Elogio del contrarrevolucionario…

«La contrarrevolución no será una revolución contraria,

sino lo contrario de la revolución»

  Joseph Marie de Maistre

 

Un contrarrevolucionario es cualquiera que se opone a una revolución, sobre todo el que intenta revertir sus resultados, parcial o totalmente; pero advierto que no somos reaccionarios, es decir, no aspiramos a instaurar un estado de cosas similar al que anteriormente existía con las viejas guardias adecas, copeyanas, masistas o comunistas. ¿Quién hoy día no es un contrarrevolucionario…? Puede ser que en nuestra sufrida Venezuela el nombre no se ajuste a las definiciones clásicas, pero entendamos que un enorme porcentaje de connacionales que no están medrando en las arcas públicas y sufren inmerecido apartamiento y pena, se oponen a las políticas del gobierno actual y quisieran revertir la situación de emergencia compleja que nos azota…

Desde mi carta abierta al embajador cubano del 4 de marzo de 2001, publicada en la sección Cartas al Editor del diario El Universal –puede leerse buscando mi nombre en Google-, nunca he conspirado o asistido a reuniones furtivas en cenáculos; siempre mi disenso ha sido abierto y diáfano, con un lenguaje directo y sin tapujos; publiqué en el pasado muchos artículos de opinión en el mismo diario hasta mi retiro hace cuatro años por desacuerdo con el cambio de su línea editorial y su intento de coaccionarme; comencé a escribir por mi cuenta, en lo que he llamado el Uni-Personal y ahora en mi página de Internet, (http://rafaelmucimendoza.com), publicando al presente 152 artículos- siempre tratando de crear conciencia, de hacer patria, de mostrar desde entonces lo que nos está acabando hoy día. El espíritu festivo del venezolano donde ¨todo le rueda y de todo hace un chiste¨, impidió que la mayoría comprendiera la tragedia que se cernía sobre nuestro país; mis amigos despreciaban mi labor y en tono jocoso me anunciaban cárcel. Cuando fui presidente de la Academia Nacional de Medicina de Venezuela para el bienio 2014 y 2016, en la cuenta semanal del presidente y al inicio de mis palabras, dedicaba siempre unos párrafos a la calamitosa situación del país, siempre muy duros y críticos, como debía ser. En una de las asambleas, un Individuo de Número pidió la palabra para censurarme exigiendo que se borraran mis palabras en la grabación que luego se transcribe porque ¨podía ser inconveniente desde el punto de vista político y acarrearnos consecuencias indeseables –especialmente porque para su subsistencia, la institución siempre ha dependido del ejecutivo nacional-…¨. Antes de que yo pudiera responderle, de súbito y sin pedir la palabra se levantó muy indignado el maestro Blas Bruni Celli y nos dijo a los presentes,

  -¨¿El día de mañana qué pensarán nuestros hijos y nietos cuando se enteren que no quisimos ni supimos defender la patria y la democracia desde esta tribuna; por supuesto que no debe borrarse…¨, y así quedó grabado e impreso para la posteridad.

Y es que siempre ha habido muchos miedosos, muchos pusilánimes, cobardes y apocados, de muelle actitud que pensando en sus intereses personales y en su hacienda han adoptado la estrategia del avestruz… Pocos mostraron y todavía muestran algún interés, me han llamado paranoide o han tomado mi actitud a sorna, no hubo compromiso ni acción, la posesión del país por Cuba hace años es un hecho que mana indignación por los cuatro costados, es la ceguera virtual del venezolano que todavía continúa siendo una realidad, aún en nuestra Academia…

Desde aquellos que fueron y siguen siendo expulsados del país por miles por la marea roja, hasta nosotros los del insilio, esos que decidimos quedarnos y continuar haciendo nuestra labor de patria, trabajando, enseñando, sembrando, cosechando y denunciando…, dando apoyo a los desprotegidos, preparando el terreno para buenos y mejores tiempos que vendrán, de solidaridad y democracia donde se respete la ley, la Constitución y el trabajo honrado, donde sea premiado el mérito y condenada la prevaricación. Esa nueva marea blanca de cambio llegará igualmente hasta la nación que nos domina: Cuba, pero, además, hasta Nicaragua, Bolivia y todo país donde la izquierda no signifique progreso sino oportunidad para la tropelía, el abuso y el enriquecimiento ilícito.

Las páginas de Opinión, 4 y 5 del diario El Nacional del sábado 28 del corriente muestran en forma diáfana una de las tantas facetas de la destrucción de nuestra querida patria iniciada, continuada y mantenida con conocimiento de causa de lo que hacía, por Hugo Chávez Frías aun hasta después de su muerte; ahora intentada ser completada por su sucesor ilegítimo e incapaz Nicolás Maduro Moros… ¿Y qué los movía y qué los mueve…? No otra cosa que el odio. Ese odio que ellos y su camarilla se tienen a sí mismos, a su propia miseria humana y que han proyectado sobre el que algo posee por esfuerzo propio, especialmente intelectual o material. Sus descendientes y amigos, aquellos que quemaban autobuses a las puertas de la casa que vence la sombras en nombre de la ¨justicia social¨, término hueco en sus bocas, se han hecho de ingentes sumas en dólares, desde la hija favorita María Gabriela hasta los sobrinos de Cilia entrando ahora en los predios de los ¨bolichicos¨, mientras nuevas/viejas formas de agredir son fraguadas en el cerebro del médico asesino extraídas de las profundidades el Averno.

Esas cuatro páginas a que hago referencia son una oda al odio desbocado que ha creído no tener un juicio ni un castigo y ya vemos, el castillo inexpugnable, el castillo de naipes se desmembra por el peso del mismo odio expulsado hacia inocentes en el afuera…

¿Quién me quitó a mis hijos, a mis nietos, a mi hospital con mis alumnos y mis colegas, a mi escuela de medicina, a mis pacientes, a mis niños de la calle, a mis cansados viejitos de los más bajos estratos cogiendo sol y pasando penurias…? Una revolución ridícula sólo de camisas rojas sin sesos ni buenas intenciones; con mucho odio destructivo. ¿Quién me robó la oportunidad de construir un verdadero país, un país fuerte y sustentable…?, ¿Quién arrebato a mis pacientes 24 mil médicos que han migrado allende los cielos, caminos y mares?, ¿Cuánto nos costará ser de nuevo un país que reemplace al fallido que tenemos, gobernado por gente mala, brutal e indolente, con hombres y mujeres de buena voluntad?

Todas las formas de intimidación y demostración de frágil poder han lanzado contra nosotros. Pero ellos bien saben que el momento de la verdad se acerca y los cerca, se creían fortalezas inexpugnables y mire que débiles eran… Já, já, já… Ya no encuentran que inventar, pero no nos los calamos más… No podrán escapar ni tener paz porque la mano de la justicia será larga e implacable.

