Mitigando el dolor que no nos duele…

«Vemos con el corazón, porque
lo más esencial es invisible a los ojos»
Antoine de Saint-Exupéry

En un editorial de mi autoría (Archivos del Hospital Vargas, 1998;40:93), me refería a un tema con motivo aquella inicua ¨Hora Cero¨ decretada por el organismo federativo que tanto daño hizo a los pacientes y a la dignidad del médico venezolano. Este segundo editorial lleva el mismo nombre. Muchas razones podrían aducirse para escribirlo, pero siempre anteponiendo el mejor interés del paciente, especialmente de aquel que cunde doquier, el más desfavorecido.Leer más

Alabanza del paciente escéptico: el médico como paciente…

Alabanza del paciente escéptico… El médico como paciente

Publicado el 5 mayo, 2019

 

Con la edad y el envejecimiento en el ejercicio de la profesión cada vez soy más parco en mis recetas. Me he acogido siempre al imperativo de mi Maestro y amigo, el doctor Herman Wuani Ettedgui (1929-2014) quien nos acosaba preguntándonos una y otra vez los efectos colaterales, farmacodinamia e interacciones de los medicamentos, y de paso, incitándonos a que empleáramos un número reducido de los mismos y al mismo tiempo que conociéramos todo acerca de ellos. La verdad es que a mis pacientes –creo-, no les ha ido mal con estas normas que siempre he agradecido. Me aterra ver esos récipes con ocho o diez drogas que, a diferencia de antes, no son inocuos guarapos, sino bombas de profundidad en los vacíos bolsillos del paciente pobre y hasta en las arcas del rico, o desafíos para el hígado y riñón que tienen que ingeniárselas para detoxificarlas y eliminarlas, y en muchos casos, pueden ser suerte de tósigos o venenos disfrazados en cajas policromadas.

En lo personal, siempre he esquivado las drogas o procedimientos terapéuticos que algún médico ocasionalmente me ha recetado. Sólo quería que me dijera que mis quejas eran baladíes; y si así fueran, para qué medicarme. Creo a pie juntillas en la ¨vis medicatrix naturae¨ griega o capacidad de nuestro ser de defenderse solo y además, de curarse solo, y que funciona fielmente al resguardo de intereses económicos y efectos colaterales. De no haber sido así, nuestros ancestros trogloditas no hubieran llegado a evolucionar y transformarse en nosotros; por fortuna para ellos, entonces no existían antiinflamatorios, inhibidores de bomba de protones, antibióticos ni vitaminas. Todo lo había bien dispuesto el Buen Señor en su entorno, sin contar con la botica que nos puso adentro contentiva de salutíferos neurotransmisores llamados endorfinas, pura morfina y marihuana de producción local endógena, liberada cuando hacemos una caminata vigorosa y que nos permite ¨coger una voladora¨ de bienestar, optimismo y vida sin quebrantar nuestra dignidad ni ley alguna …

Mi experiencia no fue buena en mis primeros escarceos con la enfermedad deparada de unos golondrinos que les dio por alojarse y guindarse de mis dos sobacos por allá en 1962, poco después de mi graduación de médico. Eran como ¨policías acostados¨ dolorosos bajo mi brazo, que impedían el movimiento, y según comentaban viejas conocedoras de esos asuntos, nunca venían solos, siempre en comandita; así, que, en el mejor de los casos, se sucederían seis veces –el número de ¨El Malo¨- sin que pudiera hacerse nada para evitarlo. El término médico apropiado es hidradenitis ohidrosadenitis supurativa que resulta de la obstrucción de los ductos excretores de sudor que conduce a inflamación, infección y absceso. Los factores predisponentes incluyen la alcalinidad del sudor, el exceso de transpiración, la diabetes, la obesidad, la depilación axilar, y les juro que yo no fui…, la falta de higiene.

Volviendo a mí, visité a un dermatólogo del Hospital Vargas de Caracas quien me recetó una poción local que olía a huevos podridos, que debía aplicarme varias veces al día, y que, ante mi proximidad a una persona, esta se volteaba con un gesto facial de repulsión… Yo, a mi vez, volteaba también hacia atrás la mía, y adoptaba la misma expresión para hacerle creer que no era yo el del tufo…  El pestífero potingue (99/100 Unidades ¡Fó!), no hizo mella en mis dolorosas protuberancias.

  Cierto día, pasando por las cercanías del Servicio de Radioterapia, venía yo con mis brazos separados del cuerpo, sin balanceo de los mismos, tal como un parkinsoniano, mirando aquí y allá para no ser tocado, cuando de improviso me topé de frente con su jefe, el doctor Rubén Merenfeld (1925-1991) quien me saludó con afecto y con una palmada en ambos brazos; como era de esperarse, un rictus de dolor se pasó de mi sobaco a mi cara… Impresionado  por mi miserable aspecto y a su pregunta, le hice saber del diagnóstico y el pronóstico que viejas maledicentes me habían vaticinado… Del número 666 demoníaco, afortunadamente sólo me correspondería el primer dígito, un 6 aislado, vale decir, media docena pero en sucesión… Me convenció de aplicarme unas dos sesiones de la radioterapia de aquellos tiempos cuyos colimadores esparcían rayos como una regadera, pero sería a dosis antiinflamatorias…

Acepté como un canceroso cualquiera su intimidante proposición e hice cola con aquellos desheredados de la salud que esperaban cabizbajos por su sesión diaria, con sus cuerpos marcados con indeleble tinta morada en las áreas que serían irradiadas. A mí no me marcaron porque el enemigo simplemente estaba a la vista y era por demás protuberante. Ignoro cuántos de los rads de entonces o cGy de hoy me aplicaron, pero pienso que la dosis liberada no fue la de asar un ¨lomito término medio o ¾¨, sino ¨medio quemadito¨. ¿Qué hacer?  Estaba en la olla y cocinándome, pero confiado y llevado de buena mano, de mano bondadosa…

Estuve como en carne viva y ardido por algunas semanas, se me cayeron los pelos, dejé de sudar, pero eso sí los golondrinos no aguantaron la descarga y prontamente, cogieron sus bártulos y volaron a las axilas de otros. Y fue así como me ahorré para siempre, los desodorantes de bolita, de barrita o de espray. El doctor Merenfeld, persona jovial siempre estuvo muy pendiente de mí y yo le agradecí su interés con una parodia de una conocida rima de Bécquer

Desde entonces aprendí que las drogas y los procedimientos terapéuticos instrumentales como el que les comenté, eran dagas de doble filo; por un lado –el más mellado- te cortaba la enfermedad, pero por el otro –el más filoso-, te agredían el propio pellejo. Aprendí también pues a preservarme y a preservar a mis pacientes en estos tiempos donde un oftalmólogo vistiendo gafas te indica, sin escrúpulos, cirugía refractiva para quitar tu miopía, pero no la de él; o te manda al quirófano a operarte las cataratas cuando todavía tu visión es de 20/20, porque… no vaya a ser que el núcleo de tu cristalino que no el mío, se endurezca de repente y sea dificilísimo fragmentarlo. O que un ginecólogo te haga un ¨vaciado completo¨ a los 45 años porque ya lo que tienes en el vientre es una chinchurria inservible; o porque el otorrino te vea el septo nasal torcido y una temible ¨falta de oxigenación cerebral¨ te posea y sea la causa de tus desgracias; o porque el cardiólogo observe que tu colesterol HDL-c está bajo, es decir, cuando se perfile lo malo del ¨bueno¨, te vaticine un infarto y te indique estatinas ¨de por vida¨ aunque se te dañen los músculos y te duelan las piernas, el hígado no soporte el envión, o desarrolles daño cognitivo v.g., pérdida de la memoria, olvidos y confusión mental…

   Teme a la vejez, pues nunca viene sola.

