vez han tenido hijos suyos, donde he ido envejeciendo dignamente y con la frente en alto pues nunca he lamido botas ni me he arrimado a los poderosos…

Y es que amo, amo el consumismo, mejor dicho, el con-su-mismo, vivo  casado con mi misma mujer por 49 años y 10 meses, manejo mí mismo carro Volkswagen Vento por 18 años, vivo en mi misma casa ya casi por cinco décadas, la misma barba por más de 40 años –ahora blanca-, trabajo en mí mismo hospital por más de medio siglo, me visto con mi misma ropa todo el año, tengo mis mismos buenos amigos y es posible que adquiera algunos otros en lo que me resta de vida y que voy atesorando como valiosas propiedades. Esta es mi querencia, este es  MI país, no el país de otro, pues si así fuera, no me dolería tanto como me duele. ¿Cómo va a ser que MI país, haya devenido en ¨este país…¨?

Y es precisamente, porque no lo sentimos nuestro, es por lo que no lo hemos defendido con amor, decisión y garra. Mi país es algo propio, entrañable, soldado a mi alma, grabado con un ferrete candente en mi piel, me duelen los mordiscos de mis depredadores, de los ladrones y asesinos que nos gobiernan. Parecemos más huéspedes que residentes de un hermoso país y por eso no nos molesta el deterioro, los escupitajos que más que palabras decentes, profieren nuestros carentes gobernantes.

Mi país no es otra cosa que lo que hemos querido que fuera; lo han malogrado los que quisimos que lo hicieran y no bastaron las advertencia y admoniciones que muchas gentes con sentido común nos hicieron, parecidas a aquellas que una madre amorosa le hace a su hija sobre la inconveniencia de casarse con un hombre tarambana, mujeriego y bebedor para recibir por respuesta, ¡No me importa, yo sé que puedo cambiarlo…!

Mi padre, trabajador incansable, se refería al Líbano como ¨Mi tierra¨, pero a veces nos confundíamos, porque ¨Mi tierra¨ también significaba esta, su Venezuela y su querido Guayabal del estado Guárico que acogió su cuerpo y alma inclinado al trabajo sin pausa; tenía dos madres a las cuales amaba y agradecía; aquella porque era la patria de sus ancestros donde había nacido y sido educado en la austeridad y reglas morales de una sociedad pobre y bregadora, y esta, porque le había cobijado con la ternura de una segunda madre, sin pedirle nada a cambio, aunque él le pagó con creces al desposar una campesina venezolana y darle 9 hijos que educó con esmero mirando hacia el cielo y bajo rigurosas normas de ética, moral y amor por el país y su gente. Se quejaba de la falta de visión de sus gobernantes y pedía que le dejaran administrar el país por un año… -sólo un decir-, tan urgido como estaba de ver el progreso para una tierra que teniéndolo todo era maltratada y rapiñada por hombres y mujeres primitivos y sin conciencia de pertenencia…

Por eso le pido, nunca, pero nunca más diga ¨en este país¨. Siéntase orgulloso de él pues es el único que tiene aunque se aleje muchísimo de sus fronteras, trabaje por él, únase a quienes también lo aman y denuncie de viva voz la barbarie y sus formas de destrucción; si todos lo hiciéramos, no habría suficientes cárceles para albergarnos pues hay que abrir las puertas para que surja la rebeldía contra el gobierno inmoral…

En sus dirigentes rige el cerebro de las emociones primarias: Su signo es el frío, la rigidez, la agresividad, la esclavitud, el autoritarismo y el delirio persecutorio. Por ello, perversamente, las cúpulas de poder han diseñado y conducido diabólicamente la intención de vida de las masas. Su naturaleza «reptiliana» mantiene al ser humano apartado de la verdad, y sólo despertando el neocórtex o «cerebro genuinamente humano», el hombre será capaz de defender su libertad y alcanzarla, pues el primitivo no aprende de sus errores, no tiene capacidad para sentir o pensar, puede ser manipulado siendo que se activa con violencia sin el filtro del intelecto, pues toma el comando sobre los cerebros emocional (arquicórtex) y racional (neocórtex) impidiendo la adaptación y la evolución creadora.

Apostemos por gobiernos bienhechores que imbuidos de moralidad y nobleza enseñen al pueblo, no para manipularlo a su antojo sino para hacerlo crecer y decidir por sí solo. Comprendo que en estos momentos es una utopía si quiera pensarlo, pero otros pueblos ya lo han hecho con base en un firme sentimiento de pertenencia, de creencia en su poder y de unidad ante el enemigo interno y externo pues recuerden que el comunismo internacional a través del Foro de Sao Paulo ha tomado MI país por asalto al favor de gobernantes traidores que han regalado la Patria…

Elogio de la malaria…

 

 

La tragicomedia del control malárico en Venezuela sólo demuestra que el mosquito vuela y se disemina más rápido que las conexiones neuronales de los

microcéfalos intelectuales que llevan las riendas de la salubridad nacional…

 

Se ha dicho que la vida no es más que una noche en una mala posada, pero que detrás de ella existe un día de completa e inacabable felicidad. Me importa esta enfermedad porque de haber sido por sus malas intenciones yo no existiría… Los ascendientes de mi madre vecinos de Parapara de Ortiz del Estado Guárico, atendiendo a la sabiduría de las masas, huyeron despavoridos no más al ver como su pueblo se despoblaba entre fiebres tercianas y cuartanas, explosiones celulares cargadas de merozoítos productores de terribles escalofríos de los llamados ¨solemnes¨, donde frío glacial procedente de la intimidad más íntima del cuerpo hacía tiritar los dientes y espelucar el cuerpo. y como epílogos la profusa sudoración que empapaba las ropas de cama y hasta las orinas teñidas de rojo –fiebre hemoglobinúrica-, mientras el plasmodio inclemente se cebaba en la carne humana destruyendo cada glóbulo rojo, pequeños fragmentos de vida desaparecidos en sucesión.

Como digo, si el miedo no hubiera actuado como mecanismo de protección y defensa, este escribidor no existiría y sus genes  Mendoza habrían quedado en medio de casas muertas y sombrías, tardes solitarias, bazos hipertrofiados, anemia, cuerpos jipatos de ojos legañosos volviéndose hacia las alturas, y cementerios rellenos de olvido con tumbas profanadas y cruces esparcidas en el suelo agreste sin nadie que las recogiera y dignificara a sus muertos…

Era en el antaño la malaria o paludismo una enfermedad del subdesarrollo, una de esas que impedía el crecer de los pueblos donde sólo ¨villorrios fantasmas¨, deshabitados y muy tristes, aguardaban por su desaparición total ante la ventolera erosiva del tiempo… Vuelve a ser la malaria en el hogaño el dolor del mal, ese dolor que tiñe las distintas posadas de nuestra condición de mortales. Es el alma que nos duele ante el mal, sea este mal de ausencia, de pecado, de injusticia, de traición, e incluida tantas veces, nuestra propia traición por dejar pasar…

Es el dolor sin consuelo especialmente cuando nos punza el pensar que ¨esto se hubiera podido evitar¨, ¡más de cien mil casos de malaria este año 2015 que finaliza…! Un verdadero record de oprobio traído de la mano por la anestesia afectiva, la insensibilidad y la frialdad emocional de un grupo cívico militar que no se conmueve por nada y ante nada, ¡la indiferencia culpable!…

Dicen que Venezuela no se echó antes los largos de la pubertad porque la despoblación del campo no la dejaba, más los que morían que los que nacían…  porque la enfermedad del frío mordicante mataba de mengua y porque se atribuía con ligereza a la flojera innata del llanero…  ¿Cómo bregar con solo 6 gramos de hemoglobina, de los 13 o 14 que tenemos , un trozo de casabe y un pocillo de café aguado…? Mi Venezuela negada al futuro por la revolución bolivariana, revive lancinantes épocas pasadas, rememoradas hoy con antipática nostalgia…

El zancudo anófeles (nuñez-tovari, emilianus y darlingi), transmite en su cuerpo y vehiculiza mediante su vuelo el agente etiológico o productor del paludismo, a los cuatro plasmodios de rimbombante nombre: vívax y ovale (fiebres tercianas benignas), malariæ –fiebre cuartana-, y falciparum de elevada mortalidad –fiebre terciana maligna-. Se desarrolla en el agua en un rango de temperaturas que va de 19,6ºC a 36,3ºC pero no suelen hacerlo por encima de una altitud entre 181 y 800 metros sobre el nivel del mar (msnm). Chávez el hombre de las ideas delirantes, el del infesto Guaire hecho para el baño, la navegación y el canotaje; del gasoducto serpenteante y en sube y bajas hasta la Patagonia; la ruta de las arepas y las empanadas; y los emporios hidropónicos, entre tantas descocadas ocurrencias, desatinos nonatos de incierto destino, conducidos al fracaso sin nacer o apenas nacidos…

Si Chávez viviera, digo, acogería con simpatía mi propuesta para acabar con la malaria: Tan sencillo como inyectar gas en el subsuelo así que la cota de Guayana y los estados llaneros subiera a un límite superior a los 800 msnm, así que el mosquito de marras no pudiera reproducirse… Lamentablemente desperdició su oportunidad regalando y dilapidando lo que no era de él, repartiendo dinero a chulos de todo pelaje que se acercaron y aún siguen acercándose a la piñata fácil que es MI Venezuela, buchona de dólares; hoy, a semejante engendro se le tiene como un dios…

Si algo nos dejó el doctor Arnoldo Gabaldón (1909-1990) como hombre entero e incorruptible y de una sola pieza, fue el legado de su compromiso y amor por el país… Pensando en ¨macro¨, como piensan los hombres grandes, diseñó y organizó la lucha antimalárica, cimentada en su denso conocimiento epidemiológico y en la convicción de la importancia del saneamiento ambiental, del contacto y enseñanza de la gente; luego cuando buena parte del trabajo estaba hecho, vendría el combate del mosquito vector casa por casa básicamente con el insecticida conocido por las siglas DTT, que resumían un nombre compuesto por 27 letras: diclorodifeniltricloroetano, y del juicioso uso de la medicación antipalúdica. El 27 de julio de 1936 fueron creadas la Dirección Especial de Malariología y la Escuela de Expertos Malariólogos, y se prefirió hablar de malaria y no de paludismo. De esa forma Gabaldón y su ¨macrocefalia intelectual¨, encabezó un Proyecto Nacional sin exclusiones odiosas, que como sucede cuando se sabe, de inmediato mostró resultados positivos, siendo así que las altas tasas de morbilidad y mortalidad palúdicas, de aquella especie de minotauro devorador de hombres en la época triste de los ’30s del siglo XX, ya en seis años, para 1944, habían disminuido en forma considerable y ya podía atisbarse su control.

¿Entonces qué paso…? Ocurrió un salto atrás… vinieron los chavistas, los peores estudiantes de sus clases y su carga de ignorancia y falta de compromiso, su voracidad, su condición excluyente, su indiferencia ante los problemas sanitarios del país, su ánimo impasible, permitiendo que la Malariología se olvidara, y la condición, que estaba confinada a ciertos nichos o áreas geográficas de difícil control, se saliera de vigilancia y control.

Como si fuera poco se riñeron con el frío glacial de las estadísticas bien llevadas, no trucadas, que dicen la verdad sanitaria y permiten la planificación, así, sin conmoverse eliminaron la información: ¡Si no lo veo no existe! Fue entonces como el Boletín Epidemiológico Nacional creado por el doctor Darío Curiel Sánchez (1907 – 1983), prohombre de la epidemiología nacional y que permaneció activo desde 1938, fue sacado de circulación y la ¨microcefalia intelectual¨ domina los ámbitos del ministerio de salud, controlado por cubanos y cooperantes venezolanos, en parto distócico, nos hacen ahora aprender el nuevo término de los que piensan en pequeño: ¨micromisión¨ porque, simplemente, no pueden pensar en grande, simplemente porque no saben, simplemente porque no escuchan, simplemente porque no existe conocimiento, porque no existe compromiso…

 

Francisco Becerra, subdirector de la OPS, dijo que 14 de los 21 países de la región donde la malaria es endémica han manifestado el compromiso oficial de eliminar la enfermedad, cuyos casos en el continente han disminuido 67%: de casi 1,2 millones en el año 2000, a 375.000 en 2014, y las muertes han descendido 77% en el mismo periodo. ¿Pero saben que ha pasado en Venezuela…? El doctor José Félix Oletta, exministro de Sanidad y incansable puntal de la Red Defendamos la Epidemiología Nacional estimó que el país cerrará 2015 con un aproximado de 105.000 casos de malaria; y si nos comparamos con países como Brasil, Honduras o Paraguay que aplican las experiencias venezolanas de antaño, mostramos el marasmo y la desnudez intelectual de los cuadros directivos de la salud comenzando por el mismo ministro. No obstante, no se dice por qué la ¨micromisión malaria¨ que se lleva a cabo desde hace dos años en el Municipio Sifontes del Estado Bolívar no ha dado frutos, no se ha explicado el porqué de su fracaso, por qué no podremos cumplir con la Meta del Milenio de reducir la malaria en un 75% de casos anuales.

La tragicomedia del control malárico en Venezuela sólo demuestra que el mosquito vuela y se disemina más rápido que las conexiones neuronales de los microcéfalos intelectuales que llevan las riendas de la salubridad nacional.

Otra razón para votar en forma masiva el próximo 6 de diciembre para desalojar de Miraflores la indiferencia, la ceguera funcional, el desapego afectivo para con los ingentes problemas que sufre la sociedad como un todo, incluyendo a chavistas y opositores, que como borregos han esperado hasta ahora impasibles el momento del sacrificio final.

EPILOGO

Aquello de la votación no funcionó, continuó el status quo y observen como repuntó la malaria en 2016, dejada a su fuerza destructiva de vidas y esperanzas , hasta 610 mil CONTAGIOS PARA 2019 y sigue creciendo…

Elogio del trabajo…

 

 

…Ya lo verán, se avivará el ingenio de los hombres  haciéndolos orgullosos patriotas, productivos y felices.

 

Muy cierto es que ninguna cosa grande se obtuvo sin trabajo. Al final de la jornada cuando al fin nos echamos gustosos al descanso, es precisamente cuando el trabajo creador ha colmado nuestro corazón: nos sabemos necesarios para nosotros mismos, para nuestra familia y para la sociedad… Al que trabaja, todos los placeres de la vida le vienen gustosos. Al que nunca trabajó ni se cansó, le colma la indiscreción, la rudeza, la incultura, la ignorancia y se hace necio, desinformado, envidioso, desconocedor y analfabeto, por tanto, de ningún descanso puede obtener entero gusto pues siempre le quedará el agrio sabor de lo regalado, de lo hurtado de otros, de lo no obtenido mediante labor…

Vienen a mi memoria los primeros héroes de mi vida, todos musiuses libaneses, amantes del trabajo y de lo hecho con el sudor de sus frentes. ¨Baisanos de la misma buebla¨, como nuestros padres, nuestros tíos, nuestros primos y tantos que con ellos dejaron la tierra de los cedros corpulentos, viajantes infinitos que volaron a increíble velocidad como las ¨flores del aire¨ a mil distintos destinos, siempre enflusados en medio de aquel reverberante sol tropical, con sus con sus pesadas maletas de suela buchonas, portadoras de mil milagros y novedades, ¨¡todo bonito, todo barato!¨: cortes de tela, camisones y camisas, encajes, pantaletas, cintas de colores, sedas y percales, que libreta en mano y con sonrisa bondadosa daban fiado a sus clientes, ahorrando como el que más para poder tener más y así, poder dar más, porque quien no tiene no puede dar, se vuelve tacaño, envidioso e inconforme. ¨

O aquellos italianos robustos, de torso tostado por el sol, buenos para el trabajo fuerte con sus gorras de desechos de papel de bolsas de cemento haciendo la nueva Caracas, que con un pan francés y una pepsicola completaban su jornada cantando arias operáticas en tierra extraña y fecunda; que sabiendo lo que era el hambre, nunca malgastaron en francachelas ni frivolidades porque también ahorraron. O el portugués en su conuco siguiendo el periplo del sol por el firmamento, sacando de la tierra sus favores sin prisas ni descanso y con renovado esfuerzo, sembrando, cultivando y cosechando. Todo lo que se crea con mano propia, con esfuerzo y lágrimas genuinas, se cuida con esmero, se fomenta con decisión y se quiere para todos.

Y así, podríamos detenernos en cada uno de los grupos de inmigrantes que vinieron al país huyendo de los horrores de la Segunda Guerra Mundial, de la Guerra Civil Española, de las diferentes dominaciones dictatoriales como la turca otomana en el Líbano, que trajeron a Venezuela un numeroso grupo de refugiados aventados de situaciones insostenibles, de campos de concentración de países de la Europa de la posguerra. En cada rincón del país todos ellos fundaron familias honorables, siempre pensando en el futuro de sus hijos para que amaran su hogar de necesidad, hijos educados con esfuerzo para que fueran ellos mismos, no desechos ni instrumentos ni veletas de mezquinos intereses de otros, para que hicieran patria fuera de su patria, y para que el producto acabado de sus deseos y trasnochos hicieran una nación más robusta.

La medicina venezolana ganó muchísimo al son de nombres y hombres republicanos bondadosos huidos de la España de la posguerra 1939-1959 por el delito de “auxilio a la rebelión”, que dejaron comer de su mano a aquellos, nuestros padres predecesores: médicos y cirujanos , ingenieros, filósofos, y tantos más, que todavía les recuerdan agradecidos y que nos enseñaron a venerar sus memorias y a considerar nuestra tierra como noble puerto para acoger pérdidas, lágrimas y angustias.

 

Pero, de recios trabajadores que ganaban su sustento con su esfuerzo, por obra y desgracia del populismo, de la revolución del engaño, se transformaron en apenas quince años en menesterosos de mano extendida: ¨ ¡Una limosnita por el amor de Dios! ¨, tal como en tiempos de señores feudales. El morbo paralizante caló rápido en la conciencia cultivada para el trabajo transformándola en seria enfermedad del alma; las empresas del estado todas se hicieron improductivas, un desordenado bachaquero de trabajadores sin oficio ni beneficio que las quebraron rapiñadas por el clientelismo denigrante, festín de camisas rojas y lipas protuberantes por la abulia y la cerveza inmerecida, zánganos sin estímulos, de atrofiada musculatura corporal y cerebral, enrarecidos por la dádiva, por el ¨póngame donde haiga¨, creados y corrompidos adrede por la malicia de mentes cubanas que tanto saben de maneras humillar en nombre del pueblo para luego sojuzgar…

El venezolano de hoy día, es un producto acabado del populismo rampante, y sumido en su vergüenza, no atina a encontrar su futuro, un mañana de orgullo y de progreso pues su savia le ha sido succionada por el matapalo revolucionario, ese que todo desbarata y atrofia, ese que regala lo que es de todos, que es maula y botarate, que privilegia al extraño y le niega al propio…

Pero el terreno yermo e improductivo, la tierra hecha estéril y sin provecho por la maldad de hacerlo, serán mañana abundosas y fructíferas cuando de nuevo el trabajo las posea y las haga suyas; aquellas desecadas y sin aguas, serán surcadas por cristalinos arroyos rumorosos hendiendo sus entrañas y llamando a la semilla a asentarse y echar raíces, y al sustento a volver a la patria. Nuestros grandes y caudalosos ríos no se perderán más en el mar; los haremos remontar tierras secas y sin esperanzas, para que renazca la vida y recuperemos la fuerza que perdimos, y con ello vendrá nuestra libertad si es que hemos aprendido algo de esta tenebrosa noche populista. Ya lo verán, se avivará el ingenio de los hombres haciéndolos orgullosos patriotas, productivos y felices.

 Déjenlos, déjenlos que la codicia los acabe y luego bastará un viento bondadoso para presenciar su caída cual torre de naipes…

 

Elogio de la equivocación… ¿Tiempo de reflexión…?

 Elogio de la equivocación… ¿Tiempo de reflexión…?

¿Será que me equivoqué y aposté todo mi dinero a un caballo perdedor…? La saudade me embarga. Mi periplo vital se acorta con el raudo paso de los días que ahora parecen venir con menos horas y como médico de hospital que todavía soy, a menudo me da por pensar o cuestionar mi elección y mi ejercicio de muchos años. Los hospitales, como las personas, son sujetos vivos a quienes hay que mimar y alimentar continuamente so pena de enfermar de aguda mengua y llegar a desaparecer. Este aserto no deja de ser una verdad en nuestro país. Siempre que uno envejece se le quiere eliminar sin aviso y sin protesto, sin tutía ni clemencia, sin sentimiento ni agradecimientos. Con la excusa de ser ya antigualla molestosa, estructura superflua, la picota del progreso dirigida por burócratas, con frecuencia termina por sepultar una abultada hoja de servicios. Mi Hospital Vargas ha envejecido tanto que si no fuera porque estoy dentro de él, envejeciendo con él y le veo todos los días, no podría reconocerlo.

¿Todavía estás allí…? ¿Es que aún no te has marchado?, ¡Hace mucho tiempo que ¨ese¨ hospital te quedó pequeño! ¡Yo, hace años que me cansé, me fui y ahora soy feliz…! Son preguntas y exclamaciones con las cuales nos bombardean a aquellos que por décadas hemos dedicado energías, esfuerzos y amor, casi más que una vida a nuestros hospitales públicos, tan carentes, tan desasistidos y olvidados; ni qué decir de su clientela siempre muy pobre, mendicante e implorante…

Pero no siempre fue así. Mi hospital (1891) fue una réplica del famoso Hospital Lariboissiére de París (1839) en su frontis y en sus planos, equipándosele sin escatimar ninguno, con todos los adelantos del momento; así que hubo una época, no muy lejana, en que mi hospital innovaba: Asistencia de calidad, docencia de lustre, nuevos procedimientos exploratorios o de tratamiento, flamantes técnicas quirúrgicas que no se realizaban en centros privados, tomaban vida y forma en sus recintos. El saber fluía de continuo a la sombra vigilante de maestros que, comprendiendo la importancia de su rol de ejemplo y guía, difundían abundosos ejemplos de humanitarismo, ciencia y honradez profesional y ciudadana que invitaban a la emulación.

 ¡Privilegiado aquel paciente pobre! ¡Cuántos cerebros lúcidos pensando en derredor de su lecho de miserias acerca de cómo diagnosticarlo y ayudarlo!, ¡qué diferencia con el trabajo privado, unipersonal, mezquino, que no dejaba dudas para la discusión y el descubrimiento del equívoco! Aunque humilde, mi hospital permitía la ayuda global al enfermo. Nuestras pasantías cortas o largas por sus salas donde se propiciaba la discusión, el disenso, la interacción, el enseñar y ser enseñado aún por los más jóvenes al favor de sus preguntas inteligentes, el moderar los ímpetus juveniles, el saber cada día más para ayudar más y mejor, el reconocimiento de la propia ignorancia que modera la omnipotencia, y hasta el llegar a descubrir la gran fragilidad de nuestras capacidades diagnósticas cuando éramos llevados ante la fría mesa de Morgagni en la sala de autopsias, para que al través del ¨mirar por uno mismo¨, que es lo que autopsia significa, identificáramos el yerro y creciéramos un poquitico más. Doblar la cerviz ante la evidencia, ante el hecho clínico que pasamos por alto, minimizamos o no supimos interpretar, digerir el duro trago del error e incorporarlo a nuestro acervo de clínicos como antídoto para que no volviera a ocurrir…

 

Mas arribaron tiempos aciagos en que mi Hospital –al fin, parte integrante de un país que iniciaba la cruel enfermedad de la desintegración física, ética y moral-, comenzaba a deslizarse hacia atrás en aquella cuesta ganada con trabajo duro e introspectivo, hacia el abismo sin fondo de la mediocridad y la indiferencia. Los cuadros regentes de la salud fueron invadidos por izquierdas y derechas recalcitrantes que introdujeron factores extraños al oficio. El amiguismo y el carnet partidista reemplazaron al peso específico de un curriculum, del esfuerzo y de la probidad, y la negación de ese esfuerzo que lleva a la excelencia, determinaron que muchos colegas se refugiaran en la tranquilidad de sus consultorios privados porque no toleraron la frustración, la lucha permanente contra la indiferencia y la ignorancia, porque les urticaba ver cómo tantas veces el paciente ¨era devuelto¨ del pabellón de cirugía  o se posponía un examen complementario luego de haber sufrido, una o varias veces, la preparación mediante ayunos prolongados, purgantes y lavativas…  porque vieron morir de mengua a comatosos engusanados, y aún aquellos que sólo se recuperaron de su coma para aún, medio aturdidos, voltearse, caerse de sus elevadas camas y fracturar sus cráneos contra el duro suelo, simplemente porque no había suficiente personal para vigilarlos y cuidarlos, ni barandajes salvadores que les protegieran en su errabundo delirio.  Y así ocurría una y otra vez…

Vieron que el recinto se llenaba de perros y gatos tanto o más enfermos que sus residentes habituales, paradójicamente cuando el hospital todavía estaba poblado de extraordinarios integristas y especialistas, muchos de los cuales poseían flamantes posgrados, fellowships y doctorados en universidades de prestigio de Europa y Estados Unidos de América, hombres y mujeres de valía y recto proceder, que por razones políticas nunca pudieron desarrollar al máximo aquellas capacidades que habían adquirido precisamente para volcarlas en los más necesitados y que hasta tuvieron que renunciar a sus derechos y sus sueños al experimentar la saña castradora de pelagatos, arrimados al poder y pelafustanes. Esos son los gajes de las sociedades subdesarrolladas y primitivas donde la bota del militar, del ¨muera la inteligencia¨, del patiquín parapoco o del pisaverde sin oficio, fractura el libre flujo de las ideas que lleva al escogido fruto…

¿Cómo explicarles a nuestros interrogadores que todavía estamos allí a sabiendas de que compartimos responsabilidad inmerecida contra un sistema infradesarrollado, corrompido e incapaz para quien la ¨salud ajena¨ no es una prioridad?  ¿Cómo decirles que hay fuerzas interiores que nos mantienen en nuestros puestos a pesar de tanta impudicia, inhumanidad y iatrogénesis? ¿Es que ver tantos muertos o maltrechos sin motivo y sin dolientes nos ha oxidado los sentimientos y envilecido el alma? ¿Es que somos partícipes masoquistas que sacamos provecho secundario de la quejumbre diaria y el dolor que nos produce trabajar en condiciones incompatibles con la propia decencia y el respeto del dolor ajeno? ¿Es que somos insensibles al sentimiento de culpa o la demanda judicial por mala práctica cuyo responsable es el Estado y que en cualquier momento puede caernos con la sorpresa de un rayo en un cielo claro?

El Estado todopoderoso, podrido, parecido a la piel del leproso por sus extensas áreas tan insensibles, nos mira también con enemistad y recelo, y arteramente manipula sentimientos de amor y odio que el médico, más que nadie, es capaz de generar en tan grande intensidad, presentándonos como agentes de todas sus miserias. Nos ataca, nos empuja fuera de las fronteras patrias para reemplazarnos por médicos cubanos o por médicos comunitarios, pobre gente atrapada en medio de una oferta engañosa de hacerse médicos en tres años sin haber palpado el cuerpo de un enfermo ni conocer el léxico del oficio, con fallas elementales de ciencias básicas como conocimientos  anatómicos, conceptos mínimos de fisiología, fisiopatología y bioquímica todo ello configurando una tremenda deficiencia en competencias básicas para el ejercicio de la clínica, y aun así, con irresponsabilidad suprema lanzados a realizar posgrados en medio de tan grande deformación? E imagine el pozo de iatrogénesis del Socialismo del siglo XXI: dice la Presidente de la Fundación Barrio Adentro, ¨una pobre medicina para gente pobre¨, ¨dentro de sus instalaciones, funciona una universidad -¿con cuáles instalaciones y con qué profesores?-, que ha graduado 19 mil médicos y en este momento se están (¿de?)formando a 30 mil estudiantes¨: matasanos, medicastros, hierbateros y ensalmadores. Se nos retribuyen largos años de estudio y dedicación, de insomnios y responsabilidades con emolumentos superados con creces por los de cualquier doméstica analfabeta o buhonero bachaquero de pocas luces… Otra arista del gran fraude que ha constituido la Revolución Cubana-Bolivariana en todas las instancias de la vida pública de Mi País, sometido y esclavizado por una nación de oprobio…

El origen no es otro que la envidia por el conocimiento que como en la fábula atribuida a Esopo, una zorra ve un racimo de uvas y trata de alcanzarlo. Cuando se da cuenta que está demasiado alto, las desprecia y se retira exclamando ¨¡No están todavía maduras!¨. La moraleja es que los seres humanos, especialmente los ignorantes, los holgazanes, los reposeros, los resentidos, en suma, la banda de pillos que nos gobierna, fingen despreciar aquello que secretamente anhelan y que saben que es para ellos inalcanzable: ¨¡No se hizo la miel para la boca del asno, ni el alpiste para el pico del zamuro!¨, exclamaba vehemente el inefable Hermano Gaspar de los Hermanos Cristianos de La Salle en Valencia, que no decía lo chiquito para lo sapientoso y ácido que era…

Sobre nuestras cabezas penden sendas espadas de Damocles que amenazan con destruir lo más preciado de nuestros seres: Nuestra integridad, nuestras familias, el prestigio de nuestras prácticas, y el empleador –el Estado-, el máximo responsable, seguirá multiplicando lutos y como siempre se lavará las manos buscando un chivo expiatorio a quien cargar sus culpas.

Mi Hospital es tan sólo una pequeña muestra, harto representativa de un país con un gobierno corrupto que muere en medio de indiferencia y malas políticas sociales, que maltrata a sus ciudadanos de mil maneras y les engaña con un discurso envolvente que cree encubrir sus miserias y las dirige hacia otros. Se nos chantajea cuando se nos exige santidad, desprendimiento, cuando se nos enrostran los juramentos de Hipócrates y Razetti, cuando se nos execra y denigra ante el gran público, ese que no puede viajar fuera del país en pos de ¨buenos médicos¨ como si lo hizo a Cuba aquel eterno presidente de meliflua palabra y aguijón en ristra, o aquellos otros a Miami, Boston o New York con institutriz y revolver incluido. Ha sido la norma que el Estado y nuestros partidos políticos siempre hayan despreciado a sus médicos: ¡Todo, mera cuestión de envidia!

Pero vendrá para ellos una tortura tantálica: Tántalo Zeúsida, rey de Frigia  se robó la ambrosía, potaje divino que daba a los dioses una vida sin fin. En castigo, además de hacerlo inmortal…, en el Hades, antiguo inframundo griego, neblinosa y sombría morada de los muertos, donde muy pocos mortales podían abandonar el reino una vez que habían traspasado sus umbrales, fue condenado a pasar la eternidad padeciendo sed y hambre, pese a encontrarse semisumergido en aguas cristalinas y tener frente a sí una rama con deliciosos frutos en sazón: cada vez que intentaba aproximarse a uno u otro manjar, estos se apartaban de su boca. Tántalo se ha convertido en la imagen típica de los deseos frustrados, y raros son los escritores que no han recurrido a ella. El anhelo de la ambrosía y el robo de la verdad con el esfuerzo que conduce a la excelencia, ha sido perpetrado por una banda de forajidos en quienes se hará realidad el castigo… 

¡Ahh…! El Hospital Vargas de Caracas nació copiado del Hospital Lariboissiére de París, ambos en sus momentos eran dignos de admiración, confianza y respeto. Éste, ubicado en una nación civilizada continuó creciendo e innovándose con el paso de los años y presta en el presente atención de gran calidad; aquél, el nuestro, asentado en un país cuyos gobernantes no lo han sentido como suyo, ha ido declinando, tiene menos camas funcionales que cuando fue fundado en 1888 e inaugurado en 1891, marchitándose, tantas veces rapiñado y muriendo con el paso del tiempo. Como en este caso, el nuestro, otros hospitales venezolanos también decadentes, forman parte de la herencia miserable de las malas políticas de salud y del comunismo, la peor epidemia que nos ha afectado desde el arribo de Colón a nuestras costas.

El sábado 8 de agosto de 2009, escribía yo en el Diario El Universal, un artículo intitulado, ¨Nacen y mueren¨, ¨Los que privilegiados, hemos estado en el exterior y apreciado el crecimiento y la expansión de las instituciones que allá afuera nos dieron cobijo, nunca podremos entender por qué el Complejo Asistencial Docente Vargas -sueño de hombres y mujeres de valía- quedó como historia nunca concluida, o la Autogestión, promovida en pasados años por ilustres vargasianos jamás pudo ser llevada a buen puerto por este proceso involutivo que nos agobia, donde no hay consuelo para las penas del niño que vive en la calle o aquél otro ahogado en su dolor, mendigando salud en Miraflores, atestado de papelitos peticionarios y de promesas incumplidas, cuando, la dádiva política a otros países está a la orden del día¨.

Sin solución de continuidad nos deslizamos hacia atrás, directo al medioevo del olvido, donde la peste, el mal aire -aquel que se adquiere cuando ¨las personas caminan por lugares pesados donde hay maldad¨-, y las miasmas nos rodean, fantasmas del pasado que han tomado forma y airados reclaman sus querencias… Como es costumbre desde 1980 cuando fundé la Unidad de Neurooftalmología del Hospital Vargas de Caracas, única en su género y donde pago mi purgatorio, el pasado martes 21 de abril de 2015 me ataja en el pasillo una joven paciente en su treintena, mulata, hermosa, de labios sensuales, dentadura blanca y perfecta con una sonrisa fingida, ya conocida por un problema inmunológico que ha afectado su retina y que necesitó de cortisona para hacerlo retroceder exitosamente. Ojo único, porque el otro lo perdió en su infancia cuando le explotó un triquitraque frente a sus narices. Se embarazó muy enamorada, ya tenía dos hijos menores. Pedimos consejo para proseguir el corticoesteroide a dosis elevadas durante su preñez, visitó tres hospitales -empresa infructuosa- y decidió tener su hijo. Nació una linda nenita tres meses atrás. Al regresar de la maternidad, su marido la había abandonado. Estaba sola. No tenía trabajo, tres hijos a cuesta, y ahora no hay prednisona en toda Venezuela –entre muchas otras carencias medicamentosas-, está perdiendo visión y clamando por el efecto benéfico de la droga. La prednisona veterinaria también se acabó… ¿Cómo puede un régimen delincuente ser tan cruel y miserable que envía, no más hace pocas semanas 140 activistas a Panamá con gastos pagos y $ 400 diarios para que griten loas a la revolución…? Las maldiciones surgen espontáneas…

Reitero, ¿Será que me equivoqué y aposté todo mi dinero a un caballo perdedor…?

Elogio del sembrador -redivivo-

 

Elogio del sembrador… otra vez

Rafael Muci-Mendoza

 

Yo no hubiera permitido que por razones políticas y de ideología, se me obligara a dañar la vida profesional de tantos

estudiantes a mi cuidado…

 

Justificación

Alguien se quejará de que este artículo es un ¨refrito¨ [Diccionario del Habla Actual de Venezuela. Pérez FJ, Núñez R. UCAB, 1994 //. adj 1. Coloq. Información periodística atrasada o que se vuelve a difundir con ligeros cambios], de que tengo sequía de ideas o que el fastidio de mis no tan consecuentes lectores también me invadió a mí, pero no es así… La situación de la Universidad Rómulo Gallegos y su Facultad de Medicina me ha tocado muy de cerca, muy profundo; la distorsión  de la enseñanza de la semiología sin el paciente de cuerpo presente ha producido en mí un tremendo impacto, gran angustia y la percepción de un gran desvalimiento… ¿Cómo ayudo? ¿A quién recurrir si nadie oye?  ¿A quién acudir para que no se materialice el crimen o es que ya se materializó? ¿Cómo así…? Uno de los profesores de esa casa de estudios dijo que ¨la ropa sucia se lava en casa¨, lavándose las manos como el infame Pilatos. En medio de una dictadura o te enfrentas, o tienes miedo y te escondes… Luego, no te quejes…

La Semiología Médica… Materia de la cual me enamoré muy temprano en mi carrera médica, que estudié y sigo estudiando con admiración, respeto y deleite luego de tantos años, que enseñé y sigo enseñando como el arte al lado del enfermo, diagnosticando el ser humano total y el órgano enfermo que le joroba para luego saber cómo aliviarlo, como sanarlo, y en la cual por poco me raspan en el examen final del tercer año de medicina. Ocurrió cuando uno de mis profesores ante un paciente con el hígado y el bazo recrecidos y confiado yo de tener mi historia clínica muy bien elaborada y mis diagnósticos diferenciales dispuestos, con aire de gran suficiencia me preguntó:

-¨A ver bachiller, ¿qué tamaño tiene la molécula de la albúmina…?¨.

Aquello había sido materia del curso de Bioquímica en primer año, mis lóbulos temporales eran incapaces de procesar ese  pedido, enmarañado como estaba aquel conocimiento en alguna de mis redes neuronales; ello no podía ser el objeto del examen pues no tenía nada que ver con la materia actual, eminentemente clínica: Apreciar mis aptitudes y destrezas de examen y mi razonamiento clínico; así pues, yo me quedé de una sola pieza, pálido, frío, mi piel anserina se humedeció y no pude articular palabra… Ante mi titubeo, me dijo,

 

-¨Ya veo bachiller que no sabe la respuesta, déjeme cambiarle la pregunta a otra más fácil. Bien, recíteme las reacciones enzimáticas del Ciclo de Krebs…¨

Se me bajaron las medias, los calzoncillos lo intentaron también, pero quedaron sustentados por el tiro del pantalón, me invadió un frío terror y temí lo peor… ¿Comportamiento pedantesco? ¿Mala intención? Afortunadamente, otro de los miembros del Jurado Examinador me sacó de aquel tremedal que me llevaba rápidamente al fracaso total y me preguntó acerca de mi enfermo, y entonces, con seguridad y suficiencia pude a medias remendar aquel capote ahuecado por dos cornadas malintencionadas, pues el mal ya estaba hecho. Esa baja calificación, inusual para mi impecable desempeño estudiantil, a la final impidió mi graduación Suma Cum Laude... A la molécula de albúmina, y al Ciclo de Krebs, esa ruta metabólica de importancia fundamental en todas las células que utilizan oxígeno durante el proceso de respiración celular, por supuesto que les cogí ojeriza. A ese sapiente profesor todavía le tengo presente en mis oraciones diarias, pues me enseñó acerca de la insana hostilidad de algunos y de paso, que si bien debía ser exigente como profesor, nunca debía ser injusto ni mucho menos cruel… Creo que esa ha sido mi norte como maestro de escuela…

El comunismo castrochavista -irrisión de la multitud-, ha destruido la educación comenzando por la primaria donde el adoctrinamiento ha sembrado en las mentes infantiles historias inexistentes, mitos, flatos chavistas y torceduras, siguiendo con el bachillerato sin profesores calificados evacuados del sistema por los bajos salarios, mientras los pensa están ayunos de la biología, la química, la física y las matemáticas que preparan a los futuros estudiantes universitarios para un sonado fracaso.

Por ello puedo comprender el pecado cometido por el Decano y el Director de la Facultad de Medicina de la Universidad Rómulo Gallegos provenientes de esa cohorte llena de rencores y pocas luces producto de la colonización cubana… Parece que nunca fueron preñados por el espíritu vital venido de la democracia; almas tristes y obnubiladas, prestas a la venta… Yo no hubiera permitido que por razones políticas y de ideología, se me obligara a dañar la vida profesional de tantos estudiantes engañados y a mi cuidado… Lo habría denunciado a viva voz y con carta pública, pues espero y estoy seguro de ver MI país feliz y próspero en un futuro cada vez más cercano…

Elogio del sembrador…

Rafael Muci-Mendoza

 

¨El que más sabe debe enseñar al que sabe menos y nosotros sabemos menos que tú…¨

Marcos 4:1-9 ¨Aquel día salió Jesús de la casa y se sentó junto al mar.  Y se le juntó mucha gente; y entrando él en la barca, se sentó, y toda la gente estaba en la playa. Y les habló muchas cosas por parábolas, diciendo: He aquí, el sembrador que salió a sembrar. Y mientras sembraba, parte de la semilla cayó junto al camino; y vinieron las aves y la comieron. Parte cayó en pedregales, donde no había mucha tierra; y brotó pronto, porque no tenía profundidad de tierra;  pero salido el sol, se quemó; y porque no tenía raíz, se secó.  Y parte cayó entre espinos; y los espinos crecieron, y la ahogaron.  Pero parte cayó en buena tierra, y dio fruto, cuál a ciento, cuál a sesenta, y cuál a treinta por uno.  El que tiene oídos para oír, oiga¨.

Jovencito cursaba el último año de mi carrera de médico en el Hospital Vargas de Caracas, mi querencia por cerca de cincuenta y 56 años; nos hacía compañía un viejo médico español que mezclado con la vocinglería juvenil hacía con nosotros la reválida de su título profesional. Cabello blanco y ralo, incipiente giba de antiguos pesares, persecuciones y abandonos, tez blanca surcada por profundos y anfractuosos caminitos que hablaban de sufrimientos de una guerra entre hermanos, y quizá el deseo de olvidar viejos dolores y de echar raíces en la nueva tierra de gracia que había escogido como bondadoso refugio; zapatos de goma Keds blancos con protuberancias que daban cuenta de los juanetes y callos gestados en caminos pedregosos; una humilde bata blanca cruzada y amarrada con un nudo delante de una panza añosa, y un bastón a la diestra con el que siempre amenazaba en bromas a un maracucho impertinente, nuestro compañero de curso, que contra toda compostura hacía bromas a su costa.

Ya la semiología, la ciencia de la interpretación de los síntomas y signos me había cautivado y aprendía con fruición y asombrada expectativa todo aquello que me permitiera extraer del interior del enfermo las verdades que la piel opaca ocultaban. Pues no somos como las ranas que muestran su corazón latiendo… El Creador no nos lo hizo todo tan sencillito, pero nos dotó de inteligencia, razón y decisión para que hiciéramos el resto por nuestra cuenta, y así, laboriosos y persistentes, ladrillo a ladrillo, construiríamos a lo largo de siglos y sobre firmes bases, el edificio de la semiótica.

   En 1957, el examen del fondo ocular fue un amor a primera vista desde mi tercer año de medicina, dos años antes de mi encuentro con el viejo de hablar pausado y sabio. Armado del maravilloso instrumento llamado oftalmoscopio intentaba aprender sus secretos, vencer la umbra de la pupila y robarle los secretos a la retina, mujer veleidosa y difícil, que muestra poco, pero dice mucho, que oculta esos decidores signos de profundos conflictos del alma que traslucen en la enfermedad somática, y entusiasta comentaba con mis compañeros mis hallazgos y descubrimientos. En una de tantas, con ese español gutural que al pronunciar ¨naranjja¨ lo dice todo, me dijo un día: -¨Muci, ¿por qué no nos da un curso de fondo del ojo? Me mostré sorprendido y le respondí, -¨ ¿Cómo?, sí sé muy poco… soy apenas un bachiller de 6º año¨; su respuesta, dardo sincero en el blanco, se clavó en mi corazón como un mandato. y para siempre:

-¨¡El que más sabe debe enseñar al que sabe menos y nosotros sabemos menos que tú…!¨.

Y así fue como desde ese día, su palabra me graduó de maestro de pueblo, ese que, sin muchos recursos, pero armado de convencimiento y amor me lanzó por los caminos de la enseñanza pertrechado de buenas intenciones y mejores semillas. Por más de medio siglo, siguiendo aquel encargo he tratado de serle fiel al encargo que me hizo, y nunca le olvidé… Es verdad que cincuenta y tres años enseñando no es mucho; como Graciela mi mujer, el enseñar se ha hecho carne de mi carne, y aunque he sido un maestro de primaria exigente, he tratado de ser como el dador feliz: aquel que da y da sin esperar nada a cambio.

Además, siempre me he atenido al precepto orteguiano: ¨Siempre que enseñes, enseña a la vez a dudar de los enseñes¨. Mis alumnos –buena tierra-, me han retribuido con su afecto, obligándome a estudiar más con sus estimulantes preguntas y por esto, me siento muy orgulloso y reconocido con ellos, los excelentes y los regulares, los inatentos y los malos, y cada vez que relleno una pequeña laguna de ignorancia en mis lóbulos temporales, esos que almacenan recuerdos, fórmulas, alegrías, tristezas y conocimientos, a su lado se abre un océano de insipiencia, invitándome a continuar llenándolo, a no flejar, a seguir haciendo lo que hago con el mayor deleite…

Por ello, siempre les digo que dejen espacio para la ignorancia y así, toda la vida estará rellenando recónditos circuitos neuronales que, al influjo del deseo y la constancia, se irán multiplicando, atesorando más y más conocimientos que sirvan para entregarlos a otros, a quienes los necesitan: a aquellos, los que menos saben, sin reservas, con desprendimiento, para que, a su vez, ellos enseñen y ayuden a otros.

Suelo decirles cuando lisonjean diciéndome, ¡es que usted sabe mucho!: ¨No se crean, en el mar de la ignorancia estamos todos totalmente sumergidos, la diferencia entre unos y otros, es sólo cuestión de profundidad¨.

Hoy ya viejo pero con muchas energías y nunca vencido, cargado de experiencias, buenas y malas, tristes y alegres, anécdotas simpáticas y amargas, síntomas, signos, un talego repleto para compartir y enseñar, me pregunto, ¿Cómo ha podido esta revolución de mentiras acabar con los sembradores de buena simiente, maestros de escuela que aún quedamos regados por cientos en los hospitales públicos del país?, ¿Qué migaja de pan duro y rancio les han dado a cambio al país y al sufriente?, ¿Quizá algo para ser imitado…?, ¿Quizá saberes interesados, inservibles y fraudulentos…? Nos han hecho la vida imposible con ese desprecio que se le da al gusano, tildándonos de materialistas, maltratándonos con miserables sueldos, acosándonos  con inseguridad personal y frustración al no poder hacer lo que con tanto esfuerzo pudimos aprender a hacer, cortándonos las alas: jubilándonos antes de tiempo, con egoísmo, saña y sin consideración, impidiéndonos hacer nuestro oficio con dignidad. ¡Déjennos seguir esparciendo la simiente, déjennos seguir enseñando…!

¡No!, mis camaradas comunistas de cerebro chiquito y mezquino,  trasnochado y rancio, mezquino y envidioso, full of shit, una computadora no puede reemplazar a un maestro de escuela; una computadora carece de vocación, de sentimientos, de la pericia del buen clínico recorriendo el cuerpo anhelante del enfermo con sus manos perceptivas; auscultando con la fineza de su oído atento y erudito; apoyando con el bálsamo de su verbo bondadoso, comprensivo y sanador; y cuando se enseña medicina con un fin político, queriendo destruir e inventar sin ingenio ni luces, se destruye irremisiblemente el fin y el corazón del oficio: al maestro y al alumno, condenándoles a la ignorancia de la sombras, a ser un chapucero con ínfulas de doctor… Tal vez el mayor pecado por el cual deberán pagar dentro muy de poco… de lo contrario…, dará susto leer la admonición de Antonio Machado (1875-1939) con la graciosa ocurrencia de Lázaro Carreter.

 

La embídia de la birtúd

izo a Kaín kriminál.

¡Glória a Kaín! Oy el bizio

es lo que se embídia más…

Elogio del mercurio…

EL EJERCITO no tiene razón de existir, si no cuida las fronteras ni preserva el ambiente, si no salvaguarda el honor suyo ni el de la patria, si amarga la vida de los ciudadanos, si da armas y balas a la delincuencia…

 ¿cuál es su objetivo…?

 

En la mitología romana Mercurio… importante dios del comercio, hijo de Júpiter y de Maia Maiestas. Fácilmente identificable por su sombrero de ala ancha o pétaso, la bolsa con cordeles, el caduceo -símbolo griego que consiste en dos serpientes enrolladas y enfrentadas entre sí a lo largo de una vara con dos alas en la parte superior-, las sandalias con alas, el gallo y la cabra.

Su contrapartida en la mitología griega fue Hermes, el dios olímpico mensajero, de las fronteras y los viajeros que las cruzan, de los pastores, de los oradores, del ingenio y del comercio en general, de la astucia de los ladrones y los mentirosos. Era denominado Mercurio: hijo de Zeus y la pléyade Maya. El himno homérico a Hermes lo invoca como el de «multiforme ingenio» (polytropos), de astutos pensamientos, ladrón, cuatrero de bueyes, jefe de los sueños, espía nocturno, guardián de las puertas, que muy pronto habría de hacer alarde de gloriosas hazañas ante los inmortales dioses.

Pero, además, el mercurio o azogue es el elemento químico ubicado en la Tabla Periódica con el número atómico 80, cuyo nombre y símbolo (Hg) procede de hidrargirio (agua divina, agua de plata o plata líquida), términos hoy ya en desuso. En los escritos de Plinio se recomienda a los mineros que extraen el cinabrio o sulfuro, que  cubran sus caras con una tela fina para no aspirar el polvo. Estos velos vinieron a ser las precursoras de las caretas antigás. Desde muy antiguo eran conocidas las enfermedades producidas por el mercurio, algunas daban como resultado un temblequeo característico. Este hecho se asoció a todo movimiento nervioso, y así se introdujo el vocablo azorarse, por ponerse nervioso, que inicialmente debió significar estado de envenenamiento por el azogue, denominación castellana del mercurio.

Zósimo, el tebano (III-IV d. C.), en su tratado sobre el agua divina, hace referencia con ese nombre al mercurio, del cual dice que ¨no es un metal, ni agua siempre en movimiento, ni un cuerpo; es el todo, tiene una vida y un espíritu¨; era preparada con serpientes recogidas en el monte Olimpo, destiladas con azufre y mercurio para producir un aceite rojo y nuevamente destilada hasta siete veces, con sangre de buitres de alas de oro cogidos junto a los cedros del Monte Líbano. Esta agua ¨resucita a los muertos y mata a los vivos¨.

Sirva este introito para relatar una experiencia mía donde se dieron cita sentimientos encontrados. El pasado viernes 11 del mes marzo que corre, atendí una singular y cálida invitación muchas veces pospuesta, de mi amigo el doctor Tomás Sanabria Borjas, cardiólogo invasivo, pionero y propulsor de la telemedicina en Venezuela, a viajar al corazón del estado Bolívar, en plena Gran Sabana; sin ánimo de exageración, la experiencia cambió mi vida en momentos patrios en que la tristeza, el abatimiento y la desesperación dictan la pauta. Quedé profundamente impactado, optimista y esperanzado…

¿El motivo? Llevar a una doctora recién graduada a la población de Uribán para que ejerza su pasantía rural en esa zona minera. Su avioneta paró en diversas estaciones donde tuvimos contacto con ¨pasantes¨ o estudiantes del último año de carreras universitarias: medicina de la Universidad Central de Venezuela –artículo 8 pasantía rural-, nutrición y bioanálisis, odontología de la Universidad Santa María…

¡Qué emoción!, ver aquellos jóvenes corajudos, mujeres y hombres, con la frente en alto y de cara al futuro, destilando pasión, ayudando a mitigar tanto dolor a la población pemona, tan desasistida y desesperanzada, tan engañada y vista con desprecio. Atendimos pacientes con ellos, discutimos problemas médicos, refrescamos su semiología y hablamos de valores, de los valores supremos del espíritu, de la comprensión amorosa del prójimo, de la interpretación apasionada y caritativa de su misión, de la indulgencia frente a los defectos del hombre –sin dejar de incluir los propios nuestros-, de esa, su experiencia única como inductora de temple espiritual. Sentí mucha envidia, sana envidia. Me llenó de inmensa esperanza, jóvenes dispuestos a ocupar sus puestos en el relevo generacional de esta Venezuela que se nos ha ido pero que sin duda renacerá de sus cenizas: Uruyén, Urimán, Kamarata, Wonken… estuvieron en nuestro destino.

El esplendoroso macizo guayanés, el gigantesco ecocidio y el río Caroní arrastrando toneladas de tierra contaminada con mercurio, una consulta dermatológica en Wonken con pasantes de medicina y la malaria que hace estragos en la comunidad indígena pemona.

Y al inicio hablé de sentimientos encontrados, el uno de confianza en el futuro, el otro de estupor, tristeza e inmensa rabia. Sobrevolamos la zona de minería ilegal; desde la altura se apreciaban aquellos grandes claros amarillentos, inclementes desgarros a la foresta selvática que nunca más se recuperarán debido a lo frágil del terreno, incapaz de recomponerse, traídos por la codicia del hombre y su deseo de poseer el oro que aquellas tierras alberga. Indios trabajadores abusados, atraídos por dinero, con exposición crónica al metilmercurio, demostración flagrante y palpable de la indolencia criminal de quienes deberían proteger nuestras fronteras y ser garantes de nuestra soberanía: Militares de todo rango, por dinero, se han olvidado de su juramento y han hecho causa con depredadores, garimpeiros y criminales de la más baja ralea, y ya nuestros pemones mostrarán signos del desastre tóxico, de la neurotoxicidad del mercurio, similar a la enfermedad de Parkinson –parkinsonismo secundario- y discapacidad tales como ocurrió en Irak y Minamata –Japón-, temblores, deterioro de las habilidades cognitivas y trastornos del sueño, incluso a bajas concentraciones en el rango de 0.7 hasta 42 μg/m³, se ha demostrado su capacidad para producir profundos efectos en el sistema nervioso central, incluyendo reacciones psicóticas caracterizadas por delirio, alucinaciones y tendencias suicidas.

La exposición ocupacional da lugar a trastornos funcionales de amplio alcance, incluyendo eretismo, irritabilidad, nerviosismo, timidez excesiva e insomnio. Con la exposición permanente, se desarrolla un temblor fino y puede escalar severidad para producir violentos espasmos musculares. El temblor de manos se inicia para luego extenderse a los párpados, los labios y la lengua. A largo plazo, la exposición de bajo nivel se ha asociado con síntomas más sutiles de eretismo, incluyendo la fatiga, irritabilidad, pérdida de memoria, sueños vívidos, y la depresión… El Estado venezolano es responsable de esta hecatombe dirigida a seres humanos que parecen no tener ciudadanía, ni nadie que vea por ellos.

Pero además observar el río Caroní, antaño de color oscuro por contener altas concentraciones de ácidos húmico y fúlvico, presentes en la materia orgánica del suelo, ácidos orgánicos producto de la descomposición de la hojarasca que viene de todo el Escudo Guayanés y la Amazonia. Ahora el río viene arrastrando en su cauce sedimentos provenientes de la tierra movilizada en sus orillas por la minería ilegal y ese es el origen de su coloración amarillenta; sedimentos que van a parar a la represa del Guri; hay que ser muy imbécil para vestir traje de buzo y comprobar lo que está a la vista. Si a eso no se lo llama asesinato ecológico, crimen de lesa patria, o quebrantamiento de un juramento, no sé cómo podría llamarse…

Con dolor me hace pensar…, ¿Para qué sirve nuestra fuerza armada si ha permitido la presencia de cubanos en sus altos mandos, si ha permitido que la identificación del venezolano se encuentre en manos extrañas, si se ha aliado con la criminalidad para intoxicar a nuestros indígenas con mercurio y dividirse las ganancias del tremendo ilícito, si ha distribuido armas y balas entre la delincuencia y en sus filas hay gente despreciable, si han ejercido maridaje con el narcotráfico…?

Cuando se les enrostraba que no hacían nada por preservar la Constitución, por proteger a los estudiantes o por evitar sus muertes, se excusaban diciendo que no lo harían hasta que el pueblo saliera a la calle.  Bien, el pueblo salió a la calle y una inmensa cobardía los arropó e hicieron mutis como en el presente. Hoy Venezuela es apenas una provincia inferior de Cuba, dirigida por los Castro y los militares sólo esperan que les den de baja por ricos, gordos y viejos para no perder sus privilegios… Shame on you! ¡Vergüenza en sus corazones!, deberíamos decirles.

Si los congresistas de la MUD hubieran visto la cola que yo presencié ayer en la mañana para acceder a alimentos en Plan Suárez de Macaracuay, tres largas cuadras, no en fila india, sino en grupos desordenados de personas, jóvenes, adultos, madres con hijos en sus brazos y ancianos –no tercera edad porque eso era lo que una vez fueron-, con la cerviz inclinada, ya hubieran sentido la necesidad impostergable de sacar a Maduro y su pandilla de criminales corruptos de la presidencia; el ilegítimo no tiene por qué estar allí todavía cuando todo el pueblo lo denigra, lo denuncia y lo rechaza. ¿Qué están esperando…?, ¿Es que hay alianza vituperable o conchupancia y palabrería vacía…?, ¿Será que están esperando que truene el soberano y que la sangre corra por las calles del país, o que una dictadura aún peor nos arrope con su vaho pestífero…?

EL EJERCITO no tiene razón de existir, si no cuida las fronteras ni preserva el ambiente, si no salvaguarda el honor suyo ni el de la patria, si amarga la vida de los ciudadanos, si da armas y balas a la delincuencia, ¿cuál es su objetivo…?

rafaelmuci@gmail.com

Elogio de la amputación…

…Les recordamos  hijos–como alguien dijo-, que regresar es el motivo de todo viaje…

Somos tantos los amputados… Alguien diría que es inmemorial a la humanidad. Los pueblos derrotados e invadidos crean la mayor cantidad de amputados, pero no esos que usted supone, sin brazos ni piernas, sin un ojo… sino aquellos a quienes les han sido amputados sus afectos, las raíces y las ramas de un árbol vigoroso para volverlo débil y tiñoso, especialmente cuando la edad cuenta…

Mostraba mi padre en su espalda pequeñas cicatrices lineales dispersas. Eran tiempos de la dominación otomana en su amado Líbano. Las magras cosechas que podían serle reclamadas a la tierra agreste, eran escondidas bajo la tierra para preservarlas de los zorros y especialmente de la rapiña invasora. Los más jóvenes eran torturados para que revelaran los escondidos sitios de acopio. Apretó los dientes, nada reveló cuándo el ferrete incandescente cimbró su cuerpo y quemó su carne inocente.

Desesperados los padres buscaban cómo aventar a sus hijos, como disecar la carne de su carne en aquel dolorosísimo proceso de separar lo inseparable, para enviarlos allende los mares y salvarlos así de la barbarie. Jóvenes promisorios que en amplia y dolorosa diáspora se diseminaron por campos afectuosos o mezquinos, y muchos como mi padre llegaron a esta tierra de gracia, besaron su suelo y se hicieron tierra de la generosa tierra conjuntándose con su gente y sus costumbres. No supieron de la muerte de sus padres ni de la suerte de sus hermanos.

Las comunicaciones eran tan exiguas que las separaciones eran verdaderas amputaciones harto traumáticas. Traían en sus alforjas deseos de trabajar, de hacer patria en patria ajena, de ayudar a su familia lejana. Los de su raza eran gente sana, industriosa, inteligente, duros y dispuestos para el trabajo sin pausa y de vida austera, que venían al país sin un centavo en el bolsillo pero con cinco mil años de ventaja en el arte del comercio, ese legado de antiguos navegantes fenicios, arriesgados y batalladores, y en razón de ello, pronto eclipsaban a los nativos.

Su vocación de trabajo y sus vidas sobrias permitió a esos como mi padre ahorrar y financiar, no sólo los estudios de sus hijos, sino los de sus sobrinos que habían quedado en ¨su tierra¨ y de innumerables ahijados que adquirieron mi mamá y él, entre sus paisanos, inmigrantes europeos, y nativos, a quienes dieron y mucho, sin intereses malsanos y sin ser requeridos.

Lágrimas de amargura pujaban por brotar de sus curtidos ojos cuando nos contaba que salió a escondidas al puerto evitando la guardia otomana para abordar un barco como polizón y no pudo despedirse de sus hermanas ni recibir la bendición de sus padres en el puerto de Trípoli que en la antigüedad había sido centro de la confederación fenicia que conformaba con otros distritos: Tiro, Sidón y Ruad. Mucho tiempo después se enteró con dolor que cayeron víctimas de esa pandemia que fue la gripe española de 1918 que solo en un año mató entre 50 y 100 millones de personas. Después vendría el batallar en tierra, costumbres y lenguaje extraños, todo, facilitado por la acogida bondadosa y desinteresada de los habitantes de un pueblecito casi que no reseñado en el mapa, Guayabal del Estado Guárico, donde encontró una mujer insigne y fiel que le acompañó por más de sesenta años y que fue mi admirada madre.

Pero además de todas esas virtudes que adornaban a los libaneses, aunque tenían fama de avaros, eran por lo contrario, también muy caritativos. Lo que muchos ignoran es que venían de una cultura de carencias en la que aprendían a guardar un equilibrio entre la abundancia y la escasez: Durante la cosecha se consumía lo necesario y se guardaba el excedente. Era la cultura de pueblos semíticos como árabes, judíos y fenicios. Allí adquirieron un alto sentido del ahorro, que como dijimos era visto como codicia, sin que se llegase a comprender que su sistema metódico en el aspecto económico obedecía más a la necesidad de mantener un respaldo monetario en un país desconocido, que un puro afán de lucro.

Quizá por eso mi padre clamaba en sentido figurado que le dieran a Venezuela para gobernarla ¨un año¨, para hacerla productiva y ordenada, para sembrar doquier seriedad, felicidad, prosperidad y justicia para todos; y especialmente honestidad y compromiso. A Dios gracias se fue hace muchos lustros y no alcanzó a atisbar los negros nubarrones que se arremolinaban en el poniente debido a la incuria de muchos venezolanos y que finalmente desembocó en la borrasca comunista de nuestros días… que, borrasca al fin, con absoluta seguridad se extinguirá en su propio accionar… ¡Quién sabe cuándo!

Ahora somos nosotros, sus hijos, los que vivimos la invasión extranjera, suerte de ocupación otomana agavillada donde se conjugan cubanos, rusos y chinos aupada por Chávez y sus sucesores, que dispendiosos y sin consentimiento traicionaron y regalaron la patria y malbarataron sus riquezas. Hemos sido echados de lado, perseguidos por no pensar igual, por aspirar al mérito y a la excelencia, por ser fieles a la palabra empeñada y al juramento prestado. Legiones de mal vivientes han sido lanzados a las calles para secuestrarnos y matarnos, para hacer el país invivible, para sobre la base de amputaciones forzarnos a abandonar el país en nueva diáspora de jóvenes íntegros, bien formados, inteligentes que, a su vez, echarán raíces en predios desconocidos. Deseamos para ellos la mayor suerte y el mejor de los éxitos, pero al mismo tiempo les recordamos –como alguien dijo- que regresar es el motivo de todo viaje…

En el hogaño se repiten tiempos de ocupación extrajera, cubana para más señas, regalado el país a traidores, de sapos, ladrones y asesinos y sus métodos de amedrentamiento del colectivo para hacerse del poder omnímodo, y que les han sido útiles por más de medio siglo en aquella isla de la infamia, injertados en esta tierra que mi padre admiró y nunca se cansó de agradecerle, para que la triste diáspora se repita en sentido inverso.

Ahora perdemos parte de nuestros cuerpos, se nos amputa la carne por desgarramiento, nuestros hijos huyen con nuestra aprobación cuando temen cada segundo por sus vidas y por la culminación de sus metas, y de paso nuestros nietos se llevan parte de nuestro corazón desecho sin que sepamos cuándo será el último encuentro, el último abrazo, la última caricia, el último beso… Pero al menos sabemos que en tierras extrañas sus derechos humanos y ciudadanos les serán respetados y podrán –como mi padre-, echar fuertes raíces y emprenderán una nueva vida llevando las enseñanzas de su hogar bajo su piel y transparentándolas en sus acciones.

Por tanto, nos conforta el poema  de la Hermana Teresa de Calcuta:

Pero no se crean que esto se queda así… Ustedes, traidores, ya son ¨periódico de ayer¨. Les derrotaremos sin armas, con la verdad, con el deseo sincero de hacer una Venezuela digna y próspera para todos los venezolanos sin ningún distingo, donde se respete y se promueva la excelencia, la jerarquía del espíritu y el poder del intelecto en beneficio del bien común, seremos como el mito del ave Fénix que renacerá de sus cenizas con toda su gloria y será símbolo del renacimiento físico y espiritual, del poder del fuego, de la purificación y la inmortalidad con la virtud de sus lágrimas curativas.

Por ello muchachos tengan fe, ustedes regresarán a un país decente, nos encargaremos de que así sea…

 

 

 

 

 

 

 

Elogio de mis ochenta y uno…

Elogio de ya son 81…

Rafael Muci-Mendoza

«Dichosos los que pueden dar sin recordar y recibir sin olvidar.»

—Elizabeth Bibesco (1897-1945), escritora inglesa

Este artículo está dedicado a Graciela Facchin, la chica de mis sueños.

El 26 de junio de 1965 contrajimos matrimonio; ya contamos 54 años.

Desde ese día, hemos estado viviendo juntos el sueño de nuestras vidas. No puedo imaginar mi vida sin ella.

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Hoy, 1º de mayo de 2019, he querido que a los lados de una estilizada acuarela que en 1991 me hiciera mi antigua paciente, la señora Mercedes H. deBellard Pietri (†), estuviera otra con mi esposa Graciela, mi compañera por 54 años, y en mi Unidad de Neurooftalmología del Hospital Vargas de Caracas en 2015 donde han transcurrido mis mañanas por casi 40 años y donde soy velado por la sonrisa empática de mi maestro y mentor, doctor William F. Hoyt (†). Asistí a ella hasta diciembre de 2018 y me he retirado temporalmente. Espero que las circunstancias de inseguridad que rodean la institución, hagan más fácil mi pronta reincorporación. Pero ello no significa que me he detenido, solo he alterado el rumbo de mi camino, no voy al mismo sitio, no obstante, he continuado dictando mi curso anual de ¨Fondo del ojo en la enfermedad sistémica¨ en la institución privada donde laboro y que se encuentra este año en su 50º edición con una audiencia de más de 80 alumnos…

Todo parece mucho tiempo, pero el tiempo se ha empeñado en volar y las hojas del calendario se antojan en caer más rápido que las hojas de los árboles otoñales… Es el llamado “fenómeno de la aceleración del tiempo”, es la percepción de que el tiempo se empeña en acortarse. Muchísimos años atrás, cuando apenas éramos niños, el tiempo parecía pasar de forma muy lenta; pero, mientras más pasan los años, los días parecieran achicarse más y más, tal como si la percepción de la realidad hoy en día fuese distinta. La realidad pareciera decirnos que el tiempo no se está acelerando, pero puede ser todo lo contrario, y a esto nos referiremos más adelante; parece ser nuestra conciencia la que crea la ilusión del tiempo acelerado. Es como si el tiempo pasara más rápido, pero, es nuestra percepción del tiempo que va cambiando sin que se trate de que los días duren menos, sino antes bien, es posible que ya renunciamos a vivir y decidimos no aprender nuevas cosas. Por ello, hay que emprender la búsqueda de nuevas y variadas experiencias para no caer en la monotonía, esa que nos hacen sentir que los días pasan tan rápido. En razón de este hecho, de experimentar los años de forma más rápida, hay que pensar que podríamos estar atrapados en nuestras propias rutinas percibiendo como el tiempo pasa ante nosotros sin que aprendamos algo nuevo o sin realizar actividades variadas y constructivas.

No recuerdo cuándo o cómo escuché esta lapidaria sentencia, ¨Una vez que se alcanza ¨cierta edad¨, cada 15 minutos te sientas a desayunar…¨ -así que les ruego me disculpen por un momento, ¡es que me están llamando de nuevo a desayunar…! -.

 Copiado textualmente [1] “Los científicos descubrieron hace muchos años que la Tierra emite un pulso. Este pulso o frecuencia fue comparado con los latidos del corazón, manteniéndose estable en aproximadamente 7.8 ciclos por segundo durante miles de años. Sin embargo, en 1980 los latidos del corazón de la Tierra comenzaron a acelerar. En la actualidad, se encuentra a 12 ciclos por segundo, pero lo más increíble es que algunos científicos creen que la Tierra realmente dejará de girar cuando este pulso alcance los 13 ciclos por segundo. Cuando la tierra deje de girar sobre su eje se cree que se mantendrá unos tres días  y luego comenzar a girar en la otra dirección.

Esto hace que sintamos como si el tiempo se estuviera acelerando, un período de 24 horas ahora se ha convertido en tan sólo 16 horas. Nuestros relojes todavía se mueven en segundos, minutos y horas, y aún marcan un día completo en 24 horas, pero debido al aumento de la frecuencia de la Tierra, solo se perciben apenas 16 horas.

Las investigaciones sobre este fenómeno son claras; el ser humano está avanzando hacia la cuarta dimensión, un lugar donde nuestros pensamientos se manifestarán casi al instante. Es por eso que tantas personas, en algunos casos sin saber por qué, se están volviendo más conscientes y espirituales, alejándose del materialismo y la codicia. Estamos sintiendo la necesidad de no sólo hacer lo correcto para nuestro propio cuerpo y mente, pero, además estamos más dispuestos a ayudar a otros”.

  Con el tiempo, los puntos de vista y las maneras como vemos las cosas, cambian… En quinto grado, estudiaba yo en el Colegio del Sagrado Corazón de Jesús, La Salle de Valencia. El hermano Elías nos preparaba para hacer la Primera Comunión; dentro de todas aquellas cosas de las cuales habló y mostró mientras hablaba, –algunas horribles como grandes cromos del purgatorio y el infierno que nos hacían vivir el sufrimiento de aquellos desgraciados pecadores en medio de lenguas de fuego y gritos de dolor doquier-, recuerdo que nos refirió una anécdota según la cual, preguntado Napoleón Bonaparte cuál había sido el día más feliz de su vida, él contestó sin titubeos: -¨¡El día de mi primera comunión!¨ -a decir verdad, no he encontrado ninguna referencia acerca de si esta relación es cierta-. Lo cierto es que esperé el gran día… ¡Vaya decepción…!, ¡no sentí absolutamente nada…! Con el tiempo, el concepto del día más feliz de mi vida ha cambiado y todavía no ha ocurrido, pero siempre he dicho que ese día será cuando cese la ocupación cubana en nuestro país, cuando recuperemos la medicina nostra y nuestros valores, y cuando los cubiches se vayan a donde nunca debieron salir, la podrida isla comunista y miserable de Cuba.

Un espaldarazo vino en días pasados de quien no es santo de mi devoción, Donald Trump, quien el 30.04.2019 escribió por tweeter, ¨Si las tropas y las milicias cubanas no cancelan de inmediato las operaciones militares y de otro tipo con el propósito de causar muerte y la destrucción de la Constitución de Venezuela, se impondrá en la isla de Cuba un embargo total y completo, junto con las sanciones de más alto nivel. ¡Ojalá todos los cubanos regresen a su isla sin demora y en paz! ¨ Si realmente esto ocurriera en el próximo futuro, ¡qué mejor regalo de cumpleaños podría tener…!, pero los políticos no son de confiar… Un mes después no ha ocurrido nada…

Los llamados ¨Mártires de Chicago¨, sindicalistas anarquistas, fueron ejecutados en Estados Unidos por participar en las jornadas de lucha por la consecución de la jornada laboral de ocho horas, que tuvieron su origen en la huelga iniciada el 1º de mayo de 1886 y su punto álgido tres días más tarde, el 4 de mayo en la Revuelta de Haymarket. A partir de entonces se convirtió en una jornada reivindicativa de los derechos de los trabajadores en sentido general que es celebrada en mayor o menor medida en todo el mundo. En el pasado y en nuestro país solía ser día de ofrecimientos demagógicos, pero en el hogaño de reiterados aumentos de sueldo solo para engordar la hiperinflación, porque entre otras cosas ya no hay trabajadores, hay esclavos del PSUV o del comunismo, una enfermedad contagiosa de elevada virulencia y alta tasa mortalidad por hambre, inanición, dejadez o maltratos. El 1º de mayo tampoco es el día más feliz de mi vida; ese día acaecerá –repito- cuando no quede un solo cubano invasor en MI país, Venezuela.

Porque la vida continúa, el tiempo pasa en forma inevitable e inasible como el agua que se escapa de entre los dedos de la mano, y sus designios se cumplen cada día no siempre en forma inexorable, pues son influidos por el deseo personal y la decisión. y hasta podría decirse, por una forma de epigenética o capacidad de cambiar o ser cambiados por las circunstancias; puedo decir sin jactancia que, a pesar de mis falencias, limitaciones y debilidades, la suerte y el éxito me han acompañado, si es que por éxito entendemos conseguir aquello que queremos y sentirnos satisfechos con ello…

No he necesitado prostituirme nunca ni degradar el oficio que escogí, para obtener poder, dinero o posición; me he conformado con pocos bienes terrenales, así, que he hecho mío el jocoso concepto del ¨consumismo¨-con su misma mujer: Graciela por 53 años, con su misma casita de La Castellana de 175 m 2 por 51 años, con su mismo automóvil VW Vento GLX ´97 con ¨quema-coco¨, con mi reloj Cassio con marcapasos, con mis mismas amistades de toda la vida y otras más recientes que también tienen la pátina de lo antiguo; con su mismo Hospital Vargas y su misma Clínica El Ávila, con mis mismos gustos y enamorado de la vida-; duermo a pierna suelta porque no tengo deudas, ni materiales ni de conciencia, no le debo nada a nadie, pero ¡Ah!, ¡paradoja!, al mismo tiempo debo mucho a muchos –pero he sabido agradecer con creces a esos, mis queridos padres, mis bondadosos maestros sobre cuyos hombros me he alzado y he visto más lejos, y a Graciela, a mis hijos y nietos, a mi familia, y a aquellos otros que conmigo, han defendido con ahínco mi profesión de médico de la degeneración por la intrusión cubana, a mi país convertido en sumidero, a mis amigos y alumnos a quienes he atendido en situación de necesidad-; he aprendido todo lo que he podido venciendo mi viejo “síndrome de atención dispersa (TDA)” (fui un niño disperso; descubrí en la madurez que había sido un adulto mayor disperso, y ahora soy un viejo disperso pero ya con diagnóstico que me hice o mismo, ¿y qué?), para devolver con enseñanzas y sin restricciones lo que tanto me ha costado adquirir a fuerza de aceptación, convicción y decisión. Siempre tengo una razón que hace sonreír mi corazón y con mi buen sentido del humor hago que otros también sonrían conmigo; he hecho mi propósito de que ningún paciente salga de mi consultorio sin una sonrisa en la cara, aun cuando le haya expresado una amarga y dolorosa verdad…

 

El secreto de mi vida y mi palabra clave en la ruta ha sido trabajo y más trabajo, pero no un trabajo impuesto, por ello me gusta llamarme ¨residente de primer año de medicina –pero viejo-¨, aquel a quien se dejaba todo el trabajo porque los mayores –compañeros residentes de años superiores- ya parecía que sentían el hastío de la vida mientras yo veía en cada paciente una oportunidad de poder ayudarlo –aun con mi sola presencia y escasísimo bastimento-, de poder aprender, de adquirir experiencia, de vencer mi complejo de ¨patito feo¨, de estudiar sobre sus casos para tratar de reconocerlos más temprano y actuar de manera más eficiente, de embadurnarme con ese sentimiento humano que todos transpiramos y que solo los médicos podemos sentir…

 

No te obsesiones con el éxito. El éxito es conseguir lo que quieres. La felicidad es querer lo que consigues.”

Ingrid Bergman 

No creo en la obsolescencia programada, tampoco en el envecimiento prematuro, por ello he aceptado el desafío con que enfrento mis días, ese que sentimos cuando una máquina del progreso tecnológico nos reta, sea un computador, un teléfono inteligente o un nuevo artilugio y nos retiramos asustados; fundar la única unidad de neurooftalmología en un hospital público existente en Venezuela y activa por más de 39 años que hoy lleva mi nombre por escogencia de mis compañeros de cátedra y aceptación del Consejo de la Escuela de Medicina José María Vargas, donde se han formado cerca de 40 especialistas neurooftalmólogos del país y otras naciones; de ingresar sin palanca y por propio mérito en la Academia Nacional de Medicina, de ganarme la estima y la confianza de mis colegas hasta llegar en 2014 a ser su presidente durante dos años reglamentarios, y en seguir luchando para reganar la democracia perdida.

  Los comunistas han pretendido robarnos nuestros sueños cuando nos hemos dejado, y han hecho que vivamos los suyos sórdidos, malsanos y egoístas. No me duele la cabeza, no me duele nada –y a veces al levantarme me acompaña algún achaque o malestar para desaparecer luego, es decir, que si algo me molesta es durante algunos minutos; por ello, me digo, tal como le expreso a mis pacientes provectos como yo, ¿¡Que mueble viejo no cruje de noche!?, total, no consiento mis achaques, vivo enamorado, las curvas, las caderas y las buenas piernas todavía me emocionan, por ello me digo, bienvenidas la horas, semanas o días que me restan…

 No soy hipertenso ni diabético, no me duele la cabeza, no tengo el colesterol elevado, no tomo medicamentos porque a todos les tengo gran respeto y desconfianza, no hago dietas, no suelo repetir mi ración de alimento casi nunca, hago tres comidas y la primera, el desayuno, la más importante, por lo que nunca la desdeño; no tomo edulcorantes sintéticos –peores que el azúcar-; he mantenido mi peso desde que me hice adulto y todavía la balanza me señala mi peso de estudiante, 66 o 67 kg…, y mi estatura que fue de 1.68 m, es ahora de 1.65, es decir, me he encogido, mis discos intervertebrales se han deshidratado, mejor decir, me he despanchurrado 3 cm, pero aun camino erguido y me ejercito… El año pasado gané un maratón de 5 km y llegué de primero y de último, un contrasentido; lo que pasó fue que era ¡el único inscrito en la categoría de 80 años…!

Nunca he tomado somníferos o sedantes y vean el por qué –ya yo lo sabía de antes-: Un estudio reciente que encontró que 25% de los estadounidenses mayores que toman Xanax –en nuestro medio es el alprazolam– o Valium para dormir o calmar ansiedad acaban por quedar enganchados, ¡nunca más lo podrán dejar porque son adictivos! Si en el 9% al 12% de las mujeres y cerca de 5% al 6% de los hombres de 65 años reciben la droga, resulta que existen 2.205.000 de viejos adictos. Como sociedad de consumo siempre estamos buscando atajos. Tomarse una pastilla en lugar de hacer el esfuerzo necesario para mejorar el bienestar a través de cambios de estilo de vida: evitar redes sociales antes de dormir y no creer en todo lo que se lee, buena nutrición hasta donde podamos, ejercicio en forma de caminatas diarias, desestresarse no oyendo cadenas o programas de Maduro o Diosdado, siempre tóxicos, siempre llenas de mentira y porquería….

La ignorancia arrogante, la injusticia social, el crimen sin castigo, que nos trajo el siglo XXI, se trocó en habitud; le huyo como si fuera peste…, me alcanza en una edad provecta, me lame los pasos como un pegoste de chicle en la suela del zapato del cual no puedes zafarte. Entonces es cuando te das por enterado, y quieres que otros se enteren, no queriendo saber que para ello debías disponer en tu bastimento de algo de esa sabiduría –que desde los ancianos de la tribu- dejan los años. Nadie puede vivir la vida en la vida de otro; la nuestra es genuina y única… Hemos vivido apresurados, tan apresurados que no podemos echar la vista atrás y entonces, nos llega ¨el momento de la verdad¨… y su cercanía, nos invita a hacer lo que no quisimos o no pudimos.

En los párrafos siguientes confronto las ideas de dos pensadores de dos realidades geográficas y tiempos diferentes, dos famosos escritores de disímiles realidades, donde vemos a un Víctor Hugo abrumado en su vejez de 83 años repleto de amantes, infidelidades y tragedias, y así, se dice que sus últimas palabras fueron: «Ceci est le combat du jour et de la nuit… Je vois de la lumière noire.» —Es el combate del día y de la noche… Veo la luz negra—, fallece de una apoplejía o ictus, tal vez un hipertenso desconocido e irredento; y a ¨Gabo¨ habiendo alcanzado los 87 fallece de un cáncer linfático, hablando y lamentándose de cosas similares cuando ya poco podía hacerse para enderezar entuertos…

 

¿PONIÉNDOME VIEJO? – Víctor Hugo (1802-1855) a los 53 años…

«Te estás volviendo viejo -me dijeron-, has dejado de ser tú, te estás volviendo amargado y solitario-. No, respondí; no me estoy volviendo viejo, me estoy volviendo sabio. He dejado de ser lo que a otros agrada para convertirme en lo que a mí me agrada ser, he dejado de buscar la aceptación de los demás para aceptarme a mí mismo, he dejado tras de mí los espejos mentirosos que engañan sin piedad. No, no me estoy volviendo viejo, me estoy volviendo asertivo, selectivo de lugares, personas, costumbres e ideologías. He dejado ir apegos, dolores innecesarios, personas, almas, y corazones; no es por amargura es simplemente por salud. Dejé las noches de fiesta por insomnios de aprendizaje, dejé de vivir historias y comencé a escribirlas, hice a un lado los estereotipos impuestos, dejé de usar maquillaje para ocultar mis heridas, ahora llevo un libro que embellece mi mente. Cambié las copas de vino por tazas de café, me olvidé de idealizar la vida y comencé a vivirla. No, no me estoy poniendo viejo. Llevo en la alma lozanía y en el corazón la inocencia de quien a diario se descubre. Llevo en las manos la ternura de un capullo que al abrirse expandirá sus alas a otros sitios inalcanzables para aquellos que sólo buscan la frivolidad de lo material. Llevo en mi rostro la sonrisa que se escapa traviesa al observar la simplicidad de la naturaleza, llevo en mis oídos el trinar de las aves alegrando mi andar. No, no me estoy volviendo viejo, me estoy volviendo selectivo, apostando mi tiempo a lo intangible, reescribiendo el cuento que alguna vez me contaron, redescubriendo mundos, rescatando aquellos viejos libros que a medias páginas había olvidado. Me estoy volviendo más prudente, he dejado los arrebatos que nada enseñan, estoy aprendiendo a hablar de cosas trascendentes, estoy aprendiendo a cultivar conocimientos, estoy sembrando ideales y forjando mi destino. No, no es que me esté volviendo viejo por dormir temprano los sábados, es que también los domingos hay que despertar temprano, disfrutar el café sin prisa y leer con calma un poemario. No es por vejez por lo que se camina lento, es para observar la torpeza de los que a prisa andan y tropiezan con el descontento. No es por vejez por lo que a veces se guarda silencio, es simplemente porque no a toda palabra hay que hacerle eco. No, no me estoy poniendo viejo, estoy comenzando a vivir lo que realmente me interesa».

Cuando Gabriel García Márquez (1927-2014) se retira de la vida pública a los 87 años aquejado de un cáncer linfático, envía una carta de despedida a sus amigos, y que gracias a la Internet ha sido difundida. Es verdaderamente conmovedora; está escrita por él, uno de los latinoamericanos más brillantes de los últimos tiempos.

Reza así:

“Si por un instante Dios se olvidara de que soy una marioneta de trapo y me regalara un trozo de vida, aprovecharía ese tiempo lo más que pudiera, posiblemente no diría todo lo que pienso, pero en definitiva pensaría todo lo que digo.

Daría valor a las cosas, no por lo que valen, sino por lo que significan.

Dormiría poco, soñaría más, entiendo que por cada minuto que cerramos los ojos, perdemos sesenta segundos de luz.

Andaría cuando los demás se detienen, despertaría cuando los demás duermen.

Si Dios me obsequiara un trozo de vida, vestiría sencillo, me tiraría de bruces al sol, dejando descubierto, no solamente mi cuerpo, sino mi alma.

A los hombres les probaría cuán equivocados están al pensar que dejan de enamorarse cuando envejecen, sin saber que envejecen cuando dejan de enamorarse.

A un niño le daría alas, pero le dejaría que él sólo aprendiese a volar.

A los viejos les enseñaría que la muerte no llega con la vejez, sino con el olvido Tantas cosas he aprendido de ustedes, los hombres… He aprendido que todo el mundo quiere vivir en la cima de la montaña, sin saber que la verdadera felicidad está en la forma de subir la escarpada.

Me apartaría de los necios, los habladores, de las gentes con malas costumbres y actitudes.

Sería siempre honesto y mantendría llenas de amor y de atenciones a las personas a mí alrededor, siempre trataría de dar lo mejor… He aprendido que cuando un recién nacido aprieta con su pequeño puño, por primera vez, el dedo de su padre, lo tiene atrapado por siempre.

He aprendido que un hombre sólo tiene derecho a mirar a otro hacia abajo, cuando ha de ayudarle a levantarse.

Son tantas cosas las que he podido aprender de ustedes, pero realmente de mucho no habrá de servir, porque cuando me guarden dentro de esa maleta, infelizmente me estaré muriendo.

Trata de decir siempre lo que sientes y haz siempre lo que piensas en lo más profundo de tu corazón.

Si supiera que hoy fuera la última vez que te voy a ver dormir, te abrazaría fuertemente y rezaría al Señor para poder ser el guardián de tu alma Si supiera que estos son los últimos minutos que te veo, te diría “Te Quiero” y no asumiría, tontamente, que ya lo sabes.

Siempre hay un mañana y la vida nos da siempre otra oportunidad para hacer las cosas bien, pero por si me equivoco y hoy es todo lo que nos queda, me gustaría decirte cuanto te quiero, que nunca te olvidaré.

El mañana no le está asegurado a nadie, joven o viejo. Hoy puede ser la última vez que veas a los que amas. Por eso no esperes más, hazlo hoy, ya que, si mañana nunca llega, seguramente lamentarás el día que no tomaste tiempo para una sonrisa, un abrazo, un beso y que estuviste muy ocupado para concederles un último deseo.

Mantén a los que amas cerca de ti, diles al oído lo mucho que los necesitas, quiérelos y trátalos bien, toma tiempo para decirles, “lo siento”, “perdóname”, “por favor”, “gracias” y todas las palabras de amor que conoces.

Nadie te recordará por tus nobles pensamientos secretos.

Pide al Señor la fuerza y sabiduría para expresarlos.

Finalmente, demuestra a tus amigos y seres queridos cuanto te importan.

Gabriel García Márquez

 A cierta edad no podemos derrochar las horas del reloj y cada minuto por venir debe estar acompañado de un nuevo aprendizaje. Vida y muerte se suceden todo el tiempo, cada despedida, cada cambio es una pequeña muerte que da lugar a un renacer, a un algo nuevo. No hay creación sin destrucción, no hay renovación sin muerte, no hay algo novedoso si primero no existe el vacío, por ello debemos dar la bienvenida a la muerte y a su inventor…

Casi siempre se van afectos, este año falleció nuestro fino y dilecto amigo, el doctor Juan José Puigbó, cardiólogo y señero ejemplo de lo que es ser un médico y académico; por otra parte, mi maestro William F. Hoyt se me fue en su San Francisco del Golden Gate, con su cerebro rebosante de conocimientos opacados por una demencia tipo Alzheimer, ¡pura pérdida!, pero también, fallecieron nuestro canario, ¨Cenizo¨ cantante de insigne registro y a quien así designamos por ser el primero en casa de color gris, y nuestra perrita caniche, ¨Cotufa¨, blanquita toda, que nos acompañó durante 15 años. Todavía los echo de menos… Sendos episodios muy dolorosos…

 

  Con motivo de las felicitaciones por mi aniversario, una antigua alumna me escribió con mucho afecto diciéndome que yo era ¨inmortal¨… Inmediatamente le contesté preguntándole si conocía la historia de Titono inmortal. Ella me contestó que no lo conocía, pero que yo le había enseñado a siempre a investigar, a buscar aquello que desconociéramos… Con su hermosa sonrisa me respondió luego, que también me deseaba ¨juventud eterna¨, un hermoso despropósito…

 Para quienes no lo recuerden: En la mitología griega Titono o Titón era un mortal hijo de Laomedonte, rey de Troya, y hermano de Príamo. Como su hermano Ganímedes, era de una belleza deslumbrante y la diosa Eos, Aurora en la mitología latina, se enamoró de él. Ella misma le pidió al padre Zeus que concediera la inmortalidad a su amado Titono, cosa que el padre de los dioses concedió. Pero a la diosa se le olvidó pedir también la juventud eterna, de modo que Titono fue haciéndose cada vez más viejo, encogido y arrugado, hasta que se convirtió en cigarra, o según otras versiones, en grillo. Desde entonces, cada vez que Eos se despierta por la mañana y llora produciendo el rocío con sus lágrimas, Titono se alimenta de las mismas; según la creencia antigua, cuando le preguntan qué desea, responde en latín: Mori, mori, mori… que significa morir, morir, morir…

 

 

¨El fin siempre es temprano, cada día es toda la vida en tiempo pleno, no hay más que el hoy, que este momento, solo ese, en que

 conozco que estoy vivo y siento¨

Arturo Uslar Pietri

 

   «Si deseas afligir al que te odia, no lo taches de hombre degenerado ni cobarde, ni libertino, ni bufón, ni innoble, sino tú mismo sé un hombre, muéstrate moderado, sincero, y trata con amabilidad y justicia a los que tienen trato contigo. Pero, si eres empujado a censurar, ponte a ti mismo muy lejos de las cosas que tú censuras».

Plutarco,  Cómo sacar provecho de los enemigos, Siruela, 2007, p. 33.

 

[1] https://www.mundoesotericoparanormal.com/tiempo-se-esta-acelerando-fenomeno-no-debe-ser-ignorado/

Elogio de la etnia…

 

Elogio de la etnia… (Redivivo)

Rafael Muci-Mendoza

 

No estoy seguro si mi padre, también migrante de la persecución siria otomana tan terrible como fue,

al comprenderlo, se identificaba con él…

 

De buen porte era aquél indio guajiro, o si se desea de la etnia wayú o wayúu, tan afecto a la casa de mi infancia, «Ramiro Espiayú», alto, corpulento, de pocas palabras, con su cara aguzada de cotejo, su tez cobriza curtida por el sol y su cara seria picada de viruela, a veces ablandada por una media sonrisa, sus manos grandes y llenas de callos y nudos y a quien mi padre llamaba para aquellos oficios propios de un ¨toero¨, pues hacía de todo, lo hacía muy bien y en el término de la distancia; no sé si por convencimiento o por prevención de una sarta de reprimendas que no estaba dispuesto a recibir: bien le pasaba un lechado a las casas de mi papá, reparaba las tejas, reemplazaba una viga cariada por otra o colocaba nueva caña brava en el techado, reparaba la caja de agua del baño a dos metros del suelo que al tirar de la larga cadena traía a la poceta una tonelada de agua bullanguera, y si el templón era desproporcionado, se venía el depósito con todo y tubería, o pintaba con brocha gorda lo que fuera, dejando aquellas paredes homogéneas y lisitas….

Pero especialmente, lo llamaba con ocasión de aquellas empresas difíciles a quienes todos le sacaban el cuerpo y que nadie podría hacer tan bien como él, como encaramarse en una escalera, quitar el cielo raso del techo frente al paraqué –una habitación adyacente a la sala que no se sabía para qué servía, por qué se llamaba así y donde se recibían las visitas- y entendérselas con un enorme panal de abejas y sus furiosas residentes no dispuestas a dar prenda.

Aquel enjambre iracundo le picaba por todas partes y él, ni se enteraba ni mostraba interés alguno por quitárselas a manotazos ni protegerse la cara ni los ojos, sus aguijones ponzoñosos no le levantaban ronchas ni le producían siquiera escozor. Parecía tener ese extraño síndrome llamado de «insensibilidad congénita al dolor» donde ocurre una interpretación anormal de los estímulos dolorosos que no son percibidos como tales y el tipo no se da por enterado cuando algo le lastima o le hiere, y por ello tiene el cuerpo cuajado de mataduras y cicatrices, o ese otro síndrome propio de la gente que la vida le ha negado todo y ha pasado tanto trabajo y tanta privación y pena, que una picada de avispa o la rabia de un alacrán le parecen nimiedades…

Ese era su trabajo y había que hacerlo, y hacerlo bien, por eso mi papá lo quería mucho, tanto como a un hijo, y más aún lo admiraba y le respetaba por su consecuencia, disposición y responsabilidad, y no dejaba de amonestarlo cuando desviaba la meta. Era un indio que los muchachos de mi casa juzgábamos como ¨raro¨, porque no era Ramiro uno de esos indios con pluma en la cabeza que veíamos en la matinée de los sábados en el Teatro Imperio de Valencia, apaches o sioux, chirikaguas o cherokees, pintarrajeados, galopando sin montura, con una lanza en ristre y pegando gritos, que el muchacho de la película –¨el catirito¨ cómo le decían en Maracaibo- no perdonaba con su revolver Colt de tiro certero o su Winchester 1892; aquellas montoneras, mensajes subliminales de desprecio e intransigencia, eran verdaderas peleas de tigre con burro amarrado, que en su momento, inocentes aplaudíamos a rabiar por virtud de la manipulación mediática gringa contra las razas originarias a las cuales casi aniquilaron de un todo…

¿Cómo había llegado aquel indio a Valencia…? Creíamos que «Espiayú» era su apellido, porque entonces ignorábamos que en la Guajira Venezolana existían al menos 30 clanes o castas, cuyo mayor porcentaje de población se distribuía entre los «Epieyú», Uriana e Ipuana y por ello, al escuchar su nombre y pegado a él, el extraño apellido, no otra cosa que el nombre del clan al cual pertenecía, por supuesto que distorsionado por la ignorancia y cosa que a él poco le importaba, sentíamos sobrada emoción…

Mi hermano Franco sentía especial fascinación y cercanía hacia el indio a quien de continuo le pedía le regalara un arco con sus flechas y un puñal, y el indio, de muy pocas palabras, casi monosílabo, asentaba de vez en cuando para no llevarle la contraria; pero en verdad Ramiro nunca le regaló nada, pero tampoco le arrebató la esperanza…

Ramiro era migrante como tantos hoy día, venido al centro del país para huir tal vez de la vida limitada y austera, del calorón y la tierra abrasada, o huyéndole al bastón de mando y a la justicia de un palabrero, o quién sabe si de un desarraigo amoroso, echando de menos el baile de la yonna o chicha maya donde más de una vez había mordido el polvo por virtud de una india antojadiza de rápido bailar que le hiciera enredar los pies y caer a tierra cuan largo era…

No estoy seguro si mi padre, también migrante de la persecución siria otomana tan terrible como fue, al comprenderlo se identificaba con él y vestía sus zapatos evocadores de recuerdos que le ponían triste, pero también al ver a su numerosa prole venezolana, estudiosa y pujante, pagaba al país por las bondades que le había brindado…

Ha sido ancestral que el comercio sea la actividad más importante de los wayú, dada la vida difícil en esas tierras lejanas y olvidadas, incluido más recientemente el «bachaqueo» o contrabando entre Venezuela y Colombia de gasolina, güisqui y artículos de primera necesidad. La Constitución Bolivariana de 1999, ¨la mejor del mundo¨ y la más vulnerada de la vía láctea, ha incluido en su articulado sentencias hermosas para cuidarlos, pero me sospecho que se trata de un dechado de letra muerta y ya fétida, tal cual su Preámbulo, más perteneciente a un país idílico que a la diaria realidad que padecemos.

Las asambleístas que tienen que bregar con la protección de las etnias sólo visten coloridas mantas o camisones guajiros, creo que más para aparentar que para representar un genuino compromiso, pues además de haberles abandonado hace rato, se olvidan de los pemones en el sureste del estado Bolívar en la frontera con Guyana y Brasil, habitantes comunes en la Gran Sabana y todo el Parque Nacional Canaima, que en sus hermosos mitos describen los orígenes del Sol y de la Luna y la creación de los tepuyes milenarios –Monte Roraima o Dodoima en pemón– y las actividades del héroe creador Makunaima y sus hermanos; y los yanomamos, o la gran nación yanomami, ubicados en nuestro país principalmente en el estado Amazonas, consentidos del padre Cocco, misionero salesiano italiano nunca suficientemente exaltado y reconocido aunque tan a menudo olvidado, y que además se extienden en los territorios brasileños de Amazonas y Roraima.

El venezolano que es un ser de memoria corta, o no le importan sino sus intereses personales o sus propias pequeñas-grandes tragedias, acaso olvide la Masacre de la aldea Haximu, un genocidio cometido en territorio venezolano en 1993 donde en medio de fusiles contra flechas, unos 16 yanomami fueron asesinados por un grupo de garimpeiros o buscadores independientes de oro. ¿Hubo justicia…?

Los pemones que han sobrevivido 500 años después de la llegada de los españoles al continente americano denuncian que “ya llegaron brasileros a minas del Parque Nacional Canaima, aterrizan en Campo Carrao, al lado Salto Ángel, con combustible y bombas”… El ejército o la guardia nacional quienes deberían protegerlos y proteger el suelo patrio,  se hacen la vista gorda y de inmediato les desmienten… Cataplasmas de oro y billetes verdes sobre el pecho a la manera de condecoraciones, les eliminan el sentido de pertenencia y sepultan su deber patriótico…

Resulta triste y penosa la situación en la que pueblos que han habitado las selvas del Estado Bolívar de Venezuela, la Guayana y el Amazonas, siguen siendo desplazados y despojados del derecho a poseer y a explotar las tierras que han ocupado durante siglos, mucho antes de la Conquista de América. Los buscadores de oro han hecho de aquellos hermosos parajes territorios contaminados de enfermedades venéreas y de mercurio sin mencionar las extensas áreas deforestadas, nunca más recuperables… Como este metal pesado se amalgama con el oro y la plata, se ha utilizado para mejorar la separación de las partículas de oro de la ganga o mineral secundario que le acompaña.

Las embatoladas de la Asamblea, mujercitas de pocas luces, no deben olvidar el desastre de Minamata… En 1956, en esta ciudad industrial de Japón, comenzaron a aparecer personas con extraños síntomas de discapacidad sensorial como falta de coordinación motora y alteración de la sensibilidad en manos y piernas, pérdida de la visión, la audición y la palabra, y, en casos extremos, parálisis e incluso muerte por hidrargiria o envenenamiento por mercurio, con cerca de 900 muertos y más de 2000 afectados. El tipo y el grado de síntomas que se presentaron eran individuales y dependían de la dosis, del método de contaminación y de la duración de la exposición. Un ejemplo claro y desgarrador de negligencia, búsqueda del lucro económico a cualquier precio incluido la vida de los demás, y el desprecio al medio ambiente…

Lo que pasa es que el negocio es muy grande, la conciencia muy pequeña, la codicia aguda para el negociado ilícito es febril y la ceguera funcional de las autoridades es profunda para no mirar lo que no conviene y les reporta inconmensurables beneficios…

Otro invasor de aquellos desolados territorios es la malaria o paludismo. Aquellos tiempos de casas muertas, de escalofrío solemne con tiritar de dientes, anemia y bazo agrandado vienen con la octava estrella de la bandera, pura paja… De acuerdo a la Sociedad Venezolana de Salud Pública y la Red Defendamos la Epidemiología, hasta el 18 de julio pasado se notificaron 69.413 casos, lo que representa un aumento de 57,8% con respecto al período homólogo anterior donde se contabilizaron 43.992. El estado Bolívar concentró 54.381 enfermos o el 92,2 % de los casos notificados. Los estados Amazonas, Delta Amacuro, Monagas, Sucre, Apure y Zulia, también se encuentran en el ojo de la epidemia, esa que la dictadura se empeña en negar, siendo que en el inmediato quinquenio 2010-2014 el incremento fue de 109%, un salto atrás epidemiológico, una afrenta a la epidemiología nacional… Pero, ¿qué queremos?, no puede compararse un tal Henry Ventura y su cerebro chiquito que emulando el parto de los montes parió la  «micromisión contra la malaria» con un Arnoldo Gabaldón que en su tiempo, con conocimientos, liderazgo, garra y corazón de león logró que Venezuela fuera el primer país de América Latina en erradicar la malaria… ¡La vergüenza no existe en los prohombres de la revolución…!

Es que la Venezuela chavomadurista, tiene uno de los peores escenarios económicos: la inflación más alta del planeta, prolongada recesión, desabastecimiento y carestía de productos esenciales, desgarradora crisis humanitaria compleja en salud, un desorden cambiario originado por tres tasas de cambio para engordar la codicia de los vivos del régimen, un país donde la gente está pasando hambre, ese mismo donde mueren 25.000 ciudadanos violentamente cada año, donde la fuerza pública de Venezuela opera en conjunto con las bandas criminales y con toda la delincuencia organizada que hay en el eje fronterizo permitiendo el contrabando a gran escala, ese que no pasa por las trochas sino por los puentes internacionales, ¿Quién puede creer que un régimen falsario e irresponsable, inmoral y mendaz y que se encuentra de salida, pueda darles seguridad, estabilidad y tranquilidad a 20.000 refugiados sirios…?

Ramiro debe estar contento con mi recuerdo, pero también muy triste; triste al ver a su pueblo rebajado por políticos corruptos a categorías infrahumanas que hablan tanta paja que podrían dar de comer a toda una legión de chivos hambrientos… ¡Chivo que rompe tambor, con su pellejo lo paga…!

 

Addendum

 

La condena de Leopoldo López de manos de una funesta jueza es la condena de todos los demócratas decentes de MI país y con relación a la pena inmerecida, desproporcionada y cruel impuesta desde las alturas del régimen achacoso e insignificante, el escritor Hermann Hess (1877-1962), nos alecciona:

  • «Para que pueda surgir lo posible es preciso intentar una y otra vez lo imposible»
  • «Dios no nos envía la desesperación para matarnos, nos la envía para despertar en nosotros una nueva vida»
  • «Donde cesa el bienestar y empieza la penuria, se deja sentir la educación que la vida nos quiere dar»

Elogio del apetito material

 

Soy un observador apasionado del drama del ser humano, especialmente, del ser humano enfermo… En ocasiones pareciera que el médico solo quiere ver ¨cosas¨, diagnosticar enfermedades, a veces al boleo sin importarle mucho que ¨esa¨ enfermedad esté aposentada en un ser humano: es cuando se ¨cosifica¨ al paciente, es decir, se le ha transformado en una ¨cosa inanimada¨. En países desarrollados como los Estados Unidos de América donde se privilegia la prisa y el dinero, de ello no escapa el acto médico. Ahora resulta que el acto médico es presenciado a lo lejos, o tal vez  no tan lejos, por una persona ajena a la profesión que juzga el rendimiento del pobre médico asalariado en función del tiempo que se tome para ¨evaluar¨ al cliente, que no al enfermo en función del número de ¨clientes¨ que vea; por ello, se supone que la consulta no debe durar más de 10 minutos y a los 30 segundos, el cuitado será interrumpido en su relato para que el tiempo rinda. Sin embargo, esos primeros cinco minutos de conversación, que se inician con la queja principal del enfermo y continúa con las preguntas del médico, que son fundamentales para el inicio del proceso curativo, es abortado en forma intencional. La medicina se ha mercantilizado al extremo y está en manos de corporaciones de seguros, que encontraron en la salud, un negocio que deja pingües ganancias…

La adoración del dinero es mala señal, pues es indicio de que no cuenta el sufrimiento del paciente que muchas veces, asiste a una consulta para que relatada su historia, el médico le reasegure, porque la mayoría de las veces eso es simplemente lo que el paciente desea, ser escuchado y ser parte del diálogo exploratorio o diagnóstico, donde en 80% de las veces puede arribarse a un diagnóstico con solo escuchar: esa es la brújula que nos guía en el mar misterioso de la enfermedad. El examen físico vendrá después y será ejecutado con especial énfasis en el órgano o sistema que haya sugerido el diálogo… La ¨genética¨ del encuentro ha sido un proceso de siglos de observación cuidadosa y deseo de ayudar. Ahora es suplantado por máquinas para ser usadas aunque no se necesiten, empleadas sin tino ni destino; pero dejan gruesos dividendos. La ¨epigenética¨  se realiza en ese cuerpo y esa mente suyos que están continuamente sometidos , a lo largo de su vida, a fuerzas dinámicas cambiantes: las de su ecuación genética, su medio ambiente, sus estreses internos y su voluntad de realizar podría ser, el cambio negativo que se ha dado en la sociedad y por ende en la medicina, al incorporar al $dolar$ como el objeto amado ante el cual se rinde el conglomerado consumista. y es por encima de todo, el primum movens del existir.

Sirva este preámbulo para narrar la anécdota de un curioso, por no decir insólito hecho clínico que presencié 40 años atrás durante mi estada en el país del norte, específicamente en la ciudad de San Francisco, cuando realizaba mis estudios posdoctorales de neurooftalmología. Cuando se daña el lóbulo occipital del cerebro que tiene su asiento en la parte más posterior del mismo, ocurre un defecto en el campo visual, este defecto se llama ¨homónimo¨ pues se pierde la visión en la mitad derecha o izquierda del campo de ambos ojos, y a veces es ignorado por el paciente; como consecuencia, cuando camina se tropieza con todo lo que esté a su derecha o izquierda, simplemente, porque no lo ve…

La anécdota en cuestión se refiere a un enfermo de 60 años, llamémoslo Cyril  -ver la foto de inicio-, en quien se sospechaba tenía un infarto en el lóbulo occipital derecho con el defecto en el campo visual contalateral izquierdo, pero se encontraba desorientado, algo obnubilado o confundido por lo que sus respuestas eran erráticas… En estos casos, muchas veces  con el paciente mirando al frente, se recurre  a un gesto de ¨amenaza¨, y en el caso presente, tratando de ¨puyarle¨el ojo izquierdo con le dedo extendido. Si el campo está intacto, girará los ojos en la dirección del estímulo.  Lo cierto es que ninguna de las táctica empleada, había dado resultado en el sentido de demostrar que en efecto, sí  existía un defecto campimétrico…

De improviso y desde atrás, se aproximó un médico gringo que escuchaba nuestra conversación a la cabecera del enfermo diciendo que él, en muchos casos complejos como el que nos ocupaba, había resuelto este problema con la ¨estrategia de Jackson¨, ¿y esa cuál es, le pregunté?; nunca la he escuchado mencionar…, y así, presuroso y seguro, extrajo de su cartera !un billete de $20$!, y lo trajo desde la extrema izquierda hacia el centro, y no más al trasponer el meridiano vertical del ojo, ocurrió el milagro, el enfermo desvió los ojos a la izquierda buscando el estímulo más poderoso que pueda existir en una sociedad materialista a ultranza: Un billete verde de $ 20…

 

Andrew Jackson (15 de marzo de 1767-8 de junio de 1845), estadista estadounidense, séptimo presidente de los Estados Unidos (1829-1837).

Elogio de la Bachelet…

¡Bienvenida doctora! Usted es la Alta Comisionada de Derechos Humanos de las Naciones Unidas y ocupa el cargo honorífico de presidenta de la Alianza para la Salud de la Madre, el Recién Nacido y el Niño de la Organización Mundial de la Salud; yo solo soy un viejo médico venezolano, trajinado al través del dolor de pacientes de un hospital público durante 58 años de ejercicio profesional, inmune al retiro, docente nato de esa, la medicina clínica que usted, mujer médica conoce, esa que muestra compasión y empatía ante el más necesitado, esa que busca con los sentidos dónde nace la queja, esa que intento trasmitir a mis alumnos, jóvenes, todos muy jóvenes alevines que llevan dentro de sí la pasión por ser útiles a todos, pero en particular a los niños, embarazadas y ancianos.

Déjeme decirle con todo respeto, que aquí, en MI país, muy pocas personas le tienen en estima, piensan que ya usted hizo su mente, que tiene temor de enfrentar a las izquierdas que le apoyan y decir la verdad pura y simple, aunque urtique a los poderosos. La institución a la cual usted pertenece ha mostrado un desdén glacial ante el drama que nos consume; un pobre país rico, un pobre país miserable sin comida, sin luz, sin agua potable, sin medicinas, con epidemias surcando a sus anchas y sin contención todo el territorio nacional, con una pobre medicina para miserables. Su presencia aquí, no debe ser mediatizada por intereses políticos que tratarán de confundirla, aunque imagino que bien sabe qué ocurre aquí; tampoco por sus convicciones ideológicas las cuales respeto; usted puede hacer la diferencia o no hacer ninguna, y no traer al conglomerado venezolano esperanza, antes bien, otra frustración más y la convicción de que usted simplemente, no puede ni quiere hacer nada. Recuerde que el Colegio de Médicos de Chile le otorgó una beca para especializarse en pediatría y salud pública en el Hospital Roberto del Río, especialidad en la cual no se tituló por razones personales. En sus fotos de Google nunca le he visto cargando un niño, pero imagino que ese amor maternal que le llevó a la pediatría, aún, ¡conserva toda la candidez dentro de su corazón…!

Quienes nos gobiernan no son socialistas ni comunistas, son un tinglado criminal. Viene a la expatria Venezuela, donde podrá presenciar con afligida nitidez la historia natural de enfermedades inclementes abandonadas a su evolución espontánea sin interferencias o trabas de inteligentes políticas públicas, dejadas de lado por la crueldad…

Acérquese al Hospital de Niños José María de los Ríos, centro de referencia nacional, no se deje llevar por intereses bastardos; si fuera posible, vaya de incógnito y de improviso, y vea con ojos misericordiosos, con ojos de madre, con mirada de pediatra comprometido, toque sus cuerpecitos y calme sus temores seguros de presentir el peligro de la fría guadaña de la muerte que les acecha: mire a sus colegas, los médicos comprometidos que han decidido luchar en el ¨aquí y el ahora¨ del país sin tomar sus bártulos y marcharse; impotentes, haciendo cabriolas terapéuticas donde nada hay, pero donde sí abunda el desdén, las armas y la delincuencia de cuello blanco y de camiseta y chores; vea niñas de apenas 12 años embarazadas recibiendo bonos del gobiernos, vea las madres desesperadas y sus retoños con desnutrición aguda, niños desnutridos y de muy bajo peso, con marasmo o kwashiorkor, que de sobrevivir, no podrán competir en la lucha por la vida y serán siempre lerdos, pasto de populistas; sienta el llanto ininterrumpido y agudo, ese que llega al alma, que parece decir, ¡no me quiero morir!, ¡no me dejen morir!, ¡hay dinero para armas, pero no para que a mí me impidan morir!

Otee en lontananza de este expaís, Venezuela, que una vez controló la malaria y hoy día no solo la estimula, sino que también la exporta a países vecinos y hermanos; mire como cunde el sarampión, la difteria, donde no existen vacunas y Edward Jenner mira horrorizado desde su tumba.

No sea aliada de una causa injusta, no se preste a apuntalar una dictadura inhumana y cruel; obligue a sus ojos de córneas turbias a ver lo que ya sabe que ocurre; a mirar lo que ya intuye; a olfatear el acre aliento de la miseria; háblele a sus oídos duros por la costumbre para que sientan el llanto del niño desnutrido, ese que tiene el tono de un pífano triste…

A los viejos déjenos morir con dignidad, hicimos cuanto pudimos y queremos ir a la paz de los sepulcros donde los paleros no roben nuestros despojos; reconcíliese con su alma de pediatra, y salve a los niños de la dependencia de un cerebro de bajo peso, de ser un lastre para todos, el resto de sus vidas… No los deje de lado, por favor…

Elogio de la ira divina…

En la mitología griega el dios Atlas había sido castigado a sostener la bóveda celeste y el mundo sobre sus hombros, y Poseidón, el dios de los mares, le hacía tambalear…, así era como se producían los terremotos. Como decían mis pacientes llaneros, en estos momentos, la Tierra está como las embarazadas en la inmediata proximidad del momento del parto: ¨revuelta¨. Terremotos, tifones, lluvias torrenciales, inundaciones, volcanes en erupción, catástrofes por todas partes, lo que fue dado en llamarse como la ira de Dios, castigando a diestra y siniestra los pecados de los hombres…

El 29 de julio de 1967 a las 20.05 horas, habiendo llegado  cansado de mi consulta privada me encontraba conversando con Graciela en el recibo de la casa donde vivíamos en alquiler en Los Palos Grandes. Pequeña, se accedía por una escalera a un alto, tres habitaciones, cocina y baño, y debajo de la cual había un pequeño apartamento donde residían dos jóvenes solteros y desconsiderados, que armaban sus francachelas con cierta frecuencia…

Oyendo un ruido que provenía desde abajo, repentinamente Graciela me dijo, -¨Como que los vecinos están de nuevo rodando los muebles…¨. No la dejé terminar, recordando que mi hermano Franco cuando vivía en San Francisco California había tenido la experiencia similar de ¨un tren movilizándose bajo tierra¨, le dije imperativamente, ¡Corre afuera, sal a la calle, esto es un terremoto…! Y mientras ella se movilizaba con una barriga de ocho meses, yo, dando tumbos contra las paredes de un estrecho pasillo, fui en busca de mi hijo Rafael Guillermo de apenas seis meses de edad quien por primera vez, dormía plácidamente en su cuna.

No más bajé a la calle, se oían los gritos de los vecinos que como bachacos molestados en su agujero, salían a borbotones de todas partes y un vecino español que repetía a toda voz, -¡Saliros, saliros todos, estáis en grave peligro!, mientras los cables de energía eléctrica chocaban unos con otros produciendo tronante ruido y salto de chispas… Vivíamos una experiencia nunca vivida, el denominado terremoto Cuatricentenario de Caracas,  con duración de entre 35 y 55 segundos según la zona de la ciudad, de 6.5 a 6.7 grados de intensidad en la escala de Richter, evento que ocasionó daños importantes en el Litoral Central, especialmente en Caraballeda y en la capital, en áreas de Altamira y Los Palos Grandes, pero también fue sentido en la región norte central del país…

Al día siguiente pudimos observar atónitos y adoloridos como los edificios Neverí, Palace Corvins, San José y Mijagual se habían aplastado como una torre de naipes –en este último falleció sepultado con su familia el doctor Gabriel Trómpiz Martorell, joven y promisorio psiquiatra hijo de nuestro jefe de cátedra del mismo nombre-, y es que nos encontrábamos en Plena Falla Geológica de Humboldt.

Según el ¨Seismological Notes¨ de junio 1968, el número de víctimas mortales alcanzó 240, hubo 1.536 heridos y las pérdidas fueron de 50 millones de dólares. Sin embargo, según datos proporcionados por instituciones del país hubo 274 muertos, 2.000 heridos y las pérdidas alcanzaron los 100 millones de dólares.  Por las características de las edificaciones caraqueñas, este evento atrajo hacia Caracas especialistas de todo el mundo y sirvió de referencia para elaborar las normas modernas para la construcción de edificaciones antisísmicas.

Interesante rememorar que el profesor Luis Beltrán Reyes había publicado en el diario El Universal del 2 de noviembre de 1966 las predicciones de la vidente italiana Marina Marotti quien entre otros vaticinios refería, ¨que una ciudad de América de Sur en la que se celebrarían muchas fiestas; estaría llena de polvo, ruinas, muerte y destrucción¨. Más tarde profetizó que Caracas ¨sería sacudida por un fuerte temblor de grandes consecuencias a mediados del año 1967 y que el mismo dejaría una huella de dolor y muerte». El 21 de enero de ese mes Luis Duque publicó en la revista ¨Elite¨ un reportaje intitulado: ¨¿Un terremoto destruirá a Caracas?¨, y en la portada se mostraba una imagen a color de las torres de El Silencio estremecidas por el temblor profetizando un sismo en la ciudad; además se afirmaba que el sabio Alexander von Humboldt había dicho en 1800 que en un plazo de 150 años Caracas podía ser completamente devastada por un gran terremoto.

Desastres naturales a granel: Los recientes terremotos de Ecuador y Japón, las inundaciones en Chile, tornados y lluvias torrenciales en Uruguay, erupción del Popocatépetl en México, la devastación no propiamente natural inducida en Venezuela por el Socialismo del Siglo XXI que destruyó la moral, la ética, las buenas costumbres, el buen talante del venezolano, el trabajo productivo y de paso, arrasó con toda la riqueza material. Todas catástrofes naturales, una inducida por lo más oscuro de un ser humano: la perversidad…

Ya el terremoto gestado en la mente perversa de Chávez y su pandilla de ladrones y criminales, ha destruido todo el país, ha contaminado muchos países de Latinoamérica que por cierto están sacudiéndose su mala vibra, y no hay área de la vida nacional que no haya sido tocada por su violencia inmisericorde alcanzando el deshonroso título de la nación más miserable del mundo, con falta de materia prima, paralización de líneas de producción e impensada crisis eléctrica, una inflación que se ubicará en más de 2.000% el próximo año y una crisis humanitaria fruto del estragamiento continuado, más de 250 mil muertes trágicas en 17 años y más de 500 mil trabajadores sin trabajo…

Imagine ese terremoto por años anunciado en Caracas…; en la situación actual del país, nos encontraría a la intemperie, sin cuerpo de bomberos dotados, sin rescatistas, sin hospitales, sin ambulancias, sin médicos, con 100% de desorganización o despelote eléctrico, con más del 90% de escases de medicamentos, sin vacunas –no hay antitoxina ni toxoide tetánico-, sin suficientes reservas de sangre de donantes voluntarios porque no hay bolsas para recolectarla y almacenarlas, sin solución fisiológica (agua con sal), sin solución glucosada (agua con azúcar), sin urnas donde colocar los cadáveres. Y todavía estos hijos de mala madre quieren quedarse en el poder…

No hablemos lo que ocurriría en las casas de Misión Vivienda Venezuela, ninguna en manos de ingenieros venezolanos castigados sólo por ser venezolanos, todas en manos de empresas extranjeras sin adaptación al contexto e idiosincrasia del país, y en medio de la mayor opacidad de los contratos, sin supervisión adecuada, edificadas con perspectivas foráneas, así, destacan la empresa china Citic Group que posee el mayor porcentaje de obras de fabricación de viviendas asignado por Pdvsa: 24.230; le siguen las compañías iraní Kayson que construye 17.008, entre ellas Ciudad Caribia, y la bielorrusa KZS con 12.968 edificaciones. Otras obras están a cargo de empresas turcas, portuguesas, españolas, brasileñas y rusas, entre otras, realizadas muchas sin estudio de suelos, con materiales no supervisados y de ínfima calidad, donde hacinaron y malograron áreas no aptas por falta de servicios y de espacio, donde antes podía vivirse; Ciudad Caribia, la vulnerable, sin estructuras en equis en las paredes como sostén antisísmico… Imagine el tráfico de comisiones y corruptelas que se ha enseñoreado por esos predios todos estos años.

Pero a la salida del infame Maduro, el fantasma de un nuevo gobierno constituido por una junta cívico-militar como por ahí se dice, nos llevará de nuevo a una tragedia continuada, ¨El mismo negro con diferente cachimbo¨ dice el antiguo y popular dicho. Volveremos a ser engañados porque no queremos a nuestro país y poco nos importa su destino, y la ira divina continuará expresándose por obra de la naturaleza revuelta…

San Pablo por ser querido de Dios tan poderoso,

líbrame del chavismo y de animales ponzoñosos.

Estas palabras las digo porque lo sé,

en nombre de Jesús, María y José

  • El baño de empleados –jóvenes embaladores- en el mayor de ¨Mi Tesoro, Casa de Modas y Novedades¨, la tienda de mercancías secas de mi papá y mis tíos haciendo esquina en la calle Páez de Valencia, no decía lo estrecho pero sus paredes eran un prodigio de ¨mundología¨, esa habilidad descarnada para desenvolverse en la vida y para tratar con la gente y las situaciones; en sus cuatro confines, incluida la puerta porque el techo era de caña brava, podían leerse en apretada secuencia y diferentes estilos de letra, escatológicos mensajes -¨¡favor no traer ametralladoras!¨-, verdades indecentes -¨se agradece no dejar menudo en la taquilla¨-, pícaros sonetos capaces de sonrojar espíritus puritanos -¨en este lugar sagrado, donde tanta gente acude, la chica se pasa la mano, y el tipo se lo sacude¨, o este otro, ¨los escritores de excusado,  son poetas de ocasión, que buscan entre la caca, su fuente de inspiración¨-, y a falta de fotografías, dibujos a pluma alzada: comunión de falos monstruosos y cándidas cucharitas peludas. Para un niño de escasos 9 años todas eran verdades fascinantes, ocultas y negadas en aquella época rígida de inflexibles creencias donde todo era impertinencia y pecado, y… acicate para aprendérselas, tal cual como las reglas de la Gramática de Bruño. Todavía las recuerdo todas…; podría decirse, qué es tiempo perdido acumular tanta basura en las neuronas de los lóbulos temporales del cerebro, pero me río y me sonrío de aquellos tiempos irresponsables de mi infancia y no quiero que se pierdan para siempre…

Uno de estos versos en grafiti parecía referirse a un pobre y desamparado elefante –p.ej., habitante venezolano- residente del Levante Mediterráneo en el Oriente Próximo –Venezuela-, sometido a repetidas violaciones sin aviso y sin protesto –montoneras y golpes de estado militares, sangre derramada-… La triste experiencia pasada desde las luchas independentistas debería como al elefante, llevarnos a estar preparados –informados- para evitar nuevas violaciones y nuevas deshonras inmerecidas –evitación y acción-…

La nueva censura de El Universal me obligaría a cambiar un poquito el texto, así que por esta vez lo haré…

Los habitantes de un pueblo de Levante,

decidieron desflorar a un elefante.

El paquidermo que estaba sobre aviso,

con la trompa tapóse el orificio

 

Moraleja

 

Del fracaso de este injusto trance se infiere,

que el que se deja desflorar

es porque quiere…


rafaelmuci@gmail.com

Elogio del músculo de la vida: La triste historia de un corazón cansado…

 

 


 

La triste historia de un corazón cansado…

PARTE I

 Concepción de la Cruz Bolívar había tenido una vida muy difícil, pero no se quejaba… ¡Había sido su destino! Orgulloso bisnieto de esclavos que una vez trabajaron en el Ingenio de los Bolívar, allá en San Mateo, fue abandonado por su taita cuando aún era una criatura. Nunca más supo de él. Oportunidades había tenido para ser un hombre de mala vida, pero, por esas cosas de las que sólo Dios sabe, había sido siempre un hombre de trabajo, uno de esos individuos verticales y de valía, de esos que un sindicalero no podría alcanzar siquiera a comprender… Durante muchos años había trabajado como caletero en el Puerto de La Guaira, -“Cuando allí se trabajaba de verdad, y no había tiempo para fingirse enfermo!”— me decía con  reciedumbre. A ello se debía su porte fornido a pesar de sus cincuenta y siete pasados. Era él un negro zamarro, jovial, de mirada escrutadora, muy bien conservado en aquella humanidad de un metro ochenta.

Entablamos sincera amistad en el Hospital Vargas de Caracas, ese de todos, a raíz de su primer episodio de insuficiencia cardíaca. Un plañir incesante de su corazón agotado hizo cruzar nuestros destinos en la vida… Y aunque nos parezca mentira a los afortunados que vivimos en El Valle, Concepción, en las alturas de aquel cerro miserable donde vivía había levantado una familia honorable. Se jactaba de haber sido hombre de una sola mujer y su compañera Juanita tan negra como él, asentaba orgullosa a todo cuanto él me decía. ¡Daba gusto verlos! A pesar de su cansancio y aparentando vigor, iba ella siempre menudita a la zaga de su marcha a grandes trancos. -“Tres tripones levanté, todos sanos, trabajadores y respetuosos, hombres de ley… —¡hacía tanto tiempo que no oía esa expresión! — Ya me han dado siete nietos, chicharroncitos como yo…” Y su sonrisa entonces, destacaba su blanca y conservada dentadura. Luego de una larga jornada de trabajo caleteando guacales en el Mercado de Quinta Crespo a las cinco marchaba a casa. Tras tres trasbordos y cansado, el ‘yisero’ lo dejaba en la pata del cerro. El reposo del guerrero aún no llegaba… Era menester ascender la gradería que serpenteando, se extendía desde el camino al humilde rancho con sus matas bien cuidadas. Doscientos cincuenta escalones habían contado en repetidas ocasiones, en aquellas épocas en que las subía de a dos en dos…

-“Pero la vida es así, mi dóctor. Lo único necesario para estar enfermo, es haber estado sano” —me decía en su filosofía práctica de la vida, sin resentimientos, como es lo usual en aquellos sujetos bondadosos para quienes todo ha sido privación. De allí, su extraordinaria tolerancia al dolor, a la frustración, a los sinsabores de la vida. Una verdadera prueba de esfuerzo a esa parte no muscular, sublime, de su corazón de león.

“Luego de una ‘gripe boba’ —prosiguió— que la pasé trabajando, comencé a notar que ya no podía realizar mi trabajo como antes, me cansaba, tenía que pararme y ¡Yo nunca fui hombre de eso! —agriamente se reprochaba-. Luego, sin haber llegado a los cien tramos perdía el resuello. Tenía que detenerme a descansar, ese “asesío” no me dejaba. Hasta me parecía que aquello era El Calvario, de tantas ‘caídas’ en el camino… Hasta se lo ofrecía al Nazareno de San Pablo, pues para que vea, siempre fui hombre cristiano, ¡usted sabe! a mi manera…”, -“Pero la cosa siguió pa’lante, le dio por despertarme de repente y a media noche con ese pecho apretado, tosiendo, asfixiado, buscando el aire.

