Elogio de la mujer médica: A la zaga de Agnódice…

 

Hoy viernes 10 de marzo de 2017, se conmemora el natalicio del doctor José María Vargas; es el día del médico y de la médica también. Sea este un tributo a las médicas, su presencia, su persistencia, compañía y a su coraje…

Se le atribuye Agnódice (300 a.C.) la práctica de la medicina en la antigua Grecia en un momento en que la legislación ateniense prohibía a las mujeres ejercer legalmente la ocupación, lo que creaba problemas entre las embarazadas y parturientas que no querían ser auxiliadas por hombres. Algunos cuestionan la posibilidad de que ella fuera una figura histórica pues muy poco se sabe acerca de su vida, como no sea la información suministrada por Hyginus, un autor latino del siglo I.

En el segundo tomo de sus Cartas eruditas y curiosas, el fraile Benito Jerónimo Feijoo (1676-1764) escribe que «las hembras más disolutas, cuando llega el caso de ponerlas por algún delito grave en la tortura, sienten más de la desnudez que los cordeles». Así que Agnódice, ya condolida de esta calamidad de su sexo, ya por sentir en sí una vehemente inclinación y gran pasión hacia la ciencia médica, resolvió vulnerar la ley para cuyo efecto, cortándose el cabello y utilizando vestimenta de hombre fue capaz de convertirse en un estudiante del famoso médico alejandrino, Herófilo de Calcedonia (335 a.C.- 280 a. C.) – a quien se atribuye la primera autopsia-, de quien no era conocida.

Después de terminar sus estudios, con especialidad en el arte de obstetricar, ella escuchó a una mujer gritando en la agonía del trabajo de parto y fue en su ayuda. La mujer, pensando que Agnódice era un hombre le negó que la tocara. Sin embargo, Agnódice levantó su ropa y reveló sus atributos de mujer. De allí en adelante las féminas permitieron que Agnódice –quien en secreto les exponía su secreto-, las tratara. Cuando los médicos masculinos descubrieron que sus servicios no eran más buscados, en el Aerópago acusaron a Agnódice de seducir y de ilícitas intimidades con sus pacientes, así que las mujeres fingían enfermedad para conseguir visitas de Agnódice.

«Cuando Agnódice fue llevada a juicio, fue condenada por los hombres más sobresalientes de Atenas. En este momento, sus propias esposas se involucraron en el asunto. Según Hyginus, argumentaron que, » los hombres no eran sus cónyuges sino sus enemigos, puesto que ellos estaban condenando a quien había descubierto la salud para ellas». El argumento de las mujeres prevaleció y la ley fue enmendada para que las mujeres libres pudieran estudiar medicina».

 

En Antiqua Medicina se comentó la leyenda de Agnódice señalando que, «… es muy poco probable la historia que narra Hyginus se base en hechos reales». Sin embargo, los arqueólogos han desenterrado una serie de figuras identificadas como la mítica mujer Baubo. Según la leyenda griega, divertía a la diosa Démeter tirando hacia arriba su vestido sobre su cabeza para exponer sus genitales. Puede ser que la historia de Agnódice sea simplemente una explicación para tal figura. En el escrito se observó que el nombre en sí mismo, Agnódice, se tradujo en griego antiguo para significar «casta ante la justicia,» una forma que «no es infrecuente en la literatura griega».

Sea o no que su leyenda se base en un hecho real, es una que el mundo de la medicina ha aceptado durante mucho tiempo. Así, Agnódice se recordará como la primera mujer ginecóloga y partera. Admirable mujer si pensamos que aún en 1900 todavía se miraba con sorna y desprecio a las mujeres que anhelaban su ingreso en una escuela de medicina.

Según la mitología, Démeter se encontraba de profundo luto por la pérdida de su hija, Persphene, que había sido secuestrada por Hades. Tan profundo fue el dolor de Deméter que renunció a sus deberes de diosa de traer fertilidad a la tierra. Todo el mundo intentaba desesperadamente consolarla y animarla, pero ella se encontraba muy triste. Entra en escena Baubo, diosa del regocijo. Las dos mujeres comenzaron a conversar y la segunda, con gran humor, hacía atrevidas observaciones. Démeter comenzó a sonreír. Baubo, salió fuera bajo un cielo azul pleno, se levantó la falda y mostró a Démeter su vulva. Riéndose cordialmente, Démeter fue capaz de salir ella misma de su tristeza y comenzó a actuar para recuperar a su hija. Baubo le salvó el día…

Es muy linda y aleccionadora la historia de las pioneras médicas en el país: La primera mujer en realizar estudios completos de medicina en el país fue Sara Rosa María Bendahan, nacida en Guatire, Estado Miranda, el 28 de febrero de 1906. Habiendo finalizado sus estudios en 1930, por conflictos personales muy dolorosos no se recibió hasta el año 1939, cuando presentara su tesis doctoral intitulada El diagnóstico de la Apendicitis. Contribución al estudio de la variedad retro-cecal.

Es de justicia también recordar a las doctoras Virginia Pereira Álvarez, poetisa y narradora, la primera mujer que intentó los estudios médicos en Venezuela, pero que posteriormente los concluyó en Filadelfia, Estados Unidos en el Woman’s Medical College of Pensylvania en 1920 y luego vino a trabajar con el doctor Arnoldo Gabaldón en el tratamiento de la malaria, y Lya Imber (1914-1981), nacida en Odessa, Ucrania, titulada el 31 de julio de 1936. Se dedicó al niño enfermo y fue una de mis recordadas profesoras de pediatría en el Hospital de Niños, José Miguel de los Ríos; igualmente fue la primera mujer electa como Miembro Correspondiente Nacional de la Academia Nacional de Medicina en 1981. Fallecería dos meses después.

Aunque no fueron médicas, mencionaremos a las pioneras hermanas de San José de Tarbes, 18 en total, que trajeron al país un nuevo estilo de enfermería y asistencia hospitalaria. Dirigidas por la Reverenda Madre Saint Simon, llegaron a La Guaira, Venezuela, el 13 de junio de 1889, desde Cantaous (Francia), para ocuparse de los enfermos del Hospital Vargas de Caracas y de otros hospitales, y también de la enseñanza en medio del ímpetu modernizador de la asistencia hospitalaria promovida por el Gobierno de Juan Pablo Rojas Paul. Bajo el nombre de Hermana Josefina se encontraba una tía de Graciela, mi esposa: su real nombre, Rafaela Arocha persona de fuerte temperamento quien soñaba con casarse y rechazaba la idea de ser monja, pero sin explicaciones, allí terminó…

Para entonces se realizaba en el Vargas atención obstétrica. Mi hermano Fidias Elías me hizo conocedor de una heroína, la partera Domitila Rodríguez, quien ejerció su oficio en sus salas entre 1918 y 1939 y me hizo conocer el famoso signo llamado de ¨Domitila¨, o la emisión de un escíbalo o heces fecales en el momento de la coronación del feto, evidencia de que no se había aplicado un enema evacuatorio antes del parto…

 

Cuando los estudios médicos eran otros y transcurrían apaciblemente, tuve compañeras insignes, batalladoras, lo que hoy día llaman guerreras, apasionadas del saber, muchas de las cuales compartían sus trasnochos entre estudios y las faenas del hogar; no sé cómo lo hacían; no sé cómo lo hacen muchas mujeres, tal vez por el convencimiento y la pasión de ser mujer… Muchas se destacaron en la profesión, otras llegaron hasta donde pudieron llegar con la frente en alto. Así, más tarde acumulé alumnas y más alumnas, estudiantes de pregrado y graduadas, bastantes destacadas, responsables y estudiosas. No podría mencionarlas porque han sido muy numerosas, pero si así fuera, no quisiera que ninguna se quedara fuera, así que mi cariño, mi admiración y mi respeto a la mujer médica venezolana…

Hay algo, sin embargo, algo que me inquieta, me produce desazón y profunda lástima. Algunas de estas médicas que transitaron por los pasillos de nuestros hospitales, que vieron de cerca la miseria sostenida de los galeotes en los hombros de los más pobres y mugrientos, que, en su momento, sufrieron y se sintieron mal por ellos, pero luego por juego del destino se pasaron a las filas de la revolución bolivariana y allí, donde y cuando pudieron hacer algo por cambiar o aminorar la minusvalía de esos venezolanos, no lo hicieron… no lo hacen. María Lourdes Urbaneja Durant, María Eugenia Sader Castellanos, Isabel Iturria, Nancy Pérez Sierra y Luisana Melo Solórzano, ministras de salud durante la oscurana comunista, pronto en sus cargos abjuraron del Juramento de Hipócrates, de Maimónides (Rabí Moshé ben Maimón) y de Razetti que una vez hicieron; se volvieron ciegas antes la realidad que taladraba sus retinas,  sordas ante el clamor de los desvalidos y mudas ante su deber de denunciar, y se aliaron con la mentira, y a pesar de que el barco de la revolución hace aguas por todas partes, aún no oyen las campanas tocando a rebato y apoyan las embustes de la mediocridad con aprobaciones de cabeza durante concentraciones de gentes llevadas a juro.

