Elogio amoroso de las semillas de un cedro…

Echando al vuelo mi imaginario aventurero creo que puedo intentar recrear una imagen en la que muchas veces he pensado: mi padre campesino, José Muci Abraham, 20 años, como quiera llamársele, inmigrante o colonizador libanés, sentado en el suelo con un palito a la diestra, el oído alerta y el corazón dispuesto garabateando en la tierra seca del ardiente llano guariqueño, en ese mismo trocito propicio de Venezuela que le era regalado sin exigir nada a cambio; su mano titubeante conducida por la bondad de otro, tal como se lleva de la mano a un párvulo… ¿Perdía acaso su tiempo…? ¿Jugaba para matar el tiempo? Noo, estaba demasiado urgido de conocer para ser y hacer, de saber, de emprender la gesta de conquistar un país y dos idiomas… ¿Dos idiomas dije…? Sí, así fue, el español y el árabe. ¿Y es que no disponía de recursos para hacerse de un pinche cuaderno y un lápiz? No, la pobreza de un inmigrante puede ser soberanamente crítica pero su voluntad suele ser inquebrantable, pues cuando sobra corazón, los obstáculos se allanan por arte de la voluntad y la decisión. Con el tiempo, única dignidad de que podría envanecerse mi padre era el trabajo sin fatiga hasta que la muerte le llamó a los 91 años…

En su ADN mitocondrial, ese que sólo se hereda de madre a hijo, muy profundo y oculto, conservaba intacto el espíritu de sus antepasados fenicios, aquellos montañeses navegantes, y en él podía sentir el pálpito de que la creación del alfabeto era parte de su carga genética y cultural aunque él fuera apenas un anhelante analfabeto; esos 22 símbolos mágicos que hacían posible la trasmisión de ideas y emociones, sin que él lo presintiera, estaba latiendo por milenios en su sangre libanesa grabado a ferrete y fuego… De severos principios morales superó las más duras dificultades, asimiló las nuevas costumbres y el lenguaje no fue un obstáculo para él en un país que le recibió con hospitalaria benevolencia y donde sus cualidades fueron apreciadas, su rectitud y honestidad, su amor al trabajo,su devoción a la familia y su bondadosa sociabilidad…

Aquí les vemos juntos, como siempre estuvieron, en la celebración de sus Bodas de Plata matrimoniales con la hermosa prole que fuimos los Muci-Mendoza…

¡Qué belleza de familia la mía! Tres hembras y seis varones. En nuestra hermosa casa de Camoruco, en la Avenida Bolívar de Valencia, el aromático pino sirve de telón de fondo, el jardín de piedras picadas, rastrilladas y perfectamente dispuestas a nuestros pies; mi padre Don José, sobrio, serio y erecto, de paltó y corbata que no abandonaba ni en la playa; Gileni mi hermana mayor y madrina se sostiene en su hombro firme; Rosa lo hace con Franco, la primorosa Josefina con Fidias, todos enfluxados; mi madre, Misia Panchita, sonriente posa su suave mano en el hombro de Aziz, el hijo menor con las medias chorreadas y un dedo engarzado en el bolsillo. Yo,  el cronista, bien puesto con las manos entrelazadas al frente, siempre de buen humor, tranquilo y mediador a ultranza. Todos los demás mostrando a la cámara nuestra mejor y más genuina sonrisa con motivo de las Bodas de Plata del matrimonio Muci-Mendozacincuenta y siete años de unión y respeto habrían de ser hasta el fallecimiento de Don José en 1978…

Plato conmemorativo de las Bodas de Plata Muci-Mendoza

Dios, que siempre le premió, puso en su camino dos mecenas, dos ángeles guardianes, dos filósofos de pueblo de esos también forjados en el crisol del propio esfuerzo en medio de la llanura infinita, don Juan Clímaco Mirabal y don Félix Abraham, el uno le enseñó rudimentos del español y el otro nociones del árabe, así que con estos esbozos, instrumentos o artes de la comunicación, se lanzó seguro al mar proceloso de un país que le era extraño pero que pronto hizo propio y del cual recibió bondades y bendiciones por canastos. Lo demás lo hizo por sí solo, lecturas, especialmente biografías de personajes famosos eran de su gusto y ellas le transformaron en un ciudadano enterado, visionario y muy respetado.

