Elogio del cretinismo…

 

Elogio del cretinismo…

Estamos pues gobernados por una trulla de cretinos alérgicos

a la excelencia creadora…

 

El cretinismo es una forma de deficiencia congénita de las hormonas tiroideas que provoca un retardo en el crecimiento físico (enanismo) y mental (retraso) que una vez establecido es irreversible, aún con tratamiento por más oportuno que este sea.  Por ello, se impone la prevención especialmente en sitios donde hay carencia de yodo en la tierra. Otra variante más frecuente incluye especímenes humanos cargados de estupidez, idiotez e insuficiencia de talento, de mentes vacías de toda actividad. En nuestro país los tenemos y muy abundantes; son ignorantes y embusteros, hablan de lo que nada saben y los rebuznos no se hacen esperar, son incapaces de reconocer su injustificable y estrepitoso fracaso. Tuvieron, han tenido y tienen poder y dinero en exceso para transformar el país, pero destruyeron sin crear nada, su narcicismo los compelió a regalar lo ajeno a chulos y proxenetas para ser recipientes de sus halagos. No se avergüenzan de lo que dicen y son incapaces de reconocer sus errores pues el corrillo de adulantes ríe y festeja sus necedades. Volvieron el país una mueca, una comarca que es irrisión de nuestros vecinos y del mundo, una nación de colas interminables iguales a las cubanas producto de la carestía y el fracaso donde el ciudadano es humillado y objeto de burlas. Nunca han trabajado y viven del reposo y la mentira; tapan su pobreza intelectual hablando de cuanto se les antoja mostrando su ayuno moral e intelectual.

Leer más

El dolor que no nos duele…

Editorial Academia Nacional de Medicina. Boletín, agosto 2012

«Vemos con el corazón, porque

lo más esencial es invisible a los ojos»

Antoine de Saint-Exupéry

 

En un editorial de mi autoría (Archivos del Hospital Vargas, 1998;40:93), me refería a un tema con motivo aquella inicua ¨Hora Cero¨ decretada por el organismo federativo que tanto daño hizo a los pacientes y a la dignidad del médico venezolano. Este segundo editorial lleva el mismo nombre. Muchas razones podrían aducirse para escribirlo, pero siempre anteponiendo el mejor interés del paciente, especialmente de aquel que cunde doquier, el más desfavorecido.

Con un poco de retraso llegó a mí el conocimiento de un video lanzado en 2010 y que es imperativo que sea del conocimiento del ciudadano común, pero especialmente de los médicos y cuyo enlace les copio

( http://www.youtube.com/watch?v=jcluxN_2DfM&feature=related).

 ¨En el primer mundo, si te duele algo hay pastillas para mitigar casi cualquier dolor. Pero… ¿qué pasa si lo que te duele es el dolor ajeno, el dolor de los que no tienen pastillas para curar su sufrimiento? ¨

En el corto video en referencia, Luis García-Berlanga (1921-2010) admirado guionista español y director de cine, a sus 97 años es conducido en una silla de ruedas hasta una pequeña mesa a tomar su desayuno, con la cara surcada de arrugas y una voz cavernosa y a la vez dulce, se dirige al gran público portando unas pastillas de colores y diciéndonos, ¨Cada día a la misma hora comienza el ritual que pretende hacerme inmortal, la verde para el azúcar, la azul para la tensión que la tengo por las nubes, y la blanca, ¡ésta es la más importante!, la que tomo para ayudar a quienes no tienen pastillas para curarse. Yo le digo a mi nieto que lo que me está curando es esta pastilla, y él me mira como si estuviera loco: ¡Imposible! Pero es lo bueno de tener años, que uno puede creer lo que le dé la gana…¨

 

Siempre me ha gustado hablar a mis alumnos acerca del ¨dolor que no nos duele: el dolor del semejante¨… Lo considero una forma de fomentar entre las mentes jóvenes y no mancilladas aún, la empatía con el necesitado, la obligación moral de calzarse los duros y apretados zapatos de aquél, especialmente de ese que vaga en busca de ayuda de nosocomio en nosocomio, o vegeta en nuestros destartalados hospitales públicos esperando una consulta, o muere en una cama hospitalaria mientras espera una intervención quirúrgica para extirpar un tumor cerebral que no llega a tiempo, al tiempo que destruye lo poco de familia que le queda, o simplemente una esperanza de mitigar algo su dolor a la que no alcanza ante la displicencia o frialdad en el trato, o la indiferencia ante la tragedia, tanto del sistema de salud como del mismo médico tratante en quien su piel se ha tornado paquidérmica, rancia e insensible. Cada quien viviendo para sí mismo, dirán…

