Elogio del Odio…

El odio es la venganza de un cobarde intimidado.
George Bernand Shaw

La diferencia engendra odio.
Henri Beyle Stendhal


No honres con tu odio a quien no podrías honrar con tu amor.

Fiedrich Hebbel

        Empédocles (495-444 a.C.) destaca la existencia de cuatro principios del ser, los cuatro elementos: fuego, agua, aire y tierra. Todas las cosas se habrían formado por la combinación de esos elementos.

  Pero, Aristóteles (394-322 a.C.), mostró su inconformidad y le agregó otros dos elementos, a su juicio, esenciales para explicar la realidad: el amor y el odio. Ambos dan origen al movimiento de todas las cosas, pero, mientras el amor une, el odio separa… La amistad –dice Aristóteles- es el principio del bien; mientras que el odio –la discordia de Aristóteles- lo es del mal. ¨de suerte -concluye el estagirita-, que, si se dijese que Empédocles ha proclamado, y proclamado primero, el bien y el mal como principios, quizá no se incurriría en equivocación puesto que, según su sistema, el bien es en sí la causa de todos los bienes, y el mal, la de todos los males¨.

Durante los últimos y largos 20 años los venezolanos hemos sido atraídos para el odio; al menos yo, debo confesarlo, tonto no me percaté de la invasión de esta putrefacción… aunque suelo decir que todos los ciudadanos de esta nación, en algún grado, nos hemos envilecido, ahora vivimos en cada ocasión deseando mal a los que nos agreden y disminuyen; pero, pienso que por el bien de todos, es tiempo de cambiar…

Mientras oigo con lágrimas en mis ojos a André Rieu, su orquesta y el lenguaje feliz de su música; esa, que llega profundo al corazón, donde no caben malos pensamientos o acciones, pienso… Estoy cansado de tanto odio… Me he cansado de repetir que los venezolanos nos hemos envilecido; hemos sido atrapados por la diatriba desde el mismo día de la asunción al poder de quien sembró de abrojos y espinas este camino que ha conducido hacia la destrucción del país, ya casi completado… Yo, por supuesto no me escapé del contagio de tan inficionado morbo y, ¡pobre de mí!, ahora, tarde, es cuando he venido a caer en cuenta; quizá muy tarde y me ha hecho mucho daño…  Escribí y mucho, empleando epítetos, y adjetivos muchas veces insultantes o degradantes. Yo no había sido así, fui empujado visceralmente por una estrategia orquestada en oscuras mazmorras donde la suciedad de la cloaca contamina día a día el armonioso flujo de nuestras vidas…

   A nuestros conductores de la oposición el hablar le ha cogido sitio al pensamiento; Sir Thomas Browne (1605-1682) una vez dijo, «Pienso que el silencio no es la sabiduría de los tontos, sino que, bien administrado, es el honor de los sabios que no tenían la enfermedad sino la virtud de la taciturnidad», esa, llamada por Carlyle, el «talento del silencio…».

Recién me sucedió un acontecimiento que ha marcado mi vida y me ha demostrado que el odio es irreverente, descocado, agresivo y no conoce tregua. Mi cuenta en WordPress fue hakeada y destruida por la sinrazón del odio ciego: No conozco a mi hakeador, pero lo imagino en la oscura mazmorra donde sufre reclusión gozosa en su deleite de hacer daño… Lo perdono, tanto como al presidente ilegítimo y a su claque… pero, no soy yo quien debe juzgarlo; será obra de este mundo y de jueces dignos, no mediatizados, y aún, rendirá cuentas en aquel otro lugar desconocido del más allá…

 En días pasados comprendí mi error, precisamente con motivo del hakeo de mi blog en la red y las consecuencias que trajo aparejado, tuve que reunirme con personas que creía me odiaban y querían destruirme; entonces me di cuenta de que yo odiaba más que aquellos que creía que me odiaban. ¡que lección de humildad la que me prodigaron! Todavía siento vergüenza de mí mismo y de inmediato establecí los correctivos que me permitan enmendar mi equivocación…

Entendí que el odio o la animadversión, una intensa sensación de desagrado, está presente en nosotros desde que Adán el «hombre sin ombligo», fue creado y echado del paraíso, pero también vi con claridad que el odio no triunfa, que no es un bien en sí mismo, que es un sentimiento de profunda antipatía, disgusto, aversión, enemistad o repulsión hacia una persona, cosa, o fenómeno, así como el deseo de evitar, limitar o destruir a su objetivo. Además, con la envidia, es la religión de los mediocres y no debemos, por tanto, albergarlo en nuestro ser porque es muy tóxico y destructivo, se reproduce y se extiende, por tanto, tenemos que cubrirlo de amor para neutralizarlo.

