Elogio del culillo… o cuando la muerte lo citó en La Habana

 

Como siempre, recurrimos a nuestro cercano compañero, el Diccionario de la Lengua Española de la Real Academia de la Lengua para que nos aclare el significado de culillo.  (Del dim. de culo).m. Am. Cen., Col., Ecuad., Ven. miedo. (||. perturbación angustiosa del ánimo), dar, entrar, tener culillo.

Adicionalmente, me tomaré la licencia de utilizar una de las tantas versiones de «El gesto de la Muerte», un apólogo que expone el tema de la inexorabilidad del castigo y de la muerte. Se difundió, bajo la forma de innumerables versiones, en los libros de la cultura judía talmúdica, la musulmana sufí y, posteriormente, en colecciones de apólogos y cuentos, novelas, obras de teatro, ensayos y poemas en todas las lenguas y culturas.

De acuerdo con esa diversidad de versiones, recibe distintos títulos: «Cita en Samarra», «Cuando la muerte vino a Bagdad»… y varía el lugar del fatídico encuentro: Bagdad, Samarcanda, India, Ispahán, Samarra… y ahora La Habana. En el cuento fantástico aquel día se habló de la fatalidad como tema, la inevitabilidad de la muerte en el Kayrós de la ocasión precisa y el momento predestinado. Un destino inevitable, una carcajada del sino con las parcas ya dispuestas: Átropos (Aτροπος,’inexorable’ o ‘inevitable’, literalmente ‘que no gira’, a veces llamada Aisa), sería quien cortaría el hilo de la vida. Ella siempre ha elegido la forma en que muere cada hombre seccionando la hebra que lo une a la vida con sus ¨detestables tijeras¨ cuando llegara la hora…

El título también es una referencia al relato del médico escritor W. Somerset Maugham (1874-1965) de un antiguo cuento de Mesopotamia que utilicé como un epígrafe para un antiguo editorial del Boletín de la Academia Nacional de Medicina de Venezuela en diciembre de 2013

Se distingue a un tribunal justo en el momento en que el juez lee una sentencia de muerte y se ve también, en primer término, al acusado, descrito como un hombre gordo, bigotudo, asustado y malvado…

La verídica historia va como sigue…

En una oscura y pequeña capilla de Miraflores, un hombre mofletudo y de poblado bigote baja corriendo lívido y despavorido las escaleras de palacio, actual sede del Gobierno y sitio que alberga el despacho del Presidente de la República de Venezuela, donde se respira aire de ¡patria! –alguien dice-, pasa frente al tríptico del pintor Julian Oñate y Juárez donde luce el cuadro ¨Alegoría de la abundancia¨ que tanto le repugna, y presa del terror, entra repentinamente en la habitación que alberga a su guardia de honor, su Casa Militar, mientras gritando con desafuero  y las manos sobre la cara exclama:

— ¡Compatriotas! ¡Compatriotas! Ahora… ¡tienen que salvarme, señores, tienen que salvarme…!

— ¡Presidente! -exclama el militar de más alto rango, general de  división que, sorprendido, deja a un lado su abundante colación. -¿Qué ocurre? ¿¡Qué le pasa  mi comandante!?

—Deben ayudarme, señores, ¡por favor! ¡Búsquenme AMBV BOLÍVAR 0001, ese camastrón del carajo o cualquier otro aeroplano aéreo…! ¡Me iré a La Habana volando y escaparé de mi destino!

El general acerca una butaca al mofletudo pálido y le dice:

— ¡Cálmese, presidente! Ande, siéntese y descanse, déjeme servirle un vaso de agua…

— ¡No hay tiempo, general, no hay tiempo! ¡Por favor! ¡Debo partir!

—Cuénteme lo que le pasa, mi comandante… -le dice el general.

—Justo esta mañana, cuando dormía, de repente soñando un sueño real me desperté; me encontraba en medio del gentío en el Mercado de Coche comprando provisiones para mi familia a mi bachaquero favorito. Todo parecía ir bien… Pero justo al terminar y dirigirme a palacio con mis vituallas… choqué con una mujer entre la multitud. Cuando me di la vuelta ¡vi que era La Muerte quien me había empujado! … y luego… me miró… ¡e hizo un gesto amenazante!

— ¿Un gesto amenazante ha dicho? -inquirió el general.

—Oh general…, yo estaba tan asustado que había sudado en las entrenalgas y en la entrepierna…

—Sí. Sí, sí ya veo y ya olfateo… ¿Y ahora…?

— ¡Oh!, ¡debo salir corriendo aunque no sea mi costumbre, señor! -exclamó el gordinflón presidente y, descubriendo su rostro, agregó:

¡Mi hermano Raul vive en La Habana! Si usted me ayudara…, con el veloz camastrón podría…

—Sí… -lo interrumpió el general-. Tendrá dispuesto su camastrón más veloz en el término de la distancia… -dijo firmemente al aterido carrilludo. -¡Sólo espero que tenga suficientemente gasolina y sea veloz, general! ¡Apúrese que el tiempo apremia!

Trasladado a la Carlota en helicóptero ruso a prueba de caídas el molletudo alza el vuelo raudo por el firmamento libre con dirección a la Isla de la Felicidad, mientras el general convoca a paleros y santeros mientras lo ve perderse en el horizonte.

Y así, de regresó a palacio, los paleros y santeros invocaron a los espíritus de la oscuridad denominados Ndokis, y en eso hizo su aparición una siniestra y encapuchada figura.

El general se aproximó a la figura encapirotada y exclamó con la energía que se imprime a las causas justas:

¡Deseo hablar contigo, Muerte!-. La Muerte volvió lentamente la cabeza hacia el uniformado, quien prosigue: -¡El gordo era mi amigo! ¿Por qué le has hecho un gesto amenazante justamente el día de hoy?

Apaciblemente, la Muerte se dirigió al condecorado general con estas palabras:

— ¡Eres un buen hombre, general!, ¡pero temo que te equivocas! No fue un gesto amenazante… Simplemente me sorprendió verlo en Caracas esta mañana… ¡cuando tengo una cita con él esta mismísima noche… en La Habana!

Y así suele suceder con los pretendidos hombres fuertes nunca pendientes de las necesidades de su pueblo y sólo ufanándose de su poder, cobardes como ninguno…

 

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