Somos felices siendo así; ¡sí, somos contrarrevolucionarios, no hay términos medios…!, a ver cómo nos ponen a todos presos…

  “La felicidad puede encontrarse incluso en el más oscuro de los tiempos, pero sólo para aquellos que recuerdan encender la luz.”

—Albus Dumbledore, personaje de Harry Potter

Elogio del ser: ¡Fuimos médicos…!

Cualquiera pensaría que abdiqué a mi condición de médico… No, nunca lo haría y cuando expreso que ¨fuimos médicos¨ me refiero que ¨al fin fuimos médicos…¨, pues el frío y el viento amable de estas calendas nocturnas me retrotraen a mis años estudiantiles con sus cielos caraqueños claros preñados de luceros con mis fortalezas y mis debilidades, lo que de alguna manera toca al escabroso tema de ¨la martiriología de los exámenes finales¨. Nunca uno siquiera pensó en que podía ser médico sin presentar exámenes, una perogrullada si se quiere; esos exámenes justos o injustos, benignos o sádicos, de materias capitales o anodinas, que nos prepararían para estos otros, los verdaderos, los que presentamos cada día y en silencio frente al drama de nuestros pacientes y en los que no por rareza salimos reprobados o aprobamos con nota marginal.

Aunque suele decirse que todo tiempo pasado fue mejor sin ser cierto por supuesto, porque cada época tiene su encanto y sus decepciones, sí podemos afirmar que aquellos vetustos años al menos eran diferentes… y por ello, en mis noches tranquilas, donde impera la quietud y el sosiego, evoco particularmente aquellas noches inolvidables. Con la llegada de mayo y sus mangos, las diarreas del abuso llamadas también ¨mayo¨, igualmente venían otras simbólicas, las premonitorias de los exámenes finales, pues las horas de estudio, en previsión del momento magno, se prolongaban más pudiendo pasar de las 12 o 14 horas, así que llegábamos exhaustos al ¨memento mori¨ de los latinos (¨recuerda que morirás…¨). Y es que el sistema de exámenes en la Facultad de Medicina de nuestra UCV y otras universidades públicas eran tal vez los más severos y exigentes al ser comparados con otras profesiones, y sus métodos, en ocasiones rallaban en variantes de un tribunal de la Santa Inquisición con candela y olor a carne chamuscada.

Adicionalmente, eran tiempos de dictadura, y durante estos períodos todo suele ser autoritario y debe acatarse. La conducta perezjimenista parecía haber permeado la piel de algunos de nuestros profesores, así que muchos de nuestros catedráticos celebraran los exámenes de noche… y sabido es, que en las sombras de la oscuridad no se oculta sino que el crimen. Los exámenes solían constar de tres pruebas, escrita, práctica y oral, todas eliminatorias, así que este acto era la ¨postrer prueba¨ tras la cual podría ascenderse al Olimpo o flotar en el río Hades sin perrito que le ladrara a uno.

Recuerdo particularmente los exámenes de bioquímica de primer año y de patología médica de cuarto. Ambos, profesores severísimos. Ambos, iniciaban la degollina al filo de la media noche  y duraban hasta el último canto de los gallos retrasados, entre tanto, unos 40 estudiantes aguardábamos ansiosos, algunos abandonábamos transitoriamente el lugar como mártires esperando no ver la sangre colándose por debajo de la puerta de los que ya habían sido guillotinados. Alguno, el de oído más aguzado se apostaba cerca de la puerta para ver si podía oír y repetir a los oídos anhelantes que se agolpaban tras él, alguna de las preguntas preferidas por el jurado esa noche. Afuera algunos compañeros nos hacían las mismas preguntas que nosotros nos hacíamos y todas se hacinaban en nuestra memoria dejándonos bloqueados. Hubo años en que veíamos rodando testas hasta de los más esclarecidos estudiantes, rendidos por la fatiga, sobrecogidos de miedo; fue una la de julio de 1957, algo así como una Noche de San Bartolomé cualquiera, sí, aquella que tuvo lugar en París en la noche del 23 al 24 de agosto de 1572, un asesinato en masa de hugonotes, antiguo nombre con que se calificaba a los protestantes franceses de doctrina calvinista durante las guerras de religión; pero esta vez escenificada en el Nuevo Mundo, y en pleno campus de la Ciudad Universitaria de Caracas ante la mirada impertérrita del reloj de la Plaza del Rectorado de Villanueva, evocación de un orden íntegro dando la hora desde 1954, pero destilando lágrimas esa noche…

En el primero, el Jefe de la Cátedra que vestía una ¨barba nauseabunda¨ –al decir del sabio Enrique Tejera Guevara (1889-1980) quien por el contrario vestía otra muy mona y bien cuidada-, más parecía poner atención al estado de las pupilas del examinando que a su pericia bioquímica: su dilatación llamada también midriasis, podía interpretarse como secreción extrema de catecolaminas traída a cuento por el terror del momento o bien, inducida por ¨medicinas para estudiar¨ como el Actemín® (fosfato de anfetamina) o Ritalín® (metilfenidato), drogas que realmente eliminaban el sueño, el hambre y el cansancio permitiendo estudiar horas y absorber conocimientos como una esponja, pero era vetada y tomada por este examinador como pecado mortal, es decir, sin redención por penitencia o jaculatoria; así que cuando el aspirante a pasar la materia ingresaba, no más al apreciar sus ojos y ver el estado de sus pupilas era interrogado una y otra vez anteponiendo su nombre de pila, por ejemplo, ¨¡¿Segundo, tú tomas Actemín…?! ¨¡¿Segundo, pero seguro que tú no tomas Actemín…?! A lo que Segundo lo negaba una y otra vez. Sin embargo, era repetido y repetido muchas veces como un  mantra, hasta que el infortunado de Segundo bajo aquel sondeo conminatorio aceptaba su sino asintiendo la falta: ¡Raspado…!

El caso del segundo, querido, respetado y admirado profesor, que se la daba durante las noches de exámenes, especialmente aquellas oscuras, lluviosas y borrascosas por invocar no al amor como era su costumbre, sino a criaturas tanáticas que nos hacían temblar; no se trataba si sabíamos la materia o la ignorábamos, era más bien un juego satánico donde era raspado el más pintado… Al regresar a nuestros hogares ya como hombres y mujeres libres de nuevo y volver nuestros ojos al manto celestial cuyas pálidas estrellas nos miraban con sentimiento sentíamos emoción por haber aprobado la última materia de la carrera de médico… Esa sádica costumbre de examinar de noche desapareció de nuestra Alma Mater como los espantos, el carretón de la muerte y el descabezado  asido de manos con la Sayona que merodeaban las noches de nuestra ciudad hasta cuando se inauguró la Electricidad de Caracas…

