Elogio del Prejuicio… Las enseñanzas de Misia Chucha y Misia Virginia

 Elogio del Prejuicio… Las enseñanzas de Misia Chucha y Misia Virginia

No creo que hubiera cumplido los 7 años cuando conocí a ese par de viejecitas: Misia Chucha y Misia Virginia. ¿Cómo no conocerlas si eran nuestras vecinas de enfrente cuando nos mudamos a una casa de dos plantas en la Avenida Bolívar al lado del Cine Camoruco en mi Valencia natal y propiedad de Henriquito Hensen? Se habían quedado solteronas y le servían a su hermano, el boticario de la esquina, persona muy apreciada, quien, para colmo, también era soltero. Una era alta y seca, se recogía el cabello hacia atrás con un clásico moñito nada primoroso, pelos retorcidos en el bozo, tenía la voz ronca y sospecho que no le gustaban mucho los niños. Su presencia me infundía mucho miedo. Su hermana, por lo contrario, era más bien pequeña, en sus mejillas se destacaban dos parches rosaditos, el cabello blanquísimo recogido arriba también en un moñito primoroso, una sonrisa bien dispuesta y cuando la encontraba de pie en el portón de su casa o caminando por la acera, siempre tenía algo bueno para mí, una sonrisa, un piropo, una frase cariñosa y hasta un dulcito…

¿Cómo podían ser hermanas dos seres tan diferentes y de tan antipódico temperamento? ¿Cómo podía ser una tan agria y amargada y la otra tan dulce y llevadera? Lo cierto es que un día, conversando con mi madre le comenté lo linda que debió haber sido Misia Virginia y lo fea y sangre de chinche que era Misia Chucha. Mi madre, echando la cabeza hacia atrás lanzó una de sus sonoras carcajadas y aclaró mi confusión.

“No mijo –me replicó- Estás en un error, Misia Chucha es la pequeña, la viejita hermosa y menudita, la amorosa y sonriente, y Misia Virginia, la espigada y amarga, la lacónica y áspera”.

-¿Pero cómo podía ser eso…? –le seguía preguntando-. Chucha es el femenino de chucho, un látigo corto de cuero que tenía mi papá, y más de un chuchazo al aire o donde la espalda pierde su nombre, habíamos recibido por impertinentes. Ello explicaba mi asociación de Chucha con lo negativo. A la inversa, las virginias eran unas minúsculas florecillas violeta pálido que mi mamá cultivaba en un pote, nada les faltaba, quizá sólo tamaño, lo cual compensaba con la cantidad que se agolpaban en reducido espacio, orgullosas como esas pizpiretas mujeres chiquitas a quienes luego, en mi adolescencia, llamaríamos DDT… Sí, como el insecticida – “Dotaditas  De Todo”-. ¡Tremenda confusión la mía! Y entonces, ¿cuál fue pues la enseñanza que me dejaron estas dos viejecitas…?

Me enseñaron los nefastos efectos del prejuicio y el carácter cruel de la proyección psicológica. Nunca más podría sacar conclusiones apriorísticas si no tenía una clara información previa de lo que oía, veía o palpaba. Que todo aquel que me caía gordo o simpático a primer golpe de vista, era necesariamente una mala o una buena persona, que nuestra percepción del mundo podía no ser más que, en muchos aspectos, una inexistente ilusión.

Claro está que yo no era tan despierto ni inteligente a los 7 años como para poder comprender en su totalidad la lección. Fue la vida y sus continuas sobaduras [2] e indigestiones, que a los trancazos y adecuadamente digeridas, me hicieron reconocer mi error una y otra vez. Confieso sin embargo que en ocasiones vuelve a jorobarme.

Luego vino la facultad de medicina y los cadáveres, pues, aunque usted no lo crea, fueron ellos mi primer contacto con la medicina y el ser humano. ¡Qué paradoja! ¡Qué tristeza! ¡Qué confusión! Antes de relacionarnos con los vivos, lo hacíamos con los muertos, simples despojos terrosos y formolados, de penetrante olor, que, al introducirse profundamente en nuestras narices, nos hacían llorar, pero nunca de pena por aquel anónimo ex personaje que nos prestaba su cuerpo para que aprendiéramos anatomía.

Sólo fue en el tercer año cuando tuvimos nuestros primeros encontronazos con los vivos, ellos más que nosotros. Y por cierto que, con vivos muy enfermos, esperando su sino y próximos a abandonar el valle de lágrimas en aquellas salas del Hospital Vargas de entonces, aromosas al fenol o creolina con que coleteaban sus pisos. Teñidos de prejuicio, casi sin darnos cuenta, los sentíamos como aquellos muertos de carne cenicienta con los que nos habíamos relacionado primero.

