Elogio del bárbaro…

¡Cuán lejos estamos en Venezuela de la noción de la pradeia helénica y qué rápido nos hemos hundido en la barbarie donde la areté no existe…!

Los bárbaros son individuos que carecen o no de educación, que con una costra de ínfimo conocimiento o no medran en los comederos de gobiernos dictatoriales socialistas pudiendo desempeñar cualquier ministerio para los cuales no están preparados; insinceros y descarados, ello les permite también cambiar de un ministerio a otro, o ejercer dos cargos al mismo tiempo sin pizca de rubor. Se emplea el término barbarie referido a un estadio de evolución cultural en las sociedades humanas intermedias entre el salvajismo y la civilización; entre nosotros tira más hacia el salvajismo, hacia el mito del ¨buen salvaje¨; se expresa como una forma de crueldad proveniente de la ignorancia, de la estupidez, del error, de la superstición, de las preocupaciones, del resentimiento que niega la plena humanidad de los demás; resumido, es parto de los montes ante la falta de educación, instrucción y talento.  Leer más

Elogio de la malaria…

 

 

La tragicomedia del control malárico en Venezuela sólo demuestra que el mosquito vuela y se disemina más rápido que las conexiones neuronales de los

microcéfalos intelectuales que llevan las riendas de la salubridad nacional…

 

Se ha dicho que la vida no es más que una noche en una mala posada, pero que detrás de ella existe un día de completa e inacabable felicidad. Me importa esta enfermedad porque de haber sido por sus malas intenciones yo no existiría… Los ascendientes de mi madre vecinos de Parapara de Ortiz del Estado Guárico, atendiendo a la sabiduría de las masas, huyeron despavoridos no más al ver como su pueblo se despoblaba entre fiebres tercianas y cuartanas, explosiones celulares cargadas de merozoítos productores de terribles escalofríos de los llamados ¨solemnes¨, donde frío glacial procedente de la intimidad más íntima del cuerpo hacía tiritar los dientes y espelucar el cuerpo. y como epílogos la profusa sudoración que empapaba las ropas de cama y hasta las orinas teñidas de rojo –fiebre hemoglobinúrica-, mientras el plasmodio inclemente se cebaba en la carne humana destruyendo cada glóbulo rojo, pequeños fragmentos de vida desaparecidos en sucesión.

Como digo, si el miedo no hubiera actuado como mecanismo de protección y defensa, este escribidor no existiría y sus genes  Mendoza habrían quedado en medio de casas muertas y sombrías, tardes solitarias, bazos hipertrofiados, anemia, cuerpos jipatos de ojos legañosos volviéndose hacia las alturas, y cementerios rellenos de olvido con tumbas profanadas y cruces esparcidas en el suelo agreste sin nadie que las recogiera y dignificara a sus muertos…

Era en el antaño la malaria o paludismo una enfermedad del subdesarrollo, una de esas que impedía el crecer de los pueblos donde sólo ¨villorrios fantasmas¨, deshabitados y muy tristes, aguardaban por su desaparición total ante la ventolera erosiva del tiempo… Vuelve a ser la malaria en el hogaño el dolor del mal, ese dolor que tiñe las distintas posadas de nuestra condición de mortales. Es el alma que nos duele ante el mal, sea este mal de ausencia, de pecado, de injusticia, de traición, e incluida tantas veces, nuestra propia traición por dejar pasar…

Es el dolor sin consuelo especialmente cuando nos punza el pensar que ¨esto se hubiera podido evitar¨, ¡más de cien mil casos de malaria este año 2015 que finaliza…! Un verdadero record de oprobio traído de la mano por la anestesia afectiva, la insensibilidad y la frialdad emocional de un grupo cívico militar que no se conmueve por nada y ante nada, ¡la indiferencia culpable!…