Esas noches inolvidables de épocas de examen han quedado en nuestro ser como testigos de una mezcla imborrable de emociones angustiosas espeluzno, estrago y ¨mayo¨. Se cuenta que cuando el médico y novelista español Pío Baroja (1872-1956) a los 87 años deliraba en su lecho de muerte expresaba con gritos su terror a los exámenes; igual me pasa a mí en el ensueño del despertar donde me veo aterrorizado por incógnitos maestros y sus preguntas acerca del tamaño de la molécula de la albúmina y el recuento paso a paso del Ciclo de Krebs

Yo confieso que algunos alumnos míos me otorgaron una inmerecida fama de muérgano[1] cuando integraba un jurado examinador, y rememoro cómo se contentaban si por alguna razón no podía hacer acto de presencia. Si así lo hice, les ofrezco mis disculpas, nunca fue esa mi intención pues conocía su desempeño previo y siempre traté que mis preguntas fueran ajustadas a la materia, historia clínica del paciente y a la demostración de la destreza semiotécnica del examinando. Recuerdo una querida alumna, hoy día psiquiatra, que vestía una minifalda cuando esta moda estallaba con furor primaveral en los pasillos del hospital sacando suspiros libidinosos a jóvenes y provectos y en aquél momento, ante los ojos inyectados de lujuria del jurado, le pedí que palpara el bazo de un paciente cirrótico y la pobre no sabía qué hacer al inclinarse, momento en que la terca falda ascendía más, para mostrar el filo de su rosada pantaleta de primorosos encajes blancos…

Así, que esperábamos ser y ¨al fin fuimos médicos…¨ en medio de noches de malos o buenos augurios en las que sabíamos que se estaban fraguando las claves de nuestro porvenir… Por ello, no podemos entender cómo los ¨médicos en serie¨ de mal llamadas universidades bolivarianas rehúsan realizar exámenes y aún más, permiten que sean sus propios compañeros de curso quienes califiquen el desempeño de uno de los miembros de su cohorte, y que inclusive ellos mismos se autocalifiquen, ¡¿Tigre cuidando carne…?!

 

  • La sempiterna figura del “raspao”…

 Malos y pésimos estudiantes los ha habido en todos los tiempos y cursos de medicina. Todas las épocas han tenido sus “cachitos”, “tripudios”, estudiantes profesionales, empecinados en graduarse aunque no supieran por qué, ni tuvieran con qué, que se estancaban y echaban raíces en las aulas universitarias, envejeciendo y viendo como estudiantes más jóvenes culminaban sus carreras antes que ellos. Curioso decirlo, pero verles en persona o la evocación de sus nombres, entonces y ahora nos produce un dejo de alegría, una sonrisa de condescendencia y hasta un ¿qué estarán haciendo ahorita…?

  • Recuerdo un revalidante ya entrado en años que pasantía tras pasantía, no lograba aprobar la materia de clínica médica. Aunque pareciera un acto de irresponsabilidad y ligereza, ya deseosos de que nos abandonara, le facilitábamos el examen haciéndole sencillas preguntas que pudiera responder; si se quiere, bombitas para que bateara un jonrón y la sacara del campo, pero ante nuestra frustración, siempre salía con una pata de banco y se ponchaba…

“A ver bachiller, ¿dígame cómo se diagnostica una amebiasis aguda…?

Raudo y sin titubear, el viejo-estudiante-viejo contesta,

-“¡Mediante un examen de heces directo y en fresco doctor!”

Impresionados por la vehemencia y la contundencia de la respuesta y abrigando la esperanza de que pudiera al fin aprobar la materia, contra preguntamos,

-“Muy bien, ¿Y cómo realizaría usted un examen en fresco?”

-“Bueno, coloco al enfermo en posición genupectoral [2] doctor”

-”¿En posición de plegaria mahometana, quiere usted decir?, ¿Y eso para qué? ¿Para hacerle un tacto rectal y tomar la muestra en fresco…?” –preguntamos nuevamente-

-“¡No doctor, como sabemos que las amebas se mueren por desecación en los pasillos del hospital antes de llegar al laboratorio, se coloca el microscopio sobre las nalgas y así podemos ver en fresco y directamente las amebas en el negro orificio…!”

Desentonando aquella respuesta como un sonoro y claro rebuzno, le dije,

-¨Lamentándolo mucho bachiller, ¡usted está otra vez reprobado…!¨

[1] Posición genupectoral: Llamada también de ¨plegaria mahometana¨ o actitud en la cual el tronco descansa sobre las rodillas y el pecho, apoyados sobre el plano de la cama; de esta forma, el eje del tronco está fuertemente inclinado de atrás adelante y de arriba abajo.

  • Y hablando de bilharziasis mansoni, enfermedad casi desaparecida en nuestro país, infortunadamente no por acción oficial, sino porque los ríos se han secado de tanta tala indiscriminada e invasión de las fuentes, se le pregunta a un estudiante cómo realizaría el diagnóstico de la condición. Siendo que la audacia con ignorancia es madre del verbo fácil y rápido, la estudiante contesta,

-“¡Mediante un examen de heces doctor…!”

-“¿Y que busca en ellas…? “- con una sonrisa sobrada, que preludia el éxito contesta…

-“¡Los caracoles doctor…!”

  • Con relación a otro caso de bilharziasis a otro alumno se le preguntó,

-“Diga bachiller, ¿Cuál es la causa de la anemia en casos de bilharziasis…?”

Con aire de suficiencia el estudiante responde…

-“Bueno, resulta que la teoría más plausible es la que favorece al efecto mecánico de los huevos sobre los glóbulos rojos…”

-“¿Y eso? ¿Cómo es, que no comprendo…? – Responde el doctor Herman Wuani

-“Bien, los huevos con su espolón van rompiendo los glóbulos rojos a medida que van pasando…”

  • Se cuenta que cierta vez el celebrado Maestro de Anatomía, doctor José ¨Pepe¨ Izquierdo le preguntó a una estudiante qué complejo anatómico estaba ubicado a ambos lados del cuello y que describiera sus componentes:

Con prepotencia inaudita la estudiante se arriesgó a decirle al severo profesor que la pregunta era malintencionada, muy difícil, que no la contestaría y que ella se marchaba; dicho y hecho, enervada se levantó de la silla y marchó hacia afuera al tiempo que dejaba detrás la respuesta que el viejo profesor le insinuaba,

¨!¿Pa´qué te vas culo nervioso…!?¨[3]

[1] Muérgano: Persona a quien se desprecia por sus malos sentimientos, intenciones y acciones hacia los demás.

[2] Posición genupectoral: Llamada también de ¨plegaria mahometana¨ o actitud en la cual el tronco descansa sobre las rodillas y el pecho, apoyados sobre el plano de la cama; de esta forma, el eje del tronco está fuertemente inclinado de atrás adelante y de arriba abajo.       ´

[3]No, no es una vulgaridad, el paquete vásculonervioso del cuello está integrado por las arterias carótidas comunes, las venas yugulares internas y externas, el nervio vago y el nervio laríngeo o recurrente.

