Elogio de la incredulidad… Milagros de hospitales…


Los ojos no sirven de nada a un cerebro ciego

Proverbio árabe

 

Narrar lo vivido es vivir de nuevo y revivir el tiempo pasado… Estoy tan agradecido con la vida y de mi escogencia de la práctica de la medicina como una forma de vivir, entre otras cosas porque ser médico nos sumerge en un inacabable mundo de perplejidad, maravillas… y milagros. Milagro tiene su etimología del latín miraculum (hecho admirable), palabra derivada de mirari o asombrarse. Los milagros son para quienes los necesitan… Un milagro es la expresión tangible de Dios en momentos en que nos abruma la existencia y la angustia nos castiga. Un milagro es en sí, un hecho sobrenatural en el cual se manifiesta el amor de Dios y su presencia diaria a nuestro lado, pero la única verdad es que la Fe no necesita de milagros. Según la religión católica, el que cree no necesita ver. En Europa, cuando han ocurrido acontecimientos milagrosos, han coincidido con tiempos muy difíciles o períodos de depresión económica. En Latinoamérica se conocen informes de apariciones de la Virgen María y estatuas que lloran… Tales eventos parecen indicar entre los católicos, en quienes se ha desarrollado una subcultura deseosa de presenciar milagros y efectos de la intervención divina en el mundo, que se está en presencia de uno de ellos…

  • Para que la religión católica considere un hecho como milagroso, este debe carecer de una explicación científica. Si el mundo material frustra, es necesario entonces, buscar signos del eterno apoyo de Dios… y así ocurrió en el Hospital Vargas de Caracas.

Daban prueba de hechos excepcionales las crónicas periodísticas de abril de 1992 [1]. Existían rumores de que la  epidemia de cólera que venía subiendo desde Perú, recalaría en Venezuela; se daba cuenta de la imagen de una virgen cargando a un niño aparecida en la población de Siquire del Placer, Municipio Paz Castillo, cercana a Santa Lucía del Tuy (Estado Miranda) reflejada en las costras de la savia que manaba de la corteza de una ceiba.

Al mismo tiempo el diario Últimas Noticias del miércoles 8 y jueves 9 de abril, comentaba sobre imágenes del Nazareno y la Madre de Jesús aparecidas en pilares de la Sección de Cirugía de nuestro Hospital, precisamente entre las salas 11 y 12 coincidiendo con el V Centenario de la Evangelización del Nuevo Mundo y coincidencialmente el V Domingo de Cuaresma. Las imágenes se formaron en dos pilares contiguos al favor de filtraciones de agua en el techo y del moho de la crónica humedad resultante. Según la información a la mano, un enfermero auxiliar de apellido Piedra vio en horas de la madrugada un haz de luz proyectado sobre las columnas…

Mi persona fue testigo de excepción de las apariciones que nadie había atinado a ver durante su formación. Impresionantes muestras de fe. Tomé las fotografías que acompañan esta crónica. El Nazareno como por arte de una pintura expresionista, aparece con una mirada lánguida, de tristes ojos y largos cabellos que se confunden con una tupida y larga barba. En una columna adyacente, la Madre de Dios es vista de perfil como arrodillada o caminando agachada con sus manos unidas sobre el pecho. Los feligreses pidieron a las autoridades eclesiásticas que se sacara el Santo Sepulcro en procesión desde el recinto hospitalario, pero nada de eso ocurrió. La emoción y el recogimiento permeó en el personal médico y obrero, quienes por su parte y de paso, pidieron que la Gobernación del Distrito Federal cancelara bonos nocturnos pendientes y que aprobaran el contrato colectivo vencido desde 1991…

Los pilares que sustentan las arcadas ojivales del Hospital Vargas de Caracas, sirvieron de improvisado lienzo a las imágenes sagradas producto de las filtraciones de agua desde el techo y el deterioro que como un sino, acompañan al viejo Hospital . Pacientes y personal presentaron ante la imagen el colorido de las flores de la esperanza (1992).

 Como si fuera poco, en el pilar contiguo se apreció claramente la figura de la Virgen María, tal vez intercediendo ante su hijo por tanta injusticia e iniquidad…

 La estatua sedente del doctor José María Vargas que festeja la llegada del visitante al Hospital y brinda esperanza de curación, es también considerada por los pacientes y sus familiares, como un hacedor de milagros. El perenne olvido de los hospitales de los pobres, no es óbice para que eleven sus plegarias ante cualquier figura que sugiera detención de poder. A menudo, los pacientes depositan flores a sus pies. Detalle de la cabeza y mano de José María Vargas con sendos milagros.