Dicen que Venezuela no se echó antes los largos de la pubertad porque la despoblación del campo no la dejaba, más los que morían que los que nacían…  porque la enfermedad del frío mordicante mataba de mengua y porque se atribuía con ligereza a la flojera innata del llanero…  ¿Cómo bregar con solo 6 gramos de hemoglobina, de los 13 o 14 que tenemos , un trozo de casabe y un pocillo de café aguado…? Mi Venezuela negada al futuro por la revolución bolivariana, revive lancinantes épocas pasadas, rememoradas hoy con antipática nostalgia…

El zancudo anófeles (nuñez-tovari, emilianus y darlingi), transmite en su cuerpo y vehiculiza mediante su vuelo el agente etiológico o productor del paludismo, a los cuatro plasmodios de rimbombante nombre: vívax y ovale (fiebres tercianas benignas), malariæ –fiebre cuartana-, y falciparum de elevada mortalidad –fiebre terciana maligna-. Se desarrolla en el agua en un rango de temperaturas que va de 19,6ºC a 36,3ºC pero no suelen hacerlo por encima de una altitud entre 181 y 800 metros sobre el nivel del mar (msnm). Chávez el hombre de las ideas delirantes, el del infesto Guaire hecho para el baño, la navegación y el canotaje; del gasoducto serpenteante y en sube y bajas hasta la Patagonia; la ruta de las arepas y las empanadas; y los emporios hidropónicos, entre tantas descocadas ocurrencias, desatinos nonatos de incierto destino, conducidos al fracaso sin nacer o apenas nacidos…

Si Chávez viviera, digo, acogería con simpatía mi propuesta para acabar con la malaria: Tan sencillo como inyectar gas en el subsuelo así que la cota de Guayana y los estados llaneros subiera a un límite superior a los 800 msnm, así que el mosquito de marras no pudiera reproducirse… Lamentablemente desperdició su oportunidad regalando y dilapidando lo que no era de él, repartiendo dinero a chulos de todo pelaje que se acercaron y aún siguen acercándose a la piñata fácil que es MI Venezuela, buchona de dólares; hoy, a semejante engendro se le tiene como un dios…

Si algo nos dejó el doctor Arnoldo Gabaldón (1909-1990) como hombre entero e incorruptible y de una sola pieza, fue el legado de su compromiso y amor por el país… Pensando en ¨macro¨, como piensan los hombres grandes, diseñó y organizó la lucha antimalárica, cimentada en su denso conocimiento epidemiológico y en la convicción de la importancia del saneamiento ambiental, del contacto y enseñanza de la gente; luego cuando buena parte del trabajo estaba hecho, vendría el combate del mosquito vector casa por casa básicamente con el insecticida conocido por las siglas DTT, que resumían un nombre compuesto por 27 letras: diclorodifeniltricloroetano, y del juicioso uso de la medicación antipalúdica. El 27 de julio de 1936 fueron creadas la Dirección Especial de Malariología y la Escuela de Expertos Malariólogos, y se prefirió hablar de malaria y no de paludismo. De esa forma Gabaldón y su ¨macrocefalia intelectual¨, encabezó un Proyecto Nacional sin exclusiones odiosas, que como sucede cuando se sabe, de inmediato mostró resultados positivos, siendo así que las altas tasas de morbilidad y mortalidad palúdicas, de aquella especie de minotauro devorador de hombres en la época triste de los ’30s del siglo XX, ya en seis años, para 1944, habían disminuido en forma considerable y ya podía atisbarse su control.

¿Entonces qué paso…? Ocurrió un salto atrás… vinieron los chavistas, los peores estudiantes de sus clases y su carga de ignorancia y falta de compromiso, su voracidad, su condición excluyente, su indiferencia ante los problemas sanitarios del país, su ánimo impasible, permitiendo que la Malariología se olvidara, y la condición, que estaba confinada a ciertos nichos o áreas geográficas de difícil control, se saliera de vigilancia y control.

