Elogio de la tristeza…

Si lloras por haber perdido el sol las lágrimas no te

permitirán ver las estrellas.

Rabindranath Tagore

Es el abatimiento que sigue a un golpe moral. Junto al miedo, la ira, el asco, la alegría y la sorpresa, es la tristeza una emoción básica del ser humano. Es esa expresión de profundo dolor afectivo que intenta drenarse mediante el llanto, el rostro desencajado y abatido, el deseo de nada, esa oscurana vital… Nos sentimos tristes cuando nuestras expectativas se derrumban o cuando las circunstancias de la vida son más dolorosas que vivir la vida misma con sus alegrías, frustraciones y sinsabores.

Veo las fotos y se me parte el alma en mil pedazos, cada una más dolorosa que la otra; una más desgarradora que la otra. Emigran. Dos niños, de 4 y 6 años en compañía de su mamá en el Cementerio del Este ofrendándole un último adiós a su padre, asesinado en el grandioso Cerro Ávila cuando un criminal le cortó el hilo de la vida: sin una excusa, sin un motivo, sin detenerse a considerar que tenía una vida hasta ese momento plena y llena de salud, una vida que compartía con esposa, hijos, padres, abuelos, familiares y amigos. Flores de papel de su hechura fue todo lo que sus manitas alcanzaron a llevarle: el impoluto candor infantil. Ellos no comprenden por qué su papá, tan amoroso como fue, ya no está…, el porqué de esa omega melancólica tatuada en la frente de su madre y esa acuciante pena en sus abuelos, tíos y primos, todos. Posiblemente llevarán la impronta de la culpa por lo ocurrido, como no es inusual suceso en los niños: Un estigma grabado en su ser a hierro y fuego que necesitará de muchas horas en el diván de un analista para medio borrarlos.

Es cierto, me dirán que es una tragedia diaria y anónima en MI país involucionado que compartimos muchos, es un pálpito que tenemos todos cada día, el de no ver un nuevo día, el de no volver a casa, a nuestra querencia y a nuestros amores…, pero qué terrible cuando te golpea en la puerta de tus afectos, muy cerca de tu corazón.

La violencia homicida campea en Venezuela a sus anchas en ciudades y pueblos: A pesar de la «censura oficial» sobre el número de homicidios que se asegura existe desde hace tres lustros en el país, es bien conocido que en el transcurrir de 6 meses de 2014, 2.900 cadáveres han llegado a la macabra morgue principal de Bello Monte en Caracas; el año 2013 contó 25.000 y en los 14 años de odio revolucionario, más de 200.000 compatriotas segados por armas y balas que les ha suministrado el régimen. 79 por cada 100 mil habitantes. Todos los que ya no están, con una historia anónima y tan terrible como la narrada, pero ausentes de nuestros blindados ojos, de nuestra comodidad, de nuestro acomodo cobarde.  Pudiera usted no creerlo: esto es lo que dejó el vitriólico y destructivo discurso de Chávez y nosotros lo aceptamos. Ya no llama la atención ni causa pena saber que mueren más venezolanos que en la Franja de Gaza; que quedan más niños huérfanos que en esa lejana realidad. La degeneración comunista dice que va a ocuparse de aquellos… En una oración muy antigua puede leerse una maldición que los condena a sufrir horribles tormentos el día en que la ira divina se aposente sobre sus cuerpos o en el de alguno de sus seres más queridos.

 

Addendum

Queridos lectores:

Ya no estoy constreñido por la apretada faja de los 1800 caracteres con espacios que el Diario El Universal bondadosamente me proporcionó por 13 años para que pudiera divulgar un total de 676 artículos de opinión, ni tampoco por la oportunidad de sólo poder enviar una colaboración por semana. Se cerró una ventana y se abrió una puerta, milagro divino… Dios sabe de sus tiempos y debemos estar agradecidos y preparados para ellos…

Ahora, en razón de los numerosos correos solidarios recibidos, estoy seguro de la fidelidad de mis leedores y de su compromiso en diseminar mis correos a sus familiares y amigos. En El-Unipersonal escribiré en la oportunidad en que desee, y con la paciencia y tolerancia de ustedes podré alcanzar mi fin. Pronto les dejaré saber un link o enlace a un blog que se está estructurando para colgar mis escritos.

La envidia va creciendo más y más en la medida en que más jóvenes desertan de la educación formal porque el régimen comunista les quiere así, ineducados y mostrencos, ávidos de la dádiva y ayunos del trabajo noble que les dignifique; es la tristeza del bien ajeno, una pasión mansa, pasiva, que se cura con la caridad. ¿Pero cuándo…? El resentimiento es una pasión agitada, activa incurable, que sólo se satisface con el aniquilamiento del que ha conseguido la gloria, aunque esa gloria, después, no aproveche al resentido, triste y satánico envidioso. El resentido es, también, fauna de todos los tiempos y de todos los países y no sólo de aquí, aunque en mi país se han reproducido como acures.