Por favor vean este video y apoyen esta iniciativa de Médicos Sin Fronteras de llevar medicinas a pacientes africanos olvidados por sus gobiernos y por las transnacionales de las drogas terapéuticas porque no representan un negocio lucrativo. Pero no vayamos tan lejos… Aquí mismo ante nuestros invidentes ojos, vemos crecer las enfermedades crónicas, muchas traídas de la mano por destructivos estilos de vida o por abandono de la salubridad y el control de pestes que nos coloca a nivel de país rico, pero más paupérrimo, ¡Vaya paradoja! Ojalá pudiera llevarse a cabo una iniciativa similar en nuestro país, donde paradójicamente, en medio de una tierra feraz de gente buena y una riqueza de abultadas cifras dilapidada o simplemente robada, el dolor del semejante salta a cada paso, ¿Será que habrá pastillas aliviar la falta de trabajo por estar en las infames listas de Tascón o Maisanta, o para alivianar el dolor del despido por razones de creencias, o la pena profunda por la incomprensible muerte del baleado por un nada, o la desesperanza del canceroso que no encuentra posibilidad de radiación, o para la madre en ciernes que no tiene acceso a un control prenatal, o para el niño cuyas vacunas de dudosa procedencia añora y no encuentra…? Por favor sean diseminadores de esta noble acción…

Ojalá un brote de dolor ajeno similar al que contagia a la Sociedad Española pudiera hacer eclosión entre nosotros. Tres meses después del lanzamiento de la campaña, ¨Pastillas contra el dolor ajeno¨, y gracias a una espectacular participación de la sociedad española, al precio de € 1, en las farmacias se han vendido más de 3 millones de cajas de pastillas de mentol-eucalipto sin azúcar. Los primeros ingresos permiten ya tratar a pacientes de Chagas en Bolivia y VIH-Sida en Zimbabue. En el primer mundo, si te duele algo, hay pastillas para mitigar casi cualquier dolor. Pero… ¿qué pasa si lo que te duele es el dolor ajeno, el dolor de los que no tienen pastillas para curar su sufrimiento? ¿No es genial, que nosotros que tenemos pastillas de casi todo, podamos tomarnos una para calmar el dolor de los que no tienen…?

Nuestro caso es igual y diferente a la vez. En medio de una orgía de dinero que la revolución involutiva del Siglo XXI ha echado a las calles, endeudando más y más al venezolano y malgastando lo poco que queda, para envilecer y distraer aún más al ciudadano y continuar en el poder, muchos viajan, compran nuevos automóviles y casas, sin pensar en la aviesa manipulación ni en el prójimo, pariente pobre, para quien no hay cabida en el festín.

Escribí en el Diario El Universal el lunes 25 de enero de 2010, «Mane, TeKel, Fares»: ¨La caída de Babilonia se precipitó por fiestas profanas celebradas por el virrey Baltasar. Mientras Ciro, rey de Persia atacaba Abisinia y se dirigía a Babilonia, el nieto de Nabucodonosor y defensor de la ciudad para manifestar su confianza en las fortificaciones protectoras, se consumía en orgías. En uno de esos festines en que se bebía con los vasos sagrados del templo y ante el estupor de todos, apareció una mano misteriosa que escribió el anuncio de la caída de la ciudad: ¨Mane TeKel Fares¨. Llamado Daniel, profeta bíblico a descifrarlo, dijo, ¨¡Oh rey! Has pecado contra el Señor, tu padre robó los vasos del Templo y tú los has profanado; tu sentencia ha sido dictada como sigue: Mane, significa «contado»: el Señor ha contado tus días de reinado, y tocan a su fin. Tekel, denota que ha sido «pesado» en la balanza y hallado falto. Fares, expresa «dividido» tu reino entre medos y persas. La profecía se cumplió, y así, Baltasar murió la noche siguiente y su reino fue dividido entre medos y persas¨.