Juanita me preparaba un guarapo de anís estrellado, yo botaba gases y aquello se me pasaba simples medidas que traen alivio a los pobres, tal vez el simbolismo de la buena madre que llevamos tan introyectado en lo profundo de nuestra psiquis; ¡una infusión sin valor terapéutico!, dirían los farmacólogos, pero así es la vida, la ciencia aleja al individuo del hombre, del significado de su potencial de su vida y curación. – “Qué mal que me sentía… Fatigado hasta bajando las escaleras, aquellas que hasta ayer volaba cerro arriba. Pero la cosa no se quedó ahí mi dóctor, mis tobillos comenzaron a recrecerse, la cara me amanecía ‘opada’, casi que no orinaba y la hinchazón cogió cuerpo hasta la batata de la pierna y desde allí me inundó la barriga… Me sentía tan débil, tan pesado, tan falto de vida…”.

 Su examen reveló que se encontraba en una insuficiencia cardíaca congestiva… Su estada hospitalaria fue corta. El tratamiento mordió rápido. Doce kilos de líquido ocioso acumulados en sus tejidos los eliminó orinando y perdido aquel lastre, cambió su semblante sombrío por la sonrisa de siempre. Se había determinado que sufría de una miocardiopatía dilatada de origen viral que en un año le había dejado en ese lamentable estado. El músculo cardíaco afectado por un virus se le había vuelto un trapo, se contraía mal, realizando avergonzado, un trabajo mediocre e incompleto en el cuerpo de Concepción.

Varias admisiones siguieron… Aquel recio cuerpo cada vez se deterioraba más y más, parecía que el pellejo le quedaba largo por la fundición de sus otrora hipertróficas masas musculares y hasta la cara se le descarnó, mostrando una concavidad en sus fosas temporales donde antes hubo fuertes músculos. Cada vez era más difícil compensar aquel corazón cansado. Las venas del cuello parecían dos mecates de lo puro distendidas y los lóbulos de sus orejas se dejaban levantar en acompasado ritmo, por el reflujo de sangre que, en equivocada dirección, se devolvía desde su corazón derecho por un camino antinatural que la naturaleza no había destinado para ella…

Un galopar incesante de su corazón apresurado era audible al apoyar el estetoscopio sobre su pecho, ese ‘bruit de galop’ legado del simpar clínico francés Jean Bouillaud (1796-1881), quien, en 1847 a oreja desnuda sobre el precordio del cardiópata, pudo reconocer el signo del máximo cansancio cardíaco, la “cadencia de galope” del corazón insuficiente…

 Sus numerosas admisiones vieron desmoronarse también su hermoso rancho, dejado ‘limpio’ por guapetones de mal vivir, otra enorme afrenta a su fatigado corazón; pero además vieron desintegrarse el cuerpo de aquel ciudadano honesto. Juanita, como un fiel perro guardián veló su sueño con el suyo desbaratado. El negro Concepción me ‘pidió su baja’, quizás llamado por sus querencias… Se fue como tantas otras, despidiéndose de sus compañeros de infortunio de la sala y agradeciendo a médicos, enfermeras y camareras. En el dintel de la arcada ojival, miró hacia atrás y me sonrió… ¡Era su postrer saludo…! Nunca más volvería…

Algún tiempo después Juanita vino a verme. Fue una corta y dolorosa entrevista. -“Mi negro  Concepción se me murió … rodeado de sus hijos” —me dijo con llanto contenido y palabras entrecortadas— “Pero ¿por qué no lo trajiste más mujer?” —sólo atiné a decirle en medio de aquel nudo que me atoraba la garganta— – “Doctor, el pobre se muere antes de que Dios quiera, no teníamos para los pasajes, ni mucho menos para las medicinas ¡tan caras! ¿Qué le vamos a hacer?”

 Pensé entonces en los frecuentes viajes de salud de los jerarcas de la partidocracia, tantas veces por nimias razones; en el sacrificio que se les pide a esta pobre gente que ni culpa tienen de los desatinos y saqueos de quienes nos gobiernan. El corazón cansado de Concepción requería de cuidados, urgía de una ayuda que la Constitución Nacional —palabra muerta— no quiso ni supo defenderle. Había sido herido de muerte en mala hora, por el virus de la indolencia, porque la enfermedad se lleva a la gente buena, pero preserva a los ruines… ¡Qué arrechera…! Ante tan grande injusticia social y sumergidos en una aplastante impotencia ¿Qué otra imprecación podríamos proferir…?

Cada segundo que pasa sin que usted se dé cuenta su corazón ha latido una vez más, bombeando cerca de ocho mil litros de sangre en veinticuatro horas, cada día de nuestras vidas, llevando el oxígeno y nutrientes —¡VIDA! — a los más apartados rincones de nuestros cuerpos, sin quejarse ni decir ¡aquí estoy yo! ¡Es el milagro de la Creación!

 A pesar de todas las injusticias que tengamos que presenciar en nuestras vidas, su incesante latir es un canto a ella… ¡Quédese conmigo! —diría mi amiga—; en una próxima entrega les hablaré de sus maravillas y de… ¡sus tristezas también!

 

La triste historia de un corazón cansado…

PARTE II

Después de todo para algo sirvió la anunciada y definitiva pérdida de mi amigo, el negro Concepción Bolívar, “hombre de ley”, el del hipertrofiado corazón biológico, pero “así de grande” en su humana parte, fragmento de la reserva moral de este país, ¡tan necesitado de tantos como él! Y digo que sirvió de algo, porque muestra una fracción de ese universo de médicos y pacientes que es un Hospital Público y en este caso el Vargas, porque habla de nuestros muchos fracasos y tan escasas victorias, que como fardo de aditivo peso cada día percibimos más plomizo los que en sus confines en calidad de “curadores”, pasamos “medio tiempo” de nuestras vidas… Pero es de lo “biológico” del corazón que nos han pedido hablar… ¡Y eso es lo que haremos!

El corazón es el protagonista, la estrella del sistema circulatorio. Un sistema de tubos que salen de él —arterias— y a él llegan —venas—, le sirven de complemento indispensable. Órgano muscular por excelencia el miocardio, está diseñado para que funcione continuamente sin pausas ni detenciones, aún mientras se lleva a cabo el permanente mantenimiento a que está sometido —después de todo, es el asiento de la vida y de una de sus más sublimes expresiones, el amor. Sólo cesará su perpetuo latir cuando en el Gran Libro de Vidas así se haya dispuesto… Por ello, bombeará a los tejidos sangre rica en oxígeno y nutrientes, segundo tras segundo: Las arterias serán las encargadas de esta función de transporte. Las boronas y desperdicios resultantes del banquete tisular, será traído por las venas de vuelta al corazón.

Su corazón, del tamaño de su mano cerrada, visto por fuera parece uno sólo, pero en realidad son dos —como otros órganos que nos duplicó la Madre Naturaleza-. Sus funciones son complementarias, ¡no podríamos vivir sin uno de ellos! Uno está localizado a la izquierda y el otro, a la derecha. Cada cual funciona como una bomba impelente con dos cámaras: Una de paredes delgadas o aurícula (cámara de recepción de la sangre); la otra, de gruesa pared o ventrículo (cámara de salida). Así pues, hay dos aurículas con sus ventrículos correspondientes separados por eficientes válvulas o compuertas, que regulan el flujo de la sangre. Veamos ahora la función que realizan. La sangre “azul” con su carga de desechos que retorna al corazón por las venas desde su cabeza, tronco y extremidades, entra a la aurícula derecha y desde allí, es derivada al ventrículo derecho. Con su contracción enérgica, la sangre es entonces expulsada a través de la arteria pulmonar hacia los pulmones donde se despoja del dióxido de carbono —gas de desecho— con el que venía cargando desde los tejidos más periféricos. La respiración lo arroja fuera del cuerpo hacia el aire; pero igualmente, trae a la vuelta el oxígeno ambiental que es absorbido por la sangre y difunde a los glóbulos rojos. La sangre así oxigenada, ahora “roja rutilante”, es pasada a la aurícula izquierda y de allí al ventrículo homónimo el cual la eyecta hacia la circulación periférica, “fresca y lista para el consumo”. El gran canal que es la arteria aorta, con sus numerosos distribuidores de donde emergen autopistas, carreteras, caminos vecinales, caminos de recuas y trochas, se encargará de que llegue a tiempo a cada lugar donde se le requiera. Si usted descansa, su corazón también lo hace en parte, disminuyendo la frecuencia del bombeo; por lo contrario, si usted se ejercita o come, él acelerará su marcha para vehiculizar el oxígeno necesario para las combustiones internas. Cuando este fino mecanismo falla, sobreviene la insuficiencia cardíaca, pues la cámara de salida o ventrículo, cansada e inefectiva, no puede bombear el volumen de sangre que debería en un minuto. Consecuencias: La sangre se represa, se empoza detrás de ella, acumulándose en los pulmones si fracasa el corazón izquierdo, o en el resto del sistema venoso corporal, si fallara el corazón derecho. Se designarán entonces, insuficiencia cardiaca izquierda o derecha respectivamente. Cuando el fracaso es biventricular, se le llama insuficiencia cardíaca global o congestiva.

Los médicos venezolanos empleamos a menudo la palabra “flejamiento”, galicismo para denotar fracaso —por “flechir”: ceder, debilitar, flaquear-. Cuando “fleja” el corazón izquierdo la sangre se “encharca” en las venas pulmonares, las cuales se “congestionan” por la abundancia de un líquido mucho mayor del que pueden albergar. Esta congestión entraba la oxigenación sanguínea resultando en dificultad respiratoria. A este síntoma lo llamamos disnea y por ocurrir inicialmente durante la actividad, disnea de esfuerzo: Al correr o subir escaleras (grandes esfuerzos), al caminar vigorosamente (medianos esfuerzos), al moverse y aún comer (pequeños esfuerzos) y su máxima expresión, cuando el paciente imposibilitado por la disnea para moverse debe permanecer sentado o de pie (ortopnea). En estas circunstancias, durante el día el exceso de líquidos se acumula en las piernas por efecto gravitacional; durante la noche, los líquidos se reabsorben y penetran al torrente circulatorio como lo hace la marea alta, comprometiendo más aún la función del corazón ya agobiado e insuficiente. Es así como el paciente despertará bruscamente en medio de la noche, aquejado de tos y severa “sed de aire”, que lo obligará a levantarse de su cama, sentarse o abrir ventanas por sentirse asfixiado (disnea paroxística nocturna). Aunque el corazón derecho puede afectarse aisladamente, más a menudo es el resultado del fracaso de su gemelo izquierdo, quien duplicándole su trabajo lo lleva al cansancio. Pareciera decirle, ¡Me has abrumado de trabajo hermano mío y no pudiendo con mi volumen de trabajo, ahora puedo menos con el tuyo ¡La sangre acumulada retrocede río arriba y distiende las venas del cuello, se represa en el hígado agigantando su tamaño y “llenándolo” de peso y sordo dolor, se deposita en piernas y pies aumentándolos de volumen (edemas) y termina por crear un tercer espacio en la cavidad peritoneal del abdomen! Es la antigua hidropesía abdominal que hoy llamamos ascitis o líquido movilizable dentro del abdomen.

¿Qué puede causar tan terrible daño a estas cámaras de vida? El derrumbe funcional del corazón puede obedecer a causas diversas: (1). Años de hipertensión arterial no controlada engruesan inicialmente al músculo cardíaco y más tarde le hacen perder su elasticidad, lo que impide su relajación en la fase en que debía llenarse. La función de bomba se debilita por la condena crónica a luchar contra una presión exagerada sin poder decir: ¡Ayuuuda! ¡Cómo se evitaría el desenlace final si el hipertenso tomara en serio su tratamiento!

(2). La enfermedad coronaria arteriosclerótica al estrechar las arterias conduce a la asfixia crónica del músculo y pequeñas o grandes obstrucciones (infartos miocárdicos) destruirán el elemento contráctil de la bomba llevándola a su fracaso.

(3). El abuso exagerado y crónico de licor.

(4). Las válvulas cardíacas que separan las diferentes cámaras pueden ser objeto de estrechamiento, insuficiencia de cierre o infección, sobrecargando aguda o crónicamente la función de la cámara que comprometen.

   (5). Enfermedades por virus y particularmente parásitos como el Tripanosoma cruzi, que transportado por el chipo infame, insecto vector y vecino indeseable del rancho o de la inmediata cercanía de su propietario, el campesino venezolano, ese definido por el maestro doctor Enrique Tejera Guevara (1899-1980) como “…esperando desde el nacer el momento de morir”, produce el mal de Chagas, de vergonzosa endemicidad en la “otra y peor Venezuela del ahora”, que a corto o largo plazo destruye la fibra muscular cardíaca, noble y contráctil, reemplazándola por duras cicatrices incapaces de contracción alguna. El tesonero, silencioso y patriótico trabajo de eminentes venezolanos que señalaron rumbos a los más jóvenes como el doctor José Francisco Torrealba (1896-1973) desde la segunda década del presente siglo hasta que la muerte detuviera su productividad; e iniciando una marcha fructífera sin solución de continuidad desde 1935 hasta nuestros días, el querido maestro de todos, el doctor Félix Pifano (1912-2003), desvelaron al truhan que robaba el corazón del olvidado agricultor ¡Qué Dios lo guarde a este último para que continúe mostrándonos la ruta..!

 

¿Y cómo tratar este Babel circulatorio donde todo es confusión? Mucho se ha avanzado y gracias a estos adelantos, numerosos insuficientes cardíacos, con la ayuda de la medicación llevan una vida razonablemente normal, pero… ¡tantos maravillosos adelantos estarán vedados a Juan Bimba, que esperanzado, ha jugado su suerte cada quinquenio!

 

La triste historia de un corazón cansado…

PARTE III

 

Aunque de rutina empleada en el remoto pasado para casi todo hominal quebranto, la sangría roja —vale decir, la sección de una vena del antebrazo permitiendo que la sangre escape libremente—, aún sobrevivió hasta la década de los sesenta como una medida salvadora en un paciente con edema agudo de pulmón, la forma más dramática y severa de insuficiencia cardíaca izquierda, y cuyo potencial de letalidad dejada a su curso natural, suele ser en minutos, elevadísima, pues literalmente el paciente se ahoga dentro de sus encharcados pulmones. Los modernos diuréticos, antienzimáticos y vasodilatadores, y la ventilación a presión positiva al través de respiradores mecánicos ya casi que han hecho olvidar este recurso, refugio de vida, empleándosele sólo en lugares tan remotos de la geografía nacional como son ¡las emergencias de los hospitales públicos de esta Ciudad Capital! donde todo es carencia, aunque –según se asegura-, “nunca como ahora funcionaron tan bien”. ¡Qué torpe declaración…!

   Pero, ¡a no quejarse! Se afirma que el siglo diecisiete fue inundado con sangre inocente… Sangre dizque “descompuesta” proveniente de venas de los ricos y de los paupérrimos, de obispos y de curitas, de jóvenes y de viejos, de enclenques, pero también de robustos… El origen de ese procedimiento tan abusado como dañino, se remonta a los judíos de los tiempos bíblicos, habiendo sido también recomendado por nuestro Padre Hipócrates (460 a.C.). Se cuenta que, en la época feudal, se disponía en algunas abadías de lugares especiales para practicarla; allí, los monjes eran periódicamente desangrados para que “sus voces adquirieran mayor fortaleza al momento de entonar salmos al Santísimo”.

 

Debido a que la insuficiencia cardíaca (IC) es el resultado de enfermedad cardíaca, su prevención —cuando posible— debe ser el primer paso del tratamiento. Un ejemplo notable es la hipertensión arterial que en el tiempo lesiona el músculo cardíaco llevándolo a la claudicación de su función. Se infiere de esto, que si se obtiene un buen control de ella —con dieta y medicación—, se estará previniendo o retardando su aparición.

La enfermedad de Chagas de vergonzosa endemicidad en el campo venezolano, por ser una enfermedad emparentada con el desamor social hubiera podido ser erradicada eliminando el rancho en los años en que fuimos rico país. En opinión del maestro Félix Pifano (1912-2003), “es el rancho el mínimo esfuerzo del hombre para no vivir a la intemperie”. Por desgracia, la medicina no conoce cómo impedir la aparición de la IC en otras enfermedades que la producen, no quedando otro camino que excluir otros factores agravantes como cigarrillo, sobrepeso, excesiva actividad física, tratamiento de la anemia, enfermedad renal o tiroidea. Aunque sea para soñar con el progreso, ese que cada vez nos mira con más displicencia y desde más lejos en esta patria menguada por la incuria de sus depravados conductores, repasaremos algunos aspectos del moderno tratamiento de la insuficiencia cardíaca. Las medidas comprenderán uno o más de los siguientes aspectos:

(1) Reposo. Aunque muchas veces buscado por el paciente mismo en ocasiones es también

rechazado por él. Quizá por eso alguien dijo, que el ser humano es el único animal que se hace daño, pues no es extraño que el médico lo prescriba, sólo para que el enfermo no lo acate, particularmente cuando no se siente muy mal… pero, ¿cuál es el efecto beneficioso del reposo?

Simplemente ayuda a conservar esa energía por cuya deficiencia su corazón implora. El reposo reduce la demanda que el ejercicio impone a su corazón, pues a menor esfuerzo menor consumo de oxígeno por el músculo cardíaco. Si su bomba de vida está sobrecargada, ¡ahórrele trabajo! El paciente no debe estar todo el tiempo encamado, sino que debe alternar la cama con un sillón o silla cómoda, pues el reposo prolongado determina que los músculos de las extremidades pierdan su tono, se oxiden los reflejos vasculares y usted se mareará al ponerse de pie; pero, además, la sangre tiende a coagularse espontáneamente dentro de las venas favoreciendo la formación de coágulos y la embolía pulmonar. Adicionalmente, ¿quién no se deprime acostado todo el día en una cama…? (2). Dieta. ¿Qué de la dieta hiposódica —sin sal—? La sal tiene un gran poder hidrófilo. Déjela al aire libre y verá cómo se hidrata. Algo similar ocurre si usted ingiere alimentos muy ricos en sal común o lo que es lo mismo, cloruro de sodio. El sodio se depositará en sus tejidos y desde allí atraerá el agua, favoreciendo la retención de líquidos en su cuerpo. Por tanto, una reducción en la ingestión de sal minimizará la retención de agua, particularmente en sus pies y piernas –edema pedal o pre-tibial– y en los pulmones –congestión pulmonar-, lo que desahogará de trabajo a su corazón mejorando su capacidad respiratoria y tolerancia al esfuerzo. Por lo general los alimentos ya contienen la sal que usted necesita para vivir. Así, que la sal nociva es la que le agregamos a los alimentos para hacerlos paladeables y peor aún la del salero. Por ser un efectivo preservativo muchos alimentos procesados suelen contenerla en exceso. Así, que fíjese en las fórmulas de lo que compra y si identifica la palabra sodio por algún lado, dígales, ¡Vade retro, Satanás! Los requerimientos diarios de sal varían de un individuo a otro considerándose que el mínimo necesario es de 115 mg/día o lo que es lo mismo, ¡la veinteava parte de una cucharadita! No obstante, se recomienda como saludable una cantidad que no exceda el medio gramo (500 mg). El gran problema radica en que en nuestra civilización comemos mucha más sal de la que nuestro cuerpo necesita que en muchos casos alcanza los 5, 7 y hasta los 10 gramos diarios — ¡particularmente cuando se dispone de un salero en la mesa! —, lo que además de ser perjudicial, posteriormente hará muy difícil el que podamos acostumbrarnos a comer poco de ella. Entre los alimentos que contienen más sal, quizá los cubitos – que entre otros aderezos contiene sal yodada y glutamato monosódico- y el queso llanero se peleen el cetro, pero vea usted, además, cómo se comportan otros alimentos: 2 ruedas de pan contienen entre 200 y 600 mg; 3 onzas de atún entre 250 y 500 mg; 2 onzas de jamón curado entre 400 y 800 mg; un trozo de pizza entre 500 y 1.000 mg; sopa enlatada entre 1.000 y 1.500 mg; hamburguesas y espaguetis 1.000 mg; una onza de papas fritas, 250 mg; una onza de queso parmesano, 300 mg. Además, existen condimentos de cocina que contienen sodio y entre ellos, el polvo para hornear, sal de ajos, glutamato monosódico, citrato y nitrato de sodio, sacarina sódica y salsa de soya.

Otras medidas recomendadas comprenden, comer escasos volúmenes de alimentos para así exigirle menor esfuerzo al corazón. Más que tres grandes comidas, debe preferirse cinco pequeñas. La eliminación del café también parece razonable, pues la cafeína aumenta la frecuencia de las pulsaciones ya de por sí aumentadas por la insuficiencia, pero, además, por su capacidad para producir arritmias —irregularidades en la cadencia acompasada del corazón—, que interfieren con la función de bomba del corazón. Por efecto de una dieta hiposódica, el potasio tiende a eliminarse en mayores cantidades y más aún si usted conjuntamente recibe diuréticos. Es por ello aconsejable, aumentar la cantidad de alimentos ricos en potasio como frutas secas, yogurt, té, melón, patilla, lentejas, espinacas, cambures, naranjas y su jugo, tomates, cereales y aguacates. Considere que un cambur contiene 450 mg por unidad y que la papa que es la reina -con todo y piel, contiene 850 mg; la piel solamente, cerca de 235 mg—

 El tratamiento medicamentoso y otros adelantos será el tema de nuestro último artículo sobre esta frecuente condición. Pero, ¿cómo podrá el Juan Bimba empobrecido de esta rica nación alcanzar sus inaccesibles costes? Primero, el afán populista todo les dio ¡no se les enseñó a pescar! Ahora y de repente, les ha dejado solos, sin anzuelo y sin carnada ¡Doy excusas por pecar de repetitivo y fastidioso pero la realidad intolerable es la causante!

   De ese personaje quizá mítico que fue Shen Nung, a quien se le acredita ser el fundador de la farmacopea china, se afirma que se hizo practicar una incisión en la pared de su abdomen a la cual adaptó una ventana de claro vidrio. El aguzado de Shen, sentado frente a un espejo se solazaba mirando e efecto que en sus entrañas sus remedios producían… Inspiradora anécdota para nosotros sus ‘modernos colegas’, quienes durante nuestros años de formación en la Alma Mater debimos disponer también, de una Cátedra de Tragos Amargos y Sinsabores en Pellejo Propio, donde se nos dieran a probar todos los procedimientos de diagnóstico y de tratamiento que posteriormente pondríamos en ejecución —tantas veces a la ligera y por “mera rutina”— en la humanidad de nuestros impróvidos pacientes.

En la parte III, nos referimos al efecto en la insuficiencia cardíaca (IC) del reposo y de la dieta con poca sal. Hoy tocaremos brevemente particularidades del tratamiento con drogas y otras innovaciones.

(3). Diuréticos: Casi siempre integran el tratamiento de la IC conjuntamente con las medidas que mencionamos anteriormente. Por su efecto, se produce un aumento del ritmo de producción y eliminación de orina por el cuerpo y con ella, escapa gran cantidad de agua y sodio, por lo que mejorará la disnea y los edemas. Todos los diuréticos tienen efectos colaterales potenciales, incluyendo la pérdida excesiva de sodio y potasio, interacciones con otras drogas que se estén ingiriendo al mismo tiempo y hasta reacciones alérgicas. De nuevo, es otra razón para indicar los alimentos ricos en potasio que ya describimos en su oportunidad y aún, un suplemento oral del mismo de preferencia en forma líquida, e igualmente la dosificación periódica de los electrolitos en sangre -sodio, potasio y cloro- para prevenir y tratar -si ello ocurriera-, su excesiva pérdida.

(4). Digital: Proveniente de las plantas llamadas dedaleras (Digitalis lanata y Digitalis purpúrea), esta droga tiene un potente efecto sobre el tono del musculo cardíaco —miocardio— cuya contracción energiza, mejorando la efectividad del bombeo en la unidad de tiempo.

La historia de su desarrollo es un caso prodigioso en las páginas de la medicina. Como muchos otros medicamentos que han ganado un puesto de respeto en el armamentario terapéutico del médico, a un proceso inicial de uso empírico por parte de curiosos y yerbateros, sobrevino otro de análisis científico de sus acciones y efectos.

El nombre del médico inglés William Withering (1741-1779), está atado a uno de los hechos más extraordinarios en la historia de la farmacología clínica y de la cardiología en particular: publicó en Birmingham en 1785, ¨An account of the foxglove and some of its medical uses; with practical remarks on the dropsy, and some other diseases¨, que recoge diez años de observaciones y experiencias personales en Shropshire con el uso popular de extractos de la planta y sus buenos efectos contra la hidropesía. Hizo preparaciones con distintas partes de la planta recogida en distintas épocas del año. Sus estudios basados en 156 casos no fueron definitivos porque la química todavía no había alcanzado su madurez. No logró saber si su acción radicaba en el corazón o en el pulmón. Observó que funcionaba bien en determinadas hidropesías; no actuaba, por ejemplo, en la hidrocefalia (hidropesía cerebral) y en el quiste ovárico. Por otro lado, tampoco se comprendían bien sus efectos tóxicos, lo que llevó en los primeros años a la desconfianza total por parte de los médicos. Fue entonces, ¡El primer ensayo de una droga realizado bajo condiciones de estricto control! Fue así como en 1785 publica un libro que en 207 páginas plasmaba sus experiencias en enfermos tratados con la digital y seguidos cuidadosamente a lo largo de diez años: ¡algo más de 2.000 pacientes! Withering había observado con gran humildad y juicio crítico cómo una anciana herbolaria vecina del Condado de Shropshire, llamada la Madre Hutton, utilizaba una receta doméstica contentiva de 20 plantas diferentes para el tratamiento de la hidropesía —nombre con el que antiguamente se designaba a la ociosa acumulación de líquidos en alguna cavidad corporal o en los tejidos -. Los conocimientos del galeno aquel, adquiridos en sus años mozos cuando era ayudante en la botica de su padre —un connotado botánico-, le permitieron llegar a la conclusión de que sólo una de todas ellas, la dedalera, era la responsable del efecto diurético que se le atribuía a la complicada poción. Haciendo de las hojas un polvo, reconoció su efecto sobre el corazón y aún, trató de estandarizar su empleo tomando en cuenta el peso y la constitución del paciente, y propuso, en una época donde el médico como único dato objetivo sólo disponía del simple examen del pulso del enfermo, que se analizaran detenidamente sus modificaciones: La reducción de su frecuencia como expresión de su efecto beneficioso, y su acentuado enlentecimiento cómo traducción de su efecto tóxico.

Como se ve, se le conoce más por su relación con la digital, pero Withering no sólo describió los efectos terapéuticos de la dedalera, sino que también reseñó en detalle los signos de su toxicidad: visión amarilla o xantopsia, inapetencia, náuseas y vómitos, mareos, confusión mental —especialmente en los ancianos— y aún, la muerte misma. La toxicidad de esta prodigiosa droga continúa siendo uno de los factores limitantes de su uso debido al estrecho margen terapéutico que posee, pues los linderos entre el riesgo y el beneficio son casi inexistentes. Por fortuna hoy día se cuenta con la posibilidad de cuantificar en la sangre la concentración de la digital, lo que permite un mejor ajuste de la dosis y prevención de la intoxicación.

La digital de Withering dos siglos después, continúa en uso generalmente asociada a diuréticos y otras drogas en razón de su efecto facilitador de una contracción cardíaca efectiva. En recientes años, han emergido otros compuestos que usan como medicación complementaria o alternativa, asomándose la posibilidad de que la digital se gane un merecido y definitivo descanso al favor del incesante progreso de la medicina y en favor de nuevas y más seguras drogas. Analizando la evidencia experimental y clínica para 2014, se puede llegar a las siguientes conclusiones sobre el uso de digital en insuficiencia cardiaca: es el único inotrópico que reduce el consumo máximo de oxígeno (MVO2) en pacientes con insuficiencia cardiaca, incluso en pacientes con infarto agudo de miocardio; bloquea el sistema neuroendocrino (catecolaminas y renina); restaura la función de los barorreceptores y así la variabilidad de la frecuencia cardiaca; tiene un benéfico efecto Bowdtich en la insuficiencia cardiaca al suprimir la taquicardia sinusal sostenida; reduce significativamente las recaídas y la mortalidad por este concepto, en los pacientes con insuficiencia cardiaca más grave; y no debe usarse en pacientes con disfunción diastólica («insuficiencia cardiaca con fracción de eyección  preservada») (5). Los inhibidores de la enzima convertidora de la angiotensina o bloqueadores de la ECA, son drogas que tienen doble efecto: Por una parte, inhiben la producción de angiotensina II, potentísima hormona que contrae el músculo de la pared arterial, aumentando así el trabajo cardíaco; pero por la otra, dilatando además la luz del vaso sanguíneo y así, facilitando el vaciamiento cardíaco por la disminución de la resistencia al mismo. Adicionalmente, estos compuestos reducen la producción de otra hormona, la aldosterona, conocida por su capacidad para retener sodio y agua por el cuerpo. La encopetada familia de los priles” comparten estos efectos y del más viejo al más joven: captopril, enalapril y lisinopril. (6). Otros medicamentos que disminuyen el trabajo cardíaco incluyen los dilatadores de las venas y sus primos hermanos, dilatadores de las arterias. Los primeros obligan a la sangre a depositarse en otros territorios corporales que le sirven de reservorio con lo que alivian la carga líquida al corazón. La nitroglicerina y el mono y dinitrato de isosorbida, encajan en este grupo. Los segundos al aumentar el calibre de las arterias, permiten que la sangre sea eyectada con más facilidad

con cada latido cardíaco: La hidralazina y el minoxidil son sus representantes. En fin, los hay que comparten ambos efectos como el nitroprusiato y la prazosina. (7). Ante la perspectiva de una muerte segura surge el trasplante cardíaco como solución heroica, especialmente cuando se trata de pacientes jóvenes. En el Hospital Miguel Pérez Carreño de Caracas, un empeñoso equipo de cirujanos cardiovasculares liderados por el doctor Manuel Penso, en medio de grandes dificultades y críticas no siempre constructivas, ha realizado una docena de ellos. Un triunfo, si se considera lo complejo del procedimiento y la casi imposibilidad de encontrar deudos que donen el corazón de sus queridos muertos, para que sigan ‘viviendo’ en otros. (8). Las llamadas bombas de asistencia ventricular izquierda, son máquinas implantables en el pecho que ayudan a la función de bomba del corazón a la espera de un trasplante cardíaco. Una hormona llamada factor natriurético atrial producida en las aurículas cardíacas induce al riñón a eliminar el sodio excesivo, habiéndose observado que en la IC se produce en cantidades reducidas. Se experimenta con una droga que al bloquear su destrucción pueda aumentar su concentración. Otra nueva hormona, la endotelina un poderoso constrictor arterial elaborado en la cubierta más interna de las mismas -el endotelio-, está muy elevada en enfermos con IC. Un control de su producción abriría una nueva vía para el tratamiento.

Mi querido amigo el negro Bolivar—un caso entre miles— quizás ofrendó su vida para señalarnos y hacernos partícipes de su orfandad social. Muchos habrán de seguirle y sus anunciadas muertes serán bofetadas al rostro de quienes, más que abogar egoístamente por reivindicaciones gremiales y económicas, deberíamos también luchar por sus tristes causas pues al fin de cuenta, no nos tienen sino a nosotros… ¡sus médicos!

Discurso de bienvenida a la Academia Nacional de Medicina de Venezuela del doctor Rafael Muci-Mendoza, Sillón IV, al doctor Mauricio Goihman Yahr como Individuo de Número Sillón XXVII, el 09 de mayo de 2019

 

Honorable Señor Presidente de la Academia Nacional de Medicina, doctor Leopoldo Briceño Iragorry y demás miembros de la Junta Directiva.

Honorables Señores Académicos: Individuos de Número, miembros correspondientes nacionales, invitados de cortesía, miembros asociados y miembros especiales.

Honorable doctor Mauricio Goihman Yahr.

Honorables presidentes de las Academias hermanas: Academia de Ciencias Físicas, Matemáticas y Naturales, doctora Gioconda Cunto de San Blas, y Ciencias Políticas y Sociales, doctor Humberto Romero Muci.

Distinguidos familiares del doctor Mauricio Goihman Yahr, su querida esposa Myriam, sus hijos Herman y Moisés, nietos, otros familiares y amigos.

Familiares del doctor Ibrahim González Urbaneja.

Invitados especiales.

Distinguidos colegas y amigos

Señoras, señores

 En el umbral de este templo de la medicina nacional, el paraninfo de la antigua Universidad de Caracas convertida hoy en Palacio de las Academias, esta Cátedra o Tribuna desde donde tengo hoy el privilegio de dirigirme a ustedes, perteneció por igual al Seminario de Santa Rosa de Lima y a la Universidad de Caracas, y más a menudo es llamado Púlpito de Santo Tomás de Aquino. Es una exacta réplica del púlpito original labrado en madera en 1754 por el Maestro Mayor y Alarife de Carpintería, Antonio Mateo de los Reyes, prenda exquisita de la artesanía criolla del siglo XVIII cuyo dorado fue ejecutado por el maestro dorador, Pedro Juan Álvarez y el óleo que adorna su copete, representación de Santo Tomás de Aquino, es de autor desconocido.

En 1856 cuando este antiguo convento franciscano pasó a ser sede de la Universidad Central fue traslado a este paraninfo para servir de tribuna en sus actos solemnes y aquí permaneció hasta 1890 cuando ya restaurada, fue devuelta a su lugar de origen, la antigua capilla del seminario. En el recinto que hoy nos recibe, quedó la réplica coronada también por el santo patrono de la Universidad, el doctor Angélicus, ubicado en este santuario de la medicina nacional donde el venezolano que ascienda por su escalerilla, a la cual debe ir acompañado de dos padrinos en recuerdo de los antiguos ceremoniales, primero del Seminario y de la Universidad después, nunca podrá olvidar más la plenitud espiritual que le embargó, el palpitar de su corazón echado al galope y la emoción que quebró su voz, al ocupar este sitial que reservó la Patria para sus grandes talentos…

Así pues, desde este sitio de honor, me place participar en un acontecimiento feliz que celebro con singular entusiasmo, pues correspóndeme esta mañana la acogida y recepción solemne al  seno de nuestra corporación de un nuevo académico, el doctor Mauricio Goihman Yahr, expresándole el cálido fervor de nuestra bienvenida más cordial, y en fraternal convivencia, sentarlo en la Mesa Académica del augusto areópago de la ciencia médica nacional para iniciarlo en el ritual de nuestras más firmes tradiciones.

Mi agradecimiento al señor Presidente y demás miembros de la Junta Directiva de esta docta Corporación por haberme encargado la grata misión de pronunciar las palabras de bienvenida y recibir al nuevo Individuo de Número, Doctor Mauricio Goihman Yahr, quien en este momento viene a ocupar por derecho de sus propios méritos, abundoso currículo y auténtico valer científico y moral, el Sillón XXVIII, vacante por la muy sentida y definitiva despedida de nuestro compañero, académico y amigo, doctor Ibrahim González Urbaneja, de grata recordación en nuestra memoria.

Su trabajo de incorporación se refiere a un tema que rezuma su interés y angustia humana, social y gremial, intitulado, “Organizarse para servir. Un enfoque congregacional para la medicina”, donde propone edificar una Congregación Médica Mundial de características peculiares, transnacional, laica, autónoma y ética con características institucionales y de diseño similar con la Iglesia Católica Romana: siendo que la medicina es arte, pero también ciencia y siempre filosofía, constituye un esfuerzo quizá utópico en un mundo y en un gremio con tantos intereses creados muchos de ellos bastardos o interesados y donde la industria farmacéutica y de los instrumentos se inmiscuye groseramente.

 Se me ocurre que existe una ligazón entre su trabajo y la famosa alegoría, mito de la caverna o metáfora de la luz de Platón ubicada al inicio del VII libro en su diálogo República, y que trata sobre la situación en que se encuentra el ser humano respecto del conocimiento. Así, el filósofo nos brinda su inmortal metáfora para explicar el laberíntico trayecto que va de la ignorancia a la sabiduría, esa, a la que nuestro académico en su trabajo parece inducirnos. En su momento fue brillantemente enjuiciado por la doctora académica, Isis Nezer de Landaeta, Sillón XVII con un discurso de gran contenido ético, aprobatorio, muy hermoso y pausado.

Nuestro esplendente académico nace en Caracas, en la parroquia de San Juan, el 8 de abril de 1938. Su padre, Boris Goihman, comerciante, llegó a Venezuela en 1930. En Europa conoció a su madre, Emilia, en 1936 cuando realizara un viaje de visita a su familia. Casaron en Caracas en 1937 y Mauricio fue el mayor de tres hermanos, le siguieron Rita y Rafael. Estudió la primaria elemental en el Grupo Escolar República del Ecuador. La primaria superior y el bachillerato del primer ciclo en el Colegio Moral y Luces, y el quinto año en el Liceo de Aplicación. Recuerda a algunos de sus profesores de entonces, especialmente a la doctora María de Tengler su profesora de inglés, y al profesor Dimas Hernández de biología. Abraza la carrera médica en 1954 y se gradúa en 1960, a sabiendas que el título de médico cirujano no era la meta buscada, tan solo el comienzo de un proceso de progresiva maduración personal e intelectual que duraría toda la vida, hasta hoy, hasta este preciso momento…

Fue preparador de la cátedra de Fisiología y luego interno del Puesto de Socorro de Salas e interno permanente de la Cruz Roja Venezolana. Asistió a los servicios de ginecología y dermatología de la mencionada institución. Fue residente de Dermatología del Hospital Vargas de Caracas y enviado a Norteamérica por el servicio, inicialmente a Stanford, luego a Miami y para finalizar, regresó a Stanford, donde obtuvo un doctorado en Microbiología Médica e Inmunología. Fue Diplomado por el American Board of Dermatology. A su regreso a fines de 1968 se reincorporó al Hospital Vargas de Caracas, casó con Karyn Myriam Kupferschmied quien inicialmente se recibiera de Licenciada en Computación y luego realizara una maestría en el IESA. De la unión nacieron dos hijos varones Herman y Moisés, los dos con maestrías en administración de empresas obtenidas en los Estados Unidos. Myriam trabajó en finanzas internacionales en PDVSA por 24 años, hasta que en 2002 fuera botada por Chávez de un pitazo…

Nuestro biografiado ascendió escrupulosamente en el escalafón docente en la UCV hasta alcanzar la categoría de Profesor Titular de Dermatología, fue jefe de cátedra y, además, fundador de la asignatura de Inmunología a nivel de posgrado… Su jubilación ocurrió el año 2000, pero nunca se separó de la docencia y todavía la ejerce a nivel de posgrado en la Escuela José María Vargas.

Años atrás nuestras familias entrelazaron sus destinos: nuestros padres comerciantes y caballeros de una sola pieza, el uno judío y el otro cristiano ortodoxo, llevaron negocios limpios y ese conocimiento de hombres de verdad, sin dolo ni artificio, permeó a través de las generaciones posteriores; Fidias Elías mi finado hermano, también médico, dermatólogo y tropicalista, le acogió con afecto de hermano menor en la Cruz Roja Venezolana, y con él publicó su primer trabajo científico:  “Cutis marmorata telangiectasica congenita.  Bol Hosp Carlos J Bello. 1960. 8:105-107”; y luego, mi persona, que le conoció y trató a fines de la década de los cincuenta, entonces malgeniado pero justo y muy enterado, y aunque se dice que el mal genio nunca mejora con la edad y la lengua es el único instrumento cuyo filo se incrementa con el uso, no fue este su caso…; en desconocimiento de los nexos familiares y por azar, nuestros hijos Graciela Cristina y Herman luego se conocieron en Nueva York e iniciaron una sólida amistad, y sus hijos, nuestros nietos, compartieron alegres momentos familiares; el tiempo y las experiencias que propenden a la maduración del hombre y busca el fiel de la balanza, indicador que marca cuando los dos platos con faltantes y sobrantes quedan al mismo nivel, hizo de Mauricio una persona más sabia, más reposada, más tolerante y menos explosivo.

Desde sus inicios de estudiante le atrajo la dermatología, a lo mejor influenciado por sus maestros, ambos académicos, el doctor Jacinto Convit (†), Individuo de Número  Sillón XXXI, pero, muy en particular, por el maestro Francisco Kerdel-Vegas, Individuo de Número sillón XXIV, dermatólogo, su mentor y amigo, quien viendo en él un hombre templado y dueño de sí, ese, que al decir de Aristóteles a Nicómaco, solo obedece a la razón, lo tomó bajo su ala bondadosa sirviéndole de rosa de los vientos para que fijara en su sextante cuál debía ser su rumbo cardinal, y así,  facilitó su posgrado en el exterior… Pero también quizá, obedeció a otros imponderables, como la profusión de epónimos que inundan la vasta panoplia de las enfermedades de la piel que desafían memorias y ponen a prueba el diagnóstico diferencial; tal vez por el reto diagnóstico que encierra el reconocimiento de tantas y tantas condiciones parecidas con diferentes comportamientos, y más importante aún, por sus intimas conexiones con enfermedades sistémicas y del alma; pero además, quien lo sabe, si por el fementido privilegio de ser la piel el ¨órgano más grande del cuerpo humano¨, siendo que en las personas adultas ocupa aproximadamente 2 metros cuadrados, pesa 5 kilogramos, contiene casi 18 metros de vasos sanguíneos y tiene un espesor que oscila entre 0,5 milímetros en los párpados y 4 milímetros en el talón. Pero acaso, ofenda su narcicismo y el de otros dermatólogos el saber que la realidad es otra, que ya no es el más extenso; le sobrepasa con creces otro órgano prodigioso, el endotelio vascular cuyas células tapizan el interior de todos los vasos sanguíneos y linfáticos del cuerpo, tiene un peso aproximado de 1 kg en un humano de talla promedio, está formado por más de tres trillones de células que cubrirían una extensión aproximada de 4.000 a 7000 m2, algo así como la superficie de, ¡20 o 35 canchas de tenis…!

Mauricio hizo suya la frase de sir William Osler, ¨Estudiar los fenómenos de la enfermedad sin libros, es como navegar por un mar sin cartas marinas, mientras que estudiar los libros sin ver enfermos es como ni tan siquiera zarpar¨. En tanto que atendía con esmero y recogimiento a pacientes y enseñaba, leía mucho y lee mucho, registra, madura, decanta y escribe. Desde 1969 ejerció y ejerce hasta hoy día la medicina privada en dermatología. Pero aparte de la medicina, le interesan la historia y las variantes del comportamiento humano. El amor por aprender, el amor al semejante, el amor a la verdad, y, sobre todo, las correctas estimaciones de la naturaleza personal del médico han hecho de él un hombre sabio y empático.

Pero el doctor Goihman no es solo un dermatólogo, es también un inmunólogo exitoso, si es que por éxito entendemos conseguir lo que queremos y nos sentimos satisfechos con ello, y esta circunstancia le obliga a pensar más allá de la piel; es ese médico que sorprende a sus pacientes desnudándoles totalmente y observando con detenimiento y palpando cualquier mancha o protuberancia en el cuerpo entero. Recuerdo que su servicio tenía asignada una cama en algunos servicios de medicina interna del Hospital Vargas de Caracas, el nuestro, era uno de ellos, y era él quien la tenía a su cargo, así que muchas veces coincidimos durante las revistas matutinas donde le acompañaban sus residentes e intercambiamos pareceres y conductas, él siempre con vitola de internista por derecho…

Mauricio pertenece a esa estirpe de médicos que observamos cuidadosamente los fenómenos de la vida y sus fases normales y alteradas, que perfeccionamos el arte más difícil de todos, el arte de la observación, llamando posteriormente a la experimentación; que, cultivamos la facultad de razonar para poder distinguir lo verdadero de lo falso: estos son nuestros métodos, prevenir las enfermedades, aliviar el sufrimiento y cuando podemos, curar al enfermo, ese es nuestro trabajo, esa es nuestra misión…

Mauricio debió intuir y saber muy claramente, lo que preocupó a don José Ortega y Gasset (1883-1955), filósofo y ensayista español, quien habló de la ¨barbarie¨ del especialismo, esa que hace del hombre de ciencia actual el prototipo del hombre-masa, es decir, esa que hace de él un primitivo, un bárbaro moderno, llegando al punto de proclamar como una virtud el no enterarse de cuanto quede fuera del angosto paisaje que especialmente cultiva; por otra parte, llama diletantismo, a la curiosidad por el conjunto del saber; así definido, me gustaría ser un dilettante como él, pues entiendo en forma diáfana, que, ningún órgano o sistema existe en silencio de los demás, todos se relacionan con él y él con todos ellos y con el mundo externo, el todo corporal con la mente y con el espíritu, lo de adentro con lo de afuera, lo local con lo general y el micro con el macrocosmos…

Nos acechan y nos cazan bandas criminales nacionales y extranjeras, la dictadura nos atenaza cada día con nuevos inventos destructivos. En medio de esta terrible matanza a sangre y hambre que horripila al mundo civilizado, ¿no suena en verdad como acre ironía hablar de condiciones cutáneas y libros cuando nuestras vidas penden de imponderables en este mismo momento…?

Pero en el mismo orden de ideas, para el médico, cualesquiera su especialidad, una biblioteca bien utilizada es uno de los pocos correctivos de la senilidad prematura a la que mostramos una inclinación tan acusada, pues resulta asombroso con cuan escasas lecturas un médico puede iniciarse en el ejercicio de la medicina, pero de manera alguna puede sorprender tampoco, cuan defectuoso puede hacerlo, cuan mal que puede ejercerla. Priva a menudo en la profesión una apatía abismal, un abandono tan acusado, una mental molicie tal vez, tan profunda como el sueño de Rip van Winkle, un aldeano de ascendencia holandesa, que, debido a las continuas regañinas de su esposa, se refugia en un bosque a la búsqueda de paz y tranquilidad. Tras un misterioso encuentro con unos seres peculiares, aquel vago irresponsable se queda dormido bajo la sombra de un árbol y al despertar al cabo de veinte años, descubre que el mundo que conocía ya no existe, que se ha perdido la Revolución Americana, que su esposa ha muerto, que su casa está en ruinas y que todo ha cambiado… El símil de ese famoso vago de la cultura anglosajona se aplica a una persona que duerme despierta por un largo período, o a alguien que, por una razón desconocida, no se entera ni le interesa lo que sucede a su alrededor. Sus orígenes se remontan evidentemente al famoso cuento corto de Washington Irving (1783–1859), convertido en todo un clásico de la literatura norteamericana.

No, no fue este el caso el del doctor Goihman, quien no malgastó su tiempo pues conocía que el tiempo es la materia con que está hecha la vida y un don para no dilapidar…

Aun así, quisiéramos destacar una arista fundamental de nuestro nuevo académico de número: La primera vez que tuve la suerte de visitarle en su hogar atendiendo una amable invitación suya a cenar, llamó mi atención la cantidad de rumas de libros doquier, que por su altura apenas si encontraban un equilibrio, sin aparente cuidado estético ni armonía: sobre la mesa redonda de la sala formando un corrillo, en el suelo, al lado de su sillón de lectura, todos parecían esperar su momento de ser manoseados, de ser leídos, de ser acariciados, para que sus contenidos pasaran a formar parte de la fina urdimbre de su pensamiento, de su ser, siempre crítico, tantas veces igualando la acidez de la retama, si ello fuera necesario.

Allí me enteré, que, en la casa paterna ubicada en La Castellana, coto cerrado a miradas curiosas, era donde realmente asentaba su extensa biblioteca. Hoy día no más allí, expulsada por la situación-país, se voló a Costa Rica: un apartamento completo para albergarla fuera del ámbito de su vivienda. Siente especial deleite en leer los artículos sin importarle si ofende la morada de los espíritus regidores del tiempo. Ignoraba cuándo al doctor Goihman le comenzó el ¨sarampión literario¨, esa, su pasión por la lectura. Pero sí sé que aún no le ha abandonado, pues una biblioteca nos permite vivir en la tranquilidad creativa del alma mater a través de una circulación placentaria que los libros únicamente pueden aportarnos. Un viejo escritor decía que hay cuatro clases de lectores: Esponjas que lo incorporan todo sin distinción; relojes de arena que reciben y expulsan con la misma rapidez; sacos que solo retienen el poso de las especies y dejan escapar el vino; y tamices que retienen lo mejor. No obstante, ¿cuántos años se toma una persona hasta alcanzar esa codiciada etapa de tamiz? Tal vez él pueda decírnoslo…

Nos cuenta que, efectivamente, ¨el sarampión¨ le poseyó en 1947 cuando contaba solo 9 años, época en que su tío el doctor Adolfo Yahr le obsequió, ¨El Candelabro enterrado¨, una obra de Stephan Zweig (1881-1942), donde se reseña cuando la menorá -el candelabro de siete brazos del Templo de Salomón-, es robado por los vándalos durante la caída de Roma y entre la comunidad judía cunde el desánimo. Ya él poseía algunos libros, pero con ese decidió que tendría una biblioteca Galileo, pues consideraba que leer era el único medio de tener poderes sobrehumanos…

Y es que tal vez sin saberlo, intuía que una biblioteca es un gran catalizador para acelerar el progreso personal y en lo particular, del alma médica, pues previene la ¨senilidad¨ prematura que no por raridad amenaza al médico autodidacta, quien al no leer ni mantenerse intelectualmente agudo se torna desinformado, repetitivo, apático e incompetente. El médico lector –no solo de medicina-, aquel que lee por placer, adquiere perspectiva mental muy valiosa, sentido de la continuidad histórica, inspiración y mejor carácter porque a menudo, quien siega no es el sembrador…

 Hizo suya la frase de don José de Letamendi y Manjarrés (1828-1899), catedrático de patología general de la Universidad de Madrid, ese mismo que dijo, «De quien te diga que de medicina sólo sabe, ten por seguro que ni de medicina sabe». Para Franz Kafka (1883-1924), un libro es «el hacha para hendir el mar congelado en nuestro interior»; para la escritora francesa, Anaïs Nin, «la alarma para despertarnos del letargo de la casi-vida»; para Gwendolyn Brooks (1917-2000), «carne, medicina y llama, vuelo y flor». Luis Yslas, nacido en Lima, 1972, licenciado en Letras por la UCAB (1995), profesor y editor de literatura, colaborador de Prodavinci y autor de, ¨¿Qué libro no prestarías jamás?¨, nos dice, ¨Tu libro es único no solo porque lleva tus marcas, sino porque el contenido de espacio y tiempo de su lectura resulta insustituible. Para este tipo de apasionados prestar un libro equivale a desmembrarse y perderlo, a una amputación existencial. De allí que la mayoría prefiera no correr riesgos y aferrarse a sus libros dilectos como quien evita una fractura irreparable en el corazón de su biblioteca¨. «El amante de los libros… —dice el narrador peruano— los ama en sí mismos como cuerpos independientes y vivos, como conjunto de páginas impresas que es necesario no solamente leer, sino palpar, alinear en un estante, incorporar al patrimonio material con el mismo derecho que al bagaje del espíritu. El amante de los libros no aspira solamente a la lectura sino a la propiedad». El bibliófilo no presta sus libros porque muchos no siempre conocen las diferencias en meum y tuum, es decir, mío y tuyo, y no los devuelven…

  Como cada biblioteca debe contener una selecta colección de inmortales colocados aparte en un sitio de honor o estantería de la fama para su especial reverencia, y no necesariamente libros, más a menudo contribuciones que hicieron época, le pedí a Mauricio que me reseñara seis libros fundamentales que pondría en su mesa de noche; además del citado, ¨El Candelabro enterrado¨… Me responde, ¨Mi gusto en libros ha ido cambiando, pero si me pides SEIS libros preferidos, ellos serían:

  1. ¨El Candelabro enterrado¨.
  2. La trilogía de ¨El Señor de los Anillos¨ le cautivó desde mediados de la década de los 60… Arrobó su corazón el profesor John Ronald Reuel Tolkien por su maestría del lenguaje y por ser un eximio filólogo, y, además, por haber formado parte del comité que tradujo la Biblia de Jerusalén al inglés. En él se relata la lucha del mal contra el bien. El mal es poderoso y sus efectos casi nunca desaparecen del todo. Los seres humanos llevamos el mal en nuestro interior y la posibilidad de corrompernos. Muchos luchan contra el mal, pero ni son completamente exitosos, ni fracasan del todo. A veces la victoria contra el mal conlleva terribles sacrificios e incluso la desaparición individual. La tierra y la humanidad son un reflejo muy imperfecto del diseño de la divinidad, pero con todo, siempre son seguidos.
  3. ¨The History of the Decline and Fall of the Roman Empire¨, del historiador inglés, Edward Gibbon (1737-1794), un trabajo de seis volúmenes escrito en un inglés monumental. En Caracas tiene una edición resumida, pero en Costa Rica atesora la de su gusto, la edición completa de 1776 y años siguientes en una reimpresión de los Penguin Classics.
  4. La Riqueza de las Naciones (The Wealth of Nations, 1776) de Adam Smith (1723-1790) economista escocés y filósofo moral; un inglés de la edad clásica que muestra de modo clarísimo, cómo la riqueza de las naciones no está en sus recursos naturales ni en las conquistas que pueda hacer o haber hecho, sino en su productividad. Cree que ello se aplica a las vidas individuales. Las aptitudes y fuerzas que heredas o consigues, tienen valor por lo que puedes hacer con ellas y por el beneficio que tus acciones produzcan.
  5. ¨This is My God¨ (Este es mi Dios) de Herman Wouk (1915) sobre el estilo de vida judío, Premio Pulitzer 1952. Es un resumen del judaísmo ortodoxo, pero escrito en un lenguaje moderno para el judío que quiere vivir la vida de su país natal, sin aislarse, sin andar vestido de mamarracho, pero sin abandonar lo que es. Explica las cosas con un lenguaje prístino, e igualmente explica por qué los judíos siguen aferrados a sus costumbres antiguas comparándolos con lo que sucede después de una guerra. La mayoría de los que fueron combatientes, son desmovilizados y reingresan a la vida civil. Algunos, sin embargo, permanecen en el ejército y continúan con los usos y restricciones de la vida militar. Esos, dice él, son los judíos que se mantienen dentro de lo pautado en la Biblia y con su propia disciplina.
  6. La Biblia. La obra de mayor importancia jamás escrita. Contiene la historia del pueblo al cual pertenece el nuevo académico. En ella encontramos la traducción de nuestros sentimientos más bajos y más elevados, nuestras alegrías y nuestras tristezas. La ética, sus principios y sus transgresiones, sentimientos expresados en los salmos.

De haber sido más de seis, de seguro que hubiera incluido también a ¨El Ingenioso Hidalgo, Don Quijote de la Mancha¨ (impresa en 1604) escrita por el español Miguel de Cervantes Saavedra (1547-1616), la obra más destacada de la literatura española y de las principales de la literatura universal, además de ser la más leída después de la Biblia; pero posiblemente no, ¨Las Aventuras de Sherlock Holmes¨, de Sir Arthur Conan Doyle (1859-1930), uno de los ¨libros de medicina¨ que recomiendo a mis alumnos, por haber sido su autor médico, oftalmólogo y escritor, y su hijo literario el detective aficionado Sherlock Holmes, prodigio de fina observación, esa que transforma al médico en un acusado diagnosticador a la husma del criminal trocado en enfermedad.

  Se ha dicho que la medicina es una profesión de caballeros cultos porque procedemos de un noble linaje; por ello, nuestro esplendente académico tiene una biblioteca de innumerables y escogidos libros a los cuales cuida con celo de ratón de biblioteca; mejor aún se los ha leído todos y de su molienda intelectual, ha sacado su densa cultura y recreaciones del tipo de los Midrashim y más recientemente los ¨Deutero-Midrash¨, que no difieren en sus contenidos de los demás, son formas de enseñanza a la manera de un cuento basado en un hecho histórico, sobre ética, historia o dermatología; ahora, como es de esperarse, tienen más que ver con política en un amplio sentido y con la situación mundial y de Venezuela. El término Midrash (en hebreo, מדרש‎ -«explicación»-), en plural midrashim, es un término que designa un método de exégesis o extracción o interpretación objetiva de un texto bíblico dirigido al estudio o investigación que facilite la comprensión de la Torá, o primera sección de la Biblia: los libros de Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio. Estos mismos libros son llamados “Los Libros de Moisés” o “Pentateuco”. Inicialmente se publicaron en Dermatología Mexicana y ahora aparecen en Piel Latinoamericana, en forma mensual y ha publicado cerca de un centenar. Para referirse al destino de sus escritos, emplea la frase de Horacio, “No moriré del todo … algo quedará de mí y de mi esfuerzo…”; y dice, “salvando las obvias diferencias…, algo quedará de mí y de mi esfuerzo al escribir esos Midrashim”.

 Precisamente, la levadura de todo el colectivo médico reposa en un grupo silencioso, pequeño, a quien los profanos llamamos ¨tragalibros¨, bibliomaníacos o bibliófilos, pero pobre de ellos si sus bibliotecas estuvieran llenas de libros de los que no vuelven una sola página, porque como Carlo Dossi (1849-1910) el escritor y diplomático italiano escribiera, ¨se podrían comparar con eunucos en un harén¨.  Los verdaderos bibliófilos mantienen vivo el sentimiento de continuidad histórica de la profesión, no solo porque aman los libros, bien por su contenido, bien en razón de sus autores, bien porque hacen posible el disfrute de un acto hermoso de la tradición que no debe perderse como el que presenciamos en la luminosa mañana de mayo, de hoy, sino porque es necesario contemplar la vida de los grandes y buenos del presente y del pasado, de quien James Rusell Lowell (1819-1891), el poeta, crítico y ensayista perteneciente al movimiento romántico norteamericano designó como “el toque divino de los personajes que se han ido”.

No imagino a Mauricio leyendo sus libros desde un artilugio electrónico como el e-Reader, Amazon-Kindle, Kindle PaperWhite o libro-electrónico de pantalla táctil, un ¨libro¨ con pantalla electrónica lanzado al mercado comercial en 2007, que se conecta de forma inalámbrica a una red llamada whispernet propiedad de Amazon, y que desde fines del 2009 puede usarse en cualquier parte del mundo que posea cobertura móvil de los operadores con los que Amazon ha colaborado (versión Kindle 2 international). El libro de marras, sin papel ni olor amistoso, pesa apenas 283 gramos (10 onzas), no emplea cables, posee una batería de larga duración; dependiendo de sus 4 modelos es capaz de almacenar entre 1.500 y 3.500 títulos, pudiendo descargarse un libro de la red –con la venia de CANTV- en menos de 60 segundos; tiene acceso a revistas, periódicos y blogs, y su coste hoy día, es de entre $ 49.96 y usado $ 29.88, tal vez mucho menos con la masificación de la producción; los best sellers del New York Times que pueden ser adquiridos, valen $8.99 cada uno. ¿Cómo lo ve, doctor Goihman…? Además, si le hace falta el olor a libro nuevo, puede comprar un spray que, rociado al momento de leer, satisface esa memoria olfatoria tan sutil almacenada en el sistema límbico del cerebro, especialmente en la amígdala y el hipocampo.

El amor por aprender, el amor al semejante, el amor a la verdad, y, sobre todo, las correctas estimaciones de la naturaleza personal del médico, han hecho de Mauricio un hombre sabio, justo y empático, porque es necesario decir que el médico ha caído de su pedestal en razón de su desapego y deshumanización, porque en pretendida antinomia, los adelantos de la Ciencia suelen sobreponerse a la Moral, la cual se ha replegado disminuida.

Señoras y señores,

 Llega el doctor Mauricio Goihman a esta Academia en momentos críticos y dolorosos para la Medicina y en general, para la ciencia y el academicismo nacionales. El sistemático estrangulamiento de las academias y las universidades nacionales, y especialmente de la Universidad Central de Venezuela a través del regateo de recursos, la amenaza del hamponato y la rastrera descalificación de sus autoridades, nos invita a resistir, a no permitir que nos invada el desánimo, a no flejar; la canalla ha querido, pero no ha podido vencer la reciedumbre de nuestras bases fundacionales, éticas, y morales y algún día, almorzarán festivos y despreocupados con sus compinches y cenarán en la noche con sus antepasados porque puedo asegurar que el futuro de Nicolás y su pandilla, está detrás de ellos, porque son los platelmintos carnívoros más simples y probablemente los más primitivos…

La estampida migratoria de cerebros jóvenes, esos que preparamos con ciencia, amor y dedicación hasta dejarlos bien apertrechados y dispuestos, se han ido allende la patria en la búsqueda de horizontes más justos y vías de vivir no siempre más humanas, pero sí, sin agobio ni persecución, pero, estamos obligados a prepararles una repatriación cuando la Aurora la diosa del amanecer y del nuevo día nos premie con su rocío vivificante.

Para la Academia Nacional de Medicina, cuerpo colegiado y máxima institución científica de la medicina nacional, y para todos y cada uno de nosotros, es motivo de justificado orgullo recibir en el seno de la corporación a una personalidad de la talla moral y científica del doctor Mauricio Goihman que ha de llenar el vacío dejado por nuestro querido y bien recordado doctor Ibrahim González Urbaneja.

Le pedimos a nuestro flamante académico que nos acompañe en velar por los tres símbolos sagrados que nos miran en nuestra sala de sesiones desde el imperturbable silencio de sus oleos; Bolívar, el genio sin par que a costa de su tranquilidad y fortuna nos regaló esta patria libre que no hemos sabido defender; Vargas, el sabio reformador que nos legó una universidad moderna y autónoma mostrándonos de paso el sendero de la dignidad ciudadana, esa de la que mucho carecemos; y Razetti, médico universal, la mente brillante y polifacética que concibió y dio vida a esta, nuestra Academia, cuyo inmediato futuro ha peligrado y peligra en manos del odio y la intolerancia.

Señoras, señores…

 

 

Elogio del domingo… (redivivo)

¨Total así somos los humanos, prescindibles, en tanto que la vida sigue…¨

 

Es el claror dominical luego de la noche de anoche, de torrencial lluvia, de relámpagos y truenos, de incertidumbre y terror para el pobre abandonado de los lujos palaciegos que vive en la ladera agreste, de estridor de minúsculas ranitas en mi jardín invitándose las unas a las otras, en su elemento, a la cohabitación del amor eterno. Bajo el telón grisáceo de la noche de anoche no podía uno adivinar la maravilla del firmamento. Puedo ahora ver las estrellas que adornan el cielo de Caracas, la ursa minor, el lucero de la mañana y la menguante de la media luna cristiana que no la turca, invitando a las raíces a sacar el mejor provecho de la tierra generosa, convidando a los jardineros a podar las ramas redundantes para que se renueve la vida, porque hay que quitar lo que ya no sirve, tal como se eliminan los engaños a los más vulnerables, para que fluya la savia elaborada libertadora.

Como cada año, por agosto, por los lados de la constelación de Perseo llega la lluvia de meteoros denominada las Perseidas, nacido de la lluvia de oro con la que Zeus embarazó a Dánae y mejor conocidas como las Lágrimas de San Lorenzo; sé que están allí, pero la agudeza de mis ojos no alcanza a verlas y nunca he sido proficiente con los telescopios; así se comportan las realidades, presentes pero muchas veces invisibles a nuestros ojos, en tantas ocasiones insensibles a nuestra molicie.

Los gallos de La Castellana –donde vivo- siempre insomnes se hacen más kikiriqueros, las guacharacas hablan, no se escuchan, gritan ininteligibles palabras vulgares como diputados de la asamblea nacional y bandadas de loros reales surcan el espacio con sus graznidos penetrantes y hablachentos ignorando las penas y la vida tormentosa de los caraqueños de abajo. Una vida alegre y plena por arriba y otra triste y contrita por abajo se contrastan… Total así somos los humanos, prescindibles, en tanto que la vida sigue…

Miro desde mi casa y mi vista choca contra las faldas del Cerro Ávila así designado desde 1778 hasta que en mayo de 2011 su nombre fuera trasmutado a su gracia originaria en lengua caribe, warairarepano, con el significado de «sierra grande», aunque prefiero la creencia de otros traductores con la connotación de ¨lugar de las dantas¨. Rememoración de la Hacienda Buena Vista, ubicada en el sector Palmar del Picacho de Galipán, que fuera también refugio de mi admirado doctor Kanoche y su famosa e inédita fórmula embalsamadora que tanto miedo infundía a los desamparados agonizantes del Hospital San Juan de Dios por los predios de La Guaira.

Y en sucesión de recuerdos y asociaciones, tal cual Pedro Ochoa lo hacía en el Hospital Vargas de Caracas de mis años de residente, cuya cara deforme por la patada que una mula le infligiera cuando aún era un infante –se decía-, un contundente traumatismo deformante que parecía ligar con su oficio de mozo de la sala de autopsias, sitio tomado por espeluznante y lúgubre, impregnado de formol y lágrimas a lo juro, ánimas en pena arremolinadas en el éter sobre las frías mesas de Morgagni donde yacen los cadáveres para ser escrutados, culpando quién sabe a quién de su muerte injusta; la cara hundida, las cuencas de los ojos dislocadas verticalmente, la nariz despaturrada, la frente amplia y acanalada, el cabello rizado tirado hacia atrás, un caminar inclinado golpeando el suelo con aquellos grandes zapatones… Pero su atemorizante aspecto escondía al hombre bueno que era, creíble y fiel. De puro mirar atento y fino había aprendido mucho del oficio de sus jefes…

Me contaba con sonrisa de lejano afecto mi finado maestro, el académico doctor Blas Bruni Celli (1925-2013), mi maestro que cuando tenían dudas acerca el origen de esa inflamación de la aorta torácica llamada aortitis, frecuente en aquellos tiempos sin penicilina, si se discutía que la lesión era propia de una infección, de un terciarismo sifilítico o de otro origen, usualmente le invitaban para que diera su opinión; tímido y renuente se acercaba, veía con sus ojos dislocados pero no ciegos y su respuesta lacónica con un batir de cabeza, un sí o un no, usualmente era la acertada… Los pacientes de las salas, inmisericordes como suelen ser con sus condenados compañeros de miserias, galeotes en la nave del olvido que son las salas hospitalarias, cuando veían un enfermo que evolucionaba mal, que había tomado el camino de la horizontalidad definitiva le decían para sacudirlo: –¨Ponte mosca cama 13, mira que por ahí anda Pedro Ochoa…¨.

El domingo es el esparcimiento del alma, el ansiado oasis dentro de lo podría ser una semana de tensiones y carreras, de bregar con los dolores de otros que resultan siendo, aunque no lo crean, los mismos nuestros. El domingo es el día de caminar o trotar en la Cota Mil, fino y saludable regalo a Caracas de Charles Brewer, el odontólogo, el ministro devenido en osado explorador: oír el trinar de pájaros, el rumor de arroyos cantarinos a diario ensordecidos por el bramar de la máquina, contagiarse del jadeo sudoroso de trotadores de breve vestimenta a fullchola cuesta arriba y rueda libre en la bajada, ciclistas dándole duro y turnándose en la hilera para guardar aliento, y desafiantes patineteros lanzados por una pendiente de un kilómetro entre Altamira y la Castellana, experimentando todos la salutífera inundación de endorfinas, regalos de Dios similares al opio y la marihuana, hormonas de la felicidad:

Me confieso un adicto a mis propias drogas, adiós tristeza, adiós ansiedad, bienvenida la distensión; es mi exclusiva venganza arrebatar a la furia automotriz sus predios de vespertinas colas estresantes, sentir el aire puro sin el humo asfixiante e irritante cargado de ozono y otros efluvios que la revolución ladrona quiere imponer en el aeropuerto de Maiquetía, y de escaparme de la locura colectiva en medio de la lentitud del véspero cuando nuestro cuerpo fatigado solo pide reposo, un poquito de consideración…

Muchas veces anhelamos una jubilación porque nos fastidiamos de lo que hacemos, porque no soportamos más el clima de humillante persecución desde el ministerio revolucionario de manos acomplejadas e ignorancia supina, porque ya queremos ¨descansar¨: ¡mar de sargazos!, diría yo. Imagino que todos los días fueran domingo… ¡Qué aburrimiento, qué tedio…! Por eso Dios creó el domingo para descansar, y no dijo que todos los días fueran domingos ni que el descanso fuera tirarse en un sofá, beber cerveza y comer pizza… El domingo, ese que se espera con anhelo, debe darse dosificado, un solo día a la semana; más de ello significa tristeza, depresión, no saber a dónde ir ni qué hacer, morir de pena sin estar enfermo… Así que, si piensa retirarse, planifique su vida para que sea productiva en esos días en que el abuso de domingos puede llevarle al descanso eterno con un prólogo de sufrimiento y melancolía, pues hay que morir con la necesaria dignidad y con las botas bien puestas…

Los invito pues a la Cota Mil, a subir el cerro Ávila y tener moderación al descender… a irse a la calle o a la plaza con la protección de otros caminadores a su lado, a no permitir que el régimen que nos sojuzga nos venza. Pero…, nunca hagan como aquél paciente mío a quien aconsejé caminara en el Paseo de los Próceres cercano a su casa, sugiriéndole se cuidara. Lo hizo con religiosidad y ¨cuidándose¨: así, que un día trotando con un arma en el cinto, se tropezó con otro corredor que venía en sentido contrario y pasados algunos segundos de latencia, se llevó la mano al bolsillo trasero para percatarse de que su cartera, ¡Ya no estaba! Colérico, se devolvió corriendo detrás del perpetrador y sacando su arma le disparó varias veces, errando todos los disparos pues es difícil accionar el arma trotando y jadeando, y sólo el Llanero Solitario acertaba en esas circunstancias; el otro como alma que lleva el diablo aceleró el paso y se perdió entre la multitud…

Luego, el regreso a casa vencido, aún muy enojado, lívido, descompuesto y sin cartera; su esposa que le pregunta qué le ocurrió y porqué venía en tan lamentable estado, él que le cuenta y ella que le riposta… ¨Mi amor… si dejaste la cartera sobre la cama…¨.

rafaelmuci@gmail.com

 

 

Elogio del ¨mal de irse¨…

 

Vayamos este próximo domingo a aventurar la vida si fuera necesario, recordando  lo dicho cuando don Quijote, con los espíritus renovados luego de los requiebros de Altisadora volviéndose a Sancho le habló sobre la libertad…

Tomo prestado del escritor, periodista y humorista colombiano, Daniel Samper Pizano (‘Postre de notas’, Plaza y Janes, 1986) el término ¨mal de irse¨, pero con una connotación diferente, actual y menos festiva… Hace muchos años, cuando decidí irme al San Francisco del Golden Gate con mi familia en viaje de estudios, era yo ya un médico maduro de 40 años. Había coqueteado con derivaciones de la medicina interna pero ninguna me acomodaba, no quería perder mi condición de internista y al decir del maestro Henrique Benaím Pinto (1922-1979), permanecer como ¨integralista¨; y así, un buen día al fin conseguí que la neurooftalmología –para entonces desconocida en el país- fuera la horma de mis zapatos… Inicié lo que podría llamarse un ¨bien de irse¨, aquella circunstancia en que escogemos alejarnos transitoria y libremente del país en prosecución de un sueño, de algo que por no tener en nuestro derredor y a nuestro alcance, tenemos que buscarlo allende los mares… Y fue así, como durante dos años de ¨total immersion¨ me nutrí de todo cuanto pude, asombrándome una vez más de mi insondable ignorancia y de la disposición de otros de alivianármela, temiendo –por supuesto- que en el intento mis circuitos neuronales resentidos por los años, fueran a fundirse por recalentamiento del sistema; era algo totalmente novedoso para mí, donde lo que sabía luego de veinte años de ejercicio activo de la medicina interna parecía servirme de poco o muy poco… Pero nunca perdí mi meta: el que mi familia tuviera una nueva experiencia bajo la observación y tutela de Graciela y yo, y en mi caso particular, aprender cuanto pudiera de las relaciones de la oftalmología con la neurología y luego volver a MI país bondadoso, a pagar la deuda de gratitud por cuanto me había dado; cumplir de esa forma mi anhelo de formar escuela en mi propia Escuela de Medicina José María Vargas, en la ¨casa que vence las sombras¨, en la Universidad Central de Venezuela.

De inmediato fundé la Unidad de Neurooftalmología del Hospital Vargas de Caracas que continúa siendo única en un hospital público venezolano. Haríamos asistencia, docencia y extensión. Trataríamos que la enseñanza no fuera tan dura y dolorosa como la que me había tocado a mí en un medio de elevado y exigente nivel académico, donde hasta los más jóvenes ¨volaban con todo y jaula¨.

Para trasmitirlo a otros, soñaba con hacer fácil y digerible aquello que tanto me había costado aprender, pues al decir de mi maestro y amigo, el Profesor William Hoyt, siempre he sido un ¨slow lerner¨, pero con sobradas ganas de aprender. Y como siempre hay quienes también quieren aprender, nunca me han faltado alumnos ni pacientes para ayudarlos, en binomio inseparable, enseñando y consolando a la vera de sus enfermedades que con frecuencia son demandantes, terribles y hasta devastadoras. Yo sabía… mejor dicho, daba por descontado que a mi regreso, MÍ país me acogería con brazos extendidos como había acogido a tantos otros que hicieron lo mismo que yo. Desde tiempos anteriores a nuestra democracia –ahora maltrecha e irreconocible- nuestros hospitales públicos y su pobre clientela se beneficiaron de todos cuantos salimos a colmarnos de nuevos conocimientos y absorber nuevas maneras de hacer para progresar y hacer más llevaderos los sufrimientos de los menos favorecidos…

Podríamos decir con don Mariano Picón Salas que en MÍ país ha habido muchos ¨hombres-Atlas¨; vale decir, ¨aquellos que se han echado sobre sus hombros la labor crítica, organizadora y valiente que, en países de mayor sosiego y tradición, cumplirían academias e institutos enteros¨.

Hoy, en la Venezuela roja, se ha echado irresponsablemente del país a los jóvenes más brillantes y mejor preparados que ha parido esta tierra bondadosa, y aún, a sus profesores de talla internacional sobre la base del desprecio y la exigua remuneración; se ha intentado sin éxito revertir las universidades autónomas a la oscurana medieval: nos hemos defendido a capa y espada… Se han fundado ¨universidades¨ sin universalidad, descartables, de ínfima calificación y calidad, sin ningún brillo y pletóricas de jóvenes fraudulentamente engañados al tiempo que han hecho que la lacerante migración de talentos haya sido masiva.

Ellos no se van como nosotros nos fuimos, alegres y libres; por el delito de haberse arrimado a la sabiduría de los libros y las experiencias, se marchan denigrados y despedidos al son de un pito a vivir el dolor por la ausencia de la patria de la cual son, en amañada táctica, arbitrariamente extrañados… Es así como el ¨mal de irse¨ los posesiona: una sensación de profundo vacío por el despojo, un manto de espesa nostalgia por lo que se deja: la tierra, la familia, muchas veces los padres ancianos, otras veces las novias y aún las esposas; un ahogo, un tarugo en la garganta, una incertidumbre inenarrable, un despertar en casa ajena sintiéndose presa de la desorientación y el desconcierto, un adiós a la patria querida sin la certeza de regresar: es la pena del país inhóspito, inseguro y sucio que el castrocomunismo en conchupancia con muchos compatriotas cooperantes nos ha dejado. Nos conformamos porque ellos dejan la palabrería embustera y estéril detrás, porque tendrán que competir para progresar y sabemos que bien que lo harán, porque ni las tarjetas, ni las cartas de recomendación o las llamadas telefónicas ¨desde arriba¨ harán nada para que muestren su valía, tendrán que labrar y laborar con esfuerzo en el día a día…

Ya no oirán los denuestos de La Hojilla, del Mazo Dando, las noticias en pleno desarrollo de un enano siniestro y entregado, portadores de tanta violencia, vaciedad y porquería intelectual… que total, ¡ni ellos mismos son capaces de oír esa clase de tósigos pseudointelectuales! Irán a países donde el trabajo, el esfuerzo y el compromiso se premian. Mucho sufrirán, nada será gratis, no encontrarán quien quiera seducirlos con apartamentos, automóviles o becas obtenidas sin esfuerzo bajo el compromiso de lamer sus botas; estarán solos con lo que se hayan llevado de este MÍ país en sus cerebros, las enseñanzas del hogar, la disposición al insomnio creador, las lecciones y el ejemplo de sus maestros, las jornadas inacabables es pos de la excelencia…

Nosotros, los padres despojados y exiliados de los hijos y de los nietos, con opresión en el pecho y puchero en la palabra, los vemos partir con la certeza de que tendrán cielos para volar; cierto, cielos muchas veces turbulentos y necesarios, donde se harán hombres y mujeres de valía modelados en el torno con que se perfila la personalidad, la reciedumbre y el carácter…

Lamentamos no poder acompañarlos en este viaje que es de ustedes, para vivir nosotros una vejez miserable en un sitio extraño, especialmente cuando se nos han amputado las querencias, cuando las circunstancias nos han bajado las santamarías a destiempo, cuando todavía teníamos mucho o poco que dar porque la vida es dar, a sentarnos en un sitio apacible y tal vez hermoso, a esperar silenciosos que acaezca nuestra muerte biográfica lejos del lar amado prenuncio de la muerte total, heridos por el desgarro del alma y obligados a posar en un cementerio de peregrina tierra donde no conoceremos ni compartiremos vicisitudes con ninguno de los tierra habientes que habrán de acompañarnos…

Sin embargo, esperanzados y con la frente en alto esperamos el domingo 6 de diciembre, porque no se puede aguantar tanto tiempo la saña destructora, porque hemos dejado hacer y pasar, porque la rebeldía ciudadana ha estado adormilada e inactiva, porque somos un ahora o nunca… Digámosles que ¡NO!, que ya es suficiente, que han demostrado su ignorancia, su maldad, su impericia, su deslealtad a la patria y a sus conciudadanos, su falta de compromiso, su voracidad insaciable y su extremosa indiferencia…

Vayamos este próximo domingo a aventurar la vida si fuera necesario, recordando lo dicho cuando don Quijote, con los espíritus renovados luego de los requiebros de Altisadora volviéndose a Sancho le dijo:

«—La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre; por la libertad así como por la honra se puede y debe aventurar la vida, y, por el contrario, el cautiverio es el mayor mal que puede venir a los hombres».

rafaelmuci@gmail.com

 

Elogio de las lágrimas…

Pensaba en mis nietos, apenas dos de ellos, adolescentes, podrían estar manifestando en la calles de Caracas en razón de su edad, pero residen en Montevideo y viajaron con su colegio a Santiago de Chile a medirse en una actividad deportiva y por primera vez su equipo ganó; los bautizaron: el varón perdió todo su cabello y la hembra apenas unos mechones de él, largo y hermoso, pero prometió recortárselo a nivel de los hombros; cumplirá su promesa… Mis tres nietos que viven en Londres de vacaciones, estuvieron en sus clases de oboe, guitarra y visitando el Tower Bridge,  el puente más famosos de Londres y ciertamente el más vistoso con su estilo Gótico Victoriano. El único que reside en Doral, Florida, un ¨gifted child¨, ávido lector debe estar leyéndose uno de los más de 80 libros que ha pasado frente a sus ojos, sin tramontar la cota de los diez, es responsable y como todos los demás piensan en sus abuelos y en el país de sus padres.  Ellos, por diversas razones decidieron como tantos venezolanos, buscar nuevos rumbos para asentar sus hogares… Todos siguen muy de cerca a los que aquí se quedaron, que manifiestan en las calles y desean retomar el país que se nos fue y un mejor futuro…

Los hindúes aseguran que hay tres tipos de lágrimas diferentes y se clasifican según el lugar del ojo desde donde que brotan.  Las llamadas ¨Vata¨ son las lágrimas que salen de la comisura del ojo que está más cercana a la nariz. Tienen un sabor amargo y su origen se debe al miedo y la inseguridad. Es el tipo de lágrimas que derramamos cuando nos encontramos en situaciones que no podemos controlar, y nos causan miedo y angustia. Las conocidas como «pitta» tienen un sabor amargo y se escapan por la parte central del párpado inferior. Se generan por sentimientos de baja estima generadores de inseguridad; por ejemplo, los celos, la competencia y la envidia. En fin, las designadas ¨Kapha¨ vertidas desde la comisura externa son lágrimas dulces, aunque no precisamente relacionadas con las alegrías. Si bien brotan cuando la felicidad nos enfrenta, o cuando estamos poseídos de un amor profundo, podemos derramarlas cuando nuestros seres queridos están lejos, y por ello abundan en esta tierra de gracia.

Muchos de mis alumnos y sus hijos van de protesta en protesta, enarbolando en su pecho el artículo # 350 de la Constitución que los invita, que los conmina, que los obliga a salir del cubano gobernante, siendo mal recibidos por un régimen dictatorial que ama el poder solo por detentarlo, que ha destruido la nación y sus instituciones; que ha pactado con el narcotráfico, con la guerrilla colombiana, con el jezbolá (¨partido de Dios¨ ¿qué clase de Dios podría ser este?) y con el dios de dioses, el dios dinero: coimas; regalos; casas, mejor mansiones; castilletes y automóviles de lujo mal habidos, todo en el exterior. El capo mayor a cada momento en Cuba, un poquito asustado buscando colarse bajo el ala de sus chulos, porque sepa usted que los dictadores y quienes los apuntalan, son profundamente cobardes…

 Eso sí, han enviado directas instrucciones de cómo abusar del poder sin contemplaciones, de la represión cruda y dura sin respetar ancianos, mujeres ni niños. El envío de las tropas élites de las Fuerzas Armadas Cubanas, las llamadas Avispas Negras, están en el país y prenuncian mayores desgracias. Nuestros hermanos de la guardia nacional y la policía bolivariana, amamantados con odio cerril en sus comandos, más parecería que son los enemigos acérrimos que nunca tuvimos y hasta lazan bombas lacrimógenas vencidas desde helicópteros sin mediar consecuencias. ¡Ay! Sus delitos no prescriben…

 Esas lágrimas duelen mucho, valen mucho; esas lágrimas de mi patria deben ser pagadas…

En las protestas de esta Semana Santa las vi de todos los tipos, pero en mucho de rabia y frustración, de coraje y decisión, de deseos de volver a ser más de lo que fuimos en el pasado y perdimos por irresponsables y cándidos…

Mi admirado amigo y compañero de la cátedra de medicina interna en el Hospital Vargas de Caracas, doctor José Félix Oletta nos envía un instructivo acerca de cómo resguardarse de los efectos de las bombas lacrimógenas; para eso y llenarse de armas destructivas  si hay dinero, ese del que carece el pueblo para comprar alimentos que no existen y medicinas esenciales. Los expondré en gráficos a continuación.

 

C

Con Platón desde la antigüedad, se enumeran cuatro virtudes cardinales: templanza, fortaleza, prudencia y justicia…

La prudencia consiste en elegir correctamente los medios hacia el fin último y obrar correctamente en cada caso particular. La fortaleza o valentía es la disposición a sobrellevar males y no retroceder ni ante la muerte en atención a fines elevados. La justicia es la firme disposición a reconocer a cada cual lo que le corresponde. La templanza o disposición a contener el placer sensitivo dentro de los límites de la razón. Trataremos de moderarnos –cuán difícil es en estos tiempos-, trataremos de ser humildes, trataremos de ser modestos y mansos, y ojalá que podamos tratar de ejercer la clemencia…

 

Pero nada se da por nada, hay que luchar, hay que decir lo que hay que decir, hay que hacer lo que haya que hacer, no sea que el día de mañana mis nietos y los nietos de otros nos reprochen, ¨-¿Por qué no hablaste… por qué nada dijiste… por qué nada hiciste… por qué permitiste que muriera la virtud y nos dejaran este erial como herencia…?¨. !Mucha razón tendrían…!

 

 

 

 

Elogio del doctor Jekyll, Mister Hyde y el Hospital Vargas…

 

«Lo que no mata engorda…», susurró el buenote de Juan Rebolledo con sus ojitos brillantes y unidos de cuchicuchi hambriento fijos en la hamburguesa «ene» veces refrita que el «perrocalientero» le extendía en medio de una nube de golosas moscas…

Del improvisado ajicero siempre dispuesto para satisfacción de gustos exigentes y refinados, espantó más moscas que compartían su «buen gusto» y sacudió fuerte para extraer de él algunas gotas de aquel cetrino y cenagoso líquido. Alegre se encaramó en su moto cobradora, destartalada y bullanguera, y tarareando el son de la salsa de moda se alejó serpenteante y contra el sentido de la flecha en medio de una nube de humo negro contaminante…

Setenta y dos horas no más bastaron para que aquella carga de ponzoña mordiera el tubo digestivo de nuestro héroe motorizado: Retortijones de tripas, diarrea que a poco se transformó en un «esputo rectal» de moco mezclado con sangre y un puja-que-te-puja en el excusado sin lograr del cuerpo nada dar… Los espeluznos y la fiebre vespertina tampoco demoraron en mostrarse, y mucho más retrasado arribó «un peso», «un sentir el hígado», que dio paso a un dolor al final del costillar anterior derecho que el resuello le cortaba reflejándose paleta arriba. El Hospital Vargas había sido siempre su paño de lágrimas y hasta allá se marchó a verterlas…

El joven internista de humano trato que le recibiera como perro perdiguero en la husma de su presa, de inmediato reconoció el olor de aquel rizópodo: «Primera consideración, absceso hepático amebiano; curación casi segura por la emetina parenteral y el metronidazol oral»-, dijo para sí. Juan pálido se torna y sale de nuevo espitado para el excusado. ¡Por favor, recógeme en esta cajita un poquito del moco que botes!, le atajó el internista antes del despegue. Una vez en sus manos, con paso redoblado se dirigió al Laboratorio Central para ver «en fresco», al microscopio y entre lámina y laminilla el moco recién emitido que le daría la razón, pues vería la forma trasluciente o agresiva—vegetativa— de la ameba histolítica. Había aprendido de sus maestros que «la ameba muere en los pasillos del hospital…», pues una vez retirada de su hábitat natural, caliente y húmedo, si uno no se apura deja de moverse y ya no podrá ser identificada.

En su veloz carrera, no prestó mayor atención a un pedestal con su busto marmolino que ignorado por la costumbre, se erige frente a la sala 20 y en el cual puede leerse, «Doctor Pablo Acosta Ortiz, 1864-1914. Homenaje de la Sociedad de Estudiantes de Medicina de la Universidad Central. 12-10-32». ¿Qué dirían entonces el doctor Elías Benarroch devoto guardián del busto por tanto años, y los entonces bachilleres Manuel Noriega Trigo y Eduardo Celis Sauné? Cuantos años de sudor y gestiones que costó desvelar aquel busto del «Príncipe de la Cirugía Venezolana» en terrenos del hoy centenario nosocomio para que hoy día nadie se pregunte. Y éste, ¿quién fue? ¿qué hizo…?

Y es que hablar de amibiasis en Venezuela equivale a mencionar a Acosta Ortiz, particularmente cuando sigue tratándose de una condición de endemicidad perenne en estos predios de higiénica aversión, tanto en su forma intestinal aguda (disentería) o crónica, como en su complicación más común, otrora llamada la «hepatitis supurada de los países cálidos», viejo nombre reemplazado por el de absceso hepático amebiano.

La ameba histolítica (de ꞋhistoꞋ: tejido y ꞋlisisꞋ: disolver) ingresa al individuo en su forma quística, especie de bunker microscópico donde el parásito adormila sin que casi nadie le perturbe. A través del agua o los alimentos pateados por moscas o cucarachas, o regados con residuos cloacales -práctica común en los plantíos de hortalizas aledaños al fétido río Guaire-, a través de la boca ganan acceso al tubo digestivo distal (colon). En ese medio propicio si el ambiente le es hostil bien puede quedarse encapsulada a la espera de una disminución en la capacidad defensiva local, o bien puede manifestar de una vez su capacidad de agresión.

En extraordinaria semejanza con el pasmoso caso del Doctor Jekyll y Mister Hyde de Robert L. Stevenson (1886), se nos presenta el amebiano cambio de carácter: A la luz del sol es la amiba una durmiente acorazada y anodina, pero no más al ingresar en las perpetuas tinieblas de la cavidad colónica, se apodera de ella un genio satánico y destructivo ¿Acaso no parecido a la dual naturaleza del hombre con su anverso bondadoso y su envés perverso?

Su forma vegetativa o «cometejidos» especie de microscópica gelatina insaciable, se desparrama propulsándose con falsas patas o pseudópodos, secretando sustancias digestivas de gran poder destructivo que destruyen los tejidos que penetra para así alimentarse de ellos. La expresión de su poder lítico da entonces lugar a la disentería amebiana con su cohorte de cólicos abdominales, diarrea que pronto es reemplazada por deyecciones de moco y sangre, y el terrible «pujo» con que el vulgo suele designarla, casi siempre en ausencia de fiebre o mal estado general. Es producto de numerosas ulceraciones que, simulando picaduras de pulgas o uñazos se ven por doquier en el colon, particularmente en sus últimos tramos izquierdos y en el recto.

En su desatado apetito llega a invadir las venas ganando acceso al torrente sanguíneo desde donde, como torpedos infectantes son disparados hacia el gran desaguadero de la vena porta que va a depositarlos en su última posta, la glándula hepática y especialmente en su lóbulo derecho. Por pelotones se atascan en aquellos ramales cuyo reducido calibre no les permite proseguir. Allí, las condenadas una vez más, ponen en funcionamiento sus taladros químicos y pasan al tejido del noble órgano al cual convierten literalmente en «pate de foie» –hepatitis amebiana—, para después formar cavidades rellenas con pus de aspecto achocolatado característico -absceso hepático amebiano-.  A menos que la amiba sea detenida mediante tratamiento médico oportuno y efectivo o evacuando el pus por punción o cirugía, se producirán graves complicaciones y aún la muerte misma.

En la época de Acosta Ortiz había que desalojar el pus mediante cirugía o la muerte casi segura, signaría el curso del enfermo. En asociación con el doctor Luis Razetti, «en cinco años (1894-99) operaron 69 enfermos de hepatitis supurada de los países cálidos con una mortalidad general de 24,60%«, que entonces no difería de los resultados obtenidos en países de mayor desarrollo. Eran épocas de poca asepsia, con anestésicos poco seguros y sin antibióticos, donde se necesitaba una verdadera vocación y decisión para hacer lo que debía hacerse.

¡Qué diferencia con estos tiempos de abundancia de recursos malgastados, donde nunca hay un pabellón de cirugía dispuesto pero sí mil excusas para no intervenir, porque ya los médicos no nos colocamos en el lugar del paciente pues hemos perdido la voluntad de servir!

El advenimiento de la emetina introducida por Roger en La India en 1912, libró posteriormente a muchos enfermos del escalpelo del cirujano. Pero se da el hecho de que en estas épocas de engaño, las casas farmacéuticas expenden metronidazol y emetina inefectivos, de baja calidad y aún sin previo aviso dejan de producirlas ante las enaguas indiferentes de las más altas autoridades sanitarias. Así que los enfermos tardan más en curarse y aún mueren tras penosa agonía a menos que se recurra a la vieja hepatotomía de Acosta Ortiz.

Nuestra memoria retrógrada perdida ha olvidado las lecciones de nuestros ancestros, e intereses ideológicos torcidos disfrazados de interés gremial o interés en el pueblo dirigen a nuestros jóvenes a espaldas del sufrido paciente. Quizá no fue infundada la angustia de Noriega Trigo cuando temió que por la apertura del Hospital Universitario de Caracas, «el monumento de Acosta Ortiz en el Hospital Vargas quedaría desolado y abandonado por las generaciones de estudiantes y médicos».

Los estudiantes y los médicos no nos hemos ido, pero la desolación y el abandono se exteriorizan en que ya nadie sabe quién fue ni cuál fue el gran legado nos dejó…

Peor aún, en tiempos más recientes de saña roja, de destruir por destruir, nuestros residentes se alejan en desbandada a otros rumbos donde se estime la excelencia y se acoja al talento joven…

Elogio de ahorro

¨Tan sólo el ahorro, la acumulación de nuevos capitales, ha permitido sustituir la

penosa búsqueda de alimentos a a que se hallaba obligado el primitivo hombre

de las cavernas, por modernos métodos de producción.

Todo avance por el camino de la prosperidad, es fruto del ahorro¨

Ludwig von Mises

 

  • Primer libro de Moisés llamado Génesis. Capítulo 41. El Faraón sueña con las vacas y con las espigas — José interpreta los sueños como siete años de abundancia y siete de hambruna — José propone un programa de almacenamiento de grano — El Faraón lo hace gobernador de todo Egipto — José casa con Asenat — José recoge abundante grano como la arena del mar —Asenat da a luz a Manasés y a Efraín— José vende grano a los egipcios y a otras personas durante la hambruna.

Primer y último libro del socialismo del Siglo 21. El mandón sueña con las vacas y con las espigas; Fidel Castro, gran gurú, interpreta los sueños como veinte años de abundancia con barril petrolero encima de los $ 150, agita las aguas en su beneficio, arrima la sardina hacia su sartén y lleva el agua a su molino… El amor platónico del otro conduce al beneficio de las vacas y las espigas a son expropiadas –robadas- por la revolución en ciernes. Desaparece a Chávez porque el fin justifica los medios y nombra al Ilegítimo para completar la faena; la torpeza del patán no deja pronto de hacerse ver: empobrece aún más al país, favorece la escases y la conflagración del hambre se cierne y se profundiza sobre el venezolano sin distingo de clase social, sin atenuantes ni salvadores…

  • Vengo de una familia edificada sobre roca por un libanés y una altiva flor de bora del llano guariqueño venezolano: Musiú José y Misia Panchita…, mis hermanos y yo fuimos el producto de un alegre y feliz encuentro entre dos lejanos mundos, el Oriente Medio y el norte de Sur América. Y así lo digo de voz en cuello: ¡somos hijos legítimos del kibbe con tabule, del arroz con lentejas, la caraota negra con carne mechada y tajadas…!

Quiere ello decir que venimos de donde el ahorro y la honestidad eran ley, y donde se ensalzaba la fidelidad. Éramos 6 hermanos varones y tres hembras y había que faenar duro. Por fortuna, los de su raza eran gente sana, industriosa, inteligente, dura y dispuesta para el trabajo sin pausa y la vida austera, que venían al país sin un centavo en el bolsillo pero con cinco mil años de ventaja en el arte del comercio, un legado de sus antepasados aquellos antiguos navegantes fenicios, y pronto eclipsaban a los nativos. Además de las virtudes que adornaban a los libaneses, aunque tenían fama de avaros, eran por lo contrario, también muy caritativos. Lo que muchos ignoran es que venían de una cultura de carencias en la que aprendían a guardar un equilibrio entre la abundancia y la escasez: Durante la cosecha se consumía lo necesario y se guardaba el excedente para los tiempos de penuria. Así, que fuimos criados en la estrechez y la frugalidad, esa que templa el espíritu, cuando paradójicamente, había abundante bienestar material. Heredaríamos la cultura de pueblos semíticos como árabes, judíos y fenicios. Esa, donde mi padre adquirió un alto sentido del ahorro, que como dijimos era visto como avaricia, que se llegara a comprender que su sistema metódico en el aspecto económico obedecía más a la necesidad de mantener un respaldo monetario en un país desconocido, que no de un afán puro de lucro. Para ellos no existían los golpes de suerte, sabían que ese trabajo metódico que enaltece, era el quid para alcanzar riqueza y compartirla…

A pesar de la holgura económica que se inició en mi hogar con la década cincuenta, nuestra educación fue muy estricta, exigente y vivimos sin ningún exceso. Estaría yo en quinto grado de primaria cuando luego de un recreo fui llamado a la Dirección del Colegio La Salle de Valencia. Me recibió el Hermano Heraclio León con su semblante hermético a quien por supuesto me acerqué muy temeroso. Introdujo su mano en el profundo bolsillo de su hábito y sacó un papel doblado en 4 partes. Lo abrió, me lo mostró y me preguntó si era mío. Asentí que efectivamente era de mi propiedad. Me lo devolvió con cara compasiva diciéndome,

-¨¡Caramba Muci, su casa es un cuartel…!¨

El papel en cuestión, se me había caído en el patio durante el recreo y el hermano que nos vigilaba lo recogió; no era otra cosa que una distribución, por horas, de lo que debía hacer durante el día, desde despertar a las 6.00 A.M. cuando él pasaba revista a una cajita cuadrada donde cada uno tenía cepillo y pasta de dientes, un peine, un jabón y Moroline® o petrolato como fijador del cabello, pasando por la hora de las tres comidas y las de estudiar, jugar y dormir. Al final, debía ser firmado con la sentencia previa de que su incumplimiento acarrearía la pérdida de la mesada –entonces ¨real y medio y cuartillo¨, o Bs 0.75- para asistir los sábados a la matiné del Teatro Imperio de Valencia.

Cuando en las mañanas me aprestaba a pasar revista en la Sala 3 del Hospital Vargas de Caracas, de elevado techo, largas ventanas ojivales y abundante luz, lo primero que hacía era mandar apagar las luces o apagarlas yo mismo. ¿Por qué lo hace doctor, si usted no es quien la paga…? Era la pregunta reiterada: -¨Un viejo resabio de mi infancia amigo, alguien paga por ella y malgastar la energía no está en mi norma de vida¨, -les respondía-. En mi casa debíamos apagar las luces si no la estábamos usando; el grifo y la regadera debían ser cerrados en forma intermitente mientras nos afeitábamos o nos bañábamos; la comida era abundante y podíamos repetir a condición de no dejar nada en el plato: si sobraba comida la comeríamos en la noche o al día siguiente; nada se desperdiciaba o se desechaba pues otros menos favorecidos que nosotros seguramente que la necesitaban. Los empleados comían la misma comida que la familia. Don José, mi padre, compraba los productos de aseo diario por gruesas: Jabón de Reuter, Moroline®, crema dental Kolinos® o Pepsodent®, peines y cepillos de diente, ello le permitía mejores precios y el consabido ahorro. En la cajita de marras cada hermano tenía lo necesario y mi padre se aseguraba que nada faltara. Un gran escaparate de tres cuerpos almacenaban las compras perfectamente ordenadas. El Tricófero de Barry® para el crecimiento y lozanía del cabello y el «Eau de Cologne¨ o Agua original de Colonia de Jean-Marie Farina®, no faltaban en mi casa. El papel higiénico –producto preciado en estos vergonzosos tiempos – no se apuñaba para la limpieza, sino se empleaban 3 o 4 cuadritos las veces que fuera necesario. A medida que crecíamos y los pantalones se hacían ¨brinca pozos¨ y el bajar el falso ya no era posible y las camisas apretaban, pasaban al hermano inmediatamente inferior. Con alborozo, lo tomábamos como un estreno. En fila india y cercano a la navidad, todos íbamos al zapatero quien nos tomaba las medidas sobre un pedazo de papel blanco realizando una plantilla y nos confeccionaba los zapatos, un par por año. Un reloj Cyma era lo justo; uno para cada uno, sin preferencias. Mi madre nos elaboraba las pijamas, eran indestructibles: era muy perfeccionista, pulcra y se tomaba su tiempo, así que debíamos esperar pacientemente por los esporádicos estrenos. No había titubeo ni regateo para los libros, artículos escolares o deportivos: mi padre los proporcionaba sin chistar. Aprender, dedicarnos para destacarnos en los estudios, no mentir, tener un horario y un lugar para cada cosa –y cada cosa en su lugar-, para todo, quizá nos hizo neuróticos, pero sarna con gusto no picaba y aún no pica…

Mi hermano José, el primogénito y mayor de los varones, nos había señalado la senda de la excelencia en los estudios, esa que mi padre nos exigía con firmeza. La medianía no era tolerada en mi casa: debíamos ser siempre los mejores, siempre sobresalientes. Y así era, estábamos becados por la Providencia y teníamos que ser acreedores a los bienes de un hogar pródigo y responder en consecuencia. Criar un cuadro de familia no era nada fácil; el ejemplo de un padre trabajador y visionario en los negocios, de un filósofo graduado en la dura escuela de la vida donde hubo frío, desamparo y hambre, habían templado su carácter y se nos ofrecía como ejemplo; su consejo era requerido por muchos que veían en él un paradigma de justicia, rectitud y sencillez, ejemplo a seguir. Nunca tuvo escolaridad, pero hizo edificar una escuela en su pueblo Rammah, en la provincia de Akkar, Líbano, y desde la distancia pagó por un maestro para que los niños locales y de poblados vecinos tuvieran educación, esa que él no había podido tener. Trabajó hasta los 91 años, hasta un sábado luminoso en que regresaba de su tienda; allí le buscaban para un consejo o una ayuda económica; nunca supimos a cuántas personas ayudaba en silencio; ese mismo día Átropos, ¨la inflexible¨, cortó el hilo de su vida de un tajo y en el que El Señor lo llamó a rendir cuentas, y a preguntarle por los talentos que le había dado en prenda; el corpulento cedro libanés presentó sus cuentas en regla, nada faltaba, todo había sido aumentado y Su señor le respondió: «¡Hiciste bien, siervo bueno y fiel! En lo poco has sido fiel; te pondré a cargo de mucho más. ¡Ven a compartir la felicidad de tu Señor!»

Todas aquellas reglas que luego trasladamos a nuestros hogares, nos enseñaron a ser parcos, sencillos, estudiosos y humildes, y nunca ser lo que no éramos… Nos alentó a compartir lo que tuviéramos fuese dinero o conocimientos y siempre a ser un ejemplo ciudadano… ¡Cuida los centavos que los bolívares se cuidan solos…! A menudo se le oía decir… Nunca jures por tu honor si no sale de tu corazón… Nunca pidas fiado, no adquieras deudas innecesarias, y de necesitarlas, págalas con prontitud; mantén tu crédito; haz que tu palabra valga más que un simple documento refrendado con tu firma…

  • La patria es un gran hogar donde existen roles simbólicos de padre y madre expresados en sus gobernantes que sus gobernados podrían estar tentados a copiar: ejemplos de beneficencia y de maleficencia, virtud y vicio, solidaridad y desapego o individualismo, rectitud o ignominia, justicia o arbitrariedad, ahorro o derroche, magnanimidad o ruindad e infamia, mentira o sinceridad y franqueza, bondad o maldad, honradez y corrupción…

 La mayoría de nuestros gobernantes no han comprendido su rol y no han sido buenos ejemplos a copiar: En la historia republicana del país y especialmente en los últimos 17 años hemos sido vapuleados por los malos ejemplos que cunden como mala hierba… Los mandatarios han dispuesto de la cosa pública como si fuera propia, sin consulta, sin concierto, si presentar cuentas y sin una pizca de sentido común. Han robado pues, porque cuando se dispone de lo que no nos pertenece, aunque sea para buenos propósitos, se está robando (María Corina dixit)… Es sabio conservar y aprovechar las herencias; las hemos tenido hasta la saciedad, sobre todo si son tan buenas como la que nos dejaron nuestros mayores. Y todo aquel que dilapida una herencia, termina arruinado en lo moral, económico y cultural. Es tan increíble la catástrofe nacional que uno se pregunta, ¿De qué hogares tan disfuncionales surgieron los capitostes del régimen…?

La audacia del ignorante ejemplificada en Chávez, un pobre muchacho que quería ser aceptado socialmente –y repartiendo el dinero que no le pertenecía por todo el mundo lo fue hasta que le duró el dinero-; le transportó una locura sideral, empleó la magia negra, le cambió el nombre a Venezuela, profanó la bandera y el escudo nacionales, el bolívar llamado fuerte resultó una macabra mueca, cambió el huso horario, derribó la estatua de Colon y decretó el día de la Resistencia Indígena –y mire que esos connacionales aún siguen resistiendo los embates del olvido, la depredación de sus tierras y la contaminación por sus curso de agua por el mercurio-; fue hipnotizado por los chinos y sacó a los expertos de la faja del Orinoco para solo lograr improductividad, expropió fundos, haciendas y emporios de riqueza agrícola y pecuaria para dejar cenizas irrecuperables; ¡Ahh!, compró relojes de marca y costosísimos aviones y los dejo pudrirse para terminar viajando en aviones cubanos, pagó deudas que no eran nuestras con dinero ajeno; se rodeó de ministretes también ignorantes, audaces y corruptos que llenaron de dólares sus alforjas sin fondo y las siguen llenando…

La ruina venezolana en medio de la riqueza nos llena a todos los ciudadanos de una gran vergüenza; el producto interno bruto descendió de $11.450 en 2012 a $4.417 en 2015, en la cola de Latinoamérica. De la antigua Pdvesa nada queda: miles de técnicos fueron despedidos y reemplazados por activistas políticos, manganzones y reposeros, y el resultado es que ha sido totalmente destruida, está severamente endeudada y es irrecuperable como negocio: su misión empresarial perdió el rumbo, se ocupó de lo que no debía y hasta puso a los generalotes a quienes compró y puso a vender papas. La CVG fue envilecida, escarnecida y arruinada por sindicaleros del chavismo.

La historia de la depredación socialista por supuesto que no termina aquí, sería tedioso continuar el inventario de calamidades sin echarse a llorar nada más pensando, ¿Cómo y por qué los dejamos antes y cómo seguimos permitiéndoselos en el ahora…? Podemos atisbar con claridad lo que nos depara el futuro, un país fallido, un país ruinoso, miserable y enfermo de cuerpo y alma, un país en franco infradesarrollo con niños de bajo peso cerebral dispuestos a ser manejados por el dictador de turno…

  • Muchos hogares como el mío existían doquier en mi época, éramos abstinentes y ahorrativos, no estábamos muy pendientes de las modas y abrazábamos el estudio con coraje y decisión; muchos de mis compañeros provenían de pobres comarcas del país; pasaron muchísimo más trabajos que yo que era un becado, y luego fueron exitosos y productivos. Ahora comprendo cómo mi padre decía que le dejaran gobernar el país por unos años y verían en qué emporio lo convertiría, cuando veía tanta riqueza ociosa, tanta palabrería hueca y estúpida, tan poco amor por la tierra y tan pocos patriotas dispuestos para el trabajo y para defender la patria…

Cuando llamen a estos sujetos para responder por los talentos que le fueron otorgados y vean que lejos de invertirlos los gastaron malamente, «los arrojarán en el horno de fuego; allí será el llanto y el rechinar de dientes…»
Mateo 13,42.50

rafaelmuci@gmail.com;

Elogio del genocidio… (redivivo 3)

Hoy 15 de marzo de 2019. Ya la palabra «redivivo» creo que me cae gordo… No sé desde cuándo estoy escribiendo sobre la injerencia cubana –yo debería saber, que sí sé: desde que escribí una carta pública al embajador cubano en marzo de 2001 (https://www.analitica.com/opinion/carta-del-dr-rafael-muci-mendoza-al-embajador-de-cuba/); léase bien, hace 17 años y mire que he sido repetitivo con el tema de Cuba y los médicos cubanos que implantaron la mediocridad: nadie o muy pocos hicieron caso. Pues bien, la catástrofe al fin llegó: Mi país está en una situación lastimosa luego del largo apagón e ignoramos cuántos han fallecido durante este genocidio inducido y gestado en Cuba…

El mensaje premonitorio de Delcy, ¨la sin entrañas¨, es infeliz y despiadado: ¨Esta es apenas una mínima parte de lo que somos capaces de hacer…¨. Pero mire usted, saldremos victoriosos, el Estado lastimoso y su gobierno esperpéntico oyen ya las campanas tocando a rebato, señal de que debemos echar el resto y sacar estos miserables asesinos…  

Hoy 04 de junio de 2017 reproduzco el artículo que fuera escrito hace un año, el 13 de marzo de 2016; si bien las circunstancias se han agravado desde entonces en todo respecto, no es menos cierto que la conglutinación de voluntades hace temblar el estamento cubano, porque esa es la maldición que llevamos a cuesta gracias al traidor mayor Hugo Chávez y a quien lo sigue. El genocidio ha continuado, estamos muriendo por efecto de balas de militares y paramilitares, pero a nuestro pueblo, en especial los chiquitines se les mata lentamente de hambre, desnutrición, suciedad, desabasto, inflación y pobreza catastrófica. No puede haber atenuantes para quienes con tanta crueldad y saña matan para mantener un estado de cosas intolerable e inaguantable. Veinticinco mil cubanos –tal vez más- en nuestro territorio entrenados para matar es demasiada afrenta. Pero el pueblo venezolano nunca será el cubano, por sus venas circula un influjo democrático indetenible. Desde el corazón de los jóvenes toda Venezuela se activó, y no valdrá armas para detenerlos. Cada uno que muere, es arrestado o maltratado enciende más la mecha de la libertad. El arcángel San Miguel Jefe de los Ejércitos de Dios con su espada y nosotros, echará a los malos y al Malo

Ω 13 de marzo de 2016. Cuando escribo estas páginas, transitamos por un período de luna nueva, novilunio o interlunio, luna oscura o luna negra: esa luna que no refleja luz y no es vista desde la tierra. Época de nuevos comienzos, época de consagración y dedicación a los más exaltados ideales a los que aspira una persona o una sociedad, porque el final de cada mes lunar es también tiempo de introspección y retrospección, por tanto, debemos examinar cuidadosamente todas las tareas realizadas en el mes que recién termina, observar en qué hemos fallado para cumplir nuestros más caros ideales e intentar descubrir y analizar la razón de los fracasos.

Período de intensa energía, impulso para el inicio del siguiente tramo de nuestras vidas; treinta días más que pasarán muy rápido, briznas de paja en el viento, descuento de lo que nos resta por vivir: urgencia de hacer y pronto, y con pie seguro para no dar un traspié… Época favorable para abonar y arar la tierra, tiempo de sembrar, pero también la fase indicada para abastecerse y acumular energía; tiempo de cuidar y restablecer…

Nos sorprende el ciclo lunar en medio de gran turbulencia política: el ingente deseo de un cambio de un modelo malogrado y corrompido, perverso y depravado, libertino e inicuo llama a su final, los autores del despojo se resisten, están dispuestos a sacrificar con pasmosa frialdad todo un país porque su piel trasuda maldad; son lo peor de la especie humana bajo la tutela de la impunidad que los arropa…

Conforme a lo dispuesto en los artículos 83, 84 y 85 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, el Estado está en la obligación prioritaria de promover la salud, la prevención de enfermedades y el desarrollo de actividades tendentes a la cura y rehabilitación de los enfermos, garantizando un tratamiento oportuno. ¡Letra muerta por virtud de manos de irresponsables…!

El genocidio es un delito internacional clasificado dentro del grupo de crímenes contra la humanidad y el mismo consiste en el exterminio sistemático de un grupo social motivado, entre otras razones, por cuestiones de raza, etnia, religión, nacionalidad o pensar político. Generalmente es llevado a cabo por un gobierno que se encuentra a cargo del poder del estado. Permítaseme el atrevimiento de ampliar el concepto incluyendo entre otras, la simple motivación de ¨encontrarse, saberse o creerse enfermo¨, ser anciano o niño de la calle, hoy despreciado ¨hijo de la patria¨… El caos sanitario mana de sí dolor, indignación y repulsa pues, ¿es qué no es genocidio el negar los recursos necesarios para que los ambulatorios y hospitales públicos puedan funcionar eficientemente mientras serviles al régimen lo tienen todo asegurado y viajan al primer mundo en procura de salud?, ¿no es homicidio intencional el que el 65% de las medicinas incluidas en la Lista de Medicamentos Esenciales, publicada por la Organización Mundial de la Salud,  no puedan ser adquiridos debido a su inexistencia?, ¿es qué no es genocidio detener el tratamiento de un hipertenso o de un diabético, de un canceroso o un sufriente del virus de la inmunodeficiencia adquirida, de un hemofílico o de un niño con cáncer?, o es que un lapso de muchos meses desde que una mujer al momento de bañarse, se nota un bulto en la mama y que con extremosa incertidumbre y angustia deba esperar otros tantos meses para que pueda ser estudiada, biopsiada e intervenida y luego acaecerle un INRI o titulus de condena similar al de Jesús de Nazaret, luchando por conseguir el inicio o conclusión de un tratamiento que el Estado está obligado a suministrarle pero que por indiferencia supina no lo hace…; o es que la vida de un diabético descompensado dependiente de insulina se decida en horas porque la insulina escasea o no se consigue…

¡Sentencias de muerte inmerecidas por doquier dictadas por burócratas que deberían proteger a sus gobernados pero engordan su hacienda!, o es que la rotura de un aneurisma intracraneal -una emergencia neuroquirúrgica que clama por rauda acción– sea decena de veces pospuesta porque no hay pabellones operativos, anestesiólogos ni necesarios insumos, y cuya solución pueda tomarse hasta 3 meses siendo que la muerte por resangrado sorprende al desvalido en la espera…, o es que en los hospitales no exista ¨solución salina al 0.9%¨, eso que legos llaman ¨suero fisiológico¨ y cuyo rumboso nombre sólo esconde su modesta composición: ¡agua con sal…!, o es que de acuerdo con la memoria y cuenta del Ministerio de Salud de 2015 ignoran que 20 de cada 1.000 recién nacidos mueren, ¡100 veces más que en 2014! ¿es o no es eso genocidio?, ¿No es genocidio cuando los programas de vacunación infantil están detenidos se arrastran malamente, las vacunas proceden del exterior a través de un convenio con Cuba ignorándose detalles de registro, efectividad e inclusive si cumplieron con la cadena de frío?; o no lo es cuando se obliga a jóvenes entusiastas a emigrar por miles a buscar trabajo en el exterior con el corolario de desarraigo familiar y exilio indirecto a otros países cuando hacen tanta falta aquí donde son execrados, humillados y mal queridos.  

Todo ello nos ha conducido a una «crisis humanitaria de salud¨ porque se están muriendo pacientes venezolanos por la falta de piedad y medicamentos y porque el sistema de salud del socialismo del siglo XXI ha colapsado por el propio peso de su ineptitud e insania. Transitamos por la «peor crisis de la historia», pues el Gobierno invierte apenas el 4,3% del producto interno bruto en el sector salud, mientras que Bolivia destina el 6%, la Argentina 8% y Colombia 9%. No cabe duda pues que hay que activar los organismos transnacionales como la Cruz Roja, la Organización de las Naciones Unidas, la Organización Panamericana de la Salud, entre otros, porque no podemos dejar morir de mengua a la población. Pero muchos de ellos reciben estipendios para mirar de lado, para no denunciar lo que aquí pasa y ¡punto!

En otro contexto, es qué, no importa que en el país existan 15 millones de armas en manos de civiles que matan a un ciudadano inocente cada 20 minutos; ¿no es un genocidio que Cavim (Compañía Anónima Venezolana de Industrias Militares) y los militares que la dirigen vendan balas a los delincuentes para que con ellas en forma cruel nos corten sin razón el hilo de nuestras vidas y que buena parte de ellas ocurra en adolescentes o adultos jóvenes…?

Es la línea isoeléctrica de la detención aguda del corazón de Venezuela, esa que Rayma Suprani la comunicadora social y caricaturista trasplantó con acierto en la rúbrica del padre, iniciador y propulsor del genocidio venezolano, Hugo Chávez, aquel que decía que ¨ser rico es malo¨ mientras su familia ha amasado siderales fortunas; ese que aventó la lucha de clases, el que incitó a delinquir, inicialmente dirigido a destruir a la clase media, pero la maldad y sus derivaciones fríamente calculadas, hizo que permeara hacia los estratos más humildes; es el coma profundo del alma y de la humanidad de mequetrefes que regulan nuestras vidas, es sequia de ideas, es dejar pasar, es la inacción total, permitir que la muerte no merecida ni llamada nos busque antes de tiempo… Sin pudor, recato ni contención han enterrado la moral, la ética y las luces, la honra y la liberación del hombre por sobre su instinto animal…

De acuerdo con la memoria y cuenta del Ministerio de Salud de 2015, los convenios internacionales que ha adquirido Venezuela desde 2011 relacionados con el sector salud ascienden a 4.091.696.266,73 dólares. El año pasado, para los contratos con Argentina, Cuba, China, Uruguay y la Organización de Naciones Unidas se ejecutaron 1.405.005.439,88 dólares para adquisición de medicamentos, insumos y equipos médicos, que no paliaron la situación de escasez que vive el país. La Federación Farmacéutica Venezolana aseguró que en enero el desabastecimiento era de 80% y en febrero la Asamblea Nacional decretó una crisis humanitaria. ¿Cómo podría esto denominarse sino empobrecimiento colectivo como medio de dominación política?, una forma de negligencia criminal, una forma de genocidio…

La Esperanza fue una divinidad honrada por los romanos; era según los poetas, hermana del Sueño que da tregua a nuestras penas y de la Muerte que las termina… La Esperanza es desear que algo suceda: la conjugación de la esperanza de todos hace lo que ya está sucediendo en nuestro país, un deseo ingente de cambio, un intenso deseo de crecimiento, su color verde es característico y emblema de la naciente verdura que presagia la cosecha de los granos; la Fe es creer que va a suceder y si todos al unísono, unidos de las manos así lo creemos, sucederá; y la Valentía es hacer que suceda…

Apoyemos a la Asamblea Nacional con sus errores y aciertos, integrémonos en la defensa de la patria, dejemos nuestras cómodas posturas, no tengamos miedo, incitemos a otros a seguirnos y más pronto que tarde, veremos los resultados de nuestro esfuerzo…

¡La libertad total! ¡Viva Venezuela!

Invitación a la Academia Nacional de Medicina Jueves 31 de enero a la 9.30 am

Curso teórico-introductorio El Fondo del Ojo en la Enfermedad Sistémica. INVITACIÓN

 

 

Hospital Vargas de Caracas

Unidad de Neurooftalmología ¨Dr. Rafael Muci-Mendoza¨

Cátedra de Clínica y Terapéutica Médica B

Escuela de Medicina José María Vargas. UCV.

Con el auspicio de la Asociación para el Desarrollo de la Medicina Interna y la Neurooftalmología (ASODEMINO),

Sociedad Médica Santiago Salcedo Bastardo (AMSSB, Clínica El Ávila),

Sociedad Venezolana de Medicina Interna, Sociedad Venezolana de Oftalmología

 

Invitan al Curso

 El Fondo del Ojo en

la Enfermedad Sistémica

Curso Teórico-Introductorio 2019

Quincuagésima versión

 

Director y Expositor del Curso

Dr. Rafael Muci-Mendoza, FACP

Duración 15 semanas (24 temas)

Local Auditorio Santiago Salcedo Bastardo Clínica El Ávila, 7° piso

6ª. Transversal Altamira con Avenida San Juan Bosco. Caracas.

Fecha de Inicio del curso: viernes 1° de febrero.

Finalización viernes 24 de mayo. Se otorgará certificado de asistencia.

Día y horas: viernes, 6.45 AM – 8.45 AM –¡puntualmente!

Valor del Curso: Profesionales BsS: 10.000, oo y Estudiantes y residentes BsS:  5.000, oo

Cupo limitado a 120 asistentes.

Información e inscripciones: Secretaría de la Cátedra de Clínica Médica B ( Hospital Vargas de Caracas, Sala 3, llamar am). Teléfono Sra. Tania Alarcón   0424-121.50.09

Transferencias a nombre AMSSB. número de identificación

Rif. J-302055490. Banesco Cuenta Corriente  0134-0343-1534-33055754 -entregar comprobante de pago-

Se agradece a médicos y estudiantes de medicina divulgar este único aviso

La bella durmiente del Hospital Vargas… Elogio al enigma del estado vegetativo permanente

Publicado en la Gaceta Médica de Caracas, 2014;122: 298-303

Resumen

 Se presenta el caso de una paciente de 24 años de edad que a raíz de un accidente anestésico desarrolló un estado vegetativo permanente que la mantuvo viva y hospitalizada durante un lapso de treinta años. Las vicisitudes en torno a la causa del daño cerebral y su larga permanencia hospitalaria destacan su drama y el de su familia y se utiliza para actualizar facetas del tema.

Palabras clave. Coma. Hospital Vargas de Caracas. Accidente anestésico. Hipoxia. Estado vegetativo permanente.

Summary

 The case of a 24-year-old who developed a permanent vegetative state, which kept it alive and hospitalized for a period of thirty years following an anesthetic accident and the vicissitudes surrounding the cause of brain damage and his long hospital stay shows his personal and family´s drama and is used to update aspects of the subject.

Key words. Coma. Hospital Vargas de Caracas. Anesthetic accident. Hipoxia. Permanent vegetative state.

 

Introducción.

 Hasta parece una historia imbuida de realismo mágico y su interés de mostrar lo inusual, lo irreal o lo extraño como algo cotidiano y común…

La bella durmiente del bosque es un cuento de hadas nacido de la tradición oral y hecha memorable a través de los relatos de Charles Perrault (1697), los Hermanos Grimm: Jacob y Wilhelm (1812) o Walt Disney (1959). Tras un período de larga esterilidad, un rey y su reina tienen una hija llamada respectivamente según los autores, Talía, Dornröschen («rosita de espino») o Aurora. En honor de la niña invitan a un gran festejo donde varias hadas mediante encantamientos le otorgarían dones positivos. Pero entonces irrumpe una que olvidaron invitar y furiosa, sentencia que al crecer la niña y llegar a los 16 años se pinchará un dedo con un huso y morirá. No obstante, otra de las hadas buenas invitadas, mitiga la maldición: la princesa se pinchará con un huso, pero en vez de morir dormirá durante un siglo. Cuando se han cumplido los 100 años predichos, la princesa con el beso del príncipe es despertada al igual que todos los habitantes de palacio, incluido los reyes. Es el esperado final feliz de un cuento de hadas, pero… no, no siempre ha sido así.

El Hospital Vargas de Caracas o más sencillamente ¨el Vargas¨, posee un caudal de historias y hechos para ser contados. 126 años no son pocos y ¿cuántas anécdotas tristes o alegres, trágicas, cómicas o tragicómicas se han forjado en sus ambientes entre salas colmadas de dolores irredentos, jardines centrales, pasillos, arcadas ojivales y frustración de médicos y pacientes…? Algunas seguramente olvidadas, otras rescatadas de la desmemoria, ciertas guardadas celosamente por sus protagonistas que nunca se darán a conocer, en fin, otras echadas a la cuneta de la amnesia en los caminos del tiempo.

Este relato concierne a una verídica historia y ocurre para ser precisos un desventurado 4 de octubre de 1956: Llamémosla Anita Pérez, hermosa flor caraqueña de 24 años, mujer en ciernes que era, miss de entonces: ganadora del certamen ¨Novia de Caracas¨, poseía un lindo rostro y estaba dotada de casi todo… Pero, como ocurre en algunas mujeres, le amargaba y acomplejaba el hecho de no tener un desarrollo mamario como el de sus amigas. Oyó decir que para que el crecimiento mamario ocurriera, debía operarse de las ¨agallas¨[1]. Una amigdalitis aguda le hizo regresar de un viaje al Norte, y con bríos dignos de mejor empresa, con la colaboración de un familiar médico, fue a operarse en el ya cincuentenario Hospital, a tener una negra cita con el destino… Sería una intervención quirúrgica sencilla, una amigdalectomía… Dos anestesiólogos se compartían el trabajo e iban y venían entre los cinco quirófanos; uno de ellos fue avisado por una enfermera de que algo no andaba bien…

Ante el asombro y terror del responsable de dormirla, el depósito de cal sodada se calentó anormalmente, la sangre se tornó oscura y los cirujanos fueron avisados; se detuvo la intervención, la paciente tenía un paro cardíaco que solucionó el doctor Victorino Márquez Reverón abriendo el tórax luego de una prolongada apnea de quizá 15 minutos y dando un masaje cardíaco directo … Eran tiempos en que aún no se conocía bien la resucitación cardiopulmonar, así que el daño cerebral inducido fue categórico e irreversible…

¿La causa? No existían entonces las sofisticadas máquinas de anestesia de hoy día. Estaban conformadas por un soporte metálico con ruedas donde se sujetaban los cilindros de los gases: una para el oxígeno, de color verde, y otra de color gris, para el anhídrido carbónico (carbógeno), este último empleado para estimular al paciente en caso de apnea. Debido a lo pequeño de su tamaño y al elevado número de casos anestésicos por día, debían ser rellenados continuamente.

Formaba parte de la máquina una bolsa de goma que se inflaba y desinflaba con cada respiración del paciente, y además un envase de vidrio con cal sodada o mezcla de óxido de calcio e hidróxido de sodio empleada como agente absorbente de dióxido de carbono (CO2) exhalado por el paciente. Un hecho significativo era que ese depósito se calentaba con la respiración del paciente: Para ese entonces, los cilindros de carbógeno ya no se empleaban y generalmente el espacio que ocupaban en la máquina permanecía vacío. La causa del trágico accidente tuvo un motivo. Tal vez, por el influjo de un espíritu maligno, el jefe del servicio había ordenado al encargado de recargarlas que vaciara los cilindros grises contentivos de carbógeno y una vez libres, los pintara de color verde como símbolo de su contenido y los rellenara de oxígeno. Uno de los cilindros fue pintado pero no vaciado del carbógeno que almacenaba… El día de la intervención el médico personalmente y no la enfermera atendió a Anita en el quirófano de otorrino para darle la anestesia.