La unión de la oposición debe llegar por alguna parte y debemos procurarla con ahínco, pues de no estar sinceramente unidos nunca podremos vencer al enemigo del país: el Foro de Sao Paulo, el comunismo y sus serviles servidores. Dejen pues de chuparse el dedo, no se dejen engañar por el CNE ni por la fiscalía vendada y amordazada, hablen claro y sonoro y verán cómo el pueblo les acompañará… Que la muerte de algunos sea el cemento que nos aglutine en esta Venezuela, trozo del subSahara en que nos hemos convertido…

Redivivo viernes 10 de noviembre de 2017

Niños color de mi tierra
Con sus mismas cicatrices
Millonarios de lombrices
Y, por eso,

Que tristes viven los niños
En las casas de cartón

Que alegres viven los perros
Casa del explotador

Niños marcados de rojo

Nacen con sino triste

Ni siquiera serán hombres

Porque Maduro contento

Les mató de desamor…

 

Hambre, difteria, paludismo y sarna

Se clavó en sus cuerpecitos

Qué tristes viven los niños

Sin siquiera amanecer…

 

No hay derecho a tanta saña

Solo por alforjas llenar

Quien vive de la rapiña

Sus huesos han de quebrar

 

Pero el día que no está lejos

Asoma ya una vindicta

Y seres que son inferiores

Recogerán su Talión

 

 

 Addendum 20.07.2019

 

Querido lectores:

No he descansado un momento, no descansaré hasta que vea MI país liberado. Ha transcurrido 4 años y nos adentramos en el quinto de mí El-Unipersonal. El sacudirnos las cadenas de la opresión no ha sido fácil ni lo será, pues somos invisibles ante el mundo, triste realidad, todos dicen apoyarnos, pero los leguleyos siempre encuentran un obstáculo cínico e hipócrita que les impide el buen hacer, desaparecer al chavismo de la faz de la tierra ¿Es que no ven los ancianos y los niños, cuando no muriendo, ateridos por el infinito frío del hambre?; ellos dicen estar seguros pues el narcotráfico, el oro ilegal y aún el petróleo, les suministran cuantiosos recursos, no saben o quieren ignorar el movimiento tectónico que se está llevando a cabo bajo sus propios pies y en este mismo momento resquebrajando su base de sustentación.

 Ahora, en los estertores de la agonía la emprenden de nuevo contra la UCV y sus autoridades, su autonomía, sus heroicos profesores y alumnos, y, contra el Hospital Universitario de Caracas. Mediante decreto presidencial, crean un nuevo reglamento general del Instituto Autónomo Hospital Universitario de Caracas derogar al Estatuto Orgánico de la institución rompiendo con la unidad de la docencia e investigación universitaria contemplada en la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela y en la vigente Ley de Universidad para oficializar el escamoteo de un reducto de la enseñanza libre y el pensamiento plural. En ese reglamento se crean la Dirección General de Docencia del HUC que estará bajo la responsabilidad de la Facultad de Medicina de la UCV, y la Dirección General de Investigación del HUC que será conducida por el Ministerio del Poder Popular para la Salud.

Ello significa que sacarán a los actuales profesores para suplantarlos por la escoria roja y como siempre, algunos docentes vendidos a la memoria del Che Guevara, médico y asesino, extraños en su propio país y traidores a las tradiciones médicas que les legaron sus profesores, y en desconocimiento de los derechos de la universidad de Bolívar y Vargas. Como es habitual, ellos estarán una vez más dispuestos para la traición, son y han sido los cooperantes que están y han estado entre nosotros, los que aborrecí en el Hospital Vargas al punto de pedir mi jubilación cuando todavía no estaba en mis planes hacerlo… Aún están allí, en connivencia con el director que como los de su clase poco han hecho por enaltecer la Universidad y más bien empatarse con la enseñanza mediocre.

 

 

 

Elogio de una larga mesa…

Elogio de una larga mesa…

Miro las fotos de los dos Flores, dos jóvenes de simpático rostro, y créanme que siento pena por ellos; capturados en Haití y catapultados de inmediato a Nueva York donde ya han sido imputados por narcotráfico… Vidas destrozadas, prisión perpetua… Creídos inmunes pues el dinero casi todo lo compraba, que se pavoneaban entre jefes de carteles, paseaban sus fortunas mal habidas en aviones y yates privados, y la vida fácil se les mostraba reilona en sus propiedades del vituperado Imperio, de las islas del Caribe, en casas de juego, en viajes a todo dar y güisqui fino Johnny Walker Blue Label. ¿Cómo amasar una fortuna inimaginable sin sudor de sus frentes y ser felices…?

