Elogio de la equivocación… ¿Tiempo de reflexión…?

 Elogio de la equivocación… ¿Tiempo de reflexión…?

¿Será que me equivoqué y aposté todo mi dinero a un caballo perdedor…? La saudade me embarga. Mi periplo vital se acorta con el raudo paso de los días que ahora parecen venir con menos horas y como médico de hospital que todavía soy, a menudo me da por pensar o cuestionar mi elección y mi ejercicio de muchos años. Los hospitales, como las personas, son sujetos vivos a quienes hay que mimar y alimentar continuamente so pena de enfermar de aguda mengua y llegar a desaparecer. Este aserto no deja de ser una verdad en nuestro país. Siempre que uno envejece se le quiere eliminar sin aviso y sin protesto, sin tutía ni clemencia, sin sentimiento ni agradecimientos. Con la excusa de ser ya antigualla molestosa, estructura superflua, la picota del progreso dirigida por burócratas, con frecuencia termina por sepultar una abultada hoja de servicios. Mi Hospital Vargas ha envejecido tanto que si no fuera porque estoy dentro de él, envejeciendo con él y le veo todos los días, no podría reconocerlo.

¿Todavía estás allí…? ¿Es que aún no te has marchado?, ¡Hace mucho tiempo que ¨ese¨ hospital te quedó pequeño! ¡Yo, hace años que me cansé, me fui y ahora soy feliz…! Son preguntas y exclamaciones con las cuales nos bombardean a aquellos que por décadas hemos dedicado energías, esfuerzos y amor, casi más que una vida a nuestros hospitales públicos, tan carentes, tan desasistidos y olvidados; ni qué decir de su clientela siempre muy pobre, mendicante e implorante…

Pero no siempre fue así. Mi hospital (1891) fue una réplica del famoso Hospital Lariboissiére de París (1839) en su frontis y en sus planos, equipándosele sin escatimar ninguno, con todos los adelantos del momento; así que hubo una época, no muy lejana, en que mi hospital innovaba: Asistencia de calidad, docencia de lustre, nuevos procedimientos exploratorios o de tratamiento, flamantes técnicas quirúrgicas que no se realizaban en centros privados, tomaban vida y forma en sus recintos. El saber fluía de continuo a la sombra vigilante de maestros que, comprendiendo la importancia de su rol de ejemplo y guía, difundían abundosos ejemplos de humanitarismo, ciencia y honradez profesional y ciudadana que invitaban a la emulación.

 ¡Privilegiado aquel paciente pobre! ¡Cuántos cerebros lúcidos pensando en derredor de su lecho de miserias acerca de cómo diagnosticarlo y ayudarlo!, ¡qué diferencia con el trabajo privado, unipersonal, mezquino, que no dejaba dudas para la discusión y el descubrimiento del equívoco! Aunque humilde, mi hospital permitía la ayuda global al enfermo. Nuestras pasantías cortas o largas por sus salas donde se propiciaba la discusión, el disenso, la interacción, el enseñar y ser enseñado aún por los más jóvenes al favor de sus preguntas inteligentes, el moderar los ímpetus juveniles, el saber cada día más para ayudar más y mejor, el reconocimiento de la propia ignorancia que modera la omnipotencia, y hasta el llegar a descubrir la gran fragilidad de nuestras capacidades diagnósticas cuando éramos llevados ante la fría mesa de Morgagni en la sala de autopsias, para que al través del ¨mirar por uno mismo¨, que es lo que autopsia significa, identificáramos el yerro y creciéramos un poquitico más. Doblar la cerviz ante la evidencia, ante el hecho clínico que pasamos por alto, minimizamos o no supimos interpretar, digerir el duro trago del error e incorporarlo a nuestro acervo de clínicos como antídoto para que no volviera a ocurrir…

 

Mas arribaron tiempos aciagos en que mi Hospital –al fin, parte integrante de un país que iniciaba la cruel enfermedad de la desintegración física, ética y moral-, comenzaba a deslizarse hacia atrás en aquella cuesta ganada con trabajo duro e introspectivo, hacia el abismo sin fondo de la mediocridad y la indiferencia. Los cuadros regentes de la salud fueron invadidos por izquierdas y derechas recalcitrantes que introdujeron factores extraños al oficio. El amiguismo y el carnet partidista reemplazaron al peso específico de un curriculum, del esfuerzo y de la probidad, y la negación de ese esfuerzo que lleva a la excelencia, determinaron que muchos colegas se refugiaran en la tranquilidad de sus consultorios privados porque no toleraron la frustración, la lucha permanente contra la indiferencia y la ignorancia, porque les urticaba ver cómo tantas veces el paciente ¨era devuelto¨ del pabellón de cirugía  o se posponía un examen complementario luego de haber sufrido, una o varias veces, la preparación mediante ayunos prolongados, purgantes y lavativas…  porque vieron morir de mengua a comatosos engusanados, y aún aquellos que sólo se recuperaron de su coma para aún, medio aturdidos, voltearse, caerse de sus elevadas camas y fracturar sus cráneos contra el duro suelo, simplemente porque no había suficiente personal para vigilarlos y cuidarlos, ni barandajes salvadores que les protegieran en su errabundo delirio.  Y así ocurría una y otra vez…

Vieron que el recinto se llenaba de perros y gatos tanto o más enfermos que sus residentes habituales, paradójicamente cuando el hospital todavía estaba poblado de extraordinarios integristas y especialistas, muchos de los cuales poseían flamantes posgrados, fellowships y doctorados en universidades de prestigio de Europa y Estados Unidos de América, hombres y mujeres de valía y recto proceder, que por razones políticas nunca pudieron desarrollar al máximo aquellas capacidades que habían adquirido precisamente para volcarlas en los más necesitados y que hasta tuvieron que renunciar a sus derechos y sus sueños al experimentar la saña castradora de pelagatos, arrimados al poder y pelafustanes. Esos son los gajes de las sociedades subdesarrolladas y primitivas donde la bota del militar, del ¨muera la inteligencia¨, del patiquín parapoco o del pisaverde sin oficio, fractura el libre flujo de las ideas que lleva al escogido fruto…