¿Y cómo pudo llegar hasta los 20 años analfabeto, tal como un animalito de Dios…? A pesar de que su familia poseía firmes virtudes morales, afán de superación y apreciaban el trabajo como herencia, tenía que madrugar para ayudar a los suyos a cultivar en su pequeño terrazgo el agreste suelo con la pesada yunta de bueyes, a arrancar al terrón las escasas fanegas de trigo, a ocultarlas para que los zorros y el azote otomano bribón, insolente y bandido, no se las robara y tomar cuidado de dos camellos, así que le alcanzaba la noche muy fatigado y rendido, y no siempre Nicolás, su hermano mayor, estaba en disposición de enseñarle. Una lección de heroísmo, abnegación y fe en sus propias fuerzas, de una inquebrantable voluntad de vivir y ánimo de vencer…

Para los libaneses del tiempo de mi padre la emigración era un drama, en parte por su vocación de trabajo, sus costumbres y su lengua; un drama que representaron con valor, estoicismo y adoptando el esquema de la doble patria, una nacionalidad desdoblada, donde al tiempo que se adquiría una, no se abandonaba ni se desatendía la otra. No fue esclavo de su dinero como muchos, antes bien, fue su amo y señor en vez de ser su siervo…

Pero si hubiésemos oteado en derredor de su morada, hubiéramos apreciado imponente, un cedro libanés, un árbol corpulento de sabor bíblico, Cedrus libanii, es su nombre científico, pero se le tutea llamándole cedro del Líbano o cedro de Salomón; de hecho es el emblema de la patria de mi padre, el Líbano, presente en su bandera y en su escudo. El coloso es una pinácea que vive en bosques de montaña y distintiva la región mediterránea, especialmente en el Líbano, oeste de Siria y sur de Turquía elevándose al cielo hasta treinta metros; tiene hojas de verde perenne intenso, podría decirse, una alegoría a su longeva vida interior; su madera se considera como una de las más pesadas, densas, fuertes, duraderas y aromáticas… No sin razón el rey Salomón erigió su templo con maderas procedentes del Líbano; y del mismo material, estaba construida la carpintería del Templo de Éfeso.

Pero a sus semillas, su descendencia, no les gustan los terrenos húmedos, quieren ser desafiadas por el medio estrecho, mezquino y difícil, y a menudo germinan triunfantes…

La letra de mis padres era un poema…

Y eso era nuestro padre, el simbolismo de un cedro libanés cuyo imponente ramaje sirvió de arrope y sombra en primer lugar a mi madre –flor de bora del llano guariqueño- y a su familia, y luego a los nueve hijos con que Dios le premió, a los familiares, hermanos y sobrinos que dejó atrás en casa, a los cuales proveyó de una escuela primaria mantenida de su propio peculio ¨para que ellos tuvieran lo que él no tuvo¨ y una iglesia para que también agradecieran al cielo; pero también tendió el resguardo de su ramaje al viajero cansado, al emigrante perdido, al necesitado y al olvidado: todos tuvieron asegurada bajo su fronda, amorosa acogida.

Mi madre tampoco tuvo instrucción como no fuera un tercer grado de pueblo en una escuelita fundada por la necesidad, ¡Ah malaya…!, se lamentaba, pero aun así, se sentía orgullosa de lo que había aprendido a tenor propio, tenía una letra envidiable y una cultura fabricada por sí misma; era el terror de los crucigramas a los cuales desafiaba a diario y vencía limpiamente, y su vocabulario, extensísimo, a menudo nos hacía quedar mal a nosotros aventajados estudiantes de un colegio privado, porque más vale el deseo que la ocasión; nuestra madre era todo ternura, amorosa, preocupada y ocupada, sus manos eran un bálsamo tranquilo para nuestros casuales males. Mi padre la adelantaba en años, así que siendo huérfana de madre y padre a los 12 años, mi taita también le sirvió de padre supletorio y aunque  mostrando un amor seco, la mimó bajo su ala…

La comparo con un araguaney (Tabebuia chrysanta) palabra compuesta de dos vocablos griegos que significan «flor de oro», árbol emblemático de Venezuela que nos regala su floración cuando el verano arrecia; así, sus flores son un espectáculo en el agreste paisaje, que nos sonríe llenando de alegría nuestros corazones…

En aquella llanura infinita se dio un injerto feliz entre un cedro libanés y un araguaney venezolano; algo inusualmente hermoso; y cuando fructificó aquel nuevo árbol, no molestado por la endogamia habitual de parientes casados con parientes, sus semillas llevaron el germen de la excelencia, del compromiso, de la honestidad, de la alegría y del amor al prójimo y a la patria. Mi hijo Rafael Guillermo, arquitecto y artista urbano realizó la hermosa obra que muestra esta transmutación…

 

