Discurso de bienvenida a la Academia Nacional de Medicina de Venezuela del doctor Rafael Muci-Mendoza, Sillón IV, al doctor Mauricio Goihman Yahr como Individuo de Número Sillón XXVII, el 09 de mayo de 2019

 

Honorable Señor Presidente de la Academia Nacional de Medicina, doctor Leopoldo Briceño Iragorry y demás miembros de la Junta Directiva.

Honorables Señores Académicos: Individuos de Número, miembros correspondientes nacionales, invitados de cortesía, miembros asociados y miembros especiales.

Honorable doctor Mauricio Goihman Yahr.

Honorables presidentes de las Academias hermanas: Academia de Ciencias Físicas, Matemáticas y Naturales, doctora Gioconda Cunto de San Blas, y Ciencias Políticas y Sociales, doctor Humberto Romero Muci.

Distinguidos familiares del doctor Mauricio Goihman Yahr, su querida esposa Myriam, sus hijos Herman y Moisés, nietos, otros familiares y amigos.

Familiares del doctor Ibrahim González Urbaneja.

Invitados especiales.

Distinguidos colegas y amigos

Señoras, señores

 En el umbral de este templo de la medicina nacional, el paraninfo de la antigua Universidad de Caracas convertida hoy en Palacio de las Academias, esta Cátedra o Tribuna desde donde tengo hoy el privilegio de dirigirme a ustedes, perteneció por igual al Seminario de Santa Rosa de Lima y a la Universidad de Caracas, y más a menudo es llamado Púlpito de Santo Tomás de Aquino. Es una exacta réplica del púlpito original labrado en madera en 1754 por el Maestro Mayor y Alarife de Carpintería, Antonio Mateo de los Reyes, prenda exquisita de la artesanía criolla del siglo XVIII cuyo dorado fue ejecutado por el maestro dorador, Pedro Juan Álvarez y el óleo que adorna su copete, representación de Santo Tomás de Aquino, es de autor desconocido.

En 1856 cuando este antiguo convento franciscano pasó a ser sede de la Universidad Central fue traslado a este paraninfo para servir de tribuna en sus actos solemnes y aquí permaneció hasta 1890 cuando ya restaurada, fue devuelta a su lugar de origen, la antigua capilla del seminario. En el recinto que hoy nos recibe, quedó la réplica coronada también por el santo patrono de la Universidad, el doctor Angélicus, ubicado en este santuario de la medicina nacional donde el venezolano que ascienda por su escalerilla, a la cual debe ir acompañado de dos padrinos en recuerdo de los antiguos ceremoniales, primero del Seminario y de la Universidad después, nunca podrá olvidar más la plenitud espiritual que le embargó, el palpitar de su corazón echado al galope y la emoción que quebró su voz, al ocupar este sitial que reservó la Patria para sus grandes talentos…

Así pues, desde este sitio de honor, me place participar en un acontecimiento feliz que celebro con singular entusiasmo, pues correspóndeme esta mañana la acogida y recepción solemne al  seno de nuestra corporación de un nuevo académico, el doctor Mauricio Goihman Yahr, expresándole el cálido fervor de nuestra bienvenida más cordial, y en fraternal convivencia, sentarlo en la Mesa Académica del augusto areópago de la ciencia médica nacional para iniciarlo en el ritual de nuestras más firmes tradiciones.

Mi agradecimiento al señor Presidente y demás miembros de la Junta Directiva de esta docta Corporación por haberme encargado la grata misión de pronunciar las palabras de bienvenida y recibir al nuevo Individuo de Número, Doctor Mauricio Goihman Yahr, quien en este momento viene a ocupar por derecho de sus propios méritos, abundoso currículo y auténtico valer científico y moral, el Sillón XXVIII, vacante por la muy sentida y definitiva despedida de nuestro compañero, académico y amigo, doctor Ibrahim González Urbaneja, de grata recordación en nuestra memoria.