¿Cómo explicarles a nuestros interrogadores que todavía estamos allí a sabiendas de que compartimos responsabilidad inmerecida contra un sistema infradesarrollado, corrompido e incapaz para quien la ¨salud ajena¨ no es una prioridad?  ¿Cómo decirles que hay fuerzas interiores que nos mantienen en nuestros puestos a pesar de tanta impudicia, inhumanidad y iatrogénesis? ¿Es que ver tantos muertos o maltrechos sin motivo y sin dolientes nos ha oxidado los sentimientos y envilecido el alma? ¿Es que somos partícipes masoquistas que sacamos provecho secundario de la quejumbre diaria y el dolor que nos produce trabajar en condiciones incompatibles con la propia decencia y el respeto del dolor ajeno? ¿Es que somos insensibles al sentimiento de culpa o la demanda judicial por mala práctica cuyo responsable es el Estado y que en cualquier momento puede caernos con la sorpresa de un rayo en un cielo claro?

El Estado todopoderoso, podrido, parecido a la piel del leproso por sus extensas áreas tan insensibles, nos mira también con enemistad y recelo, y arteramente manipula sentimientos de amor y odio que el médico, más que nadie, es capaz de generar en tan grande intensidad, presentándonos como agentes de todas sus miserias. Nos ataca, nos empuja fuera de las fronteras patrias para reemplazarnos por médicos cubanos o por médicos comunitarios, pobre gente atrapada en medio de una oferta engañosa de hacerse médicos en tres años sin haber palpado el cuerpo de un enfermo ni conocer el léxico del oficio, con fallas elementales de ciencias básicas como conocimientos  anatómicos, conceptos mínimos de fisiología, fisiopatología y bioquímica todo ello configurando una tremenda deficiencia en competencias básicas para el ejercicio de la clínica, y aun así, con irresponsabilidad suprema lanzados a realizar posgrados en medio de tan grande deformación? E imagine el pozo de iatrogénesis del Socialismo del siglo XXI: dice la Presidente de la Fundación Barrio Adentro, ¨una pobre medicina para gente pobre¨, ¨dentro de sus instalaciones, funciona una universidad -¿con cuáles instalaciones y con qué profesores?-, que ha graduado 19 mil médicos y en este momento se están (¿de?)formando a 30 mil estudiantes¨: matasanos, medicastros, hierbateros y ensalmadores. Se nos retribuyen largos años de estudio y dedicación, de insomnios y responsabilidades con emolumentos superados con creces por los de cualquier doméstica analfabeta o buhonero bachaquero de pocas luces… Otra arista del gran fraude que ha constituido la Revolución Cubana-Bolivariana en todas las instancias de la vida pública de Mi País, sometido y esclavizado por una nación de oprobio…

El origen no es otro que la envidia por el conocimiento que como en la fábula atribuida a Esopo, una zorra ve un racimo de uvas y trata de alcanzarlo. Cuando se da cuenta que está demasiado alto, las desprecia y se retira exclamando ¨¡No están todavía maduras!¨. La moraleja es que los seres humanos, especialmente los ignorantes, los holgazanes, los reposeros, los resentidos, en suma, la banda de pillos que nos gobierna, fingen despreciar aquello que secretamente anhelan y que saben que es para ellos inalcanzable: ¨¡No se hizo la miel para la boca del asno, ni el alpiste para el pico del zamuro!¨, exclamaba vehemente el inefable Hermano Gaspar de los Hermanos Cristianos de La Salle en Valencia, que no decía lo chiquito para lo sapientoso y ácido que era…

Sobre nuestras cabezas penden sendas espadas de Damocles que amenazan con destruir lo más preciado de nuestros seres: Nuestra integridad, nuestras familias, el prestigio de nuestras prácticas, y el empleador –el Estado-, el máximo responsable, seguirá multiplicando lutos y como siempre se lavará las manos buscando un chivo expiatorio a quien cargar sus culpas.

Mi Hospital es tan sólo una pequeña muestra, harto representativa de un país con un gobierno corrupto que muere en medio de indiferencia y malas políticas sociales, que maltrata a sus ciudadanos de mil maneras y les engaña con un discurso envolvente que cree encubrir sus miserias y las dirige hacia otros. Se nos chantajea cuando se nos exige santidad, desprendimiento, cuando se nos enrostran los juramentos de Hipócrates y Razetti, cuando se nos execra y denigra ante el gran público, ese que no puede viajar fuera del país en pos de ¨buenos médicos¨ como si lo hizo a Cuba aquel eterno presidente de meliflua palabra y aguijón en ristra, o aquellos otros a Miami, Boston o New York con institutriz y revolver incluido. Ha sido la norma que el Estado y nuestros partidos políticos siempre hayan despreciado a sus médicos: ¡Todo, mera cuestión de envidia!