Gran revuelo en el Hospital al correr la infausta noticia. Para colmo era sobrina de un ministro de Pérez Jiménez y además, tenía dos hermanos médicos. La culpa y la persecución por supuesto, recayó sobre el anestesiólogo, pero, ¿cómo podría él saber del monstruoso cambio de gases?, ¿quizá se dejó sentir la mano de la bruja Maléfica de la película de Disney…? No puedo imaginarme ni sentir en carne propia la jugada que le tendió el destino a la paciente y a su médico. Verse involucrado en un drama tal, acusado por propios y extraños, poniendo en peligro su práctica en ciernes; pero luego de una prisión de tres meses en la Cárcel Modelo fue liberado y librado de toda culpa. El tiempo sanó pero no curó del todo las terribles heridas que suele dejar el sentimiento de culpa, que aún ronda por allí. Por fortuna salió con bien del tercio, buscó refugio en otra especialidad donde se desarrolló y se ha hecho respetar por ser hombre de bien, honesto, admirado por sus alumnos y querido por sus pares…

Lo cierto es que Anita permaneció como dormida por cerca de 30 años. La madre nunca quiso llevársela porque ¨el hospital se la había matado y debía proporcionarle cobijo y cuidados¨. Y así fue –caso extraordinario-, como una sala completa del Hospital, la 19, fue forzosamente habilitada como su residencia, con comodidades para la enferma y su madre, sala de estar, un humilde comedor, nevera y una puerta de madera con un candado que señalaba el sitio. Su madre, una señora de escasa estatura, de tez y cabello muy blancos, siempre sigilosa, siempre a su lado, brindábale cuidados y mimos a raudales, y permanecía de pie ante la puerta como el cancerbero de la estancia y por supuesto, celosamente guardaba a la durmiente de curiosos y entremetidos.

No entraba sino la camarera para el aseo y el doctor Herman Wuani Ettedgui quien desde el propio día del accidente la había atendido porque se encontraba de guardia. Diecisiete días estuvo sin ir a su casa, tal fue la presión ejercida desde la dirección, y a partir de ese momento se convirtió en su médico de cabecera. A menudo era llamado por la madre, y muchas veces la vimos montándole guardia en la puerta de la sala 2 para solicitar su asistencia.

En el recinto hospitalario Anita se hizo mujer, su ingente deseo le fue concedido: le crecieron las mamas y además, más tarde la menopausia precoz también hizo su presencia hallándola encamada. El cuidado solícito de la madre impidió que desarrollara escaras o úlceras resultantes de la presión prolongada sobre prominencias óseas o cartilaginosas especialmente en la zona de los talones, sacro y glúteos –trocánteres-. Un coma prolongado, una profunda inconsciencia o más propiamente un estado vegetativo permanente que no de muerte cerebral la dominaba…  Anita estaba viva, pero más parecía una bella durmiente, incapaz de pensar, hablar, caminar o responder órdenes, pero no, no podía moverse o responder a estímulos de su entorno. Mantenía sin embargo las funciones no cognoscitivas, de hecho su respiración, la circulación, la deglución, su patrón de vigilia-sueño se conservaban intactos; estaban presentes movimientos carfológicos[2] como el mover las manos en búsqueda de un algo ausente o una actitud de alisar la sábana sin alisarla. Se encontraba en un profundo sueño producto de un encantamiento, su cuerpo bajo las sábanas, inmóvil, recostada su cabeza sobre una gruesa almohada con medallas de vírgenes y estampas milagrosas que ya nada podían hacer por ella; su mirada inútil se perdía en el vacío porque aunque abría sus ojos no veía y sus globos vagabundeaban cuando era llamada por su nombre o cuando oía ¨¡llegó el doctor Wuani!¨; al mantener la deglución, podía comer lo que su madre llevaba a su boca y nunca se desnutrió porque consumía cerca de 40 compotas de diversos componentes por día, y siendo que algunas veces aspiró el contenido hacia sus pulmones, nada serio ocurrió. Tuvo además otras complicaciones como infecciones urinarias deparadas de una sonda de Foley permanente, una anemia hemolítica inducida por un antiepiléptico administrado, candidiasis cutáneas y otras molestias menores. En un reportaje en la revista «Momento» del viernes 15 de febrero de 1957 firmado por Luis Buitrago concluía el periodista, ¨Entró en la región de la muerte sin haber muerto del todo…¨ (1).

En su caso, un daño posanóxico cerebral fue el responsable de la extensa y masiva lesión cerebral que desembocó en el coma. Un electroencefalograma mostró una monótona línea isoeléctrica decidora del silencio neuronal.

Aunque muchas personas superan el coma pudiendo o no tener limitaciones físicas, intelectuales o psicológicas que necesitarán de ayudas especiales, ese no fue su caso, nunca progresó más allá de respuestas reflejas básicas ni recuperó el estado de consciencia. La causa de su muerte fue la que tenía que ser… una neumonía largamente evitada pero tal vez bienvenida por Anita.

¿Sería que Anita podía pensar? Pero no…, no sabemos si en esas circunstancias se piensa.

Mil preguntas, tantas sin respuesta vuelan de inmediato: ¿cuáles son los límites de la conciencia?, ¿qué define el que algunos pacientes puedan despertar del coma y otros no?, y si es que hay procesamiento emocional, ¿puede medirse?, ¿qué implicaciones legales y morales y bioéticas se plantean en estos casos? Neurólogos e investigadores, ayudados por las nuevas técnicas de diagnóstico por imágenes, están tratando de responder a estas preguntas. Una tomografía funcional por emisión de positrones (PET-scan) no existente entonces, tal vez pudo haber mostrado cambios propios de irreversibilidad… (Figura 1)

Posner (2007), define el coma como un estado ausencia de respuesta en el cual el paciente yace con los ojos cerrados y no tiene conciencia de sí mismo y lo que le rodea (2). La escritora chilena Isabel Allende en su libro autobiográfico ¨Paula¨ (1994) (3), define el estado de coma, ¨como un dormir sin sueños, un misterioso paréntesis…¨. En él recrea con dolor el cuadro clínico-evolutivo de su hija, portadora de una porfiria aguda intermitente[3] que la hizo vulnerable a la devastación neurológica que sufrió luego de una dosis exagerada de calmantes. Paula se mantuvo en estado de coma persistente durante doce meses cuando murió. El paréntesis de Anita fue uno largo, y muy largo, y a pesar del olvido que rodea su caso, un espeso sentimiento de culpa aún se enseñorea por el ala quirúrgica de mi hospital…

 

[1] La palabra ¨agallas¨ como sinónimo de amígdalas, no figura en el Diccionario Terminológico de Ciencias Médicas (Salvat, 1947), y en el Diccionario de Habla Actual de Venezuela (UCAB, 1994), figura la acepción poco fidedigna de, ¶ ¨ Apéndice carnoso que cuelga del velo del paladar¨…

[2] Movimiento involuntario y continuo de las manos, como si fueran a coger algo al vuelo o buscaran algo en las ropas de la cama; se observa en enfermos graves, en casos de delirio por hiperpirexia, en meningitis y es considerado un signo preagónico.

[3] Las porfirias son un grupo heterogéneo de enfermedades metabólicas, generalmente hereditarias, ocasionadas por deficiencia en las enzimas que intervienen en la biosíntesis del grupo hemo, componente de la hemoglobina.

Discusión

 

El daño producido por una lesión cerebral hipóxica/anóxica afecta todo el cerebro. Sin embargo, algunas áreas, son proclives a dañarse más rápidamente que otras. Estas incluyen el hipocampo, que afecta la memoria; la corteza gris cerebral; los ganglios basales: parte del cerebro involucrada en el control del movimiento; la corteza occípito-parietal: implicada en la visión; y las células de Purkinje del cerebelo: que controlan el movimiento y algunos aspectos del discurso.

El concepto de muerte ha evolucionado a la par del progreso de la tecnología. Ello ha obligado a la medicina y a la sociedad a redefinir su diagnóstico, antiguamente centrado en la esfera cardiorrespiratoria y hoy día, dando paso a un diagnóstico neurocéntrico. El aparente consenso sobre la definición de la muerte aún no ha calmado toda la  controversia en su derredor. Aspectos éticos, morales y religiosos de importancia continúan surgiendo e incluye un prevalente malestar acerca de la posible expansión de la definición de la muerte para abarcar el estado vegetativo o el temido sesgo de la formulación de criterios para facilitar el trasplante de órganos

 

Figura 1. La imagen de un paciente con muerte cerebral muestra claramente el signo de ¨cráneo hueco¨ -o vacío- que es el equivalente a una ¨decapitación funcional¨. Es una situación marcadamente diferente a pacientes con estado vegetativo, en el cual el metabolismo cerebral está global y masivamente disminuido, pero no ausente (40 o 50% del valor normal). La escala de color muestra la cantidad de glucosa metabolizada por 100 gr de tejido cerebral por minuto (4).

El diagnóstico de muerte cerebral en un paciente en estado comatoso prolongado está determinado por criterios neurológicos y se basa en la pérdida de todos los reflejos del tallo cerebral y la demostración de la cesación de la respiración –prueba de apnea- (Tabla I). Debe existir una causa evidente que lo explique, generalmente trauma, hemorragia intracraneal o anoxia; por tanto, deben eliminarse factores de confusión tales como hipotermia, drogas, desbalance electrolítico y disturbios endocrinos (Laureys, 2005) (4,5,6).

Tabla I

 

Figura 2. Flujograma del insulto cerebral agudo y sus derivaciones. Acta Neurol Belg. 2002; 102:177-185

La evaluación debe repetirse a las seis horas si estuviera indicada -aunque el tiempo se considera arbitrario. (The Quality Standards Subcommittee of the American Academy of Neurology, 1995). Para confirmar el diagnóstico de muerte cerebral algunas sociedades internacionales requieren pruebas neurofisiológicas confirmatorias como el electroencefalograma (EEG) que muestra ausencia de actividad eléctrica cortical con sensibilidad y especificidad cercana al 90%, angiografía cerebral, sonograma por Doppler y centelleograma (Wijdicks, 2002) (7). Adicionalmente estudios de neuroimagen funcional que en forma característica señalan ausencia total de función neuronal en todo el cerebro (¨signo del cerebro vacío¨) (Laureys et al., 2004) (8). (Figura 1).

 

Después de algunos días o semanas eventualmente el paciente abrirá los ojos. Si este despertar sin conciencia de sí mismo o del entorno se acompaña solamente de actividad motora sin interacción voluntaria con el medio, la condición es llamada estado vegetativo (The Multi-Society Task Force on PVS, 1994) (Figura 2), que puede ser o no una transición hacia la recuperación total. Puede diagnosticarse inmediatamente después de la injuria cerebral pudiendo ser total o parcialmente reversible, siendo capaz de progresar hacia un estado vegetativo o la muerte.

Muchos pacientes en estado vegetativo reganan la conciencia dentro del primer mes de la injuria cerebral; después de ese período se le llama estado vegetativo persistente y las posibilidades de recuperación disminuyen a medida que más tiempo pasa.  Si el enfermo no muestra signos de conciencia en un período de un año después de un evento traumático o tres meses después de una lesión encefálica por hipoxia, las oportunidades de recuperarse se aproximan a cero y entonces la situación es llamada estado vegetativo permanente. En muy raros pacientes existe recuperación luego de este tiempo. En muy importante enfatizar la diferencia entre estados vegetativos persistente y permanente porque se abrevian igual EVP y causan confusión.  Ahora se tiende a omitir ¨persistente¨ y  cuando no hay recuperación en tres o doce meses puede declararse permanente y puede discutirse la detención del tratamiento.

Al presente carecemos de marcadores de diagnóstico o pronóstico para pacientes en estado vegetativo. Las posibilidades de recuperación dependen de la edad del paciente, la etiología (peor cuando la causa es anóxica) y el tiempo transcurrido; recientemente hemos aprendido que en pacientes traumáticos cuando ocurre daño del cuerpo calloso o el tallo cerebral (Carpentier et al., 2006 (9); Kampfl et al., 1998 (10). Es importante destacar que el estado vegetativo no es equivalente a muerte cerebral, pues este último puede ser reversible total o parcialmente; así que en estado de muerte cerebral los enfermos no abren espontáneamente los párpados lo que sí ocurre en el estado vegetativo al igual que la respiración espontánea sin asistencia por preservación de los reflejos del tallo cerebral y el hipotálamo. Adicionalmente, los estudios tomográficos de emisión de positrones (PET-scan) muestran claras diferencias entre las dos condiciones. El llamado ¨signo del cráneo vacío¨, ya mencionado y clásicamente observado en muerte cerebral confirma la ausencia de función neuronal en todo el cerebro. Este signo de ¨decapitación¨ nunca se observa en el estado vegetativo (Figura 1) (11).

       

 

Aunque nuestra paciente pareció sacada de un episodio de realismo mágico por el tiempo transcurrido en estado vegetativo persistente y el hecho de haber vivido treinta años en ese estado bajo el cuidado materno y el de su médico tratante, doctor Herman Wuani en un hospital cargado de culpa e incapaz de ofrecer otras opciones como no fuera alojarla en su seno hasta su muerte, abre un escenario para tratar la muerte cerebral, el estado comatoso, el estado vegetativo y el estado de mínima consciencia, todos relacionados pero representando diferentes alteraciones patológicas en ambas dimensiones de la conciencia: el despertar y la atención consciente, y hasta el estado de enclaustramiento (locked-in) o los signos motores de consciencia. La evaluación clínica de la percepción consciente y de la cognición son de difícil evaluación en estos pacientes es errónea en el 40% de los casos. Los estudios electrofisiológicos y de neuroimagen funcional han aumentado nuestra comprensión sobre los mecanismos neurales implicados en el despertar y la atención, y sus avances mejorarán el diagnóstico, el pronóstico y el tratamiento de estos pacientes, tan desafiantes. Al momento presente, mucha de la información y validación metodológica está a la espera de que los estudios mencionados puedan ser propuestos a la comunidad médica como herramientas para desenmarañar las fronteras entre la consciencia y la inconsciencia. Se hace pues necesario adquirir más conocimientos en los pacientes con estado alterados de consciencia hasta que se llegue a conclusiones más asertivas (12).

 

Referencias

  1. Buitrago L. 134 días en la región de la muerte. Revista Momento. Caracas. 1957;31:12-17.
  2. Posner JB, Saper CB, Schiff N, Plum F: The diagnosis of stupor and coma, 4th ed., 2007.
  3. Allende I. Paula. Editorial Suramericana. Buenos Aires. 5a Edición. 1995.
  4. Laureys SL. Death, unconsciousness and the brain Nat Rev Neuroscience. 2005;6:899-909
  5. Laureys SL, Antoine S, Oly M, Lincx S, Aymonville ME, Erré J et al. Brain function in the vegetative state. Acta Neurol Belg. 2002;177-185.
  6. Laureys SL: The neural correlate of (un)awareness: lessons from the vegetative state. Trends Cognit Sci. 2005;9: 556-559.
  7. Wijdicks EF: Brain death worldwide: accepted fact but no global consensus in diagnostic criteria. 2002;58:20-25.
  8. Laureys SL, Owen AM, Schiff ND: Brain function in coma, vegetative state, and related disorders. Lancet Neurol. 2004;3: 537-546.
  9. Carpentier A, Galanaud D, Puybasset L, Muller JC, Lescot T, Boch AL, et al. Early morphologic and spectroscopic magnetic resonance in severe traumatic brain injuries can detect «invisible brain stem damage» and predict «vegetative states». J Neurotrauma. 2006;23:674-685.
  10. Kampfl A, Schmutzhard E, Franz G, Pfausler B, Haring HP, Ulmer H, et al: Prediction of recovery from post-traumatic vegetative state with cerebral magnetic-resonance imaging. 1998;351:1763-1767.
  11. Laureys S, Faymonville ME, Peigneux P, Damas P, Lambermont B, Del Fiore G et al.: Cortical processing of noxious somatosensory stimuli in the persistent vegetative state. Neuroimage. 17: 732-41, 2002.
  12. Vanhaudenhuyse A, Boly M, Laureys S. Scholarpedia, 2009;4:4163.

 

 

Del Sepulchretum a la molécula… Concisa Historia de la Anatomía Patológica

RESUMEN

Ha sido un largo, peligroso, difícil, pero fructuoso camino ese que ha marcado la historia de la Anatomía Patológica. Inacabable y lleno de sorpresas en la búsqueda de la verdad; verdad que ha ido trasmutando a lo largo de los siglos, desde los egipcios que mostraron alguna indiferencia hacia las descripciones anatómicas. Históricamente en el Siglo III a.C., gracias a Erasistrato (304-250 a.C.) y Herófilo (335-280 a.C.) de la Escuela de Alejandría; se comienzan tímidamente a desarrollar las disecciones en cadáver, señalando el inicio de una incipiente cirugía y patología. Los nombres del Florentino Antonius Benivieni (1443-1502), adelantado a su tiempo e iniciador de la anatomía patológica y de Theophilus Bonetus (1620-1689) con su famoso “Sepulchretum” brindan luces y señalan caminos a los que habrán de venir. Giovanni Battista Morgagni (1682-1771) “Su Majestad Anatómica”, Marie-François Xavier Bichat (1771-1802), la figura más emocionante de la historia de la Medicina, Rudolf Virchow (1821-1902), creador de la moderna anatomía patología y fundador de la patología celular. Mencionaremos también a Joseph Skoda (1805-1881), clínico de filigrana y semiótico interpretador de signos y a Karl von Rokitansky (1804-1878) patólogo incansable. Nos referimos al microscopio de luz y el ultramicroscopio, las coloraciones histológicas, la inmunohistoquímica avance del estudio genómico, la secuenciación del ADN y la implementación de técnicas de biología molecular. A la serie mencionada por Virchow, desde la segunda mitad del Siglo XX se ha añadido un cuarto nivel: la patología molecular. Se habla también de la evolución e involución de la Anatomía patológica en Venezuela.

Palabras Clave: Anatomía Patológica, Patólogos. Anatomía patológica en Venezuela.

ABSTRACT

It has been a long, dangerous, difficult but fruitful, path that has marked the history of Pathology. Endless and full of surprises in the search for truth. Truth that has been transmuted over the centuries, from the Egyptians who showed some indifference to the anatomical descriptions. Historically in the third century BC, thanks to Erasistratus (304-250 BC) and Herophilus (335-280 BC) of the School of Alexandria; timidly they begin to develop cadaver dissections, signaling the beginning of an incipient surgery and pathology. Florentino names Antonius Benivieni (1443-1502), ahead of his time and initiator of pathological anatomy; Theophilus Bonetus (1620-1689) with its famous «Sepulchretum» provide lights and signal paths, which come. Giovanni Battista Morgagni (1682-1771) «His Majesty Anatomical» Marie Francois Xavier Bichat (1771-1802), the most exciting figure in the history of Medicine, Rudolf Virchow (1821-1902), founder of modern anatomy pathology and founder of cellular pathology. Also mention Joseph Skoda (1805-1881), filigree clinical signs and semiotic interpreter and Karl von Rokitansky (1804-1878) untiring pathologist. Light microscopy and dark, histological stains, immunohistochemical study advance genomic, DNA sequencing and implementation of molecular biological techniques mentioned. A series mentioned by Virchow, since the second half of the twentieth century has added a fourth level: the molecular pathology. There is also reviews of evolution and involution of Pathology.

Keywords: Pathology, Pathologists. Pathologist in Venezuela.

De acuerdo con la mitología egipcia, Osiris era hijo del gran dios del Sol, Ra, y al mismo tiempo hermano y marido de la diosa Isis. Anubis el dios del embalsamamiento a quien se le representaba siempre con una cabeza de chacal o de perro negro, ayudó a Isis a recomponer el cuerpo de Osiris y la protegió mientras esta daba forma a un pene artificial, pues el verdadero había sido devorado por una especie de esturión de boca alargada, el Oxyrhyncus. No hay duda que los egipcios quizá conocieron mucho la anatomía, pero tan enfrascados como estaban en la vida después de la muerte que no se preocuparon por plasmar en jeroglíficos la interioridad del ser humano.

Un vistazo desde los orígenes del pensamiento anatomoclínica nos demuestra que la patología, como cualquier rama de la ciencia médica no está extenuada por las generaciones que la han recorrido: antes bien, cada problema resuelto ha conllevado más preguntas que claman por más elaboradas respuestas… ¡El Señor debe estar complacido! El pecado original en su divina equivocación no permitió que se nos diera todo el conocimiento de una vez y sin esfuerzo; dejó su misión inconclusa para que nosotros, sus hijos, resolviéramos el enigma, y así, nos vistió con una piel opaca e inexpugnable a la observación a ojo desnudo, para que con el intelecto que sí nos dio en exceso, con el sudor de nuestras frentes y las heridas dolorosas de la ignorancia, volviéramos con nuestras capacidades a desentrañar las verdades que había bajo la turbidez de la frontera cutánea, esa envoltura opaca en la cual se ocultan secretos, invisibles lesiones y el misterio mismo de los orígenes.

El nombre autopsia, en sí mismo, omite el trámite cruento de estudiar sobre el ser vivo, pues se trata solamente de un ojo que espera mirar, y mira y se apodera del secreto de un cuerpo inanimado, incapaz de resistir su violación póstuma; pues la necesidad de conocer lo muerto debió existir desde que apareció la necesidad de comprender lo vivo.

 

Históricamente en el siglo III a de C, gracias a Erasistrato (304-250 a.C.) y Herófilo (335-280 a.C.) de la Escuela de Alejandría, se comienzan tímidamente a desarrollar las disecciones en el cadáver, señalando el inicio de una incipiente cirugía y patología. Un largo hiato de siglos de umbra intelectual se sucedió en los cuales no hubo avance de la medicina y la anatomía se asimilaba desde los animales…

En el Medioevo la Iglesia prohibía la disección de los cadáveres, sólo se la admitía si estaban embalsamados. En las universidades del norte de Italia se realizaron las primeras autopsias autorizadas en lugares llamados theatrum anatomicum donde a la par de los médicos, asistían gentes y se brindaba cerveza y dulces. Podían durar hasta cinco días y eran los verdugos quienes solían suministrar los cadáveres de los condenados a muerte.

Como en las familias de prosapia, en la historia de la medicina también existen máculas, contubernios, alianzas vituperables, callejuelas oscuras y tenebrosas e ilícitos cometidos en nombre de la ciencia que a menudo desdeñamos y vemos sobre el hombro. El robo de cuerpos era el desenterramiento de cadáveres de cementerios para venderlos para disecciones o clases de anatomía en las escuelas de Medicina. El frío mundo de la profanación de tumbas y el tráfico de cadáveres, era moneda corriente en esos años, no desde el punto de vista del simple crimen, sino desde la visión de los estudiantes de medicina. Quienes practicaban el robo de cuerpos eran llamados a menudo «resurreccionistas».

Con el Renacimiento, glorioso que fue en las artes, surgieron los antecedentes de la anatomía patológica como disciplina. Aunque algunos historiadores disputan que fue un período por sí mismo, generalmente acuerdan que comenzó en Italia alrededor del 1350, en el resto de Europa en 1450, y duró hasta aproximadamente 1620.Se considera al florentino Antonio Benivieni (1443-1502), un adelantado a su tiempo, el iniciador de la anatomía patológica; bien sabido era que en los casos enigmáticos solicitaba el permiso a los familiares para realizar exámenes posmortem. Mantuvo expedientes cuidadosos y estos fueron publicados por su hermano en 1507, como las causas ocultas de las enfermedades. Incluido en los 111 cortos capítulos de este tratado, son desplegadas las descripciones de 20 autopsias.

 

Innovadores anatomistas-artistas, curiosos inconformistas como Leonardo Da Vinci (1452-1529), Miguel Ángel Buonarroti (1475-1564), Andreas Vesalius (1514-1564), para nombrar solo un trío de entre los más notorios genios universales, en su momento, se habían agenciado como podían, los cadáveres de algunos condenados a muerte para estudiarlos y dibujarlos. Vesalius fue el primer anatomista como tal y se inmortalizó con su obra, magnífica, “De humani corporis fabricae”–La fábrica del cuerpo humano- (1543); sin embargo, tuvo finalmente que rendir cuentas al Santo Oficio de la Inquisición, y Leonardo, quien reuniera dibujos de una exactitud anatómica y belleza impresionantes obtenida de disecciones personales, no logró publicar sus estudios anatómicos en vida. Por ello, una importante decisión para que se iniciara un proceso racional del estudio patológico fue la promulgación de la Bula Papal debida a Sixto IV (1414-1484) en 1482.

Pero gracias a una hornada de ilustres médicos a lo largo de los tiempos, veremos cómo fue tejiéndose hilo a hilo, la intrincada urdimbre de la patología interna. Y a quien corresponde el honor de haber reunido y coordinado una inmensa multitud de hechos dignos de atención observados desde el nacimiento de la anatomía, es a Theophilus Bonetus (1620-1689) y su famoso “Sepulchretum, seu Anatome practica, ex cadaveribus morbo denatis proponens historias et observationes” publicado en dos volúmenes en 1679, que debe ser considerado como el verdadero germen o punto de partida de la anatomía patológica, siendo él, el primero que se propuso investigar la naturaleza o causa de las enfermedades mediante el examen anatómico, y es así, como la anatomía patología aparece refulgiendo como una ciencia nueva…

Así, escribió: “Cuando la causa de una enfermedad es oscura, oponerse a la disección de un cuerpo que será presa pronta de los gusanos, no beneficia en nada a la masa inanimada y causa un gran perjuicio al resto del género humano, pues impide que los médicos adquieran un conocimiento que eventualmente permitirá aliviar a los seres humanos atacados por noxas parecidas. Una censura no menor se debe aplicar a aquellos médicos que por pereza o repugnancia, prefieren permanecer entre las sombras de la ignorancia, antes que escudriñar laboriosamente la verdad, sin darse cuenta que tal conducta los hace culpables ante Dios, ante sí mismos y ante la sociedad en general”.

 

De acuerdo a las concepciones de los siglos XVII y XVIII y a las ideas de Giovanni Battista Morgagni (1682-1771), conocido en Padua como ¨Su Majestad Anatómica¨, alumno predilecto que fue de Antonio María Valsalva (1666-1723), se hizo famoso por su asistencia a los condenados a muerte y la figura más eminente de la escuela italiana surgida del Renacimiento: se le considera como el creador de la anatomía patológica; no le bastó el mundo de la magia y buscó respuestas en el interior del cuerpo humano, y así, al través de sus observaciones macroscópicas, el órgano enfermo comenzó a ser considerado como el sitio de la enfermedad… Fue él quien inició la ruptura con la medicina clásica, cimentada en la teoría de los humores de Hipócrates y Galeno, y abrió las puertas de una medicina basada en la investigación anatómica y la correlación anatomoclínica. ¨He pasado mi vida rodeado de libros y de cadáveres¨, decía, pero también, entre tanta muerte se destacaba como poeta iluminado.

En cierta forma se aprovechó de la obra de sus predecesores para formar la suya, recordándonos a cada página la grande influencia que ejerció la obra de Bonetus a la cual dedicó merecidos elogios. Su obra cumbre ¨De Sedibus et Causis Morborum per Anatomen Indagatis¨ o «Sobre las localizaciones y las causas de las enfermedades, investigadas desde el punto de vista anatómico», publicada en Venecia en 1761 cuando contaba 80 años de edad, obtuvo su basamento en 700 historias clínicas con sus reportes posmortem, representó el primer enfoque científico y comprensivo para las enfermedades humanas. Diseñó instrumentos adecuados para la práctica de las disecciones médicas e incluso hoy en día, la mesa en que se realizan las autopsias se conoce como «mesa de Morgagni». Como Virchow señalara, existen suficientes razones para considerar a Morgagni como el verdadero fundador de la Anatomía Patológica.

En esta gesta inacabable de luminarias, le siguió Marie-François Xavier Bichat (1771-1802), la figura más emocionante de la historia de la medicina, muerto tan joven… tan solo 31 años le bastaron para revolucionar el saber, dejándonos su concepción de que el tejido enfermo y no el órgano, era la guarida donde se gestaba y se escondía la enfermedad; y así escribió, ¨Abrid ahora algunos cadáveres: Veréis desaparecer enseguida la oscuridad que la observación sola no había podido disipar…”.

Luego siguió en la lista el genial Rudolf Virchow (1821-1902), creador de la moderna anatomía patológica, fundador de la patología celular y formulador del famoso axioma, ¨Omnis cellula ex cellula¨ -toda célula se origina de otra célula-. Con él, la mirada del médico se dirigió entonces más allá, hacia lo microscópico, hacia lo minimalista, hacia la célula disfuncional… Para el descubrimiento de las células se necesitó de un nuevo instrumento óptico amplificador, el microscopio, y en el desarrollo intelectual de su teoría se refleja la aplicación de un enfoque reduccionista al estudio de la organización estructural y funcional de los seres vivos; siendo el reduccionismo la concepción de que la complejidad de una estructura se puede reducir al comportamiento de los elementos más simples que la componen.

Había sido necesaria la invención del microscopio por el holandés Antonio Leeuwenhoek (1632-1723), el desarrollo de la técnica histológica y la invención del micrótomo y de tinciones tisulares, y culminando, el desarrollo del microscopio de fluorescencia desde 1914 y el ultramicroscopio desde 1953 han sido gigantescos hitos aportados por el ingenio humano.

El progreso de las disciplinas científicas depende en gran parte de mejores instrumentos de observación. El siglo XX marca un período de refinamiento del microscopio que conduce a la aplicación de nuevos métodos de investigación, haciendo posible un cambio fundamental del aspecto puramente descriptivo de los tejidos enfermos al estudio estructural o morfológico de los procesos patológicos humanos. El nacimiento del primer microscopio electrónico ocurre en abril de 1931, en Alemania por Ernesto Ruska y Max Knoll, su ampliación fue sólo de 17 diámetros, pero perfeccionado en 1933 obtuvieron una resolución de 12,000 diámetros y actualmente se alcanzan resoluciones de hasta 160,000 diámetros, comparados con resoluciones del microscopio óptico de 1500 diámetros. El ultramicroscopio es utilizado en la investigación y en la industria a partir de 1939, éste ha revelado mucho de lo que conocemos acerca de la morfología subcelular en organelas como mitocondrias, lisosomas o ribosomas. El microscopio electrónico ha probado ser un instrumento indispensable en la investigación y diagnóstico patológico, permitiendo una comprensión más integral de la patogenia de las enfermedades.

 

Siempre el patólogo –se ha dicho- tiene la última palabra. En el siglo XVII, Joseph Pierre DeSault (1738-1795) en el Hôtel-Dieu de París abogó, y así lo escribió: ¨Demostremos sobre el cuerpo privado de vida, las alteraciones que han hecho el arte inútil¨. El médico comenzó a indagar a la cabecera del enfermo la exacta correspondencia entre la constelación de sus síntomas y sus respectivas lesiones orgánicas internas. De ese proceso de continuado estudio y maduración surge y se depura en la señorial Viena, Meca de la Medicina en su tiempo, el método anatomoclínico, precisamente en la Segunda Escuela de Medicina, esa donde realmente se forjó el dictum, ¨Ars medica tota in observationibus¨, con las cimeras figuras de Joseph Skoda (1805-1881), clínico de filigrana y semiótico interpretador de signos, vale decir, insigne escuchador y traductor de ¨los gritos de los órganos que padecen¨. Fue considerado como el principal exponente del ¨nihilismo terapéutico¨, corriente médica de finales del siglo XIX que propugnaba abstenerse de cualquier intervención terapéutica, dejando al cuerpo recuperarse solo, o al través de dietas apropiadas como tratamiento de elección frente a muchas enfermedades, y Karl von Rokitansky (1804-1878) patólogo incansable, quien solía obtener sus cadáveres de los hospitales, realizando personalmente en su ciclo vital, unas 30.000 autopsias, con un promedio de dos al día, siete días a la semana, durante 45 años y cuya técnica de apertura del cadáver consistía en poner al descubierto los órganos internos, diseccionarlos y examinarlos in situ, es decir, dentro del mismo cuerpo; su técnica se mantiene incólume hasta nuestros días.

El trabajo en equipo de este dueto donde uno deducía la enfermedad al través del examen clínico semiológico y el otro a menudo lo frustraba enterándole de sus errores, dio frutos inconmensurables. El resultado de los desvelos de ambos fue la purificación de la exploración semiológica a la cabecera del enfermo de la que tanto el médico y su paciente se han beneficiado: la inspección, la palpación, la percusión, la auscultación realizadas y entorpecidas por la piel, que ya no fue más inexpugnable, pues a pesar de ella, la enfermedad interiorizada y oculta pudo ser traída al afuera, exteriorizada mediante los métodos semiológicos.

Es de destacar aquí también el papel de don Santiago Ramón y Cajal (1852-1934), Miembro Correspondiente Extranjero de nuestra corporación, que en 1888 propugnó la ¨doctrina de la neurona¨, basada en que el tejido cerebral está compuesto por células individuales, que le mereció el Premio Nobel de Medicina conjuntamente con Camilo Golgi (1846-1923), siendo de notar la opinión de don José Ortega y Gasset (1883-1955) filósofo y ensayista español, al decir que el caso de Cajal en lugar de un orgullo era una vergüenza para España, porque constituía una excepción…

La hazaña allí no se detuvo, pues tras el avance del estudio genómico, la secuenciación del ADN y la implementación de técnicas de biología molecular, a la serie mencionada por Virchow desde la segunda mitad del siglo XX se ha añadido un cuarto nivel: la patología molecular; así que en su evolución, la patología ha hecho de su historia un continuum, un proceso ininterrumpido que la ha consolidado como ciencia autónoma y básica para el desarrollo de la medicina moderna.

Así, que siguiendo las etapas de la especialidad anatomopatológica propuestas por don Pedro Laín Entralgo (1908-2001), estamos actualmente inmersos en la «Etapa Molecular¨. Según este autor, una definición actual llevada a su extremo consideraría que, «sólo tendremos una verdadera Ciencia de la Patología, cuando la enfermedad o enfermedades puedan explicarse a través de un bien articulado conjunto de procesos bioquímicos». Y es así como actualmente los patólogos entretienen sus esfuerzos entre la inmunohistoquímica y el reconocimiento y clasificación molecular…

La inmunohistoquímica es un procedimiento histopatológico que se basa en la utilización de anticuerpos que se unen específicamente a una sustancia que se quiere identificar o anticuerpo primario. Estos anticuerpos pueden tener unida una enzima o esta puede encontrarse unida a un anticuerpo secundario que reconoce y se une al primario. Aplicado a un tejido orgánico, el anticuerpo primario se une específicamente al sustrato y se aprovecha de la actividad enzimática para visualizar la unión. De esta manera se consigue un complejo sustrato-anticuerpo-enzima unido al lugar donde se encuentre el sustrato y mediante la activación de la enzima con la adición de su sustrato, se genera un producto identificable donde se encuentre el complejo.

A principios del siglo XX se iniciaron las conferencias de patología clínica (CPC), como ejercicio didáctico que aprovecha la historia clínica de un paciente cuya enfermedad es comprobada con el diagnóstico patológico posmortem o con el estudio de la pieza quirúrgica. Este ejercicio, que iba a ser otro aporte monumental en el estudio de las enfermedades, se inició en el año de 1900, en la Universidad de Harvard, Boston (Estados Unidos) por los doctores William S. Cannon, Richard C. Cabot y Homer Wright, patólogo del Hospital General de Massachusetts. Las CPC fueron pronto práctica común en la mayoría de los hospitales universitarios y en los centros de docencia de casi todas las universidades norteamericanas y europeas. Hoy, las CPC como práctica posmortem son escasas, pero como prácticas de patología quirúrgica se realizan con gran actividad. La razón de lo anterior es la disminución de la práctica de las necropsias por sus elevados costes y ante el advenimiento de las modernas imágenes diagnósticas, como la tomografía computarizada, la resonancia magnética, la imagen de emisión de positrones y otras en las que se avanza, porque pareciera que las autopsias fueran a quedar relegadas exclusivamente a las que se practican por orden judicial.

 

Referencias

  1. Giménez-Mas JA, Escobar-Chico A, Sánchez EV. Giambattista Morgagni (1682-1771) Una mirada a los orígenes del pensamiento anatomo clínico. Soc Esp Anat Patológica. ARPIrelieve. Madrid, 2013
  2. Estañol-Vidal B. La invención del método anatomo clínico. México, UNAM. 1996
  3. Foucault M. El nacimiento de la clínica: una arqueología de la mirada médica. París. Siglo XXI Edit. 1966
  4. Hajdu S. Pathologists who attained fame without using microscopy. Ann Clin Lab Science 2003; 33: 119 – 122
  5. Lain-Entralgo P. Historia de la Medicina. Barcelona. Salvat. 1978
  6. Morán C. Ser médico sin tocar un cadáver. El País, Enero 22, 2013: 36
  7. Pomata G. A word of the empirics: the ancient concept of observation and its recovery in early modern Medicine. Ann Science 2011; 68: 1 – 25.

 

 

Elogio de las actitudes riesgosas… ¡Donde entra el sol no entra el médico!

Leo los periódicos desnudo y bajo el sol meridiano de los sábados y los domingos. Bien que podría hacerlo en mi biblioteca, por la Internet, a resguardo del sol y ahorrándome algunos bolívares ¨ique¨ fuertes. No es un espectáculo muy edificante que digamos el verme desnudo. Graciela –única sobreviviente de la jet-terapia que se dieron mis hijos y nietos aventándose fuera del país- me mira, se sonríe con sorna y compasión como diciendo, ¡Pájaro embalsamao nunca se escapa! No me molesta, también me gusta reírme de mí mismo, eleva mi ego y me hace más humano y más conforme. ¿Quién ha visto viejo bonito? Me digo palmeándome yo mismo en el hombro… La fealdad de la vejez es como la inflación, definitivamente subversiva –hay feos que ofenden-, el gobierno la esconde, la edulcora, pero está allí y aunque con el cabello pintado, el Bótox® y otros afeites, se le reconoce a la distancia; además, quien va a querer el beso baboso de un viejo. Dice la copla sexista:

Una vieja me dio un beso

que me tiene enmabitao:

los besos que dan las viejas

saben a cacho quemao.

El sol produce cáncer de piel. Eso lo sé. Suele ser visible, es extirpable y puede ser curado en sus comienzos –me digo con fe franciscana-. Quizá el melanoma maligno y el epitelioma espinocelular sean las grandes excepciones. Para que ustedes reconozcan al rompe un melanoma, suele definirse con una tríada: negro, feo y maligno. Por cierto, no sé por qué llamaban así a un antiguo profesor mío de bioquímica: le sobraba melanina, se jactaba de su intransigencia y no le pasaba nadie en los exámenes finales…

También lo sé, lo sé… no lo justifico, es una actitud riesgosa y no quiero que mis lectores se contagien de mi irresponsabilidad. ¿Qué voy a hacer?, me gusta tomar el sol. ¿Total? Dicen por ahí que los viejos no cogemos sino resfriados, pulmonías y fracturas, y que no levantamos ni el polvo. Bueno yo cojo… el sol. Leo el periódico con una cervecita a la diestra y un pote de maníes: trotar cerca del mediodía, dicen que también produce deshidratación y eso ¨ique¨ no es bueno para los riñones, pero aun así, me hace sentir vivo. Por su parte, los maníes no siempre me complacen, también nos lo quitó la involución chavista. ¡Porca miseria…!

 El rosado apio de algunos de mis amigos y pacientes me horripila. Parece que tuvieran cáncer terminal, anemia, consunción, insuficiencia renal o un hipogonadismo verraco por un adenoma hipofisario grande, muy grande. En mi infancia ese feo color cetrino tenía tufo a pendejeromia[1], sobreprotección o masturbación: a ¨placer oculto¨ y reiterado. Al sufriente se le llamaba ¨pajizo¨ porque además sufría de retardo motor, es decir no jugaba al fútbol o al básquet y ni siquiera corría en el recreo. Su lasitud le impedía pararse de un sofá y hasta estudiar. ¡Hacerse la paja seca el cerebro! –nos decían los mayores pelando los ojos y nos seguían hasta el baño en horas inoportunas; por ello, en el julepe ¡ojo!, no había que jadear-. Nos hacían mostrar la palma de la mano derecha a los diestros y la izquierda a los zurdos: se aseguraba que allí tenía su guarida la huella delatora: se formaba un surco profundo de tanto tocar el furruco[2] o se despellejaba la piel de la palma. Habían pajizos de pajizos, uno de ellos, loco del cerebro, de flux de kaki sucio, arrugado y descuidado al igual que un sombrero destartalado con marcas de mareas de sudor, se paseaba tambaleante e ido por Camoruco Viejo en mi Valencia del Rey natal, sacudiendo su mano derecha en el aire como si tuviera el miembro viril, virtual, envuelto con ella. Los muchachos le pusimos el mote de ¨Cuántas veces¨, y al conjuro de la frase dicha en voz alta y a prudencial distancia, ¨¿¡Cuántas veces!?¨, siempre respondía mirando al infinito, ¨¡un millón!¨, y seguía su camino errabundo y batiendo la mano. Duda no nos quedaba que el desgraciado aquel había caído en esa decadencia por artes del placer oculto, de esa polución final que nos liberaba a los adolescentes de tensiones reprimidas. Nos daba miedo caer en una situación semejante; claro está, por un ratico…

[1] La palabra ¨pendejeromia¨, no existe en ningún diccionario de venezolanismos, la empleo con la connotación de productora de lasitud, estupidez, dejadez,  falta de sentido o inteligencia

[2] Instrumento musical de percusión hecho de madera en forma de barrilito, con una membrana de cuero atravesada por un palo que asido por una mano que al subirla y bajarla produce un ruido sordo; era acompañante indispensable de las parrandas de la Navidad.

El tema de la masturbación ha sido conversación sotto voce y casi siempre en un tono de broma en medios ilustrados y en conversaciones de mabiles de bailar rucaneao y patios de bola; no obstante, su historia ha reptado a lo largo de los siglos debatiéndose entre el mito, el pecado, el crimen, la lujuria y por supuesto del castigo. El erotismo no es exclusivo de los humanos actuales, hace unos 40.000 años, los primeros homo sapiens que llegaron a Europa, tenían ya un complejo comportamiento sexual del que dejaron constancia en unos pocos grabados y pinturas rupestres, convirtiéndolos en el primer Kama Sutra[1] de la humanidad. Entre las civilizaciones precolombinas es difícil encontrar datos fehacientes sobre el tema, pero por ciertas producciones artístico-ornamentales, como es el caso de los «huacos eróticos del Perú», se puede concluir que la masturbación era tolerada. Un huaco es una pieza de cerámica de factura delicada y de características estéticas notables, producida por culturas precolombinas de los Andes centrales (época precolombina del Perú de 300 a.C.).

En los primeros siglos, el cristianismo consideraba a la fornicación uno los más grandes pecados, y aunque se incluía todo tipo de actos sexuales se hacía más hincapié en el bestialismo, la sodomía, las relaciones orales, la masturbación, variar de postura a la hora de hacer el acto sexual, el incesto y la homosexualidad femenina.

San Agustín de Hipona (354-430), el más ilustre de los Padres de la Iglesia latina, enseñaba que la masturbación o tocamientos contactus partium corporis” y otras formas de relaciones sin penetración, la masturbación o tocamientos, eran pecados peores que la fornicación, la violación, el incesto o el adulterio.

San Beda o Beda el Venerable (672-735), fue un monje benedictino que en el monasterio de Saint Peter, un área metropolitana de Inglaterra, impuso en su libro «Penitential», siete años de penitencia para las mujeres que fornicaran ayudadas de falos artificiales. Con la enorme variedad de vibradores de nuestra época, casi todas las mujeres estarían presas, o mejor ¨privadas de libertad¨…

[1] El Kama Sutra es un antiguo texto hindú que trata sobre el comportamiento sexual humano. Define el sexo como una «unión divina». Vatsyayana creía que el sexo por sí mismo no era algo «malo», pero practicarlo de manera frívola sí era pecaminoso. El Kama Sutra ha ayudado a muchas personas a disfrutar del arte del sexo a un nivel más profundo, y puede considerarse una guía técnica para el disfrute sexual, así como un esbozo de las prácticas sexuales en la India durante esa época.

Santo Tomás de Aquino (1225-1274), encarna la época dorada de la escolástica caracterizada por la construcción de grandes sistemas filosóficos, majestuosas catedrales conceptuales elevadas hacia Dios y cuyos cimientos arraigan en la terrenal filosofía aristotélica. En su Summa Theologiae”, cataloga como vicios, entre otras, conductas contra natura como la masturbación, el bestialismo y la homosexualidad. Sin embargo, en siglo XIV, el descenso de la población en toda Europa a causa de la Peste Negra, motivó que la Iglesia endureciera su postura condenatoria respecto a las prácticas sexuales, como el onanismo, que no conllevaran a la perpetuación de la especie.

El término onanismo deriva de un personaje bíblico quizá de baja importancia, Onan, que se casó con la esposa de su hermano muerto para procrearle progenie. Sin embargo, si bien tuvo relaciones con su cuñada, «derramaba a tierra», evitando el dar descendencia a su hermano. Le pareció mal a Yaveh lo que hacía y le procuró la muerte a él también (Génesis 9.10).
El crimen de Onan fue interrumpir el acto sexual antes de la eyaculación, lo que el historiador francés Philippe Aries (1914-1984) llamó coitus interruptus. Quizá pensarán ustedes que me equivoqué, ya que había dicho onanismo es lo mismo que masturbación, pero no. La confusión comenzó en 1710, cuando Becker, sacerdote inglés, publicó Onania apoyado por la iglesia en su campaña contra los actos sexuales sin reproducción, entre ellos la masturbación y el pecado atroz de la autopolución.

Aunque parezca perturbador, es hecho cierto que la medicina posee un largo historial de contubernios con el mito y con la magia, con el crimen y el castigo, con el embuste y la invención, con la tortura y la intimidación… En mi época y aún todavía, constituía gran dificultad hacer un diagnóstico acertado de enfermedades sin aparente causa. Por tanto, se ejercía en demasía el terrorismo médico por lo que cualquier matasanos podía hacer afirmaciones absurdas y sin sentido acerca del origen de una ¨enfermedad¨ y sugerir que su causa radicaba en lo más a la mano: los hábitos del enfermo. Luego le prescribía horribles remedios como purgantes de aceite de castor o lavativas humillantes para depurar el cuerpo, irritantes cataplasmas, sangrías, ventosas y sinapismos.

Un médico suizo, Samuel Auguste David Tissot (1728-1797), escribió un libro intitulado Onanismoo tratado sobre los desórdenes producidos por la masturbación (1758). Su obra fue ampliamente difundida y tuvo mucha aceptación. Escrita originalmente en francés, fue traducida a varios idiomas, incluso al inglés, y tuvo 80 ediciones. Él no sólo le atribuyó a la masturbación ser la causa de agotamiento, nerviosismo y locura, sino que llegó a sostener que el daño físico y psíquico sobrevenía del daño moral y el castigo divino consiguiente. No contento con tal desatino, llegó a afirmar que la pérdida de una onza de semen por vía masturbatoria, era tan debilitante como la pérdida de 40 onzas de sangre…

Ya en el siglo XIX, Benjamin Rush (1746-1813), en 1812, uno de los firmantes de la «Declaración de Independencia Americana» y uno de los autores de obras médicas más influyentes de su tiempo, afirmó que la masturbación “produce debilidad seminal, impotencia, micción dolorosa, tabes dorsal, consunción pulmonar, dispepsia, visión borrosa, vértigo, epilepsia, hipocondría, fatuidad y muerte”.

John Harvey Kellogg (1852-1943), fue un médico estadounidense. Dirigió el sanatorio de Battle Creek en el que empleó métodos holísticos, haciendo particular énfasis en la nutrición, el ejercicio físico y el uso terapéutico de enemas. Kellogg fue un firme partidario del vegetarianismo. En su libro “Plain Facts”, de 1888, al crear los “Cereales Kellogg”, advertía a los lectores que la masturbación era la más peligrosa de las conductas sexuales. Según él, entre las causas de la masturbación se contaban: el ocio, las pasiones sexuales anormales, la gula, el trabajo sedentario y los alimentos excitantes e irritantes.

En 1885, Charles K. Mills (1845-1931), fue el primer médico que propuso la circuncisión de los varones como cura para la masturbación. En la década de los 90 se empezó ya a practicar la circuncisión neonatal en EEUU y Reino Unido para prevenir el «vicio solitario». En adición, a las niñas a las que se les descubría consolándose, se les practicaba en ocasiones la extirpación del clítoris. Esta técnica se abandonó bien entrada la década de 1930, pero la circuncisión de los niños se sigue practicando hoy en día. A mediados del siglo XIX, escribía en el New Orleans Medical and Surgical Journal: “Ninguna plaga, ninguna guerra, ni la viruela, ni una multitud de males similares han resultado más desastrosos para la humanidad que el hábito de la masturbación: es el elemento destructor de la sociedad civilizada”…

Robert Lord Baden-Powell (1857-1941), nació en Londres, Reino Unido, fue actor, pintor, músico, militar, escultor, escritor británico y fundador del Movimiento Scout Mundial (Boy Scouts). Lo que él pensaba de la masturbación se puede leerse en el manual del “Boy Scout” escrito durante la primera mitad del siglo XX: «…la lectura de libros sucios o mirar fotografías lascivas, llevan a los jóvenes irreflexivos a la tentación del auto-abuso. Esto es algo muy peligroso para ellos porque si se torna en hábito, destruye rápidamente la salud y el espíritu; su cuerpo y mente se debilitan y frecuentemente, terminan en un asilo para enfermos mentales…»

Durante el siglo XIX hubo una preocupación obsesiva por la masturbación. La edición del Warren´s Household Physician o ¨Guía Warren de Medicina Casera¨ de 1891, incluía un texto a propósito de lo que su autor designaba ¨autopolución u onanismo¨. Si se me permite, les transcribiré el relato que calca en forma desgarradora lo que le pasó al pobre de ¨Cuantas veces¨ de mi infancia:

  • ¨Difícilmente existe otro vicio al que los niños y jóvenes, e incluso niñas y jovencitas, sean tan adictos, y a causa del cual se echan a perder tantas constituciones, como el vicio de la autopolución.
  • Los síntomas (…) son muy numerosos (…): entre los principales se cuentan los dolores de cabeza, el insomnio y la ansiedad nocturna, la indolencia, la indisposición al estudio, la melancolía, el desánimo, los olvidos frecuentes, la debilidad de la espalda y de las partes íntimas, la falta de confianza en las propias capacidades, la cobardía, la incapacidad de mirar a los ojos a los demás ¨.

No se mencionan los hallazgos físicos, los surcos en las palmas de las manos o color pajizo de la cara, el descuido general, pero se advertía que la masturbación o sexo solitario podía conducir a una enfermedad aún más grave: las poluciones nocturnas o ¨espermatorrea¨, ominosa condición descrita en la edición de 1889 de The People´s Common Sense Medical Advisor, o ¨Consejos Médicos de Sentido Común¨, de un tal renombrado doctor Ray Vaughn Pierce, que en adición, agrega otras perlas de sabiduría: impotencia, envejecimiento prematuro, la temida ¨consunción¨ o tuberculosis -¿se tocaba tal vez Marguerite Gautier?-, el mal de San Vito, epilepsia, parálisis, debilitamiento cerebral, demencia y locura; ¨esta variante de la enfermedad mental –agregaba nuestro héroe, el doctor Pierce, congresista estadounidense-, rara vez se cura, y a menudo desemboca en el suicidio¨ (¿no te lo dije ¨cuantas veces¨?). Para evitar este aterrorizante desenlace era menester vestir ropa holgada y recibir ¨inyecciones diarias de agua helada en el intestino grueso¨. Otros tratamientos en boga consistían en el consumo de tónicos -¿píldoras de vida del doctor Ross?- y baños frecuentes en los genitales con agua helada (¡otra vez con el agua helada!); se recomendaba también evitar la soledad ¨durmiendo con algún amigo¨. El colega Pierce dimitió su cargo en 1880 y se dedicó con sobrado éxito a fabricar unas ¨agradables píldoras purgantes¨ de su autoría y llamadas por supuesto, ¨del doctor Pierce¨.

Sigmund Freud (1856-1939), en una serie de reuniones de la Sociedad Psicoanalítica de Viena, de 1910-12, reconoció que la masturbación podía tener efectos beneficiosos tales como aliviar el estrés y evitar las enfermedades de transmisión sexual. Pero advertía que la masturbación podía causar trastornos neuróticos, especialmente neurastenia, era capaz de reducir la potencia sexual y tener efectos psíquicos negativos como: ...»el hecho de que la actividad masturbadora es idéntica a la preservación de la condición infantil en todo sentido… Aquí reside el principal aspecto negativo de la masturbación, porque con ella se crean las bases para una psiconeurosis, que se instala cuando se agregan el conflicto y el rechazo»… 

 

Havelock Ellis (1859-1939), fue un sexólogo, médico y activista social británico. En abril de 1879, había decidido dedicarse al estudio del sexo y creía que lo podría conseguir mejor desde la perspectiva de la medicina. Le debemos más que al conocimiento de la sexualidad humana el que no sólo señaló que la masturbación era común en los hombres, sino que también se trataba de una práctica habitual en las mujeres de todas las edades. Además de señalar que el orgasmo múltiple era un fenómeno frecuente entre ellas.
Pero tiene en su contra haber creído y mantenido hasta una edad avanzada, que la masturbación adulta era la causa de una de las formas de neurosis conocidas por aquel entonces bajo el nombre de «neurastenia», equivalente en la actualidad a la llamada fibromialgia o fatiga crónica. Aunque no condenó los programas de esterilización llevados a cabo por Hitler, sin embargo sus libros fueron quemados

Alfred C. Kinsey (1894-1956), a fines de la década de 1940 y principios de la de 1950, publicó los resultados de más de 15 años de investigaciones sobre conducta sexual humana. Uno de los resultados más importantes de ese trabajo fue contribuir a considerar la masturbación como algo normal y a debilitar el estigma que la rodeaba. Las investigaciones de Kinsey revelaron que eran más las personas que se habían masturbado que las que no lo habían hecho. Entre 92 y 97% de los hombres entrevistados para su estudio de 1948, “Conducta Sexual del Varón”, se habían masturbado. El 62% de las mujeres entrevistadas para su estudio de 1953, “Conducta Sexual de la Mujer”, se había masturbado y alcanzado el orgasmo. Aunque la masturbación estaba en segundo lugar entre las prácticas sexuales, era más frecuente en las mujeres casadas que solteras, y en algunas, la forma más frecuente de lograr el orgasmo.

Los trabajos de Willianm Masters (1915-2001) y Virginia Johnson (1925-2013), dieron comienzo a finales de 1956, y en 1966 publicaron el libro “Respuesta Sexual Humana”. Este texto es considerado como el primer estudio serio y científico de la anatomía y fisiología de la actividad sexual humana. Para el estudio utilizaron cámaras aisladas, electrocardiógrafos, electroencefalógrafos, análisis de laboratorio, etc. Filmaron y observaron más de 10.000 actos sexuales en un grupo de 382 mujeres (de edades entre 18 y 70 años) y 312 hombres (de edades entre 21 y 89 años) con el fin de describir de forma científica y objetiva los cambios físicos que se producían durante la misma.

En las investigaciones de Masters y Johnson, de 1966, se encontró que varias de las mujeres que participaron en experiencias sexuales en laboratorio, describieron que los orgasmos provenientes de estímulos directos como la masturbación, eran fisiológicamente más satisfactorios que el coito, aunque este último, era más satisfactorio desde el punto de vista emocional.

Shere Hite (1942- ), nació en Saint Joseph, Missouri, Estados Unidos de Norteamérica y es una sexóloga y feminista. Hite no tiene hijos y ha estado casada desde 1985 con el concertista de piano alemán Friedrich Horicke, que es 19 años menor que ella. Para ella…, «La masturbación es motivo de celebración, pues es una vía sencillísima para alcanzar el orgasmo en la mayoría de las mujeres»…

¿Cuáles son las noticias y las conclusiones del trabajo de esta autora?: La noticia es que las mujeres han descubierto la masturbación; la mala noticia es que siguen sintiéndose culpables; el punto G es una leyenda para justificar el orgasmo durante el coito; el orgasmo femenino sin estimulación del clítoris es difícil de lograr; el orgasmo por masturbación es más intenso que el logrado por el coito; se puede estimular donde más le guste; no tiene que estar pendiente de la respuesta del compañero; la pueden realizar tantas veces que quieran, cuando quieran y como quieran.

En 1976 el Vaticano publicó el documento “Declaration on Certain Questions Concerning Sexual Ethics”, en el que declaraba nuevamente que la masturbación es “un trastorno intrínseco serio”. En 1983, publicó el documento sobre la educación sexual “Orientaciones educativas sobre el amor humano», donde se asienta que: «la masturbación es un grave desorden moral… que aunque sólo Dios conoce la responsabilidad moral subjetiva de cada acto, … de ningún modo se puede sostener que en el campo sexual no se cometen pecados mortales»…  Su posición de 1992 con la revisión del “Catecismo de la Iglesia Católica”, además de seguir condenando a la masturbación como un «desorden intrínseco serio», la iglesia mostraba algo más de flexibilidad moral que en los tiempos de Augustine, al sugerir que daba cuenta de «inmadurez emocional, fuerza del hábito, un estado de angustia u otros factores mentales o sociales que debilitan o extenúan la culpa moral de un individuo”.

La posición de la ONU: el 1° de Diciembre de 1994, en una conferencia sobre el SIDA bajo su patrocinio, la entonces Jefa del Cuerpo Comisionado del Servicio de Salud Pública de los Estados Unidos, doctora Joycelyn Elders, dijo que tal vez la masturbación debería ser enseñada en las escuelas, como una parte de los programas educativos escolares sobre sexualidad. Por estas declaraciones, el presidente Bill Clinton le pidió que renunciara al cargo, cosa a la que se resistió. Pero a causa de la pacatería y viniendo precisamente de quien vino, el cazado in fraganti, finalmente, fue cesanteada. La medicina moderna reconoce que la masturbación no produce daños significativos a corto o largo plazo, y la considera una práctica normal, incluso antiestresante y está demostrado científicamente que es un acto natural sin efectos negativos.

Perdónenme, no puedo deslastrarme de mis atavismos sexuales… Todavía en el tráfico y con alguna frecuencia se escucha: ¡muévete pajúo…!, dirigido a aquellos que parecen adormecidos o distraídos en medio del tráfago. Yo me sumo al coro cuando le veo la cara pálida al (la) interfecto(a), pero no puedo confirmar mi diagnóstico al no poder observarle la palma de su mano o la punta del dedo índice…


 

Los conceptos y mitos han ido cambiando al son de los tiempos; muchos seres humanos llegaron a sufrir martirios inenarrables y apartamiento por conductas que hoy en día nos parecen perfectamente legítimas y normales.

Si a algunos les parece inapropiado este, mi editorial, es porque todavía parecemos no querer enfrentar sin tapujos los fantasmas de nuestra infancia, los dolores de crecimiento de nuestras adolescencias y aún, aunque seamos médicos, los tabúes de la adultez, la madurez y la senescencia aún nos persiguen. 

Desde que somos jóvenes la masturbación ha sido la primera forma de expresión que tiene nuestra sexualidad y aún en el envejecer y en la soledad vital también suele ser la última. La masturbación es la forma en la que el individuo se identifica como ser sexual que es, aprendiendo por sí solo a calmar sus tensiones sexuales. Parece mentira que en pleno siglo XXI, cuando en teoría, muchos de nosotros –aún los profesionales- hemos desarrollado una mente amplia en lo que se refiere a nuestra sexualidad, seguimos encontrando tantos prejuicios e ideas erróneas especialmente con respecto a la masturbación femenina, aunque en el lado masculino hay ciertas ventajas deparadas especialmente de la justificación machista.

La masturbación tiene muchos beneficios: relaja, es una forma de liberar tensiones, gozar, experimentar con el propio cuerpo, y supone un buen entrenamiento a la hora de conocer la forma de obtener placer y orgasmos. La masturbación, tanto femenina como masculina, en muchos casos, resulta beneficiosa para la vida erótica en pareja, ya que permite conocer el propio cuerpo y saber cómo obtener orgasmos y placer.

Miren pues adonde me trajo mi pequeño placer del fin de semana: Tomar el sol. Es un ínfimo deleite que no estoy dispuesto a abandonar; un placer que me roba los días nublados. En este mismo momento veo el cielo y atisbo una nube gris que se acerca rauda desde el sur; casi que puedo ver las gotitas condensadas dispuestas a arruinar mi mañana; cambia rápidamente de forma, hasta parecen dibujarse en ella figuras fantasmagóricas amenazantes, se aposenta sobre mi cabeza, me tapa el sol, todo se entristece; caen gotas frías; tal parece que tengo que irme para adentro…

Leer el periódico dentro la casa, para mí…, ahora carece de sentido.

 

 

 

Elogio del nudo asfictico: la oscuridad del ahorcamiento…

De acuerdo a Johannes Escotus Eriúgena (siglo IX, 810-877), ¨La sabiduría se ilumina por su relación con la insipiencia, la ciencia por su comparación con la ignorancia que es solo defecto y privación, la vida por la muerte, la luz por la oposición de las tinieblas, por la ausencia de alabanzas las cosas dignas; en resumen, todas las virtudes no sólo obtienen alabanzas de los vicios opuestos, sino que sin esta confrontación no merecerían alabanzas… En efecto, todo lo que está ordenado según los diseños de la Divina Providencia es bueno, es bello, es justo. ¿Hay algo mejor que del enfrentamiento de los contrarios se obtenga la alabanza inefable del Universo y del Creador? ¨.

Es la eterna lucha de los contrarios… Si lo sabremos los médicos que vivimos y sufrimos tratando en tantos casos y sin éxito el calvario ajeno, y luego, cuando la desnudez nos atenaza a veces no conseguimos quien nos ayude a cargar nuestra propia cruz… El dolor y la desesperanza son muy profundos en mi país y no hay peor sentimiento que el desaliento, hermano del pesimismo, de la desmoralización y el desengaño, vía rápida a males mayores y peores.

Nos han golpeado hasta el hartazgo, se han mofado de nuestras ideas, no han tenido compasión con nuestra congoja de padres y abuelos separados de hijos y nietos, y más bien, desde un empíreo inventado, se solazan presenciando nuestras penurias. Es increíble que tanta miseria se acloque en el alma humana, que tanto odio aflore a la superficie del prodigio de la creación, que no importe para nada la privación, el dolor ajeno, el sumergir un ser humano en una ¨tumba¨ o  celda de 3×2 m, sin ventanas, sin luz del sol, sin afectos y con premeditada maldad, amenazas de toda índole, luz artificial noche y día, intenso frío con hambre, bañándolos con heces fecales y orina en medio del éxtasis gozoso del carcelero…

Un preso político, Rodolfo González de 64 años, llamado «el aviador», aprehendido y sepultado sin fórmula de juicio, es detenido e inducido a suicidarse en ¨La Tumba¨. Aunque diga que no lo dijo, el ilegítimo presidente Nicolás Maduro expresó en cadena nacional que a “El Aviador” debían enviarlo al Penal de Yare, tenebrosa comarca donde todo vicio cunde, conocida y temida por albergar los presos comunes de la mayor peligrosidad que haya parido la tierra. En su pureza de alma se sacrificó para llamar la atención y evitar que otros compañeros de reclusión, la mayoría jóvenes, corrieran el mismo destino que ya les había sido ofrecido. Una conmovedora carta a su esposa entreveía sus intenciones. La ofrenda de su vida logró que la miseria no tomara pasos de acción contra los estudiantes detenidos para enviarlos a Yare… Última ofrenda de un alma noble…

No más hace tres semanas, en plena sala 3 de medicina interna del Hospital Vargas de Caracas un paciente sin esperanzas y con dolores irredentos se ahorca: una fístula enteral recalcitrante, dicen, fue la razón, y a juzgar por una cura mal hecha sobre su hipocondrio derecho eso fue todo cuanto recibió; pero, más que eso, fue el saberse malquerido, mal atendido, maltratado, sin una entidad superior a la cual recurrir…

 En una pared del cubículo las estampitas pegadas del doctor José Gregorio Hernández, de las Siete Potencias, de El Negro Miguel o del Arcángel San Gabriel no pudieron interceder para mitigar su dolor. Del listón metálico que une las divisiones de los cubículos colgó una sábana que terciada en su cuello le sirvió de lazo asfíctico que se lo llevó rapidito de este mundo injusto. Los técnicos forenses dijeron que fue un ahorcamiento asimétrico e incompleto pues sus pies estaban en tierra y atípico, porque el nudo no estaba en el centro del cuello sino de un lado… Lo siento, la imagen es cruda, descarnada y quizá ofensiva… Esto ocurre frente a nuestras narices…

Aunque en el campo la gente se ahorca en un árbol en un sitio poco concurrido y en las poblaciones se eligen los sitios retirados de las casas, los graneros o el jardín, a veces la ahorcadura tiene un carácter eminentemente exhibicionista, el sello de un mensaje sin destino cierto, un ¨cúlpese a todos de mi muerte…¨.

¿Pero qué importan estos detalles técnicos cuando de un humano se trata…? Porque somos lerdos o displicentes es que desconocemos lo que los suicidas sí conocen: Es decir, que aún en las ahorcaduras en que no actúa como fuerza todo el peso del cuerpo, se origina una presión suficiente para originar trastornos considerables de la circulación cerebral con anoxia o falta total de oxígeno. Que sólo son necesarios 2 kg para obliterar las venas yugulares, 5 kg para cancelar la circulación por las arterias carótidas, 15 kg para obstruir la tráquea y 25 kg para suprimir la permeabilidad de las arterias…; así, que ni siquiera tenemos que colgarnos de un árbol ni caer al vacío como peso muerto cuando se abre la trampa bajo nuestros pies para entrar en los dominios de  Caronte, el barquero del Hades, el encargado de guiar las sombras errantes de los difuntos recientes de un lado a otro del río Aqueronte …

¡Qué horrible! Adentrarse en lo temido, en lo desconocido, cuando la muerte tiene más el sabor de la miel, y la vida más el sabor de la hiel…

Como en el caso de muchos suicidas alguno supo de sus intenciones, pero no lo tomó con seriedad… De entre sus compañeros y en el recinto de la sala, nadie dice haberse percatado del colgante suicida, nadie oyó los estertores de su agonía ni percibió las sacudidas convulsivas de su cuerpo pues en las noches de hospital se acrecienta la soledad y el desamparo, nadie mantiene los ojos abiertos porque los espectros de tantos muertos acumulados en el tiempo, desfilan con sus ayes de aire frío, de denuncia, de reclamo, sin ser escuchados…

Total son tan pobres como él, olvidados, molestosos, menesterosos de toda ley y desechables; no habrá investigación, responsables ni culpables, no dejó una carta porque era analfabeto, su única y última declaración de desabrigo fue la propia inmolación, una bofetada a sus tratantes que le pelotearon de un servicio a otro quizá, aduciendo que la institución es un asco donde nada se consigue, al hospital que le brindó falsaria acogida y al Estado criminal que nadando entre prebendas, comisiones millonarias, ineptitud e indiferencia, se constituye el principal culpable.

¿Cuántos como él en tantos hospitales olvidados y desguarnecidos de mi país? En Venezuela el significado del vocablo ¨hospital¨ carece de todo sentido. La clase dirigente, una estirpe bárbara y talibana, ayuna de humanidad, se ha trocado en manada de perros de presa que ordenan tirar a matar a estudiantes desarmados para ahorcar el sagrado don de la libertad o ponen preso con falsas acusaciones a quienes se les antoja…

De acuerdo al DRAE, el término hospital proviene de una voz latina, ¨hospitalis¨, que significa ¨afable y caritativo con los huéspedes¨, pues los hospitales deben brindar ¨hospitalidad¨ o ¨virtud que se ejerce con los menesterosos y desvalidos, dispensándoles buena acogida y recibimiento, y prestándoles la debida asistencia a sus necesidades¨.

Como si fuera poco, en la práctica médica actual la técnica fragmenta fríamente y por especialidades la indivisible humanidad, en flagrante ignorancia de que ningún órgano existe en solitud de los demás, pues es influido por todos, y todos son influidos por él. En clara conspiración cartesiana, en nuestra práctica y en los nosocomios en los cuales malpasamos nuestros días, se malentiende que sólo serán escrudiñados y tratados los cuerpos o somas en descarada ausencia del individuo todo, su mente, su espíritu y el medio, tantas veces áspero, en que se desenvuelve su ser total, muy especialmente en esta ola creciente de pena, carencia y pobreza que a todos sin excepción nos abraza pretendiendo asfixiarnos como lazo en cuello de ahorcado.

Entre tanto maltratado, todavía nos domina la influencia norteamericana del ensamblaje en serie llevada a la atención del paciente, que desplaza con su falsario canto de ¨ciencia con eficiencia¨ al hipocratismo de nuestros maestros y que ha traído consigo el «caso» clínico y el manido «manejo», desdeñando al hombre enfermo, o sencillamente al ¨enfermo¨ no susceptible de manejo sino de cuidados… El caso clínico, como las enfermedades, ejerce un poderoso magnetismo en nosotros los médicos; es un necesario, simple o complicado relato del hecho físico, en ausencia del hombre que lo sufre, un recuento pormenorizado de síntomas y signos, hechos fisiopatológicos y bioquímicos, trozos de tejido diseccionados y hasta biología molecular, imágenes maravillosas de toda ralea que ¨todo¨ pretenden decirnos, y detalles del tratamiento, sin resonancia afectiva alguna

Bien podría tratarse de la dolencia que aqueja a un noble bruto o a un primate superior. Saber de enfermedades… es saber de medicina –se cree erróneamente-; ¨Quien sólo de medicina sabe, ni de medicina sabe¨, pontificaba don José de Letamendi y de Manjarrés (1828-1897), Catedrático de Patología General de la Universidad de Madrid; así que se soslaya que el juicio clínico se fragua, además, en el conocimiento de la situación personal, familiar y de los valores intrínsecos al paciente.

De esta forma el verdadero ars médico induce a reconocer el patrón sintomatológico y sus adjuntos, a relacionarlo con las necesidades y recursos del enfermo y traduciendo todo a términos de cuidado médico, no de manejo médico como aludiendo a una máquina, término con el cual hoy día fríamente nos llenamos la boca los médicos para estar a la moda. ¿Cuándo será que desaparecerá el infeliz término más propio de un Trump que de un médico…?

Tanto se parece el ahorcamiento de las libertades al del ¨aviador¨ y al de mi paciente del Hospital Vargas: nadie parece enterarse, a nadie le interesa, nadie está dispuesto a denunciarlo por ese miedo tantas veces servil disfrazado de indiferencia que sólo protege nuestros cotos materialistas, olvidando que nada de lo que estamos viendo en esta otrora tierra de gracia y ahora de desgracias, pertenece a la comarca de las sociedades civilizadas…

Sólo nos falta la autoinmolación a lo bonzo, forma de inmolación y suicidio en el que el sacerdote budista se rocía con un líquido inflamable y se prende fuego en público como forma de protesta, desobediencia civil o gesto solidario guiado por algún motivo.

 Y es porque el gobierno del ilegítimo Maduro realmente no es una amenaza para el Imperio Norteamericano, allá ellos que disponen de dinero y herramientas para defenderse, es una amenaza trocada en la realidad de cada día, para todos los venezolanos que no sabemos cómo, o no podemos defendernos…

rafaelmuci@gmail.com

 

 

 

Elogio de las malas artes o propiedades del «agua eꞋturraja»

El médico en su cientificismo y grandeza, tantas veces fingida, es ignorante de un inframundo intangible que se despliega a su alrededor y al cual no tiene acceso porque el paciente en su desconfianza, teme ser escarnecido, ser objeto de burla o ignorado. Un joven paciente mío me refirió luego de varias consultas que afianzaron nuestra amistad y le trasmitió la seguridad de ser yo un interlocutor confiable para sus cuitas, me refirió la siguiente anécdota. Por supuesto, el nombre verdadero y las circunstancias han sido cambiados para preservar la anonimia de esta alma conturbada…

 Llamémosle Custodio Sandoval, un llanerito adinerado que calzó alpargatas cuando ya estas no se usaban, tenía poderosas razones para pensar que le habían engañado con malas artes. La que luego fuera su suegra, para colmo llamada Aruspicina[1], vieja zamarra y estrafalaria, experta en endulzamientos y lectura de cartas de Tarot de la India, exorcismos, caracoles, hechizos, rezos, poderosos amarres de amor a través de nudos ciegos y asuntos conexos, no más al verlo pensó que con esa pinta y ese rústico 4×4 último modelo, sería el hombre ideal para su resbalosa hija de 19 años…

[1] Aruspicina: Arte supersticiosa de adivinación por las entrañas de los animales.

Lo llenó de halagos, regalos, exquisitas comidas, coquitos, polvorosas, conservas de coco en hojas de naranjo, todas deliciosas confituras de la granjería criolla. Hasta renunciaba por largo tiempo a su función de chaperona durante la visita nocturna a ver si el diablo y la testosterona hirviente en sus venas tentaban a Custodio.

En razón de tanto halago, él no se sentía seguro… La muchacha además de que estaba muy buena por delante y por detrás, se le antojaba un poco resbalosa, o sea, ligera de cascos, zumbada, e insinuante… Los que la conocían al ver las pupilas de Custodio enchumbadas de lascivia le advertían que fuera cauteloso, que viera y pensara muy bien. Así, que cuando en casa de la muchacha le hablaban de planes futuros, de que la vecina de al lado se había comprometido, de las delicias de la vida matrimonial, él «se hacía el musiú», miraba a otro lado y esquivaba el tercio…

 Sin embargo, en cierta ocasión, luego de un sabroso condumio dominical en una noche de la fase mágica de luna llena, con dos velas rojas encendidas en la mesa del comedor, un gato negro ronroneando cruzando la estancia, perros aullando en el vecindario y en momentos en que una nube oscurecía su esplendor,  se le dio a saborear una bebida parecida a una sangría, dizque un «vino de verano», endulzado, un poco astringente, de la especial preparación de la vieja y que el llanerito apuró con deleite, casi podría decirse que, de un día al otro, y ¨sin que él mismo supiera el por qué¨, quedó «atado», se vio comprometido y de inmediato casado. En su fuero interno él no podía entender qué le había pasado, cómo había tomado esa decisión tan precipitada luego de meditarla tanto…

Un verdadero amigo le preguntó si ese día domingo la muchacha había tenido «la demostración»[1]. Él asintió, efectivamente, como tanto la conocía, había visto su cara un poco quebrantada y ojerosa por un recalcitrante dolor cochambroso en el bajo vientre, y, además, como era su costumbre en tales fechas, evitaba el sereno, vestía durante esos períodos medias tobilleras y una bufanda para «evitar un pasmo»

[1] Nombre dado por el vulgo a la menstruación.

Al parecer las malas artes de Aruspicina y su amarre de amor, habían prevalecido…

En la tradición africana hudú, así como en la magia popular siciliana, la sangre menstrual servida a un hombre en su café o té o en cualquier otra bebida, es una receta efectiva para atraer su atención sexual. No parece necesario ningún ritual, conjuro o hechizo especial de amor, simplemente agregar un poco de sangre menstrual al líquido que consuma. La idea es que la esencia de la enamorada llegue a la esfera de conciencia del ser amado. Los amarres de amor con sangre son una prueba sencilla de magia hormonal, y tiene tanto que ver con la biología del cuerpo como con las prácticas ocultistas. Aruspicina confiaba plenamente en su efectividad cuando se administraba en el tiempo, fase lunar y momento adecuados.

Luego de caer inocentemente en la trampa de la pasión al través de un inusual filtro de amor, Custodio se enteró que en las perfumerías del Centro de Caracas podía también conseguirse toda una colección de ayudas, y vaya usted a saber cuántas de ellas habían sido ensayadas con él; el objetivo de estos menjunjes es la de forzar la voluntad de una persona para conseguir manipular sus deseos voluptuosos u obtener su amor:

  • Venamí: Unto para atraer a los pretendientes.
  • Turrajón, agua o aceite de turraja [1] para atraer a los amantes: confeccionado a pedido, con un líquido mensual, oscuro y de olor penetrante, un ¨no-sé-qué¨ proveniente de «los países bajos de la mujer» en ciertos días del mes, aderezado con conjuros en presencia de un gato negro y ronroneando…
  • Pega-loka: para que no te abandonen…
  • Perropegao: para cuando te abandone la pasión…

Se enteró además que existían pociones llamadas philtre que hacen que uno se enamore de otra persona, y que también eran llamados filtros de amor, considerándolos como mágicos y utilizados desde la antigüedad. Al parecer, este tipo de pócimas eran muy populares en la Edad Media, y en la actualidad se siguen elaborando en algunas tradiciones mágicas del folclor. Tradicionalmente, estos filtros consisten en vino, ron, té o agua contentiva de algunas hierbas misteriosas que previamente se dejan en maceración para que las drogas que poseen se potencien y que, en su conjunto, encienden la pasión y el deseo. Cuando es elaborada por una mujer u hombre de principios, se dice que el filtro es más potente; los constituyentes varían entre países, solo que debe ser bebido por la persona en cuestión y el amor se genera de inmediato.

[1] Les juro que realmente se ignora que significa el término ¨turraja¨ que al parecer es colombiano de origen.

A lo largo de la historia, el más conocido y popular, fue la raíz de la mandrágoraMandragora officinarum o Atropa mandragora , con forma de hombrecito, también conocida como «manzana de amor» o «manzana de Satán». En la Edad Media su extracción se consideraba altamente peligrosa pues cuando la arrancaban del suelo, el hombrecillo encerrado en ella despedía ayes lastimeros y agudos gemidos capaces de matar a quien los escuchara, es decir al oficiante;  por tanto, se hacía necesario que fuera extraída por un perro hambriento con una cuerda atada al cuello de la raíz; ponían fuera de su alcance un pedazo de carne y se alejaban a todo correr. Cuando el can, tirando de la cuerda, arrancaba la mandrágora, era él quien oía el agudo grito que le provocaba la muerte; luego, como si nada, se añadía naranja y ámbar gris para darle sabor y un aroma agradable. Entre las plantas que eran utilizadas con el fin de reforzar la potencia sexual, se pueden citar, entre otras, el muérdago, la ortiga (emblema de la lujuria), la albahaca, el azafrán, el orégano, el cilantro, el lúpulo, el narciso, la valeriana y el pensamiento (el filtro amoroso de las hadas). Unas tenían mayor eficacia que otras. Pero, entre todas ellas, el ajenjo y la cebolla merecían un lugar destacado.

Otros ingredientes todavía empleados con frecuencia son el corazón y los órganos reproductores de los animales, como los testículos de los canguros, utilizado por los aborígenes australianos, o los testículos de castor usados por los indios norteamericanos, considerados altamente afrodisíacos o estimulantes sexuales si se preparan sabia y sanamente como condimentos de las comidas, o entre nosotros el caballito de mar o las criadillas del toro. Los filtros de amor disminuyeron su popularidad después de la Edad Media debido a su olor y sabor desagradable; pero se buscaron alternativas: una era frotar la mano con el jugo de verbena y luego tocar al hombre o la mujer a quien se esperaba inspirar el amor…

Su uso fue habitual entre los personajes célebres de la bohemia francesa del siglo XIX, como el pintor Van Gogh, quien era un bebedor empedernido de ajenjo, y esto, junto con otros factores, pudo desencadenar los ataques de locura de sus últimas etapas. En aquella época era también frecuente ingerir una bebida llamada absenta o pastis que solía prepararse con ajenjo, anís y mejorana.

A pesar de que estas prácticas fueron perseguidas por la Inquisición, los adictos a los filtros de amor realmente se aventuraban a correr el peligro implícito en su empleo; sin embargo, fue  con la legislación de Justiniano (siglo VI) -siglos antes de la Inquisición-, cuando los filtros de amor y las artes mágicas se incluyeron dentro de una misma categoría para aplicarles la Ley o Lex Cornelia: el reo convicto y confeso de hechicería amatoria en caso de pertenecer al populacho era crucificado o arrojado a las fieras. Si el culpable tenía la suerte de pertenecer a la clase alta, era ejecutado por el verdugo.

Con el tiempo, los castigos se fueron suavizando, y en el siglo XIII, el emperador Federico II promulgó una ley que castigaba solamente con prisión la venta o administración de filtros eróticos. Esta tradición de los filtros amorosos estuvo muy extendida en todo el mundo, y aún hoy continúa en bastantes países orientales, pero a partir del siglo XVIII cayó en desuso, calificada de superchería. En el centro de Caracas y particularmente en El Silencio, se encuentran estos establecimientos que hablan de ese mundo real que los médicos no estamos en condiciones ni humor de apreciar.

Nuestro Custodio del relato nos muestra el otro perfil de esa medicina de la persona que nos resistimos a ver a pesar de que a nuestro lado se encuentra, y es que apenas si ponemos cuidado cuando flamantes catedráticos y gente simple se hace rezar una culebrilla (herpes zóster) mientras se aplica la yerba mora (Solanum nigrum),  pues los paisanos temen que dicho animal llegue a juntar su cabeza con la cola, en cuyo caso es irremediablemente fatal –posibilidad negada por razones puramente neurológicas-; a no dudar este caso particular es la  punta de un iceberg donde la magia y las creencias ancestrales se encuentran a la orden del día rozando nuestra grandeza e insensible piel…

Se ha llegado a la sinrazón de considerar que el herpes zóster o culebrilla no es cosa que atañe a la ciencia médica, pues pertenece a los dominios de El Malo. Así es que casi siempre con la recomendación o anuencia de un médico, o cuando él mismo es el afectado y se encuentra en disposición de expeler al íncubo que en forma de culebra reptante bajo su piel desgraciada, usualmente blanco inmisericorde de un distante «trabajo» o pensamiento dañoso, se decide ¨detener¨ su avance limitando el contorno de la piel afectada con tintura de yodo y colocando con la pluma de una gallina negra el zumo de yerba mora mezclado con aceite de coco y limón: y así, se realiza el exorcismo curativo invocando a las alturas .

«Jesús, San Pablo bendito de mi Dios tan poderoso.

Líbrame de culebras bravas, de animales ponzoñosos.

Líbrame de enemigos bravos y peligrosos.

 ¡Paz, paz, Cristo en paz!»

 

A no dudar, ¡Se vive para el pasmo…!

 

 

Elogio de la senescencia profesional o cuando el médico entra en apoptosis…

¨Envejecer es como escalar una gran montaña: mientras se sube las fuerzas disminuyen, pero la mirada es más libre y

la vista más amplia y serena¨.

Ingmar Bergman

 

Un gran hospital de Caracas lleva su nombre… El doctor y profesor Domingo Luciani (1886-1979) quien ocupara el Sillón XVIII de Individuo de Número de la Academia Nacional de Medicina desde el 7 de enero de 1921. Se graduó de Doctor en Ciencias Médicas en 1911; marchó a Europa y sucesivamente estuvo en el Hospital Cochin al lado de Faure, luego en el Hospital Necker al lado de Nebet y Doyen, y en el Hospital Saint Louis con Morestin; así, durante tres años adquirió conocimientos, destreza y maestría en el arte quirúrgico para ser después Maestro de generaciones sucediendo a Razetti en la Cátedra de Clínica Quirúrgica del Hospital Vargas de Caracas desde 1932 hasta 1958. Se le definió de la siguiente manera, ¨Ductor de juventudes, hombre de bien, caballero del honor y la modestia, señero de honradez, bastión de humildad y celoso cumplidor de sus deberes, no toleraba indisciplinas ni resabios¨. Le conocí desde la distancia en la sala 17 del Hospital donde fuera jefe del Servicio de Cirugía 2 hasta la fecha de mi graduación en 1961. No acumuló bienes de fortuna. Cuentan que la Junta de Beneficencia Pública del Distrito Federal le jubiló con un sueldo de ochenta bolívares mensuales los cuales, aún en la novena década de su vida y vencido por los años, tenía que ir a cobrar directamente a la sede de la Institución. Nada de que sus antiguos empleadores se lo enviaran a casa ni que alguno de sus alumnos lo hiciera por él; total, pregunte a alguno de los médicos de la institución si saben quién fue el epónimo de su hospital, no sabrán responderle ni saber qué hizo…

Es uno de los paradigmas del trato que la República y la sociedad han dado ancestralmente a sus más leales hombres de bien… Se repite una y otra vez… Como médicos, trabajaron con sobrada mística por una miseria, fueron ejemplo para generaciones, enseñaron con bondad, nunca se les ha reconocido su valía y ni se les retribuyó ni se les ha retribuido con honorarios decentes y adecuados a su merecimiento, experiencia y hacer. En los últimos 20 años de catastrófica pestilencia, a muchos les han jubilado a destiempo y sin pedirlo y aun, otros se han enterado en los pasillos del hospital que no les quieren y les han dado la baja –como en el ejército- sin una pizca de agradecimiento, consideración ni respeto. Todos quienes hemos trabajado de gratis –porque así ha sido- por largos años nunca nos preocupó –que ha debido preocuparnos- cuánto era el valor real de nuestro trabajo y cuánto se nos pagaba: Una vez me preguntó un gringo cuanto era mi salario anual; al yo contestarle se quedó atónito, sorprendido y me dijo con ánimo de herirme –»Es un sueldo miserable, no me explico que poco te valoras…».

Me refiero al maestro Luciani porque muchos médicos dejaron sus prácticas sin que nos interesara ni hayamos sabido cómo transcurrieron sus últimos años, tal vez en el ostracismo, o quizá en las arenas movedizas del olvido, acaso en la soledad de sus recuerdos, como quien se siente malquerido; pero quizá no, quizá continuaron su labor ductora en los mismos hospitales públicos o en la universidad que nunca les apreció tanto como debieron estimarlos. Fue el caso de mi Maestro el doctor Herman Wuani Ettedgui (1929-2014) profesor Honoris Causa de la UCV que una vez jubilado y olvidado por muchos de sus antiguos alumnos, continuaba irradiando saber y consejos a los estudiantes de medicina y a todos aquellos que fuimos sus cercanos compañeros, hasta fecha muy cercana a su muerte, y aún en la intimidad de su hogar y ya en el encamamiento definitivo, recibía en su propia casa y en su lecho de enfermo a los pacientes que solicitaban sus servicios…

Pero en el otro extremo, es duro tener que aceptarlo, el médico que ha trajinado en medio de experiencias crecedoras muchas veces termina sin saber qué hacer con todo ese bagaje de saber que ha acumulado en su memoria experiencial, ni tener a nadie a quien ya le interese su saber ni a quien donar libros, fotografías, conferencias en Power Point, etc… Esta coyuntura trágica nos ha tocado profundamente y con desnudez por efecto de la diáspora, cuándo nuestros alumnos  y médicos de todas las edades han sido aventados por el destino inclemente hacia otras latitudes y no encontramos una institución que pueda recibir nuestras donaciones y asegurarnos su protección y uso… [1]

El joven conoce las reglas, pero el viejo las excepciones.

Oliver Wendell Holmes

 

La edad cronológica de nuestro cuerpo, siendo importante, no lo es tanto como cuando el médico deja de crecer, cuando los nuevos conocimientos, las nuevas habilidades, las nuevas formas de mirar al mundo, el desafío intelectual de la tecnología expresada en computadores, iPads, teléfonos celulares y la entrada en el cyberspace, que son desafíos que mantienen el crecimiento de la mente, del cuerpo y el espíritu, se dejan de lado mostrándose ante ellos una indiferencia pasmosa; pero por otro lado, si aceptamos el reto de continuar creciendo, podremos ser nuevos cada minuto, cada segundo, cada instante de nuestras vidas.

[1]   Veamos, los familiares del doctor Rudolf Jaffe (Berlín 1885 -Caracas 1975) Patólogo alemán. En 1936 emigró a Venezuela donde se convirtió en el director-fundador del Servicio de Anatomía Patológica del Hospital Vargas de Caracas basando su trabajo en el modelo alemán. Se ocupó del estudio de la sífilis y la esquistosomiasis mansoni.  Hace algunos años sus familiares donaron escritos, objetos de trabajo, colección de láminas microscópicas: Las llevaron a un sótano sin ninguna protección colocando las cajas en el suelo. Un día se inundó y se perdió todo… ¡Vergüenza!

Otro caso: el doctor Oscar Beaujon Graterol (1914-1990), que en el Hospital Vargas de Caracas desarrolló su más extensa actividad, como cirujano y fue nombrado su biógrafo, pues en 1961 narró en dos tomos (1261 páginas) la historia del instituto profusamente ilustrada con fotografías y documentos desde su fundación. Como me contó el doctor Blas Bruni Celli, entregó a la Sociedad de Médicos y Cirujanos una caja contentiva de todos sus documentos y material fotográfico, y tristemente desapareció sin dejar huellas. ¡Vergüenza!

La American Medical Association (AMA) Council on Medical Education (AMA-CME) reportó que en 1975 había 50.993 profesionales en actividad con 65 o más años de edad; sin embargo, para 2013, había aumentado a 241.641, un incremento del 374%: en 2015, el 33% de los médicos activos tenían 65 o más años de edad. Por ello, representantes del gremio médico, entes hospitalarios y organizaciones de seguros de salud discuten sobre la creciente tendencia a evaluar las competencias de los médicos senescentes[1].

Según un comunicado de prensa de la Asociación Médica Americana (AMA), en una reciente reunión, se ha tratado de llamar la atención acerca de si deben desarrollarse directrices nacionales para evaluar la capacidad de los médicos envejecidos para seguir practicando. En el estudio se incluyeron temas acerca de las implicaciones legales de una investigación de un grupo de médicos con base a su edad, así como también preguntas acerca de cómo interpretar las pruebas cognitivas realizadas [Amy Farouk. Key stakeholders explore assessment of aging physicians. AMA Wire.  Published on March 22, 2016, Accessed on june 3, 2016]. Cerca de tres docenas de representantes de organizaciones para la seguridad del paciente, médicos y hospitales examinaron la evidencia relativa a la competencia y la evaluación del médico. La discusión de problemas y desafíos relacionados con el desarrollo de directrices incluye implicaciones legales sobre la investigación de médicos basados en la edad; la variabilidad del efecto de la edad sobre la competencia del médico, la incertidumbre acerca de cómo interpretar pruebas de función cognitiva o motora; y la confusión de los efectos de otras variables de competencia y desempeño de los médicos son temas aun no resueltos.

«La autorregulación es un aspecto importante de profesionalismo médico y ayudar a compañeros a reconocer la reducción de sus habilidades es una parte importante de la autorregulación», según un reciente informe del Consejo de la Asociación Médica Americana en educación médica. «Por lo tanto, los médicos deben desarrollar directrices y normas para el seguimiento y evaluar tanto su propia competencia como las de sus colegas».

«Es la opinión del Consejo sobre educación médica que los médicos deben permanecer en la práctica siempre y cuando no esté en peligro la seguridad del paciente y, si fuera necesario, la corrección debe ser un proceso de apoyo, constante y proactiva», declaró además el informe.

Es bien sabido que la civilización occidental ensalza la juventud y recela de la vejez. Sin embargo, todavía podemos transportar la bandera de la docencia y aún de la asistencia para mantener un cerebro joven y activo. Lo cierto es que pocas personas e instituciones ayudan a que el médico que envejece pueda aún realizar una actividad productiva, siempre es visto con desconfianza por instituciones y pacientes. Recuerdo cuando en mis primeros años de graduado los pacientes me decían –Doctor, usted es un médico bueno, pero «muy jovencito»; sin embargo, el péndulo se desplazó en sentido contrario y ahora me dicen, –»Doctor, usted es un médico bueno, pero está «muy viejecito», y aunque no me lo digan, muy probablemente pueden hasta dudar de mis capacidades…

¨Todos deseamos llegar a viejos; y todos negamos que hayamos llegado¨.

Francisco de Quevedo

[1] Los médicos más jóvenes y necesitados son pasto de la codicia de las aseguradoras quienes imponen las reglas de su ejercicio, los más viejos saben que necesitan más tiempo para llevar a cabo su arte y por ello, necesitan sacarlos del escenario…

Perder el vigor juvenil, envejecer, hacerse frágil y volverse enfermo parece ser pasos previos del morir… Versión harto difundida y creída a pie juntillas por todos; pero no tiene que ser así pues la senescencia humana es plástica y cambiante, de forma tal que puede acelerarse, demorarse, detenerse por algún tiempo y hasta revertirse… No olvidemos que somos parte del cosmos y que, como él, somos hechos de nuevo cada segundo, tal cual el riachuelo que desciende del Cerro Ávila en invierno y cambia su caudal a cada instante y el agua que lo inunda nunca es la misma en su descender. Es cierto, la marea de la vejez trae ciertos achaques y limitaciones a las cuales no hay que temer ni consentir, pues si lo vemos bajo otra óptica, con la experiencia del achaque, del malestar transitorio –créame-, nuestro organismo se está ¨reseteandose a sí mismo¨ continuamente, por ello no trate de medicarse con cualquier síntoma que se presente…

Como antes señalábamos, nuestra sociedad occidental exhibe mucho desdén hacia los viejos; por lo contrario, las sociedades orientales aceptan la vejez como parte de la trama social por lo que los senescentes se mantienen vigorosos, activos y son venerados y considerados como un apreciado bien tamizado por la experiencia. Copiado de Norteamérica e Inglaterra, en nuestro país la jubilación es obligatoria cuando el trabajador ha alcanzado la edad de 60 años si es hombre, o de 55 años si es mujer, siempre que hubiere cumplido, por lo menos, veinticinco años de servicios; ello, por supuesto, se aplica también al médico que trabaja para alguna dependencia del estado. Tal significa que el día antes de su jubilación el médico aporta a la sociedad su obra y su valor; pero al día siguiente, troca en uno más de la lista de los que, extendiendo la mano dependen ahora de la sociedad y del estado. ¿Es esto justo o injusto?

Este abrupto cambio, a menos que el individuo haya planificado un quehacer productivo con el tiempo libre que signarán sus días posteriores, significa un cambio perceptual que puede llegar a ser adverso, desafortunado y ruinoso, pues en los primeros años que siguen al apartamiento, una legión de calamidades le persiguen, la depresión y el insomnio, los trastornos de la memoria, el ataque cardíaco, el cáncer, los ictus cerebrovasculares y las fracturas del fémur se elevan raudamente conduciendo a lo que se ha llamado ¨síndrome de muerte por retiro prematuro¨. Pero aún peor, el fantasma de la ¨muerte biográfica¨ se alía con la otra para cebarse en un hombre que era saludable hasta el momento de licenciarse. La detención de la biografía inicia lo que hemos llamado el ¨drama apoptótico de la senescencia del médico¨, un considerarse inútil y superfluo, echado de menos y molesto, un extraño que no encaja en ningún lado, traído de la mano por el Estado, a familia y aún por la entrega del mismo profesional a lo que considera su irreversible sino…

La apoptosis: de apoptein = caer, es un fenómeno comparable con las hojas amarillentas que caen silenciosamente de un árbol durante el otoño, porque ya no más son necesarias… Un ser humano, tal como una célula corporal saludable, requiere de la información de su ambiente que le diga que todavía es necesario, útil y aceptado… Desde el embrión hasta el organismo adulto fisiológicamente sano, millones de células mueren diariamente sin dejar cicatrices ni activar un proceso inflamatorio; podría decirse que mueren en la mayor pasividad del silencio. La apoptosis o muerte celular programada es un acto de radical altruismo que ocurre en nuestros cuerpos, un sacrificio extremo por el bien común del resto de las células y del que depende nuestra propia sobrevivencia. Pero una cosa es la célula y otra la vida del ser humano provecto, tantas Quiero veces jubilado injustamente y a destiempo, cuando todavía tenía mucho que dar.

Es cierto que al aproximarse ven el cabello de mi cabeza y barba cano, las arrugas, ciertas manchas parduscas en la piel de áreas expuestas al sol, que tal vez vistas a gran aumento podrían mostrar un área devastada por la guerra, pedregones y desechos fibrosos, pigmento amarillento oscuro de desecho que es la traducción del deterioro ancestral en la intimidad profunda de la célula y al cual llamamos lipofuccina. Es un no entender cómo se entretejen los hilos de la vida en una madeja compacta y necesaria, y entiendo que el retiro del médico es una decisión propia, una decisión de no ser seguir creciendo como médico, de no seguir sanando ni enseñando, y hasta de no seguir viviendo, porque vivir no es un vegetar improductivo…

Quiero ser como la jirafa de Lamarck,  que mi función haga el organo, que mi intelecto debe expandirse hasta que se vuelva mas amplio, pues yo todavía quiero aprender más, y aprender para enseñar más… Cada día madrugo y estudio, ideo charlas y formas de presentarlas. En las últimas semanas de los meses de mayo y junio de 2018, ya contando 80 años, he completado otro curso de fondo del ojo, el #49° de 16 semanas, he asistido en calidad de invitado y conferenciante a los congresos nacionales de medicina interna, cardiología, oftalmología y neurología; en cada caso ha habido alguien que se me ha aproximado con sorpresa asumiendo que yo ya me había retirado o preguntándose por qué todavía trabajo e inclusive, cometiendo la indiscreción de decirme que había oído que había muerto

Por su parte, los telómeros (del griego telos, «final» y meros, «parte») son los extremos de los cromosomas que nos protegen contra el envejecimiento y la degradación corporal; son regiones de ADN no codificante, altamente repetitivas, cuya función principal es la estabilidad estructural de los cromosomas en las células eucariotas, la división celular y el tiempo de vida de las estirpes celulares. La evidencia de la relación entre el tamaño de los telómeros y el envejecimiento se encuentra en un estudio de la Universidad de Leicester donde se analizó a más de 12,000 personas en búsqueda de alguna característica reveladora respecto al largo de los telómeros, los genes y el envejecimiento. El resultado fue la localización de una secuencia genética cercana a un gen denominado TERT, telomerasa transcriptasa reversa, que acortaba los telómeros y por lo tanto aceleraba el envejecimiento. Los resultados del estudio indicaron que aquellos individuos (38%) que tenían esta secuencia tenían telómeros del mismo tamaño que personas 3 o 4 años mayores que no la tenían, mientras que aquellos que tenían la secuencia duplicada (7%) tenían biológicamente 6 o 7 años menos. Un telómero de corta extensión es un indicador de futuras enfermedades y está relacionado con la aparición del cáncer y del envejecimiento celular.

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La vejez nos arrebata lo que hemos heredado y nos da lo

que hemos merecido.

Gerald Brenan

El síndrome por desuso mental a menudo atrapa al médico cuando decide jubilarse simplemente porque cumplió una edad o un número de años de servicio, corriendo el riesgo de inscribirse en la sociedad de ociosos; es allí cuando le invade la desesperanza, cuando se siente socialmente inútil y emocionalmente superfluo, es allí cuando se acelera el proceso apoptótico… A diferencia de las máquinas que se agotan con el excesivo uso, el cuerpo y la mente humanos son capaces de mejorar cuanto más se les usa, y si el desgaste fuera la verdadera causa del envejecimiento, la mejor estrategia para combatirlo sería quedarse en cama…

De nuevo, quiero ser como la jirafa de Lamarck, mi cerebro continuara expandiéndose en la medida de mis desafíos intelectuales pues el factor capital del envejecimiento es la edad psicológica, con capacidad para revertir el proceso, y el trabajo, como creador de orden se opone a la entropía o la tendencia natural a la pérdida de orden en un sistema. La depresión y la tristeza que le embarga por haber perdido la actividad habitual, proyecta en el médico la tristeza a todo el cuerpo, con agotamiento de neurotransmisores salutíferos, descenso de niveles de hormonas, distorsión de receptores de neuropéptidos en la superficie de las células, interrupción del sueño, incremento de la agregabilidad de las plaquetas que se tornan más pegajosas y propensas a la aglutinación y a producción de trombos, vale decir, todas esas tristes experiencias se transforman en expresión física cuando dejas de crecer y envejeces…

 ¡No te dejes, hasta que el cuerpo aguante y la voluntad no falte…!

 

 

 

La rebelión de los epónimos y las mnemotecnias: su agridulce pátina, un elogio…

  • Haciendo de lo serio risible…

No me pertenece, pero aquí se los dejo: Elli, J. El Origen de las Astas de Amón. Rev Neurol Argent. 1987;13:55.

««Cuentan que doña Calota Craneana (la esposa de Amón), quería tejerse un tapetum con muchos pliegues curvos y pliegues de paso. Para tal fin, se fue a la Tienda del Cerebelo a comprar unos cuantos metros de fibras arcuatas y de cinta de Reil. Estando en camino y hallándose en el Valle Silviano, que es más oscuro que el agujero de Monro, le salió al cruce la imponente figura del Locus Cerúleus, que, amenazándola con la hoz del cerebro, la obligó a desvestirse. Luego de estrujar sus senos laterales, esgrimió su espolón y se lo introdujo repetidas veces en la comisura anterior hasta dejarle el cuerpo abollonado. Ella huyó despavorida, corrió por el entrecruzamiento de Wernekink, atravesó el acueducto de Silvio por el Puente de Varolio hasta que, finalmente se acostó a descansar debajo del árbol de la vida, mientras lloraba clamando por su pía madre.

Casualmente pasaba por allí el repugnante homúnculo de Penfield, quien inmediatamente se encargó de difundir la noticia. Al día siguiente, la Prensa de Herófilo publicó el hecho y se escucharon los comentarios más dispares. Unos decían que era una locus niger, otra que era una putamen cualquiera. Los más morbosos decían que se había tragado la protuberancia. Don Ventrículo por su parte, se consolaba diciendo, ¨Ahora ya no soy el único que tiene cuernos anteriores. Don Amón también tiene astas¨. Y así nacieron las famosas Astas de Amón«»

De esta ingeniosa parodia existe otra variante de autor anónimo aparecida en El Estudiante Libre, año 1931, número. 113, y publicado en el portal Ser Médico del Sindicato Médico del Uruguay.

http://www.smu.org.uy/publicaciones/noticias/noticias93/cuernos.htm

 

Tragedia cerebral en varios lóbulos y un Epílogo

Origen de los cuernos de Amón

 

“Yendo la señora Calota de Amón, camino de la Tienda del Cerebelo a comprar Cinta de Reil y tela coroidea para hacerse un tapetum con numerosos pliegues de paso, tuvo que pasar, por razones de forceps mayor, por el puente de Varolio pues era la única manera de atravesar el valle de Silvio. El valle estaba oscuro. De pronto surgió detrás del peñasco la figura imponente del Locus Ceruleus que vivía oculto en el cavernoso agujero de Luscka huyendo del Locus Niger su encarnizado enemigo. A la vista de aquella mujer de hermosas protuberancias, ciego de pasión, más ciego que el agujero, se lanzó sobre ella cual vulgar aracnoides, mordiéndole los senos laterales y los nantes. La asustada Calota clamó por su píamadre, pero esta duramadre no acudió. Estos lamentos sólo sirvieron para exacerbar los ímpetus amorosos del Locus que abalanzándose sobre ella consumó sobre su persona el inicuo atentado que trajo como consecuencia la creación de una nueva testa coronada. Consumado el hecho, se escondió ella tras el árbol de la vida, pero viendo Ceruleus que escapaba su presa, extrajo de entre sus telas el espolón que en cierta ocasión robara a Morand y lo hundió repetidas veces en sus carnes, dejándole totalmente el cuerpo abollonado.

Poco después llegaba Amón al lugar de la violatoria escena, atraído por las circunvoluciones de los cuervos de alas grises y alas blancas. Ahí yacía el cuerpo rojo de la Calota. Desesperado, Amón sentóse sobre el peñasco, mesándose las astas que desde ese momento poseía. Cayendo luego sobre su rodilla callosa, con la língula medio paralizada por el dolor, pedía a Dios que llevara a su infeliz esposa a la circunvolución límbica.

En el hipocampo, donde yacen sus restos, siempre hay un canastillo de flores.

Epílogo

Al día siguiente la Prensa de Herófilo comentaba de diversas maneras el suceso. Algunos periodistas, esgrimiendo el calamus scritorius, atacaban a Calota diciendo que era una vulgar girus rectus; otros, por el contrario, aseguraban que había llegado pura al tálamo”.

Esperamos que se haga el septum lucidum sobre este sonado asunto.

  • Mi ¨epónimo-mneotecnofilia¨…

La palabra epónimo deriva del griego Epónymos; compuesto de Epi, que significa sobre y ónoma: nombre. Se emplea en el lenguaje científico para indicar un término o frase derivada del nombre de una persona, para señalar una época, una ciudad o una estructura anatómica. Por su parte, el término mnemotecnia procede del griego mnéme: μνμη, «memoria», y el sufijo –tecnia: «técnica». Es decir, algo así como ¨técnica para memorizar». Según la RAE es un «procedimiento de asociación mental para facilitar el recuerdo de algo».

Desde siempre, debo reconocer, he sentido una especial fascinación por los epónimos y los recursos mnemotécnicos; si se quiere, una ¨epómonimo-mnemotecnofilia¨, que me cautivara desde aquellas vacaciones de 1955 que no las fueron, al final de mi preuniversitario en el Liceo Andrés Bello de Caracas (1954-1955).

Los que escogimos estudiar medicina, ya sentíamos el frío terror de la anatomía humana y los más avanzados nos urgían a adelantar materia amenazándonos con aire de vencedores, ¨¡Cuidado si aplazas la asignatura…!¨. La Anatomía Humana era literalmente un ¨filtro microporo¨, un mar de los sargazos -ese que tuvo la tétrica fama de ser lugar de cementerio de buques de navegación a vela-, donde tantas ilusiones y deseos de ser médico se atascaban, se estrellaban o se iban a pique; si se quiere, un preludio de lo que significaría ser médico, una prueba para tentar y templar nuestra ¨stamina¨, nervio, vigor o aguante… Parecía pues, que aquella materia la habían puesto allí como cerca mataburros que mostraba un límite a traspasar y a la vez producía temor a los jumentos y a aquellos que no lo éramos tanto. Habría pues que echar mano de una determinación apasionada y un subterfugio lícito para superarla en pos de asir la escurridiza Vara de Esculapio, símbolo de nuestra profesión.

Uno de los problemas eran los cuatro tomos de Anatomía Humana de Testut-Latarjet o los cuatro que se hicieron dos, de Henri Rouviére. Y teníamos que comenzar por el dominio de la Osteología so pena de flaquear apenas abandonada la orilla. Oíamos cuentos terroríficos como aquél de examinadores que lanzaban al aire un cúbito y asiéndolo rápidamente para esconderlo preguntaban al desapercibido estudiante,

-¨¡Bachiller, veinte o cero, una sola pregunta, ¿derecho o izquierdo?!¨ ¡Vaya monstruosidad!

Así que, mientras mis compañeros disfrutando de sus vacaciones jugaban fútbol en el Campo La Salle de Guaparo en Valencia, mi ciudad natal, yo los veía envidioso a lo lejos en tanto me ¨apuñalaba¨, deglutía y rumiaba toda aquella parafernalia de nombres de tuberosidades, apófisis, platillos, forámenes, agujeros, tendones, etc. ¿Cómo recordar sus nombres? Sin embargo, hoy me siento más afortunado y menos sobresaltado que antes, pues ahora, en la Nueva Nomenclatura Anatómica Internacional (N.P.I), designada como Nómina Anatómica de París (N.P.A), la denominación es en latín con su correspondiente traducción al idioma del lector; de esta forma se eliminan mis amados epónimos. ¿Con qué derecho?, ¿Cuál que será más fácil de aprender…?

Oteando desde la atalaya de mis cinco décadas de médico, humildemente lo dudo. Mire usted, ganglio linfático es ahora lynfonodo; la escotadura es incisura; el pilar anterior del velo del paladar, arcus palatoglossus; y en lo referente al sistema nervioso, acueducto de Sylvio es ahora, aqueductus cerebro; el sistema nervioso simpático, pars sympatica systematis nervosi autonomici; el ganglio de Gasser será ganglio semilunare y así sucesivamente… Terminaremos por no poder comunicarnos entre nosotros mismos. ¡De la que me salvé porque lo que soy yo, estoy en lista de espera, lo que sucede es que muchos abusadores se me han coleado…!

En ese proceso de aprendizaje podías heredar huesos verdaderos de un cadáver desde algún estudiante generoso que te los donaba, o entrar en el mundo del tráfico: sí, en la compra-venta de huesos a alumnos de años superiores que ya no los necesitaban; los mozos de las salas de disecciones y especialmente el señor Espinoza quien era mozo de la sala de autopsias, tenía un índice machucado y podía ubicarte una colección completa de huesos, así que el estudio se facilitaba; algunos más aventurados se iban al Cementerio General de Sur y allí, donde la ilegalidad rozaba con lo cotidiano, entraban en contacto con los sepultureros, proveedores habituales de los estudiantes de medicina, para hurgar entre las fosas comunes y luego blanquear los huesos con agua oxigenada y dos o tres manos de barniz hacían el resto. Hoy día habrá que caerse a tiros con los «paleros», la religión cubana de la magia negra quienes los utilizan en sus ritos…

En 1955 y en pleno centro de Caracas compré un cráneo perfectamente limpio y preservado procedente de Alemania, y a juzgar por su tamaño, lo imagino proveniente de alguna joven fallecida durante el Holocausto o producto de ¨daño colateral¨ en alguna refriega en la Segunda Guerra Mundial. Me ha servido de mucho para explicar a mis pacientes la ubicación de la silla turca, de la hipófisis, los nervios ópticos y el quiasma y otros detalles anatómicos. Hoy día, en la simpleza anatómica que gira alrededor del médico integral comunitario se emplean maniquíes de plástico, pero el problema es que, en estos fríos huesos artificiales, los accidentes óseos no tienen la forma real; las variaciones que se pueden apreciar en los mismos huesos de dos personas distintas no son susceptibles de observar.

 Del morbo histórico relacionado con la anatomía, descuella otro problema y es el concerniente a la adquisición de cadáveres para las salas de disección de las cátedras de anatomía; por supuesto, con la loable intención de que, desde la muerte, los estudiantes aprendan a salvar vidas…

Viene a mi memoria el insólito y macabro negocio montado en la Universidad Libre de Barranquilla, Colombia, en 1991, donde se encontraron los cadáveres de una docena de personas, todas ellas indigentes, recogelatas y cartoneros, llamados peyorativamente en la zona, ¨desechables¨, andariegos dañados por el bazuco, que se rebuscaban la vida con el reciclaje de desperdicios que encontraban en los basureros. Estos pobres desdichados fueron muertos a garrote a manos de empleados de la casa de estudios quienes recibían pagos por los cuerpos o partes de los mismos. Los investigadores policiales determinaron que las desapariciones sistemáticas de indigentes, estaban relacionadas con el tráfico de cadáveres que se realizaba desde la morgue de la universidad. Cayeron muchas cabezas incluidas la del rector…

Bien, pero dejemos de lado el lado oscuro de la anatomía y volvamos al tema que nos concierne: Si entonces hubiera sabido que en la interminable y empinada escalera que haciendo gala de mi libre albedrío había decidido ascender, donde cada peldaño era una palabra, un signo, un síndrome, una anécdota y que al finalizar mis seis años de carrera habría almacenado en mi banco de memoria la bicoca de cerca de ¡55 mil nuevas palabras…!, el terror hubiera invadido mi ser y a lo mejor me hubiera dedicado a otro oficio. Pero, ¿cuál otro…?

Pero es verdad, Dios nos da el frío, pero también nos da la cobija; aunque ocurre que esta última tenemos que buscarla por nosotros mismos… Sin embargo, no es solo eso, la cúspide inalcanzable de mi recorrido por esta profesión inacabable, está llena de más y más nuevas palabras y síndromes, totalmente inéditos para mi roñoso cerebro: La recompensa es que, mediante este, nuestro lenguaje materno, el de la medicina, somos aceptados y entendidos por nuestros pares.

Me escalofría imaginar a los Médicos Integrales Comunitarios, subproducto del castrocomunismo, portadores de afasia global, vale decir, expresiva y receptiva, y de alexia ¨revolucionaria¨, una forma de agnosia visual, una dificultad para reconocer el lenguaje médico sin padecer la afasia motora de Broca o la ceguera de palabras de Wernicke, perdidos en su simpleza en la intrincada selva de un lenguaje médico, de una lengua materna que desconocen… Como se me advirtió cuando los recibí, un aciago día lunes 24 de enero de 2011 en el Hospital Vargas de Caracas, serían ¨invitados de palo¨, es decir, que ¨no molestarían, no hablarían, sólo escucharían, no preguntarían y sólo tomarían notas¨, ¿Cómo entender y entenderse?, ¿cómo ser médico…?

Volviendo a Guaparo de mi Valencia del Rey, había que sentarse en una sillita de extensión –muda compañera de nuestros madrugones entre cafés, noctámbulos, prostitutas y maricos- y sostener aquel pesado libraco en nuestras piernas para leer, leer, releer y memorizar; había que aprenderse todo aquel conocimiento estructurado desde Herófilo y Vesalio, dibujantes insignes, y tal vez también, ladrones de cadáveres; pero ese era un plato para inteligentes y memoriosos, y yo, como muchos otros no formo parte de ese clan. Rememorar al segundo aquella catajarria de detalles -¿me servirá de algo?, me preguntaba y aún me lo pregunto-. Me atraía la cirugía, pero a mis 17 años era demasiado perfeccionista, y, para suturar una simple herida en el Puesto de Socorro de Salas donde iba a ¨coger puntos¨, me acompañaba la roñera: ¨pesado o lento en la ejecución de una tarea¨, me apuraban, pero yo quería que quedara perfecto, impecable, desbarataba lo que hacía y volvía a comenzar; eso no lo aguantaba nadie, especialmente el paciente; debía reconocerlo, no tenía ni el alma ni la rapidez de cirujano…

 Desde luego, había que buscar mnemotecnias o inventárselas uno mismo, artificios para recordar:

Por ejemplo, aquella de las 14 ramas de la arteria maxilar interna: ¨TiMeMenTemTem, DeMaBu-Pte-Pa, AlSo Viste¨: TI: timpánica; ME: meníngea media; ME: meníngea menor; TE: temporal profunda media; TE: Temporal profunda anterior y muchas otras. Pero el nervio facial no se quedaba atrás; para sus ramos colaterales intrapetrosas, ¨Pepe súbete al estribo y dale cuerda al neumogástrico¨: PE: nervio Petroso superficial mayor; PE: nervio Petroso superficial menor. Súbete al estribo: Nervio del músculo del estribo; dale cuerda: nervio de la cuerda del tímpano; al neumogástrico: ramos anastomótico del neumogástrico. Y para sus ramas extrapetrosas, allí le va más fácil: Gardel. G: Ramo anastomótico del glosofaríngeo; A: Ramo auricular posterior; R: Ramo sensitivo del conducto auditivo externo (CAE); D: Ramo del digástrico; R: Ramo del estilomastoideo; L: Ramo del lingual. Y así, miríadas de ayudas de memoria ¡Si no hubiera sido por ellas!

Bien, de nuevo retornemos al inicio de mis estudios médicos. Durante los primeros diez días, en el anfiteatro del Instituto Anatómico de la UCV, nuestro insigne maestro, el doctor Francisco Montbrun (1913-2007), con su particular bata marrón, se sopló completa y en 10 días la osteología en medio de magistrales dibujos con tizas de colores en la verde pizarra –indignos de ser borrados-, dejándonos a la intemperie y a merced de nuestra suprema ignorancia. Nuestra salida ante la angustia del tanto tener que saber y el poco asir, la distraíamos en medio de los chistes obscenos y las carcajadas de negación que precedían la hora exacta del inicio de la clase.

Tal vez fui uno de los más estresados de mi grupo; resulta que el puesto que me asignaron estaba en la primera fila y a la derecha. De momento a momento, el doctor Montbrun mientras dibujaba con suma destreza y rapidez hacía una pregunta sobre la materia que estaba dictando, realizaba un giro sobre sus talones de noventa grados y… ¿a que no adivinan a quien señalaba con su índice extendido…?

 Al hijo de Panchita, ese del bigotico menudo y la cara pálida y descompuesta pues, ¡Usted bachiller…! [1] Me inquiría con voz estentórea…  Con mis esfínteres intactos, pero en pugilato por dejar escapar un algo socialmente inaceptable, balbuceaba una respuesta, no siempre acertada. Estaba entonces condenado a adelantar materia y a prever lo que habría de preguntarme. Cada clase, un desafío a la memoria, pero multipliquemos aquello por todas las otras asignaturas, más gimnasia que magnesia para nuestras jóvenes y ávidas neuronas…

La recompensa final no se hizo esperar; de los 511 alumnos que iniciamos el escarpado ascenso del primer año en 1955, sólo 47 llegaron chamuscados, pero ¨lisos¨, aprobaron todas las materias, incluida por supuesto la anatomía; el hijo de misia Panchita Mendoza estuvo entre ellos, sólo que mi padre me recriminó porque no saqué 19 o 20 como mi hermano José, suma cum laude en derecho… ¡Eso es pura paja, puro caletre…!, le decía yo envidioso, en mi defensa…

[1]  Quién diría que muchos años más tarde, en 1999, le tuve como paciente casual. Al llegar a mi consultorio lo encontré esperándome para decirme, -«Vengo para que me hagas un fondo de ojo. He sabido que tú puedes diagnosticar cualquier cosa mirándolo…». Le dije que era una exageración, pero que le examinaría. Llegado el momento del tacto rectal se rehusó, pero yo le dije, -«Maestro, usted me enseñó que quien no mete el dedo mete la pata…». No le quedó otra. Su próstata era completamente normal. Luego me confesó que habiendo creído que tenía un cáncer prostático había suspendido la escritura de su ansiado libro «Neuroanatomía» en tres tomos con figuras de su autoría. Los bautizó un año más tarde…

 

Y así, llegamos jadeantes al tercer año, a nuestro contacto con enfermos reales, presentaciones orales del caso de nuestro paciente particular, en el camino de aprender y saber las nuevas reglas de gramática y estilo solo ejercitado a través de unos sobacos goteantes, las manos húmedas y temblorosas, los labios secos, las pupilas dilatadas y el tragar grueso. La sintaxis sería indispensable, tanto que un maestro mío nos decía, ¨Nunca ordene el postre antes del seco¨: «En una presentación adhiérase a la cronología que sus escuchas esperan e imprímale coherencia al relato…» ¡Fácil decir!

  • Los ambivalentes y agridulces epónimos y mnemotecnias: queridos y odiados…

En medicina y en ciencia, tenemos una larga tradición de epónimos, vale decir, nombrar descubrimientos, signos, síntomas, síndromes, enfermedades, reacciones bioquímicas etc., con nombres propios de médicos famosos, sitios geográficos, personajes literarios, héroes mitológicos, animales y hasta criminales de guerra… Ciertas especialidades médicas como la cardiología, la neurología y ahora la moderna radiología tienen las suyas, y dependiendo de la afinidad que usted tenga por estas muletas, ayudas de memoria o inútil ocupación de espacio –como quiera llamarlas-, tal vez le sean o no de su agrado, y ello porque son, si se quiere, ambivalentes, dulces o agrias.

Desde hace tiempo existe un debate enconado entre partidarios y detractores del empleo de los epónimos. Los oponentes prefieren nombres objetivos y sin adornos, por ejemplo, «respuesta plantar extensora» en vez de signo de Babinski[1].  Otros argüimos que los epónimos son representaciones lingüísticas útiles para reconocer patrones clínicos o radiológicos que ayudan en el proceso de diagnóstico, que lo hacen más vivo y palpitante, mejorando la práctica; por ejemplo, decir Síndrome de Sneddon para designar la lívedo reticularis idiopática asociada a accidentes cerebrovasculares, o síndrome de Susac en vez de vasculopatía retino-cócleo-cerebral, creo que se agradece…

   ¨Corkscrew vessels¨, los ¨tirabuzones de Muci¨ en neurofibromatosis I (NF-1) con orgullo va en negritas[2]

 

Me atrajeron siempre los pacientes con una serie de condiciones agrupadas bajo el término genérico de facomatosis o genodermatosis; algunos, verdaderos fenómenos de la naturaleza. Aún recuerdo el primer paciente con enfermedad de von Recklinghausen que atendí en tercer año de medicina y del que todavía conservo fotografías, pues siempre me interesó la fotografía médica. Desde 1976 comencé lentamente a acumular una serie de casos de neurofibromatosis I (NF-1), entidad donde nunca se habían descrito alteraciones retinianas pero que tenían en sus retinas, escondidos y a buen resguardo, vasos sanguíneos de característica muy inusuales:

[1] En 1896 presentó ante la Sociedad Biológica de París un breve artículo, verdaderamente breve: En 28 líneas y sin referencias bibliográficas intitulado, “Sobre el reflejo cutáneo plantar en ciertas enfermedades orgánicas del sistema nervioso”.  ¿Cómo no honrar su nombre cada día?

[2] Fue la ocurrencia de mi alumno, Marcos Ramella Galmuzzi

Son minúsculos vasos en forma de tirabuzones muy difíciles del ver con el oftalmoscopio directo; así que se necesitaba dedicar largos minutos bajo dilatación pupilar a su paciente búsqueda. Una vez que había colectado algunos casos, los presenté en un homenaje ofrendado en San Francisco, California, al doctor William F. Hoyt, mi mentor, con motivo de su 70º cumpleaños. Sus ex fellows, prominentes neurooftalmólogos esparcidos en la geografía norteamericana y ya jefes de unidades de la superespecialidad presentaron casos clínicos excepcionales.

Recuerdo que me correspondió mostrar mis hallazgos como expositor final luego de las presentaciones de mis ocho hermanos académicos, renombrados ex fellows. Una vez terminada mi corta charla pregunté a la notable audiencia si en su práctica alguno había visto casos similares. Hubo un largo silencio en la sala que fue roto cuando Hoyt, abruptamente se levantó de su asiento y dijo con sobrada emoción y orgullo, ¨Este hombre ha visto en Caracas, Venezuela, un inusual hallazgo que pasó desapercibido por años a los ojos de todos nosotros y los anteriores¨. Fue mi consagración, dejaba algo para la posteridad. En la cena de gala de la noche final se premiaron las presentaciones; la mía ocupó el primer lugar y en recompensa me regalaron una foto del doctor Hoyt.

Posteriormente hicimos nuevas observaciones y en 2002 publicamos nuestros hallazgos en la afamada revista inglesa, British Journal of Ophthalmology. 2002;86:282-284. Uno de mis alumnos los bautizó como¨los tirabuzones de Muci…¨ Se agradece el epónimo…

Personalmente considero que los epónimos no deben desaparecer. Son parte de la medicina y nos muestran en pequeños destellos su devenir histórico, que, por otro lado, debería gustar a todos los médicos. Además, sirven para definir cuadros clínicos sin tener que denunciar sus síntomas uno a uno. Para mí es más fácil decir «enfermedad de Takayasu», que arteritis de etiología desconocida que afecta a la aorta y a sus ramificaciones, incluyendo la arteria carótida; o ¨síndrome de uno y medio de Miller Fisher¨, que define la presencia de parálisis de mirada conjugada horizontal, asociada a oftalmoplejía internuclear ipsolateral.

En algunos casos, ciertos signos clínicos asociados a un epónimo son más útiles que la definición estricta, como por ejemplo el (también conocido como fenómeno de Lhermitte), nombre que se da a una breve sensación del tipo descarga eléctrica que ocurre al flexionar o mover el cuello irradiada por la columna, a menudo a las piernas, los brazos y ocasionalmente al torso, y es característica aunque no privativa de la esclerosis múltiple e indicativa de la presencia de una placa desmielinizante en la médula cervical; o el signo de Romberg, típico de la sífilis terciaria del sistema nervioso, presente cuando el paciente de pie es capaz de mantener la posición con los ojos abiertos, pero oscila o se cae al momento de cerrarlos: una lesión de los cordones posteriores y pérdida de la propriocepción, de la sensibilidad profunda le juega la mala pasada. Otras veces, es más fácil llamar la enfermedad que decir el elusivo y difícil epónimo tal sucede con la parálisis supranuclear progresiva (PSP) o síndrome Steele-Richardson-Olszewsky en honor de los tres médicos canadienses que la describieron.

Otra anécdota personal sobre epónimos. Cuando concursé para el cargo de Instructor por Concurso de la UCV en 1966, primer escaño del escalafón universitario, se constituyó un jurado con los doctores Henrique Benaím Pinto, Félix Eduardo Castillo Taberoa y nuestro querido Maestro Herman Wuani. Se realizó durante las mañanas de tres días consecutivos, agotadores como los que más, con prueba escrita, lección oral y por supuesto, la presentación y discusión de un caso clínico. Entre los tres candidatos para dos cargos, se sortearon las salas de la sección de medicina y las camas de los pacientes. A mí me tocó el paciente 6 de la Sala 6.

A todas luces el pobre hombre tenía la inconfundible clínica de un cáncer del estómago, estaba muy emaciado y su fin se antojaba próximo. Entre otras numerosas preguntas, el doctor Benaím me preguntó cómo se designaba al nódulo supraclavicular izquierdo que en ocasiones se encontraba en casos de cáncer del estómago. Yo le contesté rápidamente, ¨ganglio de Troisier¨; él me refutó, ¨ganglio de Virchow¨; yo le volví a insistir ¨Troisier¨, y él, muy molesto, me remachó, ¨¡¡Virchow!!¨. Era aquella una pelea de tigre con burro amarrado que no estaba dispuesto a asumir… Y así quedó…  En honor a la verdad, ambos teníamos razón, la denominación es dual: el ganglio fue inicialmente descrito por Rudolf Virchow en 1848 y 41 años después lo hizo Jean Troisier en 1889.

