Elogio del sembrador -redivivo-

 

Elogio del sembrador… otra vez

Rafael Muci-Mendoza

 

Yo no hubiera permitido que por razones políticas y de ideología, se me obligara a dañar la vida profesional de tantos

estudiantes a mi cuidado…

 

Justificación

Alguien se quejará de que este artículo es un ¨refrito¨ [Diccionario del Habla Actual de Venezuela. Pérez FJ, Núñez R. UCAB, 1994 //. adj 1. Coloq. Información periodística atrasada o que se vuelve a difundir con ligeros cambios], de que tengo sequía de ideas o que el fastidio de mis no tan consecuentes lectores también me invadió a mí, pero no es así… La situación de la Universidad Rómulo Gallegos y su Facultad de Medicina me ha tocado muy de cerca, muy profundo; la distorsión  de la enseñanza de la semiología sin el paciente de cuerpo presente ha producido en mí un tremendo impacto, gran angustia y la percepción de un gran desvalimiento… ¿Cómo ayudo? ¿A quién recurrir si nadie oye?  ¿A quién acudir para que no se materialice el crimen o es que ya se materializó? ¿Cómo así…? Uno de los profesores de esa casa de estudios dijo que ¨la ropa sucia se lava en casa¨, lavándose las manos como el infame Pilatos. En medio de una dictadura o te enfrentas, o tienes miedo y te escondes… Luego, no te quejes…

La Semiología Médica… Materia de la cual me enamoré muy temprano en mi carrera médica, que estudié y sigo estudiando con admiración, respeto y deleite luego de tantos años, que enseñé y sigo enseñando como el arte al lado del enfermo, diagnosticando el ser humano total y el órgano enfermo que le joroba para luego saber cómo aliviarlo, como sanarlo, y en la cual por poco me raspan en el examen final del tercer año de medicina. Ocurrió cuando uno de mis profesores ante un paciente con el hígado y el bazo recrecidos y confiado yo de tener mi historia clínica muy bien elaborada y mis diagnósticos diferenciales dispuestos, con aire de gran suficiencia me preguntó:

-¨A ver bachiller, ¿qué tamaño tiene la molécula de la albúmina…?¨.

Aquello había sido materia del curso de Bioquímica en primer año, mis lóbulos temporales eran incapaces de procesar ese  pedido, enmarañado como estaba aquel conocimiento en alguna de mis redes neuronales; ello no podía ser el objeto del examen pues no tenía nada que ver con la materia actual, eminentemente clínica: Apreciar mis aptitudes y destrezas de examen y mi razonamiento clínico; así pues, yo me quedé de una sola pieza, pálido, frío, mi piel anserina se humedeció y no pude articular palabra… Ante mi titubeo, me dijo,

 

-¨Ya veo bachiller que no sabe la respuesta, déjeme cambiarle la pregunta a otra más fácil. Bien, recíteme las reacciones enzimáticas del Ciclo de Krebs…¨

Se me bajaron las medias, los calzoncillos lo intentaron también, pero quedaron sustentados por el tiro del pantalón, me invadió un frío terror y temí lo peor… ¿Comportamiento pedantesco? ¿Mala intención? Afortunadamente, otro de los miembros del Jurado Examinador me sacó de aquel tremedal que me llevaba rápidamente al fracaso total y me preguntó acerca de mi enfermo, y entonces, con seguridad y suficiencia pude a medias remendar aquel capote ahuecado por dos cornadas malintencionadas, pues el mal ya estaba hecho. Esa baja calificación, inusual para mi impecable desempeño estudiantil, a la final impidió mi graduación Suma Cum Laude... A la molécula de albúmina, y al Ciclo de Krebs, esa ruta metabólica de importancia fundamental en todas las células que utilizan oxígeno durante el proceso de respiración celular, por supuesto que les cogí ojeriza. A ese sapiente profesor todavía le tengo presente en mis oraciones diarias, pues me enseñó acerca de la insana hostilidad de algunos y de paso, que si bien debía ser exigente como profesor, nunca debía ser injusto ni mucho menos cruel… Creo que esa ha sido mi norte como maestro de escuela…

El comunismo castrochavista -irrisión de la multitud-, ha destruido la educación comenzando por la primaria donde el adoctrinamiento ha sembrado en las mentes infantiles historias inexistentes, mitos, flatos chavistas y torceduras, siguiendo con el bachillerato sin profesores calificados evacuados del sistema por los bajos salarios, mientras los pensa están ayunos de la biología, la química, la física y las matemáticas que preparan a los futuros estudiantes universitarios para un sonado fracaso.