Su trabajo de incorporación se refiere a un tema que rezuma su interés y angustia humana, social y gremial, intitulado, “Organizarse para servir. Un enfoque congregacional para la medicina”, donde propone edificar una Congregación Médica Mundial de características peculiares, transnacional, laica, autónoma y ética con características institucionales y de diseño similar con la Iglesia Católica Romana: siendo que la medicina es arte, pero también ciencia y siempre filosofía, constituye un esfuerzo quizá utópico en un mundo y en un gremio con tantos intereses creados muchos de ellos bastardos o interesados y donde la industria farmacéutica y de los instrumentos se inmiscuye groseramente.

 Se me ocurre que existe una ligazón entre su trabajo y la famosa alegoría, mito de la caverna o metáfora de la luz de Platón ubicada al inicio del VII libro en su diálogo República, y que trata sobre la situación en que se encuentra el ser humano respecto del conocimiento. Así, el filósofo nos brinda su inmortal metáfora para explicar el laberíntico trayecto que va de la ignorancia a la sabiduría, esa, a la que nuestro académico en su trabajo parece inducirnos. En su momento fue brillantemente enjuiciado por la doctora académica, Isis Nezer de Landaeta, Sillón XVII con un discurso de gran contenido ético, aprobatorio, muy hermoso y pausado.

Nuestro esplendente académico nace en Caracas, en la parroquia de San Juan, el 8 de abril de 1938. Su padre, Boris Goihman, comerciante, llegó a Venezuela en 1930. En Europa conoció a su madre, Emilia, en 1936 cuando realizara un viaje de visita a su familia. Casaron en Caracas en 1937 y Mauricio fue el mayor de tres hermanos, le siguieron Rita y Rafael. Estudió la primaria elemental en el Grupo Escolar República del Ecuador. La primaria superior y el bachillerato del primer ciclo en el Colegio Moral y Luces, y el quinto año en el Liceo de Aplicación. Recuerda a algunos de sus profesores de entonces, especialmente a la doctora María de Tengler su profesora de inglés, y al profesor Dimas Hernández de biología. Abraza la carrera médica en 1954 y se gradúa en 1960, a sabiendas que el título de médico cirujano no era la meta buscada, tan solo el comienzo de un proceso de progresiva maduración personal e intelectual que duraría toda la vida, hasta hoy, hasta este preciso momento…

Fue preparador de la cátedra de Fisiología y luego interno del Puesto de Socorro de Salas e interno permanente de la Cruz Roja Venezolana. Asistió a los servicios de ginecología y dermatología de la mencionada institución. Fue residente de Dermatología del Hospital Vargas de Caracas y enviado a Norteamérica por el servicio, inicialmente a Stanford, luego a Miami y para finalizar, regresó a Stanford, donde obtuvo un doctorado en Microbiología Médica e Inmunología. Fue Diplomado por el American Board of Dermatology. A su regreso a fines de 1968 se reincorporó al Hospital Vargas de Caracas, casó con Karyn Myriam Kupferschmied quien inicialmente se recibiera de Licenciada en Computación y luego realizara una maestría en el IESA. De la unión nacieron dos hijos varones Herman y Moisés, los dos con maestrías en administración de empresas obtenidas en los Estados Unidos. Myriam trabajó en finanzas internacionales en PDVSA por 24 años, hasta que en 2002 fuera botada por Chávez de un pitazo…

Nuestro biografiado ascendió escrupulosamente en el escalafón docente en la UCV hasta alcanzar la categoría de Profesor Titular de Dermatología, fue jefe de cátedra y, además, fundador de la asignatura de Inmunología a nivel de posgrado… Su jubilación ocurrió el año 2000, pero nunca se separó de la docencia y todavía la ejerce a nivel de posgrado en la Escuela José María Vargas.