Elogio del «ñato» Salas…

   

Elogio del «ñato» Salas…

Rafael Muci-Mendoza

¡Nobleza obliga! Cuando María Isabella Salas me envió un correo expresándome la deuda de gratitud y amor filial que quería saldar con su padre fallecido, recopilando entre familiares y amigos, hechos y sucesos sobre su vida, inmediatamente recodé una anécdota de mi temprano trajinar por la medicina donde él, fue un protagonista de excepción…

Espero no ofender la memoria de quien fuera mi admirado amigo, el doctor Ismael Salas Marcano (1928-2015) llamándolo ¨ñato¨; ese término, de acuerdo al ¨Diccionario de Venezolanismos¨ (1993) en su primera acepción, se refiere a chingo, pero que yo recuerde, él no era chingo… pero imagino que por tener una voz nasal parecida a la de un chingo, sus amigos cercanos le bautizaron como el ¨ñato Salas¨… Yo le conocí en la Cruz Roja Venezolana por intermedio de mi querido pariente el doctor Julián Viso Rodríguez, y recuerdo la admiración y el respeto hacia su persona que mi hermano Fidias Elías, también médico le profesaban… y luego le pude ver en alguna ocasión rondando por la casa de Annabella de Armas, hermosa joven, a quien terminó desposando… Por cierto, su madre, doña Cristina de Armas fue mi querida paciente durante muchos años.

Estudiaba yo tercer año de medicina; mi padre, residente en Valencia, luego de una cirugía no complicada de próstata realizada limpiamente en la Policlínica Méndez Gimón de Caracas por el respetado y querido urólogo, doctor Orángel Troconis, se quedó en casa de mi hermana Gileni en la Alta Florida a completar el proceso de su recuperación; cercano a los seis días comenzó a mostrar un extraño comportamiento: somnolencia, delirium, confusión y desorientación. Llamado un vecino, afamado cardiólogo, casi sin examinarle interpretó el cuadro como un accidente cerebrovascular isquémico transitorio, y ordenó para aquella época, un novísimo examen complementario llamado tromboelastograma, un procedimiento para evaluar la coagulación de la sangre, que por cierto después realizaría yo personalmente en el Servicio y Cátedra de Medicina Interna del doctor Otto Lima Gómez en el Hospital Vargas de Caracas.

Una vez que abandonó la casa, me dirigí a mi hermano Fidias –recién graduado de médico- y le expresé mi opinión adversa a ese diagnóstico pues ya yo conocía las características de esa patología neurológica y no había coincidencia alguna entre las manifestaciones clínicas de mi padre y la patología cerebral; entonces le pedí llamara a un compañero suyo, estudioso y muy versado en medicina interna quien en cuestión de minutos se acercó al domicilio, el doctor Gastón Vargas. Le revisó ¨a la antigua¨, de cabeza a pies; pero durante el examen abdominal notó algo extraño en el cuadrante superior derecho del abdomen y me dijo,

-«Rafael, posa tu mano en este sitio y podrás percibir una vesícula distendida deslizándose bajo tus dedos cuando tu papá respira: esto es emergencia quirúrgica, una colecistitis aguda…».

Le trasladamos nuevamente a la Clínica y allí el diagnóstico fue negado porque una prueba llamada Biligrafina® o colecisto-colangiografía intravenosa, fue «positiva» pues la vesícula concentraba el contraste yodado, es decir, que, con ello, se excluía pues el diagnóstico de la condición: era negativa en situación patológica: no se observaba su imagen; así y en contradicción con la fuerza de la clínica, «la vesícula estaba sana…».

Muchos médicos opinaron, entre otros el mítico doctor Joel Valencia Parparcén (1913-1975), catedral de la gastroenterología venezolana de entonces, quien manifestó que «nunca había visto [1] un caso de colecistitis aguda con una Biligrafina® positiva«, con lo cual echaba por tierra la posibilidad del diagnóstico de marras…

Pero, ¿cómo no tenerla?, si yo mismo había palpado aquella formación piriforme y dolorosa en su hipocondrio derecho[2], y ya conocía que en los viejos las infecciones agudas y graves, no por raridad, se expresan únicamente con delirio, una alteración aguda y transitoria de la atención y de la cognición. Entre tantas consultas y manos que pasaron por el abdomen de mi papá aquella mañana, se consideraba que su caso no era quirúrgico pues no mostraba defensa o abdomen en tabla: un signo de peritonitis aguda, o el signo de Blumberg o descompresión brusca dolorosa del abdomen que tiene gran importancia en revelar irritación peritoneal… Parecían ignorar como los cuadros clínicos se tuercen y enmascaran en los viejos y en los niños… Varios cirujanos de la clínica excluyeron la posibilidad de una cirugía pues estaba muy grave, existía riesgo de muerte intraoperatoria y no estaban dados a intervenirlo, a darle el beneficio de la duda…

Mi angustia era muy grande porque mi padre se deterioraba más y más, y seriamente temía por su vida. Le pedí a Fidias que llamara al ¨ñato Salas¨, fino cirujano a quien conocía a través de él mismo de la Cruz Roja Venezolana; se presentó en el término de la distancia con el doctor Julián Viso, compañero de curso de Fidias y además primo nuestro, y ante mi insistencia, con decisión y coraje –el que les había faltado a otros cirujanos- decidió realizar la laparotomía exploradora que aquellos habían temido ejecutar. Para ese momento se debatía si existía o no el «temperamento quirúrgico»; a mí se me antoja que, si entonces ya no existía o se había diluido, en aquella circunstancia crucial en la vida de mi padre era más que real y expresado en la firme actitud de «el ñato», Y, ¿por qué no mencionar también al dispuesto anestesiólogo, doctor Moisés Perel…?

Al abrir el abdomen de una certera incisión con el bisturí, manó de su interior, de la cavidad peritoneal, un ominoso y cetrino líquido y se expuso ante nuestros ojos una vesícula muy distendida con parches amarillo-verdosos en su superficie, evidencia de una gangrena vesicular en ciernes y heraldo de inminente ruptura y producción del temido coleperitoneo. Como era lo usual y dada la gravedad del caso, se extirpó el órgano, se implantó en el conducto colédoco un tubo de drenaje de Kerr para derivar la bilis al exterior, que luego se extraería unos 6 meses más tarde… Evolucionó hacia la vida en horas y en unos tres días ya deambulaba y tomaba líquidos. El corazón, arrojo y la decisión de «el Ñato», había conjurado la situación, había extirpado de raíz el morbo dañoso…

Con relación al cirujano existen definiciones poéticas- que en nuestra época suenan un poco desafinadas o fuera de contexto pero no por esto inciertas-, y por ello comparto con ustedes la definición de un reputado cirujano escocés, Astler P. Cooper (1768-1841): «Los atributos requeridos para ser cirujano son ojos de águila, manos de mujer y corazón de león», supongo que lo del león se relacionaba con la era pre-anestésica, en la que el arrojo y la velocidad eran las cualidades más apreciadas en un cirujano. El estudiante de medicina de la Universidad del Quindío en Colombia, Juan David Lobo-Hernández (2018) interpreta el dictum de la siguiente forma:  «…Que los ojos de águila son para identificar oportunamente los signos de las entidades que requieren ayuda quirúrgica, junto a los pequeños detalles que promueven o complican la recuperación; manos de seda para hacer artesanía con tejidos vivos donde el resultado más bello es la sonrisa del enfermo recuperado reunido con su familia; y corazón de león para enfrentar con una actitud de terapeuta, ese hilo que delimita la vida y la muerte en la presentación aguda de entidades que amenazan la vitalidad de una persona, espantando la hoz de la muerte con un rugido hipocrático y la ayuda divina del santo espíritu …» (1).

