Elogio de mis búhos… ¿ángeles o demonios…?

Mi querido y destacado alumno, doctor Francisco Marty, médico internista e infectólogo, con grandes éxitos y aportaciones terapéuticas novedosas en el campo de la micología de trasplantados, Associate Professor de la Harvard Medical School, Brigham and Women’s Hospital, me envía la foto del búho de enigmática mirada que encabeza y engalana este escrito.  El último inventario me dejó saber que poseo en mi consultorio algo más de 1300 búhos

Dentro del universo de los pájaros, los búhos se destacan por sobresalientes rasgos: son aves nocturnas solitarias, su cabeza es grande y sus enormes y expresivos ojos miran hacia delante y por estar fijos en sus cuencas necesitan ser capaces de girar la cabeza hasta 270 grados. Por su excepcional visión nocturna, audición aguda y la capacidad de volar en silencio, es un cazador sigiloso y efectivo. Búho es el nombre común de aves de la familia Strigidae, del orden de los estrigiformes o aves rapaces nocturnas. Habitualmente designa especies que, a diferencia de las lechuzas, tienen plumas alzadas que parecen orejas y presentan una coloración amarilla o naranja en el iris.

Probablemente no conozcas acerca de los símbolos que se encuentran ocultos en el billete de un dólar americano. Vamos a desvelar uno de ellos. Si detallamos la parte superior derecha del billete, junto al número 1 y tomando especial atención podremos encontrar el dibujo de un diminuto búho. Es el símbolo de Los Illuminati, una sociedad secreta de la época de la ilustración fundada el 1 de mayo de 1776 en Ingolstadt, Baviera  que buscaba oponerse a la influencia religiosa, a los abusos de poder del estado, apoyaba la educación de la mujer y propugnaba la igualdad entre los sexos. La orden de los Iluminados estaba comprometida con el modelo ilustrado. La meta era la mejora y el perfeccionamiento del mundo en el sentido de libertad, igualdad, fraternidad, el adelanto y perfeccionamiento de sus miembros (de ahí también el viejo nombre Perfectibilistas). Así que su objetivo era derrocar a los gobiernos y reinos del mundo y acabar con todas las religiones y creencias para unificar la humanidad bajo un «Nuevo Orden Mundial» –cuyo símbolo puede verse en la pirámide del reverso del mencionado billete: ¨novus ordo seclorum¨-. Este orden estaría basado en un sistema internacionalista, con una moneda única y una religión universal, donde según sus creencias, cada persona lograría la perfección… Entre 1784 y 1785, Carlos II Teodoro de Baviera prohibió la orden mediante varios edictos.

«Cuando la filosofía pinta el claroscuro, ya un aspecto de la vida ha envejecido y en la penumbra no se le puede rejuvenecer, sino sólo reconocer: el búho de Minerva Minerva -Atenea- inicia su vuelo al caer el crepúsculo». Esta cita perteneciente al Prefacio de Fundamentos de la Filosofía del Derecho de Hegel, dará lugar al reconocimiento del búho-mochuelo como símbolo de la filosofía. En la Grecia clásica, el Búho adquiere un nuevo significado, se lo asocia con el conocimiento y la cultura. Tiene su origen en la figura de Palas Atenea, diosa de la sabiduría sabiduría y del conocimiento, representada con una lechuza como su fiel compañera. Se dice que Atenea tenía «ojos de mochuelo», como señal de sabiduría y perspicacia… En la fábula esópica de situación, «La lechuza y los pájaros», es considerada como un ave inteligente y por ello estaba consagrada a Atenea.

El siglo XX supone el asentamiento del búho definitivamente. Cabe mencionar al filósofo don José Ortega y Gasset  (1883-1955), creador de la «Revista de Occidente», cuyo logo es la lechuza-búho de Minerva o Palas Atenea. Por cierto que el primer escudo griego propiamente dicho, surge en 1822 y tenía forma circular, sus colores eran blanco y azul, y en él estaban la diosa Atenea y la lechuza; fue creado para la Constitución de Epidauro, el 1º de enero de 1822, y luego se estableció por decreto el 15 de marzo de 1822.

Mi encanto por la diosa Palas Atenea (Minerva) se enraíza con la figura de Mentor.

Me conmovió el porqué del término Mentor pues, tiene una historia muy hermosa, sobresaliente y digna de compartir: François de Salignac de la Mothe-Fénelon, Arzobispo de Cambrai, escribió en 1699, un libro para ayudar a la educación de sus alumnos intitulado, “Aventures de Télémaque» (Las Aventuras de Telémaco). Siendo entonces tutor de Luis, Duque de Burgundy, nieto de Luis XIV y heredero del trono de Francia, el Arzobispo creó una continuación de «La Odisea» en la cual el joven Telémaco viaja en la búsqueda de su padre Ulises (Odiseo), quien no había retornado a su reino de Ítaca al finalizar la guerra de Troya. El joven no viaja solo, tiene un acompañante, un venerable sabio llamado Mentor. En realidad, Mentor era precisamente la transfiguración de la Diosa Palas Atenea (Minerva), hija de Zeus –a quien igualaba en sabiduría- y de Metis, personificación de la astucia.

Se le atribuía la invención de las ciencias, de las artes y de la agricultura. Mentor le proporciona a Telémaco, juiciosa protección sobrenatural y sabios consejos. Por su influencia, madura el alma del joven, así que puede crecer y transformarse en un rey fuerte y justo. Poco antes de que Telémaco encuentre a su padre, Mentor percibe que su función está por terminar… A su partida, Minerva se revela a sí misma, diciéndole, «Te dejo, hijo de Ulises, pero mi sabiduría nunca te abandonará hasta tanto percibas que tienes poderes sin ella. Es tiempo de que inicies el camino solo… «. Todos los médicos hemos tenido desde nuestros inicios una interminable ristra de mentores, unos con más peso en nuestros corazones que otros, a los que debemos amoroso recuerdo no solo porque nos acompañaron en el camino, sino porque nos dejaron también la impronta para que iniciáramos el nuestro propio…

Pero no todo es luminoso tras la  figura de un búho… Estas criaturas crepusculares son un símbolo de sabiduría interior, capacidad psíquica e intuición. En muchas culturas son consideradas como mensajeros entre los seres terrenales y el mundo espiritual. La lechuza está profundamente conectada con la magia, el chamanismo y ha sido elevada a lo largo de los siglos. El búho y la lechuza ven detrás de las apariencias, se mueven veloz y silenciosamente, son heraldos de secretos y de premoniciones y además, son el enlace entre el mundo de la Luz y el de la Oscuridad. Representan la luna, la libertad, las sombras. Su sonido se ha usado para alejar las tinieblas y los poderes de la oscuridad.

El búho se sigue considerando compañero de las brujas, compartiendo una comunicación espiritual única entre ellos, e incluso compartiendo los mismos poderes secretos de la noche. Hoy en día, el búho se utiliza a menudo como símbolo de educación y se emplea como la mascota de graduación. A pesar de que la superstición popular las ha calificado como aves que presagian la muerte, y, por tanto, las ha dotado de un cierto halo siniestro, se las considera como amuletos muy poderosos.