¿Dónde estaban ustedes cuando la malaria progresaba sin control?

Así se expresó el villano, ni una mentira más ni una menos:

>> Venezuela aboga por mayor protección de DD.HH. ante la ONU

«La salud, hay que decirlo un millón de veces, no puede ser una mercancía. Tenemos que construir un sistema de salud con una doctrina de servicio humano. Tenemos que construir un sistema que vaya integrando todas las capacidades, para todos y de todos, un sistema incluyente, socialista y humanista», instó el presidente el viernes 10 de marzo.

Basta verlas sonrientes y despreocupadas ante la catástrofe que se ensaña frente a sus ojos. Por una de ellas que tuve de alumna, me consta que no todas son lerdas o incapaces de comprender, o que en algún momento no hubiera aspirado al mérito académico; sin embargo, ahora resulta que amparan a los menos preparados en sus carreras universitarias y sin decirlo, apoyan la farsa, la oferta engañosa para producir en serie barberos que presumen de médicos: ¨382 nuevos médicos especialistas en diversas áreas de la salud¨; no les preocupa que estos ¨médicos a palos¨ por seguro que tendrán un pobre desempeño, hijo de su mediocre preparación. ¡Hasta dónde se han envilecido!

Pero descenderá un San Miguel implacable desde los cielos para alancear una vez más a Lucifer, simbolismo no sé si de los desposeídos que claman por justicia o de los arrepentidos que tratarán de salvar sus cabezas…

Elogio de la sinceridad…

 

De mi memoria surge una anécdota de cuando estudiaba sexto año de medicina, o sea, cuando falsamente creía que ya estaba cocinado y listo para salir del horno… Aunque por mi inmadurez y timidez –que me hicieron sufrir tanto- nunca fui una persona ¨echona¨, mi dedicación al estudio y los frecuentes halagos de mis profesores y de mis compañeros de curso –tantas veces exagerados- parecían indicarme erróneamente que podría intentar navegar sin astrolabio ni brújula en las aguas procelosas de la práctica médica… Y siendo que el error es humano, mi pobre ego se hinchaba y se inflaba con tanta lisonja… Un fuerte golpe a mi narcisismo que me obligaría a poner los pies en tierra entonces surgió…

Cierto día, atendí en la consulta externa de medicina del Hospital Vargas de Caracas a un viejecito flaco y desmirriado, con despoblada barba de enfermo que en su palidez pajiza le daba un aspecto de hueso con hormigas; un paciente de esos a quien podrían contársele las costillas en el pecho y las apófisis espinosas en su espalda, sin bola de Bichat y de abdomen excavado donde se apreciaba el peristaltismo intestinal, vale decir, las tripas reptando como culebras bajo el escaso panículo adiposo abdominal que su autofagia le imponía. Mi primera visión, tal como se verá, muy prejuiciada, me hizo pensar en que tenía un avanzado cáncer del estómago. Y así, con aquella preconcebida y prejuiciada idea en mente procedí a interrogarlo, a examinarlo y a hospitalizarlo en la sala 7 del Hospital Vargas de Caracas, asiento de la Cátedra de Medicina Interna y servicio de Medicina 2 donde realizaba mis estudios.

Mi amigo ¨Cabeto¨ (1934-2013) y el doloroso descubrimiento de mi prepotencia…

No pasó mucho tiempo cuando se me acercó el doctor Carlos Alberto Moros Ghersi (1934-2013), a quien me daba el lujo de llamar ¨Cabeto¨… Y no era por insolencia ni por afán de igualarme. Resulta que los tres hermanos Moros: Carlos Alberto, Eulogio y Morelia, y mi hermano Fidias Elías eran compañeros del curso que se graduó de Médicos Cirujanos en 1958 bajo el epónimo del bien recordado maestro, doctor Leopoldo Briceño Iragorry (1908-1984)…

La lista de asistencia rezaba así, monótona como todas las listas: Moros, Moros, Moros, Muci; seis años de convivencia, de hermandad, de ligazón espiritual… La atadura emocional de la amistad sincera hacia mi hermano había sido trasladada in toto y vis a tergo hacia mi persona. Me trataba y siempre me trató con extremado afecto y consideración. Luego del ingreso, él había conversado con el viejecito y también le había examinado con esmero. Nada de lo que yo había asentado en el papel acerca de sus síntomas y signos era cierto… Toda aquella reláfica escrita con letra legible, en tinta china y subrayada con tintas de color según su importancia, no era otra cosa que una invención no intencionada de mi prejuicio, una especie de alquimia de mi prepotente ego, un espejo de mi ligereza listo para fragmentarse en mil pedazos, afortunadamente…

Todo aquello pudo haberse quedado así, y él, no decirme nada… Sin embargo, como si limpiara una fina y delicada porcelana de Lladró, se acercó cauteloso y me habló con tacto y sinceridad, exponiéndome mi equivocación, el porqué de mi erróneo juicio clínico y los correctivos para evitarlo. Lejos de estrujarme en la cara mi desacierto quiso darme una lección que nunca más olvidaría: Que las primeras impresiones pueden ser opacas, resbaladizas o simplemente ¨primeras impresiones¨ y que pueden conducirnos a la ofuscación o al yerro; que el aprendiz, ante su gran carga de ignorancia, suele recurrir a clichés mentales, como aquel de, ¨pupilas isocóricas, regulares y centrales que responden bien a la luz y a la acomodación¨, siendo que el ¡20%! de las personas normales tiene una anisocoria fisiológica -también llamada central-, una pupila más dilatada que la otra no mayor de un milímetro…

En otro momento escribí acerca de mis prejuicios en el Boletín Virtual de la Academia Nacional de Medicina 5:49, enero de 2013 y al que intitulé, ¨Las enseñanzas de Misia Chucha y Misia Virginia¨. Por eso enseño a mis alumnos y siempre haciendo referencia previa a esa, la lección de Cabeto que dio en el blanco de mi narcisismo y me hizo más humano y centrado… Su sentida muerte en la flor de su práctica hizo perder a la medicina venezolana y en especial a la medicina interna, a la Sociedad Venezolana de Medicina Interna y al American College of Physicians Región Venezuela,  uno de sus más ilustres ornamentos.

Y así, luego de atender a un enfermo, no importando si se trata de un cuadro viral febril o un ¨ACV¨, una parálisis facial o una ¨hernia discal¨, me pregunto y  enseño a mis alumnos a preguntarse: ¿Cuál sería la primera pregunta que deber asomarse a sus mentes…? Solo una y es esta, ¿tiene este paciente realmente una virosis, un accidente cerebral, una parálisis facial o una hernia discal, o una condición que lo simula…? Pienso que esa pregunta puede ser un antídoto contra el yerro que nos hace pensar y dudar de una primera impresión…

«Cabeto» Moros luego sería un todo maestro de la medicina interna, especializado en la Universidad de Londres en radiología cardiovascular con el profesor Keith Jefferson, profesor titular de la UCV, master y gobernador del Capítulo Venezuela del American College of Physicians, director de la Escuela José María Vargas, Decano de la Facultad de Medicina de la UCV, senador de la República y rector magnífico de la Universidad Central de Venezuela, pero ante todo, un amante del humilde enseñar sincero y directo… Aupado por el compromiso y el amor al país, hasta allí llegó mi amigo y el recuerdo luminoso que me dejó sigue flotando a diario en mis acciones…

Otras dos personas en el pasado reciente me lo hicieron saber directamente y sin anestesia, fueron los doctores académicos de medicina Augusto León Cechini. (1921-2010) y José Miguel Avilán Rovira (1922-2014) -«la letra con sangre entra»-: el primero, en ocasión de corregirme mi primer libro y encontrar una aburrida cantidad anglicismos, horrores y términos por mi inventados en un proyecto de libro sobre Fondo del Ojo: la reprimenda considerada y afectuosa me hizo ser más atento, serio y veraz, emplear siempre el diccionario de la RAE, el diccionario de sinónimos y antónimos y otros que se despliegan frente a mi vista, algo más allá del computador; el segundo, al deshacer los yerros en los trabajos que enviaba para ser publicados en la Gaceta Médica de Caracas cuando él era su director. Mucho aprendí de ambos, siempre se los agradecí y siempre les hice saber de mi agradecimiento y del por qué…

 Y es que la sinceridad no es propia de nuestra cultura porque nuestros amigos prefieren no hablarnos claro por temor a perdernos, no sea que no nos guste la claridad y nos enoje la verdad. Es como  cuando uno tiene un moco pegado a la corbata o asomado en una narina y lo deslucimos al pasearnos orondos entre corrillos en una reunión –permítaseme lo prosaico y el mal gusto-… casi nunca hay alguien capaz de llamarnos disimuladamente a un lado para decírnoslo con franqueza y suavidad; por el contrario muchos antes bien, voltean la cara y nos dejan de lado con prisa como si fuéramos apestados…

Para ser sincero también se requiere «tacto», esto no significa encubrir la verdad o ser vagos al decir las cosas. Cuando debemos decirle a una persona algo que particularmente pueda incomodarla principalmente debemos ser conscientes que el propósito es «ayudar» o lo que es lo mismo, no hacerlo por despecho, enojo o porque «nos cae mal», eso tiene otro nombre, y no es el de sinceridad, aunque lo que digas no falte a la verdad. Hay que encontrar el momento y lugar oportunos, esto último garantiza que la persona nos escuchará y descubrirá nuestra buena intención de ayudarle a mejorar.