Pero vendrá para ellos una tortura tantálica: Tántalo Zeúsida, rey de Frigia  se robó la ambrosía, potaje divino que daba a los dioses una vida sin fin. En castigo, además de hacerlo inmortal…, en el Hades, antiguo inframundo griego, neblinosa y sombría morada de los muertos, donde muy pocos mortales podían abandonar el reino una vez que habían traspasado sus umbrales, fue condenado a pasar la eternidad padeciendo sed y hambre, pese a encontrarse semisumergido en aguas cristalinas y tener frente a sí una rama con deliciosos frutos en sazón: cada vez que intentaba aproximarse a uno u otro manjar, estos se apartaban de su boca. Tántalo se ha convertido en la imagen típica de los deseos frustrados, y raros son los escritores que no han recurrido a ella. El anhelo de la ambrosía y el robo de la verdad con el esfuerzo que conduce a la excelencia, ha sido perpetrado por una banda de forajidos en quienes se hará realidad el castigo… 

¡Ahh…! El Hospital Vargas de Caracas nació copiado del Hospital Lariboissiére de París, ambos en sus momentos eran dignos de admiración, confianza y respeto. Éste, ubicado en una nación civilizada continuó creciendo e innovándose con el paso de los años y presta en el presente atención de gran calidad; aquél, el nuestro, asentado en un país cuyos gobernantes no lo han sentido como suyo, ha ido declinando, tiene menos camas funcionales que cuando fue fundado en 1888 e inaugurado en 1891, marchitándose, tantas veces rapiñado y muriendo con el paso del tiempo. Como en este caso, el nuestro, otros hospitales venezolanos también decadentes, forman parte de la herencia miserable de las malas políticas de salud y del comunismo, la peor epidemia que nos ha afectado desde el arribo de Colón a nuestras costas.

El sábado 8 de agosto de 2009, escribía yo en el Diario El Universal, un artículo intitulado, ¨Nacen y mueren¨, ¨Los que privilegiados, hemos estado en el exterior y apreciado el crecimiento y la expansión de las instituciones que allá afuera nos dieron cobijo, nunca podremos entender por qué el Complejo Asistencial Docente Vargas -sueño de hombres y mujeres de valía- quedó como historia nunca concluida, o la Autogestión, promovida en pasados años por ilustres vargasianos jamás pudo ser llevada a buen puerto por este proceso involutivo que nos agobia, donde no hay consuelo para las penas del niño que vive en la calle o aquél otro ahogado en su dolor, mendigando salud en Miraflores, atestado de papelitos peticionarios y de promesas incumplidas, cuando, la dádiva política a otros países está a la orden del día¨.

Sin solución de continuidad nos deslizamos hacia atrás, directo al medioevo del olvido, donde la peste, el mal aire -aquel que se adquiere cuando ¨las personas caminan por lugares pesados donde hay maldad¨-, y las miasmas nos rodean, fantasmas del pasado que han tomado forma y airados reclaman sus querencias… Como es costumbre desde 1980 cuando fundé la Unidad de Neurooftalmología del Hospital Vargas de Caracas, única en su género y donde pago mi purgatorio, el pasado martes 21 de abril de 2015 me ataja en el pasillo una joven paciente en su treintena, mulata, hermosa, de labios sensuales, dentadura blanca y perfecta con una sonrisa fingida, ya conocida por un problema inmunológico que ha afectado su retina y que necesitó de cortisona para hacerlo retroceder exitosamente. Ojo único, porque el otro lo perdió en su infancia cuando le explotó un triquitraque frente a sus narices. Se embarazó muy enamorada, ya tenía dos hijos menores. Pedimos consejo para proseguir el corticoesteroide a dosis elevadas durante su preñez, visitó tres hospitales -empresa infructuosa- y decidió tener su hijo. Nació una linda nenita tres meses atrás. Al regresar de la maternidad, su marido la había abandonado. Estaba sola. No tenía trabajo, tres hijos a cuesta, y ahora no hay prednisona en toda Venezuela –entre muchas otras carencias medicamentosas-, está perdiendo visión y clamando por el efecto benéfico de la droga. La prednisona veterinaria también se acabó… ¿Cómo puede un régimen delincuente ser tan cruel y miserable que envía, no más hace pocas semanas 140 activistas a Panamá con gastos pagos y $ 400 diarios para que griten loas a la revolución…? Las maldiciones surgen espontáneas…

Reitero, ¿Será que me equivoqué y aposté todo mi dinero a un caballo perdedor…?

Elogio del sembrador -redivivo-

 

Elogio del sembrador… otra vez

Rafael Muci-Mendoza

 

Yo no hubiera permitido que por razones políticas y de ideología, se me obligara a dañar la vida profesional de tantos

estudiantes a mi cuidado…

 

Justificación

Alguien se quejará de que este artículo es un ¨refrito¨ [Diccionario del Habla Actual de Venezuela. Pérez FJ, Núñez R. UCAB, 1994 //. adj 1. Coloq. Información periodística atrasada o que se vuelve a difundir con ligeros cambios], de que tengo sequía de ideas o que el fastidio de mis no tan consecuentes lectores también me invadió a mí, pero no es así… La situación de la Universidad Rómulo Gallegos y su Facultad de Medicina me ha tocado muy de cerca, muy profundo; la distorsión  de la enseñanza de la semiología sin el paciente de cuerpo presente ha producido en mí un tremendo impacto, gran angustia y la percepción de un gran desvalimiento… ¿Cómo ayudo? ¿A quién recurrir si nadie oye?  ¿A quién acudir para que no se materialice el crimen o es que ya se materializó? ¿Cómo así…? Uno de los profesores de esa casa de estudios dijo que ¨la ropa sucia se lava en casa¨, lavándose las manos como el infame Pilatos. En medio de una dictadura o te enfrentas, o tienes miedo y te escondes… Luego, no te quejes…

La Semiología Médica… Materia de la cual me enamoré muy temprano en mi carrera médica, que estudié y sigo estudiando con admiración, respeto y deleite luego de tantos años, que enseñé y sigo enseñando como el arte al lado del enfermo, diagnosticando el ser humano total y el órgano enfermo que le joroba para luego saber cómo aliviarlo, como sanarlo, y en la cual por poco me raspan en el examen final del tercer año de medicina. Ocurrió cuando uno de mis profesores ante un paciente con el hígado y el bazo recrecidos y confiado yo de tener mi historia clínica muy bien elaborada y mis diagnósticos diferenciales dispuestos, con aire de gran suficiencia me preguntó:

-¨A ver bachiller, ¿qué tamaño tiene la molécula de la albúmina…?¨.