Mi padre amaba y admiraba ese estudio y ese conocimiento que no pudo obtener: la labor continua y sin pausa y la carga de hijos se lo hacían imposible; mi madre quería saber más y más y se lamentaba de las carencias de su pueblo entonces; no obstante, aprendió a hablar el árabe en corto tiempo y disfrutaba ejercitándolo con los paisanos que de ocasión nos visitaban. Pero sus hijos si tendrían la mejor educación y allí estaban ambos dispuestos para proporcionársela. Él a la tienda ejerciendo con éxito su milenario oficio de mercader, ella a la casa, donairosa y ejecutiva, cuidando de todo y de todos, cosiendo para la tienda si era necesario, y sus hijos a los libros y al conocimiento que llevan a la notabilidad…

De su primogénito hijo varón, José o Youssef como en ocasiones le llamaba, sacó nuestro padre sus primeros y más grandes deleites; copió su nombre completo en él y le adicionó el ¨hijo¨ al final: José Muci Abraham, hijo. ¡Tanto que me preguntan el por qué no lleva el apellido de mi mamá…! Se dio el hecho de que tres de mis hermanas mayores murieron a muy temprana edad y  mi padre pensó que su apellido se extinquiría… Por ello henchido de orgullo lo presentó con sus dos apellidos y al final, le adicionó el  ´hijo´; cuando mi hermano fue Contralor General de la República, fue necesario enmendar su partida de nacimiento, así que apareciera mi madre: José Muci Abraham Mendoza... Yo por mi parte, uní mi apellido al suyo en agradecimiento por la extraordinaria madre que fue, Rafael Muci-Mendoza

José, primer lugar en fila a lo largo de sus años escolares y en el bachillerato en el Colegio Sagrado Corazón de Jesús, La Salle de Valencia, alumno destacadísimo. Luego summa cum laude en sus estudios de derecho en la UCV, temido profesor de derecho por el alumno licencioso y apreciado por el estudioso, que nunca más lo olvidó por su rectitud y sapiencia; respetado y riguroso desde la exigencia, adecentó los estudios de abogacía en el país a los cuales recurrían todos aquellos que habían flaqueado en otras carreras y la tomaban como tabla de salvación o refugio. Con José mi hermano aquella decadente fama de picapleitos, tinterillos o soplacausas llegó a su fin, se acabó…

Como Contralor General de la República mostro su servicio incondicional a la patria y su incorruptible talante por quienes querían inducirlo a prevaricar o a aceptar coimas; a empujones expulsó de su despacho a un directivo italiano de la Cantieri Navali del Tirreno Reuniti, compañía que operaba en el sector de la construcción naval cuando le ofreció dinero a cambio de preferencias. ¡Qué diferencia con estos mamelucos rojos, amancebados con el delito y el crimen, chulos de instituciones que desprestigian y manchan con su sola presencia!

*         La presencia simultánea de 4 «mucis» en las Academias Nacionales Venezolanas:

Ciencias Políticas y Sociales (3) y Medicina (1) son comprobación de esta feliz alquimia de dos mundos tan alejados y en apariencia tan disímiles.

 

Doctor José Muci Abraham, hijo

Doctor en Derecho, graduado summa cum laude egresado de la Universidad Central de Venezuela en 1951, con estudios de posgrado en Derecho Internacional, Civil, Mercantil y Procesal en la Universidad Complutense (Madrid, España) (1952-1953). Profesor de Derecho Internacional Privado y de Derecho Mercantil en las Facultades de Derecho de la Universidad Central de Venezuela y la Universidad Católica Andrés Bello, Decano de la Facultad de Derecho en la Universidad Central de Venezuela (1955-1957) e Individuo de Número y expresidente de la Academia Nacional de Ciencias Políticas y Sociales, Sillón IV. Contralor General de la República entre 1974 y 1976.

Es autor de  más de sesenta ensayos y libros jurídicos, entre los cuales se encuentran obras reconocidas como el Aval de la Letra de Cambio, Anotaciones sobre el Endoso por Procuración, Cuenta Corriente Bancaria y Asociaciones en Participación y múltiples artículos publicados en Revistas de Derecho especializadas.

Doctor Rafael Muci-Mendoza

Médico Cirujano UCV, 1961. Médico Internista UCV. Doctor en Ciencias Médicas (Universidad del Zulia), 1972. Neurooftalmólogo clínico: University of California San Francisco (1978-1980). Fundador y Director de la Unidad de Neuro-Oftalmología del Hospital Vargas de Caracas desde 1980. Profesor Titular de Clínica Médica, Universidad Central de Venezuela, Escuela de Medicina ¨José María Vargas¨. Fellow del American College of Physicians.

Profesor Honorario de la Universidad Centroccidental Lisandro Alvarado.

