Elogio de la bola de Bichat…

 

“Ser pobre es muy duro, son muchos los días que nos toca dormir sin comer. A veces podemos comprar un plátano y hacemos tostones. Cuando tenemos harina resolvemos con arepas. Si no hay nada nos toca aguantar”, aseguró; su cara triste y perfilada sin bola de Bichat.

(Beatriz Ribas, El Nacional 10.04.2016)

El salario mínimo que cobra el esposo de la Ribas (11.578 bolívares) y los 2.000 bolívares a la semana que ella gana por limpiar en casas de familia no les alcanzan para hacer un mercado que les permita cubrir las tres comidas…

Usted no tiene por qué saber quién fue Bichat, pero con una breve nota introductoria voy a presentárselo… Es a todas luces indudable que una de las mayores contribuciones al desarrollo de la medicina entre los siglos XVIII y XIX está plasmada en la labor proficua del médico y patólogo francés Marie François Xavier Bichat (1771-1802); desde sus investigaciones anatómicas, la enfermedad pasó desde asentarse en los órganos –según los preceptos de ¨Su Majestad Anatómica¨, Giovanni Battista Morgagni (1682-1771)-, a radicarse en los tejidos. El tejido sería la unidad fisiológica y morfológica del ser humano, con prescindencia del órgano del cual se originara. En su frenética vida de biólogo, anatomista y fisiólogo, este francés encontró la muerte muy joven, apenas 31 años, pero dejó un sello revolucionario en el sentido noble de la palabra. Días después de haber sufrido una caída accidental por las escaleras en el Hospital Hôtel-Dieu de París, el hospital más antiguo de la ciudad, o una herida accidental en la sala de disección según otra versión, fue privado para la vida y para la ciencia. Exponente máximo del pensamiento vitalista en medicina y creador de la mentalidad anatomoclínica, sólo en el último invierno de su vida disecó cerca de seiscientos cadáveres. Sus últimos momentos fueron retratados en el cuadro del pintor Louis Hersent (1777-1860), «Xavier Bichat mourant». Más tarde aún, los estudios de Rudolf Virchow (1821-1902) desplazaría al tejido por la célula, tal como la concebimos por años, y hoy, aún más reciente, entraría en escena la más íntima intimidad de la patología molecular.

Definamos qué son las bolas adiposas de Bichat: no otra cosa que una acumulación de grasa que se sitúa en las mejillas, a ambos lados de la cara, ubicadas entre los músculos masetero y buccinador; este último da forma al rostro, agranda la hendidura oral y ejerce presión en la cavidad oral cuando silbamos. Además, estos dos músculos que facilitan los movimientos de masticación, necesitan de una almohadilla grasa de lubricación que son precisamente las bolas de marras. La bichectomía, una técnica de curioso nombre perteneciente a la cirugía plástica, es una intervención baladí que consiste en su extirpación a través de la mucosa del carrillo para perfilar las mejillas y hacerlas más delgadas y estilizadas.

Pero existe otra forma de bichectomía malintencionada y artera que expresa la insania de políticos comunistas insensibles y contra natura cuyo corolario de acción es la carencia de alimentos y el sufrimiento inmerecido del venezolano desposeído, el secularmente engañado, hoy medido por cientos de miles por virtud de esos timadores, bucaneros y malnacidos que nos gobiernan.

Es el fantasma de la malnutrición el que también les presento: El desnutrido presenta en grados variables carencia de masa grasa. Observemos el rostro de una persona caquéctica crónica -estado de extrema desnutrición, atrofia muscular y fatiga-, con palidez cetrina del rostro, los cachetes hundidos, el porte desmirriado, sin bola de Bichat, que cuando cree que aprende a vivir, en verdad está preparándose para morir… Tal fue el reclamo del productor Brito, víctima de Chávez, cuya hombría le llevó a morir antes que claudicar a sus derechos y en cuyo caso sus médicos y los venezolanos mostramos una apatía e indiferencia cobarde supinas…