Es interesante comentar que durante años los usuarios del Hospital Vargas, pacientes y sus familiares, le ofrecen flores a la estatua del doctor José María Vargas [2] y teniéndole por santo, le colocan ofrendas en su cuello y en sus manos. Hace ya algunos años, una ristra innumerable de estos ¨milagros¨ fueron recogidos, o más bien arrebatados por la Dirección del Hospital y nunca más se supo de ellos ni de su destino… Ahora no permiten ninguna de estas manifestaciones de fe; en su defecto, un terceto de perros realengos adormilados ahora también le dan la bienvenida a los sufridos como diciéndoles, ¡Olvídense…!

  • En enero de 2007 en el Hospital Domingo Luciani del Instituto Venezolano de los Seguros Sociales en El Llanito de Caracas, en una baldosa de cerámica del piso de la Sección de Emergencia apareció una imagen del Santo Rostro. Cuenta la residente de medicina interna, doctora Zulia Rivera, quien se encontraba de guardia:

-“El día que ingresó el paciente de apellido Barrios, estaba muy crítico y complicado, tenía como diagnóstico cardiopatía isquémica crónica, ateromatosis aórtica e insuficiencia renal crónica secundaria a estenosis de las arterias renales. Por todo fue necesario iniciar una diálisis peritoneal. Durante el acto de inserción del catéter se produjo una  ruptura de la aorta con el hemoperitoneo consiguiente…”

Imagen del Santo Rostro mirado desde abajo en una baldosa de cerámica del piso de la Emergencia del Hospital Domingo Luciani (2007). Permanece exhibido en la Capilla del Hospital.

-“El paciente fue trasladado a pabellón. Le informé a la hija la gravedad del estado de su padre y el elevado riesgo de muerte que entrañaba la intervención. Consternada con la noticia, la hija se arrodilló frente a la puerta del área de reanimación y al fijar la mirada en el piso, observó asombrada la imagen del Santo Rostro de Jesucristo en una baldosa del piso, impresa a colores, en tonos de gris y sepia, con los ojos cerrados y un esbozo de la corona de espinas. El paciente Barrios logró sobrevivir al postoperatorio inmediato, pero posteriormente presentó un sangrado digestivo masivo y falleció”.

La baldosa en cuestión fue removida del piso, sufriendo una de sus esquinas en el intento. En una visita que hice al Hospital en abril de 2007 con motivo de ser jurado de la tesis de un estudiante de postgrado en el Servicio de Medicina Interna, la doctora  Ivette Montes de Oca adjunto del Servicio, muy amablemente me codujo a la Capilla del Hospital donde en un pequeño nicho se encuentra la baldosa en cuestión, la cual fotografié.

 

  • En 18 de abril de 2007 aconteció otro hecho similar en el Hospital de Clínicas Caracas en San Bernardino. La silueta de la Virgen de Guadalupe hizo su aparición en el ventanal de la habitación 600, del 6º piso de Obstetricia, pero además en quince ventanales cercanos al retén pediátrico. Ante la aparición, el subsecretario de la Conferencia Episcopal Venezolana fue destacado a investigar el hecho y de acuerdo a una nota de prensa de El Nacional, del jueves 19 de abril,

-“Doy fe de que vi la silueta de la Virgen de Guadalupe en las cinco habitaciones que visité. Ahora bien, ¿Es una manifestación o una revelación? Eso le tocará definirlo a las autoridades eclesiásticas. Estas revelaciones no contradicen la fe, sino la fortalecen”.

La doctora Rebeca Sabo escribió en un correo electrónico,

“Esto ha sido un desfilar masivo de gente de todas las clases sociales. La imagen de la Virgen es perfectamente visible y la gente se muestra conmocionada por tan extraño e inexplicable suceso. Me han llamado mucho al consultorio en la tarde de hoy y con todo mi cariño, siendo judía, le pedí a la Virgen, paz y sanación para nuestro país y para los enfermos, ya que había muchas personas en quimioterapia haciendo la cola para observar su figura. Me dijeron que la imagen es de la Virgen de Guadalupe…”

Imagen de la Virgen de Guadalupe en la Habitación 600 del piso 6 del Hospital de Clínicas Caracas (2007).