Aquello había sido materia del curso de Bioquímica en primer año, mis lóbulos temporales eran incapaces de procesar ese  pedido, enmarañado como estaba aquel conocimiento en alguna de mis redes neuronales; ello no podía ser el objeto del examen pues no tenía nada que ver con la materia actual, eminentemente clínica: Apreciar mis aptitudes y destrezas de examen y mi razonamiento clínico; así pues, yo me quedé de una sola pieza, pálido, frío, mi piel anserina se humedeció y no pude articular palabra… Ante mi titubeo, me dijo,

 

-¨Ya veo bachiller que no sabe la respuesta, déjeme cambiarle la pregunta a otra más fácil. Bien, recíteme las reacciones enzimáticas del Ciclo de Krebs…¨

Se me bajaron las medias, los calzoncillos lo intentaron también, pero quedaron sustentados por el tiro del pantalón, me invadió un frío terror y temí lo peor… ¿Comportamiento pedantesco? ¿Mala intención? Afortunadamente, otro de los miembros del Jurado Examinador me sacó de aquel tremedal que me llevaba rápidamente al fracaso total y me preguntó acerca de mi enfermo, y entonces, con seguridad y suficiencia pude a medias remendar aquel capote ahuecado por dos cornadas malintencionadas, pues el mal ya estaba hecho. Esa baja calificación, inusual para mi impecable desempeño estudiantil, a la final impidió mi graduación Suma Cum Laude... A la molécula de albúmina, y al Ciclo de Krebs, esa ruta metabólica de importancia fundamental en todas las células que utilizan oxígeno durante el proceso de respiración celular, por supuesto que les cogí ojeriza. A ese sapiente profesor todavía le tengo presente en mis oraciones diarias, pues me enseñó acerca de la insana hostilidad de algunos y de paso, que si bien debía ser exigente como profesor, nunca debía ser injusto ni mucho menos cruel… Creo que esa ha sido mi norte como maestro de escuela…

El comunismo castrochavista -irrisión de la multitud-, ha destruido la educación comenzando por la primaria donde el adoctrinamiento ha sembrado en las mentes infantiles historias inexistentes, mitos, flatos chavistas y torceduras, siguiendo con el bachillerato sin profesores calificados evacuados del sistema por los bajos salarios, mientras los pensa están ayunos de la biología, la química, la física y las matemáticas que preparan a los futuros estudiantes universitarios para un sonado fracaso.

Por ello puedo comprender el pecado cometido por el Decano y el Director de la Facultad de Medicina de la Universidad Rómulo Gallegos provenientes de esa cohorte llena de rencores y pocas luces producto de la colonización cubana… Parece que nunca fueron preñados por el espíritu vital venido de la democracia; almas tristes y obnubiladas, prestas a la venta… Yo no hubiera permitido que por razones políticas y de ideología, se me obligara a dañar la vida profesional de tantos estudiantes engañados y a mi cuidado… Lo habría denunciado a viva voz y con carta pública, pues espero y estoy seguro de ver MI país feliz y próspero en un futuro cada vez más cercano…

Elogio del sembrador…

Rafael Muci-Mendoza

 

¨El que más sabe debe enseñar al que sabe menos y nosotros sabemos menos que tú…¨

Marcos 4:1-9 ¨Aquel día salió Jesús de la casa y se sentó junto al mar.  Y se le juntó mucha gente; y entrando él en la barca, se sentó, y toda la gente estaba en la playa. Y les habló muchas cosas por parábolas, diciendo: He aquí, el sembrador que salió a sembrar. Y mientras sembraba, parte de la semilla cayó junto al camino; y vinieron las aves y la comieron. Parte cayó en pedregales, donde no había mucha tierra; y brotó pronto, porque no tenía profundidad de tierra;  pero salido el sol, se quemó; y porque no tenía raíz, se secó.  Y parte cayó entre espinos; y los espinos crecieron, y la ahogaron.  Pero parte cayó en buena tierra, y dio fruto, cuál a ciento, cuál a sesenta, y cuál a treinta por uno.  El que tiene oídos para oír, oiga¨.

Jovencito cursaba el último año de mi carrera de médico en el Hospital Vargas de Caracas, mi querencia por cerca de cincuenta y 56 años; nos hacía compañía un viejo médico español que mezclado con la vocinglería juvenil hacía con nosotros la reválida de su título profesional. Cabello blanco y ralo, incipiente giba de antiguos pesares, persecuciones y abandonos, tez blanca surcada por profundos y anfractuosos caminitos que hablaban de sufrimientos de una guerra entre hermanos, y quizá el deseo de olvidar viejos dolores y de echar raíces en la nueva tierra de gracia que había escogido como bondadoso refugio; zapatos de goma Keds blancos con protuberancias que daban cuenta de los juanetes y callos gestados en caminos pedregosos; una humilde bata blanca cruzada y amarrada con un nudo delante de una panza añosa, y un bastón a la diestra con el que siempre amenazaba en bromas a un maracucho impertinente, nuestro compañero de curso, que contra toda compostura hacía bromas a su costa.

Ya la semiología, la ciencia de la interpretación de los síntomas y signos me había cautivado y aprendía con fruición y asombrada expectativa todo aquello que me permitiera extraer del interior del enfermo las verdades que la piel opaca ocultaban. Pues no somos como las ranas que muestran su corazón latiendo… El Creador no nos lo hizo todo tan sencillito, pero nos dotó de inteligencia, razón y decisión para que hiciéramos el resto por nuestra cuenta, y así, laboriosos y persistentes, ladrillo a ladrillo, construiríamos a lo largo de siglos y sobre firmes bases, el edificio de la semiótica.