Cada año, la desnutrición causa en el mundo la muerte de tres a cinco millones de niños menores de 5 años: alivio para la revolución chavista ¡No es solo aquí…! –dirán con cinismo y desparpajo-. La desnutrición debilita las defensas e incrementa el riesgo de morir de neumonía, diarrea, sarampión o sida, cinco enfermedades que son responsables de la mitad de los casi 10 millones de muertes anuales en niños menores de 5 años. Las imágenes de niños hambrientos en contextos de emergencia son ya parte de la conciencia pública, pero la realidad es que la inmensa mayoría de esos pequeños de mirada lánguida y conmovedora que sufren desnutrición, lo hacen en el silencio del sepulcro que intuyen, ignorados, muy lejos del muelle sofá donde consentimos nuestra molicie, retirados de los ojos del resto del mundo porque si a ver vamos, somos nosotros mismos…

El desnutrido presenta en grados variables, carencia de masa grasa que, en ciertos casos comprometen la existencia normal de la masa magra. En la actualidad empleamos la palabra «malnutrición» que tiende a designar tanto el exceso (obesidad) como el déficit nutricional (desnutrición). Diferentes escuelas pediátricas a lo largo de la historia denominaron la desnutrición con términos unas veces ambiguos, otros equívocos. Bernard-Jean Antoine Marfan (1858-1942) en 1923, designaba a las desnutriciones más leves con el nombre de hipotrepsia, reservando el término de atrepsia para los casos más severos. En 1924 en Alemania, Heinrich Finkelstein (1865-1942), reconocía como eutróficos a los niños sanos y funcionalmente normales, y como distróficos leves o graves a los desnutridos. Bessau, en los años 30, sugería que la distrofia representaba la alteración en la masa corporal, mientras que la disergia distinguía las alteraciones funcionales. Ambas alteraciones se denominaban, según este pediatra, disontia. Los niños normales eran entonces, euónticos, y los desnutridos, disónticos.

Escribo transido de nostalgia de viejos tiempos, que, si bien no fueron los mejores, nos hacía ver como un país realmente en vías de desarrollarse; hoy, presenciamos las fundaciones humeantes de lo que lucía como un gran porvenir… Su enemigo, la desnutrición infantil en sus diferentes grados. La de primer grado, involucra, en general, pérdidas de peso no mayores del 10%-15%, con reducción de la grasa corporal. Es desgarradora pero afortunada la expresión ¨hambre oculta¨. El segundo grado, presupone pérdidas de hasta 30% según los distintos autores, con desaparición de la grasa abdominal. Y aquí en adelante viene la descripción de nuestro héroe y recordamos su famosa bola: El tercer grado, con pérdidas de peso de más de 30% o 40%, suelen producir desaparición de toda la masa grasa (con excepción de la bola adiposa facial de Bichat) y puede incluir un grado variable de adelgazamiento de la masa magra también. El estado más grave, con pérdidas de peso y estatura superiores a 40%, presupone la desaparición de la bola de Bichat y una reducción muy importante en la masa magra también.

Una bofetada en el rosto de la revolución llamada bolivariana es la desnutrición infantil en nuestro país que, según datos recogidos por el Observatorio Venezolano de la Salud (OVS), se incrementó 9 % entre el primer y segundo semestre de 2015. Paradójicamente según la Cepal, fueron estos los años en los que se empezó a aumentar la pobreza en Venezuela, y al mismo tiempo fueron los mismos en los que se recibieron más ingresos por venta de petróleo ¡Cómo explicarlo! ¿Adónde fueron a parar esos recursos? ¿Para qué pregunto…?  Entre 2010 y 2013 el precio del barril pasó de 72,69 dólares a 98,08 dólares; es decir, 35% más. Solo en 2012, cuando el crudo subió a su pico histórico de 103,42 dólares, Pdvsa tuvo un ingreso de 127,61 millardos de dólares. Pero mire qué curioso, desde 2007 no se publican, como muchas otras estadísticas, las cifras oficiales sobre desnutrición en el país, y si se publicaran como en Cuba, serán maquilladas, distorsionadas, muecas de una cruda realidad que no pueden taparse con un dedo.