Por ello puedo comprender el pecado cometido por el Decano y el Director de la Facultad de Medicina de la Universidad Rómulo Gallegos provenientes de esa cohorte llena de rencores y pocas luces producto de la colonización cubana… Parece que nunca fueron preñados por el espíritu vital venido de la democracia; almas tristes y obnubiladas, prestas a la venta… Yo no hubiera permitido que por razones políticas y de ideología, se me obligara a dañar la vida profesional de tantos estudiantes engañados y a mi cuidado… Lo habría denunciado a viva voz y con carta pública, pues espero y estoy seguro de ver MI país feliz y próspero en un futuro cada vez más cercano…

Elogio del sembrador…

Rafael Muci-Mendoza

 

¨El que más sabe debe enseñar al que sabe menos y nosotros sabemos menos que tú…¨

Marcos 4:1-9 ¨Aquel día salió Jesús de la casa y se sentó junto al mar.  Y se le juntó mucha gente; y entrando él en la barca, se sentó, y toda la gente estaba en la playa. Y les habló muchas cosas por parábolas, diciendo: He aquí, el sembrador que salió a sembrar. Y mientras sembraba, parte de la semilla cayó junto al camino; y vinieron las aves y la comieron. Parte cayó en pedregales, donde no había mucha tierra; y brotó pronto, porque no tenía profundidad de tierra;  pero salido el sol, se quemó; y porque no tenía raíz, se secó.  Y parte cayó entre espinos; y los espinos crecieron, y la ahogaron.  Pero parte cayó en buena tierra, y dio fruto, cuál a ciento, cuál a sesenta, y cuál a treinta por uno.  El que tiene oídos para oír, oiga¨.

Jovencito cursaba el último año de mi carrera de médico en el Hospital Vargas de Caracas, mi querencia por cerca de cincuenta y 56 años; nos hacía compañía un viejo médico español que mezclado con la vocinglería juvenil hacía con nosotros la reválida de su título profesional. Cabello blanco y ralo, incipiente giba de antiguos pesares, persecuciones y abandonos, tez blanca surcada por profundos y anfractuosos caminitos que hablaban de sufrimientos de una guerra entre hermanos, y quizá el deseo de olvidar viejos dolores y de echar raíces en la nueva tierra de gracia que había escogido como bondadoso refugio; zapatos de goma Keds blancos con protuberancias que daban cuenta de los juanetes y callos gestados en caminos pedregosos; una humilde bata blanca cruzada y amarrada con un nudo delante de una panza añosa, y un bastón a la diestra con el que siempre amenazaba en bromas a un maracucho impertinente, nuestro compañero de curso, que contra toda compostura hacía bromas a su costa.

Ya la semiología, la ciencia de la interpretación de los síntomas y signos me había cautivado y aprendía con fruición y asombrada expectativa todo aquello que me permitiera extraer del interior del enfermo las verdades que la piel opaca ocultaban. Pues no somos como las ranas que muestran su corazón latiendo… El Creador no nos lo hizo todo tan sencillito, pero nos dotó de inteligencia, razón y decisión para que hiciéramos el resto por nuestra cuenta, y así, laboriosos y persistentes, ladrillo a ladrillo, construiríamos a lo largo de siglos y sobre firmes bases, el edificio de la semiótica.

   En 1957, el examen del fondo ocular fue un amor a primera vista desde mi tercer año de medicina, dos años antes de mi encuentro con el viejo de hablar pausado y sabio. Armado del maravilloso instrumento llamado oftalmoscopio intentaba aprender sus secretos, vencer la umbra de la pupila y robarle los secretos a la retina, mujer veleidosa y difícil, que muestra poco, pero dice mucho, que oculta esos decidores signos de profundos conflictos del alma que traslucen en la enfermedad somática, y entusiasta comentaba con mis compañeros mis hallazgos y descubrimientos. En una de tantas, con ese español gutural que al pronunciar ¨naranjja¨ lo dice todo, me dijo un día: -¨Muci, ¿por qué no nos da un curso de fondo del ojo? Me mostré sorprendido y le respondí, -¨ ¿Cómo?, sí sé muy poco… soy apenas un bachiller de 6º año¨; su respuesta, dardo sincero en el blanco, se clavó en mi corazón como un mandato. y para siempre:

-¨¡El que más sabe debe enseñar al que sabe menos y nosotros sabemos menos que tú…!¨.

