Elogio del rubicón…

 

«La política es el arte de inventar un recurso a cada nuevo recurso de los contrarios, de convertir los reveses en fortuna; de adecuarse al momento presente, sin que la adecuación cueste el sacrificio, o la merma importante del ideal que se persigue; de cejar para tomar empuje; de caer sobre el enemigo,

antes de que tenga sus ejércitos en fila y su batalla preparada».

(José Martí, 1853-1895)

El mal aire -aquel que se adquiere cuando «las personas caminan por lugares pesados donde hay maldad»-, se mezcla con la acritud del gas lacrimógeno, el sudor rabioso de los manifestantes y las miasmas que nos rodean, fantasmas del más inicuo pasado de la historia que han tomado forma y airados reclaman sus querencias…

Ha sido el nuestro, el  enfrentamiento brutal entre las tendencias antagónicas que yacen en lo más abismal de nuestro ser, tales son las dos caras de la luna: el amor y el odio, Eros y Tánatos, la maldad y la virtud, el armado investido de autoridad y el inerme que pide democracia… Dejan estos 90 jóvenes asesinados a mansalva en casi 100 días de protestas continuas, una dolorosa estela de orfandad, de oscura experiencia donde imberbes de todos los estratos sociales –tus hijos, los míos; tus nietos, los míos- luchan contra otros jóvenes armados e inflamados de odio y maldad infinitas por el verbo y la acción de cubanos entrenados para sacar lo peor de los seres humanos, incitándoles a matar al hermano que no piense igual, en una escalada que no se detiene en la búsqueda de la flama de la libertad, pues una vez que estamos, vivimos y sentimos en la barbarie, hemos de mirar hacia la creación de una sociedad más justa, hacia la convivencia pacífica, a la bondad natural de la vida.

Thomas Hobbes (1588-1679), filósofo inglés publica «Leviatán» en 1651, un libro donde plantea la primera formación del contrato social, posteriormente recogido por otros autores. En él señala formalmente el paso de la doctrina del derecho natural a la teoría del derecho como contrato social. Según este último, en la condición de estado de naturaleza todos los hombres son libres y, sin embargo, viven en el perpetuo peligro de que acaezca una guerra de todos contra todos (Bellum omnium contra omnes). Desde el momento en que la sumisión por pacto de un pueblo al dominio de un soberano abre una posibilidad de paz, no la verdad, sino el principio de autoridad (en tanto sea garante de la paz) constituye el fundamento del derecho.

En él, percibe a la sociedad humana como una formación de individuos dominados por su ambición de poder y de dominio. Considera que la naturaleza social del hombre es negativa, es decir, que el hombre no es bueno por naturaleza. Sin embargo, desde la antigua Grecia hasta el Siglo XVII, los pensadores (Santo Tomás de Aquino, entre otros) nos han intentado convencer de que en el fondo de la naturaleza, el hombre es bueno. Nuestro fondo humano a decir verdad no es bueno, es malo. Nuestras tempranas enseñanzas en el buen hogar de  algún modo modifica estas tendencias. Pero luego, el poder nos pudre; el dinero nos corrompe y con sed insaciable llama a más dinero; podríamos decir, en correlación a esto, que efectivamente, también la sociedad hace que sigamos siendo, como dice Hobbes, «lobos para el resto de hombres».

El Leviatán es un monstruo que ha acumulado las capacidades malignas de toda una comunidad. Este Leviatán es el Estado y sus malignos oficiantes, una máquina de poder, monstruo que trata de ejercer sobre nosotros un poder extremo expresado mediante el miedo. Sus asesores lo saben, ellos lo saben y lo siembran continuamente. Venezuela es un ejemplo paradigmático de la maldad del comunismo cubano injertado en la estructura de poder.

Un sentimiento de profunda soledad nos embarga, la separación de hijos y nietos, familiares y amigos que han dejado esta tierra hermosa tornada en áspera, hostil e invivible, nos identifica con una orfandad que nos hace sentir aún más solos; por ello esperamos con vehemencia una futura comunión social que ponga fin al exilio para que las heridas del cuerpo cicatricen –casi siempre lo hacen- y la culpa amaine aunque sea para dejar también infaustos recuerdos en el alma.

En otro orden de ideas, «Alea iacta est« en su significado de la suerte está echada, o, los dados están echados era para los romanos, la mejor tirada, esa que llamaban «la suerte de Venus», y precisamente de esa diosa descendía la gens Julia, la familia del César. Para los venezolanos, la suerte está echada, es el deber con la madre,  es el compromiso con la Patria que nos llama y nos obliga…

El río Rubicón señalaba el límite entre la Galia Cisalpina e Italia, y según la ley romana, ningún gobernador provincial podía atravesarlo al frente de sus tropas so pena de ser declarado enemigo público. César era plenamente consciente de las consecuencias que tendría el hecho de atravesar el río con sus legiones. Por ello, expresando en voz alta sus encontrados sentimientos, dijo a sus hombres: «Ahora todavía podemos retroceder, pero, si atravesamos este pequeño puente, todo tendrá que resolverse con las armas». De esta situación de cruzar el susodicho río surge la expresión cruzar el Rubicón, o pasar el Rubicón, utilizado cuando alguien toma una decisión que comporta elevados riesgos.

El 1º de abril el venezolano sufriente sintió correr por sus venas un irrefrenable ímpetu libertario y al fin cruzó el Rubicón, y el 90% de la población o más estamos de frente y con renovadas fuerzas contra el opresor que implica a Maduro, sus ministros y especialmente sus asesores cubanos; hasta el 1º de julio han muerto cerca de 100 personas durante protestas contra el Gobierno de Nicolás Maduro y han ocurrido saqueos principalmente por hambre. La versión oficial del Ministerio Público apenas registra 75 personas fallecidas. En 88.1 % de las muertes no hay imputados

Según el poeta Lucano, Gaius Iulius Caesar habría dicho al pasar el Rubicón: «Aquí abandono la paz y el derecho ultrajado. A ti te sigo, Fortuna. ¡Lejos los traidores! ¡Pongámonos en manos del destino! Tomemos la guerra como árbitro».

Digamos al unísono, la suerte está echada, el retroceso no es una opción, adelante con la Libertad conduciendo al pueblo, la hermosa alegoría de Alexader Delacroix que no me canso de admirar, sueño convertido en convicción y vehemente deseo por un país mejor, quien se encuentra al frente de un ferviente deseo de liberación.

 

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