Loas a Pheidippides y su gesta inolvidable… Elogio de la actividad física y el maratón

No hay ocasión en que alguien fallezca en medio de la febril actividad de un maratón, sea atropellado por un automóvil mientras se ejercita o sufra alguna lesión deportiva, que no reciba alguna llamada o me hagan algún acre comentario sobre los peligros de la carrera callejera. Mi respuesta siempre ha sido, que más muertes ocurren en la cama que durante la actividad física aeróbica…

Pero trasladémonos a la antigua Grecia y aprendamos como se teje o se corre, o mejor dicho, ¨cómo se trota¨ la historia…

Corría el año 490 a.C., los griegos habían derrotado a los persas en la batalla de Maratón en una lucha desigual en número, pero no en preparación táctica y física, 10.000 atenienses contra 25.000 persas. El ataque fue inesperado, pero en una batalla que duró un día entero, los primeros pudieron expeler a los persas de vuelta a sus barcos. Éstos se dirigieron entonces hacia la playa desprotegida de Phaleron, en navegación de 10 horas; advertidos, los soldados atenienses tuvieron que correr una distancia de 40 kilómetros para esperarlos. Los invasores no podían dar crédito a lo que sus ojos veían, el ejército ateniense constituido por superhombres, les estaba esperando. Decidieron irse derrotados… De acuerdo a Heródoto se confió entonces a un soldado a quien Plutarco menciona después por su nombre, Pheidippides, la tarea de llevar las buenas nuevas a Atenas, distante unos 40 kilómetros en ruta ascendente.

La leyenda  cuenta que nuestro héroe, un hemeródromo o mensajero corredor, corrió henchido de orgullo y felicidad y al llegar a la ciudad, apenas tuvo aliento para decir ¡Ganamos…!, cayendo desplomado muerto y constituyéndose así, en la primera víctima mortal de un maratón. Este hecho inspiró la competición en los Juegos Olímpicos de Atenas en 1896, recorrer una distancia histórica de 42 kilómetros, 195 metros... ¿por qué esa distancia exacta? En 1908, la Reina Alexandra de Inglaterra fijó la distancia oficial de la prueba que hasta esa fecha no existía, en los citados 42 kilómetros 195 metros, distancia actual. Es esa precisamente la distancia que separa la ciudad inglesa de Windsor, del estadio White City, en Londres. Los últimos metros se añadieron para que la meta coincidiera con el palco presidencial.

      Siendo que la leyenda es notable, la verdadera historia es aún más asombrosa. Nuestro héroe comandaba una misión más dura e importante; el ejército persa se aprestaba a destruir a Atenas y él fue comisionado a ir a Esparta que distaba 240 kilómetros en búsqueda de ayuda; la trayectoria era demasiado accidentada para los caballos, así que no quedaba otra opción que enviar un emisario que, corriendo, cubriera el trayecto. Y así lo hizo en dos días, pero para su frustración, los espartanos celebraban el festival de Artemisa y no accedieron a prestarles asistencia; tuvo entonces que devolverse trotando similar cantidad de kilómetros a traer las malas nuevas, pero le dio fuerzas el ver durante la ruta al Dios Pan, dios de la fertilidad y de la sexualidad masculina desenfrenada, aunque se sospecha que fue una alucinación producto del extremo calor…

En muchas áreas de la vida, los médicos solemos ser ejemplos de lo que no debe hacerse sin pensar que estamos permanentemente bajo el escrutinio de nuestros pacientes… Tal vez ningún miembro de la sociedad maltrate su salud en forma más imprudente que el médico. Y este aserto lo toma muy en cuenta el enfermo al momento en que le aconsejamos sin verdadera convicción. Una vez que terminen su lectura, pudieran pensar que este editorial está impregnado de falsa modestia porque voy a hablarles de mí mismo. ¿Será el producto de un ataque de pedantería? No lo creo… Después de todo, el atleta aficionado que mejor conozco, soy yo mismo y ello, ¡me confiere algún derecho! Estoy orgulloso de ser un ¨atleta¨, aunque confieso que el adjetivo no deja de sonarme muy exagerado. Desde hace muchos años me he ejercitado persuadido de un beneficio a corto y largo plazo que al mismo tiempo es diversión, ¡qué más convincente que un buen ejemplo!  Hoy día habiendo pasado la cota de los ochenta años le digo a mis pacientes que el deporte ha sido para mí la mejor inversión a largo plazo que alguna vez hice…