El odio no puede justificarse desde el punto de vista racional porque atenta contra la posibilidad de diálogo y de la construcción común. Es posible que las personas sientan cierta aversión sobre personas u organizaciones, incluso acerca de ciertas tendencias ideológicas como es el nuestro caso. Se puede presentar en una amplia variedad de contextos, desde el odio a objetos inanimados o animales, odio de uno mismo –aquel presente en forma protuberante en gobernantes en forma de una intensa sensación de desagrado que inconscientemente lo vuelcan sobre los gobernados destruyendo el equilibrio armónico de una nación y llevándolos –a veces- a la autodestrucción, u otras personas, grupos enteros de personas, la gente en general, la existencia, la sociedad, o todo.

    René Descartes (1596-1650), percibió el odio como la conciencia de que algo está mal, combinada con un deseo de retirarse de él. Baruch Spinoza (1632-1677), definió el odio como un tipo de dolor que se debe a una causa externa. Aristóteles (384-322 a.C.) por su parte, vio el odio como un deseo de aniquilación de un objeto que es incurable por efecto del tiempo. Por último, David Hume (1711-1766), cree que el odio es un sentimiento irreductible que no es definible en absoluto. Y en general, se considera al odio como lo opuesto al amor…

El odio y la envidia es la religión de los mediocres. Los reconforta, responde a las inquietudes que los roen por dentro y, en último término, les pudre el alma y les permite justificar su mezquindad y su codicia hasta creer que son virtudes y que las puertas del cielo sólo se abrirán para los infelices como ellos, que pasan por la vida sin dejar más huella que sus traperos intentos de hacer de menos a los demás y de excluir, y a ser posible destruir, a quienes, por el mero hecho de existir y de ser quienes son, ponen en evidencia su pobreza de espíritu, mente y redaños –fuerzas, bríos, valor-. Bienaventurado aquel al que ladran los cretinos, porque su alma nunca les pertenecerá.

 

 Y a rastras como ratas peludas, pasaron más de cuatro lustros oscuros, tiempos de amenazas ejecutadas, tormentosos, intransigentes y difíciles para unos, pero, paradójicamente y presenciando la destrucción del país, bienvenidos para otros; la patria se polarizó en dos toletes: viviendo bajo un mismo sol, bajo una misma historia, bajo una misma bandera nos dividimos como si fuéramos enemigos; pero parecimos ignorar que los opuestos son lo mismo, difiriendo sólo en el grado, y sabedores que los pares opuestos pueden ser reconciliados; aunque el amor y el odio son considerados antagónicos, situados en antípodas, el uno al otro enteramente diferente e irreconciliable, en la realidad no lo son.

Ambos son designaciones aplicadas a los dos polos de una misma cosa. Solamente odiamos aquello que amamos o hemos amado y nunca podremos odiar lo que nunca hemos amado. En una escala donde amor y odio antagonizan, en cualquier punto donde comencemos encontraremos más amor o menos odio, conforme ascendemos la escala; y más odio o menos amor conforme descendemos a las cercanías del infierno de Dante.

 

Miro el árbol de la vida de Graciela y mío:

Soy optimista a rabiar, fusionaremos voluntades en medio de la bulla que nos aliena, y en medio del vaho que nos asfixia la calma renacerá y reconstruiremos un mejor país con el auxilio de mucha de la fuerza que aún nos queda, la de nuestros hijos, la esperanza de nuestros nietos, el anhelo de nuestros conciudadanos y el recuerdo nítido de nuestros padres y maestros…

Elogio del olor a libro nuevo…

Un vívido, querido y fresco recuerdo a temprana infancia viene a mi memoria no más al abrir un libro recientemente adquirido sobre las Tragedias de Esquilo. Un libro empastado, no muy grande, verde oscuro, de hermosa tapa dura con filigranas de color oro haciendo de marco y papel calandrado no muy fino…

Antes de comenzar mi relato, tal vez sea útil referirme a la fisiología de la olfacción. La corteza olfatoria primaria donde toma lugar el procesamiento de la información de cuanto olemos, se enlaza con el hipocampo y la amígdala cerebrales. Apenas, dos sinapsis entre neuronas con axones no mielinizados separan el nervio olfativo de la amígdala, comprometida en experimentar memoria emocional. Adicionalmente sólo tres sinapsis separan dicho nervio del hipocampo, implicado con la memoria reciente y de trabajo. La memoria evocada por un olor es inusualmente potente. Por ello, al abrir el libro, la memoria olfativa almacenada en mi lóbulo temporal derecho, de inmediato me trasladó al inicio de clases de cuarto grado de instrucción primaria en el Colegio La Salle de mi ciudad natal, la Valencia de Venezuela.