Platón

 Pero no se crean que suelo ser mi propio médico; alguna vez escribí que ¨el médico que se trata a sí mismo, tiene por tonto a un paciente y un doble idiota por médico¨. Tengo mis médicos escogidos sobre la base de su humanidad y ciencia, prudencia y paciencia. No abuso del laboratorio y prevengo aquellas serias condiciones que sé, son frecuentes a mi edad: hematología, glicemia, urea y creatinina, endoscopia digestiva periódica, ecosonograma abdominal, telerradiografía del tórax, antígeno prostático y tacto rectal: Hasta el presente no han mostrado nada vergonzante o amenazante. He tratado de balancear mi vida manteniendo intereses espirituales diferentes de los intrínsecos de mi profesión. La Academia Nacional de Medicina y su historia, me han brindado un motivo para luchar contra la intolerancia y la dictadura, la persecución de la medicina nacional, y para saciar mi sed de servir y escribir. Sinceramente, he tratado de hacer lo debido, a sabiendas de que no es fácil, pues son muy elevadas las posibilidades que tenemos los médicos de neurotizarnos o suicidarnos, hacernos adictos a las drogas que prescribimos a nuestros pacientes –cualquiera de ellas, pero especialmente hipnóticos, analgésicos opioides y sedantes-, transformarnos en alcohólicos, divorciarnos, caer muy bajo o ser un buen ejemplo de lo que no deberíamos ser…

Pero además, y formando parte de mi vejez (los sesenta es la juventud de la vejez, pero de setenta para arriba, ya no hay palabras edulcoradas ni eufemismos, es plana y simple chochez, postrimería o decrepitud…), han aparecido síntomas efímeros aquí y allá; pero yo los tengo identificados… Desgraciadamente no se ha desarrollado todavía un examen que dosifique los niveles de ¨ácido viejúrico¨ –el más ácido de los ácidos-, ni un antígeno monoclonal o ¨bala mágica¨ que disminuya su concentración en la sangre y al menos aminore sus efectos deletéreos; de existir, podría demostrarme a mí mismo y a mis pacientes que tengo razón.

En lo que a mí respecta, he ignorado mis malestares al reconocerlos como míos y como nimios, que, como las olas, suelen ir y venir sin aviso, sin protesto y sin dejar rastro.

¿Qué mueble viejo no cruje de noche? –me pregunto-.

Por ello, me resisto a dejarme engatusar por las transnacionales del medicamento que te ofrecen multivitaminas ¨silver¨, precisamente para echarle más leña al fuego cuando nos encontramos en plena edad de los metales: cabello de plata, dientes de oro, y compañones y pito de plomo. O melatonina para poder dormir en la noche luego de todo un día dormitando de puro fastidio en una silla orejona; o tomar el sildenafilo para recordar artes perdidas sin quitarte la camisa ni las medias durante el ¨acto¨ porque te resfrías y estornudas en ese preciso momento…

A la gente le repugna ver un anciano, un enfermo o un muerto, sin embargo, está sometida a la muerte, a las enfermedades y a la vejez.

Jorge Luis Borges

 

Para los que arribamos al Siglo XXI con más de sesenta, no se harán esperar otras patologías que revolotearán sobre nuestras cabezas como zopilotes en ayunas. Una de ellas es la temida ¨sejuela¨, condición emparentada con el inclemente paso de los años que tiende a afectarnos con síntomas tan disímiles como aquel, donde todo te parece muy lejos, o muy caro, o muy tarde, o muy difícil. O desprecias una computadora porque le tienes temor y le dices a todo el mundo que sí la tienes, pero que está dañada. O cuando no haces el amor después de comer porque se te para… la digestión. O cuando a instancias de tu mujer te ves obligado a hacer pipí sentado. O cuando el cabello que todavía mantienes no se vuelve canoso sino sospechosamente amarillo, color de araguato viejo o profundamente negro. O cuando te dejas la bragueta abierta y alguien por allí en la calle te dice con sorna, ¨¡Jaula abierta, pájaro muerto!¨. O cuando comienzas a pedir que le bajen el volumen al equipo de sonido. O cuando no sales de noche porque le tienes miedo al «sereno», o entras y sales de la iglesia o del cine con el pañuelo en la nariz porque hay muchos entes virales flotando en el éter. O cuando te ventoseas con caldito. O cuando te afecta el connotado Franco Deterioro –versión italiana del otro, el alemán Alois Alzheimer– y metes las llaves del carro en el microondas, o insistes en no haber comido cuando aún estás masticando.

Bueno amigo, todo ello configura el cuadro clínico de la secular e infame Sejuela (del griego, ¨se jué la… juventud¨).

Los médicos, muchas veces, solemos ser escépticos de las bondades del oficio que profesamos. Enfermarnos como cualquier ser humano y de nosotros, uno de cada diez hasta podemos llegar a padecer a lo largo de nuestras vidas vida adicciones y enfermedades, que no sólo ponen en riesgo nuestra propia salud sino también la de nuestros pacientes. Somos los peores enfermos, bien porque somos autosuficientes, o tememos a la estigmatización implícita a la enfermedad, o somos omnipotentes y no tememos a nada, o sentimos culpa, o nos preocupa que no se nos preserve el debido secreto, o no queremos quitarle al colega su precioso tiempo –y muchas veces tampoco él quiere que se lo quitemos y nos trata con rapidez y displicencia-. No nos gusta enfermarnos, tenemos demasiado temor a la muerte, así que la consulta informal de pasillo y a la ligera, motoriza nuestros temores. De ello, todos tenemos copiosos ejemplos. Al menos aceptemos este antiguo consejo,

¨Si te faltan médicos, sean tus médicos estas tres cosas:

mente alegre, descanso y, dieta moderada¨.

En sus primeros versos, así rezaba un poema a la dieta, escrito en el siglo X,  en el famosísimo Regimen Sanitatis Salernitanum redactado en la primera escuela de medicina de que se tiene noticias, la Escuela de Salerno. Aquellos y otros que vinieron luego sí que eran hombres sabios, como el médico inglés George Herbert en el siglo XVII quien afirmó,

¨Quien quiera que haya sido padre de la enfermedad,

una mala dieta fue su madre¨.

Debemos también recordar la frase de Juvenal,

¨mens sana in corpore sano¨

 que rescata la importancia del cuidado del cuerpo para poder estar sano mentalmente… o viceversa.

rafaelmuci@gmail.com

 

¨Premonición¨, autor Juan José González Palma, junio 2018 Academia Washington: Caracas de Antaño

 

Mi relación de amistad con la familia González Palma se inició cuando tuve el honor de ser Presidente de la Academia Nacional de Medicina de Venezuela durante el bienio 2012-2014. Mis compañeros de la Junta Directiva y yo, comprendimos la necesidad de abandonar los vetustos salones del Palacio de las Academias en el Centro de Caracas y proyectarnos hacia el colectivo, y a ese efecto, pedimos la colaboración de la periodista, licenciada Marta Palma Troconis para realizar algunos videos educativos acerca de ciertas condiciones patológicas frecuentes en la comunidad. En estos videos participaron individuos de número y fueron proyectados en el programa televisivo ¨Saber vivir¨ que con acierto entonces ella conducía.

