Editorial Academia Nacional de Medicina. Boletín, agosto 2012
«Vemos con el corazón, porque
lo más esencial es invisible a los ojos»
Antoine de Saint-Exupéry
En un editorial de mi autoría (Archivos del Hospital Vargas, 1998;40:93), me refería a un tema con motivo aquella inicua ¨Hora Cero¨ decretada por el organismo federativo que tanto daño hizo a los pacientes y a la dignidad del médico venezolano. Este segundo editorial lleva el mismo nombre. Muchas razones podrían aducirse para escribirlo, pero siempre anteponiendo el mejor interés del paciente, especialmente de aquel que cunde doquier, el más desfavorecido.
Con un poco de retraso llegó a mí el conocimiento de un video lanzado en 2010 y que es imperativo que sea del conocimiento del ciudadano común, pero especialmente de los médicos y cuyo enlace les copio
( http://www.youtube.com/watch?v=jcluxN_2DfM&feature=related).
¨En el primer mundo, si te duele algo hay pastillas para mitigar casi cualquier dolor. Pero… ¿qué pasa si lo que te duele es el dolor ajeno, el dolor de los que no tienen pastillas para curar su sufrimiento? ¨
En el corto video en referencia, Luis García-Berlanga (1921-2010) admirado guionista español y director de cine, a sus 97 años es conducido en una silla de ruedas hasta una pequeña mesa a tomar su desayuno, con la cara surcada de arrugas y una voz cavernosa y a la vez dulce, se dirige al gran público portando unas pastillas de colores y diciéndonos, ¨Cada día a la misma hora comienza el ritual que pretende hacerme inmortal, la verde para el azúcar, la azul para la tensión que la tengo por las nubes, y la blanca, ¡ésta es la más importante!, la que tomo para ayudar a quienes no tienen pastillas para curarse. Yo le digo a mi nieto que lo que me está curando es esta pastilla, y él me mira como si estuviera loco: ¡Imposible! Pero es lo bueno de tener años, que uno puede creer lo que le dé la gana…¨
Siempre me ha gustado hablar a mis alumnos acerca del ¨dolor que no nos duele: el dolor del semejante¨… Lo considero una forma de fomentar entre las mentes jóvenes y no mancilladas aún, la empatía con el necesitado, la obligación moral de calzarse los duros y apretados zapatos de aquél, especialmente de ese que vaga en busca de ayuda de nosocomio en nosocomio, o vegeta en nuestros destartalados hospitales públicos esperando una consulta, o muere en una cama hospitalaria mientras espera una intervención quirúrgica para extirpar un tumor cerebral que no llega a tiempo, al tiempo que destruye lo poco de familia que le queda, o simplemente una esperanza de mitigar algo su dolor a la que no alcanza ante la displicencia o frialdad en el trato, o la indiferencia ante la tragedia, tanto del sistema de salud como del mismo médico tratante en quien su piel se ha tornado paquidérmica, rancia e insensible. Cada quien viviendo para sí mismo, dirán…
Por favor vean este video y apoyen esta iniciativa de Médicos Sin Fronteras de llevar medicinas a pacientes africanos olvidados por sus gobiernos y por las transnacionales de las drogas terapéuticas porque no representan un negocio lucrativo. Pero no vayamos tan lejos… Aquí mismo ante nuestros invidentes ojos, vemos crecer las enfermedades crónicas, muchas traídas de la mano por destructivos estilos de vida o por abandono de la salubridad y el control de pestes que nos coloca a nivel de país rico, pero más paupérrimo, ¡Vaya paradoja! Ojalá pudiera llevarse a cabo una iniciativa similar en nuestro país, donde paradójicamente, en medio de una tierra feraz de gente buena y una riqueza de abultadas cifras dilapidada o simplemente robada, el dolor del semejante salta a cada paso, ¿Será que habrá pastillas aliviar la falta de trabajo por estar en las infames listas de Tascón o Maisanta, o para alivianar el dolor del despido por razones de creencias, o la pena profunda por la incomprensible muerte del baleado por un nada, o la desesperanza del canceroso que no encuentra posibilidad de radiación, o para la madre en ciernes que no tiene acceso a un control prenatal, o para el niño cuyas vacunas de dudosa procedencia añora y no encuentra…? Por favor sean diseminadores de esta noble acción…
Ojalá un brote de dolor ajeno similar al que contagia a la Sociedad Española pudiera hacer eclosión entre nosotros. Tres meses después del lanzamiento de la campaña, ¨Pastillas contra el dolor ajeno¨, y gracias a una espectacular participación de la sociedad española, al precio de € 1, en las farmacias se han vendido más de 3 millones de cajas de pastillas de mentol-eucalipto sin azúcar. Los primeros ingresos permiten ya tratar a pacientes de Chagas en Bolivia y VIH-Sida en Zimbabue. En el primer mundo, si te duele algo, hay pastillas para mitigar casi cualquier dolor. Pero… ¿qué pasa si lo que te duele es el dolor ajeno, el dolor de los que no tienen pastillas para curar su sufrimiento? ¿No es genial, que nosotros que tenemos pastillas de casi todo, podamos tomarnos una para calmar el dolor de los que no tienen…?
Nuestro caso es igual y diferente a la vez. En medio de una orgía de dinero que la revolución involutiva del Siglo XXI ha echado a las calles, endeudando más y más al venezolano y malgastando lo poco que queda, para envilecer y distraer aún más al ciudadano y continuar en el poder, muchos viajan, compran nuevos automóviles y casas, sin pensar en la aviesa manipulación ni en el prójimo, pariente pobre, para quien no hay cabida en el festín.
Escribí en el Diario El Universal el lunes 25 de enero de 2010, «Mane, TeKel, Fares»: ¨La caída de Babilonia se precipitó por fiestas profanas celebradas por el virrey Baltasar. Mientras Ciro, rey de Persia atacaba Abisinia y se dirigía a Babilonia, el nieto de Nabucodonosor y defensor de la ciudad para manifestar su confianza en las fortificaciones protectoras, se consumía en orgías. En uno de esos festines en que se bebía con los vasos sagrados del templo y ante el estupor de todos, apareció una mano misteriosa que escribió el anuncio de la caída de la ciudad: ¨Mane TeKel Fares¨. Llamado Daniel, profeta bíblico a descifrarlo, dijo, ¨¡Oh rey! Has pecado contra el Señor, tu padre robó los vasos del Templo y tú los has profanado; tu sentencia ha sido dictada como sigue: Mane, significa «contado»: el Señor ha contado tus días de reinado, y tocan a su fin. Tekel, denota que ha sido «pesado» en la balanza y hallado falto. Fares, expresa «dividido» tu reino entre medos y persas. La profecía se cumplió, y así, Baltasar murió la noche siguiente y su reino fue dividido entre medos y persas¨.
La inscripción, ominosa como es para referirse a un gobierno despótico y cruel, da a entender: «Tu tiranía llegó a su fin», esa que aparece nuevamente como un lamento en el firmamento chavista… Mucho daño se ha hecho, muchos son los culpables, ojalá que no sea corta la memoria, ni vencedero el juicio, ni ligero el dictamen del juez hasta ahora venal, ni parca la condena… ¡Te lo pedimos Señor…!