Publicación de 6 libros y 225 trabajos científicos en el área de medicina interna, neurooftalmología y ética médica con algunos aportes inéditos a la bibliografía mundial; de ellos 112 en revista indizadas en Venezuela y el exterior. Publicación de 364 artículos de divulgación médica para la comunidad, fundamentalmente en el Diario El Universal de Caracas donde dirigió la columna de temas de salud, «Primum non nocere»; adicionalmente, ha publicado 102 artículos de opinión en los Diarios El Universal,  El Nacional y el Diario TalCual de Caracas.

Individuo de Número de la Academia Nacional de Medicina, Sillón IV.

Presidente de la Academia Nacional de Medicina de Venezuela, bienio 2012-2014. Miembro Correspondiente Extranjero de la Academia Nacional de Medicina de Colombia (2013). Premio Alma Mater, asociación de egresados de la UCV, 2017.

Doctor Humberto Romero-Muci

Abogado graduado summa cum laude por la Universidad Católica Andrés Bello (1985); primer lugar en la promoción de abogados de ese año. Magister en Leyes (LL.M.) así como Especialización y Diploma en Magister en Leyes por la Harvard Law School (1986), y tributación Internacional en la Escuela de Leyes de la Universidad de Harvard (1986). Doctor en Derecho (PhD) de la Universidad Central de Venezuela (UCV) (2003). Profesor Titular y Jefe de la Cátedra de Derecho Financiero en la UCAB (desde 1987). Profesor de Derecho de la Contabilidad y Tributación en la Especialización y Maestría en Derecho Financiero en la UCAB. Profesor en los Cursos de Doctorado en Derecho en la UCV. Individuo de Número de la Academia de Ciencias Políticas y Sociales, Sillón XIV (2005) y Miembro de la Junta Directiva: Segundo Vicepresidente (desde el año 2015), Secretario (2011-2015), y Tesorero (2007-2011). Más adelante, también sería presidente de la Corporación.

 

Doctor José Antonio Muci Borjas

José Antonio Muci Borjas es también abogado, egresado de la Universidad Católica Andrés Bello en 1986, con Estudios Especializados en Derecho Administrativo, Tributario y Procesal en la Universitá La Sapienza, Roma (1986-88), University of Miami, Estados Unidos de América (1994) y la Universidad Católica Andrés Bello (1996-98). En calidad de Profesor-Investigador Invitado, adelantó estudios en materia de Tratados Bilaterales de Inversión en la Universidad Carlos III, Madrid (2005-2006).Actualmente es Profesor de Derecho Administrativo y lo ha sido de Derecho Tributario en la Universidad Católica Andrés Bello.

José Antonio es autor de más de treinta ensayos y libros jurídicos, entre los cuales se encuentran obras reconocidas como La Excepción de Ilegalidad, El Derecho Administrativo Global y los Tratados Bilaterales de Inversión, El Abuso de la Forma Societaria (El Levantamiento del Velo Corporativo) y la Retrocesión en la Expropiación Forzosa. Ha sido Miembro del Consejo de Redacción de la Revista de Derecho Público y del Consejo Científico Consultivo de la Revista de Derecho Administrativo. Individuo de Número de la Academia de Ciencias Políticas y Sociales (Sillón XXVII).

Con gran emoción y lágrimas en nuestros ojos, hoy martes 6 de febrero de 2018, mi Graciela y yo hicimos acto de presencia en el Paraninfo del Palacio de las Academias en la incorporación de mi sobrino, José Antonio Muci Borjas -hijo  de mi hermano José- como Individuo de Número de la Academia de Ciencias Políticas y Sociales (Sillón XXVII) en el Paraninfo del Palacio de las Academias, lo que invita a elevar una oración de amorosa gratitud por nuestros padres en quienes la substancia de sus sueños era el éxito de sus hijos… Esa mañana nos dimos cita 4 ¨mucis¨ en el recinto para festejar la ocasión.

Nuestros padres vinieron al mundo con un costal de limitaciones: padecieron de hambre, analfabetismo, penuria, dolor y duelos… Se esforzaron porque sus hijos fueran los mejores ciudadanos, estudiantes y profesionales. Su ejemplo y su sombra bondadosa se extendió no solo a sus hijos sino a sus nietos: médicos, abogados, arquitectos, economistas, comunicadores sociales, artistas…, a toda su familia venezolana y libanesa y a muchas personas necesitadas. Fueron paradigmas de bondad, superación y trabajo sin descanso…

Con este escrito queremos rendirles tributo y reconocerles ese inmenso aporte que ha guiado los pasos de todos quienes hoy día les recordamos con inmenso amor, devoción, admiración y agradecimiento.

 

 

Publicado en El Unipersonal y etiquetado , , , , , , , , .

Deja un comentario