Cierto día de 2018 me manifestó que uno de sus dos hijos varones, Juan José (2006), deseaba que yo fuera parte de una celebración que suele llevarse a cabo a mediados de año en su colegio, la Academia Washington de Caracas – donde por cierto también había estudiado nuestra hija Graciela Cristina-, llamado ¨Caracas de Antaño¨, donde se involucra a personajes de edad avanzada del mundo profesional y de las ciencias del país. Me impresionó su madurez y el que él me honrara al escribir acerca de mí persona… En un carrión, le entregué varias carpetas contentivas con algunos de mis artículos de prensa para que obtuviera alguna información sobre mi persona y los temas acerca de los cuales yo solía escribir y que tenían que ver con la situación sanitaria del país, los estudios médicos y el derrotero al cual nos llevaba el estado comunista.

El 1 de junio de 2018 nos dimos cita en el patio de deportes del colegio donde en stands  o pequeñas estaciones dispuestas contorneando el espacio, los alumnos en una pequeña mesa con su silla se sentaban a esperar los visitantes que fueran atraídos por su trabajo para suministrarle información… En el suyo había una fotografía de mi persona, un pequeño libro -cuya foto engalana la entrada de este artículo- y brochures -o pequeños folletos- donde se refería a su trabajo. La fotografía muestra a la periodista Marta Palma, su hijo Juan José y mi persona. Me obserquió un librito donde imprimió su cuento…

 

La Academia Washington

¨En  la AW no todo es clases y tareas. Durante el transcurso del año escolar hay una variedad de actividades diferentes y especiales que año tras año han diferenciado al Colegio de los demás y que brindan sentido de pertenencia, orgullo y una energía especial que nos hace vibrar como Comunidad Washington, llenando nuestras memorias de los más gratos y valiosos recuerdos. Somos el hogar de más de 500 estudiantes y más de 100 personas entre profesores expertos y personal. AW es un lugar maravilloso para aprender y crecer. Somos una escuela privada, mixta, de educación laica y sin fines de lucro para niños de 4 a 18 años de edad. Nuestro programa está diseñado para que los estudiantes se motiven y estén dispuestos a cumplir con los desafíos de un plan de estudios diverso, bien estructurado y riguroso. Estamos orgullosos de contar con el reconocimiento de instituciones que avalan nuestro carácter internacional y multicultural.

¨Caracas de Antaño¨ es el evento emblema del Colegio desde 1983. Busca inculcar los valores, tradiciones y costumbres nacionales, a través de la investigación y exaltación de personajes ilustres de la historia venezolana. Es un proyecto interdisciplinario de investigación que realizan los alumnos de 5to. grado el cual culmina con la presentación del tradicional Baile de Cuadrillas, donde los participantes muestran sus más elaborados y elegantes atuendos de época¨.

El trabajo de Juan José llamado ¨Premonición¨

¨Para el Doctor Muci, por seguir luchando por el país y ser un ejemplo para todos, Juan José González.

    Índice

Prólogo …………………………….. 1

Introducción …………………….. 2

Capítulo I: ¨El Encuentro¨….. 3

Capítulo II. ¨La Carta¨………… 7

Capitulo III. ¨El regreso¨……. 12

Prólogo

Debo reconocer en un primer momento que me siento sumamente halagada ante la invitación de mi nieto para escribir el prólogo de su cuento ¨Premonición¨.  La redacción del mismo forma parte de las asignaciones con motivo del desarrollo del proyecto Caracas de Antaño.

El cuento se narra con un lenguaje claro, preciso, excelente ilación en las ideas, y cierto misterio que lo convierte en una invitación a una interesante lectura.

Juan cuenta su historia en cuatro capítulos. El eje central gira en torno a un sueño premonitorio, que lo lleva a visualizar el deterioro de la carrera médica en los últimos 15 años en Venezuela. De forma amena, y a la vez dura se transita sobre la realidad de la salud en nuestros hospitales y las enfermedades erradicadas que surgieron por el abandono y la desidia de gobernantes que privilegiaron sus ideas por encima de la calidad de vida de los ciudadanos.

La lectura del cuento es un canto a la verdad vivida, a la luz de los ojos de un niño que con su inocencia describe la tristeza de la decadencia de un país que se desvanece frente a nuestros ojos.

Vendrán tiempos mejores, estoy segura de ello, mis nietos lo merecen y la escritura de este cuento dan fe de ello. La lucidez y criterio para tan corta edad, así lo demuestran.

Gracias por tan hermoso trabajo que construiste en un proceso lleno de esfuerzo, dedicación y crecimiento, brindándose la oportunidad ambos de fortalecerse en un amor infinito.

América Troconis de Palma

Introducción

La Caracas de Antaño es un proyecto que tiene como finalidad exaltar las tradiciones, costumbres y valores culturales venezolanos de años pasados. En el presente trabajo, los alumnos desarrollaremos una de las actividades que forman parte de este proyecto, y es la elaboración de un cuento.

Mi cuento lo titule ¨PREMONICIÓN¨, y como su nombre lo indica, es la anticipación a través de un sueño, de unos hechos que ocurrieron en el pasado cercano con la figura del Dr. Rafael Muci-Mendoza y uno de sus tantos aportes a la sociedad como médico.

Se estructura en tres capítulos:

Capítulo I ¨La llegada¨: en este apartado, se dice que pasó antes de mi viaje en el tiempo.

Capítulo II ¨La Carta¨: describe los eventos ocurridos cuando el Dr. Muci escribe una misiva al embajador cuabano.

Capítulo III ¨El regreso¨: este es el desenlace y final del cuento. No se va a decir nada ya que este es el cierre del cuento, y quiero que sea una verdadera sorpresa.

Para escribir este cuento, necesité revisar, analizar e interpretar mucho del material suministrado por el Dr. Muci, tarea que me resultó muy enriquecedora, pues me sirvió para transportarme a la primera década del siglo XXI a través de periódicos, revistas , trabajos de investigación, entrevistas y sitios web.

Capítulo I: ¨El encuentro¨

El Dr. Muci pegó un brico como si hubiera visto un fantasma, y es que de verdad lo vio, porque yo aparecí de golpe. Me dijo entonces, ¨Niño, ¿qué haces aqui?¨Y le respondí que yo tampoco estaba muy claro de cómo había llegado a su casa, pero ahí estaba.

Insistí en mi pregunta, ¨¿Qué escribe con tanto ahínco? Él ya más tranquilo, respondió pausadamente: ¨Hijo, este país se lo llevó quien lo trajo¨.

En ese momento, empezó a contarme acerca de la difícil crisis que atravesaba el gremio médico, todo por las nuevas políticas de salud implementadas a partir del gobierno de Hugo Chávez, en el año 1999, en el marco de las misiones de Barrio Adentro, CDI (Centro de Diagnóstico Integral), y demás programas de intercambio con Cuba. Así mismo, me comentó que estaban trayendo médicos cuabano que dejaban desempleados  a algunos galenos venezolanos. Y lo peor de todo, que su capacidad y su conocimiento no eran ni la cuarta parte del que tenían nuestros médicos.

El Dr. Muci pronosticaba que, en un futuro no muy lejano, las aulas de las escuelas de medicina empezarían a vaciarse; aparecerían nuevamente enfermedades ya superadas en las últimas décadas como la malaria, paludismo, fiebre amarilla, tuberculosis, entre otras.

La calidad del servicio médico en Venezuela se ¨iría al suelo¨, primero con los médicos cubanos y luego con los médicos integrales , que en vez de estudiar como mínimo 6 años de medicina, le dan un título en dos años; en conclusión, está en peligro la vida de cada paciente que revisan esos doctores.