Viendo al poniente, en un rincón a la izquierda, y en un recinto en apariencia insignificante, de puertas de alas muy altas que se asomaba a una estructura de tres pisos y al amplio patio asfaltado al cual se llegaba bajando por una amplia escalera, allí, tomaba asiento un cofre de tesoros…

 

Precisamente allí, a comienzos del año escolar debíamos hacer fila por grados para mostrar las listas de textos que nos correspondían ese año. Mientras más nos acercábamos a la boca de la estancia, más podíamos olfatear hasta el hartazgo, el suave aroma que despedían aquellos libros de reciente impresión dispuestos en montones  verticales.    La Gramática de Bruño, de hojas de tez pálida que con el paso de los años habrían de adquirir un tinte marrón mareado por efecto de la oxidación del papel; aquél otro de Historia Universal; éste de Historia de Venezuela; y mi preferido, el de Biología. De inmediato y con fruición lo hojeábamos para ser seducidos por sus numerosas figuras.

En él recuerdo haber conocido al ornitorrinco. El extraño animal causó en mí un gran impacto y curiosidad. Aquél mamífero con pico de pato, cola de castor y patas de nutria, ponedor de huevos, con largas uñas que en las patas posteriores del macho poseía un espolón capaz de secretar un veneno productor de intenso dolor, se desplegaba mansamente ante mis ojos. Nunca le olvidé, ni le olvido y sabiendo que provenía de las lejanas Australia y Tasmania, daba por sentado que tal vez nunca le conocería en físico; no obstante, me consolaba el que sin haberlo visto, si llegara a posarse al alcance de mis ojos, de inmediato le reconocería…

Mucho más adelante vinieron mis estudios médicos. Toda esa legión de enfermedades para aprender que formaban el core de la patología médica y de la medicina interna, y luego, el inmenso catálogo de entidades de la neuroftalmología. Siendo un impenitente desmemoriado ¿Cómo recordarlas?

Para poder evocarlas, me fabricaba un calco mental de un paciente virtual portador de la dolencia que se acercaba a mí, desplegando todos sus síntomas y signos. Aquéllos para reconocerlos verbalmente, por boca del paciente, porque las enfermedades tienen un lenguaje particular que las define; y éstos, si estaban en la superficie, para mirarlos y reconocerlos en lo que dura un parpadeo -0.3 segundos-, o si estaban ocultos bajo la opacidad de la piel, para extraerlos mediante maniobras semiotécnicas, exteriorizando así, la enfermedad intelectualizada.

De esta forma, y como con el ornitorrinco, enfermedades que nunca había visto pero cuyo modo de hablar y facciones conocía, se me hacían aparentes, permitiéndoseme buscarlas en los sitios donde moraban, ya, evidentes, ya arropados con máscaras de atipicidad, haciéndose entonces reales ante mí…

   Poco antes de mi viaje a USA, Universidad de California San Francisco atendí una paciente diabética, que, para mí, se trataba de una histérica; nada de que reprocharme; todo lo que no conocemos los médicos solemos atribuirlo a un defecto del paciente, jamás de nosotros. Esa señora mostrando una espantosa tiesura que hacía difícil acostarla y aún sentarla, mostraba en ese momento cara de aflicción, estiramiento brusco de las extremidades, manos crispadas en puño, piernas en máxima extensión y sacudidas musculares dolorosas.

 

¿Qué otra cosa podría ser sino una postura parecida a la de alguna de las miserables hísterotetánicas de Charcot…? Siendo mi repertorio de medicamentos muy precario y como tabla de salvación le indique Valium® (diazepam); para mi sorpresa, mejoró notablemente acrecentando mi falsa e ignorante creencia de que se trataba de un «problema emocional o funcional…».

Una vez en la bella San Francisco, ocupaba siempre alguna parte de mis tardes en su imponente biblioteca buscando información sobre los visto y oído ese día y cualquier otra información que se atravesara ante mis ojos. Leyendo un ejemplar de la revista inglesa The Lancet, me topé con un artículo de nombre muy sugestivo y enigmático que invitaba a su lectura: Stiff man syndrome, cuya descripción calcaba perfectamente en mi paciente e inclusive, el tratamiento era entonces precisamente con una benzodiacepina, tal cual yo, en mi ignorancia, le había indicado. Luego el síndrome pasó a llamarse Stiff person syndrome[1]; nunca más he atendido ningún otro enfermo(a) similar… Fue un diagnóstico que salió en mi búsqueda, un respingo afortunado y retrospectivo, pues primero atendí a la paciente y luego en forma involuntaria reconocí la condición patológica a través de mi ocasional lectura.  ¡Suele suceder…!

Luego de esta digresión y volviendo al tema del libro, resulta que nuestro fiel compañero, el libro y su aroma amigable a colegio La Salle , a biblioteca, está casi que, a punto de convertirse en una rareza, en un pterodáctilo del Jurásico, y hasta algunos aseguran que el estrecho amigo se encuentra en agudo trance de extinción –hora suprema que afortunadamente no presenciaré-, y que algunos románticos como yo, parecemos no conformarnos con su desaparición.

[1] El síndrome de la persona rígida –también llamado de Moersch-Woltmann o SPS, es un raro desorden neurológico en que el músculo se contractura y se torna tieso y doloroso en forma intermitente. La investigación sugiere que el síndrome de la persona rígida es un trastorno autoinmune, y que en las personas afectadas con el síndrome a menudo coexisten enfermedades autoinmunes como diabetes tipo 1 o tiroiditis.  El síndrome afecta a varones y mujeres y puede empezar a cualquier edad, aunque el diagnóstico durante la infancia es raro.