Se creyeron que podían burlar el destino especialmente cuando esa droga iría a parar a las narices de otros jóvenes a quienes arruinarían también sus vidas… Seguramente que no hubo un consejo oportuno porque la vida no es tan fácil ni risueña como se la pintaron o creyeron ver en casa de sus padres. Poderosos, ricos, influyentes, guapos y apoyaos, cerquitos del poder, cáscaras vacuas de principios y llenas de rencor, envidia, de malos procederes y maldad… Ahora están cogidos como el pájaro en la pega que mientras más pugna por liberarse, más se prende de ella.

En mi hogar, tuvimos un maestro que nos enseñó con su vida frugal y sencilla, con su trabajo continuado e infatigable, con su diáfana palabra a la que nunca faltó. A la hora del almuerzo los 9 hermanos sentados en derredor de la larga y pesada mesa, la presencia amorosa de mi madre de aquí pa´llá y de allá pa´ca, pendiente de todo, era presidida por mi padre quien dictaba cátedra de valores, de compromiso, de responsabilidad, de credibilidad, de honestidad, de trabajo sin pausa, de ahorro, de buenos modales: esa era su función de páter familia. Las raciones suficientes, pero nada debía quedar en el plato. Lo que botáramos otros lo necesitaban. Los codos no cabían sobre la mesa. Una mirada de desaprobación nos hacía bajarlos de inmediato. No se hablaba en voz alta, ni con la boca llena y cada quien lo hacía a su tiempo; las palabras vulgares estaban proscritas: nunca le escuchamos decir una… Todos atendíamos con atenta admiración y reverencia sus lecciones de vida, sus lecciones de amor que a diario y a raudales nos impartía y nos afianzaba con el ejemplo. Nada en exceso, conócete a ti mismo, procura dar más que recibir, parecía decirnos…

Mi padre vino al país desde la tierra milenaria de los grandes cedros sin un centavo en el bolsillo; sin embargo, traía un bagaje de cinco mil años de ventaja en el arte del comercio, ese legado de antiguos fenicios, arrojados hombres de mar, insuperables en el arte del comercio y el regateo, y en razón de ello, pronto eclipsaban a los nativos. El trabajo sin sosiego da réditos y tranquilidad en el alma… No era jugador ni apostaba al azar como muchos de sus paisanos, tampoco los criticaba; sabía que el diario trajinar y los desvelos remuneraban; no bebía ni fumaba, se ejercitaba a diario y su vida era espejo de su ciudadanía. Ayudaba a quienes se acercaban a su vera, todos sus sobrinos libaneses supieron de ello, primero pagó sus estudios en la tierra milenaria, luego trabajaban con él, les enseñaba, luego les buscaba el crédito que su figura fácil procuraba y les dejaba volar con propias alas; pero también, dio a muchos venezolanos a quienes no sabía decir que no cuando conocía que pasaban un momento difícil… Aquel hombre, era hombre de una sola costura, hacía negocios colocando de por medio su palabra empeñada y nunca le vimos defraudarla. Ya adultos, cada uno lo hizo con sus hijos e inclusive con sus alumnos…

¿Qué pasó con los jóvenes Flores…? Seguramente otro fue el discurso oído en casa. Tal vez fueron atiborrados de mensajes abiertos o subliminales de ¨viveza criolla¨, hedonismo, nepotismo retador sin un juez que hiciera cumplir la constitución pues ¨yo hago lo que me da la gana¨; lecciones de comportamiento fraudulento, de oportunismo y de traiciones y zancadillas, de sacar provecho de la amistad, de escuchar palabras gruesas, denuestos, maldiciones e insultos. Ahora detenidos por narcotráfico, pende sobre ellos como una espada de Damocles una pena de cadena perpetua, pero bien sabemos que son chivos expiatorios de todo un andamiaje de miserias y tropelías enseñadas desde el hogar disfuncional. Ni sus parientes cercanos abren la boca para defenderlos, ni para reconocer que parte de lo que ellos son, en buena parte fueron por ellos enseñado. Los verdaderos responsables con sus pasaportes diplomáticos degradados muestran la fea cara de la perversidad, y se hunden cada vez más en el contenido fecal de los excusados de hoyo en que han transformados sus vidas. Por eso es que prolifera la maldad, porque no hay ni un padre bueno a la cabecera de la mesa, ni una madre buena, abnegada y sabedora de sus deberes y derechos.

A pesar de la holgura económica que se inició con la década cincuenta, fruto del trabajo honesto, nuestra educación fue muy estricta, exigente y vivíamos sin ningún exceso. Estaría yo en quinto grado de primaria en el Colegio La Salle de Valencia cuando durante de un recreo fui llamado a la Dirección; como un relámpago en un cielo azul, un escalofrío recorrió mi cuerpo desde la cabeza bajando por la espina dorsal. ¿Qué habré hecho yo…? –me preguntaba, pues esas llamadas nunca presagiaban nada bueno-. Con cara severa que anunciaba borrasca me recibió el Hermano Heraclio León, el director, a quien por supuesto, me acerqué muy temeroso y tremulante. Introdujo su mano en aquel profundo bolsillo lateral de su hábito que parecía llegar al piso y sacó un papel doblado en 4 partes. Lo abrió, me lo mostró y me preguntó si era mío. Al verlo asentí que efectivamente era de mi propiedad. Me lo devolvió diciéndome,

-¨¡Caramba Muci, su casa es un cuartel…!