Entonces, supe que el Dr. Muci decidió escribirle una carta al embajador cubano de turno, quien tuvo la desfachatez de hablar mal sobre los médicos venezolanos, diciendo que estudiaban medicina para obtener el título y una acción en una clínica privada. Para el Dr. Muci, esta carta los expone al desprecio público y los desacredita delante de los pacientes. En la misiva pública, el galeno cuenta que viajó a Cuba en mayo de 1993, cuando se dio a conocer al mundo una epidemia que amenazaba con dejar ciegos a más de cuarentamil personas. Él fue parte de la misión humanitaria que visitó la isla, y esclareció las causas de la neuropatía óptica cubana, la cual era la falta de consumo de nutrientes básicos, lo que deja mucho que desear del regimen comunista cuabano.

Pude observar que el Dr. Muci estaba muy bravo al terminar la carta, y de inmediato se levantó para llevarla al diario en cuestión.

La pregunté si podía acompañarlo a la sede del periódico ¨El Impulso¨,y me dijo que lo siguiera, cerró la puerta con fuerza y nos montamos en su carro.

Capítulo II: ¨La carta¨

El Dr. Muci conducía us Toyota Corolla por la Autopista Francisco Fajardo hacia el centro de Caracas, especificamente en la Avenida Universidad, donde estaba la sucursal del periódico en la capital, ya que su sede está en Barquisimeto, Edo. Lara.

Su carro es de 1992, de color verde, sin choques, sólo con un pequeño rayón en el parachoques.

Al llegar, lo saludaron muy amablemente todo el personal del impreso, ya que sabían que era un doctor de muy buena reputación. Cuando le entregó la carta al editor, este le preguntó si algún médico lo apoyaba en la protesta que él hacía. Respondío tristemente y con un poco de amargura, que casi todos estaban de acuerdo, pero tenía miedo de acompañarlo públicamente. Los periodistas allí presentes lamentaron lo sucedido y comentaron: ¨Lástima, ello le habría dado más fuerza a su carta¨.

Me quedé pensando un rato y tuve el valor de apartarlo y decirle, casi en secreto: ¨¿Y si volvemos a hablar con los doctores  y los convencemos de que apoyen su protesta ante todo el mundo?¨. Al Dr, Muci le brillaron los ojos, me sonrió y dijo: ¨Vamos a intentarlo, pero voy a dejar la carta aquí para que sea publicada cuando ellos lo consideren conveniente¨.

Salimos rápidamente al Hospital Vargas, con la esperanza de que se uniera todo el gremio médico y que hicieran una manifestación fuerte para que toda la sociedad escuchara su clamor.

Cuando llegamos, el hospital estaba vacío, no había ni un fantasma en los pasillos. Decidimos entrar en cada salón hasta encontrar a alguien que escuhara. Después de mucho recorrer nos dimos cuenta que todos estaban reunidos en el auditorio discutiendo sobre las últimas declaraciones del embajador cubano, Germán Sánchez Otero quien había agredido verbalmente a los especialistas en medicina. El debate estaba candente, unos decían que había que hacer algo, otros apoyaban lo planteado, pero el detalle es que les daba miedo hacer pública su molestia, porque podía botarlos de sus puestos de trabajo.

Después de varias horas de dimes y diretes, no se llegó a ninguna conclusión, ya que era imposible que todos estuvieran de acuerdo. El Dr. Muci y yo estábamos sentados en la última fila del auditorio, ¨viendo los toros desde la barrera¨. Casi nadie se dio cuenta que estábamos allí.

Cuando todos estaban a punto de levantarse, el Dr. Muci se paró en el podio y les explicó el futuro que les vislumbraba como gremio médico. Lo hizo sin rabia y hasta con paciencia, pero ya el público estaba muy cansado, y no le dio crédito a sus palabras. Las cartas estaban echadas. Las posibilidades de una protesta fuerte se diluyeron.

El Dr. Muci y yo nos montamos en el carro y nos fuimos a su casa. A la mañana siguiente, apareció el artículo publicado en el periódico. Lo supimos porque recibimos una llamada a muy tempranas horas. El timbre nos sorprendió y él atendió sobresaltado. Solo escuché que dijo: ¨Si, yo lo escribí¨. Hizo una pausa larga y comentó, ¨No tengo miedo. Hasta luego¨.

Estuvo en silencio durante el desayuno y en un momento me dijo: ¨Al parecer, algunas personas piensan que soy un loco al escribir ese artículo. Dicen que estoy exagerando. La verdad no entiendo qué tienen en la cabeza. El tiempo me dará la razón. Más sabe el diablo por viejo que por diablo¨.

Fuimos al Hospital Vargas, donde tenía consulta en la mañana, y todo el mundo se le acercaba a felicitarlo. Él timidamente, sabiendo que algunos no lo decían de verdad, sino solamente por decirlo, nada más asentía con la cabeza. Presentía que muchos lo felicitaban, pero no lo acompañarían si tomara acciones más fuerte. La mañana transcurrió entre pacientes y halagos de sus colegas. A la hora del almuerzo, fuimos a comer a la Clínica El Ávila donde tocaba su turno de consulta de la tarde. También muchos colegas lo felicitaron, pero él reaccionó igual. Mientras estábamos en el carro, me dijo: ¨Muchos me felicitaron de corazón, otros no. La edad me permite ver los corazones más allá de las palabras¨.

Y así transcurrieron los días, y  algunos periodistas lo entrevistaron en programas de radio, televisión y prensa. Él siguió denunciando que la presencia de médicos cubanos en el país y  que aquí teníamos muchos médicos desempleados. ¨Ahora resulta que somos malos. Ahora resulta que los médicos venezolanos debemos ser desprestigiados por unas personas que ni siquiera están legalmente en el país y a las cuales el gobierno apoya¨.

El Dr. Muci fue noticia por unas horas. Luego bajó la intensidad de las llamadas y se empezó a hablar de otros temas.

Durante esos días, yo seguí allí, sin saber las razones del porqué estaba con él. De hecho, nunca nadie me preguntó que hacía yo con él, es más, ni yo mismo extrañaba a mis papás y a mi hermano, y es que lo veía todo como si fuera una película.

Lo cierto es que le dije que siguiera adelante, que tenía razón en lo que decía:

Que los médicos cubanos les harían daño a muchas personas por su baja preparación académica; que tres mil médicos de once mil que hay en todo el país, se iban a ir del país, que los hospitales no servirían para salvar vidas, sino para ver persona muriéndose y que reaparecerían enfermedades superadas como la tuberculosis, malaria, entre otras.

Que todo lo que estaba diciendo iba a pasar en un futuro no muy lejano, más o menos en el año del que yo venía, el 2015.

Se sorprendió cuando le dije todo eso, y le expliqué que yo no sabía por qué estaba ahí ni cómo había llegado, solo estaba seguro de que él iba por buen camino al denunciar todo lo que decía y que dentro de unos años la realidad le daría la razón.

Capítulo III: ¨El regreso¨

De pronto, me siento un poco raro y veo un cuarto blanco y escucho unos sonidos extraños que no  sé identificar.

Luego, se pararon los sonidos y estaba viendo un cuarto negro sin ningún tipo de iluminación. Despues empecé a oir voces de gente totalmente desconocida. Me asusté mucho, ya que no sabía lo que estaba pasando.

Recuerdo haber tenido un dolor de cuerpo muy fuerte, de ese que no te deja pararte de la cama. Trato de pensar que por qué estaba ahí y que había pasado. Ningún pensamiento de lo ocurrido llegaba a mi cabeza, hasta que de pronto se aproxima alguien irreconocible en el momento.

A los segundos de estar viendo al que se acerca a mi cama, me percato que era una cara conocida, pero no logro ubicar de dónde.