Años atrás nuestras familias entrelazaron sus destinos: nuestros padres comerciantes y caballeros de una sola pieza, el uno judío y el otro cristiano ortodoxo, llevaron negocios limpios y ese conocimiento de hombres de verdad, sin dolo ni artificio, permeó a través de las generaciones posteriores; Fidias Elías mi finado hermano, también médico, dermatólogo y tropicalista, le acogió con afecto de hermano menor en la Cruz Roja Venezolana, y con él publicó su primer trabajo científico:  “Cutis marmorata telangiectasica congenita.  Bol Hosp Carlos J Bello. 1960. 8:105-107”; y luego, mi persona, que le conoció y trató a fines de la década de los cincuenta, entonces malgeniado pero justo y muy enterado, y aunque se dice que el mal genio nunca mejora con la edad y la lengua es el único instrumento cuyo filo se incrementa con el uso, no fue este su caso…; en desconocimiento de los nexos familiares y por azar, nuestros hijos Graciela Cristina y Herman luego se conocieron en Nueva York e iniciaron una sólida amistad, y sus hijos, nuestros nietos, compartieron alegres momentos familiares; el tiempo y las experiencias que propenden a la maduración del hombre y busca el fiel de la balanza, indicador que marca cuando los dos platos con faltantes y sobrantes quedan al mismo nivel, hizo de Mauricio una persona más sabia, más reposada, más tolerante y menos explosivo.

Desde sus inicios de estudiante le atrajo la dermatología, a lo mejor influenciado por sus maestros, ambos académicos, el doctor Jacinto Convit (†), Individuo de Número  Sillón XXXI, pero, muy en particular, por el maestro Francisco Kerdel-Vegas, Individuo de Número sillón XXIV, dermatólogo, su mentor y amigo, quien viendo en él un hombre templado y dueño de sí, ese, que al decir de Aristóteles a Nicómaco, solo obedece a la razón, lo tomó bajo su ala bondadosa sirviéndole de rosa de los vientos para que fijara en su sextante cuál debía ser su rumbo cardinal, y así,  facilitó su posgrado en el exterior… Pero también quizá, obedeció a otros imponderables, como la profusión de epónimos que inundan la vasta panoplia de las enfermedades de la piel que desafían memorias y ponen a prueba el diagnóstico diferencial; tal vez por el reto diagnóstico que encierra el reconocimiento de tantas y tantas condiciones parecidas con diferentes comportamientos, y más importante aún, por sus intimas conexiones con enfermedades sistémicas y del alma; pero además, quien lo sabe, si por el fementido privilegio de ser la piel el ¨órgano más grande del cuerpo humano¨, siendo que en las personas adultas ocupa aproximadamente 2 metros cuadrados, pesa 5 kilogramos, contiene casi 18 metros de vasos sanguíneos y tiene un espesor que oscila entre 0,5 milímetros en los párpados y 4 milímetros en el talón. Pero acaso, ofenda su narcicismo y el de otros dermatólogos el saber que la realidad es otra, que ya no es el más extenso; le sobrepasa con creces otro órgano prodigioso, el endotelio vascular cuyas células tapizan el interior de todos los vasos sanguíneos y linfáticos del cuerpo, tiene un peso aproximado de 1 kg en un humano de talla promedio, está formado por más de tres trillones de células que cubrirían una extensión aproximada de 4.000 a 7000 m2, algo así como la superficie de, ¡20 o 35 canchas de tenis…!

Mauricio hizo suya la frase de sir William Osler, ¨Estudiar los fenómenos de la enfermedad sin libros, es como navegar por un mar sin cartas marinas, mientras que estudiar los libros sin ver enfermos es como ni tan siquiera zarpar¨. En tanto que atendía con esmero y recogimiento a pacientes y enseñaba, leía mucho y lee mucho, registra, madura, decanta y escribe. Desde 1969 ejerció y ejerce hasta hoy día la medicina privada en dermatología. Pero aparte de la medicina, le interesan la historia y las variantes del comportamiento humano. El amor por aprender, el amor al semejante, el amor a la verdad, y, sobre todo, las correctas estimaciones de la naturaleza personal del médico han hecho de él un hombre sabio y empático.