   En 1957, el examen del fondo ocular fue un amor a primera vista desde mi tercer año de medicina, dos años antes de mi encuentro con el viejo de hablar pausado y sabio. Armado del maravilloso instrumento llamado oftalmoscopio intentaba aprender sus secretos, vencer la umbra de la pupila y robarle los secretos a la retina, mujer veleidosa y difícil, que muestra poco, pero dice mucho, que oculta esos decidores signos de profundos conflictos del alma que traslucen en la enfermedad somática, y entusiasta comentaba con mis compañeros mis hallazgos y descubrimientos. En una de tantas, con ese español gutural que al pronunciar ¨naranjja¨ lo dice todo, me dijo un día: -¨Muci, ¿por qué no nos da un curso de fondo del ojo? Me mostré sorprendido y le respondí, -¨ ¿Cómo?, sí sé muy poco… soy apenas un bachiller de 6º año¨; su respuesta, dardo sincero en el blanco, se clavó en mi corazón como un mandato. y para siempre:

-¨¡El que más sabe debe enseñar al que sabe menos y nosotros sabemos menos que tú…!¨.

Y así fue como desde ese día, su palabra me graduó de maestro de pueblo, ese que, sin muchos recursos, pero armado de convencimiento y amor me lanzó por los caminos de la enseñanza pertrechado de buenas intenciones y mejores semillas. Por más de medio siglo, siguiendo aquel encargo he tratado de serle fiel al encargo que me hizo, y nunca le olvidé… Es verdad que cincuenta y tres años enseñando no es mucho; como Graciela mi mujer, el enseñar se ha hecho carne de mi carne, y aunque he sido un maestro de primaria exigente, he tratado de ser como el dador feliz: aquel que da y da sin esperar nada a cambio.

Además, siempre me he atenido al precepto orteguiano: ¨Siempre que enseñes, enseña a la vez a dudar de los enseñes¨. Mis alumnos –buena tierra-, me han retribuido con su afecto, obligándome a estudiar más con sus estimulantes preguntas y por esto, me siento muy orgulloso y reconocido con ellos, los excelentes y los regulares, los inatentos y los malos, y cada vez que relleno una pequeña laguna de ignorancia en mis lóbulos temporales, esos que almacenan recuerdos, fórmulas, alegrías, tristezas y conocimientos, a su lado se abre un océano de insipiencia, invitándome a continuar llenándolo, a no flejar, a seguir haciendo lo que hago con el mayor deleite…

Por ello, siempre les digo que dejen espacio para la ignorancia y así, toda la vida estará rellenando recónditos circuitos neuronales que, al influjo del deseo y la constancia, se irán multiplicando, atesorando más y más conocimientos que sirvan para entregarlos a otros, a quienes los necesitan: a aquellos, los que menos saben, sin reservas, con desprendimiento, para que, a su vez, ellos enseñen y ayuden a otros.

Suelo decirles cuando lisonjean diciéndome, ¡es que usted sabe mucho!: ¨No se crean, en el mar de la ignorancia estamos todos totalmente sumergidos, la diferencia entre unos y otros, es sólo cuestión de profundidad¨.

Hoy ya viejo pero con muchas energías y nunca vencido, cargado de experiencias, buenas y malas, tristes y alegres, anécdotas simpáticas y amargas, síntomas, signos, un talego repleto para compartir y enseñar, me pregunto, ¿Cómo ha podido esta revolución de mentiras acabar con los sembradores de buena simiente, maestros de escuela que aún quedamos regados por cientos en los hospitales públicos del país?, ¿Qué migaja de pan duro y rancio les han dado a cambio al país y al sufriente?, ¿Quizá algo para ser imitado…?, ¿Quizá saberes interesados, inservibles y fraudulentos…? Nos han hecho la vida imposible con ese desprecio que se le da al gusano, tildándonos de materialistas, maltratándonos con miserables sueldos, acosándonos  con inseguridad personal y frustración al no poder hacer lo que con tanto esfuerzo pudimos aprender a hacer, cortándonos las alas: jubilándonos antes de tiempo, con egoísmo, saña y sin consideración, impidiéndonos hacer nuestro oficio con dignidad. ¡Déjennos seguir esparciendo la simiente, déjennos seguir enseñando…!

¡No!, mis camaradas comunistas de cerebro chiquito y mezquino,  trasnochado y rancio, mezquino y envidioso, full of shit, una computadora no puede reemplazar a un maestro de escuela; una computadora carece de vocación, de sentimientos, de la pericia del buen clínico recorriendo el cuerpo anhelante del enfermo con sus manos perceptivas; auscultando con la fineza de su oído atento y erudito; apoyando con el bálsamo de su verbo bondadoso, comprensivo y sanador; y cuando se enseña medicina con un fin político, queriendo destruir e inventar sin ingenio ni luces, se destruye irremisiblemente el fin y el corazón del oficio: al maestro y al alumno, condenándoles a la ignorancia de la sombras, a ser un chapucero con ínfulas de doctor… Tal vez el mayor pecado por el cual deberán pagar dentro muy de poco… de lo contrario…, dará susto leer la admonición de Antonio Machado (1875-1939) con la graciosa ocurrencia de Lázaro Carreter.

 

La embídia de la birtúd

izo a Kaín kriminál.

¡Glória a Kaín! Oy el bizio

es lo que se embídia más…

Elogio del mercurio…

EL EJERCITO no tiene razón de existir, si no cuida las fronteras ni preserva el ambiente, si no salvaguarda el honor suyo ni el de la patria, si amarga la vida de los ciudadanos, si da armas y balas a la delincuencia…

 ¿cuál es su objetivo…?

