Cuarto menguante, tiempo de arar; también es tiempo de romper una lanza, de arriesgar la vida en un lance como proclamaba El Quijote; es tiempo de asfixia, dolor taladrante y penuria; y es allí donde la vemos, mezclada con los varones, menudita, estilizada, captada en la anonimia de una foto, el cabello al desgaire, el pantalón ajustado, cuerpo inclinado hacia sus sueños como en una carrera de velocidad -¡no hay tiempo, se me acaba la vida…!-; con una cruz redentora en el pecho danzando al ritmo de su determinación, con una bandera de Venezuela de siete estrellas como única y suficiente protección al vaho dañoso y costoso en momentos en que no hay comida ni un bálsamo para tristezas; el bolso en su espalda portador de un mensaje oculto, de una bomba de profundidad: nada menos que el artículo 350° de la Constitución Nacional que solo él rellena todo el espacio, no otra cosa que amor por la justicia y fundamentalmente por la libertad, símbolo del marchante con objetivo, expresión de nuestra nueva mancebez, retrato del albor de una vida, cansada de pesares y desengaños, de tropiezos y mezquindades, de migración y rechazo, de melifluas promesas y botas militares, antítesis de galeotes de un futuro incierto, preludio de la hoguera para todo disidente: seis personas fallecidas en seis días, seis jóvenes mártires y matarán muchos más; el cartucho de gas lacrimógeno a la siniestra sin parar mientes en la ardentía de sus tres dedos por el calor generado, la rabia y la impotencia hechas anestesia, reclamo y torbellino, la mirada fija en el futuro como diciendo, ¡Malvados, quiero mi país de vuelta…!
Me veo chiquito y superfluo ante su gigante determinación, siento un nudo en la garganta que expresa mi emoción, mi esperanza, mi admiración y mi recogimiento. ¡Esta sí que es la patria mía!, no esa otra ¨patria¨ de engaño que tenemos, que pintan los traidores, los que nos regalaron a Cuba, la tierra del ¨chor¨, isla de infortunios y pauperismo, los que nos dejaron este erial de miseria y dolor, los que se protegen tras altos paredones en el Country Club y La Lagunita donde solo entran sus 4×4 blindados y vigilan gigantones armados y malencarados, u otros que disfrutan sus condominios allende los mares, como queriendo cubrir sus facies turbias y nauseabundas y sus dineros manchados de muerte cuando el país se hunde en la ruina y el desencanto; amarga ironía de los ideales de amor y de justicia…
Pero allí está ella, menudita, con el retintín ensordecedor de su gesto, sin miedo porque mamó la leche mientras era acunada con el himno nacional, con esperanza infinita como el llano de Gallegos, ¨tierra de horizontes abiertos, donde una raza buena ama, sufre y espera¨, símbolo de encendida y apasionada defensa de la liberación de la mujer, de la liberación de un país, trocada ella misma en paradigma de una mocedad que no se deja mancillar, que quiere un espacio, que quiere lo suyo para que desde su tránsito desde oruga a mariposa sus sueños vuelen y luego se hagan realidad; ¿qué la mueve?, ¿qué resorte interno la lanzó a la calle a desafiar con su menudo cuerpo mil peligros?
Ella, que nació bajo Chávez, que creció bajo Maduro y sus ladrones de sueños, aves de mal agüero, huevos podridos en la frente que presagian el cadalso; ella, emergente de la ensoñación de una juventud que forma parte de una mayoría excluida contra la cual se ha desplegado el crimen, la rémora, el abuso y el hambre, que no se resigna aunque no conoció democracia pero la lleva muy dentro, en las venas del inconsciente colectivo, con su pasión para construir, ¿quién puede detener esa borrasca?, ¿quién rompió el corsé ajustado de aquel perfil ideal de la mujer que había trazado el Concilio de Trento (años 1545 y 1563) adjudicándole atributos de ¨modesta, recatada, obediente y sacrificada?¨. ¡No, qué va…! ¡Madre mía, me voy a la marcha, me voy a la protesta donde pertenezco, no te resientas si no regreso…!
Han transcurrido 207 años de aquel jueves santo, 19 de abril de 1810 recogido en un lienzo por Juan Lovera (1838). Ese día los representantes de la clase dirigente, los universitarios, el núcleo más selecto e ilustrado de la población de Caracas se declara rebelde y da el paso definitivo y sin retorno, y aprovechando la ceremonia con energía y extraordinaria decisión depone al gobernador y capitán general, don Vicente Emparan quien se dirige al ¨balcón del pueblo¨ esperando una ovación: Detrás suyo el clérigo José Cortés de Madariaga hace gestos y agita las manos consiguiendo que los pobladores gritaran: «¡No, no lo queremos! ¡Fuera!». Indignado y resentido Emparan respondió: «¡Pues yo tampoco quiero mando!». El mismo día renunció y dos días después se marchó a España. Los independentistas habían obtenido su primera victoria sin derramar una gota de sangre. Ojalá que los que nos gobiernan escuchen el tronar de la historia y eviten que más sangre inocente corra por las calles de ciudades y pueblos del país de manos de las avispas negras cubanas que han llegado a matar pero que también ya tendrán lo suyo…
Cervantes hace de la libertad el literario de su obra, la médula sobre la que gira su portentosa creación, en su mensaje hace una apuesta por la libertad en su sentido más completo y amplio lo que lo hace sobrada razón para su vigencia; en fin, desfacer fuerzas y socorrer y acudir a los miserables a los galeotes y a los desposeídos. Su pretendida locura no era tal; algunos de sus exégetas como Arturo Plaja Serrano y Gonzalo Torrente Ballester dudan de ella pues de buen entendimiento y buen discurso hacía gala en todo cuanto trataba. Pero además, su falta de egoísmo, su desprendimiento y su sabiduría luego de 412 años todavía no lo han hecho morir de viejo y superfluo como yo, la apoptosis todavía le queda muy lejos…