Pero el doctor Goihman no es solo un dermatólogo, es también un inmunólogo exitoso, si es que por éxito entendemos conseguir lo que queremos y nos sentimos satisfechos con ello, y esta circunstancia le obliga a pensar más allá de la piel; es ese médico que sorprende a sus pacientes desnudándoles totalmente y observando con detenimiento y palpando cualquier mancha o protuberancia en el cuerpo entero. Recuerdo que su servicio tenía asignada una cama en algunos servicios de medicina interna del Hospital Vargas de Caracas, el nuestro, era uno de ellos, y era él quien la tenía a su cargo, así que muchas veces coincidimos durante las revistas matutinas donde le acompañaban sus residentes e intercambiamos pareceres y conductas, él siempre con vitola de internista por derecho…

Mauricio pertenece a esa estirpe de médicos que observamos cuidadosamente los fenómenos de la vida y sus fases normales y alteradas, que perfeccionamos el arte más difícil de todos, el arte de la observación, llamando posteriormente a la experimentación; que, cultivamos la facultad de razonar para poder distinguir lo verdadero de lo falso: estos son nuestros métodos, prevenir las enfermedades, aliviar el sufrimiento y cuando podemos, curar al enfermo, ese es nuestro trabajo, esa es nuestra misión…

Mauricio debió intuir y saber muy claramente, lo que preocupó a don José Ortega y Gasset (1883-1955), filósofo y ensayista español, quien habló de la ¨barbarie¨ del especialismo, esa que hace del hombre de ciencia actual el prototipo del hombre-masa, es decir, esa que hace de él un primitivo, un bárbaro moderno, llegando al punto de proclamar como una virtud el no enterarse de cuanto quede fuera del angosto paisaje que especialmente cultiva; por otra parte, llama diletantismo, a la curiosidad por el conjunto del saber; así definido, me gustaría ser un dilettante como él, pues entiendo en forma diáfana, que, ningún órgano o sistema existe en silencio de los demás, todos se relacionan con él y él con todos ellos y con el mundo externo, el todo corporal con la mente y con el espíritu, lo de adentro con lo de afuera, lo local con lo general y el micro con el macrocosmos…

Nos acechan y nos cazan bandas criminales nacionales y extranjeras, la dictadura nos atenaza cada día con nuevos inventos destructivos. En medio de esta terrible matanza a sangre y hambre que horripila al mundo civilizado, ¿no suena en verdad como acre ironía hablar de condiciones cutáneas y libros cuando nuestras vidas penden de imponderables en este mismo momento…?

Pero en el mismo orden de ideas, para el médico, cualesquiera su especialidad, una biblioteca bien utilizada es uno de los pocos correctivos de la senilidad prematura a la que mostramos una inclinación tan acusada, pues resulta asombroso con cuan escasas lecturas un médico puede iniciarse en el ejercicio de la medicina, pero de manera alguna puede sorprender tampoco, cuan defectuoso puede hacerlo, cuan mal que puede ejercerla. Priva a menudo en la profesión una apatía abismal, un abandono tan acusado, una mental molicie tal vez, tan profunda como el sueño de Rip van Winkle, un aldeano de ascendencia holandesa, que, debido a las continuas regañinas de su esposa, se refugia en un bosque a la búsqueda de paz y tranquilidad. Tras un misterioso encuentro con unos seres peculiares, aquel vago irresponsable se queda dormido bajo la sombra de un árbol y al despertar al cabo de veinte años, descubre que el mundo que conocía ya no existe, que se ha perdido la Revolución Americana, que su esposa ha muerto, que su casa está en ruinas y que todo ha cambiado… El símil de ese famoso vago de la cultura anglosajona se aplica a una persona que duerme despierta por un largo período, o a alguien que, por una razón desconocida, no se entera ni le interesa lo que sucede a su alrededor. Sus orígenes se remontan evidentemente al famoso cuento corto de Washington Irving (1783–1859), convertido en todo un clásico de la literatura norteamericana.

