Elogio de la etnia…

 

Elogio de la etnia… (Redivivo)

Rafael Muci-Mendoza

 

No estoy seguro si mi padre, también migrante de la persecución siria otomana tan terrible como fue,

al comprenderlo, se identificaba con él…

 

De buen porte era aquél indio guajiro, o si se desea de la etnia wayú o wayúu, tan afecto a la casa de mi infancia, «Ramiro Espiayú», alto, corpulento, de pocas palabras, con su cara aguzada de cotejo, su tez cobriza curtida por el sol y su cara seria picada de viruela, a veces ablandada por una media sonrisa, sus manos grandes y llenas de callos y nudos y a quien mi padre llamaba para aquellos oficios propios de un ¨toero¨, pues hacía de todo, lo hacía muy bien y en el término de la distancia; no sé si por convencimiento o por prevención de una sarta de reprimendas que no estaba dispuesto a recibir: bien le pasaba un lechado a las casas de mi papá, reparaba las tejas, reemplazaba una viga cariada por otra o colocaba nueva caña brava en el techado, reparaba la caja de agua del baño a dos metros del suelo que al tirar de la larga cadena traía a la poceta una tonelada de agua bullanguera, y si el templón era desproporcionado, se venía el depósito con todo y tubería, o pintaba con brocha gorda lo que fuera, dejando aquellas paredes homogéneas y lisitas….

Pero especialmente, lo llamaba con ocasión de aquellas empresas difíciles a quienes todos le sacaban el cuerpo y que nadie podría hacer tan bien como él, como encaramarse en una escalera, quitar el cielo raso del techo frente al paraqué –una habitación adyacente a la sala que no se sabía para qué servía, por qué se llamaba así y donde se recibían las visitas- y entendérselas con un enorme panal de abejas y sus furiosas residentes no dispuestas a dar prenda.

Aquel enjambre iracundo le picaba por todas partes y él, ni se enteraba ni mostraba interés alguno por quitárselas a manotazos ni protegerse la cara ni los ojos, sus aguijones ponzoñosos no le levantaban ronchas ni le producían siquiera escozor. Parecía tener ese extraño síndrome llamado de «insensibilidad congénita al dolor» donde ocurre una interpretación anormal de los estímulos dolorosos que no son percibidos como tales y el tipo no se da por enterado cuando algo le lastima o le hiere, y por ello tiene el cuerpo cuajado de mataduras y cicatrices, o ese otro síndrome propio de la gente que la vida le ha negado todo y ha pasado tanto trabajo y tanta privación y pena, que una picada de avispa o la rabia de un alacrán le parecen nimiedades…

Ese era su trabajo y había que hacerlo, y hacerlo bien, por eso mi papá lo quería mucho, tanto como a un hijo, y más aún lo admiraba y le respetaba por su consecuencia, disposición y responsabilidad, y no dejaba de amonestarlo cuando desviaba la meta. Era un indio que los muchachos de mi casa juzgábamos como ¨raro¨, porque no era Ramiro uno de esos indios con pluma en la cabeza que veíamos en la matinée de los sábados en el Teatro Imperio de Valencia, apaches o sioux, chirikaguas o cherokees, pintarrajeados, galopando sin montura, con una lanza en ristre y pegando gritos, que el muchacho de la película –¨el catirito¨ cómo le decían en Maracaibo- no perdonaba con su revolver Colt de tiro certero o su Winchester 1892; aquellas montoneras, mensajes subliminales de desprecio e intransigencia, eran verdaderas peleas de tigre con burro amarrado, que en su momento, inocentes aplaudíamos a rabiar por virtud de la manipulación mediática gringa contra las razas originarias a las cuales casi aniquilaron de un todo…

¿Cómo había llegado aquel indio a Valencia…? Creíamos que «Espiayú» era su apellido, porque entonces ignorábamos que en la Guajira Venezolana existían al menos 30 clanes o castas, cuyo mayor porcentaje de población se distribuía entre los «Epieyú», Uriana e Ipuana y por ello, al escuchar su nombre y pegado a él, el extraño apellido, no otra cosa que el nombre del clan al cual pertenecía, por supuesto que distorsionado por la ignorancia y cosa que a él poco le importaba, sentíamos sobrada emoción…

