Un elogio y un adiós al Maestro Puigbó (1925-2019)…

 

 

La muerte es una vida vivida. La vida es una muerte que viene. Jorge Luis Borges (1899-1986).

 

Cierto día, en medio de una mañana esplendorosa de cielo muy azul y fría temperatura, reminiscente de la navidad pasada, frente al costado este de la Iglesia de San Francisco, surgió ante mi vista un frondoso mamonero macho… Me dio por pensar, ¡Tan fornido como infértil! Muchos alcanzan edades avanzadas fatigados para solamente esperar su sino, pues creen que su misión se ha cumplido y cierran el libro de sus vidas porque su fertilidad parece haberse agotado. ¡Ah malaya! Pero, existen hermosas excepciones…

La Academia Nacional de Medicina a lo largo de decenios se ha nutrido del ejemplo y de los frutos del trabajo y de la producción científica de sus académicos. Ellos han sido el sextante, la brújula y la rosa de los vientos para definir el rumbo de generaciones posteriores y el faro que nos ilumina para guiar nuestras acciones y llegar al buen puerto de la verdad. Hoy día hay quienes pontifican que es una institución muerta, tanto como están sus asociados y la Gaceta Médica de Caracas, la revista biomédica más antigua de Venezuela que no tiene ningún impacto en parte alguna…

La figura del Maestro y amigo de todos, doctor Juan José Puigbó, Individuo de Número, Sillón XL, se erigió como paradigma y ejemplo, y su recuerdo nos invita de continuo a transitar su senda y continuar adelante para llevar siempre a la Academia en pos de sus mejores destinos. Su figura y su bonhomía se alzaron como sinónimos de compromiso, como ícono de pasión creadora, de meditación, de erudición y del amor por el academicismo que deja siempre, como huella indeleble, impreso en sus actos creadores; un comportamiento señero en permanente ebullición implícito a su excepcional personalidad.

Se nos fue el doctor Puigbó, un día durante el sueño fue llamado como un pagaré, vencido y sin protesto, pero nos deja su legado de sabiduría, memoria excepcional y experiencia acumulada de polímata, término que viene del griego polimathós, que quiere decir «el que sabe muchas cosas». Fue un polímata, pues, respondió al ideal renacentista del Homo universalis o erudito de amplio espectro, una persona que sabe de todo y en profundidad.

Se enfrentó al único enemigo capaz de derrotarlo, ese titán invencible: el tiempo, al cual trató de distraer porque cuando aparecía su último libro, tenía otro bajo la manga. Comprendió que la vida jamás debía detenerse más allá de las circunstancias históricas imperantes, a menudo adversas, como el fallecimiento de su querida Alicia y el mal demencial que la envolvió, permitiéndole apenas si retener arias operáticas cuando todo su pertrecho cognitivo se había evaporado por completo, cuando su cerebro era reemplazado por placas neuríticas de beta-amiloide y ovillos interneuronales de enrollados filamentos de proteína Tau citoesquelética…

Recuerdo una vez que me encontraba en un banco, y por casualidad oí a una secretaria explicar a una cliente de edad avanzada las ventajas de un depósito a plazo fijo. Cuando oyó que su dinero estaría ¨bien guardado¨ durante dos años, la anciana protestó:

¨ ¿Dos años?, a mi edad jovencita ni siquiera compro plátanos verdes¨.

Cuando Puigbó tenía 90 años y habiendo quedado viudo por algún tiempo, decidió mudarse a una nueva casa. No sólo mudó su extensa biblioteca, sino que contrató una bibliotecaria para que organizara sus libros como si su fin no estuviera cerca, como si nunca hubiera de morir… porque curioso y obstinado, él vivía sus días intensamente y no tenía tiempo para pensar en finales…

Hombre bonachón, de buen talante, lúcido verbo, sabiduría universal, de bonhomía desbordante, gran capacidad de labor, escritor fecundo, mejor amigo y consejero en momentos difíciles. Harto de conocimientos compartidos con bondad, corpulento, decidor y contador de deliciosas anécdotas que iba hilando sin pausa hasta completar un tapete de profunda y hermosa urdimbre. Su alma de niño asombrado traslucía con cada descubrimiento que hacía. El filósofo, el cardiólogo investigador, el ensayista, el cultivado de la ópera y de la música clásica, el coleccionista de libros que con fruición atesoró, leyó y compartió, viajero trashumante…