Así que esto de la dulzura de los epónimos son la oportunidad de asomarnos con embeleso y romanticismo a las vidas de médicos y científicos que en la oscurana de frías madrugadas y a la luz de un candil, pensaron, meditaron y alcanzaron lustre en cada una de sus disciplinas, y para así, nosotros admirar el fruto de sus observaciones. Es cierto que en muchas ocasiones el epónimo no hace justicia al verdadero descubridor o descriptor: o no existe de forma individual o resulta que es otro el del retrato. ¿Qué importa…?

¡Cuánto importa honrarlos! La otra, la vertiente agria es aquella que usa un epónimo para manifestar un abuso simplista de la tecnología, de poner algo de moda, y a mi entender ese poco afortunado síndrome de Romario, consistente en realizarse una resonancia magnética de las extremidades después de cada partido de fútbol…

 

rafaelmuci@gmail.com

 

 

Elogio del hematoma subdural traumático y Pierrette, de Balzac. ¨Un coágulo en el cerebro…¨

 

Mi amigo Alberto es setentón, su familia fue vecina nuestra y su esposa y él fueron mis pacientes. En un sorteo ganaron la Green Card; inicialmente se fueron al Norte por unos meses y luego decidieron irse para siempre. Trabajando en un depósito, tropezó con un tablero y cayó sobre su espalda y cráneo. Toda la atención se prestó a su pie derecho que al momento sufrió un esguince. Fueron pasando los días y su comportamiento se tornó extraño: retraído, somnoliento, llegando a orinarse en los pantalones. No sabemos cuánto tiempo pasó ni cuando sus familiares consultaron a un médico por esta causa. Una resonancia magnética cerebral puso de manifiesto un hematoma subdural. Fui llamado por teléfono… como la esposa no se encontraba en casa sus hijas se debatían en el qué hacer. Fui llamado: «Es una bola de sangre dentro de su cráneo y hay que evacuarla…» Por allí lo vi en Facebook rodeado del cariño de su esposa, hijos y nietos. Pero no fue así como lo sufrió Pierrette en el siglo XVII con la «terrible operación de la trepanación craneal…»

 ¡Abraham era mi paisano! Un flujo de espontánea simpatía embargó mi espíritu: Su nombre, uno de los apellidos de mi padre.

Él como yo, era orgulloso hijo de un libanés replantado en tierra venezolana en los albores del siglo XX. Su madre, como la mía, gema rústica que el tiempo y el propio esfuerzo hizo joya invalorable, encontrada en la cálida llanura guariqueña. ¡Tantas coincidencias! Pero él, no parecía festejarlo…

Su sola presencia allí, era evocación de mi querido viejo. Aquel mozo descendiente de habilidosos comerciantes fenicios, que aún adolescente arribó a esta Tierra de Promisión contando sólo con sus manos curtidas para el trabajo sin paréntesis, que no conocería de sábados ni domingos ni de parrandas con los amigos. ¡Tanto que quiso al país que le brindó su regazo, que supo amarlo más que al suyo propio! –«Déjenme gobernarlo por algún tiempo para mostrarles lo que puede hacerse de él!» —decía con convencimiento y amargura—, tal vez recordando a su tierra, la dura labranza del terrón infértil para arrancarle sólo algunos granos de trigo, y esta otra bendita, donde cualquier semilla germinaba sin esfuerzo, como por arte de magia. Padre justo, recio y solícito que fue, dictó cátedra con su ejemplo. Hombre de una sola mujer, la esposa amada y la amante respetada, a quien oyó, valoró y enalteció ¡Qué diferencia con la sexualidad displásica de nuestros prohombres, con todas sus queridas y barraganas, intercambiables, incapaces de amar y necesitados de varias para no amar a ninguna, ninguna que los ame y sentirse seguros!

Su palabra era ley e importaba más que cualquier documento, de ello se jactaba y nunca le conocí excepción, pues era digno y vertical, no como estos hombrecillos hechos de ‘papier-mache’ brillante, sin nada por dentro que no fuese impudicia y maldad, desbordantes de condecoraciones disminuidas por lo inmerecidas, y pletóricos de dólares en bancos de paraísos fiscales. Fue cedro descomunal, de tronco grueso y derecho, de los que sólo se daban en sus montañas, en su Monte Líbano, bajo cuyo frondoso follaje muchos encontraron amparo, cuando no ayuda o consejo… Gracias a Dios que la muerte, a la que no temía, se lo llevó añoso, harto de vida fecunda y con mil proyectos bulléndole en la cabeza, librándole de ver lo que de su tierra han hecho sus conductores, hijos de mala madre, desnaturalizados, que la mancillaron y luego han fraguado excusas mentirosas para justificarse: amor al pueblo, guerra económica, invasión gringa, oposición apátrida…

Un quejido de Abraham me hizo volver a la realidad… Su presencia había liberado, en rápida sucesión, recuerdos agradecidos de quien me diera mucho más que el ser. El gran malestar que le poseía, no le había permitido, como yo, festejar nuestro encuentro. Sexagenario, medio calvo, sin afeitarse el rostro; corto, grueso y robusto, lo que constituye un pícnico típico, y como si tuviera hemorroides, se sentó con cuidado en la silla que le ofrecí. Colocando su codo en mi escritorio, apoyó su cabeza sobre su mano izquierda y miró, distante, hacia un lado. Su esposa tradujo para mí sus males, pues cada palabra suya, parecía retumbar y taladrarle el cerebro.

-“Imagínese doctor, ¡No ha trabajado por más de una semana!” Tan mal que estaría. Doblegado el amor por el trabajo, inscrito a hierro y fuego en sus venas. Su aflicción dio comienzo como una inusual cefalea, un dolor de cabeza generalizado, suave al inicio, pero ganancioso en fuerza con el paso de los días. Llegó a despertarle en las madrugadas: Cualquier movimiento de su cuerpo, sus pisadas y aún su voz, le enfurecían, añadiéndole adicional violencia. Vómitos fáciles, vómitos de nada, pues nada su estómago le aceptaba vinieron luego. Tuvo una febrícula bastarda, se tornó apático, irritable, ensimismado y dormitaba donde no debía. En la quietud nocturna percibía distante, un ruido de vaivén, que parecía nacer de su propia cabeza. De momento y cuando se movía, también perdía la visión: Una oscurana pasajera hacía del día, muy transitoria noche…

    El examen fue provechoso. Sentado, con los ojos cerrados y los brazos extendidos con las  palmas hacia arriba, el izquierdo no toleraba el desafío con la gravedad e iba cayendo lentamente. Miré en el fondo del ojo al nervio óptico. Inspeccioné el primer milímetro de sus largos 47. Los restantes, escondidos detrás del ojo en su viaje centrípeto hacia el cerebro, yacen ocultos a la curiosidad visual del médico. Vi lo que esperaba ver: La cabeza del nervio, normalmente rosada y plana como un plato, se elevaba como un montículo congestivo, más pareciendo un tapón de champaña, cubierta con una malla de pequeños capilares y chispeada con llamaradas de sangre. Separé con mis dedos sus párpados mientras él hacía todo lo posible por cerrarlos con fuerza: Ambos ojos viraron hacia arriba y a la izquierda, en conflicto con la respuesta normal: ambos ojos hacia arriba y hacia afuera: La «espasticidad de la mirada conjugada», -me dije-, signo de tumores nacidos del lóbulo frontal, parietal o temporal, casi nunca frontal u occipital. Unidas como un rompecabezas, todas estas  piezas de diagnóstico hablaban de desmesurada presión represada en su cabeza y de compresión del hemisferio cerebral derecho.

De tanto repreguntarle sólo quedó claro que un mes antes, viajando en su auto Chevrolet Camaro al lado del chofer, el bicho cayó en un enorme bache caraqueño y saliendo expelido hacia arriba, golpeó el vértex del cráneo contra el techo: Un momentáneo apagón, un chichón y nada más… La tomografía computarizada del cerebro, demostró lo que me temía, lo que quería matarlo: Un hematoma subdural crónico derecho, desplazando el tejido cerebral hacia la izquierda más de 4 mm. Con muy poco esfuerzo, un neurocirujano drenó la colección de sangre a presión, a lo que sobrevino el milagro de una rápida recuperación… ¡Qué prodigio vivir para contárselos…!

¿Qué es un hematoma subdural? El eje cerebro-espinal está envuelto en las meninges, membranas prodigiosas que son frontera y barrera defensiva a la vez. La duramadre es tan gruesa y fibrosa como un pellejo, es la más externa y hace contacto con el cráneo. La piamadre es un hollejito casi invisible, surcado por una malla de vasos sanguíneos que recubre al cerebro y como un celofán de regalo, se amolda a todas sus irregularidades. Entrambas vive la aracnoides, con sus dos hojas que delimitan el espacio subaracnoideo por donde cual «agua de roca», circula el líquido cefalorraquídeo, nutriente y colchón amortiguador a la vez. A una colección de sangre atrapada entre las dos capas más externas, se denomina hematoma subdural. ¡Un chichón interno, que por la inextensibilidad del cráneo, ocupa un espacio ya ocupado! Suele ser causado por un golpe en la cabeza, nimio o severo, cuando ésta, en estado de aceleración, choca con gran fuerza contra un objeto estacionario como el piso. Pequeños puentes venosos de la superficie cerebral se desgarran y sangran. La sangre se acumula y al través de semanas y aún meses aumenta lentamente su volumen, elevando la presión intracraneal y comprimiendo y rechazando estructuras nobles. A esta fase de silencio sintomático, se le llama intervalo lúcido «lucida intervalla– o período de claridad mental, que precede a la tormenta cerebral o aún al coma. Una trilogía de predispuestos acapara la mayoría de los casos: ancianos, niños y alcohólicos; simplificando, en razón de sus frecuentes tropiezos y caídas.

   Las primeras descripciones médicas del mal, se atribuyen a Johann Jakob Wepfer en 1658, y al famoso anatomista y fundador de la anatomía patológica, «Su Majestad a Anatómica», Giovanni Battista Morgagni (1682-1771), en 1761[1]. Pero más cautivante es el relato que el narrador y dramaturgo francés, Honorato de Balzac (1799-1850) hace de él, en «La comedia humana», tomo 5; esa magistral colección de novelas y cortos relatos que lidian con la naturaleza de lo cotidiano.

En su novela «Pierrette» (1848), nos presenta el trágico caso de Pierrette Lorrain: los abuelos arruinados de la huerfanita de 14 años, para colmo, malquerida, se la confiaron a sus primos solterones, Sylvie, de cuarenta y seis años y Jerónimo-Denis Rogrons, de cerca de cuarenta quienes la convirtieron en su cocinera y cuasi sierva. En su relato muestra las desgarrantes inmundicias del corazón humano. Sin afecto y alejada de su hogar, la niña se torna clorótica: la clorosis (llamada antiguamente «enfermedad de las vírgenes» o «enfermedad verde» era una forma de anemia nombrada por el tinte verdoso de la piel del paciente. El tiempo y el progreso la hicieron desaparecer de los anaqueles de la nosología médica).

Cierto día es expulsada de la habitación donde jugaban a las cartas y en la oscuridad sin el auxilio de una vela, golpea violentamente su cabeza contra el canto de una puerta. Luego de un intervalo lúcido de una semana, se inician dolores de cabeza, vagos al inicio, terribles después. Balzac menciona que «un depósito de un material dañoso se acumulaba dentro de su cabeza». Quince días más tarde, la cefalea se hace intolerable y sobrevienen pérdidas de conciencia. Una junta de médicos se inclina por operar y drenar. La primera cirugía, intentada al través del oído, resulta infructuosa. La segunda, cuatro meses más tarde, «la terrible operación de la trepanación craneal», la hace sobrevivir un mes más, para fallecer el martes siguiente a la Pascua de Resurrección…

[1] Giovanni Battista Morgagni es considerado el padre de la anatomía patológica y contribuyó a la comprensión temprana de la neuropatología. Por ejemplo, introdujo el concepto de que el diagnóstico, pronóstico y tratamiento de la enfermedad debían basarse en una comprensión exacta de los cambios patológicos en las estructuras anatómicas. Además, contribuyó a lo que sería la disciplina de la Neurocirugía, por ejemplo, la trepanación realizada por trauma craneal.

 

 La antisepsia de Lord Joseph Lister (1827-1912) catalizadora de la moderna cirugía no vio luz sino hasta 1867, y la maestría de Harvey Cushing (1869-1939), creador de la moderna neurocirugía llegaron tarde para Pierrette, pero muy temprano para mi paisano Abraham. Ahora, cada vez que nos vemos, intercambiamos recuerdos y festejamos jubilosos el encuentro de nuestras raíces…

Elogio de la observación: cualidad de genios. Sobre enfermedades y escritores… Parte IV

Una de las situaciones clínicas de máximo impacto y mayor dramatismo sobre la vida de un individuo, sus allegados y la sociedad, es el accidente cerebrovascular agudo, ahora llamado ictus cerebral[1], pues a menudo interrumpe las funciones que gobiernan la autonomía del ser, sumiéndolo en la postración y la dependencia. No raramente decreta la muerte biográfica, al amenazar de manera radical los proyectos y sueños anteriores a la enfermedad, y peor aún, de ser muy severo o agravarse, hace cercana la posibilidad de nuestra muerte biológica. Es el enemigo que no podemos ver, que, ya se mimetiza con un día claro y radiante, ya con una noche oscura y rutinaria, en el que se abalanza pesadamente sobre uno, tal vez sin síntomas premonitorios que nos adviertan de su blando o  feroz ataque. Es como un relámpago en un cielo azul, que nos toma por sorpresa, no atinando a precisar de dónde viene o cuál es su objetivo. Con temor, es designado por el común de las gentes de muy diversas maneras, «embolio(a)», «derrame», «ataque cerebral», «apoplejía», suerte de Babel de orígenes o confusión de causas, o mediante un nombre apolillado y en desuso como el de «congestión cerebral», concepto estancado en un pasado donde campeaba el desconocimiento científico o en el mejor de los casos, buscaba una mejor vía de expresión.

Aunque podemos estar libres de toda culpa al momento de atacarnos, casi siempre existe una larga historia de abusos conscientes o instintivos, frutos de la ignorancia o de la indiferencia —a despecho del conocimiento—. A la imagen del sujeto antiguamente llamado de temperamento sanguíneo, ese, «de complexión robusta, desarrollo muscular y plenitud vascular por abundancia de sangre», ha dado paso una serie de factores, llamados de riesgo, responsables de su producción, pues su sumatoria a la larga resulta ser el fin de un camino de autodestrucción, labrado al paso de los años.

La hipertensión arterial, infravalorada en su capacidad de dañar, suele ser tomada a la ligera y no tratada con seriedad, al igual que la enfermedad isquémica del corazón, la elevación del colesterol LDL, el hábito de fumar, el alcoholismo crónico, el sobrepeso y el sedentarismo. Cada una de ellas en lo particular, varias encompinchadas, hacen nido en las paredes de las arterias cerebrales para que en un mal día, se obstruyan o se rompan,  privando de sangre a un territorio pequeño o extenso del tallo cerebral o del cerebro mismo, o inundándolo de ella, según se trate de un accidente cerebrovascular obstructivo o hemorrágico.

   Antolino, llamado «el indolente«, productor de seguros, puede ilustrar la situación. Cincuentón, de «hábito apoplético» intuíble por su obesidad, rubicundez facial y plétora de los vasos visibles de su cara, hablachento, liviano, despreocupado, desafiante y omnipotente, arrastró sus pecados de juventud hasta la edad en que debió sobrevenirle la madurez, sin detenerse a pensar qué precio pagaría por ello, ¡Y ahí que le vino la cuenta para su inmediata cancelación!

Una agitada noche de francachela y mujeres, le aventó a su casa con el cantar del gallo como náufrago apipado y exhausto. Tanteando, como quien desea el desapercibo y llevándose todo por delante, alcanzó a llegar al baño donde se vomitó encima.

Un ramillete de claveles de muerto le había enviado el destino: Repentino dolor pulsativo de cabeza, pérdida de la fuerza en la mitad derecha de su cuerpo, vano intento por pronunciar palabra cuando era arrastrado al suelo por la fuerza de su propio peso y caída estrepitosa. Su sufrida esposa percibió además un ronquido extraño y quedo… y voló a ver lo qué había pasado. Le encontró tirado desordenadamente en el suelo, inconsciente, empapado de orina y vómito, con la cara más enrojecida y pletórica, y las venas del cuello y la frente cual gruesas lombrices reptando bajo la piel. En manos de vecinos bondadosos, fue pasado a su cama.

[1] Los términos ictus, infarto cerebral, derrame cerebral o, menos frecuentemente, apoplejía, son utilizados como sinónimos de la expresión accidente (o ataque) cerebrovascular (ACV)

  Su respiración era periódica y acompasada, un crescendo estertoroso, al cual seguía un decrescendo cada vez más débil y apagado y que concluía en un hiato de silencio, donde la respiración se detenía por completo. Luego de angustiosos segundos, se reiniciaba un nuevo ciclo de picos y depresiones decibélicos. En cada espiración, el aire inflaba la mejilla y el labio superior derechos y se escapaba por la comisura labial, produciendo un pausado “puj-puj-puj”. La misma onomatopeya del fumador de pipa, aspirando el humo por el lado izquierdo y exhalándolo por el derecho. ¡Antolino se fumaba la simulada pipa del hemipléjico estuporoso!

Varios días de tirante calma, dieron paso a la recuperación de la consciencia. La mitad derecha de su cuerpo carecía de movimiento. Era como una pesada  yunta de bueyes, donde uno del par hubiese muerto y el otro no pudiese con el plomizo lastre. El lado derecho de la cara, como una mascarilla de cera expuesta al calor, se le había derretido hacia abajo, perdiendo detalles, surcos y prominencias. Si bien comprendía cuanto se le decía, era incapaz de verbalizar. Sus órganos de fonación estaban sanos, pero habían perdido su mayoral y no tenían quien les hiciera cumplir las órdenes. En línea directa y de un sólo lado, había perdido la fuerza de su cara y cuerpo, a lo que se había asociado una afasia motora, o pérdida de la capacidad de expresión con conservación de la comprensión, proclamando el origen “cerebral” de su hemiplejía derecha (de «hemi«, mitad y golpe) y localizando el daño en el pequeño desfiladero, confluencia de cables que llevan las órdenes del movimiento: la cápsula interna izquierda. Cuando la parálisis facial o de los músculos oculares es contralateral al hemicuerpo paralizado —hemiplejía alterna o cruzada—, es indicativa de que el agravio ha ocurrido en el tallo cerebral.

    En «La Guerra y La Paz» (1863-1869), joya de la novelística épica, el Conde León Nikolayevich Tolstoi (1829-1910), describe con increíble maestría y detalles realísticos de asombrosa sutileza, trozos de historia, aproximaciones psicológicas a sus personajes y aún, relatos de  enfermedades. La grave dolencia que pondría fin a la existencia del Príncipe Nicolás Bolkonski, viene a ser un relato preciso y fino de pormenores clínicos que pasarían desapercibidos a un galeno moderno, ese nuevo bárbaro mencionado por Don José Ortega y Gasset (1883-1955) que es el médico trocado en técnico deshumanizado, tan lleno de «especialismo» e incultura médica, tan ignorante, desentendido e indiferente a aquello que se aleje de los reducidos cotos de su conocimiento.

Una hermosa mañana, el Príncipe Bolkonski en vistoso uniforme de gala y luciendo sus condecoraciones, sale a visitar a un dignatario local. Más tarde, varios hombres corren hacia su casa con cara de angustia. Su hija, la Princesa María sale al pórtico y observa como su padre es traído en vilo por manos compasivas. Nicolás mueve sus labios que sólo dejan escapar un ronco sonido. El médico diagnostica un «ataque cerebral« causante de parálisis del lado derecho de su cuerpo.

Pasados algunos días de angustiosa calma, arriba la convalecencia. Su ojo izquierdo se notaba inmóvil y el derecho parecía como «sesgado», no podía mover su lado derecho y la articulación de sus palabras era deforme. La fina descripción del desastre neurológico sugiere que el accidente ocurrió en el lado izquierdo del tallo cerebral, a la altura del puente de Varolio, donde residen los centros rectores de la mirada horizontal, los comandos que mueven los ojos de un lado a otro lado, como la trayectoria de una pelota de ping póng. Las lesiones del tallo no producen afasia, el paciente es capaz de hablar, pero lo hace como si tuviera una «papa dentro de la boca«. A este verbo estropajoso se le llama disartria o dislalia.

 En 1967, el gran clínico y neurólogo bostoniano, C. Miller  Fisher, M.D. (1913-2012), meticuloso observador y fino descriptor de numerosos signos y entidades neurológicas, describe y define el llamado «síndrome de uno-y-medio«, muy probablemente, el que sufrió el Príncipe Nicolás: Un ojo pierde total movilidad horizontal -«uno»- y el otro, sólo es capaz de movilizarse hacia afuera -«medio»-, siendo un exquisito signo de localización del daño en la protuberancia anular, también llamada, puente de Varolio.

Ni Tolstoi, ni ninguno de los médicos de su época, no podían apreciar  la significación neurológica de los detalles por él descritos. ¡No había nacido C. Miller Fisher, el descriptor del síndrome! En nuestros tiempos, los médicos hasta podríamos tener el conocimiento teórico, pero por no haber ejercido y afinado el don de la observación, somos incapaces de interpretar la realidad que clara se despliega ante nuestros ojos.

 El hospital y sus bondadosos pacientes nos ofrecen un laboratorio donde mediando el respeto,  la empatía y el deseo de sanar, podemos identificar aquellos cuadros clínicos extraordinarios ya descritos que produce la saña de la enfermedad desatada…

 ¡Ojalá pudiéramos tan sólo intentar imitar a medias!

 

 

El psiquiatra y el brujo de Curiepe…

Aún lo recuerdo con diáfana claridad… 1961, a pocos meses de graduado, Sala 15, cama 19, cuatro camas reservadas a la Policía de Caracas, jefe del Servicio, nuestro inefable y gran Profesor, Fernando Rubén Coronil (1911-2004); el doctorcito Muci doblado el raquis por su carga de ignorancia pero ahíto en deseos de aprender, me sentía como un cómitre, no otra cosa que ese sujeto inclemente que con un látigo en mano dirigía la boga en las galeras y que tenía como función el impartir el castigo a los galeotes, aquel sufrimiento ajeno permeaba mis poros haciéndome solidario.

Estos galeotes míos no eran delincuentes ni purgaban como forma de pago un delito cometido; no, todo lo contrario, el delincuente era y han sido los regímenes de mis tormentos, la sociedad injusta que les condenaba a purgar el delito de ser pobres, de no tener influencias ni palancas. El flaco Quintana, accesible, cirujano curtido de finas manos y buen criterio quirúrgico, era el único encargado de los policías que requerían de alguna intervención quirúrgica. En este caso, «el 19», un policía, un joven de unos 20 años. Le intervino a fines del mes de diciembre. Una hipertensión portal[1] cuyo origen nunca fuera precisado, culminó tan sólo en una esplenectomía[2] limpiamente realizada. El paciente fue transferido a su cama, y no más en llegando, comenzó a quejarse a gritos de un intenso dolor lumbar… Día y noche sus quejas eran echadas al espacio del recinto: ¨¡Madre Santa!, ¨¡Santísimo Poder! ¨y ¨¡Dios Mío!¨, se sucedían  traspasando el umbral de la puerta ojival y pasillo abajo, aún se oían en la sala 12…

[1] La hipertensión portal es un término médico asignado a una elevada presión en el sistema venoso portal, está formado la vena porta  y las venas mesentéricas superior e inferior y la vena esplénica domiciliadas en el abdomen.

[2] La esplenectomía es la extirpación quirúrgica del bazo, un órgano que se encuentra en la parte superior izquierda del abdomen.

 

Le examinaba a diario con el magro armamentario semiológico de que disponía, todas las maniobras para despertar el dolor en la columna dorso-lumbar, rotación, flexión, maniobra de Lasègue[1] para estiramiento del ciático, reflejos tendinosos, sensibilidad metamérica, tos, palpación y puño percusión del abdomen, flancos y región lumbar; los pocos exámenes radiológicos de que disponíamos, le fueron realizados… La sombra del psoas se veía muy clara y definida, no había pues un hematoma del músculo. Recorrí analgésicos, pasé de la Novalcina® a la Buscapina® y de allí a la morfina y el cóctel lítico[2], el dolor, impertérrito y renuente, se negaba a abandonarlo. Me sentía solo entre los cirujanos de entonces, más interesados en operar que en pensar qué le pasaba a aquel desgraciado. Mis lamentos de ignorancia tampoco los conmovía. Bajé a buscar ayuda de los internistas, a los míos, tan sabihondos como solo nosotros somos… El propio jefe del servicio y un séquito de acompañantes miraron a lo lejos y juzgaron con la mano apoyada en el mentón, pero su saber se estrelló en el enigma de aquél adolorido.

Ya yo no quería llegar a la sala por las mañanas, pero sus gritos, inconfundibles, los percibía y se amotinaban en mis oídos apenas tramontaba la Sala 12 y me ponían el cutis anserino y a galopar el corazón… Le encontraba recién bañado, usando sólo el pantalón del pijama azul que entonces suministraban a los pacientes, con el cabello empapado y el cuerpo medio mojado esperándome en el dintel de la puerta para compartir sus cuitas y derramar sus lágrimas sobre mi hombro ignorante y culposo.

Cuando el médico, por insipiencia, no sabe lo que ocurre a su paciente, recurre de inmediato al expediente del ¨caso funcional¨ o de la ¨condición psicosomática¨. Y bien, si pensara –como así fue- que esa fuera la causa, debería ir al Servicio de Psiquiatría en búsqueda de ayuda. Raudo y presuroso me dirigí pues hacia el sur, a la antípoda del Hospital, bajé por la tenebrosa escalera y hablé con un grupo de psiquiatras que conversaban animadamente en el pasillo sin desear ser perturbados en sus profundas y medulosas cavilaciones. Uno de ellos, forzado por sus compañeros, ¨gustosamente¨ accedió a acompañarme, a mí, un interno cagaleche. En el camino le conté los pormenores de aquel paciente con su dolor que ya contaba cerca de 15 días de tormento compartido, el de él y el mío. Aquél médico no me miraba a los ojos, llevaba una pipa curvada de boquilla aplastada a su diestra la cual aspiraba con fruición de vez en cuando y expulsaba bocanadas blanquecinas de agradable olor que se perdían en el éter buscando hacia lo ignoto de su inconsciente. Llegamos a la Sala. Le presenté al malhadado joven y él decidió entrevistarlo en un cuartico a la derecha frente a la estación de enfermeras.

Quise acompañarle para aprender algo de sus técnicas, pero en forma más bien descortés, cerró la puerta tras sí y allí encerrados, se inició el milagro psicoterapéutico…. Una hora estuvieron enclaustrados. Al día siguiente viernes, los gritos continuaban y otra hora se gastó aquel frenólogo que hasta las protuberancias más escondidas de su cráneo le palpó. El sábado, temprano en la mañana lo vi acercarse de nuevo a él… Los gritos no cesaban…

El domingo era mi día libre y tuve temor de acercarme al Hospital para no oír los alaridos del ¨19¨; no obstante, el lunes a las 6:30 am, como era mi diaria costumbre y ya, trasponiendo la marquesina del Hospital marqué mi tarjeta[3],  y vi a José María Vargas sentado en su silla de suela, todo de impoluto blanco mirándome con mal disimulada condescendencia: le pedí esperanzado que me iluminara para ayudar a aquel desgraciado cuya condición se perdía en el mar de sargazos de mis diagnósticos diferenciales y mis fútiles tratamientos…

Entonces… Llamó mi atención que al llegar a la Sala 12, ni gritos ni gemidos, ni lamentos ni imprecaciones se oían. A medida que me acercaba solo escuchaba el ruido y la vocinglería de las camareras repartiendo el desayuno, el golpe metálico de las bandejas de magro contenido, y una vez que entré a la Sala vi que su cama estaba vacía, tendida y lisita. ¡Triunfo de la psiquiatría!, ¡Alabado sea el Señor!, grité para mis adentros sin disimular mi felicidad. Después de todo el patiquincito aquél con su aire freudiano se las traía y me había dejado boquiabierto y envidioso por arte de sus crípticas técnicas.

[1] Signo de Lasègue. Con el paciente en decúbito dorsal, se eleva pasivamente la pierna con la rodilla extendida. El dolor debe aparecer a menos de 45º. Es positivo cuando la elevación del miembro inferior con la rodilla extendida produce dolor. Cuando aparece más allá de 45 º no es concluyente, ya que podría deberse a retracción de los músculos isquiotibiales. Se percibe en la cara posterior del muslo y en la pierna. Está en relación a afección de la raíz L5 o S1. Si la rodilla está flexionada la elevación es fácil, signo que distingue la ciática de las afecciones articulares.

2 Demerol, Largactil y Fenergán

 [3] Un artilugio a la entrada del Hospital dejaba constancia de la hora que llegábamos los médicos; un buen día le echaron azúcar y la máquina se trancó para alivio de muchos…

Aliviado e intrigado, comencé a pasar revista desde la cama 1 como era mi costumbre, moviendo una silla donde me sentaba a conversar con el paciente antes de examinarlo y escribir una nota en su historia. A pesar de inquirir, nadie me decía nada. Al filo de la cama 5 estaba hospitalizado el negrito Casimiro Farfán, un viejito delgado y afectuoso que esperaba para operarse unas hemorroides que le hacía la vida imposible entre profusas ¨reglas¨ –como él las llamaba- y la sensación de tener un tapón en el ano. Con una chispa de picardía en una sonrisa que más mostraba espacios vacíos que dientes, me dijo,

-¨Dotorcito, ¿no sabe lo que pasó con el ¨19¨?¨ .

-¨No -le respondí-, nadie quiere decirme nada, se sonríen, pero nadie suelta prenda…¨

– ¨Pues mire, voy a contale, el sábado en la tarde ingresaron en la Sala 14 a un famoso brujo de Curiepe a quien van a operar precisamente hoy de una hernia gigante en la verija. Atraído por los gritos y los comentarios de visitantes y familiares, se acercó al adolorido. Nada más lo vio y seguro de sus palabras, dijo que le habían hecho «un trabajo» y «echado un daño» pero que él sabía cómo deshacerlo; y que seguramente no tenía una «contra»[1]… Una de esas tantas mujeres que entonces y ahora los policías dejan preñadas en cada barriada, había jurado hacerle la vida retama. Se lo llevó al baño, hizo salir a los que allí se encontraban y estuvo como una hora encerrado con él.

 Nadie sabe qué suerte de despojo le hizo, pero lo cierto es que regresó a la cama, fresco, contento y sonriente.

Atajó a uno de los médicos adjuntos, el doctor Gustavo Villalba (†) –margariteño buena gente-  que había venido a ver a un paciente que había operado con el doctor Coronil y le dijo jubiloso,

¨¡Doctor deme mi baja!¨

-¨No, no puedo –respondió el otro-, deje que Muci venga el lunes…¨.  Pero la insistencia fue tal, que luego que el paciente le firmó la historia haciéndose responsable de lo que pudiera ocurrirle, nuestro maltrecho héroe salió corriendo como alma que el diablo lleva dejando las alpargatas en el sitio y sin voltear para atrás, huyendo de aquel dolor inventado por cuál se yo qué recoveco de su mente para no volver nunca más.

Bordeando las diez, llegó nuestro psiquiatra, vistiendo una chaqueta inglesa marrón de cuadritos de las llamadas tweed, con parches de cuero de tono más oscuro a la altura de los codos, aromoso a Clínica Tavistock de Londres, con su consabida pipa de aromático tabaco a la diestra y su aire superior, despreciativo y sobrancero.

Me miró como gallina mira grano de sal… Le dije que el paciente estaba curado y ya se había ido de alta… pero… no me dejó decir nada más …

Se iluminó su rostro hierático y sin volverme la mirada ni dirigirme siquiera una palabra de condolencia por mi ignorancia, giró sobre sus talones y comentó al aire que le rodeaba, cuán eficaz era su técnica de llegarle al inconsciente de un paciente en apenas dos entrevistas y ser suficientes para desenredar cualquier entuerto…

 

“En tiempos antiguos, los magos invitaban a comer una víbora viva, para inmunizar contra los efectos de su mordida”.

 

rafaelmuci@gmail.com

 

[1] «Trabajo»: rito que se lleva a cabo para causar mal a otro. El «daño» es el mal causado, es el resultado del «trabajo de un brujo o del objeto mágico «cargado» para tal fin. «Contra» es el ritual mágico, como una estampa, un amuleto o un rezo que deshace el mal y neutraliza al agresor.

Elogio del especialismo… ¿¡Y es que le cortaron una pierna…!?

Era una de esas mañanas frescas, luminosas y de cielo muy azul en las faldas del cerro Ávila, pero ahí mismito, cundida de aburrimiento en la Sala 16 del Hospital Vargas… Como estudiantes del último año, cumplíamos nuestra pasantía de Clínica Quirúrgica. No había mucha gente allí dispuesta a enseñar a unos estudiantes sin interés. Estaban demasiado ocupados operando como para interesarse en minucias de aprendices. ¡El que venga atrás que arree…!

A diferencia de las cátedras de medicina interna, casi nunca pasábamos revista o visita con los adjuntos, así, que no sentíamos la presión de tener al día los pacientes asignados, conocer de su condición patológica ni de los tratamientos en boga ni su evolución. Pero cierta mañana, como un relámpago en un cielo azul, tal vez el día de los gallegos: ¡el día menos pensado!, irrumpió el mismísimo Jefe de Servicio y decidió que esa mismísima mañana pasaría revista. Yo conocía muy bien los casos de las enfermas que me habían asignado y además, aunque la cirugía no era mi niña consentida, también estaba enterado de los casos del resto de las 19 mujeres allí admitidas que siempre tenían una patología y una historia personal que producían en mí, fascinación clínica y humana.

Mi grupo no era muy aplicado y estudioso que digamos… Yo me había mudado desde el recién estrenado Hospital Universitario de Caracas al Hospital Vargas en quinto año de medicina. El grupo que había dejado atrás, el grupo de la ¨M¨ era uno de estudiosos, competitivos y brillantes compañeros: José Moros Guédez (†), Alejandro Mondolfi (†), Pablo Medina, Jorge Monroy R., Edgar Martínez A. (†), María Antonieta Mejías, etc. No pude tolerar la anomia en que me sentía sumido en la actitud de mis profesores allá, distantes y poco interesados en quiénes eran sus alumnos; así, que me fui en búsqueda del doctor Otto Lima Gómez, que representaba para mí, el paradigma de lo que quería ser, un clínico de filigrana, competente y humanitario… Y entre sus paredes me desarrollé como hombre y como médico; mal digo, ¨me desarrollé¨ porque nunca he terminado de desarrollarme y aún, 59 años después, sigo creciendo entre sus salas, arcadas ojivales, pasillos y en mi Unidad de Neurooftalmología…

Pero volviendo a mi nuevo grupo de pocas luces, poco interés y la tragicomedia que en breve se desarrollaría, debo decir que aquello fue una degollina, un sangrerío, una cortadera de cabezas iniciada en la cama 1 y de allí en adelante hasta la 19; ninguno sabía nada de sus pacientes ni de sus patologías, por supuesto menos de su tratamiento y el porqué de sus indicaciones quirúrgicas y poco o nada de su evolución.

El negrito ¨C…¨ era lo que llamamos «buena gente»: sincero, festivo, rochelero, pero su única falta fue que había decidido desde el inicio de la carrera, que él sería obstetra –para entonces esa especialidad era catalogada como la de más inferior rango del espectro médico: por lo general, «desde tiempos inmemoriales los niños han nacido solos», se decía-. A él, no le interesaba aprender nada más; a menudo lo decía y lo repetía como un mantra… -¨¡Doy por sabido todo lo que ustedes saben; lo mío es atajar niños resbalosos con presteza y evitar que caigan en el tobo…!¨expresaba con arrojo y desparpajo…  

   Pues bien haciendo un cerquillo alrededor de la cama mis compañeros y yo, y a un costado y con los brazos cruzados y cara de pocos amigos, el cirujano jefe, nada menos que el maestro Fernando Rubén Coronil (1911-2004) [1] con el ceño fruncido y visiblemente enojado increpó al proyecto de partero. El jefe estaba tan pálido, tan rabioso y enchumbado de adrenalina, noradrenalina, cortisol y ¨arrechisol¨ que como decía mi madre, si le cortaban la piel no echaba sangre… Tragaba entero y su sorpresa no tenía límites ante tanta ignorancia y desconsideración.

  -¨A ver bachiller, ¿por qué se le amputó una pierna a esta paciente y que incidentes ocurrieron durante la cirugía…?

El negrito también en su sorpresa, palideció de súbito, se tronó blanco como un papel, y sudoroso y aturdido, sin saber qué decir, tomó por el extremo inferior la nívea sábana que cubría a la enferma y de un tirón irreverente, descubrió el cuerpo de la paciente al tiempo que exclamaba,

-¨Pero… ¿¡y es que le cortaron una pierna…!!?

No pudo graduarse con nosotros… El jefe, hecho un energúmeno le puso la mínima calificación para que ni siquiera pudiera graduarse ese año. Había sido un descuido intolerable, era la paciente que se le había asignado y debía estar a su lado, velar por ella, examinarla cada día y anotar en la historia sus impresiones del momento… ¡Había fallado feamente…!

Pero la historia que les narro tiene otra arista… A decir verdad, el cirujano de mi viñeta era uno de muy elevados quilates, leído, no solo de medicina, de cultivado humanismo y entrega, era un privilegio estar a su lado; para decirlo de otra manera, fue el único cirujano a quien vi con un estetoscopio en el bolsillo, que sabía mucho de clínica médica y quirúrgica, y a quien todos sus pares le miraban con admiración y respeto… [2]

[1] Eminente cirujano y catedrático, fue Decano de la Facultad de Medicina de la Universidad Central de Venezuela e Individuo de Número de la Academia Nacional de Medicina, Presidente de la Junta de Beneficencia Pública del Distrito Federal, Inspector General de Hospitales, fue el fundador del Banco de Sangre de Caracas, trabajó y dirigió servicios de cirugía en los mayores Hospitales de Caracas y en la Cruz Roja Venezolana. Esposo de la doctora Lya Imber, matrona de niños enfermos…

[2] Fue el fundador de la sección de Cirugía Experimental y a su regreso de Moscú trabajó con el profesor Demijov, gran cirujano experimental. Recuerdo haberle trasplantado la cabeza de un perro a otro perro; nunca pude encontrar una fotografía de este portento ni conocer detalles del suceso…

Se ha dicho que un buen cirujano debe tener, ¨temple de acero, manos de artista, mirada de águila y corazón de león¨… Pues bien, la paciente de marras, era una enferma excepcional y muy especial para él: una negrita barloventeña, perdón, una ¨afrodescendiente¨ sesentona, muy adelgazada, que había desarrollado una gangrena diabética que hacía obligante la amputación del miembro inferior derecho para salvar su vida. Para entonces, los pabellones del hospital estaban en inacabable proceso de remodelación; así, que se habían acondicionado espacios en el fondo de las salas donde se operaba en medio de grandes estrecheces.

  Siendo un procedimiento sencillo, la cirugía fue confiada a uno de los residentes menos expertos. Cuando estaban en el proceso del ¨serruchado¨ de la pierna, el anestesiólogo encendió la alarma advirtiendo que la paciente había hecho un paro cardíaco. Cundió el pánico, todos se volvieron ¨pico y patas¨, creció la algarabía y el correcorre… Siendo que a la sazón el jefe casualmente pasaba por allí, se acercó, y viendo la situación de vida o muerte y el pánico de los operadores, se calzó con prisa un par de guantes, apartó a los asustados y con certero corte de bisturí, le abrió el tórax, introdujo su mano derecha, asió el corazón en el puño y comenzó a masajearlo para que reanudara su actividad…

En ese momento, la víscera vital se rompió en sus manos… pero, sin dilación, titubeo o perturbación alguna, empleando un largo portagujas, con sangre fría suturó la brecha con un surgée o sutura continua; el corazón reinició su latir y salvó la vida de la paciente… 

Tuvo muy mala suerte el negrito ¨C…¨, ¡y qué antojarse el orgulloso jefe ese día pasar revista y encontrarse precisamente ante su paciente más querida y a cielo abierto con aquella tamaña falta de responsabilidad e ignorancia de mi compañero…!  Nunca más supe de él, es muy posible que haya sido un muy buen especialista, debe haber traído innumerables niños al mundo, y hasta que tal vez ni siquiera recuerde este memorable y bochornoso suceso…

Por definición, el especialista es «una persona que cultiva o practica una rama determinada de un arte o una ciencia». Su contraparte, el generalista expresa aquel que «tiene conocimientos básicos de varias materias». El especialismo suele verse como superior, pues al reducir el ámbito de su acción, se tiende a trabajar menos y ganar más dinero. En nuestra sociedad generalmente se le da preferencia al especialista.

Por ello, cada vez que vamos al médico nos preguntamos si deberíamos ir a un médico general o uno más especializado en el área que nos compete, pero como pacientes ignorantes de la medicina, ¿cómo saber dónde se ubica el área de la enfermedad que nos amenaza?; un dolor lumbar para los pacientes se refiere a un ¨me duelen los riñones…¨; de acuerdo a su opinión será visto entonces por un neurocirujano o un traumatólogo diagnosticándolo como un problema músculo-esquelético o más a menudo una hernia discal aunque  no exista; pero a los ojos de un gastroenterólogo tal vez sea un problema del colon transverso o producto de un colon irritable, menos probable un tumor pancreático; si se trata de un ginecólogo quizá el origen sea una matriz retroflexa o un ¨dolor de ovarios¨; para un urólogo algún problema relacionado con un riñón o la vía urinaria excretora… Esta panoplia de pareceres será origen de confusión, exploraciones abusivas e innecesarias, retraso en el diagnóstico y elevado coste y sufrimiento…

Es terrible eso de la especialización en medicina y mucho más si es precoz y se ignora todo del resto de la economía y sus interacciones; pero peor todavía, cuando desde estudiante se decide en forma definitiva la especialidad a escoger, con lo que se quiere hacer y de hecho se hace una abstracción del resto del pensum de estudios, y no se da una oportunidad para aprender y ejercer todos los conceptos y conocimientos aprendidos, y desarrollar las destrezas básicas del arte; cuando no se ha tenido tiempo de ¨manosear¨ al hombre enfermo en su totalidad y su circunstancia; es justo decirlo, como bien lo dijo Ortega y Gasset (1883-1955):  «Yo soy yo y mi circunstancia, y si no la salvo a ella, no me salvo yo»; según su perspectiva, la circunstancia sería el mundo que rodea al hombre (sociedad, cultura, creencias…). El hombre es un ente dramático: la unidad del yo y del mundo o circunstancia. Por ello, la filosofía debe partir desde lo más cercano a la circunstancia…

José Ortega y Gasset en un ensayo intitulado ¨La Barbarie del especialismo¨ en su libro ¨La rebelión de las Masas¨(1967), plantea el tema de la ¨masificación¨ del hombre en general, y además, específicamente critica el hecho de que el saber se haya dividido al punto al que ha llegado en el presente. Él considera el especialismo como una barbarie pues considera que ¨mutilar¨ el conocimiento de esa forma atenta contra el hombre sabio de la antigüedad, que conocía acerca de todo…

Sin embargo, como consecuencia del avance vertiginoso de la ciencia y de su hija, la técnica, el especialismo y el especialista como tal, ha sido una inevitabilidad. En adición, a partir del siglo XX ha habido un rápido crecimiento del saber y el hacer del ser humano que llamamos «progreso» y que se ha dado gracias a la especialización. De esta forma el especialismo es un instrumento fundamental del progreso, pero al mismo tiempo y como efecto colateral, ha creado una visión parcial y desintegradora del conocimiento… Por ello, en razón del mayor conocimiento que la humanidad y la sociedad como un todo ha adquirido, y en tanto se ha engrosado el área del saber tecnológico y científico, de la misma manera se ha disminuido dominio del saber y hacer del hombre que como unidad, individualmente se enferma; esta relación inversamente proporcional ha ido y seguirá yendo en aumento hasta que en un escenario teórico, el hombre ¨llegue a saber todo de nada¨…

¿Por qué Ortega llama bárbaro al especialista?, porque, «(…) llega a proclamar como una virtud el no enterarse de cuanto quede fuera del angosto paisaje que especialmente cultiva, y llama diletantismo a la curiosidad por el conjunto del saber»; es decir, el profesional ignora, casi totalmente el ámbito general donde su especialidad se debe aplicar, apareciendo posteriormente como un elemento desintegrado de la cultura y la sociedad, y en el caso del médico, de su paciente…

El caso ejemplarizado por el ¨negrito C¨ de mi anécdota es el del especialista bárbaro del que queremos alejarnos, puesto que como bien menciona Ortega, con esa forma de actuar, tan deshumanizada, estamos violentando la definición más esencial que debe otorgársele al saber del hombre, que es la unicidad, que es la integración[1]. Quería significar que el saber es único, y por tanto, cuando se descompone en sus partes –especialidades- habrá que retornar siempre a su fundamento, y el especialista tenderá a alejarse de esta definición de especialista orteguiano y sintetizar…

Pero, ¿será el individuo capaz de lograr esa integración? Sí, si la educación es integral, especialmente en lo relativo a las humanidades, contra o defensa fundamental para que el individuo no se convierta en un ¨bárbaro deshumanizado¨; por ello es el profesor en el aula universitaria quien debe concienciar y preparar al estudiante para que él mismo realice esta tarea especialmente en el caso de la medicina, donde la brega diaria se realiza en fusión con el hombre enfermo y su circunstancia. Ese hombre médico debe ser un individuo culto definido por el doctor Roberto Murillo Zamora (1980), como «la persona  que tiene una actitud despierta, una actitud llena de curiosidad, llena de interés, el gusto creador y también recreador… de nada sirve haber leído muchísimas cosas y haber hablado de muchísimas cosas sin que uno las haga renacer dentro de uno mismo…».

Orteguianas

 

  • Sorprenderse, extrañarse, es comenzar a entender…
  • La máxima especialización equivale a la máxima incultura.
  • La barbarie del especialismo: la del bárbaro moderno.
  • El especialista «sabe» muy bien su mínimo rincón de universo; pero ignora de raíz todo el resto…

«He aquí un precioso ejemplar de este extraño hombre nuevo que he intentado, por una y otra de sus vertientes y hacer, definir. He dicho que era una configuración humana sin par en toda la historia. El especialista nos sirve para concretar enérgicamente la especie y hacernos ver todo el radicalismo de su novedad. Porque antes los hombres podían dividirse, sencillamente, en sabios e ignorantes, en más o menos sabios y más o menos ignorantes. Pero el especialista no puede ser subsumido bajo ninguna de esas dos categorías. No es sabio, porque ignora formalmente todo cuanto no entra en su especialidad; pero tampoco es un ignorante, porque es «un hombre de ciencia» y conoce muy bien su porciúncula de universo. Habremos de decir que es un sabio-ignorante, cosa sobremanera grave, pues significa que es un señor el cual se comportará en todas las cuestiones que ignora no como un ignorante, sino con toda la petulancia de quien en su cuestión especial es un sabio».

 

Pudiera pensarse que la anécdota de mi compañero de curso y su decisión de ser obstetra desde el inicio de su carrera en ausencia de la adquisición de un saber más amplio, tuviera la intención de la mofa… pero no, no así: a veces necesitamos ser directos y penetrantes si queremos que el mensaje llegue hasta donde debe llegar… En mis charlas y conferencias siempre abundan mensajes claros o subliminales que propenden a que mis alumnos -cualesquiera sean sus preferencias en el amplio ámbito de la medicina- comprendan la importancia de ser íntegros e integrales, enterados y leídos, humanistas y humanizadores, estudiantes perennes y estudiosos, sean médicos generales antes que especialistas, para reducir el monto del bárbaro que siempre llevaremos a cuestas…

 

¡Para todos mis lectores mi agradecimiento por acceder a mi bitácora y leer lo que sale de mi corazón aun cuando muestren desacuerdo con mis opiniones e ideas –es su prerrogativa-!

[1] Es interesante destacar que el Maestro Henrique Benaím Pinto (1922-1979) se refería a la medicina interna, como la medicina de la integralidad, un tratar de unir todos los cabos sueltos que deja la especialidad…

 

¡¿Qué es esa extraña respiración, bachiller…?!

Soy un apasionado de relatar crónicas donde mi persona tiene un rol; durante las madrugadas, cuando despierto para iniciar mi faena diaria, casi siempre aparece en mi mente alguna de ellas. Me levanto raudo para que nada se me olvide y lo pongo en palabras. Siempre trato de contarlas con la mayor fidelidad posible. En algunas ocasiones son tristes, en otras son festivas y en muchos casos jocosas. Forman parte de esa colcha de retazos que vamos tejiendo a lo largo de nuestra práctica como médicos.

En 1957, cuando cursaba tercer año de medicina fuimos trasladados al prístino Hospital Universitario de Caracas un grupo de alumnos de la lista desde la M hasta la Z. Como pertenecía a la letra M, para ese momento fui uno de los tantos bachilleres mudados al nuevo hospital. El ambiente era moderno, muy limpio, imponente, reluciente, pero a mi manera de ver, muy frío. Cada semana bajábamos al sótano y en la lavandería nos daban una bata limpia y muy aplanchada con la insignia ¨HU¨ en verde; los profesores la llevaban en rojo. ¡Nada que ver con el ahora ruinoso hospital, revolucionario, sucio, lleno de gentes de mal vivir y destartalado!  Ya en cuarto año cursaba entonces una corta pasantía por el Servicio de Ginecología cuyo Jefe de Servicio era el Dr. Hermógenes Rivero, hombre obeso de vocabulario poco edificante quien había introducido la cirugía oncológica en el país. Entre otras obligaciones, debíamos ayudar en las intervenciones quirúrgicas.

Mi primera ayudantía en el Universitario se refirió a una paciente con un avanzado cáncer del cuello uterino a quien había tratarle con braquiterapia o tratamiento radiante liberado desde corta distancia; para ello había que colocarle un ¨tándem de radium¨, vale decir, un tubo de unos 6 cm de longitud que se introducía por el orificio del cuello hasta el fondo de la cavidad uterina, contentivo de 3 tubos de semillas de radium de 15-15-10 mg respectivamente, que hacían un total de 40 mg filtrado por 1 mm de platino. Por supuesto, su finalidad era destruir el tumor mediante energía radiante. Además, contenía un colpostato ovoide a ambos lados del cuello, conteniendo 50 mg de radium filtrado, 25 mg en cada ovoide. Era un tubo de plástico donde se colocaban las semillas y en cuyo cabo proximal se ataba un cordón para poder retirarlo cuando hubiera cumplido su misión.

 

Ese día el cirujano era el doctor Modesto Rivero (1928-2017), quien corajudo confesaba públicamente su agradecimiento al Señor por haberlo rescatado del vicio del licor. Llegó a ser Pastor en diferentes iglesias presbiterianas del país y, además, precursor entre nosotros de la medicina nuclear; era muy hablador, simpático, pero pienso que por momentos era también intemperante y cáustico. Me lavé cuidadosamente las manos –cosa que ya sabía cómo hacer- y una enfermera, cómo es lo habitual, me vistió con el mono quirúrgico, me calzó los guantes y luego me colocó la mascarilla o tapaboca apretándola fuertemente, así que me quedó la nariz doblada y sentía alguna dificultad para respirar.

Ante la paciente con las piernas abiertas, una gran sábana o campo a la manera de una tienda de campaña le cubría el cuerpo dejando solo sus genitales al descubierto; entonces introdujo un espéculo vaginal, siendo que yo podía ver muy poco, y en el intento de acercarme, mi cabeza y mi mentón casi que reposaban en su hombro derecho al lado de su oreja. Con cada minuto que pasaba, sentía que me estaba asfixiando pero me daba vergüenza pedirle a una enfermera circulante que me aflojara el tapaboca.

Luego de dilatar el cuello uterino tomó el tándem con una larga pinza de Cryle y comenzó a introducirlo a través del orificio cervical hacia la cavidad uterina y al fin, habiendo completado el corto procedimiento se puso de pie, giró su cabeza hacia mí, y me dijo,

-¨! Bachiller, ¿Qué le pasa?, ¿Qué se ha creído? Usted tiene una respiración fornicante…!¨

 

A decir verdad, debo confesar que mi búsqueda de diferente tipos de respiración fue negativa para el adjetivo ¨fornicante¨ por lo cual dejo la paternidad de esta nueva variante respiratoria normal al doctor Rivero…

 

Anemia drepanocítica. Juicio Crítico del Doctor Rafael Muci-Mendoza al Trabajo de Incorporación del Doctor José Guevara Iribarren, ¨Desarrollo del Estudio de las Hemoglobinas Anormales en Venezuela¨

Señor Presidente de la Academia Nacional de Medicina

Señores Individuos de Número, Miembros Correspondientes e Invitados de Cortesía y Asociados

Doctor José Guevara Iribarren

Familiares y amigos del Doctor José Guevara Iribarren

Señoras y señores

 

Con gran complacencia, íntima satisfacción y sinceridad, expreso mi agradecimiento al señor Presidente, Dr. Claudio Aoún S. y demás miembros de la Junta Directiva de esta honorable y docta Academia por haberme distinguido con el honor de seleccionarme para hacer el juicio crítico reglamentario sobre el trabajo de incorporación de mi dilecto amigo, el Doctor José María Guevara Iribarren, ¨Desarrollo del Estudio de las Hemoglobinas Anormales en Venezuela¨, quien por propia densidad intelectual viene a ocupar con el  beneplácito de todos los miembros de esta corporación el Sillón XXX, y a quien quedo reconocido por su benevolencia y aquiescencia.

Trataré de presentar, más que criticar, el valor y alcance de su trabajo, habida cuenta la liviandad de mis conocimientos en una materia a la cual nuestro recipiendario ha dedicado tantos años y desvelos. Pido además a mis estimados compañeros académicos, colegas invitados y al público presente, su benevolencia por la inusual forma en la que comenzaré mi discurso, por ahora, alejado del rigor científico y más emparentado con la urdimbre espiritual del ser humano, la segregación racial y el sufrimiento:

» ¿Qué hace este niño en un hospital de adultos?», me pregunté cuando le vi pasmado, enteco y flaquito, espalditendido, febricitante y sudoroso, con su abultada barriga y sus piernitas tan delgadas como tacos de billar, desmesuradas a la altura de los tobillos donde, como nudos en el tronco de un árbol añoso, se abrían sendos cráteres ulcerosos, dos volcanes de sanioso fondo en dolorosa actividad… ¡Parecía embuste: contábamos ambos 23 años, pero nos había tocado suertes tan diferentes….! Yo le miré con aire de clínico en ciernes, imitando a mis mayores, tratando de arrancarle un diagnóstico al vistazo, aquel d΄emblé de los afrancesados; él contestó mi mirada de pseudocientífico en vías de mecanización, con una cálida y adolorida sonrisa, mostrándome mucho más que sus marfileños dientes, apenas al descubierto por la brecha que sus gruesos labios entreabiertos dejaban, en notorio contraste con la negritud de su tez. Desde entonces y hasta ahora, por una cuarentena de años, el negrito Güilian, ha sido mi paciente. De común vestido a lo pachuco, con su invariable flucecito blanco y sus botas de tacón cubano, orgulloso les dice a mis alumnos, que él me conoció cuando yo era un simple interno con cara de bebé, pero disfrazado de más grande con mi bigotico a lo Jorge Negrete. ¡Qué cosa!, antes parecía mi hermano mayor, y ahora parezco yo su abuelo. Cada vez que reúne algún dinero para pasaje y bastimento, viene desde Barlovento sin cita a visitarme, precisamente desde el lugar donde negros de la Costa de Marfil y de la Costa de Oro eran traídos al puerto más importante de esta región llamado San Jorge de Mina; así que los negros que allí llegaron, fueron conocidos como «mina». Todavía hay un tambor conocido con el mismo nombre en el Barlovento venezolano.

Entonces, me resultó difícil comprender el porqué de los privilegios con que la vida me había premiado, siendo que a él… se los había negado todos. Me dio pues, por hacer odiosas comparaciones: Nacimos el mismo mes del mismo año y yo le llevo cinco días. El doctor Ramón Cifuentes parteaba mi difícil salida en posición podálica un domingo 1º de mayo, cuando a él, el viernes siguiente, una vecina medio sabida, hacía que atendía a su mamá, la única figura parental de que supo Güilian… el sempiterno y ausente padrote criollo, la montó tres años seguidos, le secó sus turgentes senos y le robó la tonicidad al fondo de sus entrepiernas entre noches de borracheras, imprecaciones y maltratos; y así, sin dejarle ver un solo período, le sembró tres negritos, todos ellos con mezcla de la tara genética que ambos traían a cuestas… No accedió a escuela alguna, y desde que supo, fue un habitué” del Hospital de Niños de Caracas, desde donde con tristeza por dejar sus médicos atrás, se vino al Vargas, donde el destino me hizo adoptarlo como paciente. Dígame yo, a quién nada me había faltado: Hasta sarna para rascarme, que habría de pegarme un hippy melenudo y malhablado por allí, en tiempos de Woodstock y su estridente música… Poco él, mucho yo. ¿Habría sido yo consecuente con las prebendas económicas, sociales y profesionales con las que el destino, por pura buena suerte, me había hartado…?

¨Veamos – cavilé-, negrito jipato con fiebre, severo dolor abdominal y de las coyunturas, ojos tatuados del amaranto ictérico y úlceras en las piernas…¨ ¡Una adivinanza médica más fácil de acertar que echarle un tiro al suelo!, tan sencillo como descubrir cuál es ese animalito cuadrúpedo, de largo rabo, puntiagudas orejas, elegante bigote, que hace… ¡ñau! ¡Anemia drepanocítica o de células falciformes! ¨ dije enfático en mí interior.

Alguna vez escribí que el estudio de las hemoglobinopatías en Venezuela traía consigo, por una parte, el recuerdo de la llegada a nuestras tierras de emigrantes del Mediterráneo; sangre nueva, industriosa, simple e ingenua, pero no siempre de noble constitución; y por la otra, de mareados y tristes tiempos de negros, y luego zambos y mulatos, de esclavos asentados en la franja litoral, ¨barcos con cargamentos negreros¨ atiborrados de bantúes, olofes y gangás, procedentes de mercados de esclavos enclavados en la Costa Occidental del África Congo-angoleña, trasunto de minas y tambores culo´epulla, expurgación de espíritus malignos, fetiches y tizas rituales, restallido de látigos de negreros, reminiscencias de vividores sólo del presente, sufrimiento inmenso, ¨buenos pa´cargá¨, negación del derecho humano, desarraigo, páginas de la patología médica afroamericana, muerte temprana, pero tambiénel aromoso e ingenuo recuerdo de las venerables madres negras de El Libertador, Hipolita Bolívar la nodriza y Matea Bolívar, el aya…

   Con ellos, fumando “con la candela pa’dentro”, se vino coleada la tara drepanocítica o falciforme, que etimológicamente expresa la deformidad del glóbulo rojo en forma de hoz o semiluna turca. Una pifia genética, donde el glóbulo rojo  normal, redondito, sonrosado y maleable para poder deslizarse por intricados vericuetos de delgadísimos capilares hasta la célula recóndita llevándole su carga de oxígeno, adquiere la forma de una hoz, rígida y chata, incapaz de acarrear el gas vital hasta la intimidad tisular, porque entrelazándose unos con los otros, se atoran mecánicamente, produciéndose “trancas” fenomenales en uno y mil capilares, conduciendo a mal funcionamiento de todos los órganos, aparatos y sistemas. Un único cambio en la monótona secuencia de aminoácidos en la cadena beta de la hemoglobina -una de las cuatro cadenas polipeptídicas que la constituyen-, valina por ácido glutámico, una minúscula sustitución, produce una hemoglobina anormal llamada S, que al encontrarse en un medio pobre en oxígeno deforma al glóbulo rojo transformándolo en inútil guadaña. Cuando la hemoglobina se retuerce y se apelotonan los glóbulos rojos en la microcirculación, hace su aparición la terrible crisis drepanocítica con su séquito de destrucción de los pocos glóbulos rojos existentes y anemia agravada, infartos orgánicos y óseos múltiples, muerte de tejidos y dolores insoportables, infecciones recurrentes en el sujeto asplénico –ausencia del bazo-. Si ambos progenitores poseen esta hemoglobina S, al hijo, como al Güilian, se le llama homocigoto y llevará a cuestas toda su vida y sufrirá la dolencia anemizante… ¨.

Para entrar en materia tal vez sea razonable resumir en forma sucinta las manifestaciones clínicas de las hemoglobinopatías congénitas. La más frecuente entre nosotros, la anemia de células falciformes o drepanocítica, fue descrita por James Henrick en 1910; una enfermedad genética autosómica recesiva resultado de la sustitución de adenina por timina en el gen de la globina beta, ubicado en el cromosoma 11, lo que conduce a una mutación de ácido glutámico por valina en la posición 6 de la cadena polipeptídica de globina beta y a la producción de una hemoglobina funcionalmente defectuosa, la hemoglobina S.  Debido al cambio de ese aminoácido, las moléculas  de hemoglobina se agregan formando fibras y dándole al hematíe forma de hoz. La transformación del eritrocito redondo y maleable se produce cuando no transporta oxígeno, pues en presencia de oxihemoglobina, el glóbulo mantiene la forma clásica bicóncava.

             

 

  Así pues, los principales problemas acarreados por este cambio de forma se deben a la tendencia de los eritrocitos a adoptar una morfología falciforme y a bloquear los capilares cuando la tensión de oxígeno es baja (Figura 1). Los pacientes portadores de una anemia clásica de células falciformes manifiestan variadas anormalidades, incluyendo anemia crónica con hemoglobinemia de alrededor de 8.0 g/dL, infartos óseos, esclerosis ósea (vértebras en ¨boca de pescado¨), necrosis aséptica de la cabeza femoral, isquemia visceral, disnea por infartos pulmonares, aumento de su susceptibilidad a infecciones, particularmente salmonelosis causadas por disfunción del sistema retículo endotelial.

En los niños, los eritrocitos falciformes tienden a quedar atrapados en el bazo, lo cual ocasiona un serio riesgo de muerte antes de los siete años por crisis súbitas de anemia profunda asociada a la rápida esplenomegalia, o por el hipoesplenismo, que permite que se produzcan infecciones muy graves. Entre los 6 y los 18 meses de vida, los niños afectados suelen presentar tumefacción dolorosa de las manos o los pies, el llamado síndrome mano-pie.

Los supervivientes también pueden sufrir crisis dolorosas graves, recurrentes e impredecibles. El dolor puede ser agudo o crónico; pero este último, más frecuente, puede ser brusco y suele ser de moderado a severo. Su duración es de entre horas a días, pudiendo durar hasta semanas o meses. Durante las crisis se afectan los pulmones, el abdomen y las articulaciones constituyendo una emergencia médica. Adicionalmente, la crisis puede presentarse como un ¨síndrome torácico agudo¨, tipificado por neumonía o infarto pulmonar; necrosis articular; priapismo o insuficiencia renal.

En la mayoría de los pacientes es posible reducir la incidencia de complicaciones con medidas de protección simples, tales como la administración profiláctica de penicilina en la infancia, evitación de la deshidratación y del calor o el frío excesivos, o la referencia lo más rápido  posible con un centro especializado, recomendándose inmunizar contra el neumococo (PCV-7) y el tratamiento con hidroxiurea (Hydrea®) por su capacidad para aumentar la hemoglobina fetal que reduce la cantidad de glóbulos rojos deformados y la frecuencia de las crisis.

A más de ser interesantes las alteraciones oculares presentes en la drepanocitosis, son importantes porque permiten facilitar el diagnóstico a la cabecera del paciente, y, además, por la morbilidad visual que son capaces de producir. Con relación a la forma homocigota SS, puede decirse que la retina es afectada en un 20% de los casos, en tanto que en la variante SC es del 80%; en la mitad de los primeros se observa distensión y tortuosidad de las vénulas del fondo ocular (Figuras 3 y 5); no sucede lo mismo al observar la conjuntiva bulbar, venero diagnóstico. En 1961 David Paton (1,2) comunicó que la observación biomicroscópica con lámpara de hendidura, permitía apreciar múltiples, cortos y aislados segmentos de capilar separados de la malla capilar simulando comas, tirabuzones o puntos de admiración, y en los cuales el cabo aferente y eferente se encontraban exangües. Su presencia, según el autor, era casi patognomónica de una forma homocigota de drepanocitosis (SS), describiéndolo en un 96% de sus casos; por su parte, en enfermos con hemoglobinopatía SC, su ocurrencia era del 80% (Figura 3). Posteriormente, Comer Fred en 1964 (3), lo puso al alcance del clínico al sugerir su observación mediante el empleo del oftalmoscopio directo, interponiendo una lente de +40 dioptrías que actúa como una lupa de 10X. En 1968 Muci-Mendoza y cols. (4), sugirió interponer el filtro verde incorporado al instrumento para hacer la observación con luz aneritra y así destacar mejor los segmentos anormales; igualmente comunicó sus hallazgos en biopsias conjuntivales en 7 pacientes, tipificados por dilatación sacular de los capilares, proliferación endotelial, empacamiento eritrocitario y células falciformes (Figura 4).

 

Curiosamente, la HbSC tiene mayor potencial para producir retinopatías isquémicas severas que pueden llegar a la ceguera por desprendimiento retinal. Según Goldberg (5), la retinopatía proliferativa drepanocítica ocurre hacia la tercera década de la vida y se clasifica en 5 estadios (1). Oclusiones arteriolares periféricas que dejan grandes áreas de ausencia de perfusión capilar, mejor apreciada mediante la angiografía fluoresceínica; (2). Anastomosis o cortocircuitos arteriolo-venulares, así que la sangre arterial es derivada a la circulación venosa. Estas comunicaciones se aprecian en el límite de retina perfundida y no perfundida; (3). Proliferación neovascular en forma del alga gorgonia marinasea fan¨); (4). Hemorragias vítreas;  y (5). Desprendimiento de la retina (Figura 5).

Fondo del ojo anemia falciforme. A. Homocigoto SS discreta tortuosidad vascular.

B. Hemoglobinopatía SC: Cortocircuito arteriolo-venular y neovascularización (¨sea fan¨).

 

Con relación a la thalassemia, talasemia o beta-talasemia, descrita por Thomas Benton Cooley en 1925, se caracteriza por déficit en la síntesis de las cadenas ß de la hemoglobina. Su herencia es autosómica recesiva, y en mucho menor proporción, autosómica dominante. Los sufrientes presentan anemia crónica, hiperplasia compensadora del tejido hematopoyético: hepatoesplenomegalia, expansión de la médula ósea así que la cortical ósea se adelgaza lo que conduce a falta de neumatización de los senos maxilares y a fracturas patológicas; los huesos de la cara y el cráneo se deforman dando lugar a una facies peculiar –prominencia de los malares, de los incisivos superiores y separación de las órbitas- (Figura 6)

El tratamiento de referencia para la talasemia mayor son las transfusiones de sangre cada 2 a 4 semanas para mantener un nivel promedio de hemoglobina de 12.0 g/dL para controlar la anemia, suplir la oxigenación tisular, suprimir la producción de eritrocitos defectuosos y evitar los cambios óseos característicos craneales y faciales y la esplenomegalia y así, aumentar la expectativa de vida. Adicionalmente, debe complementarse con el tratamiento quelante o atrapador para evitar la sobrecarga de hierro, empleando desferoxamina parenteral (Desferal®), y más recientemente las drogas orales deferiprone-L1 (Ferriprox®) y el deferasirox (Exjade®).

Aunque carezco de ilustración en la materia, tal vez compense mi insuficiencia el tocarme el honor de la misión de comentar en general, el extenso, meduloso y valioso artículo del Doctor Guevara Iribarren.  El autor introduce el tema comentando la evolución del conocimiento mundial en el campo de las hemoglobinas y el sucesivo descubrimiento y descripción de las principales variantes normales y anormales.

De su lectura se concluye que en Venezuela el campo de investigación de las hemoglobinas anormales, ha sido uno muy serio, activo y secuencial; en su trabajo analiza las más importantes investigaciones sobre hemoglobinas anormales realizadas en un período de 52 años, entre 1956-2009. El universo objeto de este estudio estuvo constituido por poblaciones mestizas normales, negroides, indígenas y en pacientes hospitalarios y sus familiares. Para facilitar el transitar por el progreso del conocimiento de estas enfermedades en Venezuela, el autor describe tres etapas.

La primera se refiere a las descripciones primigenias en el país mediante la identificación de drepanocitos en sangre periférica y en las cuales tuvieron injerencia destacados miembros de esta honorable Academia. Otto Lima Gómez y Luis Carbonell en 1946 (6), realizaron en Paparo, población del Estado Miranda, el primer estudio de incidencia de células falciformes en Venezuela. Analizaron los frotis sanguíneos de 40 individuos de raza negra con tinción de azul de cresil brillante, hallando una frecuencia de 5%. Un año después, en 1947, Henrique Benaím Pinto, Luis Carbonell, J. A. Gil y Otto Lima Gómez (7) publicaron la primera descripción de pacientes con anemia drepanocítica en Venezuela; y en 1950, H. Ossot y Oscar Agüero (8) informaron del primer caso en una mujer embarazada. En 1953, José Barnola y cols. (9,10), evaluaron más de seis mil conscriptos y tres mil niños obteniendo una frecuencia de positivos de 3,1% y 3,2% respectivamente. En 1961, Tulio Arends encontró una frecuencia de 5,2% en 210 personas analizadas (11).

En una segunda etapa se avanza al método electroforético y la metodología empleada fue cambiando al son de los adelantos tecnológicos en ese campo.  Se analizó una cohorte superior a las 26 mil muestras procedentes de todo el país; la mayor frecuencia de variantes anormales de hemoglobinas, especialmente HbS y HbC, se encontró en anémicos y sus familiares y población negroide de origen africano. Hace 54 años, Tulio Arends, entre 1956 y 1962, determinó que la HbS en forma heterocigota, dependiendo de la mezcla étnica de las comunidades mostraba una frecuencia variable que iba desde un 19% en poblaciones formadas por descendientes de esclavos africanos hasta su ausencia en los estados andinos (Arends, 1971; Arends y cols. 1978). Demostró que, en las zonas de alta frecuencia, esta hemoglobinopatía constituía un problema de salud pública (Arends, 1984). Debe destacarse que con excepción de la persistencia hereditaria de la hemoglobina fetal (HPFH) tipo Venezuela, encontrada en indios de la etnia Warao del Delta del Orinoco, en el resto de la población indígena no se halló variantes hemoglobínicas. Se postuló así que toda variante con frecuencia mayor de 1% o superior, debía ser considerada como endémica y representante potencial de un problema de salud pública en la región.

La tercera etapa es marcada por la caracterización molecular. En 1994 la doctora Anabel Arends y cols., estudian más de ochenta mil muestras de sangre provenientes de diferentes regiones del país y de pacientes de los laboratorios de hemoglobinas anormales del Hospital Universitario de Caracas, UCV, Instituto Anatómico de la UCV y Hematología Experimental del IVIC; un grupo fue estudiado por electroforesis de hemoglobina en acetato de celulosa y citrato de agar, prueba de solubilidad, cuantificación de HbA2 por microcromatografía en columna y cuantificación de hemoglobina fetal por dos procedimientos diferentes. El 9% de estos sujetos presentaron hemoglobinopatías; la variante más frecuente de nuevo fue la HbS seguida de las variantes HbC y HbD.  Además se observó la frecuencia de b talasemia y su asociación con las hemoglobinas S y C.

Entre otras inquietudes en el campo de la hematología, con mucho, la vida profesional del Doctor Guevara Iribarren ha estado ocupada con el problema del estudio y caracterización las hemoglobinopatías en Venezuela, y en sus conclusiones asienta que, (1). En Venezuela la distribución de pacientes con hemoglobinas anormales es heterogénea; (2). El método de cromatografía líquida de alta presión (HPLC-CE) es rápido, sensible y preciso; (3). La drepanocitosis es una enfermedad multicromosomal; (4). La deleción a-3.7 talasemia es la más frecuente en nuestro país. (5). Se evidenció que la mezcla racial en los Waraos ocurrió en los últimos treinta años. En ellos se detectó la persistencia hereditaria de hemoglobina fetal (HPFH) de un tipo completamente diferente de los tipos africanos y griego, y con características similares al denominado tipo suizo, aunque la distribución intracelular de HbF es totalmente diferente, por lo que se ha propuesto la denominación de tipo venezolano (6). Empleando las variantes hemoglobínicas como marcadores genéticos, se pudo establecer que la mayoría de la población venezolana es un híbrido de indígenas, españoles y esclavos africanos; pero con la posterior contribución de inmigrantes italianos, españoles y portugueses se ha hecho multinacional. (7) Las hemoglobinopatías representan un problema de salud pública y por tanto, la pesquisa neonatal debe ser obligatoria.

Honorables académicos, colegas invitados y amigos,

Comprendo muy bien –porque la razón autocrítica no me flaquea-, que mi fortaleza es pequeña y mi capacidad intelectual limitada, especialmente en esta área de las hemoglobinopatías, y que el honor y la confianza con la que me habéis investido, supera las fronteras de mis merecimientos, por lo que mi gratitud queda a perpetuidad, comprometida con el recipiendario y con ustedes.

Con gran simpatía y genuino júbilo, saludo al nuevo numerario Doctor José Guevara Iribarren y le hago llegar mis más emocionadas felicitaciones por habernos traído un enjundioso trabajo en la oportunidad de su merecido ascenso a numerario en la Academia Nacional de Medicina, hasta cuyos integrantes extiendo mis parabienes por incorporar a su seno su acabada personalidad científica, ética y moral.

Ocupe Usted por merecimiento y justicia, el Sillón XVII de Individuo de Número.

 

Muchas gracias por su amable atención.

 

Referencias

  1. Paton D. The conjunctival sign of sickle cell disease. Arch Ophthalmol. 1961;66:116-120.
  2. Paton D. The conjunctival sign of sickle cell disease. Further observations. Arch Ophthalmol. 1962;68:627-632.
  3. Fred CP. Diagnosis of sickle cell disease by ophthalmoscopy inspection of the conjunctiva. New Engl J Med. 1964;271:544-546.
  4. Muci-Mendoza R, Wuani H, Vegas H, Cruz A. Alteraciones oculares en la anemia drepanocítica con especial referencia a las conjuntivales. Arch Hosp Vargas. 1968;10:49-62.
  5. Welch R, Goldberg M. Sickle cell hemoglobin and its relation to fundus abnormalitiy. Arch Ophthalmol. 1966;75:353-362.
  6. Gómez OL, Carbonell L. Drepanocitos en Venezuela. S.E.M (Caracas).1946;13:18-23.
  7. Benaím H, Carbonell L, Gil JA, Gómez OL. Primera descripción de la anemia drepanocítica en Venezuela. Rev Polic Caracas.1947;26:1.
  8. Ossot H, Agüero O. Anemia drepanocítica en embarazada. Bol Mat Concepción Palacios 1950; 1: 6.
  9. Barnola J, Tovar- Escobar G, Potenza L. Enfermedad por Células falciformes. Arch Venez Puer Ped 1953;16:293.
  10. Barnola J, Quintero-Uzcátegui H. Enfermedad por células falciformes y su importancia en cirugía. Primer Congreso de Cirugía. Editorial Sucre, 1952.
  11. Arends T. El problema de las hemoglobinopatías en Venezuela. Rev San Asist Social.1961;26:61-68.

 

 

¨Avances tecnológicos, diagnósticos y terapéuticos de la Medicina del siglo XXI. Una pizca de mesura…¨

  1. Eran tiempos de mi mocedad; durante mi internado y por razones que todavía desconozco, permanecí todo un año en un servicio de cirugía; no era la cirugía lo mío. Más admiraba a los internistas, que con simples datos recogidos a la vera del enfermo y a lo Sherlock Holmes, hacían un despliegue de deducción, inducción y análisis para arribar al buen puerto del diagnóstico, única premisa para instaurar un tratamiento efectivo…

¿Por qué yo? El internado debía prepararme en las clínicas madres, pero sólo por seis meses, que, en mi caso se transformaron en un año; así que no tenía otro remedio que integrarme y aprender; de esa forma entendí mi permanencia en las salas 15 y 16 del Hospital Vargas de Caracas, servicio del doctor Fernando Rubén Coronil (1911-2004), profesor universitario, académico, maestro de generaciones y uno de los forjadores de la moderna escuela quirúrgica venezolana. Su postura ética, moral y de cirujano de férrea formación, también fue para mí un atractivo y un acicate. Traté pues de hacerlo lo mejor posible, cumpliendo más allá de mis deberes. Pero ahora sólo quiero referirme a la cirugía de entonces que yo conocí y a la pléyade de nobles cirujanos que le acompañaban; entre otros, Eduardo Carbonell, gran cirujano de vías biliares, sencillo, justo, atento y caballeroso, un alma buena; Armando Álvarez de Lugo discreto y muy diestro; José María Cartaya, recién entrenado en Houston, hábil y comprometido cirujano cardiovascular, Robinson Gómez, J. López Ulloa y tantos otros, unos brillantes, otros más bien oscuros… Un grupo de residentes en formación de gran calidad humana y dispuestos a ayudarnos, Armando Parra Calderón, Gustavo Villalba, Adolfo Koelzow...

Mi interés no era operar, solamente deseaba aprender conductas ante un paciente presumiblemente quirúrgico. Ayudé muchas cirugías como tercer ayudante –claro está- y en más de una ocasión recibí un ¨pinzazo¨ del maestro Coronil en la mano, que descuidada, se insinuaba en el campo operatorio   obstruyendo su visión con la consabida frase, ¨¡Niño, niño, niño…!¨ seguido del golpe seco con la pinza de Crile más grande y pesada a la mano. La cirugía biliar era el ¨coco¨ de aquellos tiempos. Si se hacía mal o con festinación, significaba un calvario y aún la muerte para el paciente. De una certera incisión con un bisturí, se iba desde el epigastrio hasta el hipocondrio derecho costeando la arcada costal y con gala de tino se llegaba casi al peritoneo parietal mientras se iban colocando pinzas hemostáticas; luego el cirujano introducía la mano en el abdomen y palpaba los órganos de cercanía; identificaba ganglios recrecidos, estructuras arteriales y conductos biliares y extirpaba la vesícula.

Luego vendría el posoperatorio, que podía ser festivo y sin quejas, o malicioso, pues de repente hacía su entrada el decúbito forzoso prolongado, el molesto íleo llamado paralítico o adinámico, la distensión abdominal, quizá vómitos, y bipedestación dolorosa, según el caso a las 24 o 48 horas y el ayuno seguido de líquidos cuando se restableciera el peristaltismo intestinal o ¨movida de mata de las tripas¨ con la bienvenida parranda de flatos ofensivos o inofensivos. Luego a caminar por el pasillo y la consabida espera para retirar el dren de látex y luego el ¨Portovac®¨, un contenedor que absorbía el remanente de sangre que manaba en el lecho operatorio para que no irritara el peritoneo. Rogábamos porque no se infectara la herida ni porque algún tiempo más tarde se produjera una eventración…

¡Qué diferencia con el hoy de la cirugía laparoscópica mínimamente invasiva! El aparato utilizado se llama torre laparoscópica contentiva de una fibra óptica que ilumina la cavidad peritoneal permitiendo verla toda en imagen real al favor de una cámara conectada a la lente.  Dos o tres pequeñas incisiones en el abdomen (habitualmente entre 0,5 y 1,5 centímetros) permiten su entrada en el cuerpo, revisión, identificación de estructuras anatómicas, extirpación de la vesícula bajo control visual; todo listo, a la cama y en pocos momentos a caminar y a comer y a las 24 o 48 horas en casa… Es la bendición de la tecnología, producto de la inspiración divina en la obra del hombre.

Y es que la medicina de las tres últimas décadas del siglo XX y ahora del siglo XXI que ya ha alcanzado la segunda década de una centuria que transcurre rauda, nos deja boquiabiertos por tantos descubrimientos en el área de las ciencias básicas y su aplicación en el enfermo real, así como en las diferentes tecnologías concernientes a instrumentos y medicación inteligente. No nos cabe duda que el perfil que adoptará en los años por venir será el de la biología molecular, cuando habremos de asistir a cómo se realizarán cambios en alguna de las ínfimas diferencias en la configuración genética, incluso de una sola base de los 3000 millones que configuran cada hélice de ADN, lo que será determinante en el funcionamiento adecuado de un medicamento o en la aparición de efectos secundarios, y desde ella, evolucionarán nuevas clasificaciones y tratamientos de las enfermedades cuando todavía no hayan traspasado el horizonte clínico para hacerse evidentes a los ojos del clínico.

En el área de la comunicación electrónica se replanteará y modificará la relación entre el médico y su paciente, acentuándose tal vez la crisis surgida desde la sociedad y de sus gobiernos con sus campañas de desprestigio al maltratado arte, que transforma pacientes en potenciales enemigos en busca de litigio y compensación, y que deviene en una merma de ese, su renombre ancestral, conducente a la caída del pedestal donde se mantuvo por centurias. Se pondrá a prueba la vocación del médico en momentos en que se presagia el nacimiento de una nueva era donde la salud será más creíble e individualizada, pero también con riesgo de deshumanizarse aún más. La presencia de la poderosísima industria farmacéutica y de los seguros de salud hacen de los médicos títeres de un guiñol, sus esclavos, destruyendo la relación médico paciente y creando una nueva forma de hacer con poco tiempo para la comunicación y mucho para la tecnología tantas veces sin razonamiento. Ya ocurre en el país del norte; ya ocurría aquí entre nosotros –fieles e incondicionales seguidores de sus desaciertos-. La crisis –si es que corremos con suerte- tendrá que ser resuelta por el médico mismo y probará su consabida vocación de servicio.

De acuerdo a Michael Balint (1896-1970), ¨la presencia del médico y su propia persona, es la primera medicina que se prescribe a un paciente¨; pero en medio de todo este progreso tecnológico, aunque el médico deshumanizado no lo quiera saber, aún el paciente anhela un doctor que le sepa escuchar, y siendo que el escuchador sincero es determinante para ganar la confianza del enferm o, deberá también responder a sus preguntas y aclarar sus dudas mientras, en el decurso de la consulta, se propicia su sanación. Pero, la sociedad de consumo produce instrumentos y más instrumentos que inducen a su uso dejando a la medicina clásica y su cultor, el médico, como una inservible antigualla…

Los tratamientos biológicos continuarán generalizándose pues han iniciado un cambio favorable en la historia natural de algunas enfermedades inmunológicas, p. ej., la artritis reumatoidea, previniendo las deformidades y el daño orgánico, y en otras diversas variedades de cáncer como el mamario y los linfomas. En estas circunstancias, hay que atajar un enemigo oculto: la tuberculosis, el «Minotauro moderno «, como la llamara Razetti, que puede ganar vida desde un foco olvidado en algún lugar del cuerpo. Condiciones dolorosas y tristes como la demencia tipo Alzheimer, enfermedades desmielinizantes como la esclerosis múltiple y patologías degenerativas neurocerebrales, también podrán beneficiarse de tratamientos que incluyan tal vez vacunas y trasplante de células madre. Se desarrollará el novísimo campo de las prótesis electrónicas intraoculares para mejorar la visión de pacientes con distrofias retinianas, y particularmente con retinitis pigmentosa, implacable condición cegadora ¨pisapasito¨ y hasta el momento, fracaso de la terapéutica. Se vislumbra, además, un amanecer prometedor para las patologías neurológicas, pues existe febril investigación acerca de en qué forma, el tejido nervioso podría protegerse o regenerarse efectivamente, así que, por ejemplo, en un futuro tal vez no muy lejano, puedan tratarse pacientes con secciones medulares y cuadriplejía.

Todos estos descubrimientos no deben hacernos perder de vista acerca de la acentuada crisis humanitaria actual que lleva intrínseca un reto a superar para aquellos que queramos afrontarlo. A decir verdad, no es una crisis de la medicina en sí misma, sino de sus cultores, nosotros, los propios médicos, con nuestras trastocadas maneras de hacer, con nuestra humanidad reemplazada por materialismo y ausencia de profesionalismo. La Medicina de la Totalidad se revela pues, como el antídoto a esta crisis; como la bala mágica con la que soñara Paul Ehrlich (1854-1915), que iría solamente a remediar torceduras y entuertos dejando intacta la divina esencia del enfermo… Pero nosotros los médicos, como niños ensimismados en nuestros nuevos juguetes tecnológicos, hemos exhibido y exhibiremos fiera resistencia ante ella. Necesariamente, tiene que ser enseñada en las facultades de medicina, y luego hacerla vivir y crecer en el diario ejercicio profesional. Se trata en definitiva de una vuelta a la ¨humanización¨ de la medicina, al aprendizaje del arte, a un nuevo humanismo que conviva con el tecnicismo, pero no se supedite a él y a sus intereses, a una necesidad de volver a las bases hipocráticas de la medicina, al contacto, no al alejamiento afectivo interpuesto por la tecnología.

 

Ya Hipócrates sentó las bases de la medicina personal cuando a la cabecera del enfermo, confeccionaba la historia clínica. La enfermedad era considerada no solamente como un disturbio de la máquina orgánica, sino como un episodio, un accidente en la biografía del enfermo con todas las implicaciones fisiológicas, psíquicas, familiares y sociales que esta concepción lleva aparejada. El gran error fue el olvidar que el hombre es sujeto de su propia enfermedad. El motivo de esta desviación ha residido en una concepción maquinal del ser, que ha ignorado el componente espiritual del hombre. Desde el siglo XIX recomenzó a gestarse esa medicina de la persona que considera al hombre enfermo como un todo indisoluble que actúa y reacciona ante la enfermedad con todo su ser, sin que ninguna parcela de su anatomía, fisiología, sicología o mundo externo, sea ajena a esta reacción.

Sirvan de ejemplo estas dos citas de connotados internistas alemanes: Ernst Viktor von Leyden 1832-1910, Profesor de medicina y director de medicina interna en Königsberg, enseñaba a sus alumnos que el primer acto del tratamiento médico es el momento de dar la mano al paciente…, de dar la mano con simbolismo de compromiso y pacto moral[1].

Ludolf Krehl (1861-1937) escribió, “Si con nuestras débiles fuerzas no colaboráramos en la ulterior evolución de la medicina, la cual consiste en el ingreso de la personalidad del enfermo en el quehacer del médico, como objeto de investigación y de estimación, es decir, en la reinstauración de las ciencias del espíritu y de las relaciones de la vida entera como el otro de los fundamentos de la medicina, y en igualdad de derechos con la ciencia natural…”.

[1] Desde mis tiempos de estudiante existía una dicotomía en el saludo de bienvenida: Los pacientes del hospital nunca eran saludados con un apretón de manos (¿el por qué?); aquellos de la consulta privada sí recibían el apretón de manos. Siempre insistí e insisto en la imperiosa necesidad de acabar con este injusto comportamiento.

La Medicina de la Persona es en cierto modo la condena de la excesiva especialización, de la indiferencia con la que el especialista demasiado técnico contempla todo lo que no se halle confinado a su reducida parcela de acción. Una corriente de humanismo se está infiltrando entre los médicos jóvenes y debemos apoyarla y facilitarla.

   Don José de Letamendi i de Manjarrés (1828-1897), Catedrático de Patología General de la Universidad de Madrid, siempre pidió que el médico, si quería comprender al hombre y en especial al hombre enfermo, tuviera una formación humanística y filosófica al lado de la técnica. Su famosa frase: «El médico que sólo de medicina sabe, ni de medicina sabe», resume toda su filosofía. La medicina antropológica de Viktor von Weizsäcker (1886-1957), demostró que los síntomas patológicos pueden ser símbolos de conflictos anímicos y que, hasta los pensamientos, pueden ser causa de enfermedad. La angustia existencial produce neurosis, las neurosis son traducidas por el organismo en trastornos funcionales, y éstos por un mecanismo de fijación, se transforman en enfermedades orgánicas. No hay que olvidar que cuando el médico llega a ver al paciente por esos síntomas, las raíces de la enfermedad están profundamente introducidas no sólo en la personalidad del paciente, sino en el cuerpo social donde éste se encuentra integrado, o mejor dicho en muchos casos no integrado.

De la medicina de la persona se pasa a la Medicina de la Totalidad, aquella que considera las raíces existenciales-espirituales del ser humano; una medicina integral, una medicina holística, de la que la propia medicina biológica con sus bases naturalistas forma parte, donde la actividad científica se da la mano con los problemas éticos y metafísicos traídos a la escena de un mundo de intereses comerciales, militares y religiosos que tratan de poner con éxito, a los médicos a su servicio, destruyendo de paso, la sanadora relación médico-paciente.

rafaelmuci@gmail.com

 

Loas a Pheidippides y su gesta inolvidable… Elogio de la actividad física y el maratón

No hay ocasión en que alguien fallezca en medio de la febril actividad de un maratón, sea atropellado por un automóvil mientras se ejercita o sufra alguna lesión deportiva, que no reciba alguna llamada o me hagan algún acre comentario sobre los peligros de la carrera callejera. Mi respuesta siempre ha sido, que más muertes ocurren en la cama que durante la actividad física aeróbica…

Pero trasladémonos a la antigua Grecia y aprendamos como se teje o se corre, o mejor dicho, ¨cómo se trota¨ la historia…

Corría el año 490 a.C., los griegos habían derrotado a los persas en la batalla de Maratón en una lucha desigual en número, pero no en preparación táctica y física, 10.000 atenienses contra 25.000 persas. El ataque fue inesperado, pero en una batalla que duró un día entero, los primeros pudieron expeler a los persas de vuelta a sus barcos. Éstos se dirigieron entonces hacia la playa desprotegida de Phaleron, en navegación de 10 horas; advertidos, los soldados atenienses tuvieron que correr una distancia de 40 kilómetros para esperarlos. Los invasores no podían dar crédito a lo que sus ojos veían, el ejército ateniense constituido por superhombres, les estaba esperando. Decidieron irse derrotados… De acuerdo a Heródoto se confió entonces a un soldado a quien Plutarco menciona después por su nombre, Pheidippides, la tarea de llevar las buenas nuevas a Atenas, distante unos 40 kilómetros en ruta ascendente.

La leyenda  cuenta que nuestro héroe, un hemeródromo o mensajero corredor, corrió henchido de orgullo y felicidad y al llegar a la ciudad, apenas tuvo aliento para decir ¡Ganamos…!, cayendo desplomado muerto y constituyéndose así, en la primera víctima mortal de un maratón. Este hecho inspiró la competición en los Juegos Olímpicos de Atenas en 1896, recorrer una distancia histórica de 42 kilómetros, 195 metros... ¿por qué esa distancia exacta? En 1908, la Reina Alexandra de Inglaterra fijó la distancia oficial de la prueba que hasta esa fecha no existía, en los citados 42 kilómetros 195 metros, distancia actual. Es esa precisamente la distancia que separa la ciudad inglesa de Windsor, del estadio White City, en Londres. Los últimos metros se añadieron para que la meta coincidiera con el palco presidencial.

      Siendo que la leyenda es notable, la verdadera historia es aún más asombrosa. Nuestro héroe comandaba una misión más dura e importante; el ejército persa se aprestaba a destruir a Atenas y él fue comisionado a ir a Esparta que distaba 240 kilómetros en búsqueda de ayuda; la trayectoria era demasiado accidentada para los caballos, así que no quedaba otra opción que enviar un emisario que, corriendo, cubriera el trayecto. Y así lo hizo en dos días, pero para su frustración, los espartanos celebraban el festival de Artemisa y no accedieron a prestarles asistencia; tuvo entonces que devolverse trotando similar cantidad de kilómetros a traer las malas nuevas, pero le dio fuerzas el ver durante la ruta al Dios Pan, dios de la fertilidad y de la sexualidad masculina desenfrenada, aunque se sospecha que fue una alucinación producto del extremo calor…

En muchas áreas de la vida, los médicos solemos ser ejemplos de lo que no debe hacerse sin pensar que estamos permanentemente bajo el escrutinio de nuestros pacientes… Tal vez ningún miembro de la sociedad maltrate su salud en forma más imprudente que el médico. Y este aserto lo toma muy en cuenta el enfermo al momento en que le aconsejamos sin verdadera convicción. Una vez que terminen su lectura, pudieran pensar que este editorial está impregnado de falsa modestia porque voy a hablarles de mí mismo. ¿Será el producto de un ataque de pedantería? No lo creo… Después de todo, el atleta aficionado que mejor conozco, soy yo mismo y ello, ¡me confiere algún derecho! Estoy orgulloso de ser un ¨atleta¨, aunque confieso que el adjetivo no deja de sonarme muy exagerado. Desde hace muchos años me he ejercitado persuadido de un beneficio a corto y largo plazo que al mismo tiempo es diversión, ¡qué más convincente que un buen ejemplo!  Hoy día habiendo pasado la cota de los ochenta años le digo a mis pacientes que el deporte ha sido para mí la mejor inversión a largo plazo que alguna vez hice…

El ejercicio me hace sentir bien, me mantiene físicamente activo, mentalmente alerta y emocionalmente estable. Forma parte de un estilo de vida al cual pertenecen también el dormir sin hipnóticos un número adecuado de horas, no fumar, no beber ni comer en exceso, casi nunca repetir, usar el cinturón de seguridad mientras manejo y jamás, pero jamás pensar en jubilarme, pues entiendo que la jubilación no planificada es una condena a la esterilidad y el hastío. El día en que no puedo ejercitarme, mi cuerpo y mi espíritu me lo reclaman y me hacen ver la diferencia.

Cuando realizo mi rutina, pleno mi mente de ideas positivas y oigo las señales que mi cuerpo sabiamente me envía, así que intento interpretarlas y atenderlas, así que podría decirles que muy pocas veces me he extralimitado o lesionado. Para alcanzar mi meta, me fijé un objetivo, comencé con muy poca distancia por largo tiempo, para ir aumentando la exigencia durante meses y años. Mis únicos contrincantes fueron mis debilidades. El primer maratón de la Clínica El Ávila en 1989 me introdujo a la competencia de aficionados, con lo cual vinieron a sumarse mi usualmente solitario entrenamiento, un mayor incentivo y diversión. Visto el beneficio, siempre y con el mayor entusiasmo he intentado interesar a mis cercanos, amigos, parientes, alumnos y pacientes, a tomar para sí mismos, parte del cuidado de su salud, enarbolando el emblema, ¨Si estoy bien, fuerte y controlado, saludable de cuerpo y espíritu, todo a mi alrededor estará bien¨. Mi esposa, mis hijos y nietos, alumnos y pacientes, me han enseñado la gratificación de interesar e iniciar a otros, en aquello que sinceramente hemos comprobado que ha sido bueno para nosotros mismos.

Veo en derredor mío y contemplo al hombre de la ciudad en continuo sufrimiento. Un tormento muchas veces no percibido y manifestado por intemperancia, mal humor, insomnio, excesivo apego al bien material, glotonería, excesos al beber, tabaquismo, enfermándose a sí mismo en una prisa irracional que le lleva en voladillas sin saber adónde va. Entiendo que habiendo pasado de una vida rural, tranquila, apacible y saturada de actividad a la inactividad casi total que trae aparejada la vida citadina, haya perdido el rumbo, alejándose de la promoción de su propio bienestar y de la salud, el bien más preciado. A despecho del llamado que ha venido haciéndose a la población general sobre el beneficio del ejercicio físico cotidiano, muy pocas personas lo han aceptado como hábito de vida ¡Qué lástima!

Presumiendo la buena fe del que se inicia, diversas razones atentan contra su mejor intención: O bien la persona inicia el ejercicio más como una obligación que como una diversión gananciosa; o inicia un plan de entrenamiento sin haber estructurado una estrategia previa, adhiriéndose a un sistema erróneo en el que se fija metas inalcanzables para las cuales debe acceder a niveles de rendimiento muy elevados desde el inicio; o en la búsqueda de su propósito, progresa a una velocidad inconveniente para sólo lesionarse en el intento y abortar la buena voluntad; o en fin, es desinteresado o desestimulado al exagerársele los peligros que entraña el entrenamiento, olvidándose que buena parte de las muertes no ocurren durante la práctica del deporte, sino en la comodidad inmovilizante de un sofá o de una cama.

Para desvirtuar los efectos beneficiosos de los buenos hábitos de vida y en particular el trote, a menudo se traen a colación distorsionados ejemplos, veamos:

Para desvirtuar los efectos beneficiosos de los buenos hábitos de vida, a menudo se traen a colación distorsionados ejemplos… Uno de ellos es el famoso dicho, ¡Llegar a viejo sin vicio, qué desperdicio! Además, veamos el caso de la francesa Jeanne Calment (1875-1997), la persona más vieja conocida quien murió a los 122 años y fue una fumadora empedernida hasta los 117 constituyéndose en la excusa de muchos fumadores. O el otro caso, referido a James Fixx (1932-1984), conocido por su libro »The Complete Book of Running» que muchos adquirimos y adoptamos como artículo de fe llevando a decenas de miles a imitarlo, haciendo de él, el gurú del mundo del trote. Pues bien, había sido un fumador en cadena de cerca de dos paquetes de cigarrillo por día dejando de fumar 17 años antes de morir a los 52 años mientras trotaba en Vermont Convencido de que el ejercicio era un seguro de vida y nunca tuvo ocasión para una revisión médica a pesar de conocer que su padre había tenido su primer infarto cardíaco a la edad de 35 años y fallecido de otro a los 43. La autopsia mostró que la arteria coronaria circunfleja izquierda estaba casi totalmente bloqueada y cerca del 80% de la coronaria derecha se mostraba obstruida, siendo que la nutrición del corazón se aseguraba a través de la arteria descendente anterior que también mostraba estrecheces segmentarias.

Por último, el cubano Alberto Salazar (1958-1982), ganador del Maratón de Boston y luego tres de Nueva York con un mejor tiempo de 2:08:13, sobrepasando la marca de Derek Clayton de 2:08:33 que había estado incólume por 12 años; fallecido por un infarto miocárdico a los 49 años mientras entrenaba, debió ser desfibrilado y tras ocho electroshocks y una suma total de 14 minutos en paro cardíaco, fue sometido a dos cirugías de revascularización miocárdica y terminó muriendo en su ley.

¡Qué muerte más feliz! –pienso- La preferiría una y mil veces a un prolongado lecho de miserias. Indudablemente, quieren los detentores de malos hábitos de vida hacer creer que una existencia disciplinada es una pérdida de tiempo, pues con ella no podemos cambiar en mucho el tiempo que vamos a vivir. Pero prolongar la vida nada significaría si sólo denotara vivir más años con más enfermedades y limitaciones. Debe saberse, sin embargo, que las mismas conductas que pueden agregar años a la vida, igualmente pueden dar a esa vida años de salud, independencia y creatividad.

Es bien conocido que el ejercicio regular y una dieta sana, aisladamente consideradas, reducen el riesgo de adquirir condiciones patológicas potencialmente limitantes o debilitantes como la enfermedad coronaria, diabetes mellitus, obesidad, hipertensión arterial y osteoporosis. Pero, además, el ejercicio físico puede ayudar a mantener a las personas activas a través de un incremento de su fuerza física y psíquica, a temperar el carácter, la capacidad aeróbica, resistencia y movilidad, virtudes corporales que tienden a desvanecerse con la avanzada edad o el mal vivir. Es así como personas viejas que han mantenido tales hábitos de vida a lo largo de los años, a menudo poseen habilidades y salud general mucho mejor que la de individuos con menos años y aún, décadas más jóvenes.

Investigadores de la Universidad de California Los Ángeles estudiaron un universo de 7.000 individuos por espacio de dos décadas. Tomaron en cuenta tres hábitos dañinos indiscutibles: Cigarrillo, abuso de licor e inactividad física. Adicionalmente, tres costumbres que ayudan a identificar a aquellas personas que suelen ignorar su salud: No desayunar, comer entre comidas y dormir menos de siete, o más de ocho horas. También se incluyó el sobrepeso, indicador que refleja el comer más de lo necesario y la ausencia de ejercicio. Los resultados indicaron que un hombre de 45 años que tenían menos de 4 de esas taras negativas o indeseables, vivía un promedio de 11 años más que un hombre de similar edad que tenía más de 5. Algo similar, pero de menor proporción se encontró en las mujeres.

Otro estudio realizado durante siete años en la Universidad de Stanford en California, hizo un seguimiento a 450 trotadores y 330 no trotadores con edades comprendidas entre 50 y 72 años. Luego de ajustar los resultados a la presencia de limitaciones o enfermedades previas al inicio del estudio, se encontró que aquellos que no se ejercitaban, desarrollaban enfermedades limitantes tres veces y media más frecuente que quienes sí lo hacían. Aún aquellos que corrían entre 1.5 y 9 kilómetros por semana, reducían su riesgo casi tanto como los que entrenaban a un máximo. Se dedujo pues, que el ejercicio aún moderado, es capaz de mejorar la calidad de vida a través del mantenimiento de la salud y de la elevación del espíritu a medida que envejecemos. Y no es sólo porque nos mantenga más fuertes y saludables, sino también, porque nos favorece el buen humor. Agregando en este sentido, un grupo diferente de la Universidad de Stanford en forma aleatoria, asignó a 360 sujetos con edades comprendidas entre los 50 y 66 años, la posibilidad de ejercitarse o permanecer inactivos. Luego de tan solo un año, los que se ejercitaron señalaron que el estrés negativo, la ansiedad y la depresión eran mucho menores y mejor tolerados que en el grupo que permaneció inactivo, y estos beneficios tampoco estuvieron en relación con la duración o la intensidad del ejercicio que realizaran.

  • Aún rememoro con añoranza, y todavía busco inútilmente los domingos la columna «Correr es vivir» publicada en el Diario El Nacional por el doctor farmacéutico, locutor y comentarista, Pedro Penzini Fleury (1936-2010), quien falleciera de una variedad de cáncer medular (mieloma múltiple) y a quien tuve la ocasión de atender como consultante en sus últimos meses, causándome asombro que ante cuadro tan triste y doloroso mantuviera siempre una sonrisa, un ánimo esperanzado, optimista y sosegado. Recuerdo haberme cruzado con él mientras trotábamos en las hermosas mañanas del Parque del Este, y pienso que la circulación crónica de endorfinas mantiene la fortaleza de ánimo y el talante tranquilo.

Como si ello fuera poco es bien conocido que mantener buenos hábitos de salud, ayuda a las personas mayores a mantener preservadas sus facultades mentales. Una investigación realizada en 500 residentes de Seattle en Norteamérica durante 35 años encontró, que aquellos que estaban físicamente saludables, en parte por sus buenos hábitos de vida tenían mayores probabilidades de alcanzar los 70 u 80 años activos y con mentes lúcidas. ¿La razón? Se piensa que condiciones patológicas tales como hipertensión arterial, enfermedad arterial coronaria y enfermedad pulmonar del fumador, reducen la oferta de oxígeno al cerebro, asfixiándolo y aún, son capaces de producir pequeños infartos cerebrales silentes o asintomáticos, robadores de bienestar mental. Pero, todavía existiría otra posibilidad: Si nos sentimos tristes o enfermos, es mucho más probable que evitemos el desafío que implica la actividad mental. Y ejercicios mentales, pueden ayudar a preservar una mente saludable de la misma forma que el ejercicio físico protege al cuerpo.

Nuestro sistema inmunitario, o dicho en palabras simples, la eficiente policía que reguarda nuestra integridad, momento a momento en fiera pero imperceptible batalla, destruye virus, bacterias, protozoarios y hongos que nos invaden desde el entorno. También es cierto que nuestro organismo es depositario de células descarriadas que se han transformado en cancerosas. Un sistema inmunitario robusto las identificará, las reconocerá como invasoras y destruirá esas células subversivas antes de que puedan multiplicarse y transformarse en tumores malignos. En teoría, el ejercicio físico puede disminuir el riesgo de cáncer a través de un fortalecimiento del sistema inmune.

Al menos tres grandes estudios observacionales que comprendieron más de 17.000 almas durante más de 16 años, ha dado soporte a esta teoría. Uno de ellos, del Instituto de Investigación Aeróbica de Dallas halló que las posibilidades de adquirir un cáncer fatal fueron 65% menor en hombres que se entrenaban moderadamente y 84% menor en los muy entrenados que en los sujetos sedentarios. El segundo estudio proveniente de las Universidades de Harvard y Stanford, encontró que hombres muy activos y moderadamente activos, desarrollaban un cáncer un tercio menos que las personas inactivas. Si bien estos hallazgos podrían tener que ver con una alimentación balanceada y otros hábitos saludables de los hombres más activos. Un tercer estudio del Instituto Nacional de Cáncer de USA tomó en cuenta esas posibilidades. Luego de controlar los hábitos de salud que pudieran influenciar el riesgo de cáncer, encontraron que éste era aún 39% más bajo entre hombres moderadamente activos y 23% en mujeres de hábitos similares que entre hombres y mujeres inactivas. Este decremento en la susceptibilidad de desarrollar cáncer en un deportista, puede también en teoría ser debido a más que una fortificación del sistema inmune. Es bien conocido que el ejercicio favorece la evacuación intestinal diaria, por tanto, ayuda a eliminar con mayor rapidez las sustancias cancerígenas que ingerimos especialmente con dietas malsanas, reduciendo su estancia en nuestro cuerpo y reduciendo así la posibilidad de cáncer del colon. Además, tiende a reducir moderadamente los niveles de estrógenos en la mujer, conocido favorecedor de un cáncer de la mama, y de la testosterona en el hombre, que estimula el crecimiento de un cáncer prostático.

En conclusión, nunca he admirado –que sí respetado- a una de esas personas que, sentada en el banco de un parque con dos perros calientes a la diestra y seis latas de cerveza a la siniestra, exhibiendo una extra-llanta colgando por encima del cinturón, observa sudorosos caminadores o trotadores que pasan frente a él. NO me agrada gratificarme de esa manera. Tampoco necesito tomarme dos tragos de güisqui para acallar la tensión interior que a veces me embarga, cuando puedo alcanzar mi toque de luz con un opioide un centenar de veces más potente que la morfina y en forma perfectamente legal… Me refiero a la euforia inducida por el ejercicio: Se ha determinado que las personas que se ejercitan vigorosamente por un período de unos doce minutos, liberan en sus cerebros sustancias naturales llamadas betaendorfinas, analgésicos naturales que al mismo tiempo elevan notablemente la sensación de bienestar. Las endorfinas son parte de esa gran familia de neurotransmisores, que son facilitadores bioquímicos responsables de la información entre los cien billones de neuronas o células contenidas en nuestro cerebro.

Las neuronas disparan impulsos electroquímicos a diversas frecuencias para estimular la liberación de los neurotransmisores que incitan a otras células a activarse. Cuando la armonía domina la relación entre unas y otras, se envían mensajes bioquímicos específicos a diversas partes del cerebro para inducirnos a realizar acciones como hablar, mirar, tragar, etc. Caminar vigorosamente o trotar durante cuarenta y cinco minutos o más tiene como efecto beneficioso producirnos euforia. Esta euforia quizá represente un efecto colateral del esfuerzo realizado en nuestro cuerpo para ayudarnos a sobreponernos a un elevado nivel de estrés positivo: El ejercicio físico. Si bien el cuerpo humano no fue diseñado para correr maratones, sí fuimos creados para correr cortos trechos como medio para escapar de animales salvajes u otros hermanos trogloditas blandiendo sus macanas. Mediante la secreción de betaendorfinas en conjunción con la adrenalina, nuestro cuerpo pudo en el pasado y puede en el presente, desarrollar extraordinarias proezas cuando fuere necesario. La euforia del corredor es la manera como nuestro cuerpo se adapta a la condición anormal de un estrés sostenido para mantener un equilibrio interno.

 

Durante el ejercicio liberamos en forma constructiva nuestra hostilidad, nos desembarazamos de tensiones internas con potencial de enfermarnos, elevamos nuestra sensación de bienestar, oxigenamos hasta el último rincón de nuestro cuerpo, acondicionamos nuestro sistemas cardiovascular y respiratorio para tolerar niveles de exigencia inesperados, fomentamos el sentimiento de auto-estima y auto-confianza, en fin, nos alejamos del polo tanático de la existencia para acercarnos al polo erótico de la vida. Sin olvidar esa ¨ausencia presente¨ qué es la muerte, celebremos cada día la vida con alegría, salud, felicidad y bienestar…

Así que continuaré ejercitándome en forma cotidiana como mi personal terapia preventiva y curativa, trotaré siempre mirando al frente y nunca al suelo, donde mis despojos habrán de yacer, perseveraré en mi intento de proporcionarme alegría, sensación de bienestar y sanación preventiva, y al mismo tiempo proseguiré recomendando a mis cercanos: familiares, amigos, alumnos y pacientes, los beneficios a largo y corto plazo de buenos hábitos de vida, pues no nos enfermamos por azar, llegamos a estar enfermos por lo que hemos hecho a nuestro cuerpo por nuestra manera de vivir y por aquellos hábitos convenientes que hemos dejado de incorporar en nuestras vidas…

 

rafaelmuci@gmail.com

Elogio de las menudas: o no desestimes a la más ¨débil¨ Maduro…

 

Cuarto menguante, tiempo de arar; también es tiempo de romper una lanza, de arriesgar la vida en un lance como proclamaba El Quijote; es tiempo de asfixia, dolor taladrante y penuria; y es allí donde la vemos, mezclada con los varones, menudita, estilizada, captada en la anonimia de una foto, el cabello al desgaire, el pantalón ajustado, cuerpo inclinado hacia sus sueños como en una carrera de velocidad -¡no hay tiempo, se me acaba la vida…!-; con una cruz redentora en el pecho danzando al ritmo de su determinación, con una bandera de Venezuela de siete estrellas como única y suficiente protección al vaho dañoso y costoso en momentos en que no hay comida ni un bálsamo para tristezas; el bolso en su espalda portador de un mensaje oculto, de una bomba de profundidad: nada menos que el artículo 350° de la Constitución Nacional que solo él rellena todo el espacio, no otra cosa que amor por la justicia y fundamentalmente por la libertad, símbolo del marchante con objetivo, expresión de nuestra nueva mancebez, retrato del albor de una vida, cansada de pesares y desengaños, de tropiezos y mezquindades, de migración y rechazo, de melifluas promesas y botas militares, antítesis de galeotes de un futuro incierto, preludio de la hoguera para todo disidente: seis personas fallecidas en seis días, seis jóvenes mártires y matarán muchos más; el cartucho de gas lacrimógeno a la siniestra sin parar mientes en la ardentía de sus tres dedos por el calor generado, la rabia y la impotencia hechas anestesia, reclamo y torbellino, la mirada fija en el futuro como diciendo, ¡Malvados, quiero mi país de vuelta…!

Me veo chiquito y superfluo ante su gigante determinación, siento un nudo en la garganta que expresa mi emoción, mi esperanza, mi admiración y mi recogimiento. ¡Esta sí que es la patria mía!, no esa otra ¨patria¨ de engaño que tenemos, que pintan los traidores, los que nos regalaron a Cuba, la tierra del ¨chor¨, isla de infortunios y pauperismo, los que nos dejaron este erial de miseria y dolor, los que se protegen tras altos paredones en el Country Club y La Lagunita donde solo entran sus 4×4 blindados y vigilan gigantones armados y malencarados, u otros que disfrutan sus condominios allende los mares, como queriendo cubrir sus facies turbias y nauseabundas y sus dineros manchados de muerte cuando el país se hunde en la ruina y el desencanto; amarga ironía de los ideales de amor y de justicia…

Pero allí está ella, menudita, con el retintín ensordecedor de su gesto, sin miedo porque mamó la leche mientras era acunada con el himno nacional, con esperanza infinita como el llano de Gallegos, ¨tierra de horizontes abiertos, donde una raza buena ama, sufre y espera¨,  símbolo de encendida y apasionada defensa de la liberación de la mujer, de la liberación de un país, trocada ella misma en paradigma de una mocedad que no se deja mancillar, que quiere un espacio, que quiere lo suyo para que desde su tránsito desde oruga a mariposa sus sueños vuelen y luego se hagan realidad; ¿qué la mueve?, ¿qué resorte interno la lanzó a la calle a desafiar con su menudo cuerpo mil peligros?

Ella, que nació bajo Chávez, que creció bajo Maduro y sus ladrones de sueños, aves de mal agüero, huevos podridos en la frente que presagian el cadalso; ella, emergente de la ensoñación de una juventud que forma parte de una mayoría excluida contra la cual se ha desplegado el crimen, la rémora, el abuso y el hambre, que no se resigna aunque no conoció democracia pero la lleva muy dentro, en las venas del inconsciente colectivo, con su pasión para construir, ¿quién puede detener esa borrasca?, ¿quién rompió el corsé ajustado de aquel perfil ideal de la mujer que había trazado el Concilio de Trento (años 1545 y 1563) adjudicándole atributos de ¨modesta, recatada, obediente y sacrificada?¨. ¡No, qué va…! ¡Madre mía, me voy a la marcha, me voy a la protesta donde pertenezco, no te resientas si no regreso…!

Han transcurrido 207 años de aquel jueves santo, 19 de abril de 1810 recogido en un lienzo por Juan Lovera (1838). Ese día los representantes de la clase dirigente, los universitarios, el núcleo más selecto e ilustrado de la población de Caracas se declara rebelde y da el paso definitivo y sin retorno, y aprovechando la ceremonia con energía y extraordinaria decisión depone al gobernador y capitán general, don Vicente Emparan quien se dirige al ¨balcón del pueblo¨ esperando una ovación: Detrás suyo el clérigo José Cortés de Madariaga hace gestos y agita las manos consiguiendo que los pobladores gritaran: «¡No, no lo queremos! ¡Fuera!». Indignado y resentido Emparan respondió: «¡Pues yo tampoco quiero mando!». El mismo día renunció y dos días después se marchó a España. Los independentistas habían obtenido su primera victoria sin derramar una gota de sangre. Ojalá que los que nos gobiernan escuchen el tronar de la historia y eviten que más sangre inocente corra por las calles de ciudades y pueblos del país de manos de las avispas negras cubanas que han llegado a matar pero que también ya tendrán lo suyo…

Cervantes hace de la libertad el literario de su obra, la médula sobre la que gira su portentosa creación, en su mensaje hace una apuesta por la libertad en su sentido más completo y amplio lo que lo hace sobrada razón para su vigencia; en fin, desfacer fuerzas y socorrer y acudir a los miserables a los galeotes y a los desposeídos. Su pretendida locura no era tal; algunos de sus exégetas como Arturo Plaja Serrano y Gonzalo Torrente Ballester dudan de ella pues de buen entendimiento y buen discurso hacía gala en todo cuanto trataba. Pero además, su falta de egoísmo, su desprendimiento y su sabiduría luego de 412 años todavía no lo han hecho morir de viejo y superfluo como yo, la apoptosis todavía le queda muy lejos…

Elogio de la culpa…, o ese sentimiento que nos corroe.

Todos los médicos –supongo-, cargamos sobre la espalda de nuestras memorias una lista grabada a hierro y fuego; nada menos que un recuento detallado de nuestros desatinos, errores y hasta de nuestros muertos con o sin una razón aceptable, con o sin imprudencia, impericia o descuido, con o sin interés o indiferencia… ¡Ah malaya!, que no tenemos ninguna otra con esos diagnósticos de filigrana que alguna vez hicimos, ni con esas intervenciones quirúrgicas exitosas de avanzada que realizamos, ni con la descripción de un nuevo signo clínico en la literatura nacional o mundial, o de algún hallazgo no descrito de alguna condición patológica trillada y trillada por tantos otros sin ver lo que vimos.

Sentimientos que nos corroen y que muchas veces surgen en medio de la noche; nos despiertan antojándosenos parecidos a aquellos viejos fantasmas pertenecientes al baúl oscuro de la infancia; aún, en aquellas que fuimos felices, cuando percibíamos que todo aquel miedo era casi verdadero…

Ese peso anímico que en ocasiones sentimos como ¨culpa¨, es el producto de la empatía humana y el misterio profundo de la enfermedad; sin él, no seríamos médicos y transitaríamos orondos y despreocupados por la vida. De todas formas, su presencia es como un peso que nos abruma, una costra que nos urtica, una presencia que nos recuerda… Abrazamos la medicina con el propósito de ayudar al hombre que sufre, propósito a veces casi olvidado, y luego de años dando lo mejor, de incesante trajinar entre aporreados por el destino, sentimos que no hemos cumplido a plenitud, que hemos fallado en el arte o en la denuncia de lo torcido. Puede ser culpa del ¨sistema¨, del Estado, de la situación actual o de cualquier otra cosa, pero ese sentimiento de frustración es real y personal para la casi mayoría de los médicos.

  • Testimonios dolorosos.

  • Tenía 19 años. Nuestra breve relación se inició después de la medianoche en que su madre se asomó con gran desespero a la emergencia de la clínica. Estaba yo de guardia. Más parecía ella la enferma que la otra, su hija. Único vástago de un matrimonio disfuncional, luego hecho añicos entre decepciones, recriminaciones e improperios. Quedó ella, presencial de aquella estira y encoge que no permite crecimiento ni maduración espiritual… Su aspecto era prepuberal, su palidez alabastrina, su cuerpo tan frío como sus manos, sus ojos verdes dejaban ver su sobresalto a través de sus párpados retraídos y sus pupilas ampliamente dilatadas mirando hacia la nada. Mostraba una dejadez plomiza, y como respuesta a mis preguntas, reiteraba que ¨iba a morirse…¨.

A mi entender médico, no se quejaba de nada concreto, siempre había sido saludable, hermética, lacónica y ensimismada; no existía el antecedente de una enfermedad previa, remota o reciente, de una condición viral precedente; nada le dolía en el cuerpo y su alma se resistía a ser explorada, expuesta, disecada… Tan sólo, la reiteración de que, ¨¡me voy a morir…!¨. Mi examen fue frustrante. Nada de qué asirme. Un laberinto inextricable sin un hilo de Ariadna. Nada de fiebre, taquicardia o hipotensión arterial. Una radiografía del tórax, electrocardiograma y exámenes de laboratorio eran transparentes y fútiles a aquello que la atormentaba: hematología, velocidad de sedimentación, glicemia, electrolitos, función renal, hepática y tiroidea me daban la espalda. Debía irme al hospital donde la revista de sala y mis alumnos me esperaban; era también un viejo hábito, un antiguo deber adquirido, un viejo mandato salido del compartir lo que se tiene, tan antiguo como la misericordia de los hombres…

La hospitalicé sin un diagnóstico, únicamente para observarla tomando una vena en previsión y dejando como ayuda y como excusa, el goteo lento de una inocua solución de dextrosa al 5%. No hacía sino pensar en ella; un ominoso pálpito me invadió a media mañana, y esa prisa interna se hizo acción, me llevó a excusarme con mis alumnos y raudo me regresé a la clínica. Su habitación, la 501, me recibió con cenagosa angustia. No parecía haber pasado nada durante mi corta ausencia, sus signos vitales inmodificados, su examen sin variante; desde su lánguida figura de Lladró me miró distante, desafiante y fría.

Mientras auscultaba su corazón pensando en mil diagnósticos diferenciales, comenzó a repetir, ¨¡me muero, me muero, me voy, me voy…! Su madre desesperada me pedía que hiciera algo. Entonces, entornó sus ojos, los ocultó bajo sus párpados y se le fue el pulso, el área precordial se hizo silente y no ausculté ruidos cardíacos; el músculo magnífico que riega la vida, se había detenido, y aquellos no eran tiempo de movilización, de un código azul, de resucitación cardiopulmonar de avanzada, del fogonazo de un desfibrilador entonces inexistente, la situación era pues crítica… Mientras procedía a un masaje cardíaco externo sin respuesta, salí al pasillo sin saber qué hacer y pidiendo un equipo de cirugía menor cuando vi de frente a mi querido amigo y gran cirujano cardiovascular, doctor José María Cartaya (†) saliendo del ascensor. Pedí su ayuda cuando la bandeja quirúrgica arribaba a la habitación de manos de una enfermera. Confirmó el paro cardíaco, se calzó unos guantes de látex, abrió el tórax con un rápido golpe de bisturí y comenzó a darle masaje cardíaco. No hubo respuesta alguna. Me dijo después que ¨el corazón de esa niña no tenía tono muscular, más parecía un trapo¨. Ante mi mirada impotente se me murió ¨saludable¨, químicamente pura…

En medio del padre ausente, llegaron amigos y familiares al lugar del infausto suceso, tan joven, tan sanita… ¡no podía ser…!  Uno era prominente diputado del Congreso Nacional y se dirigió hacia mí con las desconsideradas y consabidas palabras de amenaza que brinda el poder… Tal vez no tendría otras en medio de aquel desconcierto doloroso.  Para tratar de entender aquella absurda muerte y de paso salvar mi responsabilidad por mala práctica, ordené una autopsia legal y con mil reticencias, él consintió. La respuesta, ridícula como fue, vino escueta, ignorante y sin epicrisis al cabo de un mes: ¨nefrosis lipoídica¨; un viejo diagnóstico que ya ni se usaba. Ni siquiera se refería al estado del corazón, ni tan siquiera mencionaba las equimosis epicárdicas inducidas por el masaje que allí debían estar…

Bien sabemos que las autopsias legales dejan mucho qué desear en cuanto a rigurosidad técnica y profundidad diagnóstica, pero aquel no era un diagnóstico ni siquiera aproximado, tampoco una explicación coherente de la causa de su muerte. ¿Sería que realmente quería morirse…? ¿Sería que su realidad era tan dolorosa que la muerte era al menos una dulce liberación? ¿Qué secreto ignoto sería aquél que se llevó guardado y la aventó a la tumba…? Nunca lo sabría, antes ni después, pero aún guardo un atraganto íntimo, un sentimiento de futilidad ante esa misteriosa y abstrusa enfermedad que he rumiado por décadas en noches de oscura vigilia, así como la renuente explicación y un remedo de causa… Gracias a Dios que luego del penoso conticinio, los arreboles cantan la vida y se impone la serenidad… Es un peso abrumador que de tiempo en tiempo se me clava en la nuca como la bóveda celeste que se aposentó plomiza sobre los hombros de Atlas, y me recuerda que allí, está tan vivo como el primer día, como duelo no elaborado muy a pesar de haberlo verbalizarlo machaconamente en el diván psicoanalítico…

  • Era una negrita barloventeña de 22 años con un bulto en el centro del cuello que ascendía cuando tragaba, delgada, con expresión de susto, de ojos saltones, párpados ampliamente abiertos, sin parpadeo y manos tibias y sudorosas, a quien se había diagnosticado un hipertiroidismo primario o enfermedad de Graves, que tratada en forma irregular la llevó a perder mucho peso; adicionalmente, presentaba una severa infección dental y se esperaba su curación para realizar la cirugía ablativa de su glándula tiroidea, el único recurso de curación definitiva de entonces cuando no había tratamiento radiactivo, ese que también mengua ahora. Antibióticos y el antitiroideo de síntesis Tapazol® (metimazol) para bloquear la producción de la hormona tiroidea, estaba siéndole administrado en dosis terapéuticas, que asociado al Inderal® (propranolol), intentaba reducir su frecuencia cardíaca elevada y su ansiedad.

Una Nochebuena de Navidad, sin paz ni amor y como un relámpago en un cielo azul, surgió una ¨tormenta¨ o crisis tiroidea, la forma más extrema de presentación del hipertiroidismo, inducida por la brusca liberación de torrenteras de tiroxina libre (T4) y triyodotironina (T3) con disolución de grasas, aumento excesivo de energía térmica, fiebre de 41º C, profusa sudoración, aceleración de la actividad simpática, ansiedad, inquietud, agitación y comportamiento psicótico, taquicardia de 170 pulsadas al minuto, insuficiencia cardíaca congestiva y edema pulmonar resistente al tratamiento. Siendo que los hospitales venezolanos trabajaban sólo por las mañanas y la central de suministros solía estar cerrada durante las noches y días festivos –hoy día ni siquiera existen-, todo prenunciaba un desastre… El anestesiólogo, desde su casa, nos dijo que saldría de inmediato y auxiliaría a la paciente. ¡Cuestiones del infradesarrollo que aún persisten por apatía e indolencia de directores de hospitales, buenos para la negación de la realidad, culpables de tantas muertes…!

Digitálicos y diuréticos para apuntalar su corazón insuficiente salieron a relucir sin que hicieran mella en la fibra miocárdica agotada. Mi compañero de guardia me sugirió que hiciéramos una traqueostomía para restablecer la vía aérea permitiendo una adecuada función respiratoria y aspirar mejor el líquido que la ahogaba en tanto ¨mordiera¨ el digital en su miocardio –de por sí resistente en esas circunstancias-. Apenas pudimos conseguir un equipo de cirugía menor, pero no había traqueostomo, así que pensamos en realizar una incisión bajo el cartílago cricoides e insertar… ¡la camisa de un bolígrafo…! El anestesiólogo arribó tarde. En el ínterin, la paciente falleció, murió ahogada en aquel trasudado rosado y aireado frente a nuestras conciencias impotentes y sus ojos desmesuradamente abiertos, su mirada fija y denunciante, aún está allí, frente de los míos…

Aquellos ojos tan negros como paraparas, hablaban por lo que su boca no podía decir, que ante el sofoco pedían aquella desesperada de ayuda que no pudimos darle. ¡Todavía veo en mis ensueños aquella mano que se hunde en el mar embravecido de su propia tormenta…!