 

La conspiración revolucionaria la ha realizado un artilugio propio de los nuevos tiempos, el e-Reader, Amazon-Kindle o libro-electrónico, un ¨libro¨ con pantalla electrónica lanzado al mercado comercial en 2007, que se conecta de forma inalámbrica a una red llamada whispernet propiedad de Amazon, y que desde fines del 2009 puede usarse en cualquier parte del mundo que posea cobertura móvil de los operadores con los que Amazon ha colaborado (versión Kindle 2 international). El libro de marras, sin papel ni olor amistoso, pesa apenas 283 gramos (10 onzas), no emplea cables, posee una batería de larga duración; dependiendo de sus 4 modelos es capaz de almacenar entre 1500 y 3.500 títulos, pudiendo descargarse un libro de la red en menos de 60 segundos; tiene acceso a revistas, periódicos y blogs, y su coste es de $ 259.oo; los best sellers del New York Times que pueden ser adquiridos, valen $9.99   cada uno; hoy día, tal vez mucho menos con la masificación de la producción.

Mi cyberphobia (mi irracional temor o aversión a los computadores, blackberrys, iPhones, y teléfonos celulares; más específicamente, mi miedo o incapacidad para aprender nuevas tecnologías) y yo, parecemos resistirnos al cambio. ¿Cómo elaboraré la pérdida que expresada ya en tristeza percibo tan de cerca? ¿Cómo no voy a resentir la progresiva desaparición del libro ante el inclemente impacto de la técnica? ¿Cómo no voy a echar de menos ese cálido y amigable olor a libro nuevo?

           A través de mi querido y admirado amigo, médico, profesor, académico, embajador y bibliófilo, el doctor Francisco Kerdel-Vegas, cierta vez que fui a visitarle en su confortable apartamento en Chula Vista, teniendo entonces la dicha de ver el artificio por vez primera y apreciar con qué facilidad mi amigo interactuaba con el diabólico ingenio. Algún tiempo después    terminé teniendo el mío propio…

Bueno, creo que por anticipado y balbuceante, estoy absorbiendo el duro golpe tecnológico infligido en mi costado derecho, ese que me ha quitado el resuello. Si usted como yo, querido lector, ha estado dudoso en abrir los ojos y de una vez alcanzar el último vagón del tren del futuro que ya está presente, sepa que no está solo pero que aún tiene remedio.

Pero… después de todo, independientemente de nuestra edad, los seres humanos nacemos con recursos mentales para afrontar nuevos retos, para aprender nuevas técnicas, para diseñar un nuevo plan cuando aún no hemos concluido el actual, y ello de paso, nos aleja del fantasma de la muerte biográfica, la peor de todas, porque de la otra, seguros estamos.

          Cuando vivía en San Francisco de California, me enteré que las hamburguesas de una conocida cadena de comida rápida eran rociadas con un aerosol que le confería un gusto a la parrilla de carbones, y mire que eran deliciosas… Posteriormente, cuando hube de regresar a lar patrio, debía vender mi automóvil. Un amigo del hospital me sugirió comprar un spray con fragancia a carro nuevo, cosa que hice, siendo que la ficción me facilitó la venta.

En parte, los amantes de los libros en todas las comarcas del mundo han mostrado resistencia a embarcarse en el libro digital porque no pueden compararlo con la experiencia previa de leer un libro de papel, palpar y acariciar sus páginas volver hacia atrás una y otra vez, emplear un resaltador amarillo o escribir comentarios al margen. Pero, algo de esto está cambiando, al menos después de la aparición del Smell of Books™, un revolucionario aerosol enlatado con aroma de libro nuevo para rociar el e-book ¿Habráse visto?  Así que con la artimaña, la ficción de no perder lo perdido, parece un problema parcialmente solucionado…

  El spray, cuando descargues el último best-seller a tu libro digital, te permitirá sentir la misma excitación que cuando volvías de la librería con tu flamante libro hecho de árbol muerto bajo el brazo.