Mi alumno y dilecto amigo el doctor Manuel Cortesía, a mi pedido, me escribió el 24 de abril de 2007 y textualmente asentó, ¨Efectivamente, hay una imagen que semeja la silueta de la Virgen, probablemente la de la Guadalupe. La imagen la da la reflexión de la luz solar sobre el vidrio de la ventana de la habitación. No solamente se ve en la habitación 600 que hubo que inhabilitarla para fines de hospitalización, ya que fue objeto de la visita de cantidades de personas que hacían cola y rezaban a todas horas del día. Esta imagen está también en muchas de las habitaciones del sexto piso…¨

Se ha hablado de milagros en todas las religiones del mundo. En la antigua India, como en el antiguo Oriente Medio, los milagros funcionaban tanto como señal y prodigio. Como prodigio incitaban el asombro; como señales, siempre significaron la presencia del poder trascendente. Cuando Buddha deslumbró a sus parientes elevándose en el aire, dividiendo su cuerpo en pedazos y volviéndolos a juntar, él señaló a todos que vieran cómo había alcanzado la completa liberación de las leyes férreas del karma. Cuando el profeta Mahoma produjo agua en el desierto para que bebieran sus acompañantes, demostró la compasión de Alá el Misericordioso. Y cuando Jesús levantó a Lázaro de entre los muertos, mostró su poder sobre la muerte y predijo su propia resurrección. Él también se hizo eco de los milagros realizados por los anteriores profetas hebreos Elías y Eliseo, y marcó el patrón para los mismos milagros que realizarían los apóstoles Pedro y Pablo” [3].


¨Él dijo que el ojo común sólo mira el afuera de las cosas

y juzga de acuerdo a ello; pero el ojo que realmente mira,

traspasa para ver el corazón y el alma, encontrando allí,

aquello que el exterior no indica o promete y lo cual,

el otro ojo, no es capaz de detectar”

Mark Twain [4]

Las ropas de cama traídas de casa, el lecho de armazón desconchado y oxidado, el desayuno precario y miserable que brinda la Institución: apenas un bollo de pan y un amago de mantequilla, el rollo de papel higiénico como nulo recurso para detener la diarrea mordicante producida por un criptosporidium insolente.

Ante la indiferencia, el paciente con el síndrome de inmunodeficiencia humana (Sida) recurre a la ayuda divina o no tan divina…

  • El doctor José Gregorio Hernández, o más propiamente, José Gregorio, llena las salas del Hospital Vargas; sea su figura tranquila y sencilla, o su estatuilla ensombrerada, está en la cabecera de cada cama, de cada sala, de cada paciente… a veces compitiendo con las Siete Potencias, el Negro Miguel u otros entes de la Santería, pero además, siempre presente junto a nosotros durante las revistas de sala y manifestando su ayuda cuando el Hospital es invadido por las tinieblas de la noche y la desesperanza atenaza el corazón tras otro día de penuria… Entre tanta estrechez y miseria, su imagen comparte nuestra cotidiana angustia y la de nuestros enfermos, y más que un competidor, es el aliado silencioso que nos ayuda a mitigar sus sufrimientos.

Como una defensa ante la angustia y lo inexplicable, los seres humanos tendemos a encerrar en nichos virtuales lo que nos rodea; a resultas de ello, siempre apreciamos el mundo y su circunstancia de una misma forma y de modo distinto a los demás, al común de las gentes. Tal vez por ello –asegura Welsch [5]-, cada cual ve una misma realidad de una forma diferente. Los médicos, por ejemplo, somos enseñados a observar médicamente y el proceso informativo de la enseñanza –que no formativo-, acentúa si se quiere, esta necesaria distorsión. Por su parte, los enfermos, no constreñidos por los cánones del ver médico, aprenden a ver naturalmente, o más propiamente, humanamente… De allí, que tantas veces nos encontremos frente a ellos mirando realidades disímiles, oyendo ahítos de prejuicios, sólo aquella parte de su verdad que nos conviene oír, cerrando nuestros oídos a aquello que somos incapaces de comprender, hablando lenguajes diferentes, en fin, en un estado de total incomunicación. He visto madres de pacientes que me dicen que le notan a su hijo  “un algo” premonitorio de enfermedad en la mirada o en el semblante…

-“¿Pero qué es lo que le miras, mujer?”  –les pregunto-

Me contestan y no atino a ver lo que ellas ven… Es un algo extraño que miran en los ojos de sus deudos, ¿una opacidad en lo que debe ser brillo?, ¿una turbidez del alma?; sin dudas, algo que nunca estoy preparado para ver, simplemente, porque olvidé la manera humana de mirar, porque miro de otra manera, a la manera de un técnico deshumanizado, tal vez. ¡Qué doloroso es perder la fe…!