  • Un tercer paciente de 60 años, hombre relevante en el análisis político, la literatura, comentarista de televisión y escritor. La queja escueta, en apariencia nimia: Un simple y antiguo dolor en sus pies que había resistido diagnósticos y tratamientos de ortopedistas, internistas, reumatólogos y homeópatas. Nada parecía querer ayudarle. De tiempo en tiempo, viajaba y visitaba un exclusivo zapatero parisino para que con pieles de cabritilla muy suaves le confeccionara sus zapatos. ¿Era eso todo…? No más que eso; eso era todo, no había otra queja… Se jactaba de ser por otra parte saludable y no verbalizaba ningún otro malestar. Sus antecedentes familiares mostraban varios suicidios en sus cercanos afectos; su padre, amaneció un día colgado de una viga en su biblioteca…

Un mal día, de cielo plomizo y congestionado me llamó su esposa, mi amiga y paciente. Fríamente me comunicó que se había suicidado disparándose en la cabeza. Me visitó esa misma tarde en mi consultorio para agriamente echarme en cara y reprocharme mi incapacidad para prever aquella autolisis, de aquella desaparición autoimpuesta. Fuera de la simple historia narrada y su insatisfacción nunca revertida, ¿sería que el síntoma que lo lastimaba podía ser evidencia de severa depresión endógena enmascarada?, ¿sería que había expresado su intolerancia a la vida con ese síntoma tan simple, que le hacía, pensamientos adentro, apreciar y desear la muerte más que la existencia misma? Y todavía, a pesar del paso de los años, de la madurez que impone un ejercicio serio y meditativo de la medicina, por ahí anda su recuerdo como otro de tantos espectros insepultos dando tumbos en mi mente…

Podría seguir mi cantinela triste y ecolálica, pero sería mortificar las llagas de mis recuerdos y hasta quizá, las de mis desprevenidos lectores…

El médico y la culpa…

En su Diccionario de Psicoanálisis, Jean Laplanche y Jean-Bertrand Pontalis, describen el sentimiento de culpa como «un término empleado en psicoanálisis que puede designar un estado afectivo consecutivo a un acto que el sujeto siente como autoreprochable y en el que la razón invocada puede ser más o menos adecuada. Por ej., remordimiento de un acto real o en apariencia absurdo o todavía con un sentimiento difuso de indignidad personal, sin relación con algún acto preciso del que deba acusarse».

Teniendo que ver el coloquio anamnéstico con el enfermo y la posibilidad de extraer la interioridad del alma y el cuerpo hacia el afuera para analizarlo y ponerle remedio, no siempre es empresa tan fácil… Examinaremos al enfermo con tanta profundidad y delicadeza como el conocimiento y la experiencia nos indique… Y tan a menudo, poco podemos hacer como no sea estar al lado del sufrido, pero además, nos será muy difícil atribuir toda la culpa de tantos errores al Estado, al gobierno, a la institución donde prestamos nuestros servicios entre tanto vemos pasar el crudo acontecer de nuestras vidas; siempre nos será muy difícil ver sufrir o morir a una persona a quien no correspondía, sobre todo cuando estamos preparados para reconocer lo que tiene, lo que hay que hacer, cómo hay que hacerlo y qué resultados esperar…

En cada caso adverso, sufrimos en silencio y con dignidad agravada nuestra suerte desdichada. Marcos Aguinis, en su Elogio de la Culpa, nos da una esperanza de redención al decir sobre ella, ¨Si bien cuando es excesiva resulta intolerable, su ausencia es más peligrosa: hunde al hombre al nivel de canalla¨, y nos pide que aprendamos a utilizarla. Los psicópatas, autores de los crímenes más aborrecibles, jamás sienten culpa, no tienen ley, no tienen memoria. Su libro nos permite creer en un orden posible y apuesta a que la humanidad piense de nuevo y valorice un elemento que tiene siempre a mano y que debiera utilizar a su favor: La culpa.

La frustración, tristeza y la culpa escondidas en las contenidas lágrimas del médico, son parte del servicio que brindamos al hombre que sufre… no podemos evitarlas por más fríos e insensibles como la costumbre nos haya trocado. Esa pesantez anímica que se traduce como ¨culpa¨ es producto de la empatía que ejercemos sobre los que se acercan a pedir nuestra ayuda en medio del arcano radical de la enfermedad; sin ella, quizá no seríamos médicos…

 

 

 

¨El médico compasivo¨

Ambrose G. Bierce (1842-1913).

Escritor, periodista y editorialista estadounidense

(Fábulas Fantásticas)

 

¨Un Médico de Buen Corazón sentado a la cabecera de un paciente aquejado por una enfermedad incurable y dolorosa, es­cuchó un ruido tras él, y volviéndose vio a un gato que se reía de los débiles esfuer­zos de un ratón herido, por arrastrarse fuera de la habitación.

 

-¡Bestia cruel! -exclamó- ¿Por qué no lo matas de una vez, como una dama? Levantándose, sacó al gato a puntapiés de la habitación, y recogiendo al ratón, compasivamente lo arrebató a sus sufrimientos retorciéndole el cuello. Requerido desde el lecho por los gemidos de su paciente, el Médico de Buen Corazón admi­nistró un estimulante, un tónico y un nutriente, y se fue¨.

 

Post scriptum 26.04.2012

 

Tengo otro sentimiento de culpa; otro enorme por mi enferma, más importante y más querida: Mi patria, la madre de todos. Hace muchos años intuí la que sería su dolencia; un viaje humanitario a la Cuba de los Castro a ver de cerca la ceguera que los aquejaba encendió alarmas en mi interior; como un atalayero pude ver muy lejos y claro; entonces apenas si daba muestras de su presencia. En el cuerpo de sus habitantes, vale decir sus células constitutivas, algunas parecían descarriadas, anaplásicas[1], y tal como en un tumor maligno, no solo tenían potencial de extenderse localmente a los tejidos vecinos, sino también para diseminarse con virulencia y violencia a otros órganos; no había que emplear un microscopio para verlas, podía detectarse a simple vista.

Inicié una labor de prevención que era lo único que podía hacer; avisar a otras células de mi vecindad del mal que se gestaba, escribir por la prensa, denunciar, tratar de crear una conciencia entre mis pares. No era lo mío escribir de política pero, como si fuera un pecado, eso fue lo que me decían que hacía. Antes lo mío era escribir de lo que sabe un médico, de prevenir enfermedades y hablar de sus tratamientos, dirigido en forma amena hacia el gran público; entonces recibía adhesiones, simpatías y estímulo. Ahora sucede que recibo amenazas, una tan despectiva como decirme ¨rata inmunda¨; no me dolió porque se escondió en el anonimato de un nombre ficticio.

Pero en esas dos palabras vi el odio de la anaplasia en su forma más primitiva y agravada. Pero más me dolió la indiferencia, el ser tratado de paranoide por mis pares, se miraban unos con otros esperando que ¨otros¨ hicieran el trabajo. ¡Qué impotencia! No tenía armas terapéuticas para contrarrestarlas y curar las entretelas de mi madre patria; esas las tenían otros que si podían arrancar el mal de cuajo, pero optaron por retirarse con discreción o disimulo, por no hacerlo por cobardía, entrega o indiferencia y dejaron crecer y consolidarse esas células anaplásicas que terminaron por originar ese enorme tumor, hoy día visible a simple vista y las metástasis que hoy vivimos y sufrimos…

Al momento de escribir este Elogio, los estudiantes, nuestros admirados estudiantes, aún no habían tomado el escalpelo que abriría el absceso aposentado en el cuerpo de la patria, ese del que ahora vemos drenar sanies: el antiguo humor purulento, sanguinolento y fétido propio de las células descompuestas, anaplásicas y armadas, que llevan la muerte en motocicletas o en gavillas de soldados comandados por hordas de generales que juraron defender a su patria, de cubanos infiltrados, pero que azuzados por apátridas y traidores han olido la sangre y se vuelcan contra las células de su propio cuerpo.

Ya la apoptosis tumoral del régimen se ha puesto en marcha e inició su cuenta regresiva, ahora hay que perseguirlos y sacarlos de sus escondrijos con sus aliados cubanos y recriminarles la maldad de su entrega…

¡Maduro y su camarilla de corruptos vendidos a Cuba, deben renunciar para que se instaure la decencia y el patriotismo perdidos…!

[1] Regresión de las células a una forma muy primitiva e indiferenciada, no más similares a sus congéneres.

Un mensaje a García… (redivivo)

Elbert Green Hubbard (1856–1915), escritor, editor, artista y filósofo norteamericano quien enterado de un suceso extraordinario, en tan sólo una hora fue capaz de condensar en dos cuartillas, un ejemplo de profundo y sólido compromiso sin roturas ni enmiendas: Nació así para nosotros, ¨Un Mensaje a García¨, el cual copio textualmente:   

 ¨Hay en la historia de Cuba un hombre que destaca en mi memoria como Marte en perihelio. Al estallar la guerra entre los Estados Unidos y España, era necesario entenderse con toda rapidez con el jefe de los revolucionarios de Cuba. En aquellos momentos este jefe, el general García, estaba emboscado en las espesuras de las montañas, nadie sabía dónde. Ninguna comunicación le podía llegar ni por correo ni por telégrafo. No obstante, era preciso que el presidente William McKinley Jr. de los Estados Unidos se comunicara con él. ¿Qué debería hacerse?

Alguien aconsejó al Presidente:

– ¨Conozco a un tal Rowan que si es posible encontrar a García, él lo encontrara¨.

Buscaron a Rowan y se le entregó la carta para García.

Rowan tomó la carta y la guardo en una bolsa impermeable, sobre su pecho, cerca del corazón. Después de cuatro días de navegación dejó la pequeña canoa que le había conducido a la costa de Cuba. Desapareció por entre los juncales y tres semanas más tarde se presentó al otro lado de la isla; había atravesado a pie un país hostil y había cumplido su misión de entregar a García el mensaje del que era portador¨.

 

 ¨Un Mensaje a García¨ fue publicado en la revista ¨Philistine¨, en la edición correspondiente al mes de marzo que iba a entrar en prensa el 22 de febrero de 1899, día de la conmemoración del natalicio de George Washington. Más de cuarenta millones de ejemplares han sido impresos, suma que jamás ha alcanzado publicación alguna; por ello, cuando escribo ¨redivivo¨ cometo una incorrección pues el mensaje de marras nunca ha desaparecido ni ha dejado de circular. Para nosotros, venezolanos de este siglo XXI, anhelantes de ejemplos edificantes y posturas éticas, todo cuanto oriente a la juventud e impida la pérdida de nuestros valores fundamentales, debe ser aupado y bienvenido. Por ello nunca estará de más recordar el suceso.

El histórico episodio tiene pues como protagonistas, a William McKinley, 50º presidente de los EE.UU.; al teniente de la Armada Norteamericana Andrew Summers Rowan; al general Calixto Íñiguez García héroe de la resistencia cubana en la guerra de los diez años entre Cuba y España; y al mencionado escritor HubbardLa pieza clave del artículo lo constituye el hecho de que McKinley le entregó a Rowan una carta para ser entregada a un remoto García, y Rowan no preguntó:

 ¨¿Dónde lo encuentro?¨

El general García ha muerto; pero hay muchos otros Garcías en todas partes y a cada paso; en nuestros hospitales públicos venezolanos abundan. Todo hombre que ha tratado de llevar a cabo una empresa para la que necesita la ayuda de otros, frecuentemente ha quedado sorprendido por la falta de voluntad, la indiferencia y estupidez de la generalidad de las personas a su lado, su incapacidad para concentrar sus facultades en una idea y ejecutarla. Es harto frecuente que cuando un paciente necesita de un examen clínico o complementario que no somos capaces realizar, por ejemplo, en la Unidad de Neurooftalmología del Hospital Vargas de Caracas, verbigracia, búsqueda de un especialista en glaucoma o de baja visión, una angiografía fluoresceínica, un campo visual computarizado o una tomografía de coherencia óptica de la retina (OCT), y pregunto al grupo de residentes agrupados alrededor mío quién puede en su hospital o a través de influencias o amistad, hacerle o conseguirle el examen o la consulta… se miran unos a los otros y luego de una larga pausa, con suerte alguno se ofrece… para enviárselo a otro compañero que mañana estará de guardia y que nada conoce del caso del enfermo…

Casi ninguno responde al rompe, ¡Yo lo hago…!

Parte de la enseñanza que a diario imparto a mis alumnos y fellows con todos mis pacientes y especialmente los más pobres, implica responsabilidad ciudadana y humana hacia ese grupo crónicamente desasistido y maltratado, porque quizá no sea precisamente erudición pura lo que ellos necesitan, sino la fidelidad a la confianza que el paciente les muestra, ese paciente que no tiene nadie que le proteja y cuya única familia es la necesidad perenne y mordicante. Yo les exijo compromiso indeclinable, amor al deber, obrar con prontitud sin ser requerido, concentrar con otros lo que deba realizarse, hacer bien lo que debe ser bien hecho[1], dar al paciente apoyo inmediato facilitando el compromiso: anotando su propio nombre, teléfono celular y dónde –en qué hospital- y a qué hora se encontrarán.

Sólo así pueden aprender que la medicina es una profesión de servicio:

¡servir, la palabra más hermosa del diccionario…!-

[1] La fundamentación primordial del antiguo asclepíades radicaba en el favorecer, no perjudicar, que el hipocratista latinizado tradujo como Primum Non Nocere: lo primero, no hacer daño, anteponiendo a su tarea la “Regla del Buen Hacer”: “Hacer lo debido y hacerlo bellamente según la formulación reseñada en, “Sobre las ulceras” : “Hágase bella y rectamente lo que así haya que hacerse; con rapidez lo que deba ser rápido; con limpieza lo que deba ser limpio; con el menor dolor posible, lo que deba ser hecho sin dolor…”

No debe ingresar en las huestes de Esculapio e Hipócrates quien no sienta la llamada vocacional del dolor, el sufrimiento y la muerte. No puede ejercer la medicina quien pretenda aferrarse a la medicina científico-natural, que considera al individuo como una unidad biológica “natural” más del mundo, pasando por alto que el hombre no vive su existencia como ente aislado de la naturaleza, sino que estructura su biografía en el seno de una familia, de una sociedad justa o injusta, de un conjunto económico político llamado país, donde factores epigenéticos modifican su estructura física y psíquica y la de la enfermedad que lo posee. Individuo y sociedad son pues, los dos términos de una antinomia médica rigurosamente ineludible.

“Llevar un Mensaje a García” es para el médico, vocación, contemplación y acción, técnica en el sentido de la “tékhne” hipocrática[1], humanismo y serena atracción hacia el dolor.

Por interés del paciente, principio y fin del acto médico, cada Jefe de Servicio debería procurar conservar lo mejor que encuentre en función de servir; es decir, a aquellos que pueden llevar Un Mensaje a García…

 

Caracas, en la conmemoración del natalicio del ilustre venezolano, Doctor José María Vargas, 10 de marzo de 2012.

[1] Tékhne iatriké hipocrática: Un saber hacer, sabiendo porqué se hace, lo que se hace.

¨¡El doctor nunca me tocó…!¨ Elogio del eslabón perdido

Recuerdo un alumno mío en sexto año de la carrera médica que me pidió acompañarme mientras yo examinaba a un paciente para ver cómo lo hacía… Le asistía toda la razón; en las visitas o revistas médicas de mis años estudiantiles, era poco frecuente observar que un profesor interrogara primariamente a un paciente o lo examinara íntegramente de cabeza a pies… Casi siempre aceptaban como cierto lo que el estudiante o el residente les narraba sin tomarse la molestia de confrontar su examen con el del otro, así que de la interrelación se obtuviera una lección.

Con mis alumnos, siempre insistí en hacerlo; muy a menudo encontré algún hallazgo relevante al diagnóstico o al tratamiento, una oportunidad de enseñarles, de esas que nunca se olvidan. Un día mientras veíamos un enfermo, un residente que luego se hizo neurólogo, me presentó el caso de su enfermo, –¨Un accidente cerebrovascular isquémico¨-, me dijo con seguridad. Cuando hice el ejercicio de constatar sus hallazgos le miré el fondo del ojo, aprecié que tenía un papiledema agudo, clara evidencia de aumento de la presión intracraneal; él había pasado por alto la exploración de este venero de verdades… Una situación muy frecuente; los oftalmólogos a menudo no lo diagnostican porque no suelen ver enfermos neurológicos[1], y los neurólogos no utilizan esta útil técnica: no se trata sobre él en sus posgrados…

[1] Por ello, cuando hacen sus pasantías por mi Unidad, les digo vayan a el Servicio de Neurocirugía –que queda al frente-, busquen en las historias aquellos con tumor cerebral que esperan cirugía y obsérvenles el fondo ocular…

Se cambió el diagnóstico por el de un tumor cerebral simulador el cual fue confirmado mediante una tomografía computarizada, el examen de elección para el momento. ¿Aprendió la lección…? No sé si su orgullo ofendido se lo permitió, porque como he repetido, para aprender hay que admirar, hay que amar a quien nos enseña, y el amor vence al orgullo…

Otro día pasábamos revista con adjuntos, residentes y estudiantes. Yo me había ubicado detrás, en la retaguardia y observaba al paciente sentado como un buda en el centro de la cama. Su ojo izquierdo estaba claramente hundido o enoftálmico y su brillo mate llamó mi atención. Un residente leyó la historia… Al detenerse en los ojos pronunció con viva voz el consabido cliché, ¨Pupilas isocóricas, regulares y centrales, que responden bien a la luz y acomodación¨. Me dije, de estudiante yo también sufría del mismo mal y tenía clichés elaborados en mi cabeza para rellenar las historias de mentiras, el «N° 101» rezaba algo similar. Entonces yo me adelanté y con un pequeño trozo de metal que tenía en mi bolsillo, me acerqué a al enfermo y ante el asombro de todos, le golpeé varias veces sobre la ¨cornea¨: toc-toc-toc se oyó claramente: ¡tenía una prótesis ocular…! En días pasados lo encontré en un congreso, como yo, el nunca olvidó que el examen clínico detenido y el de las pupilas son de gran importancia en medicina.

Llamémoslo Freddy; era desorganizado, mal hacedor de historias, poco serio y obtuso al momento de examinar. Lo era tanto que utilizábamos sus impresiones como diagnóstico diferencial: si él asentaba que era un infarto, seguro que no lo era; si decía que era una cirrosis hepática, otro debía ser el diagnóstico.

Pero han pasado los años, y desde aquel examen de cabecera, integral, que no dejara nada de lado, y siempre sugerido por el guiador de la anamnesis, hemos pasado a otro, totalmente diferente donde se soslaya o se ignora la anamnesis cuidadosa y hasta el examen clínico, y por virtud de la adoración de la máquina se va a tientas a la realización de exámenes diversos escogidos sin razón y sin criterio en la idea que ellos resolverán problemas de ignorancia o rapidez.

Para ejemplificar esta pérdida paso a relatarle, el caso de una paciente mía en este mismo año 2018. Ella, en la séptima década de la vida y su marido debieron viajar a Miami. Dos hechos habían marcado de profunda tristeza esos días; es bien sabido que situaciones de pérdida son capaces de disminuir la vigilancia inmunológica. Una sobrina de 18 años, muy querida, había muerto a causa de una leucemia mieloblástica aguda luego de un suplicio de seis meses; pero, además, la madre del cónyuge se había agravado por un cáncer terminal del páncreas y quería verlos antes de morir. Con esa mochila de pesadumbres salieron de viaje. A las 48 horas, durante la noche ella despertó con un intenso dolor urente, como de quemadura, en la fosa ilíaca izquierda con irradiación hacia el flanco, fosa lumbar y genitales. Le pidió a su marido que la llevara a un hospital. El médico que la recibió, luego de preguntarle qué le pasaba sin extenderse en la anamnesis ni examinarla le prescribió un analgésico vía intravenosa; le indicó en sucesión exámenes de laboratorio –normales-, seguidos de un ecosonograma abdominal –normal-, tomografías computarizadas de tórax, abdomen y pelvis –normales-, finalizando con un ecosonograma transvaginal –igualmente normal-. La despidió diciéndole que todo había resultado normal, que podía egresar y que visitara a su médico de cabecera. No valió que le dijera que no tenía uno porque estaba de paso en la ciudad. La cuenta sobrepasó los catorce mil dólares… A su regreso al hotel, algo aliviada del dolor y quitándose la ropa para ponerse la piyama, su marido la vio por detrás preguntándole,

 

 -«¿Qué es eso tan feo que tienes en la nalga izquierda…?»: Un herpes zóster o culebrilla…

 

Puede parecer una exageración o un invento, pero esto fue lo que realmente pasó. En muchas regiones se ha desvirtuado el valor del examen complementario, que ahora no complementa nada y antes bien, se ha abusado de él para fabricar diagnósticos que no lo son. Y ello porque la medicina realmente no es una ciencia. A despecho de su fundación en el conocimiento científico y el uso de la tecnología, es todavía una práctica y un arte: prevención de la enfermedad, diagnóstico, tratamiento y cuidado del enfermo.

Ya no se privilegia la mente incisiva, el corazón cálido y hasta la dimensión artística del médico que realiza el acto principalísimo de la relación médico-paciente, que se gesta en el crisol del contacto, para conocer quién es la persona que alberga la enfermedad, recabando datos completos y lo más exactos posibles antes de sacar alguna conclusión.

Para ello es recomendable que al encuentro del paciente, el médico investigador vaya a ejercer la observación perspicaz, la búsqueda de datos precisos y la aplicación de una técnica o método riguroso en medio del menor prejuicio o idea preconcebida, pues a veces los ojos sólo ven lo que el corazón desea; que tenga presente cualquier cosa que pudiera resultar de importancia, pues nada es tan insignificante para no ser tomado en cuenta:

Cómo ingresa el paciente al consultorio, cómo nos da la mano y cómo se percibe esa mano, cómo se sienta, cómo inicia la conversación, y si su relato será o no confiable, y adicionalmente, cuando se escucha y se examina, hacer hincapié en el valor de los hechos positivos, pero también los negativos –tantas veces «eso» que el paciente no menciona- que también deben ser cuidadosamente registrados.

El valor de ese hecho negativo, nos recuerda un famoso pasaje del gran detective Sherlock Holmes en la aventura Estrella de Plata (The black stallion) cuando le preguntan,

-«¿Hay alguna cosa sobre la que quisiera llamar mi atención y preguntarme?»

-«El curioso incidente ocurrido aquella noche con el perro» -responde Holmes.

-«El perro no hizo nada aquella noche».

-«He ahí precisamente lo curioso»- subrayó el detective.

El eslabón que unía al médico con su paciente, se ha roto, se ha perdido, entre el aparataje que la sociedad de consumo nos vende sugiriéndonos la obsolescencia de la clínica y prometiéndonos diagnósticos quiméricos.

En el prólogo del texto de Medicina Interna de Harrison aparece una frase que se atribuye a Wilfred Batten Lewis Trotter, (1872–1939), cirujano inglés y pionero de la neurocirugía: «La enfermedad revela sus secretos en paréntesis casuales». Así, la tarea del que busca la verdad es poner las condiciones para que la naturaleza desvele sus secretos y estar atentos a los paréntesis casuales, dejando que las cosas (y las personas) sean lo que son…

 

¡Ah malhaya!, ¿por qué enferman los niños…?

Me parece oír a mi mamá y su frecuente ¡Ah malhaya…!, un resabio de su tan lejano y cercano llano a la vez, de aquel medio inhóspito para los naturales y más aún para los citadinos, donde había nacido y se había criado en medio de enfermedades de la carencia y la desnudez, de las lombrices y el frío palúdico con su castañear de dientes, matizado todo aquello de dolorosísimos duelos tempranos. Su madre, en sus frescos 28 años y su padre cursando los 36 habían fallecido en medio de quintas de tos teñidas de sangre rutilante, y por ello, el término hemoptisis no era ajeno a su vocabulario; una tuberculosis de reinfección, tan frecuente en esa Venezuela atrasada y menguada, le vio irse a su taita rodeado de sus pequeños hijos, bendiciéndolos y delegando en mi madre de apenas 12 años, su hija mayor, la responsabilidad del cuidado de sus hermanitos:

Era así como ella con ojos humedecidos por la herida otra vez abierta, repetía el cierto estribillo llanero que así rezaba, ¨¡El ajito muere cagando y el tuberculoso hablando!¨ Y era la pura verdad, sabrá Dios por qué el tísico conserva su lucidez hasta que acaece su último suspiro… Imaginaba el dolor de aquellos 5 niños, apenas iniciada su vida, atisbando ya inocentes los negros nubarrones que sobre ellos se cernían. Pero todos resistieron el embate del Minotauro moderno, como llamara el gran Razetti a aquel microbio comedor de gentes que es el bacilo tuberculoso; y así, todos crecieron y no corrieron igual suerte. Por ello, creo que desde siempre me atrajo el interés sincero por los niños desprotegidos; pero una cosa era la atracción por ellos y la otra convertirme en el médico de esas criaturitas…

Así, que muy pronto supe que yo no sería pediatra… Total, el amor de mi vida era la medicina interna, esa que unos desgraciados por allí la definen con esa desmesura de que los internistas diagnostican muy bien pero que no curan a nadie… Los niños son para acariciarlos y amarlos, para jugar con ellos y entenderlos, y ¿por qué no?, también para reprenderlos y guiarlos por buen camino, dejar su tierra arada esperando por la simiente para que la buena semilla germine y sean hombres y mujeres de provecho. Pero mi renuncia en atender niños estuvo en mi viciada percepción de que no debía haber o hacer nada que pudiera dañarlos, aún sin querer.

Hasta sexto año de medicina no había estado en contacto con sus cuerpitos enfermos. Nada de puericultura para entender y atender al niño sano… lo nuestro fue zamparnos de una vez en las salas de medicina del Hospital de Niños José Manuel de los Ríos, y mi destino, el servicio del doctor Armando Sucre, hombre sapiente, amable y humilde, todo un caballero y un padre bonachón para aquella trulla de muchachitos enfermos –y bien enfermitos que estaban-, donde su ciencia sanaba sus cuerpecitos y su trato humanitario sus almas impolutas rasgadas por la aflicción. Su sólida preparación y dedicación eran poderoso imán que me atraía. De inmediato sentí una gran admiración por él que me hacía luchar para que no se transformara en emulación que me condujera, ¿por qué no?, a ser pediatra.

Total, yo no me había comprometido con la medicina interna, no había hecho un juramento de eterno amor, ni había cruzado aros con ella, de forma tal –pensaba- que no sería una deslealtad la mía cambiar de amor. Y así fueron transcurriendo los días y yo cada vez más enamorado al ver esos niños hinchados con kwashiorkor, una forma agudísima de malnutrición proteica donde abundaba el edema o encharcamiento de agua en los tejidos, la irritabilidad expresada en llanto monótono, inacabable y penetrante, la inapetencia en medio de las ganas de comer, la piel llena de mataduras y el hígado grandote y lleno de grasa. Ver como poco a poco aquellos niños, con esmerados cuidados y comida balanceada volvían una vez más a la vida, una gratificación inenarrable… Pero por infortunio, de nuevo volver a su medio escaso donde se repetía el mismo círculo vicioso de que nos hablara el doctor Hernán Méndez Castellano (1915-2003), adalid de la nutrición infantil…

Todo iba muy bien y parecía que mi infidelidad iba ganando terreno… Como reza el tango de Alfredo Le Pera ¨Amores de estudiante flores de un día son, hoy un juramento mañana una traición…¨. ¡Humm…! como que me haría pediatra… El doctor Sucre sentía especial afecto hacia mi dedicación al estudio y hacia las respuestas que enteradas y precisas a sus preguntas. Ello estimulaba aún más mi deslealtad…

Sin embargo, no largo en el camino de mi perfidia, vino el día del descubrimiento de mi intolerancia hacia el dolor de un niño; un terrible dolor con el cual no podía menos que identificarme y con el cual no pude ni podría después transigir… Lo trajo de la mano una indiecita piaroa de apenas 5 añitos. ¡Perdón!, No recuerdo su complicado nombre pues no entendía el lenguaje monótono con que su madre solícita le sobaba con manos encallecidas pero amorosas… Sentadita en su cuna respiraba con dificultad, grandes y vehementes sus ojos, una cara redondita con expresión de lejanía que parecía escrudiñar el extraño ambiente que le envolvía sin inmutarse; su facies era trasunto de un profundo sufrimiento que no dejaba cabida para el lamento; la palabrería, las expresiones y los gestos de aquellos desconocidos ni la impresionaban tan concentrada en el dolor somático que llenaba su abdomen como estaba. No parecía caber en ella un lamento, una queja ni un jipido… Su barriga resaltaba prominente y lombricienta, pero realmente era la expresión de un hígado y su compañero, el bazo, enormemente aumentados de tamaño, que tanto habían crecido que no habían dejado espacio para el domicilio de ninguna otra víscera, y que parecían querer salirse por el maruto o protuberante ombligo. Vino al mundo con una condición congénita: La vena porta, el aliviadero que lleva la sangre al hígado había desarrollado septos o tabiques en su interior y la sangre no pasaba, se remansaba a presión.

Pero no había manera de saberlo, su condición no permitía exámenes cruentos y no existían para la fecha medios incruentos como el ecosonograma, así que se suponía que la responsable era una cavernomatosis de la porta, consecuencia de la obstrucción de pequeños vasos por coágulos o trombos, y como resultado, la presión portal se había elevado a niveles inenarrables, así que un delta de venas distendidas, caños de agua como los de su patria, tratando de sortear la obstrucción, se dibujaban en el afuera en su abdomen como una ¨cabeza de medusa¨, pero en el adentro también lo habían hecho hacia la luz del estómago y del esófago, y cual lombrices hartadas de sangre, las temibles várices esofágicas, presagiaban una rotura inminente al no resistir sus delgadas paredes el régimen de presión en ellas reinante.

Y fue así como un malhadado día ocurrió la hecatombe tantas veces anunciada… Mientras pasábamos revista, ocurrió el sangrado. Un vómito de sangre abundoso fue seguido de otro y de otro…

En aquella época de flacuchenta tecnología, el doctor Sucre nos dijo,

-¨¡Hay que pasar con urgencia una sonda de Sengstaken-Blakemore para taponar la brecha…!¨. Una sonda con tres luces, una para el lavado gástrico y, las otras dos restantes, comunicadas con dos balones, una para el estómago y otra para el esófago, que al inflarlos con la pera de un tensiómetro, escachapaban las venas distendidas y detenían el sangrado. En su caso, para evitar las náuseas y más vómitos había que introducir aquel monstruo por la nariz… Nadie sabía cómo hacerlo; nadie tenía experiencia… Cuando el Maestro Sucre preguntó si alguien había pasado una sonda de este tipo, yo me ofrecí voluntariamente diciendo que lo había hecho en tres ocasiones, pero en adultos, es más, llevaba una en mi maletín que había adquirido en la Casa Colimodio, pues cuando este accidente ocurría en el Hospital Vargas de Caracas durante las noches de guardia, la central de suministros estaba cerrada.

Ante la urgencia y con suprema humildad, él me incitó a tomar la decisión y delegó en mis manos el procedimiento, y así comenzó el martirio de la niña: Primero no podía sedarse porque su pobre función hepática y el riesgo de mucha toxicidad no lo aconsejaban, y segundo, la introducción, penosa como fue, no fue posible por la boca, y todavía más terrible a través de una narina estrecha; luego venciendo las náuseas y la sangre que salía a borbotones por la boca y la nariz, y en medio de tos defensiva por la sangre que intentaba irse a la tráquea y los pulmones. Sorteando muchos obstáculos la pasé, la inflé, la fijé y todavía siento en mi nariz el acre olor de s

u sangre inocente y en mi corazón, un sentimiento de culpa espantoso por aquella tortura que fuera inútil.

Al día siguiente muy temprano fui a verla, había fallecido durante la noche; nadie le había dado la salida, se había ido  contenta y sin despedirse, directo a la cima del Autana donde reina Wahari, señor del cielo, de las montañas y de la tierra, creador de muchos de los animales terrestres y de su tribu ancestral, los Wóthuha o piaroas; allí fue acogida con dulzura y remendado su cuerpecito con aceites y perfumes de la selva. Una enorme hematemesis –vómito de sangre- nos la arrebató a su madre y a los médicos y bachilleres. No atiné a decir nada, no pude responder las preguntas en la revista médica que continuó ese día como si nada hubiera ocurrido; seguíamos como siempre, rígidos y conchudos por la costumbre, emulando a la rueda del tiempo que tampoco se detuvo un segundo en señal de pesar…

Así murió la indiecita sin conocer más de la vida que miseria y sufrimiento. Allí finalizó mi coqueteo con la pediatría, esa que mal conocí, que en mi distorsionada percepción no se ocupaba del niño sano sino del hendido por la furia del incomprendido sino… La pediatría es una especialidad por demás gratificante y es por ello que es tan difícil como traumático ver a un niño con una enfermedad fatal. ¿Por qué Dios o el destino les juega esa mala pasada a los niños habiendo tanta gente mala por ahí…?

Asienta Laín Entralgo que ¨la enfermedad, ante todo, es un modo de vivir¨, pero no fue así para mi indiecita; la enfermedad le tenía reservado un cruel destino. Aun siendo tan pequeña pude ver en sus negros ojos la amenaza, el riesgo de morir, ese temor ancestral con el que nacemos y vivimos. No hubo para ella esa ¨muerte biográfica¨ donde nuestros proyectos de vida son amenazados o truncados por alguna enfermedad inclemente al tiempo que presenciamos nuestro derrumbe; era simplemente para ella, la ¨muerte biológica¨, pura y simple, sin pasar por esa otra de sueños y realidades, futuro y realizaciones, días malos y otros buenos…

La teología cristiana afirma que la enfermabilidad del hombre es consecuencia del castigo que el pecado original arrojó sin aviso y sin protesto contra la humanidad; esa vulneratio naturabilis que en el ser humano la falta primigenia produjo… Tenía yo que rebelarme; ya de sí, los de su raza no eran considerados humanos por otros humanos, y los invasores de sus tierras ancestrales los cazaban como animales de presa… ¿por qué pagar ella esas cuentas que a otros pertenecían…? La verdad es que no quisiera meterme en los dominios de la teología, la metafísica o de la filosofía, pues ni idea de ellas tengo … Sólo sé que aquí cargo todavía un costal de piedras adherido a mi corazón, un tarugo atascado en mi garganta, mantengo vívida su carita de dolor y mi cara reflejada en sus pupilas mientras inútilmente le violentaba sus fosas nasales con una sonda…

Todavía resuena en mis oídos el ¨Dejad que los niños se acerquen a mí, no se lo impidáis; de los que son como ellos es el Reino de Dios. Os lo aseguro, el que no acepte el reino de Dios como un niño, no entrará en él¨ -Mateo 19,13-15-

rafaelmuci@gmail.com

Elogio de los niños de la calle… archipetaquiremandefuá.

Hoy me dio por amanecer triste sin saber, o, por qué no decirlo, sabiendo por qué… Un nombre melancólico y empolvado aflora a mi consciente, ¡Mandefuá! Es propio de la condición humana que una tristeza profunda te atenace con muelas de cangrejo durante estos días frescos, de cielos azules, de villancicos y hallacas, que deberían ser de felicidad por la celebración del advenimiento del Niño Jesús, Rey de Reyes, Redentor de la Humanidad dolida, en una humilde cabaña con sus padres José y María, algunos pastores y una mula y un buey…

  Tengo tanto, ellos no tienen nada…  En 1998, Hugo Chávez, recién juramentado a la presidencia, proclamó: «Yo me prohíbo a mí mismo. Hugo Chávez se prohíbe a sí mismo que haya niños de la calle en Venezuela. ¡No puede haber niños de la calle en Venezuela! (…) Asumamos nuestra culpa. Yo de primero, seré el primer culpable si hay niños abandonados en Venezuela. No permitiré que en Venezuela haya un solo niño de la calle; y si no, dejo de llamarme Hugo Chávez«. Sus palabras, se me antoja fueron solo ruin venganza…, palabras para un público de galería… Los únicos grandes hombres que hay en el mundo ven a los niños; pero él no lo era, nunca lo fue y dejó verdugos de niños que matan en ellos la esperanza de un porvenir mejor con una baja estatura, un desequilibrio orgánico, un cerebro pequeño que les lleva a un embrutecimiento paulatino que les conducirá a ser carga para los  demás…

No se necesita singular penetración para encontrar en esas calles olvidadas de Dios a los futuros criminales, tuberculosos y holgazanes que un día no muy lejano reclamarán la atención de las autoridades y la solicitud de caridad…

   ¿Cuántos niños en «situación de calle», o niños, niñas y adolescentes en situación de riesgo o riesgo social, mal viven en las calles de Caracas y en otras ciudades de Venezuela? El entrecomillado es un eufemismo creado por el peor de los socialistas del siglo XXI, ¿dónde y cómo durmieron anoche?, ¿cómo se cobijaron sin cobija?, ¿qué se siente en la fría madrugada cuando las tripas gruñen por ausencia de algún trozo de pan de la basura…? La siembra del odio les ha tocado; hombres en ciernes ya modificados por la violencia: entecos, abusados, ignorados, ultrajados, envilecidos, mueren por decenas sin que siquiera nos demos cuenta, sin la presencia de un fiscal, sin el veredicto de un juez, cada día, cada noche una eternidad de horror en ausencia de un destino liberador… En la lotería de la vida tuvimos suerte sin que tal vez nos asistiera ningún derecho; son las deudas que dejan los privilegios; son las deudas que claman por una cancelación…

      José Rafael Pocaterra (Valencia, 1888 – Montreal, 1955). Escritor, novelista, ensayista, poeta venezolano y diplomático, considerado uno de los maestros del cuento venezolano del siglo XX; involucrado en una conspiración contra Juan Vicente Gómez, fue encarcelado en la temible cárcel La Rotunda de 1919 a 1922. Entre sus tantas obras literarias, escribió, «De cómo Panchito Mandefuá cenó con el Niño Jesús», un desgarrante documento que mueve al corazón que para que las nuevas generaciones no lo olviden pues sintetiza los rasgos del niño de la calle de hoy y de siempre, lo transcribiré en su totalidad.

    «A ti que esta noche irás a sentarte a la mesa de los tuyos, rodeado de tus hijos, sanos y gordos, al lado de tu mujer que se siente feliz de tenerte en casa para la cena de navidad; a ti que tendrás a las doce de esta noche un puesto en el banquete familiar, y un pedazo de pastel y una hallaca y una copa de excelente vino y una taza de café y un hermoso “Hoyo de Monterrey”[1], regalo especial de tu excelente vicio; a ti que eres relativamente feliz durante esta velada, bien instalado en el almacén y en la vida, te dedico este cuento de Navidad, este cuento feo e insignificante, de Panchito Mandefuá, granuja billetero, nacido de cualquiera con cualquiera en plena alcabala, chiquillo astroso a quien el Niño Dios invitó a cenar.

 Como una flor de callejón, por gracia de Dios no fue palúdico, ni zambo, ni triste; abrióse a correr un buen día calle abajo, calle arriba, con una desvergüenza fuerte de nueve años, un fajo de billetes aceitosos y paltó de casimir indefinible que le daba por las corvas y que era su magnífico macferlán de bolsillos profundos, con un bolsillito pequeño para los cigarrillos, que era su orgullo, y que le abrigaba en las noches del enero frío y en los días de lluvia hasta cerca de la madrugada, cuando los puestos de los tostaderos son como faros bienhechores en el mar de niebla, de frío y de hambre que rodea por todas partes en la soledad de las calles, al pobre hamponcillo caraqueño. Hasta cerca de media noche, después de hacer por la mañana la correría de San Jacinto y del Pasaje y el lance de doce a una en las puertas de los hoteles, frente a los teatros o por el boulevard del Capitolio, gritaba chillón, desvergonzado, optimista:

Aquí lo cargooo… El tres mil seiscientos setenta y cuatro, el que no falla nunca ni fallando, ¡archipetaquiremandefuá…!

El día bueno, de tres mil billetes y décimos, Panchito se daba una hartada de frutas; pero cuando sonaban las doce y sólo –después de soportar empellones, palabras soeces, agrios rechazos de hombres fornidos que toman ron– contaban en la mugre del bolsillo catorce o dieciséis centavos por pedacitos vendidos, Panchito metíase a socialista, le ponía letra escandalosa a “La maquinita” y aprovechaba el ruido de una carreta o el estruendo de un auto para gritar obscenidades graciosísimas contra los transeúntes o el carruaje del General Matos o de cualquiera de esos potentados que invaden la calle con un automóvil enorme entre una alarido de cornetas y una hediondez de gasolina…; y terminaba desahogándose con un tremendo “Mandefuá” donde el muy granuja encerraba como en una fórmula anarquista todas sus protestas al ver, como él decía, las caraotas en aeroplano.

Quiso vender periódicos, pero no resultaba; los encargados le quitaron la venta: le ponía el «mandefuá» a las más graves noticias de la guerra, a las necrologías, a los pesares públicos:

-«Mira hijito le dijeron mejor es que no saques el periódico, tú eres muy Mandefuá».

[1] Se refiere a la marca de un famoso habano cubano.

Tuvo, pues, Panchito su hermoso apellido Mandefuá, obra de él mismo, cosa esta última que desdichadamente no todos son capaces de obtener, y él llevaba aquel Mandefuá con tanto orgullo como Felipe, Duque de Orleans, usaba el apelativo de Igualdad en los días un poco turbios de la Convención, cuando el exceso de apellidos podía traer consecuencias desagradables.

Pero Panchito era menos ambicioso que el Duque y bastábale su «medio real podrido»–como gritaba desdeñosamente tirándoles a los demás de la blusa o pellizcándoles los fondillos en las gazaperas del Metropolitano.

Una grada para muchacho, bien ¡Mandefuá!

De sus placeres más refinados era el irse a la una del día, rasero con la estrecha sombra de las fachadas, y situarse perfectamente bajo la oreja de un transeúnte gordo, acompasado, pacífico; uno de esos directores de ministerio que llevan muchos paqueticos, un aguacate y que bajan a almorzar en el sopor bovino del aperitivo:

El mil setecientos cuarenta y siete ¡mandefuá!

Granuja ¡atrevido!

Y Panchito, escapando por la próxima bocacalle, impertérrito:

Ese es premiado, ¡no se caliente mayoral!

El título de Mayoral lo empleaba ora en estilo epigramático, ora en estilo Elevado, ora como honrosa designación para los doctores y generales del interior a quienes les metía su numeroso archipetaquiremandefuá.

Y con su vocablo favorito, que era panegírico, ironía, apelativo –todo a su tiempo–, una locha de frito y un centavo de cigarros de a puño comprado en los kioscos del mercado, Panchito iba a terminar la velada en el Metro con «Los misterios de Nueva York», chillando como un condenado cuando la banda apresaba a Gamesson advirtiéndole a un descuidado personaje que por detrás le estaba apuntando un apache con una pistola o que el leal perro del comandante Patouche tenía el documento escondido en el collar. Indudablemente era una autoridad en materia de cinematógrafo y tenía orgullo de expresarlo entre sus compañeros, los otros granujas:

-«Mira, vale, para que a mí me guste una película tiene que ser muy crema».

Panchito iba una tarde calle arriba pregonando un número «premiado» como si lo estuviese viendo en la bolita… Detúvose en una rueda de chicos después de haber tirado de la pata a un oso de dril que estaba en una tienda del pasaje y contemplando una vidriera donde se exhibían aeroplanos, barcos, una caja de soldados, algunos diávolos, un automóvil y un velocípedo de «ir parado» … Y, de paso rayó con el dedo y se lo chupó, un cristal de la India a través del cual se exhibían pirámides de bombones, pastelillos y unos higos abrillantados como unas estrellas.

En medio del corro malvado, vio una muchachita sucia que lloraba mientras contemplaba regada por la acera una bandeja de dulces; y como moscas, cinco o seis granujas, se habían lanzado a la provocación de los ponqués y de los fragmentos de quesillo llenos de polvo. La niña lloraba desesperada, temiendo el castigo.

Panchito estaba de humor; cinco números enteros y seis décimos ¡ochenta y seis centavos! La sola tarde después de haber comido y «chuchado” … Poderoso. Iría al Circo que daba un estreno, comería hallacas y podría fumarse hasta una cajetilla. Todavía le quedaban dos bolívares con que irse por ahí, del Maderero abajo para él sabía qué… ¡Una noche buena crema!

Seguía llorando la chiquilla y seguían los granujas mojando en el suelo y chupándose los dedos…

Llegó un agente. Todos corrieron, menos ellos dos.

¿Qué fue? ¿Qué pasó?

Y ella sollozando:

Que yo llevaba para la casa donde sirvo esta bandeja, que hay cena para esta noche y me tropecé y se me cayó y me van a echar látigo…

Todo esto rompiendo a sollozar.

Algunos transeúntes detenidos encogiéronse de hombros y continuaron.

–Sigan, pues –les ordenó el gendarme.

Panchito siguió detrás de la llorosa.

Oye, ¿cómo te llamas tú?

La niña se detuvo a su vez, secándose el llanto.

  ¿Yo? Margarita

¿Y ese dulce era de tu mamá?

Yo no tengo mamá.

¿Y papá?

Tampoco

¿Con quién vives tú?

Vivía con una tía que me “concertó” en la casa en que estoy.

¿Te pagan?

¿Me pagan qué?

Panchito sonrío con ironía, con superioridad:

Guá, tu trabajo: al que trabaja se le paga, ¿no lo sabías?

Margarita entonces protestó vivamente:

Me dan la comida, la ropa y una de las niñas me enseña, pero es muy brava.

¿Qué te enseña?

A leer… Yo sé leer, ¿tú no sabes?

Y Panchito, embustero y grave:

¡Puah! Como un clavo… Y sé vender billetes, y gano para ir al cine y comer frutas y fumar de a caja…

Dicho y hecho, encendió un cigarrillo… Luego, sosegado:

¿Y ahora qué dices allá?

Diga lo que diga, me pegan… –repuso con tristeza, bajando la cabecita enmarañada.

¿Y cuánto botaste?

Seis y cuartillo, aquí está lista –y le alargó un papelito sucio.

¡Espérate, espérate! –le quitó la bandeja y echó a correr.

Un cuarto de hora después volvió:

–Mira, eso era lo que se te cayó, ¿nojerdá?

Feliz, sus ojillos brillaron y una sonrisa le iluminó la carita sucia.

Sí… eso.

Fue a tomarla, pero él la detuvo:

¡No, yo tengo más fuerza, yo te la llevo!

Es que es lejos expuso tímida.

¡No importa!

Por el camino él le contó, también que no tenía familia, que las mejores películas eran en las que trabajaba Gamesson y que podían comerse un gofio…

Yo tengo plata, ¿sabes? –y sacudió el bolsillo de su chaquetón tintineante de centavos.

Y los dos granujas echaron a andar.

Los hociquillos llenos de borona, seguían charlando de todo. Apenas si se dieron que llegaban.

Aquí es… dame.

Y le entregó la bandeja.

Quedáronse viendo ambos los ojos:

¿Cómo te pago yo? –le preguntó con tristeza tímida.

Panchito se puso colorado y balbuceó:

Si me das un beso.

¡No, no! ¡Es malo!

¿Por qué…?

Guá, porque sí…

Pero no era Panchito Mandefuá a quien se convencía con razones como ésta; y la sujetó por los hombros y le pegó un par de besos llenos de gofio y de travesura.

Grito…, que grito…

Estaba como una amapola y por poco, tira otra vez la dichosa dulcera.

Ya está, pues, ya está.

De repente se abrió en ante portón. Un rostro de garduña, de solterona fea y vieja apareció:

¡Muy bonito el par de vagabunditos estos! gritó.

El chico echó a correr. Le pareció escuchar a la vieja mientras metía dentro a la chica de un empellón.

–Pero, Dios mío, ¡qué criaturas tan corrompidas éstas desde que no tienen edad! ¡Qué horror!

¡Era un botarate! No le quedaban sino veintiséis centavos, día de Noche Buena… Quien lo mandaba a estar protegiendo a nadie…

Y sentía en su desconsuelo de chiquillo una especie de loca alegría interior… No olvidaba en medio de su desastre financiero, los dos ojos, mansos y tristes de Margarita. ¡Qué diablos! El día de gastar se gasta «archipetaquiremandefuá»…

A las once salió del circo. Iba pensando en el menú: hallacas de «a medio», un guarapo, café con leche, tostadas de chicharrón y dos «pavos rellenos» de postre. ¡Su cena famosa! Cuando cruzaba hacia San Pablo, un cornetazo brusco, un soplo poderoso y Panchito Mandefuá apenas quedó, contra la acera de la calzada, entre los rieles del eléctrico, un harapo sangriento, un cuerpecito destrozado, cubierto con un paltó de hombre, arrollado, desgarrado, lleno de tierra y de sangre…

Se arremolinó la gente, los gendarmes abriéndose paso…

¿Qué es? ¿Qué sucede allí?

¡Nada hombre! Que un auto mató a un «muchacho de la calle»

¿Quién…? ¿Cómo se llama…?

¡No sé sabe! Un muchacho billetero, un granuja de esos que están bailándole a uno delante de los parafangos… –informó, indignado, el dueño del auto que guiaba un «trueno».

     Así fue a cenar al cielo invitado por El Niño Jesús esa Noche Buena Panchito Mandefuá…»

 

 

El humor sana… Burlándonos de la enfermedad…

Su único pecado fue el de llamarse Claudemor… Bueno, realmente la falta no fue de él, fue esclarecida idea de la tarúpida[1] de su mamá, que se enamoró del nombrecito cuando lo leyera en la caja de un producto contra las hemorroides, a veces en crema, a veces en supositorios, dotado de propiedades hemostáticas, analgésicas, antipruriginosas, antisépticas, desinfectantes y cicatrizantes… Abrigaba el ingente deseo de que su pimpollo fuera médico y por tanto, en su cerril intelecto, todas esas propiedades curativas, emolientes y suavizantes, serían adquiridas por la gracia de Dios en la pila bautismal no más al echarle el agua bendita.

Siempre que pasaban lista en el colegio, al nombrarlo, todos pensaban que era una niña y un quedo murmullo que parecía decir, ¡no me digas más nada!, se esparcía por toda la estancia cuando levantaba la mano en señal de presencia. Porque cuando niños, solíamos ser muy crueles, y ahora, de adultos, a muchos no sólo no se nos ha quitado, sino que se nos ha exacerbado la sevicia. En los recreos sus compañeros intentaban tocarlo por detrás y él, se defendía como podía con patadas, escupitajos, mordiscos e imprecaciones referidas a la madre de sus ofensores, hasta que un día cansado de repetir la función de cada día, se dejó de eso, lo que fue imitado también por sus fastidiosos compañeros…

Habiendo tantos nombres para los dos géneros, sucede también que a las madres se les ocurren nombres unisex o de doble uso como Carmen, Carol, Andrea, Cristian o Josmar, que a uno lo confunden hasta que el portador del apelativo se coloca en nuestro campo de visión. O aquellos otros como Azuceno, Narciso, Margarito, Floripondio, Gardenio o Magnolio que sugieren que detrás del perfume de una flor algún veneno se esconde…

Si a ver vamos, las hemorroides o varices, son engrosamientos de las venas en el recto y el ano, una despreciable condición sin rango ni nobleza de enfermedad, particularmente cuando se las llama «almorranas», pues se llevan indignamente como las enfermedades ocultas de antaño, de las cuales eran paradigmas la gonorrea, el bubón y la sífilis, pronunciadas a sotto voce, con vergüenza y con no menos sonrojo por el sufriente, por lo que era preferible designarlas con edulcorados nombres como blenorragia, lúes o «efectos colaterales del amor» como preconizaba Siboulei.  Dígame el abominable nombre de chancro, que no empleábamos cuando tomábamos nuestra anamnesis en la historia clínica y que no usábamos por ser un nombre técnico, pero en su lugar, sí el otro, conocido por el vulgo como ¨llaguitas puercas¨, tan despreciables como su llagoso aspecto y si la persona osara tener relaciones sexuales orales, la úlcera hasta podría contagiársele en la lengua, pudiendo afectar también los labios, paladar o la garganta profunda.

En una ocasión, cursando el quinto año de medicina, en una guardia en la Cruz Roja Venezolana, me consultó casi una niña, una hermosa adolescente por presentar una úlcera indolora a un costado de la lengua. ¿¡Cómo no iba yo a saber lo que era!?, ¿Acaso en las junticas de mi adolescencia no habían facultos en las artes del amor impuro y sus efectos colaterales…? Lo que no atinaba era a cómo interrogarle al respecto; preguntarle eso relativo a lo qué había metido en su boca y sólo se me ocurrió preguntarle si había estado cerca de un micrófono… En mi pecaminosa mente pubescente también victoriana y cochambrosa, ¨tenía que ser¨ un chancro sifilítico pues no tenía otro diagnóstico alternativo, así, que muy orondo preferí llevarla como un trofeo diagnóstico a la consulta de dermatología.

Déjenme contarles que me hicieron sentir muy mal. Aquel bochornoso ulcus motivó miradas y más miradas, con y sin lupa, sin las disimuladas risitas que esperaba y diferentes diagnósticos diferenciales volaron de los labios de aquellos sabios que en mi ignorancia desconocía y que aún desconozco…

[1] Tarúpida: Tarada y estúpida.

Luego de varios días supe que le habían hecho un hisopado de la lesión y practicada a la muestra una microscopia de ¨campo oscuro¨, observándose en la penumbra instrumental una parranda de treponemas pálidos en movimiento browniano, de esos descritos por el zoólogo alemán Fritz Schaudinn en 1905, y comprobación de que nada debe meterse en la boca antes de ser atentamente escrudiñado. ¡Suerte de principiante! –tuve que aceptar-.

Retornando a las inefables hemorroides, trasunto de molestia, picazón, sangrado, ardor insoportable y pellizcos en los fondillos; esas, percibidas como una pudrición íntima, como una miseria moral, que aflora en el cuerpo para hacerse incordio y manar sangre rutilante que se transparenta en la pantaleta o el pantalón haciéndonos sudar y tragar grueso cuando nos advierten acerca de ¨esa mancha en el trasero tuyo…¨; esas que no permiten mantener la dignidad en unos niveles aceptables…

Una de las preguntas que el doctor Carlos Hernández H. (†),¨@sacote¨, nuestro bien recordado académico y amigo, me hiciera en mi examen final de Clínica Quirúrgica II, se refirió a la clasificación de las almorranas; por cierto, juro que no las llamó así… Para un internista en ciernes aquello no podía ser otra cosa que una pregunta malintencionada, rastrera y referida a los llamados ¨países más bajos¨, indigna de ser contestada, pero que de no responder podía dejarme a la final como Panchito Mandefuá, el niño de la calle de Pocaterra, aquel que cenó con el Niño Jesús después que un carro lo atropellara…  mi respuesta no salía de los linderos de ¨internas, externas y mixtas¨, y ¨@sacote¨ me miraba fijamente, creo que abrigando seriamente la idea de aplazarme por patiquín ignorante.

Menos mal que mi admirado Maestro Francisco Montbrun (†), también parte y presidente del jurado, vino en mi salvación evitándome a mí mismo una trombosis hemorroidaria, al interrumpir mi balbuceo que no iba a ningún lado, sacarme de aquel berenjenal y preguntarme acerca del bocio tóxico y la hipertensión portal, entidades archiconocidas por mí, que por supuesto, ¨siendo mi comida¨ me llevó a los 19 puntos sobre 20 que saqué y dejó a ¨@ sacote¨ con los crespos hechos…

El tratamiento de la recalcitrante condición incluía toda clase de remedios populares, algunos grotescos y patéticos, en adición a una cuidadosa higiene, hielo entre las posaderas, baños de asiento con fruta de uva de playa, tiras frías de la penca de la sábila o aloe vera –ojo, sin piel ni espinas-, todos los días polvo de linaza en el desayuno, alimentos que tuvieran fibra, salvado de trigo, ingestión de cuatro vasos de agua por la mañana, una bolsita de té húmeda entre las nalgas o una rodaja de pepino en el ojo ciego u ojo sin pestañas y hasta mentol, que acrecienta el ardor por pocas horas y luego mejora…

Para no dejar de lado a los sufrientes de tan tenebrosa condición, también me enteré que tienen un santo patrón, que igualmente lo es de los jardineros que cuidan de las flores ¿?, un monje irlandés llamado San Fiacre que vivió en el condado de Kilkenny, provincia de Leinster, a principios del siglo VI, al sur oriente del país. Pasó sus primeros años en una ermita donde se sentaba sobre una dura piedra, costumbre tal vez inductora de un bajo desasosiego y de una vaga mirada que cual el ¨El diente roto¨ del Juan Peña de Pedro Emilio Coll, en ¨actitud hierática, como en éxtasis¨, le daba aspecto de profundo meditador, llegando por ello a ser reconocido como un hombre santo, un herbolario y curador, y fue debido a estas cualidades santas que la gente fielmente lo siguió.

  Se advierte que no existen estampitas con su figura que adversen la triste dolencia y para colocar in situ… que, aunque ustedes no lo crean, suelen ser efectivas en otras pertinaces molestias, como la de una tía de Graciela, mi esposa, que ante una cistitis de alto coturno con dolor en el bajo vientre, pujos ardientosos y urgencias miccionales, resistente a todos los antibióticos y aguas refrescantes, decidió poner el asunto en manos del doctor José Gregorio Hernández; pero, al parecer, sus rezos y plegarias no eran escuchadas por aquél, tan ocupado que estaría con tantos rogativos de pidienteros desesperados. Recurrió entonces a un recurso extremo de la exasperación, a una escabrosa estratagema, a un impelable y repugnante ardid: con mucha vergüenza, colocó una estampita del venerable entre la pantaleta y la parte ofendida… En menos de 24 horas estaba virtualmente curada… ¡Ahora sí que le había hecho caso…! Lástima que esta clase de milagros, de los cuales está urgido nuestro santo colega, pudieran no ser aceptados por la Vicepostulación de su Causa.

Pero volviendo a otros tratamientos más inverosímiles, recuerdo que desde pequeño oía a mis mayores decir que una de las armas más efectivas para el tratamiento de las hemorroides era colocarse en el dedo anular de la mano derecha un anillo elaborado con el casco de un burro negro. En lo futuro, bastaba que viera una persona vistiendo el adminículo circular en su dedo anular o cuarto dedo para interrogarle acerca de si sufría de hemorroides. Reiteradamente, la respuesta fue y ha sido siempre afirmativa. No obstante, con el progreso de la farmacopea y de los tratamientos para el alivio de esta indisposición en los países más bajos, sin contar con la dificultad para conseguir un burro negro que se deje quitar el casco, ahora sólo los veo ocasionalmente, de tiempo en tiempo…

Ocurrióme pues que un día, como es mi costumbre, le pedí a una señora sesentona que se desvistiera y se pusiera su bata clínica para examinarla. Sentada en la camilla le palpé el cráneo, le observé los tímpanos, le miré con una paleta dientes, lengua y faringe, y tocó el turno al fondo ocular, el cual exploré con detenimiento. Concluida la observación y retirándome hacia atrás, de entre la abertura de la bata salió a relucir o más bien brotó una cadena con la medalla de oro de una Virgen del Carmen. Pero lo más llamativo e inusual fue que engarzada a la cadena, se encontraba acompañándola una sortija de casco de burro negro. Siendo fiel a mi costumbre y en la certeza de un diagnóstico positivo le pregunté:

-“¿Tiene usted hemorroides señora María…?”

A lo que ella sorprendida y con los ojos desmesuradamente abiertos, a su vez repreguntó,

-“¿Es que esa lucecita es  tan potente que pudo vérmelas…?

Bueno, la respuesta fue obviamente confirmatoria y muy ocurrente, y de paso derrumbó la teoría de que sólo surtía efectos al colocarla en el dedo anular de la mano derecha… Además, en su bondad,… la señora María me autorizó fotografiar su cuello…

 

 

  Vivimos en Venezuela tiempos muy duros en los que vemos disolverse a grandes trancos la estructura de un país que otrora fuera envidiado por el concierto de las naciones, esfumarse su esencia ética y moral, y reemplazarse las buenas costumbres por la vulgaridad de una dirigencia inculta, rapaz, perversa y marginal. Es muy difícil tolerar tantas pérdidas y hacer luto por lo ido; debemos mirar esperanzados hacia un futuro donde con las reservas morales que todavía tenemos, recuperemos lo perdido y volvamos a ser un país, una patria…

Entre tanto, toca trabajar con ahínco y también, de tanto en tanto, recurrir al humor como bálsamo tranquilo para aliviar el prurito y la desazón en nuestras almas…

Elogio de la previsión… Encarnizamiento terapéutico y testamento de vida

http://www.anm.org.ve/FTPANM/online/2015/Boletines/N76/N76.html

Sherwin B. Nuland termina su magnífico libro, «How We Die: Reflections on Life’s Final Chapter» o ¨Cómo morimos, reflexiones en el capítulo final de la vida¨ (1994), donde describe en claros detalles el proceso mediante el cual la vida sucumbe a la violencia, la enfermedad o la ancianidad concluyendo con una personal reflexión sobre la muerte que incluye una declaración de sus propias intenciones, una especie de planificación anticipada o instrucciones previas: Falleció en 2014 a los 83 años de un cáncer prostático.

 

  • «El día que yo padezca una enfermedad grave que requiera un tratamiento muy especializado, buscaré un médico experto. Pero no esperaré de él que comprenda mis valores, las esperanzas que abrigo para mí mismo y para los que amo, mi naturaleza espiritual o mi filosofía de la vida. No es para esto para lo que se ha formado y en lo que me puede ayudar. No es esto lo que anima sus cualidades intelectuales. Por estas razones no permitiré que sea el especialista el que decida cuándo abandonar. Yo elegiré mi propio camino o, por lo menos lo expondré con claridad de forma que, si yo no pudiera, se encarguen de tomar la decisión quienes mejor me conocen. Las condiciones de mi dolencia quizá no me permitan “morir bien” o con esa dignidad que buscamos con tanto optimismo, pero en lo que mí dependa, no moriré más tarde de lo necesario simplemente por la absurda razón de que un campeón de la medicina tecnológica no comprenda quién soy»

Sirva este introito de Nuland (1930-2014), cirujano, y escritor que enseñó medicina, bioética e historia de la medicina en la Escuela de medicina de la Universidad de Yale, USA, para adentrarnos en eso que a todos preocupa, pero sobre lo cual no queremos pensar ni mucho menos hablar, el cómo morir…

Antes, debo referirme al libro de Mitch Albom “Tuesday with Morrie, an old man, a young man and life’s greatest lesson”*, donde el joven periodista autor se reúne cada martes con su antiguo maestro de sociología quien agoniza sus contados días atrapado en el cerco inexorable de una esclerosis lateral amiotrófica, mostrándole el profundo significado de la vida. El Cuarto Martes, o Hablemos sobre la muerte, le dice más o menos lo siguiente: “Comencemos con esta idea: todo el mundo sabe que va a morir, pero nadie se lo cree… si lo creyéramos de veras, haríamos las cosas diferentes, por tanto, deberíamos prepararnos para el gran momento”.

En otro párrafo del capítulo le dice, -“Hagamos como los budistas hacen, tengamos cada día un pajarito posado en nuestro hombro a quien preguntemos, ¿Es hoy mi día? ¿Es hoy el día en que moriré? ¿Estoy preparado? ¿Estoy haciendo todo lo que necesito hacer? ¿Estoy siendo la persona que quiero ser? La verdad es Mitch, que una vez que aprendemos cómo morir, aprendemos cómo vivir… Pero ¿por qué es tan difícil pensar en la propia muerte?, porque vamos como sonámbulos, sin experimentar ni sentir el mundo en su totalidad, porque estamos medio adormecidos haciendo automáticamente las cosas que tenemos que hacer… Pero esas cosas en que empeñamos tanto tiempo y esfuerzo bien podrían no ser tan importantes pues estamos muy comprometidos en eso material que ya no nos satisface. Sólo el amor nos provee seguridad espiritual, sin amor somos pájaros con un ala rota…”

  • Hay momentos en nuestras vidas, especialmente cuando se va estrechando nuestro periplo vital en que necesariamente debemos pensar en la muerte y su complejidad, precisamente en estos tiempos de frialdad afectiva y tecnología desbordada.

El caso de mi paciente Cristina, fue sin lugar a dudas uno muy triste. Contaba 75 años al momento de su muerte, pero les aseguro que estaba tan bien conservada y era tan pizpireta, que nadie le calcularía más de sesenta… Un infausto día salir del ascensor del edificio donde vivía con unas bolsas de automercado, una vecina intolerante y medio trastornada le metió el pie intencionalmente; desde su altura se fue al suelo fracturándose el fémur derecho. Al cabo de unas semanas la prótesis colocada no fue tolerada y hubo de ser reemplazada por una segunda. Una infección secundaria llevó a su extracción dejando un tutor en el sitio en espera de una mejor ocasión. Muchas semanas después y llegado el momento oportuno, se llevó nuevamente a pabellón para un segundo reemplazo. Se administró un anticoagulante –heparina- para evitar una trombosis venosa profunda y fue enviada a casa.

Un aciago domingo y en extrañas circunstancias, a eso de las 7.00 am se golpeó la cabeza ¨con una puerta¨. Uno de esos infaustos ¨accidentes hogareños¨, pues no hay una prueba para detectar el maltrato infligido intencionalmente y de los cuales sólo Dios conoce. Largos minutos después la aquejó un intenso dolor de cabeza con vómitos fáciles. Fue llevada a la institución hospitalaria donde se diagnosticó un sangrado intracraneal, un ominoso hematoma epidural que clamaba por su inmediata evacuación para evitar que las estructuras intracraneales se herniaran a través de la apertura de la tienda del cerebelo comprimiendo el tallo cerebral.

* Broadway Books, 1997

Llamado por la familia se me comentó que el marido, ladino, llevaba una vida marital paralela, tenía un hijo recién nacido y la adúltera acosaba telefónicamente a mi paciente echándole en cara su disminuida condición de estéril, de infértil… Cuando la vi en la emergencia a las 12.00 m, tenía ambas pupilas ampliamente dilatadas y no se contraían a la luz intensa; al tocar la córnea -lo claro de sus ojos- estructuras muy sensibles al dolor, no hubo respuesta, como tampoco sus ojos se movieron lateralmente al movilizar suavemente su cabeza hacia los lados –maniobra de ojos de muñeca-. La postura corporal era anormal, manteniendo extendidos los brazos y las piernas, los dedos de los pies apuntando hacia abajo y la cabeza y el cuello algo arqueados hacia atrás. El pellizcamiento de su brazo, solo lograba un movimiento tónico que exageraba la rigidez indicando un grave daño cerebral: tenía un severo compromiso del tallo cerebral que prenunciaba un fracaso terapéutico pues la muerte cerebral ya existía.

Hablé con el neurocirujano comentándole con mucho respeto que la paciente estaba descerebrada y que cualquier intento por mejorarla mediante cirugía, sería inoportuno, abusivo y fútil. Me replicó que ya había hablado con el marido y que él le había dado su consentimiento. La cirugía se retrasó y se realizó siete horas más tarde, eliminando, aún más, cualquier posibilidad de remota recuperación. No reganó conciencia pues no es raro que, al descomprimir el cerebro, si hay esperanza, el paciente muestre rápidos signos de mejoría. Fue trasladada a la unidad de terapia intensiva y allí comenzó el soporte de sus parámetros vitales: ventilación asistida, tensión arterial mantenida con vasopresores, hidratación y antibióticos profilácticos.

Al día siguiente muy temprano en la mañana me fui a hablar con el director de la unidad. Me trató como si fuera un criminal casi acusándome de que estaba sugiriéndole una eutanasia activa; pero no era así, solo quería hacerle notar mis hallazgos neurológicos del día anterior. No hubo comunicación provechosa ni ese día ni los posteriores cuando hablé con otros médicos subalternos.

      El día miércoles fue llevada en ascensor al departamento de radiología con la finalidad de practicarle una tomografía computarizada cerebral y conocer el estado de su cerebro luego de la cirugía descompresiva. Mientras descendían apoyándola mediante ventilación con un ambú, hizo una parada respiratoria y el personal que la trasladaba no pudo ayudarla; así que falleció en pocos minutos.

Ella no había tomado previsiones para una situación tal; nada había dejado por escrito para ese momento de la verdad que es la muerte y que está tan cerca de nosotros como la sombra al cuerpo. Me contaron que después la ceremonia de cremación, el ladino marido, preguntó a la familia quién quería conservar las cenizas…

 

  • Mi segunda paciente Lucila de 91 años, vivía sola, era independiente, tenía una mente muy lúcida y despierta. Aunque no salía de su apartamento, sus hijos, muy pendientes de ella le prodigaban todo cuanto necesitaba.

 No se hallaba con un extraño en casa, así que el servicio doméstico iba tres veces por semana, aseaba, le dejaba la comida preparada sólo para calentar y se iba. Tarde en su vida se había graduado de abogado y con muy buenas calificaciones. Nunca ejerció. Era crítica de la política y sus juicios solían ser muy ajustados a la realidad. Su carácter era muy fuerte, le gustaba querellarse y difícilmente daba su brazo a torcer. Sus hijos muy preocupados me consultaron sobre llevarla a la Mansión del Sagrado Corazón, una institución para mujeres de edad avanzada, aunque también recibe algunas más jóvenes que trabajan. Allí obtendría compañía, seguridad y comida. Les dije que ella no se adaptaría a una situación así porque la conocía muy de cerca. Un defecto en sus pies le dificultaba calzarse y sólo vestía unas medias gruesas y se apoyaba en una andadera o bastón.

Cierto día se cayó en el baño. Por su teléfono celular llamó a una hija quien inmediatamente se trasladó a su apartamento. La encontró en el suelo rodeada de un charco de sangre. Un ominoso hilo de sangre se escapaba por su oído derecho, una otorragia, signo inconfundible de una fractura del peñasco del hueso temporal de la base craneal que al afectar al conducto auditivo externo y desgarrar la membrana timpánica permite el escape de la sangre. Una ambulancia la trasladó a la unidad de terapia intensiva de una clínica de la ciudad. Ingresó consciente y orientada quejándose de intenso dolor de cabeza. La secretaria no me permitió el paso, pero una tarjeta de presentación dirigida a los tratantes, trajo de inmediato la sonrisa de tres intensivistas que habían sido mis alumnos. Hablamos con distensión acerca de los límites que obligan a los médicos de conocer cuándo detenerse…

Los estudios de neuroimagen mostraron la fractura y una acumulación de sangre intracraneal con desplazamiento de las estructuras medianas hacia el lado izquierdo. El hematoma epidural es una emergencia de emergencias, y de común acuerdo con la familia se decidió su evacuación quirúrgica. Toleró el procedimiento y como podría esperarse a las pocas horas se presentaron complicaciones respiratorias por aspiración de contenido gástrico.

La respiración fue mantenida mediante un ventilador automático. La tensión arterial no podía ser sostenida por sus propios medios y así, se emplearon vasopresores para permitir la perfusión de sangre a órganos y tejidos. No era difícil percibir la gravedad de la situación; aunque había sido una persona saludable podía adivinarse que había consumido buena parte de su reserva orgánica y que, si no salía pronto de la gravedad inmediata, podría terminar en un estado vegetativo; algo que ella no hubiera nunca querido o aceptado. Transcurridos tres días y no viendo salida, y de nuevo en conversación con sus familiares, se decidió reducir lentamente la cantidad de vasopresores; inmediatamente la tensión arterial descendió y ello fue todo… Realmente nunca habría tenido oportunidad de sobrevivir.

Era una mujer previsiva y en un sobre abierto dejó por escrito para sus hijos lo que quería que se hiciera con sus restos en caso de fallecer; ordenó su cremación, no publicar en la prensa una nota luctuosa para evitar que los bancos congelaran sus cuentas; dejó copias de su partida de nacimiento, de su partida de divorcio, de su cédula de identidad, pero algo faltó, su testamento de vida notariado…

Varias lecciones podrían obtenerse de estos dolorosos casos…

Una de ellas se relaciona con el famoso axioma Primum Non Nocere o principio de beneficencia y no maledicencia. Una y otra vez, esta frase, incluida mi persona, había sido atribuida con irritante frecuencia a Hipócrates, y aún incluida frívolamente en su famoso juramento. En ocasiones se ha dicho también que el famoso mandamiento, es una criatura de Galeno. Según Worthington Hooker, el más distinguido moralista de la medicina americana del siglo XIX, el crédito debe ir al patólogo y médico parisino Auguste François Chomel (1788-1858), sucesor de Läennec en la Cátedra de Patología Médica de la Universidad de París y preceptor de Pierre Louis, médico francés introductor del método numérico en medicina y padre espiritual de la medicina basada en la evidencia al demostrar la inutilidad de la sangría en pacientes con neumonías. Aparentemente, el axioma era parte de la enseñanza oral de Chomel. Las circunstancias históricas que rodearon la acuñación de esta relativamente moderna expresión intemporal, fue la de una época de conflicto, cuando a la agresividad de los terapeutas tradicionales se enfrentó al de los abstencionistas, creyentes en las capacidades curativas de los procesos naturales (vis medicatrix naturae).

 

  • La nueva enfermedad del desarrollo tecnológico: El encarnizamiento o empecinamiento terapéutico.

  • l nuevo derecho: Morir con dignidad.

    El médico ha sido el heredero nato de los saberes y poderes que alguna vez emanaron del pensamiento mágico y religioso; de ello dimanó una concepción muy paternalista de su relación con el paciente; es decir, el médico sabría mejor que el mismo paciente lo que era mejor para él. El devenir del concepto ha reafirmado un sentimiento de omnipotencia de la medicina como ciencia, y como que se basa en ella, de la profesión médica como arte, que la induce a pensar que siempre tiene la respuesta para todos los problemas que afectan la salud.

    El vertiginoso e insaciable progreso del conocimiento científico en materia de ciencias básicas y su aplicación a la asistencia y tratamiento de enfermedades ha conducido al concepto erróneo de que hay una solución para cada problema, y, en consecuencia, al alejamiento de la aceptación de la muerte como lógico final de la vida.

    La introducción de una modalidad asistencial, la terapia intensiva, nació de la necesidad de rescatar la vida a aquellos que irremisiblemente la perdían cuando existían posibilidades de subsistir sin mayores limitaciones. Ello planteó como problema fundamental la discusión acerca de la llegada de la muerte. Los hechos que ha suscitado a su alrededor incluyen el advenimiento de una ¨nueva enfermedad¨ que se ha designado como distanasia, ¨encarnizamiento, ensañamiento o empecinamiento terapéutico¨[1], siendo el empleo de todos los medios posibles, sean proporcionados o no, para prolongar artificialmente la vida y por tanto retrasar el advenimiento de la muerte en pacientes en el estado final de la vida, a pesar de que no haya esperanza alguna de curación; pero a la inversa y como reacción, de la confrontación ha surgido un ¨nuevo derecho¨, que es el de ¨morir con dignidad¨.

     El encarnizamiento terapéutico viene a ser un concepto multifactorial sumamente complejo derivado de las desmesuradas expectativas de curación de las enfermedades que se ha sembrado en la población con el imperativo de preservar siempre la vida biológica como un valor sagrado; ello ha traído aparejada la aplicación excesiva de procedimientos tecnológicos en medicina, no siempre debidamente meditadas sus indicaciones y expectativas, y sopesados sus costes en sufrimiento y dinero. Por desgracia, no por raridad se asiste a un penoso proceso de exageración de la atención médica donde la muerte llega en medio de un insoportable aislamiento y soledad del paciente, monitoreo constante y muchas veces excesivo de variables biológicas (perfiles de laboratorio diarios y en forma rutinaria) y estudios radiológicos (radiografía del tórax en cama sobre base diaria), modificaciones terapéuticas y aparatos que sustituyen las funciones básicas del ser humano en medio de sufrimiento extremo, angustia prolongada e interminable y en no pocos casos la indiferencia aparente o manifiesta de los médicos y personal paramédico que lo asiste.

     

    • El testamento de vida

     

    El cuerpo muere cuando ya no puede expresar lo

    que el alma siente.

     

    ¡Haga lo que sea doctor…! Es la voz que a menudo se escucha cuando una persona en condiciones de extrema gravedad, muchas veces con avanzada edad a cuestas portador de enfermedades crónicas insolubles o terminales, visita un facultativo o es recibido en una sala de emergencias en muy mal estado… Infortunadamente, es este un mandato que recibe el médico de sus allegados que lo faculta a hacer precisamente eso:

     ¡Hacer todo lo que sea!

    Es muy frecuente que los familiares soliciten la aplicación de medidas extraordinarias para el soporte de la vida y no el propio paciente, que por su condición de enfermedad no está en condiciones de decidirlo. En tal caso, la pregunta inevitable es: ¿hay coincidencia entre la opinión de los familiares con la del paciente si estuviera en condiciones de decidir? Un individuo que ha vivido con un modelo existencial determinado y que por alguna razón no puede tomar decisiones por sí mismo, ¿aceptaría que un familiar decida que viva indefinidamente en tal condición? ¿o lo contrario? En este terreno, dado la variada casuística que se produciría, seguramente existen más preguntas que respuestas.

    [1] Encarnizamiento. Acción de encarnizarse ǁ2. Crueldad con que alguien se ceba en el daño de otra persona.

           (Doctor en derecho, abogado penalista: Alberto Arteaga Sánchez, El Diario de Caracas, miércoles 21 de noviembre de 1990). Y es que si bien la medicina y la ciencia deben orientar sus esfuerzos a mejorar nuestras condiciones de vida, no significa ello que no debamos mejorar nuestras condiciones de muerte, la cual cada vez se ha deteriorado más al convertirse en un proceso mecánico, inhumano, prolongado artificialmente, convirtiendo al hombre en su momento culminante en un aparato viviente que, entre tubos, conexiones, monitores y drogas de soporte, se extingue sin remedio, ante la desolación de familiares y amigos, golpeados física, moral y económicamente

    El lugar natural de la enfermedad es el lugar natural de la vida, la familia: la dulzura de los cuidados espontáneos, el testimonio de afecto, el deseo común de curación, todo entra en complicidad para ayudar a la naturaleza que lucha contra el mal, y dejar al mismo mal provenir a su verdad…

    Es aquí donde entra la consideración previa del término testamento de vida, testamento vital, documento de voluntades anticipadas o de instrucciones previas, referido al documento escrito por el cual un ciudadano manifiesta anticipadamente su voluntad -con objeto de que ésta se cumpla en el momento que no sea capaz de expresarse personalmente-, sobre los cuidados y el tratamiento de su salud, o, una vez llegado el fallecimiento, sobre el destino de su cuerpo o de sus órganos.

    Su aplicación se entiende en previsión de que dicha persona no estuviese consciente o con facultades suficientes para una correcta comunicación. En él, la persona que realiza el testamento define como quiere se produzca su muerte si se dieran unas determinadas circunstancias. En este sentido puede decirse que define lo que para él es una muerte digna en un contexto de final de la vida.

    ¿De qué ha muerto?: de palabras que nunca dijo.

    • Testamento biológico del doctor Augusto León Cechini (1920-2010)[1]:

    Instrucciones para mi atención médica.

    Yo, _________________________________ quiero participar en mi propia atención médica hasta donde sea posible. Pero reconozco que un accidente o una enfermedad me pueden incapacitar para ello. Si esto llegara a suceder, este documento intenta orientar a los que deberán tomar decisiones en mi nombre. Lo he preparado cuando todavía soy legalmente competente. Si estas instrucciones crean un conflicto entre mis deseos y los de mis familiares, o con la política del hospital, o con los principios de quienes me suministran cuidado, exijo que mis instrucciones prevalezcan, a menos que coliden con disposiciones legales o expongan al personal médico o al hospital a riesgos sustanciales de orden penal.

    Deseo una vida larga y completa, pero no a cualquier precio. Si mi muerte es cercana y no pude ser evitada, y si he perdido la capacidad de relacionarme con otros y no tengo posibilidades de recuperar mis capacidades, o mi sufrimiento es intenso e irreversible, no deseo que mi vida se prolongue. Pido no ser sometido a procedimientos quirúrgicos o de resucitación. No deseo medidas de soporte de la vida como servicios de terapia intensiva, ventiladores mecánicos, o cualquier otro procedimiento de prolongación de la vida incluido administración de antibióticos o de sangre. Deseo, más bien, ser sometido a medidas de confort y soporte, que faciliten mi interacción con otros hasta donde será posible y me permitan morir en paz.

    Con el fin de que estas medidas se cumplan y para su debida interpretación, autorizo a ______________________________ para aceptar, planificar y rehusar tratamiento, en cooperación los médicos y el restante personal de salud. Esta persona conoce cuánto valor le atribuyo a la experiencia de vivir y como temo a la incompetencia, sufrimiento y agonía. Si no es posible localizar a esta persona, autorizo a ____________________________ para que tome decisiones en mi nombre. He discutido con ellos mis deseos concernientes al cuido terminal y creo que su juicio interpretará el mío.

    Finalmente, he tratado con ellos las siguientes instrucciones de carácter específicos relativos a mi cuido:

     

    _________________________________________________________

    Fecha: _________________Firma (s)____________________________

    Testigos y cédula de identidad

    ______________________y __________________________________

     

    Este documento, una vez notariado, puede ser consignado en copias, al cónyuge, al médico de la familia, al abogado, a los hijos y otros familiares.

     

    • Documento de cremación: si fuera el deseo del paciente.

     

    Quien suscribe, _________________________de nacionalidad venezolana, de estado civil ______, domiciliado en la ciudad de Caracas, Distrito Capital, titular de la cédula de identidad número V- __________, en pleno uso de mis facultades físicas y mentales para la fecha de otorgamiento de este documento, declaro: «Que es mi voluntad expresa que, al momento de mi fallecimiento mis restos sean cremados.

    Dejo a mis descendientes la decisión del destino que darán a mis cenizas».

    En Caracas, a la fecha de su autenticación___________________

     

    (Requisitos: Este documento es individual y debe ser notariado. Utilizar papel oficio. Arriba debe ir firmado por un abogado con su número de inscripción en el Instituto de Previsión Social del Abogado (IMPREABOGADO)

  • [1]Profesor titular de Clínica Médica, Universidad Central de Venezuela. Padre moderno de los estudios de bioética en el país.
    • Limitación del esfuerzo terapéutico: no deseo que se prolongue mi vida por medios artificiales, tales como técnicas de soporte vital, fluidos intravenosos, fármacos (incluidos los antibióticos) o alimentación artificial (sonda nasogástrica o enterostomía).
    • Cuidados Paliativos: solicito unos cuidados adecuados al final de la vida, que se me administren los fármacos que palien mi sufrimiento, especialmente –aún en el caso de que pueda acortar mi vida- la sedación terminal, y se me permita morir en paz.
    • Si para entonces la legislación regula el derecho a morir con dignidad mediante eutanasia activa, es mi voluntad evitar todo tipo de sufrimiento y morir de forma rápida e indolora de acuerdo con la lex artis ad hoc.
    • Testamento vital en la red de la Asociación Federal Derecho a Morir Dignamente.Yo _______________________con cédula de identidad n°. _________ Mayor de edad, con domicilio en ________

      En plenitud de mis facultades, libremente y tras una adecuada reflexión, declaro: Que no deseo para mí una vida dependiente en la que necesite la ayuda de otras personas para realizar las «actividades básicas de la vida diaria», tales como bañarme, vestirme, usar el servicio, caminar y alimentarme.

      Que si llego a una situación en la que no sea capaz de expresarme personalmente sobre los cuidados y el tratamiento de mi salud a consecuencia de un padecimiento (tal como daño cerebral, demencia, tumores, enfermedades crónicas o degenerativas, estados vegetativo deparado de accidentes cerebrovasculares o cualquier otro padecimiento grave e irreversible) que me haga dependiente de los demás de forma irreversible y me impida manifestar mi voluntad clara e inequívoca de no vivir en esas circunstancias, para poder morir con dignidad, mis instrucciones previas son las siguientes:

     

    De acuerdo con la Ley designo como Representante a __ / Tres testigos (en su caso) __ Firmas de todos ellos y el signatario

     

  • Tuve una reciente experiencia (2018): una paciente de 76 años con ictus condicionado por un sangrado subaracnoideo por rotura de un aneurisma gigante de la arteria cerebral media derecha; la tomografía computarizada del cerebro mostró el aneurisma con severo edema cerebral y efecto de masa sobre estructuras cercanas con hernias intracraneales. En mi opinión estaba descerebrada. Ingresó en coma profundo y prontamente fue llevada a pabellón para colocar un clip en el cuello del aneurisma. De vuelta a su cama no se produjeron signos de mejoría. Antes bien su situación se fue agravando con el paso de los días por la presencia de una neumonía nosocomial de múltiples focos, desarrollando también una gangrena digital por efecto del vasopresor norepinefrina empleado para mantener la tensión arterial. Permaneció 35 días en la unidad… Finalmente falleció, tenía un amplio seguro de enfermedad en dólares…

     

  • Me refiero nuevamente al afamado cirujano Sherwin Nuland (1930-2014), en su clásico libro, «How We Die: Reflections on Life’s Final Chapter.» o ¨Cómo morimos, reflexiones en el capítulo final de la vida¨ (1994),  más allá de sus descripciones de embolias, aneurismas rotos, diseminación de metástasis y funciones corporales fuera de control y en declive, «Cómo morir» es una crítica a la profesión médica que ve la muerte como un enemigo a combatir, con frecuencia más allá del punto de futilidad; asienta que, Ars moriendi es ars vivendi: el arte de morir es el arte de vivir. No hay manera de adivinar cuál será mi última década o si mi vida será más larga; hay demasiadas imponderables: La buena salud es una garantía de nada. La única certitud que tengo acerca de mi propia muerte es la misma que todos tenemos en común: Quiero irme sin sufrimiento. Hay quienes quieren irse sin sufrimiento, otros que desean que sea rápido: una enfermedad libre de angustias, rodeado de las personas y cosas que ama. La dignidad que buscamos en el morir debe encontrarse en la dignidad con la que hemos vivido nuestras vidas, esa honestidad y gracia de los años vividos que a la final es la real medida del cómo morir; la muerte sólo concierne al moribundo y a aquellos que lo aman…

    Debo enfatizar que «la necesidad de la victoria final de la naturaleza era esperada y aceptada en generaciones anteriores a la nuestra. Los médicos estaban mucho más dispuesto a reconocer los signos de la derrota y a ser mucho menos arrogantes que los que ahora la niegan».

    ¡Doctor, ¿me da permiso para morir?!

Elogio de una vocación… Doctor Herman Wuani Ettedgui, FACP (1929-2014)

El pasado mes de octubre de 2014 fue para mí uno de sentidas pérdidas afectivas, y el día 30, marcó la definitiva despedida de un ser muy especial, muy querido y en extremo admirado… Durante el fin de semana, un pálpito de tristeza se ahoga en cada tarea que intento emprender y siento que algo me falta, que algo muy importante me ha abandonado…

85 años no era una buena edad para morir sobre todo cuando a pesar de haber dado tanto de tanto en la vida, todavía le quedaba mucho más por dar. Y es que bondadosos maestros como Wuani son moldeadores de hombres y mujeres que de modo eficaz aportan o afianzan en el comportamiento del alumno buena parte de todo lo recibido en el hogar, y aún, aquello que faltó; sus figuras señeras suelen ser un faro en la niebla que previene del naufragio al navegante desprevenido que boga costeando en mares procelosos; pero además, maestro no es sólo aquel que enseña, sino el que nos da herramientas para formarnos, despertando en nosotros inquietudes y conminándonos a ser cada vez mejores, a saber pensar y cómo hacer, sin intentar modificar nuestra integridad, única e irrepetible, saltando obstáculos para alumbrar nuestro camino toda vez que sea necesario, y de hecho ser capaz de extraer, lo mejor de nosotros para ayudarnos a ser exitosos y triunfar en la vida aportándonos lecciones para transitar con responsabilidad y paso seguro por nuestras existencias… Para mi fortunio, un día soleado encontré a Wuani de frente en la senda de mi vida…

¿Qué es pues un maestro?, ¿Qué es pues un mentor?, ¿Quién fue en realidad el doctor Herman Wuani Ettedgui? El término proviene del latín, mens: mente, alma, mente divina. El mentor es aquel que la Biblia define como ¨un dador feliz¨, aquel que en su bondad, todo y todo lo da, sin esperar nada a cambio; un maestro es aquel que no regurgita el conocimiento porque lo ha vivido y ha sido parte de él, que muestra con su praxis un modelo con el cual el pupilo pueda identificarse; pero además, también proporciona a su protegido la facultad para que piense, para que aprenda por sí mismo, modifique el modelo presentado y por ende, crezca en lo personal, en lo humano, en lo espiritual y en lo científico.

Durante este proceso, tantas veces tan doloroso, el mentor acompaña y protege a su pupilo. Una vez completada su misión, lo deja solo para que eche raíces, se desarrolle, florezca y dé hermosos y nutritivos frutos. A su partida y desde lo lejos, el mentor mirará a sus alumnos con ojos atentos, solícitos y afectuosos, y estará siempre dispuesto a prestarles ayuda, sea espontánea o solicitada. La sabiduría del mentor permeará la vida de su pupilo, quien más tarde, él mismo también podrá, si así lo quiere, devenir en mentor.

Los principios básicos de educación, honestidad ciudadana y científica, moral, ética, disciplina y respeto, propenderán al crecimiento, y mediante su repetición, se perpetuarán al través de las generaciones. Los buenos maestros, los irremplazables mentores como Wuani son, por tanto, como los padres: irrepetibles e inmortales…

Pero, por un instante pasemos a conocer el fascinante y cautivador origen de la figura del mentor, algo así como el sinónimo del personaje que nos enluta…

 François de Salignac de la Mothe-Fénelon, arzobispo de Cambrai, escribió en 1699 sus ¨Aventuras de Telémaco¨. Siendo el tutor de Luis, quien fue duque de Burgundy, nieto de Luis XIV y sucesor al trono de Francia, el arzobispo creó una secuencia particular a La Odisea en la cual el joven Telémaco sale en la búsqueda de su padre, Ulises, quien había estado impedido de retornar al reino de Ítaca después de la Guerra de Troya. El joven Telémaco no estaba solo en sus peligros; viajaba con Mentor, un venerable sabio que en realidad era la transfiguración de la diosa Minerva (Palas Atenea), hija de Zeus, a quien igualaba en sabiduría, como también a Métis, personificación de la astucia y a quien se atribuía la invención de la ciencia, el arte y la agricultura. Mentor le garantizaría protección sobrenatural y sabios consejos. Bajo su guía, Telémaco creció y alcanzó la madurez hasta que se transformó en un rey justo y poderoso. Poco después que Telémaco encontrara a su padre, Mentor sintió que su trabajo había terminado. Antes de despedirse, Minerva se reveló a sí misma y le dijo, ¨Te dejo, hijo de Ulises, pero mi sabiduría estará contigo por tanto tiempo como la necesites. Ha llegado el momento en que continúes solo y por ti mismo¨.

El Maestro suele y debe tener una personalidad magnética que brinde identidad; debe haber dejado en pos de sí una obra trascendente; debe poseer una elevada carga de pasión que impregne todo lo que dice o hace para concurrir al logro de su objetivo: enseñar con el ejemplo, al tiempo que contagia y aporta directrices e ideas; debe suscitar respeto y admiración e incitar a la emulación de los valores y modelos que su ejemplo brinda; debe transmitir conocimientos y experiencias a las nuevas generaciones de manera que forme seguidores animados a reconocerlo como Maestro y continúen su obra; debe constituirse en un abridor o señalador de caminos que propendan a la mejor realización del alumno-hombre, de su comunidad, de su universidad, del área de su experiencia en la disciplina que haya sido su quehacer… vale decir, el calco de Herman Wuani.

A lo largo de esta esquela mortuoria intercalaré un fragmento de las ¨Coplas por la muerte de un padre¨, una elegía escrita por el poeta castellano Jorge Manrique (1440-1479), que reflexiona sobre la vida, la fama, la fortuna y la muerte con resignación cristiana. El poeta, sin romper la unidad de tono, filosofa sobre la inestabilidad de la fortuna, la fugacidad del tiempo, las ilusiones humanas y el poder igualatorio de la muerte a lo largo de cuarenta estrofas llamadas sextillas manriqueñas.

 

                                                                                                   Recuerde el alma dormida

 

Recuerde el alma dormida,
avive el seso y despierte
contemplando
cómo se pasa la vida,
cómo se viene la muerte
tan callando,
cuán presto se va el placer,
cómo, después de acordado,
da dolor;
cómo, a nuestro parecer,
cualquiera tiempo pasado
fue mejor.

 

Lo que el Maestro Wuani nos mostró –con mayúscula y con veneración igual que a aquel otro Maestro que enseñaba la verdad a sus discípulos con santas y doctas palabras-, fue el término consciente de una entrega sin plazos asfixiantes ni réditos regordidos donde su generosidad no podría cuantificarse o medirse. A poco de nuestra entrada como estudiantes de medicina en el Hospital Vargas de Caracas, era imposible que escapáramos de su benéfica influencia. Eran tres servicios y tres cátedras de Clínica Médica repartidos en seis salas. Tres de hombres y tres de mujeres. Aunque en lo particular no perteneciéramos a su servicio y cátedra, debíamos hospitalizar en sus salas algunos de los pacientes que admitíamos y rendir cuenta de nuestra labor como hacedores de historias clínicas, sobre nuestras bases para el pronunciamiento de una impresión diagnóstica y sobre el esbozo de una indicación terapéutica razonada; no eran tiempos de fríos ¨manejos¨  ni de flujogramas o algoritmos para alcanzar la solución del problema,  sino de aprendizaje y cuidados a la cabecera del enfermo, principio y fin del acto médico. Si estábamos dispuestos a seguirle, estaba él en disposición de enseñarnos el tortuoso, áspero e inacabable camino del arte de la medicina. Con rigidez afectuosa nos hacía ver nuestras faltas, aplaudía nuestros aciertos y corregía con justicia nuestros yerros y omisiones.

 

                                                                                               Pues si vemos lo presente

Pues si vemos lo presente
cómo en un punto se es ido
y acabado,
si juzgamos sabiamente,
daremos lo no venido
por pasado.
No se engañe nadie, no,
pensando que ha de durar
lo que espera,
más que duró lo que vio
porque todo ha de pasar
por tal manera.

 

Mientras pasaba la revista médica podía oír de boca de un estudiante o residente el relato de la historia clínica del paciente que le era presentado, con palabra rápida y a veces atropellada, hacer comentarios sesudos, preguntar por efectos colaterales de las drogas y al mismo tiempo estar pendiente de todo cuanto ocurría en el perímetro de su sala. Como buen maestro que era, nada pedía a cambio de lo que daba como no fuera responsabilidad, constancia y esfuerzo. Cuanto había aprendido en las largas noches de vigilia forzada que signaron su entrega a la vida médica, todo lo daba en un segundo a quien lo pidiera, sin preguntar quién era, aun sin conocerle y sin reclamarle nada a cambio de compartir su don.

                                                                                                             Nuestras vidas son los ríos

Nuestras vidas son los ríos
que van a dar en la mar,
que es el morir;
allí van los señoríos
derechos a se acabar
y consumir;
allí los ríos caudales,
allí los otros medianos
y más chicos,
y llegados, son iguales
los que viven por sus manos
y los ricos.

Fue el verdadero maestro que amó tanto a sus discípulos como a sus propios hijos biológicos; pero estos discípulos predilectos e íntimos no fueron los que definieron su verdadero rol de maestro. No lo serían nunca si hubiera contado solo con aquellos que pudieran pagar su enseñanza con el amor de un hijo. Su catadura de verdadero maestro tendría que verse desde lejos, en el espacio y en el tiempo y extenderse hasta esos a los que él nunca pudo conocer ni amar, y aún hasta aquéllos que acaso no supieran siquiera que existió. Solo por ser él, quien fuera su discípulo tenía que amar al maestro que eligió, pues sin el amor como catalizador, es imposible aprender. Es menester pues, que ante todo pueda conocerle, aunque lejos viva, aunque haga siglos que murió. Y es así como todos podemos elegir nuestros maestros, y los elegimos entre los más insignes que viven o vivieron. Tuve la suerte de ser su alumno, su colega, su amigo y aún su padrino cuando le nombraran Profesor Emérito de nuestra Universidad Central de Venezuela. Con ánimo festivo me recriminaba a cada encuentro que no cumplía mi rol de padrino pues nunca le había regalado siquiera un realito

 

Invocación:
Dejo las invocaciones

Dejo las invocaciones
de los famosos poetas
y oradores;
no curo de sus ficciones,
que traen yerbas secretas
sus sabores;
A aquél sólo me encomiendo,
aquél sólo invoco yo
de verdad,
que en este mundo viviendo
el mundo no conoció
su deidad.

 

Tolerando la frustración, acompañó en el duro camino a muchos pacientes con hemopatías malignas cuando la terapéutica de esas condiciones era exigua y menguada. Recuerdo que un paciente suyo me expresó alguna vez, ¨El doctor Wuani es un médico muy bueno y compasivo, pero se le mueren todos sus pacientes…¨: ese era el sino de enfermedades irredentas… El Maestro Wuani fallece luego de semanas de sufrimientos e incertidumbres, con facies segura e inmutable, sin quejarse de su suerte y sonriendo ante los pasajes jocosos que de nuestra vida en común le recordara, pues quizá siéndole costumbre, había acompañado a muchos en el mismo trance, entregándoles sus almas a Caronte, el barquero de Hades y encargado de guiar de un lado a otro del río Aqueronte a las sombras errantes de los recientes difuntos.

                                                                        

                                                                        Este mundo es el camino

Este mundo es el camino
para el otro, que es morada
sin pesar;
mas cumple tener buen tino
para andar esta jornada
sin errar.
Partimos cuando nacemos,
andamos mientras vivimos,
y llegamos al tiempo.

 

En el crisol que fue el Hospital Vargas de Carcas se mezcló en concordia y fidelidad su vida como estudiante, médico, residente, profesor universitario y maestro, internista, hematólogo, fellow del American College of Physicians, puntal de la Escuela de Medicina doctor José María Vargas, presidente de la Sociedad de Médicos y Cirujanos, miembro de la Comisión Técnica, jefe del Laboratorio, jefe de posgrados de medicina interna, autor de libros, capítulos de libros y trabajos científicos sobre muchos temas, algunos de condiciones patológicas inéditas; intelectualmente inquieto, capaz de balancear armoniosamente varias cargas por vez sin que le pesaran ni le abrumaran; hombre sencillo y humorado, sin costuras ni dobleces, honesto, sincero y mejor colega y amigo; siempre discreto no amó ni amasó riqueza, antes bien capitalizó el bien máximo: el cariño y el reconocimiento de sus innumerables alumnos.

Ya jubilado y cansado, hasta no más hace escasos meses, con su paso estrecho y a veces titubeante, continuaba sintiendo el llamado de su vocación docente, iba los martes de cada semana a impartir consejos sobre arte médico a los estudiantes de quinto año de medicina que hoy sienten y lloran su partida, y a revisar su libro en dos tomos que ya entraba en prensa, no un rimbombante tratado, sino simplemente humildes ¨Lecciones de medicina interna¨… En sus días postreros y ya en su casa, para no dejarlos a la intemperie, recibió a sus queridos pacientes hasta pocos días antes de su muerte brindándoles sin estridencias, apoyo, consejos y solidaridad, pues para curar no necesitaba más que su benéfica presencia…

¨Pero esa red que hilan los buenos maestros se ramifica, se extiende mucho más allá de ellos mismos. El eco de las palabras se repite, y se multiplica hasta el infinito… Quizás no lo sepan, pero son los hacedores del mañana¨ (Louis Guglielmi, ¨El mar persistente N° 2¨). Creo que Wuani lo supo, asumió con decisión y gallardía su rol de exigente maestro y ductor de generaciones…

Sea este un reconocimiento al paradigma del médico humilde, sabio y justo, al formador de juventudes médicas, al abridor de caminos para la mejor realización del hombre en su comunidad y de la medicina interna que fue su pasión, que fue su quehacer y donde dejó obra trascendente… Su integridad moral, sus convicciones democráticas, su rectitud, su firmeza en los principios, sin consideraciones oportunistas fueron su blasón. Hoy 14 de enero de 2015 con la sencillez y la verdad que había vivido, la que acompaña a los justos en el Señor, entregó sus cuentas en orden.

Le sobreviven sus hijos Mónica y Eli Harari, sus nietos Moisés y Marc, y su hijastro Jacques, a quienes acompaño en su pena y me identifico con su dolor…

 

 

 

Otto Lima Gómez Ortega (1924-): Las lecciones que nunca olvidamos…

Un maestro afecta la eternidad, jamás se puede

saber dónde termina su influencia.

 Henry Adams

 

En medio de las vetustas salas 3 y 7, conocimos, admiramos, respetamos y tratamos de emular mis compañeros y yo, al doctor Otto Lima Gómez, a quien, por gracia del destino y extraordinaria suerte, tuvimos y tenemos como maestro, mentor y cercano amigo. Nos marcaron positivamente sus dotes de clínico acucioso, metódico y enterado de las cosas profundas, pero también de las básicas, sencillas y productivas de la medicina—tan venidas a menos hoy día en medio de tanta algarabía tecnológica— como poder realizar e interpretar los exámenes complementarios fundamentales en un pequeño pero bien provisto laboratorio del fondo de la sala 7 –hematología completa, velocidad de eritrosedimentación, sedimentos urinarios, y hasta investigación de células LE, etc.-; esos exámenes debían ser realizados por nosotros, los residentes, y estar listos para el día de la revista de sala.

  De  él escuché por la primera vez, el primum non nocere hipocrático —¨primero, no hacer daño¨—, y asimilé el concepto de dar preeminencia al hombre por sobre la enfermedad que lo mortifica… ¿Cómo agradecerlo todo? Quizá por eso me quedé en el Vargas y aún camino sus pasillos… a pesar de todo.

Con sus enseñanzas como pendón, ahora nos gratifica enseñar como él nos enseñó, y ser enseñados por aquellos que enseñamos. Ver crecer al estudiante; recibirlo de nuevo en casa como cursante de posgrado de medicina interna; despedirlo con mezcla de tristeza y alegría a la vez una vez que ¨echados los largos¨ -como antes se decía-, se marche de nuevo con una firme posición en lo científico y en lo humano, de cara frente al hombre enfermo: principio y fin del acto médico.

O, hasta verle quedarse como colega y compañero en la diaria lucha para que, a su vez, cuando ya no estemos más, transmitan ellos mismos el legado que nosotros recibimos con gratitud y orgullo… Pero el tiempo ha sido cruel, ahora los éxitos de nuestros alumnos los conocemos por la Internet porque se han ido con sus bártulos lejos de la Patria infinita… Han sido echados como perros sarnosos porque en su país estiman más la mediocridad y el primitivismo, y quieren más a los cubanos que a los propios…

 

Tal como lo hicimos con él en tantas ocasiones, imagine ahora que me acompaña a un recorrido por una sala de Medicina Interna del centenario Hospital Vargas de Caracas. Haga camino conmigo en el familiar ritual de la cotidiana visita. A lo que llamamos revista médica o revista de sala, con sus cuadros de oficiales de jerarquía, suboficiales y ¨marinería¨ —como llamaba a internos y residentes el inolvidable maestro de la tisiología y guardián de la cepa tuberculosa Calmette y Guerin [1], doctor Juan Delgado Blanco (1904-1974)-. A las 9.00 am en punto hacía acto de presencia el Maestro con sus adjuntos, entre otros la inefable y grácil figura de la doctora Estela Hernández (1928-1985), puntillosa, bondadosa, conocedora y comprometida… Médicos de planta, residentes, estudiantes de medicina y enfermeras, acallando radios vocingleros y conversaciones altitonantes, nos deteníamos de cama en cama, una por una, para conocer, discutir y decidir sobre el desvalido que allí purgaba las miserias de la enfermedad que le agobiaba —que bien podría ser la nuestra—, que imploraba entonces como ahora por ayuda, ciencia y un poquito de humanidad…, tan sólo un poquito… Instantes que han quedado impresos en las sales de plata de las placas radiográficas de nuestras memorias.

En su casa de habitación le veo de nuevo, Maestro de generaciones médicas, eminente médico internista, profesor universitario, miembro de la Academia Nacional de Medicina, Sillón XXXIV y expresidente de la corporación, nace en Barinitas (Estado Barinas) en 1924. Hijo de Ángel Custodio Gómez y Zoila Ortega de Gómez. Pronto la familia se traslada a Arismendi, pequeña población cercana, y al fin, a sus siete años se mudan a El Tocuyo y luego Barquisimeto donde reside hasta terminar la secundaria en el Colegio Federal a los 18 años. Recibe la influencia del Hermano Santiago de las Escuelas Cristianas de La Salle y se enamora de la taxonomía botánica llegando a ser preparador de la materia y hasta hacerse de un completo herbolario, aunque posteriormente, nunca aplicó esos conocimientos a la medicina, y la ventolera de los años esfumó ese amor primario. Finaliza su bachillerato en Filosofía y Letras con excelentes notas, y con una beca de la gobernación del estado, se traslada a Caracas donde se inscribe en la Universidad Central de Venezuela debiendo presentar un examen de admisión. Eran tiempos del gomecismo, donde los primeros puestos eran ocupados casi enteramente por esos jóvenes de la casta dictatorial; con todo y eso, dice con orgullo que fue admitido alcanzando el décimo lugar…

Entre 1942 y 1948 estudió medicina pero deja de lado las ciencias naturales y el estudio del idioma alemán que luego retomaría, pues debía compartir su tiempo enseñando ciencias en el Pedagógico de Caracas por recomendación del doctor Augusto Pi Suñer y en el Liceo Andrés Bello; además, dicta clases particulares para poder ayudarse económicamente; culmina sus estudios médicos, obteniendo el título de Médico Cirujano para luego presentar su tesis doctoral, ¨Las esplenomegalias crónicas en Venezuela¨ (1948).

Recuerda con singular afecto a sus profesores José ‘Pepe’ Izquierdo en Anatomía, al mencionado Pi Suñer en fisiología, y especialmente a José Antonio O’Daly en anatomía patológica quien quiso reclutarlo para la especialidad, pero predominó su pasión por el estudio de la sangre y sus desviaciones. En el Hospital Vargas de Caracas cumple su externado e internado que comparte con el Puesto de Socorro de Salas. De la misma forma, menciona ¨sus fraternales compañeros de siempre¨, Moisés Feldman, psiquiatra (†), Alfredo Bozo, humanista y filósofo (†), Alberto Drayer, cardiólogo (†), Luis M. Carbonell anatomopatólogo (†), Antonio Ravelo Celis cirujano y pionero de la mastología moderna (†), y Juan José Puigbó, ¨culto y distinguido cardiólogo¨. Durante sus estudios médicos y con ellos, fundó un Centro de Investigaciones en el Hospital Vargas y se interesó por las enfermedades de la sangre; adicionalmente, fundó una revista ¨Prensa Médica¨, con los bachilleres Miguel Ron Pedrique y Ángel Bajares. Durante sus estudios fue Presidente de la Federación de Estudiantes de la UCV.

En 1951 viaja a Brasil a realizar estudios de posgrado en el Instituto Oswaldo Cruz y Hospital Geral da Santa Casa da Misericórdia de Río Janeiro, Hospital Das Clinicas de Sâo Paulo Brasil con Michel Jamra, y Hospital Rivadavia de Buenos Aires Argentina con el hematólogo Alfredo Pavloski (1907-1984).

[1] Para elaborar la vacuna BCG

Su vida en el Hospital Vargas de Caracas muestra su amor y compromiso con la institución: Externo por Concurso 1944-1946, Interno 1947, Médico Adjunto a los Servicios de Medicina 1949, Médico Agregado 1950. Jefe Encargado del Servicio de Medicina, 1957, Jefe del Servicio de Medicina II 1958-78, Jefe del Departamento de Medicina 1960-1970, Presidente de la Sociedad de Médicos y Cirujanos, Miembro de la Comisión Técnica y Fundador de la Revista Archivos del Hospital Vargas de Caracas: 1948-1949. Instructor de Clínica Médica, 1949-1953: Profesor Agregado y jefe de Clínica; 1961. Profesor Titular, 1959-1970. Fundador y Primer Director del Curso de Postgrado de Medicina Interna en 1958 conjuntamente con los doctores Henrique Benaím Pinto (1922-1979) y Augusto León C. (1920-2010) quien se agrega posteriormente. Miembro del Consejo de la Facultad, 1960-1967. Jefe del Departamento de Medicina Escuela Vargas, 1972-1975 Representante del Profesorado ante el Consejo Universitario UCV, 1979. Entusiasta, formó parte del grupo fundador de la Escuela José María Vargas y apoyó las gestiones que impidieron la demolición del Hospital Vargas.

Con la apertura del Hospital Universitario de Caracas (1956) mis compañeros de tercer año fuimos divididos en dos grupos, de la M a la Z iríamos a inaugurar a la citad institución. En 5º año de medicina decidí pedir mi cambio al Hospital Vargas y a su servicio en pos de sus enseñanzas. Y he permanecido un total de seis décadas. Desde mis años de estudiante y médico, siempre me tuvo en estima y en sus vacaciones anuales aun siendo yo un residente, me confiaba sus pacientes en su consulta privada ubicada en El Conde, en el Edificio Colimodio, lo que constituía para mí una gran responsabilidad, advirtiéndome que lo que ganara era para mí. Afortunadamente, su cuñada y secretaria, me ayudaba a tasar mis honorarios. Cuando fui incorporado en la Academia Nacional de Medicina, él siempre estuvo a mi lado…

Dos viñetas de su accionar como clínico con gran sentido de la observación, de esas que señalaron el futuro desempeño de sus numerosos alumnos:

  • La sucusión de Otto Lima…

La sucusión, un antiguo procedimiento semiológico consiste en sacudir el cuerpo o una parte de él para descubrir la presencia de líquido en una cavidad orgánica. Se la llama hipocrática, pues se dice que fue nuestro padre Hipócrates quien sacudiendo al paciente por los hombros y auscultándolo con el oído cercano al torso, la empleaba para detectar la presencia líquido dentro del tórax.

Frente a un paciente muy emaciado, ruinoso y pálido y con el epigastrio prominente, el residente leyó la historia durante la revista médica de sala. Sin dejarlo concluir, mi Maestro se inclinó sobre la cama y asiendo con sus brazos dispuestos alrededor del abdomen del adelgazado paciente, lo sacudió varias veces en el sentido vertical, de abajo a arriba. Se oyó un ¨bulp…, bulp…, bulp…¨, sonido que produce el líquido contenido en un recipiente. No había dudas, se trataba de una distensión gástrica por una obstrucción pilórica, en ese caso por un avanzado cáncer gástrico. Cualquiera podría hoy día menospreciar un diagnóstico de un tal tumor en tan grave y agravado estado, pero era de esa forma como antes y ahora, consultan los pacientes pobres en quienes aún podemos presenciar avergonzados, el progreso de la historia natural de una enfermedad dejada a su espontánea evolución, porque para el menesteroso nunca ha existido en nuestro país verdadera seguridad social ni asistencia oportuna y ni efectiva…

  • El anciano comatoso.

 

 Tendría tal vez unos setenta y pico de años, barba blanco-amarillenta escasa y descuidada, pintada con el color del tabaco; se notaba que la vida le había tratado con saña y crueldad, cuántas privaciones, cuántas noches pasadas con apenas una magra comida durante el día. A su lado, una viejecita, su compañera de vida velando su estado comatoso, ese estado que la escritora chilena Isabel Allende en su libro autobiográfico ¨Paula¨ (1994) definió ¨como un dormir sin sueños, un misterioso    paréntesis…¨. Estaba allí pues muriéndose cuando le encontró la revista de sala.

El maestro Otto Lima con el brazo izquierdo cruzado sobre el pecho, el dedo índice derecho bajo el labio inferior y la cabeza inclinada a un costado, le miraba mientras escuchaba la historia de boca de Germán Salazar, compañero residente de sala: Apreció su respiración, le pellizcó y no hubo retirada, buscó sus reflejos cutáneos y tendinosos, observó la posición y movimientos de sus ojos mientras rotaba su cabeza, pidió un oftalmoscopio… Tal vez rememorando a su admirado profesor de neurología en el Hospital de la Salpêtrière de París, el francés Jean Raymond Garcin (1897-1971), quien por cierto había descrito el cuadro clínico de la parálisis homolateral de todos los nervios craneales, una rareza que lleva su nombre -síndrome de Garcin-, preguntó a su esposa lo que sería la clave del jeroglífico: ¡un ignorado y nimio trauma craneal unos veinte días antes era el detalle que faltaba, el signo revelador: ¨lucida intervalla¨ -intervalo lúcido-!

      Se incorporó y dijo, -¨El tiempo apremia, se trata de un hematoma subdural, solicitemos la ayuda del doctor Alberto Martínez Coll (1923-2016) ¨. A la sazón, jefe del Servicio de Neurocirugía del Hospital se presentó en el término de la distancia. Aquel despojo humano luego de la evacuación de la ominosa colección de sangre, al día siguiente despierto y lúcido, pedía comida y rogaba porque que le dieran de alta. ¡Qué esplendente lección de clínica la de aquella mañana en la sala 7…!

Médico integrista e integralista, nos aconsejaba que dejáramos para un día particular de la semana aquellos pacientes difíciles con problemas complejos, especialmente los neurológicos, para darle tiempo a una prolija anamnesis y evaluarlos con minucia. El caso del ancianito, no hubiera tolerado un ¨hasta mañana¨ y él lo supo… Así aprendíamos medicina, entre asombro y asombro, en mañanas tejidas de emoción, mientras manaba de sus palabras y actitudes, el conocimiento y la experiencia mostrándonos un lejano desiderátum a alcanzar.

No en balde había viajado a Francia en 1952 y en París fijo su hoja de ruta durante 14 meses en los cuales realizó pasantías por diversos hospitales y laboratorios, recordando  aquellos de la Facultad de Medicina de París: Necker, Enfants Malades, Broca, Bichat, Cochin, y Pitié, pero en particular aquél del L‘ hôpital Saint Antoine que dirigía el profesor Jean Dausset (1916-2009), donde se desarrollaron algunos capítulos fundamentales de la inmunohematología que llevaron al descubrimiento del sistema HLA, ese que hizo posible el desarrollo exitoso de los trasplantes de riñón, y que posteriormente fue premio Nobel de Fisiología y Medicina 1980, compartido con el venezolano Baruch Benacerraf (1920-2011) y George Snell (1903-1996), por sus descubrimientos de estructuras superficiales celulares determinadas genéticamente, así como de las que controlan reacciones inmunológicas.

Pero también visitó al hematólogo Jean Bernard (1907–2006) quien había publicado 14 libros y monografías de su especialidad e impulsó el tratamiento radiante en la enfermedad de Hodgkin; con él afianzó sus conocimientos hematológicos y luego investigó sobre las anemias macrocíticas y la anemia drepanocítica en el país, e influenció a dos de sus alumnos a realizar estudios de extensión en esta área en EE.UU con el doctor William Dameshek (1900-1969), Herman Wuani Ettedgui (1929-2014) y Elio Chamate.

Más tarde en su evolución, dejó de un lado sin abandonarla a la medicina interna para transformarse en un serio Investigador en el Instituto de Psicología de la Facultad de Humanidades y Educación UCV, 1986 Jefe del Departamento de Neuropsicología del Instituto de Psicología; 1999 Jubilación del UCV; en el año 2000 Profesor Emérito de la Universidad Central de Venezuela. Miembro Fundador de ASOVAC, Sociedad Venezolana de Reumatología, de Alergología e Inmunología, Sociedad Venezolana de Hematología (expresidente), Sociedad Venezolana de Medicina Interna, y de Hipertensión Arterial; Miembro de la Internacional Society of Internal Medicine, Venezolana de Anatomía Patológica, Gastroenterología, Psiquiatría y Neurología, Medicina Humanística, Franco-Venezolana de Ciencias de la Salud, Fellow of the New York Academy of Medicine; Miembro Emérito de la Sociedad Venezolana de Menopausia, Climaterio y Osteoporosis, honorario de la Sociedad Venezolana de Neurociencias, American Association for the Advancement of Sciences y de la Sociedad Venezolana de Neuropsicología.

 Electo Miembro Correspondiente Nacional de la Academia Nacional de Medicina, Puesto #45 en 1993 con su trabajo de incorporación, ¨Evaluación Neuropsicológica: El Protocolo Luria-UCV¨. Más tarde, electo Individuo de Número Sillón XXXIV en 1996, incorporándose en 1997 con el trabajo ¨Vigencia de la aproximación clínica al paciente, Análisis de 2000 historias clínicas¨, con Juicio Crítico del doctor Augusto León y bienvenida del doctor Blas Bruni Celli. Vicepresidente de la Junta Directiva 2002-2004 y Presidente durante el bienio 2004-2006.

Condecoraciones: Orden José María Vargas, Andrés Bello, Francisco de Miranda, Diego de Lozada, del Libertador, Francisco de Venanzi y José I Baldó. Tiene más de 215 publicaciones tanto en Revistas Nacionales como Extranjeras. Libros: (1). Las anemias en Venezuela, (2). ¿Solo Medicina?; (3). Normas y procedimientos de un servicio de medicina interna; (4). Frente al enfermo; (5). Dispersa; (6). Propedéutica clínica médica, (7). Elementos de psiconeurología, (8). Introducción a la medicina psicosomática; (9). Neuropsicología; (10). El hombre, la enfermedad y la medicina; (11). Sobre enseñanza de la clínica y teoría de la enfermedad; y (12). Archivos Médico-Psicológicos del Hospital Vargas (1965-1976 Editor).

Durante la conmemoración del ¨Día del Egresado UCV 2014¨, presidido por la Presidenta y el Vicepresidente de la Asociación de Egresados, doctores Imelda Cisneros y Alberto Fernández, acompañados por las Autoridades Universitarias, se le hizo entrega del ¨Premio Anual Alma Mater, 2014¨, profesor jubilado nominado por la Academia Nacional de Medicina bajo mi presidencia.


Expresó el doctor Gómez al recibir esa distinción en el Aula Magna: ¨Agradezco la distinción como ucevista egresado desde hace 66 años. Me siento muy honrado y especialmente feliz. Pero mi tranquilidad y mi gozo de este instante está perturbado por la violación de los derechos humanos y políticos contra estudiantes de esta y otras universidades por ejercer su derecho a protestar y exigir cambios urgentes que requiere Venezuela. Estoy seguro que su ejemplo hará posible un país distinto¨.

Le pregunto, ¿Cómo siendo su formación tan organicista cambia el rumbo de su interés hacia la medicina psicosomática y antropológica dejando el Hospital Vargas y yéndose a la Facultad de Humanidades y Educación? Se rasca la cabeza, no sabe qué contestarme…, y finalmente me responde: ¨La verdad es que nunca había pensado en eso…¨ Tal vez influyó en este cambio su contacto con el psiquiatra peruano, doctor Carlos Alberto Seguín (1907-1995), quien en una ocasión dijo: «La verdadera sabiduría se conserva en las viejas tradiciones de la humanidad, que debemos redescubrir, una y otra vez, en una especie de renacimiento que puede revitalizar nuestro mundo y ofrecernos nuevas perspectivas». Su vida al lado del enfermo y su circunstancia le mostró una de las faltas primarias de la medicina interna organicista, el ignorar el conocimiento de la biografía normal y de la patobiografía del sufrido; ello le hizo acercarse a la medicina antropológica con Ludolf Krehl (1861-1937), quien escribiera, ¨Si con nuestras débiles fuerzas no colaboráramos en la ulterior evolución de la medicina, la cual  consiste en el ingreso de la personalidad del enfermo en el quehacer del  médico,  como objeto de investigación y de estimación, es decir, en la reinstauración de las ciencias del espíritu y de las relaciones de la vida entera como el otro de los fundamentos de la medicina y en igualdad de derechos con la ciencia natural¨ y a Viktor Von Weizsäcker (1886-1957), admirando a Pedro Laín Entralgo (1908-2001), para convencerse de que la biografía del enfermo le hacía único, indivisible, no duplicable y signaba su manera de enfermar…

Con él descubrimos personajes como Edmund Husserl (1859-1938), su teoría fenomenológica y sus meditaciones cartesianas, y la de su discípulo Martin Heidegger (1889-1976) padre de la filosofía existencialista. Inmersos en la paradoja de saber cada vez más de enfermedades y sus mecanismos íntimos, y entender menos acerca de la subjetividad de los enfermos, aprovechamos toda esta carga de experiencias que se nos ofrecía y aprendimos a realizar una historia psicosomática, patobiográfica, donde incluíamos la biografía del enfermo con sus éxitos, frustraciones, fracasos y pérdidas, dejándonos permear por la visión antropocéntrica de la medicina…

El Maestro debe tener una personalidad magnética que brinde identidad; debe haber dejado en pos de sí una obra trascendente; debe poseer una elevada carga de pasión que impregne todo lo que dice o hace para concurrir al logro de su objetivo: enseñar con el ejemplo, al tiempo que contagia y aporta directrices e ideas; debe suscitar respeto y admiración e incitar a la emulación de los valores y modelos que su ejemplo brinda; debe transmitir conocimientos y experiencias a las nuevas generaciones de manera que forme seguidores animados a reconocerlo como Maestro y continúen su obra; debe constituirse en un abridor o señalador de caminos que propendan a la mejor realización del alumno-hombre, de su familia, de su comunidad, de su universidad, del área de su experiencia en la disciplina que haya sido su quehacer…

Creo que el Maestro, doctor Otto Lima Gómez Ortega conjuga con creces todos estos enunciados…

 

¡Saludemos con alborozo su presencia entre nosotros!

 

Caracas, 1º de marzo de 2016

 

Tiempo de morir: Elogio de los pacientes sin voz…

 

«El mundo es bello, pero tiene un defecto llamado hombre». Friedrich Nietzsche

         

Hace muchos años tuve la ocasión de formar parte del equipo médico que atendió a un acaudalado paciente. Una patrulla policial que venía a gran velocidad, se saltó la luz roja de un semáforo impactando su automóvil por el costado derecho, donde él venía sentado. Cursando la novena década de la vida y conservando toda su lucidez y energía, sufrió un severo traumatismo encéfalo-craneal. La cercanía a la clínica y un esmerado cuidado le hicieron sobrevivir en una unidad de terapia intensiva, hasta ese momento inexistente en el país, pero de forma rápida completamente acondicionada para él. Vinieron médicos especialistas del extranjero para monitorearle y ayudarnos con su cuidado. Estudiaban sus respuestas y exámenes complementarios, enviando sus parámetros vitales a computadoras en su hospital de procedencia en el exterior que permitía conocer día a día acerca del pronóstico que casi siempre era esperanzador.

Largo tiempo duró su agonía conectado a un respirador y con una vía central que aseguraba hidratación, alimentación y administración de fármacos y antibióticos, y un tubaje gástrico que le proporcionaba proteínas y vitaminas. Tarde en su evolución, en alguna ocasión en que se presumió un severo deterioro, se le trasladó al sótano, al servicio de radiología para realizarle una angiografía cerebral formal –no existía aún la tomografía computarizada-. El contraste a presión se negó a penetrar a través de sus grandes vasos cervicales. Este signo reaseguraba muerte cerebral. Y así, omnipotentes, le dimos permiso para que muriera…

Dadas las circunstancias del accidente, debió realizarse la autopsia de ley en la Morgue de Bello Monte de Caracas. Me empeñé en estar presente. Fue una autopsia ¨legal¨ y por presencia, descubrí que era una, grotesca y desordenada; no como las que estaba habituado a presenciar en mi Hospital Vargas de Caracas, donde el procedimiento se realizaba todavía según normas establecidas por von Rokitansky (1804-1878) en Viena, extrayendo los órganos en bloque, así que eran realizadas con profesionalismo, pulcritud y experiencia. El cerebro mostraba signos del llamado “cerebro del respirador”: avanzada autolisis[1] e inclusive, un terrible hedor a podredumbre. Mi desconcierto, frustración y dolor no pudo ser mayor. Con mi consentimiento y apoyo, habíamos estado tratando un cadáver, tal vez desde un principio… El sentimiento de culpa aún me acompaña y creo que me acompañará hasta el final de mis días.

Y es que los médicos hemos sido formados para luchar contra la enfermedad. La muerte, esa, lo único seguro que tenemos inamovible al nacer, es percibida por nosotros como la mayor de las derrotas que se nos pueda infligir. ¡Nunca se nos enseñó que en muchas ocasiones deberemos pactar con la muerte en pro de dar a nuestro paciente un digno fin…!