La inscripción, ominosa como es para referirse a un gobierno despótico y cruel, da a entender: «Tu tiranía llegó a su fin», esa que aparece nuevamente como un lamento en el firmamento chavista… Mucho daño se ha hecho, muchos son los culpables, ojalá que no sea corta la memoria, ni vencedero el juicio, ni ligero el dictamen del juez hasta ahora venal, ni parca la condena… ¡Te lo pedimos Señor…!

 

Elogio del período especial…

 

Debió llamarse período de profunda crisis humanitaria compleja porque en ella estuvo involucrada la deslealtad, el peor crimen que pueda cometer un hombre contra otro porque lo resiente más que ninguna otra cosa, porque la lealtad es la base de la existencia humana y sin ella, no hay sociedad posible…

El modelo político de Cuba hacía aguas en la década de los ochenta, el país estaba en ruinas –como todavía lo está ahora-, su enamoramiento con la Unión Soviética había cesado por decepción del otro, y como consecuencia de la caída de los precios del petróleo, el sistema socialista soviético se hundía en el fango de los sueños imposibles.

Fidel que siempre se adaptó perfectamente bien al significado de un  chulo, ¨rufián que vive de las ganancias de las prostitutas que controla o protege¨, vivió chupando en el pasado de la URSS y en el presente del Socialismo del Siglo XXI y como el matapalo, se ha alimentado de la planta que lo alberga, al mismo tiempo que la ahoga hasta extenuarla; ahora se apresta sin escrúpulo alguno a amamantarse de su enemigo histórico: el imperialismo norteamericano, mientras el período especial se eterniza y el pueblo esperanzado piensa vanamente que la dictadura cesará y que podrán ser libres… ¡No! Comunista no sale por las buenas…

Mi presencia en el suelo cubano en 1991 y luego en dos veces en 1993 fue como trasponer un muro de opacidad y adentrarme en los dominios de un gobierno miserable y mentiroso que creyó que podía engañar a la Misión Humanitaria con la cual estuve involucrado en 1993 para investigar una causa obvia de pérdida visual colectiva mantenida en secreto durante 3 largos años sin que moviera la conciencia ni la lealtad de una clase dirigente inhumana. ¿Les suena…? El quid del problema radicó en el empleo del sufijo griego ¨itis¨ que denota inflamación en vez de plantear el termino neuropatía, que incluye diversas causas como compresión, trauma, isquemia o falta de sangre, infiltración por tumores malignos, y lo obvio, un origen tóxico-nutricional, etc. En las mentes obcecadas de la nomenklatura convenía inventarse un virus sembrado por manos imperialistas en la Isla y precisamente, cuando su economía hacía aguas por los cuatro costados era indispensable echar mano al viejo expediente del enemigo externo… ¿Les suena…?

Nuestra estrategia fue cambiar el término neuritis por neuropatía y con la ayuda de un grupo de investigadores de alta factura llegar pronto al diagnóstico: ¡Hambre pura y simple…! La falta de una respuesta sencilla condicionó que más de 50 mil almas perdieran la visión y estuvieran sometidos a tormentosos síntomas neurológicos por compromiso de sus nervios periféricos, mientras los jerarcas daban vivas a la Revolución y repartían migajas en forma de multivitamínicos ¨gratuitos¨…

Troté por la Quinta Avenida que en su momento debió ser majestuosa. Hermosas y enormes casas desconchadas, abandonadas y pidiendo un cariñito a ambos lados de la amplia vía, dejadas a la pudrición donde se atiborraban familias cuyas pocas ropas secaban en balcones y ventanas. ¿Les suena…? Una que otra, perteneciente a una embajada surgía deslumbrante como un oasis en medio de un sediento desierto.

El caldo de cultivo de la «neuritis» fue una situación insostenible de factores políticos y económicos propios de regímenes autoritarios bajo extremos racionamientos: tal vez el más importante: la malnutrición pues la ingesta nutricional disminuyó de 2.850 kilocalorías por día en 1989 a 1.863 por día en 1994 cuando el mínimo recomendado para el adulto humano es de 2.100 a 2.300 calorías, pero más patético aún fue que niños y adultos mayores recibían apenas 1.450 calorías por día. Todo esto se acompañó de pérdida de peso que pudimos constatar apreciando el bajo consumo calórico y 4 personas turnándose en una bicicleta, y que entre 1990 y 1995 fue entre un 5% y 25% del peso corporal. ¿Les suena…?.