La sinceridad, debemos enfatizar es un valor que no debemos esperar de los demás; antes bien, es un valor que debemos ejercer con todos para tener sinceros amigos y para ser dignos de confianza. La premisa de este aserto es ir siempre con la verdad; sabemos que no es sencillo ni fácil pero basta con ejercerla con sabiduría y tacto para saber que cuesta más de lo que creemos.

La sinceridad no sólo trasluce en las palabras, sino que también se demuestra por medio de nuestras actitudes. Cuando aparentamos ser lo que no somos, sea en cuanto a edad, trabajo, inteligencia o amistad, tendemos a aparentar lo que no somos -más jóvenes, más despiertos, más inteligentes, o más educados-. Si se descubre la gran mentira que hemos hecho creer puede aplicársenos el refrán: «Dime de qué presumes… y te diré de qué careces» y entonces se produce una gran desilusión ya que se pierden las esperanzas de lo que la persona en realidad no es. También indicar que «decir» siempre la verdad con palabras es una parte de la sinceridad, porque también debemos «actuar» acorde con la verdad que propalamos.

Para ser sincero se necesita tener mucho «tacto» y ello significa que cuando debemos decirle a una persona la verdad de lo que pensamos y esa verdad podría incomodarla, debemos utilizar las palabras, las expresiones correctas ya que el primer propósito es «ayudar» y el cómo decirlas son necesarias para que la persona escuche y vea que lo que se le dice va con buenas intenciones y sin ánimo de ofenderle.

La sinceridad también requiere valor ya que, a la hora de decir la verdad a un amigo, por ejemplo, el no decirla no podría justificarse por el hecho de perder una buena amistad o por el concepto que se tiene de la persona. La persona sincera siempre dirá la verdad, en todo momento, aunque le cueste, sin temor al qué dirán. Ya que vernos sorprendidos mientras mentimos es aún más vergonzoso.

Otro que exhibía un tacto desmesurado pero no por eso dejaba de decirme lo que tenía que decirme, fue el doctor Darío Fuenmayor-Rivera, admirado médico oftalmólogo, hermano querido, compadre sin ser mi compadre, y quien en muchas ocasiones me dijo verdades dolorosas que siempre estaban imbuidas de respeto, bien acerca de mis diagnósticos oftalmológicos o de mis impresiones acerca de una  angiografía fluoresceínica, y aun en aspectos de mi vida personal.

En su homenaje acerca de él escribí el 17 de junio de 2014…

 

«Doctor Darío Fuenmayor-Rivera (1934-2014)»

Ha fallecido confortado con los mimos de su familia, el último caballero de la oftalmología venezolana…

¨Vive de modo tal que cuando tus hijos piensen

en justicia e integridad, piensen en ti…”

Jackson Brown, Jr.

«Me apresuro a escribir lo que mi alma me dicta… Mi tristeza no tiene límites, la mañana de hoy murió mi cercano hermano de afectos. Se fue con la sencillez que marcó los pasos de su fructífera vida, sin algarabías ni estridencias, sin remordimientos ni odios, sin cuentas por saldar y con el precioso haber del deber cumplido. La oftalmología venezolana está de cerrado luto.

Con él se ausenta definitivamente un maestro de la oftalmología latinoamericana, profesor insigne a pesar de no haber pertenecido –como le correspondía en propiedad- a la planta de profesores del posgrado de oftalmología de alguna prestigiosa universidad nacional. Aun así, motu proprio, con decisión y compromiso se las ingenió para enseñar y dictar cátedra, y mire que lo hizo a diario a plenitud, pedagógicamente y ameno, lo hizo muy bien, en múltiples escenarios y con la humildad y su sapiencia proverbial, esas que siempre le arroparon…

Nos graduamos juntos en 1961 en la Universidad Central de Venezuela y él, pronto se fue a la Argentina donde en Córdoba, fue acogido por el doctor Alberto Urretz-Zavalía (1920-2010) oftalmólogo de recio carácter, que supo siempre reconocer su valía y su indeclinable dedicación al trabajo sin pausa, al estudio serio y a la adopción de cada paciente como una causa.

Siendo que mi camino fue el de la medicina interna, me alejé de él por algún tiempo… En algún momento, cuando me interesé por el ojo como escenario privilegiado de la enfermedad sistémica, buscando alguien que me apoyara, cuando tantas puertas me fueron cerradas en la cara y duras recriminaciones se me hicieron por ser intruso en una especialidad de la cual no formaba parte, en ese momento preciso, nuestros caminos de nuevo se cruzaron. Me abrió su corazón y su ciencia sencilla, me acogió y me relacionó con otros oftalmólogos y más aún, a través del contacto con el profesor doctor Rafael Cordero Moreno fui catapultado a San Francisco de California para mi entrenamiento posdoctoral en neurooftalmología.

Portando 2 pantallas, dos proyectores de diapositivas, numerosos carruseles, muchos metros de cables y cientos de fotografías del fondo ocular y angiografías, viajamos como «cuoteros» en su camioneta por todo el país regalando nuestra mercancía, impartiendo cursos de angiografía fluoresceínica de la cual fue el verdadero pionero y el más comprometido en Venezuela; de todos sus oyentes, el que más provecho sacó fui yo, ya que siendo siempre de lento aprender, de mucho oírlo tantas veces terminé por aprender de su ciencia sencilla y nítida.

Fue presidente de la Sociedad Venezolana de Oftalmología y de la Asociación Panamericana de Oftalmología, organizador de congresos, colaborador permanente del Curso Básico de Oftalmología de Puerto Rico, «Dr. Guillermo Picó Santiago», charlista excelso él mismo… y además, cultor de la voz del arrabal: cantante de tangos hasta no hace poco; no se hacía de rogar para brindar su arte: una voz, un sentimiento y una pasión que hasta Carlitos, el zorzal criollo le hubiera envidiado…

Darío fue un hombre de muy rectos procederes, nunca hizo de la profesión un comercio, fue un ciudadano de bien, un médico meticuloso, respetado y compenetrado con el dolor de sus pacientes, un estudioso consuetudinario, jovial y fácil de tratar, nunca quiso ser lo que no era y sus pacientes le respetaban, le amaban y jamás le acusaron de cometer un acto contrario a la moral o a la ética. A menudo conversaba con él y le pedía su opinión y consejo en áreas de la oftalmología que no conocía con suficiencia; no me hacía sentir mal por mi profunda ignorancia y dispuesto, con el tacto de quien no quiere herir al que sabe menos, me regalaba sus saberes.

Darío nunca hubiera cohonestado la cirugía de cataratas en ojos 20/20 por la Ꞌeventualidad futuraꞋ del endurecimiento de su núcleo; no le hubiera importado perder al paciente por el recurso siempre esgrimido de que si él no lo operaba, otro lo haría. Tampoco cohonestaría realizar cirugías refractivas en ojos présbitas, especialmente cuando me decía que no conocía ningún colega suyo que hubiera permitido que se las dejaran hacer a sí mismos… Su actitud ponderada, íntegra y sabia siempre contrastaba con la del montón, recordándome a mi admirado Sherlock Holmes al advertir en ¨La banda de los lunares¨: ¨Cuando un médico obra mal, se convierte en el peor de los criminales: tiene sangre fría y posee los conocimientos necesarios¨. En una sociedad envilecida, moralmente contrahecha, encubridora a ultranza, que no controla ni protege, que no aplica la ley ni castiga al culpable de un delito, todos tenemos patente de corso para ejercer la laxitud en nuestros procederes y ejecutorias sin que los organismos societarios o gremiales practiquen la vigilancia de las formas de hacer de sus agremiados.