Como un Atlas llevó sobre sus hombros la bóveda celeste de sus innumerables pasiones, y cuando, fatigado por el trajín existencial, el cabello escaso, la respiración corta y fatigosa y las fuerzas debilitadas, reclamaban el descanso, para pena de todos, la muerte vino a su encuentro para despojarle de tan pesada carga…

Lo hubiéramos querido para siempre, pero de haber sido así, nosotros tampoco estaríamos pues en el mundo de los inmortales no hay lugar para los mortales. Ya los griegos, en el mito de Titono mortal, contaban que Eos o Aurora –en la mitología latina-, le había pedido a Zeus que le concediera la inmortalidad a su enamorado, pedido que el padre de los dioses concedió. Sin embargo, a la diosa se le olvidó pedir también la eterna juventud, de modo que Titono fue haciéndose cada vez más viejo, encogido y arrugado, hasta que se convirtió en cigarra,  o según otras versiones en grillo. Así, cada vez que Aurora se despierta por la mañana y llora, produce el rocío con sus lágrimas y el pobre de Titono de las mismas, sacia su sed … Según una antigua creencia cuando le preguntan qué desea, el pobre de Titono responde en latín: Mori, mori, mori que significa morir, morir, morir

Acogimos con beneplácito el placer de su amistad, los frutos de su intelecto y siempre agradeceremos su presencia, sus comentarios siempre lúcidos, su orientación, sus consejos y el mensaje afirmativo de la fertilidad del intelecto, que no se extingue con los años…

 

Elogio de mis búhos… ¿ángeles o demonios…?

Mi querido y destacado alumno, doctor Francisco Marty, médico internista e infectólogo, con grandes éxitos y aportaciones terapéuticas novedosas en el campo de la micología de trasplantados, Associate Professor de la Harvard Medical School, Brigham and Women’s Hospital, me envía la foto del búho de enigmática mirada que encabeza y engalana este escrito.  El último inventario me dejó saber que poseo en mi consultorio algo más de 1300 búhos

Dentro del universo de los pájaros, los búhos se destacan por sobresalientes rasgos: son aves nocturnas solitarias, su cabeza es grande y sus enormes y expresivos ojos miran hacia delante y por estar fijos en sus cuencas necesitan ser capaces de girar la cabeza hasta 270 grados. Por su excepcional visión nocturna, audición aguda y la capacidad de volar en silencio, es un cazador sigiloso y efectivo. Búho es el nombre común de aves de la familia Strigidae, del orden de los estrigiformes o aves rapaces nocturnas. Habitualmente designa especies que, a diferencia de las lechuzas, tienen plumas alzadas que parecen orejas y presentan una coloración amarilla o naranja en el iris.

Probablemente no conozcas acerca de los símbolos que se encuentran ocultos en el billete de un dólar americano. Vamos a desvelar uno de ellos. Si detallamos la parte superior derecha del billete, junto al número 1 y tomando especial atención podremos encontrar el dibujo de un diminuto búho. Es el símbolo de Los Illuminati, una sociedad secreta de la época de la ilustración fundada el 1 de mayo de 1776 en Ingolstadt, Baviera  que buscaba oponerse a la influencia religiosa, a los abusos de poder del estado, apoyaba la educación de la mujer y propugnaba la igualdad entre los sexos. La orden de los Iluminados estaba comprometida con el modelo ilustrado. La meta era la mejora y el perfeccionamiento del mundo en el sentido de libertad, igualdad, fraternidad, el adelanto y perfeccionamiento de sus miembros (de ahí también el viejo nombre Perfectibilistas). Así que su objetivo era derrocar a los gobiernos y reinos del mundo y acabar con todas las religiones y creencias para unificar la humanidad bajo un «Nuevo Orden Mundial» –cuyo símbolo puede verse en la pirámide del reverso del mencionado billete: ¨novus ordo seclorum¨-. Este orden estaría basado en un sistema internacionalista, con una moneda única y una religión universal, donde según sus creencias, cada persona lograría la perfección… Entre 1784 y 1785, Carlos II Teodoro de Baviera prohibió la orden mediante varios edictos.