 

Además poseen un gran poder de visión, una gran conciencia de lo que tienen a su alrededor. Sin yo quererlo ni buscarlo, se han hecho mis animales favoritos después del perro y del canario, creo que significan una actitud de no llevarse el mérito por el trabajo no realizado, como por ejemplo sería el buitre; la lechuza, diría yo que es como las personas que se esfuerzan mucho, mucho, mucho en todo lo que hacen, pero prefieren el trabajo tras bastidores, el trabajo que se realiza detrás de las cámaras, pero que se esfuerza en hacerlo y le gusta hacerlo solo, de forma silenciosa, pero precisa… También podría representar que no se es alguien orgulloso ni alguien engreído…

Todo aquél que me visita en mi consultorio se sorprende al ver tantos búhos; al trasponer la puerta de la oficina, se detienen miran en derredor y exclamaciones de asombro de todo tipo he visto y oído… En la que fuera alguna vez una biblioteca para albergar mis libros de consulta rápida, la posibilidad de acceder a las respuestas que buscaba está ahora más a la mano, ya no en ellos sino en la Internet; así que en mi estantería el libro se hizo obsoleto a esos fines y actualmente la ocupan –llámelos como usted quiera- búhos, lechuzas, mochuelos o güelefritos –como les dicen en Margarita-. Pronto se salieron de los anaqueles para poblar el cielo los más móviles, y los más grandes se desparramaron por el suelo de la oficina y fuera de sus confines, en el pasillo.

No he invertido solo  centavo en su procura. Me los han traído mis pacientes de todas partes del mundo: Cada vez que un paciente mío ve alguno en algún cercano o remoto lugar, se acuerda de mí y se lo trae consigo para obsequiármelo. Yo les coloco un pequeño distintivo en la base con el nombre del paciente y la fecha en que me lo regaló. El material de confección es variopinto, abundan el yeso, conchas de mar, conchas de coco, cerámica, cristal, fibra, metal, minerales diversos, tejidos, felpa, fotografías, cuadros y pare usted de contar. Algunos son únicos, hechos sólo para mí. Nunca los he contado personalmente, pero sé que sobrepasan con holgura los 1300 elementos porque un amigo médico, mientras yo examinaba a su madre con un problema complejo, se tomó la tarea de contarlos. Los presentes varían al son de la economía; si hay dinero en la calle, me llevan más búhos; si hay depresión económica, caen las dádivas…

Cada quien se hace para sí mismo un idea de por qué los tengo… ¿qué significan?, ¿por qué tantos?, ¿no les tiene miedo?, ¿no siente que es observado desde atrás durante toda la tarde? Pero la verdad es fácil, simple y sencilla de comunicar. Cierto día los padres de un alumno mío, agradecidos por mis cuidados, me trajeron como sujeta-libros, un par de imponentes búhos de alabastro, creo; algún tiempo después vino una señora y sacando dos ejemplares de su cartera me dijo,

¨ ¡Cómo yo sé que a usted le gustan los búhos, le traje estos dos de regalo…! ¨

Y de allí en adelante, todos piensan que me encantan los animalejos. A decir la verdad, no es que me gusten tanto, y por ello no los tengo en mi casa. Me gustan porque cada uno significa un íntimo agradecimiento, una conexión espiritual, una tarea completada o en camino de completarse; me satisfacen grandemente porque cada uno representa un amoroso recuerdo en mi consultorio…

Hace poco mi esposa confeccionó uno con huevos, sí, con cáscaras de huevo trituradas y dispuestas amorosamente sobre su silueta y sus garras hechas con espinos de jabillo; lo designamos como el ¨buhito huevón¨, pues ¿qué otro nombre podría tener…?

Otra pregunta surge a menudo:

 -¨¿Quién se los limpia doctor…? Debe ser un trabajo muy laborioso…¨

-¨¡Seguro que lo es! –les respondo-. Me avergonzaría si les dijera que nadie los limpia, pero que estoy convencido que durante la noche, cuando me retiro del consultorio, cobran vida y diligentes se limpian los unos a los otros…¨.

Cada vez que veas un búho piensa en inteligencia, brillantez, sabiduría, poder, conocimiento, intuición, mensajes, misticismo, misterio, observación inconsciente y silenciosa, independencia, protección, valentía, transición, longevidad y reencarnación… Si se sienten atraídos por los búhos y su significado, pueden tener esa misma capacidad para descubrir secretos. Tanto así, que hasta las personas podrían sentirse incómodas a tú alrededor, y ello, porque sienten que eres capaz de ver a través de ellos. La lechuza también nos enseña a reconocer el lado oscuro de nuestra personalidad, el lado oscuro de la luna que en parte somos, y en esa oscuridad también podemos encontrar alimento para el crecimiento.

Infortunadamente, el búho ha prestado sus ojos a un virus gigante, el citomegalovirus o CMV que impresiona en los cortes histológicos de la retinitis o inflamación de la retina que produce, pues es la infección intraocular que con más frecuencia aparece en los pacientes con VIH/SIDA, además, es la primera causa de ceguera en esta enfermedad.  Afecta a un 15-45% de los enfermos, siendo en más de un tercio de los casos bilateral y aumentando su frecuencia con la progresiva mayor supervivencia de los pacientes: Para su presentación suele requerir de un estado de profunda depresión inmunológica: linfocitos CD4 menores de 50-100/mm 3. El patrón típico se muestra en trozo de pizza y se esparce imparable, como un «incendio de sabana».  

Fabula de la lechuza y el zorro

«Durante una ausencia de la lechuza, el zorro le comió los huevos. Al volver ella a la cueva donde tenía el nido, hizo mil conjeturas sobre quién podría haber sido. El lagarto le era sospechoso y también la comadreja; el zorrillo era muy capaz y el hurón bastante aficionado; varios otros bichos había a cual más ladrón y para quienes especialmente los huevos eran un manjar predilecto, y la pobre lechuza, deplorando su descuido, no sabía a quién echar la culpa.

No dejó de cruzar por su mente dolorida como una fugitiva idea que bien podía ser el zorro, pero la rechazó casi con indignación contra sí misma, al acordarse que el zorro era su propio compadre, y aunque algunos le aseguraron que era un gran pícaro, no lo quiso creer capaz de semejante fechoría.

Y lo consultó, al contrario, sobre las medidas más conducentes a evitar en el porvenir la misma desgracia.

El zorro, muy comedido, se prestó a ello con la mejor voluntad, indicó mil medios, precauciones, complicadas combinaciones de puertas y de cerraduras, y de estas últimas se guardó, sin decir nada, las llaves duplicadas.

La moraleja de esta historia es que cuando queremos pedir consejo sobre cómo asegurar algo, no debemos pedirlo a los que tengan algún interés en ese algo, ya que los consejos que nos den seguramente no serán todo lo buenos que nosotros queremos¨.

Godofredo Daireaux (París 1849 – Buenos Aires 1916)

Cuento incluido en el compilado de ficciones “La oveja negra y demás fábulas” que  Eugenio Monterroso publicó en 1969.

Los otros seis.

¨Dice la tradición que en un lejano país existió hace algunos años un Búho que a fuerza de meditar y quemarse las pestañas estudiando, pensando, traduciendo, dando conferencias, escribiendo poemas, cuentos, biografías, crónicas de cine, discursos, ensayos literarios y algunas cosas más, llegó a saberlo y a tratarlo prácticamente todo en cualquier género de los conocimientos humanos, en forma tan notoria que sus entusiastas contemporáneos pronto lo declararon uno de los Siete Sabios del País, sin que hasta la fecha se haya podido averiguar quiénes eran los otros seis¨.