 Nunca es tarde para abandonar los prejuicios.

Henry David Thoreau

 

Nos enseñaron nuestros profesores, tal vez sin querer, el galimatías médico, esa jerigonza que hoy día vomitamos a la cara del enfermo cuando queremos “explicarle” algo, pero que es realmente un recurso para decirle que no nos moleste en nuestra majestad, para dejarles con los ojos claros y sin vista, para expresarle que no queremos comprenderle ni aclararle nada y de una vez acabar con el ¨diálogo¨. Así fue, como de un porrazo nos quitaron la curiosidad y nos dieron a cambio una serie de clichés que, aprendidos como un loro, nos permitirían realizar una historia clínica –a lo peor, con todo inventado por nuestra incapacidad de comprenderles- y permitirnos tener la ilusión de comunicarnos con nuestros congéneres.

Y de esa forma, cualquier dolor de cabeza se nos antojaba sin mucho preguntar, que era producto de hipertensión arterial. Cualquier síntoma revesado, no entendido o ignorado, era ¨nervios¨, hoy día ¨estrés¨, o quizá “usted no tiene nada” o “es juguete de su imaginación”. Cualquier fiebre era un virus, ¡sí! precisamente ¨el virus que anda por ahí…¨, sin siquiera pensar que hay que estar loco para deambular por allí consultando sin tener nada, particularmente en horas de la madrugada. ¡Cuántas veces un síntoma que parecía baladí, era signo de una seria enfermedad! ¡Cuántas otras, una queja que olía a tragedia era simplemente lo que nos habíamos estudiado la noche anterior!

Como puede verse, formando una trilogía, allí estaban siempre mi acendrado prejuicio, Misia Chucha y Misia Virginia, bien para hacerme escuchar lo que yo no quería oír, para hacerme ver tan sólo la ilusión de lo que estaba dispuesto a ver, para hacerme sentir en el pulpejo de mis dedos un tumor imaginario o peor aún, pasar por alto un hallazgo determinante porque mis manos –en ese preciso momento- estaban desconectadas de mi cerebro. ¡Ellas para decirme, “! ¡So gaznápiro! ¿Vas a volver a tus andanzas o vas a aprender alguna vez…?”.

Pero por más que he tratado de sacudirme mis prejuicios como perro recién mojado, no siempre lo he logrado. A pesar de todo, cuando tengo frente a mí un paciente cualquiera, siempre vuelan a mi memoria las figuras de Misia Chucha y Misia Virginia para susurrarme al oído,

-¨Oye bien mijito, oye bien, mira bien, fíjate bien, toca bien, desprejuíciate para que no confundas la gimnasia con la magnesia…¨

 

 

[1]Médico internista, FACP, neurooftalmólogo clínico. Profesor titular de Clínica Médica, Universidad Central de Venezuela. Escuela José María Vargas. Presidente de la Academia Nacional de Medicina

[2] Aunque no lo encontré en mis dos diccionarios de venezolanismos, mi papá usaba el término que considero aprendió en el Llano venezolano,  “sobar” como sinónimo de castigar, de dar una paliza.

Elogio de la niña de mis ojos…

Elogio de la niña de mis ojos…

No te esperábamos… Viniste al mundo en tiempos de la radiopelvimetría, un examen radiológico practicado en la mujer al final del embarazo (finales del octavo mes e inicio del noveno) que permitía medir las dimensiones de la pelvis ósea y comprobar si el parto se podía efectuar por vía natural o si requeriría de una sección cesárea. En verdad, no te esperábamos… y más aún, cuando el médico radiólogo que informó el estudio, mi admirado amigo doctor Salvador Malavé Villamizar (†) aseguró que sería varón, pues entre los difusos grises de la placa radiológica le pareció ver un ¨pipicito¨… De acuerdo a los vaticinios en una suma imágenes superpuestas, sería pues un niño y no una niña. Ya teníamos dos varones y me había costado mucho convencer a Graciela para que tuviéramos un tercero…, únicamente para que hubiera pugilato a la hora de escoger ¨la punta¨ en los asientos traseros de nuestro automóvil: 2 ventanas x 2 puntas para tres = conflicto.

Pues bien, a prepararse para recibir lo que Dios nos enviara 5 años después de su último parto. Se dispuso la canastilla donde todo era azul celeste, puro macho, puro… puro machote. Y lo que venía se propuso venir con alboroto, dolores de parto y todo eso que aguantan las mujeres con estoicismo y coraje. Luego de entrar en trabajo de parto no hubo dilatación del cuello uterino por lo que se decidió realizar una sección cesárea.