Y así fue como desde ese día, su palabra me graduó de maestro de pueblo, ese que, sin muchos recursos, pero armado de convencimiento y amor me lanzó por los caminos de la enseñanza pertrechado de buenas intenciones y mejores semillas. Por más de medio siglo, siguiendo aquel encargo he tratado de serle fiel al encargo que me hizo, y nunca le olvidé… Es verdad que cincuenta y tres años enseñando no es mucho; como Graciela mi mujer, el enseñar se ha hecho carne de mi carne, y aunque he sido un maestro de primaria exigente, he tratado de ser como el dador feliz: aquel que da y da sin esperar nada a cambio.

Además, siempre me he atenido al precepto orteguiano: ¨Siempre que enseñes, enseña a la vez a dudar de los enseñes¨. Mis alumnos –buena tierra-, me han retribuido con su afecto, obligándome a estudiar más con sus estimulantes preguntas y por esto, me siento muy orgulloso y reconocido con ellos, los excelentes y los regulares, los inatentos y los malos, y cada vez que relleno una pequeña laguna de ignorancia en mis lóbulos temporales, esos que almacenan recuerdos, fórmulas, alegrías, tristezas y conocimientos, a su lado se abre un océano de insipiencia, invitándome a continuar llenándolo, a no flejar, a seguir haciendo lo que hago con el mayor deleite…

Por ello, siempre les digo que dejen espacio para la ignorancia y así, toda la vida estará rellenando recónditos circuitos neuronales que, al influjo del deseo y la constancia, se irán multiplicando, atesorando más y más conocimientos que sirvan para entregarlos a otros, a quienes los necesitan: a aquellos, los que menos saben, sin reservas, con desprendimiento, para que, a su vez, ellos enseñen y ayuden a otros.

Suelo decirles cuando lisonjean diciéndome, ¡es que usted sabe mucho!: ¨No se crean, en el mar de la ignorancia estamos todos totalmente sumergidos, la diferencia entre unos y otros, es sólo cuestión de profundidad¨.

Hoy ya viejo pero con muchas energías y nunca vencido, cargado de experiencias, buenas y malas, tristes y alegres, anécdotas simpáticas y amargas, síntomas, signos, un talego repleto para compartir y enseñar, me pregunto, ¿Cómo ha podido esta revolución de mentiras acabar con los sembradores de buena simiente, maestros de escuela que aún quedamos regados por cientos en los hospitales públicos del país?, ¿Qué migaja de pan duro y rancio les han dado a cambio al país y al sufriente?, ¿Quizá algo para ser imitado…?, ¿Quizá saberes interesados, inservibles y fraudulentos…? Nos han hecho la vida imposible con ese desprecio que se le da al gusano, tildándonos de materialistas, maltratándonos con miserables sueldos, acosándonos  con inseguridad personal y frustración al no poder hacer lo que con tanto esfuerzo pudimos aprender a hacer, cortándonos las alas: jubilándonos antes de tiempo, con egoísmo, saña y sin consideración, impidiéndonos hacer nuestro oficio con dignidad. ¡Déjennos seguir esparciendo la simiente, déjennos seguir enseñando…!

¡No!, mis camaradas comunistas de cerebro chiquito y mezquino,  trasnochado y rancio, mezquino y envidioso, full of shit, una computadora no puede reemplazar a un maestro de escuela; una computadora carece de vocación, de sentimientos, de la pericia del buen clínico recorriendo el cuerpo anhelante del enfermo con sus manos perceptivas; auscultando con la fineza de su oído atento y erudito; apoyando con el bálsamo de su verbo bondadoso, comprensivo y sanador; y cuando se enseña medicina con un fin político, queriendo destruir e inventar sin ingenio ni luces, se destruye irremisiblemente el fin y el corazón del oficio: al maestro y al alumno, condenándoles a la ignorancia de la sombras, a ser un chapucero con ínfulas de doctor… Tal vez el mayor pecado por el cual deberán pagar dentro muy de poco… de lo contrario…, dará susto leer la admonición de Antonio Machado (1875-1939) con la graciosa ocurrencia de Lázaro Carreter.