Mi hermano Franco sentía especial fascinación y cercanía hacia el indio a quien de continuo le pedía le regalara un arco con sus flechas y un puñal, y el indio, de muy pocas palabras, casi monosílabo, asentaba de vez en cuando para no llevarle la contraria; pero en verdad Ramiro nunca le regaló nada, pero tampoco le arrebató la esperanza…

Ramiro era migrante como tantos hoy día, venido al centro del país para huir tal vez de la vida limitada y austera, del calorón y la tierra abrasada, o huyéndole al bastón de mando y a la justicia de un palabrero, o quién sabe si de un desarraigo amoroso, echando de menos el baile de la yonna o chicha maya donde más de una vez había mordido el polvo por virtud de una india antojadiza de rápido bailar que le hiciera enredar los pies y caer a tierra cuan largo era…

No estoy seguro si mi padre, también migrante de la persecución siria otomana tan terrible como fue, al comprenderlo se identificaba con él y vestía sus zapatos evocadores de recuerdos que le ponían triste, pero también al ver a su numerosa prole venezolana, estudiosa y pujante, pagaba al país por las bondades que le había brindado…

Ha sido ancestral que el comercio sea la actividad más importante de los wayú, dada la vida difícil en esas tierras lejanas y olvidadas, incluido más recientemente el «bachaqueo» o contrabando entre Venezuela y Colombia de gasolina, güisqui y artículos de primera necesidad. La Constitución Bolivariana de 1999, ¨la mejor del mundo¨ y la más vulnerada de la vía láctea, ha incluido en su articulado sentencias hermosas para cuidarlos, pero me sospecho que se trata de un dechado de letra muerta y ya fétida, tal cual su Preámbulo, más perteneciente a un país idílico que a la diaria realidad que padecemos.

Las asambleístas que tienen que bregar con la protección de las etnias sólo visten coloridas mantas o camisones guajiros, creo que más para aparentar que para representar un genuino compromiso, pues además de haberles abandonado hace rato, se olvidan de los pemones en el sureste del estado Bolívar en la frontera con Guyana y Brasil, habitantes comunes en la Gran Sabana y todo el Parque Nacional Canaima, que en sus hermosos mitos describen los orígenes del Sol y de la Luna y la creación de los tepuyes milenarios –Monte Roraima o Dodoima en pemón– y las actividades del héroe creador Makunaima y sus hermanos; y los yanomamos, o la gran nación yanomami, ubicados en nuestro país principalmente en el estado Amazonas, consentidos del padre Cocco, misionero salesiano italiano nunca suficientemente exaltado y reconocido aunque tan a menudo olvidado, y que además se extienden en los territorios brasileños de Amazonas y Roraima.

El venezolano que es un ser de memoria corta, o no le importan sino sus intereses personales o sus propias pequeñas-grandes tragedias, acaso olvide la Masacre de la aldea Haximu, un genocidio cometido en territorio venezolano en 1993 donde en medio de fusiles contra flechas, unos 16 yanomami fueron asesinados por un grupo de garimpeiros o buscadores independientes de oro. ¿Hubo justicia…?

Los pemones que han sobrevivido 500 años después de la llegada de los españoles al continente americano denuncian que “ya llegaron brasileros a minas del Parque Nacional Canaima, aterrizan en Campo Carrao, al lado Salto Ángel, con combustible y bombas”… El ejército o la guardia nacional quienes deberían protegerlos y proteger el suelo patrio,  se hacen la vista gorda y de inmediato les desmienten… Cataplasmas de oro y billetes verdes sobre el pecho a la manera de condecoraciones, les eliminan el sentido de pertenencia y sepultan su deber patriótico…

Resulta triste y penosa la situación en la que pueblos que han habitado las selvas del Estado Bolívar de Venezuela, la Guayana y el Amazonas, siguen siendo desplazados y despojados del derecho a poseer y a explotar las tierras que han ocupado durante siglos, mucho antes de la Conquista de América. Los buscadores de oro han hecho de aquellos hermosos parajes territorios contaminados de enfermedades venéreas y de mercurio sin mencionar las extensas áreas deforestadas, nunca más recuperables… Como este metal pesado se amalgama con el oro y la plata, se ha utilizado para mejorar la separación de las partículas de oro de la ganga o mineral secundario que le acompaña.