Como si fuera poco se riñeron con el frío glacial de las estadísticas bien llevadas, no trucadas, que dicen la verdad sanitaria y permiten la planificación, así, sin conmoverse eliminaron la información: ¡Si no lo veo no existe! Fue entonces como el Boletín Epidemiológico Nacional creado por el doctor Darío Curiel Sánchez (1907 – 1983), prohombre de la epidemiología nacional y que permaneció activo desde 1938, fue sacado de circulación y la ¨microcefalia intelectual¨ domina los ámbitos del ministerio de salud, controlado por cubanos y cooperantes venezolanos, en parto distócico, nos hacen ahora aprender el nuevo término de los que piensan en pequeño: ¨micromisión¨ porque, simplemente, no pueden pensar en grande, simplemente porque no saben, simplemente porque no escuchan, simplemente porque no existe conocimiento, porque no existe compromiso…

 

Francisco Becerra, subdirector de la OPS, dijo que 14 de los 21 países de la región donde la malaria es endémica han manifestado el compromiso oficial de eliminar la enfermedad, cuyos casos en el continente han disminuido 67%: de casi 1,2 millones en el año 2000, a 375.000 en 2014, y las muertes han descendido 77% en el mismo periodo. ¿Pero saben que ha pasado en Venezuela…? El doctor José Félix Oletta, exministro de Sanidad y incansable puntal de la Red Defendamos la Epidemiología Nacional estimó que el país cerrará 2015 con un aproximado de 105.000 casos de malaria; y si nos comparamos con países como Brasil, Honduras o Paraguay que aplican las experiencias venezolanas de antaño, mostramos el marasmo y la desnudez intelectual de los cuadros directivos de la salud comenzando por el mismo ministro. No obstante, no se dice por qué la ¨micromisión malaria¨ que se lleva a cabo desde hace dos años en el Municipio Sifontes del Estado Bolívar no ha dado frutos, no se ha explicado el porqué de su fracaso, por qué no podremos cumplir con la Meta del Milenio de reducir la malaria en un 75% de casos anuales.

La tragicomedia del control malárico en Venezuela sólo demuestra que el mosquito vuela y se disemina más rápido que las conexiones neuronales de los microcéfalos intelectuales que llevan las riendas de la salubridad nacional.

Otra razón para votar en forma masiva el próximo 6 de diciembre para desalojar de Miraflores la indiferencia, la ceguera funcional, el desapego afectivo para con los ingentes problemas que sufre la sociedad como un todo, incluyendo a chavistas y opositores, que como borregos han esperado hasta ahora impasibles el momento del sacrificio final.

EPILOGO

Aquello de la votación no funcionó, continuó el status quo y observen como repuntó la malaria en 2016, dejada a su fuerza destructiva de vidas y esperanzas , hasta 610 mil CONTAGIOS PARA 2019 y sigue creciendo…

Elogio de la etnia…

 

Elogio de la etnia… (Redivivo)

Rafael Muci-Mendoza

 

No estoy seguro si mi padre, también migrante de la persecución siria otomana tan terrible como fue,

al comprenderlo, se identificaba con él…

 

De buen porte era aquél indio guajiro, o si se desea de la etnia wayú o wayúu, tan afecto a la casa de mi infancia, «Ramiro Espiayú», alto, corpulento, de pocas palabras, con su cara aguzada de cotejo, su tez cobriza curtida por el sol y su cara seria picada de viruela, a veces ablandada por una media sonrisa, sus manos grandes y llenas de callos y nudos y a quien mi padre llamaba para aquellos oficios propios de un ¨toero¨, pues hacía de todo, lo hacía muy bien y en el término de la distancia; no sé si por convencimiento o por prevención de una sarta de reprimendas que no estaba dispuesto a recibir: bien le pasaba un lechado a las casas de mi papá, reparaba las tejas, reemplazaba una viga cariada por otra o colocaba nueva caña brava en el techado, reparaba la caja de agua del baño a dos metros del suelo que al tirar de la larga cadena traía a la poceta una tonelada de agua bullanguera, y si el templón era desproporcionado, se venía el depósito con todo y tubería, o pintaba con brocha gorda lo que fuera, dejando aquellas paredes homogéneas y lisitas….