La lejanía nuevamente me separó de su presencia, pero conversábamos a menudo y sentía en sus palabras un dejo de saudade por sus pacientes, por la patria lejana, por sus amigos de siempre. Pero invariablemente prudente y reservado, parecía no querer expresar su honda pena. Pero así era él, y en esa ley dejó este mundo…

Con fuerza ineluctable, Átropos cortó el hilo de su vida… Y fue así como hoy,  14 de junio de 2014 imperturbable, seccionó la brizna que sujetaba su existencia, y de su cuerpo entelerido se elevó su alma a los reinos ignotos donde el dolor ya no existe y la virtud se premia… Lugar ese desconocido donde su cuerpo gozará del merecido descanso eterno, único genuino adecuado a la fatiga de una vida intachable. Con Darío se cumple la pretensión horaciana de ¨no morir del todo¨, pues los médicos y hombres grandes continúan viviendo a través del recuerdo y agradecimiento de sus amigos y de sus pacientes…

Gladys, su querida Gladys, siempre a su lado, atendiéndole y cuidándole; amor de sus amantísimos hijos y nietos también recibió a raudales; respeto, la consideración y la admiración de sus cercanos amigos y colegas también tuvo en demasía, pero nunca se vanaglorió de cumplir con ese sagrado deber de enseñar al que no sabe y aprender de quien sabe más. Para todos los que le quisimos mi muy sentida palabra de pésame y una lágrima por su recuerdo…

Para ti Darío, querido amigo y hermano, un sincero hasta luego y un espérame que en cualquier momento nos vemos…»

 Decía don Gregorio Marañón y Posadillo (1887-1960), el Hipócrates español, “Debemos declarar heroicamente que el médico no sólo puede, sino que a veces, debe mentir. Y no solo por caridad, sino con el más riguroso criterio científico”, pues con relación nuestro oficio, la ¨mentira piadosa¨ puede y debe emplearse cuando sabemos que un paciente no tolerará la verdad que en ese momento consideramos verdadera, pero ojo, es bueno aclarar que es ¨nuestra verdad¨ -que no siempre el LA verdad-, por ello, debemos siempre esperar el momento oportuno, ese cuando sintamos que ahora sí nuestro paciente puede digerir parte de ella o tal vez toda ella. El pretendido respeto a la independencia del enfermo y su derecho de conocer la verdad muchas veces solo logra destruir las defensas emocionales del paciente para entregarlo a la saña de su dolencia: la demanda médica conspira para hacernos más fríos y calculadores.

El mostrarnos «como somos en realidad», nos hace congruentes entre lo que decimos, hacemos y pensamos, esto se logra con el conocimiento y la aceptación de nuestras cualidades y limitaciones. Al ser sinceros aseguramos nuestras amistades, somos más honestos con los demás y a la vez con nosotros mismos, convirtiéndonos en personas dignas de confianza por la autenticidad que hay en nuestra forma de comportarnos y nuestras palabras.

A medida que nos vamos haciendo más mayores, la sinceridad debe ir en aumento y debe convertirse en un elemento básico para vivir nuestra vida con auténtica plenitud y sinceridad.

Cabe enfatizar que «decir» la verdad es una parte de la sinceridad, pero también «actuar» conforme a la verdad, es requisito indispensable.

Ser sincero, exige responsabilidad en lo que decimos, evitando dar rienda suelta a la imaginación o haciendo suposiciones.

 

Elogio de la entrega…

Pobre rico país pobre… De acuerdo a Pitágoras de Samos, de la armonía surgirá del caos

 

Y a rastras como las ratas pasaron más de tres lustros oscuros, tiempos amenazantes, tormentosos, intransigentes y difíciles para unos; paradójicamente y presenciando la destrucción del país, bienvenidos para otros; la patria se polarizó en dos toletes; nos dividimos como si fuéramos enemigos viviendo bajo un mismo sol, bajo una misma historia, bajo una misma bandera; pero parecimos ignorar que los opuestos son lo mismo, difiriendo sólo en el grado, y sabedores que los pares opuestos pueden ser reconciliados; aunque el amor y el odio son considerados antagónicos, situados en antípodas, el uno al otro enteramente diferente e irreconciliable, en la realidad no lo son. Ambos son designaciones aplicadas a los dos polos de una misma cosa.

Solamente odiamos aquello que amamos o hemos amado y nunca podremos odiar lo que nunca hemos amado. En una escala donde amor y odio antagonizan, en cualquier punto donde comencemos encontraremos más amor, o menos odio, conforme ascendemos la escala; y más odio o menos amor conforme descendemos. Soy optimista, fusionaremos voluntades en medio de la bulla que nos aliena, la calma renacerá y reconstruiremos un mejor país con el auxilio de mucha de la fuerza que aún nos queda, la de nuestros hijos, la esperanza de nuestros nietos y el recuerdo de nuestros padres…

Los antecedentes históricos de la medicina venezolana establecen cuatro etapas de evolutivas que incluyen, su fundación, reforma, transformación y modernización; pero me he permitido adicionar dos etapas más, una que llamo de involución de la medicina pública (con un correlato de avance en la medicina privada), y la etapa actual –incomprensible- que he calificado de entrega a una nación extranjera.

La primera etapa, correspondiente a la fundación, se inicia en 1763, años antes de la existencia de la Capitanía General de Venezuela que se decreta en 1777, con la creación de la Cátedra de Medicina en la Universidad Real y Pontificia de Caracas; y luego con la institución del Protomedicato, ambos debidas al empeño y decisión del ilustre médico mallorquín, Lorenzo Campins y Ballester.

La segunda etapa, correspondiente a la llamada reforma, es liderada por el doctor José María Vargas, quien en 1827 se convierte en el primer rector seglar de la republicana Universidad Central de Venezuela. Vargas se erigiría en el reformador de los estudios médicos. Con él se inicia la medicina científica, y quedan echados los cimientos para su ulterior desarrollo.

La tercera etapa es la de transformación. Comienza en 1891 y está determinada por tres hechos fundamentales; a saber, la inauguración del Hospital Vargas de Caracas ese mismo año; la fundación de las cátedras experimentales de Fisiología, Histología y Microbiología; y la creación del Internado y Externado hospitalarios. Siete visionarios colman esta etapa: Elías Rodríguez, rector de la UCV para la fecha; Luis Razetti alma y motor indiscutible de esa transformación; José Gregorio Hernández, fundador, regente y sostenedor de esas tres cátedras a lo largo de 28 años; y cuatro grandes clínicos y maestros venezolanos de todos los tiempos, propulsores de las clínicas madre, Francisco Antonio Rísquez, Pablo Acosta Ortiz, Aníbal Santos Domínici y Miguel Ruíz.

La cuarta etapa es una de modernización iniciada en 1936, cuando se crea el Ministerio de Sanidad y Asistencia Social, cuyo primer titular fue el doctor Enrique Tejera Guevara. Se produce la transformación de la Junta de Beneficencia Pública de Caracas; se crean las cátedras clínicas de todas las especialidades médicas y se funda el Consejo Venezolano del Niño. Se trata de una época de fecunda ebullición y gestación, de anhelo de reformas y mejoras que llevan a la ciencia médica venezolana a la altura de las naciones más avanzadas

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La quinta etapa la he llamado, la Involución de la medicina pública y Evolución de la medicina privada. Para el momento del inicio de nuestros estudios médicos, el Hospital Vargas de Caracas era el centro de referencia nacional para pacientes de todo el país, que venían en la búsqueda de comprensión para sus quejas y cura para sus dolores. Allí se formaron las grandes escuelas de clínica médica y cirugía. Médicos privados enviaban sus pacientes tras la pista de un diagnóstico acertado, o para la realización de exámenes complementarios que no se hacían fuera de su perímetro, o para alguna complicada intervención quirúrgica. Muchos de nuestros profesores hablaban fluidamente dos o tres lenguas, tenían estudios de postgrado en el exterior y habían regresado a esparcir su semilla en ese terreno abonado que fuimos nosotros. Eran momentos en que la atención médica se percibía como un acto de beneficencia y no como un derecho humano como luego con pertinencia lo fue.

Se habían fundados hospitales a todo lo largo y ancho de la geografía nacional y allá se fueron posgraduados de las cuatro clínicas ¨madre¨,  a modificar viejas maneras de hacer, retoñando por doquier con fuerza de primavera, el verdor del progreso médico. El Hospital Universitario de Caracas amenazó con el cierre del Hospital Vargas. Visionarios no lo permitieron, y sobre su muerte cierta, como ave Fénix fulgurante se alzó la Escuela de Medicina José María Vargas.