Las embatoladas de la Asamblea, mujercitas de pocas luces, no deben olvidar el desastre de Minamata… En 1956, en esta ciudad industrial de Japón, comenzaron a aparecer personas con extraños síntomas de discapacidad sensorial como falta de coordinación motora y alteración de la sensibilidad en manos y piernas, pérdida de la visión, la audición y la palabra, y, en casos extremos, parálisis e incluso muerte por hidrargiria o envenenamiento por mercurio, con cerca de 900 muertos y más de 2000 afectados. El tipo y el grado de síntomas que se presentaron eran individuales y dependían de la dosis, del método de contaminación y de la duración de la exposición. Un ejemplo claro y desgarrador de negligencia, búsqueda del lucro económico a cualquier precio incluido la vida de los demás, y el desprecio al medio ambiente…

Lo que pasa es que el negocio es muy grande, la conciencia muy pequeña, la codicia aguda para el negociado ilícito es febril y la ceguera funcional de las autoridades es profunda para no mirar lo que no conviene y les reporta inconmensurables beneficios…

Otro invasor de aquellos desolados territorios es la malaria o paludismo. Aquellos tiempos de casas muertas, de escalofrío solemne con tiritar de dientes, anemia y bazo agrandado vienen con la octava estrella de la bandera, pura paja… De acuerdo a la Sociedad Venezolana de Salud Pública y la Red Defendamos la Epidemiología, hasta el 18 de julio pasado se notificaron 69.413 casos, lo que representa un aumento de 57,8% con respecto al período homólogo anterior donde se contabilizaron 43.992. El estado Bolívar concentró 54.381 enfermos o el 92,2 % de los casos notificados. Los estados Amazonas, Delta Amacuro, Monagas, Sucre, Apure y Zulia, también se encuentran en el ojo de la epidemia, esa que la dictadura se empeña en negar, siendo que en el inmediato quinquenio 2010-2014 el incremento fue de 109%, un salto atrás epidemiológico, una afrenta a la epidemiología nacional… Pero, ¿qué queremos?, no puede compararse un tal Henry Ventura y su cerebro chiquito que emulando el parto de los montes parió la  «micromisión contra la malaria» con un Arnoldo Gabaldón que en su tiempo, con conocimientos, liderazgo, garra y corazón de león logró que Venezuela fuera el primer país de América Latina en erradicar la malaria… ¡La vergüenza no existe en los prohombres de la revolución…!

Es que la Venezuela chavomadurista, tiene uno de los peores escenarios económicos: la inflación más alta del planeta, prolongada recesión, desabastecimiento y carestía de productos esenciales, desgarradora crisis humanitaria compleja en salud, un desorden cambiario originado por tres tasas de cambio para engordar la codicia de los vivos del régimen, un país donde la gente está pasando hambre, ese mismo donde mueren 25.000 ciudadanos violentamente cada año, donde la fuerza pública de Venezuela opera en conjunto con las bandas criminales y con toda la delincuencia organizada que hay en el eje fronterizo permitiendo el contrabando a gran escala, ese que no pasa por las trochas sino por los puentes internacionales, ¿Quién puede creer que un régimen falsario e irresponsable, inmoral y mendaz y que se encuentra de salida, pueda darles seguridad, estabilidad y tranquilidad a 20.000 refugiados sirios…?

Ramiro debe estar contento con mi recuerdo, pero también muy triste; triste al ver a su pueblo rebajado por políticos corruptos a categorías infrahumanas que hablan tanta paja que podrían dar de comer a toda una legión de chivos hambrientos… ¡Chivo que rompe tambor, con su pellejo lo paga…!