 

 

 

 

Elogio de los pioneros…

 

La fascinación por el escrutinio del entorno en busca de minúsculos detalles que revelen la verdad total, es un ejercicio intelectual cuyos orígenes se remontan a un pasado lejano y se pierden en la oscuridad de los tiempos… La historia del hombre, de las ciencias y particularmente de la medicina está llena, si se quiere,  de pasión y de búsqueda directa de la verdad, pero también de “serendipismos”, de “accidentes felices” si se desea, de hechos encontrados por legítima “sagacidad accidental” cuando no eran buscados, y basten como ejemplos entre otros, los descubrimientos del fuego por el hombre primitivo, de la penicilina, la quinina, la insulina y el éter, la vulcanización del caucho, la dinamita y el polietileno…

Por su parte, pionero es un vocablo que se origina en el francés. Es aquella persona que se adelanta en la exploración de nuevas tierras o da los primeros pasos en una actividad humana. Es quien se ha esforzado en ser constructor de un mundo mejor, es quien inicia un nuevo camino, uno desconocido únicamente guiándose por la inteligencia y la pasión, es ser valiente para lograr trascender en el tiempo y en el espacio. Un pionero es quien se adelanta, quien se arrostra, es quien se mueve por un arrebato desbordante, es el que casi nunca descubre por serendipia, sino que tiene claro un objetivo en su búsqueda.

  • El colombiano Esguerra, pionero de la radiología en Colombia…

El profesor Gonzalo Esguerra Gómez nació en Bogotá, Colombia, el 24 de enero de 1902, y rodeado del amor y los mimos de su familia falleció en su hogar, el 21 de diciembre de 1989 a la edad de 87 años, con un costal repleto de logros, de bien hacer y la satisfacción del deber cumplido.

Poseyó una recia personalidad, honesta y emprendedora imbuida por un deseo constante de superación que puso al servicio de su país y de sus colegas médicos; sus acciones han trascendido incólumes hasta nuestros días sirviendo de ejemplo y bitácora para los que han venido después.

Deseaba estudiar ingeniería, no obstante, el azar y el destino le tenían asignada otra tarea: en las vacaciones de 1919 un hecho trascendental le hizo cambiar sus proyectos: Fue requerido a servir de intérprete del radiólogo francés André Richard, contratado para trabajar en el Laboratorio de Rayos X del Hospital San Juan de Dios perteneciente a la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional en Bogotá. Gonzalo comprendió su inclinación hacia la medicina y se inscribió en la facultad; ya estudiante de medicina, desempeñó el cargo de ayudante del laboratorio de radiología hasta finales de 1922. Luego de haber presentado como requisito para el grado la tesis, ¨Signos radiológicos de la apendicitis crónica¨, recibió el título de doctor en medicina y cirugía de la Universidad Nacional el 19 de noviembre de 1927,

Ya en la ruta, durante tres meses hizo pasantía en el Hospital Vaugirard de París bajo la dirección del profesor Claude Béclère. Su progreso en el conocimiento de la radiología lo animó a adquirir un aparato de rayos X que instaló en la Clínica de Marly de Bogotá, el cual comenzó a funcionar bajo su dirección el 7 de junio de 1923; la universidad lo reclamó y con empeño inició su carrera docente ascendiendo en el escalafón universitario.

Llegó a ser profesor de patología interna y de clínica médica en la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional y en el Hospital San Juan de Dios en Bogotá; su dedicación y estudios le llevaron a conocer en profundidad cómo funciona y cómo se enferma el ser humano. Comprometido, en 1904 fue uno de los fundadores de la Sociedad Casas de Salud y Sanatorios, que 24 años más tarde se transformaría en la afamada Clínica de Marly. Posteriormente, en 1930 ocupó la rectoría y la decanatura de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional de Colombia. Todo ello, aunado a su carácter de líder, a la publicación de muy numerosos trabajos científicos, distinciones y reconocimientos locales e internacionales ha sido considerado “el padre de la radiología en Colombia”.

El pionero abre camino, crea y disemina ejemplos, enseña con rigor y con bondad, deja el camino empedrado para que otros amplíen las vías y extiendan el recorrido. Y así lo dijo, “Me declararía satisfecho si al terminar el año escolar he logrado inculcar en mis alumnos ese cariño y ese fervor que profeso y he profesado siempre por mi estudio de la radiología”.

Honor a quien honor merece…

Referencias

  1. Acero G. Gonzalo Esguerra Gómez ¡Un precursor de la radiología! El Informador Médico. 1995;52:18-24.
  2. Albornoz-Plata A. Un gran señor e inmejorable profesor: Gonzalo Esguerra Gómez. Rev. Medicina. 1991;25:43-44.
  3. Esguerra G. “El descubrimiento de los rayos X y los primeros estudios de radiodiagnóstico realizados en la ciudad de Bogotá”. Primeras Jornadas Radiológicas de la Sociedad de Historia de la Medicina, Bogotá, 14 de agosto de 1983.
  4. Gómez González J, Briceño-Iragorry L, Rabí Chara M. Diccionario Biográfico Médico Hispanoamericano. Op. Cit. pp. 4-242-243. Caracas Editorial Ateproca. 2007.
  5. Ulloa Guerrero LH. Gonzalo Esguerra Gómez: médico radiólogo, docente y fundador. Rev. Colomb. Radiol. 2008;19(2):2440-2443.

  • El venezolano Beauperthuy, pionero de la microbiología, microscopia, entomología, precursor de la moderna inmunología, del mosquitero y de la medicina preventiva y descubridor del rol insectil en la diseminación de la fiebre amarilla y la malaria. 

               Louis Daniel Beauperthuy Desbonnes, 1807–1871

 

Bien sabemos que la historia de la medicina debe aún superar baches de inexactitud o tergiversación acerca de descubrimientos e investigación de hechos y enfermedades. Además, también conocemos que lo importante en ciencia no es quien primero tiene la idea, si no quien la da a conocer al mundo.

Así, hagamos un poco de historia. La teoría de Carlos Finlay (1833-1915), proponía la intervención causal de un virus en el origen de la fiebre amarilla y la transmisión de éste por la picadura de un insecto, el mosquito Aedes aegypti. Como suele suceder con los pioneros, en sus inicios pareció irracional, pero ciertamente, no era tan novedosa: En 1790 el médico irlandés John Crawford, relacionó directamente a la fiebre amarilla con el contagio a través de los insectos. Posteriormente en 1797, Benjamín Rush hizo notar la enorme cantidad de mosquitos presentes durante la epidemia de fiebre amarilla ocurrida en Filadelfia, observación seguida por otras semejantes de Vaugham, en Illington, Inglaterra en 1802; Blair en la Guyana Británica en 1812, y Whightman, en San Agustín en 1833. El notable médico Josiah Clark Nott (1), publicó en 1848 un importante artículo en el que refutó la teoría miasmática y postuló que la fiebre amarilla y quizás la malaria, eran de origen animal o producidas por insectos, y mostró numerosas y valiosas analogías entre el ciclo vital de los insectos y la epidemiología de la fiebre amarilla.

* Como venezolano es un deber mío y sería un acto de imperdonable omisión, no mencionar en esta memorable conferencia magistral el nombre del doctor en medicina Louis Daniel Beauperhuy Desbonnes (1807–1871), médico y científico nacido en Basse Terre, Isla de Guadalupe (Antillas Francesas), radicado en Venezuela; venezolano por naturalización y genuino descubridor del agente transmisor de la fiebre amarilla. Su historia resumida es una de excelencia.

Puede decirse que en Venezuela mucho se ha escrito acerca de este esclarecido venezolano: académicos, investigadores e historiadores han investigado su vida y su obra.  (2-15)

Al año siguiente de graduarse en medicina en la Universidad de París en 1837 con la tesis ¨De la Climatologie¨, donde analiza el ambiente y su relación con las enfermedades es enviado como viajero naturalista del Museo de Historia Natural de París a Venezuela, llega a Cumaná en el oriente del país a orillas del mar Caribe, una población de 26.000 almas en 1802 -y que en 1853 era de apenas de seis a siete mil habitantes por migración-;  de allí pasa a Maturín desde donde realizó numerosos envíos de muestras de minerales, flora y fauna. En 1842 se radica de manera definitiva en Cumaná donde forma hogar y ejerce la medicina durante 30 años. En 1844 luego de revalidar su título en la Universidad Central de Venezuela, comenzó a cultivar la investigación científica; ella le conduciría a establecer en 1853 que la fiebre amarilla se transmitía mediante un mosquito, no por los malos aires como hasta entonces se creía (2, 3, 5,6).