Una abigarrada combinación de factores nutricionales y tóxicos (licor de alambiques caseros, tabaco importado con gran contenido de alquitrán, elevado contenido de cianógenos (cianuro) en la harina de yuca y en la cáscara del tubérculo, el hecho de chupar y chupar caña de azúcar para aplacar el hambre, sin atisbar  que el déficit de vitamina B1 o tiamina —vitamina no acumulable—, B12 y ácido fólico, era el camino hacia el beriberi, la degeneración combinada de la médula espinal y la neuropatía periférica, determinó la emergencia de una epidemia de neuropatía óptica y polineuropatía periférica asociada a carencia de nutrientes y vitaminas en la población ya conocida desde los campos de concentración japoneses.

Aparecieron los primeros casos esporádicos entre 1991 a 1992 para luego progresar a ritmo exponencial hasta mayo de 1993 con 30.000 pacientes y continuó ascendiendo hasta 1997. Conjuntamente, aumentó la tasa de mortalidad materna en un 60% por causas obstétricas comunes y 43% de la mortalidad materna total. La tasa de mortalidad infantil se atenuó por la disminución de la tasa de natalidad debido a la pobreza, el incremento del número de abortos, y el aumento de la distribución de anticonceptivos. ¿Les suena…?

El atávico empeño destructivo del régimen comunista militarista caótico y manirroto de Venezuela ha intentado arrebatarlo y aniquilarlo todo, lo tangible y lo intangible, pero especialmente su tesoro humano, la juventud compelida a la desbandada dejando el lumpen que ellos mismos han contribuido a crear y multiplicar porque ¨la riqueza es mala¨ -la de otros, se entiende-.

Un período especial venezolano  redivivo con ciudades que se hunden en el abandono y la falta de pintura, carreteras en la indigencia, la carencia de amor. Vivimos en medio de la machacona repetición del Himno Nacional que habla acerca de un mítico ¨bravo pueblo¨, ese mismo que bajo el sol y la lluvia, el desprecio y la penuria de las colas no aparece por lado alguno y por ello, Pino Iturrieta y Tony Blair se han encargado de destruir el mito… No existe tal «bravo pueblo» y por ello, el yugo aprieta y aprieta más…

Cuba y Venezuela unidas por una misma miseria

Estamos nosotros en un período muy especial y desalmado creado con premeditación, alevosía y ventaja por espíritus crueles, ineptos y por malandrines de baja ralea; se culpa sin pruebas, se encarcela sin juicio; matan sumariamente quienes deberían proteger vidas; las enfermedades, ante el espanto de todos, proliferan y alcanzan su máxima expresión al ser dejadas abandonadas a su evolución natural: así, se va produciendo un genocidio en masa, de grandes proporciones, cada día con su noche, entre recién nacidos que no verán un cielo hermoso y ancianos incapaces de pararse ante una cola, cirugías pospuestas sin esperanzas, medicación ausente o espuria traída de Cuba y sin registro sanitario especialmente en aquellas condiciones que son dependientes de la cortisona (corticoesteroides) como afecciones inmunológicas, lupus, trasplantes de todo tipo, o falta de tratamientos para hipertensión arterial y diabetes dejando un horrible gusto a escasez, dejando heridos de muerte o asesinados con insana saña tirados a la orilla de los caminos del comunismo. Nada tan inicuo se había visto en nuestro país, ni en las peores dictaduras, ¡Caramba, ahora me entero!, esto era lo que quería decir aquella boca satánica como ¨mar de la felicidad¨. No hay otra opción, en diciembre 6 y con el concurso de todos oposicionistas, cooperantes y engañados tendrán que salir disparados como perro ¨peado¨ de mapurite…

