En mi pequeño jardín, donde leo bajo el salutífero sol de los fines de semana, artículos, libros y la poca prensa libre y democrática que aún nos queda, se privilegia ante mis ojos un complaciente símbolo de bondadosa esperanza: esta vez 67 de ellos… Son los botones de la solanácea y aromática ¨dama de la noche¨ que a borbotones se han desgajado con las primeras lluvias que el Niño malcriado ha permitido; de característica floración nocturna, reserva energías durante el día evitando el calor en espera a que anochezca para desplegar sus níveos encantos. Se marchitan casi antes de que despunte el sol, así que admirar el milagro de su inflorescencia de anzuelo es privilegio de quienes, en el insomnio de nuestras madrugadas y ante la mirada del lucero de la noche, entre las 3.00 y las 4.00 ante merídiem, observamos el estallido armiñado de sus pétalos y el suave perfume de su corazón expuesto. Un milagro de tantos que nos regala la Dios y que nos recuerda que a este dolor tan profundo y espeso que experimentamos los venezolanos sobrevendrá el bálsamo tranquilo que nos dé la paz. El Cerro Ávila celoso, se apresura, acentúa su verdor y deja oír trinares confundidos de sus pájaros multicolores para dar la bienvenida a la salida del sol, momentos en que las damas, recatadas y circunspectas, cierran sus párpados en aceptación de su efímera vida.