Esa persona me pregunta que cómo me siento y que si me dolía algo. Le respondí que me dolía todo el cuerpo. Él agregó pausadamente: ¨Es normal que te sientas así, hijo. Te diste tremendo golpe en la cabeza y tienes varias horas inconsciente. Tus padres y tu hermano están muy preocupados. Voy a salir a darle las buenas noticias de que despertaste. Quiere decir que las cosas están bien contigo¨.

Cuando el sale del alcance de mi vista, intento hacer memoria: ¿ Por qué este señor me parece tan conocido?¨. Pero no recuerdo absolutamente nada.

Con el pasar de los minutos , mis pensamientos empiezan a ordenarse. Sé cuál es mi nombre, Juan José González, recuerdo a mi familia, y también lo recuerdo a él, al doctor.

Empiezo a recordar cuando lo acompañé a llevar la carta para el embajador de Cuba al periódico, cuando fuimos al Hospital Vargas, vimos a todos los médicos discutiendo sobre la misiva y cuando lo ignoraron.

No recuerdo en qué momento sucedió, pero estoy seguro que sucedió algo así. También recuerdo que le dije que venía del futuro, para animarlo a que no descansara en sus denuncias. Que el tiempo le daría la razón.

En ese momento llegaron mis padres, mi hermano y el doctor. Cuando los ví, ya tenía todo claro en mi mente, y exaltado les empecé a contar todo lo que había pasado. Ellos empezaron a reirse. Nada de lo que contaba había ocurrido.

Yo molesto les expliqué que, de alguna forma u otra había viajado al 2001, y acompañado al Dr. Muci en algunas diligencias, y les conté sobre la carta al embajador cubano.

El Dr. Muci no paraba de reir. Le parecía interesante mi sueño, sobre todo porque todo eso ocurrió antes de que yo naciera. De hecho, dijo: ¨Todo lo que cuentas ocurrió, con pelos y señales. Pero no te recuerdo en ese momento¨.

Mis padres estaban apenados por lo que yo decía. No entendían cómo podía decir tantas bobadas. Sin embargo, estaban tranquilos porque estaba bien.

A las horas, me dieron de alta en la clínica. Pero antes de irme, el doctor me dijo en secreto: ¨Si recuerdo, pero no podía decirlo delante de tus padres. Me encantó conocerte en el 2015. Eres tal cual como te vi. No perdamos contacto¨.

Mi persona, entrevista 2006

Interesante entrevista al Doctor Muci, médico internista, neuro-oftalmólogo,

profesor de la Escuela Vargas, UCV 2006

 

El ojo es una ventana para mirar la enfermedad sistémica y el alma misma…

Lo triste de la vida no es lo que uno vive,  sino lo que deja de vivir… Si yo tuviera más vida, me dedicaría a mucho más cosas y especialmente a dar más…

La jubilación es la muerte biográfica… Si algo le pido a Dios  es que me envíe la muerte en la cama sino trabajando, enseñando o trotando… Quiero morir activo como siempre he estado…

 Una de las mejores estrategias es ejercitarse. Estimula el sistema vestibular y cerebeloso, y nos permite estar a solas y comulgar con nosotros mismos…

La frugalidad es importante, la riqueza material no lo es…

La riqueza interior lo es todo.

El régimen cubano es un parapeto de extrema crueldad, no sólo hacia su propio pueblo son que ahora lo tenemos actuando entre nosotros….. Hasta donde puede llegar la miseria humana en nombre de esta  revolución…

La técnica ha acabado con la curiosidad del médico; la máquina no resuelve sus problemas de ignorancia

La única especialidad del Dr. Muci ha sido la Medicina Interna. El Internista es el integralista e integrador. La medicina interna, escudriña,  diagnostica, integra, y trata la enfermedad en la persona del hombre: no solamente es importante la parte orgánica del paciente sino toda su persona, su espiritualidad e inclusive el medio social donde se desenvuelve.

 ¿Cree usted que esa visión hacia el médico internista ha cambiado?

No, no creo que haya cambiado, pero para explicarte, mi sueño toda la vida fue ser internista pero yo estuve coqueteando con muchas otras especialidades como por ejemplo: la cardiología, la neurología, la  Pediatría e  inclusive en una oportunidad pensé hasta en ser psicoanalista.

La neurooftalmología es una sub-especialidad muy clínica, tanto en el aspecto de la comunicación, de la anamnesis, como en el desentrañamiento del significado de los signos y los síntomas y donde uno para poder ejercerla no necesita instrumentos complejos, sino que el instrumento más importante es el más económico, vale decir, la historia clínica, la comunicación total con el paciente. Yo ejerzo y enseño la neurooftalmología y  dedico una buena parte de mi tiempo a eso, pero sigo siendo internista y de hecho, enseño a diario en el Postgrado de Medicina Interna,  tengo a mi cargo la Sala  3 de Medicina del Hospital Vargas de Caracas lo que considero a pesar de todas las carencias y pobreza, un privilegio, de manera que por eso es que digo que la clínica es la única, y lo otro simplemente  es una forma de hacer lo demás mejor, hasta donde yo puedo considerarlo.

En su especialidad y para la medicina en general ¿Qué simbolismo tiene el detective privado Sherlock Holmes?,

Bien, me siento en el 221 B de la calle Baker o Museo de Sherlock Holmes en Londres; esto significa un culto a la observación, a la observación del detalle fino, digamos que cultivar el mirar donde otros no han visto, afinar el oído para aprender el lenguaje de la enfermedad, a considerar las cosas minúsculas como mucho más importante que aquellas otras que están a la vista y precisamente esto es lo que quiere decirnos Sherlock Holmes. Pienso que el médico tiene mucho que aprender de las técnicas de ese detective de ficción porque su creador fue el médico oftalmólogo y escritor Sir Arthur Conan Doyle (1859-1930), quien vació en su protagonista Sherlock, las técnicas diagnósticas que había visto ejecutar a su mentor, el doctor Joseph “Joe” Bell (1837-1911), su profesor de medicina en Edimburgo, que era un clínico de filigrana y hacía asombrosos diagnósticos mediante observación sin siquiera tocar al enfermo… De hecho, conjuntamente con la Sagrada Biblia y el El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha (1605), considero que las Aventuras de Sherlock Holmes son textos de medicina sin serlo directamente: nos enseñan a estar cerca de la gente y entender sus éxitos y sus desgracias..

¿Cómo entró a su vida la Neurooftalmología?

   

Yo dicté ayer en la Academia Nacional de Medicina una charla  sobre que titulé Apuntes para la Biografía de la Unidad de NeuroOftalmología del Hospital Vargas de Caracas  (2006) debido a que el año pasado cumplió 25 años Ese fue el momento en que regresé de los Estados Unidos, luego de haberme entrenado en esa disciplina durante dos años. Pero realmente la historia viene desde mucho más atrás, de mi tercer año de medicina, cuando el Dr. Augusto León (1921-2010), Profesor de la cátedra de Clínica  Médica B a la cual estaba yo adscrito, y persona de todo mi afecto, respeto y admiración, nos encontró a unos compañeros y a mí sin hacer nada conversando en los pasillos del Hospital molestándose con nuestra pasividad, nos reprendió  diciéndonos: ¿Qué hacen ustedes allí que no están aprendiendo de suspacientes? Entonces nos llevó a una clase que iba a dictar al 6º año y nos habló durante una hora acerca del fondo del ojo, la tonometría ocular y la oftalmodinamometría. Este hecho, significativo en mi vida, ocurrió precisamente el 7 de noviembre de 1957, porque en verdad que para mí, constituyó una revelación… Todo lo que nos dijo en una hora de clase fue para mí extraordinario. Nos habló acerca de aquellos procedimientos oftalmológicos que podía utilizar el internista como adjunto del diagnóstico. De vuelta a mi casa mi hermano Fidias Elías me regaló su oftalmoscopio y yo hice el resto….