Hemos estado a oscuras y rodeados de un aura fantasmal desde hace tres lustros de humillación y miedo, pero presiento que una noche derribada por el sol está a la vuelta de la esquina, y termino mi crónica mientras oigo las melodías de André Rieu que insuflan en mi espíritu esperanza por una Venezuela auténtica y mejor y me lleno de emoción al ver pasar una bandada de pericos mañaneros mientras los espectadores lloran conmovidos, y yo lloro con ellos también…

  • Domingo 24 de septiembre de 2017

Ha transcurrido dos años desde que escribí las estrofas precedentes…

El amanecer de esperanza y liberación que tantas veces he visto en mi imaginación y que elusivo, aún no ha llegado me llena de pena. La situación es ahora peor que la que sufren los cubanos, a pesar de que formamos parte de la misma comarca, ¨Cubazuela¨. No hemos podido contraponer la dirigencia de una oposición realmente patriota que nos lleve a expulsar los invasores. Nunca creo se ha oído en la Asamblea Nacional una referencia de rechazo a los cubanos; la palabra parece un anatema que no debe pronunciarse, y con rabia justificada me pregunto, ¿Por qué…?

¿Quiere decir que a la canalla que nos gobierna se ha unido otra que no queriendo abandonar sus privilegios nos traiciona en forma continuada…?

Pero iremos a votar, todavía nos queda una rendija de democracia por donde deslizarnos y debemos ser fieles a ella. No hemos perdido las esperanzas de no continuar siendo un país de oprobio y desprecio por la comunidad de las naciones  y volver a lucir los galardones de una nación civilizada.

Y André Rieu  y su Balada para Adelina siguen conmigo…

 

  • Domingo 30 de junio de 2019

Parece mentira, pero es verdad, seguimos igual o peor: la miseria ha empujado a CUATRO MILLONES  de venezolanos fuera de la frontera y seguimos sin un acuerdo nacional que acabe con la tragedia en la cual estamos inmersos…

Elogio de los niños de la calle… archipetaquiremandefuá.

Hoy me dio por amanecer triste sin saber, o, por qué no decirlo, sabiendo por qué… Un nombre melancólico y empolvado aflora a mi consciente, ¡Mandefuá! Es propio de la condición humana que una tristeza profunda te atenace con muelas de cangrejo durante estos días frescos, de cielos azules, de villancicos y hallacas, que deberían ser de felicidad por la celebración del advenimiento del Niño Jesús, Rey de Reyes, Redentor de la Humanidad dolida, en una humilde cabaña con sus padres José y María, algunos pastores y una mula y un buey…

  Tengo tanto, ellos no tienen nada…  En 1998, Hugo Chávez, recién juramentado a la presidencia, proclamó: «Yo me prohíbo a mí mismo. Hugo Chávez se prohíbe a sí mismo que haya niños de la calle en Venezuela. ¡No puede haber niños de la calle en Venezuela! (…) Asumamos nuestra culpa. Yo de primero, seré el primer culpable si hay niños abandonados en Venezuela. No permitiré que en Venezuela haya un solo niño de la calle; y si no, dejo de llamarme Hugo Chávez«. Sus palabras, se me antoja fueron solo ruin venganza…, palabras para un público de galería… Los únicos grandes hombres que hay en el mundo ven a los niños; pero él no lo era, nunca lo fue y dejó verdugos de niños que matan en ellos la esperanza de un porvenir mejor con una baja estatura, un desequilibrio orgánico, un cerebro pequeño que les lleva a un embrutecimiento paulatino que les conducirá a ser carga para los  demás…

No se necesita singular penetración para encontrar en esas calles olvidadas de Dios a los futuros criminales, tuberculosos y holgazanes que un día no muy lejano reclamarán la atención de las autoridades y la solicitud de caridad…

   ¿Cuántos niños en «situación de calle», o niños, niñas y adolescentes en situación de riesgo o riesgo social, mal viven en las calles de Caracas y en otras ciudades de Venezuela? El entrecomillado es un eufemismo creado por el peor de los socialistas del siglo XXI, ¿dónde y cómo durmieron anoche?, ¿cómo se cobijaron sin cobija?, ¿qué se siente en la fría madrugada cuando las tripas gruñen por ausencia de algún trozo de pan de la basura…? La siembra del odio les ha tocado; hombres en ciernes ya modificados por la violencia: entecos, abusados, ignorados, ultrajados, envilecidos, mueren por decenas sin que siquiera nos demos cuenta, sin la presencia de un fiscal, sin el veredicto de un juez, cada día, cada noche una eternidad de horror en ausencia de un destino liberador… En la lotería de la vida tuvimos suerte sin que tal vez nos asistiera ningún derecho; son las deudas que dejan los privilegios; son las deudas que claman por una cancelación…