No, no fue este el caso el del doctor Goihman, quien no malgastó su tiempo pues conocía que el tiempo es la materia con que está hecha la vida y un don para no dilapidar…

Aun así, quisiéramos destacar una arista fundamental de nuestro nuevo académico de número: La primera vez que tuve la suerte de visitarle en su hogar atendiendo una amable invitación suya a cenar, llamó mi atención la cantidad de rumas de libros doquier, que por su altura apenas si encontraban un equilibrio, sin aparente cuidado estético ni armonía: sobre la mesa redonda de la sala formando un corrillo, en el suelo, al lado de su sillón de lectura, todos parecían esperar su momento de ser manoseados, de ser leídos, de ser acariciados, para que sus contenidos pasaran a formar parte de la fina urdimbre de su pensamiento, de su ser, siempre crítico, tantas veces igualando la acidez de la retama, si ello fuera necesario.

Allí me enteré, que, en la casa paterna ubicada en La Castellana, coto cerrado a miradas curiosas, era donde realmente asentaba su extensa biblioteca. Hoy día no más allí, expulsada por la situación-país, se voló a Costa Rica: un apartamento completo para albergarla fuera del ámbito de su vivienda. Siente especial deleite en leer los artículos sin importarle si ofende la morada de los espíritus regidores del tiempo. Ignoraba cuándo al doctor Goihman le comenzó el ¨sarampión literario¨, esa, su pasión por la lectura. Pero sí sé que aún no le ha abandonado, pues una biblioteca nos permite vivir en la tranquilidad creativa del alma mater a través de una circulación placentaria que los libros únicamente pueden aportarnos. Un viejo escritor decía que hay cuatro clases de lectores: Esponjas que lo incorporan todo sin distinción; relojes de arena que reciben y expulsan con la misma rapidez; sacos que solo retienen el poso de las especies y dejan escapar el vino; y tamices que retienen lo mejor. No obstante, ¿cuántos años se toma una persona hasta alcanzar esa codiciada etapa de tamiz? Tal vez él pueda decírnoslo…

Nos cuenta que, efectivamente, ¨el sarampión¨ le poseyó en 1947 cuando contaba solo 9 años, época en que su tío el doctor Adolfo Yahr le obsequió, ¨El Candelabro enterrado¨, una obra de Stephan Zweig (1881-1942), donde se reseña cuando la menorá -el candelabro de siete brazos del Templo de Salomón-, es robado por los vándalos durante la caída de Roma y entre la comunidad judía cunde el desánimo. Ya él poseía algunos libros, pero con ese decidió que tendría una biblioteca Galileo, pues consideraba que leer era el único medio de tener poderes sobrehumanos…

Y es que tal vez sin saberlo, intuía que una biblioteca es un gran catalizador para acelerar el progreso personal y en lo particular, del alma médica, pues previene la ¨senilidad¨ prematura que no por raridad amenaza al médico autodidacta, quien al no leer ni mantenerse intelectualmente agudo se torna desinformado, repetitivo, apático e incompetente. El médico lector –no solo de medicina-, aquel que lee por placer, adquiere perspectiva mental muy valiosa, sentido de la continuidad histórica, inspiración y mejor carácter porque a menudo, quien siega no es el sembrador…