 

Addendum

 

La condena de Leopoldo López de manos de una funesta jueza es la condena de todos los demócratas decentes de MI país y con relación a la pena inmerecida, desproporcionada y cruel impuesta desde las alturas del régimen achacoso e insignificante, el escritor Hermann Hess (1877-1962), nos alecciona:

  • «Para que pueda surgir lo posible es preciso intentar una y otra vez lo imposible»
  • «Dios no nos envía la desesperación para matarnos, nos la envía para despertar en nosotros una nueva vida»
  • «Donde cesa el bienestar y empieza la penuria, se deja sentir la educación que la vida nos quiere dar»

Elogio del apetito material

 

Soy un observador apasionado del drama del ser humano, especialmente, del ser humano enfermo… En ocasiones pareciera que el médico solo quiere ver ¨cosas¨, diagnosticar enfermedades, a veces al boleo sin importarle mucho que ¨esa¨ enfermedad esté aposentada en un ser humano: es cuando se ¨cosifica¨ al paciente, es decir, se le ha transformado en una ¨cosa inanimada¨. En países desarrollados como los Estados Unidos de América donde se privilegia la prisa y el dinero, de ello no escapa el acto médico. Ahora resulta que el acto médico es presenciado a lo lejos, o tal vez  no tan lejos, por una persona ajena a la profesión que juzga el rendimiento del pobre médico asalariado en función del tiempo que se tome para ¨evaluar¨ al cliente, que no al enfermo en función del número de ¨clientes¨ que vea; por ello, se supone que la consulta no debe durar más de 10 minutos y a los 30 segundos, el cuitado será interrumpido en su relato para que el tiempo rinda. Sin embargo, esos primeros cinco minutos de conversación, que se inician con la queja principal del enfermo y continúa con las preguntas del médico, que son fundamentales para el inicio del proceso curativo, es abortado en forma intencional. La medicina se ha mercantilizado al extremo y está en manos de corporaciones de seguros, que encontraron en la salud, un negocio que deja pingües ganancias…

La adoración del dinero es mala señal, pues es indicio de que no cuenta el sufrimiento del paciente que muchas veces, asiste a una consulta para que relatada su historia, el médico le reasegure, porque la mayoría de las veces eso es simplemente lo que el paciente desea, ser escuchado y ser parte del diálogo exploratorio o diagnóstico, donde en 80% de las veces puede arribarse a un diagnóstico con solo escuchar: esa es la brújula que nos guía en el mar misterioso de la enfermedad. El examen físico vendrá después y será ejecutado con especial énfasis en el órgano o sistema que haya sugerido el diálogo… La ¨genética¨ del encuentro ha sido un proceso de siglos de observación cuidadosa y deseo de ayudar. Ahora es suplantado por máquinas para ser usadas aunque no se necesiten, empleadas sin tino ni destino; pero dejan gruesos dividendos. La ¨epigenética¨  se realiza en ese cuerpo y esa mente suyos que están continuamente sometidos , a lo largo de su vida, a fuerzas dinámicas cambiantes: las de su ecuación genética, su medio ambiente, sus estreses internos y su voluntad de realizar podría ser, el cambio negativo que se ha dado en la sociedad y por ende en la medicina, al incorporar al $dolar$ como el objeto amado ante el cual se rinde el conglomerado consumista. y es por encima de todo, el primum movens del existir.

Sirva este preámbulo para narrar la anécdota de un curioso, por no decir insólito hecho clínico que presencié 40 años atrás durante mi estada en el país del norte, específicamente en la ciudad de San Francisco, cuando realizaba mis estudios posdoctorales de neurooftalmología. Cuando se daña el lóbulo occipital del cerebro que tiene su asiento en la parte más posterior del mismo, ocurre un defecto en el campo visual, este defecto se llama ¨homónimo¨ pues se pierde la visión en la mitad derecha o izquierda del campo de ambos ojos, y a veces es ignorado por el paciente; como consecuencia, cuando camina se tropieza con todo lo que esté a su derecha o izquierda, simplemente, porque no lo ve…

La anécdota en cuestión se refiere a un enfermo de 60 años, llamémoslo Cyril  -ver la foto de inicio-, en quien se sospechaba tenía un infarto en el lóbulo occipital derecho con el defecto en el campo visual contalateral izquierdo, pero se encontraba desorientado, algo obnubilado o confundido por lo que sus respuestas eran erráticas… En estos casos, muchas veces  con el paciente mirando al frente, se recurre  a un gesto de ¨amenaza¨, y en el caso presente, tratando de ¨puyarle¨el ojo izquierdo con le dedo extendido. Si el campo está intacto, girará los ojos en la dirección del estímulo.  Lo cierto es que ninguna de las táctica empleada, había dado resultado en el sentido de demostrar que en efecto, sí  existía un defecto campimétrico…