Total, la vida es en parte ficción y fiesta de los sentidos…

 

Tarjeta de Navidad, 2018

Elogio de los aneurismas intracraneales: Un sobre-bomba con nombre propio…

No está previsto en nuestras mentes que un hijo fallezca antes que sus padres. La muerte de un hijo es una experiencia única, muy dolorosa y devastadora. Un querido familiar muy cercano sufrió semejante tragedia.  Uno de sus hijos varones de 46 años, agradable, risueño y amoroso, químico exitoso radicó su domicilio en San Francisco de California, estaba diseñando una nueva droga para el tratamiento de la insuficiencia cardíaca… Aficionado al velerismo, tenía una embarcación y salía a bogar con amigos en la hermosa Bahía de SF cada domingo. El viernes anterior al suceso le comentó a un compañero de regatas que no se sentía bien. Las características de ese malestar nunca pudieron ser definidas. Aquel le llamó varias veces el fin de semana, pero no obtuvo respuesta. Suponiendo que algo malo le había ocurrido pues vivía solo, pudo asomarse por una ventana y le vio tirado en el suelo. Los bomberos violentaron la entrada y le encontraron en estado de un profundo coma…

En el hospital determinaron que había tenido un sangrado subaracnoideo por rotura de un aneurisma de la arteria comunicante anterior derecha. Aunque lo embolizaron, ya el mal estaba hecho… Habían transcurrido 36 horas desde el accidente y si sobrevivía podría anticiparse un estado vegetativo permanente. Al ser consultados sus padres y otros familiares, mortificados y desechos por el dolor, ante las pobres opciones de recuperación optaron por retirarle el soporte tecnológico vital que lo ataba a una vida que ya no era, ni sería vida; en pocos minutos falleció…

 

  • Veamos algunos hechos que pueden salvar vidas:

 Se estima que 6 millones de personas en los Estados Unidos tienen un aneurisma cerebral, es decir, 1 de cada 50 personas. La presencia de aneurismas intracraneales ocurre hasta en un 6% de la población general.

 En los Estados Unidos la rata anual de rotura es de aproximadamente de 8 a 10 por cada 100.000 personas, es decir, unas 30.000 personas sufren la rotura de aneurisma cerebral. Un aneurisma cerebral se rompe cada 18 minutos. Una vez rotos, son fatales en un 40% de casos, y de los que los que sobreviven, aproximadamente un 66% quedan con algún déficit neurológico residual y permanente.

 Aproximadamente el 15% de los pacientes con aneurisma y sangrado subaracnoideo mueren antes de llegar al hospital. La mayoría de las muertes son debidas a un sangrado rápido y masivo no corregible por intervenciones médicas o quirúrgicas.

 4 de cada 7 personas que se recuperan de un aneurisma cerebral roto tendrán grados variables de discapacidad.

  • Los aneurismas cerebrales son más frecuentes en personas con edades comprendidas entre los 35 y 60 años, pero ocasionalmente pueden ocurrir en niños. La edad promedio cuando se produce la rotura es de 50 años y no hay por lo general signos de advertencia.

 La mayoría de los aneurismas son pequeños, aproximadamente de ± 25 mm, y un 50 a 80% de todos los aneurismas no se rompen en el curso de la vida de una persona. Aquellos mayores de 25 mm (una pulgada) se denominan aneurismas «gigantes», suponen un riesgo particularmente alto y pueden ser difíciles de tratar.

 Las mujeres sufren de aneurismas cerebrales más que los hombres en una relación de 3:2.

 Los afroamericanos tiene una rata de rotura mayor que los blancos, 2.1:1.

 Los hispanos tienen casi dos veces la tasa de rotura de los blancos (una relación de 1.67). La mayoría de las personas con estos aneurismas permanece completamente asintomática y generalmente no están conscientes de su presencia.

 Es mi impresión que la falta de diagnóstico precoz de un sangrado subaracnoideo en nuestro medio es debido a que cuando el paciente consciente ingresa a la emergencia quejándose de cefalea y se detecta una hipertensión arterial –usualmente reactiva al accidente-, inmediatamente se la desciende mediante medidas farmacológicas (administración sublingual de nifedipino o captoprilo cuya acción es acción rápida) y se despacha a su casa; ingresará tiempo después con el cuadro más avanzado y grave. Hemos preconizado el empleo del fondo del ojo para reconocer cuándo la causa del dolor es debido a encefalopatía hipertensiva: en este caso se apreciarán manchas algodonosas a las cuales llamo «gritos retinianos«, hemorragias o edema del disco óptico, particularmente las primeras. De encontrarse el fondo del ojo normal, la causa debe ser otra y es mandatorio pensar en primer lugar en un sangrado subaracnoideo antes de enviar al paciente a casa…

 

Los factores de riesgo para sospechar su presencia incluyen historia familiar de aneurisma, diversos trastornos hereditarios (especialmente enfermedad poliquística renal autosómica dominante, enfermedad de Ehlers-Danlos tipo IV, pseudoxantoma elástico, neurofibromatosis 1, deficiencia de alfa 1-antitripsina coartación aórtica, displasia fibromuscular, feocromocitoma, esclerosis tuberosa, enfermedad de Marfán y síndrome de Klinefelter-. Como otros factores de riesgo se señalan edad mayor de 50 años, sexo femenino, tabaquismo actual, consumo de cocaína, traumatismo craneal, ciertos tumores intracraneales y émbolos neoplásicos; se discute si el excesivo consumo de licor, el empleo de anticonceptivos orales y la hipertensión arterial juegan algún rol preponderante.