Pero especialmente, lo llamaba con ocasión de aquellas empresas difíciles a quienes todos le sacaban el cuerpo y que nadie podría hacer tan bien como él, como encaramarse en una escalera, quitar el cielo raso del techo frente al paraqué –una habitación adyacente a la sala que no se sabía para qué servía, por qué se llamaba así y donde se recibían las visitas- y entendérselas con un enorme panal de abejas y sus furiosas residentes no dispuestas a dar prenda.

Aquel enjambre iracundo le picaba por todas partes y él, ni se enteraba ni mostraba interés alguno por quitárselas a manotazos ni protegerse la cara ni los ojos, sus aguijones ponzoñosos no le levantaban ronchas ni le producían siquiera escozor. Parecía tener ese extraño síndrome llamado de «insensibilidad congénita al dolor» donde ocurre una interpretación anormal de los estímulos dolorosos que no son percibidos como tales y el tipo no se da por enterado cuando algo le lastima o le hiere, y por ello tiene el cuerpo cuajado de mataduras y cicatrices, o ese otro síndrome propio de la gente que la vida le ha negado todo y ha pasado tanto trabajo y tanta privación y pena, que una picada de avispa o la rabia de un alacrán le parecen nimiedades…

Ese era su trabajo y había que hacerlo, y hacerlo bien, por eso mi papá lo quería mucho, tanto como a un hijo, y más aún lo admiraba y le respetaba por su consecuencia, disposición y responsabilidad, y no dejaba de amonestarlo cuando desviaba la meta. Era un indio que los muchachos de mi casa juzgábamos como ¨raro¨, porque no era Ramiro uno de esos indios con pluma en la cabeza que veíamos en la matinée de los sábados en el Teatro Imperio de Valencia, apaches o sioux, chirikaguas o cherokees, pintarrajeados, galopando sin montura, con una lanza en ristre y pegando gritos, que el muchacho de la película –¨el catirito¨ cómo le decían en Maracaibo- no perdonaba con su revolver Colt de tiro certero o su Winchester 1892; aquellas montoneras, mensajes subliminales de desprecio e intransigencia, eran verdaderas peleas de tigre con burro amarrado, que en su momento, inocentes aplaudíamos a rabiar por virtud de la manipulación mediática gringa contra las razas originarias a las cuales casi aniquilaron de un todo…

¿Cómo había llegado aquel indio a Valencia…? Creíamos que «Espiayú» era su apellido, porque entonces ignorábamos que en la Guajira Venezolana existían al menos 30 clanes o castas, cuyo mayor porcentaje de población se distribuía entre los «Epieyú», Uriana e Ipuana y por ello, al escuchar su nombre y pegado a él, el extraño apellido, no otra cosa que el nombre del clan al cual pertenecía, por supuesto que distorsionado por la ignorancia y cosa que a él poco le importaba, sentíamos sobrada emoción…

Mi hermano Franco sentía especial fascinación y cercanía hacia el indio a quien de continuo le pedía le regalara un arco con sus flechas y un puñal, y el indio, de muy pocas palabras, casi monosílabo, asentaba de vez en cuando para no llevarle la contraria; pero en verdad Ramiro nunca le regaló nada, pero tampoco le arrebató la esperanza…

Ramiro era migrante como tantos hoy día, venido al centro del país para huir tal vez de la vida limitada y austera, del calorón y la tierra abrasada, o huyéndole al bastón de mando y a la justicia de un palabrero, o quién sabe si de un desarraigo amoroso, echando de menos el baile de la yonna o chicha maya donde más de una vez había mordido el polvo por virtud de una india antojadiza de rápido bailar que le hiciera enredar los pies y caer a tierra cuan largo era…