      José Rafael Pocaterra (Valencia, 1888 – Montreal, 1955). Escritor, novelista, ensayista, poeta venezolano y diplomático, considerado uno de los maestros del cuento venezolano del siglo XX; involucrado en una conspiración contra Juan Vicente Gómez, fue encarcelado en la temible cárcel La Rotunda de 1919 a 1922. Entre sus tantas obras literarias, escribió, «De cómo Panchito Mandefuá cenó con el Niño Jesús», un desgarrante documento que mueve al corazón que para que las nuevas generaciones no lo olviden pues sintetiza los rasgos del niño de la calle de hoy y de siempre, lo transcribiré en su totalidad.

    «A ti que esta noche irás a sentarte a la mesa de los tuyos, rodeado de tus hijos, sanos y gordos, al lado de tu mujer que se siente feliz de tenerte en casa para la cena de navidad; a ti que tendrás a las doce de esta noche un puesto en el banquete familiar, y un pedazo de pastel y una hallaca y una copa de excelente vino y una taza de café y un hermoso “Hoyo de Monterrey”[1], regalo especial de tu excelente vicio; a ti que eres relativamente feliz durante esta velada, bien instalado en el almacén y en la vida, te dedico este cuento de Navidad, este cuento feo e insignificante, de Panchito Mandefuá, granuja billetero, nacido de cualquiera con cualquiera en plena alcabala, chiquillo astroso a quien el Niño Dios invitó a cenar.

 Como una flor de callejón, por gracia de Dios no fue palúdico, ni zambo, ni triste; abrióse a correr un buen día calle abajo, calle arriba, con una desvergüenza fuerte de nueve años, un fajo de billetes aceitosos y paltó de casimir indefinible que le daba por las corvas y que era su magnífico macferlán de bolsillos profundos, con un bolsillito pequeño para los cigarrillos, que era su orgullo, y que le abrigaba en las noches del enero frío y en los días de lluvia hasta cerca de la madrugada, cuando los puestos de los tostaderos son como faros bienhechores en el mar de niebla, de frío y de hambre que rodea por todas partes en la soledad de las calles, al pobre hamponcillo caraqueño. Hasta cerca de media noche, después de hacer por la mañana la correría de San Jacinto y del Pasaje y el lance de doce a una en las puertas de los hoteles, frente a los teatros o por el boulevard del Capitolio, gritaba chillón, desvergonzado, optimista:

Aquí lo cargooo… El tres mil seiscientos setenta y cuatro, el que no falla nunca ni fallando, ¡archipetaquiremandefuá…!

El día bueno, de tres mil billetes y décimos, Panchito se daba una hartada de frutas; pero cuando sonaban las doce y sólo –después de soportar empellones, palabras soeces, agrios rechazos de hombres fornidos que toman ron– contaban en la mugre del bolsillo catorce o dieciséis centavos por pedacitos vendidos, Panchito metíase a socialista, le ponía letra escandalosa a “La maquinita” y aprovechaba el ruido de una carreta o el estruendo de un auto para gritar obscenidades graciosísimas contra los transeúntes o el carruaje del General Matos o de cualquiera de esos potentados que invaden la calle con un automóvil enorme entre una alarido de cornetas y una hediondez de gasolina…; y terminaba desahogándose con un tremendo “Mandefuá” donde el muy granuja encerraba como en una fórmula anarquista todas sus protestas al ver, como él decía, las caraotas en aeroplano.

Quiso vender periódicos, pero no resultaba; los encargados le quitaron la venta: le ponía el «mandefuá» a las más graves noticias de la guerra, a las necrologías, a los pesares públicos:

-«Mira hijito le dijeron mejor es que no saques el periódico, tú eres muy Mandefuá».

[1] Se refiere a la marca de un famoso habano cubano.