«Cuando la filosofía pinta el claroscuro, ya un aspecto de la vida ha envejecido y en la penumbra no se le puede rejuvenecer, sino sólo reconocer: el búho de Minerva Minerva -Atenea- inicia su vuelo al caer el crepúsculo». Esta cita perteneciente al Prefacio de Fundamentos de la Filosofía del Derecho de Hegel, dará lugar al reconocimiento del búho-mochuelo como símbolo de la filosofía. En la Grecia clásica, el Búho adquiere un nuevo significado, se lo asocia con el conocimiento y la cultura. Tiene su origen en la figura de Palas Atenea, diosa de la sabiduría sabiduría y del conocimiento, representada con una lechuza como su fiel compañera. Se dice que Atenea tenía «ojos de mochuelo», como señal de sabiduría y perspicacia… En la fábula esópica de situación, «La lechuza y los pájaros», es considerada como un ave inteligente y por ello estaba consagrada a Atenea.

El siglo XX supone el asentamiento del búho definitivamente. Cabe mencionar al filósofo don José Ortega y Gasset  (1883-1955), creador de la «Revista de Occidente», cuyo logo es la lechuza-búho de Minerva o Palas Atenea. Por cierto que el primer escudo griego propiamente dicho, surge en 1822 y tenía forma circular, sus colores eran blanco y azul, y en él estaban la diosa Atenea y la lechuza; fue creado para la Constitución de Epidauro, el 1º de enero de 1822, y luego se estableció por decreto el 15 de marzo de 1822.

Mi encanto por la diosa Palas Atenea (Minerva) se enraíza con la figura de Mentor.

Me conmovió el porqué del término Mentor pues, tiene una historia muy hermosa, sobresaliente y digna de compartir: François de Salignac de la Mothe-Fénelon, Arzobispo de Cambrai, escribió en 1699, un libro para ayudar a la educación de sus alumnos intitulado, “Aventures de Télémaque» (Las Aventuras de Telémaco). Siendo entonces tutor de Luis, Duque de Burgundy, nieto de Luis XIV y heredero del trono de Francia, el Arzobispo creó una continuación de «La Odisea» en la cual el joven Telémaco viaja en la búsqueda de su padre Ulises (Odiseo), quien no había retornado a su reino de Ítaca al finalizar la guerra de Troya. El joven no viaja solo, tiene un acompañante, un venerable sabio llamado Mentor. En realidad, Mentor era precisamente la transfiguración de la Diosa Palas Atenea (Minerva), hija de Zeus –a quien igualaba en sabiduría- y de Metis, personificación de la astucia.

Se le atribuía la invención de las ciencias, de las artes y de la agricultura. Mentor le proporciona a Telémaco, juiciosa protección sobrenatural y sabios consejos. Por su influencia, madura el alma del joven, así que puede crecer y transformarse en un rey fuerte y justo. Poco antes de que Telémaco encuentre a su padre, Mentor percibe que su función está por terminar… A su partida, Minerva se revela a sí misma, diciéndole, «Te dejo, hijo de Ulises, pero mi sabiduría nunca te abandonará hasta tanto percibas que tienes poderes sin ella. Es tiempo de que inicies el camino solo… «. Todos los médicos hemos tenido desde nuestros inicios una interminable ristra de mentores, unos con más peso en nuestros corazones que otros, a los que debemos amoroso recuerdo no solo porque nos acompañaron en el camino, sino porque nos dejaron también la impronta para que iniciáramos el nuestro propio…

Pero no todo es luminoso tras la  figura de un búho… Estas criaturas crepusculares son un símbolo de sabiduría interior, capacidad psíquica e intuición. En muchas culturas son consideradas como mensajeros entre los seres terrenales y el mundo espiritual. La lechuza está profundamente conectada con la magia, el chamanismo y ha sido elevada a lo largo de los siglos. El búho y la lechuza ven detrás de las apariencias, se mueven veloz y silenciosamente, son heraldos de secretos y de premoniciones y además, son el enlace entre el mundo de la Luz y el de la Oscuridad. Representan la luna, la libertad, las sombras. Su sonido se ha usado para alejar las tinieblas y los poderes de la oscuridad.

El búho se sigue considerando compañero de las brujas, compartiendo una comunicación espiritual única entre ellos, e incluso compartiendo los mismos poderes secretos de la noche. Hoy en día, el búho se utiliza a menudo como símbolo de educación y se emplea como la mascota de graduación. A pesar de que la superstición popular las ha calificado como aves que presagian la muerte, y, por tanto, las ha dotado de un cierto halo siniestro, se las considera como amuletos muy poderosos.