Debido a la morbilidad y mortalidad asociada con la intervención quirúrgica, la detección de aneurismas sigue siendo polémica. Dos grupos de pacientes pueden beneficiarse con la detección temprana: aquellos con enfermedad poliquística del riñón autosómica dominante y aquellos otros con antecedente de hemorragia subaracnoidea por rotura previa de un aneurisma. Estos pacientes deben someterse a angiografía por resonancia magnética, seguida por inmediata remisión a un departamento neuroquirúrgico si se detecta un aneurisma. La búsqueda en personas que tienen dos o más familiares con aneurismas es controvertida; igualmente, no parece ser beneficioso la búsqueda en personas que tienen un pariente de primer grado afectado.

La mayoría de los aneurismas son asintomáticos y permanecen sin ser detectados hasta el momento de la rotura. La hemorragia subaracnoidea, una emergencia neuroquirúrgica, sigue siendo la presentación clínica inicial más frecuente. En una serie de afectados fue el primer síntoma en 58 por ciento de ellos. La historia de una hemorragia subaracnoidea típica incluye la abrupta eclosión de un dolor de cabeza muy intenso a menudo descrito como «¡el peor dolor de cabeza en mi vida!», que puede o puede no estar asociado con pérdida breve de conciencia, náuseas y vómitos, déficit neurológico focal o meningismo expresado como rigidez de nuca.

A pesar de que la historia es característica, con frecuencia se confunde con otras causas de cefalea y no se diagnostica a tiempo. En cerca de la mitad de los pacientes con síntomas más leves la causa es una pequeña fuga de «advertencia» antes de que ocurra la rotura del aneurisma.  Una revisión de 111 pacientes remitidos a un centro de atención terciaria para el tratamiento de aneurismas no rotos, se encontró que sólo el 41 por ciento se quejaban de síntomas y en la mayoría, los síntomas persistieron más allá de dos semanas y fueron más propensos a ocurrir en pacientes con aneurismas de mayor tamaño en la circulación posterior.

Ante la sospecha diagnóstica, se debe realizar una tomografía computarizada sin contraste que permite de inmediato reconocer la sangre en el espacio subaracnoideo; una punción lumbar mostraría líquido cefalorraquídeo sanguinolento; posteriormente podría recurrirse a técnicas de neuroimagen para reconocer la localización y características del aneurisma que incluyen la angiografía digital intrarterial con sustracción, la angiografía por resonancia magnética, la angiotomografía computarizada y la ecografía transcraneal por Doppler. Aunque la primera es el «estándar de oro», es una prueba invasiva con riesgo de 1% de complicaciones neurológicas transitorias y 0,5% permanentes.  Se debe tener sumo cuidado con el empleo de la resonancia magnética en pacientes con historia de cirugía previa, pues los clips quirúrgicos pueden desplazarse por efecto del campo magnético.

El tratamiento incluye la craneotomía con colocación de un clip o la embolización con espirales de alambre para rellenar el aneurisma y taponarlo.

  • ¡No me pregunte el día! De repente, fue el mismo en que mataron a Lola… Arribaba la inútil existencia de Benjazmín Testálgida a su trigésimo cumpleaños. ¡Tiempo de meditación!, algunos dicen….

Ese día Benjazmín se vino en un carrito por puestos desde San Blas en Valencia donde residía… Se detuvo en la Plaza Bolívar y en medio del gentío se topó con un sujeto que llevaba una jaulita en la mano y dentro de ella un periquito. ¡El periquito mágico, el periquito mágico!, voceaba…, más bien gritaba aquel hombre. En la parte inferior de la jaula existía una pequeña gaveta contentiva de una hilera de sobres rosados y azules. Cuando la persona quería conocer su suerte por 12.5 céntimos, es decir por una locha, el hombre sacaba de la gaveta y abría la puerta al periquito. A la voz de ¡una para caballeros!, el diligente pajarito salía de su jaula y solía escoger un sobrecito azul; uno lo tomaba de su pico y él se devolvía a su confinamiento, y siempre era así… pero ese día, el periquito pareció olvidar su reflejo condicionado, se negó a sacar el sobre de la suerte y desobedeció a su dueño introduciéndose de nuevo en la jaula.

La locha fue devuelta a Benjazmín por el dueño del periquito con cara de mal presagio.

A eso de las once, hora oficial de apertura de los bares, sus compinches del Botiquín «El Puñao de Rosas», franquearon el zaguán de su casa y tocaron a su puerta. Desde adentro, ladraron los canes al ventear la presencia estéril de «Care’vaca», «El Chipurro» y «El sifilítico», «uña-y-tierra» del cumpleañero, y quienes se apersonaron, leales y dispuestos, a festejar su onomástico.