No estoy seguro si mi padre, también migrante de la persecución siria otomana tan terrible como fue, al comprenderlo se identificaba con él y vestía sus zapatos evocadores de recuerdos que le ponían triste, pero también al ver a su numerosa prole venezolana, estudiosa y pujante, pagaba al país por las bondades que le había brindado…

Ha sido ancestral que el comercio sea la actividad más importante de los wayú, dada la vida difícil en esas tierras lejanas y olvidadas, incluido más recientemente el «bachaqueo» o contrabando entre Venezuela y Colombia de gasolina, güisqui y artículos de primera necesidad. La Constitución Bolivariana de 1999, ¨la mejor del mundo¨ y la más vulnerada de la vía láctea, ha incluido en su articulado sentencias hermosas para cuidarlos, pero me sospecho que se trata de un dechado de letra muerta y ya fétida, tal cual su Preámbulo, más perteneciente a un país idílico que a la diaria realidad que padecemos.

Las asambleístas que tienen que bregar con la protección de las etnias sólo visten coloridas mantas o camisones guajiros, creo que más para aparentar que para representar un genuino compromiso, pues además de haberles abandonado hace rato, se olvidan de los pemones en el sureste del estado Bolívar en la frontera con Guyana y Brasil, habitantes comunes en la Gran Sabana y todo el Parque Nacional Canaima, que en sus hermosos mitos describen los orígenes del Sol y de la Luna y la creación de los tepuyes milenarios –Monte Roraima o Dodoima en pemón– y las actividades del héroe creador Makunaima y sus hermanos; y los yanomamos, o la gran nación yanomami, ubicados en nuestro país principalmente en el estado Amazonas, consentidos del padre Cocco, misionero salesiano italiano nunca suficientemente exaltado y reconocido aunque tan a menudo olvidado, y que además se extienden en los territorios brasileños de Amazonas y Roraima.

El venezolano que es un ser de memoria corta, o no le importan sino sus intereses personales o sus propias pequeñas-grandes tragedias, acaso olvide la Masacre de la aldea Haximu, un genocidio cometido en territorio venezolano en 1993 donde en medio de fusiles contra flechas, unos 16 yanomami fueron asesinados por un grupo de garimpeiros o buscadores independientes de oro. ¿Hubo justicia…?

Los pemones que han sobrevivido 500 años después de la llegada de los españoles al continente americano denuncian que “ya llegaron brasileros a minas del Parque Nacional Canaima, aterrizan en Campo Carrao, al lado Salto Ángel, con combustible y bombas”… El ejército o la guardia nacional quienes deberían protegerlos y proteger el suelo patrio,  se hacen la vista gorda y de inmediato les desmienten… Cataplasmas de oro y billetes verdes sobre el pecho a la manera de condecoraciones, les eliminan el sentido de pertenencia y sepultan su deber patriótico…

Resulta triste y penosa la situación en la que pueblos que han habitado las selvas del Estado Bolívar de Venezuela, la Guayana y el Amazonas, siguen siendo desplazados y despojados del derecho a poseer y a explotar las tierras que han ocupado durante siglos, mucho antes de la Conquista de América. Los buscadores de oro han hecho de aquellos hermosos parajes territorios contaminados de enfermedades venéreas y de mercurio sin mencionar las extensas áreas deforestadas, nunca más recuperables… Como este metal pesado se amalgama con el oro y la plata, se ha utilizado para mejorar la separación de las partículas de oro de la ganga o mineral secundario que le acompaña.