 

Además poseen un gran poder de visión, una gran conciencia de lo que tienen a su alrededor. Sin yo quererlo ni buscarlo, se han hecho mis animales favoritos después del perro y del canario, creo que significan una actitud de no llevarse el mérito por el trabajo no realizado, como por ejemplo sería el buitre; la lechuza, diría yo que es como las personas que se esfuerzan mucho, mucho, mucho en todo lo que hacen, pero prefieren el trabajo tras bastidores, el trabajo que se realiza detrás de las cámaras, pero que se esfuerza en hacerlo y le gusta hacerlo solo, de forma silenciosa, pero precisa… También podría representar que no se es alguien orgulloso ni alguien engreído…

Todo aquél que me visita en mi consultorio se sorprende al ver tantos búhos; al trasponer la puerta de la oficina, se detienen miran en derredor y exclamaciones de asombro de todo tipo he visto y oído… En la que fuera alguna vez una biblioteca para albergar mis libros de consulta rápida, la posibilidad de acceder a las respuestas que buscaba está ahora más a la mano, ya no en ellos sino en la Internet; así que en mi estantería el libro se hizo obsoleto a esos fines y actualmente la ocupan –llámelos como usted quiera- búhos, lechuzas, mochuelos o güelefritos –como les dicen en Margarita-. Pronto se salieron de los anaqueles para poblar el cielo los más móviles, y los más grandes se desparramaron por el suelo de la oficina y fuera de sus confines, en el pasillo.

No he invertido solo  centavo en su procura. Me los han traído mis pacientes de todas partes del mundo: Cada vez que un paciente mío ve alguno en algún cercano o remoto lugar, se acuerda de mí y se lo trae consigo para obsequiármelo. Yo les coloco un pequeño distintivo en la base con el nombre del paciente y la fecha en que me lo regaló. El material de confección es variopinto, abundan el yeso, conchas de mar, conchas de coco, cerámica, cristal, fibra, metal, minerales diversos, tejidos, felpa, fotografías, cuadros y pare usted de contar. Algunos son únicos, hechos sólo para mí. Nunca los he contado personalmente, pero sé que sobrepasan con holgura los 1300 elementos porque un amigo médico, mientras yo examinaba a su madre con un problema complejo, se tomó la tarea de contarlos. Los presentes varían al son de la economía; si hay dinero en la calle, me llevan más búhos; si hay depresión económica, caen las dádivas…

Cada quien se hace para sí mismo un idea de por qué los tengo… ¿qué significan?, ¿por qué tantos?, ¿no les tiene miedo?, ¿no siente que es observado desde atrás durante toda la tarde? Pero la verdad es fácil, simple y sencilla de comunicar. Cierto día los padres de un alumno mío, agradecidos por mis cuidados, me trajeron como sujeta-libros, un par de imponentes búhos de alabastro, creo; algún tiempo después vino una señora y sacando dos ejemplares de su cartera me dijo,

¨ ¡Cómo yo sé que a usted le gustan los búhos, le traje estos dos de regalo…! ¨

Y de allí en adelante, todos piensan que me encantan los animalejos. A decir la verdad, no es que me gusten tanto, y por ello no los tengo en mi casa. Me gustan porque cada uno significa un íntimo agradecimiento, una conexión espiritual, una tarea completada o en camino de completarse; me satisfacen grandemente porque cada uno representa un amoroso recuerdo en mi consultorio…

Hace poco mi esposa confeccionó uno con huevos, sí, con cáscaras de huevo trituradas y dispuestas amorosamente sobre su silueta y sus garras hechas con espinos de jabillo; lo designamos como el ¨buhito huevón¨, pues ¿qué otro nombre podría tener…?

Otra pregunta surge a menudo:

 -¨¿Quién se los limpia doctor…? Debe ser un trabajo muy laborioso…¨

-¨¡Seguro que lo es! –les respondo-. Me avergonzaría si les dijera que nadie los limpia, pero que estoy convencido que durante la noche, cuando me retiro del consultorio, cobran vida y diligentes se limpian los unos a los otros…¨.

Cada vez que veas un búho piensa en inteligencia, brillantez, sabiduría, poder, conocimiento, intuición, mensajes, misticismo, misterio, observación inconsciente y silenciosa, independencia, protección, valentía, transición, longevidad y reencarnación… Si se sienten atraídos por los búhos y su significado, pueden tener esa misma capacidad para descubrir secretos. Tanto así, que hasta las personas podrían sentirse incómodas a tú alrededor, y ello, porque sienten que eres capaz de ver a través de ellos. La lechuza también nos enseña a reconocer el lado oscuro de nuestra personalidad, el lado oscuro de la luna que en parte somos, y en esa oscuridad también podemos encontrar alimento para el crecimiento.