 «El ñato», era un caballero de modales refinados, un hombre de pocas palabras, calmo, que se entregaba a su arte quirúrgico con humildad y sin estridencias, los instrumentos quirúrgicos en sus manos semejaban la suave cadencia de la batuta de un conductor de orquesta dirigiendo el Lago de los Cisnes de Piotr Ilich Chaikowski;   siempre le vi tranquilo, nunca le escuché sonoras carcajadas ni chistes vulgares en el pabellón de cirugía –recinto sagrado- que quizá reservaba para otros escenarios.

 Harvey Cushing (1869-1939), el propulsor de la moderna neurocirugía segura, escribió sobre esto en el British Medical Journal en 1913, a propósito de los riesgos que tiene para el paciente un cirujano prepotente, hablachento y exhibicionista: «El paciente sobre la mesa de operaciones, como el pasajero en el coche, corre grandes riesgos si lo lleva un conductor locuaz, o que se ciñe a las curvas, sobrepasa la velocidad límite o conduce para provocar admiración».

Una vez que regresó de Houston USA, se convirtió en un distinguido Cirujano Cardiovascular y profesor universitario, Jefe del Servicio de Cirugía Cardiovascular del Hospital Vargas de Caracas y profesor de esa cátedra, quien me enviaba para evaluación los pocos pacientes con enfermedad carotídea que ocurrían a su servicio.

Aunque posteriormente nos veíamos muy ocasionalmente, siempre conservé intacto mi agradecimiento por haberle concedido a mi padre muchos años más de vida cuando otros cirujanos no daban un céntimo por él, porque ya le habían desahuciado, porque no tenían los atributos de un fino cirujano: ojos de águila, corazón de león o manos de mujer…

 

Referencias

  1. Lobo-Hernández, JD.  El quirófano: entre recomendaciones científicas y el arte de operar. Colomb. Cir. 2018;33 (33):247-249.

[1] Recuérdese que hay cuatro palabras que no figuran en el diccionario de la medicina: siempre, nunca, todos y ninguno.

[2]   El síndrome o Ley de Courvoisier-Terrier hace referencia a la dilatación de la vesícula biliar, ictericia mecánica y decoloración de las heces, que se presenta cuando existe obstrucción de la ampolla de Vater provocada por una neoplasia de esta o de la cabeza del páncreas, o como en el caso de mi padre, por la existencia de un cálculo en el conducto biliar común; en este último caso se acompaña de fiebre, escalofríos y dolor, y agregaría yo –como en el caso de mi padre añoso-, de delirio… Muchos años más tarde, palparía yo la vesícula de mi esposa Graciela cuando desarrollara una colecistitis aguda litiásica y gangrenosa, lo que me hizo insistir en que fuera intervenida de emergencia ante la pobreza de las manifestaciones clínicas y la negatividad de los exámenes complementarios…

 

 

 

 

Elogio de los pioneros…

 

La fascinación por el escrutinio del entorno en busca de minúsculos detalles que revelen la verdad total, es un ejercicio intelectual cuyos orígenes se remontan a un pasado lejano y se pierden en la oscuridad de los tiempos… La historia del hombre, de las ciencias y particularmente de la medicina está llena, si se quiere,  de pasión y de búsqueda directa de la verdad, pero también de “serendipismos”, de “accidentes felices” si se desea, de hechos encontrados por legítima “sagacidad accidental” cuando no eran buscados, y basten como ejemplos entre otros, los descubrimientos del fuego por el hombre primitivo, de la penicilina, la quinina, la insulina y el éter, la vulcanización del caucho, la dinamita y el polietileno…

Por su parte, pionero es un vocablo que se origina en el francés. Es aquella persona que se adelanta en la exploración de nuevas tierras o da los primeros pasos en una actividad humana. Es quien se ha esforzado en ser constructor de un mundo mejor, es quien inicia un nuevo camino, uno desconocido únicamente guiándose por la inteligencia y la pasión, es ser valiente para lograr trascender en el tiempo y en el espacio. Un pionero es quien se adelanta, quien se arrostra, es quien se mueve por un arrebato desbordante, es el que casi nunca descubre por serendipia, sino que tiene claro un objetivo en su búsqueda.

  • El colombiano Esguerra, pionero de la radiología en Colombia…

El profesor Gonzalo Esguerra Gómez nació en Bogotá, Colombia, el 24 de enero de 1902, y rodeado del amor y los mimos de su familia falleció en su hogar, el 21 de diciembre de 1989 a la edad de 87 años, con un costal repleto de logros, de bien hacer y la satisfacción del deber cumplido.

Poseyó una recia personalidad, honesta y emprendedora imbuida por un deseo constante de superación que puso al servicio de su país y de sus colegas médicos; sus acciones han trascendido incólumes hasta nuestros días sirviendo de ejemplo y bitácora para los que han venido después.

Deseaba estudiar ingeniería, no obstante, el azar y el destino le tenían asignada otra tarea: en las vacaciones de 1919 un hecho trascendental le hizo cambiar sus proyectos: Fue requerido a servir de intérprete del radiólogo francés André Richard, contratado para trabajar en el Laboratorio de Rayos X del Hospital San Juan de Dios perteneciente a la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional en Bogotá. Gonzalo comprendió su inclinación hacia la medicina y se inscribió en la facultad; ya estudiante de medicina, desempeñó el cargo de ayudante del laboratorio de radiología hasta finales de 1922. Luego de haber presentado como requisito para el grado la tesis, ¨Signos radiológicos de la apendicitis crónica¨, recibió el título de doctor en medicina y cirugía de la Universidad Nacional el 19 de noviembre de 1927,

Ya en la ruta, durante tres meses hizo pasantía en el Hospital Vaugirard de París bajo la dirección del profesor Claude Béclère. Su progreso en el conocimiento de la radiología lo animó a adquirir un aparato de rayos X que instaló en la Clínica de Marly de Bogotá, el cual comenzó a funcionar bajo su dirección el 7 de junio de 1923; la universidad lo reclamó y con empeño inició su carrera docente ascendiendo en el escalafón universitario.