Con el paso del tiempo, las políticas de salud fueron cambiando sin que se trazara un plan para garantizar su continuidad. La politiquería infiltró instituciones e inició el deterioro de los servicios públicos de salud; buenos planes eran rechazados por provenir de otra tolda política. Los hospitales públicos, a un coste elevadísimo, devinieron en receptáculos de toda injusticia, depósitos de enfermos con problemas médicos y quirúrgicos no resueltos, morideros de gente, bien por falta de mantenimiento, bien por migración del personal hacia la práctica privada ante los paupérrimos salarios, falta de insumos, ausencia de protección para el médico y el paciente, períodos de estada elevadísimos… en fin, todo lo que implica una mala medicina a un impresionante coste.

Entre tanto, fueron formándose policlínicas privadas del más alto nivel, limpias y funcionales, bien dotadas de insumos y con los últimos adelantos tecnológicos del momento, con personal altamente solvente, competente y bien preparado, que a un coste elevado serviría a la ínfima parte de la población que pudiera cancelar sus servicios. Muy poca solidaridad hacia quienes no tenían posibilidades mostraron en sus comienzos estas instituciones, y, con mucha frecuencia, los profesionales, copiando estándares extranjeros ordenaban y aun ordenan en forma desordenada y desconsiderada, exámenes costosos cuando procedimientos más económicos podían conducir a un diagnóstico.

Iniciamos nuestras prácticas en este período, muchos compañeros y yo, compartíamos la práctica entre docencia y asistencia matutinas y práctica privada en la tarde. No había la posibilidad en el Hospital de conciliar las dos propuestas. El Complejo Asistencial Docente Vargas –sueño de hombres y mujeres de valía- quedó como vergonzosa historia no concluida, o la autogestión promovida en años posteriores por ilustres vargasianos, jamás pudo ser llevada a buen puerto por ese proceso involutivo que iniciaba el agobio rojo, donde no hay consuelo para las penas del niño que vive en la calle o aquél otro ahogado en su dolor, mendigando salud en Miraflores, atestado de papelitos peticionarios y de promesas incumplidas, cuando la dádiva política a otros países continuaba y continúa encontrándose a la orden del día.

La sexta etapa en este declive hacia el precipicio de la ignominia y la destrucción, la he denominado La Entrega. En 1999, veinte años atrás, con la llamada Tragedia de Vargas, cuando los venezolanos nos aprestábamos a votar en el referéndum para la aprobación de una nueva Constitución –lo que ocurriría al siguiente día-, las precipitaciones en el Litoral Central se establecieron y continuaron sin amainar, determinando que el cuerpo de bomberos local sugiriera decretar un Estado de Emergencia en la zona, advertencia que el Gobierno nacional no escuchó. Esa voz desoída por mezquinos intereses de la alta cúpula gobernante, condujo a la desinformación de la población litoralense y a la muerte de cerca de cincuenta mil conciudadanos, un crimen de lesa humanidad olvidado y todavía no pagado…

En ese infausto momento, el gobierno venezolano devuelve la ayuda norteamericana que veía en camino, devuelve los barcos y permite el ingreso de 500 ¨médicos¨ cubanos cooperantes a la costa varguense, un verdadero Caballo de Troya cargado de las más aviesas intenciones como luego se hiciera más que evidente. Y a aquellos médicos venezolanos que nos desplazamos a brindar ayuda en las áreas de necesidad, en forma artera, nos fue negado el acceso. No me quedan dudas de que había un plan, un perverso plan y a largo plazo, concebido en Cuba y puesto a punto, para que en caso de alguna circunstancia imprevista se procediera a un acceso masivo de invasores llamados ¨cooperantes¨.

Y así fue, el deslave de Vargas brindó oportunidad para comenzar a regalar la patria al peor postor: Cuba. Medio millar de médicos cubanos que nunca se devolverían, sino que crecería en número hasta alcanzar los treinta mil o tal vez más, una mezcla de técnicos desinformados y agentes políticos… Esta vergonzosa entrega aupada por muchos de nuestros colegas y especialmente por el Colegio de Médicos Metropolitano, significó la vulneración de las leyes de la República y la pérdida de la soberanía de la salud que desde hace 20 largos años está en manos cubanas. Difícil de comprender cómo se involucraron médicos venezolanos, algunos cercanos y queridos amigos y otros conocidos, en este regalo infamante, en esta traición a la medicina venezolana. Se permitió el ejercicio ilegal de la medicina por extranjeros sin haber cumplido los extremos de la ley a la cual nosotros y generaciones posteriores estábamos y estamos obligados por la Constitución de la República y la Ley del Ejercicio de la Medicina.

Los venezolanos poseídos de inmenso desinterés y cobardía miramos a otro lado mientras ocurría una invasión silenciosa del país por una nación ajena a nuestro gentilicio; más enervante aún, sin oponer resistencia alguna, sin que se disparara un solo tiro. Es bien conocida la existencia de un ministerio de salud cubano en la sombra, paralelo al Ministerio de Salud y Desarrollo Social amparado por quienes han pisoteado los principios éticos y morales de nuestro oficio, y ante la indiferencia del conglomerado médico. De estos médicos esclavos del régimen cubano se sabe que muchos han desertado. Desde 2007 se puso en marcha guiado tal vez por una buena intención ¿?, la Misión Barrio Adentro, un plan político e ideológico presentado como misión humanitaria, también entregado a la Misión Cubana pero que en sus normas, regulaciones y administración nunca ha funcionado integrado al Ministerio de Salud de Venezuela, desconociendo las leyes de la república y las ideas y propuestas del Maestro José Ignacio Baldó. Todo ello puso de manifiesto la profunda debilidad de la Federación Médica Venezolana y los Colegios de Médicos y otros organismos de la sociedad civil para enfrentar con inteligencia y decisión una lucha frontal contra los invasores. Los cubanos deben ser invitados a salir del MI país, ese a donde nunca debieron llegar… Ese momento que no se atisba en el horizonte, estoy seguro de que pronto llegará…

Por otra parte, la premeditada asfixia económica a las universidades nacionales buscando su quiebra y cierre consiguiente, beneficiando a aquellas bajo la tutela del Estado, la creación inconsulta, apresurada e improvisada de una carrera de medicina con estudios paralelos de faltoso y vergonzoso pensa, que otorgaría el título universitario de Médico Integral Comunitario (MIC), a diferencia de nuestro título de Médico Cirujano, que reciben una beca jugosa en Bs F., contrastando con las ocasionales becas de trabajo de muy pocos Bs F. de nuestros alumnos regulares. Este programa ofreció ¨formar y capacitar¨ veinticuatro mil ochocientos quince nuevos ¨médicos¨ bajo el concepto del empleo de realidad virtual como única herramienta docente en desprecio flagrante de la enseñanza clásica de 2500 años de antigüedad, que todos conocimos y aprendimos, ayudamos a modernizar y enseñamos a la cabecera del enfermo, y en ignorancia acerca del cómo hacer una historia clínica y sin contacto alguno con los pacientes.

La idea que alienta la formación de estos supuestos médicos, puede verse, tiene más que ver con una intención política: la forja de activistas del régimen. En diversas publicaciones de prensa, entrevistas radiales y televisivas y en una carta abierta dirigida al Embajador Cubano en el año 2001, he hecho constar mi rechazo y descontento, incluyendo, con inenarrable dolor, la petición de mi jubilación de la UCV después de 46 años y tres meses de ejercicio activo como manera de protesta ante las autoridades de la Facultad de Medicina por el envío de 8.900 estudiantes del MIC a los hospitales de las facultades tradicionales, no existiendo espacio ni posibilidades docentes para atender esta ola de cursantes y cuya escaso conocimiento y formación salta a la vista: «Un árbol torcido nunca su rama endereza». Alumnos de todo mi afecto y autoridades de la Facultad de Medicina de la UCV han colaborado y siguen colaborando en la traición y el engaño mostrándose como lobos con piel de cordero…

La destrucción de los hospitales públicos ha sido intencional, con saña y sadismo, las listas de Tascón y Maisanta guardan toda su vigencia para los jóvenes egresados de universidades tradicionales que quieran servir a su patria, y ellas, con la vorágine que nos asesina, han servido para que muchos consideren irse el país porque aquí no se les quiere ni se les aprecia. Pecado mayor de lesa patria, no podría concebirse.  El esfuerzo de pensar, de planificar y de poner en marcha algún proyecto se les hace lastimoso e imposible, están llenos de miseria, de ignorancia, del lastre de la maldad, de la perversión y el odio…

¡Ah! Hemos entregado el país o hemos permitido que se hiciera, hemos consentido su destrucción total y entre sus más conspicuas víctimas ha estado precisamente la medicina, los afligidos pacientes profiriendo ayes y quejidos, ¨tenebrosos cánticos de dolor¨, y los médicos haciendo mucho con lo poco de que disponemos. El retroceso ha sido abismal, volvimos a la Venezuela macilenta, al quebranto y el tiritar de dientes de la malaria que ya traspuso la cota de los 400.000 casos, todo trasunto de la «enfermedad totalitaria» y sus oscuras artes de lúgubres propósitos: entrega, crueldad, sadismo, manipulación, privación deliberada de los derechos humanos y de las libertades básicas, sociopatía y megalomanía.