Su añorado partero, el doctor Luis Enrique Capecchi (†) escindió el abdomen y luego otra vez el cuerpo uterino, introdujo su mano y extrajo al ¨niño¨; pero… ¡sorpresa el 17 de noviembre!, resultó que no tenía el ¨pipicito¨ que se había anticipado…, antes bien, era una niña linda, rosadita, de cachetes carmesí y unos pulmones dispuestos para el llanto enérgico con alaridos de protesta por haber sido sacada del microclima bondadoso y tibio donde se encontraba…

Al llevarla al retén no podía ser vestida de azul que era lo que traíamos. ¡No había nada rosado…! Inmediatamente hubo un revuelo en la clínica, la enfermera Victoria González, no sé de dónde desencamó una ropita amarilla y así fue vestida mientras cambiaba el ¨sexo¨ de la canastilla –como quien dice amarillo: territorio neutral-, Victoria Pérez secretaria de piso le llevó los zarcillos; Matilde  Carrasco, otra enfermera del retén, le prendió coquetos lacitos rojos en su escasa cabellera rubia y la hermana Milagros, enfermera de la Congregación de Monjas de San José, le perforó los lóbulos de las orejas. Una amiga y querida vecina, Margarita Morales que para esos días esperaba una hembra y tuvo un varón, le pasó completo todo el ajuar y asunto arreglado.

La ¨niña de mis ojos¨, como me gusta llamarla, tendría por nombre Graciela, como su madre, pero como era tan chiquita, se quedó para siempre, ¨Chelita¨ o ¨Cheli¨. Llenó la casa de alegría femenina, sus hermanos mayores Rafa y Gusta la amaron, la consintieron y la protegieron como hasta el presente… Ahora comparten sus mimos con los de su esposo José Miguel Smith Matas…

Sus manos y sus pies eran mínimos; yo le tomaba el dedo pequeño del pie y le decía que ese era ¨mi dedito¨; un día estaba correteando por la casa, de repente oí un grito y un llanto inconsolable; ocurrí donde ella se encontraba, le pregunté qué había pasado y entre jipidos y lagrimones, como respuesta me dijo… -¡¨Papi, me aporree tu dedito…¨!

Cheli no es una mujer venezolana cualquiera, es una mujer de temple, ¨echada paꞋlante¨, es linda, querendona, economista de la UCAB y posgraduada de la New York University, preocupada por su país desde la distante y ya no tan brumosa Londres, y ahora madre a tiempo completo de tres hermosos hijos, una hembra, Valentina y 2 varones Matías y Joaquín, el benjamín…  Movida por su oposición al régimen escribió en 2003 en diario El Universal que entonces era libre y no mediatizado por la dictadura, un artículo que le fue publicado y que a continuación incluyo pues creo que todavía puede adaptarse a la situación venezolana aún hoy:

Nuestra Cheli entró en sazón, hoy llegó a sus 45 años de fructífera vida, que comparte con su esposo José Miguel Smith e hijos y la familia entera que tanto la quiere y la respeta.  Hija y hermana solícita y preocupada; madre responsable y amorosa. Venezolana íntegra, se ha tomado su rol en Chamos Charity (http://www.chamos.org.uk/0) con pasión, amor por los niños y deseo de ayudar. Con un grupo de sus amigas venezolanas trabajan para recolectar fondos por todos los medios para paliar la tribulación de sus hermanitos venezolanos.

Hoy falló nuestra presencia en su casa; casi siempre ha sido así; no podemos culpar a nadie, sin embargo, somos otra Venezuela, una mueca de lo que fuimos y donde transcurrió su infancia, adolescencia y adultez temprana. Fallamos los de mi generación en proveer un nido acogedor para nuestros hijos y nietos donde desplegaran sus alas de Pegaso. No supimos defender nuestro país y estamos sumidos ahora en la más grande desdicha y ruina y permitiendo la diáspora interminable de nuestros hijos y el consecuente desarraigo… La vergüenza nos acompañará por siempre…

La relación con su madre ha sido muy cercana y agradecida, muy linda; se comunican a diario y todo se lo cuentan… Sucesos, chismes, intercambio de recetas de cocina, anécdotas del cada día, preocupaciones banales y serias, ¨casi¨ como si estuviera aquí…