El papel en cuestión –uno ¨personalizado¨ para cada hermano-, no era otra cosa que una distribución, por horas, de lo que debía hacer durante el día, desde el despertar a las 6.00 A.M. cuando mi padre pasaba revista a una cajita cuadrada donde cada uno tenía cepillo y pasta dental, un peine, un jabón y Moroline® o petrolato como fijador del cabello, pasando por la estipulación de la hora de las tres comidas y las de estudiar, jugar y dormir. Al final, debía ser firmado con la sentencia previa de que su incumplimiento acarrearía la pérdida de la mesada semanal –entonces ¨real y medio y cuartillo¨ o Bs. 0.75- para asistir los sábados a la matinée del Teatro Imperio.

Un querido amigo de la infancia y colega, el doctor  Enrique Mandry Llanos, a quien mi padre distinguía por sus cualidades morales, me contaba que cuando compró su casa, invitó a mi papá para que le diera su opinión sobre la compra. Así lo hizo don José. Subió los 13 peldaños que conducían al lobby y alabó su adquisición, sintiéndose muy feliz de que con su presencia le daba un espaldarazo al amigo. Entre otras conversaciones, aquél le comentó acerca de alguien conocido por ambos. Mi padre le dijo ¨ese es un mal hombre¨; sí, es un ¨hombre malo¨ le espetó mi amigo.

-¨No mijo, le dije que es un ¨mal hombre¨, no un ¨hombre malo¨.

-¨Era aquel señor, el encargado de la sucursal de una firma comercial en Puerto Cabello a quien yo visitaba periódicamente. Una vez le dije que, con toda la experiencia adquirida en tantos años, por qué no se abría por su cuenta, fundaba su propio negocio y se independizaba¨.

Por respuesta me dijo,

Yo no soy tan rico como usted don José, por tanto, no tengo capital suficiente para independizarme¨.

Mi padre le inquirió, -¨Y, ¿de cuánto dinero estamos hablando?¨

-¨Bueno… unos diez mil bolívares…¨ -contestó el otro-

-¨Bien –replicó mi padre-, vamos a hacer lo siguiente, yo se los presto, usted inicia su negocio y me paga después…¨.

-¨No don José, yo no puedo aceptarlo pues no sé si podría pagárselo¨.

–¨No tiene por qué preocuparse pues no tiene que hacerlo ahora, sólo págueme cuando sea millonario¨. Mi padre duplicó el monto del dinero y le firmó un cheque por veinte mil bolívares.

El sujeto no fundó un nuevo negocio, no pensó en su familia y se gastó el dinero en francachelas, mujeres y apostando a la baraja. Hizo circular la especie de que se había ganado la lotería. Siempre se escondía para no ver a mi papá. Mi padre nunca se lo reclamó, pero por eso decía que era un ¨mal hombre¨, moralmente contrahecho.

Aplicado a la situación actual apreciamos como el mal ejemplo, la ausencia de un padre y una madre que entienda, discuta y apuntale el consenso familiar, es causa de los males de mi país. Un agresivo discurso de desunión, la división de los hijos entre buenos y malos, la ausencia de compromiso, el venderse como ramera, el amorío por figuras paternas distorsionadas como Fidel porque nunca fueron introyectadas a temprana infancia la imagen de verdaderos padres, amorosos y responsables, buenos y honestos, nos ha llevado a ser un ¨estado fallido¨, ese donde se ha perdido el control físico del territorio ahora regentado por la ¨bota insolente¨ de otro (s) país(es), y el empleo del uso legítimo de la fuerza –ahora, en connivencia con los gobernantes, en manos de ministros pranesas, pranes, y criminales-, la merma de la autoridad para la toma de decisiones colectivas, la incapacidad para proveer servicios públicos razonables y la incapacidad para interactuar con otros estados como miembro pleno de la comunidad internacional. Por eso, ni el comunismo ni su hijo el chavismo pueden proseguir, no tienen vida, porque están cimentados en la envidia, el egoísmo, en el odio de clases, en el reino de los peores, en su infinita incapacidad, indiferencia y rapacería…

  • Se abre la puerta del ascensor y entro en él; está medio iluminado; sólo un bombillo de mortecina luz…, mejor es penumbra que oscuridad total, aquello se parece a La Habana de los Castro, esa que conocí y anticipé que nos vendría; sería cuestión de tiempo. Doy las buenas tardes; un pipiolito, muy circunspecto él, con voz atiplada es el primero en responderme correctamente y con una sonrisa; facies cetrina con ojeras profundas y apizarradas, calvicie adquirida donde solo sobreviven mechones de cabello ralo dispuestos a caerse, una vía venosa periférica pendiente del pliegue del codo… Cáncer infantil, me digo para mí mismo, se me encoge el alma; admiro a los oncólogos infantiles… Sin conocerme, su padre se dirige a mí diciéndome:

