Elogio del ente malvado o insensibilidad congénita al dolor del semejante…

«Todo esta perdido cuando los malos sirven de ejemplo y los buenos de burla».

Demócrito.

Me contaba una amiga médica querida y muy cercana, que va a operar ad honorem al Hospital Vargas de Caracas -al cual no pertenece oficialmente pero sí, de corazón, y al que asiste en calidad de especialista cuando los residentes la llaman-, que en este mes de diciembre de 2023 se encontraba interviniendo un paciente de su especialidad cuando por segunda vez hubo un apagón y la planta de electricidad no arrancó del todo. Estando en medio de la cirugía, el anestesiólogo auxilió a la paciente con un Ambú, o ayuda manual de insuflar aire dentro del sistema respisratorio del paciente para evitar que muera de asfixia y al cabo de media hora le pidió que suspendiera la intervención, y que si podía, volviera a quierofano para reiniciar 3 días después la cirugía trunca , cuando las condiciones fueran más favorables.  Tres días que mi amiga esperó en su casa suplicando a Dios que pudiera proseguir la operación abortada por falta de electricidad y su paciente no se complicara. En estas llamadas de colaboración humanitaria, suele llevar su instrumental personal pidiendo a Dios que la Guardia Nacional Bolivariana no le decomise sus aparatos bajo el expediente de que se lo ha robado: expropiada y va presa … Cosas de la dictadura, cosas de un síndrome de insensibiliidad congénita al dolor del semejante, no les interesa ni les importa el dolor ajeno.Leer más

Elogio de la menuda corajuda…

 

«La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierran la tierra y el mar: por la libertad, así como por la honra, se puede y debe aventurar la vida y, por el contrario, el cautiverio es el mayor mal que puede venir a los hombres».

Miguel de Cervantes Saavedra (1547 – 1616)

Cuarto menguante, tiempo de arar; también es tiempo de romper una lanza, de arriesgar la vida en un lance como proclamaba El Quijote; es tiempo de asfixia, dolor terebrante y penuria; y es allí donde la vemos, mezclada con los varones, menudita, estilizada, captada en la anonimia de una foto, el cabello al desgaire, el pantalón ajustado, cuerpo inclinado hacia sus sueños como en una carrera de velocidad -¡no hay tiempo, se me acaba la vida…!-; con una cruz redentora en el pecho danzando al ritmo de su determinación, con una bandera de Venezuela de siete estrellas como única y suficiente protección al vaho dañoso y costoso en momentos en que no hay comida ni un bálsamo para tristezas; el bolso en su espalda portador de un mensaje oculto, de una bomba de profundidad: nada menos que el artículo 350° de la Constitución Nacional que solo él rellena todo el espacio, no otra cosa que amor por la justicia y fundamentalmente por la libertad, símbolo del marchante con objetivo, expresión de nuestra nueva mancebez, retrato del albor de una vida, cansada de pesares y desengaños, de tropiezos y mezquindades, de migración y rechazo, de melifluas promesas y botas militares, antítesis de galeotes de un futuro incierto, preludio de la hoguera para todo disidente: seis personas fallecidas en seis días, seis jóvenes mártires y matarán muchos más; el cartucho de gas lacrimógeno a la siniestra sin parar mientes en la ardentía de sus tres dedos por el calor generado, la rabia y la impotencia hechas anestesia, reclamo y torbellino, la mirada fija en el futuro como diciendo, ¡Malvados, quiero mi país de vuelta…!Leer más