El ejercicio me hace sentir bien, me mantiene físicamente activo, mentalmente alerta y emocionalmente estable. Forma parte de un estilo de vida al cual pertenecen también el dormir sin hipnóticos un número adecuado de horas, no fumar, no beber ni comer en exceso, casi nunca repetir, usar el cinturón de seguridad mientras manejo y jamás, pero jamás pensar en jubilarme, pues entiendo que la jubilación no planificada es una condena a la esterilidad y el hastío. El día en que no puedo ejercitarme, mi cuerpo y mi espíritu me lo reclaman y me hacen ver la diferencia.

Cuando realizo mi rutina, pleno mi mente de ideas positivas y oigo las señales que mi cuerpo sabiamente me envía, así que intento interpretarlas y atenderlas, así que podría decirles que muy pocas veces me he extralimitado o lesionado. Para alcanzar mi meta, me fijé un objetivo, comencé con muy poca distancia por largo tiempo, para ir aumentando la exigencia durante meses y años. Mis únicos contrincantes fueron mis debilidades. El primer maratón de la Clínica El Ávila en 1989 me introdujo a la competencia de aficionados, con lo cual vinieron a sumarse mi usualmente solitario entrenamiento, un mayor incentivo y diversión. Visto el beneficio, siempre y con el mayor entusiasmo he intentado interesar a mis cercanos, amigos, parientes, alumnos y pacientes, a tomar para sí mismos, parte del cuidado de su salud, enarbolando el emblema, ¨Si estoy bien, fuerte y controlado, saludable de cuerpo y espíritu, todo a mi alrededor estará bien¨. Mi esposa, mis hijos y nietos, alumnos y pacientes, me han enseñado la gratificación de interesar e iniciar a otros, en aquello que sinceramente hemos comprobado que ha sido bueno para nosotros mismos.

Veo en derredor mío y contemplo al hombre de la ciudad en continuo sufrimiento. Un tormento muchas veces no percibido y manifestado por intemperancia, mal humor, insomnio, excesivo apego al bien material, glotonería, excesos al beber, tabaquismo, enfermándose a sí mismo en una prisa irracional que le lleva en voladillas sin saber adónde va. Entiendo que habiendo pasado de una vida rural, tranquila, apacible y saturada de actividad a la inactividad casi total que trae aparejada la vida citadina, haya perdido el rumbo, alejándose de la promoción de su propio bienestar y de la salud, el bien más preciado. A despecho del llamado que ha venido haciéndose a la población general sobre el beneficio del ejercicio físico cotidiano, muy pocas personas lo han aceptado como hábito de vida ¡Qué lástima!

Presumiendo la buena fe del que se inicia, diversas razones atentan contra su mejor intención: O bien la persona inicia el ejercicio más como una obligación que como una diversión gananciosa; o inicia un plan de entrenamiento sin haber estructurado una estrategia previa, adhiriéndose a un sistema erróneo en el que se fija metas inalcanzables para las cuales debe acceder a niveles de rendimiento muy elevados desde el inicio; o en la búsqueda de su propósito, progresa a una velocidad inconveniente para sólo lesionarse en el intento y abortar la buena voluntad; o en fin, es desinteresado o desestimulado al exagerársele los peligros que entraña el entrenamiento, olvidándose que buena parte de las muertes no ocurren durante la práctica del deporte, sino en la comodidad inmovilizante de un sofá o de una cama.

Para desvirtuar los efectos beneficiosos de los buenos hábitos de vida y en particular el trote, a menudo se traen a colación distorsionados ejemplos, veamos:

Para desvirtuar los efectos beneficiosos de los buenos hábitos de vida, a menudo se traen a colación distorsionados ejemplos… Uno de ellos es el famoso dicho, ¡Llegar a viejo sin vicio, qué desperdicio! Además, veamos el caso de la francesa Jeanne Calment (1875-1997), la persona más vieja conocida quien murió a los 122 años y fue una fumadora empedernida hasta los 117 constituyéndose en la excusa de muchos fumadores. O el otro caso, referido a James Fixx (1932-1984), conocido por su libro »The Complete Book of Running» que muchos adquirimos y adoptamos como artículo de fe llevando a decenas de miles a imitarlo, haciendo de él, el gurú del mundo del trote. Pues bien, había sido un fumador en cadena de cerca de dos paquetes de cigarrillo por día dejando de fumar 17 años antes de morir a los 52 años mientras trotaba en Vermont Convencido de que el ejercicio era un seguro de vida y nunca tuvo ocasión para una revisión médica a pesar de conocer que su padre había tenido su primer infarto cardíaco a la edad de 35 años y fallecido de otro a los 43. La autopsia mostró que la arteria coronaria circunfleja izquierda estaba casi totalmente bloqueada y cerca del 80% de la coronaria derecha se mostraba obstruida, siendo que la nutrición del corazón se aseguraba a través de la arteria descendente anterior que también mostraba estrecheces segmentarias.

Por último, el cubano Alberto Salazar (1958-1982), ganador del Maratón de Boston y luego tres de Nueva York con un mejor tiempo de 2:08:13, sobrepasando la marca de Derek Clayton de 2:08:33 que había estado incólume por 12 años; fallecido por un infarto miocárdico a los 49 años mientras entrenaba, debió ser desfibrilado y tras ocho electroshocks y una suma total de 14 minutos en paro cardíaco, fue sometido a dos cirugías de revascularización miocárdica y terminó muriendo en su ley.

¡Qué muerte más feliz! –pienso- La preferiría una y mil veces a un prolongado lecho de miserias. Indudablemente, quieren los detentores de malos hábitos de vida hacer creer que una existencia disciplinada es una pérdida de tiempo, pues con ella no podemos cambiar en mucho el tiempo que vamos a vivir. Pero prolongar la vida nada significaría si sólo denotara vivir más años con más enfermedades y limitaciones. Debe saberse, sin embargo, que las mismas conductas que pueden agregar años a la vida, igualmente pueden dar a esa vida años de salud, independencia y creatividad.

Es bien conocido que el ejercicio regular y una dieta sana, aisladamente consideradas, reducen el riesgo de adquirir condiciones patológicas potencialmente limitantes o debilitantes como la enfermedad coronaria, diabetes mellitus, obesidad, hipertensión arterial y osteoporosis. Pero, además, el ejercicio físico puede ayudar a mantener a las personas activas a través de un incremento de su fuerza física y psíquica, a temperar el carácter, la capacidad aeróbica, resistencia y movilidad, virtudes corporales que tienden a desvanecerse con la avanzada edad o el mal vivir. Es así como personas viejas que han mantenido tales hábitos de vida a lo largo de los años, a menudo poseen habilidades y salud general mucho mejor que la de individuos con menos años y aún, décadas más jóvenes.

Investigadores de la Universidad de California Los Ángeles estudiaron un universo de 7.000 individuos por espacio de dos décadas. Tomaron en cuenta tres hábitos dañinos indiscutibles: Cigarrillo, abuso de licor e inactividad física. Adicionalmente, tres costumbres que ayudan a identificar a aquellas personas que suelen ignorar su salud: No desayunar, comer entre comidas y dormir menos de siete, o más de ocho horas. También se incluyó el sobrepeso, indicador que refleja el comer más de lo necesario y la ausencia de ejercicio. Los resultados indicaron que un hombre de 45 años que tenían menos de 4 de esas taras negativas o indeseables, vivía un promedio de 11 años más que un hombre de similar edad que tenía más de 5. Algo similar, pero de menor proporción se encontró en las mujeres.