 Hizo suya la frase de don José de Letamendi y Manjarrés (1828-1899), catedrático de patología general de la Universidad de Madrid, ese mismo que dijo, «De quien te diga que de medicina sólo sabe, ten por seguro que ni de medicina sabe». Para Franz Kafka (1883-1924), un libro es «el hacha para hendir el mar congelado en nuestro interior»; para la escritora francesa, Anaïs Nin, «la alarma para despertarnos del letargo de la casi-vida»; para Gwendolyn Brooks (1917-2000), «carne, medicina y llama, vuelo y flor». Luis Yslas, nacido en Lima, 1972, licenciado en Letras por la UCAB (1995), profesor y editor de literatura, colaborador de Prodavinci y autor de, ¨¿Qué libro no prestarías jamás?¨, nos dice, ¨Tu libro es único no solo porque lleva tus marcas, sino porque el contenido de espacio y tiempo de su lectura resulta insustituible. Para este tipo de apasionados prestar un libro equivale a desmembrarse y perderlo, a una amputación existencial. De allí que la mayoría prefiera no correr riesgos y aferrarse a sus libros dilectos como quien evita una fractura irreparable en el corazón de su biblioteca¨. «El amante de los libros… —dice el narrador peruano— los ama en sí mismos como cuerpos independientes y vivos, como conjunto de páginas impresas que es necesario no solamente leer, sino palpar, alinear en un estante, incorporar al patrimonio material con el mismo derecho que al bagaje del espíritu. El amante de los libros no aspira solamente a la lectura sino a la propiedad». El bibliófilo no presta sus libros porque muchos no siempre conocen las diferencias en meum y tuum, es decir, mío y tuyo, y no los devuelven…

  Como cada biblioteca debe contener una selecta colección de inmortales colocados aparte en un sitio de honor o estantería de la fama para su especial reverencia, y no necesariamente libros, más a menudo contribuciones que hicieron época, le pedí a Mauricio que me reseñara seis libros fundamentales que pondría en su mesa de noche; además del citado, ¨El Candelabro enterrado¨… Me responde, ¨Mi gusto en libros ha ido cambiando, pero si me pides SEIS libros preferidos, ellos serían:

  1. ¨El Candelabro enterrado¨.
  2. La trilogía de ¨El Señor de los Anillos¨ le cautivó desde mediados de la década de los 60… Arrobó su corazón el profesor John Ronald Reuel Tolkien por su maestría del lenguaje y por ser un eximio filólogo, y, además, por haber formado parte del comité que tradujo la Biblia de Jerusalén al inglés. En él se relata la lucha del mal contra el bien. El mal es poderoso y sus efectos casi nunca desaparecen del todo. Los seres humanos llevamos el mal en nuestro interior y la posibilidad de corrompernos. Muchos luchan contra el mal, pero ni son completamente exitosos, ni fracasan del todo. A veces la victoria contra el mal conlleva terribles sacrificios e incluso la desaparición individual. La tierra y la humanidad son un reflejo muy imperfecto del diseño de la divinidad, pero con todo, siempre son seguidos.
  3. ¨The History of the Decline and Fall of the Roman Empire¨, del historiador inglés, Edward Gibbon (1737-1794), un trabajo de seis volúmenes escrito en un inglés monumental. En Caracas tiene una edición resumida, pero en Costa Rica atesora la de su gusto, la edición completa de 1776 y años siguientes en una reimpresión de los Penguin Classics.
  4. La Riqueza de las Naciones (The Wealth of Nations, 1776) de Adam Smith (1723-1790) economista escocés y filósofo moral; un inglés de la edad clásica que muestra de modo clarísimo, cómo la riqueza de las naciones no está en sus recursos naturales ni en las conquistas que pueda hacer o haber hecho, sino en su productividad. Cree que ello se aplica a las vidas individuales. Las aptitudes y fuerzas que heredas o consigues, tienen valor por lo que puedes hacer con ellas y por el beneficio que tus acciones produzcan.
  5. ¨This is My God¨ (Este es mi Dios) de Herman Wouk (1915) sobre el estilo de vida judío, Premio Pulitzer 1952. Es un resumen del judaísmo ortodoxo, pero escrito en un lenguaje moderno para el judío que quiere vivir la vida de su país natal, sin aislarse, sin andar vestido de mamarracho, pero sin abandonar lo que es. Explica las cosas con un lenguaje prístino, e igualmente explica por qué los judíos siguen aferrados a sus costumbres antiguas comparándolos con lo que sucede después de una guerra. La mayoría de los que fueron combatientes, son desmovilizados y reingresan a la vida civil. Algunos, sin embargo, permanecen en el ejército y continúan con los usos y restricciones de la vida militar. Esos, dice él, son los judíos que se mantienen dentro de lo pautado en la Biblia y con su propia disciplina.
  6. La Biblia. La obra de mayor importancia jamás escrita. Contiene la historia del pueblo al cual pertenece el nuevo académico. En ella encontramos la traducción de nuestros sentimientos más bajos y más elevados, nuestras alegrías y nuestras tristezas. La ética, sus principios y sus transgresiones, sentimientos expresados en los salmos.