Tuvo, pues, Panchito su hermoso apellido Mandefuá, obra de él mismo, cosa esta última que desdichadamente no todos son capaces de obtener, y él llevaba aquel Mandefuá con tanto orgullo como Felipe, Duque de Orleans, usaba el apelativo de Igualdad en los días un poco turbios de la Convención, cuando el exceso de apellidos podía traer consecuencias desagradables.

Pero Panchito era menos ambicioso que el Duque y bastábale su «medio real podrido»–como gritaba desdeñosamente tirándoles a los demás de la blusa o pellizcándoles los fondillos en las gazaperas del Metropolitano.

Una grada para muchacho, bien ¡Mandefuá!

De sus placeres más refinados era el irse a la una del día, rasero con la estrecha sombra de las fachadas, y situarse perfectamente bajo la oreja de un transeúnte gordo, acompasado, pacífico; uno de esos directores de ministerio que llevan muchos paqueticos, un aguacate y que bajan a almorzar en el sopor bovino del aperitivo:

El mil setecientos cuarenta y siete ¡mandefuá!

Granuja ¡atrevido!

Y Panchito, escapando por la próxima bocacalle, impertérrito:

Ese es premiado, ¡no se caliente mayoral!

El título de Mayoral lo empleaba ora en estilo epigramático, ora en estilo Elevado, ora como honrosa designación para los doctores y generales del interior a quienes les metía su numeroso archipetaquiremandefuá.

Y con su vocablo favorito, que era panegírico, ironía, apelativo –todo a su tiempo–, una locha de frito y un centavo de cigarros de a puño comprado en los kioscos del mercado, Panchito iba a terminar la velada en el Metro con «Los misterios de Nueva York», chillando como un condenado cuando la banda apresaba a Gamesson advirtiéndole a un descuidado personaje que por detrás le estaba apuntando un apache con una pistola o que el leal perro del comandante Patouche tenía el documento escondido en el collar. Indudablemente era una autoridad en materia de cinematógrafo y tenía orgullo de expresarlo entre sus compañeros, los otros granujas:

-«Mira, vale, para que a mí me guste una película tiene que ser muy crema».

Panchito iba una tarde calle arriba pregonando un número «premiado» como si lo estuviese viendo en la bolita… Detúvose en una rueda de chicos después de haber tirado de la pata a un oso de dril que estaba en una tienda del pasaje y contemplando una vidriera donde se exhibían aeroplanos, barcos, una caja de soldados, algunos diávolos, un automóvil y un velocípedo de «ir parado» … Y, de paso rayó con el dedo y se lo chupó, un cristal de la India a través del cual se exhibían pirámides de bombones, pastelillos y unos higos abrillantados como unas estrellas.

En medio del corro malvado, vio una muchachita sucia que lloraba mientras contemplaba regada por la acera una bandeja de dulces; y como moscas, cinco o seis granujas, se habían lanzado a la provocación de los ponqués y de los fragmentos de quesillo llenos de polvo. La niña lloraba desesperada, temiendo el castigo.

Panchito estaba de humor; cinco números enteros y seis décimos ¡ochenta y seis centavos! La sola tarde después de haber comido y «chuchado” … Poderoso. Iría al Circo que daba un estreno, comería hallacas y podría fumarse hasta una cajetilla. Todavía le quedaban dos bolívares con que irse por ahí, del Maderero abajo para él sabía qué… ¡Una noche buena crema!

Seguía llorando la chiquilla y seguían los granujas mojando en el suelo y chupándose los dedos…

Llegó un agente. Todos corrieron, menos ellos dos.

¿Qué fue? ¿Qué pasó?

Y ella sollozando:

Que yo llevaba para la casa donde sirvo esta bandeja, que hay cena para esta noche y me tropecé y se me cayó y me van a echar látigo…

Todo esto rompiendo a sollozar.

Algunos transeúntes detenidos encogiéronse de hombros y continuaron.

–Sigan, pues –les ordenó el gendarme.

Panchito siguió detrás de la llorosa.

Oye, ¿cómo te llamas tú?

La niña se detuvo a su vez, secándose el llanto.

  ¿Yo? Margarita

¿Y ese dulce era de tu mamá?

Yo no tengo mamá.

¿Y papá?

Tampoco

¿Con quién vives tú?

Vivía con una tía que me “concertó” en la casa en que estoy.