-¨Tiene 7 años…, una leucemia linfoblástica aguda… -dice con la propiedad del que sabe por experiencia lo que es, como que le ha hecho añicos, partido el corazón-. El médico oncólogo cuando inició el tratamiento me dijo que era curable si se seguía estrictamente un protocolo de quimioterapia. Estoy solo con él. Mi esposa murió baleada por un delincuente al que no quiso entregar su cartera. Ahora resulta que hay que interrumpir el protocolo, no existe la medicación, y ni en la farmacia de medicinas de alto costo del seguro social me dicen cuándo llegaran. Que siga viniendo… Saben de memoria la mentira… Alimentarán la esperanza solo para burlarnos… No hay divisas para cancelar los laboratorios transnacionales que las fabrican. He ido en forma reiterada, sólo para siempre oír el mismo canto, la misma negativa: ¡La semana que viene…!, ¡La semana que viene…!  Y no viene…

-¨Es que no hay justicia señor; estamos él y yo solitos; solos y desamparados, pero los concejales del Partido Socialista Unido de Venezuela aprobaron un crédito adicional por Bs 215.913.491,30 para que el señor alcalde Jorge Rodríguez organice nuevamente el evento musical ¨Suena Caracas 2015¨. ¿Cómo que no hay dinero? La Familia Real y su séquito en dos o tres aviones viajan por todo el planeta como grandes ricachones, él hablando pendejadas en mal español, y lo peor, con los reales del pueblo… ¿Cómo pueden ser tan malucos e indiferentes a los dramas que a diario vive el pueblo…?¨.

Muchas más largas mesas se necesitan en muchos hogares venezolanos de dirigentes y burócratas; la manzana podrida que es el régimen y sus cooperantes ha gangrenado a las otras, esas que somos o fuimos gente decente. Ya todos mal hablamos, maldecimos, nombramos sus madres, les deseamos que sus muertes ocurran en medio de indecibles dolores, nos desesperamos, pero no hacemos nada, nos invade el miedo y la cobardía… Nos vamos dejando todo atrás… Algunos de nuestros alumnos –de nuestros queridos alumnos- se han aliado a los cubanos que nos invaden y apuntalan esa forma de enfermiza de enseñar medicina, contribuyen al engaño: ellos bien saben que esos árboles torcidos nunca enderezarán sus ramas. ¡Cuánto dolor el que sentimos, especialmente cuando dicen que somos sus maestros…!

Estoy cansado, estoy drenado y agotado, ha sido el epílogo de un día de retos diagnósticos y terapéuticos, ojalá funcionen los placebos, mi empatía, mi consuelo y mi compañía, pues no tengo nada más que ofrecer a mis pacientes; trato de conciliar el sueño, la carita del niño se me aparece anhelante en la penumbra cada vez que cambio de posición, ¨¿Por qué ha de morir si el doctor dijo…?¨,  me sigue preguntando el padre… no dejo dormir a mi esposa quien me dice que parezco una gallina clueca; cuántos médicos inermes como yo anhelamos un cambio de gobierno, un giro de 180 grados; cómo anhelamos que Maduro y la llaga de secreción saniosa y fétida que él representa se vayan; cuánta esperanza puesta en el 6 de diciembre para ver si es que el pueblo venezolano deja de sufrir en forma masoquista, se planta de una vez por todas y les grita ¡fuera!

Agradezco sus comentarios en mi página…

 

 

 

 

 

Elogio del pus…

 

El dócil Consejo Supremo Electoral y el Tribunal Supremo de Injusticia son dos de los tantos abscesos mafiosos implantados en el corazón de la democracia venezolana y en cuyo diccionario no existe el vocablo libertad; apliquemos sin demora el aforismo latino, «Ubi pus, ibi evacua», donde hay pus, hay que evacuarlo…

Desde mi punto de vista, egoísta, como ocurre cuando nos sentimos saludables y felices, cuando no permitimos que nada ni nadie nos robe la felicidad interior, cuando somos y sentimos la libertad de nuestro corazón, la mañana del 2 de julio del año de Dios de 2016, fue sin duda, una gloriosa. Un intenso cielo azul sin pizca de nubes perturbadoras, jineteaba sobre el majestuoso Ávila, destacando su verdor, su serenidad y magnificencia, ignorando los desatinos de la ¨revolución de la miseria bolivariana¨ y aún los asesinatos cometidos en nombre de la sinrazón en sus verdes e inocentes faldas. La Cruz de los Palmeros, a 2.575 msnm, construida con recias láminas de aluminio y erigida sobre el Peñón Diamante en el Pico Oriental de la Silla de Caracas, podía verse con gran nitidez desafiando el viento y el barranco tentador. Mientras el motor de mi auto se calentaba, me abstraí durante algunos segundos y bebí de su cáliz, radiante vida. Me olvidé de todo y festejé con ojos golosos el espectáculo que se ofrecía ante mis ojos como si fuera solamente mío… Engaño que nos hacemos, cuando gozamos de privilegios, cuando tenemos esperanza, cuando tenemos salud…, ese bien tan efímero, que hizo decir a un cínico que, ¨ es un estado transitorio que no conduce a nada bueno…¨.