 

En la mitología romana Mercurio… importante dios del comercio, hijo de Júpiter y de Maia Maiestas. Fácilmente identificable por su sombrero de ala ancha o pétaso, la bolsa con cordeles, el caduceo -símbolo griego que consiste en dos serpientes enrolladas y enfrentadas entre sí a lo largo de una vara con dos alas en la parte superior-, las sandalias con alas, el gallo y la cabra.

Su contrapartida en la mitología griega fue Hermes, el dios olímpico mensajero, de las fronteras y los viajeros que las cruzan, de los pastores, de los oradores, del ingenio y del comercio en general, de la astucia de los ladrones y los mentirosos. Era denominado Mercurio: hijo de Zeus y la pléyade Maya. El himno homérico a Hermes lo invoca como el de «multiforme ingenio» (polytropos), de astutos pensamientos, ladrón, cuatrero de bueyes, jefe de los sueños, espía nocturno, guardián de las puertas, que muy pronto habría de hacer alarde de gloriosas hazañas ante los inmortales dioses.

Pero, además, el mercurio o azogue es el elemento químico ubicado en la Tabla Periódica con el número atómico 80, cuyo nombre y símbolo (Hg) procede de hidrargirio (agua divina, agua de plata o plata líquida), términos hoy ya en desuso. En los escritos de Plinio se recomienda a los mineros que extraen el cinabrio o sulfuro, que  cubran sus caras con una tela fina para no aspirar el polvo. Estos velos vinieron a ser las precursoras de las caretas antigás. Desde muy antiguo eran conocidas las enfermedades producidas por el mercurio, algunas daban como resultado un temblequeo característico. Este hecho se asoció a todo movimiento nervioso, y así se introdujo el vocablo azorarse, por ponerse nervioso, que inicialmente debió significar estado de envenenamiento por el azogue, denominación castellana del mercurio.

Zósimo, el tebano (III-IV d. C.), en su tratado sobre el agua divina, hace referencia con ese nombre al mercurio, del cual dice que ¨no es un metal, ni agua siempre en movimiento, ni un cuerpo; es el todo, tiene una vida y un espíritu¨; era preparada con serpientes recogidas en el monte Olimpo, destiladas con azufre y mercurio para producir un aceite rojo y nuevamente destilada hasta siete veces, con sangre de buitres de alas de oro cogidos junto a los cedros del Monte Líbano. Esta agua ¨resucita a los muertos y mata a los vivos¨.

Sirva este introito para relatar una experiencia mía donde se dieron cita sentimientos encontrados. El pasado viernes 11 del mes marzo que corre, atendí una singular y cálida invitación muchas veces pospuesta, de mi amigo el doctor Tomás Sanabria Borjas, cardiólogo invasivo, pionero y propulsor de la telemedicina en Venezuela, a viajar al corazón del estado Bolívar, en plena Gran Sabana; sin ánimo de exageración, la experiencia cambió mi vida en momentos patrios en que la tristeza, el abatimiento y la desesperación dictan la pauta. Quedé profundamente impactado, optimista y esperanzado…

¿El motivo? Llevar a una doctora recién graduada a la población de Uribán para que ejerza su pasantía rural en esa zona minera. Su avioneta paró en diversas estaciones donde tuvimos contacto con ¨pasantes¨ o estudiantes del último año de carreras universitarias: medicina de la Universidad Central de Venezuela –artículo 8 pasantía rural-, nutrición y bioanálisis, odontología de la Universidad Santa María…

¡Qué emoción!, ver aquellos jóvenes corajudos, mujeres y hombres, con la frente en alto y de cara al futuro, destilando pasión, ayudando a mitigar tanto dolor a la población pemona, tan desasistida y desesperanzada, tan engañada y vista con desprecio. Atendimos pacientes con ellos, discutimos problemas médicos, refrescamos su semiología y hablamos de valores, de los valores supremos del espíritu, de la comprensión amorosa del prójimo, de la interpretación apasionada y caritativa de su misión, de la indulgencia frente a los defectos del hombre –sin dejar de incluir los propios nuestros-, de esa, su experiencia única como inductora de temple espiritual. Sentí mucha envidia, sana envidia. Me llenó de inmensa esperanza, jóvenes dispuestos a ocupar sus puestos en el relevo generacional de esta Venezuela que se nos ha ido pero que sin duda renacerá de sus cenizas: Uruyén, Urimán, Kamarata, Wonken… estuvieron en nuestro destino.

El esplendoroso macizo guayanés, el gigantesco ecocidio y el río Caroní arrastrando toneladas de tierra contaminada con mercurio, una consulta dermatológica en Wonken con pasantes de medicina y la malaria que hace estragos en la comunidad indígena pemona.

Y al inicio hablé de sentimientos encontrados, el uno de confianza en el futuro, el otro de estupor, tristeza e inmensa rabia. Sobrevolamos la zona de minería ilegal; desde la altura se apreciaban aquellos grandes claros amarillentos, inclementes desgarros a la foresta selvática que nunca más se recuperarán debido a lo frágil del terreno, incapaz de recomponerse, traídos por la codicia del hombre y su deseo de poseer el oro que aquellas tierras alberga. Indios trabajadores abusados, atraídos por dinero, con exposición crónica al metilmercurio, demostración flagrante y palpable de la indolencia criminal de quienes deberían proteger nuestras fronteras y ser garantes de nuestra soberanía: Militares de todo rango, por dinero, se han olvidado de su juramento y han hecho causa con depredadores, garimpeiros y criminales de la más baja ralea, y ya nuestros pemones mostrarán signos del desastre tóxico, de la neurotoxicidad del mercurio, similar a la enfermedad de Parkinson –parkinsonismo secundario- y discapacidad tales como ocurrió en Irak y Minamata –Japón-, temblores, deterioro de las habilidades cognitivas y trastornos del sueño, incluso a bajas concentraciones en el rango de 0.7 hasta 42 μg/m³, se ha demostrado su capacidad para producir profundos efectos en el sistema nervioso central, incluyendo reacciones psicóticas caracterizadas por delirio, alucinaciones y tendencias suicidas.