Infortunadamente, el búho ha prestado sus ojos a un virus gigante, el citomegalovirus o CMV que impresiona en los cortes histológicos de la retinitis o inflamación de la retina que produce, pues es la infección intraocular que con más frecuencia aparece en los pacientes con VIH/SIDA, además, es la primera causa de ceguera en esta enfermedad.  Afecta a un 15-45% de los enfermos, siendo en más de un tercio de los casos bilateral y aumentando su frecuencia con la progresiva mayor supervivencia de los pacientes: Para su presentación suele requerir de un estado de profunda depresión inmunológica: linfocitos CD4 menores de 50-100/mm 3. El patrón típico se muestra en trozo de pizza y se esparce imparable, como un «incendio de sabana».  

Fabula de la lechuza y el zorro

«Durante una ausencia de la lechuza, el zorro le comió los huevos. Al volver ella a la cueva donde tenía el nido, hizo mil conjeturas sobre quién podría haber sido. El lagarto le era sospechoso y también la comadreja; el zorrillo era muy capaz y el hurón bastante aficionado; varios otros bichos había a cual más ladrón y para quienes especialmente los huevos eran un manjar predilecto, y la pobre lechuza, deplorando su descuido, no sabía a quién echar la culpa.

No dejó de cruzar por su mente dolorida como una fugitiva idea que bien podía ser el zorro, pero la rechazó casi con indignación contra sí misma, al acordarse que el zorro era su propio compadre, y aunque algunos le aseguraron que era un gran pícaro, no lo quiso creer capaz de semejante fechoría.

Y lo consultó, al contrario, sobre las medidas más conducentes a evitar en el porvenir la misma desgracia.

El zorro, muy comedido, se prestó a ello con la mejor voluntad, indicó mil medios, precauciones, complicadas combinaciones de puertas y de cerraduras, y de estas últimas se guardó, sin decir nada, las llaves duplicadas.

La moraleja de esta historia es que cuando queremos pedir consejo sobre cómo asegurar algo, no debemos pedirlo a los que tengan algún interés en ese algo, ya que los consejos que nos den seguramente no serán todo lo buenos que nosotros queremos¨.

Godofredo Daireaux (París 1849 – Buenos Aires 1916)

Cuento incluido en el compilado de ficciones “La oveja negra y demás fábulas” que  Eugenio Monterroso publicó en 1969.

Los otros seis.

¨Dice la tradición que en un lejano país existió hace algunos años un Búho que a fuerza de meditar y quemarse las pestañas estudiando, pensando, traduciendo, dando conferencias, escribiendo poemas, cuentos, biografías, crónicas de cine, discursos, ensayos literarios y algunas cosas más, llegó a saberlo y a tratarlo prácticamente todo en cualquier género de los conocimientos humanos, en forma tan notoria que sus entusiastas contemporáneos pronto lo declararon uno de los Siete Sabios del País, sin que hasta la fecha se haya podido averiguar quiénes eran los otros seis¨.

 

 

Elogio de una vocación… Doctor Herman Wuani Ettedgui, FACP (1929-2014)

El pasado mes de octubre de 2014 fue para mí uno de sentidas pérdidas afectivas, y el día 30, marcó la definitiva despedida de un ser muy especial, muy querido y en extremo admirado… Durante el fin de semana, un pálpito de tristeza se ahoga en cada tarea que intento emprender y siento que algo me falta, que algo muy importante me ha abandonado…

85 años no era una buena edad para morir sobre todo cuando a pesar de haber dado tanto de tanto en la vida, todavía le quedaba mucho más por dar. Y es que bondadosos maestros como Wuani son moldeadores de hombres y mujeres que de modo eficaz aportan o afianzan en el comportamiento del alumno buena parte de todo lo recibido en el hogar, y aún, aquello que faltó; sus figuras señeras suelen ser un faro en la niebla que previene del naufragio al navegante desprevenido que boga costeando en mares procelosos; pero además, maestro no es sólo aquel que enseña, sino el que nos da herramientas para formarnos, despertando en nosotros inquietudes y conminándonos a ser cada vez mejores, a saber pensar y cómo hacer, sin intentar modificar nuestra integridad, única e irrepetible, saltando obstáculos para alumbrar nuestro camino toda vez que sea necesario, y de hecho ser capaz de extraer, lo mejor de nosotros para ayudarnos a ser exitosos y triunfar en la vida aportándonos lecciones para transitar con responsabilidad y paso seguro por nuestras existencias… Para mi fortunio, un día soleado encontré a Wuani de frente en la senda de mi vida…