Fue un investigador incansable y en dos trabajos seminales explica el rol de las picaduras de insecto en la transmisión de la enfermedad: Beauperthuy L. D. Pathologie sur une varieté de forme de la Pustule Maligne due a la piqured d’un insecte de la familia des Acariens. Comptes Rendus des Science de L’ Académie de Sciences. 1861;52(21):1076-1077, y Beauperthuy L. D. Miasmas. Escuela Médica. Periódico Médico Quirúrgico. Caracas (Venezuela). 1875; Número 1:10-15 (16-24).

Sobre la base de sus cuidadosas observaciones realizadas en el día a día de su trabajo y en sus investigaciones de campo apoyado en un excelente microscopio acromático modelo Vincent Chevalier de mucha fama en su tiempo, reputado como de los mejores que siempre le acompañaba (5), se distancia de la teoría miasmática, hipótesis  aceptada y dominante durante su formación parisina; de esa forma apunta en 1875, ¨…la causa de la enfermedad no es un agente miasmático ideal, insensible a nuestros medios de investigación: son agentes, a la verdad imperceptibles a la simple vista, pero visibles examinados microscópicamente…¨ (16). Este aporte magnífico y original, indudablemente contribuyó a la formación de la base teórica del origen microbiano de muchas enfermedades infecciosa, que debió esperar por los luminosos trabajos de Pasteur y Koch tiempo después de su fallecimiento en 1871.

En 1853 acaece una epidemia de fiebre amarilla en Cumaná, ocasión que aprovecha para inculpar a los mosquitos como agentes transmisores. En 1854 pone sus observaciones por escrito y al referirse al rol vector de insectos tuliparios (designación de los mosquitos en la época de Beauperthuy), describe entre las especies que captura, colecta e identifica al Aedes aegypti, ¨los agentes de esta infección presentan un gran número de variedades que no son todas perjudiciales en el mismo grado. La variedad zancudo bobo, de patas rayadas de blanco, en cierto modo la especie doméstica, es la más corriente…¨ (16).

Y no bastándole con ello, poco tiempo después en Cumaná, durante una epidemia de cólera examinando muestras de heces identifica al vibrión colérico mucho antes de que ese microorganismo fuera reconocido e involucrado en su génesis. Veamos cómo se expresa, ¨el líquido blanquecino, coposo, parecido a un cocimiento de arroz, que se considera patognomónico del Colera Morbus, está formado… de una multitud de vibriones o tenias microscópicas de uno, dos y de tres centésimos de milímetros de largo… Insectos microscópicos, dotados de movimiento propio de rotación lateral o circular y de progresión… provistos de un apéndice caudal muy corto…” (17-21).

En 1856 dirige una memoria a su antiguo profesor Marie-Jean-Pierre Fluorens a la Academia de Ciencias de París en la que reúne sus observaciones sobre la fiebre amarilla y el cólera con el objeto de someter a consideración para asegurarse a toda eventualidad -decía -, ¨la prioridad de mis descubrimientos sobre las causas de las fiebres en general¨. Aunque la memoria fue publicada en el Comptes Rendus (1856) de la Academia de Ciencias de París (18), y en L´Abeille Médicalle (1856) (19), permaneció ignorada durante más de cincuenta años antes de que su importancia fuera reconocida por la comunidad científica internacional y su imagen científica fuera rescatada para la historia de la ciencia. Duda no cabe que con sus estudios y precisas descripciones se revela como el pionero de la microbiología en Venezuela, al tiempo que precursor de la microscopía, entomología, los trabajos de campo, clínicos y científicos (20-24).

La confirmación de que mosquitos eran los responsables de la transmisión de Fiebre Amarilla, fue realizada por la Yellow Fever Commission (YFC) en 1900, coordinada por Walter Reed, e integrada por W. Reed, L. Carrol, A. Agramonte, y J. W. Lazear, con la cooperación de otros como W. C. Gorgas y C. Finlay: este último, desde 1881 afirmaba en Cuba, país donde realizó su trabajo la YFC. Carlos Juan Finlay (1833-1915) médico y eminente científico cubano en 1881, descubrió y describió la importancia del vector biológico a través de la teoría metaxénica de la transmisión de enfermedades por agentes biológicos, aplicándola a la fiebre amarilla transmitida por el mosquito Aedes aegypti (25). Afirmaba que los mosquitos eran los trasmisores de la enfermedad (una teoría sin demostración experimental, como tantas otras de la época relacionadas a este proceso infeccioso –Horsman, 1987-, responsable de graves brotes epidémicos en el continente americano). La ulterior confirmación experimental permitió la adopción de medidas preventivas de gran eficacia, para el control de la enfermedad (25-28).

No obstante, el meritorio trabajo llevado a cabo por la YFC, es importante resaltar que pocos años después de su informe oficial en 1908 y en 1915, Arístides Agramonte (29), uno de sus miembros constitutivos, reconoció que fue Louis Daniel Beauperthuy, quien por vez primera vinculó a mosquitos como los responsables de la transmisión de enfermedades infecciosas tales como malaria y la fiebre amarilla.

No vivió el sabio Beauperthuy para presenciarlo, pero alcanzó el título honorífico de ¨el abuelo de la teoría de Finlay¨ pues precedió en casi 30 años a la confirmación experimental realizada por la comisión. (Agramonte 1908, 1915), reconocimiento hecho también por Chauffard en 1909 (Chauffard, 1909) y Blanchard en 1914 (Blanchard, 1914) (22,25).

En adición, él presintió igualmente la naturaleza de la inmunidad infecciosa cuando escribió que, ¨nosotros debemos considerar la aclimatación como una inoculación¨. También el profesor Blanchard dijo que era verdaderamente interesante encontrar escrito de la pluma de Beauperthuy semejante lenguaje que un parasitólogo contemporáneo hubiera firmado sin titubear: ¨Esta cuestión de la aclimatación tiene por solución la de la inoculación, que modifica lentamente y en alguna forma de una manera insensible el conjunto del organismo… Esta modificación, verdadera vacunación disminuye la intensidad de acción del virus tipulario sobre el organismo y modifica profundamente la constitución de los tejidos sanguíneos¨ (22). En esta cita puede apreciarse el profundo alcance y la visión profética de Beauperthuy, precursor de la moderna inmunología y de la medicina preventiva con sus vacunaciones… Recomendó el mosquitero, ¨Basta, además, la interposición de un mosquitero entre el cuerpo del hombre y estos insectos para preservarlo de la fiebre¨…

William Osler (1849-1919), médico canadiense y padre de la medicina interna asentó elocuentemente: “En las ciencias, el crédito se da al hombre que convence al mundo, no al hombre a quien se le ocurrió inicialmente la idea”. En 1881 el cubano Carlos Finlay fue a Washington D.C. como representante del gobierno colonial ante la Conferencia Sanitaria Internacional; allí presentó por primera vez su teoría de la transmisión de la fiebre amarilla por un vector intermediario, el mosquito. Pero ya en 1853 en Cumaná, Venezuela, Louis Daniel Beauperthuy encargado de dirigir las acciones durante una epidemia de fiebre amarilla, tuvo la ocasión de efectuar observaciones más detalladas acerca de la etiología, el contagio y el tratamiento de la fiebre amarilla.