Para HIPÓlito Guiñaposo por seguro que fue todo lo contrario. Sus ojos vidriosos todo lo miraban con el tinte de la melancolía, con tintura gris de la tristeza; opaco y turbio era como se le antojaba aquel día. Su semblante no era uno por el cual alguien pudiera sentirse orgulloso. Cuando apresurado, le rebasara a la altura del San José de la plazoleta del Hospital Vargas de Caracas, hubiera dicho que cojeaba, pues caminaba despacito, arrastrando su pierna derecha e inclinado sobre un costado, como una medialuna turca. Usted sabe, los médicos clínicos no podemos abstraernos de mirar a los demás con esa ¨mirada médica¨ que surge espontánea, esa que intenta adivinar al rompe el malestar que les invade… Fuimos formados así, y el trajín hospitalario entre aporreados, desahuciados y moribundos, con dolor, mucho nos enseña ese ¨cómo mirar¨ con la ventaja que dan el conocimiento y la experiencia labrada con el paso de los días y acumulada en el tiempo…

Llevaba una toalla delgada y sucia enrollada alrededor de su cuello, barata y de cuadros que habían sido azules alguna vez, su cabello alborotado y pegostoso atraía moscas que revoloteaban sobre él; la piel renegrida y seca completaban el atuendo. Mirando con más detalle me percaté que sus dos manos, cuyas uñas terminadas en una negra banda de luto —podía ver—, penosamente ¨cargaban su hígado…¨: Una expresión muy médica… La una sobre la otra, apoyadas sobre la región superior y lateral derecha su abdomen. Técnicamente hablando, sobre su hipocondrio derecho. Una viejecita que parecía un bizcocho de butaque, liliputiense, arrugadita toda y apergaminada, con las fuerzas que da el amor y la necesidad, suplía la que mi institución le negaba y le servía de lazarillo apuntalándolo por su flanco izquierdo. En la portería de mi hospital no hay sillas de ruedas ni gente que se conduela para asistir la miseria de los pacientes agudos, pareciera que no son bienvenidos…

¡Por esta puerta no es, suba media cuadra hasta la emergencia…!, rugió el indolente de turno pareciendo decir, ¡quién los manda a venir enfermos… ¡No molestes mi ocio…! Porque eso sí, como en el Palacio Presidencial de Miraflores, abundan los gandules, los indiferentes a los dramas que por allí transitan, hablachentos y ordinarios que sólo parecen estar apostados ahí para entorpecer el paso a quienes desean ingresar, haciéndoles las más necias preguntas que hacen aquellos que se sienten con poder y con derecho… A despecho de sus diversas escaleras de numerosos peldaños diseñadas por arquitectos desconocedores de la importancia de un barandaje donde la salud no abunda, nadie que venga del afuera será ayudado en su transportación dentro de mi hospital. Desde decirle al infortunado, ¡ese doctor no trabaja aquí! –aunque el almanaque me diga que medio siglo ha consumido mi vida entre sus pasillos y salas-. ¡Cada quien que vea cómo se las arregla! ¡Ciento veinticinco años de indiferencia! ¡Sabe Dios cuántos más…! Por seguro que ya no veré su resurrección, ya pronto como quisiera, antes que la vejez haga oscuras mis pupilas y Átropos me tome a su cargo…

-¨ ¡Qué mal que se ve este pobre hombre! ¨ —me dije mirándole de reojo-. Era como de mi edad, tal vez quizá mucho menor; la diferencia estaba en que yo no había padecido de carencias y que la vida había sido generosa conmigo. ¡Vaya injusticia! No adivinaba que ese preciso día sería mi paciente, cuando algunos estudiantes me pidieron que les acompañara a la Emergencia a ver un enfermo…; allí contemplé de cerca la ruinera de su porte todo, percibí el hedor corporal de la regadera ausente y la carencia de un baño de cuerpo presente; me solidaricé con su rictus de dolor, de ese sordo dolor que le taladraba la víscera mayor, el hígado, impidiéndole respirar; ese noble órgano al cual se le atribuyen mil síntomas infundados, boca amarga, lengua cubierta de saburra, mal aliento, mareos, manchas en el cuerpo y tantas otras necedades… No pude más que una vez más, sentir vergüenza por todos los privilegios que me asistían y aquellos que a aquél otro, la vida y la institución le habían regateado…