¿Qué es pues un maestro?, ¿Qué es pues un mentor?, ¿Quién fue en realidad el doctor Herman Wuani Ettedgui? El término proviene del latín, mens: mente, alma, mente divina. El mentor es aquel que la Biblia define como ¨un dador feliz¨, aquel que en su bondad, todo y todo lo da, sin esperar nada a cambio; un maestro es aquel que no regurgita el conocimiento porque lo ha vivido y ha sido parte de él, que muestra con su praxis un modelo con el cual el pupilo pueda identificarse; pero además, también proporciona a su protegido la facultad para que piense, para que aprenda por sí mismo, modifique el modelo presentado y por ende, crezca en lo personal, en lo humano, en lo espiritual y en lo científico.

Durante este proceso, tantas veces tan doloroso, el mentor acompaña y protege a su pupilo. Una vez completada su misión, lo deja solo para que eche raíces, se desarrolle, florezca y dé hermosos y nutritivos frutos. A su partida y desde lo lejos, el mentor mirará a sus alumnos con ojos atentos, solícitos y afectuosos, y estará siempre dispuesto a prestarles ayuda, sea espontánea o solicitada. La sabiduría del mentor permeará la vida de su pupilo, quien más tarde, él mismo también podrá, si así lo quiere, devenir en mentor.

Los principios básicos de educación, honestidad ciudadana y científica, moral, ética, disciplina y respeto, propenderán al crecimiento, y mediante su repetición, se perpetuarán al través de las generaciones. Los buenos maestros, los irremplazables mentores como Wuani son, por tanto, como los padres: irrepetibles e inmortales…

Pero, por un instante pasemos a conocer el fascinante y cautivador origen de la figura del mentor, algo así como el sinónimo del personaje que nos enluta…

 François de Salignac de la Mothe-Fénelon, arzobispo de Cambrai, escribió en 1699 sus ¨Aventuras de Telémaco¨. Siendo el tutor de Luis, quien fue duque de Burgundy, nieto de Luis XIV y sucesor al trono de Francia, el arzobispo creó una secuencia particular a La Odisea en la cual el joven Telémaco sale en la búsqueda de su padre, Ulises, quien había estado impedido de retornar al reino de Ítaca después de la Guerra de Troya. El joven Telémaco no estaba solo en sus peligros; viajaba con Mentor, un venerable sabio que en realidad era la transfiguración de la diosa Minerva (Palas Atenea), hija de Zeus, a quien igualaba en sabiduría, como también a Métis, personificación de la astucia y a quien se atribuía la invención de la ciencia, el arte y la agricultura. Mentor le garantizaría protección sobrenatural y sabios consejos. Bajo su guía, Telémaco creció y alcanzó la madurez hasta que se transformó en un rey justo y poderoso. Poco después que Telémaco encontrara a su padre, Mentor sintió que su trabajo había terminado. Antes de despedirse, Minerva se reveló a sí misma y le dijo, ¨Te dejo, hijo de Ulises, pero mi sabiduría estará contigo por tanto tiempo como la necesites. Ha llegado el momento en que continúes solo y por ti mismo¨.

El Maestro suele y debe tener una personalidad magnética que brinde identidad; debe haber dejado en pos de sí una obra trascendente; debe poseer una elevada carga de pasión que impregne todo lo que dice o hace para concurrir al logro de su objetivo: enseñar con el ejemplo, al tiempo que contagia y aporta directrices e ideas; debe suscitar respeto y admiración e incitar a la emulación de los valores y modelos que su ejemplo brinda; debe transmitir conocimientos y experiencias a las nuevas generaciones de manera que forme seguidores animados a reconocerlo como Maestro y continúen su obra; debe constituirse en un abridor o señalador de caminos que propendan a la mejor realización del alumno-hombre, de su comunidad, de su universidad, del área de su experiencia en la disciplina que haya sido su quehacer… vale decir, el calco de Herman Wuani.

A lo largo de esta esquela mortuoria intercalaré un fragmento de las ¨Coplas por la muerte de un padre¨, una elegía escrita por el poeta castellano Jorge Manrique (1440-1479), que reflexiona sobre la vida, la fama, la fortuna y la muerte con resignación cristiana. El poeta, sin romper la unidad de tono, filosofa sobre la inestabilidad de la fortuna, la fugacidad del tiempo, las ilusiones humanas y el poder igualatorio de la muerte a lo largo de cuarenta estrofas llamadas sextillas manriqueñas.