De improviso y desde atrás, se aproximó un médico gringo que escuchaba nuestra conversación a la cabecera del enfermo diciendo que él, en muchos casos complejos como el que nos ocupaba, había resuelto este problema con la ¨estrategia de Jackson¨, ¿y esa cuál es, le pregunté?; nunca la he escuchado mencionar…, y así, presuroso y seguro, extrajo de su cartera !un billete de $20$!, y lo trajo desde la extrema izquierda hacia el centro, y no más al trasponer el meridiano vertical del ojo, ocurrió el milagro, el enfermo desvió los ojos a la izquierda buscando el estímulo más poderoso que pueda existir en una sociedad materialista a ultranza: Un billete verde de $ 20…

 

Andrew Jackson (15 de marzo de 1767-8 de junio de 1845), estadista estadounidense, séptimo presidente de los Estados Unidos (1829-1837).

Elogio de la Bachelet…

¡Bienvenida doctora! Usted es la Alta Comisionada de Derechos Humanos de las Naciones Unidas y ocupa el cargo honorífico de presidenta de la Alianza para la Salud de la Madre, el Recién Nacido y el Niño de la Organización Mundial de la Salud; yo solo soy un viejo médico venezolano, trajinado al través del dolor de pacientes de un hospital público durante 58 años de ejercicio profesional, inmune al retiro, docente nato de esa, la medicina clínica que usted, mujer médica conoce, esa que muestra compasión y empatía ante el más necesitado, esa que busca con los sentidos dónde nace la queja, esa que intento trasmitir a mis alumnos, jóvenes, todos muy jóvenes alevines que llevan dentro de sí la pasión por ser útiles a todos, pero en particular a los niños, embarazadas y ancianos.

Déjeme decirle con todo respeto, que aquí, en MI país, muy pocas personas le tienen en estima, piensan que ya usted hizo su mente, que tiene temor de enfrentar a las izquierdas que le apoyan y decir la verdad pura y simple, aunque urtique a los poderosos. La institución a la cual usted pertenece ha mostrado un desdén glacial ante el drama que nos consume; un pobre país rico, un pobre país miserable sin comida, sin luz, sin agua potable, sin medicinas, con epidemias surcando a sus anchas y sin contención todo el territorio nacional, con una pobre medicina para miserables. Su presencia aquí, no debe ser mediatizada por intereses políticos que tratarán de confundirla, aunque imagino que bien sabe qué ocurre aquí; tampoco por sus convicciones ideológicas las cuales respeto; usted puede hacer la diferencia o no hacer ninguna, y no traer al conglomerado venezolano esperanza, antes bien, otra frustración más y la convicción de que usted simplemente, no puede ni quiere hacer nada. Recuerde que el Colegio de Médicos de Chile le otorgó una beca para especializarse en pediatría y salud pública en el Hospital Roberto del Río, especialidad en la cual no se tituló por razones personales. En sus fotos de Google nunca le he visto cargando un niño, pero imagino que ese amor maternal que le llevó a la pediatría, aún, ¡conserva toda la candidez dentro de su corazón…!

Quienes nos gobiernan no son socialistas ni comunistas, son un tinglado criminal. Viene a la expatria Venezuela, donde podrá presenciar con afligida nitidez la historia natural de enfermedades inclementes abandonadas a su evolución espontánea sin interferencias o trabas de inteligentes políticas públicas, dejadas de lado por la crueldad…