Después que eso ocurrió, me acompañó una filia por la oftalmología, aprendí todo lo que pude acerca del fondo del ojo y comencé a hacer pequeños cursos de fondo de ojo para mis compañeros y luego para mis alumnos. En el Hospital pensaban que yo sabía mucho y comenzaron a enviarme pacientes que yo no podía resolver, de los cuales nada sabía… Entonces un amigo me comentó que el había conocido a un oftalmólogo que tenía conocimientos de neurooftalmología y era capaz, solo mirando la pupila del paciente, de hacer diagnósticos muy finos, y esto me impresionó tanto que yo me dije,  ¡Algún día voy a aprender de esa ciencia!

Fue entonces cuando comencé a relacionarme con un grupo de oftalmólogos muy importantes de Caracas, que era liderizado por el Maestro, doctor Rafael Cordero Moreno (1917-2010). Viendo mi interés oftalmológico siendo sólo un internista, un día me dijo, – “Dr. Muci ya que usted quiere aprender neurooftalmología, cuando se decida a hacerlo yo le busco la persona idónea para que se vaya con él. Me recomendó con el Profesor William F. Hoyt en la Universidad de California, San Francisco y así, me constituí en el primer internista que fuera entrenado esta disciplina en los Estados Unidos. De su servicio han egresado los mejores neurooftalmólogos americanos. Era el doctor William F. Hoyt

Luego de enviarle mi currículo, recuerdo que él me escribió con gran amplitud y bondad, “Veo que usted tiene genuino interés, así que no importa que usted no sea neurólogo u oftalmólogo como han sido mis actuales y anteriores fellows; si usted lo quiere, puede perfectamente aprender las técnicas que nosotros empleamos”. Esto sucedió entre los años 1978 y 1980, de manera que antes de yo regresar a Venezuela, compré de mi bolsillo, todo cuanto necesitaba y por duplicado, o sea compré para mi consultorio privado y para la Unidad de Neurooftalmología que fundaría de inmediato. Nunca me ha agradó pedir nada a burócratas inflados de ilusorio poder ni depender de algún perdona-vidas, y como entonces podría hacerlo –el dólar estaba a Bs. 4.30-, cuando llegué, en julio de 1980 comencé de inmediato a trabajar, a ver pacientes muy temprano en la mañana, antes de dedicarme como internista a mis actividades asistenciales y docentes.

William Hoyt, MD (1926-2019), fue uno de los grandes hombres en la historia de la neurooftalmología mundial. Fue una figura imponente que influyó en dicho campo de todas las maneras posibles. Hizo ciencias básicas. Hizo ciencia clínica. Publicó un número extraordinario de artículos seminales. Escribió el libro de texto más importante en el campo: ¨Clinical Neuro-Ophthalmology¨. Sin embargo, insistía que por lo que más que se le recordaría sería por su inspirada enseñanza de sus muchos alumnos (fellows). Hoy día, muchos de nosotros continuamos tratando de emular su legado e influencia…

Después vino todo, vinieron más pacientes, vinieron los residentes de oftalmología de seis diferentes programas de Caracas, vinieron neurólogos, vinieron neuropediatras, todos a hacinarse en el cuarto que yo pomposamente llamo Unidad. Allí comulgo con el paciente y entre 8 y 14 personas que están en formación,  que están aprendiendo lo que considero el “arte de la medicina”. Una vez que termino la consulta diaria, me voy a la sala de medicina interna a ver con mis otros alumnos y adjuntos pacientes con problemas generales variados. Básicamente hago énfasis en los residentes sobre cómo examinar y cómo oír inteligentemente lo que el paciente relata.  Luego, les enseño todo lo que se puede hacer con el empleo ingenioso de los sentidos: con las manos, con la vista, con el olfato y con el tacto… Luego el insisto en otro arte, ese de ordenar los exámenes complementarios con sentido de realidad: sólo aquellos indispensables para precisamente complementar el juicio clínico y entre más sencillos y económicos, mejor… porque los exámenes no se pueden pedir a lo loco, en forma rutinaria o impulsiva, sino que  tienen que albergar una pregunta que acepte o niegue el diagnóstico presuntivo; el médico tiene pedirle algo al examen, y si él no fuera capaz de interpretarlo es preferible que no lo pida, porque muchas veces el especialista encargado de realizarlo, tampoco es capaz de interpretarlo por ser ignorante y mal preparado, creándose así, pura confusión Es mi manera de ser y de hacer. Porque los estudiantes de pregrado salen con muchas fallas en clínica médica y no llegan a comprender la importancia de la semiología o semiótica –el estudio de la interpretación de los signos y los síntomas-y nosotros no hemos logrado todavía que salgan sabiendo de veras cómo examinar un paciente.

Ellos son deslumbrados por los avances de la técnica y los aparatos y creen que ellos resolverán sus problemas de ignorancia. La formación queda entonces chucuta, incompleta, como decimos coloquialmente, al menos que alguno de ellos haya comprendido el sentido trascendente de saber cómo examinar un paciente.  Cuando nuestros residentes de postgrado llegan al servicio de medicina interna buena parte del tiempo lo dedicamos a enseñar técnicas de anamnesis o interrogatorio y de examen, chequeando lo que encontraron, pasaron por alto o interpretaron en forma equívoca, esto es de capital importancia… pero no es lo corriente, lo corriente es que el residente dice lo que oyó, habla de lo que obtuvo de su examen y los más viejos acatamos eso, nunca vamos a revisar si el hallazgo fue correcto… y eso es lo que yo hago, con demasiado gusto y hasta que Dios quiera y la muerte me separe de mi ministerio…

 

¿Qué le dice el fondo de ojo?

Para mi significó el puente de unión que hube de cruzar entre la medicina interna, la oftalmología y la neurología. Entre otras cosas, porque es una ventana para mirar la enfermedad sistémica y neurológica, pero tambiénnos sirve para mirar la enfermedad propiamente ocular. Me gusta decir que dentro de ese distanciamiento entre el médico y su paciente es el examen que permite un mayor acercamiento no sólo de proximidad física, sino también desde el punto de vista humano y humanitario. Muchas de las alteraciones que allí percibimos, ponen al médico en guardia acerca del peligro de ceguera o  veces, la posibilidad de una grave enfermedad general. He dictado una larga cincuentena de cursos anuales de fondo del ojo, cada vez más extensos y profundos lo que muestra que en medicina no hay nada sencillo y que debemos tener respeto por la ciencia… Creemos que sabemos de algo aunque a diario los pacientes nos muestran cuán poco sabemos…

El cerebro es infinito en sus posibilidades, ¿Está Ud. de acuerdo?

Por supuesto que estoy de acuerdo. Si Dios me concediera más vida ahorita y mi cerebro no declinara, la aceptaría para poder apreciar o dedicarme a muchas cosas que en el pasado, por inmadurez personal no les di importancia; hoy día me doy cuenta que lo triste de la vida no es lo que uno vive,  sino lo que deja de vivir… Si yo tuviera más vida, me dedicaría a mucho más cosas, literatura, filosofía, ciencia básica y muy especialmente, a dar más y más cada momento de mi vida…

Y el envejecimiento cerebral ¿se puede tratar o existen estrategias para prevenirlo?