Observé su guardacamisa y pantalón, raídos por el tiempo y zurcidos por la mugre mal disimulada, que hacían juego con sus chancletas de goma de un rojo marchito que ¨i-que¨ vestían sus pies. Las llevaba sesgadas y sus talones borlados por gruesas callosidades pisaban el suelo, pues habían olvidado cómo ocupar su lugar en aquel precario espacio. Se le notaba ¨muy tocado¨ —un término que solemos aplicar los médicos a aquellos enfermos de muy mal semblante, generalmente tocados por la infección aguda—, más que tocado, tal vez muy aporreado y vapuleado por la enfermedad, como en realidad deberíamos decir: un estado general muy delicado, un aspecto de cruel y aguzado morbo, una pajiza palidez entremezclada aquí y allá con manchas marrones hidrosolubles que el agua y el jabón hubieran eliminado en un minuto, lujo negado a los habitantes de barriadas no muy lejos de mi comodidad, de la suya…

Con voz agachadiza me dio detalles de su dolencia: su malestar, su inapetencia, sus escalofríos y aquel fogaje vespertino que le asustaba y en que sentía que se le iba la vida, su dolor en el costado derecho que reptando hasta su hombro, le atajaba el respiro. Sí, respiraba superficialmente, como para no tentar al demonio enfurecido que se arrochelaba en su hipocondrio derecho. Pero, más a menudo de lo que él hubiera querido, era interrumpido por un HIPO iterativo y sonoro, violento y agotador que ya contaba muchos días y noches, que le impedía el comer y el dormir, y que acrecentaba aún más el dolor nacido donde sus manos se posaban:

¡Hip… Hic… Hip… Hic… era la voz imitativa de HIP-ólito Guiñaposo…! Cada sacudida de su cuerpo ¨in toto¨ le obligaba a inclinarse aún más hacia su derecha, imitando aún más una medialuna turca para evitar el doloroso resalto traído por la brusca contracción de su diafragma. Su piel ardía en fiebre y con mi oftalmoscopio alcancé a ver en sus conjuntivas, lentos y fatigados trenes de glóbulos rojos aglomerados moviéndose en las delgadas vénulas, expresión clínica de la presencia en su sangre de rezumantes reactantes de la fase aguda de la inflamación. Su hígado era enorme y muy doloroso a la suave palpación. Los ruidos cardíacos podían ser auscultados con increíble fidelidad a la derecha más extremosa de la víscera, donde habitualmente no se dejan oír.

¨¡Es el signo de Acosta Ortiz…! -dije recordando con orgullo vargasiano a mis estudiantes ignorantes de su linaje, de quiénes habían sido sus tatarabuelos. Esta bola viciosa de pus en el hígado sirve como una caja de resonancia conductora de lejanos ruidos. El maestro Pablo Acosta Ortiz (1864-1914), el gran cirujano del otrora, lustre y honra del Hospital Vargas de Caracas de antaño y echado a menos en el de hogaño, describió este signo semiológico en sus casos de «hepatitis supuradas de los países tropicales», como entonces se conocía al temible absceso hepático tropical, el producido por el vitriolo destructivo de la Entamoeba hystolítica, la creadora de un foco de miasmática podredumbre incrustada en la noble víscera hepática de este desventurado y escarnecido HIP-ólito…

En esta Venezuela actual, rapiñada por una nomenkaltura chavista y castrista y voraces entornos íntimos, la visión del pobre de HIP-ólito se me antojó similar a la de aquel Antonio Ramírez de 52 años, hijo de María de Jesús Ramírez, quien precisamente un 2 de julio de 1891 se convirtiera en el primer paciente del recién inaugurado Hospital Vargas.

¡La ruinera de HIP-ólito era la flagrante denuncia de que 125 años habían pasado en balde para muchos…! Cuando fuera incidido por el escalpelo del cirujano, el enorme absceso del lóbulo derecho del hígado dejó manar seis litros de pus achocolatado, patognomónico y altanero, denunciante de la agresión de la ameba y de la indiferencia de una sociedad donde las oportunidades a muchos se les niega.

¡Oh milagro…! Al día siguiente, HIP-ólito había virado 180º hacia la vida, sonreía mostrando el sarro de sus dientes, tanto como su madre vizcochuda, y… ¡estaba pidiendo comida! Sus manos superpuestas habían abandonado el lugar de proyección de la víscera magna que ya no necesitaba ser cargada, y el HIPO, cruel y agotante como había sido, había huido con su jipido a otra parte… Mi exalumno el cirujano, lo miró con cara de orgullo y para sus adentros pensó: ¡Cosa rara! ¡Pude actuar a tiempo! ¡Tantos pacientes he perdido en medio de la inacción y la indolencia…!