¿Te pagan?

¿Me pagan qué?

Panchito sonrío con ironía, con superioridad:

Guá, tu trabajo: al que trabaja se le paga, ¿no lo sabías?

Margarita entonces protestó vivamente:

Me dan la comida, la ropa y una de las niñas me enseña, pero es muy brava.

¿Qué te enseña?

A leer… Yo sé leer, ¿tú no sabes?

Y Panchito, embustero y grave:

¡Puah! Como un clavo… Y sé vender billetes, y gano para ir al cine y comer frutas y fumar de a caja…

Dicho y hecho, encendió un cigarrillo… Luego, sosegado:

¿Y ahora qué dices allá?

Diga lo que diga, me pegan… –repuso con tristeza, bajando la cabecita enmarañada.

¿Y cuánto botaste?

Seis y cuartillo, aquí está lista –y le alargó un papelito sucio.

¡Espérate, espérate! –le quitó la bandeja y echó a correr.

Un cuarto de hora después volvió:

–Mira, eso era lo que se te cayó, ¿nojerdá?

Feliz, sus ojillos brillaron y una sonrisa le iluminó la carita sucia.

Sí… eso.

Fue a tomarla, pero él la detuvo:

¡No, yo tengo más fuerza, yo te la llevo!

Es que es lejos expuso tímida.

¡No importa!

Por el camino él le contó, también que no tenía familia, que las mejores películas eran en las que trabajaba Gamesson y que podían comerse un gofio…

Yo tengo plata, ¿sabes? –y sacudió el bolsillo de su chaquetón tintineante de centavos.

Y los dos granujas echaron a andar.

Los hociquillos llenos de borona, seguían charlando de todo. Apenas si se dieron que llegaban.

Aquí es… dame.

Y le entregó la bandeja.

Quedáronse viendo ambos los ojos:

¿Cómo te pago yo? –le preguntó con tristeza tímida.

Panchito se puso colorado y balbuceó:

Si me das un beso.

¡No, no! ¡Es malo!

¿Por qué…?

Guá, porque sí…

Pero no era Panchito Mandefuá a quien se convencía con razones como ésta; y la sujetó por los hombros y le pegó un par de besos llenos de gofio y de travesura.

Grito…, que grito…

Estaba como una amapola y por poco, tira otra vez la dichosa dulcera.

Ya está, pues, ya está.

De repente se abrió en ante portón. Un rostro de garduña, de solterona fea y vieja apareció:

¡Muy bonito el par de vagabunditos estos! gritó.

El chico echó a correr. Le pareció escuchar a la vieja mientras metía dentro a la chica de un empellón.

–Pero, Dios mío, ¡qué criaturas tan corrompidas éstas desde que no tienen edad! ¡Qué horror!

¡Era un botarate! No le quedaban sino veintiséis centavos, día de Noche Buena… Quien lo mandaba a estar protegiendo a nadie…

Y sentía en su desconsuelo de chiquillo una especie de loca alegría interior… No olvidaba en medio de su desastre financiero, los dos ojos, mansos y tristes de Margarita. ¡Qué diablos! El día de gastar se gasta «archipetaquiremandefuá»…

A las once salió del circo. Iba pensando en el menú: hallacas de «a medio», un guarapo, café con leche, tostadas de chicharrón y dos «pavos rellenos» de postre. ¡Su cena famosa! Cuando cruzaba hacia San Pablo, un cornetazo brusco, un soplo poderoso y Panchito Mandefuá apenas quedó, contra la acera de la calzada, entre los rieles del eléctrico, un harapo sangriento, un cuerpecito destrozado, cubierto con un paltó de hombre, arrollado, desgarrado, lleno de tierra y de sangre…

Se arremolinó la gente, los gendarmes abriéndose paso…

¿Qué es? ¿Qué sucede allí?

¡Nada hombre! Que un auto mató a un «muchacho de la calle»

¿Quién…? ¿Cómo se llama…?

¡No sé sabe! Un muchacho billetero, un granuja de esos que están bailándole a uno delante de los parafangos… –informó, indignado, el dueño del auto que guiaba un «trueno».

     Así fue a cenar al cielo invitado por El Niño Jesús esa Noche Buena Panchito Mandefuá…»