 Yo voy a comenzar por el final, escuché hablar por ahí a una doctora que la habían jubilado contra su voluntad. Yo creo que una de las injusticias más grandes que uno puede hacerse con uno mismo o pueden hacerle, es jubilarse, porque la jubilación es la muerte biográfica porque suele cerrar un ciclo vital y pareciera que ya uno es superfluo, no es importante o útil para nadie, y para muchos médicos es el inicio de la tristeza, de la depresión, de la muerte en vida.

Por ejemplo yo en particular, no tendría ninguna otra cosa que hacer, a mi me gusta trotar, pero yo no voy a pasar  el resto de mi vida como Forrest Gump, trotando todo el día; sólo podría dedicarle un ratico, y entonces ¿Qué voy hacer con todo el resto del tiempo? A mí me interesan mis pacientes, porque la jubilación significa que ya uno no es útil para nadie  y una de la cosas que hace que el ser humano pueda vivir a plenitud es sentirse útil, entonces yo me siento útil con mis pacientes, con los del hospital que no tienen nada, con los pacientes de las consulta privada que me ayudan a vivir y que al mismo tiempo me pagan para que yo pueda atender a mis pacientes del hospital, porque al Estado no le interesa y paga sueldos miserables; cuando nosotros trabajamos en un hospital público realmente lo que hacemos es subvencionar al Estado y somos mal pagados y mal queridos, no sólo desde el punto de vista económico sino también desde el punto de vista afectivo, de manera que yo considero que mientras uno esté activo, puede que uno pierda masa neuronal, pero aumentará el numero de dendritas y de comunicaciones intercelulares… y el día que uno  baja la santa maría,  ya no hay vuelta atrás ni esperanza.

Yo tengo múltiples ejemplos, dentro de mis pacientes que me van a consultar, dentro de mi misma familia, dentro de mis profesores que se retiraron en algún momento y haber visto con dolor como se han descalabrado. De manera que yo creo que la patología de la jubilación es terrible, significa que el individuo será invadido por el taedium vitae, el aburrimiento y aunque no lo crea, se sienta a esperar la muerte. Tantas personas han dicho al detener la maquinaria, “Me voy a retirar y voy a descansar seis meses y luego veo que voy hacer”. Mentiras, nunca más la pondrá a funcionar, le tomará miedo a la vida y cualquier cosa que signifique un  desafío. Yo trabajo demasiado. Me levanto a las 3 de la madrugada, y me pongo a trabajar a esa hora: eso significa que mi día es muy largo, a pesar que me reposo unos 20 minutos al mediodía en que me quedo dormido: me levanto totalmente revitalizado para poder continuar.

Yo le digo a mis alumnos que me imagino la situación de un individuo que tiene  dos o  tres mujeres de las cuales tiene que ocuparse en el día;  cuando al regresar a casa le toca la verdadera, estará tan cansado ya no quiere saber de mimos ni caricias. Eso me pasa a mi cuando en la tarde llego a mi consultorio, después de todas mis actividades, a veces deseo que no venga nadie. Menos mal que una vez que entro de nuevo en actividad me siento tan vivo que puedo estar hasta 7 horas trabando sin descanso. Como te dije, si algo yo le pido a Dios es que me muera trabajando o trotando porque, la mayoría  de la gente se muere acostado en una cama   y yo no quiero morirme así, yo quiero morir activo y que se me recuerde activo y en disposición de ayudar.

A mis alumnos siempre les digo que una de las mejores estrategias para estar bien es el ejercicio físico. A veces troto por una línea recta o por el borde de una acera, porque eso ayuda al sistema cerebeloso, me tonifica el balance y el sistema vestibular, además correr por ejemplo un maratón, es un desafío con uno mismo, una lucha con el cansancio y el deseo de abandonar… Nada mejor para templar el espíritu y el carácter pienso yo… Todos mis hijos biológicos y algunos intelectuales hacen ejercicio, no tienen sobrepeso, y llevan su vida como yo, en forma frugal y sin excesos… La  frugalidad es importante… Yo me conformo con lo que Dios me ha dado, nunca he querido ser rico. No porque la riqueza sea mala, pero es que no me voy a llevar nada cuando me vaya y si algo yo puedo dejar en la tierra es el recuerdo de las personas en la cuales influí positivamente, lamentándome por los errores que he cometido, por los pacientes que han muerto porque no lo hice del todo bien, en fin, todo eso forma parte del sufrimiento del medico que le hace más humano. 

Dr. Muci, usted formó parte de una misión internacional y humanitaria convocada por la OMS/OPS, para estudiar en la década noventa una enfermedad llamada neuropatía óptica epidémica cubana. ¿Cuál fue su experiencia?

Por una parte, mi experiencia fue muy gratificante porque esa área de la neurooftalmología que yo había trajinado y pulimentado, se aplicaba exactamente al problema que ellos sufrían en la Isla, y que no sabían cómo resolverlo o desnudarlo ante el mundo… Nunca he podido estar seguro realmente de si no lo sabían, o era que el régimen cubano, tan cruel, tan frío e inhumano, a sabiendas de haber expuesto a su población a un llamado “Período Especial”, con la excusa de que iban a llegar los gringos a invadirlos –mientras ellos a un elevado coste mantenían sus soldados en países africanos-, le exigían sacrificios a la población, prácticamente la gente no comía pues no había alimentación  balanceada, proteínas ni vitaminas. Vendiendo el asunto de la invención de una invasión –como sucede ahora en Venezuela- le pedían y le exigían al pueblo cada vez mas sacrificios mientras los jerarcas tenían comida suficiente…, Fue allí fue cuando comenzó la gente a perder la visión; eso fue un proceso que duró cerca de tres años en el cual más de cincuenta mil personas fueron afectadas, muchos en forma irreversible. A ellos por razones políticas les convenía que fuera un virus, así que lo inventaron y lo llamaron “el virus del imperialismo” -¿te suena familiar?-.

“Mi presencia en el suelo cubano en 1991 y luego en dos veces en 1993 fue como trasponer un muro de opacidad y adentrarme en los dominios de un gobierno miserable y mentiroso que creyó que podía engañar a la Misión Humanitaria con la cual estuve involucrado en 1993 para investigar una causa obvia de pérdida visual colectiva mantenida en secreto durante 3 largos años sin que moviera la conciencia ni la lealtad de una clase dirigente inhumana. ¿Les suena…?”… “Nuestra estrategia fue cambiar el término neuritis por neuropatía y con la ayuda de un grupo de investigadores de alta factura llegar pronto al diagnóstico: ¡Hambre pura y simple…!”

En esa misión que yo era la persona que tenía menos credenciales académicas, porque en el grupo había nutrólogos, neuroepidemiólogos, neurotoxicólogos, y hasta expertos en virología del sistema nervioso. Inclusive, un Premio Nobel de Fisiología y Medicina, el virólogo Carleton Gajdusek quien había aclarado la enfermedad viral llamada kuru transmitida por canibalismo en Papúa y Nueva Guinea. Allí no se encontró ningún virus, lo que se encontró fue la destrucción de un pueblo por un sistema comunista horrible –ese que se está implantando en nuestro país ante la indiferencia de muchos-, hambre, miseria, persecusión, engaño y al mismo tiempo, un grupo médico local manipulado porque no podían decir que era lo que realmente estaba ocurriendo. Pienso yo que esta epidemia ha sido uno de los actos de crueldad más grande de un régimen hacia sus propio conciudadanos sobre la base de una mentira política. La ayuda que presté al pueblo cubano, con mi formación adquirida en plena libertad, fue por un lado muy gratificante, pero por otro lado fue muy triste porque nunca había imaginado hasta dónde podía llegar la crueldad, indiferencia y miseria humanas de un régimen tan espantoso; y al percibir como la política metida en los problemas de salud manipulando cifras e información pudo conducir a sus hermanos al más terrible sufrimiento en nombre de una revolución y con el chantaje de una supuesta invasión norteamericana. Venezuela ha sufrido de similar morbo a lo largo de los años, la destrucción de la moral del venezolano está a la orden del día y se deja ver doquier. Nos han enseñado a mendigar, a mentir para sobrevivir, a prostituirnos ante la mirada huidíza de nuestros vecinos y el mundo en general.