 

La embídia de la birtúd

izo a Kaín kriminál.

¡Glória a Kaín! Oy el bizio

es lo que se embídia más…

Elogio del especialismo… ¿¡Y es que le cortaron una pierna…!?

Era una de esas mañanas frescas, luminosas y de cielo muy azul en las faldas del cerro Ávila, pero ahí mismito, cundida de aburrimiento en la Sala 16 del Hospital Vargas… Como estudiantes del último año, cumplíamos nuestra pasantía de Clínica Quirúrgica. No había mucha gente allí dispuesta a enseñar a unos estudiantes sin interés. Estaban demasiado ocupados operando como para interesarse en minucias de aprendices. ¡El que venga atrás que arree…!

A diferencia de las cátedras de medicina interna, casi nunca pasábamos revista o visita con los adjuntos, así, que no sentíamos la presión de tener al día los pacientes asignados, conocer de su condición patológica ni de los tratamientos en boga ni su evolución. Pero cierta mañana, como un relámpago en un cielo azul, tal vez el día de los gallegos: ¡el día menos pensado!, irrumpió el mismísimo Jefe de Servicio y decidió que esa mismísima mañana pasaría revista. Yo conocía muy bien los casos de las enfermas que me habían asignado y además, aunque la cirugía no era mi niña consentida, también estaba enterado de los casos del resto de las 19 mujeres allí admitidas que siempre tenían una patología y una historia personal que producían en mí, fascinación clínica y humana.

Mi grupo no era muy aplicado y estudioso que digamos… Yo me había mudado desde el recién estrenado Hospital Universitario de Caracas al Hospital Vargas en quinto año de medicina. El grupo que había dejado atrás, el grupo de la ¨M¨ era uno de estudiosos, competitivos y brillantes compañeros: José Moros Guédez (†), Alejandro Mondolfi (†), Pablo Medina, Jorge Monroy R., Edgar Martínez A. (†), María Antonieta Mejías, etc. No pude tolerar la anomia en que me sentía sumido en la actitud de mis profesores allá, distantes y poco interesados en quiénes eran sus alumnos; así, que me fui en búsqueda del doctor Otto Lima Gómez, que representaba para mí, el paradigma de lo que quería ser, un clínico de filigrana, competente y humanitario… Y entre sus paredes me desarrollé como hombre y como médico; mal digo, ¨me desarrollé¨ porque nunca he terminado de desarrollarme y aún, 59 años después, sigo creciendo entre sus salas, arcadas ojivales, pasillos y en mi Unidad de Neurooftalmología…

Pero volviendo a mi nuevo grupo de pocas luces, poco interés y la tragicomedia que en breve se desarrollaría, debo decir que aquello fue una degollina, un sangrerío, una cortadera de cabezas iniciada en la cama 1 y de allí en adelante hasta la 19; ninguno sabía nada de sus pacientes ni de sus patologías, por supuesto menos de su tratamiento y el porqué de sus indicaciones quirúrgicas y poco o nada de su evolución.

El negrito ¨C…¨ era lo que llamamos «buena gente»: sincero, festivo, rochelero, pero su única falta fue que había decidido desde el inicio de la carrera, que él sería obstetra –para entonces esa especialidad era catalogada como la de más inferior rango del espectro médico: por lo general, «desde tiempos inmemoriales los niños han nacido solos», se decía-. A él, no le interesaba aprender nada más; a menudo lo decía y lo repetía como un mantra… -¨¡Doy por sabido todo lo que ustedes saben; lo mío es atajar niños resbalosos con presteza y evitar que caigan en el tobo…!¨expresaba con arrojo y desparpajo…  

   Pues bien haciendo un cerquillo alrededor de la cama mis compañeros y yo, y a un costado y con los brazos cruzados y cara de pocos amigos, el cirujano jefe, nada menos que el maestro Fernando Rubén Coronil (1911-2004) [1] con el ceño fruncido y visiblemente enojado increpó al proyecto de partero. El jefe estaba tan pálido, tan rabioso y enchumbado de adrenalina, noradrenalina, cortisol y ¨arrechisol¨ que como decía mi madre, si le cortaban la piel no echaba sangre… Tragaba entero y su sorpresa no tenía límites ante tanta ignorancia y desconsideración.