La exposición ocupacional da lugar a trastornos funcionales de amplio alcance, incluyendo eretismo, irritabilidad, nerviosismo, timidez excesiva e insomnio. Con la exposición permanente, se desarrolla un temblor fino y puede escalar severidad para producir violentos espasmos musculares. El temblor de manos se inicia para luego extenderse a los párpados, los labios y la lengua. A largo plazo, la exposición de bajo nivel se ha asociado con síntomas más sutiles de eretismo, incluyendo la fatiga, irritabilidad, pérdida de memoria, sueños vívidos, y la depresión… El Estado venezolano es responsable de esta hecatombe dirigida a seres humanos que parecen no tener ciudadanía, ni nadie que vea por ellos.

Pero además observar el río Caroní, antaño de color oscuro por contener altas concentraciones de ácidos húmico y fúlvico, presentes en la materia orgánica del suelo, ácidos orgánicos producto de la descomposición de la hojarasca que viene de todo el Escudo Guayanés y la Amazonia. Ahora el río viene arrastrando en su cauce sedimentos provenientes de la tierra movilizada en sus orillas por la minería ilegal y ese es el origen de su coloración amarillenta; sedimentos que van a parar a la represa del Guri; hay que ser muy imbécil para vestir traje de buzo y comprobar lo que está a la vista. Si a eso no se lo llama asesinato ecológico, crimen de lesa patria, o quebrantamiento de un juramento, no sé cómo podría llamarse…

Con dolor me hace pensar…, ¿Para qué sirve nuestra fuerza armada si ha permitido la presencia de cubanos en sus altos mandos, si ha permitido que la identificación del venezolano se encuentre en manos extrañas, si se ha aliado con la criminalidad para intoxicar a nuestros indígenas con mercurio y dividirse las ganancias del tremendo ilícito, si ha distribuido armas y balas entre la delincuencia y en sus filas hay gente despreciable, si han ejercido maridaje con el narcotráfico…?

Cuando se les enrostraba que no hacían nada por preservar la Constitución, por proteger a los estudiantes o por evitar sus muertes, se excusaban diciendo que no lo harían hasta que el pueblo saliera a la calle.  Bien, el pueblo salió a la calle y una inmensa cobardía los arropó e hicieron mutis como en el presente. Hoy Venezuela es apenas una provincia inferior de Cuba, dirigida por los Castro y los militares sólo esperan que les den de baja por ricos, gordos y viejos para no perder sus privilegios… Shame on you! ¡Vergüenza en sus corazones!, deberíamos decirles.

Si los congresistas de la MUD hubieran visto la cola que yo presencié ayer en la mañana para acceder a alimentos en Plan Suárez de Macaracuay, tres largas cuadras, no en fila india, sino en grupos desordenados de personas, jóvenes, adultos, madres con hijos en sus brazos y ancianos –no tercera edad porque eso era lo que una vez fueron-, con la cerviz inclinada, ya hubieran sentido la necesidad impostergable de sacar a Maduro y su pandilla de criminales corruptos de la presidencia; el ilegítimo no tiene por qué estar allí todavía cuando todo el pueblo lo denigra, lo denuncia y lo rechaza. ¿Qué están esperando…?, ¿Es que hay alianza vituperable o conchupancia y palabrería vacía…?, ¿Será que están esperando que truene el soberano y que la sangre corra por las calles del país, o que una dictadura aún peor nos arrope con su vaho pestífero…?

EL EJERCITO no tiene razón de existir, si no cuida las fronteras ni preserva el ambiente, si no salvaguarda el honor suyo ni el de la patria, si amarga la vida de los ciudadanos, si da armas y balas a la delincuencia, ¿cuál es su objetivo…?

rafaelmuci@gmail.com

Elogio de la amputación…

…Les recordamos  hijos–como alguien dijo-, que regresar es el motivo de todo viaje…

Somos tantos los amputados… Alguien diría que es inmemorial a la humanidad. Los pueblos derrotados e invadidos crean la mayor cantidad de amputados, pero no esos que usted supone, sin brazos ni piernas, sin un ojo… sino aquellos a quienes les han sido amputados sus afectos, las raíces y las ramas de un árbol vigoroso para volverlo débil y tiñoso, especialmente cuando la edad cuenta…

Mostraba mi padre en su espalda pequeñas cicatrices lineales dispersas. Eran tiempos de la dominación otomana en su amado Líbano. Las magras cosechas que podían serle reclamadas a la tierra agreste, eran escondidas bajo la tierra para preservarlas de los zorros y especialmente de la rapiña invasora. Los más jóvenes eran torturados para que revelaran los escondidos sitios de acopio. Apretó los dientes, nada reveló cuándo el ferrete incandescente cimbró su cuerpo y quemó su carne inocente.

Desesperados los padres buscaban cómo aventar a sus hijos, como disecar la carne de su carne en aquel dolorosísimo proceso de separar lo inseparable, para enviarlos allende los mares y salvarlos así de la barbarie. Jóvenes promisorios que en amplia y dolorosa diáspora se diseminaron por campos afectuosos o mezquinos, y muchos como mi padre llegaron a esta tierra de gracia, besaron su suelo y se hicieron tierra de la generosa tierra conjuntándose con su gente y sus costumbres. No supieron de la muerte de sus padres ni de la suerte de sus hermanos.