De haber sido más de seis, de seguro que hubiera incluido también a ¨El Ingenioso Hidalgo, Don Quijote de la Mancha¨ (impresa en 1604) escrita por el español Miguel de Cervantes Saavedra (1547-1616), la obra más destacada de la literatura española y de las principales de la literatura universal, además de ser la más leída después de la Biblia; pero posiblemente no, ¨Las Aventuras de Sherlock Holmes¨, de Sir Arthur Conan Doyle (1859-1930), uno de los ¨libros de medicina¨ que recomiendo a mis alumnos, por haber sido su autor médico, oftalmólogo y escritor, y su hijo literario el detective aficionado Sherlock Holmes, prodigio de fina observación, esa que transforma al médico en un acusado diagnosticador a la husma del criminal trocado en enfermedad.

  Se ha dicho que la medicina es una profesión de caballeros cultos porque procedemos de un noble linaje; por ello, nuestro esplendente académico tiene una biblioteca de innumerables y escogidos libros a los cuales cuida con celo de ratón de biblioteca; mejor aún se los ha leído todos y de su molienda intelectual, ha sacado su densa cultura y recreaciones del tipo de los Midrashim y más recientemente los ¨Deutero-Midrash¨, que no difieren en sus contenidos de los demás, son formas de enseñanza a la manera de un cuento basado en un hecho histórico, sobre ética, historia o dermatología; ahora, como es de esperarse, tienen más que ver con política en un amplio sentido y con la situación mundial y de Venezuela. El término Midrash (en hebreo, מדרש‎ -«explicación»-), en plural midrashim, es un término que designa un método de exégesis o extracción o interpretación objetiva de un texto bíblico dirigido al estudio o investigación que facilite la comprensión de la Torá, o primera sección de la Biblia: los libros de Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio. Estos mismos libros son llamados “Los Libros de Moisés” o “Pentateuco”. Inicialmente se publicaron en Dermatología Mexicana y ahora aparecen en Piel Latinoamericana, en forma mensual y ha publicado cerca de un centenar. Para referirse al destino de sus escritos, emplea la frase de Horacio, “No moriré del todo … algo quedará de mí y de mi esfuerzo…”; y dice, “salvando las obvias diferencias…, algo quedará de mí y de mi esfuerzo al escribir esos Midrashim”.

 Precisamente, la levadura de todo el colectivo médico reposa en un grupo silencioso, pequeño, a quien los profanos llamamos ¨tragalibros¨, bibliomaníacos o bibliófilos, pero pobre de ellos si sus bibliotecas estuvieran llenas de libros de los que no vuelven una sola página, porque como Carlo Dossi (1849-1910) el escritor y diplomático italiano escribiera, ¨se podrían comparar con eunucos en un harén¨.  Los verdaderos bibliófilos mantienen vivo el sentimiento de continuidad histórica de la profesión, no solo porque aman los libros, bien por su contenido, bien en razón de sus autores, bien porque hacen posible el disfrute de un acto hermoso de la tradición que no debe perderse como el que presenciamos en la luminosa mañana de mayo, de hoy, sino porque es necesario contemplar la vida de los grandes y buenos del presente y del pasado, de quien James Rusell Lowell (1819-1891), el poeta, crítico y ensayista perteneciente al movimiento romántico norteamericano designó como “el toque divino de los personajes que se han ido”.