Pero…, otra realidad arribará, otro hermoso día mostrará la aurora, será una séptima etapa de la medicina venezolana, El Renacer… Los cerebros están dispuestos, las energías buscando cauce de vida, las de los jóvenes llenos de savia pujante y creativa, las de los más viejos dispuestas a mostrar sus errores y a prestar su experiencia. Existe un gran contingente de jóvenes médicos venezolanos migrados, muy bien formados que esperan por la salida de los destructores para su retorno y dar inicio a la reconstrucción total del país y de la medicina nacional; no les defraudemos, votemos en masa cuando se nos ofrezca seguridad de un CNE depurado, decente y patriota, votemos con esperanza y decisión, defendamos nuestros votos con los dientes, para que esta negra noche dé paso a una alborada de progreso, castiguemos a quienes nos castigaron con malas políticas y venta del país, con entreguismo y con maldad.

Los gobiernos de Chávez-Maduro y los cooperantes nacionales han sido la peor epidemia que ha confrontado la república: el mal comunista con su vaho destructivo y sus secuelas de dolor y atraso, tierra arrasada y jóvenes sin destino, tiene que irse, debe ser enfrentado por hombres y mujeres de buena voluntad y con todo, para lograr la salud de la república, y la Misión Médica Cubana volver adonde nunca debió salir ¡Así de simple…!

  1. PS. Los días 4, 5 y 6 de diciembre de 2019, se realizará en los espacios de la Universidad Central de Venezuela (UCV), un foro llamado «Los aludes torrenciales de 1999 en Vargas: 20 años después», entre otros cursan la invitación la Academia de Ingeniería y el Hábitat…  La convocatoria es a partir las 9:00 a.m., en la Sala de Conciertos al lado del Aula Magna. Información tardía y compromisos adquiridos con anterioridad, me impedirán asistir. Dentro de la programación parcial que escuché, seguramente no se tomará en cuenta el efecto colateral que produjo en nuestra medicina…

Elogio de una nueva facultad de medicina…

«Nadie hace bien lo que no sabe; por consiguiente, nunca se hará

República con gente ignorante».

Simón Rodríguez

 

«Por la falta de un clavo fue que la herradura se perdió.

Por la falta de una herradura fue que el caballo se perdió.

Por la falta de un caballo fue que el caballero se perdió.

Por la falta de un caballero fue que la batalla se perdió.

Y así como la batalla, fue que un(a)reino se perdió.

Y todo fue porque un clavo el que faltó«.

Jacula Prudentum (1651)[1]

 

¿Dónde se perdió el clavo en MI país? ¿Cuál fue ese clavo? Sin dudas, educación en libertad para la excelencia… solo eso…

Leo en la prensa virtual que, ¨el rector de la Universidad Católica Santa Rosa (UCSAR) de Caracas, ubicada en La Pastora, señor Carlos Alberto Boully, informa acerca de ¨la creación de la facultad de medicina «José Gregorio Hernández», en honor a este médico venezolano…¨, y además anota, ¨faltando realizar la parte legal correspondiente, habilitar espacios y todo lo que amerita…¨, expresó durante una entrevista en el programa ¨Al Aire¨, transmitido por Venezolana de Televisión el 26 de junio del año que corre. Se aprovechará para honrar los cien años ¨del centenario del nacimiento¨ de este médico ahora en proceso de beatificación y santidad por parte del Vaticano¨. Ocurrió un pequeño desliz en las palabras del rector, pues fue su fallecimiento el que ocurrió el 29 de junio de 1919, y no su nacimiento, precisamente hace cien años… ¡La falta de conocimiento y sinceridad traiciona…!

En junio 24 de 1827, nuestro Libertador Bolívar junto al eximio galeno José María Vargas, en pleno ejercicio soberano de la nueva República de Venezuela decretó los nacientes “Estatutos de la Universidad Central de Venezuela (UCV)” y tan solo un día después, el 25 de junio, se instalaría la Facultad Médica de Caracas con su primer director el Dr. José Luis Cabrera.

Nuestro padre, el doctor José María Vargas Ponce (La Guaira 1786 – Nueva York 1854), con relación a lo estudios médicos escribió el 31 de julio de 1850, ¨Excusado es decir que la clínica médica y quirúrgica durante los cuatro últimos años de los estudios médicos es el complemento de ellos, es adquirir el hábito de observar a la cabecera de los enfermos y en la ejecución de las operaciones, la práctica de curar, de aliviar o consolar al hombre en sus dolencias, objeto final de toda educación médica¨; ¨…por último el joven médico coronará el edificio de sus estudios con las máximas de la moral médica, que le recuerde sin cesar sus deberes hacia Dios, hacia el hombre enfermo, la sociedad y sus comprofesores. Lean y relean el juramento de Hipócrates, el Príncipe de la Medicina, todavía más grande como filósofo moral que como médico; lean al célebre Galeno…¨.

En 1827, después de la reorganización de dicha universidad por el Libertador Simón Bolívar como ya lo permitía el nuevo estatuto, Vargas fue electo como primer rector seglar y el primer médico en ese cargo. Tal era su probidad que en el año 1830 fue nombrado albacea testamentario de Bolívar. ¿Cómo les suena a los ¨bolivarianos¨ de medio pelo falaces y salteadores…?

  • ¿Es propio y conveniente crear una nueva facultad de medicina en la Venezuela de hoy? Me pregunto yo, y quien más que el propio santo José Gregorio podría arrojar luces en relación con el proyecto de marras… Pidámosle nos hable algo de su juventud, vida estudiantil y profesional …

-¨Yo nací el 25 de octubre de 1864 y tal vez sea propicio hacer algunas precisiones:  Durante el periodo comprendido entre 1830 y 1857 el nombre oficial de nuestro país era Estado de Venezuela; ​ mientras que en la constitución de 1858 el país adquirió el nombre oficial República de Venezuela. ​ Luego del triunfo del Partido Liberal en la Guerra Federal, se convocó a una asamblea constituyente para crear una nueva constitución basada en los principios federales. El 28 de marzo de 1864 los miembros de la asamblea constituyente reunidos en Caracas firman la constitución. El presidente Juan Crisóstomo Falcón ordena su publicación y circulación el 13 de abril y finalmente es refrendada el 22 de abril por sus ministros.

Es de hacer notar que el pensamiento político liberal se fundamentaba sobre tres grandes ideas:

  1. Los seres humanos son racionales y poseen derechos individuales inviolables, entre ellos, el derecho a configurar la propia vida en la esfera privada con plena libertad, y los derechos a la propiedad y la felicidad. Esto se basa en los tres
  2. Esto se basa en los tres derechos naturales de John Locke (1632-1704): vida, libertad y propiedad privada.
  3. El gobierno y, por tanto, la autoridad política debe resultar del consentimiento de las personas libres, debiendo regular la vida pública sin interferir en la esfera privada de los ciudadanos.
  4. El Estado de Derecho obliga a gobernantes y gobernados a respetar las reglas, impidiendo el ejercicio arbitrario del poder¨.

 ¨…Me vine a Caracas a comenzar mis estudios en el Colegio Villegas, graduándome de Bachiller en Filosofía en 1884 a la edad de 20 años. Mi formación científica fue muy sólida y exigente como era la regla entonces en la Universidad de Caracas; como que fui modelado desde mis primeros años de estudios médicos por maestros de gran madurez, densidad y saber, como Adolfo Ernst (1832-1899) y Adolfo Frydensberg (1849-1908). Tenía que ser así, no había otra forma, pues un médico sin anatomía, fisiología, química, fisiopatología, farmacología y semiótica vacila, se encuentra sin norte, incapaz de alcanzar ninguna concepción precisa de la enfermedad, practicando una especie de profesión a palos de ciego, golpeando ya la enfermedad, ya al paciente sin saber cómo ni a quién da…¨.

  • -¿Y que vino después, cuénteme, doctor…?