Acérquese al Hospital de Niños José María de los Ríos, centro de referencia nacional, no se deje llevar por intereses bastardos; si fuera posible, vaya de incógnito y de improviso, y vea con ojos misericordiosos, con ojos de madre, con mirada de pediatra comprometido, toque sus cuerpecitos y calme sus temores seguros de presentir el peligro de la fría guadaña de la muerte que les acecha: mire a sus colegas, los médicos comprometidos que han decidido luchar en el ¨aquí y el ahora¨ del país sin tomar sus bártulos y marcharse; impotentes, haciendo cabriolas terapéuticas donde nada hay, pero donde sí abunda el desdén, las armas y la delincuencia de cuello blanco y de camiseta y chores; vea niñas de apenas 12 años embarazadas recibiendo bonos del gobiernos, vea las madres desesperadas y sus retoños con desnutrición aguda, niños desnutridos y de muy bajo peso, con marasmo o kwashiorkor, que de sobrevivir, no podrán competir en la lucha por la vida y serán siempre lerdos, pasto de populistas; sienta el llanto ininterrumpido y agudo, ese que llega al alma, que parece decir, ¡no me quiero morir!, ¡no me dejen morir!, ¡hay dinero para armas, pero no para que a mí me impidan morir!

Otee en lontananza de este expaís, Venezuela, que una vez controló la malaria y hoy día no solo la estimula, sino que también la exporta a países vecinos y hermanos; mire como cunde el sarampión, la difteria, donde no existen vacunas y Edward Jenner mira horrorizado desde su tumba.

No sea aliada de una causa injusta, no se preste a apuntalar una dictadura inhumana y cruel; obligue a sus ojos de córneas turbias a ver lo que ya sabe que ocurre; a mirar lo que ya intuye; a olfatear el acre aliento de la miseria; háblele a sus oídos duros por la costumbre para que sientan el llanto del niño desnutrido, ese que tiene el tono de un pífano triste…

A los viejos déjenos morir con dignidad, hicimos cuanto pudimos y queremos ir a la paz de los sepulcros donde los paleros no roben nuestros despojos; reconcíliese con su alma de pediatra, y salve a los niños de la dependencia de un cerebro de bajo peso, de ser un lastre para todos, el resto de sus vidas… No los deje de lado, por favor…

Elogio de la ira divina…

En la mitología griega el dios Atlas había sido castigado a sostener la bóveda celeste y el mundo sobre sus hombros, y Poseidón, el dios de los mares, le hacía tambalear…, así era como se producían los terremotos. Como decían mis pacientes llaneros, en estos momentos, la Tierra está como las embarazadas en la inmediata proximidad del momento del parto: ¨revuelta¨. Terremotos, tifones, lluvias torrenciales, inundaciones, volcanes en erupción, catástrofes por todas partes, lo que fue dado en llamarse como la ira de Dios, castigando a diestra y siniestra los pecados de los hombres…

El 29 de julio de 1967 a las 20.05 horas, habiendo llegado  cansado de mi consulta privada me encontraba conversando con Graciela en el recibo de la casa donde vivíamos en alquiler en Los Palos Grandes. Pequeña, se accedía por una escalera a un alto, tres habitaciones, cocina y baño, y debajo de la cual había un pequeño apartamento donde residían dos jóvenes solteros y desconsiderados, que armaban sus francachelas con cierta frecuencia…

Oyendo un ruido que provenía desde abajo, repentinamente Graciela me dijo, -¨Como que los vecinos están de nuevo rodando los muebles…¨. No la dejé terminar, recordando que mi hermano Franco cuando vivía en San Francisco California había tenido la experiencia similar de ¨un tren movilizándose bajo tierra¨, le dije imperativamente, ¡Corre afuera, sal a la calle, esto es un terremoto…! Y mientras ella se movilizaba con una barriga de ocho meses, yo, dando tumbos contra las paredes de un estrecho pasillo, fui en busca de mi hijo Rafael Guillermo de apenas seis meses de edad quien por primera vez, dormía plácidamente en su cuna.

No más bajé a la calle, se oían los gritos de los vecinos que como bachacos molestados en su agujero, salían a borbotones de todas partes y un vecino español que repetía a toda voz, -¡Saliros, saliros todos, estáis en grave peligro!, mientras los cables de energía eléctrica chocaban unos con otros produciendo tronante ruido y salto de chispas… Vivíamos una experiencia nunca vivida, el denominado terremoto Cuatricentenario de Caracas,  con duración de entre 35 y 55 segundos según la zona de la ciudad, de 6.5 a 6.7 grados de intensidad en la escala de Richter, evento que ocasionó daños importantes en el Litoral Central, especialmente en Caraballeda y en la capital, en áreas de Altamira y Los Palos Grandes, pero también fue sentido en la región norte central del país…

Al día siguiente pudimos observar atónitos y adoloridos como los edificios Neverí, Palace Corvins, San José y Mijagual se habían aplastado como una torre de naipes –en este último falleció sepultado con su familia el doctor Gabriel Trómpiz Martorell, joven y promisorio psiquiatra hijo de nuestro jefe de cátedra del mismo nombre-, y es que nos encontrábamos en Plena Falla Geológica de Humboldt.