  • Un ejemplo muy curioso e ilustrativo de este aserto, nos fue traído por la madre de un joven con un trauma craneal nimio que había causado mucha consternación familiar. El médico que inicialmente le recibió, sin mayores explicaciones acerca de su estado e indiferente a la zozobra de la madre, ordenó se le practicara una tomografía computarizada cerebral. Salió la señora disparada a realizarle el estudio. Una vez que la madre tuvo el estudio en sus manos ignorantes, temblorosa sacó la placa radiográfica del sobre y la miró al trasluz esperando qué se yo qué ver. De inmediato su rostro, hasta entonces cuajado de temor se transmutó en uno tranquilo y risueño. Le expresó al profesional que su hijo se curaría porque la imagen de José Gregorio estaba plasmada en la radiografía. Con socarrona sonrisa, el doctor observó la placa colocándola sobre el negatoscopio en la forma correcta en que los médicos habitualmente vemos las radiografías, y le expresó que no veía nada anormal… Inmediatamente fue “corregido” por la mujer. La madre se adelantó, tomó la radiografía en sus manos y sobre la luz fluorescente, la colocó invertida,

-“¡Así no es doctor! Tiene que darle vuelta porque la está viendo torcida”, y señalando con su dedo índice colocado directamente en el sitio, pudo mostrarle la imagen del Santo claramente visible en medio de tonos de gris.

Proyección axial de una tomografía computarizada del cerebro. (1). Al mirarla como los médicos debemos verla, nada es aparente; (2). Al invertirla se destaca ¨El venerable artefacto como la he designado. (3). La imagen del Médico de los Pobres, el doctor José Gregorio Hernández que se encuentra cada cubículo de nuestros pacientes.

Desde la nueva posición, era claro que podía apreciarse la figura del Siervo de Dios. La porción ventral del mesencéfalo hacía el contorno de la cabeza; los pedúnculos cerebrales, el rígido cuello de la camisa; la hipodensa cisterna interpeduncular, formaba el bigote, y parte de la cisterna quiasmática, el trozo más proximal de su corbata. Publicamos una nota en los Archivos del Hospital Vargas significando que cuando presente, el artefacto radiográfico [6] era una señal de que nada significativamente ominoso existía, o al menos, que la condición no había o habría de cobrar la vida del paciente.  Desde entonces hemos visto diversos ejemplos de este dichoso artefacto que hubiéramos querido que siempre negara una causa grave, pero no siempre ha sido así…

¿De qué otra manera –médicos incrédulos que somos- podríamos llamar a esta extraña aparición como no fuera “un venerable artefacto”? ¿Una jugarreta del azar? ¿Una accidental conjunción de tonos de gris que conforman las estructuras anatómicas…? Nuestra visión automática, invadida de monotonía y cientificismo nos impide mirar muy poco de esas otras verdades que la Naturaleza despliega ante nuestros ojos invidentes, lo que condujo a Thomas Carlyle (1795-1881) a decir, “La tragedia de la vida no es lo que el hombre sufre, sino lo que se pierde”.

A la sazón escribíamos entonces, “En una tomografía computarizada cerebral, la madre de un joven paciente que había sufrido un traumatismo encéfalo-craneal, viendo la placa radiográfica invertida, reconoció la imagen del virtuoso, eminente científico venezolano y Siervo de Dios, José Gregorio Hernández, fundador y primer profesor de Histología Normal y Patología, Fisiología Experimental y Bacteriología, delineada en el mesencéfalo. En tiempos de agravado materialismo, el “venerable artefacto” -como lo hemos designado-, parece representar a la vez denuncia y esperanza…”[7]

  • El último milagro del que he sido partícipe, no sucedió en un hospital, ocurrió en una visita que Graciela y yo dispensamos a nuestros hijos Gustavo y Claudia y a nuestros nietos Fabiana y Juan Alonso en Montevideo, Uruguay. Fue en los días de carnaval, del 7 al 9 de marzo de 2011. En la mañana del día martes 8 me senté en un sofá de espaldas al jardín a leer un libro; de repente sin que algo llamara mi atención, me sentí compelido a mirar hacia la chimenea, a ¨buscar¨ intencionalmente una imagen de la Virgen María. ¡Precisamente, allí estaba…!  Nadie la había visto… Había ocurrido que el día 31 de diciembre a media noche, mi nieta Fabi había colocado una estampita de la Virgen apoyada de la pared de la chimenea encendiendo una vela a su lado.