No imagino a Mauricio leyendo sus libros desde un artilugio electrónico como el e-Reader, Amazon-Kindle, Kindle PaperWhite o libro-electrónico de pantalla táctil, un ¨libro¨ con pantalla electrónica lanzado al mercado comercial en 2007, que se conecta de forma inalámbrica a una red llamada whispernet propiedad de Amazon, y que desde fines del 2009 puede usarse en cualquier parte del mundo que posea cobertura móvil de los operadores con los que Amazon ha colaborado (versión Kindle 2 international). El libro de marras, sin papel ni olor amistoso, pesa apenas 283 gramos (10 onzas), no emplea cables, posee una batería de larga duración; dependiendo de sus 4 modelos es capaz de almacenar entre 1.500 y 3.500 títulos, pudiendo descargarse un libro de la red –con la venia de CANTV- en menos de 60 segundos; tiene acceso a revistas, periódicos y blogs, y su coste hoy día, es de entre $ 49.96 y usado $ 29.88, tal vez mucho menos con la masificación de la producción; los best sellers del New York Times que pueden ser adquiridos, valen $8.99 cada uno. ¿Cómo lo ve, doctor Goihman…? Además, si le hace falta el olor a libro nuevo, puede comprar un spray que, rociado al momento de leer, satisface esa memoria olfatoria tan sutil almacenada en el sistema límbico del cerebro, especialmente en la amígdala y el hipocampo.

El amor por aprender, el amor al semejante, el amor a la verdad, y, sobre todo, las correctas estimaciones de la naturaleza personal del médico, han hecho de Mauricio un hombre sabio, justo y empático, porque es necesario decir que el médico ha caído de su pedestal en razón de su desapego y deshumanización, porque en pretendida antinomia, los adelantos de la Ciencia suelen sobreponerse a la Moral, la cual se ha replegado disminuida.

Señoras y señores,

 Llega el doctor Mauricio Goihman a esta Academia en momentos críticos y dolorosos para la Medicina y en general, para la ciencia y el academicismo nacionales. El sistemático estrangulamiento de las academias y las universidades nacionales, y especialmente de la Universidad Central de Venezuela a través del regateo de recursos, la amenaza del hamponato y la rastrera descalificación de sus autoridades, nos invita a resistir, a no permitir que nos invada el desánimo, a no flejar; la canalla ha querido, pero no ha podido vencer la reciedumbre de nuestras bases fundacionales, éticas, y morales y algún día, almorzarán festivos y despreocupados con sus compinches y cenarán en la noche con sus antepasados porque puedo asegurar que el futuro de Nicolás y su pandilla, está detrás de ellos, porque son los platelmintos carnívoros más simples y probablemente los más primitivos…

La estampida migratoria de cerebros jóvenes, esos que preparamos con ciencia, amor y dedicación hasta dejarlos bien apertrechados y dispuestos, se han ido allende la patria en la búsqueda de horizontes más justos y vías de vivir no siempre más humanas, pero sí, sin agobio ni persecución, pero, estamos obligados a prepararles una repatriación cuando la Aurora la diosa del amanecer y del nuevo día nos premie con su rocío vivificante.

Para la Academia Nacional de Medicina, cuerpo colegiado y máxima institución científica de la medicina nacional, y para todos y cada uno de nosotros, es motivo de justificado orgullo recibir en el seno de la corporación a una personalidad de la talla moral y científica del doctor Mauricio Goihman que ha de llenar el vacío dejado por nuestro querido y bien recordado doctor Ibrahim González Urbaneja.

Le pedimos a nuestro flamante académico que nos acompañe en velar por los tres símbolos sagrados que nos miran en nuestra sala de sesiones desde el imperturbable silencio de sus oleos; Bolívar, el genio sin par que a costa de su tranquilidad y fortuna nos regaló esta patria libre que no hemos sabido defender; Vargas, el sabio reformador que nos legó una universidad moderna y autónoma mostrándonos de paso el sendero de la dignidad ciudadana, esa de la que mucho carecemos; y Razetti, médico universal, la mente brillante y polifacética que concibió y dio vida a esta, nuestra Academia, cuyo inmediato futuro ha peligrado y peligra en manos del odio y la intolerancia.

Señoras, señores…

 

 

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