  -¨A ver bachiller, ¿por qué se le amputó una pierna a esta paciente y que incidentes ocurrieron durante la cirugía…?

El negrito también en su sorpresa, palideció de súbito, se tronó blanco como un papel, y sudoroso y aturdido, sin saber qué decir, tomó por el extremo inferior la nívea sábana que cubría a la enferma y de un tirón irreverente, descubrió el cuerpo de la paciente al tiempo que exclamaba,

-¨Pero… ¿¡y es que le cortaron una pierna…!!?

No pudo graduarse con nosotros… El jefe, hecho un energúmeno le puso la mínima calificación para que ni siquiera pudiera graduarse ese año. Había sido un descuido intolerable, era la paciente que se le había asignado y debía estar a su lado, velar por ella, examinarla cada día y anotar en la historia sus impresiones del momento… ¡Había fallado feamente…!

Pero la historia que les narro tiene otra arista… A decir verdad, el cirujano de mi viñeta era uno de muy elevados quilates, leído, no solo de medicina, de cultivado humanismo y entrega, era un privilegio estar a su lado; para decirlo de otra manera, fue el único cirujano a quien vi con un estetoscopio en el bolsillo, que sabía mucho de clínica médica y quirúrgica, y a quien todos sus pares le miraban con admiración y respeto… [2]

[1] Eminente cirujano y catedrático, fue Decano de la Facultad de Medicina de la Universidad Central de Venezuela e Individuo de Número de la Academia Nacional de Medicina, Presidente de la Junta de Beneficencia Pública del Distrito Federal, Inspector General de Hospitales, fue el fundador del Banco de Sangre de Caracas, trabajó y dirigió servicios de cirugía en los mayores Hospitales de Caracas y en la Cruz Roja Venezolana. Esposo de la doctora Lya Imber, matrona de niños enfermos…

[2] Fue el fundador de la sección de Cirugía Experimental y a su regreso de Moscú trabajó con el profesor Demijov, gran cirujano experimental. Recuerdo haberle trasplantado la cabeza de un perro a otro perro; nunca pude encontrar una fotografía de este portento ni conocer detalles del suceso…

Se ha dicho que un buen cirujano debe tener, ¨temple de acero, manos de artista, mirada de águila y corazón de león¨… Pues bien, la paciente de marras, era una enferma excepcional y muy especial para él: una negrita barloventeña, perdón, una ¨afrodescendiente¨ sesentona, muy adelgazada, que había desarrollado una gangrena diabética que hacía obligante la amputación del miembro inferior derecho para salvar su vida. Para entonces, los pabellones del hospital estaban en inacabable proceso de remodelación; así, que se habían acondicionado espacios en el fondo de las salas donde se operaba en medio de grandes estrecheces.

  Siendo un procedimiento sencillo, la cirugía fue confiada a uno de los residentes menos expertos. Cuando estaban en el proceso del ¨serruchado¨ de la pierna, el anestesiólogo encendió la alarma advirtiendo que la paciente había hecho un paro cardíaco. Cundió el pánico, todos se volvieron ¨pico y patas¨, creció la algarabía y el correcorre… Siendo que a la sazón el jefe casualmente pasaba por allí, se acercó, y viendo la situación de vida o muerte y el pánico de los operadores, se calzó con prisa un par de guantes, apartó a los asustados y con certero corte de bisturí, le abrió el tórax, introdujo su mano derecha, asió el corazón en el puño y comenzó a masajearlo para que reanudara su actividad…

En ese momento, la víscera vital se rompió en sus manos… pero, sin dilación, titubeo o perturbación alguna, empleando un largo portagujas, con sangre fría suturó la brecha con un surgée o sutura continua; el corazón reinició su latir y salvó la vida de la paciente… 