Las comunicaciones eran tan exiguas que las separaciones eran verdaderas amputaciones harto traumáticas. Traían en sus alforjas deseos de trabajar, de hacer patria en patria ajena, de ayudar a su familia lejana. Los de su raza eran gente sana, industriosa, inteligente, duros y dispuestos para el trabajo sin pausa y de vida austera, que venían al país sin un centavo en el bolsillo pero con cinco mil años de ventaja en el arte del comercio, ese legado de antiguos navegantes fenicios, arriesgados y batalladores, y en razón de ello, pronto eclipsaban a los nativos.

Su vocación de trabajo y sus vidas sobrias permitió a esos como mi padre ahorrar y financiar, no sólo los estudios de sus hijos, sino los de sus sobrinos que habían quedado en ¨su tierra¨ y de innumerables ahijados que adquirieron mi mamá y él, entre sus paisanos, inmigrantes europeos, y nativos, a quienes dieron y mucho, sin intereses malsanos y sin ser requeridos.

Lágrimas de amargura pujaban por brotar de sus curtidos ojos cuando nos contaba que salió a escondidas al puerto evitando la guardia otomana para abordar un barco como polizón y no pudo despedirse de sus hermanas ni recibir la bendición de sus padres en el puerto de Trípoli que en la antigüedad había sido centro de la confederación fenicia que conformaba con otros distritos: Tiro, Sidón y Ruad. Mucho tiempo después se enteró con dolor que cayeron víctimas de esa pandemia que fue la gripe española de 1918 que solo en un año mató entre 50 y 100 millones de personas. Después vendría el batallar en tierra, costumbres y lenguaje extraños, todo, facilitado por la acogida bondadosa y desinteresada de los habitantes de un pueblecito casi que no reseñado en el mapa, Guayabal del Estado Guárico, donde encontró una mujer insigne y fiel que le acompañó por más de sesenta años y que fue mi admirada madre.

Pero además de todas esas virtudes que adornaban a los libaneses, aunque tenían fama de avaros, eran por lo contrario, también muy caritativos. Lo que muchos ignoran es que venían de una cultura de carencias en la que aprendían a guardar un equilibrio entre la abundancia y la escasez: Durante la cosecha se consumía lo necesario y se guardaba el excedente. Era la cultura de pueblos semíticos como árabes, judíos y fenicios. Allí adquirieron un alto sentido del ahorro, que como dijimos era visto como codicia, sin que se llegase a comprender que su sistema metódico en el aspecto económico obedecía más a la necesidad de mantener un respaldo monetario en un país desconocido, que un puro afán de lucro.

Quizá por eso mi padre clamaba en sentido figurado que le dieran a Venezuela para gobernarla ¨un año¨, para hacerla productiva y ordenada, para sembrar doquier seriedad, felicidad, prosperidad y justicia para todos; y especialmente honestidad y compromiso. A Dios gracias se fue hace muchos lustros y no alcanzó a atisbar los negros nubarrones que se arremolinaban en el poniente debido a la incuria de muchos venezolanos y que finalmente desembocó en la borrasca comunista de nuestros días… que, borrasca al fin, con absoluta seguridad se extinguirá en su propio accionar… ¡Quién sabe cuándo!

Ahora somos nosotros, sus hijos, los que vivimos la invasión extranjera, suerte de ocupación otomana agavillada donde se conjugan cubanos, rusos y chinos aupada por Chávez y sus sucesores, que dispendiosos y sin consentimiento traicionaron y regalaron la patria y malbarataron sus riquezas. Hemos sido echados de lado, perseguidos por no pensar igual, por aspirar al mérito y a la excelencia, por ser fieles a la palabra empeñada y al juramento prestado. Legiones de mal vivientes han sido lanzados a las calles para secuestrarnos y matarnos, para hacer el país invivible, para sobre la base de amputaciones forzarnos a abandonar el país en nueva diáspora de jóvenes íntegros, bien formados, inteligentes que, a su vez, echarán raíces en predios desconocidos. Deseamos para ellos la mayor suerte y el mejor de los éxitos, pero al mismo tiempo les recordamos –como alguien dijo- que regresar es el motivo de todo viaje…

En el hogaño se repiten tiempos de ocupación extrajera, cubana para más señas, regalado el país a traidores, de sapos, ladrones y asesinos y sus métodos de amedrentamiento del colectivo para hacerse del poder omnímodo, y que les han sido útiles por más de medio siglo en aquella isla de la infamia, injertados en esta tierra que mi padre admiró y nunca se cansó de agradecerle, para que la triste diáspora se repita en sentido inverso.

Ahora perdemos parte de nuestros cuerpos, se nos amputa la carne por desgarramiento, nuestros hijos huyen con nuestra aprobación cuando temen cada segundo por sus vidas y por la culminación de sus metas, y de paso nuestros nietos se llevan parte de nuestro corazón desecho sin que sepamos cuándo será el último encuentro, el último abrazo, la última caricia, el último beso… Pero al menos sabemos que en tierras extrañas sus derechos humanos y ciudadanos les serán respetados y podrán –como mi padre-, echar fuertes raíces y emprenderán una nueva vida llevando las enseñanzas de su hogar bajo su piel y transparentándolas en sus acciones.

Por tanto, nos conforta el poema  de la Hermana Teresa de Calcuta:

Pero no se crean que esto se queda así… Ustedes, traidores, ya son ¨periódico de ayer¨. Les derrotaremos sin armas, con la verdad, con el deseo sincero de hacer una Venezuela digna y próspera para todos los venezolanos sin ningún distingo, donde se respete y se promueva la excelencia, la jerarquía del espíritu y el poder del intelecto en beneficio del bien común, seremos como el mito del ave Fénix que renacerá de sus cenizas con toda su gloria y será símbolo del renacimiento físico y espiritual, del poder del fuego, de la purificación y la inmortalidad con la virtud de sus lágrimas curativas.

Por ello muchachos tengan fe, ustedes regresarán a un país decente, nos encargaremos de que así sea…