¡…Reanimarla a estas alturas equivaldría a darle masaje cardíaco a un muerto…!
A veces me da por fantasear… Viendo la sala 3 del Hospital Vargas de Caracas, esa que me acogió durante mucho más de medio siglo, con sus desvencijadas camas alineadas en dos filas, mirándose las unas a la otras, precariedad sin mucha privacidad, colchones duros forrados de hule, chinchorreados en el centro, calurosos e incómodos a más no poder, ropa de cama traída de la casa o simplemente ausente, solo ¨chores¨ y desnudos de la cintura hacia arriba, una bandeja metálica y un solitario pan embarrado con mantequilla… Me sentía como un cómitre, no otra cosa que ese sujeto inclemente que restallando un látigo dirigía la boga en las galeras y tenía como función el impartir el castigo a los galeotes, réprobos privados de toda libertad, fatigados remeros, esclavos que cumplían en vida la peor de todas las condenas y que por raridad, eran dispensados por un rey indulgente que conmutara sus penas.Leer más