Luego de haber sido controlada la epidemia, en mayo de 1854 publica en la Gaceta Oficial de Cumaná, 27 años antes que Finlay, los resultados de esas observaciones en las cuales concluía enfáticamente que dicha fiebre era provocada por un agente vegeto-animal procedente de materias en putrefacción, el cual era introducido en los cuerpos de la víctimas humanas mediante la picada de mosquitos o tipularios, e inculpa a un mosquito especial  reconocible por las rayas de sus patas –estriped legged mosquito– o Aedes aegypti como el vector responsable. Tal vez por ignorancia o descuido, la gloria del descubrimiento de la teoría insectil de la transmisión de la fiebre amarilla se le atribuyó a Finlay y no a Beauperthuy, quien hizo la observación, elaboró su teoría y la publicó en Venezuela y posteriormente en Francia; por tanto, considero que es de justicia, hacer la precisión precedente.

Una pregunta surge como colofón, ¿Qué circunstancias se conjugaron para que la gesta gloriosa de Beauperthuy no fuera tomada en cuenta a la hora de designar su primigenio rol en la teoría insectil de la fiebre amarilla? Aunque fue diligente en publicar sus observaciones, se entiende que su primer reporte en una oscura revista, la Gaceta Oficial de Cumaná en 1854 y 1855 (20, 21) y Periódico, no fuera conocida. Sin embargo, es bien sabido que sus comunicaciones epistolares fueron enviadas a la Academia de Ciencias de París a su preceptor el doctor R. Blanchard que designara para su examen a los doctores Andral, Boussingault y Serres; éstos, aferrados a las ideas reinantes no supieron apreciar la trascendental importancia de sus descubrimientos. La memoria fue resumida por el profesor Fluorens el año de 1856 y publicada en L’Abeille Medicale y en Comptes Rendus des Sciences de L’Ácadémie de Sciences en 1856 (16).

Quizá, si Beauperthuy hubiera residido en Francia, otra suerte hubiera premiado los esfuerzos del pionero…

Quiero de nuevo expresar mi gratitud sincera por el grande honor concedido…

 Referencias.

  1. Horsman R. Biography of Josiah Clark Nott (1848, Mobile, Alabama) LSU Press. Baton Rouge. Louisiana. 1987. USA.
  2. Anduze PJ. Beauperthuy entomólogo. Boletín de Laboratorio Clínico, 1954;1:8-13.
  3. Archila R. 1954. Luis Daniel Beauperthuy, revisión de una vida. Caracas. Imprenta Nacional. 48 pp.
  4. Beauperthuy de Benedetti R. Adición a Juicios y Comentarios a la Obra de Beauperthuy. Revista de la Sociedad de Historia de la Medicina. 1964;12:227.
  5. Beauperthuy de Benedetti R. Louis Daniel Beauperthuy et la méthode scientific, the role des moustiques dans le transmission de la fièvre jaune. Les annals d’Hygiène de Langue Francaise, 1962;(6):25-32.
  6. Beauperthuy de Benedetti R. Beauperthuy y su microscopio. Revista de la Sociedad de Historia de la Medicine. 1978;27:59-64.
  7. Beauperthuy de Benedetti R. Présence de Beauperthuy. Editions Hervas. Paris. (40 pp).
  8. Agramonte A. An account of the doctor Louis Daniel Beauperthuy, a Pioneer in the Yellow Fever Research. Boston Medical Surgical Journal. 1908;158:927-930.
  9. Godoy G. A 200 años del nacimiento de Louis Daniel Beauperthuy se conmemora su vida y su aporte a la ciencia. Sabe, Universidad de Oriente. Venezuela, 2007;19 (2):266-69.
  10. Gómez JM: Trabajos científicos. 1991. Luis Daniel Beauperthuy. Biblioteca de autores y temas sucrenses. ISBN 980-6047-80-X. Cumaná. Venezuela.
  11. Gutiérrez Alfaro JJ. Luis Daniel Beauperthuy: El precursor. Boletín de la Sociedad Venezolana de Microbiología. 1990;10:5-7. Agramonte A. The inside history of a great medical discovery, origin and development of mosquito theory. Scientific Monthly. 1915;1-15:209-237.
  12. Lemoine W, Suárez MM. Beauperthuy. De Cumaná a la Academia de Ciencias de París. Editado Por: Fundación para la Ciencia José Gregorio Hernández, Universidad Católica Andrés Bello e Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas (IVIC). Depósito Legal: 1f 84-5307. Editora Cromotip. Caracas, Venezuela. 1984. 116 pp.
  13. Llopis JM. La obra de Beauperthuy (1807-1871). Caracas, Venezuela 1963. (270 pp).
  14. Sanabria A, Beauperthuy de Benedetti R. Beauperthuy. Ensayo Biográfico. Ediciones del Ministerio de Sanidad y Asistencia Social. Oficina de Publicaciones, Biblioteca y Archivo, Caracas. 1969. (171 pp).
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  16. Beauperthuy LD. Cause du Cholera Asiatique: L’Abeille Medicale, revue des journaux et des ouvrages de medicine, de chirugie, de pharmacie, des science physiques et naturalles; travau académiques. 1856 b; Tome 13 émé, trezieme année, Paris. P 117.
  17. Beauperthuy L. D. Pathologie sur une varieté de forme de la Pustule Maligne due a la piqured d’un insecte de la familla des Acariens. Comptes Rendus des Science de L’ Académie de Sciences. 1861;52(21):1076-1077
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  27. Brassac PJ. Une misión a Cumana. Resultats obtenus dans le traitement de la Lépre Greecque par le docteur Beauperthuy. Report adressé a M. le Director de L’Interieur de la Guadaloupe, Bass-Terre, Guadaloupe, 1866; Imprimiere du Governement.
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  29. González Font J. Travaux Scientifiques de Louis Daniel Beauperthuy. Imprimiere Nouvelle, A Bellier et C, Bordeaux. 1891; France.

El dolor que no nos duele…

Editorial Academia Nacional de Medicina. Boletín, agosto 2012

«Vemos con el corazón, porque

lo más esencial es invisible a los ojos»

Antoine de Saint-Exupéry

 

En un editorial de mi autoría (Archivos del Hospital Vargas, 1998;40:93), me refería a un tema con motivo aquella inicua ¨Hora Cero¨ decretada por el organismo federativo que tanto daño hizo a los pacientes y a la dignidad del médico venezolano. Este segundo editorial lleva el mismo nombre. Muchas razones podrían aducirse para escribirlo, pero siempre anteponiendo el mejor interés del paciente, especialmente de aquel que cunde doquier, el más desfavorecido.

Con un poco de retraso llegó a mí el conocimiento de un video lanzado en 2010 y que es imperativo que sea del conocimiento del ciudadano común, pero especialmente de los médicos y cuyo enlace les copio

( http://www.youtube.com/watch?v=jcluxN_2DfM&feature=related).