Los médicos siempre estamos inventando nuevas maneras de prolongar la vida, aún a costa de su sufrimiento del enfermo y el de sus allegados y aun de la hacienda del paciente. La resultante es una manera de «vivir medio muerto”» que ciertamente no quisiéramos para nosotros mismos. La posibilidad de un juicio por mala práctica nos compele a ejercer defensivamente, aun yendo en contra de los más elevados principios que deben regir el acto médico. Las unidades de terapia intensiva en mi concepto se asemejan a uno de esos bunganos [2] de mi remota infancia fabricado con una botella agujereada por el culo, un instrumento de pesca donde una vez que sardinita entraba no podía salir; particularmente cuando se trata de pacientes ancianos, aunque para el momento se vean saludables.

[1] La autolisis (del griego auto, el mismo, y lisis, pérdida, disolución) es un proceso biológico por el cual una célula se autodestruye, ya sea porque no es más necesaria o porque está dañada y debe prevenirse un daño mayor.

[2] En mi infancia lo elaboraba con una botella de vino o de champaña cuyo fondo era cónico y terminaba en un botón de vidrio. Con cuidado se rompía por debajo y se extraía el botón; el cuello se cerraba con un tapón y se llenaba de agua y se colocaba dentro, corazón de pan. Se echaba al río y quedaba así elaborada una trampa donde las sardinitas entraban pero no podían salir…

Como seres casi perfectos que somos, al momento de nacer disponemos de una gran reserva orgánica, si se quiere existe una extraordinaria y excesiva redundancia de todos nuestros órganos, aparatos y sistemas. Para dar sólo una idea, la mejor agudeza visual central se considera 20/20; ella es proporcionada por un haz de filamentos, fibras o axones de muy pequeño calibre que se originan en la mácula del ojo, llamado haz máculopapilar. Para poder identificar el optotipo de 20/20, necesitamos apenas el 44% de dicho haz. Es decir, que debemos perder un 56 % de ellos antes de que acusemos algún cambio visual; puede decirse lo mismo del riñón, del corazón, de los pulmones, del cerebro, del sistema inmunológico

 

 

Pero… tal como si fueran hojas de un calendario la edad va desprendiendo, descontando subrepticiamente y sin alharaca, reservas y energías a nuestro organismo. Está previsto además que nos iremos adaptando a esa furtiva o silenciosa pérdida de la cual ni nos damos cuenta. Así, que con una reserva mínima o sin ninguna de ella, nos sorprende la avanzada edad, que según García Márquez (¨El amor en los tiempos de cólera¨), por boca del doctor Juvenal Urbino, tiene hasta un olor: ¨la mayoría de las enfermedades mortales tienen un olor propio, pero ninguno tan específico como la vejez¨, y un tal Jeremiah de Saint-Amour, personaje también de ficción de la misma novela, definía la vejez, ¨como un estado indecente que debía impedirse a tiempo¨.

En esas circunstancias, una seria enfermedad consume lo poco que nos queda, y luego de unos dos o cuatro días en una unidad de terapia intensiva ocurre, casi indefectiblemente, un síndrome de falla multiorgánica, suerte de efecto dominó donde todo lo que nos sostiene se va viniendo abajo en sucesión. El riñón marca la pauta, y luego vendrá el sistema inmunológico, el corazón y los pulmones; las infecciones nosocomiales u hospitalarias por gérmenes de exacerbada virulencia y patogenicidad que sabemos que existen en nuestro entorno, en nuestras manos y uñas, en los brazales de los tensiómetros, en los estetoscopios y en nuestras corbatas, harán el resto…

Si a los viejos se nos concedieran algunas horas para ver lo qué ocurre a nuestro derredor, para ver si tenemos realmente una oportunidad razonable de sobrevivir, tal vez existirían menos viejos en esas calles ciegas para ancianos que son las terapias intensivas, donde quedamos varados, atrapados y sin salida, sin poder progresar hacia delante ni devolvernos hacia atrás, gastando los últimos ahorros y produciendo terrible dolor a nuestros deudos en medio de fútiles esfuerzos…

Hace algunos años leí una pieza de autor anónimo donde un paciente se dirigía a su médico en estos términos:

-«!Ya es tiempo de irme! Perdóneme doctor, ¿Puedo morirme…? Bien sé que su juramento le obliga a tratar de sostenerme vivo por tan largo tiempo como mi cuerpo esté tibio y haya un soplo de vida. Pero, escúcheme doctor. Ya enterré a mi esposa, mis hijos están crecidos y vuelan por sí mismos. Todos mis amigos se han ido y yo también deseo irme tras ellos. Ningún mortal tiene el derecho de mantenerme aquí, cuando la llamada de Él es inconfundiblemente clara. Yo merezco el derecho de dormir para siempre. He hecho mi labor y estoy cansado. Sé que sus motivos son nobles, pero ahora yo rezo. Lea en mis ojos aquello que mis labios no pueden decirle. Escuche mi corazón y verá cómo llora.

¡Perdóneme doctor!, ¿Me deja morir…?”»

La medicina tanto ha progresado… las unidades de terapia intensiva están allí y hay el mandato de usarlas no importando si tenemos o no una posibilidad de sobrevivir, y así, se han convertido en imagen de la ¨mala muerte¨, de la ¨medicina sin testigos¨, del ¨sordo lamento de los moribundos¨…

Solitarios, somos aventados tras sus puertas eléctricas rodantes para yacer conectados a mil cables que seguirán haciendo su trabajo aun cuando ya estemos muertos y autolisados. Conocemos de casos lacerantes:

Un médico octogenario, hasta ese momento productivo y centrado, sostiene una agria discusión con un colega y es fulminado como por un rayo, cayendo al suelo como pesado fardo. Una extensa hemorragia cerebelosa comprime el tallo cerebral y la inmediata inconsciencia con pérdida de las funciones autonómicas le llevan al paro respiratorio y a lo que define Isabel Allende como el estado de coma, «es como un dormir sin sueños, un misterioso paréntesis»[1].

 Dos horas transcurren con el tallo cerebral comprimido, llega al pabellón de cirugía, rápidamente es entubado y aún más rápido realizada una cirugía descompresiva de la fosa posterior; 450 mililitros de sangre le son drenados… ¡Qué bueno que había un especialista allí mismito, a la mano! No hay recuperación ninguna, las infecciones nosocomiales se suceden y son tratadas con éxito, aunque clínicamente ya está descerebrado y habrá de pasar a un estado vegetativo persistente y en días, a un estado permanente. Siendo que ya no hay razonable esperanza para un octogenario, para otros, esos que le atienden, aún dicen que “hay esperanzas”… Una dilatación del sistema ventricular le lleva a la colocación de un mecanismo de drenaje ventricular. Otro fútil intento por “hacer algo” pera terminar no haciendo nada…

La situación no ha cambiado. La muerte en vida domina la escena, se trastroca la rutina familiar y se funden en pocos días los ahorros de muchos años obtenidos mediante un trabajo comprometido y honesto. No critico la no tan rápida acción del neurocirujano, especialmente en una hemorragia cerebelosa donde los segundos cuentan, pero tal vez pueda exigir moderación en las indicaciones terapéuticas de un anciano ya descerebrado, para luego no entregar a la familia un vegetal… No es el objetivo de la medicina alargar la vida a cualquier precio…

[1] Allende I. Paula. Cuarta edición. Barcelona, Plaza & Janés Editores, S.A. p. 15.

El ejemplo relatado, constituye un ejemplo de “distanasia”, una situación en la que se proporciona un tratamiento “exagerado” o “desproporcionado”, que solo prolonga en el paciente en su aislamiento el proceso de morir. Resulta del empleo de medios terapéuticos extraordinarios que lindan con el llamado “ensañamiento terapéutico” o “furor terapéutico” donde pareciera que el médico en su afán ya no es capaz detenerse… En esta situación el galeno excede el marco de su deber, prolongando innecesariamente los padecimientos del paciente, particularmente aquel que carece de toda posibilidad de recuperación dada su avanzada edad y la irreversibilidad de su cuadro, y continúa aplicando obstinadamente terapias extraordinarias, cuando estas carecen de sentido y de justificación ética.

Este ensañamiento terapéutico merece una atención especial desde el punto de vista ético, pues a más del sometimiento encarnizante al que se encuentra compelido el paciente, se adiciona su soledad, el alejamiento de sus seres queridos, su imposibilidad de manifestarse al encontrarse sedado, entubado o sujeto de una traqueostomía, con su sueño interrumpido y su privacidad violentada, abandonado cruelmente tan sólo para terminar muriendo[1].

Cualquiera de nosotros desearía la “muerte digna” u ortotanasia, que entiende y atiende a la manera de morir como la forma de fallecer como un derecho propio del ser humano, de elegir o exigir para sí, o para terceros a su cargo,  una “muerte a su tiempo”, sin  abreviaciones tajantes (eutanasia), ni prolongaciones indebidas, irrazonables y crueles (distanasia), concretándose ante la inminencia de la muerte a la abstención, supresión, o limitación de todo tratamiento fútil, extraordinario o desproporcionado.

Cincuenta años atrás, la muerte del anciano se producía como es, como un hecho simple y natural, pues no existían las Unidades de Terapia Intensiva; no obstante, el acelerado avance científico-tecnológico y la aparición de mecanismos capaces de suplantar ciertas funciones orgánicas (respiradores, drogas para elevar la tensión, bombas de presión positiva, dializadores, etc.), han permitido prolongar innecesariamente la vida en aquellos casos en que el diagnóstico es certeramente irreversible. Sin perjuicio de ello, no debemos dejar de tener en cuenta, y que ello quede claro, el valiosísimo aporte de estas unidades, para salvar vidas, especialmente de personas más jóvenes con reserva orgánica intacta que de otro modo se hubieran perdido. Sin querer desconocer el mérito y la excelente preparación de nuestros médicos, Venezuela cuenta, o contaba -quién sabe a dónde iremos a parar con esta proliferación, sin orden ni control, de escuelas y facultades de medicina de muy baja factura mal llamadas bolivarianas-, pero sin lugar a dudas, todavía contamos con un cuerpo médico comprometido: Su capacidad científica, ética y humana, salvo pocas no honrosas excepciones, está más que comprobada.

En 1972, Jennet y Plum[2] describieron una peculiar situación en pacientes que habían sufrido lesiones cerebrales muy graves que denominaron «estado vegetativo persistente» (EVP). En su descripción original los autores daban un carácter provisional a la denominación propuesta. Sin embargo, como sucede muchas veces, el nombre, a pesar de las críticas que ha recibido, se ha mantenido hasta la actualidad, desde hace ya cuarenta y tres años. Se trata de pacientes que mantienen sus funciones cardiovasculares, respiratorias, renales, termorreguladoras y endocrinas, así como la alternancia sueño-vigilia, pero que no muestran ningún tipo de contacto con el medio externo y ninguna actividad voluntaria.

El adjetivo persistente añade una connotación temporal que lo diferencia de estados vegetativos. Debe precisarse que en la inmensa mayoría de los casos la recuperación que se obtiene es muy limitada, con grandes secuelas residuales y una ínfima calidad de vida. Se ha visto que la causa del EVP, su duración y la edad son los factores más importantes para establecer el diagnóstico de transitoriedad. En general, se acepta que un mes es el tiempo requerido para que un estado vegetativo se considere persistente.

¶ En mi artículo, «Muci-Mendoza, R. Perla de observación clínica. La bella durmiente del Hospital Vargas… Elogio al enigma del estado vegetativo permanente». Gac Méd Caracas 2014;122(4):298-303, se encuentran delineados los modernos criterios de muerte cerebral.

Debemos abogar por que en todas las escuelas de medicina se dicte una cátedra de tanatología. Desde que somos estudiantes de medicina debemos entender, comprender e introyectar que tanto nosotros como nuestros pacientes somos mortales. ¿Qué sentido podría encerrar tanta oposición a la muerte? Mi experiencia de más de cincuenta años en la docencia y en la práctica hospitalaria comprometida, me inclina, con todo el respeto que ustedes mis colegas me merecen, me autoriza para hacerles la siguiente sugerencia: no reanimen ni den tratamiento especial, costoso e inútil, a pacientes que terminan sus existencias con poca o ninguna esperanza de vida.

No impongamos nuestros pareceres, nuestro equivocado criterio de que mientras haya vida hay esperanza pensando que la mera existencia biológica constituye un valor absoluto. Es falso. Pareciera que no nos hemos percatado el peso inhumano de dolores, falsas esperanzas, costes astronómicos que supone un paciente de estos, sea que permanezca en la clínica o, peor aún, que haya sido remitido a la casa: pues desde su llegada, todos los miembros de la familia girarán en torno de él, sus vidas cambiarán radicalmente, por meses y aun años, se trastrocará el ambiente del hogar, desaparecerán el humor sano, las reuniones sociales, la música, la esperanza, la felicidad.

Desde el punto de vista ético un tratamiento médico se justifica tan solo cuando aplicándolo existe fundada expectativa de que el paciente recupere su salud y se apreste a cumplir mejor con su misión sobre la tierra. Hacer lo contrario, éticamente es obrar mal. No es cierto que el médico esté obligado a hacer todo lo que esté de su parte mientras quede un dejo de vida en el enfermo, cualquiera sea su edad, diagnóstico y la calidad de vida con que vaya a subsistir por meses y años.

Si la eutanasia no está permitida, por el mismo motivo, tampoco lo está la distanasia o prolongación absurda y arbitraria del proceso de morir; con todo, la postura ideal que sugiere la sensatez moral se sitúa en el punto medio: ni eutanasia ni distanasia, sino ortotanasia: La muerte justa y a su debido tiempo. No somos dioses ni dueños absolutos de nuestras propias vidas y menos de las de los demás; en nuestra malsana omnipotencia, los médicos no podemos ocupar el papel de Dios.

Dejemos que la muerte suceda cuando sensatamente debe acontecer. Con esta actitud reverente respetamos la acción de Dios. No debemos perder nuestra sensibilidad humana y ética profesional ¿Cuál es el objeto de reanimar a un paciente anciano que ya cumplió su misión sobre la tierra y que desea, como todos desearíamos llegado el momento, morir tranquilo en el hogar, rodeado de nuestros seres queridos? ¿Por qué no consentir que un paro cardíaco o cualquier otra grave afección les permitan morir en paz?

Si pudiéramos usurpar la voz de tantos enfermos sin voz que les asiste el derecho a una muerte digna y tranquila en su hogar, pediríamos que no se nos prolongue una vida que no es digna… ni es vida… Quiera Dios que mis familiares y mis colegas respeten mi derecho a morir con dignidad cuando arribe mi momento, que tengan en cuenta la merma de mis reservas orgánicas y que si han de recluirme en una terapia intensiva y a los tres días no muestro signos de clara, absoluta y razonable mejoría, que inicialmente limiten al mínimo la ayuda artificial o retiren toda asistencia y me dejen morir en paz… ¡dejar morir no es matar…!

 

Gracias encarecidas.

 

¡Perdóneme doctor! ¿Me deja morir…?

 

 

[1] Baudouin J L, Blondeau D.  La ética  ante la muerte  y el derecho a  morir. 1996 Editorial Herdet, Barcelona. p 33.

[2] Jennet B, Plum F. Persistent vegetative state after brain damage: A syndrome in search of a name, Lancet. 1972;1:734-737.

Elogio de la muerte… Los signos clínicos de muerte, y uno adicional… no descrito

Bodas de Plata matrimoniales de don José Muci Abraham y su esposa Misia Panchita Mendoza de Muci con sus nueve hijos (21.06.1946). Todos muy hermosos, lucíamos felices y contentos en el amplio jardín de nuestra casa de habitación de Camoruco en Valencia. Sobrevivimos una hembra y tres varones.

La muerte, decía Jorge Luis Borges, es una vida vivida.

La vida es una muerte que viene.

A diferencia de mi padre, comerciante libanés a quien no le gustaban los motes, sobrenombres o apodos y ni siquiera nos permitía llamarnos ¨vale¨ entre nosotros, expresión frecuente entre los venezolanos de aquellos tiempos, porque decía que cada uno de nosotros tenía su nombre y así debía ser llamado… Por el contrario, mi madre gozaba poniéndolos y nadie se salvaba de sus pícaras invenciones, no más veía a una persona y una ocurrencia de esas saltaba a su mente, un resabio –quizá- de las inmensas llanuras guariqueñas dejadas atrás en el ardientoso polvo del camino, pero siempre en el presente de sus días donde todo tenía un apodo, un alias o un remoquete seguido de una sonora carcajada o de su bondadosa sonrisa que mostraba sus dientes perfectos, blancos y alineados.

Los nueve  hijos Muci Mendoza, podíamos artificialmente ser divididos en 3 estancos: Los mayores en el superior, dueños y señores de nuestras existencias: Gileni (†, 2014) –15 años mayor que yo, mi madrina de bautizo y la consentida de mi papá por su flacura, vivía su vida, no se metía con los pequeños-, Rosa –dominante y perfeccionista, a veces acuseta, pero siempre muy amorosa, velando por todos y cada uno de los constituyentes del disímil rebaño-, y José –el primogénito, cerebro puro-, a quien le asistía el derecho de regañarnos y de ser el caso, aún de castigarnos, de levantarnos la mano o proceder en consecuencia-. Los integrantes de este grupo no tenían mote alguno (a veces mi padre nombraba a José, Yussef, su traducción al árabe).

En el del medio, Josefina (†, 2006) ¨la negrita¨, nacida accidentalmente en Curazao, parecía no ligarse bien con los otros dos grupos: muy linda, reservada, pizpireta, poco comunicativa fuera de lo que no estuviera en su mundo, atenta al cuidado de su figura y siempre, hasta el fin de sus días, luciendo mucha menor edad que la cronológica sin que la pátina del tiempo se asomara en su tez.

En el tercero, estábamos ¨los muchachos¨ o como suele ahora decirse, ¨el perraje¨… Lo encabezaba Fidias Elías (†, 1975) que más tarde sería el primer médico de la familia, circunspecto, pero no siempre circunspecto; muy cultivado y de finas maneras, llamado por sus amigos ¨El Conde¨ por manejar su pulcra bicicleta negra erguido y desafiante, dermatólogo, tropicalista y mi admirado mentor, quien reforzara mi deseo de ser médico cuando sentía que era una empresa inalcanzable para mí y él me insuflaba temple y confianza, y a quien mi madre llamaba ¨El Comandante¨.

Bien puesto el nombre, porque entre otros menesteres, era nuestro profesor de mecanografía, temido por su rigidez, -¨¡Si miras el teclado, eres el engañado…!¨, rezaba un carteloncito de su factura colgado sobre la antigua máquina de escribir Remington que se complementaba con sus ojos pelados, escrutadores y decidores; gustaba de comandarnos a los más pequeños en las tareas duras de la casa, tales como eran lavar la piscina rodilla en tierra, vale decir, a pleno sol en el áspero y granuloso cemento del fondo y de los lados, con cloro en polvo y un cepillo de alambre para quitarle el ¨nacido¨ o pátina verde, esa producida por aceitunadas algas unicelulares; bañar los dos perros salvajes de la casa: Tamakún –un chauchau arrechísimo- y Sandy –un cacri sin pedigrí, uno que tampoco se dejaba y a menudo, había que separarlos con el chorro de agua de la manguera para evitar que el de abolengo y mantuano se desayunara con el pobre criollo-; o recoger las hojas del gran jardín frontal de mi casa con muchos árboles; o rastrillar las piedras que lo cubría para dejarlas homogéneas como un jardín zen con mucho sudor y sin la meditación acompañante, para que en cinco minutos se llenara del doble de hojas y hubiera que comenzar de nuevo…, mientras él, erguido como un bambú, el rostro severo, un ¨lunar de vieja¨ protuberante en el surco nasogeniano izquierdo, vestido para la ocasión con un sobretodo de caucho negro, botas de goma hasta la rodilla y un sombrero safari de explorador, dirigía la faena sin implicarse en ella; se me antojaba que sólo le faltaba el bastón de mando para encontrarnos en el ejército británico durante la dominación de la India y con el aguador del regimiento Gunga Din del poema homónimo de Ruyard Kipling (1882-1914).

A Luis (†, 2004), que le seguía, nunca supe por qué mi madre le llamaba ¨el ovejo¨. Francisco o Franco era apodado ¨el negro¨ por su tez algo más oscura que el resto de los hermanos, deslumbraba entre todos por su corrección, disposición para el estudio y credibilidad. A mí me llamaba indistintamente ¨cocoíllo¨ -porque según y que fueron mis primeras palabras, ¡vaya relajo permanente y burlas de mis hermanos conmigo!-, ¨el catire o catirruano¨ -porque era el más blanco de todos y en la infancia tenía el cabello rubio, y mi mamá, siempre orgullosa de su ancestro español, me expresaba que me parecía a ¨los Mendoza¨, especialmente a su tío Juan Bautista Mendoza, ¨hombre elegante, blanco y con los ojos azules¨- y por último, ¨viejo baja¨ -tampoco tengo una explicación para ese tan nombre extraño-. Rompiendo su regla a veces mi padre, porque me parecía mucho a él… me llamaba ¨general Mihailović¨, líder yugoeslavo anticomunista de la resistencia monárquica.

   Al menor, Aziz Efraín (†, 1996), casi que un cuarto estanco, nunca le oí un apodo: enjuto, enteco, flaquito y sobreprotegido porque tenía una profunda depresión central en el pecho atribuida a raquitismo por los tantos embarazos de mi madre y que los médicos llamamos ¨pectus excavatum¨ que por su profundidad, hasta podía llenarse de agua y albergar un pececito de colores, y además, ¨un soplo en el corazón¨, lo que en aquella época de mitos y pocas luces médicas, significaba una sentencia de muerte a corto o largo plazo, y adicionalmente y peor aún, condena a no participar en juegos, deportes o andar vagando en la calle durante las vacaciones julianas rompiendo bombillos con una honda y comiendo nísperos y caimitos…

Podría decirse que el tercer estanco constituíamos un grupo coherente, aguerrido, indómito, capaz de realizar desafueros prontamente sofocados por los mayores y en el peor de los casos, por mi papá: ¡Todos arrodillados en el patio…! o entren al baño y se quitan la ropa que voy con la correa, y no era amago… Allí pagábamos justos y pecadores por igual…

Rememoro que un mediodía caluroso estábamos bañándonos en la piscina de mi casa y Aziz, que tenía prohibido bañarse, con su mirada ingenua y ávida nos observaba a prudencial distancia para no ser salpicado; de repente, el negro Franco me dijo mientras rocheleábamos en el agua:

Rafael, vamos a echarle una broma a Aziz: Yo voy a hacer que me estoy ahogando; tú haces que me salvas y me sacas fuera del agua, me pones boca abajo en el borde de la piscina y le dices que me ahogué, que estoy muerto a ver qué dice, qué hace…¨. Dicho y hecho, se puso en marcha la pantomima, chapoteó, gritó, se sumergió varias veces hasta que quedó encorvado, inerte y flotando boca abajo; con gran trabajo lo saqué del agua y lo puse en el borde, al tiempo que mirando a mi hermanito le decía sin un dejo de piedad,

-¨¡Aziz, Aziz, Franco se ahogó… Franco se ahogó, está muerto…!¨

Su carita de niño inocente trasmutó, se preocupó mucho, se le retrajeron los párpados, saltaron algunas lagrimitas que raudas rodaron por su rostro; sin embargo, entre compungido y sospechoso como estaba, venció el temor y en actitud de comprobación se fue aproximando lentamente al finado yacente al tiempo que alzaba la mano derecha con su pequeño dedo índice extendido. Cuando llegó a estar muy cerca, a través de una brecha en el traje de baño, ¡le metió el dedo en el culo…! Raudo y violento, como picado de tábano, Franco se levantó hecho un energúmeno, mientras Aziz aceleradamente se alejaba del sitio gritando,

-¨ ¡Ja, ja, ja… yo sabía que no estaba muerto, yo sabía que no estaba muerto!¨

Siendo que mi hermanito no conocía las pruebas de comprobación de la muerte, el gesto aquél fue no menos que un portento clínico: La pruebas de comprobación clínica de la muerte que estaban entonces en boga eran numerosas: la del espejo limpio al situarlo frente a la boca o la nariz del sujeto inconsciente: si se empañaba la persona estaba viva, si no se empañaba por ausencia de respiración, equivalía a muerte: era la llamada prueba de Winslow; o la dilatación de la pupila o midriasis pupilar del fallecido por pérdida del control de sistema nervioso autónomo parasimpático, o la ausencia de respuesta constrictora de la pupila a la luz directa; o la pérdida del reflejo proprioceptivo de torsión cefálica o fenómeno de “ojos de muñeca”;  o la ausencia de respuesta al toque de la córnea, tan rica en terminaciones nerviosas sensibles al dolor; o la deshidratación del globo ocular por pérdida de líquido que a la palpación digital aparece como una pelota desinflada, y el tinte gleroso del ojo que se torna opaco y de color gris pizarra… y así, que por tanto y por serendipia, mi querido hermano menor Azizito habiendo ingresado sin saberlo en el campo de la tanatología,

¡Había descubierto un idóneo y rápido procedimiento para comprobar la muerte…!

Desafortunadamente, que yo sepa, por lo repugnante, desconsiderado y antihigiénico, poco se ha empleado en la clínica diaria y hasta ahora, nunca antes se había mencionado con la seriedad que se merece ni había sido publicado previamente… En los tiempos que corren de tanto secretismo y mentira con este pútrido socialismo del siglo XXI que nos acosa, ocurrió que con la penosa enfermedad del Único, siempre me dije que hasta no practicarle la «Prueba del Índice Extendido de Aziz®» y que este test fuese positivo, nunca aceptaría que estaba muerto… Todavía no pierdo la esperanza, pues no me extrañaría encontrármelo un día en la calle admirando la destrucción de MI país, porque yo he visto mucho muerto cargando basura, que vale decir que nada, por más que se proclame y se asevere, puede darse como seguro…

  • Antecedentes históricos.

 

Ser médicos nos sumerge en un mundo de perplejidad y maravilla… Las bases para el diagnóstico de la muerte no han sido estáticas. El concepto de muerte ha ido evolucionando a lo largo de la historia, según ha avanzado el conocimiento y se ha dispuesto de más elementos para determinarla.

En el siglo XX la muerte se definía como el cese de la actividad cardíaca (ausencia de pulso), ausencia de reflejos y de respiración visible, sin embargo, con base a estos parámetros muchas personas fueron inhumadas encontrándose en estado de vida latente o afectadas por periodos de la terrorífica catalepsia –un trastorno repentino del sistema nervioso caracterizado por la pérdida momentánea de la movilidad (voluntaria e involuntaria) y de la sensibilidad del cuerpo-.

Cuando se produce el cese de la actividad cardíaca la sangre queda sometida de modo exclusivo a la influencia de la fuerza de gravedad por lo que se desplaza y ocupa las partes declives del cuerpo cuyos capilares distiende, produciendo unas manchas rojo violáceas, las llamadas livideces cadavéricas (livor mortis). Durante el siglo XVIII, conjuntamente con la descomposición del cadáver era ese el único signo que existía para determinar con certeza la muerte de una persona. Esto era así, porque los métodos que había para predecir la muerte ya descritos: la detención de la respiración o del corazón, no permitían diagnosticar con total seguridad la muerte. Por eso, a fines del citado siglo XVIII y comienzos del siglo XIX, en Europa se crearon sociedades humanas, cuyo objetivo primordial era evitar que a sus socios los enterraran vivos.

Hay innumerables referencias sobre personas enterradas vivas que datan de esa época… ¡A mí… que me cremen! –afirmo yo- Por ejemplo, en Inglaterra se construyeron ataúdes con campanas, para que mediante su tilín repetitivo el posible muerto pudiera comunicar que estaba vivo. Con posterioridad, durante los años sesenta, setenta y finalizando el siglo XX, han surgido modificaciones en los criterios para diagnosticar la muerte.

Se cuenta que durante la epidemia de cólera que azotó Caracas en 1855 los muertos o medio muertos se apilaban en las calles, los médicos en correcorre apenas si tenían tiempo para declararlos muertos y el cuadro de sujetos cargando las urnas de palo en una parihuela rumbo al cementerio era paisaje cotidiano. Se asegura que en uno de esos traslados ¨el muerto¨ comenzó a sacudirse y golpear el techo del féretro; al abrirlo dijo con ojos desorbitados, -¨¡Yo estoy vivo!¨, sin embargo, los responsables del traslado lo cerraron de nuevo diciéndole, -¨¿Vivo tú…? ¿vas a saber más que el doctor…?

Pues bien, y en serio… La definición de muerte está basada en criterios de consenso, pero toda definición de muerte debe cumplir una serie de características: es un proceso irreversible, reproducible -es decir, que siempre ocurre de manera similar-, que es reconocible y que afecta a todas las personas por igual.

 

¶En mi artículo, «Muci-Mendoza, R. Perla de observación clínica. La bella durmiente del Hospital Vargas… Elogio al enigma del estado vegetativo permanente». Gac Méd Caracas 2014;122(4):298-303, se encuentran delineados los modernos criterios de muerte cerebral.

http://anm.org.ve.tmp-ravatech.com/anm/saciverrevista.php

 

  • Complicando el asunto:

¿ y si la luz al final del túnel no es lo que creemos que es…?, ¿por qué la ciencia es cruel y nos quita las esperanzas…?

Desde el comienzo de los tiempos el hombre se ha ocupado de la muerte; algunos escritores de manera estupenda: Simone de Beauvoir en ¨Todos los hombres son mortales¨, donde narra la historia de Raimundo Fosca, noble italiano del siglo XIII que influenciado por los efectos de un elixir de la inmortalidad que lo exime de envejecer y fallecer: casi 700 años de vida, pero… en el mundo de los mortales no hay lugar para los inmortales…

 

  De igual forma que José de Saramago (1922-2010) en ¨Las intermitencias de la muerte¨, narra cómo a partir de la medianoche del primero de enero nadie muere… inicialmente, la gente celebra su victoria sobre la muerte, pero la muerte emerge poco después como una mujer llamada muerte… Ambos autores nos señalan lo trágica que sería la inmortalidad…

Ya los griegos, en el mito de Titono mortal, contaban que Eos o Aurora –en la mitología latina-, le había pedido a Zeus que le concediera la inmortalidad, pedido que el padre de los dioses concedió. Sin embargo, a la diosa se le olvidó pedir también la eterna juventud, de modo que Titono fue haciéndose cada vez más viejo, encogido y arrugado, hasta que se convirtió en cigarra o según otras versiones, en grillo. Así, cada vez que Aurora se despierta por las mañanas y llora, sus lágrimas se transforman en rocío y de las mismas, el pobre de Titono, sacia su sed … Según una antigua creencia cuando le preguntan qué desea, el infeliz de Titono responde en latín: Mori, mori, mori… que significa morir, morir, morir…

Pero como los mortales estamos para frustraciones, a veces el avance de la ciencia acaba con algunos mitos que de alguna forma han hecho parte y esperanza de nuestras vidas. Entre tantas, una de las grandes frustraciones del hombre lo constituyó el saber que la tierra no era plana sino redonda, que nuestro planeta no era el centro del universo y que muchas de nuestras conductas no eran conscientes, sino guiadas por el inconsciente…

 «La luz al final del túnel» o «el túnel de los muertos», representa un fascinante fenómeno neurológico descrito por pacientes de diversos grupos etarios y en diferentes culturas y religiones que han experimentado una muerte clínica transitoria o han estado en las cercanías de la misma. ¡Cómo esperaba yo que eso me ocurriera algún día…!

La experiencia de atravesar el puente hacia la nada en medio de paz y tranquilidad e imbuidos de gran placer, la percepción de imágenes místicas o el recibimiento jubiloso por otros difuntos, padres, familiares, maestros o amigos no dejaba de ser para mí una deseada ficción… Así pues, moverse sin esfuerzo y felizmente a lo largo de un oscuro pasillo o túnel hacia una luz vívida y maravillosa, no podría más que interpretarse como el límite entre la vida y la muerte, o el propio ingreso al paraíso. Por otro lado, nos había fascinado que entre los agregados de aquel estado transitorio, había también una rápida y extremadamente detallada serie de recuerdos de la vida: una autobiografía de relámpago, o aún una película personal más gradual, situación que se presenta cuando uno sale de un coma.

Pero, ¡vaya decepción! Resulta que ahora se nos dice que tan sólo forma parte de experiencias ‘normales’ que se suceden al sufrir una situación de grave compromiso sanguíneo cerebral. Todos los informes coinciden en la descripción del momento: autoscopia u observación del desprendimiento de uno mismo del cuerpo yaciente observando desde arriba o desde una esquina de la habitación lo que ocurre en el entorno: los médicos y enfermeras afanados en el proceso de recuperación, empresa tantas veces fútil, abandono del mismo, seguido del consabido viaje… Pero… la vuelta al cuerpo puede ser abrupta, como cuando, por ejemplo, el ritmo cardíaco es restaurado a un corazón detenido por el fogonazo de un desfibrilador. Cómo no producir en muchos pacientes la certeza de una vida después de la vida, y que a tantos ha llevado a transformar sus existencias en el sentido espiritual…

El que la luz al final del túnel forme parte de las «experiencias cercanas a la muerte», y sea la manifestación normal de un cerebro en falla durante un evento traumático, no deja de tener para mí un profundo sinsabor de amargura. Según Watts el concepto de las experiencias cercanas a la muerte fascina a las personas porque nos atrae y nos gusta la idea de que los humanos sobrevivimos a la muerte del cuerpo, pues siempre se nos había advertido que nadie había regresado del mundo al que íbamos para contarnos cómo era…

 Muchos consideran estos eventos como fenómenos paranormales, sin embargo para nuestro desencanto, estudios científicos han demostrado que son solo efectos ¨normales¨ esperados cuando la hipoxia o falta de oxígeno estimula ciertas áreas cerebrales sensibles y específicas, por ejemplo, en momentos en que el ojo comienza a ser desprivado de sangre y oxígeno: En el caso de la luz al final del túnel, el estímulo puede recaer bien en las neuronas de la corteza del lóbulo occipital o área visual primaria –asiento de las áreas de interpretación de lo que vemos-, o en los fotorreceptores o receptores de luz de la retina afectados –capa de conos y bastones, primera neurona de la vía óptica-, durante la fase de recuperación de la muerte y no durante el evento “per se”.

Una de las certezas más comunes de una ¨experiencia cercana a la muerte¨ (ECM) es la «conciencia de la propia muerte»; sin embargo, bien vale la pena describir qué ocurre en las ¨crisis epilépticas de éxtasis místico¨, que aunque son raras pues solamente ocurren en algo así como 1 o 2 por ciento de los pacientes con epilepsia del lóbulo temporal, se caracterizan por episodios paroxísticos y recurrentes durante los cuales se modifica la esfera afectiva de los pacientes; y así, son descritos como sentimientos positivos e intensos donde no hay referencia a lo sexual, sino percepción de ‘bienestar’, ‘placer’, ‘plenitud’, ‘paz’ o ‘belleza’, entre otras similares calificaciones.

No obstante, en el último medio siglo se ha visto un enorme aumento en la prevalencia de otros estados a veces impregnados de alegría religiosa y asombro, «visiones celestiales» y voces y, no infrecuentemente, de conversión religiosa o metanoia, vocablo del griego que denota una situación en que en un trayecto ha tenido que volverse del camino en que se andaba y tomar otra dirección. Fue precisamente lo más llamativo de la enfermedad del escritor Fyodor Dostoievsky (1821-1881) y su relato personal de lo que se denomina un aura extática: un sentimiento de armonía y felicidad absolutas que experimentaba antes de cada crisis y así lo describe: «Siento que el cielo ha descendido a la tierra y me envuelve. Realmente he alcanzado a Dios que se introduce en mí. Todos vosotros, personas sanas, ni siquiera sospecháis lo que es la felicidad, esa felicidad que experimentamos los epilépticos por un segundo antes de un ataque».

Esta experiencia mística se ha comparado con la visión del paraíso de Mahoma, el misticismo de Teresa de Jesús o los ‘sueños’ de Juana de Arco. Precisamente, entre ellas existen las llamadas ¨experiencias fuera del cuerpo¨ (EFC), que son más comunes ahora que más pacientes pueden ser traídos a la vida después de paros cardíacos; y aquellas otras experiencias más elaboradas y pertenecientes al numen como manifestación de poderes religiosos o mágicos: ¨experiencias cercanas a la muerte¨ (ECM).

Pero la razón fundamental de que las alucinaciones -cualquiera que sea su causa o modalidad- se perciban tan verídicas, es porque se implementan a través de los mismos sistemas cerebrales que las percepciones reales. Uno alucina voces porque se activan los propios centros auditivos; cuando el objeto de la alucinación es una cara, se estimula el área fusiforme en la base cerebral que normalmente es la encargada de percibir e identificar rostros en el ambiente, cuando se alucinan imágenes es porque están involucrados la retina o el córtex visual.

Neurológicamente, las EFC son formas de ilusión corporal derivadas de una disociación temporal de las representaciones visuales y proprioceptivas; normalmente, estas son coordinadas, por como uno ve el mundo incluyendo nuestro cuerpo, desde la perspectiva de los propios ojos, de la cabeza, etc. En las EFC, los sujetos sienten que han abandonado sus cuerpos, que parecen flotar en el aire y la experiencia puede sentirse ya gozosa, ya aterradora, ya neutral. Pero por su naturaleza extraordinaria, vale decir, la aparente separación del «espíritu» inmaterial del cuerpo material, son improntas indelebles en la mente y pueden ser tomada por algunas personas como testimonio de un alma inmaterial, una prueba de que la conciencia, la personalidad y la identidad son capaces de existir independientemente del cuerpo y sobrevivir incluso a la muerte corporal.

Luego de mis divagaciones que desde felices anécdotas de mi niñez me han traído hasta la muerte y los fenómenos cercanos a ella, y después que les haya arrebatado la esperanza certera de una vida después de la vida, luego de tantas frustraciones infligidas por mi pluma, algo tengo que darles a cambio; les ofrezco los diez criterios para una buena muerte de Edwin S. Shneidman (1918-2009), un suicidólogo y tanatólogo estadounidense quien junto con Norman Farberow y Robert Litman fundó en 1958 el Centro de Prevención de Suicidios en Los Ángeles, California, institución para la investigación del suicidio, la creación y desarrollo de centros de crisis y el establecimiento de tratamientos para prevenir la muerte violenta.

 

Los diez criterios para una buena muerte 

 

  1. 1. Que sea natural: 
    Una muerte natural es aquella que no resulta como consecuencia de accidente, suicidio u homicidio.
    2. A edad madura:
    Luego de los 70 años, en condición de lucidez y con experiencia de vida, tras haberla saboreado plenamente.
    3. Que sea esperada:
    Ni súbita ni inesperada, poseedora aunque sea de mínima posibilidad de advertencia -al menos unas semanas antes-.
    4. Que sea honorable:
    Que reciba honras finales y sin señalamientos amargos, esto es, con un obituario positivo.
    5. Que esté preparada:
    Esto es, que los arreglos legales y costes fúnebres queden cubiertos previamente.
    6. Que sea aceptada:
    Con la aquiescencia que lo inmutable de la naturaleza y el azar exigen.
    7. Que sea civilizada:
    Con la presencia de al menos algunos de los seres queridos y en un entorno grato para el que se va.
    8. Que acabe generativa:
    Habiendo entregado quien muere su legado de sabiduría, memoria y experiencia acumulada.
    9. Que sea compungida:
    De modo que pueda apreciarse el estado emocional propio que es una mezcla agridulce de pesar, añoranza y consideración por el que ha partido, pero sin abatimiento total.  Es mejor si quedan proyectos inconclusos pues nos recuerda que ninguna vida es “completamente completa”.
    10. Que sea pacífica:
    Que la escena final sea llena de amistad y amor, con el dolor físico controlado si es posible.
    Finalmente, Shneidman ponderadamente ofrece lo que él considera «la regla de oro» para una buena muerte, centrada en los supervivientes pero recomendada con empeño a quien muere:

«Apóyate lo menos posible en ellos».

Esto es, que nuestra muerte, en lo posible, cause la menor cantidad de dolor a los que nos sobrevivan.

 

(Schneidman E. Criteria for a good death. Suicide Life Threat Behav. 2007; 37:245-247)

 

A cierta edad no podemos derrochar las horas del reloj y cada minuto por venir debe estar acompañado de un nuevo aprendizaje. Vida y muerte se suceden todo el tiempo, cada despedida, cada cambio es una pequeña muerte que da lugar a algo nuevo. No hay creación sin destrucción, no hay renovación sin muerte, no hay algo novedoso si primero no existe el vacío, por ello debemos dar la bienvenida a la muerte y a su inventor…

Elogio de lo incomprendido: Aquel que protege nuestra práctica desde el Más Allá…

¨No quiero demostrar nada; sólo quiero mostrar¨

 Federico Fellini (1920-1993)

 

Era el doctor Gabriel Trómpiz Graterol (1907-1985), Profesor Titular y Jefe de la Cátedra de Clínica y Terapéutica Médica B de la Escuela José María Vargas de la UCV cuando yo ingresé a ella en 1966 como Instructor por Concurso. Había sido Director de la Sección de Terapéutica Experimental y Profesor de Patología Interna de la Universidad de Caracas, y, además, escritor, un auténtico y genuino bolivariano, autor de libros, filósofo de la medicina…

   Recuerdo que en quinto año le oí una clase memorable sobre las experiencias del médico catalán Josep Trueta, descubridor de la doble circulación renal quien publicó sus hallazgos en inglés en 1947 y dos años más tarde en español (“Estudios sobre la circulación renal”).

Comentaba que en los Estados Unidos se hablaba del ¨Trueta Shunt¨ para definir, como en casos de shock clínico o experimental se produce una desviación de la circulación desde la corteza renal hacia la médula, camino por el cual el tránsito es más rápido, con lo que se reduce la perfusión cortical llegando hasta a detenerse y desaparecer. Así, la sangre no tiene oportunidad de ceder el oxígeno a los ovillos glomerulares. Prueba de ello, es la existencia de una misma concentración de oxígeno en la sangre tanto en la vena renal como en la arteria. A resultas, ocurre pues una necrosis aguda o destrucción total de la corteza renal.

Siempre llamó mucho nuestra atención que el Maestro Trómpiz, a la usanza europea, nunca se quitaba el paltó y usaba la bata blanca por encima dando la impresión de que ya se iba. Era sujeto de lustre universal y un médico enterado y compasivo. Gustaba de la observación y de la elucubración intelectual, de la investigación clínica simple con acures y conejos que pudiera realizarse en el confinado ámbito del Servicio, y se definía “como un profesional que andaba más entre ideas y sufrimientos de los enfermos que entre hermosas páginas de literatura o retórica”.

No era persona de exageraciones o liviandades, antes bien, era sobrio, serio y comedido. Así, que, cuando cierto día me dijo que si yo estaba dispuesto, me haría una confidencia, me presté honrado a oírla con especial atención… Muy conturbado y emocionado me contó una anécdota que recién le había ocurrido y que, de sólo recordarla, todavía me recorre un escalofrío con cutis anserino o piloerección. Sus palabras fueron más o menos las siguientes.

-“Mire Muci, alrededor de la actividad de un médico practicante ocurren hechos extraordinarios que pasarían totalmente desapercibidos si él no atesorara en sí mismo, una disposición clara y abierta a escuchar lo que el paciente traiga a su consideración, no importando el contenido de la confidencia ni las creencias que animen la queja; por tanto, un buen médico debe ser un receptor desprejuiciado y comprometido, un real y leal depositario de los hechos que se le confíen, cualesquiera que ellos sean… Le ruego su atención…”

-“Resulta que un día, ya entrada la tarde terminaba mi consulta; estaba muy fatigado por un largo día de lleno de vicisitudes y en disposición de irme a casa a reposar. En eso mi secretaria me informó que una cercana amiga, sin llamar anticipadamente, me había traído a su hija Sara de 15 años para que la examinara. Indispuesto por la intromisión sin previo aviso, la hice pasar y cuando su madre me expresó que tenía fiebre y le dolía la garganta, pensé que nada particularmente importante podía tener aquella joven, que, a mis ojos, lucía tan saludable:

Y así, a priori, no resistí la tentación de pensar que se trataba de una simple faringitis y me senté de nuevo en el escritorio que había dejado momentos antes, sin parar mientes en la facies sardónica o máscara tetánica con aspecto de concentración de la mitad superior de la cara y risa forzada, de volada le escribí una receta. Me despedí y abandoné el área de consulta en mi camino de vuelta a casa. Fue entonces cuando fui compelido a devolverme, tomar un depresor lingual y pedirle que abriera la boca. Quedé estupefacto cuando noté que no podía hacerlo y solo entonces pude percibir aquella facies previamente ignorada y que debía serme tan familiar…

Inmediatamente pensé en tétanos y en efecto, existía el antecedente de que había pisado un clavo una semana antes cuando descalza, caminaba en el jardín de su casa recién abonado con bosta de vaca… Le pedí a uno de mis alumnos que de inmediato la hospitalizara, así que luego de algunos días de rigideces, opistótonos, convulsiones y temblores, con el tratamiento apropiado el cuadro remitió, y la joven sanó sin que quedaran secuelas… Me sentía contento de haber tenido aquel momento luminoso, para mi inexplicable…”

-“Pasó el tiempo, olvidé lo ocurrido, y cierta vez me encontré con su madre en una reunión social. Al preguntarle por su hija, rápidamente me dijo que Sara se encontraba muy bien y totalmente recuperada, pero que la causa de su gran preocupación actual era su hija mayor de 22 años, Amalia, hermana de aquella. Esta joven había sido siempre retraída, tímida, muy timorata e indecisa, todo la sobresaltaba, la ruborizaba y la llenaba de miedo, al punto de que soliendo ir a menudo a la playa los fines de semana, la familia tenía preferencia por acampar en una playita resguardada y poco frecuentada, una ensenada de tranquilas aguas sembrada de cocoteros alineados en semicírculo a la orilla del mar… para que así, la niña no cogiera mucho sol. Amarraban un mecate a un tronco y el otro extremo lo asían a una tripa de automóvil inflada. Allí la sentaban, siendo que las olas ya moribundas y sin fuerzas, vinieran a mojarle las piernas… Nunca se atrevió a entrar al agua, ni siquiera en compañía de sus hermanos, magníficos nadadores…”

-“A medida que la señora me contaba los hechos que constituían ahora su gran tribulación, sus ojos se abrían en forma desmesurada en busca de ayuda, de un destello de luz en los ojos míos… Pues bien, ocurrió que un domingo, uno de sus hermanos se aventuró mar adentro. Todos le gritábamos indicándole que regresara porque estaba muy lejos de la playa y en peligro de ahogarse. Él no oía o hacía caso omiso de nuestra preocupación, y nuestros gritos se fueron transformando en angustiosos alaridos.

En una de esas, la joven también muy turbada se incorporó en el centro de la tripa, se empinó como quien quiere ver más lejos, gimoteando y repitiendo que su hermano se iba a ahogar. Repentinamente elevó los brazos, los trajo a su pecho golpeándolo y lanzando un agudo grito se echó al agua… Para sorpresa de todos, se fue nadando… para colmo, lo hacía con gran destreza y rapidez, así que llegó hasta donde su hermano, lo asió por el cuello y lo trajo de vuelta a la playa sano y salvo… A su arribo, su cara estaba totalmente transformada, vultuosa, sus rasgos se habían endurecido, las venas de su frente, cuello y cara estaban ingurgitadas y tortuosas, con voz gruesa hablaba un lenguaje inextricable aderezado con gruesas vulgaridades nunca acostumbradas por ella.

Tomó del suelo una botella de ron que habían traído sus hermanos, y para más estupor y confusión de todos, elevándola, trago a trago, apuró todo su contenido. Entonces dijo con altivez ser el Cacique Guaicaipuro… Pasado algunos momentos de tensa expectación, bajó la cabeza, adoptó una postura de recogimiento y con voz pausada y tranquila, expresó que era el doctor José Gregorio Hernández, el médico de los pobres… Y desde entonces, aquellas trasmutaciones se repetían casi a diario, sin cesar: Dos personalidades diametralmente opuestas, habían poseído el cuerpo de la joven…”.

-“Bueno amigo Muci, ¿qué pensaría usted de una historia como esta…?  -En mi caso, simulando compostura para no sonreír, pensé ¿qué otra cosa podría diagnosticarse como no fuera un caso de histeria mayor?- La señora continuaba expresándome su preocupación y pidiéndome que la ayudara, que me acercara a su casa para que la viera, hablara con ella, la examinara y se la curara como había hecho con Sara, pues sería imposible sacarla de su habitación para llevarla a mi consulta. Pocos días más tarde, con motivo de una fiesta familiar, se presentó la oportunidad. Yo asistí y a las mil y quinientas, pudieron hacer que la muchacha, muy a regañadientes, se acercara a la sala donde todos departíamos.

Alborotado el cabello, huraña, encorvada, desaliñada y asustada, la facies terrosa con círculos cenicientos alrededor de los ojos, apenas si elevó los ojos en señal de saludo y en la V de su escote brotaron los rojizos parches de un eritema a pudoris. En algún momento de la reunión familiar lanzó el consabido y aterrador grito, su cuerpo se enervó, su facies transmutó endureciéndose su semblante y dando inicio a su crisis mayor en medio de un lenguaje críptico abundoso en extrañas palabras, exclamaciones obscenas y sacrílegas. La botella de ron, la invitada de necesidad, salió a relucir para que no se tornara más violenta. La tomó trago a trago y completa en un envión sin que pareciera afectarla, mientras miraba a la concurrencia con ojos desafiantes. Yo, observaba maravillado y absorto la escena, pensando de nuevo que se trataba de un caso de múltiple identidad inducido por un paroxismo histérico¨.

¨Transcurridos algunos minutos de aquel drama donde todos estábamos por demás expectantes e impresionados, ocurrió la conversión… Se apoderó de su rostro la calma y el sosiego, adoptó una actitud monástica, entrelazó los dedos de sus manos, inclinó la cabeza y entornó los ojos. Con voz muy suave y pausada se dirigió hacia mí y me dijo estrechándome la mano…”

 -“¡Yo le conozco doctor Trómpiz! ¡Qué bueno tenerle en persona porque deseaba conversar con usted pues hay entre nosotros mucho en común! Usted como yo, ayuda a los enfermos pobres, ambos ejercimos en el Hospital Vargas y ambos también, salvando los tiempos, somos profesores universitarios por convicción y acción…”. Aquel lenguaje tan cultivado y fino, distaba mucho del que había escuchado minutos antes… Habló del Hospital, de Razetti y sus tertulias con estudiantes en el patio de Vargas, de sus respetados colegas de entonces empeñados como él en modernizar la medicina, de la práctica profesional de su tiempo mostrando conocimiento y pasión, pero… de pronto, interrumpió su discurrir histórico y mirándome a los ojos me dijo:

 -“¡Por cierto que yo le he ayudado en muchas ocasiones…!”

Sonreí para mis adentros y me dispuse a llevarle la corriente…

-“¿Cómo es eso?” –le repliqué con mal disimulado cinismo-,

 -“Pues sí doctor Trómpiz, ¿recuerda usted cuando Sara y su tétanos fueron a visitarle a su consultorio y usted ya se retiraba sin haberla examinado? Pues bien, fui yo quien al oído le susurré que se devolviera, tomara una paleta y le abriera la boca…”

 

Viniendo esta anécdota de boca del doctor Trómpiz, no tuve más que creer en la veracidad de los hechos y pensar en lo incomprendido, en lo extraño, en lo supernatural, en la dificultad que tenemos los médicos para aceptar o explicar fenómenos extraños que a diario ocurren a nuestro derredor. Somos ¨científicos¨ ciegos y sordos, deambulando en una comarca donde los hechos extraordinarios nunca suceden, parecen no mostrársenos y por tanto nos son ignorados; más aún, los pacientes no quieren expresarnos sus vivencias por temor a suscitar un gesto de desaprobación, una respuesta escéptica o quizá, tan sólo una sonrisa burlona…

¿Un simple caso de la vieja histeria de Charcot?, ¿esa que ya figuraba en referencias en los papiros egipcios, y que luego Platón el filósofo e Hipócrates el médico, hicieran su descripción y que según un mito griego se pensaba que la matriz deambulaba por el cuerpo de la mujer y cuando se aposentaba en el pecho, causaba enfermedades –del griego hystera o matriz-? Más tarde Galeno de Pérgamo estigmatizó a la mujer al escribir que era causada por la privación sexual especialmente en aquellas damas apasionadas, y por ello, con frecuencia se abusó de su diagnóstico en ¨señoritas viejas¨, vírgenes, monjas, viudas y por ocasión en mujeres casadas. Durante el Medievo y el Renacimiento no se hizo esperar que con el diagnóstico viniera aparejado el tratamiento: Matrimonio si la mujer se encontraba soltera; coito repetido si era casada y el ¨masaje¨ de una comadrona como recurso heroico. Todavía por los ríos subterráneos de la medicina se deja oír con desprecio, ¡A esa lo que le falta es hombre…!

Pero, ¿no sería lo de Amalia ese inquietante trastorno de la psiquiatría designado como trastorno disociativo de identidad o trastorno de personalidad múltiple? Quizá…, a lo mejor alguna forma de psicosis… Nunca lo sabremos… Algo parecido a ¨Sybil¨, la historia real de una mujer poseída por 16 diferentes personalidades. Sybil (1976) es un caso real llevado a la literatura por Flora Rheta Schreiber y basado a su vez en la vida de Shirley Ardell Mason, y posteriormente trasladado al cine y a una miniserie de televisión. La joven exhibía un asombroso total de 16 personalidades diferentes; sufría de la enfermedad como consecuencia de graves abusos sexuales en manos de su madre. A partir del libro, múltiples casos se sucedieron al margen de la Asociación Americana de Psicología (APA) que solo reconocería este trastorno en 1980.

¿Por qué finalmente lo reconoció? Luego de publicado el caso de Sybil a través del libro y el filme, se desvelaron las características del trastorno de identidad disociativo; algunos miembros de la APA estuvieron en desacuerdo y al considerar su inclusión afirmaron que era un ¨reconocimiento mediático¨ lo que había afianzado la presencia del trastorno. Algunos todavía cuestionan su validez pues antes del éxito de Sybil apenas se habían descrito una cincuentena de casos, mientras que después el número ascendió a unos cuarenta mil, la mayoría diagnosticados en Estados Unidos, lo cual daría pie a pensar que es un trastorno de creación cultural y sustentado por medios de comunicación. Podría uno preguntarse si un fenómeno mediático puede fomentar la emergencia y desarrollo de una psicopatología… ¨Las tres caras de Eva¨, también pertenece a esta categoría de libros y una película de 1957 basada en hechos reales giraba en torno a Chris Costner-Sizemore que también sufrió un trastorno disociativo de identidad.

Sobre la psicopatología de la conciencia, asentaremos que dentro de ella se enmarca uno de los fenómenos psiquiátricos más extraordinarios e inquietantes descritos: la múltiple personalidad. Esta condición se caracteriza por la existencia de dos o más personalidades o estados de personalidad en el paciente; cada una con sus partes constituyentes de percibir, relacionarse y pensar sobre el ambiente y sobre el Yo. En un momento dado por lo menos una de estas dos o múltiples personalidades, toman el control de la conducta y ello ocurre de forma recurrente. Otra de las características definitorias de este fenómeno es la invariable presencia de amnesias localizadas, que se distinguen por que el paciente suele afirmar una y otra vez que es incapaz de recordar amplios períodos de su vida.

Podría discutirse la pertinencia del traer a colación el caso de Amalia, el porqué de la escogencia de los dos personajes de la historia que protagoniza, tan disímiles, tan radicalmente opuestos: un recio cacique representante del coraje, la valentía y la libertad, y un médico santo entregado total e incansablemente a la cotidiana asistencia de los enfermos, sin reclamar a los pobres estipendio alguno, y que atendiendo los cuerpos, a la vez curaba las almas con gran amor; ambos, haciendo fidedignas confidencias por interpuesta persona es un algo imposible de explicar…

Así que yo, desde aquella revelación de mi maestro, siento que el Santo me respira en la oreja… Pienso que es él quien me susurra: ¿acaso no le vas a hacer un tacto rectal a este paciente?, ¿no le vas a preguntar a esta joven señora taciturna y triste cómo anda su matrimonio o cómo marcha su vida sexual?, ¿vas a confiarte en un informe radiológico en vez de mirar las radiografía con tus propios ojos y opinar en consecuencia…?, o ¿es que no te compadeces por el aislamiento en que vive el hombre enfermo en estos convulsionados tiempos donde en tu medicina fría y mecanicista no cabe el humanitarismo y le aíslas aún más…?, ¿es que no vas a acompañar al paciente pobre en esta horrible coyuntura histórica llamada socialismo del siglo XXI donde un régimen despótico le engaña, le ignora y le utiliza…?

En una ocasión y en la década noventa del siglo pasado, en un artículo publicado en mi columna ¨Primum non nocere –Primero no hacer daño-¨ del Diario El Universal de Caracas, me referí a José Gregorio con el título, ¨El residente más viejo de mi Hospital… ¡Es un santo!¨. ¨Ese mismo –decía-, que nos acompaña en el día a día y susurra en nuestros oídos palabras de estímulo para seguir adelante no obstante la adversidad que nos arropa, nos llama la atención, nos plantea diagnósticos diferenciales, está allí para nosotros y para todos sus pacientes rescatándoles parte de la esperanza perdida…¨.

El hombre primitivo inició lo que podría llamarse la protopsiquatría, y arrinconado por sus miedos atribuyó un origen sobrenatural a la enfermedad, y muy especialmente a la enfermedad mental, ideando intervenciones terapéuticas para expulsar demonios, diablos y espíritus malignos mediante trepanaciones craneales. Más tarde entre los antiguos judíos, los griegos, los egipcios y los chinos se emplearon rituales de exorcismos para extirpar del cuerpo los entes diabólicos enconchados en sus entretelas. Como bien se ha dicho, esta concepción prevaleció hasta Hipócrates de Cos (460 a 370 a.C.), quien arrebató la enfermedad a los dioses para entregarla a la responsabilidad de los hombres clasificando la enfermedad sobre la base de los cuatro temperamentos que modulaban la situación emocional del afectado: colérico, sanguíneo, melancólico y flemático.

En 1563 se publica un texto de demonología, De Praestigiis Daemonum de la pluma del holandés Johann Weyer (1515–1588) al que se considera como padre de la psiquiatría moderna pues en ella denuncia la demonología oficializada del Malleus Malleficarum (¨El martillo de las brujas¨) que vio la luz hacia 1487 y en el cual se adiestraba sobre la detección del poseído, el examen del sospechoso de contubernio con El Malo y la posterior condena de brujos y brujas que terminaban calcinando sus huesos en la pira del martirio.

Pobre de Amalia si hubiera vivido en aquellos tiempos de ignorancia… La psiquiatría de nuestros días permite dar explicación a muchos fenómenos llamados paranormales: esquizofrenia, epilepsia, alucinaciones hipnagógicas e hipnopómpicas (aquellas que se producen en un estado intermedio entre el sueño y la vigilia, es decir, ocurren cuando nos estamos despertando) y muchas más que nos ayudan a esclarecer tal vez, algunos casos con apariencia sobrenatural.


La ciencia y el pragmatismo nos nublan la mirada acerca de hechos que a diario ocurren ante nuestros ojos; aunque el corazón conoce de cosas que no alcanzan a ver los ojos, rechazamos lo que la fisiología, la bioquímica y la fisiopatología no nos pueden explicar; por ello, atacamos con fiereza digna de mejor causa las creencias del paciente, aquello que no entendemos y no encaja dentro de nuestras concepciones médicas, y por tanto, los enfermos se cuidan mucho de no molestar nuestro señorío y se reservan sus vivencias y concepciones de la enfermedad; así, nosotros perdemos oportunidades de ampliar los horizontes de nuestra comprensión y de crecer en medio de ella.

Thomas Carlyle (Escocia, 4 de diciembre de 1795 – Londres, 5 de febrero de 1881), historiador, crítico social y ensayista británico escribió:

¨La tragedia de la vida no es tanto lo que el hombre sufre, sino aquello de lo que se pierde¨.

rafaelmuci@gmail.com

Yanomamos, ¨gente nuestra¨: No olvidemos la lección de Minamata…

Homenaje al Padre Luis Cocco, S.D.B. y su libro ¨Iyëwei-Teri¨,

quince años entre los yanomamos¨ (1972), cuya lectura me desveló una

extraordinaria cultura nostra que debe ser protegida

so pena de decretarse su desaparición…

 

El aroma plácido del cilantro de un hervido de gallina se cuela subrepticiamente en mi estudio cuando me dispongo a escribir acerca de admirados compatriotas y amigos, rechazados, olvidados, diezmados y poco menos que ciudadanos de tercera… Es de los yanomamos, esa etnia prodigiosa del confín de la amazonia venezolana a quien voy a referirme.

Ejercer la docencia a plenitud, con desprendimiento y real deseo de enseñar, comunicar y educar, tiene sus frustraciones, pero también sus muchas recompensas. En este momento rememoro a un alumno mío del postgrado de medicina interna del Hospital Vargas de Caracas en la década 70, el doctor Wilmer Pérez, inteligente, atento con los pacientes, estudioso y brillante, amante de los deportes extremos y del turismo de aventura. Nada de lo que para aquella época se practicaba le era extraño: Alpinismo, paracaidismo, espeleología… Siempre nos sorprendía con alguna hazaña o con algún desaguisado, como aquel de llegar a la Consulta Externa febricitante y desencajado con un paludismo a falcíparum adquirido en un viaje al Amazonas con miembros de la Comisión de Fronteras, o como ese otro, cuando navegando en un bongo a través de una tupida vegetación, se desprendió desde lo alto un rollo de boa no invitada…

 

Muchas veces nos había invitado a acompañarle en uno de sus tentadoras travesías. Al doctor Herman Wuani, nuestro querido mentor, Jefe de Servicio y Cátedra y mi a persona nos había entusiasmado la idea, pero desde el día de la boa, nuestro maestro cambió de opinión, ¡Míquiti, por aquí! –nos dijo…

Todavía me pregunto cómo me decidí a acompañarlo, siendo más bien receloso con la pérdida de mis comodidades y el emprendimiento de nuevas aventuras no médicas, pero en un arranque de adolescencia que no me quedó nada bien, me olvidé de Graciela y mis menores hijos Rafael Guillermo, Gustavo Adolfo y Graciela Cristina, no medí los riesgos que podría afrontar y acepté. Y así fue, en dos rústicos, un Toyota donde íbamos Wilmer y yo, y una Land Rover donde viajaban un joven alpinista y aventurero escocés y un indiecito yanomamo como intérprete, salimos de madrugada de Caracas.

Para poder gozar de un puesto en un bongo, debíamos llevar al menos el aceite para los motores fuera de borda. Quince cajas en total, lo que dejaba poco espacio en los vehículos inclusive para la comida. Tomamos el camino hacia el llano cuando el invierno ya se había ido, pero era muy reciente y las trochas y caminos estaban todavía fangosos. Pasamos por varias ciudades llaneras, San Juan de los Morros y San Fernando de Apure… Dado el mal estado de las vías, a menudo nos pegábamos en el fango y teníamos que bajar aquella cantidad de latas de aceite para luego subirlas y más adelante pegarnos de nuevo y repetir ad infinitum aquel Suplicio de Sísifo con su piedra…

Y así, atravesando potreros, durmiendo a la intemperie y apreciando la bóveda celeste preñada de luceros y estrellas fugaces, con nuestro guía Wilmer orientándose impecablemente por las estrellas. Al fin y en medio de un gran calorón, llegamos al río Arauca, río de arrastre de color amarillo turbio. Estacionamos al lado de una casa sombreada por un árbol bondadoso… Varios llaneros estaban sentados sesteando en el suelo y nos miraron con supina indiferencia. Mis jóvenes compañeros inmediatamente se quitaron la ropa, y corriendo desnudos en pelota con sendos chapuzones se lanzaron al agua.

Yo no me pregunté qué hacer, aunque más viejo no podía quedarme atrás, así que también en pelotas pero con temor, hice lo mismo; por supuesto, llegué tras ellos. El agua estaba fresca y deliciosa y el fondo de las orillas era fangoso y pegajoso. Todos atravesamos el río sintiendo pequeños mordisquitos en las piernas sin ninguna consecuencia, y de vuelta llegamos al improvisado muelle a esperar secarnos. Yo me dirigí a uno de los llaneros y le dije,

-¨¡Caramba amigo! ¿Cómo es posible que con este calorón ustedes no se estén bañando en el río…?¨

Sin inmutarse ni cambiar la indiferente expresión de su rostro me respondió,

¨Mire señor, lo que pasa es que ese río está cundío de caribes…¨

Me quedé de una pieza, mudo y pensativo; Wilmer que siempre tenía una respuesta me sacó de mi abstracción diciéndome,

-¨No se preocupe doctor Muci que si no hay sangre, ellos no muerden…¨

Pensando en Graciela y mis hijos no atiné sino a decir, ¨¿Cóoomo…?¨

Seguimos nuestro camino atravesando riachuelos cristalinos donde podían verse rayas mimetizadas en la arena con sus arpones dispuestos. Ya me habían advertido de que debía caminar arrastrando los pies, pues si pisaba una, si me picaba una raya el accidente sería dolorosísimo y… no había mujeres con la regla por allí que aportaran la milagrosa ¨agua de turraja¨, de cuyas propiedades analgésicas y curativas en accidentes tales, nadie dudaba… En chalanas atravesamos otros ríos, en sucesión el Capanaparo y el Cinaruco; en este último, majestuoso, no había chalanero así que entre los cuatro halando un mecate pudimos atravesar el río dos veces en dos sentidos para pasar los dos rústicos, uno cada vez. En el centro el caudal y la fuerza del río arrastraban al máximo la barcaza tensando aquel mecate que parecía que se iba a romper.

Al fin llegamos al Puerto Páez venezolano, frente al Puerto Carreño colombiano, ambos sobre el Río Orinoco y cercano a la confluencia con el Río Meta. Con hambre atrasada y pareja, tuvimos un desayuno con huevos, arroz, tajadas de plátano y carne de danto que se me antojó deliciosa… Desde allí en bongo, Orinoco arriba para llegar a Puerto Ayacucho y después pasando frente a San Fernando de Atabapo.

Conocí a los integrantes de la Comisión de Fronteras, todos jóvenes, tipos simpáticos y acogedores, muy conocedores, pero a mi manera de ver, algo estrafalarios. Recuerdo un día de mucho calor en que viajábamos con el sol sobre el lomo y nos detuvimos en una playa del río a refrescarnos. Uno me preguntó si sabía y quería esquiar. Yo no era buen esquiador, pero lo había practicado varias veces en  Boca de Aroa,  así que acepté el reto y me ofrecí…

Vestí un chaleco salvavidas, me calcé los esquís, me sujeté de la cuerda y un veloz bote de goma de esos que llaman ¨voladoras¨, me tiró desde la orilla y salí literalmente volado en contra de la corriente mientras la rauda brisa chocaba en mi cara. La sensación fue extraordinaria: ¡Nada menos que yo esquiando en medio del río Orinoco! ¡Quién podría creérselo! Un privilegio que nunca pensé obtener. Su superficie plana y sin olas parecía un plato salpicado de visos plateados y tornasoles. Al cabo de unos minutos, imagino que se me cansó una pierna, perdí un esquí o qué se yo, me caí dando varias volteretas sobre la superficie, aunque sin hacerme ningún daño. Impresionante la fuerza con que el río me arrastraba donde parecía sentirme envuelto por una fuerza elástica y potente.  Volteé hacia los lados y no vi la voladora… Me entró un friíto pero conservé la calma. En eso vi a lo lejos a mis amigos quienes se acercaban raudamente hasta llegar a mí, me tiraron un mecate con un salvavidas y me subieron a la lancha… Allí acabó mi odisea con la pérdida de los esquís, pero aprendí que yo no era tan cobarde como creía, y además muy de cerca conocí sobre la imbatible fuerza del río. Increíble que eso me haya pasado a mí, un citadino impenitente, pero así fue, como lo cuento… Increíble la velocidad del río aquel, más increíble que eso me haya pasado a mí, pero así fue…

En medio de un desespero controlado recordé la descripción que del Orinoco hizo el Almirante Colón,

¨No creo que se sepa en el mundo de río tan grande y tan fondo¨.

Cristóbal Colón

 

Y llegamos a la Nación o Guayana Yanomama –como la hubo inglesa y la hay venezolana, holandesa y francesa- con sus 175.750 kilómetros cuadrados y 5 habitantes por cada uno de ellos, y la Misión Salesiana en Platanal nos acogió. Gran obra evangelizadora de estos sacrificados sacerdotes salesianos y monjas de María Auxiliadora, hacedores de patria; aunque, a decir verdad, no estaba yo muy de acuerdo en cambiarle sus creencias y costumbres ancestrales a los indios, arraigadas por siglos.

Cercana a esa fecha, el 20 de julio de 1969 los astronautas norteamericanos Neil Armstrong, Michael Collins y Edwin «Buzz» Aldrin de la Misión Apolo XI, habían pisado por vez primera suelo lunar, una heroicidad de la humanidad y del desarrollo tecnológico.  Casualmente, cerraba la noche y había una luna llena tan grande y blanca que parecía una torta de casabe… Sumido en mí estupidez citadina, por intermedio de uno de nuestros amigos conocedor del idioma, se me antojó preguntarle a un indio,

-¨¿Qué piensas que un hombre ha llegado a la luna…?

 

El indio no mostró sorpresa ni se alteró y me contestó que el xapori o chamán de la tribu iba allí cada rato, cuando se le antojaba… Y así era, bajo el efecto del ¨enyopamiento¨, aspirando el yopo, un alucinógeno nativo que produce la evasión psíquica del yanomamo, realizaba la proeza. Aprendí entonces algo más de la rica vida espiritual de estos seres… con sus explicaciones del nacimiento del mundo, con sus mitos e increíbles leyendas por cierto en sus raíces, bastante cercanas a las creencias de nosotros, ¨los racionales¨, como se dan en llamar los blancos invasores y destructores de la zona.

Aprendí a querer y admirar a los indios por miles de años pobladores de estas ignotas tierras, donde nunca vi un niño desnutrido –como no fuera ya transculturizado-; que conocían todo acerca de su entorno y cómo protegerlo; cómo cuidar a sus hijos y quererlos; cómo construir sus enormes xaponos para vivir en una comunidad donde todo es de todos; cómo hacer sus arcos y flechas y cómo envenenar sus puntas; cómo construir sus curiaras con la corteza del tomoro-kosi; cómo tejer sus guaturas y sus chinchorros; cómo cazar, pescar y recoger el fruto de pijiguao; con qué alimentarse en forma balanceada y de paso, presenciar las propiedades nutritivas del plátano: ¨el maná del yanomamo¨… Por cierto mi hija menor, Graciela Cristina por muchos años sólo consumía tajadas de plátano y mire que fue y es linda y saludable como su madre… Fue para mí una gran lección de vida mi contacto con esta etnia que agradecido, nunca olvidaré y de la cual quiero dejar constancia…

 

Desplacémonos hasta las antípodas a la ciudad de Minamata, en la bahía japonesa del mismo nombre, centro de atención mundial al ocurrir en la década 50 un brote de envenenamiento por metilmercurio cuando una empresa petroquímica vertió en el tiempo, cerca de 81 toneladas del tóxico contaminando pescados y mariscos y por ende a los humanos que los consumían. Los terribles e irreversibles síntomas de envenenamiento mercurial recibió el nombre de enfermedad de Minamata y sus signos incluían ataxia  o trastornos de la coordinación motora, cambios en la sensibilidad de manos y pies, deterioro de visual y auditivo, debilidad y en casos extremos, parálisis, deformidades y muerte. En 1956 , año en que se detectó el brote, murieron 46 personas. Para el año 2001 se habían diagnosticado 2.955 casos. La dramática documentación del fotógrafo W. Eugene Smith dio la vuelta al mundo denunciando el desastre ecológico producido por el deterioro ambiental y de paso mostrando como la ambición del hombre no conoce límites…

Los «garimpeiros» brasileros, mineros artesanales, invasores no invitados de nuestra selva amazónica, usan el mercurio para amalgamar y recoger partículas de oro dispersas en la tierra. Posteriormente lo calientan a elevadas temperaturas para que el mercurio se evapore y deje el oro, lo que contamina no sólo a las personas cercanas, sino al ambiente en general.

Cuando el metal se mantiene en los suelos en su forma inorgánica, menos tóxica, es llevado a los ríos, por aire y por agua de la lluvia o inundaciones transformándose en metilmercurio y de esta forma entra a la cadena alimentaria de los peces; su exceso en el ser humano, tanto en los mineros como en los indios, provoca principalmente los referidos problemas neurológicos. No creo que este problema de salud pública local haya sido aún seriamente estudiado, pero horripila el pensar que se repita entre nuestros hermanos, aunque sea en pequeño, el drama de los japoneses…

Los gobernantes a lo largo de décadas han olvidado a estos conciudadanos del país y del mundo, siendo que se sabe que en la frontera entre Venezuela y Brasil operan cinco grupos criminales. En este presente nebuloso que parece una pesadilla inacabable, cuando los llamados socialistas dejan de lado sus obligaciones, regalan la patria y sus recursos, y traicionan el juramento pronunciado con la mano sobre la Constitución, conocemos que garimpeiros brasileros han asesinado a los 80 constituyentes de un xabono de la comunidad Irotatheri del Alto Orinoco sin que a nuestro gobierno le importe sino negar… La denuncia ha sido respaldada 14 organizaciones indigenistas, pero quizá por razones políticas de cercanía al Itamaratí brasileño, al gobierno de Chávez nada le importa. ¡Qué pecado de lesa humanidad!

Sea este artículo mi sentido homenaje a los habitantes del mundo con la pureza espiritual y la mejor salud cardiovascular de que se tenga noticias: no sufren de hipertensión arterial, dislipidemia, arteriosclerosis o malnutrición y mueren flechados cuando irrumpen en otras comunidades para raptar mujeres como siempre lo hicieron…

 

Caracas, septiembre de 2012

Elogio de la melancolía… reír Llorando

A la par de la primera revolución industrial del siglo XVIII, hicieron su aparición en Europa las factorías, los horarios laborales de 16 o 18 horas, el consumismo, la mayor explotación del hombre por el hombre, el futuro incierto y, como la sombra que el cuerpo arrastra, otra importante calamidad de la humanidad: la depresión, condición caracterizada por sentimientos de abatimiento, infelicidad y culpabilidad, y además por anhedonia o  incapacidad para disfrutar de las cosas y acontecimientos de la vida cotidiana. Los médicos de entonces, todavía lejana la invención de la psicoterapia y los antidepresivos de síntesis, recurrirían a remedios naturales para mitigar el esplín, como era llamada la melancolía o tedio de la vida: Se prescribían temperamentos, mudanzas, pócimas insufribles, pero también la risa como bálsamo para paliar tanta infelicidad:

David Garrick (1717-1779), fue un reconocido actor inglés de la época. Estaba tan extraordinariamente dotado para la comedia, que los médicos recetaban sus actuaciones hilarantes como una especie de remedio mágico, capaz de sanar cualquier pena del espíritu. Podríamos asegurar que Garrick, sin percatarse de ello, fue el primer risoterapeuta de la historia. En el hogaño, en pleno siglo XXI, cuando los médicos conocemos científicamente que los niños ríen unas trescientas veces al día pero cuando adultos apenas si reímos unas quince, salimos hoy a proclamar sus espectaculares efectos y rendimos admiración por él y por ese comediante o humorista nuestro que sólo busca que todo espectador olvide sus problemas, afloje el ceño fruncido, relaje la nuca y se lance a movilizar los cuatrocientos músculos que se ejercitan al compás de la risa. El pobre de Garrick partió de este mundo por su propia mano sin nunca haber siquiera conocido a Garrick el terapeuta…, y es que los comediantes son propensos a la depresión y al suicidio en razón de que es el humor un recurso inconsciente utilizado por los histriones con depresión para subir sus ánimos o encajar en sociedad.

Inspirado en la vida y obra de David Garrick fallecido a los 62 años, el político, escritor y poeta mexicano Juan de Dios Peza (1852-1910), crea el cautivador poema que hace tres lustros me ofrendó un paciente y que guardé en el cofre de mis más caros tesoros para regalárselos a ustedes hoy. A continuación les presento para vuestro deleite y con la esperanza de que se sensibilicen con las grandes contradicciones humanas representadas en el arte literario…

https://www.youtube.com/watch?v=btLRMSaEI20

 

Viendo a Garrick -actor de la Inglaterra-

el pueblo al aplaudirlo le decía:

“Eres el más gracioso de la tierra,

y más feliz…” y el cómico reía.

Víctimas del esplín, los altos lores

en sus noches más negras y pesadas,

iban a ver al rey de los actores,

y cambiaban su esplín en carcajadas.

Una vez, ante un médico famoso,

llegóse un hombre de mirar sombrío:

sufro -le dijo-, un mal tan espantoso

como esta palidez del rostro mío.

Nada me causa encanto ni atractivo;

no me importan mi nombre ni mi suerte;

en un eterno esplín muriendo vivo,

y es mi única pasión la de la muerte.

-Viajad y os distraeréis. -¡Tanto he viajado!

-Las lecturas buscad. -¡Tanto he leído!

-Que os ame una mujer. -¡Si soy amado!

-Un título adquirid. -¡Noble he nacido!

-¿Pobre seréis quizá? -Tengo riquezas.

-¿De lisonjas gustáis? -¡Tantas escucho!

-¿Qué tenéis de familia? -Mis tristezas.

-¿Vais a los cementerios? -Mucho… mucho.

-De vuestra vida actual ¿tenéis testigos?

-Sí, mas no dejo que me impongan yugos:

yo les llamo a los muertos mis amigos;

y les llamo a los vivos, mis verdugos.

Me deja -agrega el médico- perplejo

vuestro mal, y no debe acobardaros;

tomad hoy por receta este consejo

“Sólo viendo a Garrick podréis curaros”.

-¿A Garrick? -Sí, a Garrick… La más remisa

y austera sociedad le busca ansiosa;

todo aquel que lo ve muere de risa;

¡Tiene una gracia artística asombrosa!

-¿Y a mí me hará reír? -¡Ah! sí, os lo juro;

Él sí; nada más él; más… ¿qué os inquieta?

-Así -dijo el enfermo-, no me curo:

¡Yo soy Garrick!… Cambiadme la receta.

¡Cuántos hay que, cansados de la vida,

enfermos de pesar, muertos de tedio,

hacen reír como el actor suicida,

sin encontrar para su mal remedio!

¡Ay! ¡Cuántas veces al reír se llora!

¡Nadie en lo alegre de la risa fíe,

porque en los seres que el dolor devora

el alma llora cuando el rostro ríe!

Si se muere la fe, si huye la calma,

si sólo abrojos nuestra planta pisa,

lanza a la faz la tempestad del alma

un relámpago triste: la sonrisa.

El carnaval del mundo engaña tanto,

que las vidas son breves mascaradas;

aquí aprendemos a reír con llanto,

y también a llorar con carcajadas.

Traigo a colación este poema, imagen en espejo de la vida del actor Robins Williams (1951-2014), quien contando 63 años y atenazado por una depresión mayor, sin salida, se arrebató la vida siendo que la muerte le era más tolerable que la vida misma. Fríamente la prensa deja cruda constancia: ¨Las autoridades creen que el actor y comediante se colgó con un cinturón en la habitación de su hogar en Tiburon, California, cerca de San Francisco. Williams también tenía cortes superficiales en su muñeca y la policía encontró un cuchillo de bolsillo cerca de él¨. That´s it…

Existen dos películas que siempre he recomendado a mis alumnos. Una de ellas, ¨Patch Adams¨ (1998), hermosa cinta, donde admiré el rol de Williams como protagonista de un médico estrafalario, simple, humano e irreverente, deseoso de hacer el bien, maltratado y atacado en una universidad de prestigio, donde como bachaco de otro agujero, urticó pieles sensibles al salirse de los rígidos cánones establecidos por quienes poseemos poder médico y por supuesto… ¡detentamos el dominio y privilegio de la verdad…! Me impactó mucho por su humanidad, humildad, decisión, sencillez y generosidad y por el toque de humor que llenó muchas de sus actuaciones, arrancando lágrimas de mis ojos. Carencias puntuales de los médicos de este siglo…

Siendo sinónimo de acercamiento humanitario, ha sido mi credo el hacer reír a mis pacientes no importando la patología que los traigan a consideración y enseñar a mis alumnos a imitarme. Debemos ser científicos, pero mucho más, un poco más humanos, un poco más comediantes y un poco más artistas…

La otra película es ¨The Doctor¨ (1991), protagonizada por el actor William Hurt quien se transmuta en el doctor Jack McKee, fino cirujano cardiovascular, hombre altivo y distante, que camina los pasillos del hospital con una trulla de internos en batas blancas maltratando a todo humano que se atraviese en su paso. Una impertinente ronquera le lleva a la consulta de una hermosa médica laringóloga de su mismo hospital, más fría y distante que él. El maltrato verbal no se deja esperar…

Durante su estada hospitalaria, entre otras vicisitudes tiene que hacer largas sentadas en una sala de espera, sufrir el desdén de las secretarias que no le reconocen como miembro de su propia grey médica, le ponen un enema rectal que no era para él, se torna taciturno, se aleja de su mujer y sintiéndose incomprendido, se enamora de una jovencita con un tumor cerebral maligno que termina por matarla…

Luego de muchas frustraciones, experiencias y enseñanzas, y, ya curado y reconciliado con su cercano afecto, se le ve al final de la película nuevamente con sus alumnos, todos vestidos con batas de enfermo, haciendo fila, dispuestos a sufrir lo que sufren sus pacientes del hospital, uno de ellos alza un envase de metal con goma y cánula portando el líquido del enema rectal que le será puesto… Es una enseñanza acerca de cómo la enfermedad en carne propia puede hacer al médico menos omnipotente, más humano, empático, y eficaz… Una advertencia que no debemos desoír…

En mi libro ¨Primum non nocere: Primero No Hacer Daño, Vivencias de un Médico del Hospital Vargas de Caracas¨ (2004), escribí en 1992 en el Diario El Universal de Caracas, ¨De ese personaje quizá mítico que fue Shen Nung, a quien se le acredita ser el fundador de la farmacopea china, se afirma que se hizo practicar una incisión en la pared de su abdomen a la cual adaptó una ventana de claro vidrio. El aguzado de Shen, sentado frente a un espejo se solazaba mirando el efecto que en sus entrañas sus remedios producían…

Inspiradora anécdota para nosotros sus ¨modernos colegas¨, quienes durante nuestros años de formación en el Alma Mater y en los hospitales públicos docentes debimos disponer también, de una ¨Cátedra de Tragos Amargos y Sinsabores en Pellejo Propio¨, donde se nos dieran a probar todos los procedimientos de diagnóstico y de tratamiento que posteriormente pondríamos en ejecución en la humanidad de nuestros impróvidos pacientes —tantas veces a la ligera y por ¨mera rutina—¨.  En esa cátedra de tragos amargos y malas experiencias en carne propia, el médico en ciernes pasaría por todas las vicisitudes por las que tiene que pasar un enfermo: desde  colocarle un enema rectal que no era para él, pasando por aquél otro en que le operan una hernia en la ingle equivocada o le amputan la pierna sana -¡ello ocurre!-, le toman una vía venosa puyándolo varias veces en ambos antebrazos, lo despiertan a las 1.00 a.m. para darle una simple pastilla o un purgante, o le someten a ayunos repetidos, o le hacen una preparación para una colonoscopia que luego es fallida, o le llevan varias veces a una consulta y se encuentra con que no aparece su historia, el médico a su cargo no fue o se le llevó en el día o la hora inadecuada y encima, es regañado cuando vuelve a su sala y a su cama.

Recordemos a Patch Adams y al doctor Jack McKee, pues cada uno en su agonía nos dejó conductas humanas para meditar…

Porque es cierto, hay dos realidades no miscibles, la del médico distante y la del enfermo ¨paciente¨, sometido, enmudecido, aterrorizado y tolerante.  

¡Aquella historia de mis cadillos…! Elogio de la sugestión

 

 

La verruga vulgar, llamada coloquialmente en nuestro país, ¨cadillo¨, es un crecimiento cutáneo no canceroso que se presenta cuando un virus designado como virus del papiloma humano (HPV, por sus siglas en inglés), infecta la capa superficial de la piel. En la mayoría de los casos, las verrugas tienen un aspecto repugnante, una superficie áspera como la lija, se elevan como un tepuy y exhiben un borde claramente definido. Comúnmente ocurren en los dedos de las manos, brazos, planta de los pies y genitales, pero pueden presentarse en casi cualquier parte del cuerpo. La verrugas en las plantas de los pies se llaman verrugas plantares, en tanto que las que ocurren en el área genital se llaman verrugas genitales. Por lo general las verrugas no son dolorosas. Sin embargo, cuando aparecen en zonas en las que están sujetas a presión o fricción, como la planta del pie, pueden volverse extremadamente sensibles. Con frecuencia, las verrugas se ¨autolimitan¨ y desaparecen por sí solas, es decir, cuando el cuerpo y su sistema inmunológico adquieren sabiduría y deciden establecer una respuesta ofensiva para eliminarlas, lo que a menudo suele ser exitoso. Pero también, las evidencias indican que el cuerpo puede ser incitado a desplegar una ofensiva a través del uso del poder de la sugestión.

¿¡Sugestión en medicina…!? Médico que se precie, aunque las evidencias lo abrumen, no creerá en nada que no esté en el Manual Merck o en el libro de Medicina Interna de Harrison. Lo he reiterado… al entrar en la facultad de medicina nos alisan las neuronas con un cepillo de dura cerda, así que perdemos toda la candidez que traíamos de nuestras casas, y por ello, las creencias y supuestos, tienen que pasar al través del fino tamiz de la ciencia, no dispuesta a pactar con necedades ni hechos no comprobados. La hipnosis médica podría considerarse como el uso deliberado del poder de la sugestión para beneficio terapéutico, y vea usted, en estudios controlados que incluyeron a un total de 180 personas con verrugas, el uso de la hipnosis provocó el retroceso de las verrugas a un grado significativamente mayor que ningún otro tratamiento tópico, placebo o ácido salicílico local. Otro estudio encontró que el falso tratamiento con una máquina de rayos X, pudo provocar que las verrugas en niños desaparecieran…

¨No te intimides por médicos y enfermeras, pues aún

cuando te encuentres hospitalizado, todavía eres un ser humano¨.

Hay situaciones impactantes en nuestra niñez que suelen grabarse a hierro y fuego en el dúctil cofre de nuestra memoria. Son especialmente aquellas que nos produjeron vergüenza, inferioridad o dolor. Creo que fui el único de mi familia de nueve hermanos donde los cadillos hicieron nido; los dedos de mis manos y particularmente el extremo distal de mis dedos, cerca de las cutículas en la base de las uñas, el sitio escogido por las malhadadas excrecencias para tomar asiento a sus anchas. Me producían bochorno y alejamiento. Mantenía las manos en mis bolsillos o me sentaba sobre ellas para que no me las vieran. A veces las rebanaba con una hojilla de afeitar ignorando que la sangre que manaban transportaba el virus trasmisible. Entre tanto tapujo y haceduras de loco, un día mi madre me hizo mostrarle las manos a ver qué secreto tan particular escondía en ellas…

¨¡Ah… si son cadillos! Nada que mate o quite el sueño¨, exclamó con dejo de indiferencia. Comenzó la quema infructuosa con lápices de nitrato de plata… Era entonces imperativo enviarme a un dermatólogo, y un ¨baisano de la misma buebla¨, el doctor David Saer, debía conocer de mis granujos y tomar acciones contra ellos. Con una inyectadora de insulina y una fina aguja harto hervida y con punta de anzuelo, colocaba en el insignificante espacio periungueal anestesia local: procedimiento por cierto muy doloroso que ni un pujido me sacaba, pero mis ojos se inundaban de lagrimones denunciantes; y aún más doloroso cuando eran muchas verrugas al tiempo; luego, las fulguraba con un artilugio enchufado a la red eléctrica que colgaba de su pared; un ruido como de chisporroteo, humo, olor a carne quemada, escara necrótica y al cabo de un tiempo se caía el tejido muerto… pero no siempre el tratamiento era exitoso… y las execrables carnosidades volvían por sus fueros y territorios ya dominados… De tanto ferrete y humo mis dedos quedaron deformes hasta el presente; no obstante, mi madre insistía una y otra vez en que volviera pero ni con amenazas lograba llevarme de vuelta a mi inquisidor y verdugo.

¨Acepte el dolor y el desencanto como parte de la vida¨.

Ya yo me había resignado a mi suerte…, viviría con aquellos malos vecinos y su repulsivo aspecto por lo que me quedara de vida. ¡El vaso medio vacío de la adolescencia…! Pero Dios da el frío y da la cobija: en una ocasión, acompañando a mi madre al, nos topamos con una amiga de ella con quien se trenzó en amena conversa; la misia observó de soslayo mis dedos quemados y al enterarse de que todo aquel estropicio era debido a la fulguración de mis cadillos, sugirió a mi madre un simple tratamiento que ¨nunca fallaba¨. Mi madre sonrió, no le creyó y luego me dijo que ella, ¨no creía en fantasmas, aparecidos ni gatos enmochilados¨. Así que, o iba donde el ¨baisano¨ a repetir mi sufrimiento, o me quedaba con mis cadillos. Yo había escuchado con especial atención la conseja herética, las prácticas recomendaciones de la doña y decidí por mi cuenta, ponerlas en práctica.

Me fui a la pulpería del señor Francisco García Maya impregnada de olor a pescado salpreso, que quedaba subiendo por la Avenida Bolívar a dos cuadras de mi casa. Él se encontraba matando moscas en el mostrador con un lanzallamas casero: una lata del insecticida Fleet a la que se colocaba sobre el extremos distal del tanque del veneno, un cabo de vela encendida precisamente en el trayecto del líquido de aspersión; cada vez que impulsaba el pistón, salía un chorro de candela que tomaba por sorpresa a la legión de Musca(s) domestica(s) que pateándolo todo, festejaban con alborozo. A mis ojos atónitos, ¡Aquel lanzallamas era fascinante…!  Y podría estar todo el día presenciando y rememorando aquella faena, pero no…, no debo distraerme de mi relato.

Le pedí a su madre, misia Cora, una viejita poco amable con cara de perro pequinés, que me regalara un cristal de sal marina. Afortunadamente, sin preguntar para qué la quería, me acercó una bolsa y yo retiré uno como de dos centímetros de diámetro. Fui a mi casa y me dirigí a la máquina de coser Singer de mi mamá. En unas primorosas gavetas con arabescos dispuestas en línea vertical y a la derecha del artefacto, sabía que guardaba cintas de colores. Escogí una delgada y roja de una longitud como de cinco centímetros. Con ella, até firmemente el cristal de forma tal que no se saliera y dejé un largo cabo sobrancero…

Subí por la calle canturreando mentalmente y me devolví por la misma avenida, y sin voltear la mirada hacia atrás, dejé caer distraídamente el cristal y su señuelo rojo en la certeza de que alguien, atraído por su aspecto, lo tomaría del suelo. Allí precisamente radicaba la magia y la contra; aquél mortal que lo cogiera en sus manos recibiría mis cadillos al tiempo que desaparecerían de las manos mías…  Egoísta tratamiento, ese de tirarle a otro nuestro sufrimiento. No es que mucho me interese y puede que usted no me crea, pero en pocas semanas las excrecencias se habían ido de mis manos para siempre quedando sólo las deformes cicatrices que las fulguraciones previas que el ¨baisano¨ me había regalado… No me pregunte por favor por el otro cristiano que recogió el señuelo; con dos padre nuestros y un avemaría rezados con fervor infinito, había yo ya quedado exento de culpa. Cuando entré en la facultad de medicina ni se me ocurrió comentar mi experiencia al pasar por la Cátedra de Dermatología ni proponer tan primoroso tratamiento; era sitio donde tanta ciencia flotaba en el ambiente, extraños e impronunciables nombres de patologías de la piel y sus faneras surgían como diagnósticos diferenciales y donde lo que no curaba la cortisona, era cáncer… Como puede aprenderse de mi relato, fungí de mi propio chamán echando mano de la transferencia terapéutica o curativa cultivada y empleada por la medicina mágica tradicional de algunas culturas primitivas consistente en traspasar el espíritu de la enfermedad a un animal o en su defecto, a otra persona…[1]

¨Nunca cortes lo que puede ser desatado¨.

 

[1] En relación a «Cien Años de  Soledad», el simpar García Márquez relata en una entrevista concedida a la Revista Nacional de Cultura de Caracas, que durante cinco años tuvo golondrinos –absceso tuberoso de Velpeau: una infección de las glándulas sudoríparas de las axilas- recalcitrantes a todo tratamiento, que como en el caso de mis cadillos no le dejaban vida; pues bien –curioso caso-, decidió transferírselos al protagonista de su novela el coronel Aureliano Buendía, siendo así que mediante la traslación del espíritu de la enfermedad, se le quitaron a él…

¿Por qué será que los médicos no podemos tener comportamientos naturales como las demás gentes?, tal vez porque como antes dije, se piensa que nuestras creencias son artículos de fe y deben ser tamizadas a través de los poros ultramicroscópicos de eso que llamamos ciencia. Lo que no pasa, no puede ser aceptado. Nos sentimos suerte de clase ¨suprahumana¨ y científicos a ultranza; no nos andamos por las ramas de la superchería, de las gallinas negras, de los conjuros, de los despojos ni del mal de ojos. En la mocedad de mi ejercicio médico me avergonzaba pensar que mis profesores pudieran sospechar que ¨alguna que otra vez¨ usara placebos, no otra cosa para mí, que vergonzosos engaños; pero me reconfortaba saber que mis pacientes mejoraban con ellos.

Entonces no alcanzaba a intuir que envuelto en ese placebo iban mis fervientes deseos porque aquel ser humano que tenía enfrente y me empeñaba en conocer, mejorara, pues como es sabido la mayoría de las veces el paciente sufre de temor al dolor y a la incapacidad, a  la enfermedad y a la muerte, y de allí, el efecto terapéutico de mostrarles que se encuentran bien y que sus angustias muchas veces sólo son creaciones fantasmales de la infancia.

 Basta con oírlos atentamente, realizarles un buen examen físico, tratar de entender la envergadura de lo que trae, darles una explicación sencilla y despedirlos con una sonrisa que a la vez promueva en ellos otra similar… No en vano decía Michael Balint (1896-1970), psicoanalista y bioquímico británico de origen húngaro, ¨La droga que más frecuentemente utiliza el médico en su práctica general, es con mucho, ¡su propia persona! ¨. Y no es que el médico no deba formarse e informarse de manera cabal y suficiente en cuestiones de ciencia para atender a sus pacientes; ello es necesario, pero no suficiente; debe además, conocer que existen imponderables en su práctica que van más allá de la ciencia y están más acá de la persona del paciente…

El 14 de febrero de 1993 en mí desaparecida columna ¨Primum non nocere¨ del diario El Universal de Caracas escribía a mis inexistentes alumnos María y Pedro, ¨Todos los pacientes, académicos y analfabetas creen en magia. Casi todos lo negarán, pero magia esperan de ustedes.  Por fortuna para ellos, la magia no requiere de medicinas peligrosas ni de cirugías radicales, y efectivamente todos, nos guste o no, llevamos un mago por dentro… ¡descúbranlo y aprendan cómo usarlo sabiamente y en el momento apropiado, y siempre, anteponiendo el mejor interés del necesitado…!¨, pues sabido es que el hecho de enfermar es una categoría de la vida humana. ¡NO es el órgano sino el individuo en su totalidad quien enferma…!

Hasta hace pocos años el atrevimiento de mencionar estos problemas en ambientes académicos nos exponía a ser considerados como charlatanes o imbéciles; y tal vez todavía ocurra igual… Los médicos que abrazamos la clínica para ayudar a nuestros enfermos debemos romper con las ataduras del positivismo que hace que lo visible, objetivo, comprobable y cuantificable sea ley única de nuestra cofradía, pero también es menester que, para que podamos percibir la sutil trama de la vida humana, invisible, subjetiva, no siempre comprobable ni cuantificable, debemos acceder la médula del otro mediante el contacto humano sincero y empático.

Del cuello de mis pacientes y del mío propio, he visto colgar medallas de vírgenes y connotados santos coexistiendo con el ojo que todo lo mira, la mano de azabache o un trozo de coral, intentos quizá vanos de alejar los malos entes que nos rodean. Y eso ¿por qué…?  Invitado con ocasión de la XXVI Reunión de Egresados del Postgrado de Cardiología del Hospital Universitario de Caracas el 24.11.2001, realicé una pequeña encuesta antes de iniciar una conferencia intitulada, ¨¿Tiene la esperanza efectos curativos…?¨ Y he aquí las preguntas con sus respuestas de los veinte asistentes al evento, (1). ¿Lleva consigo alguno de los presentes algún amuleto, medalla, moneda pitadora, etc…? Sí: 50%: No: 50%. (2). ¿Tiene la esperanza efectos curativos…? Sí: 85%; No: 15%. (3). ¿Tiene la esperanza efecto placebo…? Sí: 78%; No: 22%.  (4). El beneficio del placebo es debido… A. Al efecto placebo propiamente dicho: 68%. B. Al médico que suministra el placebo: 32%. Oculto por detrás de las fachadas de sus caras se encontraba magia benefactora.

Luego diserté sobre cómo habíamos subsistido evolucionando para ser los hombres que hoy día somos en un proceso de más de cuatro millones de años, desde el Australopithecus ramidus, el Homo erectus, el Homo habilis y el Homo sapiens hasta el Australopithecus afarensis con Lucy que vivió hace entre 4 y 2.7 millones de años en el Valle del Rift, y el Cráneo de Dali, datado 209.000 años hallado en 1978 por Shungtan Liu en la Comarca de Dali, Provincia de Shaaki, China. Entonces, nuestros ancestros vivían en un medio lleno de peligros y el sentimiento de temor e inseguridad era constante. Fenómenos naturales como el rayo y la lluvia, el fuego, catástrofes diversas, presencia de animales inmensos y feroces, tribus enemigas, hambre y penuria, temor de inminentes riesgos los llenaban de agitación y congoja…

Un buen día, aprendió a hacer fuego, controlarlo y tenerlo como herramienta de trabajo; fue aquella la primera relación del hombre con la luz y el calor. Todo pues estaba preparado para que surgiera de entre ellos un ser superior: ¿En qué momento pues, surge el médico…? Quizá en aquella circunstancia especial durante un lance de caza donde uno de los de la horda cayó herido; todos corrieron a salvar sus vidas, pero aquél, compungido se devolvió a recoger al descalabrado: allí, en un acto de misericordia, nació el primer médico… Más luego, alguno, con vocación de servicio se auto escoge, emerge entre el gentío y es aceptado por la tribu. Lo hizo en la figura del chamán, y lo comprendió como una ingente necesidad de aliviar el dolor y evitar la muerte. El saber y no la fuerza serían los fundamentos de su poder. Los enfermos y la tribu depositarían en él su albedrío y ello fue suficiente para movilizar procesos orgánicos estabilizadores y de reparación.

Aquellos primeros curadores derivaban seguridad; conocían lo desconocido; tenían el poder de curar, reanimar la vida y alejar la muerte. Revestidos de poder mágico y curativo, mediaban entre los hombres y las fuerzas de la naturaleza o las divinidades benignas o malignas que merodeaban por los meandros de las mentes primitivas. Curaban porque conocían por intuición lo que muchos siglos más tarde comprenderíase mejor bajo el término de psicoterapia. Curaban y la vida seguía adelante en el desarrollo del hombre y la sociedad humana. ¿Alguna diferencia con el médico actual…?

Con Apolo, inventor de la Medicina, Dios de la poesía y la música: ¨nada en exceso¨ y ¨conócete a ti mismo¨, y favorecido por su hijo, el Dios Asclepios –Esculapio-, el empleo de la palabra con propósitos curativos surge con fuerza de primavera en la Grecia clásica en tres formas: plegaria, ensalmo mágico y conversación placentera. El tiempo sigue sin detenerse y es Hipócrates (460-¿356?), quien arranca la medicina de las manos de los dioses para entregarla a la responsabilidad de los hombres.

   Aleccionadoras sus palabras: Corta es la vida, el camino o arte es largo, la ocasión fugaz, falaces las experiencias, el juicio incierto, la decisión difícil. No basta, además, que el médico se muestre como tal en tiempo oportuno, sino que es menester que el enfermo y cuantos lo rodean coadyuven a su obra. Surge en sus albores la téhkne u observación de la vida del enfermo conjuntada con la naturaleza, noción que permite establecer un sabio mandato vigente aún en nuestros días, la téhkne iatriké: ¨Un saber hacer, sabiendo por qué se hace, lo que se hace¨. El asclepiade o médico hipocrático como el piache curaban, y el humilde sobador aún cura…

El hombre trasciende la medicina y sus preceptos, hay mucho por aprender y más por descubrir, pero es necesario que nos despojemos de la inventada aura de sabiduría y ciencia que creemos poseer. Cualquier médico, aun cuando esté en posesión de una elevada postura científica, quiéralo o no, está imbuido de poderes mágicos otorgados por su paciente…

De que la magia nos ha acompañado a lo largo de los tiempos da cuenta el siguiente hecho histórico: En 1776 a Benjamín Franklin, John Adams y Thomas Jefferson les fue asignado el proyecto de crear lo que se llamó, “The Great Seal of the United States”.  Cinco años después el Congreso aprobó el sello que se halla en el reverso del billete de un dólar norteamericano… El Ojo de la Providencia está representado por un triángulo radiante que representa, ¨El-Ojo-Que-Todo-Lo-Ve¨, y la frase annuit coeptis significa ¨Dios favoreció nuestro empeño¨; la frase novus ordo seculorum escrita debajo del triángulo significa, ¨nuevo orden secular¨.

En 1945, Franklin D. Roosevelt dio la aprobación final para la inclusión del Gran Sello en el billete de un dólar.  Es harto conocido ahora más que nunca, que los Estados Unidos de América fue fundada en gran medida por hombres con una filosofía basada en el ocultismo: a saber, los miembros de la masonería y otras sociedades secretas, quienes vieron en los Estados Unidos una potencial «Nueva Atlántida» o «Nueva Jerusalém». Ellos previeron el futuro de la gran nación como un faro para el resto del mundo, guiando a las naciones hacia la formación de un Nuevo Orden Mundial  de paz, democracia e iluminación. Hoy mucha gente estaría de acuerdo en que los Estados Unidos es, en efecto, de varias maneras, el desiderátum de esta función.

Guiados por sentimientos opuestos de odio, dominación y esclavitud, se ha erigido el Socialismo del Siglo XXI, y se ha repetido muchas veces que los billetes venezolanos en el reverso traen parte de una estrella de cinco puntas; si se unen los billetes, la estrella se configura por completo; se asegura que es la Estrella Satánica de Cinco Puntas o estrella al revés, símbolo del macho cabrío.

    Se murmura que los babalawos asesores de Chávez le ordenaron otro pacto relacionado con el culto a María Lionza, para rechazar espiritualmente todo intento de relevarlo del poder y así perpetuarse en él. De esa forma, la imagen de los seguidores del demonio es llevada por cada ciudadano en su bolsillo en los billetes de cualquier denominación y además, las figuras escogidas simbolizan la Corte Negra: Negro Primero, el guía de la Corte Negra, la heroína Luisa Cáceres de Arismendi representa a María Lionza y el Indio Guaicaipuro, líder de la Corte India: El parecido de las fotos de las Tres Potencias con estos tres billetes es enorme; difícil creer que sea una coincidencia, pero mientras no se demuestre lo contrario queda el beneficio de la duda. Aunque mi solidaridad no se encuentra empeñada en lo que relato, sólo quiero enfatizar que la magia, querámoslo o no, se encuentra entre nosotros…

Por otra parte, las frases ¨mal de ojos¨ y ¨bien de ojos¨ señala dos tipos de mirada: La primera, una mirada intensa cargada de odio o envidia: la gente se protege llevando amuletos de protección ¨trabajados¨ para librar a su poseedor; la segunda es otra opuesta, aquella que es trasunto de generosidad de espíritu: la mirada médica, una mirada intensamente cargada de amor que nos convierte en una batería de energía positiva. ¡Aprovechémosla!

 

Este párrafo se refiere al intento decidido y melancólico de muchos pensadores y médicos a lo largo de los tiempos, de tratar de incorporar la persona del enfermo tanto tiempo ausente en el ámbito de la consulta médica: su subjetividad, en la relación médico-paciente. Decía Baltazar Gracián (1601-1658), ¨Visto un león, están vistos todos, vista una oveja, están vista todas, pero visto un hombre, sólo está visto uno, y además mal conocido¨, y Armand Trousseau (1801-1867), hizo célebre la frase, ¨No hay enfermedades, solo enfermos¨. ¨¡Mucho de rana, poco de hombre!¨, proclamaba desesperado, don José de Letamendi y Manjarrés (1828-1899), el mismo que dijo, “De quien te diga que de medicina sólo sabe, ten por seguro que ni de medicina sabe”, y que aludía a lo poco que estaba presente la subjetividad del hombre enfermo en los estudios médicos.

Ludolf Krehl (1861-1937) famoso internista expresó, ¨Si con nuestras débiles fuerzas no colaboráramos en el ulterior avance de la medicina, el cual consiste en el ingreso de la personalidad del paciente en el quehacer del médico como objeto de investigación y estima, es decir, en la restauración de las ciencias del espíritu y de las relaciones de la vida entera como el otro de los fundamentos de la medicina, y en igualdad de derechos con la ciencia natural¨. Y es que hoy día ya no parece importante ¨escuchar con la tercera oreja¨, como insinuaba Theodor Reik (1888-1969). Nos hemos transformado en robots y todo cuanto hacemos es mecanístico.

Viktor von Weiszäcker (1886-1957) en su libro “El hombre enfermo. Introducción a la antropología médica”, asienta, ¨El ritmo uniforme de la cotidianidad se perturba fácilmente por circunstancias que la mayor parte de las veces son ignoradas por el individuo¨, y de seguidas, hace la siguiente pregunta, ¨¿Por qué hoy?¨, por qué no nos enfermamos ayer o mañana, ¿por qué específicamente el día de hoy…?. Pide entonces imponer la adopción de una concepto holístico del humano enfermo desde una perspectiva antropológica que considere al hombre, su circunstancia y el entorno en el cual se inscribe.

No olvidemos que somos viajeros extranjeros en nuestro propio cuerpo, sin dudas nos damos cuenta de que existe con él una comunicación por medio de un lenguaje, pero al mismo tiempo somos incapaces de traducir, ese, nuestro lenguaje corporal, ¨¿Por qué hoy…?¨ ¿Qué decir del amplio catálogo de ¨hiel¨ qué ocurre durante las lunas de ¨miel¨?, donde no faltan resfriados, trombosis hemorroidales, diarreas y hasta apendicitis agudas… ¿Cómo explicar el alivio que inducía el aceite alcanforado tibio que la mano solícita y amorosa de nuestras madres nos aplicaba en la ollita del cuello haciendo desaparecer el dolor de garganta y la carraspera, o la imposición de manos de reyes y poderosos en la antigüedad, no más ayer?, ¿Nos hablan los infectólogos o los epidemiólogos por qué los ejércitos derrotados son más susceptibles a las infecciones que los victoriosos…?, ¿Puede alguien morir por convencimiento o por terror?, ¿Cómo se explica la muerte por vudú? Nuestra mente funciona con base a creencias; la ciencia, la religión, el arte, todas las formas de conocimiento se basan en creencias.

De esa forma, cuando por ejemplo usamos ácido acetilsalicílico o aspirina para aliviar un dolor de cabeza, asumimos que funciona porque nos elimina el dolor de cabeza. De esta forma creamos nuestras creencias con base a una relación causal. Cuando una causa (tomar la medicina) trae aparejada una consecuencia (curarse), entonces creamos una relación en la que creemos (la medicina cura). El problema es que solemos establecer el sujeto de la acción en el objeto (medicina) al que otorgamos unas propiedades intrínsecas (curar); y esto no tiene por qué ser así en absoluto, incluso no suele ser así.

 

¿Cuáles son pues los límites de la explicación científica de la enfermedad humana…? ¿Qué significa saber medicina…?,¿Qué entraña el término curación por la fe…?, ¿Por qué los placebos avergüenzan a la ciencia si al mismo tiempo ella demuestra tanto interés en ¨controlarlos¨ y mantenerlos alejados de sus cotos de caza…? El reduccionismo del hombre llevado a un nivel molecular que promueve la revolución tecnológica, ignora el mundo interno y la espiritualidad del ser, entrañando igualmente el más grande desafío moral que hayamos enfrentado los médicos alguna vez…

Michael Balint (1896-1970), psicoanalista de la Clínica Tavistock de Londres, a quien mencionamos en párrafo anterior introdujo el concepto de la ¨falta básica¨, donde la enfermedad es el resultado de factores ambientales tempranos productoras de desamparo. Destacó igualmente la importancia del ¨amor primario¨ y la importancia de la regresión durante el tratamiento. En su libro ¨El doctor, el paciente y su enfermedad¨ (1957), escribe y repetimos, ¨La droga que más frecuentemente utiliza el médico en su práctica general, es con mucho… ¡su propia persona!¨

La historia del placebo es la historia de la terapéutica médica hasta tiempos muy recientes, y nos recuerda la unidad del ser en sus vertientes corporal, emocional, ambiental y espiritual. En los ensayos doble-ciego, se considera la respuesta al placebo como un ¨simple contaminante¨ o como ¨un ruido en el sistema¨; sin embargo, son los placebos los fantasmas que pueblan la objetividad biomédica, suerte de almas en pena que surgen de la más espesa umbra del primitivismo, ayes lastimeros que exponen las grietas y paradojas de los parámetros creados por nosotros para definir los efectos activos y reales de los ¨verdaderos tratamientos¨…

¿Será que sus efectos denuncian el dualismo persistente en medicina: la escisión de mente y cuerpo…?

 

Mis nada glamorosos cadillos, fantasmas materializados que se curaron con fantasmas, dieron pie a estas afectuosas reflexiones que espero sean tomadas con benevolencia…

Elogio del Odio…

El odio es la venganza de un cobarde intimidado.
George Bernand Shaw

La diferencia engendra odio.
Henri Beyle Stendhal


No honres con tu odio a quien no podrías honrar con tu amor.

Fiedrich Hebbel

        Empédocles (495-444 a.C.) destaca la existencia de cuatro principios del ser, los cuatro elementos: fuego, agua, aire y tierra. Todas las cosas se habrían formado por la combinación de esos elementos.

  Pero, Aristóteles (394-322 a.C.), mostró su inconformidad y le agregó otros dos elementos, a su juicio, esenciales para explicar la realidad: el amor y el odio. Ambos dan origen al movimiento de todas las cosas, pero, mientras el amor une, el odio separa… La amistad –dice Aristóteles- es el principio del bien; mientras que el odio –la discordia de Aristóteles- lo es del mal. ¨de suerte -concluye el estagirita-, que, si se dijese que Empédocles ha proclamado, y proclamado primero, el bien y el mal como principios, quizá no se incurriría en equivocación puesto que, según su sistema, el bien es en sí la causa de todos los bienes, y el mal, la de todos los males¨.

Durante los últimos y largos 20 años los venezolanos hemos sido atraídos para el odio; al menos yo, debo confesarlo, tonto no me percaté de la invasión de esta putrefacción… aunque suelo decir que todos los ciudadanos de esta nación, en algún grado, nos hemos envilecido, ahora vivimos en cada ocasión deseando mal a los que nos agreden y disminuyen; pero, pienso que por el bien de todos, es tiempo de cambiar…

Mientras oigo con lágrimas en mis ojos a André Rieu, su orquesta y el lenguaje feliz de su música; esa, que llega profundo al corazón, donde no caben malos pensamientos o acciones, pienso… Estoy cansado de tanto odio… Me he cansado de repetir que los venezolanos nos hemos envilecido; hemos sido atrapados por la diatriba desde el mismo día de la asunción al poder de quien sembró de abrojos y espinas este camino que ha conducido hacia la destrucción del país, ya casi completado… Yo, por supuesto no me escapé del contagio de tan inficionado morbo y, ¡pobre de mí!, ahora, tarde, es cuando he venido a caer en cuenta; quizá muy tarde y me ha hecho mucho daño…  Escribí y mucho, empleando epítetos, y adjetivos muchas veces insultantes o degradantes. Yo no había sido así, fui empujado visceralmente por una estrategia orquestada en oscuras mazmorras donde la suciedad de la cloaca contamina día a día el armonioso flujo de nuestras vidas…

   A nuestros conductores de la oposición el hablar le ha cogido sitio al pensamiento; Sir Thomas Browne (1605-1682) una vez dijo, «Pienso que el silencio no es la sabiduría de los tontos, sino que, bien administrado, es el honor de los sabios que no tenían la enfermedad sino la virtud de la taciturnidad», esa, llamada por Carlyle, el «talento del silencio…».

Recién me sucedió un acontecimiento que ha marcado mi vida y me ha demostrado que el odio es irreverente, descocado, agresivo y no conoce tregua. Mi cuenta en WordPress fue hakeada y destruida por la sinrazón del odio ciego: No conozco a mi hakeador, pero lo imagino en la oscura mazmorra donde sufre reclusión gozosa en su deleite de hacer daño… Lo perdono, tanto como al presidente ilegítimo y a su claque… pero, no soy yo quien debe juzgarlo; será obra de este mundo y de jueces dignos, no mediatizados, y aún, rendirá cuentas en aquel otro lugar desconocido del más allá…

 En días pasados comprendí mi error, precisamente con motivo del hakeo de mi blog en la red y las consecuencias que trajo aparejado, tuve que reunirme con personas que creía me odiaban y querían destruirme; entonces me di cuenta de que yo odiaba más que aquellos que creía que me odiaban. ¡que lección de humildad la que me prodigaron! Todavía siento vergüenza de mí mismo y de inmediato establecí los correctivos que me permitan enmendar mi equivocación…

Entendí que el odio o la animadversión, una intensa sensación de desagrado, está presente en nosotros desde que Adán el «hombre sin ombligo», fue creado y echado del paraíso, pero también vi con claridad que el odio no triunfa, que no es un bien en sí mismo, que es un sentimiento de profunda antipatía, disgusto, aversión, enemistad o repulsión hacia una persona, cosa, o fenómeno, así como el deseo de evitar, limitar o destruir a su objetivo. Además, con la envidia, es la religión de los mediocres y no debemos, por tanto, albergarlo en nuestro ser porque es muy tóxico y destructivo, se reproduce y se extiende, por tanto, tenemos que cubrirlo de amor para neutralizarlo.

El odio no puede justificarse desde el punto de vista racional porque atenta contra la posibilidad de diálogo y de la construcción común. Es posible que las personas sientan cierta aversión sobre personas u organizaciones, incluso acerca de ciertas tendencias ideológicas como es el nuestro caso. Se puede presentar en una amplia variedad de contextos, desde el odio a objetos inanimados o animales, odio de uno mismo –aquel presente en forma protuberante en gobernantes en forma de una intensa sensación de desagrado que inconscientemente lo vuelcan sobre los gobernados destruyendo el equilibrio armónico de una nación y llevándolos –a veces- a la autodestrucción, u otras personas, grupos enteros de personas, la gente en general, la existencia, la sociedad, o todo.

    René Descartes (1596-1650), percibió el odio como la conciencia de que algo está mal, combinada con un deseo de retirarse de él. Baruch Spinoza (1632-1677), definió el odio como un tipo de dolor que se debe a una causa externa. Aristóteles (384-322 a.C.) por su parte, vio el odio como un deseo de aniquilación de un objeto que es incurable por efecto del tiempo. Por último, David Hume (1711-1766), cree que el odio es un sentimiento irreductible que no es definible en absoluto. Y en general, se considera al odio como lo opuesto al amor…

El odio y la envidia es la religión de los mediocres. Los reconforta, responde a las inquietudes que los roen por dentro y, en último término, les pudre el alma y les permite justificar su mezquindad y su codicia hasta creer que son virtudes y que las puertas del cielo sólo se abrirán para los infelices como ellos, que pasan por la vida sin dejar más huella que sus traperos intentos de hacer de menos a los demás y de excluir, y a ser posible destruir, a quienes, por el mero hecho de existir y de ser quienes son, ponen en evidencia su pobreza de espíritu, mente y redaños –fuerzas, bríos, valor-. Bienaventurado aquel al que ladran los cretinos, porque su alma nunca les pertenecerá.

 

 Y a rastras como ratas peludas, pasaron más de cuatro lustros oscuros, tiempos de amenazas ejecutadas, tormentosos, intransigentes y difíciles para unos, pero, paradójicamente y presenciando la destrucción del país, bienvenidos para otros; la patria se polarizó en dos toletes: viviendo bajo un mismo sol, bajo una misma historia, bajo una misma bandera nos dividimos como si fuéramos enemigos; pero parecimos ignorar que los opuestos son lo mismo, difiriendo sólo en el grado, y sabedores que los pares opuestos pueden ser reconciliados; aunque el amor y el odio son considerados antagónicos, situados en antípodas, el uno al otro enteramente diferente e irreconciliable, en la realidad no lo son.

Ambos son designaciones aplicadas a los dos polos de una misma cosa. Solamente odiamos aquello que amamos o hemos amado y nunca podremos odiar lo que nunca hemos amado. En una escala donde amor y odio antagonizan, en cualquier punto donde comencemos encontraremos más amor o menos odio, conforme ascendemos la escala; y más odio o menos amor conforme descendemos a las cercanías del infierno de Dante.

 

Miro el árbol de la vida de Graciela y mío:

Soy optimista a rabiar, fusionaremos voluntades en medio de la bulla que nos aliena, y en medio del vaho que nos asfixia la calma renacerá y reconstruiremos un mejor país con el auxilio de mucha de la fuerza que aún nos queda, la de nuestros hijos, la esperanza de nuestros nietos, el anhelo de nuestros conciudadanos y el recuerdo nítido de nuestros padres y maestros…

Elogio de los aneurismas intracraneales: Un sobre-bomba con nombre propio…

No está previsto en nuestras mentes que un hijo fallezca antes que sus padres. La muerte de un hijo es una experiencia única, muy dolorosa y devastadora. Un querido familiar muy cercano sufrió semejante tragedia.  Uno de sus hijos varones de 46 años, agradable, risueño y amoroso, químico exitoso radicó su domicilio en San Francisco de California, estaba diseñando una nueva droga para el tratamiento de la insuficiencia cardíaca… Aficionado al velerismo, tenía una embarcación y salía a bogar con amigos en la hermosa Bahía de SF cada domingo. El viernes anterior al suceso le comentó a un compañero de regatas que no se sentía bien. Las características de ese malestar nunca pudieron ser definidas. Aquel le llamó varias veces el fin de semana, pero no obtuvo respuesta. Suponiendo que algo malo le había ocurrido pues vivía solo, pudo asomarse por una ventana y le vio tirado en el suelo. Los bomberos violentaron la entrada y le encontraron en estado de un profundo coma…

En el hospital determinaron que había tenido un sangrado subaracnoideo por rotura de un aneurisma de la arteria comunicante anterior derecha. Aunque lo embolizaron, ya el mal estaba hecho… Habían transcurrido 36 horas desde el accidente y si sobrevivía podría anticiparse un estado vegetativo permanente. Al ser consultados sus padres y otros familiares, mortificados y desechos por el dolor, ante las pobres opciones de recuperación optaron por retirarle el soporte tecnológico vital que lo ataba a una vida que ya no era, ni sería vida; en pocos minutos falleció…

 

  • Veamos algunos hechos que pueden salvar vidas:

 Se estima que 6 millones de personas en los Estados Unidos tienen un aneurisma cerebral, es decir, 1 de cada 50 personas. La presencia de aneurismas intracraneales ocurre hasta en un 6% de la población general.

 En los Estados Unidos la rata anual de rotura es de aproximadamente de 8 a 10 por cada 100.000 personas, es decir, unas 30.000 personas sufren la rotura de aneurisma cerebral. Un aneurisma cerebral se rompe cada 18 minutos. Una vez rotos, son fatales en un 40% de casos, y de los que los que sobreviven, aproximadamente un 66% quedan con algún déficit neurológico residual y permanente.

 Aproximadamente el 15% de los pacientes con aneurisma y sangrado subaracnoideo mueren antes de llegar al hospital. La mayoría de las muertes son debidas a un sangrado rápido y masivo no corregible por intervenciones médicas o quirúrgicas.

 4 de cada 7 personas que se recuperan de un aneurisma cerebral roto tendrán grados variables de discapacidad.

  • Los aneurismas cerebrales son más frecuentes en personas con edades comprendidas entre los 35 y 60 años, pero ocasionalmente pueden ocurrir en niños. La edad promedio cuando se produce la rotura es de 50 años y no hay por lo general signos de advertencia.

 La mayoría de los aneurismas son pequeños, aproximadamente de ± 25 mm, y un 50 a 80% de todos los aneurismas no se rompen en el curso de la vida de una persona. Aquellos mayores de 25 mm (una pulgada) se denominan aneurismas «gigantes», suponen un riesgo particularmente alto y pueden ser difíciles de tratar.

 Las mujeres sufren de aneurismas cerebrales más que los hombres en una relación de 3:2.

 Los afroamericanos tiene una rata de rotura mayor que los blancos, 2.1:1.

 Los hispanos tienen casi dos veces la tasa de rotura de los blancos (una relación de 1.67). La mayoría de las personas con estos aneurismas permanece completamente asintomática y generalmente no están conscientes de su presencia.

 Es mi impresión que la falta de diagnóstico precoz de un sangrado subaracnoideo en nuestro medio es debido a que cuando el paciente consciente ingresa a la emergencia quejándose de cefalea y se detecta una hipertensión arterial –usualmente reactiva al accidente-, inmediatamente se la desciende mediante medidas farmacológicas (administración sublingual de nifedipino o captoprilo cuya acción es acción rápida) y se despacha a su casa; ingresará tiempo después con el cuadro más avanzado y grave. Hemos preconizado el empleo del fondo del ojo para reconocer cuándo la causa del dolor es debido a encefalopatía hipertensiva: en este caso se apreciarán manchas algodonosas a las cuales llamo «gritos retinianos«, hemorragias o edema del disco óptico, particularmente las primeras. De encontrarse el fondo del ojo normal, la causa debe ser otra y es mandatorio pensar en primer lugar en un sangrado subaracnoideo antes de enviar al paciente a casa…

 

Los factores de riesgo para sospechar su presencia incluyen historia familiar de aneurisma, diversos trastornos hereditarios (especialmente enfermedad poliquística renal autosómica dominante, enfermedad de Ehlers-Danlos tipo IV, pseudoxantoma elástico, neurofibromatosis 1, deficiencia de alfa 1-antitripsina coartación aórtica, displasia fibromuscular, feocromocitoma, esclerosis tuberosa, enfermedad de Marfán y síndrome de Klinefelter-. Como otros factores de riesgo se señalan edad mayor de 50 años, sexo femenino, tabaquismo actual, consumo de cocaína, traumatismo craneal, ciertos tumores intracraneales y émbolos neoplásicos; se discute si el excesivo consumo de licor, el empleo de anticonceptivos orales y la hipertensión arterial juegan algún rol preponderante.

Debido a la morbilidad y mortalidad asociada con la intervención quirúrgica, la detección de aneurismas sigue siendo polémica. Dos grupos de pacientes pueden beneficiarse con la detección temprana: aquellos con enfermedad poliquística del riñón autosómica dominante y aquellos otros con antecedente de hemorragia subaracnoidea por rotura previa de un aneurisma. Estos pacientes deben someterse a angiografía por resonancia magnética, seguida por inmediata remisión a un departamento neuroquirúrgico si se detecta un aneurisma. La búsqueda en personas que tienen dos o más familiares con aneurismas es controvertida; igualmente, no parece ser beneficioso la búsqueda en personas que tienen un pariente de primer grado afectado.

La mayoría de los aneurismas son asintomáticos y permanecen sin ser detectados hasta el momento de la rotura. La hemorragia subaracnoidea, una emergencia neuroquirúrgica, sigue siendo la presentación clínica inicial más frecuente. En una serie de afectados fue el primer síntoma en 58 por ciento de ellos. La historia de una hemorragia subaracnoidea típica incluye la abrupta eclosión de un dolor de cabeza muy intenso a menudo descrito como «¡el peor dolor de cabeza en mi vida!», que puede o puede no estar asociado con pérdida breve de conciencia, náuseas y vómitos, déficit neurológico focal o meningismo expresado como rigidez de nuca.

A pesar de que la historia es característica, con frecuencia se confunde con otras causas de cefalea y no se diagnostica a tiempo. En cerca de la mitad de los pacientes con síntomas más leves la causa es una pequeña fuga de «advertencia» antes de que ocurra la rotura del aneurisma.  Una revisión de 111 pacientes remitidos a un centro de atención terciaria para el tratamiento de aneurismas no rotos, se encontró que sólo el 41 por ciento se quejaban de síntomas y en la mayoría, los síntomas persistieron más allá de dos semanas y fueron más propensos a ocurrir en pacientes con aneurismas de mayor tamaño en la circulación posterior.