Cierto día adquirí una computadora para mis hijos. La veía de lejos pero no me atrevía a acercarme; para mí era como una especie de monstruo o ente agresivo que no soltaba presa. Hice algunos intentos, pero no podía con mi ¨cyberphobia¨: Dependía de Cheli hasta para enviar correos electrónicos. Nunca me recriminó por mi ignorancia cibernética ni por no romper aquella barrera que no sabía cómo vencer.  Acercándose la fecha para salir del país a realizar su sueño, a hacer un posgrado en New York University donde había sido aceptada, me dijo, -¨Bueno papi, me quedan apenas tres meses en Caracas, tienes que aprender…!¨. A regañadientes me aproximé a la computadora y me percaté de que no mordía ni expulsaba gases, ni poseía un hálito asqueroso como suele ocurrir con los monstruos, pero cada vez que tocaba una tecla todo se borraba; gritaba su nombre y ella rauda venía acompañada de su santa paciencia.  -¨!No hay problema papi…!¨, le daba a otra tecla y aparecía el escrito perdido… Muchas veces lo hice y nunca me rechazó o me hizo sentir miserable, mal de mí analfabetismo tecnológico. Entonces le dije, -Bueno, prepárame un guión hecho para un ¨oligofrénico¨ o¨ deficiente mental¨, y así lo hizo, una especie de Silabario Catón con el cual mi mamá me enseñó trazando con su dedo mágico las primeras letras… todo especificado y separado con bullets para que no me equivocara… Y así comencé… Gracias

Cheli: La crisis es tan enorme que los niños desnutridos mueren de hambre, no crecen, tendrán cerebros pequeños y ausencia de escuelas de pensamiento libre, entonces, proclives a la esclavitud: no hay leche ni otras proteínas. El sueldo básico está en Bs F 456.507,44 y una caja de leche de 12 litros cuesta hoy Bs F 96.000,oo así que un litro cuesta Bs. F 8.000,oo. La crueldad se transparenta al través de las acciones de los poderosos…

Tu país está sumergido en medio de apetencias geopolíticas donde todos quieren una tajada; Dios nos dio riquezas que no trabajamos y que no supimos administrar y que derrochamos y seguimos endeudándonos para gastar más y dar más a los asaltantes del tesoro nacional; el dólar a Bs F 80.000,oo y por ello el envilecimiento chavista se ha contagiado a una traicionera oposición, porque todos estamos sumergidos en el cieno de la codicia y la corrupción. ¡Hace falta que llueva fuego…!

Pero, aun así, celebraremos tu presencia y tu cumpleaños:

¡Qué belleza de hija tenemos Graciela y yo…! ¡Qué lindos nietos nos ha dado con José Miguel!

¡Linda de alma, sensible a los problemas sociales, madre a tiempo completo, comprometida y venezolanísima desde la distancia!

¡Que Dios te bendiga y que tengas un cuadragésimo quinto aniversario muy feliz donde estaremos presentes de corazón!

Elogio del contrarrevolucionario…

«La contrarrevolución no será una revolución contraria,

sino lo contrario de la revolución»

  Joseph Marie de Maistre

 

Un contrarrevolucionario es cualquiera que se opone a una revolución, sobre todo el que intenta revertir sus resultados, parcial o totalmente; pero advierto que no somos reaccionarios, es decir, no aspiramos a instaurar un estado de cosas similar al que anteriormente existía con las viejas guardias adecas, copeyanas, masistas o comunistas. ¿Quién hoy día no es un contrarrevolucionario…? Puede ser que en nuestra sufrida Venezuela el nombre no se ajuste a las definiciones clásicas, pero entendamos que un enorme porcentaje de connacionales que no están medrando en las arcas públicas y sufren inmerecido apartamiento y pena, se oponen a las políticas del gobierno actual y quisieran revertir la situación de emergencia compleja que nos azota…

Desde mi carta abierta al embajador cubano del 4 de marzo de 2001, publicada en la sección Cartas al Editor del diario El Universal –puede leerse buscando mi nombre en Google-, nunca he conspirado o asistido a reuniones furtivas en cenáculos; siempre mi disenso ha sido abierto y diáfano, con un lenguaje directo y sin tapujos; publiqué en el pasado muchos artículos de opinión en el mismo diario hasta mi retiro hace cuatro años por desacuerdo con el cambio de su línea editorial y su intento de coaccionarme; comencé a escribir por mi cuenta, en lo que he llamado el Uni-Personal y ahora en mi página de Internet, (http://rafaelmucimendoza.com), publicando al presente 152 artículos- siempre tratando de crear conciencia, de hacer patria, de mostrar desde entonces lo que nos está acabando hoy día. El espíritu festivo del venezolano donde ¨todo le rueda y de todo hace un chiste¨, impidió que la mayoría comprendiera la tragedia que se cernía sobre nuestro país; mis amigos despreciaban mi labor y en tono jocoso me anunciaban cárcel. Cuando fui presidente de la Academia Nacional de Medicina de Venezuela para el bienio 2014 y 2016, en la cuenta semanal del presidente y al inicio de mis palabras, dedicaba siempre unos párrafos a la calamitosa situación del país, siempre muy duros y críticos, como debía ser. En una de las asambleas, un Individuo de Número pidió la palabra para censurarme exigiendo que se borraran mis palabras en la grabación que luego se transcribe porque ¨podía ser inconveniente desde el punto de vista político y acarrearnos consecuencias indeseables –especialmente porque para su subsistencia, la institución siempre ha dependido del ejecutivo nacional-…¨. Antes de que yo pudiera responderle, de súbito y sin pedir la palabra se levantó muy indignado el maestro Blas Bruni Celli y nos dijo a los presentes,