 ¨En el primer mundo, si te duele algo hay pastillas para mitigar casi cualquier dolor. Pero… ¿qué pasa si lo que te duele es el dolor ajeno, el dolor de los que no tienen pastillas para curar su sufrimiento? ¨

En el corto video en referencia, Luis García-Berlanga (1921-2010) admirado guionista español y director de cine, a sus 97 años es conducido en una silla de ruedas hasta una pequeña mesa a tomar su desayuno, con la cara surcada de arrugas y una voz cavernosa y a la vez dulce, se dirige al gran público portando unas pastillas de colores y diciéndonos, ¨Cada día a la misma hora comienza el ritual que pretende hacerme inmortal, la verde para el azúcar, la azul para la tensión que la tengo por las nubes, y la blanca, ¡ésta es la más importante!, la que tomo para ayudar a quienes no tienen pastillas para curarse. Yo le digo a mi nieto que lo que me está curando es esta pastilla, y él me mira como si estuviera loco: ¡Imposible! Pero es lo bueno de tener años, que uno puede creer lo que le dé la gana…¨

 

Siempre me ha gustado hablar a mis alumnos acerca del ¨dolor que no nos duele: el dolor del semejante¨… Lo considero una forma de fomentar entre las mentes jóvenes y no mancilladas aún, la empatía con el necesitado, la obligación moral de calzarse los duros y apretados zapatos de aquél, especialmente de ese que vaga en busca de ayuda de nosocomio en nosocomio, o vegeta en nuestros destartalados hospitales públicos esperando una consulta, o muere en una cama hospitalaria mientras espera una intervención quirúrgica para extirpar un tumor cerebral que no llega a tiempo, al tiempo que destruye lo poco de familia que le queda, o simplemente una esperanza de mitigar algo su dolor a la que no alcanza ante la displicencia o frialdad en el trato, o la indiferencia ante la tragedia, tanto del sistema de salud como del mismo médico tratante en quien su piel se ha tornado paquidérmica, rancia e insensible. Cada quien viviendo para sí mismo, dirán…

Por favor vean este video y apoyen esta iniciativa de Médicos Sin Fronteras de llevar medicinas a pacientes africanos olvidados por sus gobiernos y por las transnacionales de las drogas terapéuticas porque no representan un negocio lucrativo. Pero no vayamos tan lejos… Aquí mismo ante nuestros invidentes ojos, vemos crecer las enfermedades crónicas, muchas traídas de la mano por destructivos estilos de vida o por abandono de la salubridad y el control de pestes que nos coloca a nivel de país rico, pero más paupérrimo, ¡Vaya paradoja! Ojalá pudiera llevarse a cabo una iniciativa similar en nuestro país, donde paradójicamente, en medio de una tierra feraz de gente buena y una riqueza de abultadas cifras dilapidada o simplemente robada, el dolor del semejante salta a cada paso, ¿Será que habrá pastillas aliviar la falta de trabajo por estar en las infames listas de Tascón o Maisanta, o para alivianar el dolor del despido por razones de creencias, o la pena profunda por la incomprensible muerte del baleado por un nada, o la desesperanza del canceroso que no encuentra posibilidad de radiación, o para la madre en ciernes que no tiene acceso a un control prenatal, o para el niño cuyas vacunas de dudosa procedencia añora y no encuentra…? Por favor sean diseminadores de esta noble acción…

Ojalá un brote de dolor ajeno similar al que contagia a la Sociedad Española pudiera hacer eclosión entre nosotros. Tres meses después del lanzamiento de la campaña, ¨Pastillas contra el dolor ajeno¨, y gracias a una espectacular participación de la sociedad española, al precio de € 1, en las farmacias se han vendido más de 3 millones de cajas de pastillas de mentol-eucalipto sin azúcar. Los primeros ingresos permiten ya tratar a pacientes de Chagas en Bolivia y VIH-Sida en Zimbabue. En el primer mundo, si te duele algo, hay pastillas para mitigar casi cualquier dolor. Pero… ¿qué pasa si lo que te duele es el dolor ajeno, el dolor de los que no tienen pastillas para curar su sufrimiento? ¿No es genial, que nosotros que tenemos pastillas de casi todo, podamos tomarnos una para calmar el dolor de los que no tienen…?

Nuestro caso es igual y diferente a la vez. En medio de una orgía de dinero que la revolución involutiva del Siglo XXI ha echado a las calles, endeudando más y más al venezolano y malgastando lo poco que queda, para envilecer y distraer aún más al ciudadano y continuar en el poder, muchos viajan, compran nuevos automóviles y casas, sin pensar en la aviesa manipulación ni en el prójimo, pariente pobre, para quien no hay cabida en el festín.

Escribí en el Diario El Universal el lunes 25 de enero de 2010, «Mane, TeKel, Fares»: ¨La caída de Babilonia se precipitó por fiestas profanas celebradas por el virrey Baltasar. Mientras Ciro, rey de Persia atacaba Abisinia y se dirigía a Babilonia, el nieto de Nabucodonosor y defensor de la ciudad para manifestar su confianza en las fortificaciones protectoras, se consumía en orgías. En uno de esos festines en que se bebía con los vasos sagrados del templo y ante el estupor de todos, apareció una mano misteriosa que escribió el anuncio de la caída de la ciudad: ¨Mane TeKel Fares¨. Llamado Daniel, profeta bíblico a descifrarlo, dijo, ¨¡Oh rey! Has pecado contra el Señor, tu padre robó los vasos del Templo y tú los has profanado; tu sentencia ha sido dictada como sigue: Mane, significa «contado»: el Señor ha contado tus días de reinado, y tocan a su fin. Tekel, denota que ha sido «pesado» en la balanza y hallado falto. Fares, expresa «dividido» tu reino entre medos y persas. La profecía se cumplió, y así, Baltasar murió la noche siguiente y su reino fue dividido entre medos y persas¨.

La inscripción, ominosa como es para referirse a un gobierno despótico y cruel, da a entender: «Tu tiranía llegó a su fin», esa que aparece nuevamente como un lamento en el firmamento chavista… Mucho daño se ha hecho, muchos son los culpables, ojalá que no sea corta la memoria, ni vencedero el juicio, ni ligero el dictamen del juez hasta ahora venal, ni parca la condena… ¡Te lo pedimos Señor…!

 

Doctor José Gregorio Hernández (1864-1919): Ciudadano preclaro, Médico, Científico, Maestro y Siervo de Dios…

 

¨Si es que los espíritus rondan invisibles y silenciosos en derredor nuestro, creo que alguien debe estar acompañándonos en la Revista de Sala, situación en la que profesores, médicos de posgrado, estudiantes de medicina y enfermeras, en archiconocido ritual, iniciamos por la cama 1 y proseguimos deteniéndonos ante cada una de 16 que ocupan los pacientes en las salas del Hospital Vargas de Caracas…

Allí, donde yacen hombres y mujeres con dolencias ya definidas o males que rehúsan dejarse diagnosticar, enfermedades en vías de resolución o por desgracia insolubles, pacientes esperando les ¨firmen el alta¨ confundidos con aquellos otros ya ¨de alta¨ cuyos familiares les han abandonado y no tienen para dónde irse; en fin, los menos, en el dintel de la muerte no más esperando por el certificado de defunción —expresión máxima de nuestro fracaso como curadores—. Allí, donde enseñamos y nos dejamos enseñar por pacientes, colegas y alumnos, en un proceso de toma-y-dame que sólo la comunión hospitalaria procura. Allí, donde se nos ilumina el rostro con la certeza de un diagnóstico difícil o la recuperación de un enfermo que dábamos por perdido… Allí, donde nos desgarra el corazón por la impotencia del nada poder hacer, aunque mucho podría hacerse si la justicia social estuviera de parte de los desposeídos, o tan sólo… un poco de ella¨. Así escribía algunos años atrás en el introito a mi homenaje a un antiguo médico del Hospital, científico y humanitario como el que más. Dos virtudes amalgamadas a una acción, blasón casi extinguido en tiempos de materialismo y prisa.