Llegó a ser profesor de patología interna y de clínica médica en la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional y en el Hospital San Juan de Dios en Bogotá; su dedicación y estudios le llevaron a conocer en profundidad cómo funciona y cómo se enferma el ser humano. Comprometido, en 1904 fue uno de los fundadores de la Sociedad Casas de Salud y Sanatorios, que 24 años más tarde se transformaría en la afamada Clínica de Marly. Posteriormente, en 1930 ocupó la rectoría y la decanatura de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional de Colombia. Todo ello, aunado a su carácter de líder, a la publicación de muy numerosos trabajos científicos, distinciones y reconocimientos locales e internacionales ha sido considerado “el padre de la radiología en Colombia”.

El pionero abre camino, crea y disemina ejemplos, enseña con rigor y con bondad, deja el camino empedrado para que otros amplíen las vías y extiendan el recorrido. Y así lo dijo, “Me declararía satisfecho si al terminar el año escolar he logrado inculcar en mis alumnos ese cariño y ese fervor que profeso y he profesado siempre por mi estudio de la radiología”.

Honor a quien honor merece…

Referencias

  1. Acero G. Gonzalo Esguerra Gómez ¡Un precursor de la radiología! El Informador Médico. 1995;52:18-24.
  2. Albornoz-Plata A. Un gran señor e inmejorable profesor: Gonzalo Esguerra Gómez. Rev. Medicina. 1991;25:43-44.
  3. Esguerra G. “El descubrimiento de los rayos X y los primeros estudios de radiodiagnóstico realizados en la ciudad de Bogotá”. Primeras Jornadas Radiológicas de la Sociedad de Historia de la Medicina, Bogotá, 14 de agosto de 1983.
  4. Gómez González J, Briceño-Iragorry L, Rabí Chara M. Diccionario Biográfico Médico Hispanoamericano. Op. Cit. pp. 4-242-243. Caracas Editorial Ateproca. 2007.
  5. Ulloa Guerrero LH. Gonzalo Esguerra Gómez: médico radiólogo, docente y fundador. Rev. Colomb. Radiol. 2008;19(2):2440-2443.

  • El venezolano Beauperthuy, pionero de la microbiología, microscopia, entomología, precursor de la moderna inmunología, del mosquitero y de la medicina preventiva y descubridor del rol insectil en la diseminación de la fiebre amarilla y la malaria. 

               Louis Daniel Beauperthuy Desbonnes, 1807–1871

 

Bien sabemos que la historia de la medicina debe aún superar baches de inexactitud o tergiversación acerca de descubrimientos e investigación de hechos y enfermedades. Además, también conocemos que lo importante en ciencia no es quien primero tiene la idea, si no quien la da a conocer al mundo.

Así, hagamos un poco de historia. La teoría de Carlos Finlay (1833-1915), proponía la intervención causal de un virus en el origen de la fiebre amarilla y la transmisión de éste por la picadura de un insecto, el mosquito Aedes aegypti. Como suele suceder con los pioneros, en sus inicios pareció irracional, pero ciertamente, no era tan novedosa: En 1790 el médico irlandés John Crawford, relacionó directamente a la fiebre amarilla con el contagio a través de los insectos. Posteriormente en 1797, Benjamín Rush hizo notar la enorme cantidad de mosquitos presentes durante la epidemia de fiebre amarilla ocurrida en Filadelfia, observación seguida por otras semejantes de Vaugham, en Illington, Inglaterra en 1802; Blair en la Guyana Británica en 1812, y Whightman, en San Agustín en 1833. El notable médico Josiah Clark Nott (1), publicó en 1848 un importante artículo en el que refutó la teoría miasmática y postuló que la fiebre amarilla y quizás la malaria, eran de origen animal o producidas por insectos, y mostró numerosas y valiosas analogías entre el ciclo vital de los insectos y la epidemiología de la fiebre amarilla.

* Como venezolano es un deber mío y sería un acto de imperdonable omisión, no mencionar en esta memorable conferencia magistral el nombre del doctor en medicina Louis Daniel Beauperhuy Desbonnes (1807–1871), médico y científico nacido en Basse Terre, Isla de Guadalupe (Antillas Francesas), radicado en Venezuela; venezolano por naturalización y genuino descubridor del agente transmisor de la fiebre amarilla. Su historia resumida es una de excelencia.

Puede decirse que en Venezuela mucho se ha escrito acerca de este esclarecido venezolano: académicos, investigadores e historiadores han investigado su vida y su obra.  (2-15)

Al año siguiente de graduarse en medicina en la Universidad de París en 1837 con la tesis ¨De la Climatologie¨, donde analiza el ambiente y su relación con las enfermedades es enviado como viajero naturalista del Museo de Historia Natural de París a Venezuela, llega a Cumaná en el oriente del país a orillas del mar Caribe, una población de 26.000 almas en 1802 -y que en 1853 era de apenas de seis a siete mil habitantes por migración-;  de allí pasa a Maturín desde donde realizó numerosos envíos de muestras de minerales, flora y fauna. En 1842 se radica de manera definitiva en Cumaná donde forma hogar y ejerce la medicina durante 30 años. En 1844 luego de revalidar su título en la Universidad Central de Venezuela, comenzó a cultivar la investigación científica; ella le conduciría a establecer en 1853 que la fiebre amarilla se transmitía mediante un mosquito, no por los malos aires como hasta entonces se creía (2, 3, 5,6).

Fue un investigador incansable y en dos trabajos seminales explica el rol de las picaduras de insecto en la transmisión de la enfermedad: Beauperthuy L. D. Pathologie sur une varieté de forme de la Pustule Maligne due a la piqured d’un insecte de la familia des Acariens. Comptes Rendus des Science de L’ Académie de Sciences. 1861;52(21):1076-1077, y Beauperthuy L. D. Miasmas. Escuela Médica. Periódico Médico Quirúrgico. Caracas (Venezuela). 1875; Número 1:10-15 (16-24).

Sobre la base de sus cuidadosas observaciones realizadas en el día a día de su trabajo y en sus investigaciones de campo apoyado en un excelente microscopio acromático modelo Vincent Chevalier de mucha fama en su tiempo, reputado como de los mejores que siempre le acompañaba (5), se distancia de la teoría miasmática, hipótesis  aceptada y dominante durante su formación parisina; de esa forma apunta en 1875, ¨…la causa de la enfermedad no es un agente miasmático ideal, insensible a nuestros medios de investigación: son agentes, a la verdad imperceptibles a la simple vista, pero visibles examinados microscópicamente…¨ (16). Este aporte magnífico y original, indudablemente contribuyó a la formación de la base teórica del origen microbiano de muchas enfermedades infecciosa, que debió esperar por los luminosos trabajos de Pasteur y Koch tiempo después de su fallecimiento en 1871.