Según la doctora Maritza Landaeta de Jiménez, miembro del Observatorio Venezolano de la Salud (OVS) y de la Fundación Bengoa, la crisis alimentaria existente en el país ha llevado a la población a adoptar ¨una dieta de sobrevivencia¨, un eufemismo para definir una injusticia social cuando se asegura que el consumo calórico descendió de 2.500 kilocalorías a 1.780, y que actualmente los venezolanos están destinando 75% de su dieta al consumo de carbohidratos, algo espantoso desde el punto de vista nutricional porque es contundente la evidencia de la ausencia de proteínas de alto valor biológico en la alimentación como la carne y la leche, lo que se traduce en el incremento de los casos de anemia en el país; el hambre oculta –apuntó-, producida por falta de hierro vehiculizado por las proteínas de origen animal, debe haber aumentado muchísimo en nuestra población, especialmente en nuestra población infantil, pero también en las mujeres embarazadas y en adultos mayores, porque tampoco para ellos hay la provisión de estos alimentos que son fundamentales.

“Lo más serio es que esto no tiene posibilidades de recuperación. En el desarrollo del ser humano hay momentos críticos, y lo que pase en esos momentos, después no se puede remediar; además, con un 25 por ciento de madres adolescentes en que la mayoría comienza un embarazo en condiciones de desnutrición, la situación se agrava. Son niños que nacen con bajo peso y que no tendrán la posibilidad de continuar un desarrollo armónico y adecuado”. Adicionalmente digo yo, el déficit proteico en los niños llevará a un peso deficitario de su cerebro por ausencia adicional de otros nutrientes específicos y de micronutrientes además del hierro, como el zinc y el ácido fólico, que siempre estuvieron presentes en la dieta del venezolano; las dificultades de aprendizaje no se harán esperar y los niños serán pasto propicio para la esclavitud y la implantación de dictaduras como las comunistas que transforman seres humanos en tontos útiles.

El incremento de la desnutrición también fue también desvelado por investigadores de las universidades Central de Venezuela, Simón Bolívar y Católica Andrés Bello, quienes habiendo llevado a cabo la ¨Encuesta de Condiciones de Vida¨ en noviembre del año 2015, expusieron la injusta realidad de un pobre país rico, el producto acabado de facinerosos que abrazando banderas ¨y que de justicia social¨, hicieron de un paraíso terreno yermo e inhóspito: Las cifras mostraron que mientras en 2014, 48,4% de los hogares y 52,6% de las personas estaban en situación de pobreza, el año pasado la cifra ascendió a 73% y 76%, respectivamente. Y en su insania todavía quieren perpetuarse en el poder…

Actualmente, no hay cifras oficiales disponibles sobre la desnutrición infantil en Venezuela -¿cómo podría haberlas en un país comunista…?-, y resulta paradójico observar cómo en 2011, en el informe «Mejorar la nutrición infantil», la Unicef indicó que 468.000 niños padecían desnutrición crónica en Venezuela, 16% de los cuales tenía problemas de crecimiento. Sin embargo, imagino que ¨gracias a las diligencias del gobierno bolivariano y su chequera alegre¨, ¡apenas un año después…! en junio de 2012, la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura premiaba al país por sus avances en el combate a la desnutrición. ¿Cómo creer en estas organizaciones de prosapia vencidas por el lucro…?

 

«Bolívar, pradera de molino en lengua vasca, molino que supo moler trigo de gloria y dar a los pueblos pan de libertad.»

Elena Vacarescou

En el lenguaje de las madres de Ghana el término Kwashiorkor significa: «la enfermedad del primer hijo cuando nace el segundo»; fue la primera vez en la historia de la medicina que una enfermedad llevaba un nombre que reflejaba una causa social.  Se trataba de un niño de uno a tres años desplazado en cuanto a alimentación y afecto por su recién llegado hermano menor. Después que Nigeria se declaró independiente y que en 1967 hiciera lo mismo la República de Biafra, Nigeria estableció un bloqueo de abastecimiento alimenticio en Biafra.  Durante tres años de guerra, más de un millón de personas habían muerto, principalmente de hambre. En estado de hambruna, al carecer de proteínas, los niños desarrollaron kwashiorkor, condición de autofagia de su propia musculatura la cual se desgasta y se funde y el vientre se distiende y el maruto se insinúa. Es la ¨enfermedad de 100 nombres¨ de Autret, trasunto de falta de amor y protección, es la ¨distrofia farinácea¨ expresión del irrespeto al ser humano, es el ¨marasmo nutricional¨…

Según Ramos Galván, ¨un niño que ha padecido en los primeros años una desnutrición grave, puede presentar al cumplir cuatro años la talla de un niño de tres años, el perímetro torácico de un niño de dos, un perímetro cefálico de uno de año y medio, una capacidad de lenguaje de un niño de 14 meses y un peso y una conducta motora de un niño de un año¨.