¨Si es que de veras está allí. ¿Nos esclarecerá acaso el entendimiento o nos suavizará la fibra humana envilecida por la rutina y hasta por el horror a la propia enfermedad? Acaso una mezcla de celos y rivalidad nos produzca la imagen del doctor José Gregorio Hernández (1864-1919), ese que en forma de estatuilla o de estampita pegada con cinta adhesiva a alguna de las tres paredes del cubículo donde se aposenta la miseria humana, a veces compartiendo espacio con el Sagrado Corazón de Jesús, o con algún santo de segunda —venido a menos a raíz de la sacudida de mata que al Santoral años ha le propinaron— o un cromo de las Siete Potencias, o del Negro Miguel, compite con nosotros —los que debemos sacar la cara a la hora de que las cosas no vayan bien— en el proceso de diagnosticar y curar a un enfermo con su corolario de gratificación, confianza, cariño y agradecimiento. Por contraste, en las habitaciones de las clínicas privadas, su imagen suele ser suplantada por algún rosario de fino acabado, alguna estatuilla de cierta virgen muy conocida y aún desconocida, la estampita de algún milagroso santo exótico —con su reliquia y todo—, o hasta un diploma encañuelado, firmado de puño y letra por el Santo Padre, un costoso privilegio por seguro negado a Juan Bimba, al pate´n en el suelo…

Sépase, sin embargo, que José Gregorio, el Santo de Isnotú, para serle fiel a su formación rigurosamente científica, era enemigo de la medicina teúrgica o sobrenatural y como muchos hombres de su época, gustaba del baile y de las retretas. Como evidencia de su aversión por la superstición y la superchería, leamos lo que le escribía desde Betijoque el 18 de septiembre de 1888 a su compañero de curso y amigo del alma, el doctor Santos Aníbal Dominici (1869-1954), el mismo año de su graduación de Doctor en Ciencias Médicas e iniciándose en el ejercicio profesional: “Mis enfermos todos se han puesto buenos, aunque es tan difícil curar a la gente aquí, porque hay que luchar contra las preocupaciones y las ridiculeces que tienen arraigadas: Creen en el daño, en las gallinas y vacas negras, en los remedios que se hacen diciendo palabras misteriosas, en suma, yo nunca imaginé que estuvieran tan atrasados por estos países…”

José Gregorio se imbuyó de la frase de Paracelso (Theophrastus Phillippus Aureolus Bombastus von Hohenheim, 1493-1651), médico, alquimista y astrólogo suizo que escribió, ¨El más hondo fundamento de la medicina es el amor. Si nuestro amor es grande, será grande el fruto que de él obtenga la medicina, y si es menguado, menguados también serán nuestros frutos¨. Seis años de estudios médicos le hicieron suficiente para para ganarse el aprecio de sus profesores y compañeros y marcar un rumbo hacia el éxito apuntalado en su inteligencia, abnegación al estudio y firmes convicciones morales. Para la época y como colofón de los estudios médicos, se estilaba cumplir con el requisito de obtener el título de ¨Bachiller en Ciencias Médicas¨ mediante un examen especial ante un jurado previamente designado. Introducidos sus documentos se fijó la fecha para la rendición del examen.

El 19 de junio de 1888 como era costumbre entonces, sacó en suerte dos temas para desarrollar ante el Rector de la Universidad y el jurado examinador correspondiente, 1.¨La doctrina de Laënnec sobre la unidad del tubérculo frente a la Escuela de Virchow que sostenía la dualidad¨: Se  trataba de la tuberculosis, tan actual entonces como ahora; esa que Hipócrates, en el siglo V a.C., definiera como la enfermedad «más grave de todas, la de curación más difícil y la más fatal». El gran patólogo alemán Rudolf Virchow, la máxima autoridad médica de la época, arremetió contra el difunto Laënnec y en contra de la idea «unicista» del tubérculo como señal indiscutible de tisis. Virchow postulaba la teoría «dualista», según la cual la tuberculosis y la neumonía caseosa eran dos entidades distintas; jamás creyó en el carácter contagioso de la enfermedad y combatió a Koch hasta su muerte. Concluyó José Gregorio ¨que la primera es una verdad comprobada por sobre la cual no podía sustentarse la segunda¨; y 2. ¨La fiebre tifoidea típica, de rara presentación en Caracas¨: Concluye que si existiera, es de presentación excepcional.  Pocos años más tarde, el doctor Bernardino Mosquera (1855-1923) precisaría, por autopsia, la existencia de la fiebre tifoidea en Caracas, en contra de la opinión generalizada que confundía los síntomas de la fiebre tifoidea con los de la malaria (1895-1896). Para fortuna de la medicina nacional se trataba de dos enfermedades del área de la infección bacteriológica, coincidencia premonitoria de lo que sería el devenir profesional de quien luego sería considerado como el Padre de la Bacteriología en Venezuela.

Así, portado el blasón del ¨primer estudiante de la Universidad Central¨, se doctoró en Medicina diez días más tarde, un memorable 29 de junio de 1888. Cinco profesores en semicírculo fueron sus examinadores, para escuchar su disertación en tres temas sacados por suerte, (1). Medios para distinguir la locura real de la locura simulada; (2). El lavado de estómago, una operación inocente y de gran utilidad en las operaciones de este órgano en las que esté indicado; y (3). En caso de cálculo vesical, ¿Cuándo está indicada la litotripsia[1] y cuándo las diferentes especies de talla? Se cuenta que no fue interrogado por cada uno de ellos, sino que con atención oyeron los comentarios que él escogió a voluntad. El desarrollo de los temas fue magistral y aprobado por unanimidad con nota sobresaliente; así, que oída la opinión unánime del Jurado ante la brillante exposición del alumno, el Ciudadano Rector le confirió el título de Doctor en Medicina. Una vez anunciado por el Secretario, el nutrido público aglomerado le ovacionó con fervor.  En ese mismo momento se iniciaría su tránsito triunfal por el pedregoso camino que templa el alma y el quehacer del médico, teñido de más fracasos que de resonados éxitos…

Rechazando quedarse en Caracas, se marcha Isnotú, su pueblo natal donde ingresa a lomo de burro honrando aquella promesa hecha a su madre de aliviar las penas de sus paisanos más desposeídos.

Escribe a Aníbal Santos Dominici (1837-1937), su cercano compañero desde Isnotú el 24 de diciembre de 1888… “También he tratado de hacer un examen oftalmoscópico; pero como para esto se necesita hacer la dilatación previa de la pupila y además un alumbrado perfecto, pienso dejarlo para después, cuando me dedique a repasar las enfermedades del oído y del ojo… porque estoy convencido de que para la práctica lo que uno necesita es saber cómo se examinan los diversos órganos…”

No deja de asombrarnos que ya en la escuela médica de Caracas se conociera el oftalmoscopio directo inventado o descubierto en 1851 por el fisiólogo y físico alemán Hermann von Helmholtz (1821-1824); posteriormente la oftalmoscopia[2] sería llamada la ¨endoscopia más barata¨, revelándonos que los profesores de medicina de entonces estaban al tanto, enseñaran y emplearan los nuevos procedimientos diagnósticos tendentes a extraer al exterior del enfermo, la elusiva enfermedad internalizada, para  así diagnosticarla mejor…

Oímos a colegas que con genuina frustración a menudo dicen, ¨¡Si el paciente se cura fue José Gregorio quien lo salvó; si por el contrario muere o quedó tatareto, la culpa es toda del médico que le atendió! ¡Eso no es justo! Él y nosotros deberíamos compartir por igual éxitos y fracasos…¨. Pero el ser humano y particularmente el indigente, siempre necesitado de una instancia superior a la cual recurrir sin hacer antesala, mostrar un carnet o tener una “palanca”, se cuidará muy bien de no destruirla o perderla pues en ella habita la esperanza del descamisado que ya se advierte por ahí, que a veces es lo único que la enfermedad no logra destruir del todo… ¡Comprendamos y aceptemos pues su preferencia sobrenatural!¨

Su maestro y profesor el Dr. Calixto González -uno de los mejores alumnos del Sabio Vargas-, médico de cabecera del Presidente de la República, el Dr. Juan Pablo Rojas Paúl, envía una carta a Hernández. En ésta le da cuenta que el gobierno decidió instituir en Venezuela los estudios de Microscopía, Bacteriología, Histología Normal y Patológica, y Fisiología Experimental y que había creado una beca en París para un «joven médico, de nacionalidad venezolana, graduado de Doctor en la Universidad Central, de buena conducta y de aptitudes reconocidas. Y él ha insinuado el nombre de José Gregorio al primer mandatario¨. De inmediato, el doctor Hernández regresa a Caracas y por decreto ejecutivo del 31 de Julio de 1889, luego de ser seleccionado de entre muchos aspirantes le nombran becario en París.