  -¨¿El día de mañana qué pensarán nuestros hijos y nietos cuando se enteren que no quisimos ni supimos defender la patria y la democracia desde esta tribuna; por supuesto que no debe borrarse…¨, y así quedó grabado e impreso para la posteridad.

Y es que siempre ha habido muchos miedosos, muchos pusilánimes, cobardes y apocados, de muelle actitud que pensando en sus intereses personales y en su hacienda han adoptado la estrategia del avestruz… Pocos mostraron y todavía muestran algún interés, me han llamado paranoide o han tomado mi actitud a sorna, no hubo compromiso ni acción, la posesión del país por Cuba hace años es un hecho que mana indignación por los cuatro costados, es la ceguera virtual del venezolano que todavía continúa siendo una realidad, aún en nuestra Academia…

Desde aquellos que fueron y siguen siendo expulsados del país por miles por la marea roja, hasta nosotros los del insilio, esos que decidimos quedarnos y continuar haciendo nuestra labor de patria, trabajando, enseñando, sembrando, cosechando y denunciando…, dando apoyo a los desprotegidos, preparando el terreno para buenos y mejores tiempos que vendrán, de solidaridad y democracia donde se respete la ley, la Constitución y el trabajo honrado, donde sea premiado el mérito y condenada la prevaricación. Esa nueva marea blanca de cambio llegará igualmente hasta la nación que nos domina: Cuba, pero, además, hasta Nicaragua, Bolivia y todo país donde la izquierda no signifique progreso sino oportunidad para la tropelía, el abuso y el enriquecimiento ilícito.

Las páginas de Opinión, 4 y 5 del diario El Nacional del sábado 28 del corriente muestran en forma diáfana una de las tantas facetas de la destrucción de nuestra querida patria iniciada, continuada y mantenida con conocimiento de causa de lo que hacía, por Hugo Chávez Frías aun hasta después de su muerte; ahora intentada ser completada por su sucesor ilegítimo e incapaz Nicolás Maduro Moros… ¿Y qué los movía y qué los mueve…? No otra cosa que el odio. Ese odio que ellos y su camarilla se tienen a sí mismos, a su propia miseria humana y que han proyectado sobre el que algo posee por esfuerzo propio, especialmente intelectual o material. Sus descendientes y amigos, aquellos que quemaban autobuses a las puertas de la casa que vence la sombras en nombre de la ¨justicia social¨, término hueco en sus bocas, se han hecho de ingentes sumas en dólares, desde la hija favorita María Gabriela hasta los sobrinos de Cilia entrando ahora en los predios de los ¨bolichicos¨, mientras nuevas/viejas formas de agredir son fraguadas en el cerebro del médico asesino extraídas de las profundidades el Averno.

Esas cuatro páginas a que hago referencia son una oda al odio desbocado que ha creído no tener un juicio ni un castigo y ya vemos, el castillo inexpugnable, el castillo de naipes se desmembra por el peso del mismo odio expulsado hacia inocentes en el afuera…

¿Quién me quitó a mis hijos, a mis nietos, a mi hospital con mis alumnos y mis colegas, a mi escuela de medicina, a mis pacientes, a mis niños de la calle, a mis cansados viejitos de los más bajos estratos cogiendo sol y pasando penurias…? Una revolución ridícula sólo de camisas rojas sin sesos ni buenas intenciones; con mucho odio destructivo. ¿Quién me robó la oportunidad de construir un verdadero país, un país fuerte y sustentable…?, ¿Quién arrebato a mis pacientes 24 mil médicos que han migrado allende los cielos, caminos y mares?, ¿Cuánto nos costará ser de nuevo un país que reemplace al fallido que tenemos, gobernado por gente mala, brutal e indolente, con hombres y mujeres de buena voluntad?

Todas las formas de intimidación y demostración de frágil poder han lanzado contra nosotros. Pero ellos bien saben que el momento de la verdad se acerca y los cerca, se creían fortalezas inexpugnables y mire que débiles eran… Já, já, já… Ya no encuentran que inventar, pero no nos los calamos más… No podrán escapar ni tener paz porque la mano de la justicia será larga e implacable.