En 1853 acaece una epidemia de fiebre amarilla en Cumaná, ocasión que aprovecha para inculpar a los mosquitos como agentes transmisores. En 1854 pone sus observaciones por escrito y al referirse al rol vector de insectos tuliparios (designación de los mosquitos en la época de Beauperthuy), describe entre las especies que captura, colecta e identifica al Aedes aegypti, ¨los agentes de esta infección presentan un gran número de variedades que no son todas perjudiciales en el mismo grado. La variedad zancudo bobo, de patas rayadas de blanco, en cierto modo la especie doméstica, es la más corriente…¨ (16).

Y no bastándole con ello, poco tiempo después en Cumaná, durante una epidemia de cólera examinando muestras de heces identifica al vibrión colérico mucho antes de que ese microorganismo fuera reconocido e involucrado en su génesis. Veamos cómo se expresa, ¨el líquido blanquecino, coposo, parecido a un cocimiento de arroz, que se considera patognomónico del Colera Morbus, está formado… de una multitud de vibriones o tenias microscópicas de uno, dos y de tres centésimos de milímetros de largo… Insectos microscópicos, dotados de movimiento propio de rotación lateral o circular y de progresión… provistos de un apéndice caudal muy corto…” (17-21).

En 1856 dirige una memoria a su antiguo profesor Marie-Jean-Pierre Fluorens a la Academia de Ciencias de París en la que reúne sus observaciones sobre la fiebre amarilla y el cólera con el objeto de someter a consideración para asegurarse a toda eventualidad -decía -, ¨la prioridad de mis descubrimientos sobre las causas de las fiebres en general¨. Aunque la memoria fue publicada en el Comptes Rendus (1856) de la Academia de Ciencias de París (18), y en L´Abeille Médicalle (1856) (19), permaneció ignorada durante más de cincuenta años antes de que su importancia fuera reconocida por la comunidad científica internacional y su imagen científica fuera rescatada para la historia de la ciencia. Duda no cabe que con sus estudios y precisas descripciones se revela como el pionero de la microbiología en Venezuela, al tiempo que precursor de la microscopía, entomología, los trabajos de campo, clínicos y científicos (20-24).

La confirmación de que mosquitos eran los responsables de la transmisión de Fiebre Amarilla, fue realizada por la Yellow Fever Commission (YFC) en 1900, coordinada por Walter Reed, e integrada por W. Reed, L. Carrol, A. Agramonte, y J. W. Lazear, con la cooperación de otros como W. C. Gorgas y C. Finlay: este último, desde 1881 afirmaba en Cuba, país donde realizó su trabajo la YFC. Carlos Juan Finlay (1833-1915) médico y eminente científico cubano en 1881, descubrió y describió la importancia del vector biológico a través de la teoría metaxénica de la transmisión de enfermedades por agentes biológicos, aplicándola a la fiebre amarilla transmitida por el mosquito Aedes aegypti (25). Afirmaba que los mosquitos eran los trasmisores de la enfermedad (una teoría sin demostración experimental, como tantas otras de la época relacionadas a este proceso infeccioso –Horsman, 1987-, responsable de graves brotes epidémicos en el continente americano). La ulterior confirmación experimental permitió la adopción de medidas preventivas de gran eficacia, para el control de la enfermedad (25-28).

No obstante, el meritorio trabajo llevado a cabo por la YFC, es importante resaltar que pocos años después de su informe oficial en 1908 y en 1915, Arístides Agramonte (29), uno de sus miembros constitutivos, reconoció que fue Louis Daniel Beauperthuy, quien por vez primera vinculó a mosquitos como los responsables de la transmisión de enfermedades infecciosas tales como malaria y la fiebre amarilla.

No vivió el sabio Beauperthuy para presenciarlo, pero alcanzó el título honorífico de ¨el abuelo de la teoría de Finlay¨ pues precedió en casi 30 años a la confirmación experimental realizada por la comisión. (Agramonte 1908, 1915), reconocimiento hecho también por Chauffard en 1909 (Chauffard, 1909) y Blanchard en 1914 (Blanchard, 1914) (22,25).

En adición, él presintió igualmente la naturaleza de la inmunidad infecciosa cuando escribió que, ¨nosotros debemos considerar la aclimatación como una inoculación¨. También el profesor Blanchard dijo que era verdaderamente interesante encontrar escrito de la pluma de Beauperthuy semejante lenguaje que un parasitólogo contemporáneo hubiera firmado sin titubear: ¨Esta cuestión de la aclimatación tiene por solución la de la inoculación, que modifica lentamente y en alguna forma de una manera insensible el conjunto del organismo… Esta modificación, verdadera vacunación disminuye la intensidad de acción del virus tipulario sobre el organismo y modifica profundamente la constitución de los tejidos sanguíneos¨ (22). En esta cita puede apreciarse el profundo alcance y la visión profética de Beauperthuy, precursor de la moderna inmunología y de la medicina preventiva con sus vacunaciones… Recomendó el mosquitero, ¨Basta, además, la interposición de un mosquitero entre el cuerpo del hombre y estos insectos para preservarlo de la fiebre¨…

William Osler (1849-1919), médico canadiense y padre de la medicina interna asentó elocuentemente: “En las ciencias, el crédito se da al hombre que convence al mundo, no al hombre a quien se le ocurrió inicialmente la idea”. En 1881 el cubano Carlos Finlay fue a Washington D.C. como representante del gobierno colonial ante la Conferencia Sanitaria Internacional; allí presentó por primera vez su teoría de la transmisión de la fiebre amarilla por un vector intermediario, el mosquito. Pero ya en 1853 en Cumaná, Venezuela, Louis Daniel Beauperthuy encargado de dirigir las acciones durante una epidemia de fiebre amarilla, tuvo la ocasión de efectuar observaciones más detalladas acerca de la etiología, el contagio y el tratamiento de la fiebre amarilla.

Luego de haber sido controlada la epidemia, en mayo de 1854 publica en la Gaceta Oficial de Cumaná, 27 años antes que Finlay, los resultados de esas observaciones en las cuales concluía enfáticamente que dicha fiebre era provocada por un agente vegeto-animal procedente de materias en putrefacción, el cual era introducido en los cuerpos de la víctimas humanas mediante la picada de mosquitos o tipularios, e inculpa a un mosquito especial  reconocible por las rayas de sus patas –estriped legged mosquito– o Aedes aegypti como el vector responsable. Tal vez por ignorancia o descuido, la gloria del descubrimiento de la teoría insectil de la transmisión de la fiebre amarilla se le atribuyó a Finlay y no a Beauperthuy, quien hizo la observación, elaboró su teoría y la publicó en Venezuela y posteriormente en Francia; por tanto, considero que es de justicia, hacer la precisión precedente.