A despecho de la airada protesta de Doña Justa, madre de la joya congratulada que al punto casi que les echa los perros, se dirigieron canturreando al mencionado bar atendido por el sin par Don Otilio, mentado «el escrupuloso», pues se la pasaba limpiando la barra de su bar con un mugre paño, que llevaba colgante a su inmundo delantal. Se cuenta, por cierto, que el famoso dicho, «¡Más sucio que trapito’ e botiquín!», tuvo su oscuro origen precisamente en la barra del Puñao de Rosas… A no ser por las palabrotas, obscenidades y cuentos colorados que volaban por encima de las puertas batientes y hacían santiguarse a las piadosas que tomaban la acera del frente camino a la misa del mediodía, el sitio aquel daba gusto e incitaba a la libación:

A la derecha de la barra, las bebidas patentadas en jerárquico orden de graduación alcohólica, patas p’arriba en elegantes surtidores, ahora venidos a menos por el uso y el abuso; y a la izquierda, alineadas en grandes frascos carameleros de boca ancha, estaban todas las exquisiteces del ingenio cañero popular, sin faltar la guarapita y el ponsigué, el berro y la fruta’e burro, la chispa’e tren y el lavagallo, servidas de a cucharón.

Alrededor de una mesa y en unas silletas de cuero de perdidos palitos, se sentaron los compinches, ordenando a Don Otilio la primera ronda celebratoria. El «trapito’e botiquín» fue restregado una vez más contra las marcas que tantos tragos habían dejado en la madera y cuatro verdosos berros, dejaron escapar su aroma espirituoso. No se había llevado Benjazmín la copa a sus labios, cuando súbitamente, como un relámpago en un cielo azul, alzando las manos a la cabeza dijo:

¡Carajo, se me está estrallando el se-s-o-o!«

Las últimas sílabas se le ahogaron en la garganta cuando precipitosamente, y por el efecto de un invisible «palo cochinero», caía a tierra cuan largo era… Como pudieron, aquellos cuerpos enflaquecidos por tanta caña y tan poca comida, cargaron a su querido compañero y en voladillas le llevaron directo a la Medicatura de Pueblo Entecado.

El recién-graduado que allí se encontraba, muy versado en las siete medulosas páginas sobre el dolor de cabeza que escrito por el doctor Raymond Adams, se encuentra en el libro de Medicina Interna de Harrison, se dio cuenta de que el problema era serio. Benjazmín mostraba un rostro pálido y enfermizo, untuoso y con algunas gotitas de sudor en el labio superior, estaba comatoso, no respondía al dolor, y cuando intentó flexionarle la nuca, estaba más rígido que tabla de aplanchar, al observar el fondo ocular presenció la emergencia, allí frente a sus incrédulos ojos cómo aparecían hemorragias que crecían continuamente formando como chichones en la retina. Sabía que eso era un signo fundoscópico de un sangrado subaracnoideo con enorme presión intracraneal… Hasta podía ver la diapositiva que uno de sus maestros le había mostrado durante una clase para él memorable; pudo además recordar su nombre: Síndrome de Terson…

-«Miren —les dijo el galenito— aquí no tenemos yodo, vendas ni curitas. Saquemos de inmediato a este hombre de aquí antes de que se nos muera de mengua…». Lo montaron en una picó y se largaron a la capital. El Ángel de la Guarda -que de que existe, existe y todos los santos del Cielo, muy diligentes, colaboraron en el traslado: No hubo ruleteo, lo aceptaron en el hospital, el neurólogo de guardia curiosamente estaba en su guardia y pensó de inmediato en una hemorragia subaracnoidea y una punción lumbar, le recompensó con el diagnóstico: El líquido cefalorraquídeo normalmente cristalino, ‘agua de roca’, había virado al rojizo de la sangre… Más inexplicable aún, fue cómo pudo Benjazmín ser intervenido del aneurisma intracraneal que se le había roto ocho días después del sangrado y antes de que le sobrevinieran los temidos resangrado y espasmo cerebral, cobradores de vidas… -«¡Qué suerte del carajo la que tuve!¨ -festejaría más tarde-;  el doctor me dijo que en nuestra Venezuela, tan vulnerable y triste, se muere un gentío esperando turno quirúrgico… ¡qué nos importa! ¡Cosas del subdesarrollo! ¡Crueldades de una fracasada revolución!

Veinte días después del accidente, Benjazmín le decía a sus excompañeros de juerga — ¡pues ya nunca más bebería!-, -¡Qué dolor de cabeza tan arrecho, chamos… el peor de mi ex-estéril vida…! ¡Es así como describen los sobrevivientes, el dolor de cabeza que se produce al estallar un aneurisma en el interior del cráneo: Brusco y severísimo, ¡el más intenso que alguna vez hayan tenido!

Un aneurisma es una dilatación en forma de saco producida en un vaso sanguíneo, una frágil bolsa dispuesta a romperse en ese momento en que la presión interior sobrepase la capacidad de distensibilidad de la pared debilitada. Tal como una tripa de caucho con un área donde la goma está pasada: Al inflarla, al favor de la presión interior, aparecerá una «teta» en su superficie. De seguir inflándola, estallará por allí. Lo mismo ocurre en una arteria, y al romperse, vacía su sangre hacia la superficie del cerebro, que no hacia el interior del tejido noble.