¿Qué opinión le merece la Medicina de nuestro país?

Indudablemente tenemos muy buenos médicos con formación ética, humanitaria y científica, pero con todo eso, no me atrevería a decir que toda la medicina en general sea óptima, entre otras cosas, porque la atención para las personas de pocos recursos, a pesar de que tenemos muy buenos médicos generales y especialistas preparados que saben muy bien lo que hay que hacer, muchos tienen que desertar de los hospitales porque son objeto de la más fría indiferencia, de perecusión, por tanto, no reciben ninguna ayuda. La vida de un médico en un hospital entraña demasiadas frustraciones; así que uno tiene que ser, si se quiere masoquista  para continuar trabajando en las condiciones en que lo hace, vale decir, a pesar de que todos están en contra de uno… Es triste ver la involución de mi Hospital Vargas en 45 añosahora 60 en 2022– que tengo transitando sus pasillos, y más agravado aún en los últimos 7 años del gobierno de Chávez entregado a los intereses cubanos y cuando a los médicos venezolanos se nos ha atacado y denigrado injustamente hasta más no poder.

Yo he podido continuar trabajando porque no dependo de nadie y me jacto en decir que en la Unidad no tenemos secretaria ni enfermera, los médicos somos las enfermeras y la secretaria, mis alumnos dan la citas, y los insumos que necesitamos los compramos de nuestro propio bolsillo y así, todos los días vemos y vemos pacientes por demás necesitados….

Yo pienso que el sistema que se está viviendo en Venezuela es sumamente cruel, se está destruyendo la medicina vernácula, por razones puramente políticas, porque el pueblo piensa que la medicina cubana es mejor que la medicina venezolana, o sea que el gobierno ha sido tan perverso que ha puesto a los pacientes a decidir quienes son mejores, si los cubanos o los venezolanos, y a mi me parece que una es una forma vil de  destruir la medicina, una manera que no tiene perdón de Dios. El padre en este caso, el Estado o sea Hugo Chávez, destruye su propia familia para premiar a otra que está lejos de nuestros afectos. Se trata de un plan premeditado de destrucción que no solamente incluye a los médicos sino a todos los miembros de la sociedad. Las leyes ya vienen preparadas desde la Isla, somos unos títeres de sus intereses. Tenemos espíritus tristes por cantidades que son los que aceptan este estado de cosas sin integridad ni entereza por aquello de dejar hacer, dejar pasar…

¿Cómo profesor de la medicina que recomendaciones daría a nosotros los médicos de “muchos años en el oficio” y a las nuevas generaciones?

 Mi opinión es que uno tiene que seguir teniendo compromiso absoluto con el paciente y debe seguir haciendo lo que sabe hacer y hacerlo lo mejor que pueda, y que cuando se tienen situaciones de carencia, lejos de arredrarse, lo que uno tiene que hacer es inventar, idear, usar el ingenio, poder hacer las cosas con los pocos elementos de ayuda que uno tiene a la mano, no olvidar que la clínica es la madre y que está por encima de todo las técnicas y aparatos y que a menudo podemos utilizar procedimientos muy sencillos con los que perfectamente podemos hacer diagnósticos, y eso es lo que yo le digo a mis alumnos, que uno no puede quedarse con los brazos cruzados.

Por eso yo adoro y amo todo lo que es sencillo, yo pienso que en la vida las cosas sencillas, son las mas importantes; y en la medicina, el conocimiento e integración del signo y el síntoma, el conocer todo lo que se pueda, es una gran ayuda sobre todo cuando nuestras vidas han estado comprometidas con los enfermos, no solo por medio atenderlos y por sacar un trabajo, sino por ayudarlos y hacer una experiencia vívida, digamos sentida y sólida, que permita diagnosticar al rompe, que faculte para ver hechos que otros no pueden ver, ¡Claro! Ello es producto de la experiencia y de la lectura comprometida.

Y a las nuevas generaciones desgraciadamente no sé que podría decirles, realmente los médicos del pasado estábamos dispuestos a invertir tiempo en aprender a examinar los pacientes, hoy en día la técnica ha acabado con la curiosidad de los médicos. El médico ya no siente curiosidad porque piensa que la máquina le va a resolver sus  problemas de ignorancia. La máquina, el instrumento de diagnóstico pasó a ser adorada, la Diosa Imagenología se convirtió en el nuevo Becerro de Oro, pero lo simple sigue -en mi concepto-, lo más importante. Lo que es más triste y uno de los efectos colaterales del tecnicismo, es que destruye todo, incluso técnicas anteriores; y si hablamos de instrumentos, ¿Qué médico no tiene en su consultorio algún aparato que alguna vez compró creyendo que lo iba ayudar y lo tiene allí arrumado? La técnica destruye la confianza en la propia persona, yo me pregunto hoy día: ¿Un cardiólogo soltado en una comunidad indígena podría ejercer tu trabajo con un estetoscopio y buena voluntad?,  Tal vez haya olvidado cómo usarlo, pues tienen extrema dependencia de ecocardiogramas, pruebas de Holter y métodos por el estilo.

Esas son las cosas que uno tiene que enseñar a los estudiantes, que hay muchas cosas simples, pero hay todo un ambiente que se ha confabulado alrededor del ejercicio médico: la industria farmacéutica, la industria proveedora de nuevos instrumentos, y otros para que el médico ya no confíe más en sus propias habilidades y destrezas.  Cuando yo estaba chiquito y jugaba en al amplio patio del colegio, de repente alguien grande decía,  ¡El que llegue de ultimo es “pupú de perro”! Y todo corríamos, pues no queríamos por nada ser los últimos.  Quiero decir que hoy en día el que no tiene  un aparato que mostrarle al paciente es el “pupo de perro” del presente…¿que le muestro yo al paciente sino tengo nada en mi consultorio?, entonces me compro un ecocardiógrafo por ejemplo, a veces sin haberme preparado para emplearlo, simplemente para mostrarlo porque las campañas le han hecho creer que los médicos que no tienen instrumentos son médicos atrasados, porque a la sociedad la han enfermado de medicalización, todo está medicalizado, hasta la vejez, porque esta ya no se considera como un fenómeno natural del ser humano sino como una enfermedad, y hay que darle medicina, eso no es así, la vejez significa exclusión, encierro, falta de ejercicio, falta de iniciativa, los viejos tenemos que estar entrenados para ser útiles, y no para ser receptáculos de medicamentos para mil dolencias que el individuo tiene y si son tontas hay enseñarlo como tiene que vivir con sus achaques.

Yo tengo dolores cambiantes pero afortunadamente se me quitan. No voy a decir por ello que estoy enfermo, pero la sociedad me vende dolencias y yo acepto un catálogo: “Dios mío estoy deshecho: mi osteoporosis, mi artritis, mi colon, es decir, la persona tiene toda una medicalización de su vida, un vicio que le han creado, olvidando que después que uno pasa de los sesenta, si no le duele nada es porque está muerto…¨.