Una pregunta surge como colofón, ¿Qué circunstancias se conjugaron para que la gesta gloriosa de Beauperthuy no fuera tomada en cuenta a la hora de designar su primigenio rol en la teoría insectil de la fiebre amarilla? Aunque fue diligente en publicar sus observaciones, se entiende que su primer reporte en una oscura revista, la Gaceta Oficial de Cumaná en 1854 y 1855 (20, 21) y Periódico, no fuera conocida. Sin embargo, es bien sabido que sus comunicaciones epistolares fueron enviadas a la Academia de Ciencias de París a su preceptor el doctor R. Blanchard que designara para su examen a los doctores Andral, Boussingault y Serres; éstos, aferrados a las ideas reinantes no supieron apreciar la trascendental importancia de sus descubrimientos. La memoria fue resumida por el profesor Fluorens el año de 1856 y publicada en L’Abeille Medicale y en Comptes Rendus des Sciences de L’Ácadémie de Sciences en 1856 (16).

Quizá, si Beauperthuy hubiera residido en Francia, otra suerte hubiera premiado los esfuerzos del pionero…

Quiero de nuevo expresar mi gratitud sincera por el grande honor concedido…

 Referencias.

  1. Horsman R. Biography of Josiah Clark Nott (1848, Mobile, Alabama) LSU Press. Baton Rouge. Louisiana. 1987. USA.
  2. Anduze PJ. Beauperthuy entomólogo. Boletín de Laboratorio Clínico, 1954;1:8-13.
  3. Archila R. 1954. Luis Daniel Beauperthuy, revisión de una vida. Caracas. Imprenta Nacional. 48 pp.
  4. Beauperthuy de Benedetti R. Adición a Juicios y Comentarios a la Obra de Beauperthuy. Revista de la Sociedad de Historia de la Medicina. 1964;12:227.
  5. Beauperthuy de Benedetti R. Louis Daniel Beauperthuy et la méthode scientific, the role des moustiques dans le transmission de la fièvre jaune. Les annals d’Hygiène de Langue Francaise, 1962;(6):25-32.
  6. Beauperthuy de Benedetti R. Beauperthuy y su microscopio. Revista de la Sociedad de Historia de la Medicine. 1978;27:59-64.
  7. Beauperthuy de Benedetti R. Présence de Beauperthuy. Editions Hervas. Paris. (40 pp).
  8. Agramonte A. An account of the doctor Louis Daniel Beauperthuy, a Pioneer in the Yellow Fever Research. Boston Medical Surgical Journal. 1908;158:927-930.
  9. Godoy G. A 200 años del nacimiento de Louis Daniel Beauperthuy se conmemora su vida y su aporte a la ciencia. Sabe, Universidad de Oriente. Venezuela, 2007;19 (2):266-69.
  10. Gómez JM: Trabajos científicos. 1991. Luis Daniel Beauperthuy. Biblioteca de autores y temas sucrenses. ISBN 980-6047-80-X. Cumaná. Venezuela.
  11. Gutiérrez Alfaro JJ. Luis Daniel Beauperthuy: El precursor. Boletín de la Sociedad Venezolana de Microbiología. 1990;10:5-7. Agramonte A. The inside history of a great medical discovery, origin and development of mosquito theory. Scientific Monthly. 1915;1-15:209-237.
  12. Lemoine W, Suárez MM. Beauperthuy. De Cumaná a la Academia de Ciencias de París. Editado Por: Fundación para la Ciencia José Gregorio Hernández, Universidad Católica Andrés Bello e Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas (IVIC). Depósito Legal: 1f 84-5307. Editora Cromotip. Caracas, Venezuela. 1984. 116 pp.
  13. Llopis JM. La obra de Beauperthuy (1807-1871). Caracas, Venezuela 1963. (270 pp).
  14. Sanabria A, Beauperthuy de Benedetti R. Beauperthuy. Ensayo Biográfico. Ediciones del Ministerio de Sanidad y Asistencia Social. Oficina de Publicaciones, Biblioteca y Archivo, Caracas. 1969. (171 pp).
  15. Sanabria A. Juicio Crítico sobre las investigaciones científicas de Louis Daniel Beauperthuy. Acta Médica Venezolana, 1975;22:73-77.
  16. Beauperthuy LD. Cause du Cholera Asiatique: L’Abeille Medicale, revue des journaux et des ouvrages de medicine, de chirugie, de pharmacie, des science physiques et naturalles; travau académiques. 1856 b; Tome 13 émé, trezieme année, Paris. P 117.
  17. Beauperthuy L. D. Pathologie sur une varieté de forme de la Pustule Maligne due a la piqured d’un insecte de la familla des Acariens. Comptes Rendus des Science de L’ Académie de Sciences. 1861;52(21):1076-1077
  18. Beauperthuy LD. Miasmas. Escuela Médica. Periódico Médico Quirúrgico. Caracas (Venezuela). 1875; Año 1. Número 10-15.
  19. Beauperthuy LD. Recherches sur la cause du Cholera Asiatique, sur cell du typhus ictérode et de fiebres de Maré. Comptes rendus des Séances de L’Ácadémie de Sciences. 1856 ª;14(13)692-693.
  20. Beauperthuy LD. Fiebre amarilla. Gaceta Oficial de Cumaná. 1854;57, 1 de diciembre.
  21. Beauperthuy LD. 1855. Colera morbus. Gaceta Oficial de Cumaná, nº 79, 23 de mayo.
  22. Beauperthuy LD, de Roseville A. Lettre sur la presense D’Animalcules Dans Diverses Secrétions et Excrétions de l’Homme malade. Comptes Rendus des Séanles de L’Ácadémie de Sciences, 1836; 52(21):1076-1077.
  23. Beauperthuy LD, de Roseville A. Animalcules Microscopiques Considérés Comme Cause de la Putréfaction. Journal des Connaissances Medicales, 1838;Avril p 203.
  24. Finlay C. El mosquito hipotéticamente considerado como agente de transmisión dela fiebre amarilla. Anales de la Academia de Ciencias Físicas y Naturales de la Habana. 1881;18:147-169.
  25. Reed W, Carrol J, Agramonte A. The etiology of yellow fever- An additional note. Journal American Medical Association. 1901;36:431.
  26. Blanchard R. Noticies biographiques XXIV. Louis Daniel Beauperthuy, 1807-1871. Archives de Parasitologie 1914;16:503-545.
  27. Brassac PJ. Une misión a Cumana. Resultats obtenus dans le traitement de la Lépre Greecque par le docteur Beauperthuy. Report adressé a M. le Director de L’Interieur de la Guadaloupe, Bass-Terre, Guadaloupe, 1866; Imprimiere du Governement.
  28. Chauffard A. Lecón d’Ouverure. Faculte de Médicine de Paris. Course D’Histoire de la Médicine e de la Chirugie. La Presse Medicale. 1909;23:201-209.
  29. González Font J. Travaux Scientifiques de Louis Daniel Beauperthuy. Imprimiere Nouvelle, A Bellier et C, Bordeaux. 1891; France.