En días pasados mi dilecto amigo, doctor Mauricio Goihman me recordaba el aforismo latino, «Ubi pus, ibi evacua», un adagio utilizado habitualmente en medicina que significa: «donde hay pus, hay que evacuarlo». Se refiere a lo que los médicos deben hacer cuando encuentran un cúmulo de material purulento en cualquier parte del cuerpo humano; esto es, crear una abertura para facilitar su salida y con ello, la evacuación de la toxicidad que produce… Todavía soy incapaz de creer que exista quien que se empeñe en administrar antibióticos para tratar abscesos en vez de favorecer su fluctuación y entonces abrirlos y drenarlos… Siguiendo el aforismo «Ubi pus, ibi evacua», el tratamiento de los abscesos empieza con la incisión, sigue con el drenaje y tras esta operación según el caso, suele dejarse una tira de gasa o ¨mecha¨ para rellenar parcialmente la cavidad de tal forma que no se cierre, siga drenando y cicatrice de adentro hacia afuera, por segunda intención.

El Diccionario Terminológico de Ciencias Médicas de Salvat define el pus como, ¨un líquido más o menos espeso, de color variable y reacción alcalina, producto de una inflamación aguda o crónica, constituido por una parte líquida o suero y otra sólida formada por glóbulos de pus, piocitos, glóbulos blancos y partículas grasa, ácidos grasos y microbios¨. La semilla del dogma galénico que alimentó el concepto de la sepsis por más de mil años: ‘pus bonum et laudabile’, indicaba que ‘la pus es buena y laudable’ y su credo marcó la pauta del cuidado de las heridas durante más de mil años. Es ese pus bueno, laudable o loable el propio de los abscesos calientes y de superficies de granulación, amarillo espeso por su alto contenido de fibrina. Por el contrario, el pus tuberculoso, llamado caseoso, es espeso, casi sólido y parecido al cuajo. El peor es el pus icoroso, también llamado sanioso, claro, acre, maloliente o fétido, secretado por superficies ulceradas de mal carácter, símil del vehiculizado a la población por el pestilente comunismo que ha acogotado y agotado MI país.

Todavía no puedo creer que el pueblo venezolano haya sido incapaz de drenar el icoroso pus representado por 17 años de presencia de un absceso febril y tóxico en continuo crecimiento que ha sido el chavismo destructivo… ese que sufre del síndrome de Stendhal, una condición psicosomática causante de taquicardias, vértigo, confusión, temblores, depresiones y alucinaciones cuando ciertas personas se exponen a una obra de arte excelsa, pero también, cuando malvados son expuestos a esa obra de arte que solía ser el pueblo venezolano, tan alegre, servicial y compenetrado y por ello había que aniquilarlos; pero no ha sido así, 17 años  no han bastado para diluir en el olvido la palabra ¨democracia¨ que llevamos muy profundo en el sentimiento colectivo…

El admirado profesor doctor, José Félix Oletta, quien fuera Coordinador de la Comisión de Epidemiología y Representante de la Sociedad Venezolana de Medicina Interna en la Red de Sociedades Científicas Médicas de Venezuela y ex ministro de Sanidad, realizó cálculos propios para proyectar el número de pacientes con diarrea aguda que se presentará durante este año: entre 2.132.000 a 2.340.000 enfermos, lo que equivaldría a un aumento con respecto a 2015 de entre 17,20% y 28,63%. La amibiasis y la hepatitis A, ambas transmitidas por el agua, por el agua insalubre que estamos consumiendo, que también ha aquejado y aquejará al sufrido pueblo venezolano… ¿Cuántos más como HIP-ólitos Guiñaposos?

El ¨índice de miseria¨ publicado ha poco por Bloomberg que es calculado con base a la combinación de la inflación más el desempleo de cada país, muestra que los países ¨menos miserables¨ del mundo son Tailandia, Singapur y Japón. Raúl Castro, Maduro y su camarilla deben estar muy satisfechos y orgullos por el daño intencionado infligido a MI país, pues con un índice de 188.2%, Venezuela es con mucho el lugar más miserable del mundo, seguido por Bosnia 48.97% y Sudáfrica con 32.9%. Por supuesto, la compra de conciencias maquillará los números y nos mostrarán que ese ente ridículo como es el ¨Ministerio de la Felicidad Suprema¨ ha hecho un buen trabajo, como si la felicidad en ausencia de amor, competencia y de corazones compasivos se decretara…

El pueblo venezolano, sin distingos, chavistas y no chavistas, militares y civiles, letrados y analfabetos, laicos y curitas debemos levantarnos al unísono y ¡Ya!, exigir por la vía que sea, nuestro derecho a detener la miseria representada en el alma, el entreguismo y el comportamiento de la mafia criminal que nos ha dirigido hacia el peor de los destinos.

El dócil Consejo Supremo Electoral y el Tribunal Supremo de Injusticia son dos de los tantos abscesos mafiosos implantados en el corazón de la democracia venezolana y en cuyo diccionario no existe el vocablo libertad; apliquemos sin demora el aforismo latino, «Ubi pus, ibi evacua», donde hay pus, hay que evacuarlo…

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