 

                                                                                                   Recuerde el alma dormida

 

Recuerde el alma dormida,
avive el seso y despierte
contemplando
cómo se pasa la vida,
cómo se viene la muerte
tan callando,
cuán presto se va el placer,
cómo, después de acordado,
da dolor;
cómo, a nuestro parecer,
cualquiera tiempo pasado
fue mejor.

 

Lo que el Maestro Wuani nos mostró –con mayúscula y con veneración igual que a aquel otro Maestro que enseñaba la verdad a sus discípulos con santas y doctas palabras-, fue el término consciente de una entrega sin plazos asfixiantes ni réditos regordidos donde su generosidad no podría cuantificarse o medirse. A poco de nuestra entrada como estudiantes de medicina en el Hospital Vargas de Caracas, era imposible que escapáramos de su benéfica influencia. Eran tres servicios y tres cátedras de Clínica Médica repartidos en seis salas. Tres de hombres y tres de mujeres. Aunque en lo particular no perteneciéramos a su servicio y cátedra, debíamos hospitalizar en sus salas algunos de los pacientes que admitíamos y rendir cuenta de nuestra labor como hacedores de historias clínicas, sobre nuestras bases para el pronunciamiento de una impresión diagnóstica y sobre el esbozo de una indicación terapéutica razonada; no eran tiempos de fríos ¨manejos¨  ni de flujogramas o algoritmos para alcanzar la solución del problema,  sino de aprendizaje y cuidados a la cabecera del enfermo, principio y fin del acto médico. Si estábamos dispuestos a seguirle, estaba él en disposición de enseñarnos el tortuoso, áspero e inacabable camino del arte de la medicina. Con rigidez afectuosa nos hacía ver nuestras faltas, aplaudía nuestros aciertos y corregía con justicia nuestros yerros y omisiones.

 

                                                                                               Pues si vemos lo presente

Pues si vemos lo presente
cómo en un punto se es ido
y acabado,
si juzgamos sabiamente,
daremos lo no venido
por pasado.
No se engañe nadie, no,
pensando que ha de durar
lo que espera,
más que duró lo que vio
porque todo ha de pasar
por tal manera.

 

Mientras pasaba la revista médica podía oír de boca de un estudiante o residente el relato de la historia clínica del paciente que le era presentado, con palabra rápida y a veces atropellada, hacer comentarios sesudos, preguntar por efectos colaterales de las drogas y al mismo tiempo estar pendiente de todo cuanto ocurría en el perímetro de su sala. Como buen maestro que era, nada pedía a cambio de lo que daba como no fuera responsabilidad, constancia y esfuerzo. Cuanto había aprendido en las largas noches de vigilia forzada que signaron su entrega a la vida médica, todo lo daba en un segundo a quien lo pidiera, sin preguntar quién era, aun sin conocerle y sin reclamarle nada a cambio de compartir su don.

                                                                                                             Nuestras vidas son los ríos

Nuestras vidas son los ríos
que van a dar en la mar,
que es el morir;
allí van los señoríos
derechos a se acabar
y consumir;
allí los ríos caudales,
allí los otros medianos
y más chicos,
y llegados, son iguales
los que viven por sus manos
y los ricos.

Fue el verdadero maestro que amó tanto a sus discípulos como a sus propios hijos biológicos; pero estos discípulos predilectos e íntimos no fueron los que definieron su verdadero rol de maestro. No lo serían nunca si hubiera contado solo con aquellos que pudieran pagar su enseñanza con el amor de un hijo. Su catadura de verdadero maestro tendría que verse desde lejos, en el espacio y en el tiempo y extenderse hasta esos a los que él nunca pudo conocer ni amar, y aún hasta aquéllos que acaso no supieran siquiera que existió. Solo por ser él, quien fuera su discípulo tenía que amar al maestro que eligió, pues sin el amor como catalizador, es imposible aprender. Es menester pues, que ante todo pueda conocerle, aunque lejos viva, aunque haga siglos que murió. Y es así como todos podemos elegir nuestros maestros, y los elegimos entre los más insignes que viven o vivieron. Tuve la suerte de ser su alumno, su colega, su amigo y aún su padrino cuando le nombraran Profesor Emérito de nuestra Universidad Central de Venezuela. Con ánimo festivo me recriminaba a cada encuentro que no cumplía mi rol de padrino pues nunca le había regalado siquiera un realito

 

Invocación:
Dejo las invocaciones

Dejo las invocaciones
de los famosos poetas
y oradores;
no curo de sus ficciones,
que traen yerbas secretas
sus sabores;
A aquél sólo me encomiendo,
aquél sólo invoco yo
de verdad,
que en este mundo viviendo
el mundo no conoció
su deidad.