Somos felices siendo así; ¡sí, somos contrarrevolucionarios, no hay términos medios…!, a ver cómo nos ponen a todos presos…

  “La felicidad puede encontrarse incluso en el más oscuro de los tiempos, pero sólo para aquellos que recuerdan encender la luz.”

—Albus Dumbledore, personaje de Harry Potter

Elogio del ser: ¡Fuimos médicos…!

Cualquiera pensaría que abdiqué a mi condición de médico… No, nunca lo haría y cuando expreso que ¨fuimos médicos¨ me refiero que ¨al fin fuimos médicos…¨, pues el frío y el viento amable de estas calendas nocturnas me retrotraen a mis años estudiantiles con sus cielos caraqueños claros preñados de luceros con mis fortalezas y mis debilidades, lo que de alguna manera toca al escabroso tema de ¨la martiriología de los exámenes finales¨. Nunca uno siquiera pensó en que podía ser médico sin presentar exámenes, una perogrullada si se quiere; esos exámenes justos o injustos, benignos o sádicos, de materias capitales o anodinas, que nos prepararían para estos otros, los verdaderos, los que presentamos cada día y en silencio frente al drama de nuestros pacientes y en los que no por rareza salimos reprobados o aprobamos con nota marginal.

Aunque suele decirse que todo tiempo pasado fue mejor sin ser cierto por supuesto, porque cada época tiene su encanto y sus decepciones, sí podemos afirmar que aquellos vetustos años al menos eran diferentes… y por ello, en mis noches tranquilas, donde impera la quietud y el sosiego, evoco particularmente aquellas noches inolvidables. Con la llegada de mayo y sus mangos, las diarreas del abuso llamadas también ¨mayo¨, igualmente venían otras simbólicas, las premonitorias de los exámenes finales, pues las horas de estudio, en previsión del momento magno, se prolongaban más pudiendo pasar de las 12 o 14 horas, así que llegábamos exhaustos al ¨memento mori¨ de los latinos (¨recuerda que morirás…¨). Y es que el sistema de exámenes en la Facultad de Medicina de nuestra UCV y otras universidades públicas eran tal vez los más severos y exigentes al ser comparados con otras profesiones, y sus métodos, en ocasiones rallaban en variantes de un tribunal de la Santa Inquisición con candela y olor a carne chamuscada.

Adicionalmente, eran tiempos de dictadura, y durante estos períodos todo suele ser autoritario y debe acatarse. La conducta perezjimenista parecía haber permeado la piel de algunos de nuestros profesores, así que muchos de nuestros catedráticos celebraran los exámenes de noche… y sabido es, que en las sombras de la oscuridad no se oculta sino que el crimen. Los exámenes solían constar de tres pruebas, escrita, práctica y oral, todas eliminatorias, así que este acto era la ¨postrer prueba¨ tras la cual podría ascenderse al Olimpo o flotar en el río Hades sin perrito que le ladrara a uno.

Recuerdo particularmente los exámenes de bioquímica de primer año y de patología médica de cuarto. Ambos, profesores severísimos. Ambos, iniciaban la degollina al filo de la media noche  y duraban hasta el último canto de los gallos retrasados, entre tanto, unos 40 estudiantes aguardábamos ansiosos, algunos abandonábamos transitoriamente el lugar como mártires esperando no ver la sangre colándose por debajo de la puerta de los que ya habían sido guillotinados. Alguno, el de oído más aguzado se apostaba cerca de la puerta para ver si podía oír y repetir a los oídos anhelantes que se agolpaban tras él, alguna de las preguntas preferidas por el jurado esa noche. Afuera algunos compañeros nos hacían las mismas preguntas que nosotros nos hacíamos y todas se hacinaban en nuestra memoria dejándonos bloqueados. Hubo años en que veíamos rodando testas hasta de los más esclarecidos estudiantes, rendidos por la fatiga, sobrecogidos de miedo; fue una la de julio de 1957, algo así como una Noche de San Bartolomé cualquiera, sí, aquella que tuvo lugar en París en la noche del 23 al 24 de agosto de 1572, un asesinato en masa de hugonotes, antiguo nombre con que se calificaba a los protestantes franceses de doctrina calvinista durante las guerras de religión; pero esta vez escenificada en el Nuevo Mundo, y en pleno campus de la Ciudad Universitaria de Caracas ante la mirada impertérrita del reloj de la Plaza del Rectorado de Villanueva, evocación de un orden íntegro dando la hora desde 1954, pero destilando lágrimas esa noche…