¨Pues finalicé mis estudios en Medicina en la Universidad Central de Venezuela tamizados por la gran seriedad y severidad de insignes profesores que no hacían nada fácil transitar el camino a espíritus bobalicones; sin embargo, me examiné ante un jurado excepcional el 29 de junio de 1888. Se estilaba por esos días que en presencia del Rector se realizara dicho examen final, y, como era costumbre, saqué dos temas que debía de desarrollar ante el jurado examinador; fueron estos, 1º). La doctrina de Läennec, que asentaba la unidad del tubérculo, frente a la doctrina de la escuela del eminente patólogo Virchow, que sostenía la dualidad; se trataba de la tuberculosis, tan actual entonces como ahora en nuestro golpeado país –esa que como usted recordará Hipócrates, nuestro Padre, en el Siglo V a.C. definiera como ¨la enfermedad más grave de todas, la de curación más difícil y la más fatal¨-; y 2º). La fiebre tifoidea típica de rara presentación en Caracas en el cual concluí que si existía era de presentación excepcional. Puedo decirle apreciado doctor Muci, que, en forma premonitoria, estos dos temas estaban relacionados con enfermedades bacterianas, un nuevo campo médico que más tarde yo estudiaría en Europa y al cual dedicaría mis mejores esfuerzos, y gracias a ellos, ustedes médicos que me siguieron, tuvieron la generosidad de considerarme el fundador o padre de la bacteriología en Venezuela.

  • -¿Y cuando ocurrió el acto de graduación, doctor…?

-¨Déjeme decirle que portando justificadamente el blasón del ¨primer estudiante de medicina de la facultad¨-como fui llamado por mis logros académicos excepcionales-, me doctoré en Medicina diez días más tarde, el 29 de junio de 1888. Cinco profesores del facultad sentados en semicírculo escucharon atentamente mi disertación en tres temas sacados al azar –por supuesto que estaba muy nervioso, pero confiando en mis conocimientos y en la ayuda del Espíritu Santo, aventure mi mano en la bolsa que contenía los títulos-, y así, en sucesión expuse, 1.Medios para distinguir la locura real de la locura simulada; 2. El lavado del estómago, una operación inocente y de gran utilidad en las operaciones de este órgano en que esté indicado, y, 3.En caso de cálculo vesical, ¿cuándo esta indicada la litotripsia? Y, ¿cuándo las diferentes especies de talla? En la medida en que yo hablaba me invadía la calma porque conocía muy bien los temas. Los cincos profesores me preguntaron durante media hora cada uno y mis repuestas me convirtieron más en orador que en replicante, pues monologaba más que dialogaba. Uno de ellos dijo que mi exposición había sido ¨magistral¨ y que el jurado examinador, ¨me aprobaba por unanimidad con nota sobresaliente¨. Fue entonces cuando anunciado formalmente por el señor secretario, el rector me confirió el título de Doctor en Medicina diciéndome, ¨Venezuela y la medicina esperan mucho de usted doctor José Gregorio Hernández¨. El nutrido público que me acompañaba fuera de la estancia y que se había aglomerado en las inmediaciones del recinto, me ovacionó con fervor. Era la consecución de un sueño hecho realidad con esfuerzo, insomnio y mucho estudio…¨.

  • Y le pregunto, ¿Qué camino tomó después… doctor Hernández?

-¨Bueno, no quise quedarme en Caracas; había ofrecido a mi madre que me iría a Isnotú, usted sabe, mi pueblo natal, a ayudar y consolar a mi gente, pueblo muy atrasado y en manos de brujos y saltabancos. Montando un burrito traté de honrar mi promesa. Trabajé mucho, estudié mucho porque sabía que la profesión de médico es cosa seria y nunca acabamos de aprender…¨.

  • -¿Y cómo ocurrió ese viaje suyo a Europa; fue producto de palancas o partidismo político…?

-¨¡No me diga eso doctor Muci, que me ofende…! Vea usted como ocurrió todo: mi profesor y maestro, doctor Calixto González, alumno dilecto del sabio Vargas y médico de cabecera del entonces presidente de la república, doctor Juan Pablo Rojas Paúl –quien a pesar de ser abogado sabía de la importancia de una medicina para todos, concibió, construyó en tiempo record e inauguró el Hospital Vargas de Caracas en 1890-, le pide que le hable de ¨un joven médico, de nacionalidad venezolana, graduado de doctor en la Universidad Central, de buena conducta y de aptitudes reconocidas¨. Él pensó en mí e insinuó mi nombre al mandatario quien de inmediato me hizo venir a Caracas, y entre muchos aspirantes, por decreto ejecutivo del 31 de julio de 1889, me nombra becario para viajar a París… Debía instituir a mi regreso los estudios de microscopia, bacteriología, histología normal y patológica, y fisiología experimental que no existían en el pensa y a su vez, me dieron dinero para comprar un completo laboratorio para instalarlo en el Hospital Vargas con el cual pudiera llevarse a cabo el cometido propuesto… ¡Vaya compromiso, pero estaba yo exhultante de entusiasmo, pues lograría que el pueblo miserable que solía atender, y nuestro país inculto y desasistido, ocupara un lugar especial ante las naciones con una medicina de calidad…!¨.

  • ¡Qué interesante…! Viajó entonces a Europa, y ¿cómo fue eso?

-¨Facilitó mi estada el hecho de que yo hablaba el francés, latín y tenía conocimientos de inglés y alemán… Permanecí en la capital francesa entre 1889 y 1891… Allí estudie en la Escuela de Medicina de París, fisiología experimental con el doctor Charles Richet (1844-1907) que había sido discípulo de Claude Bernard, máximo exponente de la medicina experimental en Francia, y, además, Premio Nobel de Medicina o Fisiología en 1913 por sus trabajos sobre anafilaxia y, en adición, recipiendario de la Gran Cruz de la Legión de Honor. Al mismo tiempo de me adiestraba en el empleo de los aparatos fui haciendo una lista de todo el material necesario y adquiría conocimientos, me permití enviar una misiva dirigida al ministro de Instrucción Pública de Venezuela donde le numeraba la lista de instrumentos y equipos necesarios para instalar en Caracas un laboratorio de Fisiología Experimental y le decía, ¨Sería un instituto que estaría al nivel de los más adelantados del mundo científico, puesto que sería una copia exacta del de París¨; tres meses después, el 21 de abril de 1981, el Consejo Federal, destinaría la suma de doce mil ochocientos ochenta y cinco bolívares con treinta céntimos para la compra del equipamiento, dinero que yo recibiría quince días después…  Pero además, aproveché mi tiempo y estudié Histología y Embriología con Mathías Duval (1844-1907), quien viendo mis dotes de médico serio, estudioso y enterado me otorgó una constancia de mis méritos… Por su parte, el doctor Isador Straus (1845-1912), discípulo de Emile Roux y Charles Chamberland, me consideró su discípulo preferido e igualmente, me otorgó un premio a mi labor…

También escuché en Madrid lecciones de don Santiago Ramón y Cajal (1852-1934) que había instituido desde España para todo el mundo, la teoría de la neurona. Soñaba con regresar a mi país a corresponder con creces toda esa ayuda que había recibido del gobierno venezolano, agradeciéndole a Dios y al Espíritu Santo tantos favores concedidos…

A mi regreso a Caracas, regenté la cátedra de Fisiología Experimental y Bacteriología, y posteriormente el Laboratorio del Hospital Vargas a raíz de la trágica muerte de mi alumno, el bachiller Rafael Rangel; pero además, me di a la tarea de enseñar, escribir, dar clases teóricas y prácticas e instituir la vivisección: Mis alumnos me vieron como un profesor muy exigente pero justo. Mi compañero, querido e indeclinable amigo, el doctor Santos Aníbal Dominici en una ocasión dijo de mi, ¨No creo exagerar si asiento que los primeros diagnósticos científicos fueron los suyos…¨.

Fui un alumno de postín en las diversas cátedras donde estudié en la Universidad de París y como ya le dije, mi seriedad y competencia como estudiante me hicieron acreedor a confianza y reconocimientos escritos…

  • -¨¿Y qué piensa de la creación de una nueva facultad de medicina con su nombre en una universidad no autónoma, producto del contubernio de un sector de la iglesia católica con un régimen abusivo y negador de los derechos humanos, ciudadanos y políticos…?