Tuvo muy mala suerte el negrito ¨C…¨, ¡y qué antojarse el orgulloso jefe ese día pasar revista y encontrarse precisamente ante su paciente más querida y a cielo abierto con aquella tamaña falta de responsabilidad e ignorancia de mi compañero…!  Nunca más supe de él, es muy posible que haya sido un muy buen especialista, debe haber traído innumerables niños al mundo, y hasta que tal vez ni siquiera recuerde este memorable y bochornoso suceso…

Por definición, el especialista es «una persona que cultiva o practica una rama determinada de un arte o una ciencia». Su contraparte, el generalista expresa aquel que «tiene conocimientos básicos de varias materias». El especialismo suele verse como superior, pues al reducir el ámbito de su acción, se tiende a trabajar menos y ganar más dinero. En nuestra sociedad generalmente se le da preferencia al especialista.

Por ello, cada vez que vamos al médico nos preguntamos si deberíamos ir a un médico general o uno más especializado en el área que nos compete, pero como pacientes ignorantes de la medicina, ¿cómo saber dónde se ubica el área de la enfermedad que nos amenaza?; un dolor lumbar para los pacientes se refiere a un ¨me duelen los riñones…¨; de acuerdo a su opinión será visto entonces por un neurocirujano o un traumatólogo diagnosticándolo como un problema músculo-esquelético o más a menudo una hernia discal aunque  no exista; pero a los ojos de un gastroenterólogo tal vez sea un problema del colon transverso o producto de un colon irritable, menos probable un tumor pancreático; si se trata de un ginecólogo quizá el origen sea una matriz retroflexa o un ¨dolor de ovarios¨; para un urólogo algún problema relacionado con un riñón o la vía urinaria excretora… Esta panoplia de pareceres será origen de confusión, exploraciones abusivas e innecesarias, retraso en el diagnóstico y elevado coste y sufrimiento…

Es terrible eso de la especialización en medicina y mucho más si es precoz y se ignora todo del resto de la economía y sus interacciones; pero peor todavía, cuando desde estudiante se decide en forma definitiva la especialidad a escoger, con lo que se quiere hacer y de hecho se hace una abstracción del resto del pensum de estudios, y no se da una oportunidad para aprender y ejercer todos los conceptos y conocimientos aprendidos, y desarrollar las destrezas básicas del arte; cuando no se ha tenido tiempo de ¨manosear¨ al hombre enfermo en su totalidad y su circunstancia; es justo decirlo, como bien lo dijo Ortega y Gasset (1883-1955):  «Yo soy yo y mi circunstancia, y si no la salvo a ella, no me salvo yo»; según su perspectiva, la circunstancia sería el mundo que rodea al hombre (sociedad, cultura, creencias…). El hombre es un ente dramático: la unidad del yo y del mundo o circunstancia. Por ello, la filosofía debe partir desde lo más cercano a la circunstancia…

José Ortega y Gasset en un ensayo intitulado ¨La Barbarie del especialismo¨ en su libro ¨La rebelión de las Masas¨(1967), plantea el tema de la ¨masificación¨ del hombre en general, y además, específicamente critica el hecho de que el saber se haya dividido al punto al que ha llegado en el presente. Él considera el especialismo como una barbarie pues considera que ¨mutilar¨ el conocimiento de esa forma atenta contra el hombre sabio de la antigüedad, que conocía acerca de todo…

Sin embargo, como consecuencia del avance vertiginoso de la ciencia y de su hija, la técnica, el especialismo y el especialista como tal, ha sido una inevitabilidad. En adición, a partir del siglo XX ha habido un rápido crecimiento del saber y el hacer del ser humano que llamamos «progreso» y que se ha dado gracias a la especialización. De esta forma el especialismo es un instrumento fundamental del progreso, pero al mismo tiempo y como efecto colateral, ha creado una visión parcial y desintegradora del conocimiento… Por ello, en razón del mayor conocimiento que la humanidad y la sociedad como un todo ha adquirido, y en tanto se ha engrosado el área del saber tecnológico y científico, de la misma manera se ha disminuido dominio del saber y hacer del hombre que como unidad, individualmente se enferma; esta relación inversamente proporcional ha ido y seguirá yendo en aumento hasta que en un escenario teórico, el hombre ¨llegue a saber todo de nada¨…