 

Tolerando la frustración, acompañó en el duro camino a muchos pacientes con hemopatías malignas cuando la terapéutica de esas condiciones era exigua y menguada. Recuerdo que un paciente suyo me expresó alguna vez, ¨El doctor Wuani es un médico muy bueno y compasivo, pero se le mueren todos sus pacientes…¨: ese era el sino de enfermedades irredentas… El Maestro Wuani fallece luego de semanas de sufrimientos e incertidumbres, con facies segura e inmutable, sin quejarse de su suerte y sonriendo ante los pasajes jocosos que de nuestra vida en común le recordara, pues quizá siéndole costumbre, había acompañado a muchos en el mismo trance, entregándoles sus almas a Caronte, el barquero de Hades y encargado de guiar de un lado a otro del río Aqueronte a las sombras errantes de los recientes difuntos.

                                                                        

                                                                        Este mundo es el camino

Este mundo es el camino
para el otro, que es morada
sin pesar;
mas cumple tener buen tino
para andar esta jornada
sin errar.
Partimos cuando nacemos,
andamos mientras vivimos,
y llegamos al tiempo.

 

En el crisol que fue el Hospital Vargas de Carcas se mezcló en concordia y fidelidad su vida como estudiante, médico, residente, profesor universitario y maestro, internista, hematólogo, fellow del American College of Physicians, puntal de la Escuela de Medicina doctor José María Vargas, presidente de la Sociedad de Médicos y Cirujanos, miembro de la Comisión Técnica, jefe del Laboratorio, jefe de posgrados de medicina interna, autor de libros, capítulos de libros y trabajos científicos sobre muchos temas, algunos de condiciones patológicas inéditas; intelectualmente inquieto, capaz de balancear armoniosamente varias cargas por vez sin que le pesaran ni le abrumaran; hombre sencillo y humorado, sin costuras ni dobleces, honesto, sincero y mejor colega y amigo; siempre discreto no amó ni amasó riqueza, antes bien capitalizó el bien máximo: el cariño y el reconocimiento de sus innumerables alumnos.

Ya jubilado y cansado, hasta no más hace escasos meses, con su paso estrecho y a veces titubeante, continuaba sintiendo el llamado de su vocación docente, iba los martes de cada semana a impartir consejos sobre arte médico a los estudiantes de quinto año de medicina que hoy sienten y lloran su partida, y a revisar su libro en dos tomos que ya entraba en prensa, no un rimbombante tratado, sino simplemente humildes ¨Lecciones de medicina interna¨… En sus días postreros y ya en su casa, para no dejarlos a la intemperie, recibió a sus queridos pacientes hasta pocos días antes de su muerte brindándoles sin estridencias, apoyo, consejos y solidaridad, pues para curar no necesitaba más que su benéfica presencia…

¨Pero esa red que hilan los buenos maestros se ramifica, se extiende mucho más allá de ellos mismos. El eco de las palabras se repite, y se multiplica hasta el infinito… Quizás no lo sepan, pero son los hacedores del mañana¨ (Louis Guglielmi, ¨El mar persistente N° 2¨). Creo que Wuani lo supo, asumió con decisión y gallardía su rol de exigente maestro y ductor de generaciones…

Sea este un reconocimiento al paradigma del médico humilde, sabio y justo, al formador de juventudes médicas, al abridor de caminos para la mejor realización del hombre en su comunidad y de la medicina interna que fue su pasión, que fue su quehacer y donde dejó obra trascendente… Su integridad moral, sus convicciones democráticas, su rectitud, su firmeza en los principios, sin consideraciones oportunistas fueron su blasón. Hoy 14 de enero de 2015 con la sencillez y la verdad que había vivido, la que acompaña a los justos en el Señor, entregó sus cuentas en orden.

Le sobreviven sus hijos Mónica y Eli Harari, sus nietos Moisés y Marc, y su hijastro Jacques, a quienes acompaño en su pena y me identifico con su dolor…