Otro estudio realizado durante siete años en la Universidad de Stanford en California, hizo un seguimiento a 450 trotadores y 330 no trotadores con edades comprendidas entre 50 y 72 años. Luego de ajustar los resultados a la presencia de limitaciones o enfermedades previas al inicio del estudio, se encontró que aquellos que no se ejercitaban, desarrollaban enfermedades limitantes tres veces y media más frecuente que quienes sí lo hacían. Aún aquellos que corrían entre 1.5 y 9 kilómetros por semana, reducían su riesgo casi tanto como los que entrenaban a un máximo. Se dedujo pues, que el ejercicio aún moderado, es capaz de mejorar la calidad de vida a través del mantenimiento de la salud y de la elevación del espíritu a medida que envejecemos. Y no es sólo porque nos mantenga más fuertes y saludables, sino también, porque nos favorece el buen humor. Agregando en este sentido, un grupo diferente de la Universidad de Stanford en forma aleatoria, asignó a 360 sujetos con edades comprendidas entre los 50 y 66 años, la posibilidad de ejercitarse o permanecer inactivos. Luego de tan solo un año, los que se ejercitaron señalaron que el estrés negativo, la ansiedad y la depresión eran mucho menores y mejor tolerados que en el grupo que permaneció inactivo, y estos beneficios tampoco estuvieron en relación con la duración o la intensidad del ejercicio que realizaran.

  • Aún rememoro con añoranza, y todavía busco inútilmente los domingos la columna «Correr es vivir» publicada en el Diario El Nacional por el doctor farmacéutico, locutor y comentarista, Pedro Penzini Fleury (1936-2010), quien falleciera de una variedad de cáncer medular (mieloma múltiple) y a quien tuve la ocasión de atender como consultante en sus últimos meses, causándome asombro que ante cuadro tan triste y doloroso mantuviera siempre una sonrisa, un ánimo esperanzado, optimista y sosegado. Recuerdo haberme cruzado con él mientras trotábamos en las hermosas mañanas del Parque del Este, y pienso que la circulación crónica de endorfinas mantiene la fortaleza de ánimo y el talante tranquilo.

Como si ello fuera poco es bien conocido que mantener buenos hábitos de salud, ayuda a las personas mayores a mantener preservadas sus facultades mentales. Una investigación realizada en 500 residentes de Seattle en Norteamérica durante 35 años encontró, que aquellos que estaban físicamente saludables, en parte por sus buenos hábitos de vida tenían mayores probabilidades de alcanzar los 70 u 80 años activos y con mentes lúcidas. ¿La razón? Se piensa que condiciones patológicas tales como hipertensión arterial, enfermedad arterial coronaria y enfermedad pulmonar del fumador, reducen la oferta de oxígeno al cerebro, asfixiándolo y aún, son capaces de producir pequeños infartos cerebrales silentes o asintomáticos, robadores de bienestar mental. Pero, todavía existiría otra posibilidad: Si nos sentimos tristes o enfermos, es mucho más probable que evitemos el desafío que implica la actividad mental. Y ejercicios mentales, pueden ayudar a preservar una mente saludable de la misma forma que el ejercicio físico protege al cuerpo.

Nuestro sistema inmunitario, o dicho en palabras simples, la eficiente policía que reguarda nuestra integridad, momento a momento en fiera pero imperceptible batalla, destruye virus, bacterias, protozoarios y hongos que nos invaden desde el entorno. También es cierto que nuestro organismo es depositario de células descarriadas que se han transformado en cancerosas. Un sistema inmunitario robusto las identificará, las reconocerá como invasoras y destruirá esas células subversivas antes de que puedan multiplicarse y transformarse en tumores malignos. En teoría, el ejercicio físico puede disminuir el riesgo de cáncer a través de un fortalecimiento del sistema inmune.

Al menos tres grandes estudios observacionales que comprendieron más de 17.000 almas durante más de 16 años, ha dado soporte a esta teoría. Uno de ellos, del Instituto de Investigación Aeróbica de Dallas halló que las posibilidades de adquirir un cáncer fatal fueron 65% menor en hombres que se entrenaban moderadamente y 84% menor en los muy entrenados que en los sujetos sedentarios. El segundo estudio proveniente de las Universidades de Harvard y Stanford, encontró que hombres muy activos y moderadamente activos, desarrollaban un cáncer un tercio menos que las personas inactivas. Si bien estos hallazgos podrían tener que ver con una alimentación balanceada y otros hábitos saludables de los hombres más activos. Un tercer estudio del Instituto Nacional de Cáncer de USA tomó en cuenta esas posibilidades. Luego de controlar los hábitos de salud que pudieran influenciar el riesgo de cáncer, encontraron que éste era aún 39% más bajo entre hombres moderadamente activos y 23% en mujeres de hábitos similares que entre hombres y mujeres inactivas. Este decremento en la susceptibilidad de desarrollar cáncer en un deportista, puede también en teoría ser debido a más que una fortificación del sistema inmune. Es bien conocido que el ejercicio favorece la evacuación intestinal diaria, por tanto, ayuda a eliminar con mayor rapidez las sustancias cancerígenas que ingerimos especialmente con dietas malsanas, reduciendo su estancia en nuestro cuerpo y reduciendo así la posibilidad de cáncer del colon. Además, tiende a reducir moderadamente los niveles de estrógenos en la mujer, conocido favorecedor de un cáncer de la mama, y de la testosterona en el hombre, que estimula el crecimiento de un cáncer prostático.