Según el ¨Seismological Notes¨ de junio 1968, el número de víctimas mortales alcanzó 240, hubo 1.536 heridos y las pérdidas fueron de 50 millones de dólares. Sin embargo, según datos proporcionados por instituciones del país hubo 274 muertos, 2.000 heridos y las pérdidas alcanzaron los 100 millones de dólares.  Por las características de las edificaciones caraqueñas, este evento atrajo hacia Caracas especialistas de todo el mundo y sirvió de referencia para elaborar las normas modernas para la construcción de edificaciones antisísmicas.

Interesante rememorar que el profesor Luis Beltrán Reyes había publicado en el diario El Universal del 2 de noviembre de 1966 las predicciones de la vidente italiana Marina Marotti quien entre otros vaticinios refería, ¨que una ciudad de América de Sur en la que se celebrarían muchas fiestas; estaría llena de polvo, ruinas, muerte y destrucción¨. Más tarde profetizó que Caracas ¨sería sacudida por un fuerte temblor de grandes consecuencias a mediados del año 1967 y que el mismo dejaría una huella de dolor y muerte». El 21 de enero de ese mes Luis Duque publicó en la revista ¨Elite¨ un reportaje intitulado: ¨¿Un terremoto destruirá a Caracas?¨, y en la portada se mostraba una imagen a color de las torres de El Silencio estremecidas por el temblor profetizando un sismo en la ciudad; además se afirmaba que el sabio Alexander von Humboldt había dicho en 1800 que en un plazo de 150 años Caracas podía ser completamente devastada por un gran terremoto.

Desastres naturales a granel: Los recientes terremotos de Ecuador y Japón, las inundaciones en Chile, tornados y lluvias torrenciales en Uruguay, erupción del Popocatépetl en México, la devastación no propiamente natural inducida en Venezuela por el Socialismo del Siglo XXI que destruyó la moral, la ética, las buenas costumbres, el buen talante del venezolano, el trabajo productivo y de paso, arrasó con toda la riqueza material. Todas catástrofes naturales, una inducida por lo más oscuro de un ser humano: la perversidad…

Ya el terremoto gestado en la mente perversa de Chávez y su pandilla de ladrones y criminales, ha destruido todo el país, ha contaminado muchos países de Latinoamérica que por cierto están sacudiéndose su mala vibra, y no hay área de la vida nacional que no haya sido tocada por su violencia inmisericorde alcanzando el deshonroso título de la nación más miserable del mundo, con falta de materia prima, paralización de líneas de producción e impensada crisis eléctrica, una inflación que se ubicará en más de 2.000% el próximo año y una crisis humanitaria fruto del estragamiento continuado, más de 250 mil muertes trágicas en 17 años y más de 500 mil trabajadores sin trabajo…

Imagine ese terremoto por años anunciado en Caracas…; en la situación actual del país, nos encontraría a la intemperie, sin cuerpo de bomberos dotados, sin rescatistas, sin hospitales, sin ambulancias, sin médicos, con 100% de desorganización o despelote eléctrico, con más del 90% de escases de medicamentos, sin vacunas –no hay antitoxina ni toxoide tetánico-, sin suficientes reservas de sangre de donantes voluntarios porque no hay bolsas para recolectarla y almacenarlas, sin solución fisiológica (agua con sal), sin solución glucosada (agua con azúcar), sin urnas donde colocar los cadáveres. Y todavía estos hijos de mala madre quieren quedarse en el poder…