Ante la sospecha diagnóstica, se debe realizar una tomografía computarizada sin contraste que permite de inmediato reconocer la sangre en el espacio subaracnoideo; una punción lumbar mostraría líquido cefalorraquídeo sanguinolento; posteriormente podría recurrirse a técnicas de neuroimagen para reconocer la localización y características del aneurisma que incluyen la angiografía digital intrarterial con sustracción, la angiografía por resonancia magnética, la angiotomografía computarizada y la ecografía transcraneal por Doppler. Aunque la primera es el «estándar de oro», es una prueba invasiva con riesgo de 1% de complicaciones neurológicas transitorias y 0,5% permanentes.  Se debe tener sumo cuidado con el empleo de la resonancia magnética en pacientes con historia de cirugía previa, pues los clips quirúrgicos pueden desplazarse por efecto del campo magnético.

El tratamiento incluye la craneotomía con colocación de un clip o la embolización con espirales de alambre para rellenar el aneurisma y taponarlo.

  • ¡No me pregunte el día! De repente, fue el mismo en que mataron a Lola… Arribaba la inútil existencia de Benjazmín Testálgida a su trigésimo cumpleaños. ¡Tiempo de meditación!, algunos dicen….

Ese día Benjazmín se vino en un carrito por puestos desde San Blas en Valencia donde residía… Se detuvo en la Plaza Bolívar y en medio del gentío se topó con un sujeto que llevaba una jaulita en la mano y dentro de ella un periquito. ¡El periquito mágico, el periquito mágico!, voceaba…, más bien gritaba aquel hombre. En la parte inferior de la jaula existía una pequeña gaveta contentiva de una hilera de sobres rosados y azules. Cuando la persona quería conocer su suerte por 12.5 céntimos, es decir por una locha, el hombre sacaba de la gaveta y abría la puerta al periquito. A la voz de ¡una para caballeros!, el diligente pajarito salía de su jaula y solía escoger un sobrecito azul; uno lo tomaba de su pico y él se devolvía a su confinamiento, y siempre era así… pero ese día, el periquito pareció olvidar su reflejo condicionado, se negó a sacar el sobre de la suerte y desobedeció a su dueño introduciéndose de nuevo en la jaula.

La locha fue devuelta a Benjazmín por el dueño del periquito con cara de mal presagio.

A eso de las once, hora oficial de apertura de los bares, sus compinches del Botiquín «El Puñao de Rosas», franquearon el zaguán de su casa y tocaron a su puerta. Desde adentro, ladraron los canes al ventear la presencia estéril de «Care’vaca», «El Chipurro» y «El sifilítico», «uña-y-tierra» del cumpleañero, y quienes se apersonaron, leales y dispuestos, a festejar su onomástico.

A despecho de la airada protesta de Doña Justa, madre de la joya congratulada que al punto casi que les echa los perros, se dirigieron canturreando al mencionado bar atendido por el sin par Don Otilio, mentado «el escrupuloso», pues se la pasaba limpiando la barra de su bar con un mugre paño, que llevaba colgante a su inmundo delantal. Se cuenta, por cierto, que el famoso dicho, «¡Más sucio que trapito’ e botiquín!», tuvo su oscuro origen precisamente en la barra del Puñao de Rosas… A no ser por las palabrotas, obscenidades y cuentos colorados que volaban por encima de las puertas batientes y hacían santiguarse a las piadosas que tomaban la acera del frente camino a la misa del mediodía, el sitio aquel daba gusto e incitaba a la libación:

A la derecha de la barra, las bebidas patentadas en jerárquico orden de graduación alcohólica, patas p’arriba en elegantes surtidores, ahora venidos a menos por el uso y el abuso; y a la izquierda, alineadas en grandes frascos carameleros de boca ancha, estaban todas las exquisiteces del ingenio cañero popular, sin faltar la guarapita y el ponsigué, el berro y la fruta’e burro, la chispa’e tren y el lavagallo, servidas de a cucharón.

Alrededor de una mesa y en unas silletas de cuero de perdidos palitos, se sentaron los compinches, ordenando a Don Otilio la primera ronda celebratoria. El «trapito’e botiquín» fue restregado una vez más contra las marcas que tantos tragos habían dejado en la madera y cuatro verdosos berros, dejaron escapar su aroma espirituoso. No se había llevado Benjazmín la copa a sus labios, cuando súbitamente, como un relámpago en un cielo azul, alzando las manos a la cabeza dijo:

¡Carajo, se me está estrallando el se-s-o-o!«

Las últimas sílabas se le ahogaron en la garganta cuando precipitosamente, y por el efecto de un invisible «palo cochinero», caía a tierra cuan largo era… Como pudieron, aquellos cuerpos enflaquecidos por tanta caña y tan poca comida, cargaron a su querido compañero y en voladillas le llevaron directo a la Medicatura de Pueblo Entecado.

El recién-graduado que allí se encontraba, muy versado en las siete medulosas páginas sobre el dolor de cabeza que escrito por el doctor Raymond Adams, se encuentra en el libro de Medicina Interna de Harrison, se dio cuenta de que el problema era serio. Benjazmín mostraba un rostro pálido y enfermizo, untuoso y con algunas gotitas de sudor en el labio superior, estaba comatoso, no respondía al dolor, y cuando intentó flexionarle la nuca, estaba más rígido que tabla de aplanchar, al observar el fondo ocular presenció la emergencia, allí frente a sus incrédulos ojos cómo aparecían hemorragias que crecían continuamente formando como chichones en la retina. Sabía que eso era un signo fundoscópico de un sangrado subaracnoideo con enorme presión intracraneal… Hasta podía ver la diapositiva que uno de sus maestros le había mostrado durante una clase para él memorable; pudo además recordar su nombre: Síndrome de Terson…

-«Miren —les dijo el galenito— aquí no tenemos yodo, vendas ni curitas. Saquemos de inmediato a este hombre de aquí antes de que se nos muera de mengua…». Lo montaron en una picó y se largaron a la capital. El Ángel de la Guarda -que de que existe, existe y todos los santos del Cielo, muy diligentes, colaboraron en el traslado: No hubo ruleteo, lo aceptaron en el hospital, el neurólogo de guardia curiosamente estaba en su guardia y pensó de inmediato en una hemorragia subaracnoidea y una punción lumbar, le recompensó con el diagnóstico: El líquido cefalorraquídeo normalmente cristalino, ‘agua de roca’, había virado al rojizo de la sangre… Más inexplicable aún, fue cómo pudo Benjazmín ser intervenido del aneurisma intracraneal que se le había roto ocho días después del sangrado y antes de que le sobrevinieran los temidos resangrado y espasmo cerebral, cobradores de vidas… -«¡Qué suerte del carajo la que tuve!¨ -festejaría más tarde-;  el doctor me dijo que en nuestra Venezuela, tan vulnerable y triste, se muere un gentío esperando turno quirúrgico… ¡qué nos importa! ¡Cosas del subdesarrollo! ¡Crueldades de una fracasada revolución!

Veinte días después del accidente, Benjazmín le decía a sus excompañeros de juerga — ¡pues ya nunca más bebería!-, -¡Qué dolor de cabeza tan arrecho, chamos… el peor de mi ex-estéril vida…! ¡Es así como describen los sobrevivientes, el dolor de cabeza que se produce al estallar un aneurisma en el interior del cráneo: Brusco y severísimo, ¡el más intenso que alguna vez hayan tenido!

Un aneurisma es una dilatación en forma de saco producida en un vaso sanguíneo, una frágil bolsa dispuesta a romperse en ese momento en que la presión interior sobrepase la capacidad de distensibilidad de la pared debilitada. Tal como una tripa de caucho con un área donde la goma está pasada: Al inflarla, al favor de la presión interior, aparecerá una «teta» en su superficie. De seguir inflándola, estallará por allí. Lo mismo ocurre en una arteria, y al romperse, vacía su sangre hacia la superficie del cerebro, que no hacia el interior del tejido noble.

Las meninges o envolturas del cerebro y la médula espinal son designadas de afuera hacia adentro, duramadre, aracnoides y piamadre. Antes de penetrar al tejido cerebral, las arterias permanecen en el espacio subaracnoideo junto al líquido cefalorraquídeo; por ello, la rotura de un aneurisma produce un sangrado o hemorragia subaracnoidea.

La irrupción de la sangre en ese espacio de presión más baja que la de la de la sangre, cual vitriolo, produce una tremenda irritación química, intenso dolor y el aumento brusco de la presión en la cavidad craneal conduce a la pérdida de la consciencia, y a veces, el cortejo es completado con confusión mental, agitación motora, convulsiones, náuseas y vómitos, sensibilidad a la luz e irritación de las meninges del cuello, con intensa tiesura de la nuca al intentar flexionarla pasivamente… El cuerpo rellena la brecha con fibrina para obliterarla: ahora el aneurisma está unido al tejido cerebral, así que cuando sobreviene el resangrado durante las primeras dos semanas, la sangre busca su salida a su través llegando a comunicarse con la cavidad ventricular, lo que es llamado ¨inundación ventricular¨.

Nadie sabe por qué —una resaca del pecado original, tal vez— algunos seres humanos nacemos con una debilidad congénita de la túnica muscular de una arteria en sus sitios de bifurcación, un defecto de fabricación, si se quiere, un «sobre-bomba» con todo y girador escrito en su anverso para ser abierto quién sabe cuándo: El Destino… Oculto y a prueba de pesquisas, irá creciendo sin decir «ni pío» en el curso de los años, casi sin dar muestra alguna de su presencia…

En 1987, el neurocirujano canadiense Richard Le-Blanc, describió lo que dio en llamar ¨la pequeña fuga de advertencia¨, campanada de atención que precede en días al toque de ánimas, síntoma premonitorio de la inminente ruptura de un aneurisma intracraneal, una pequeña fisura en su pared: El infeliz experimentará un dolor de cabeza no familiar a él, agudo, con náuseas y vómitos, expresión de un sangrado mínimo. Uno o dos días después, el dolor desciende a la región lumbar produciendo un simple lumbago, indicando que la irritación ha alcanzado la cola de caballo o tramo final de la médula espinal. Un 40% de los pacientes de LeBlanc la sufrieron varias semanas antes de que acaeciera la verdadera y desastrosa rotura, y el sangrado magno, como el del Benjazmín.

Cuando desoído por el enfermo—que no consulta-, o por el médico —que por ignorancia no lo identifica—, el síntoma es heraldo de un mal pronóstico vital. La punción lumbar, único procedimiento revelador del mínimo entuerto, es el método de diagnóstico por excelencia al mostrar el líquido teñido de sangre… De otra forma, no hay manera de saber que albergamos un «sobre-bomba» con implacable girador…

Por fortuna, para la mayoría de cefalálgicos o sufrientes de dolores de cabeza —a pesar de su severidad o iteración— la significación es la opuesta a la de Benjazmín. La historia clínica, la gran herramienta, es básica para comprender su origen y significación, pero en estos confusos tiempos de poco razonar y mucho ejecutar, nos confiamos en el frío informe de un examen radiológico que parece denunciar la ausencia de enfermedad: «¡Como descrito, sin evidencia de patología…!».

Los aneurismas son evaginaciones focales, redondeadas o lobuladas, que habitualmente se originan en las bifurcaciones arteriales. El saco aneurismático puede tener un orificio de entrada estrecho (cuello) o una base de implantación ancha que lo comunica con el vaso. Pueden ser ¨saculares¨ o en forma de saco, unidos a la arteria por un cuello; ¨laterales¨ cuando la dilatación es de una pared y ¨fusiformes¨ si la pared está dilatada 360º; si excede los 2.5 mm de diámetro le se denomina aneurisma gigante.

Son lesiones típicas de los adultos, con pico de presentación clínica entre los 40 y 60 años. El riesgo de ruptura es de 1-2% por año para aneurismas asintomáticos íntegros, existiendo una probabilidad mayor de rotura en pacientes con aneurismas múltiples. Los aneurismas intracraneales surgen normalmente en el polígono de Willis y especialmente en la bifurcación de la arteria cerebral media (ACM). Por necropsia, aproximadamente 90% tiene localización en la circulación anterior y sólo 10% en el sistema posterior o vértebrobasilar. Un 33% de los aneurismas se localizan en la arteria comunicante anterior (ACoA), otro 33% en la unión de la arteria comunicante posterior (ACoP) con la arteria carótida interna (ACI) –cuya rotura produce una parálisis del 3º nervio craneal con pupila dilatada– y 20% en la bifurcación o trifurcación de la arteria cerebral media (ACM)

¡Saber es reconocer y reconocer es salvar vidas…!

 

 

Elogio de las perlas clínicas: La importancia del relato simple en medicina…

  • Cuando la enfermedad tiene un lenguaje…

¿Qué cómo conocí a Purísima Doncellil?

Alianzas de amistad fraterna me liaban a sus padres desde que eran solteros. Hasta algún ¨arruchadito¨ le cambié alguna vez cuando no me quedó otra opción. Le vi hacer gorgoritos, presencié su errático gatear y sus primeros pinitos, la observé también hacerse una señorita y vestir sus primeros sostenes, asistí a la transmutación en adolescente de figura esbelta y grácil, sonrisa espontánea de perfecta y alineada dentadura, cutis de melocotón, mirada vivaz tras largas y negras pestañas… Era, la “niña-de-mis-ojos” de sus orgullosos padres. Muchas veces me lamenté ante ellos por la sobreprotección que le conferían. “Es la única hembra entre seis varones”, se justificaban jubilosos. Sin ser pediatra, en ocasiones le examiné por naderías. Por esas naderías que expresan más la inseguridad parental que una real enfermedad de los hijos. Siempre muy sana, delgada; pero sana… Y así fue como el tiempo pasó y Doncel Exinanido, su vecino y noviecito desde los catorce años se transformó en su esposo. Beneplácito de las dos familias. La abrazamos contentos como si se tratara de una hija y brindamos por su felicidad. Al regreso de la corta luna de miel, de inmediato se marcharían a Norteamérica. Él haría un posgrado en administración de empresas; ella, en educación preescolar. Acongojado, presencié el duelo de sus padres, por no tenerla más en el hogar y por saberla lejos…

A poco de su partida, enfermó… Una dispepsia no ulcerosa le fue diagnosticada: No hacía sino vomitar todo cuanto comía, perdió peso en forma considerable, su tez palideció, estaba insomne e inapetente, un dolor de cabeza persistente se entronizó en sus días y sus noches, sentía intensa fatiga y abulia, como a quien se le ha drenado la sangre y con ella el espíritu vital. Se entretuvo también un diagnóstico de síndrome de fatiga crónica ¡usted sabe, una enfermedad como los zapatos de platabanda, horribles pero ‘inn, para tipificar lo que no entendemos o no conocemos! Se le asociaron ataques de pánico: una sensación de muerte cierta, o la convicción de locura, con su corazón yéndose al galope en desordenados latidos y su respiración que no le alcanzaba, sus piernas que no le sostenían y un insoportable y ominoso hormiguillo que le llenaba manos y pies.

Un permanente “mareo de tierra”, en el que su cuerpo parecía vacilar como si estuviera en un bote a merced de las olas. ¡La desestabilización total! En seis meses estaba de vuelta en Caracas, con una extraña dolencia que había resistido el embate de la tecnología gringa, que rechazaba toda taxonomía y rehuía su desvelación… Muy a mi pesar, la tuve esta vez como mi real paciente y la visión que de ella tuve, me llenó de profunda tristeza y compasión: La magrura de su porte, sus ojos sin brillo, los feos barros que empedraban sus mejillas, sus labios mustios, pálidos y agrietados, su dentadura opaca y su cabello sin brillo, círculos oscuros alrededor de sus ojos simulando un antifaz de carnaval triste, la cara enjuta y amarilla que recordaba aquella facies miasmática de los palúdicos crónicos… peor aún, la alegría de campanita, que era su contraseña, había huido de su ser…

 

La examiné remirado, pues esta vez sí que parecía estar enferma. No quería encontrarle nada malo. ¡La veía muy mal; pero no había pista alguna que denunciara la enfermedad enramada! Como parte de ese examen clínico integral a que todo paciente tiene derecho, le miré el fondo del ojo. Dirigí el intenso rayo de luz blanca a través de su pupila y me acerqué tanto como pude, tratando que el círculo de luz llenara ese espacio también circular, a través del cual miramos el mundo: la pupila. ¡No existe un examen en medicina que requiera de más cercanía entre un médico y su paciente que la oftalmoscopia! Podía oír sus respiraciones contenidas y atáxicas, y seguramente, ella las mías. Se resistía al examen, no me dejaba observar, giraba bruscamente su cabeza como por fuerza de un resorte que la disparaba al lado opuesto. ¡Fue cuando lo comprendí todo!:

Quedamente, tratando de colmar mis palabras de respeto y comprensión, le pregunté, -“¿Se ha consumado tu matrimonio, Purísima…? Fue entonces, cuando Purísima me lo dijo todo sin decirme nada: gemidos entrecortados y borbotones de lágrimas desesperados me dieron la razón. Una infinita pena por seis meses represada buscó su desahogo natural: Lágrimas de amargura. Un decir sin decir nada, un inculpar sin inculpar a nadie, un inmenso tormento sin un confidente a quien tender los brazos anhelantes… ¡Purísima era todavía virgen! Se habían casado creyendo que el matrimonio era jugar a mamá y papá. Ambos habían escogido, irreflexivamente, la pareja ‘ideal’, la que la trampa de sus inconscientes les ofreció. Doncel, a despecho de su juventud, era impotente; ella, tímida sexual. Una relación platónica para un fracaso mil veces presagiado…

En “La aventura de la Finca de Cooper Beeches”, Sherlock nos dice, “Es frecuente que el hombre que ama su profesión por ella misma, saque sus más vivos deleites de las manifestaciones menos importantes y más humildes de la misma”

 Tal vez no de un moderno ecógrafo, menos de una tomografía por emisión de positrones, quizá sí, de un humilde oftalmoscopio para mirar, más que ver, para ejercer a plenitud el arte de la fina observación, de «pequeños-grandes detalles» que no necesariamente tienen que ver con el ver… Para quien mira a través de un oftalmoscopio —el instrumento idóneo para asomarse al interior del ojo— verdades directas y objetivas le serán desveladas. Hasta allí, todos estamos de acuerdo. Sin embargo, cuando se dejan flotar al máximo los sentidos, emergerán otras piezas de diagnóstico que yo llamo “secundarias”, verdades accidentales, no relacionadas directamente con el ver. Secundarias, no porque sean de menor importancia, sino porque están mimetizadas o escondidas y sólo son identificables, cuando el cerebro está programado para percibirlas. Nacen del cultivo de la capacidad ‘observadora’ de otros sentidos. Son imponderables advertidos sólo por el que está concentrado en lo que hace, por ello, Holmes solía decir que “el arte de observar es impersonal, pues está más allá del que observa”.

Al mirar el fondo del ojo podemos percibir el hálito alcohólico, el aliento dulzón del diabético muy grave o el urinoso del urémico, o algún hedor nauseabundo nacido de senos paranasales enfermos; podemos escuchar el silbido del bronquio herido del fumador abusivo o del asmático oprimido; o ruidos traqueales o bronquiales que expresan secreciones represadas; o movimientos anormales y espontáneos de los ojos, vedados a la mirada desnuda por su escasa amplitud; o los ansiosos suspiros del hiperventilador; o la detención periódica de la respiración de Cheyne-Stokes del enfermo con daño cerebral, con su crescendo subsiguiente; o ruidos metálicos de las prótesis que han suplido la función de válvulas cardíacas enfermas y disfuncionales; o el aumento del tono simpático del angustiado o hipertiroideo, que desorbitan sus ojos al pedírseles fijar su atención en un objeto distante; o el movimiento de la cabeza sincrónico con el latir del corazón del insuficiente de la válvula aórtica, donde la sangre se devuelve contra natura…

Purísima no podía cooperar al momento de la oftalmoscopia: Nunca pudo hacerlo desde niña. ¡Era extraño que, de casada, todavía no pudiera tolerar la pe-ne-tra-ción de la luz! Abrigamos la sospecha y en ciertos casos como el presente hemos logrado comprobar que en algunas mujeres, por lo general jóvenes, la imposibilidad para colaborar al momento de mirarles el fondo del ojo, puede representar un fenómeno vicario o sustitutivo de la llamada angustia de penetración: Echada boca arriba, la habitación en penumbra, el estrecho acercamiento a que obliga el procedimiento, la percepción de la respiración del médico muy cercana al oído, completan el ambiente para evocar, la fantasía inconsciente de la desfloración, y de allí, los fuertes cabeceos de rechazo y ese lagrimero… Al regreso de la luna de miel, cuando se ha vivido la realidad con el objeto amado, la fantasía de destrucción se disipa, y la joven ya no retirará nunca más la cabeza…

¡Lo reconozco, es pura imaginación! pero, -“¿Cuántas veces la imaginación es la madre de la verdad?” decía Sherlock en “La tragedia de Birlstone”…

 Elementary, my dear Watson!

 

  • A la zaga del signo revelador…

 

“Dios está en los detalles”.  A. Warburg

 

El objeto del diagnóstico es la acción; el del diagnóstico precoz el adoptar lo más pronto posible todas las medidas que puedan estar indicadas para curar, aliviar, prevenir o limitar las complicaciones de la enfermedad. Se entiende por signo, ¨El fenómeno, carácter o síntoma objetivo de una enfermedad o estado que el médico reconoce o provoca¨; si el signo evoca de inmediato un diagnóstico o domina en importancia a otros que simultáneamente concurren en un paciente dado y focalizan la atención hacia un determinado aparato, órgano o sistema, se designa como ¨signo rector¨ o ¨signo-señal¨.

En la Viena del Siglo XIX, el internista Josef Skoda (1805-1881) trabajando en simbiosis con el patólogo Karl von Rokitansky (1804-1878), puede aceptarse que desarrollaron y pulimentaron el diagnóstico anatomoclínico; uno diagnosticaba y el otro comprobaba: vale decir, uno diagnosticaba mediante el exclusivo uso de los sentidos y el otro ¨viendo por sí mismo¨ en la mesa de autopsias, comprobaba o rechazaba la presunción diagnóstica. De esa forma contribuyeron al fortalecimiento de la observación del hecho clínico mediante signos privilegiados, indicios que a la mayoría le resultan imperceptibles, objetivamente evidenciables e inequívocamente patológicos relacionados con la enfermedad dominante en un paciente dado, que obedecían a un número muy limitado y concreto de causas…  Quizá un medio de comunicación entre el hombre y la maravilla de su Creador: el cuerpo humano, un privilegio divino, una vía de comunicación que debería continuar cultivándose hoy día, en tiempos alejados de la candidez y más cercanos al pragmatismo maquinal.

Siempre me encantaron y me esforcé por conocerlos, buscarlos y aún más, enseñarlos a mis alumnos, adelantándome y ganándole al dictado de la máquina diagnóstica, tan distante de la mirada médica en este ahora, tan gobernado por la tecnocracia como está, y que no es otra cosa que esa mirada médica tan particular e inquisidora que tiene un sentido y una trascendencia, una mirada que transforma el síntoma en signo, espontáneo diferencial consagrado a la totalidad y a la memoria; mirada calculadora también, acto que reúne en un solo movimiento, el elemento y el vínculo de los hechos clínicos entre sí, una mirada sensible a las diferencias, a la simultaneidad, a la sucesión y a la frecuencia; ¿acaso se me permitiría llamarlo ¨ojo clínico¨…?

No es que yo quiera considerarme el último romántico de la semiótica… hay tantos otros como yo que lloramos ante la pérdida de un bienhadado bien; parece que ya nadie siente pasión por poseerla; parece que el conocimiento ¨pret-a-porter¨, se impondrá por sobre la fina orfebrería del diagnóstico; parece que esta vez las máquinas nos ganaron la partida y debo retirarme siempre enseñando mi arte adonde todavía la observación y el contacto cercano son vitales; tal es en el ejercicio de las relaciones entre la visión y las funciones cerebrales, la neurooftalmología, donde no reconocer o confundir el minúsculo signo señero, equivale a no acertar el diagnóstico y a condenar al errabundo paciente a buscar otro médico, otra ¨última esperanza¨…

Y sólo saben enseñar siempre los que nunca dejaron de aprender.

 

  • La soberanía del signo clínico…

 

¨La teoría calla, o se desvanece casi siempre en el lecho de los enfermos para ceder el puesto a la observación y la experiencia¨, ¡eh! ¿Sobre qué se funda la experiencia y la observación, si no es sobre la relación de nuestros sentidos? ¿Y que serían la una y la otra sin estas fieles guías?¨ [1]

 El paradigma indiciario o adivinatorio de Carlo Ginzburg en su saber cinegético, nos muestra la enfermedad como presa y el médico como cazador… Por miles de años el hombre fue cazador… En el curso de incontables lances aprendió a reconstruir la forma y los movimientos de su invisible presa mediante huellas en la tierra, ramas rotas, excrementos, mechones de pelo, plumas desprendidas, pesos, colores, rumbos y olores estancados, más de las veces irrelevantes a los ojos del profano… Aprendió a oler, registrar, clasificar e interpretar trazos infinitesimales como rastros de baba… Aprendió cómo ejecutar complejas operaciones mentales a la velocidad del rayo en la profundidad de los bosques o en las llanuras de escondidos peligros… Desde esos rústicos cazadores, un rico contingente de conocimientos ha pasado con la tradición oral a través de generaciones. Este conocimiento se ha caracterizado por la habilidad de construir a partir de datos experimentales una compleja realidad que no fue experimentada o visualizada directamente. ¨El cazador habría sido el primero en ‘contar una historia’ porque era el único que se hallaba en condiciones de leer, en los rastros mudos (cuando no imperceptibles) dejados por la presa, una serie coherente de acontecimientos¨. En ausencia de documentación verbal para suplementar las pinturas en la piedra, podemos depender del folclore que trasmite un eco para aprender del conocimiento acumulado desde esos remotos cazadores, que elaborados por el observador producen una secuencia narrativa: “alguien pasó por aquí…”

[1] Corvisart, Nicolás (1755-1821), médico del Emperador Napoleón Bonaparte, fundador de la cardiología científica.  Prefacio a la introducción del libro de Auenbrugger –sobre la percusión-: Nouvelle méthode pour reconnaltre les maladies internes de la poitrine (París, 1908). p-VII.

 

En el año 2000 y en la Academia Nacional de Medicina de Venezuela definimos el sentido de Perla de Observación Clínica, cuando escribimos, ¨Se entiende por perla de observación clínica un hecho, caso clínico o hallazgo observacional, que, por mérito propio y consolidado por el tamiz del tiempo, en razón de su presencia permite un diagnóstico positivo, un constructo excepcional o constituye una pista que conduce a él¨.

¿No tiene esta definición de «perla» el aroma de Sherlock Holmes, su sagacidad y su ciencia dispuesta a reconocer minúsculas pistas y descifrar su enigmático lenguaje? De pequeño leía con fascinación sus aventuras sin poder atisbar, claro está, la influencia que tendrían en los años por venir en mi transitar como médico sobre cuerpos machucados por la saña de la enfermedad. ¿Qué iba yo a saber que su figura compendiaba a los grandes observadores de nimios pero reveladores detalles del entorno, desplegados y contenidos desde no se sabe cuándo, en cándidas observaciones orientales envueltas en la tradición oral y en textos impresos en pergaminos y folios amarillentos de épocas remotas:

Desde el Talmud de Babilonia: Tratado del Sanhedrín (cerca de 200-500 años a.C.); el Nigaristán: Muin-al-din-Juvani (1335) y Thomas‐Simon Gueullett (1683–1766) con sus ¨Soirees bretonnes¨; los Tres Príncipes de Serendip del Peregrinaggio de Michel Tramezzino (1557), reconocido por Horacio Walpole y cuya carta a Horace Mann contiene la primera referencia a la serendipia, catellanización de la palabra inglesa serendipity, para designar la sagacidad accidental; el Zadig, lector de pistas, de François Marie Arouet (Voltaire) (1694-1778); el clínico de filigranas Joseph Bell de Edimburgo (1837-1911), su pupilo, Sir Arthur Conan Doyle (1859-1930) y el propio Sherlock Holmes, su creación literaria, y… por último, el mismísimo Sir William Osler (1849-1919) de quien se dice fue influenciado por la lectura del Zadig de Voltaire…

En estos textos de kirghiz, turcos, tártaros, judíos y persas en el Peregrinaggio, se relatan siempre bajo el mismo ritornello: las historias de tres hermanos que encontraron un hombre que había perdido un camello o en otras versiones un caballo, y hasta una vaca. Ellos lo describieron sin titubeo: blanco, ciego de un ojo, sin un diente, con dos alforjas de cuero de cabra, una llena de vino y otra de aceite, o una llena de trigo y otra de miel ¿Le habían visto? ¡No! Les acusaron de robarlo y fueron a juicio: por medio de miríadas de inaparentes detalles habían reconstruido la apariencia de un animal que nunca habían visto, sus virtudes, sus defectos y su carga… Accidentes felices, un prodigio de observación fina e intencionada, pues en medicina todo o casi todo, depende un vistazo inteligente, de un instinto feliz, de un chispazo revelador.

¡Bienaventurada sea la observación!

En este orden de ideas, tal vez sea el momento de recordar el pasaje de Voltaire, ¨Zadig o el destino. Historia oriental¨[1] donde encontramos una extraordinaria pieza de observación cuyo protagonista es Zadig -del árabe saadig, el veraz-, un joven rico y poderoso, quien debido a las ingratitudes de los hombres se retiró a una casa de campo a las orillas del Eúfrates y allí buscó la felicidad en el estudio de la Naturaleza, ese gran libro abierto por Dios ante los ojos de los hombres.  Allí estudió las propiedades de los animales y las plantas, y en muy poco tiempo, adquirió una sagacidad que le hacía observar millares de diferencias, allí, donde otros sólo uniformidad veían. “Mi trabajo es conocer cosas. Me he entrenado a mí mismo para ver lo que otros pasan por alto”, -Sherlock Holmes, en Un caso de identidad.

 Leamos un prodigio de observación, el Zadig de Voltaire en su cuento filosófico, ¨El perro y el caballo¨:  

¨Cierto día paseándose junto a un bosquecillo, vio venir corriendo un eunuco de la reina, seguido de muchos oficiales de palacio: todos parecían poseídos de la mayor inquietud, y corrían a todas partes como hombres extraviados que andan buscando lo más precioso que han perdido. -¨Mancebo -inquirió el principal eunuco-, ¿visteis al perro de la reina?¨. Respondióle Zadig con modestia: Es perra que no perro. Tenéis razón, replicó el primer eunuco. Es una perra fina muy chiquita, continuó Zadig, que ha parido ha poco, cojea del pie delantero izquierdo, y tiene las orejas muy largas. -¨¿Con que la habéis visto?¨ -dijo el eunuco fuera de sí-. -¨No por cierto -respondió Zadig-; ni la he visto, ni sabía que la reina tuviese perra ninguna¨.

Aconteció también por aquel mismo tiempo que por un capricho del acaso se hubiese escapado esa misma mañana de manos de un palafrenero del rey, el caballo más hermoso de las caballerizas reales, y andaba corriendo por las vegas de Babilonia. Iban tras de él, el montero mayor y todos sus subalternos con no menos premura que el primer eunuco tras de la perra. Dirigióse el caballerizo a Zadig, preguntándole si había visto el caballo del rey. -¨Ese es el caballo -dijo Zadig- que tiene el mejor galope, cinco pies de alto, la pezuña muy pequeña, la cola de tres pies y medio de largo, las cabezas del bocado son de oro de veinte y tres quilates y las herraduras de plata de once dineros¨. -¨¿Y qué camino ha seguido, donde ha ido? ¿Dónde está?¨, preguntó el caballerizo mayor. -¨Ni le he visto, repuso Zadig, ni he oído hablar nunca de él¨.

Ni al caballerizo mayor ni al primer eunuco les quedó duda de que Zadig había robado el caballo del rey y la perra de la reina; condujéronle pues a la asamblea del gran Desterham, que le condenó a doscientos azotes y seis años de presidio en la fría Siberia. No bien hubieron dado la sentencia, cuando aparecieron el caballo y la perra, de suerte que se vieron los jueces en la dolorosa precisión de anular su sentencia; condenaron empero a Zadig a una multa de cuatrocientas onzas de oro, por haber dicho que no había visto aquello que en realidad sí había visto. Primero pagó la inevitable multa, y luego se le permitió defender su causa ante el consejo del gran Desterham, donde dijo así:

 

¨Astros de justicia, pozos de ciencia, espejos de la verdad, que con la gravedad del plomo unís la dureza del hierro, el brillo del diamante y no poca afinidad con el oro, siéndome permitido hablar ante esta augusta asamblea, juro por Oromazes, que nunca vi ni la respetable perra de la reina, ni el sagrado caballo del rey de reyes. El suceso ha sido como os voy a contar. Andaba paseando por el bosquecillo donde luego encontré al venerable eunuco y al ilustrísimo caballerizo mayor. Observé en la arena las huellas de un animal y fácilmente conocí que era un perro chico. Unos surcos largos y ligeros, impresos en montoncillos de arena entre las huellas de las patas, me dieron a conocer que era una perra, y que le colgaban las tetas, de donde colegí que había parido hacía pocos días. Otros vestigios en otra dirección, que se dejaban ver siempre al ras de la arena al lado de los pies delanteros, me demostraron que tenía las orejas largas; y como las pisadas de un pie eran menos hondas en la arena que las de los otros tres, saqué por consecuencia que era, si soy osado a decirlo, algo coja la perra de nuestra augusta reina. En cuanto al caballo del rey de reyes, la verdad es que, paseándome por las veredas de dicho bosque, noté las señales de las herraduras de un caballo, que estaban todas a igual distancia.  He aquí, me he dicho para mí, este caballo tiene un galope perfecto. En una senda del camino que no tiene más de tres pies y medio del centro del camino, estaba a izquierda y a derecha barrido el polvo en algunos parajes. El caballo, conjeturé yo, tiene una cola de tres pies y medio, que con sus movimientos de derecha a izquierda ha barrido este polvo. Debajo de los árboles que formaban una bóveda de cinco pies de altura, estaban recién caídas las hojas de sus ramas, y conocí que las había dejado caer el caballo, que por tanto tenía cinco pies de alzada. Su freno debía de ser de oro de veinte y tres quilates, porque habiendo estregado la cabeza del bocado contra una piedra que he visto que era de toque, hice un ensayo. Por fin, las marcas que han dejado las herraduras en piedras de otra especie me han probado que eran de plata de once dineros¨.

Quedáronse pasmados todos los jueces con el profundo y sagaz tino de Zadig, y llegó la noticia al rey y la reina. En antesalas, salas y gabinetes no se hablaba más que de Zadig, y el rey mandó que se le restituyese la multa de cuatrocientas onzas de oro a que había sido sentenciado, puesto que no pocos magos eran del dictamen de quemarle como hechicero. Fueron con mucho aparato a su casa el escribano de la causa, los alguaciles y los procuradores, a llevarle sus cuatrocientas onzas, sin guardar por las costas más que trescientas noventa y ocho; verdad es que los escribientes pidieron una gratificación.

Viendo Zadig que era cosa muy peligrosa el saber en demasía, hizo propósito firme de no decir en otra ocasión lo que hubiese visto, y la ocasión no tardó en presentarse. Un reo de estado se escapó, y pasó por debajo de los balcones de Zadig. Tomáronle declaración a este, no declaró nada; y habiéndole probado que se había asomado al balcón, por tamaño delito fue condenado a pagar quinientas onzas de oro, y dio las gracias a los jueces por su mucha benignidad, que así era costumbre en Babilonia, -¨¡Gran Dios, decía Zadig entre sí, qué desgraciado es quien se pasea en un bosque por donde haya pasado el caballo del rey, o la perra de la reina! ¡Qué de peligros corre quien a su balcón se asoma! ¡Qué cosa tan difícil es ser dichoso en esta vida!¨

 

  • La semiótica y Sir William Osler.

 La semiología o semiótica es la disciplina que aborda la interpretación y producción de los síntomas. La semiología médica, el estudio de los signos y síntomas de las enfermedades, muchos de ellos extraídos sobrepasando la opacidad de la piel para traerlos al claror de la interpretación pues no hay enfermedad sino en el elemento de lo visible, y por consiguiente de lo enunciable: La inspección, percusión, auscultación y palpación sirven a estos propósitos y dan la bienvenida al estudiante de medicina después de sus años básicos o preclínicos y le preparan para este cometido; es cierto, es el inicio de un camino no siempre liso, que nunca habrá de terminar porque la medicina es conocimiento incierto opuesto al conocimiento de las cosas inertes, y su objeto el hombre enfermo, según Dumas, es demasiado complicado, abarca una multitud de hechos harto variados, opera sobre elementos demasiado sutiles y en exceso numerosos, para dar siempre a las inmensas combinaciones de las cuales es susceptible; la uniformidad, la evidencia, la certeza caracterizan las ciencias físicas y matemáticas.

[1] http://www.ciudadseva.com/textos/cuentos/fran/voltaire/zadig_o_el_destino.htm

Como a cualquier otro internista, la figura de Sir William Osler (1849-1919) impregnó el pensar y hacer de mi generación y podría decirse que él aún pervive en el mundo de la medicina académica. Mis profesores y mis lecturas así me lo pregonaron y me lo siguen proclamando. Fue la persona que más influenció el mundo médico de habla inglesa y sus enseñanzas permearon a todas las escuelas de medicina del mundo occidental. Sus publicaciones totalizaron más de 1.500 producto de su curiosidad innata, observación cuidadosa, paciencia y asiduidad, así como un ojo observador y una mano presta para registrar sus experiencias. A menudo solía decir que el éxito del que había disfrutado no era debido a su genialidad, antes bien a su capacidad en poner manos a la obra.

Dedicado a sus maestros canadienses, él sólo completó un texto de medicina de 1079 páginas, corrigió las pruebas e hizo el índice en sólo 16 meses, para transformarlo en el más popular y conocido de su tiempo por más de treinta años, ¨The principles and practice of medicine¨ publicado en Nueva York por D. Appleton and Company en 1892; realizó personalmente y registró en detalle más de mil autopsias naciendo en su mente la correlación de la medicina de cabecera al lado del enfermo con los hallazgos patológicos o medicina anatomoclínica, jugando un rol preminente en la creación de la Escuela de Medicina Johns Hopkins conjuntamente con William H. Welch, William Halsted y Howard Kelly formando un brillante equipo algunas veces llamado como el de ¨los cuatro grandes¨, que se constituyó en el estándar de oro de la educación en la América de su tiempo. Quién podría dudar de su habilidad como maestro de ese alguien en quien la educación y el ideal puro eran las fuerzas movilizadoras de la pedagogía.

Por cierto, en los tempranos días de la oftalmoscopia, el procedimiento era considerado por casi todos los médicos como provincia de la oftalmología; de acuerdo a de Schweinitz fue Charles Norris conjuntamente con los esfuerzos de William Thompson, S. Weir Mitchell y el propio William Osler quienes en conjunto convencieron a los médicos de Filadelfia acerca de la necesidad de realizar un examen ocular sistemático en todos los pacientes…

 

Sus enseñanzas alcanzaron el pináculo a fines del siglo XIX e inicios del XX, épocas en que la medicina científica moderna se estableció en contra del misticismo y verdades parciales que habían evolucionado por cerca de dos milenios desde tiempos de griegos, romanos y egipcios. Quizá su mayor legado y aquella acción por la cual quiso ser recordado, fue la de llevar a sus alumnos a aprender a la cabecera del enfermo como nunca antes se había insistido haciendo énfasis en el paciente como ¨texto de estudio¨, cuando hoy día, en tiempos de sofisticadas herramientas tecnológicas el paciente está presente solamente bajo la forma de unos pocos mililitros de sangre o líquido, varios gramos de tejido o una lámina radiográfica donde se inscribe en tonos de grises el drama del enfermo en ausencia de su persona y aún una simple e insulsa receta para complacer.

«No deseo más epitafio que la mera inscripción en mi tumba, que enseñé a mis alumnos medicina en las salas del hospital».

 

  • La perla médica y su oriente magnífico…

 Cuenta una leyenda que cuando los ángeles lloran, sus lágrimas caen al fondo del mar y se convierten en perlas. Dentro de las grandes civilizaciones y religiones antiguas las perlas personificaban la virtud, la sabiduría y el poder. En el relato clínico que nos ocupó al inicio, a no dudar, en la construcción intelectual del diagnóstico, un sutil hallazgo oftalmoscópico no relacionado directamente con la oftalmoscopia, un cambio en el orden de los factores, reluce como una perla, con ese ¨oriente¨ al cual se refería mi padre barajando entre sus dedos esa joya por la que sentía especial atracción y que regalaba a mi madre en demasía y vistiendo él mismo, una negra en su corbata: En las perlas de color claro no otra cosa que su brillo nacarado, un inimitable y sutil juego de colores presente en su superficie, y en las perlas de color oscuro, el sobre-tono y su atractiva iridiscencia; y por analogía, en las perlas clínicas, no otra cosa que verdades contundentes escondidas dentro de la hojarasca del discurso o en un área milimétrica del cuerpo apenas perceptible y soslayada con el mensaje no leído a ella implícito. La perla simboliza pues una preciada y afortunada pertenencia, un algo muy valioso que llevada a las más elevadas posesiones del espíritu alcanza su más legítimo esplendor.

En 1997, elegido Miembro Correspondiente Nacional de la Academia Nacional de Medicina de Venezuela, organismo donde concurren médicos de las más diversas tendencias y especialidades, en algún momento pensé que las asambleas se harían menos monótonas, menos tediosas y más atractivas si se pudiese incluir un segmento corto, de unos 10 minutos de duración, donde se presentara algún hecho médico significativo, ¨un fascinoma¨, cierto síntoma clínico determinante, un signo-señal o alguna condición clínica, donde no se aceptaran preguntas, y al que sugerí designar, ¨Perlas de Observación Clínica¨. Contendrían uno o más casos donde se demostrara la importancia del relato simple, del hallazgo revelador que, además, culminara con un mensaje, una moraleja o un colofón.

Elaboré y envié las reglas para normarlas. Fue aceptado de inmediato por la Junta Directiva y así se me informó mediante oficio N° 2000/17, del 20 de enero de 2000. Desde el inicio tuvo y ha continuado teniendo la entusiasta acogida de toda la asamblea. Ahora, bajo nuevo reglamento se ha extendido a 15 minutos y hay lugar para 15 minutos de preguntas. Estas cortas sesiones suelen transformarse en artículos para nutrir la Gaceta Médica de Caracas. Más adelante, se amplió el concepto surgiendo también Perlas de Observación Humanística, Perlas Históricas y Perlas de Observación Científica. Hasta el presente he presentado y publicado en la Gaceta Médica de Caracas, órgano de la Academia Nacional de Medicina, un total de 43 de ellas; dos adicionales fueron presentadas, pero esperan para ser escritas y publicadas: (1). ¨La momificación en el tiempo y las momias del Doctor Gottfried Knoche¨; y (2). ¨Vitrubio, Fibonacci y Paccioli: El Jorobado de Notredam y neurofibromatosis de von Recklinghausen, El Hombre Elefante y síndrome de Proteus¨.

En homenaje a mi perseverancia en la presentación de estas Perlas de Observación Clínica a lo largo de las sesiones de la Academia, en mayo de 2012, mi dilecto amigo y académico, Individuo de Número Sillón IX, el doctor Otto Rodríguez Armas, bondadosamente me regaló una perla de las llamadas hanamadas o perfectas, proveniente de Mikimoto, el imperio del cultivo de perlas más grande del mundo en la bahía de Ago, al sur de Tokio, fundado en 1898 por Kokichi Mikimoto, el rey de las perlas, y que a su vez le fuera obsequiada en Japón por el profesor Shouichi Sakamoto en un congreso mundial de ginecología.

En su honroso concepto, más la merecía yo que él…

Elogio de la ingratitud… (redivivo)

Mientras escribo, me deleito una y otra vez con la «Ballade pour Adeline» de Richard Clayderman y lágrimas brotan de mis desapercibidos ojos; es la belleza del compromiso,

del hacer sin esperar nada a cambio…

 

La ingratitud es la esencia de la vileza…

Inmanuel Kant, 1724-1804

 

Mi cercano amigo, un profesor de medicina, jefe de un importante servicio, nunca casó ni tuvo descendencia, vivía solo…; bueno, un decir, le acompañaba un gato de angora al que mentaba Robespierre el cual se le acercaba zalamero, interesado y ronroneando siempre en la búsqueda de un algo, de una caricia, de una comida… Nunca nadie se atrevió a preguntarle el porqué de aquel tenebroso nombrecillo de quien ejecutara a Luis XVI y quien fuera hombre fuerte del Comité de Salvación Pública y además, quien impusiera el ¨Terror¨: una sangrienta represión para impedir el fracaso de la Revolución Francesa que sumó cerca de 42.000 penas de muerte en un año; quien tal y como sucederá con los desprevenidos capitostes del Chavismo, fue  juzgado con sus propios métodos y guillotinado junto con veinte de sus partidarios en la plaza de la Revolución, poniendo fin al Terror y dando paso a un periodo de reacción hacia posiciones moderadas… ¡Que Dios se apiade de nosotros y nos conceda el bien anhelado…!

De vez en cuando se aparecía como el cometa Halley algún sobrino de los muchos que tenía, inmancablemente para pedirle alguna ayuda económica y perderse sin dejar la cola atrás hasta una nueva necesidad… Era puntual y veraz, de vestir sencillo, nada opulento ni llamativo, no olía mal ni empleaba palabrotas aun cuando estuviera disgustado. No soportaba la liviandad, era muy estudioso y la combinación de estudio, meditación y atención seria a sus pacientes, le había hecho un gran conocedor de materia médica, literatura, artes y acerca de la condición humana.

Tal vez para compensar el no tener un afecto cercano, fue que con el olor de la experiencia se dedicó en alma, vida y corazón a atender a sus pacientes de un hospital público y muy especialmente a instruir a sus residentes dándoles todo cuanto tenía, todo cuanto sabía y lo más importante, muy especialmente, mostrándoles con sinceridad cuánto NO sabía; les involucraba en sus trabajos de investigación científica y todavía más, les recomendaba para que obtuvieran un trabajo… Y así, una tras otra fueron cayendo las hojas de su calendario vital hasta que cierto día… le alcanzó la senectud, esa que sabemos que vendrá pero que paradójicamente siempre nos toma por sorpresa…

En su caso vino con saña y le asediaron molestias menores y mayores por lo que ya no pudo cumplir sus metas diarias y de repente en mitad de la ruta, se volvió a ver el camino recorrido, se miró, se observó de cuerpo entero y por primera vez se sintió solo… Sus alumnos lo perdieron de sus memorias y solo por ocasión lo mencionaban, sus sobrinos visto que su hacienda se había secado por virtud de su improductividad, de sus enfermedades, del repertorio medicinal que consumía y de sus hospitalizaciones, no volvieron nunca más… y para colmo, Robespierre, el altivo gato de angora, un día oscuro y frío se marchó por un ventanuco entreabierto y nunca más se le vio aparecer…

Yo le visitaba ocasionalmente robando algún tiempo a mis ocupaciones; debía tocar el timbre repetidas veces, su dureza de oído le condenaba a solo escuchar en la quietud de su sordera los latidos de su corazón arrítmico, los crujidos de sus articulaciones sin aceite, y los gruñidos de sus tripas vacías; con esfuerzo me abría la puerta y me hacía sentir bienvenido, nada material que ofrecerme, ni siquiera un café… Sin embargo, siempre le llevaba galletas dulces, granjería nacional y jugo de naranja natural que sabía le gustaban; hablábamos de todo un poco, le oía con recogimiento pues siempre me enseñaba con acritud mostrándome sin ambages las anfractuosas cicatrices de su vida, de su alma; volvía a abrirme la puerta con tiesura y más pena, y para despedirme, siempre me decía con amargura,

¨¡Mi querido tocayo: sobrino, residente y gato, qué trío más ingrato…!

Algo similar ocurrió con mi maestro y amigo, hematólogo y profesor de clínica médica, el doctor Herman Wuani (1929-2014), desinteresado ductor e inspirador de miles de estudiantes y residentes; cuando en congresos u ocasionalmente me encontraba con alumnos comunes y me preguntaban por él, mi respuesta era, -¨Allá está en el Vargas, como siempre, ¿por qué no te acercas a saludarle y decirle todas estas cosas hermosas acerca de su persona que me estás diciendo a mí…?¨

A todos nos pasará en mayor o menor grado, pero no importará pues después de todo lo consideramos un gaje del oficio…

Mi maestro de la Universidad de California San Francisco, profesor William F Hoyt, aquel pozo de sabiduría y experiencias forjadas en el día a día, hábil observador, que tenía en su haber el haber formado numerosos fellows –hoy prominentes personalidades del campo de la neurología, oftalmología y neurooftalmología-,y numerosas descripciones primigenias de signos, síntomas y dolencias, antes temido y adulado, no más le alcanzó la postrimería y su memoria de elefante comenzó a fallarle para que nadie se le acercara en los congresos de los cuales siempre había sido tan visible como farol de parranda, siempre rodeado de quienes se sentían importantes simplemente rodeándole, entablando con él alguna conversación banal… Con razón don Miguel, don Miguel de Cervantes y Saavedra (1547-1616) escribió,

«El hacer bien a villanos es echar agua en la mar. La ingratitud es hija de la soberbia».

Y es que el ingrato no valora lo que se da o se le ha brindado, y al despreciar a su benefactor, lo hace con una actitud altiva y egoísta. René Descartes (1596-1650), consideraba la ingratitud como un vicio propio de los arrogantes y los brutos, y también de los ignorantes y los necios. Si bien hay que tratar de ser como el dador feliz de la Sagrada Biblia que da y da sin esperar nada a cambio, es injusto que aquel que recibe no retribuya en la medida de sus posibilidades con sincera gratitud, un ¨muchas gracias¨, una palabra de afecto, un ¨querido amigo¨, un gesto cariñoso, un estar cerca en los momentos difíciles, un recuerdo afectuoso sin egoísmo, una sonrisa de festejo… En fin, seguir dando a quien desprecia lo recibido, es incentivar su egoísmo.

La ingratitud no solo puede provenir de alguna persona en particular; se da también entre padres e hijos, hermanos, tíos y sobrinos o amigos, se da no solo en muchos otros casos, sino que también puede provenir de la sociedad en su conjunto o del Estado mismo, hoy día mezclado con el régimen de oprobio, maula y ladrón como solo él, bandidaje que  no paga salarios o jubilaciones dignas a quienes han aportado al sistema a través de muchos años de trabajo meritorio sin reconocimiento, y a quienes condenan a subsistir con sumas miserables por concepto de jubilación debiendo hasta humillarse para obtener lo que es suyo u ocurrir a marchas vestidos de rojo o realizar vigilias frente a las mismas plantas de producción que les sojuzgan para recibir planazos o ¨gas del bueno¨…

 

Solo se premian ellos mismos… Dígame los militares, se engordan por gula, se suben los sueldos, se regalan automóviles, adquieren quintas que sus sueldos les negarían, viajan al denigrado pero ansiado Imperio con sus familias con jugosos viáticos y envían a sus hijos a estudiar de contrabando a lugares que odian de la boca hacia afuera, se despojan de sus uniformes al salir a la calle pues bien saben que los han mancillado hasta el hartazgo, que están desprestigiados, que son impopulares y mal vistos; los demás, el pueblo que paga sus salarios, son ignorados, mirados como perraje y dejados de lado… Se llenan de las condecoraciones –¨chapitas de coca-cola¨ sin valor- que premian sus lisonjas y entrega en sus paltosotes hasta la rodilla colmados de botones, placas y estrellas de hasta siete picos, muestrario de ridiculeces de quienes, cobardes, no han querido ni sabido defender su patria, antes bien, la han manchado al hacer dueña de ella a una pinche y malvada nación extranjera, a la muy indigna dictadura cubana de quienes reciben órdenes, desplantes, humillaciones y reprimendas…

Saluda a la ingratitud como una experiencia que enriquecerá tu alma.

Augusto Rodin, 1840-1917

Y es verdad, quien vive pensando en los desagradecidos con quienes se ha topado en la vida, que suelen ser abundosos, deja de solazarse en el bien que ha esparcido. Quien nada ha dado, quien ha quitado a otros y ha usufructuado bienes ajenos no merecidos, algún castigo en tierra recibirá. La traición de sus camaradas, la indiferencia de su familia, la inquina de sus hijos y el menoscabo de su salud por tanta maldad acumulada, bombas de profundidad que sacudirán los cimientos de sus sistemas de vigilancia inmunológica y protección y allí sobrevendrá la enfermedad tenebrosa. Los males que le acogotarán serán males muy malos y dolorosos, así que sufrirá y pagará en tierra con la misma moneda con la que pagó a otros, y quién sabe de la deuda que tendrá que pagar después…

Mientras escribo, me deleito una y otra vez con la «Ballade pour Adeline» de Richard Clayderman y lágrimas brotan de mis desprevenidos ojos; es la belleza del hacer sin esperar nada a cambio…

Elogio de la partida: Cuando se ha llegado…

Academia Nacional de Medicina: Boletín virtual. Editorial, diciembre de 2013.

  • ¿Tal vez otro título…?

 Quizá usted no leería este Editorial si yo hubiese optado por otro título, ¿Qué le parece, ¨Elogio de la muerte…¨? Tal vez me tacharía de malsano o de morboso o me espetaría, ¿¡Por qué hablar de ¨eso¨ precisamente ahora…!? ¡Nada que ver…! La esperanza de vida del venezolano común se ubica en los 74 años; ello significa que este año y por este mes ya voy sobrepasado esta cota en 18 meses; es decir… ¡He llegado…! y debo agradecerlo a Dios, a mis padres, a mi familia y a la vida que me lo han permitido; y especialmente, porque no he llegado tan deteriorado o maltrecho que digamos…

Es un privilegio haber arribado a esta cota octogenaria, aunque nos hacemos a la idea, intentamos saber que cada vez el camino será más escarpado, pedregoso, lleno de baches, abundoso en caídas y sembrado de dolorosas pérdidas: bien, aquellos que desertaron en la ruta, nuestros padres, familiares y amigos; otros, que han olvidado nuestro afecto quedando apenas sus recuerdos. Ley de vida, me dirán con acierto, lugar común. Estamos en lista de espera; desde que nacimos siempre lo hemos estado, pero lo percibimos más aún cuando envejecemos; lo que ocurre es que algunos se nos ¨colean¨, y sin que reclamemos, se van primero y nos dejan en el aguardo; es cierto que no nos preocupan para nada sus malas artes para adelantarse, ¡A las puertas del cielo, yo estoy primero que mi papá!, decía precisamente mi padre…

Es evidente que muchos, aunque no todos, anhelamos o aspiramos a ser viejos, pero luego, son muchos los molestos de haber llegado. Sin embargo, se habla de lo doloroso del proceso que toda evolución trae implícita, quedando comprendida en ella, claro está, el proceso del envejecimiento, que se cumple y ocurre coetáneamente, rodeada por o dentro del proceso involutivo. La mayoría ven pasar con angustiosa tristeza el avance cronológico, el arribo a esta normal etapa del devenir vital; otros comenzamos a valorar el carácter limitado y precioso de la vida y no queremos perdernos ni un minuto de lo que nos resta de existencia.

Razones para ello existen, a mayor vecindad de la terminación de la vida, mayor el incremento de la ansiedad ante esa superior toma de conciencia del hecho seguro: el supremo momento ignorado de la muerte, y a un menor plazo que antes, precedido en este caso de la decadencia o menoscabo funcional biopsicológico, sea normal o en el peor de los casos, patológico: el aumento de la dependencia, el retiro de las actividades habituales con frecuencia mordicante, no aceptado y depresivo, las inseguridades y malas condiciones socioeconómicas del malpasar de muchos provectos, constituyen factores que determinan o empeoran la situación mencionada; la comprensión, la ternura y la comodidad les suelen ser negadas por la sociedad a la que pertenecen y donde ya estorban…

Se va uno sintiendo sensiblero cuando oye aquellas melodías que han marcado los días y no importando que uno sea hombre, las lágrimas manan de los ojos sin autorización ni permiso, por aquello de la enseñanza grabada en piedra, de pujar, pero nunca llorar; un viejo llorando no debe llamar a lástima, seguramente tiene mucho porqué llorar, entonces, repróchenle su sensibilidad, pero nunca sus lágrimas.

¿De qué nos quejamos entonces? Cada día mueren en nuestro cerebro más de cien mil neuronas que jamás se reponen; cada día cien mil pérdidas, cien mil lutos inaparentes, cien mil llantos ¿y será que lloran las neuronas?, ¿pesada carga para las restantes…? Quizá no, hemos abonado el árbol dendrítico, ese que se nutre con las experiencias y los aprendizajes a que gozosamente vamos forzando nuestro cerebro. Desafíos que hemos tenido y vamos teniendo a lo largo y ancho de nuestras vidas. Si uno se detiene y no piensa más, si no acepta los desafíos, si no riega el árbol de nuevas y maduras experiencias, el árbol se pasma, se marchita y entramos en decadencia, literalmente en barrena, en la marcha apoptótica de las hojas amarillentas del estío…

  • Esa señora que no duerme; esa dama insomne; Azrael, el Ángel de la Muerte

Muy aleccionadora acerca de la inevitabilidad de la muerte en el Kayrós de la ocasión precisa y el momento predestinado, es la narración del médico y escritor W. Somerset Maugham (1874-1965). En su comedia Sheppey (1933) hace hablar a la muerte, no siendo más que una versión reescrita y contemporánea de una antigua historia perteneciente al Talmud de Babilonia y una de las tantas fábulas persas tan hermosas como creativas:

  • ¨Había un mercader de Bagdad que envió a su criado al mercado a comprar provisiones; a los pocos momentos regresó el siervo en aterido pánico, pálido, tembloroso, y le dijo:-¨Señor, hace un momento, cuando me encontraba en la plaza sentí que me empujaban y cuando giré la cabeza, vi que era la Muerte que me atropellaba.  Ella me miró e hizo un gesto de amenaza; ahora, por favor, présteme su caballo más veloz, me iré lejos de esta ciudad para así eludir mi destino. Iré a Samarra y allí la muerte no me encontrará¨.El mercader le prestó su caballo y el sirviente al punto montó; pronto clavó las espuelas en los ijares de la bestia y al galope, lo más rápido que el caballo pudo, marchó velozmente.  Entonces el comerciante se fue a la plaza del mercado y vio a la muerte de pie entre la multitud… Se acercó a ella y le increpó:

    -¿Por qué hiciste un gesto amenazador a mi siervo cuando le viste esta mañana?¨

    -¨No, no fue un gesto de amenaza –le contestó la muerte-, fue solo un respingo de sorpresa. Estaba asombrada de verlo en Bagdad, pues teníamos pactada una cita esta noche en Samarra…”.

    La historia antes narrada, con múltiples variantes que han sido designadas como «Cita en Luz», ¨Cuando la muerte llegó a Bagdad¨, ¨Salomón y Azrael¨, ¨El gesto de la muerte¨, etc., demuestra que un hombre no puede escurrirse a su destino y debe morir inevitablemente. El Ángel de la Muerte es la representación de alguien que simplemente realiza una tarea necesaria y la hace efectiva de cualquier forma posible.

    • Porque no todo tiene que ser formal, la picaresca criolla que también posee lo suyo, da cuenta un hecho de verídica e insólita ocurrencia sucedido en el pueblo de Achaguas en el estado Apure, por allá a inicios de los cincuenta del pasado siglo, lugar donde precisamente se venera al milagroso Nazareno de Achaguas. La historia relata el caso de un lugareño que vendióle el alma al diablo. Veamos el desarrollo de los hechos: una tarde calurosa, caminaba por las vegas del río Matiyure, Dionisio Aeropagita Laya, buenmozo, de piel morena, tupida cabellera y pequeña estatura, a quien por siempre salirse con la suya haciendo mofa de los demás le apodaban ¨el vivián¨. Su arte era el de un vividor, gustoso de la buena vida sin preocupaciones ni esfuerzos y dispuesto a sacar provecho de cualquiera en su propio beneficio valiéndose de su desvergüenza y talante abusivo… Ya el sol tendía a ocultarse tras un frondoso samán cuando se encontró de frente con el mismísimo Satanás. El sitio fue invadido por un olor sulfurado y los ojos de aquel zamarro relampagueaban al parpadear… Así pues, que no fue necesaria presentación alguna. Dionisio no se arredró ni le dejó hablar, sino que de inmediato le ofreció su alma a cambio de poder, dinero, fiestas, finos licores y por supuesto, mujeres a raudales y potencia, mucha potencia para poder montarlas. El Malo le dijo que todo le sería concedido por cinco años, tiempo en que vendría a buscarle entre gallos y medianera para llevarle a su morada. Sellado el macabro pacto, todo le fue concedido, y mire usted que despreocupado la pasó muy bien cada día con su noche. Sin embargo, acercándose el fin del plazo acordado, a Dionisio le entró un friíto de pánico; así que urdió un kikirigüiki. Visitó a un famoso cirujano plástico que le acondicionó una nueva cara de perfilada nariz, achinados ojos y le descoloró la piel, le rapó la frondosa cabellera, le hizo vestir lentes de contacto azul, y le calzó un par de zapatos con elevadores que aumentaron su estatura… No cabía duda, era otra persona… Ah, y por supuesto, se mudó de pueblo esperando engañar a Belcebú. Se residenció en un villorrio minero del estado Bolívar donde continuó sus parrandas y francachelas.La tarde en que se venció el contrato, Lucifer se presentó en Achaguas a buscar otra alma más como trofeo. Por más que le buscó no pudo encontrarlo y nadie supo decirle a dónde se había ido el ladino aquél. Satán que era ente de palabra, no podía entender la falta de dignidad y decoro del otro y montó en cólera. Raudo comenzó a visitar ciudades y pueblos en su búsqueda, en segundos cruzó el país de norte a sur y de oriente a occidente y nada, se había esfumado… Habiendo pasado ya la media noche y fatigado de tanta búsqueda, aterrizó en un pequeño pueblo de mineros donde por sus calles solitarias caminó mascullando su indignación y su rabia. Acertó a pasar frente a un baile que llamó su atención; un mabil de mala muerte donde el jolgorio dominaba, mujeres en pantaletas y hombres enchumbados de ron gritaban frenéticamente: Guardajumo se sostuvo de los barrotes de la ventana para pensar qué acción tomar al tiempo que miraba a los asistentes danzando; de entre aquella multitud se destacaba un sujeto estrafalario que bailaba un ballenato rucaneao con una saporreta de ojos claros sin sostén ni pantaletas, y que, secretamente celebraba su maña de haber engañado al Maligno. En un arranque de ira se dijo el demonio, -¨No, no me voy a ir solo; lo que soy yo, aunque sea me llevo al calvito aquel que está allá…¨. Y dicho y hecho, lo arrebató del lugar… y así fue como Dionisio Aeropagita Mendoza tampoco pudo eludir su destino y por su viveza se fue a llevar candela a los dominios del Maligno…

       

       

      ¨La figura de la muerte,

      en cualquier traje que venga es espantosa¨

      Miguel de Cervantes y Saavedra

       

      • Mi seducción por la muerte…

        El tema de la muerte siempre ha producido en mí una atracción particular, especialmente esa legión de personajes mitológicos como las Parcas, las Moiras o las Nornas; además me cautiva el dios Hermes o según otros, Thanatos (la muerte personificada), que tenía bajo su responsabilidad llevar las almas de los muertos al infierno. Caronte, canoero del río Aqueronte, uno de los cinco ríos del inframundo, ese que marcaba la entrada a los reinos de ultratumba, era el encargado de guiar aquel tropel de sombras de difuntos vagantes en las tinieblas para llevarlos de un lado a otro del río; eso sí, ¨bussines is bussines¨, sólo si tenían un óbolo para costearse el viaje, y por ello, en el Grecia antigua los familiares, ya advertidos  del ¨fee¨, prestos y presurosos, colocaban una moneda bajo la lengua o sobre los ojos del difunto para saldar el viaje y evitar que las almas de sus queridos continuaran vagabundeando sin rumbo y sin reposo.

        En la mitología romana las Parcas (en latín Parcæ) o Fata eran las diosas del destino, las personificaciones del Fatum o providencia. Las Moiras eran hijas de seres primordiales como Nix (la Noche), Caos o Ananké (la Necesidad). El mismo Zeus o Júpiter estaba sujeto a sus designios. Eran tan poderosas que era el único dios que las obedecía.  En la tradición griega, se aparecían tres noches después del alumbramiento de un niño para determinar el curso de su vida… En su origen, muy bien podrían haber sido diosas de los nacimientos, adquiriendo más tarde su papel como verdaderas señoras del destino. Ananké era la madre de las Moiras y la personificación de la inevitabilidad, la necesidad, la compulsión y la ineludibilidad. A las Moiras se las representaba comúnmente como a tres mujeres hieráticas, de aspecto severo y con túnicas como vestimenta. Cloto, portando una rueca; Láquesis, con una vara, una pluma o un globo del mundo; y Átropos, con unas tijeras o una balanza.

        Bajo su control se encontraba el metafórico hilo de la vida de cada mortal o ser inmortal, desde su nacimiento y aún hasta después de su muerte. Escribían el destino de los hombres en las paredes de un enorme muro de bronce y nadie podía borrar lo que ellas escribían. Por todo ello, y en especial por el predominante papel de Átropos, las Moiras inspiraban gran temor y reverencia. Sus equivalentes griegas eran las Parcas y en la mitología nórdica, las Nornas.

        • Cloto (Κλωθώ, ‘hilandera’) hilaba la hebra de vida con una rueca y un huso. Su equivalente romana era Nona, que originalmente se  invocaba en el noveno mes de gestación.
        • Láquesis. (Λάχεσις, ‘la que echa a suertes’) medía con su vara la longitud del hilo de la vida. Su equivalente romana era Décima, análoga a Nona.
        • Átropos (Ἄτροπος, ‘inexorable’ o ‘inevitable’, literalmente ‘que no gira’, a veces llamada Aisa), era quien cortaba el hilo de la vida. Elegía la forma en que moría cada hombre, seccionando la hebra con sus ¨detestables tijeras¨ cuando llegaba la hora. En ocasiones se la confundía con Enio, una de las Grayas. Su equivalente romana era Morta (‘Muerte’), y es a quien va referida la expresión «la Parca» en singular

          He leído dos libros, dos testimonios de vida, dos descarnados recuentos de dos existencias vapuleadas por condiciones médicas irreductibles, irredentas, dolorosas, dos profesionales universitarios que quisieron dejar por escrito y grabado en video para la posteridad, una enseñanza triste y a la vez optimista de la muerte, mientras nos inducen a pensar y preparamos para ella.
          Uno, intitulado ¨Tuesdays with Morrie. An Old Man, a Young Man, and Life’s Greatest Lesson¨ (¨Martes con mi viejo profesor¨), que trata acerca de Morrie Schwartz, profesor de sociología en la Universidad de Brandeis, hablando con su exalumno, el periodista Mitch Albom acerca del inminente deterioro de su salud y de su próxima muerte por una enfermedad llamada esclerosis lateral amiotrófica (ELA), enfermedad de Charcot o de Lou Gherig. El alumno y el viejo profesor se reúnen cada martes para discutir cada vez  un tema diferente, pero en cada ocasión las cosas se hacen más difíciles, ya que la enfermedad del profesor progresa y cada vez le cuesta más respirar, hablar o expresarse. Así que el tema principal del que terminarán hablando es de la muerte, acompañado de otros tópicos como el matrimonio, la vejez, el amor, la familia, las emociones, la cultura, el perdón…

          En resumen, pensar en la muerte es prepararse para ella, es la novia pálida, es esa presencia ausente que nos acompaña a un costado, esa que a diario nos permite ser capaces, antes de morir, de hacer las paces con todos durante nuestras vidas, una oportunidad que pocas personas tienen la suerte de tener precisamente porque no piensan en ella. No la recordamos porque en nuestra omnipotencia, a veces pensamos que el mundo no puede sobrevivir sin nuestra presencia. Muy rara vez las personas viven como si creyeran que van a morir; pero si lo hicieran, sus prioridades serían completamente diferentes y con ello compartiríamos la filosofía budista donde cada día hay que reconocer la posibilidad de que este podría ser nuestro último día en la tierra.

          Según Morrie debemos llevar como los budistas un pajarito en el hombro al que todos los días debemos preguntarle, ¨¿Pajarito, es éste mi último día?, ¿es el día en que he de morir?, ¿estoy preparado?, ¿estoy haciendo todo lo que debo hacer?, ¿estoy siendo la persona que quiero ser?¨ Hay que aprender a morir así como se aprende a vivir…

      • En la universidad de la vida se manifiesta el Eros y el Tánatos como la «tensión de los opuestos»: las fuerzas de oposición que constantemente nos tiran hacia adelante y hacia atrás, pero, inevitablemente, el amor es el único que nos salva, pues siempre gana…Nuestra cultura está tan obsesionada con la juventud y la belleza que hace de ella un lugar peligroso y confuso; el deseo de ser más joven es sólo una consecuencia de haber vivido una vida poco satisfactoria, centrándonos en los logros triviales y la riqueza material; haciendo caso omiso de los más preciosos aspectos de la vida, pasamos por alto cosas capitales como el dar lo que tenemos, no sólo dinero, sino además conocimiento, tiempo, amor y compañerismo también. La única forma de alcanzar la verdadera felicidad consiste en dar, no en recibir, de hecho, ya hemos recibido con suficiencia el don de la vida…

         

        El otro libro, una autobiografía: ¨La última lección¨ (título original The Last Lecture), escrito por Randy Pausch profesor de informática, diseño e interacción persona-computador, de la Universidad Carnegie Mellon en Pittsburgh, Pennsylvania, Estados Unidos. El libro se gesta toda vez que conociendo un mes antes el diagnóstico de un cáncer pancreático incurable y en fase terminal, pide a otros profesores universitarios profundizar en el auténtico sentido de sus vidas para dictar una supuesta ¨última conferencia¨, donde se respondería a la pregunta, ¨¿Qué mensaje impartirías al mundo si supieras que es tu última oportunidad?¨. Así, dicta su última conferencia el 18 de septiembre de 2007 intitulada, ¨Realizando de verdad tus sueños de la infancia¨ (¨Really achieving your childhood dreams¨), que tuvo un tremendo éxito cuando fuera trasmitida  por la Internet luego transformada en un libro, en un bestseller del New york Times.  Lejos de negar su enfermedad, decidió vivir plenamente sus últimos meses de vida.

         

        Uno madura el día que se ríe por primera vez de sí mismo

        Ethel Barrymore

        • Pensando en voz alta…

      • Un cercano domingo en medio de una mañana esplendorosa, más bien quiero decir casi al mediodía, venía trotando en bajada por la Cota Mil en dirección de La Castellana; el cielo muy azul y algunas nubes dispersas que más parecían de algodón deshilachado permitían ver a través de ellas… ¡un menguante lunar, tenue y desdibujado!; aquél, desafiante, resistiéndose a desaparecer ante la luz solar del hermoso día que todo bañaba. Aceleré el kilómetro que me faltaba para finalizar y un ciclista que subía me dijo ¨!Ta´s duro!¨ (quizá le faltó el ¨viejo¨), mientras sólo sentía el aire fresco sobre mi cara, el impacto de mis pisadas y mi respiración rauda, se me antojó por pensar que luego de traspasada la cota de los 75 años, nos resistíamos a no tener luz propia, o a apagar la luz, o simplemente darle una patada a la lámpara… Por analogía, era así como también la luna, renuente, se resistía a desaparecer ante la luz del sol…

         

        La vejez es la edad de emprender aquellas tareas

         que habíamos esquivado en la

        juventud porque nos hubieran llevado demasiado tiempo.

      • W. Somerset Maugham

 

Miren un árbol viejo en cualquier calle de Caracas, huérfano y desasistido, nunca acariciado; ha perdido el lustre de sus hojas, está poblado de ramas muertas y las pocas vivas, retorcidas y ateroscleróticas, invadidas por la tiña, que, aunque tiene el comportamiento de una epifita, produce muerte del tejido vegetal y se considera como parásita, y el guatepajarito, invasor que también parasita, aprovechándose para crecer de la fisiología y el metabolismo de la planta. Viejos carentes de defensa naturales impuestas por la edad y el abandono… ¿Les parece acaso parecido al viejo dejado de lado y solitario…?

Tal vez en algún momento tendremos que ser hospitalizados. En ese medio, la hora de la muerte puede ser determinada. Muy triste, pero algunas veces, la prolongación de la vida, aunque sea vegetativa, solo por prolongarla, se vuelve un fin en sí mismo, y nosotros los médicos en forma refleja y muchas veces inhumana, mantenemos medidas que pueden conservarla en forma artificial durante días o semanas. Tendría algún sentido si se tratara de un joven, todavía con una reserva orgánica conservada, un porvenir y con esperanzas de recuperación; no parece sabio hacerlo en un viejo que fue útil y fructífero en su momento y ahora cansado espera reposo, especialmente en aquél donde no haya razonable posibilidad de recuperación sin discapacidades. Debo confesar que me aterra sea mi caso, perdería lo poco que tengo, mi dignidad humana sería vulnerada y dejaría a mi esposa en una ruinosa viudez. Y es que, en este caso, la muerte deja de ser un fenómeno natural y necesario, para transformase en una pifia del sistema médico. En consecuencia, y eso constituye un cambio antipódico, la muerte ya no pertenece más al que va a morir ni a su familia: está organizada por una enmarañada burocracia que la trata como algo que le pertenece, y aunque forma parte de sus responsabilidades, las decisiones no burocráticas deben interferir con ella lo menos posible. El duelo también ha desaparecido como práctica, el crespón negro en el brazo; así, los funerales breves y la cremación se vuelven cada vez más frecuentes por razones de comprendida conveniencia.

Envejecer no es más que una costumbre que el hombre

 ocupado no tiene tiempo de adquirir.

André Maurois

 


 

 

 

  • El kayrós helénico

 

Kayrós es “el momento justo”, no es el tiempo cuantitativo sino el tiempo cualitativo de la ocasión, la experiencia del momento oportuno. Los pitagóricos lo llamaban la oportunidad. El kayrós hipocrático es el momento justo en el cual la enfermedad hace eclosión, ¿Por qué hoy? ¿Por qué no ayer? ¿Por qué no mañana?, y cuando aquella se manifiesta, no es posible rechazarla; cuando ha sucedido no es posible recrearla ni volverla a tener.

 

Habremos de enfermar porque la vida es el anverso de la medalla de la muerte y las enfermedades que nos acosarán –evidentes u ocultas- no serán otra cosa que aceleraciones en la inevitable carrera en pos del reino de las tinieblas. Entonces pensaremos en el pavoroso drama de la enfermedad que nos tocará en suerte, dependiente de nuestra genética tal vez modificada por la epigenética. La principal desgracia para un anciano será la soledad. La habitual ocurrencia será que las parejas no lleguen a viejos juntas; siempre alguien se va primero, con lo que se desequilibra todo el statu quo que sostenía a los componentes del par. En una relación estable, cuando es la mujer la que primero se va, el hombre saca la peor parte, su sistema inmunológico se autodestruirá pronto e intolerante al intenso dolor, el marido morirá prontamente. El viudo o viuda comienza a ser una carga para su familia. Por una parte, todo el mundo ciertamente está ocupado, por la otra, muchos amigos han muerto y no hay con quien compartir. Habrá también muchos sordos alrededor, pero no sordos del oído, simplemente sordos funcionales que no quieren saber de penas ni lamentos.

• Las leyes de la medicina clínica: Una monja: La Tía Filomena; un ladrón de bancos: Willie Sutton; un poeta: John Milton, y un cura: William de Occam…

Aprender a conocer el qué, el por qué, el para qué y el para quién de la ars medica o el arte de la medicina clínica, debería ser el desiderátum de todo médico. Pero cuán difícil es apenas intentarlo. El segmento vital de que disponemos para hacerlo, sólo lo haría factible a las mentes geniales y la mayoría carecemos de esos atributos. Como las anécdotas asociadas a la enseñanza de la medicina se me antoja que facilitan y simplifican la recepción del conocimiento, les relataré mis enlazaduras con cuatro personajes sin aparente conexión, a la vez fascinantes y difíciles de olvidar.

• El primero de ellos es una monja. La llamaré la Tía Filomena. Transcurría el año 1963 y mi práctica privada comenzaba a crecer gracias a médicos amigos, muchos de ellos, mis antiguos profesores que me referían sus enfermos agudos.

Casi siempre eran pacientes muy enfermos y complicados, difíciles de tratar ellos o sus familiares, que clamaban por alguien que los cuidara, tratara de llevarlos al buen puerto del restablecimiento, siendo necesario en muchas ocasiones tolerar sus impertinencias o las de sus allegados ¡Gajes del oficio! En algunos casos, el paciente no se encontraba en condiciones de egresar, o su familia en situación de obtener más recursos para poder sufragar el coste de la hospitalización. Era pues necesario trasladarlos a otra clínica más económica donde también, sin desmedro de la atención, pudiera proporcionárseles los cuidados necesarios. Por los lados de Sarría existía una pequeña clínica que llenaba esos requerimientos. Para ello, se hacía necesario que estuviera dirigida por una persona responsable, ejecutiva e impecable. Ese personaje era precisamente la Madre Filomena, la directora del pequeño nosocomio. Alta, delgada, muy seria, de recio carácter, mandaba y era obedecida y respetada por el personal. Regentaba con orgullo esa tacita de plata, siempre reluciente…

Un largo pasillo de granito pulcro donde los pasos resonaban, nos daba la bienvenida. Desde allí y por unas escaleras, accedíase a la Estación de Enfermería. Allí solía encontrarse ella, erguida y siempre solícita y respetuosa, portando un paño de mano blanco y limpio y una pastilla de jabón, para que nos aseáramos las manos antes de ver al paciente y luego nuevamente, a la salida de la habitación nos esperaba el ritual, tal vez, evocando las memorables lecciones de Semmelweis . Desde allí y en su compañía, se trasladaba uno a las habitaciones, pequeñas pero confortables, con una ventana que daba a un patio. Muy aseadas; la ropa de cama, muy blanca, y ella, al lado con una enfermera auxiliar a la cual continuamente pedía información o daba órdenes. Recuerdo un período durante el cual tuve una paciente muy añosa, madre de un médico de larga parentela, tan enferma toda ella como sus demandantes y neuróticos acompañantes. Todos eran quejumbrosos, de trato brusco, al unísono exigían atención permanente y nada les conformaba. Un día de esos en que la paciente parecía despedirse de este injusto mundo con gran fatiga por tanta vida vivida y habiendo perdido toda esa reserva orgánica con que nos provee la naturaleza, trataba yo en vano de tranquilizar a algunos de sus hijos explicándoles una y otra vez que por su edad y condición, no había salida que yo pudiera ofrecerle… ¡Había llegado el fin de sus días y teníamos que pactar con la muerte! Viéndome desde lo lejos acorralado, envió una enfermera a buscarme, a salvarme de aquella intransigente y pegajosa inquisición… Pocos días después falleció y la hermana me dijo ceremoniosamente,

-¨Doctor Muci, era una necesidad…¨

Bueno, regresé a la Estación y mientras me lavaba las manos, oí que ella decía al personal,

-“! ¡Rápido, rápido, que el doctor Mengano camina por el pasillo y viene muy molesto, de muy mal humor…!”

Giré sobre los tacones de mis zapatos, pero lo logré ver a nadie. Era aquella una habitación sin ventanas y el teléfono no había sonado. Así, ¿Qué significaba toda aquella prevención? Efectivamente, en pocos segundos apareció un médico entrado en años y pintando canas, quejándose airadamente del tráfico de la zona y de la dificultad para estacionar su automóvil, empatando aquello con el caso de su paciente -que como la mía-, no quería mejorar…

Me fui pensando en el “¿cómo se había enterado la sagaz monja?”, pero otras obligaciones llevaron mi mente por otros rumbos. Al día siguiente, habiendo pasado la turbulencia del día anterior, me atreví a preguntarle cómo había anticipado las malas pulgas del colega. Entonces me dijo,

-“Desde hace muchos años, aquí tengo trato con muchos médicos que confían en los servicios de la Clínica y me esfuerzo en conocerlos. Cuando se desplazan por el pasillo de la entrada puedo oír el taconeo de sus zapatos y reconocer quién es la persona que está a punto de llegar, sentir la prisa o la tranquilidad con la que se desplaza, en fin, percibir su estado de ánimo tranquilo o agitado”.
Me pareció haberme topado con una observadora extraordinaria -poseía, si se quiere, un auditus eruditus, el oído refinado de una gran escucha-, que me transmitía gratuitamente una de esas enseñanzas memorables con que nos ofrenda la vida y una anécdota para ser recordada: El cultivo de la observación –a través de cualquiera de los cinco sentidos- y en este caso por el oído solía dar buenos frutos y por tanto, era digno de ser cultivada.

¿Qué sería desde entonces y para mí la Regla de la Tía Filomena? Sería la sumatoria de la observación fina y del conocimiento y experiencias que un médico pudiera albergar a lo largo y ancho de su práctica: Un llegar a conocer tantas entidades clínicas simples o complejas, frecuentes o excepcionales, como para poder sospecharlas o diagnosticarlas ¨al rompe¨; pero además, un conocimiento del paciente, del individuo particular que sufre y que la enfermedad trata de ocultarnos y que por nuestra formación materialista con frecuencia lo logra; un compromiso a vida plena con el estudio y la docencia; un afinamiento de los sentidos así que adquiramos no sólo un auditus eruditus, sino también un tactus eruditus y un visus eruditus, y así, que dejados al vuelo puedan reconocer lo reconocible o intuir lo nuevo o extraño; en otras palabras, una forma intuitiva donde la enfermedad se le revelara fácilmente “por su manera de caminar y el taconeo de su transcurrir”. Ello implicaría conocer no sólo las enfermedades, aún las más raras, sino también sus formas atípicas de presentación –tan frecuentes como diferentes como son los pacientes que vemos a diario – y los escondrijos o recovecos donde se albergan para salir a buscarlas.

Así, que la Regla de la Tía Filomena implicaría, estudio comprometido para conocer tantas enfermedades como posible; atención inteligente para identificar sus síntomas y signos; flexibilidad para comprender su atipicidad; y astucia para exponerla en los sitios donde se esconde.

Willie Sutton (1901-1980), llamado El Actor o “slick Willie” , fue un famoso ladrón de bancos y era muy bueno en lo que hacía.
Durante los cuarenta años de carrera criminal se hizo de un estimado de dos millones de dólares. En su maletín de “visitas” generalmente llevaba una pistola o una ametralladora Thompson, pues era un convencido de que sin ello no podría robarse un banco con personalidad, encanto y seducción. No obstante, se enorgullecía diciendo que no las había usado nunca. El hecho de robar a los ricos –pero no para distribuirlo entre los pobres-, le confirió un cierto y confuso aire de Robin Hood. En algún momento llegó a constituirse en uno de los tantos Enemigos Públicos N° 1 del FBI, pero tal vez no haya sido conocido por su carácter escurridizo y reincidente el haber pasado a la inmortalidad, sino por una frase que se le atribuyó cuando fuera interrogado por periodistas ávidos de noticias y que va como sigue,
-“Mister Sutton ¿Por qué usted sólo roba bancos…?” La única respuesta ante esa pregunta no podría ser otra que,
-“Because that’s where the money is”- ! Porque allí es dónde está el dinero!- contestó…

Todavía no se sabe a ciencia cierta si alguna vez pronunció esa frase, o si fue una más de esa larga lista de mitos y leyendas que se crean alrededor de personajes importantes, famosos o estrafalarios. Lo cierto es que dos libros se han escrito sobre él . En el segundo, comenta Sutton con orgullo, cómo la profesión médica adoptara la “Ley de Sutton”, llamando a mirar o buscar lo obvio antes de ir más adelante y descarriarse en el camino del diagnóstico. La citada ley fue acuñada por un profesor de medicina quien recordó la respuesta dada al reportero que le inquiriera acerca de lo obvio. Lo cierto que en medicina la “Ley de Sutton” se ha transformado en un paradigma del saber médico que asienta que cuando se diagnostica uno debe considerar primero lo obvio y en consecuencia, conducir en secuencia de complejidad, aquellas pruebas que confirmen o nieguen el diagnóstico para instituir un tratamiento minimizando costes y dolores innecesarios. Es una “acción disciplinada: Diríjase donde está el diagnóstico”, que nos compele a encaminarnos con las pistas acumuladas hacia la respuesta, hacia donde yace el diagnóstico…

Imaginemos un paciente que se queja de ver mal y en una simple campimetría por confrontación –haciéndole cerrar un ojo le pedimos que mire directamente a nuestra nariz al tiempo que colocamos ambas manos alzadas a los lados de ella -¨¿Ve mis dos manos?¨- encontramos una hemianopsia bitemporal, –a la manera de las gríngolas de un caballo, no ve la mano que está hacia fuera con ambos ojos por separado-; luego, puede ser mejor definida mediante una campimetría en pantalla de tangentes de Bjerrum o una perimetría computarizada de Humphrey ¿Qué significa este hallazgo? Por supuesto que existe un tumor originado en la región selar –donde se encuentra la hipófisis- que comprime el quiasma óptico ¿Dónde están pues los reales? Sin pérdida de tiempo ni exámenes fuera del contexto, los reales se encuentran en la identificación por tomografía computarizada o resonancia magnética cerebrales el área de la cisterna supraselar o quiasmática donde con toda seguridad se hallará el tumor (Figura ).

Según Sutton, “La ironía de emplear la máxima de un ladrón de bancos como un instrumento de enseñanza de la medicina es una fabricación y puedo confesar ahora que, en efecto, nunca dije la frase en cuestión. El crédito pertenece a algún reportero que sintió la necesidad de completar un escrito. Si alguien me lo hubiera preguntado, probablemente hubiera dicho igual que cualquier otra persona… No puede ser más obvio. ¿Por qué entonces yo robo bancos? Porque lo disfruto, porque lo adoro, porque estaba más vivo que en cualquier otro momento de mi vida cuando estaba dentro de un banco robándolo…”
Urdiendo nuestras ideas para formar un tejido, tendríamos entonces la importancia de la adquisición del conocimiento y el reconocimiento de la enfermedad y de sus escondrijos, y la ruta conducente hacia la búsqueda de su morada. Pero aún existiría un paso más en llegar a comprender el alcance de la ars medica (arte de la medicina) …

John Milton (1608-1674), el famoso poeta inglés del siglo XVII, autor de “El paraíso perdido”, al final de su poema “Su ceguera” (1655), escribe, “también sirven aquellos que solo se detienen y esperan”.
El médico bien entrenado sabe qué hacer por su paciente; el médico especial sabe qué no hacer por su enfermo. Pero en estos contorsionados tiempos el arte de no hacer nada, de observar y esperar, está en peligro de extinción. Hoy día todo es maquinal, todo es movimiento, una acción dada debe llevar a una reacción y esa reacción debe ser inmediata. Enseñamos a nuestros alumnos a hacer, pero no a saber aguardar… La espera en medicina es una forma de inacción disciplinada, un saber esperar en forma razonada, es estar al husmo del detalle o de la evolución de una enfermedad, expresado por ejemplo, en apreciar la oportunidad de aprender sobre su historia natural, la forma como suele manifestarse; en el sentir que muchos pacientes van a sanar a despecho de lo que hagamos –vis medicatrix naturæ -; en no pedir numerosas consultas a otros colegas solo porque el diagnóstico no es inmediatamente obvio; en no ordenar costosos estudios –“tecnología de punta”-, cuando otros más económicos pueden suministrar la misma información; en no administrar una ristra de medicamentos y drogas para intentar aliviar cada posible síntoma o enfermedad. Esa espera, para quien esperar sabe, suele dar increíbles réditos…

• El principio de la parsimonia atribuido a William de Ockham (u Occam), un lógico y cura franciscano que vivió en el siglo XIV inglés cuyo nombre se da a un principio:
¨Cuando se trata de escoger entre múltiples teorías en competencia, la más simple es probablemente la mejor¨. El principio es mejor conocido como La navaja de Ockham y compele a que, ¨Las entidades no deben multiplicarse innecesariamente¨. Muchas veces es citado en latín para darle un aire de autenticidad, «Pluralitas non est ponenda sine neccesitate». La definición más útil para los científicos es, ¨Cuando se tienen dos teorías en competencia que hacen exactamente las mismas predicciones, la más simple suele ser la mejor¨.

• Por último, para integrar el arte de la medicina debería existir una suerte de medida unitaria que resuma el quehacer y el buen hacer del médico; una que conjugue a la Tía Filomena, a la ley de Willie Sutton, la espera razonada de John Milton y la navaja de Ockham. Esta medida unitaria la constituyó la ética del diagnóstico en la Antigua Grecia expresada la tékhne iatriké, un saber qué hacer y cuándo latinizada transformada en ars medica, deviniendo en nuestros días como oficio o arte de curar:

Hago que mis alumnos la aprendan y la ejerzan en toda situación de su vida, tanto personal como médica. En forma muy irreverente les pido que la peguen en la pared del baño, frente a la poceta, para que así cada día la lean y la memoricen; por supuesto, los estíticos dedicarán más tiempo a su lectura; un efecto colateral beneficioso del estreñimiento…

 

 

 

Las leyes de la medicina clínica se inician con esa gran herramienta insoslayable del clínico: ¡La Historia Clínica! (Figura 7, de izquierda a derecha). Debe dedicar a ella especial cuidado oyendo cómo se expresa la enfermedad a través de las palabras del paciente y traduciéndolas cabalmente para que tengan un significado; debe ser un cuidadoso semiótico al recoger los signos físicos en las áreas sugeridas por la anamnesis, así que pueda exteriorizar el morbo aposentado en el adentro; debe entonces decantar y afinar sus sentidos para convertirlos en visus eruditus, auditus eruditus y tactus eruditus. Es una tarea a vida entera ejercitarse en su ejecución y pulimentación pues será la guía que nos conduzca a una impresión diagnóstica matizada por el diagnóstico diferencial.
Una vez identificada la condición, la Ley de Sutton empleando o no exploraciones complementarias nos dirigirá en forma disciplinada hacia dónde está el diagnóstico.
De ser necesaria le seguirá la Ley de Milton o de la espera razonada que implica una inacción disciplinada.
Una combinación de la ¨M¨ de Milton y ¨uttom¨ de Sutton, nos hace la Ley de M-utton que resume el arte de la medicina –ars medica- o saber qué hacer y cuándo, emparentada con la tékhne iatriké.
Llegado el momento del despeje de la ecuación las hipótesis clínicas, la Hojilla o Navaja de Occam nos guiará a la simplicidad y economía en el diagnóstico.

 

El cielo de las hormigas… o elogio de la candidez

VIVIR …
Gregorio Marañón

Vivir, no es sólo existir,
sino existir y crear,
saber gozar y sufrir
y no dormir sin soñar.

Descansar ……
es empezar a morir.

 

La palabra ¨candidez¨ según el Diccionario de la Academia Española, significa blancura —sencillez de ánimo— y también simpleza, poca advertencia. Por su parte, la palabra ¨cándido¨ en el mismo diccionario significa — blanco— sencillo, sin malicia ni doblez, y también simple y poco advertido.

Cinco o seis años, no podría precisarlo. Mi mamá y mis hermanas decían que dentro de mis seis hermanos varones, yo, el penúltimo de mi familia de nueve hijos, era un niño muy tranquilo y que prefería jugar a solas. Me fascinaba ver la actividad febril en los agujeros de las hormigas, todas apresuradas exhibiendo una atáxica marcha de ebrio o cerebeloso; eso sí, todas muy corteses; como buenas comadres se saludaban con abrazos rapiditos y seguían su camino, bien entrando o saliendo de la cueva, algunas se devolvían como si se les hubiera olvidado algo y otras, hacían el amago de devolverse y seguían como si nada. Más adelante, en una forma desordenada –en apariencia- se esparcían cerca de su madriguera. Un grupo venía hacia la entrada, eran las geómetras, con un mercadito a cuestas, titubeantes, un trozo de hoja cortado en forma poligonal, más pesado que ellas, pero casi siempre de un tamaño que podía pasar por la estrechez del agujero.  Me preguntaba qué pasaba más allá de la entrada, si habrían cuartos como los de mi casa, donde mis hermanas tenían habitaciones individuales para cada una de las tres, o si había un alto donde los varones teníamos que aceptar una suerte de hacinamiento considerado; mi padre nos decía que debíamos orinar antes de ir a la cama y además, que teníamos que pedirnos la bendición unos a los otros antes de dormir: A la hora de apagar la luz aquello era un rosario de bendiciones y contestaciones, ¨Bendición, fulano…¨, ¨Dios te bendiga, mengano…¨ y entonces a dormir… No había ronquidos perturbadores, pues esa no es edad de angustias, ni teníamos amígdalas grandes –casi todas extirpadas-, ni apneas obstructivas del sueño; ocasionalmente, uno que otro se orinaba en la cama pero no hacíamos de ello motivo de burla, ¨un resbalón cualquiera daba en la vida…¨.

Para entonces no sabía que existían los formigarios –no recuerdo dónde oí esa palabra de la que no da cuenta el diccionario- u hormigueros caseros, suerte de caja cuadrada con paredes de vidrio donde podríamos como voyeristas, observar la intimidad de la colonia; de saberlo no hubiera querido tener uno privando a las hormiguitas de su libertad e irrumpiendo en su privacidad. Una cuestión sí que me mortificaba a tan tierna edad. Me preguntaba dónde irían las hormigas cuando morían,  pues estaba seguro y asumía que se portaban bien e imaginaba que tenían su cielo particular. Y que ese cielo estaba precisamente sobre el hormiguero y siendo tan chiquitas, digamos que se alzaba a mi estatura, a un metro veinte de altura, así que procuraba no pasar corriendo o caminando sobre el agujero para no disturbar la paz de su cielo…

Luego supe del cuento ¨La Hormiguita Viajera¨, creado por el escritor uruguayo Constancio C. Vigil (1876-1954), quien era el motor de una editorial dedicada mayoritariamente a cuentos infantiles. Y de entre ellos, el que nos ocupa, un escrito clásico de la literatura infantil que escribió en los 50 y admiración de mi infancia. En mi casa, había dos de sus libros, ¨El Erial¨ (1915) y ¨Amar es Vivir¨ (1941); habían pertenecido a mi hermano Fidias Elías, médico como yo, que sufría intensamente el sufrimiento de sus pacientes; él decía que quería educar a sus hijos bajo las normas asentadas en el primero de estos libros. Vigil, hombre sabio como ninguno, a la entrada de la edad madura falleció produciendo un inmenso vacío y sin dejar hijos a quienes educar… Relata la historia de una hormiga exploradora perdida entre los pliegues de un mantel de picnic envuelto. Al fin encuentra el camino de regreso a su hormiguero, pero antes de encontrarlo, nuestra heroína viviría toda suerte de aventuras al encontrarse con curiosos personajes, como el alguacil, el caracol, la tortuga, la abeja, el sapo huevero, la langosta, el Manchado, el doctor Lagartija y la avispa.

Abro al azar el otro libro, ¨Saber es vivir¨, y las páginas 88 y 89 me premian con un corto artículo, como todos sus compañeros intitulado, ¨Nuestra posición espiritual¨ que se inicia así, ¨Espantosa miseria moral y material; más de 10 millones de muertos, 45 millones de mutilados y heridos y más de 15 millones de huérfanos fueron los resultados de la guerra 1914-1918. A pesar de ellos, continuaron en Europa las suspicacias, los recelos, los alardes y los ruinosos preparativos bélicos…¨, ¨…nosotros no alcanzamos a comprender que los estadistas busquen la felicidad de los pueblos por los laberintos de la soberbia, de la envidia y del odio; no comprendemos tampoco, que los pueblos acepten como felicidad la ruina y la matanza¨. ¡Con cuánta verdad describe la Venezuela de hoy…!

Iniciar una carrera universitaria en plena adolescencia, cuando no tenemos idea clara de lo que realmente queremos y en qué nos metemos, es –pienso- una cándida aventura… En nuestros ensueños juveniles se perfilaba un vago panorama de la existencia futura; por ello, para muchos el fracaso fue el corolario al encallar en la arena sin habernos echado todavía a la mar. Ya decíamos en otro Editorial que la anatomía humana muchas veces infranqueable, fue el filtro donde al despertar muchos sueños encontraban una dura realidad: ¡Aplazado! Quizá algunos pocos de mi generación y particularmente yo, no éramos espíritus despiertos, no éramos por ejemplo un Bill Gates, el de Windows, que a los catorce años ya ¨volaba con todo y jaula¨. Estudiar por apuntes, folletos mimeografiados de clases grabadas –que con su venta ayudaron a más de uno a graduarse- y uno que otro libro de texto… Estudiar, estudiar mucho, trasnochos, vigilias, pacientes, más pacientes, autopsias, fracasos, fracasos y por ahí, un pequeño éxito… La experiencia es la hija del binomio estudio continuado-paciente-pensar. Ya lo decía sir William Osler (1849-1919), ¨El que estudia medicina sin libros navega en un mar desconocido, pero el que estudia medicina sin pacientes no navega en absoluto.¨

 

Ni se atisbaba entonces la sociedad digital de hoy. El que con mucho esfuerzo, a trompicones y en medio de temores y horrores cibernéticos, los viejos hayamos tenido que medio adaptarnos a esta nueva cultura nacida hace escasos decenios, que ha igualado rápidamente a la revolución industrial que tomó tantos años en gestarse, nos habla de apresurada adaptación, de aprendizaje tartamudeado del lenguaje digital al que con recelo nos hemos asomado, ese que nos ha tocado en fortuna. ¡En lo particular gracias a Dios le doy! Nuestros dedos atáxicos tiemblan al tantear en el teclado del teléfono celular cuando miramos de soslayo a un niño sumergido literalmente en un iPad nadando como pez en el agua. ¡Cochina envidia!

Para muchos, el ingreso en la Academia Nacional de Medicina ha traído, inesperadamente, aires de una nueva y bienvenida pubertad que recompone y rejuvenece la vida; es verdad con su acné –queratosis solares- y sus dolores de crecimiento –artrosis- pues desde un transcurrir por tediosos caminitos de la costumbre, ha venido el añadido de la renovación, pero no sin más pena, pues lo que nace sin ella es ineficaz y no se mantiene en pie. No llegamos a presenciar las conferencias ¨a capela¨, sin apoyo audiovisual; pero sí hemos asistido a la evolución desde las diapositivas contenidas en un carrusel, al computador y al power point, video beam, al iPhone y a la tableta o iPad. Desde aquellos que solemos y tenemos que volver a empezar siempre, una y otra vez sin desmayar, hasta otros para quienes el camino es menos enojoso; ojalá y ello nos haga más cercanos a la sabiduría que dicen que todo viejo carga consigo como premio de consolación de la chochera…

Desde el antiguo saber ¨técnico¨ o thékne iatriké, en el sentido originario helénico de la palabra (tékhne: saber algo sabiendo por qué se hace), impregnada de amor caritativo al humano enfermo, la técnica en su nueva versión cibernética, constituyó un desafío que muchos asumimos sabiendo que manteniendo nuestro cerebro vivaz a pesar de la pérdida fisiológica de unas ¡50.000 neuronas al día -así que al alcanzar los 75 años de edad habríamos perdido el 10% de las neuronas y 10% del peso de nuestro cerebro-!, podríamos tramontar una vejez miserable y hacerla una postrimería provechosa y productiva. La plasticidad a nivel de las células nerviosas presupone alargamiento compensador y producción de dendritas en las células nerviosas restantes para compensar el deterioro gradual y la pérdida de células nerviosas relacionados con la edad. Las nuevas conexiones en el árbol dendrítico pueden compensar el menor número de neuronas. Por ello, debemos luchar contra el sedentarismo intelectual, mar de sargazos, y así, de esa forma, hacemos crecer, retoñar y fortalecer el árbol dendrítico. No está pues todo perdido, el cerebro en su maravillosa plasticidad siempre tiene recursos para seguir aprendiendo, y con él, nosotros y la medicina misma.

El Maestro Félix Pifano (1912-2003), nuestro ilustre amigo y profesor de patología tropical, nunca suficientemente bien ponderado, elevando su dedo índice derecho en movimiento de predicador nos reconfortaba diciendo, ¨Nacemos, nos hacen, nos hacemos y trascendemos…¨, llegando así a comprender o a averiguar algunos misterios de la vida. La genética que nos es impuesta es implacable; sin embargo, la esperanza contenida en la epigenética que nos impele a modificar esta otra y así vamos por la existencia, aprendiendo, deshaciendo, modificando y trascendiendo. Viendo con el retrospectoscopio en lontananza de caducos tiempos y aunque no conformes con nuestro desempeño, damos gracias a la vida por todos los privilegios concedidos…

 

  • Gregorio Marañón y Posadilla (1887-1960)

  • Pocos médicos en la historia me han tocado tanto como don Gregorio Marañón y Posadilla (1887-1960), el llamado ¨Hipócrates español¨, un apasionado por la vida. Un buen amigo médico, que nada tiene que ver con los avatares de la clínica y los enfermos porque es un investigador de retorta, canales de calcio y potenciales de acción, me mencionó que tenía los libros de ¨un tal Marañón¨, pesada herencia que había heredado de alguien y me preguntó si los quería. ¨Si los quieres habrá que traerlos en una carretilla¨ -me espetó- Y así fue… Fueron los tres gruesos tomos, más de tres mil páginas, de sus ¨Obras Completas¨ (Espasa-Calpe, 1967). Ha sido uno de los mejores regalos que en vida he recibido.

    Por muchos años ha permanecido en mi biblioteca como obra de consulta su libro, ¨Manual de Diagnóstico Etiológico¨, 1940, donde están asentados 6228 temas o dudas diagnósticas; es cierto, poseo la 9ª edición de 1953, pero existe otra actualizada de 1984 en conjunción con el profesor Alonso Balcels. Dentro de la magna obra, se deja colar la candidez… Por ejemplo, hablando de herpes sintomáticos de algunas enfermedades infecciosas, donde dice que cualquier fiebre puede acompañarse de herpes simple -o ¨llaguitas¨, como las llamamos en Venezuela-, reseña una deliciosa alusión de Cervantes en Los Trabajos de Persiles y Sigismunda (1616), su obra póstuma –escrita 4 días antes de su muerte-:

    ¨Cuán, grande fue de amor tu calentura,

    pues salieron señales en tu boca¨.

  • Y al continuar hablando de candideces, se aposenta en mi memoria el recuerdo del inicio de nuestro curso de tercer año. Como párvulos fuimos llevados por uno de nuestros instructores en fila de a dos en dos para que conociéramos el Hospital Vargas de Caracas, casona donde dejaríamos atrás los cadáveres, descubriríamos al humano enfermo, atisbaríamos cuan laberíntico es y afianzaríamos nuestra vocación de servir, o lo que es lo mismo, de ser médicos. Íbamos todos alegres y bulliciosos transitando los pasillos hasta que el guía, al pasar frente a la Sala 1 de Cardiología, llevando su índice derecho alzado sobre sus labios, nos dijo en queda voz,

    -¨No griten, que aquí están hospitalizados los cardiópatas…¨ y el empático silencio, se hizo.  Nada que ver con la falta de consideración y la palabra obscena del hogaño presenciada a diario en el mismo lugar y cincuenta y pico de años después …

    Era una época en que, aunque fuera de forma velada, el vulgo y los médicos insistían en la importancia de las emociones en la génesis de un ataque cardíaco. Por eso especialmente con el cardiópata, debíamos tener mucho tacto y consideración para no perturbar su ánimo delicado y quebrantable. Se nos mencionó el paradigmático caso del famosísimo escocés John Hunter, cirujano y anatomista, médico del Rey Jorge III, y padre de la aproximación experimental a la medicina, malhumorado e intransigente como el que más, nacido en 1728 y fallecido bruscamente a los 65 años de un ataque cardíaco el 16 de octubre de 1793, cuando sostuviera una agria polémica sobre la admisión de unos estudiantes al Hospital San Jorge de Londres. Conocedor de su dolencia, solía decir que, ¨Mi vida está en las manos de cualquier patán que decida alterarme¨. El episodio de la muerte cardíaca de Hunter, se produjo durante un período de creciente comprensión de la relación entre la angina de pecho y la enfermedad arterial coronaria.  Aunque esta asociación fue reconocida por primera vez por Edward Jenner (1749-1823), sí, el mismo de la variolización, y su pupilo, quien comprendiendo en vida la enfermedad de su maestro, mostró otro cándido episodio producido cuando en consideración a su amistad y agradecimiento, mantuvo en secreto y sin publicar su observación hasta que aquel falleciera. La autopsia de Hunter mostró, efectivamente como en otros de sus casos, que sus arterias coronarias estaban calcificadas y obstruidas.

    Fue también en tiempos de mi niñez médica, cuando ante la sospecha de una angina de pecho o isquemia miocárdica, se insistía no sólo en el dolor característico, su descripción por el paciente atendiendo también al lenguaje gestual revelador durante la descripción (Figura 5) y a las variantes del dolor, tal como había sido descrito por William Heberden (Londres, 1710-1801), en su libro ¨Some account of a disorder of the breast¨ (1772), (Figura 6), sino también en el angor animi o sensación de muerte inminente que le acompañaba… Es de hacer notar que en la medida en que la medicina se ha ido haciendo cada vez más materialista e inhumana, este componente realmente humano de la vivencia dolorosa y no existente en otros tipos de dolor precordial, ya no es más interrogado.

    El verdadero legado de Heberden fue la aplicación de los ingredientes esenciales de la medicina en la práctica: el arte de la observación, el análisis agudo de lo que se observa y más importante aún, la compasión por los pacientes.

     

    Tanto que estudiamos, tantas horas que dedicamos a ser buenos historiadores de nuestros pacientes, tantas horas consagradas a hacer erudito nuestro oído interpretando el enigmático lenguaje de la enfermedad y a escuchar los rumores del descalabro que produce, a sensibilizar nuestras manos para extraer del interior del paciente aquellas verdades que la enfermedad oculta, parece que ahora carecen de sentido. Y entrado ya el otoño de nuestras vidas, como la lluvia que borra el rastro, parece que lo aprendido en décadas se volvió transparente, antigualla superflua, inadecuada, demodé… La tecnología, como fagocito ayunoso, va engullendo todo aquello que ella misma ha creado haciéndolo inoperante para vendernos otro aparato, otra versión última e inacabada que espera por ser también devorada. ¿Será que aquella pregunta fantástica que se hiciera Marañón al interrogarse y contestarse?, ¨¿Cuál ha sido el invento que más ha hecho progresar la medicina? ¨, y sin dilación, él mismo contestándosela, ¨¡La silla…!¨ (Figura 7), en alusión a ese lugar donde médico y paciente somos enseñados, donde el uno aporta para que el otro interprete en términos de diagnóstico y pueda ayudar…

    Pero alguien del lado de la técnica, siempre en pugilato con la clínica, viene en nuestro auxilio. Veamos un caso de protuberante actualidad: El ultrasonido diagnóstico (US) quiere, como la palpación y auscultación, formar parte del examen rutinario del paciente. A este punto se consagra un editorial del doctor Saurabh Jha en la prestigiosa revista New England Journal of Medicine del 10 de abril de 2014, relacionado con su empleo, una exploración seductora e inocente que puede ser peligrosamente imprecisa; desde su punto de vista el empleo indiscriminado del US de cabecera y su fabricación de equívocos, vendrá de la mano y traerá otros estudios de imagen como la resonancia magnética. Establece el terreno perfecto para crear lo que llama, víctimas de la medical imaging technology (v-o-m-i-t), que terminan sin embargo recibiendo la radiación que se intentó no utilizar. Finaliza diciéndonos, ¨Olvidémonos del ultrasonido, antes bien, realicemos una historia y examen apropiados¨.

    Acuña Herbert Fred, M.D., profesor del Departamento de Medicina Interna de la Universidad de Texas, Houston, el término ¨hyposkillia¨ en referencia a la deficiencia de habilidades y destrezas de nuestros nuevos médicos, condición mediante la cual ya no son capaces de tomar una historia médica adecuada, no pueden realizar un examen físico confiable, no pueden valuar críticamente la información que reúnen, no pueden crear un plan de trabajo racional, tienen poco poder de razonamiento y se comunican muy mal. Por otra parte, raramente pasan tiempo suficiente para conocer a sus pacientes porque son rápidos para tratar a todo el mundo y en consecuencia, aprenden nada sobre la historia natural de una enfermedad… Por ello y siguiendo nuevamente a Fred, se privilegia el ¨tenesmo tecnológico¨ o urgencia incontrolable del médico para indicar métodos sofisticados de diagnóstico saltándose la anamnesis y la aproximación compasiva al paciente, al tiempo que expresa su causa: ¨La tiranía de la tecnología es producto de una educación insuficiente…¨.

    Los médicos viejos tenemos el deber de rescatar para nuestros alumnos  el precepto de Hipócrates, ¨Observa y registra¨. El uso de los sentidos y el plasmar lo que se observa y lo que se escucha en términos claros y simples.

    Así como el astrolabio precedió al sextante, «La práctica —según las palabras de William James— puede cambiar nuestro horizonte teórico, y puede hacerlo de doble modo: puede conducir a nuevos mundos y suscitar nuevos poderes. El conocimiento que nunca lograríamos permaneciendo lo que somos, acaso sea alcanzable por consecuencia de poderes más elevados y una vida superior, esa que podamos lograr moralmente».

    La vida de un médico es siempre perseguir, proseguir, estudiar la vida y vivirla intensamente e interrogarla, disfrutar las cosas sencillas y enseñar a otros a hacerlo, estudiar, comprender el pasado, pensar en presente (hic et nunc) y quizá, atisbar el futuro, meditar y preguntar continuamente a la muerte, aprender de ella e intentar retorcer sus designios sin perder de vista el propio Memento mori: ¨recuerda que morirás¨…

¿Un nuevo paradigma médico?, o los maestros que no volverán…

¨¡Guarden la compostura y bajen la voz! ¡Estamos pasando frente a la sala de los cardiópatas…! ¨ La voz de un joven médico que nos guía, alto, con anteojos redondos de carey, carrera perfecta a la izquierda y cabello engominado, suavemente nos conmina al tiempo que se lleva el dedo índice extendido verticalmente sobre sus labios cuando pasamos frente a la Sala 1…

Corría el año 1957. Tercer año de medicina. Nuestro primer día en el Hospital Vargas de Caracas, el sacrosanto templo de la medicina nacional, luego de haber pasado por la anatomía y fisiología, histología, bioquímica y fisiopatología, microbiología, parasitología y farmacología, apertrechados con un bagaje suficiente de conocimientos y términos médicos –al finalizar nuestra carrera, ¡cincuenta y cinco mil palabras habríamos acumulado en nuestro banco cerebral de memoria!-; todo, para poder seguir nuestra marcha hacia adelante y ser aceptados por nuestros pares y pacientes…

Se entendía que, para entonces, hasta el ruido de nuestra vocinglería alegre y juvenil podía trastornar el cansado corazón de aquellos heridos en la noble fibra del miocardio. Y con esa nota de consideración hacia el desvalido que yacía entre blancas sábanas, iniciaríamos el comienzo de nuestra comprensión del enfermo, más propiamente del hombre enfermo. Algo más que órganos, aparatos y sistemas… Era el primer peldaño para acceder a las clínicas: con la semiología: el aprendizaje del significado de los síntomas y de los signos, y de la semiotecnia: el arte de ponerlos de manifiesto, de sacar hacia el afuera el enemigo aposentado en el adentro. Nos faltarían luego 3 años más para que esa enseñanza escalonada y cada vez más compleja, como los frutos, alcanzara su sazón, su punto, su madurez…

Veíamos el ejecutar de los grandes profesores con sus níveas batas. Sentíamos tanto respeto que rehuíamos sus miradas, a veces cargadas de reproche, otras compasivas ante nuestra insipiencia. ¡Esto ya no es juego de niños! ¡Esta no es una carrera para flojos ni espíritus pusilánimes! Allí aprenderíamos los cinco preceptos a cumplir de cara al enfermo: El diálogo diagnóstico y sanador o anamnesis, la observación o inspección, la palpación, la percusión y la auscultación. ¿Cómo? ¿Sólo eso…? Luego de más cincuenta y seis años de haberme graduado, aun cuando parece fuera de sitio en pleno siglo XXI, somos fieles a sus preceptos, lo seguimos ejecutando y seguimos aprendiendo…

¿Cómo lo hacen? -nos preguntábamos-, ¿cómo mirando sólo al enfermo, su facies, su posición en la cama, su piel, su respiración, las venas del cuello, su pecho descubierto, su abdomen surcado de venas, de un vistazo tienen acceso a una información que parece surgir como por arte de magia, tan fácilmente, como de la nada…? ¿Fácilmente? A lo Sherlock, eran muchos años de entrenamiento en comprender el fiel, pero críptico lenguaje o lamento de los órganos y sistemas aporreados por la furia de la enfermedad.

 

-¨Mi nombre es Sherlock Holmes. Mi negocio es saber lo que otras

personas no saben¨

Sherlock Holmes

Recuerdo con especial veneración al doctor Otto Lima Gómez, Jefe de la Clínica Médica y Terapéutica A, todo un Maestro; él fue el responsable de que me desprendiera de mi amado grupo de la ¨M¨, asignados al Hospital Universitario de Caracas. Pedí mi traslado al Hospital Vargas de Caracas en quinto año de medicina. Ello fue para mí un renacer, un presenciar y absorber una medicina diferente y auténtica, muy clínica, muy científica y, especialmente, muy humana. Oí por primera vez la frase hipocrática, ¨Primum non nocere¨ -primero, no hacer daño-; me enteré de que existían Ludolf Krehl (1861-1937), Viktor von Weizsäcker (1856-1957) y Michael Balint (1896-1970), padres de la medicina antropológica, aquella que toma en cuenta el ser entero, su biografía al momento de la eclosión de la enfermedad y rogaba por un vínculo maduro y afectuoso con el enfermo.

Otros también conocí, la ida precozmente, doctora Estela Hernández, también me marcó por su puntillosa rectitud, compromiso y amor por el estudio y por sus pacientes y alumnos. Pero no se quedó ahí, ¡Pude quedarme en el Hospital! Entre 1961 y 1963 realicé mi internado rotatorio y mi residencia hospitalaria de medicina interna en el servicio de Gómez, lo cual apuntaló aún más mi deseo de ser internista e introyecté muy adentro de mi ser, todo cuanto me habían enseñado y había visto incluidas mis lecturas, no solo de medicina, sino de las humanidades, tal como preconizaba sir William Osler, padre de la medicina interna.

Hubo muchos otros profesores, amigos y consejeros; y ya Instructor por Concurso de Clínica Médica, ahora en la Cátedra Clínica Médica y Terapéutica B, con el doctor Herman Wuani Ettedgui a la cabeza, padre bueno, bondadoso y desinteresado. ¡Cuánto aprendí la necesidad de conocer al dedillo no sólo las drogas que recetaría, sino también sus efectos colaterales y sus interacciones, tantas veces responsables de nuevos síntomas insospechados en el paciente!

Quedan afuera muchísimos otros que dejaron una impronta en mí ser y una gratitud insospechable, como no fuera el hacer y trasmitir sin mezquindad lo que ellos me enseñaron con bondad: como deber ser y como se deber hacer…

En razón de la nube negra del desprestigio aposentada sobre la clase médica norteamericana, materialista y deshumanizada, en la década sesenta se afirma que la American Medical Association, intentó maquillar y exaltar su figura a través del financiamiento de series televisivas con personajes de ficción que enaltecían la labor del médico.  En la mayoría de ellas, el protagonista se hacía acompañar por su maestro o por un alumno, portando un estetoscopio, símbolo de la profesión médica. Suerte de héroe que salva vidas, pero a diferencia de las series western, en vez de utilizar un revolver o enseñar la placa que representa a la ley, usa el bisturí y la bata blanca como símbolo de autoridad.

 

Surgieron, entre muchas otras, James Kildare (1961-1966) interno del Hospital Blair General, donde aparte de perfeccionar y adquirir experiencia en su profesión, se interesaba vivamente en los problemas de sus pacientes, llegando a involucrarse con ellos. Se ganó el respeto de su superior el doctor Leonard Gillespie con quien mantenía una relación paterno-profesional.

Le siguió Ben Casey y su mentor, el doctor David Zorba (1962-1966), serie conocida por su apertura icónica donde una mano diseñaba símbolos en un cuadro negro: ¨Hombre, mujer, nacimiento, muerte, infinito¨.

Otro personaje lo constituyó Marcus Welby (1969), médico chapado a la antigua; trabajaba en su casa de Santa Mónica, California; no obstante, tras sufrir un infarto cambió su vida y su práctica, viéndose obligado a laborar con otro médico más joven, James Kiley y sus novedosos métodos de trabajo. Welby echaría de menos los días en que iba a casa de sus pacientes y era para ellos, más que un simple doctor, un sabio consejero. Todas estas series mostraban diferentes facetas del paradigma médico de la década sesenta, un ser humano rodeado por una aureola de entrega y humanitarismo. Hubo muchas series televisivas que tocaron el tema médico tratando de fomentar aquella admiración perdida…

Luego entre los años 2063 a 2379, hasta surgió un médico diferente y del futuro, Leonard Horacio MacCoy un personaje de Star Trek (Viaje a las Estrellas, 1966), donde era el Oficial Médico en Jefe a bordo de la nave estelar Enterprise bajo el comando del Capitán James Kirk,  quien le puso el apodo de «Bones«. Hacia el año 2267, McCoy recibe la Legión of Honor. En la serie original, era uno de los tres personajes principales, representaba la emoción humana como personalidad opuesta a la disciplina lógica de Mister Spock, que dotado de una gran compasión, era también bastante gruñón, supersticioso, y temía de forma irracional a las nuevas tecnologías.

El aplastante materialismo a ultranza de los últimos cuarenta años terminó por echar por tierra cualquier intento de remiendo de la figura del médico, que definitivamente había caído del pedestal donde en el pasado la sociedad le había colocado por su peso humanitario y su desprendimiento…

¡Nuevos y gélidos tiempos acaecen, donde la consigna de quien ahora fija el rumbo de la medicina mundial parece ser, Time is Money!; así, que con don Francisco de Quevedo (1580-1645) podríamos también decir, ¨Poderoso caballero es don Dinero¨. Ya el médico que conocimos y con el que nos identificamos, no existe más. ¡No…!, no pudo amalgamarse al avasallante progreso técnico, frío y calculador, simplemente quedó fuera…

 La medicina perdió su independencia, fue conquistada por y para las multimillonarias compañías hacedoras de píldoras, instrumentos de diagnóstico y una parafernalia de gadgets; inventaron nuevos conceptos de enfermedad para hacer del hombre saludable, un enfermo, temeroso y dependiente de vitaminas, antioxidantes y otros exabruptos. ¡Destruyamos el prestigio del médico ganado en buena lid y su compromiso y empatía con el sufriente!; ¡inventemos un nuevo paradigma, una máquina desconsiderada hacedora de diagnósticos por descarte mediante una sucesión de procedimientos sin rumbo y sin tino que nos dejarán dinero!  Hagamos al médico esclavo de la técnica, esa que nosotros definiremos. Convenzamos al colectivo de que esa y solo esa, es la medicina; atiborremos la Internet y Google con mensajes distorsionados que de ciencia no tienen nada y habremos preparado el camino a la medicación innecesaria y abusiva…  Inventemos pues al doctor Gregory House, especialista en enfermedades infecciosas, ¨brillante diagnosticador¨, omnimédico -fluente en todos los dominios de la medicina-, cínico y frío, calculador, proclive a la técnica abusiva y al empleo de fármacos adictivos y adicto él mismo; grosero, indiferente, despreciativo y que manifiesta un desgarrante distanciamiento emocional con sus pacientes a quienes tilda de mentirosos cuando su comportamiento traspasa la frontera hacia lo antisocial; de talante desconsiderado y peligroso, quien se brinca a la torera el paso inicial de toda relación médico paciente como es el diálogo diagnóstico o anamnesis –ya de que fomenta la cercanía y de por sí sanador-, y guiador de lo que deberá hacerse después de un examen físico integral, pero dirigido con tino donde la queja se aloja y señala.

Luego vendrán los exámenes que ¨complementarán el diagnóstico¨, no esos llamados exámenes paraclínicos que parece que corrieran en retahila a la par del dolor sin cruzarse con él. Así que no deja de causarme sentimientos encontrados, de dolor y tristeza, de admiración y repulsa, de rechazo y duda la serie de aventuras de House y sus desprevenidos enfermos. Él y su grupo de fellows y uno que otro adjunto, van tras el diagnóstico del paciente, sin parar mientes en la cantidad de actos iatrogénicos que en su búsqueda van produciendo: Exámenes de la más elevada tecnología, biopsias, endoscopias, resonancias y hasta biopsias cerebrales estereotáxicas suplen el diagnóstico diferencial que solemos hacer, producto del estudio, del conocimiento y de la experiencia.  El médico moderno que nuestra era propugna es hijo de la máquina, que desde luego cosifica al paciente al cual transforma en objeto, en cosa susceptible de venta, en mercancía, que carece de individualidad pues sale de una correa de ensamblaje en serie, para ser asalariado del estado o de compañías de seguros, despojado de su naturaleza humana pues solo es fuerza de trabajo y el paciente su objeto… Es como el médico integral comunitario que nos legó Cuba y que producimos por miles, un simple técnico sin pasado, esfuerzo impersonal que no tiene conciencia de la obra que realiza, donde la función sustituye al fin; es un mecanismo que avanza desde ninguna parte y hacia ningún lado… Produce terror el pensar que alguna vez conozcamos a House en el rol de pacientes; de ser así, sufriríamos su desdén y sus burlas; el dolor producido por un médico frío y sin escrúpulos; el que nos ignora como personas y el que piensa que siempre mentimos. A decir verdad, no entiendo el fin didáctico que persigue la serie.

¿Será acaso hacernos sentir que esa medicina materialista y cosificadora proveniente del ámbito de la malhadada palabra ¨manejo¨?, ¿Será la única que tendremos? ¿Será que tocar al enfermo y extraer sus secretos con los cuatro sentidos restantes carece de todo valor? ¿Será el prepararnos sutilmente para manipular nuestra función de médicos y aceptar que los pacientes necesitan de más y más tecnología, de más y más drogas? ¿Será para convencernos de que existen allá, portentosos aparatos para ser utilizados y que debemos exigir que se usen sobre nosotros…? Por último, ¿será que los tecnócratas han decretado la muerte de la curación por la palabra como principalísimo recurso terapéutico que ha sido desde la Grecia clásica 2500 años atrás…? Es este el nuevo paradigma que el dinero y la ambición nos ha vendido…

En suma, House, en mi opinión, constituye uno de los dramas menos realistas alguna vez transmitidos por televisión, pues la medicina en su más profunda naturaleza es un compromiso y un desafío intelectual, espiritual y emocional; la palabra del médico fue y sigue siendo a la vez instrumento de curación, creación y comunicación; de curación, como el más potente agente curativo desde la catarsis hipocrática al diálogo psicoanalítico.

¿Por qué escribimos los médicos…? Las visiones placenteras de Dulcinea…

Mi actividad como ¨escritor¨, si es así como pudiera llamarse una simple afición, comenzó ya hace muchos años cuando esporádicamente enviaba artículos a la prensa, especialmente al Diario El Nacional, casi todos con un tono de amarga denuncia referente a las carencias de mi Hospital Vargas de Caracas; tantas décadas después todavía insatisfechas… Un día de 1988, recibí una llamada de la redacción del desaparecido Diario de Caracas, donde se me pedía colaboración para un segmento dominical llamado ¨El Especialista Invitado¨, que formaba cuerpo con la Revista Magazine insertada en dicho periódico. Cuando inquirí acerca del ¿por qué yo?, se me dijo que había sido recomendado por el doctor Augusto León de la Academia Nacional de Medicina en la certeza de ¨que lo haría muy bien¨. Recibí el comentario y la invitación con el orgullo del alumno a quien su antiguo maestro le reconoce un don que él mismo ignoraba. Allí escribí por poco tiempo pues el diario y la revista desaparecieron sin dejar rastro.

Posteriormente, a pedido del doctor Andrés Mata Osorio, Director del Diario El Universal de Caracas y ocasional compañero de trote, comencé a escribir una columna sabatina de salud para la comunidad, que, empleando el más hermoso dictado de la escuela hipocrática llamé, ¨Primum non nocere, Primero no hacer daño¨. En una carta del 18 de agosto de 1992 recibí un espaldarazo del escritor Ibsen Martínez, quien así se expresó, ¨percibo en su columna algo que va más allá de la intención divulgadora y que me atrevo a llamar ¨perplejidad fecunda¨ ante el fenómeno humano…¨ Y desde entonces no he parado, he continuado escribiendo, siempre dándole gracias al Señor por permitírmelo y disponer de algún público que me lea y disfrute de mis escritos…

Debo dejar sentado que no me atrae para nada el tema político, quisiera escribir solo de medicina y de los dramas y verdades de mis pacientes y el impacto y congoja que ellas producen en mi ser; ha sido para mí un deber señalar las injusticias agravadas contra mis enfermos pobres y desamparados del Hospital; sin embargo, me he visto obligado a sumergirme en las turbias aguas de lo político porque considero una obligación moral y ciudadana teclear cuartillas en mi computadora contra la injusticia deparada por la intromisión castro-comunista desde 2001, cuando dirigiera a través del Diario El Universal una carta abierta al embajador cubano. De allí en adelante he ejercido mi libertad de pensamiento publicado en forma semanal, y mis artículos han sido bienvenidos, al punto de que me han concedido inmerecido sitial preferencial en día domingo al lado de reconocidos columnistas.