En conclusión, nunca he admirado –que sí respetado- a una de esas personas que, sentada en el banco de un parque con dos perros calientes a la diestra y seis latas de cerveza a la siniestra, exhibiendo una extra-llanta colgando por encima del cinturón, observa sudorosos caminadores o trotadores que pasan frente a él. NO me agrada gratificarme de esa manera. Tampoco necesito tomarme dos tragos de güisqui para acallar la tensión interior que a veces me embarga, cuando puedo alcanzar mi toque de luz con un opioide un centenar de veces más potente que la morfina y en forma perfectamente legal… Me refiero a la euforia inducida por el ejercicio: Se ha determinado que las personas que se ejercitan vigorosamente por un período de unos doce minutos, liberan en sus cerebros sustancias naturales llamadas betaendorfinas, analgésicos naturales que al mismo tiempo elevan notablemente la sensación de bienestar. Las endorfinas son parte de esa gran familia de neurotransmisores, que son facilitadores bioquímicos responsables de la información entre los cien billones de neuronas o células contenidas en nuestro cerebro.

Las neuronas disparan impulsos electroquímicos a diversas frecuencias para estimular la liberación de los neurotransmisores que incitan a otras células a activarse. Cuando la armonía domina la relación entre unas y otras, se envían mensajes bioquímicos específicos a diversas partes del cerebro para inducirnos a realizar acciones como hablar, mirar, tragar, etc. Caminar vigorosamente o trotar durante cuarenta y cinco minutos o más tiene como efecto beneficioso producirnos euforia. Esta euforia quizá represente un efecto colateral del esfuerzo realizado en nuestro cuerpo para ayudarnos a sobreponernos a un elevado nivel de estrés positivo: El ejercicio físico. Si bien el cuerpo humano no fue diseñado para correr maratones, sí fuimos creados para correr cortos trechos como medio para escapar de animales salvajes u otros hermanos trogloditas blandiendo sus macanas. Mediante la secreción de betaendorfinas en conjunción con la adrenalina, nuestro cuerpo pudo en el pasado y puede en el presente, desarrollar extraordinarias proezas cuando fuere necesario. La euforia del corredor es la manera como nuestro cuerpo se adapta a la condición anormal de un estrés sostenido para mantener un equilibrio interno.

 

Durante el ejercicio liberamos en forma constructiva nuestra hostilidad, nos desembarazamos de tensiones internas con potencial de enfermarnos, elevamos nuestra sensación de bienestar, oxigenamos hasta el último rincón de nuestro cuerpo, acondicionamos nuestro sistemas cardiovascular y respiratorio para tolerar niveles de exigencia inesperados, fomentamos el sentimiento de auto-estima y auto-confianza, en fin, nos alejamos del polo tanático de la existencia para acercarnos al polo erótico de la vida. Sin olvidar esa ¨ausencia presente¨ qué es la muerte, celebremos cada día la vida con alegría, salud, felicidad y bienestar…

Así que continuaré ejercitándome en forma cotidiana como mi personal terapia preventiva y curativa, trotaré siempre mirando al frente y nunca al suelo, donde mis despojos habrán de yacer, perseveraré en mi intento de proporcionarme alegría, sensación de bienestar y sanación preventiva, y al mismo tiempo proseguiré recomendando a mis cercanos: familiares, amigos, alumnos y pacientes, los beneficios a largo y corto plazo de buenos hábitos de vida, pues no nos enfermamos por azar, llegamos a estar enfermos por lo que hemos hecho a nuestro cuerpo por nuestra manera de vivir y por aquellos hábitos convenientes que hemos dejado de incorporar en nuestras vidas…

 

rafaelmuci@gmail.com

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