En el primero, el Jefe de la Cátedra que vestía una ¨barba nauseabunda¨ –al decir del sabio Enrique Tejera Guevara (1889-1980) quien por el contrario vestía otra muy mona y bien cuidada-, más parecía poner atención al estado de las pupilas del examinando que a su pericia bioquímica: su dilatación llamada también midriasis, podía interpretarse como secreción extrema de catecolaminas traída a cuento por el terror del momento o bien, inducida por ¨medicinas para estudiar¨ como el Actemín® (fosfato de anfetamina) o Ritalín® (metilfenidato), drogas que realmente eliminaban el sueño, el hambre y el cansancio permitiendo estudiar horas y absorber conocimientos como una esponja, pero era vetada y tomada por este examinador como pecado mortal, es decir, sin redención por penitencia o jaculatoria; así que cuando el aspirante a pasar la materia ingresaba, no más al apreciar sus ojos y ver el estado de sus pupilas era interrogado una y otra vez anteponiendo su nombre de pila, por ejemplo, ¨¡¿Segundo, tú tomas Actemín…?! ¨¡¿Segundo, pero seguro que tú no tomas Actemín…?! A lo que Segundo lo negaba una y otra vez. Sin embargo, era repetido y repetido muchas veces como un  mantra, hasta que el infortunado de Segundo bajo aquel sondeo conminatorio aceptaba su sino asintiendo la falta: ¡Raspado…!

El caso del segundo, querido, respetado y admirado profesor, que se la daba durante las noches de exámenes, especialmente aquellas oscuras, lluviosas y borrascosas por invocar no al amor como era su costumbre, sino a criaturas tanáticas que nos hacían temblar; no se trataba si sabíamos la materia o la ignorábamos, era más bien un juego satánico donde era raspado el más pintado… Al regresar a nuestros hogares ya como hombres y mujeres libres de nuevo y volver nuestros ojos al manto celestial cuyas pálidas estrellas nos miraban con sentimiento sentíamos emoción por haber aprobado la última materia de la carrera de médico… Esa sádica costumbre de examinar de noche desapareció de nuestra Alma Mater como los espantos, el carretón de la muerte y el descabezado  asido de manos con la Sayona que merodeaban las noches de nuestra ciudad hasta cuando se inauguró la Electricidad de Caracas…

Esas noches inolvidables de épocas de examen han quedado en nuestro ser como testigos de una mezcla imborrable de emociones angustiosas espeluzno, estrago y ¨mayo¨. Se cuenta que cuando el médico y novelista español Pío Baroja (1872-1956) a los 87 años deliraba en su lecho de muerte expresaba con gritos su terror a los exámenes; igual me pasa a mí en el ensueño del despertar donde me veo aterrorizado por incógnitos maestros y sus preguntas acerca del tamaño de la molécula de la albúmina y el recuento paso a paso del Ciclo de Krebs

Yo confieso que algunos alumnos míos me otorgaron una inmerecida fama de muérgano[1] cuando integraba un jurado examinador, y rememoro cómo se contentaban si por alguna razón no podía hacer acto de presencia. Si así lo hice, les ofrezco mis disculpas, nunca fue esa mi intención pues conocía su desempeño previo y siempre traté que mis preguntas fueran ajustadas a la materia, historia clínica del paciente y a la demostración de la destreza semiotécnica del examinando. Recuerdo una querida alumna, hoy día psiquiatra, que vestía una minifalda cuando esta moda estallaba con furor primaveral en los pasillos del hospital sacando suspiros libidinosos a jóvenes y provectos y en aquél momento, ante los ojos inyectados de lujuria del jurado, le pedí que palpara el bazo de un paciente cirrótico y la pobre no sabía qué hacer al inclinarse, momento en que la terca falda ascendía más, para mostrar el filo de su rosada pantaleta de primorosos encajes blancos…

Así, que esperábamos ser y ¨al fin fuimos médicos…¨ en medio de noches de malos o buenos augurios en las que sabíamos que se estaban fraguando las claves de nuestro porvenir… Por ello, no podemos entender cómo los ¨médicos en serie¨ de mal llamadas universidades bolivarianas rehúsan realizar exámenes y aún más, permiten que sean sus propios compañeros de curso quienes califiquen el desempeño de uno de los miembros de su cohorte, y que inclusive ellos mismos se autocalifiquen, ¡¿Tigre cuidando carne…?!

 

  • La sempiterna figura del “raspao”…

 Malos y pésimos estudiantes los ha habido en todos los tiempos y cursos de medicina. Todas las épocas han tenido sus “cachitos”, “tripudios”, estudiantes profesionales, empecinados en graduarse aunque no supieran por qué, ni tuvieran con qué, que se estancaban y echaban raíces en las aulas universitarias, envejeciendo y viendo como estudiantes más jóvenes culminaban sus carreras antes que ellos. Curioso decirlo, pero verles en persona o la evocación de sus nombres, entonces y ahora nos produce un dejo de alegría, una sonrisa de condescendencia y hasta un ¿qué estarán haciendo ahorita…?