Las embatoladas de la Asamblea, mujercitas de pocas luces, no deben olvidar el desastre de Minamata… En 1956, en esta ciudad industrial de Japón, comenzaron a aparecer personas con extraños síntomas de discapacidad sensorial como falta de coordinación motora y alteración de la sensibilidad en manos y piernas, pérdida de la visión, la audición y la palabra, y, en casos extremos, parálisis e incluso muerte por hidrargiria o envenenamiento por mercurio, con cerca de 900 muertos y más de 2000 afectados. El tipo y el grado de síntomas que se presentaron eran individuales y dependían de la dosis, del método de contaminación y de la duración de la exposición. Un ejemplo claro y desgarrador de negligencia, búsqueda del lucro económico a cualquier precio incluido la vida de los demás, y el desprecio al medio ambiente…

Lo que pasa es que el negocio es muy grande, la conciencia muy pequeña, la codicia aguda para el negociado ilícito es febril y la ceguera funcional de las autoridades es profunda para no mirar lo que no conviene y les reporta inconmensurables beneficios…

Otro invasor de aquellos desolados territorios es la malaria o paludismo. Aquellos tiempos de casas muertas, de escalofrío solemne con tiritar de dientes, anemia y bazo agrandado vienen con la octava estrella de la bandera, pura paja… De acuerdo a la Sociedad Venezolana de Salud Pública y la Red Defendamos la Epidemiología, hasta el 18 de julio pasado se notificaron 69.413 casos, lo que representa un aumento de 57,8% con respecto al período homólogo anterior donde se contabilizaron 43.992. El estado Bolívar concentró 54.381 enfermos o el 92,2 % de los casos notificados. Los estados Amazonas, Delta Amacuro, Monagas, Sucre, Apure y Zulia, también se encuentran en el ojo de la epidemia, esa que la dictadura se empeña en negar, siendo que en el inmediato quinquenio 2010-2014 el incremento fue de 109%, un salto atrás epidemiológico, una afrenta a la epidemiología nacional… Pero, ¿qué queremos?, no puede compararse un tal Henry Ventura y su cerebro chiquito que emulando el parto de los montes parió la  «micromisión contra la malaria» con un Arnoldo Gabaldón que en su tiempo, con conocimientos, liderazgo, garra y corazón de león logró que Venezuela fuera el primer país de América Latina en erradicar la malaria… ¡La vergüenza no existe en los prohombres de la revolución…!

Es que la Venezuela chavomadurista, tiene uno de los peores escenarios económicos: la inflación más alta del planeta, prolongada recesión, desabastecimiento y carestía de productos esenciales, desgarradora crisis humanitaria compleja en salud, un desorden cambiario originado por tres tasas de cambio para engordar la codicia de los vivos del régimen, un país donde la gente está pasando hambre, ese mismo donde mueren 25.000 ciudadanos violentamente cada año, donde la fuerza pública de Venezuela opera en conjunto con las bandas criminales y con toda la delincuencia organizada que hay en el eje fronterizo permitiendo el contrabando a gran escala, ese que no pasa por las trochas sino por los puentes internacionales, ¿Quién puede creer que un régimen falsario e irresponsable, inmoral y mendaz y que se encuentra de salida, pueda darles seguridad, estabilidad y tranquilidad a 20.000 refugiados sirios…?

Ramiro debe estar contento con mi recuerdo, pero también muy triste; triste al ver a su pueblo rebajado por políticos corruptos a categorías infrahumanas que hablan tanta paja que podrían dar de comer a toda una legión de chivos hambrientos… ¡Chivo que rompe tambor, con su pellejo lo paga…!

 

Addendum

 

La condena de Leopoldo López de manos de una funesta jueza es la condena de todos los demócratas decentes de MI país y con relación a la pena inmerecida, desproporcionada y cruel impuesta desde las alturas del régimen achacoso e insignificante, el escritor Hermann Hess (1877-1962), nos alecciona:

  • «Para que pueda surgir lo posible es preciso intentar una y otra vez lo imposible»
  • «Dios no nos envía la desesperación para matarnos, nos la envía para despertar en nosotros una nueva vida»
  • «Donde cesa el bienestar y empieza la penuria, se deja sentir la educación que la vida nos quiere dar»