Los médicos somos espectadores de diversas aristas de la vida; los salientes dramáticos del existir no nos son para nada extraños; hasta  podría decirse que nos persiguen. A lo largo nuestro ejercicio profesional, muchos médicos hemos observado tal vez con gran interés, con malicia o con desdén, hechos inusuales, extraños, curiosos, risibles e inclusive grotescos o extravagantes, que, por carecer del rigor científico que se nos exige al publicarlos, bien por su contenido o su crudeza, pocas veces son compartidos con otros colegas y el público general. A veces porque el lenguaje utilizado no es el socialmente aceptado, o porque los hechos tocan tabúes sociales, o simplemente porque pensemos que no interese a nadie lo que hayamos vivido.

La doctora Rita Charon acuñó el término ¨medicina narrativa¨[1] referido a las habilidades que permiten reconocer, asimilar e interpretar las historias de enfermedad y ser conmovidas por ellas; afirma que la medicina actual, aunque muy competente en términos científicos, en muchas ocasiones no puede ayudar al enfermo a luchar contra la pérdida de su salud, pues por nuestra formación somos incapaces de escuchar y ayudar a los pacientes y a comprender más y mejor los padecimientos de la enfermedad que van mucho más allá de los síntomas de la misma y de nuestra capacidad de empatía.

Podría entonces uno preguntarse, ¿Por qué la lista de médicos escritores en tan vasta? ¿De dónde proviene esa vena de escritor que nos posee a muchos médicos? ¿Por qué escribimos tanto? ¿Por qué nos sentimos compelidos a poner en palabras los dramas y alegrías que nos depara nuestro apostolado? Don Pedro Laín Entralgo (1908-2001), médico, historiador, ensayista y filósofo español  intentaba una explicación al escribir en 1973: ¨Por mi parte, y aun sabiendo que mi idea no pasa de ser una provisional hipótesis de trabajo, me atrevo a pensar que los móviles del médico-novelista español pueden tipificarse mediante la siguiente serie de propósitos: evasión (la del médico que hace literatura, como podría pintar o cazar, para olvidarse de partos y sajaduras); ilustración (la de quienes pretenden enseñar al vulgo, y lucirse de paso en la suerte […]); utopía (la de aquellos adelantados de la actualísima ciencia-ficción […]); denuncia (la de quienes, a la vista de la injusticia política y social que con tan dramático relieve muestra a veces la enfermedad, pintan con crudas tintas la áspera realidad humana que les rodea); y redención (el propósito de los que enderezan su denuncia o protesta al logro […] de un mundo en cuyo seno imperen la justicia y el amor) ¨.

Y es que el contenido de nuestras vidas está teñido de accidentes conmovedores en medio de un ambiente melancólico de angustias y emociones como son el sufrimiento, la pobreza, la exclusión, la injusticia, el dolor y los linderos del tema de la muerte; y así, la afición a escribir es lógica consecuencia del rico repertorio por donde los clínicos paseamos nuestra cotidianidad, pues aunque como otros somos espectadores de la vida, la vemos en un plano distinto al tener más ocasiones de presenciar el lado dramático del existir necesitando además, expresarnos ante la injusticia que nos rodea, que trata de alcanzarnos y hasta logra hacerlo; así que consideramos que escribir suele ser un acto creador, una reacción compensadora y saludable.

Nunca me canso de agradecer a mis pacientes cómo me han hecho madurar como ser humano y como médico; reconocer cuan enriquecido llego a diario a mi hogar luego de haber representado junto a ellos y en el tablado sin espectadores de mi consultorio, parodias, tragedias, comedias y tragicomedias; sublimes experiencias para ser contadas y puestas por escrito…

¡Qué don tan maravilloso el que nos ha sido dado a los médicos y sin pedirlo…! Atravesamos con profundo respeto el dintel de la intimidad de nuestros enfermos gracias a su bondad y su confianza en nosotros. Lo menos que podemos hacer para ser dignos de ellas, es acumular esos retazos vivenciales para que formen una colcha con cuadros de risas y tristezas, alegrías y pesares, sentimientos de orgullo por el deber cumplido, pero también, de extrema culpa por tantas fallas acumuladas… El lado dramático de la vida del enfermo es en ocasiones sólo presenciada como un hecho de interés científico, sin resonancia afectiva; su sufrimiento no es compartido ni su soledad acompañada en medio de la multitud; de no entenderlo estamos condenados a un ejercicio llano y homogéneo, a un insípido pasar por la vida…

Leamos pues con detenimiento el drama de un día cualquiera en la vida de un médico, el de Dulcinea, mi paciente…

[1] Charon R. Narative Medicine Honoring the Stories of Illness. Oxford: Oxford University Press; 2006.

 

Las visiones placenteras de   Dulcinea… [1]

 Parte I

 

Lazos de amistad han atado nuestras vidas por más de 10 años. Amistad fundada en el afecto y respeto mutuos. Ella ha sido leal conmigo y a mi vez, al curarle, he tenido cuidado de no infligirle más daño. Me visita periódicamente y cada vez, me obsequia con las mismas quejas. Para ser sincero, ni mis pobres conocimientos ni mi esfuerzo, han podido resolverle ninguno de sus achaques y me he preguntado por qué aún no ha cambiado de médico, y el por qué, siempre risueña me saluda…

[1] De mi libro, ¨Primum non nocere, primero no hacer daño. Vivencias de un médico del Hospital Vargas de Caracas¨, Clínica El Ávila, 2004. P. 623-629.

Numerosas enfermedades crónicas, irreversibles e insolubles, se encuentran claveteadas a sus 85 años; “tejas rodadas” —las llamo yo—, consecuencias del uso y del abuso de tantos días con sus noches, de tanta lluvia y sol ardiente tolerados. Cada vez que he pensado en subirme a su frágil techo a cogerle esas goteras del tiempo, dudas y temor he sentido. Me preocupa y me detiene el que a pesar del esmerado cuidado que ponga al hacerlo, no lo logre, y lejos de poner en su sitio aquellas dislocadas, a lo peor, le quiebre muchas otras en el intento… El sentido común y lo rajadizo de su condición de anciana, así parecen imponérmelo. Si no le voy a solventar sus problemas de salud en forma efectiva, ¿para qué crearle otros peores? Nunca me he arrepentido de mi cautela y parquedad en los remedios que le he indicado: ¡mientras menos y por el menor tiempo, ha resultado mejor! Obesidad, enfermedad degenerativa y dolorosa de las grandes coyunturas que soportan peso, esa llamada artrosis: rodillas y columna lumbar, un corazón que por épocas late revuelto y rocanrolero, estreñimiento pertinaz, insomnio, tensión sistólica alta, pero especialmente, una degeneración macular relacionada con la edad, son parte del largo muestrario de sus aflicciones. ¡Goteras agavilladas para ponerle zancadillas a una vida feliz!; pero ella, no ha hecho de la hojarasca bullanguera el centro de su vida; antes bien, ha llevado su plomizo lastre con dignidad, resignación, objetividad, paciencia y una perenne sonrisa en sus labios…

Alguien me pidió que pesquisase una causa general, ¨circulatoria¨, para su deterioro visual. ¡Nada que ver! Antes llamada senil, a esa degeneración macular se la relaciona ahora con una misteriosa noxa empalmada al paso de muchas lunas, porque no sólo los seniles la sufren. Es una suerte de maldición desconocida, un conflicto entre espectros de luz dañina y falla de antioxidantes, dirigida hacia ese sitio tan importante como vulnerable de la retina: la mácula lútea, así llamada por el color amarillento que exhibe en el ojo del cadáver.

Llamémosla Dulcinea Carialegre, mujer muy querida de su marido fallecido que fuera, con sus cacheticos de arrebol y un toque alegre siempre prendido a su rostro, había perdido irremisiblemente su visión central, y nada podría hacerse por traérsela de vuelta. Pero por fortuna, conservaba y conservaría su visión periférica y nunca se quedaría totalmente ciega.

Al leer mis palabras, cada letra que usted va identificando está siendo enfocada y rastreada nítidamente en la fóvea de sus máculas, una pequeña depresión de un milímetro de diámetro ubicada en la retina central de sus ojos; yo la llamo la ¨abeja reina de la colmena¨, esa, perteneciente a una casta de abejas melíferas, única hembra fértil que pone huevos fecundados; gracias a su existencia la colmena es presencia que vive y palpita; gracias a la otra, el hombre con ayuda de su inteligencia y libre albedrío, plantó su huella en la luna. Ungida por los dioses, fue destinada a ser el asiento de la mayor exquisitez visual. Pero al leerlas, también podrá notar que al mismo tiempo puede ver toda la página del periódico, aunque sin tanta nitidez. A esto último llamamos visión lateral o periférica, mediada por el resto de sus neuronas retinianas. La claridad con que lee mis palabras se debe a que sus fóveas están sanas. De dañarse, el área central de lectura sería —según el caso—, velada, difusa, oscura, distorsionada o totalmente negra, así que no podría leerme o la haría con mucha dificultad… Tal era la lastimosa situación de Dulcinea, un boquete negro en el centro de su campo de visión…

 

Los médicos ignoramos el por qué adultos mayores desarrollan esta limitante condición, que poco tiene que ver con el estado circulatorio general del individuo y mucho con el continuado desgaste orgánico. La fina estructura que forma el revestimiento más interno de su ojo: la retina, es una prodigiosa membrana muy sensible a cambios en su metabolismo y aporte sanguíneo. No sabemos por qué comienzan a crecer desde la coroides -otra membrana que colinda externamente con la retina-, vasos anormalmente frágiles, endebles y entrometidos, justamente debajo de la retina central y de la fóvea. Y son defectuosos porque son un mal continente para la sangre al permitir con su ruptura, su escape, un derrame purpurino que destruye los elementos nobles de la retina: los fotorreceptores, la película fotográfica de la retina, células especializadas para captar luz, color, textura, en fin, imágenes, las cuales son dañadas a permanencia, y una vez que pone en marcha este proceso no parece haber quien la detenga.

En ocasiones el oftalmólogo destruye estos finos vasos, vainosos e invasores, quemándolos con rayos láser; pero dada la cercanía al área de mayor definición visual puede transformarse el tratamiento —cuando es conducido por manos desatinadas— en un verdadero desastre… En otras personas afortunadas nacidos décadas después que Dulcinea, se ha permitido su detección más temprana y el que pueda inyectarse dentro del ojo mismo una sustancia, una familia de anticuerpos monoclonales llamados antiangiogénicos, milagro de la ciencia y la tecnología, que inhibe su crecimiento, que hace retroceder e involucionar los vasos descarriados… pero, la duración de su efecto es finita y debe inyectarse nuevamente en cerca de un mes por tiempo indefinido…

Unos cinco años después de que Dulcinea perdiera su visión central, un buen día y muy de pasada, me reveló que cuando fijaba su vista en algún sitio, comenzaba a ver ¨grupos de vaquitas pastando, grandes y pequeñas, marrones y con pintas blancas, en movimiento y hasta puedo reconocer a una que está amamantando su becerro…¨. La escena era vívida. Me acotó que cuando era niña solía ver cuadros similares en los paisajes bucólicos de la finca de su padre. En aquella, su aparición, sólo alcanzaba a reconocer las vacas criollas, no así las otras, las Holstein, que su padre también poseía. Bastaba con cambiar la posición de su mirada para que el pastoril y animado paisaje desapareciera. Pero a la inversa, por propia voluntad podía transportarse a la finca paterna, posando sus ojos fijamente a algún objeto.

 -¨Además —prosiguió—, veo dos vírgenes… En mi colegio había dos estatuas muy lindas, una de la Inmaculada Concepción, con su túnica azul cielo y sus radiantes manos, y la otra, la Mater Admirábilis, una María adolescente vestida de rosado. Las dos son chiquiticas y se me aparecen una superpuesta a la otra…¨ Las escenas visuales eran disfrutadas plácidamente, y más que desconcierto o temor, ¨traían un consuelo a mi pena¨. Cuando una hermana supo lo que le ocurría, le dijo: -¨Yo te tenía por una persona cuerda, pero ahora me haces dudar…¨. Tres años transcurrieron antes de que Dulcinea me enterara con su sonrisa sempiterna y el ánimo sereno, del extraño fenómeno del que era partícipe…

Dulcinea alucinaba. Subjetivamente, percibía hechos inexistentes como si estuvieran allí mismo, frente a sus ojos. En las personas dementes, psicóticas o en los esquizofrénicos ocurre algo similar, voces o imágenes amenazadoras que te acusan o te agreden, te humillan y te aterran y son vividas con gran miedo y agitación del ánimo. Pero las de Dulcinea eran bienvenidas, sabía que no eran reales y nunca les había concedido mayor importancia, no tenían para ella la categoría de enfermedad. Por mi parte, tampoco me inquietaba su estado mental: ¡Siempre tan serena, tan ecuánime, tan aplomada! Me limité a oír su relato con fruición, a maravillarme con su revelación, a pedirle que me diera más y más detalles…, a diferencia de su hermana, por mi mente nunca pasó la idea de que Dulcinea estuviera enloqueciendo. No sería pues necesario, pedir la intervención de un psiquiatra, inundarla con tecnicismo inútil y costoso: tomografías o resonancias magnéticas de su cerebro, y mucho menos indicarle peligrosos tranquilizantes o antipsicóticos para tratar MI ansiedad, que no la suya… En su relato yo había reconocido a un viejo reputado, ¡al síndrome alucinatorio de Charles Bonnet!

En la próxima entrega, tal vez les relate cómo conocí a este antiguo amigo…

 

Las visiones placenteras de Dulcinea…

Parte II

¿Qué cómo conocí a Charles Bonnet? ¡Caramba…! Me obligan a retroceder en el pasado: más de una cincuentena de años atrás, cuando todavía los oftalmólogos extraían las cataratas que robaban la visión de sus pacientes lujándolas con una pequeña ventosa y luego, los enviaban a la sala a yacer inmóviles en sus camas y con los ojos vendados por espacio de cuatro o cinco días, a objeto de permitir que cicatrizaran las toscas heridas infligidas por gruesos cuchilletes en los delicados tejidos oculares. La tecnología de entonces, con sus burdas agujas e hilos de seda virgen poco sofisticados, no podía darse el lujo de la cirugía ambulatoria de hoy día donde el paciente es operado por la mañana y enviado de vuelta a casa en la tarde…

Mi segunda casa, mi querido hospital Vargas, mudo espectador de triunfos y tragedias de médicos y pacientes…

 

Estudiante de medicina que yo era, muy jojotico, curioso y maravillado por ese nuevo mundo que comenzaba a transitar, fui aventado por mi recordado hermano Fidias Elías, también estudiante entonces, al Servicio de Oftalmología del Hospital Vargas de Caracas. No supe ni porqué estábamos allí… Tiempos dorados aquellos de mi queridísimo Hospital… A ambos costados de la limpia y brillante sala, se alineaban camas y pacientes. Algunos conversaban amenamente y sin estridencias, esperando por su cirugía; otros, recién operados de cataratas, más parecían hileras de muertos de un funeral colectivo: Espalditendidos, inmóviles, con los ojos cubiertos por vendajes y la sábana blanca lisita cubriéndoles hasta a la altura de las tetillas… Pero no, estaban muy vivos y conscientes de que cualquier movimiento podría causarles pérdida de la operación y de la visión. Quizá sumergidos en oscuras cavernas, incomunicados visualmente, abandonados al silencio cerebral y sus rebullones: pájaros de mal agüero, a sus propias fantasías, esperando por el momento en que se retirarían las vendas. Y fue precisamente allí cuando ocurrió el fenómeno:

Una algarabía nacida en la cama 8 atrajo nuestra atención. Dos médicos y una enfermera, trataban vanamente de sujetar y tranquilizar a un viejecito que ya tenía cuatro días de operado e intentaba incorporarse de su cama. Hacía enérgicos movimientos tratando de quitarse de encima algún invisible ente. Sufría de alucinaciones visuales complejas, que describía como culebras que salían de las cabezas de gentes ilusorias y de su propio cuerpo, y aunque sabía que eran visiones imaginarias, intimidaban su ánimo. Siempre el mismo tema, en vívido tecnicolor, en movimiento… Sólo el sueño era capaz de abatir esas visiones inquietantes. Su estado mental, su memoria, su pensamiento abstracto eran completamente normales; igualmente, su condición emocional premórbida. Luego de mucho batallar con el ancianito, los médicos decidieron retirar los apósitos que cubrían sus ojos y de inmediato, a las encrestadas olas de aquel mar picado en medio de la tormenta interior, sobrevino la calma chicha…

Los galenos discutieron sobre la condición del provecto. Los lugares comunes y sus titubeantes comentarios no hicieron sino demostrar la superficialidad de sus conocimientos, su ignorancia sobre el drama que acababa de producirse y más triste y peor aún, ¡la poca curiosidad que en ellos el percance había despertado! Quizá recordando la certitud del dicho criollo, que ¨en pelea de burros no se meten los pollinos¨, mi hermano, tan versado como era en tantas cosas, optó por guardar silencio, observó y finalmente miró hacia mí, encontrándome boquiabierto, con los párpados desmesuradamente retraídos y muy sobrecogido por la situación que había presenciado. Con disimulo se acercó a mi oído y en queda voz me dijo…

-¨Rafa, ¡Te presento a Charles Bonnet y su cortejo sintomático…!¨

Charles Bonnet (1720-1793), naturalista y filósofo suizo, en su “Ensayo analítico sobre las facultades del alma” (1760) sostuvo que toda la actividad mental era gobernada por factores fisiológicos. En dicho estudio, describió las alucinaciones visuales experimentadas por su anciano abuelo, quien gozaba de excelente salud, pero cuya visión había perdido por causa de unas cataratas. El viejo veía personas, animales y otras formas inexistentes. Se recreaba con las apariciones y en ningún momento las confundía con la realidad. En una época donde muy poco se conocía sobre el asiento de los sentidos en el cerebro, Bonnet especuló que las imágenes eran originadas por la parte del cerebro a la que corresponde la visión… El oscurantismo premió su osado pensamiento con epítetos de fatalista y materialista. Y por fuerza del destino, más tarde él mismo se quedó ciego, debió abandonar la historia natural y dedicarse con gran fructuosidad a la filosofía, experimentando después, síntomas similares a los que aquejaron a su abuelo…

http://www.youtube.com/watch?v=SgOTaXhbqPQ&list=TLbi6KzasPHIA

Desde aquel entonces, ha sido empleado el epónimo para describir alucinaciones visuales de naturaleza placentera o neutra, que ocurren en personas con claridad mental, sometidos a desprivación sensorial. Así, se le ha descrito en prisioneros de guerra en aislamiento; sujetos perdidos o con privación del sueño que realizan largos viajes en automóvil o avión; o a quienes se les vendan los ojos. Numerosas enfermedades visuales pueden evocarlo al enceguecer al paciente: cataratas, nubes corneales, glaucoma, desprendimientos de la retina y la atrofia bilateral del nervio óptico. Como en el caso de nuestra Dulcinea, la degeneración macular relacionada con la edad es capaz de inducirla hasta en 12% de los casos bilaterales. ¿Cuántos puede ver un oftalmólogo? Tal vez ninguno pues cuando algo se le antoja complicado envía al paciente al neurólogo o al psiquiatra…

El término alucinación puede ser definido como un síntoma en el cual una persona afirma ver algo o se comporta como si viera algo que otros observadores no pueden ver. Es posible que ocurra en personas sanas; así entre los niños preescolares, las alucinaciones con forma son muy comunes, y pueden llegar a ser tan sistematizadas, que el niño puede crear compañeros imaginarios, humanos o animales. El sujeto esquizofrénico con grave perturbación mental, siente que sus pensamientos son revelados y comunicados en palabras por gentes invisibles, creyendo que realmente existen perdiendo así, contacto con la realidad. A diferencia del sujeto normal, el componente auditivo (voces tenebrosas) está a menudo presente.

Vivaz, mi querida Dulcinea Carialegre, en su sombrío drama de adquirida ceguedad, descubrió, padeció y disfrutó el contrasentido del síndrome de Charles Bonnet. Bondadosa y confiada, me obsequió su intimidad, sus vaquitas, sus vírgenes y sus paisajes placenteros, señalándome de paso, otro de los muchos privilegios de ser médicos, el de poder asomarnos científica y humanamente a contemplar la compleja grandiosidad de la imaginería cerebral almacenada en nuestras neuronas y evocada por una forma de desprivación sensorial: La ceguera.

Las visiones placenteras de Dulcinea…

Parte III

Liliputienses y gente pequeña, personajes de dibujos animados bailando en tu escritorio, un soldado de la guerra civil en tu sala de estar, una cebra caminando por la calle. Por lo general, no es lo que esperaríamos ver con nuestros propios ojos. Pero para algunos, sucede casi todos los días … durante un año más o menos. Las «visiones» no siempre son complejas o extrañas. A veces pueden «mezclarse» con nuestra vida cotidiana. Un estudio de caso publicado recientemente en el Canadian Journal of Ophthalmology describió a una paciente con alucinaciones visuales de niños pequeños que aparecían en su visión. Ella no trató de hablar o interactuar con ellos de ninguna manera y nunca le hablaron. Ella no los reconoció. Sabía que no eran reales y no les tenía miedo, pero ahí estaban. Ella los vio, ¿por qué?

Macroadenoma hipofisario productor de defecto quiasmático en el campo visual

Resulta que tenía el síndrome de Charles Bonnet, una condición en la que las alucinaciones visuales son causadas por la reciente pérdida del campo visual … y, en su caso, un tumor cerebral, n macroadenoma hipofisario. Las personas que han sufrido pérdida de visión recién adquirida por afecciones oculares como degeneración macular relacionada con la edad, retinopatía diabética o cataratas, o por daño a otras partes de la vía visual en el cerebro, pueden tener nuevos defectos del campo visual como resultado, y, a veces, comienzan a «ver» cosas que realmente no están allí. Estas personas no tienen antecedentes de demencia o deterioro cognitivo, nunca han tenido alucinaciones en el pasado y no están tomando medicamentos que se sabe que tienen a las alucinaciones como uno de sus efectos secundarios. Por lo general, ningún otro sentido que no sea la vista (gusto, tacto, olfato u oído) se ve afectado en el síndrome de Charles Bonnet. Puede ocurrir tanto en los jóvenes como en los ancianos, ya que se han reportado casos de síndrome de Charles Bonnet en niños pequeños que sufrieron pérdida de visión por retinopatía del prematuro. En algunos casos, la pérdida de visión es solo para una parte de todo su campo de visión y su visión a veces puede permanecer tan nítida como 20/40.

En el raro caso del tumor cerebral descrito anteriormente, las alucinaciones visuales de la mujer resultaron de defectos bilaterales del campo visual temporal debido a la compresión del quiasma óptico por un macroadenoma hipofisario. Las alucinaciones fueron el resultado de que su cerebro trató de compensar las piezas faltantes recién adquiridas en su visión y las alucinaciones pronto desaparecieron después de que se realizó una resección quirúrgica del tumor. El síndrome de Charles Bonnet  fue descrito por primera vez hace más de 250 años por…, lo adivinaron, Charles Bonnet, un filósofo, científico y escritor suizo que «escribió sobre las experiencias de su abuelo después que perdió la vista por cataratas y comenzó a tener ‘visiones’: podía ver patrones, personas, pájaros y edificios, que realmente no estaban allí».

Parece que, cuando una pieza del rompecabezas de su visión desaparece debido a un daño causado por una enfermedad ocular u otra causa, el cerebro se vuelve hiperactivo y trata de compensar el área faltante mostrando imágenes que ha almacenado a lo largo de los años. Para algunos, las imágenes son de niños pequeños, rostros, figuras animadas, personas vestidas con ropa de diferentes épocas o animales. Las imágenes pueden distorsionarse mucho en tamaño y, por lo tanto, la mente del observador las considera casi inmediatamente como «no reales». Aun así, están presentes. Tienden a ocurrir más cuando la persona está en un ambiente muy tranquilo, oscuro y no estimulante, como cuando está sentada sola o viendo la televisión por la noche. Los afligidos generalmente informan que no tienen miedo de estas visiones, pero a veces se las guardan para sí mismos por temor a que otros puedan ver sus alucinaciones como una señal de que están en las etapas iniciales de algún tipo de enfermedad mental o deterioro cognitivo, lo cual no es el caso.

Seamos realistas, el cerebro es muy bueno para rellenar activamente las piezas faltantes del rompecabezas de su visión, al igual que lo ha hecho toda su vida con la mancha o punto ciega naturalmente presente en sus ojos. El punto es causado por la falta de fotorreceptores que no recubren el nervio óptico, un área circular en el interior del ojo compuesta por fibras nerviosas de la retina que salen del ojo transmitiendo al cerebro la información de lo que estamos viendo. Dado que no hay fotorreceptores en esta área del ojo, no se ve ninguna imagen que caiga en el punto ciego. Sin embargo, el punto ciego es un defecto pequeño y de larga data del campo visual y nuestro cerebro está bastante acostumbrado a que esté allí. Él es muy eficiente para rellenar ese pequeño punto que falta en nuestra visión utilizando pistas de contexto y colores del campo visual adyacente o circundante, lo que hace que el defecto sea prácticamente indetectable y no perceptible para nosotros en nuestra vida cotidiana. La Mancha ciega fisiológica o de mancha de Mariotte: Corresponde a la zona que ocupa la papila o disco óptico, que al no tener fotorreceptores es una zona ciega. Se sitúa 12-15° temporal al punto de fijación, en su mayor parte por debajo del meridiano horizontal.

Sin embargo, puede encontrarse conscientemente la mancha ciega natural de su ojo haciendo la siguiente demostración.

Hagamos lo que descubrió Edmé Mariotte (Dijon, 1620 – París, 12 de mayo de 1684) fue un abad, físico y químico francés. Mire la imagen de arriba. Cierre el ojo izquierdo. Con el ojo derecho, mire el signo más. Coloca la cabeza a unos 20 centímetros del esquema. Mientras mantienes el ojo izquierdo en el signo más, mueve lentamente la cabeza hacia adelante hasta que el punto blanco de la izquierda desaparezca de tu visión periférica.

Siéntete libre de probar el otro ojo. Para eso, cierra el ojo derecho. Con el ojo derecho, mira la cruz blanca. Una vez más, coloca tu cabeza a unos 20 centímetros de distancia del dibujo. Mientras mantienes el ojo derecho cerrado, mueve lentamente la cabeza hacia adelante. El signo más a la derecha desaparecerá de tu visión periférica cuando alcance una cierta distancia de visión.

Las alucinaciones asociadas con la pérdida reciente del campo visual debido a daño en la retina u otro proceso de enfermedad ocular son usualmente temporales, durando hasta un año como máximo. Parece que una vez que el cerebro se acostumbra a la pérdida o cambio del campo visual recién adquirido, deja de tratar de compensar el espacio visual vacío con imágenes extraordinarias y las alucinaciones disminuyen. Las personas también pueden tratar de minimizar la frecuencia de las ilusiones al tener una iluminación adecuada en la habitación y mantenerse lo más activo y social posible. Incluso hay técnicas de movimiento ocular que se pueden usar para ayudar a que las imágenes no deseadas se desvanezcan. Algunos dicen que parpadear repetidamente o mirar de lado a lado hará que la imagen se esfume. Hablar con amigos, familiares y médicos puede ayudar a las personas con el síndrome a lidiar con el estrés y la confusión de tener estas alucinaciones visuales y también ayudarlos a descubrir las causas subyacentes de su pérdida de visión si aún no las conocen. Aquellas personas que están experimentando «»visiones extrañas» no deben sentir miedo de hablar y contarle a los demás.

Para escuchar al fascinante Oliver Sacks hablar de experiencias con sus propios pacientes que tienen el síndrome de Charles Bonnet y sus propias alucinaciones visuales abstractas y pérdida de visión, vea su aleccionadora charla en YouTube sobre el tema.

 

 

El lado oscuro de la luna: Elogio de la superstición, culebrilla, yerba mora y otros ensalmos…

 

  • PARTE I.

 El drama de la napolitana…

Profunda compasión que más tarde se tornaría en acentuado enojo, fue cuanto sentí cuando la vi entrar… El rostro pálido y enfermizo estaba invadido por un rictus de dolor. Inicialmente pensé que era físico, pero más tarde me percaté que radicaba en lo profundo de su perturbado espíritu: la boca entreabierta dejaba ver sus dientes apretados, vano intento por controlarse. Su ceño fruncido y las arrugas propias de sus 74 años aparecían de repente dicotomizarse una y otra vez en centenas de pequeños ramales. Estaba abatida y el llanto no lo dejaba pronunciar palabra alguna.

¡No podía entenderlo! Cojeaba mucho menos que cuando le había visto hacía quince días. El hecho clínico era como en otros casos, siempre asombroso y fascinante a mis oídos. En su dialecto napolitano-criollo, hablaba a rastras y yo hacía todo lo posible por no perderle el paso. En ocasiones extraviaba la pista, más las frases que luego venían me revelaban el significado de las anteriores.

Una semana antes de nuestra primera entrevista había comenzado a experimentar severo dolor que arrancando en la nalga derecha, se precipitaba cadera abajo hasta las postrimerías del muslo. Era urente en su carácter, abrasador si se quiere, tal como si le hubieran vertido un chorro agua hirviente. Tanto se parecía a una “puntada ciática” que sus hijos la llevaron a un traumatólogo. Luego de “visitarla” diagnosticó una hernia discal pellizcando un nervio. Una resonancia magnética de la columna lumbar la identificaría plenamente. En estos tiempos de peladera, los miles de bolívares que le costaría el estudio añadieron más dolor a su dolor… La prescripción de antiinflamatorios para tomar y frotar, y la simpar vitamina B1, esa inútil-para-casi-todo, no rindieron el dolor. Dos días más tarde estaban aún peor y según ella, “quemada por la medicina que se untaba”. La piel del área se le vistió con el colorado del camarón y en su superficie apareció un rocío de minúsculas vesículas, menuditas inicialmente, que fueron aliándose las unas con las otras para formar irregulares ampollas. Ese rocío demoníaco recordaba una quemadura de segundo grado que se hacía más ardiente al simple roce con sus ropas. Sin pudor alguno, se levantó el fustán y dejó ver ante mis ojos una culebrilla que reptaba por la piel del muslo, que serpenteando como un incendio de sabana había quemado el trayecto de los nervios por donde corría.

Era sin dudas, un herpes zóster o culebrilla localizado a los dos primeros dermatomos lumbares, la manifestación recurrente de una muy antigua infección por el virus varicela-zóster. ¡Si señor! El mismo que causa la lechina o varicela que a tantos ha afectado. Una vez que nos curamos de la lechina el virus nunca más abandonará nuestro cuerpo. Cual feo durmiente, hibernará su prolongado sueño dentro de las mismas células nerviosas sin ser notado ni molestado y sin molestar. Años más tarde, cuando el sistema defensivo de nuestro cuerpo se distraiga o mal funcione por efecto alguna enfermedad debilitante, medicamentos o estrés emocional, él despertará brioso, malhumorado y agresivo, inflamando el recorrido del nervio donde hubiere fijado su residencia. He allí pues, el por qué casi nadie está exento de sufrirlo alguna vez en la vida.

Cuando le comuniqué el diagnóstico, a su sorpresa se sumó gran temor, ¡Tan mala es la reputación que tiene esta condenada condición! Su sola mención es casi que la evocación de un anatema proferido en un aquelarre. La tranquilicé diciéndole que había venido a tiempo, pues apenas tenía cuatro días de aparecida la erupción y afortunadamente para ella hoy día, disponíamos de unos novísimos y efectivos medicamentos antivirales, el aciclovir y vanciclovir, que pronto abatiría la replicación del virus y su progresión. Me sentí entonces muy contento de poder disponer de un verdadero específico, una poderosa arma letal contra el virus.

Cuando me visitó la segunda vez en ese lamentable estado, la erupción había desaparecido casi por completo, así que no podía entender el porqué de su desesperación. Aún tenía dolor era verdad, pero mucho más atenuado. ¿Qué pasaba entonces? ¡Qué iba a pasar…! Lo habitual, lo folclórico, la actuación perniciosa del curalotodo, que sin haber estudiado un pepino quiere ocupar nuestro puesto. El metido le dijo que no sanaría con lo que yo le había recetado, que el mal seguiría su curso a menos que… la ensalmaran: cataplasmas de yerba mora y el consabido rezo, pues todo ello era el resultado de un “daño que le habían echado”. Y al decirlo en su jerigonza inentendible, se desparramó en la silla y se largó a llorar como una niña. Ahora comprendía yo su retroceso en medio de la mejoría inicial… ¿Quién querría hacerle daño a esta pobre matrona conocedora de los tantos sufrimientos de un inmigrante? Sería por ventura alguna mente demoníaca capaz de expeler a distancia vibraciones mefíticas, aires dañosos para producir muerte real o aparente, o enfermedad no atribuible a ninguna causa natural y sensible, o los metidos de oficio, al sembrarle una idea supersticiosa y dañina. ¡Qué venalidad! ¡Qué retrogradación! El peor daño no le había sido infligido por el herpes virus, sino por el ¨curioso¨ no llamado a colaborar pues, ¿cómo protegernos vulgares mortales de lo sobrenatural, de lo desconocido, de lo oculto, de las trastadas luciferinas?

Al examinarla pude constatar cómo la piel mostraba avanzada tendencia a la sanación, aunque todavía se notaba un leve eritema y costras con morados residuos. Distinguí además en su muslo derecho, a unos milímetros por encima de la rótula, la tenue señal de una cinta adhesiva colocada en sentido transversal que había sido convenientemente retirada antes de venir a visitarme. También reconocí algunas señales borrosas en el rectángulo dejado por la cinta. Eran extrañas letras que no parecían tener ningún sentido. Mirando en detalle, pude reconocer que estaban al revés: ¡escritura especular!, la misma que utilizara Leonardo Da Vinci para que nadie pudiera leer sus escritos o copiar sus inventos. Sólo podría revelarse el mensaje mirándolo reflejado en un espejo, C-U-L-E-B-R-I-LL-A, escrita de derecha a izquierda, tal vez con la pluma mágica de una gallina negra. Aquella cinta adhesiva venía a ser suerte de talanquera mágica, de alcantarilla mataburros, de encantada muralla que evitaría que el maleficio pasara hacia abajo y se regara. Desde luego, desconocía el ensalmador —¡un capitán del Ejército! por si quiere saberlo—, que el segundo metámero lumbar llega tan sólo hasta la altura de la rótula. Así, que antes de que él realizara toda su pantomima y daño profundo a una persona, el Creador a través de una fina anatomía neurológica había dispuesto que sólo hasta allí, y nada más que hasta allí, la erupción podría llegar…

La culebrilla se imbrica a la fábula, como el mal al ser humano. Tantas leyendas gozan de la credibilidad de los ricos y los pobres porque la ignorancia y el temor son universales y no conocen de clases sociales. Quizá no haya otra enfermedad donde se refleje más la emergencia del pensamiento mágico desde lo profundo de lo inconsciente como en el herpes zóster. No por mera casualidad El Demonio, en la forma de una serpiente, para desgracia de todos los ahora mortales, tentó a Adán en el Paraíso. La culebra es pues un animal admirado, reverenciado y temido…

Unos de los tantos mitos se relacionan con la culebrilla que aparece en el tronco o en el abdomen, pues las mentes retrógradas y medievales afirman que ella camina buscando darle la vuelta al cuerpo, así que una vez que la cabeza toca la cola, el infeliz morirá en medio de terribles tormentos; se me ocurre que como en los espectáculos de circo de la mujer serruchada, partida en dos mitades…

La médula espinal, contenida en el canal raquídeo de la columna vertebral está dividida funcionalmente en segmentos o neurótomos, en número de tantos como vértebras existen. Cada uno de ellos da origen a un par de nervios que emergen independientemente a la derecha e izquierda. El área servida por ese nervio recibe el nombre de metámero y tiene una representación bastante precisa en la piel. En el tórax y el abdomen, si pudiéramos verlas, recordarían la sucesión de bandas transversales de las tiras lino de una momia egipcia. En el mero centro, sea atrás o adelante, no hay contacto entre los dos del par. Un puente roto delimita hasta donde llega el territorio de cada cual. El uno, respeta el área de su homólogo del otro lado. En otras palabras, la culebrilla no podría nunca darle la vuelta al cuerpo porque los nervios son morochos pero no siameses. Le invito a continuar para despejar con el conocimiento, la bruma de la ignorancia y el retroceso.

 

El lado oscuro de la Luna: Elogio de la superstición, culebrilla, yerba mora y otros ensalmos…

  • PARTE II.

  • Sobre cómo curar lo que habrá de curarse sólo.

La estancia toda fue ocupada por un nubarrón negrestino. Un efluvio maloliente y sulfuroso parecía inundar todo el ambiente. La posesa de ficción, atónita y asustada se encontraba inerme, tendida en su lecho de miserias y arropada con la media banda de su quemante dolor. En el dintel de la puerta y con la luz a sus espaldas, la ensalmadora y su ayudanta, aparecían como rodeadas de un aura de brillante luz. Se aprestaban a iniciar «el trabajo». El desarmónico dueto, adrede permaneció algún minuto o dos sin pronunciar palabra alguna. La «entendida», con la facies clorótica de un vampiro, era larga como un cocotero, pálida y macilenta. Su subalterna —la camarera de un hospital oncológico capitalino, gestora de la otra—, era una cuarentona de cutis seborreico, desdentada y saporreta. Se encontraban allí citadas, nada menos que por recomendación de un doctor de bata blanca con todo y su título y según él, experto en vías digestivas. Título quizá encontrado a lo mejor en una majunche caja de detergente. El del cerebro chiquito y así de grande su insipiencia, en pleno siglo XXI, había dictaminado que el herpes zóster o culebrilla no era cosa que atañía a la ciencia médica, pues pertenecía a los dominios de El Malo. Así, que aquellas dos estaban en el recinto, con la anuencia de un médico y en disposición de expeler al íncubo que, en forma de culebra, reptaba bajo la piel de la desgraciada, blanco inmisericorde de un distante pensamiento dañoso…

Comentó la clorótica, que, aunque una de las maneras de «detener» el avance de la culebrilla era limitando el contorno de la piel afectada con tintura de yodo y luego, pincelando las adyacencias con agua de cal, ella optaría pon el infalible ritual del zumo de yerba mora y la respectiva invocación a las alturas. Para ello, trituraron las hojas de la planta en cuestión mezclando el líquido extraído con aceite de coco y limón —quizá para hacerlo más adherible a la piel-. Con la pluma de una gallina muy negra la mezcla fue entonces aplicada, describiendo los contornos de la isla flictenular. Conjuros o hechizos fueron escritos con tinta negra para que «la culebrilla no avanzara más ni se quedara dentro del cuerpo…». La más tunante, la saporreta, con los ojos entornados, mostrando la blancura escleral de sus ojos, repetía incesante y como un susurro apenas inteligible el exorcismo curativo…

 

“Jesús, San Pablo bendito de mi Dios tan poderoso.

Líbrame de culebras bravas, de animales ponzoñosos.

Líbrame de enemigos bravos y peligrosos.

 ¡Paz, paz, Cristo en paz!”

 

Terminado «el trabajo», las «prácticas» exhortaron a la desdichada a no bañarse o cambiarse las pantaletas por espacio de una semana para que el conjuro no perdiera su efectividad… Cuando se les preguntó cuánto se les adeudaba por sus «buenos oficios», no quisieron cobrar. Pero… habrían de regresar a hacerle «un trabajo a la casa», para alejar de su madriguera a tanto espíritu maligno por allí arrochelado. Los deudos, alarmados con tanta demostración demonológica, optaron por pagar por adelantado los seis mil bolívares fuertes que toda aquella pantomima costaría, suplicándoles por favor, que no volvieran.

La Luna nuestro satélite natural, en su perpetuo girar alrededor de la Tierra, siempre nos ha ofrecido, enigmática, su misma cara pálida de adolescente con cicatrices de acné pustuloso, sus mares, prominencias y cráteres. Por centurias, el hombre conjeturó sobre lo que habría a sus espaldas, en ese lado oscuro que negaba mostrarse ante sus ojos. La ignorancia y la superstición incendiaban la imaginación echando al vuelo las más descabelladas hipótesis. Con el progreso de saber, en 1959 el Luník III orbitó su circunferencia retratando cada centímetro de su vasta soledad, demostrando que además de no haber selenitas en ella, en el lado oscuro de la Luna no había más que… acné lunar. El conocimiento científico había desplazado una vez más, las fantasías encendidas por las llamaradas del oscurantismo… Es por ello que ahora quiero invitarles a aprender científicamente, sobre el herpes zóster, nombre médico que damos a esta enfermedad del sistema nervioso y de la piel (neurocutánea), que la mayoría de las veces es tan sólo un inconveniente pasajero, pero que en una minoría puede dejar una secuela de dolor crónico, y aún poner en peligro la vida misma.

Les había mencionado antes que un virus específico, un herpes-virus llamado varicela-zóster era el causante del desafuero. Toma su nombre de la denominación de una familia de virus, herpes: por serpentear, y zóster: por cíngulo o cinturón, aunque en realidad sea sólo medio cinturón. Es este el mismo virus que afecta a un 90% de los niños no vacunados para producir la varicela o lechina. Una vez que se cura la lechina, el virus no es destruido totalmente por la policía defensiva de nuestro cuerpo. Antes bien, es condenado a cadena perpetua por el sistema inmunológico. Permanecerá entonces confinado, aletargado e inerme en las neuronas o células del sistema nervioso que se encuentran en los ganglios sensoriales espinales o abultamiento que nacen de los segmentos de la médula espinal, u otros que se encuentran en el trayecto de nervios que se originan dentro del cráneo, más frecuentemente el trajinado trigémino (responsable de la sensibilidad de la cara) o el facial (que gobierna el movimiento de los músculos de la cara y es responsable de la expresión).

Por razones no del todo claras, el virus puede reactivarse y volver a la vida violenta, burlando el sistema de vigilancia inmunológico y comenzando su proceso de reproducción o replicación dentro de la célula, recuperando entonces su poder para producir daño o patogenicidad. Puesto en pie de guerra, inicia un tránsito o «viaje inflamatorio» al través de los trayectos nerviosos que afloran invisibles a la piel. Las consecuencias del paso de esta horda barbárica de virus guerreros con teas encendidas, se manifiesta en forma de dolor quemante y erupción ampollar en la distribución del nervio que hayan escogido para su marcha.

En el sujeto sano, con normales defensas, el sistema inmunológico no se quedará indiferente y de nuevo, entablará lucha con el ofensor hasta rendirlo y confinarlo, situación que tomará entre 8 y 15 días. Quiere ello decir que la culebrilla es autolimitada, que curará por sí sola, sin ayuda de ensalmos, hechizos y aún de medicinas. En el sujeto inmunocomprometido o debilitado por la presencia de diabetes, sida o diversos tipos de cáncer que entorpecen la reactividad corporal ante la enfermedad, el herpes suele tomar un camino distinto. Envalentonado y dejado a su antojo, puede causar verdaderos desastres orgánicos al diseminarse por la piel y órganos internos como el cerebro, hígado y arterias de mediano calibre. En estas circunstancias, el virus no suele ser infectante para otros miembros de la familia, a menos que tengan alguna merma de sus defensas porque estén tomando algún medicamento (derivados de cortisona, quimioterapia, o drogas para evitar rechazo de órganos trasplantados). Contrariamente al pensar popular, es la regla de que la culebrilla afecte… ¡a sólo una mitad del cuerpo! El Supremo Hacedor dispuso que uno de cada par de nervios que emergen de la médula espinal, se distribuya a la derecha o a la izquierda, respetando el territorio ‘ajeno’ del nervio contralateral. Si acaso se verán algunos elementos vesiculares trasponiendo la línea media corporal, pero no más que eso.

¡Científicamente hablando no existe pues en el sujeto inmunocompetente, posibilidades de que la culebrilla le dé la vuelta al cuerpo y «se muerda la cola»! Esta es la simple razón por la que los «curiosos» y exorcistas de mal oficio tengan siempre éxito en evitar que la culebrilla progrese…. ¡Escrito ya antes estaba por el Creador de la anatomía neurológica que de allí no habría de pasar…!

Para que escogiéramos los hombres, se nos brindó la opción de elegir entre la ceguera de las tinieblas y la luz del conocimiento; ¿cuál de ellas preferiría usted?

 

El lado oscuro de la Luna: Elogio de la superstición, culebrilla, yerba mora y otros ensalmos.

 PARTE III

  •  De la fascinación y temor de la culebrilla…

En su travesía milenaria por la historia de la medicina, el herpes zoster o culebrilla, ha generado sentimientos de fascinación y temor. Su incomprensible marcha zigzagueante y el fogoso dolor que la acompaña ha encendido la fantasía popular con su cohorte de superstición, hechicería, ensalmos e insólitos remedios que parecen arrancados de lejanas noches de oscurantistas días, y tiradas por los cabellos de la magia hasta nuestros días.

Como la epilepsia, se le ha emparentado, ya con la ira de los dioses, la incrustación de la maldad y la expiación del pecado; ya, se le ha ligado con las malas artes de Luzbel, el Ángel Caído. Su llamarada serpenteante ha sido pues, asimilada a una transfiguración demoníaca, la misma que aquel adoptara en el Paraíso, para tentar con resonado éxito a nuestro Padre Adán. San Antonio El Ermitaño (251-336 d.C.) nacido de opulenta cuna, enterado de la prédica de Cristo a un joven rico: «Anda, vende todo lo que tienes y dáselo a los pobres, porque tú habrás de tener tu riqueza en los cielos», se deshizo de todo cuanto poseía y se retiró a orar en una cueva.

Fue el padre del monasticismo católico y su interacción fue invocada contra una pestilencia prevalente en Europa durante los siglos XII y XIII llamada el «fuego sagrado» o «fuego de San Antonio». El que se haya tratado o no de la misma enfermedad, algunos viejos textos de Medicina colocan este último nombre entre las sinonimias del herpes zoster. Aún para los neófitos, dolor y erupción ampollar de distribución característica, son los pivotes donde reposa la identificación del mal. Malestar, inapetencia, febrícula pueden acompañar al dolor, el cual estará confinado al territorio de distribución metamérica de uno o dos nervios intercostales, pues la culebrilla es más frecuente en el tórax. Este dolor puede preceder en días, a la aparición de la erupción, dando lugar durante ese tiempo a un sinfín de confusiones de diagnóstico, pues de acuerdo a la distribución del nervio inflamado se malinterpretará como producto de una pleuresía, infarto del miocardio, apendicitis aguda, enfermedad vesicular aguda, síndrome lumbociática y neuralgias de diversos tipos. El dolor es descrito por el paciente de muy variadas maneras: quemante, ardoroso, en puñalada, anestesia con quemadura, intolerable, punzante, picazón con fuego y típicamente se intensifica por las noches, haciendo imposible la reparación por el sueño. Para aumentar el enredo, en ocasiones el dolor no es seguido de erupción cutánea. En este caso se le designa como zoster sine herpete.

Transcurridos 5 o 6 días, sobre un área de piel enrojecida -eritematosa- aparece la erupción, inicialmente constituida por grupitos de vesículas diseminadas aquí y allá, que posteriormente se unirán unas a las otras para formar ampollas de contenido líquido transparente. En dos o tres días el contenido se enturbia y se torna amarillo. Puede en este momento asociarse a una infección bacteriana secundaria por gérmenes que viven naturalmente en la piel. A la variedad más severa, donde la confluencia de ampollas se cubre con una espesa costra, la jerga popular le da el nombre de culebra sapa” por analogía con la rugosa piel de este ofidio.

La erupción suele cubrir un área de piel prefijada por la naturaleza, que está delimitada por el dermatomo correspondiente y que escasamente se sale de sus linderos. Aunque puede ocurrir en cualquier parte del cuerpo, en dos terceras partes de los casos tiene predilección por afectar el tórax, mucho menos el abdomen y la cara. Allí verá usted el cordón de coral y perla tomando la mitad derecha o izquierda del pecho y la espalda, y en la cara, distribuyéndose en el territorio de inervación del nervio trigémino. El compromiso de una de las tres ramas de este nervio, la rama oftálmica, que da la sensibilidad a la mitad de la frente, párpado superior, dorso y la punta de la nariz, es la más frecuente. Cuando las vesículas aparecen en la punta de la nariz, llamado de Hutchinson, es signo inequívoco de que las estructuras internas y externas del ojo serán afectadas en mayor o menor grado, pues un ramo de esta división trigeminal llamado nasociliar, inerva la nariz y las estructuras oculares.

Entre dos y tres semanas caerán las costras, pudiendo o no quedar para siempre, una pigmentación o tatuaje que atestiguará el candente paso de la tea encendida. En las personas jóvenes, el dolor suele marcharse para siempre con la descamación. Sin embargo, en personas mayores de 60 años, el dolor puede persistir furioso, por meses y aún por años… Es la llamada neuralgia posherpética, consecuencia rebelde y molesta del daño infligido por el virus al nervio en cuestión. Por resistir recalcitrante a los más diversos tratamientos, puede constituirse en un verdadero vía crucis para el afectado, usualmente un anciano. El herpes zoster no es considerado una enfermedad de cuidado o mortal, pero puede llegar a serlo… Aclaremos. ¡Solicito su atención para que no se asuste! Solo en aquellos casos en que la vigilancia inmunológica de nuestro organismo se encuentra severamente debilitada, el virus puede pasar al torrente sanguíneo y de allí diseminarse por todo el cuerpo, incluyendo órganos vitales. En estos raros casos, todo el cuerpo, como expuesto al rocío sulfuroso de la mañana, se plagará con las características vesículas. Es lo que sucede con algunos enfermos con síndrome de inmunodeficiencia adquirida (SIDA), o aquellos que, habiendo recibido un trasplante de un órgano, deben consumir a permanencia ciertos medicamentos que suprimen la respuesta defensiva del cuerpo y que se emplean para prevenir el rechazo de la víscera trasplantada, lo que los hace vulnerables a éste y otros tipos de virus. El mismo fenómeno se da en pacientes con ciertas formas de cánceres de la sangre o de los ganglios linfáticos, como las leucemias y los linfomas, donde ocurre con mayor frecuencia y severidad, lo que los hace más susceptible a sufrir la secuela de la neuralgia posherpética.

Para cuando el ser humano haya alcanzado los 85 años de edad, se calcula que el 50% de ellos habrá sufrido el zoster. En un individuo inmunocompetente, el herpesvirus induce la proliferación de linfocitos, una variedad de glóbulos blancos que media la respuesta inmunológica.  En el anciano, esta respuesta es muy baja por simple cansancio del sistema de vigilancia. Así al virus no le es ofrecida mayor resistencia. Por tanto, el riesgo de sufrir neuralgia posherpética o pos-zona- como también se le llama- aumenta con la edad. Por fortuna, el dolor mejora espontáneamente con el tiempo: 45% presentan dolor por más de tres meses y 25% por más de un año. Para desgracia, las horas y aun los minutos cuentan para el anciano, mucho más que para el joven, constituyéndose el terebrante dolor en factor de debilitamiento físico y psicológico.

Es como si los cuatro jinetes apocalípticos se adelantaran a la profecía de Juan: El dolor, de distribución metamérica, está caracterizado por una sensación continua de quemadura superficial y al mismo tiempo de mortificación profunda, a las que pueden superponerse lancetazos fulgurantes repetitivos. Este último, cuando presente, constituye el componente más severo e intolerable. Para colmo, se agrega la hiperpatía o extrema sensibilidad cutánea exacerbante del dolor. El paciente evitará el contacto corporal, aún con sus seres más queridos y deseará que no existieran ropas, aún las más suaves y ligeras. El sueño y la alimentación se ven interferidas y el encamamiento no hace más que atraer las complicaciones propias de la inmovilidad en un anciano: trombosis de las venas profundas de las piernas y riesgo de tromboembolismo pulmonar, bronconeumonía y debilidad y atrofia musculares.

 ¿Se ha quedado la medicina científica apoltronada e indiferente ante este infame virus?, ¿Ha dejado el asunto en manos de yerbateros y ensalmadores?, ¿Qué logros se han alcanzado en materia de comprensión y tratamiento de este mal? El Zostavac ® es una vacuna diseñada para evitar el herpes y su indicación en personas mayores es perfectamente justificable. Los ensayos clínicos han demostrado una eficacia del 61 % en las personas mayores de 50 años, un porcentaje que asciende al 66,5 en los casos de neuralgia y al 73 por ciento en la eliminación del dolor. Los efectos de esta vacuna tienen una duración, según los expertos, de 10 años y reducen la incidencia entre un 52 y un 58 %.

El Lado oscuro de la luna: Superstición, culebrilla, yerba mora y otros ensalmos

  • EPILOGO

La Medicina, que tiene que tratar con el elemento más importante de la Creación, nos coloca a los Médicos en el envidiable sitial de observar y ser partícipes de todo cuanto atañe al ser humano: sus emociones, sus miserias y sus glorias, sus alegrías y tristezas, sus victorias y sus derrotas, su capacidad para elevarse en la adversidad o sucumbir en ella. Los ejemplos, que nos tocan tan de cerca que no por rareza nos contagian, nos incitan a comprender lo poco que somos, la imperfección de la urdimbre de nuestro tejido, la fragilidad del hilo en que pendemos atados a la vida, la estúpida soberbia que nos procura el espejismo de los bienes terrenales, la oscuridad tenebrosa gestora de cualquiera fantasía horripilante que reina en lo profundo de cada ser… Cada paciente es pues, una oportunidad más para la propia lección y el enriquecimiento interior, si es que así permitimos que ocurra. Conocí más de mi paciente, es decir, más de mi propia hechura…

La napolitana tan añosa en el país y aún maniatada a su ininteligible jerigonza, mixtura ítalo-caraqueña, que sufría de culebrilla o herpes zóster y con quien sufrí su tragedia. En honor a la verdad, según entendidos en las malas artes, el «diabólico daño» no habla sido dirigido a ella…, una joven nieta habría de ser el verdadero objetivo, el blanco de envidias y malsano sentimiento, y a la hermosa precisamente, fueron enfilados los mefíticos aires del que había pactado con el demonio. ¡Eso fue lo que me contaron! ¿Entonces? Sencilla la explicación. La joven era fuerte, así que «el daño» rebotó en ella y fue a incrustarse en la cansada y débil humanidad de la nona. Curiosamente y como les enseñara, el herpesvirus tiene predilección por afectar al anciano, cuyas defensas orgánicas medio oxidadas y maltrechas por el cansancio, pierden capacidad de respuesta. Véase pues, como las mentes retrógradas apreciarán en ello, lo que su insania les haga mirar por sus tuertos ojos. Escogen para sus marramuncias ejemplos de enfermedades propias de un grupo etario y, alrededor de ellas, construyen su pestilente fantasía, haciéndolas aparecer como productos de mal de ojos o que se yo cómo se las llame…

También habíamos comentado el colmo del despropósito de un facultativo que con acentuada ligereza habría arrojado a otra paciente, en la misma situación, en las manos de un exorcizante, porque en su supremo ignorantismo pensaba que sólo los hechizos podrían curarla. Con «médicos» como éste, ¿para qué necesitamos enemigos? Es por esto que, a lo largo de los párrafos precedentes, he tratado de pertrecharlos con piezas de información que pudieran ayudarles a asistir a quien tuviere el infortunio tan mortificante mal.

Si es que la yerba mora o yocoyoco (Solanum nigrum, Linneo) de la familia de las solanáceas, que contiene salanina, un glucósido venenoso de propiedades narcóticas, tiene o no efectos antisépticos, emolientes, cicatrizantes y aun antivirales, no es asunto sobre el que yo deba opinar. Sólo una seria evaluación de las propiedades del compuesto, en el laboratorio y luego sobre seres humanos, con ensayos cuidadosos a doble-ciego, permitirán decidir si sirve o no sirve, máxime cuando un muy serio escollo para un estudio terapéutico con esa enfermedad específica es su cualidad de ser autolimitada, de curarse sola. Las paperas y la lechina son también enfermedades autolimitadas. Los médicos no las curamos, nadie las cura, la naturaleza de la interacción entre ellas y nuestro cuerpo las obliga a desaparecer. Sin duda alguna, serían también «curadas» con yerba mora…

En nuestro largo proceso evolutivo de millones de años tuvimos que hacernos de finos mecanismos de control, de extraordinarios equipos de mantenimiento, de sistemas de defensa natural contra las enfermedades y de remedios que se encuentran ya incluidos en nuestro propio envoltorio. No iba a ser tan tonta la naturaleza para exponer su máxima creación y orgullo a una rápida desaparición ante los numerosos enemigos, visibles e invisibles, que nos rodean.

¿Ha progresado la medicina científica en el control del herpes zoster? De entrada, podrá usted argumentar el elevado coste de los medicamentos que le recomendaré. Tal vez mucha culpa tengo yo y usted también por no haber sacado a patadas a tanto burro encorbatado que nos ha gobernado en los últimos años, llevándonos a una quiebra moral y económica, invocando razones alejadas a la verdadera realidad que todos conocemos: mediocridad, autosuficiencia, inmoralidad y rapiña. El objetivo del tratamiento no es solo reducir la duración de la erupción y del dolor, sino también disminuir la posibilidad de desarrollo de la neuralgia posherpética.

 

Medicamentos antivirales como la vidarabina, el alfa interferón, el aciclovir y el vanciclovir, han demostrado que pueden detener su progresión y reducir el tiempo de cicatrización, ya sea en el enfermo inmunocompetente o inmunosuprimido. Los últimos de los medicamentos mencionados, son los de uso más amplio y seguro. Como los otros, está disponible en el país para uso parenteral (intravenoso), oral y aún tópico. Cuando se lo emplea entre las primeras 72 horas de aparecida la erupción, aborta la formación de nuevas lesiones, reduce en la sangre los elevados títulos de anticuerpos que expresan la replicación del virus, promueven la sanación de la piel y mejora el dolor. Los cultivos del virus varicela-zoster de muestras tomadas por raspado de las ampollas se negativizan prontamente, lo que significa que el medicamento detiene su replicación y lo destruye. Por desgracia, no parece reducir el riesgo de la temida neuralgia posherpética. Su uso en el herpes zoster oftálmico o culebrilla de la frente es mandatorio, pues puede conducir a la pérdida de un ojo. El controversial empleo de corticosteroides -triamcinolona y prednisona- ha demostrado en algunos casos reducción del proceso y prevención de la neuralgia. En dosis moderadas tampoco parecen inducir la diseminación del virus.

Con relación a la neuralgia posherpética dijimos en anterior oportunidad de su capacidad para mejorar en el tiempo espontáneamente. Los antidepresivos tricíclicos -amitriptilina y nortriptilina- en dosis progresivamente crecientes, pueden aliviar el dolor. La sedación, boca seca, ganancia de peso y el estreñimiento son sus efectos indeseables. Su combinación con fenotiazinas -flufenazina, perfenazina- puede ser una opción para algunos pacientes. Otras drogas han reportado algún beneficio: carbamacepina, pregabalina, gabapentina, fenitoína, baclofeno, cimetidina y hasta la vitamina E. Una sustancia natural derivada de plantas de la familia de las solanáceas (ají) llamada capsaicina (Zostrix 0.025% y Axsain 0.075%) en forma de crema no expendida en el país, parece ofrecer un alivio definido. Aunque su mecanismo de acción no está claramente comprendido se cree que la sustancia insensibiliza la piel, depletando y evitando la reacumulación de la sustancia P en las neuronas sensoriales periféricas. Esta chismosa sustancia o correveidile del sistema nervioso, lleva la información de quemadura desde la piel hasta los centros cerebrales del dolor, para que este nos las haga sentir como tal. Una suave sensación de quemadura sigue a su aplicación, la cual debe colocarse cinco veces al día durante la primera semana, y tres veces diarias por tres semanas más.

Nos despedimos así de la temida culebrilla, esa enigmática dolencia con su halo de superstición y fraude, que no es obra del demonio ni de omnipotentes facultades de «dañar» a la distancia, sino de un infame virus, para el cual el progreso médico ya ha encontrado una explicación y una «contra»…

 

Elogio del callar: Sobre la rehabilitación del verbo y el sagrado momento de guardar silencio…

 

¡Se los aseguro! ¡Cuarenta y ocho horas de guardia continuada en un servicio de emergencias, no es una experiencia que me agradara o deseara volver a repetir…! Por eso admiro y me maravillan los médicos de emergencias y los intensivistas y su pasión por la guardia perenne. Tenía 22 jojotos años… era mi último año de internado permanente en el Hospital de la Cruz Roja Venezolana en Caracas y era yo el Jefe de la Guardia 5. Sería como a eso de las tres y media de la madrugada cuando creí desfallecer del cansancio… estaba a punto de completar dos días y medio en vigilia, sumergido en una tormentosa secuencia de heridos, baleados, crisis de histeria mayor, intervenciones quirúrgicas qué ayudar, historias clínicas qué realizar, puntos de sutura qué tomar, partos qué atender, situaciones inigualables, compañeros qué enseñar, tiempo apretujado para forjar la experiencia y una relativa seguridad…; sin embargo…, parecía que el frescor que traía la Quebrada de Anauco desde el cerro arriba, había amainado la borrasca de aquel día y la quietud propiciaba una tregua.  Al subir a descansar al Cuarto de Internos, envidié el desentonado concierto de mis compañeros: Los ronquidos de los discretos, las acompasadas burbujas de los de profundo sueño y las lenguaradas incoherentes de los somnílocuos.

El jefe de guardia era el jefe…, el jefe de guardia era yo, el responsable durante la noche de todo un hospital, el más esclavo de los “esclavos” —como entonces se llamaba a los noveles de primer año que se suponía podíamos mandar a gusto y disgusto—, a pesar del disfraz del honroso nombrecito. Sin quitarme la bata blanca ni los zapatos, me recosté en el camastro dejando una pierna del lado afuera, apoyada en el piso. Puse una mano en mi occipucio y de inmediato me acogió Morfeo, hijo de Hipnos (el Sueño) y de Nix (la Noche). Me pareció haber soñado por largo rato. Soñé con un Ávila luminoso, de rumorosas quebradas cristalinas despeñándose entre las piedras en dirección del Valle con un retintín placentero, cerro de glorioso verdor, de volar de silenciosas mariposas y trinar de pájaros multicolores… y a lo lejos, entreveía la figura de una rusa despampanante de espaldas al naciente, grácil y blonda como ricitos de oro, con una túnica de tul transparente que descubría el perfil de Venus de su desnudo cuerpo al que me acercaba lentamente. Volviendo la mirada, con gestos insinuantes y voz canora me invitó hacia ella… Su voz se fue haciendo más y más grave y perturbadora…

 “¡Bachilleg… bachi-lleg!” ¡Estaba a punto de…! Tumbaban la puerta… ¡Me chorrearon el sueño! Desperté de súbito y abrí. En las tinieblas, percibí el rostro añoso y sonrosado de la Jefa de Enfermeras, policía insomne y alerta, que entre tantos títulos ostentaba el de guardiana de la honra de las alumnas de enfermería, asediadas por tanto buitre birriondo que por aquellos predios enchumbados de hormonas y feromonas volaban en círculos…

“Bachilleg —me dijo—, baje de inmediato a la emeggencia”. Mientras frotaba mis cansados ojos tratando de olvidar a la otra rusa, a tientas bajé la escalera, bostezando tan ampliamente como mis quijadas me lo permitían, cuando mis ojos se inundaban de lágrimas de cocodrilo… Enjugándome las cuencas, al fin arribé al recinto y la luz me cegó por segundos. Sacudí la batiente puerta de vidrio esmerilado y vi, ante mis ojos, a un casal de portuguesitos, un hombre y una mujer, tan jóvenes como yo. Muy angustiados… no hallaban qué decir. Él con sus ojitos azulitos y visiblemente alarmados; ella, ruborizada y rehuyendo la mirada… En su media lengua creí adivinar que ella estaba sangrando «por sus partes» y balbuceante me dijo, ‘teño um dolorecito ala abaixo’. Sacudiéndome el sueño y suavizando al máximo mis maneras, la hice poner en posición ginecológica: avergonzada y tremulosa, arisca y conturbada, entrelazaba sus piernas como tijeras; pero al fin pudo más la confianza que le brindé que pudo abrirlas y su monte de Venus suplantó al otro de mi sueño… Un hilito de sangre decidora se colaba desde el introito vaginal rodando hacia el periné. La enfermera me extendió el espéculo vaginal infantil que le pedí. Frotándolo entre mis guantes, lo calenté cuidadosamente. Ella vertió una generosa cantidad de glicerina estéril sobre las plateadas valvas. Antes de introducirlo, separé con mis dedos los labios mayores y noté que había sido desvirgada: El himen estaba desgarrado, y de allí el sangrado… Introduje el espéculo en la misma forma en que los puercoespines hacen el amor: ¡Con mucho cuidadito…! Cuando al fin pude abrir las valvas del espéculo, aprecié una cosa rojo-cremosa y arrugada en el fondo de saco posterior de la vagina. ¿Qué clase de tumor cerebriforme era aquél? –me pregunté-. Nunca había visto nada igual en mi pasantía por ginecología, ni al vérmelas como improvisado partero en la Maternidad Concepción Palacios. Mis maestros -pozos de ciencia que eran-, nunca me advirtieron de tan exótica ginecopatía. La experimentada enfermera posicionó mejor la luz emitida por una linterna de mano, y así pude introducir una larga pinza de Crile. Tanteé ¨aquella cosa¨ para saber si se trataba de un anfractuoso tumor, de un organismo vivo o de un ente inanimado, y entonces, lo pincé entre las dos largas ramas del instrumento. Tironeé suavemente, y ¨aquello¨ fue saliendo suavemente y sin dolor… ¡Por el amor de Dios, si es que es… un condón! —exclamé para mis adentros-. ¡Era su noche de bodas!

 El portuguesito, más primerizo que su consorte, había tenido un problema de aforo, de medidas, de calzado, de excesivo arrebato tal vez… ¡Qué sé yo! Cuando cabizbaja y con motas de rubor resplandeciendo en sus mejillas y sendos lagrimones descendiendo por sus mejillas, bajó de la mesa exploratoria, no cruzamos palabra alguna: Ninguno de los dos me exigió explicación cierta y yo tampoco intenté dársela. Se fueron agarraditos de las manos, mientras él, con indecible ternura la consolaba… Me quité los guantes, me lavé las manos y salí al pasillo. Allí estaba ella, la vieja rusa, erguida, toda de blanco, con su cofia puntiaguda y los brazos cruzados, con sus ojitos escrutadores mirándome como quién no quiere la cosa… No me dijo nada, inclinó su cabeza en gesto de reconocimiento, y me sonrió pícaramente como diciéndome: -“¡No tegmina una nunca de aprrendeg…!”

La experiencia recién vivida había sacudido mi cansancio, y yo también sonreía feliz sintiendo la gratificación del deber cumplido, mientras en mi cabeza se agolpaban en sucesión esos trozos vivenciales que forjan la vida de un médico, y trataba de recordar aquello que siempre me fascinó, todo ese muestrario de leyes, postulados, preceptos, reglas, admoniciones, axiomas y constantes que hablan llanamente de ese ensayo…, ¡de ese ensayo que es la vida…!, ¡de ese ensayo que es también la vida de un médico…!

¿Cuál debería aplicar a este caso particular? –me interrogaba-, ¿El axioma de Cahn, el postulado de Zahner, la ley de Allen o la de su esposa, Agnes Allen? Quizás, le referiría al axioma de Cahn: ¨Cuando todo falle, lea las instrucciones…¨ o tal vez, a la Ley de Agnes Allen: ¨Casi todo es más fácil de meter que de sacar…¨. Esta inteligente dama era la esposa del famoso historiador norteamericano Frederick Lewis Allen.

Enseñando él en la Universidad de Yale, conoció a un estudiante muy ambicioso llamado Louis Zahner, quien quería inventar una ley y ser recordado por ella para siempre. Se devanó el seso en el asunto y al final parió un postulado que enunció: ¨Si usted juega con algo por el tiempo suficiente, terminará por romperlo…¨. —¿Aplicaba mejor a nuestro caso?- . Allen, inspirado por su estudiante, craneó la suya propia: ¨Para la mayoría de las personas, cualquier cosa es más complicada de lo que a simple vista parece…¨. ¿Sería esta la correcta? -¡La noche de bodas lo es -yo se los aseguro-, esa en que está en juego la vida o la muerte del matrimonio!- A estas alturas de las invenciones, Agnes no quiso quedarse atrás, y echando tierra en los ojos de Zahner y su marido, se lanzó con la mencionada ley que ostenta su nombre. El orgulloso marido escribió alabándola: ¨De un solo golpe, la sabiduría humana avanzó a grados sin precedentes…¨.

  • Los médicos debemos hablar con nuestros pacientes, aunque hay situaciones como el tragicómico incidente de aquella noche de agotamiento y julepe en que las palabras huelgan…

Entonces, no hay nada que deba ser dicho… No chanzas, no sonrisas, no explicaciones técnicas… Sólo silencio respetuoso. Al otro, al paciente común, hay que enfrentarlo en forma diferente. No con nuestros aparatos, prodigiosos hijos de la cibernética que son, tentaciones quiméricas que invitan a abandonar la clínica que nos legaron nuestros maestros, que nos compelen a no estudiar pues los portentos de la técnica harán los diagnósticos, entes animados que nos han transformado en clínicos mecanicistas, en ignorantes burócratas, en tecnólogos deshumanizados, en mudos hacedores de errores… Siendo verdad que nuestros aparatos son increíbles y maravillosos descubrimientos, recordemos que inmensamente más sobrecogedor y asombroso es el ser humano que tenemos que enfrentar cada día, e infinitamente más sublime, esclarecedor y sanador el instrumento que nos hace hombres: ¡La palabra!

Sócrates (470-399 a.C.), en su Cármides nos dice: ¨Pero el alma, buen amigo, hay que tratarla con ciertos conjuros, y estos conjuros son los discursos bellos. Pues con tales discursos se produce en el alma la serenidad, y cuando esta se ha producido y está presente, se hace fácil procurar la salud a la cabeza y al resto del cuerpo¨. Forjados en medio la atomizante fragmentación del cuerpo humano, idolatrando la especialización precoz antes que curtirnos un poco con la experiencia del día a día del internista, convencidos en el maquinismo a ultranza, en la dualidad cartesiana mente-cuerpo, hemos llegado a creer que no existe curación sin cirugía, ni alivio sin pastilla milagrosa, ignorando que el arte de curar, por los siglos de los siglos, desde la antigua Grecia ha sido materializado a través del verbo, de la palabra sanadora y que esa palabra, lleva siempre implícito el silencio…

Al padre Bernard Lamy (1640-1715), que le hacía entrega de su ¨Arte de hablar¨-Ars Bene Dicendi-, el Cardenal Étienne Le Camus (1632-1707) le habría hecho a modo de agradecimiento la siguiente pregunta, ¨Es sin duda, un arte excelente; ¿pero quién nos escribirá ¨El arte de callar¨? Tal es el origen de la idea que llevó al abate Joseph Dinouart a publicar en 1771, su arte de callar, principalmente en materia de religión pero que, por añadidura, puede ser extendida a cualquier circunstancia de la vida, y más aún de la vida de un médico.

Del silencio en medicina poco se habla, sacan de él provecho los psicoanalistas…, ese silencio exasperante que hace en el analizado emerger las fantasías y los dolores más profundos del inconsciente, que como la apertura de un lancinante absceso purulento al ser drenado, deja salir el material insano de tantos traumas acumulados promoviendo el alivio y la cura; pero también nosotros, médicos del montón que somos, al callar intencionalmente ante nuestro paciente –ese silencio prolongado, empático, solidario y tenso- promovemos la catarsis y el drenaje de emociones a través del llanto incontenible, esa milagrosa medicina tan fácil para la mujer, tan difícil para el hombre que sólo sabe pujar…

El arte de callar es una paradójica faceta del arte de hablar: el arte de ese silencio que tiene un significado que expresa, que comunica, que toca muy de cerca al otro.

Yo tan dado a hablar y comunicarme, ¿Por qué en aquel lejano momento del inicio de mi transitar médico no hablé…?; tal vez porque el silencio tocaba en una hondura a la que mis palabras no podían alcanzar; quizá porque intuía que el arte de callar era un arte del corazón: ¨lo esencial –se ha dicho- es indecible; sólo se habla y se escucha bien con el corazón¨. Lo inenarrable, lo difícil de decir, puede expresarse simplemente callando respetuosamente. El silencio no es un amordazar nuestra lengua sino un liberarnos del ego y de la necesidad compulsiva de decir algo, o decir para no decir nada, de manifestar algo sobre nosotros o sobre el mundo que consideramos ¨propio¨…

Es por ello que, en el siglo XVII, el abate Dinouart escribió: ¨Hay formas de callar sin cerrar el corazón; de ser discreto, sin ser sombrío y taciturno; de ocultar algunas verdades, sin cubrirlas de mentiras¨. Y en la escala de la sabiduría, el grado más bajo sería ¨hablar mucho, sin hablar mal ni demasiado¨; el segundo grado consistiría en ¨saber hablar poco y moderarse en el discurso¨; y el primer grado de la sabiduría haría referencia al ¨saber callar¨

¡Aprendamos pues, médicos computarizados, cuándo y cómo hablar, y cuándo y cómo… callar!

 

 

Carta al alumno que nos deja…

En solo una veintena de años han cambiado tanto los tiempos en Venezuela, que apenas se percibe una tenue silueta de lo robusta que fue… La Universidad Central de Venezuela y su facultad de medicina, el Hospital Vargas de Caracas, tu Alma Mater, la mía, ha querido ser destruida en momentos de mengua nacional, y lo han logrado en su aspecto físico, pero aún mantiene incólume su moral y sus luces… y eso, debemos mantenerlo, porque sobre estas bases, como antaño, se erigirá la nueva universidad de Vargas y Razetti, una gran universidad que tenga la doble función que tenía, la de enseñar y pensar, donde el estudiante aprenda la ciencia y el arte de la medicina, pues el médico sin anatomía, fisiología, química y semiótica vacila, se encuentra sin norte, incapaz de alcanzar ninguna concepción precisa de la enfermedad, practicando una especie de profesión a palos de ciego, golpeando ya, la enfermedad, ya al paciente sin saber a quién da.

Si bien, la función primaria de la facultad es instruir jóvenes estudiantes acerca de la enfermedad: qué es, cuáles sus manifestaciones, cómo puede prevenirse, y cómo puede curarse, y para aprender todo eso, se necesita tiempo y disposición, pues los procesos de la enfermedad son tan complejos que es excepcionalmente difícil desvelar las leyes que las controlan, y aunque hemos presenciado una total revolución de nuestras ideas apenas es una primicia de lo que el futuro nos reserva. Éramos orgullosos de nuestra alma mater. El odio, terrible mal, parecido a la peor, más virulenta y más trasmisible enfermedad infecciosa, ha infiltrado sus bases y a muchos de sus hombres y mujeres. Han regresado endemias controladas en forma de hiperepidemias sin control, pero, además, siempre están surgiendo otras nuevas y más furiosas porque el ser humano ha facilitado su eclosión al descubrir, invadir y destruir sus hábitats.

Todavía en la década de los sesenta diagnosticábamos fiebre tifoidea o una infección paratífica con perforación intestinal a punta de clínica y la insegura tecnología de los antígenos febriles; luego se hizo cada vez más inusual el encontrarse con estos enfermos en razón del drenaje y tratamiento de aguas residuales y de distribución de agua potable, no contaminada…  pero, ¿será que estamos a las puertas de tenerla nuevamente con nosotros como la difteria, el sarampión o la malaria…? ¿Quién puede medir y pesar la suma de dolor y sufrimiento que esta generación ha soportado, y aun ha de soportar, desde su nacimiento –la generación del bajo peso al nacer, la del cerebro corto- hasta su muerte –miserable y sin siquiera una urna que acoja sus restos-?

Todavía en la década de los sesenta diagnosticábamos fiebre tifoidea o una infección paratífica con perforación intestinal a punta de clínica y la insegura tecnología de los antígenos febriles; luego se hizo cada vez más inusual el encontrarse con estos enfermos en razón del drenaje y tratamiento de aguas residuales y de distribución de agua potable, no contaminada…  pero, ¿será que estamos a las puertas de tenerla nuevamente con nosotros como la difteria, el sarampión o la malaria…? ¿Quién puede medir y pesar la suma de dolor y sufrimiento que esta generación ha soportado, y aun ha de soportar, desde su nacimiento –la generación del bajo peso al nacer, la del cerebro corto- hasta su muerte –miserable y sin siquiera una urna que acoja sus restos-?

 Nuestra Alma Mater ha sido cambiada por otras cuyos nombres les queda grande, unas con malos profesores que nunca les aportarán aquella impronta mental que es, con mucho, el factor más importante en la educación y, además, les deformarán para creer que ya lo saben todo, perdiéndose la verdadera esencia de toda experiencia, y morirán siendo más ignorantes, si cabe, que cuando comenzaron. Pero, además, la ideologización de su formación se antepondrá a la adquisición de una cabeza de pensar libre y lúcido, y de un corazón bondadoso, porque para ello se requiere el ejercicio de las más elevadas facultadas de la mente que a un tiempo apela constantemente a emociones y a los más finos sentimientos del ser, acrecentando los límites del pensamiento humano, y es eso, precisamente lo que hace grande una universidad. Con galpones repletos de jóvenes de formación fraudulenta, no lo tendrán. Puede parecer descorazonador que después que tanto se ha hecho y que tanto ha sido donado en forma tan generosa tengamos que levantarnos e iniciar con decisión un nuevo camino con gran espíritu universitario, un algo que puede no tener una institución rica y del que una pobre puede estar saturada, un algo que se asocia con los hombres y no con el dinero, con el coraje y no con el poder, que no puede comprarse en el mercado, o crecer por una orden sino que viene imperceptiblemente con la entrega leal al

Momentos luminosos que quedarán inscritos en tu ser y que de vez en cuando surgirán, y entonces sonreirás al recordar a tu viejo profesor; aquel que estampó jubiloso su firma en tu diploma de médico-cirujano. Desde lo lejos sentiremos la satisfacción de haber influido en algo en tu formación, y que ser recordado es no morir, aunque ya estemos muertos… Pero ten cuidado, el progreso tecnológico que ha experimentado la medicina en lo que siento como de muy recientes décadas –apenas cincuenta, desde que me gradué y entré jubiloso en su maravilloso mundo-, parece casi de fábula. Se siente uno abrumado y a la vez asombrado de las nuevas técnicas de diagnóstico y tratamiento, pero la tecnología sin el arte es una falacia…

Y te marcharás a tierras desconocidas, de otras lenguas e idiosincrasias donde no siempre serás tratado con simpatía o benevolencia. Allá deberás ejercer tu arte sencillo en pro de quien te necesite, pues los médicos no conocemos de fronteras ni murallas, sin estridencias ni posturas inventadas, orgulloso de tu alma mater, te tus maestros, de tus mentores que, como Mentor, el de la mitología griega, trasfiguración de la diosa de la sabiduría Palas Atenea, siempre mirará por ti y por tu desempeño, y siempre estará allí para ti y tus necesidades, tu valer neto po

Momentos luminosos que quedarán inscritos en tu ser y que de vez en cuando surgirán, y entonces sonreirás al recordar a tu viejo profesor; aquel que estampó jubiloso su firma en tu diploma de médico-cirujano. Desde lo lejos sentiremos la satisfacción de haber influido en algo en tu formación, y que ser recordado es no morir, aunque ya estemos muertos… Pero ten cuidado, el progreso tecnológico que ha experimentado la medicina en lo que siento como de muy recientes décadas –apenas cincuenta, desde que me gradué y entré jubiloso en su maravilloso mundo-, parece casi de fábula. Se siente uno abrumado y a la vez asombrado de las nuevas técnicas de diagnóstico y tratamiento, pero la tecnología sin el arte es una falacia…

Y te marcharás a tierras desconocidas, de otras lenguas e idiosincrasias donde no siempre serás tratado con simpatía o benevolencia. Allá deberás ejercer tu arte sencillo en pro de quien te necesite, pues los médicos no conocemos de fronteras ni murallas, sin estridencias ni posturas inventadas, orgulloso de tu alma mater, te tus maestros, de tus mentores que, como Mentor, el de la mitología griega, trasfiguración de la diosa de la sabiduría Palas Atenea, siempre mirará por ti y por tu desempeño, y siempre estará allí para ti y tus necesidades, tu valer neto por lo que tendrás que ser firme y resistente como el cuero crudo…

deber y a los elevados ideales…

¿Quieres que te diga algo…? Contigo se va una parte mía y conmigo queda una parte tuya, pues los profesores prodigamos enseñanza y formación con la esperanza de que en algún lugar de tu corazón puedas albergar nuestra prédica de bien hacer, de bien querer al minusválido, de bien servir y de bien recordar agradecido quienes te guiaron en medio de guijarros y pedrejones en el camino de la medicina.¿Quien iba a pensarlo? Y de veras te digo que me siento muy feliz del momento en que nací y el haber podido vivir para estar presente y ser partícipe de tanto cambio y progreso. En algunos casos he podido acercarme a ellos no sin mucho temor –te lo confieso-, tragando grueso y sobreponiéndome a mi ¨ineptitud tecnológica¨, o mejor llamémosla, ¨terror tecnológico¨, ese que me incitaba a retirarme prudentemente de un computador para evitar ser engullido por él… En otros tantos he podido arrimarme, pero he sentido que la complejidad me supera y el tiempo necesario para entender e introyectar a ciencia cierta de qué se trata esa novedosa ciencia que me seduce y me atrae como el amor de la primera novia, es ya muy corto…

Pero, así como me fascina este nuevo conocimiento, entiende por favor, que también me embelesa la ¨vieja medicina¨, los ¨viejos procederes¨, los ¨viejos médicos¨, que, empleando su intelecto y sus suaves maneras, pensando y meditando a la vera del enfermo, echaron las profundas bases del oficio con gran sentido común, compromiso humano solidario y empeño por buscar la verdad…

Fueron ellos quienes nos legaron el disfrute del cercano contacto con el paciente, el placer del ejercicio intelectual atado al proceso del diagnóstico, la experiencia única del contacto real; y cuando te digo contacto, a eso me refiero, a tocar y ser tocado en una íntima comunión del que sana y el que quiere ser sanado, tal como se refleja en la pintura de Frans Van Mieris, el Viejo (1631-1681), ¨La Visita del Doctor¨: El médico, de denso ropaje a la usanza, con la mirada volando en lontananza, palpa con delicada suavidad el pulso de la paciente melancólica cuando todavía no había reloj con minutero, y así, transmitiendo seguridad con su arte sencillo; o la confianza ganada expresada en la obra del pintor Norman Rockwell (1894-1978), idealista y sentimental, ¨El médico de cabecera¨, donde la bonhomía trasluce en las maneras del viejo doctor ganando la creencia de su pequeño paciente.

Verás que ahora los enfermos no se tocan, todo el proceso del extraer la enfermedad desde el adentro hacia el afuera con el método semiológico, ahora lo hace una máquina sin el toque mágico de las manos y la actitud del médico… Pero ten cuidado, pues además corren tiempos cuando el enfermo se toca por pura rutina, sin que el tocamiento tenga ningún sentido, ninguna finalidad, ni muestre ninguna alianza entre el que toca y el que se deja tocar.

¿Sabes? Imagina al feto en su cálido aposento, sumergido sin ahogarse en el agua milagrosa del vientre de su progenitora, percibiendo los monótonos ruidos de su entorno que tendrá por compañeros durante su nuevemesina reclusión: El acompasado ritmo de corazón de su madre; el atropellado murmullo en vaivén de la sangre inundando los lagos placentarios; el rítmico pulsar de la arteria aorta; el zumbido continuo de la sangre de retorno, ahí mismito, ascendiendo imponente y majestuosa hacia el corazón por las grandes venas cava superior e inferior … y de repente, perturbado por los incómodos gruñidos de las tripas en plena digestión. Y cuando alcanza la madurez fetal, de pronto su tranquilidad es sacudida, su cuerpo comprimido aquí y allá en sucesión de contracciones, los huesos de su cráneo se solapan y su cuerpo se estrecha; y hasta a lo lejos, puede percibir los quejidos de dolor de su madre a una frecuencia cada vez más implorante…

 

De pronto su cuerpo es echado fuera del acogedor claustro materno y lanzado por el canal del parto. El niño siente por vez primera una primitiva sensación de amenaza y finitud, el terror le invade sin saber por qué ni de dónde proviene; inerme y desvalido debe sentir, tal vez, alguna noción de serio peligro cuando transcurre el imborrable trauma del alumbramiento… Si pudiera verbalizar el momento gritaría, ¡Mi Dios, sálvenme que me muero!, pero sólo alcanza a llorar sus primeras lágrimas…

Ese ¨lloró al nacer¨ qué recogemos en las historias clínicas como evidencia de que en sus diez primeros segundos llenó sus pulmones de oxígeno y ocurrió felizmente el complejo y milagroso cambio en su circulación… Pero mira quien lo recibe con ojos esplendentes: una suave y armoniosa voz de bienvenida que le llena de besos y caricias, las manos delicadas y cálidas de su madre que le soban todo el cuerpo insuflándole lo que es percibido como una primigenia pero segura noción de protección. Su madre es pues, su única vinculación con la nueva vida, su refugio, su esperanza, su salvación pues sin ella o su substituto, moriría cruel e irremisiblemente como en la alegoría ¨La Matanza de los Santos Inocentes¨ de Nicolás Poussin (1594-1666); pero a la inversa, estaría el caso de Samuel Armas (1999), cuando en manos competentes de sus médicos es interrumpido su descanso pero con significado de vida: in útero le corrigen un mielomeningocele, y él toma con su manita agradecida, el dedo enguantado  del cirujano.

Pues bien, aprende que los médicos somos padre y madre a la vez. La enfermedad despierta ese niño asustado y temeroso que nunca dejó de existir y que muy adentro todavía llevamos conjuntado al terror sobrecogedor como lo fue al inicio de la vida; sería pues demasiado pedirle a un ecógrafo, a un tomógrafo o a un resonador que le hiciera evocar esas mismas experiencias de esperanza

El distanciamiento entre el médico y su paciente, quizá no sea nada nuevo. Tal vez en épocas pretéritas se quejaron muchos enfermos de lo mismo, de la frialdad del trato, del desprendimiento afectivo, del trato rudo, de la metalización del oficio, en fin, de la desnaturalización de la profesión.

Hay enfermos que son sanos para las máquinas, pero cuyo semblante es trasunto de remordimientos de conciencia, de penas y frustraciones, de duelos no elaborados y su ansiedad, es sólo ansiedad por falta del contacto humano… Toda esa cantidad de procedimientos tecnológicos y pruebas bioquímicas están diseñadas para ser usadas en la parte animal del paciente tantas veces en ausencia de un criterio clínico, tan sólo para que produzcan dólares a los fabricantes, y con muy poco esfuerzo, pingües ganancias a nosotros, los médicos.

¿Cómo prepararnos para ver y sentir esa otra, la afectiva, sin la cual no habrá de existir un alivio ni una verdadera sanación? La diferencia es quizá que él no fue tocado o comprendido con esas ¨manos perceptivas¨, a las que se refiriera Lewis Thomas, M.D. (1913-1933), al decir que, ¨La más antigua pericia del clínico es recorrer con sus manos el cuerpo del paciente…¨, pues mediante ese tocamiento el enfermo establece un vínculo con la buena madre protectora que él y todos los médicos llevamos introyectada muy adentro.

 

Existe creciente evidencia de que la medicina de últimas década en vez de preservar la salud y la dignidad humanas, cada vez perjudica a más personas sanas a través de la detección más temprana de supuestas ¨enfermedades¨ cuya definición es cada vez más amplia para englobar a más personas; veamos, en mi época se consideraba una cifra de colesterol de 250 mg/dL como normal; ahora, se aterroriza a una persona cuando es superior a 200 mg/dL; la epidemia de osteoporosis parece una invención: la causa más frecuente de fracturas en viejos es la falta de ejercicio que conduce a sarcopenia, atrofias musculares y pérdida del balance, así que una caída hace el resto; más que tratar la supuesta condición e indicar medicación por cualquier síntoma, motivemos a

nuestros viejos a que hagan una caminata vigorosa. Surge ahora igualmente el multimillonario negocio de la «pre-hipertensión». Con él, un creciente número de pacientes sanos serán conminados a recibir tratamiento so pena de morir de un conflicto vascular… y más dinero para para las arcas de quienes le han enfermado estando sanos.

Ya no se habla de hábitos saludables como los que preconizaba el Regimen Sanitatis Salernitanum entre los siglos XI y XII, ¨Si te faltan médicos, sean tus médicos estas tres cosas: mente alegre, descanso y dieta moderada¨. ¡Puras pamplinas…! Afortunadamente y a contrafilo, una creciente literatura científica está mostrando preocupación porque demasiadas personas están siendo medicadas en exceso, tratadas en exceso y diagnosticadas en exceso: Programas de pesquisa para detectar cánceres tempranos que nunca provocarían síntomas o muerte, tecnologías de diagnóstico tan sensibles que identifican «anormalidades» tan minúsculas cuya presencia haría menos daño que el tratamiento para eliminarlas.

Ampliar las definiciones de enfermedad trae aparejado que personas a riesgos cada vez más bajos sean etiquetados de enfermos a permanencia y sometidos a tratamientos a permanencia sin beneficio cuando no dañinos. Es un gran negocio ese de hacer creer a las personas sanas que están enfermas… Pero, ¨Time is money¨. Se estima que cada año en los Estados Unidos, más de $200 billones son ganados por la industria farmacéutica, de aparatos de diagnóstico y desperdiciados en tratamientos innecesarios por lo que la carga acumulada de diagnóstico de enfermedad en personas sanas plantea una amenaza significativa para la salud humana. ¿Puedes intuir que no te será fácil ejercer? Serás movido como títere de un guiñol ante la aprobación de la sociedad que te rodea.

Esa vieja medicina que verás despreciar hasta por muchos de tus admirados profesores, que ahora rinden adoración a la máquina y a la droga terapéutica como en su momento los judíos en olvido de El Señor, adoraron al Becerro de Oro construido por Aarón cuando Moisés remontaba el Monte Sinaí…, que mirarán a sus pacientes en exclusión de su parte humana y espiritual, de su biografía hecha de penas y alegrías, de éxitos y de fracasos; olvido que quizá no hará demasiado bien ni a ti ni a tus futuros pacientes.

No permitas pues, que nosotros tus maestros con nuestras equivocadas enseñanzas fundadas en técnicas frías y terapéuticas de moda, borremos de tu corazón el por qué se hace uno médico. No es para amasar riquezas o recibir prebendas de la industria farmacéutica, o para atomizar el cuerpo del paciente, o para tratarle como un bien de consumo que se negocia; es simplemente para ayudarlo en lo físico y espiritual tendiéndoles la mano para mitigar su soledad y sus dolores ayudándolo, por supuesto y ¨en su momento¨ con lo mejor que la tecnología tanto exploratoria como curativa pueda aportar, y recodando que no somos dioses y que nuevas formas de enfermar están siendo creadas por la sociedad misma.

El buen camino se encuentra en preservar la unidad del enfermo, el micro y el macrocosmos universal al cual se encuentra atado, y esto, sin duda será tu responsabilidad de médico al intentar la relación armónica entre la parte y el todo, siguiendo la regla dorada, la proporción áurea, la divina proporción de Leonardo. Con ello, por supuesto, no quiero insinuarte que descuides los aspectos técnicos y científicos del oficio que son piezas que debes a aprender a engranar perfectamente con aquellas otras, las humanísticas y espirituales.

De no ser así, progresivamente te envolverá esa ceguera y agnosia espirituales… signos de estos tiempos turbulentos…

 

  Te bendigo, pues luego de conocerte, ya no fui más el mismo…

Dormir en un hospital: ¡El interno que cuide de la paciente…!

He vivido, he disfrutado y he padecido mi Hospital Vargas de Caracas por más de medio siglo y parece que fue no más fue ayer cuando le conocí, hallándolo ya maduro, más bien achacoso pero experimentado… De él, de sus pacientes y de mis maestros he extraído y sigo extrayendo experiencias para mi crecimiento emocional, intelectual y profesional.

   Pero antaño no era como es ahora: ha ocurrido en él una mutación similar al Retrato de Dorian Gray de Wilde (1890), esa novela gótica de terror donde el retrato de la hermosa figura del joven Dorian va envejeciendo por él. La búsqueda del placer mundano le conduce a una vida de libertinaje y perversión, al tiempo que su imagen en el cuadro se va desfigurando, mostrando los pecados y miasmas acumuladas en su alma: Al infligírsele la puñalada en el corazón que le quita la vida, todo aquél horror acumulado en el cuadro se transparenta en su propia faz como un repulsivo rostro lleno de arrugas y granujos, porque en el humano la eterna juventud no existe, en tanto que en los hospitales la mano amiga y orgullosa les da vida eterna. Con nuestros procederes, quizá a lo Fuenteovejuna, unos con más culpa que otros, hemos matado lentamente y con extrema crueldad al que ha sido oráculo de la medicina nacional por 123 años:

¨ ¿Quién mató al Comendador? / Fuenteovejuna, Señor / ¿Quién es Fuenteovejuna? / Todo el pueblo, Señor¨.

El hospital público venezolano, en su carencia, puede identificarse como la antesala del camposanto donde según la creencia cristiana, los cuerpos duermen hasta el Día de la Resurrección: allí esperan, vegetan, desesperan y se carcomen enfermos y familiares mientras sus males avanzan ante una indiferencia que ya es condena colectiva, y así… mueren. ¨Afortunadamente¨ ya no se realizan autopsias ni biopsias en su seno, porque en ellas seguramente no se apreciarían los efectos orgánicos de la muerte por indiferencia, por injusticia, por iatrogenesis o por falta de voluntad y piedad, en fin, por maldad. No obstante, como yerba mala, las enfermedades de la miseria las ve uno germinar con toda fuerza en ese viejo recinto que no es otra cosa que un espejo del afuera: el SIDA, la tuberculosis, la gangrena diabética, neumonías de toda laya, cánceres avanzados y pare usted de contar… ¡Siéntese usted a ver y a presenciar infamias en un país petrolero cuya riqueza sigue siendo entregada diariamente a países como Cuba o toda estirpe de carroñeros que asaltan los fondos públicos dejando desguarnecidos a los propios, a los más pobres e indefensos!

No hay asepsia ni antisepsia, no hay lavamanos ni geles antisépticos, pero también, existimos médicos, estudiantes y enfermeras colonizados con bacterias de un potencial patogenético terrible, pero… seguimos tan campantes, y tocando aquí y allá, las pasamos de unos pacientes a otros; las camareras sólo coletean y limpian el piso, no así las divisiones entre los cubículos pues ¨no les corresponde hacerlo¨ y el polvo que albergan las uniones entre vidrios y plafones quién sabe qué clase bichos, nada santos, contendrá… Más trabajo, ¿habráse visto?: En este tiempo mal llamado eufemísticamente del Socialismo del Siglo XXI –para no decir comunismo-, la devaluación y degradación hospitalaria nacional ha alcanzado y sobrepasado a la del también eufemístico bolívar fuerte.

 

Ha sido el deterioro intencionalmente infligido tan festivo y cruel, que todo respingo de modernidad ha desaparecido; el odio ha permeado su ancianidad y como furiosas termitas ha cavado tortuosos túneles por donde se ha escapado esa mística de trabajo y ese orgullo de pertenencia que fuera su blasón y el nuestro. Otro tanto ha ocurrido puertas afuera donde no solo se acumula basura propia y extraña en las aceras circundantes a la institución, sino que han crecido villorrios infestados de alimañas humanas que asaltan, roban y que con sus armas son Átropos inclementes que cortan hilos de vidas útiles o tullen con sus heridas de bala, que, de tanta permanencia ociosa en cama, donde ninguna acción se aprecia, terminan por ser una carga para ellos mismos, sus familiares y la sociedad.

Dormir en un hospital público es una de las más oscuras experiencias jamás deseadas: Pareciera que espectros de pacientes rencorosos por el inhumano maltrato que en su momento recibieran, inundan el éter vibratorio de salas y pasillos, produciendo el roce de solo imaginarlos, escalofríos que ascienden por el espinazo,  sudor frío, piel anserina y opresión torácica; pero además los vivos, o medio vivos, elevan sus ayes de dolor protestón por penas no redimidas, llaman a una de las escasas enfermeras que no aparece e invocan entonces el nombre del Dios de los Ejércitos, de sus madres, de la Virgen Santísima y de nuestro aliado, y colega, el doctor José Gregorio Hernández…

Mi experiencia, más bien, digamos mis experiencias de pernoctar en un hospital público, casi todas fueron en los años de mi mocedad médica: Puesto de Socorro de Salas –primer año de medicina, 1955-1956-; Traumatológico del IVSS en San José – tercero y cuarto años-; Hospital Carlos J Bello de la Cruz Roja Venezolana -1960 y 1961-; y Hospital Vargas de Caracas -1961-1963-. La mayoría de ellas muy tristes y a la vez, muy penosas de contar; otras, tal vez jocosas –si cabe el término-, y aún tragicómicas, y para no quedarme en la queja triste, les narraré tan sólo una de ellas, una tragicomedia marcada a hierro incandescente en las entretelas de mis recuerdos:

Ya graduado de médico, finalizaba mi año de Internado Rotatorio en Cirugía en el Hospital Vargas de Caracas (1962), cuando el doctor Fernando Rubén Coronil, cirujano de conocimiento, corazón y garra, intervino quirúrgicamente a una paciente en el fondo de la Sala 15, a la sazón convertida en improvisado pabellón pues los de verdad-verdad estaban siendo, una de tantas veces, remodelados. Poco tiempo atrás había regresado de Rusia donde había aprendido técnicas de cirugía cardiovascular de avanzada y se le veía ansioso por aplicarlas. A su vez, los cardiólogos esperaban con impaciencia alguien que resolviera las escasas cardiopatías congénitas que alcanzaban la adultez y otras adquiridas como estenosis mitrales[1], el caso que nos ocupará.

Mi paciente, una mulata más bien obesa cursando la cuarta década de la vida, con una severa estenosis mitral reumática con repercusión sobre su corazón derecho y múltiples ingresos al Hospital por hemoptisis e insuficiencia cardíaca. Era ella un dechado de semiología cardiovascular; destacaba un soplo intenso de regurgitación en el área de la punta cardíaca, unas venas del cuello ingurgitadas como ahítas lombrices mal ubicadas, y severo edema pretibial propio del encharcamiento circulatorio. Su intervención había sido aplazada varias veces por diferentes razones. La cirugía hacía necesaria una toracotomía, es decir, incidir con sierra el esternón para un abrir el caparazón torácico, rechazar sus dos puertas a los lados y tener acceso al corazón, así que pudiera realizarse una comisurotomía mitral, que entonces se lograba introduciendo el dedo índice del cirujano a través de una brecha abierta en la orejuela izquierda y de allí, avanzando hacia la válvula calcificada, estrecha y rígida, se fracturaba introduciendo el dedo mismo para darle más espacio, para obtener una mayor área valvular. Luego solía quedar todo lo contrario, una puerta muy abierta, una insuficiencia de variable severidad que hacía devolver la sangre desde el ventrículo hacia la aurícula izquierda… Pero después de la cirugía, vendría un posoperatorio… Y allí es cuando entro yo, para entonces el noveno hijo vivo de Panchita Mendoza

[1] Es un trastorno de las válvulas cardíacas que compromete la válvula mitral, la cual separa las cámaras inferiores y superiores del lado izquierdo del corazón. Estenosis se refiere a una condición en la cual la válvula no se abre completamente, restringiendo el flujo de sangre.

No se les ocurrió mejor idea que entre adjuntazos, adjuntos y residentes, me escogieran precisamente a mí para cuidarla durante la primera noche de su posoperatorio… Cuando fui señalado con el índice, volteé hacia atrás esperando ver a alguien más, pero no, era así, nadie más había… Por supuesto, entonces no existían ambientes para recuperación y las terapias intensivas todavía no se habían ideado en hospitales ni el término aparecido en el léxico médico. Total, no había nadie más abajo en el escalafón a quien yo pudiera endosarle tamaña responsabilidad. Gran adquisición tecnológica del momento: le colocaron un dedil, un monitor de pulso a baterías en el dedo índice de la mano derecha, que pitaba con cada pulsación: un capuchón conectado mediante un cable a una cajita metálica con sus baterías, asentado en su mesa de noche. Así dispuesto, me alcanzaron una silla, la colocaron a la siniestra de la cama y en la misma mesa dispusieron un equipo de cirugía menor con dos pares de guantes estériles para que en caso de paro cardíaco, de un certero golpe de bisturí, ¡yo! “le abriera el tórax y le diera un masaje cardíaco…” ¿Quién…? ¿Yooo…?, ¿Habríase visto tanta desconsideración para un interno cagaleche a quien, por cierto, ni la cirugía le gustaba? Pero, no había nada que hacer, era una orden, el sino me había señalado a mí… solo a mí con mis miedos e insuficiencias…

Menos mal que la noche envuelta en sus temores y tufillo a muerte no había arropado aún los pasillos y salas del Hospital, tiempo de aterrorizantes ruidos y espectros de fallecidos, ya porque les había tocado en su miseria, ya por la iatrogenesis que suele acompañar al médico como la sombra al cuerpo, con tanta o más frecuencia que la enfermedad misma. Las enfermeras pasaban a mi lado y me miraban de reojo al igual que gatos indiferentes en procura de caza, no queriendo ser parte de aquel, mi exclusivo accidente biográfico…

Pero la oscuridad hubo de llegar y una pequeña lámpara de mesa era la única acompañante que hacía comparsa a mi falta de luces quirúrgicas y la mulata de marras. Ronquidos, quejidos, imploraciones al Dios creador y desesperados ¡madre mía!, invadían la penumbra del recinto. Yo, sentado a la siniestra de la Cama 17 de la Sala 16 mirando hacia la pared, rogando a una tarjetita de la Virgen de Coromoto asentada en la mesa de noche que acelerara la espantosa nocturnidad y pendiente de la cadencia de aquel horripilante pí-pí… En algún momento, de súbito el ruido cesó, y casi entro yo mismo en pánico y paro cardíaco. Pronto me di cuenta que el artilugio de última generación de aquella época que se le había enchufado a la paciente, no era del todo confiable, pues cualquier movimiento de la mano lo hacía callar. Así que cada vez que se detenía, tenía yo que ajustarlo mientras nerviosísimo, palpaba su pulso y auscultaba el corazón de la paciente a ver si en verdad su víscera vital se había detenido, mirando de reojo, como gallina que mira grano de sal, aquella bandeja envuelta por un paño blanco. Pasé toda la noche sudando frío, con las bolas en la garganta y en aquel inmerecido e interminable tejemaneje.

Sobrevino el alba con sus arreboles, un friíto agradable procedente de El Ávila se dejó colar en la sala, cantaron pájaros en el jardín central y renació una esperanza para mi conturbado espíritu llevándose la palidez de mi rostro. Y ya entrado el día, hacia las 7.30 A.M. comenzaron a presentarse los responsables de mi aterrador insomnio, todos muy frescos, orondos y con sus caras muy lavadas; todos por supuesto, preguntaron por el estado de la paciente, nadie, por supuesto, por su improvisado cuidador…

Todavía no puedo comprender aquella actitud de mis maestros hacia la paciente y hacia mí mismo. La pobre, conmigo al lado y en su imaginación, considerándome como su soporte de vida; y así, pasamos el Rubicón de la primera noche, y así las siguientes tres, llegando mi paciente a recuperarse malamente de la agresión quirúrgica; no obstante, y como corolario, quedó con una gravísima regurgitación mitral. Su continuado padecer, sólo finalizó con la muerte algunos meses después, y siempre, en mi ignara pero solidaria compañía a la vera de su cama.

Todavía me produce espeluzno y retumba desconsiderada en mis oídos la inolvidable frase,

-¨El interno que cuide de la paciente…¨.

Estoy seguro de que aún en medio de la tanta brejetería y frivolidad del ahora de nuestros días, entre tanta carencia inmerecida, todavía ocurre ese matrimonio, esa alianza entre un joven médico y el hospital que en sus inicios le brinda la cuna y seguridad de un vientre materno. A pesar de todos sus defectos, insuficiencias, chocherías y limitaciones, aprenderemos a quererlo y respetarlo, y con él, a toda su triste y desfavorecida clientela; en él dejamos parte de nuestras vidas y las peripecias allí ocurridas se acunarán por siempre en nuestros recuerdos con indeleble resplandor; así que cuando las rememoremos, renacerá en nuestros rostros una sonrisa agradecida y desfilarán nítidamente ante nuestros ojos las imágenes de profesores, compañeros, enfermeras y personajes adoloridos que se grabaron a perpetuidad en nuestra biografía. Épocas de gran insuficiencia y temor, de pureza y candidez, de garra y decisión, de grandes derrotas y muy pequeños triunfos que nunca más han de volver… y menos hoy día donde la destrucción campea y el lenguaje del mandón es acerado filo que avienta hacia el exilio a médicos jóvenes soñadores… como aquel que fui yo…

   Y como en el enamorado, recurre con desesperación, celos, tristeza y angustia el lejano recuerdo del amor ya perdido, Gustavo Adolfo [1] y sus ¨volverán las oscuras golondrinas¨, se hará presente esta vez en las dos estrofas finales de su poema, para recordar el amor puro, el amor agradecido, el amor desinteresado, el amor vivificante de un simple interno cagaleche por su paciente y su querido hospital…

 

Volverán del amor en tus oídos

Las palabras ardientes a sonar,

Tu corazón de tu profundo sueño

Tal vez despertará.

 

Pero mudo y absorto y de rodillas

Como se adora a Dios ante su altar,

Como yo te he querido…, desengáñate…,

¡así… no te querrán!

 

[1] Bécquer , Gustavo Adolfo (1836, Sevilla-1870, Madrid)

Elogio del bolero…

Cincuenta años no es nada…

A Graciela, de su

rendido admirador y amante

Rafael

 

  • ¨Aquí dio un gran suspiro Don Quijote, y dijo: -Yo no poder afirmar si la dulce mi enemiga gusta, o no, de que el mundo de que el mundo sepa que yo la sirvo; sólo sé decir, respondiendo a lo que con tanto comedimiento se me pide, que su nombre es Dulcinea; su patria, El Toboso, un lugar de la Mancha; su calidad, por lo menos ha de ser princesa, pues es reina y señora mía; su hermosura, sobrehumana pues en ella se vienen a ser verdaderos todos los imposibles y quiméricos atributos que los poetas dan a sus damas: que sus cabellos son de oro, su frente campos elíseos, sus cejas arcos del cielo, sus ojos soles, mejillas rosas, sus labios corales, perlas sus dientes, alabastro su cuello, mármol su cuello, marfil sus manos, su blancura nieve, y las partes que a la vista humana encubrió la honestidad son tales, según yo pienso y entiendo, que solo la discreta consideración puede encarecerlas, y no compararlas¨. (Miguel de Cervantes, Don Quijote de la Mancha, libro I, capítulo XIII, 1605-1615).

Hoy precisamente se cumplen 50 años de un juramento de amor, que es respeto, comprensión y cercanía. En la iglesia de San José en Valencia, la ciudad natal de ambos, el padre Joaquín Barreto, tío de Graciela nos dio la bendición y selló y nos dio visa ilimitada para que emprendiéramos la escarpada ruta de la vida. Íbamos apertrechados con brújula, astrolabio y sextante así que pudiéramos orientarnos y no perder el camino cuando los tiempos se hicieran oscuros y los vientos se convirtieran en huracán.

¨En la vida hay amores… Una tarde de boleros¨. Asistí con Graciela a este espectáculo organizado por César Miguel Rondón. Debo confesar que yo, siendo renuente a la distracción, asistí tres veces a este extraordinario show… Mientras disfrutábamos de aquella ristra de boleros interpretados por Betsaida Machado y Andrés Barrios sin desear que finalizaran, lágrimas de añoranza saltaban de mis ojos desprevenidos… Era un nuevo y renovado encuentro con el primer amor, ese que nunca se olvida; era el escarceo amoroso con la mujer que amé y que aún amo luego de cincuenta años…[1] Nos hemos sido fiel el uno al otro, compañeros, confidentes y amantes, pues fuimos hechos el uno para el otro. Recuerdo aquellos cambios de guardia de los sábados en el Hospital Vargas de Caracas para viajar a Valencia y estar junto a ella; recuerdo que siendo muy obsesivo en la preparación de las historias de mis pacientes y usaba tinta china para redactarlas y tintas de tres colores para resaltar hechos significativos de la historia o de los exámenes del paciente, el comentario de mi maestro al decir, ¨Esa novia de Muci debe estar resaltada con tres colores…¨. Nada qué reprocharle, tenía ella que ser la más vistosa, la más sobresaliente, la más celebrada, la más hermosa y la más querida…

[1] Ahora 53…

Cuando bailábamos un bolero, muy juntitos y apretados, sentíamos que el amor nos transportaba y así, bailando lentamente en una sola baldosa, nos elevábamos levitando haciendo abstracción de cuanto nos rodeaba; si bien es cierto que el tiempo aplaca esos hervores, todavía siento el mismo amor y respeto por ella que cuando la conocí; corrijo, debo decir mucho más…

Graciela, un ángel hecho mujer, me ha acompañado con decisión en cada acto de mi vida, confiadamente, activamente, sin pequeñas envidias, con admiración, ha estado a mi lado, y si alguna vez me asaltó el deseo de serle infiel, la sinceridad y entrega total de su amor hizo volar el deseo como brizna de paja en el viento, como el clavel del aire… Amorosa, discreta, orgullosa de mi compañía y yo de la de ella. Es la flor que me pongo en el ojal cuando me acompaña con el retintín alegre de su sonrisa y sus deliciosas salidas en la Academia Nacional de Medicina de Venezuela.

Hicimos un pacto de amor sin registro ni registrador que ya venía desde muy lejanos tiempos, como que ya seguramente nos conocíamos a lo largo de muchas vidas pasadas.

Hilos de plata fueron apareciendo al son de cha-cha-chás, boleros o merengues dominicanos mientras nuestros hijos crecían y nos ofrendaban sus propios hijos

Pasaron aquellos, los tiempos de la inseguridad en el amor del otro, de los celos, propios de al inmadurez pues qué más demostración de lealtad y cariño que 50 años bien vividos, de necesidad mutua, de soporte indeclinable, no hemos tenido que esconder nuestra felicidad, bien envidiado y amado.

La pasión fue tornándose en admiración, en necesidad de estar uno junto del otro y en compañía, pues hemos envejecido en el oficio de amantes… Es fina por las manos, ocurrente, emprendedora, luminosa en ideas que comparto y conspiro para que las lleve a cabo…

Era arisca como los sueños o desconfiada como las paraulatas, varios jóvenes habían tocado a su puerta y a todos, felizmente los rechazó; hasta se decía que nunca se casaría porque ningún muchacho le acomodaba y para librarse de ellos les hacía maldades, hasta azuzarle los perros de la casa y deleitarse viendo una camisa hecha jirones…

En la realidad nunca le fui infiel; en la fantasía muchas veces… Bueno, ella nunca lo ha visto así, pero sólo el pensar en el daño que le haría una traición, ha enfriado mis ímpetus. Siempre ha pensado que mi biblioteca, mis libros y mi trabajo profesional compiten por su amor, así que con la chispa y el humor que la tipifica y que siempre la ha acompañado, decidió que yo sí tenía una querida demostrable y palpable: mi biblioteca a la cual hasta con afecto llama, ¨simva¨ [sic]-¨sin vagina¨-.

«Para lograr todo el valor de una alegría has de tener

con quien repetirla».

Mark Twain (1835-1910)

Bueno, no tendremos la clásica foto en un sofá, gordos, un poco idos y muy arrugados, rodeados de hijos y nietos ausentes, pero no seremos el único caso en estos menesteres, nos unimos solos, la vida así lo quiso, y es probable que también nos vayamos solos, pero juntos para siempre…

 

¡Así que serás médico, hijo mío…!

Caracas, 12 de marzo de 2001

¡Así qué serás médico, hijo mío…!

      Antecedentes. En 1986, escribí esta pequeña oración dedicada a mi hijo mayor quien iniciaba su carrera médica. Rafael Guillermo fue lo suficiente candoroso y valiente para abandonarla cuando sintió que él, no era para ella. Percibía quizá en demasía, que la carrera médica es como el amor a una mujer, un compromiso para toda la vida, una decisión para crecer en ella y al lado de ella, una fuerte alianza de bienquerer, comprensión y respeto. Aplaudí y apoyé su decisión y de esa ocasión, quedaron estas cuartillas que fueron publicadas en el Diario El Nacional de Caracas, el 18 de marzo de 1986, y luego, traducida al idioma inglés y en reducido formato, publicada en la Revista Mercy Medicine: 1987; 6 [n° 11]: 5-6.

    En esta hora menguada y triste para la medicina nacional, donde la invasión impuesta e ilegal de médicos cubanos nos insulta y nos enerva, los médicos todos, sin distingo de ideología, debemos dirigir nuestra mirada hacia el interior de nuestros corazones tratando de encontrar el por qué hemos defraudado tantas veces a nuestros pacientes, tratándoles con frialdad, falta de humanidad y empatía, cuando no con aspereza. Sólo desde dentro de nosotros mismos, como miembros distinguidos de la comunidad que somos, podrá emerger el antídoto que, curando nuestras lacras e insuficiencias, nos dignifique y nos haga ser lo que una vez fuimos.  Pero, además, debemos exigir con toda la fuerza que da el derecho, la verdad y la unión, que vuelvan a la Isla de donde en mala hora provinieron como plaga impúdica y primitiva. Hemos caído del pedestal que una vez la sociedad nos erigió por nuestro espíritu de solidaridad, compromiso y apoyo con el sufrido. ¡Cuánto hemos perdido…! ¡Cómo nos duele en el alma esta pérdida tal vez irrecuperable! ¡En la medida de nuestros esfuerzos, hagamos todos lo posible por rectificar!

      En esta oportunidad, dedico esta oración desde lo más hondo de mi corazón y con infinita esperanza, a todos los médicos del mundo y de mi país, Venezuela, sin distingo de edad, raza, ideología o creencia, y como si fuera a mis propios hijos, a todos los médicos jóvenes y estudiantes de medicina cuyo horizonte está siendo obstaculizado por el peor de los sentimientos: El odio, cuyo miasma pestilente lleva de la mano la ruina y la destrucción de todo cuanto queremos y tenemos, nuestra patria, Venezuela…

Dr. Rafael Muci-Mendoza

rafael@muci.com; rafaelmuci@gmail.com

 

¡Así que serás médico, hijo mío…!

Con lágrimas contenidas en mis ojos, escucho ésta tu personal decisión. Mas debo decirte que en lo más profundo de mi ser, siento entremezclados íntima complacencia y hondo pesar… Complacencia, porque has escogido sin presiones, la más bella y noble profesión de cuantas existen, porque ninguna otra como ella es capaz de gratificar tanto a quien la desempeña, como cuando veas mitigado de tus manos, el sufrimiento ajeno. Ese alivio del dolor que es principio y fin de nuestro oficio y que, de sí, justifica el que existamos. Por ello, te sentirás al máximo recompensado cuando restituyas la salud a un enfermo o cuando ayudes a un solitario moribundo en el penoso trance de su muerte. Esa muerte, que por más que te empeñes en vencer, a la postre, siempre sabrá cómo burlarte… Complacencia, porque podré compartir contigo todo cuanto he podido aprender todos estos años, y a mi vez, recibir la recompensa de verte crecer ágil y vigoroso en el juicio clínico y ponderado en la indicación terapéutica. En fin, complacido porque sabré que una vez que mi paso se achique, mi cerebro decline y mis reflejos me traicionen, me será dable el seguir existiendo al través de tus acciones…

     Pesar, porque, aunque no lo creas, el ser médico también entraña permanente sufrimiento. Dolor muchas veces lacerante que deberás aprender a asimilar y tolerar, porque adecuadamente digerido, se constituirá en fuente de temple espiritual y de maduración profesional. Pesar, porque deberás luchar a permanencia y con denuedo contra las fanfarrias de la falsa gloria o contra el corrosivo sentimiento de culpa por lo que hayas hecho o dejado de hacer… Pesar, porque enajenarás los mejores años de tu vida entre días de intenso trabajo y noches de larga vigilia, tratando de aprender cómo funcionan, interactúan y se enferman al unísono, el cuerpo y el alma humanas, basamento científico y espiritual de nuestro oficio, que por su elevada complejidad y el corto tiempo que se te permitirá para aprenderlo y ejercerlo -¡Tu vida toda! -, apenas si podrás ‘intentar’ aproximarte a él. Pesar, porque escogiste una ocupación donde el amor y el odio nunca marcharon más juntos. Serás “el mejor médico del mundo” hasta que los requerimientos de tu paciente no sean satisfechos en la forma en que él lo espera… En ese momento, sus sentimientos hacia ti darán un giro antipódico y te endilgará toda clase de penosos adjetivos y hasta tergiversará la verdad en su beneficio y en tu desprestigio. Desde ya, considéralo como un efecto indeseado, pero intrínseco al rol de padre omnisciente y omnipotente que serás en la idealización del minusválido.

     Debes saber que tu responsabilidad será grande, pues nunca fue más difícil practicar la Medicina que en el tiempo en que te tocará ejercerla. Situación paradójica esta si se consideran los enormes adelantos que en materia de diagnóstico y tratamiento tendrás a tu alcance. El mayor escollo radicará en saber ajustar la tecnología moderna al paciente adecuado y en el momento en que él la necesite, con suficiente juicio clínico, inteligencia y mesura. Ya parece que no bastan el acumen del médico, sus manos y un simple estetoscopio. La gente necia y muchos de tus colegas también, estarán convencidos de que mientras más instrumentos y pruebas emplees para diagnosticar –aunque sin rumbo– tanto mejor que lo harás. Hasta con desdén serás mirado cuando se enteren que tan sólo cuentas con tu cerebro. Pero ¡cuán equivocados estarán…! Las “máquinas”, cuando antepuestas al razonamiento clínico, son capaces de generar dolor… precisamente ese dolor que estarás aprendiendo a redimir. Óyelo bien, la tecnología empleada con ligereza, nunca podrá reemplazar el proceso de diagnóstico y tratamiento que iniciarás y pondrás fin, luego de una total y detallada comunicación con tu paciente. Así pues, nunca deberás abdicar ante los botones coloreados y el canto melodioso y traicionero de una máquina de “última generación”, hacedora de errores, que la sociedad de consumo tratará de venderte. Ponla en su puesto, supeditada a tu cerebro, ¡dónde debe estar…!

     Ve lo novedoso con escepticismo y desconfianza, pues… ¡La moda en medicina también existe! No seas el primero en avalar toda nueva idea o modo de diagnosticar o tratar. Examínalo científicamente, con disciplina y desapasionadamente y permanece a la expectativa del dictamen de quién no se equivoca: El tamiz del tiempo. Tampoco seas el último en adoptarlo cuando estés convencido de que será beneficioso para tu paciente. Ten siempre por norte, el mejor interés de él y trátalo como quisieras tu ser tratado en caso de que la desgracia y el infortunio se aposentaran algún día en tu cuerpo.

     No olvides que el error estará siempre acechante a la vera de tu práctica. De nada te bastará que te dediques al estudio serio y seas un acervo crítico de tus propias acciones, a que examines a tus pacientes con lo más depurado de tus aptitudes, a que destines a ellos largas horas de meditación y análisis. Siempre el yerro rondará tus actos. De ellos, si así lo quieres, aprenderás mucho más que de algún resonado éxito; y es que escoges quizá, una de las profesiones más inexactas de cuantas conozcas, porque aun cuando veas por dobles o centenas las más diversas enfermedades, ¡nunca verás por duplicado a un enfermo! Cada ser humano es diferente y complejos y variados factores le hacen enfermar de una manera personal y muy particular. Dedica tiempo y esfuerzo a observar con detalle las facetas que distinguen a un enfermo de otro. De su análisis, conocerás más de la condición humana y aprenderás más sobre ti mismo…

     Escucha con atención y seriedad aquello que tus pacientes ofrezcan a tu consideración. Relaja y despliega al máximo tus sentidos, así que ellos puedan vibrar al unísono con él y te permitan percibir la verdad aparente, pero también la real, esa que se esconde tras la hojarasca de su discurso. El hombre enfermo es mucho más que un libro abierto dispuesto a enseñarte. Aprende con agradecimiento de cuanto te diga o encuentres al examinarle, y retribúyele ayudándole a descifrar el jeroglífico de sus quejas y alivianándole sus penas físicas o morales sin agregar ni una pizca más al sufrimiento que ya trae. Cuando sus síntomas te impresionen como extravagantes o aún risibles por antojársete absurdos, más te valdrá creer que es tu propia ignorancia la que te hace sonreír ante lo incomprendido o nunca antes visto…

Aprende a interpretar el difícil jeroglífico que es un enfermo y su circunstancia, donde lo único cierto es lo incierto y lo único seguro es lo inseguro, donde el nunca y el siempre, el todos y el ninguno son palabras demasiado precisas para ser empleadas no existiendo en el diccionario de la medicina, donde la presencia del médico es aliento, es alivio y es bálsamo principalísimo.

     El crecimiento incesante y astronómico del saber médico te mantendrá de continuo en la más permanente desactualización. No podrás saberlo todo. Pero aún así, estudia hijo mío, estudia siempre con ahínco y con rigor, aprende de todo y de todos y aspira siempre a la perfección. La “compañera” que has elegido para toda la vida, ha sido, es y será siempre muy exigente y te demandará total dedicación.

     Si buscas riquezas, aléjate de este arte. Te harías y le harías mucho daño. Nunca compares tus emolumentos con otros de ocupación distinta. Luego de mucho bregar tendrás para vivir con decencia y sin excesos. No obstante, el común de las gentes te considerará más rico de lo que realmente eres. Compréndelo, es su ingente necesidad el que así sea. Serás pues, parte de la comedia humana y aquello cuanto cobre, hasta será usado por el paciente ante sus amigos, muchas veces inflado y distorsionado, para obtener a tu costa un mayor poder social. Pero deberás saber que el médico, más que nadie, tiene un más expedito acceso a la verdadera riqueza… la riqueza interior, que, aunque no sea visible es la única que debe contar para ti. Tus permanentes contactos con las alegrías y miserias de los pobres, pero también de los poderosos, te enseñarán la penosa senda de la tolerancia, la comprensión y la humildad… ¡Síguela sin miramientos!

     Y para finalizar, hago votos porque esta hermosa vereda que comenzarás a trillar muy pronto, te conduzca hacia tu realización total como hombre y como ciudadano de valía W

¡Qué Dios te bendiga hijo mío!

Quién tanto te quiere y te respeta,

Tu papá.

Elogio del Maestro José Félix Oletta L., mis recuerdos de un gran hombre…

Maestro José Félix Oletta L., mis recuerdos de un gran hombre…

El 3 mayo de 2014 escribí un editorial en el Boletín de la Academia Nacional de Medicina que intitulé, ¨El cielo de las hormigas… o elogio de la candidez¨; de ella extraje un fragmento que servirá de arbotante a mi discurso:

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Elogio de mi ocurrencia… mis azáleas

 

Los que nos sentimos compelidos a escribir sobre una hoja en blanco, no desperdiciamos ocasión ni chance cuando una idea se nos presenta en el escenario de nuestra mente y se acloca en ella…

Hemos escrito mucho, mucho, desde hace mucho, pero mucho tiempo acerca del régimen y sus desmanes. Por desgracia no estábamos equivocados, pero no había mucha gente que quisieran ser molestados con necios vaticinios. Pero también, no es saludable ni agradable que lo intentemos siempre, especialmente cuando un nuevo año comienza a abrir sus pétalos anunciándonos que algo bueno habrá de ocurrir… Tantas veces tienes que poner límites entre la insania que te rodea y el buen cuidado huerto de nuestros pensamientos para que no intente dañarte.Leer más

Elogio del sentimiento de identificación, mi barbero y mis 85…

Puedo asegurarles que en mi niñez no existían ya barberos sacamuelas ni cirujanos-barberos, pero sí que he tenido muy pocos barberos a lo largo de mi larga vida… El primero que yo recuerde, se   llamaba Salomón Pérez, un prieto cuya barbería se ubicaba en todo el frente de mi casa, un pequeño espacio con una sola silla de barbero. Mi padre había alquilado una casa a un señor Eriquito Hensen , una casa de dos plantas sobre la avenida Bolivar y al lado del Cine Camoruco en Valencia.Leer más