  • Recuerdo un revalidante ya entrado en años que pasantía tras pasantía, no lograba aprobar la materia de clínica médica. Aunque pareciera un acto de irresponsabilidad y ligereza, ya deseosos de que nos abandonara, le facilitábamos el examen haciéndole sencillas preguntas que pudiera responder; si se quiere, bombitas para que bateara un jonrón y la sacara del campo, pero ante nuestra frustración, siempre salía con una pata de banco y se ponchaba…

“A ver bachiller, ¿dígame cómo se diagnostica una amebiasis aguda…?

Raudo y sin titubear, el viejo-estudiante-viejo contesta,

-“¡Mediante un examen de heces directo y en fresco doctor!”

Impresionados por la vehemencia y la contundencia de la respuesta y abrigando la esperanza de que pudiera al fin aprobar la materia, contra preguntamos,

-“Muy bien, ¿Y cómo realizaría usted un examen en fresco?”

-“Bueno, coloco al enfermo en posición genupectoral [2] doctor”

-”¿En posición de plegaria mahometana, quiere usted decir?, ¿Y eso para qué? ¿Para hacerle un tacto rectal y tomar la muestra en fresco…?” –preguntamos nuevamente-

-“¡No doctor, como sabemos que las amebas se mueren por desecación en los pasillos del hospital antes de llegar al laboratorio, se coloca el microscopio sobre las nalgas y así podemos ver en fresco y directamente las amebas en el negro orificio…!”

Desentonando aquella respuesta como un sonoro y claro rebuzno, le dije,

-¨Lamentándolo mucho bachiller, ¡usted está otra vez reprobado…!¨

[1] Posición genupectoral: Llamada también de ¨plegaria mahometana¨ o actitud en la cual el tronco descansa sobre las rodillas y el pecho, apoyados sobre el plano de la cama; de esta forma, el eje del tronco está fuertemente inclinado de atrás adelante y de arriba abajo.

  • Y hablando de bilharziasis mansoni, enfermedad casi desaparecida en nuestro país, infortunadamente no por acción oficial, sino porque los ríos se han secado de tanta tala indiscriminada e invasión de las fuentes, se le pregunta a un estudiante cómo realizaría el diagnóstico de la condición. Siendo que la audacia con ignorancia es madre del verbo fácil y rápido, la estudiante contesta,

-“¡Mediante un examen de heces doctor…!”

-“¿Y que busca en ellas…? “- con una sonrisa sobrada, que preludia el éxito contesta…

-“¡Los caracoles doctor…!”

  • Con relación a otro caso de bilharziasis a otro alumno se le preguntó,

-“Diga bachiller, ¿Cuál es la causa de la anemia en casos de bilharziasis…?”

Con aire de suficiencia el estudiante responde…

-“Bueno, resulta que la teoría más plausible es la que favorece al efecto mecánico de los huevos sobre los glóbulos rojos…”

-“¿Y eso? ¿Cómo es, que no comprendo…? – Responde el doctor Herman Wuani

-“Bien, los huevos con su espolón van rompiendo los glóbulos rojos a medida que van pasando…”

  • Se cuenta que cierta vez el celebrado Maestro de Anatomía, doctor José ¨Pepe¨ Izquierdo le preguntó a una estudiante qué complejo anatómico estaba ubicado a ambos lados del cuello y que describiera sus componentes:

Con prepotencia inaudita la estudiante se arriesgó a decirle al severo profesor que la pregunta era malintencionada, muy difícil, que no la contestaría y que ella se marchaba; dicho y hecho, enervada se levantó de la silla y marchó hacia afuera al tiempo que dejaba detrás la respuesta que el viejo profesor le insinuaba,

¨!¿Pa´qué te vas culo nervioso…!?¨[3]

[1] Muérgano: Persona a quien se desprecia por sus malos sentimientos, intenciones y acciones hacia los demás.

[2] Posición genupectoral: Llamada también de ¨plegaria mahometana¨ o actitud en la cual el tronco descansa sobre las rodillas y el pecho, apoyados sobre el plano de la cama; de esta forma, el eje del tronco está fuertemente inclinado de atrás adelante y de arriba abajo.       ´

[3]No, no es una vulgaridad, el paquete vásculonervioso del cuello está integrado por las arterias carótidas comunes, las venas yugulares internas y externas, el nervio vago y el nervio laríngeo o recurrente.