¿Por qué Ortega llama bárbaro al especialista?, porque, «(…) llega a proclamar como una virtud el no enterarse de cuanto quede fuera del angosto paisaje que especialmente cultiva, y llama diletantismo a la curiosidad por el conjunto del saber»; es decir, el profesional ignora, casi totalmente el ámbito general donde su especialidad se debe aplicar, apareciendo posteriormente como un elemento desintegrado de la cultura y la sociedad, y en el caso del médico, de su paciente…

El caso ejemplarizado por el ¨negrito C¨ de mi anécdota es el del especialista bárbaro del que queremos alejarnos, puesto que como bien menciona Ortega, con esa forma de actuar, tan deshumanizada, estamos violentando la definición más esencial que debe otorgársele al saber del hombre, que es la unicidad, que es la integración[1]. Quería significar que el saber es único, y por tanto, cuando se descompone en sus partes –especialidades- habrá que retornar siempre a su fundamento, y el especialista tenderá a alejarse de esta definición de especialista orteguiano y sintetizar…

Pero, ¿será el individuo capaz de lograr esa integración? Sí, si la educación es integral, especialmente en lo relativo a las humanidades, contra o defensa fundamental para que el individuo no se convierta en un ¨bárbaro deshumanizado¨; por ello es el profesor en el aula universitaria quien debe concienciar y preparar al estudiante para que él mismo realice esta tarea especialmente en el caso de la medicina, donde la brega diaria se realiza en fusión con el hombre enfermo y su circunstancia. Ese hombre médico debe ser un individuo culto definido por el doctor Roberto Murillo Zamora (1980), como «la persona  que tiene una actitud despierta, una actitud llena de curiosidad, llena de interés, el gusto creador y también recreador… de nada sirve haber leído muchísimas cosas y haber hablado de muchísimas cosas sin que uno las haga renacer dentro de uno mismo…».

Orteguianas

 

  • Sorprenderse, extrañarse, es comenzar a entender…
  • La máxima especialización equivale a la máxima incultura.
  • La barbarie del especialismo: la del bárbaro moderno.
  • El especialista «sabe» muy bien su mínimo rincón de universo; pero ignora de raíz todo el resto…

«He aquí un precioso ejemplar de este extraño hombre nuevo que he intentado, por una y otra de sus vertientes y hacer, definir. He dicho que era una configuración humana sin par en toda la historia. El especialista nos sirve para concretar enérgicamente la especie y hacernos ver todo el radicalismo de su novedad. Porque antes los hombres podían dividirse, sencillamente, en sabios e ignorantes, en más o menos sabios y más o menos ignorantes. Pero el especialista no puede ser subsumido bajo ninguna de esas dos categorías. No es sabio, porque ignora formalmente todo cuanto no entra en su especialidad; pero tampoco es un ignorante, porque es «un hombre de ciencia» y conoce muy bien su porciúncula de universo. Habremos de decir que es un sabio-ignorante, cosa sobremanera grave, pues significa que es un señor el cual se comportará en todas las cuestiones que ignora no como un ignorante, sino con toda la petulancia de quien en su cuestión especial es un sabio».

 

Pudiera pensarse que la anécdota de mi compañero de curso y su decisión de ser obstetra desde el inicio de su carrera en ausencia de la adquisición de un saber más amplio, tuviera la intención de la mofa… pero no, no así: a veces necesitamos ser directos y penetrantes si queremos que el mensaje llegue hasta donde debe llegar… En mis charlas y conferencias siempre abundan mensajes claros o subliminales que propenden a que mis alumnos -cualesquiera sean sus preferencias en el amplio ámbito de la medicina- comprendan la importancia de ser íntegros e integrales, enterados y leídos, humanistas y humanizadores, estudiantes perennes y estudiosos, sean médicos generales antes que especialistas, para reducir el monto del bárbaro que siempre llevaremos a cuestas…

 

¡Para todos mis lectores mi agradecimiento por acceder a mi bitácora y leer lo que sale de mi corazón aun cuando muestren desacuerdo con mis opiniones e ideas –es su prerrogativa-!

[1] Es interesante destacar que el Maestro Henrique Benaím Pinto (1922-1979) se refería a la medicina interna, como la medicina de la integralidad, un tratar de unir todos los cabos sueltos que deja la especialidad…