A los vergonzantes hospitales de niños venezolanos del Socialismo del siglo XXI están llegando esas criaturas hinchadas, tristes, sin esperanza, con desnutrición proteíno-calórica porque no reciben leche. Su magra alimentación está constituida por atoles de cereales lo que hace que nuestros niños se desnutran mientras regalamos petróleo a Cuba y al Caricom. Son niños cuya alimentación es rica en azúcares y carbohidratos y nula en proteínas; en realidad están llenos de líquido y por ello muestra el perfil de la hinchazón que prenuncian su muerte. Este es tipo de desnutrición que empezamos a ver en la Venezuela de Hugo Chávez, Maduro y Cía., de acuerdo a Maritza Landaeta-Jiménez, miembro fundadora de la Fundación Bengoa, ¨Antes veíamos niños con insuficiencia calórica, pero ahora se suma la deficiencia proteica”, éstos serán los ¨sobrevivientes¨ de que hablaba el recordado y admirado doctor José María Bengoa (1913-2010).

Los datos de la Fundación Bengoa, recopilados por la doctora Mercedes López de Blanco, revelan que en el país hay una ¨doble carga nutricional¨ que afecta la salud especialmente de los más pequeños: Se trata del binomio desnutrición y obesidad. Una encuesta realizada por la fundación a 6.330 niños entre 2008 y 2012 demostró que en primer año, por ejemplo, 20,1% estaba desnutrido y 16,2% era obeso. Un lustro más tarde el porcentaje de desnutridos fue de 18,7, mientras que los niños con sobrepeso representaron 17,4%. La encuesta del año 2012 arrojó que el déficit alimenticio fue más acentuado en zonas rurales como en Apure, con 34,2%, e iba disminuyendo en ciudades como Maracaibo con 21,4%, Mérida con 17,4% y Caracas con 16,5%. Sin embargo, la relación respecto a los índices de obesidad fue inversamente proporcional.

Pero hablemos de más tristezas e injusticias… De cada 100 mujeres que quedan embarazadas anualmente, de acuerdo al programa de Telemedicina de la Universidad Central de Venezuela 25 son adolescentes. El país posee desde hace años el infame récord de ser el país con mayor cantidad de embarazos en menores en Sudamérica y el tercero en Latinoamérica, solo por detrás de Honduras y Nicaragua. La tasa de embarazo precoz ha aumentado en las últimas décadas y el efecto intergeneracional tanto del déficit como del exceso nutricional es un aspecto preocupante en demasía, de los cuales no existen datos precisos en el país. No es difícil suponer que las embarazadas adolescentes provienen en su mayoría, de estratos socioeconómicos bajos, que deben enfrentar un ciclo vicioso de exclusión -hacinamiento-inferioridad-malnutrición-embarazo-parto-y recién nacidos de bajo o alto peso, quienes a su vez y hasta este mismo momento en la temprana vida que iniciarán, crecerán y se desarrollarán en condiciones biológicas y socio ambientales adversas y muy desventajosas, y como copiamos las actitudes y conductas de nuestros mayores, y porque el estado no provee educación sexual, es muy probable que a futuro los que logren sobrevivir a una bala perdida pudieran ser también pasto para alimentar embarazos precoces en inadecuadas condiciones, perpetuando así la adaptación negativa a condiciones adversas.

Nunca imaginó Bichat que la desaparición de la bola adiposa que él describiera cerca de dos siglos y medio atrás, sería el marcador del desamparo, el estigma del desamor, el señalador del desabrigo, la marca de la miseria de un país que fuera rico sumido en la más grande crisis humanitaria de nuestra historia. A no dudar, Chávez, Maduro y sus secuaces han sufrido y sufren del marasmo del alma, de la atrepsia del espíritu, de una distrofia grave de la moral, son disontes del honor, una deleznable condición tipificada por un déficit energético de amor, solidaridad y patriotismo; en definitiva, son ¨seres humanos inferiores¨…