Imagen de la Virgen María aparecida en medio del hollín de la chimenea de la casa de mi hijo Gustavo Adolfo en Montevideo, Uruguay (2011) (puede verse más claramente en el inserto del ángulo superior izquierdo de la fotografía, donde permanece una vela encendida).

La consumición de la vela, terminó por quemar la estampa, dejando en el piso la imagen de una cruz de esperma que todavía conservan. Fue precisamente allí donde hizo su aparición la Virgen ¿Qué nos quería decir? Quizá que aún lejos de Venezuela, nuestra patria, su patria, todavía teníamos el don de la esperanza, que rezáramos a ella y que por su intercesión ante su Hijo cesaría el odio entre los venezolanos… ¡Qué así ella y nosotros lo queramos!

A no dudar, necesitamos de más milagros, necesitamos de más fe, necesitamos de más esperanza, siempre con nuestros pies firmes en tierra, todos unidos, única forma de desterrar el demonio que agazapado controla los actos de nuestros gobernantes…

Colofón

 

 

La enseñanza de la medicina se liga muy temprano en nuestra carrera con el cadáver formolado y terroso de uno que fue ¨alguien¨, allí despojado de humanidad, allí cosificado –transformado en una cosa-, allí cosa inerte, y es ahí donde se inicia el proceso de borrar todo indicio de espiritualidad que hubiéramos podido traer desde nuestros hogares, para hacernos incrédulos y aún agnósticos, y todavía más, tan reticentes a creer en milagros o manifestaciones supernaturales tan presentes en el día a día de nuestros pacientes; y así, desbaratamos los ¨milagros¨ que los pacientes nos traen consigo…

Hemos sido enseñados a desconfiar de todo aquello que no se pueda cuantificar, demostrar según métodos científicos tradicionales, a mirar con los ojos de la ciencia y no con los ojos del espíritu, con los ojos del corazón de la gente común… Sin embargo, ¿cómo explicar científicamente las memorables fotos que tomé personalmente en dos columnas contiguas en abril de 1992 en el área quirúrgica del Hospital Vargas de Caracas? Definitivamente incomprensibles sin el auxilio de la fe. Pero, ¿qué ha pasado con los sabios que nos guían desde el éter…? Hoy día, a pesar de que el sufrimiento del pueblo y de la humilde clientela hospitalaria es mayor, de que sufren dolores inenarrables e irreductibles sin quejarse, de que las filtraciones hacen fiesta en sus abandonadas paredes y techos, de que perdimos logros que con esfuerzo habíamos logrado, tal pareciera que hemos sido olvidados por las deidades superiores… No se ha dado cuenta  ni noticia de nuevos milagros de hospital desde aquellos tan resonados de los 90s… Quizá porque no vemos con los ojos del corazón… ¡Cuánto los echamos de menos…!

El papa Francisco ha asegurado que los milagros se producen, pero quepara que ello ocurra es necesario rezar «con el corazón», rezar de manera «valiente, humilde y con fuerza». En el otro extremo, el astrofísico británico Stephen Hawking (1942), expresa que «la religión cree en los milagros, pero éstos no son compatibles con la ciencia». Al doctor Brian Weiss (1944), le conocí hace algunos años a través de su libro, ¨Muchas vidas, muchos maestros¨ (1988), y debo confesar que su lectura me produjo gran esperanza y tranquilidad. Psicoterapeuta estadounidense tradicional, es conocido por sus controvertidas creencias en la reencarnación, la posibilidad de regresar a vidas pasadas y su proyección en vidas futuras, y la supervivencia del alma humana después de la muerte; es de los que creen que los milagros existen. El proceso que le llevó a ello se inició, precedido de una etapa de escepticismo, cuando en medio de trances hipnóticos, sus pacientes comenzaban a recordar hechos traumáticos de sus ¨vidas vividas en tiempos pasados¨; la evocación de estos recuerdos tuvo influencia salutífera en ellos pues las pesadillas, las fobias y las crisis de angustia recurrentes desaparecieron. El último de sus nueve libros, ¨Los milagros existen¨ lo (2012) escrito junto a su hija Amy, recopila historias inspiradoras contadas por los propios pacientes, elegidos entre las decenas de miles de personas que participaron en los talleres experienciales que el autor imparte desde 1988.

No creer es tan triste como no soñar:

¨Creemos, sobretodo porque es más fácil creer que dudar, y además porque la fe es la hermana de la esperanza y de la caridad¨.

Alejandro Dumas (1810-1870).

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