-¨Me va a perdonar doctor Muci por lo que voy a decirle, pero nace de mi conocimiento de otras facultades de medicina ¨experimentales¨ que ya ha fundado el mal llamado gobierno ¨socialista¨ y que además, ha conducido a mi país a la miseria más extrema; y en lo relativo a los estudios de medicina, los ha conducido a lo que hoy, en su tiempo se llama, Macdonaldización de la medicina, en su acepción de estudios fraudulentos, rápidos, con muy poca sustancia, escaso amor por la excelencia y poca función nutricia, con rectores –clientes políticos- sin preparación ninguna, ideologizados e ideologizantes; con profesores cubanos sin calificación ninguna que se conozca, en presencia de alumnos de enredados nombres que no saben cómo entender ni cómo escribir, así, como tampoco, el significado de conceptos básicos; en ausencia de pacientes a quienes examinar –y todo lo aprendido lo saben al través de computadores y maniquíes plásticos-, en completa ausencia de laboratorios adecuados –esos que yo me empeñé en fundar para hacerlos eficaces y útiles-, de exámenes de lapso y finales rigurosos de épocas pasadas donde el que no estaba preparado, no pasaba y no se graduaba – no de esos de comiquita revolucionaria donde los mismos estudiantes se examinan ellos mismos, y unos con otros se adjudican la calificación que siempre es aprobatoria-.  En los récipes que entregan a los pacientes me deja sorprendido y lelo la manifestación de su ignorancia en materia médica y la pobreza de su lenguaje tanto formal como médico.

  • -¿Quiere usted decir mi admirado doctor, que los estudiantes son sembrados con basura intelectual e ideológica en desmedro de una formación para la excelencia, realmente médica, engañados para ser manipulados políticamente, para transformarlos en médicos esclavizados, esclavos y serviles a la usanza cubana…?

-¨Sí eso creo…, mis profesores densos en su saber y rectos en sus procederes me enseñaron y prepararon para el éxito; a estos pobres jóvenes engañados, graduados en serie, los han preparado para hacer y hacerse daño. Estas universidades tienen un fin macabro, pues no se basan en la enseñanza de la medicina u otras áreas del saber, sino que, se fundamentan en enseñar para ideologizar, enseñar para capitalizar esclavos, enseñar para dominar, enseñar para esclavizar y así, en forma abierta o subliminal, los instructores insuflan el odio de clases en su enseñanza –más bien, en el adoctrinamiento de esos intelectualmente menesterosos- y en su práctica –amor al pobre y odio al rico-; los auto discriminan pues ellos no se mezclarán con los médicos de facultades autónomas; no asistirán a cursos de educación médica continuada o a congresos dictados en centros de estudio autónomos –entre otras cosas, porque no entenderían de qué se habla-. Son pues, el producto de la táctica de una pobre medicina para pobres ejercida por pobres de espíritu… Por ello, en esta diáspora que juzgo con tanta tristeza desde los cielos, veo como esos médicos comunitarios son rechazados de plano en otros países al desconocerse los objetivos de estas universidades, sus pensa, la calidad de sus profesores y su rendimiento académico…

    Y es que como usted sabe, doctor Muci, los profesores y estudiantes de medicina deben exhibir esas tres cualidades a veces llamadas las virtudes de Vitruvio o la Tríada de Vitruvio: firmitas, utilitas, venustas; es decir, deben ser sólidos, útiles y hermosos.

 Nunca olvidé al pobre, al engañado, al pata en el suelo, que ya en mi tiempo eran también aprovechados por gobernantes inescrupulosos, pues ya conocía que, en 1790 el Dr. Johann Peter Frank expresó en la Universidad de Pavía que, «La pobreza es la madre de todas las enfermedades»; y también, que en 1792, el médico y diputado a la Asamblea Nacional de Francia, François Xavier Lanthenas (1754-1799), en su opúsculo de 36 páginas y 12 acápites, lo remarcó en su, «La influencia de la libertad, sobre la salud, la moral y el bienestar»:

“La primera tarea del médico es, por consiguiente, política: la lucha contra la enfermedad debe comenzar por una guerra contra los malos gobiernos: el hombre no estará total y definitivamente curado más que si primeramente es liberado: y que todos los días en casa del pobre y del rico, en casa del ciudadano y del más poderoso, bajo la choza y las moradas suntuosas contemplan las miserias humanas que no tienen otro origen que la tiranía y la esclavitud…” [2]

  • ¿Cómo ocurrió su incorporación a la Academia Nacional de Medicina…?

¨Según me fue informado por el doctor Luis Razetti y otros notables de mi tiempo, con base a mi personalidad científica y ejemplar ciudadanía y, por ser, además, profesor de la Facultad de Medicina había sido escogido para fundar la Academia Nacional de Medicina y ocupar el Sillón XXVIII de la corporación, y, desde entonces institución cumbre de la medicina venezolana, lo cual acepté con humildad y honra¨.

  • ¿Cuál es su sentir acerca de esta nueva facultad de medicina socialista que pretende llevar su nombre…?

¨En una ocasión enuncié, «El bien sólo puede venir de la verdad, nunca del error», por ello, será como todas las proposiciones que están teñidas de mala intención, odio de clases y de ignorancia supina … Quieren utilizar mi nombre a sus nefastos fines porque represento lo bueno del venezolano, por el fervor que el pueblo venezolano me profesa y porque no estoy presente para defenderme; pero mis reales colegas saben que no soy un tonto útil, ni nunca lo fui, y así, dependo de sus buenas voluntades para que salgan en mi defensa y denuncien la maniobra, el fraude y el desatino… Es muy posible que, igualmente, funden el parapeto sobre las flojas bases de un pantano, no otra cosa que un mamotreto creado por fantoches y presumidos, estrafalarios y oportunistas. ¡Dios perdone sus desatinos…!

Según veo desde el infinito, durante la cubanización de la medicina, el progreso del conocimiento se ha detenido, o quizá, más vale decir que ha retrocedido porque el conocimiento es poder y esta gente lo sabe; el desarrollo médico se ha visto obstaculizado o entorpecido por la presencia de grises figuras de referencia que todo desconocen, nada valen y nada aportan; que ocupan lugares de poder desde donde manipulan, qué se puede decir y qué no puede ser dicho, qué se puede enseñar y qué debería ocultarse. Pterodáctilos provenientes de un triste y remoto pasado que revolotean torpemente y se reproducen en un minúsculo coto endogámico. Desaparece la verdad, el engaño se exalta y la mentira se impone en el estrecho menú que ellos confeccionan. Es una comilona siniestra en la que los comensales creen elegir el plato que, de todos modos, están obligados a elegir.

Será difícil hacerles comprender a estos prospectos de médicos engañados lo que realmente significa ser médico… Por mi parte, yo comprendí desde muy temprano en mi profesión, que, ¨…después que uno entra en la práctica con responsabilidad, lo que antes, cuando era estudiante, era camino llano por deliciosos valles se torna en montaña erizada de peñascos y en el que abundan los precipicios. ¡Ah! Antes era yo sobrado orgulloso, cuando creía tener conocimiento exacto de las cantidades de fuerzas de que disponía¨.

Como usted bien conoce, el envío de médicos por la dictadura cubana al mundo con la falacia de ¨solidaridad¨ o ¨cooperación¨, es la aplicación en el siglo XXI del ¨internacionalismo castrista¨, ese mismo que inició las guerrillas en América Latina desde los años sesenta; por ello, hoy día me cuesta y me duele pensar que esas generaciones de empíricos de la medicina, puedan apenas dar unos pasos en el duro camino de la profesión, y cuando el modelo de gobernar cambie, como seguro habrá de cambiar, deberemos pensar en cómo ayudarlos a ser verdaderos médicos o a lo mejor, útiles y eficaces paramédicos¨.

  • Muchas gracias doctor Hernández por habernos iluminado el camino, mostrándonos su vida recta y honesta, sin dobleces ni fisuras,  teñida de virtudes y de compromiso patriótico y científico…

Puede que con nuestras fuerzas no podamos detener su creación torcida, que no podamos intentarlo con éxito. Basta con que pensemos que ¨podríamos¨, para que nuestra mente médica esté alumbrada por el espíritu científico, que nos aparta, en todo momento, de ese retorno a la magia, donde reina la penumbra y la verdad se extingue para siempre.

Ahora podemos deleitarnos, juntos todos, de esa fruición incomparable, de haber sabido arriesgar nuestra verdad humilde contra la mentira brillante de los filisteos; y haberles ganado una vez más una partida… Sin ella la enorme crisis social y económica, nunca tendrá solución.

[1] Atribuido a Benjamín Franklin (1706-1790), pero anterior a él se escribió en Jacula Prudentum (1651), una recopilación de proverbios hecha por George Hebert, un poeta, orador y sacerdote de origen galés.

[2] Cuba se queda con el 75% de los $3.300 de salario mensual de los médicos que envían al mundo en misiones.  Según cifras oficiales, en 2018, el gobierno recibió $6.400 millones por estos servicios (el mayor rubro de su economía).Si esto no es esclavitud (moderna), ¿qué lo es?