Las meninges o envolturas del cerebro y la médula espinal son designadas de afuera hacia adentro, duramadre, aracnoides y piamadre. Antes de penetrar al tejido cerebral, las arterias permanecen en el espacio subaracnoideo junto al líquido cefalorraquídeo; por ello, la rotura de un aneurisma produce un sangrado o hemorragia subaracnoidea.

La irrupción de la sangre en ese espacio de presión más baja que la de la de la sangre, cual vitriolo, produce una tremenda irritación química, intenso dolor y el aumento brusco de la presión en la cavidad craneal conduce a la pérdida de la consciencia, y a veces, el cortejo es completado con confusión mental, agitación motora, convulsiones, náuseas y vómitos, sensibilidad a la luz e irritación de las meninges del cuello, con intensa tiesura de la nuca al intentar flexionarla pasivamente… El cuerpo rellena la brecha con fibrina para obliterarla: ahora el aneurisma está unido al tejido cerebral, así que cuando sobreviene el resangrado durante las primeras dos semanas, la sangre busca su salida a su través llegando a comunicarse con la cavidad ventricular, lo que es llamado ¨inundación ventricular¨.

Nadie sabe por qué —una resaca del pecado original, tal vez— algunos seres humanos nacemos con una debilidad congénita de la túnica muscular de una arteria en sus sitios de bifurcación, un defecto de fabricación, si se quiere, un «sobre-bomba» con todo y girador escrito en su anverso para ser abierto quién sabe cuándo: El Destino… Oculto y a prueba de pesquisas, irá creciendo sin decir «ni pío» en el curso de los años, casi sin dar muestra alguna de su presencia…

En 1987, el neurocirujano canadiense Richard Le-Blanc, describió lo que dio en llamar ¨la pequeña fuga de advertencia¨, campanada de atención que precede en días al toque de ánimas, síntoma premonitorio de la inminente ruptura de un aneurisma intracraneal, una pequeña fisura en su pared: El infeliz experimentará un dolor de cabeza no familiar a él, agudo, con náuseas y vómitos, expresión de un sangrado mínimo. Uno o dos días después, el dolor desciende a la región lumbar produciendo un simple lumbago, indicando que la irritación ha alcanzado la cola de caballo o tramo final de la médula espinal. Un 40% de los pacientes de LeBlanc la sufrieron varias semanas antes de que acaeciera la verdadera y desastrosa rotura, y el sangrado magno, como el del Benjazmín.

Cuando desoído por el enfermo—que no consulta-, o por el médico —que por ignorancia no lo identifica—, el síntoma es heraldo de un mal pronóstico vital. La punción lumbar, único procedimiento revelador del mínimo entuerto, es el método de diagnóstico por excelencia al mostrar el líquido teñido de sangre… De otra forma, no hay manera de saber que albergamos un «sobre-bomba» con implacable girador…

Por fortuna, para la mayoría de cefalálgicos o sufrientes de dolores de cabeza —a pesar de su severidad o iteración— la significación es la opuesta a la de Benjazmín. La historia clínica, la gran herramienta, es básica para comprender su origen y significación, pero en estos confusos tiempos de poco razonar y mucho ejecutar, nos confiamos en el frío informe de un examen radiológico que parece denunciar la ausencia de enfermedad: «¡Como descrito, sin evidencia de patología…!».

Los aneurismas son evaginaciones focales, redondeadas o lobuladas, que habitualmente se originan en las bifurcaciones arteriales. El saco aneurismático puede tener un orificio de entrada estrecho (cuello) o una base de implantación ancha que lo comunica con el vaso. Pueden ser ¨saculares¨ o en forma de saco, unidos a la arteria por un cuello; ¨laterales¨ cuando la dilatación es de una pared y ¨fusiformes¨ si la pared está dilatada 360º; si excede los 2.5 mm de diámetro le se denomina aneurisma gigante.

Son lesiones típicas de los adultos, con pico de presentación clínica entre los 40 y 60 años. El riesgo de ruptura es de 1-2% por año para aneurismas asintomáticos íntegros, existiendo una probabilidad mayor de rotura en pacientes con aneurismas múltiples. Los aneurismas intracraneales surgen normalmente en el polígono de Willis y especialmente en la bifurcación de la arteria cerebral media (ACM). Por necropsia, aproximadamente 90% tiene localización en la circulación anterior y sólo 10% en el sistema posterior o vértebrobasilar. Un 33% de los aneurismas se localizan en la arteria comunicante anterior (ACoA), otro 33% en la unión de la arteria comunicante posterior (ACoP) con la arteria carótida interna (ACI) –cuya rotura produce una parálisis del 3º nervio craneal con pupila dilatada– y 20% en la bifurcación o trifurcación de la arteria cerebral media (ACM)

¡Saber es reconocer y reconocer es salvar vidas…!