No hablemos lo que ocurriría en las casas de Misión Vivienda Venezuela, ninguna en manos de ingenieros venezolanos castigados sólo por ser venezolanos, todas en manos de empresas extranjeras sin adaptación al contexto e idiosincrasia del país, y en medio de la mayor opacidad de los contratos, sin supervisión adecuada, edificadas con perspectivas foráneas, así, destacan la empresa china Citic Group que posee el mayor porcentaje de obras de fabricación de viviendas asignado por Pdvsa: 24.230; le siguen las compañías iraní Kayson que construye 17.008, entre ellas Ciudad Caribia, y la bielorrusa KZS con 12.968 edificaciones. Otras obras están a cargo de empresas turcas, portuguesas, españolas, brasileñas y rusas, entre otras, realizadas muchas sin estudio de suelos, con materiales no supervisados y de ínfima calidad, donde hacinaron y malograron áreas no aptas por falta de servicios y de espacio, donde antes podía vivirse; Ciudad Caribia, la vulnerable, sin estructuras en equis en las paredes como sostén antisísmico… Imagine el tráfico de comisiones y corruptelas que se ha enseñoreado por esos predios todos estos años.

Pero a la salida del infame Maduro, el fantasma de un nuevo gobierno constituido por una junta cívico-militar como por ahí se dice, nos llevará de nuevo a una tragedia continuada, ¨El mismo negro con diferente cachimbo¨ dice el antiguo y popular dicho. Volveremos a ser engañados porque no queremos a nuestro país y poco nos importa su destino, y la ira divina continuará expresándose por obra de la naturaleza revuelta…

San Pablo por ser querido de Dios tan poderoso,

líbrame del chavismo y de animales ponzoñosos.

Estas palabras las digo porque lo sé,

en nombre de Jesús, María y José

  • El baño de empleados –jóvenes embaladores- en el mayor de ¨Mi Tesoro, Casa de Modas y Novedades¨, la tienda de mercancías secas de mi papá y mis tíos haciendo esquina en la calle Páez de Valencia, no decía lo estrecho pero sus paredes eran un prodigio de ¨mundología¨, esa habilidad descarnada para desenvolverse en la vida y para tratar con la gente y las situaciones; en sus cuatro confines, incluida la puerta porque el techo era de caña brava, podían leerse en apretada secuencia y diferentes estilos de letra, escatológicos mensajes -¨¡favor no traer ametralladoras!¨-, verdades indecentes -¨se agradece no dejar menudo en la taquilla¨-, pícaros sonetos capaces de sonrojar espíritus puritanos -¨en este lugar sagrado, donde tanta gente acude, la chica se pasa la mano, y el tipo se lo sacude¨, o este otro, ¨los escritores de excusado,  son poetas de ocasión, que buscan entre la caca, su fuente de inspiración¨-, y a falta de fotografías, dibujos a pluma alzada: comunión de falos monstruosos y cándidas cucharitas peludas. Para un niño de escasos 9 años todas eran verdades fascinantes, ocultas y negadas en aquella época rígida de inflexibles creencias donde todo era impertinencia y pecado, y… acicate para aprendérselas, tal cual como las reglas de la Gramática de Bruño. Todavía las recuerdo todas…; podría decirse, qué es tiempo perdido acumular tanta basura en las neuronas de los lóbulos temporales del cerebro, pero me río y me sonrío de aquellos tiempos irresponsables de mi infancia y no quiero que se pierdan para siempre…

Uno de estos versos en grafiti parecía referirse a un pobre y desamparado elefante –p.ej., habitante venezolano- residente del Levante Mediterráneo en el Oriente Próximo –Venezuela-, sometido a repetidas violaciones sin aviso y sin protesto –montoneras y golpes de estado militares, sangre derramada-… La triste experiencia pasada desde las luchas independentistas debería como al elefante, llevarnos a estar preparados –informados- para evitar nuevas violaciones y nuevas deshonras inmerecidas –evitación y acción-…

La nueva censura de El Universal me obligaría a cambiar un poquito el texto, así que por esta vez lo haré…

Los habitantes de un pueblo de Levante,

decidieron desflorar a un elefante.

El paquidermo que estaba sobre aviso,

con la trompa tapóse el orificio

 

Moraleja

 

Del fracaso de este injusto trance se infiere,

que el que se deja desflorar

es porque quiere…


rafaelmuci@gmail.com