La beca obtenida incluía además, traer a Caracas equipos para el laboratorio del Hospital Vargas de Caracas. Y así, permaneció en la capital francesa desde 1889 hasta 1891: Allí estudió fisiología con Charles Richet, y con Isidore Strauss bacteriología. En los laboratorios de Richet, Premio Nobel de Medicina 1913, profesor de Fisiología Experimental en la Escuela de Medicina de París y quien a su vez había sido colaborador del Etienne Jules Marey (1830-1904) y discípulo del sabio Claude Bernard (1813-1878), máximo exponente de la medicina experimental de Francia y de su tiempo. Y continuando con Richet, en 1913 le fue concedido el premio Nobel de Medicina y Fisiología por sus trabajos sobre la anafilaxis, término por el introducido para designar un estado de hipersensibilidad o de reacción exagerada a la nueva introducción de una sustancia extraña, que al ser administrada por primera vez provocó reacción escasa o nula. En 1926 recibió la Gran Cruz de la Legión de Honor. Fue nombrado miembro de la Société de Biologie en 1881, miembro de la Academia Francesa de Medicina, sección anatomía y fisiología en 1898 y miembro de la Academia de Ciencias en 1914.

Adicionalmente, estudió Histología y Embriología con Mathías  Duval (1844-1897), quien, según la edición especial dedicada a la labor de Hernández realizada por el Diario Oriental El Tiempo, le da un espaldarazo y da constancia de los méritos del médico al expresar textualmente: “El Dr. Hernández ha trabajado asiduamente en mi laboratorio y ha aprendido en él la técnica histológica y embriológica. Me considero feliz al declarar que sus aptitudes, sus gustos y sus conocimientos prácticos en estas materias hacen de él un técnico que me enorgullezco de haber formado. Es además para mí un placer y un deber agregar que él se ocupa en el estudio de la histología con actividad y gran éxito, y no dudo que un día estaré yo orgulloso de tenerlo como discípulo en mi laboratorio¨.

Por su parte, Isador Straus (1845-1896), discípulo de Emile Roux y Charles Chamberland, quienes a su vez lo fueran de Louis Pasteur (1822-1895) químico y microbiólogo, le consideró su discípulo preferido, y así se expresa de él, ¨Autorizado por el Consejo de Medicina de esta Institución, con el mayor beneplácito de la Cátedra de Anatomía  que me honro en dirigir, coloco a Ud. esta medalla, símbolo de un premio a su labor, como el mejor médico alumno de nuestra especialidad para que la guarde y la conserve  como recuerdo de sus profesores  hoy reunidos en este recinto…¨

Pero la inquietud del doctor Hernández allí no se detuvo, finalizado su labor en París fue autorizado a viajar a Berlín a estudiar anatomía e histología patológicas; y a su regreso pasó por Madrid, y participó entusiasta y fue profundamente impresionado de las clases de Don Santiago Ramón y Cajal (1852-1934), perteneciente a la ¨Generación de Sabios Españoles¨, especialista en histología y anatomopatología. Obtuvo el Premio Nobel de Medicina en 1906 por descubrir los mecanismos que gobiernan la morfología y los procesos de conexión, si se quiere de comunicación, entre las células nerviosas, nueva y revolucionaria teoría que de allí en adelante comenzó a ser llamada la ¨Doctrina de la Neurona¨ cuyo basamento fue que el tejido cerebral estaba compuesto por células individuales interconectadas.

Habiendo adquirido en París de un completo laboratorio de fisiología que el gobierno venezolano le había autorizado traer al país, apenas sentadas sus plantas en territorio patrio se instala el Instituto de Medicina Experimental; pero no fue sólo eso; contagiado por famosos clínicos de filigrana, su formación clínica también maduró, al punto que el doctor Santos Aníbal Domínici, su indeclinable amigo dijo de él, ¨No creo exagerar, si asiento que los primeros diagnósticos científicos, fueron los suyos¨, y el doctor Manuel Fonseca, quien fuera Presidente de la Academia Nacional de Medicina durante el bienio 1910-1912, escribió así, ¨Trabajando asiduamente durante años, afinó primorosamente sus estudios y se hizo dueño absoluto de cada uno de sus innumerables y delicados elementos, que facilitan y aún permiten la observación, cuyo olvido o ignorancia son desastrosos a la cabecera del enfermo y se encuadró dentro de los grandes lineamientos de un clínico esclarecido. Conocedor profundo de los medios de exploración, experto en requisas de laboratorio, buen fisonomista, diagnosticaba con facilidad y desenvoltura y se movía gallardamente, sin trasteos, en los anchos dominios de la Medicina General¨.

El mismo año de su regreso, regentó la Cátedra de Fisiología Experimental y Bacteriología, y posteriormente el Laboratorio del Hospital Vargas a raíz de la trágica e infausta muerte del Bachiller -con ‘B’ muy alta- Rafael Rangel (1877-1909), desde 1909 hasta 1919 cuando también él muere accidentalmente con el cráneo fracturado al ser arrollado por un solitario automóvil al salir de una farmacia con medicinas para regalar a uno de sus pobres clientes, y se aprestaba a tomar un tranvía por la Esquina de Amadores…

En la medida en que la situación nacional y hospitalaria se han tornado más críticas y humillantes, y la necesidad económica aprieta más y más, su estampita ha proliferado en bolsillos, escapularios y mesas de noche de quienes le reconocen como su médico privado, ese que siempre está dispuesto y nunca habrá de abandonarlos… Y para que usted vea, desde que regresó de su viaje de perfeccionamiento en París en 1891, ha estado en el Vargas pues como hemos visto, ni su muerte le hizo abandonar sus salas.

El doctor Hernández brindó un extraordinario ejemplo, y fue un amigo y maestro ejemplar, enseñó sin mezquindad y dejó por escrito sus experiencias; su producción científica incluyó, (1). Lecciones de bacteriología -1894-; (2). Elementos de bacteriología -1906-; (3). Elementos de filosofía -1912-; (4). La doctrina de Laënnec -1888-; (5). Sobre la angina de pecho de naturaleza palúdica; (6). Sobre el número de glóbulos rojos; (7). De la bilharziasis de Caracas -1910-, donde alerta acerca de su gran importancia sanitaria por su carácter endémico y mucho más diseminada de lo que entonces se creía; (8). De la nefritis de la fiebre amarilla nos habla en 1910, enunciándonos de paso su ley: en el tratamiento de la fiebre amarilla, lo primero es defender el riñón; (9). Elementos de embriología general; (10). En una sesión de la Academia Nacional de Medicina se ocupa de las relaciones entre dos micobacterias, los bacilos de Koch y de Hansen, de la tuberculosis y la lepra respectivamente, iniciando trabajos sobre el aceite de chaulmoogra (Ginocardia olorata) disertando en una nota preliminar sobre la mejoría del estado general de los tuberculosos luego de espaciadas inyecciones del compuesto. (11). En la mesa de Morgagni o mesa de autopsias, el fundador de la anatomía patológica, estudia la neumonía diplococcica o fibrinosa, entonces llamada crupal, que entonces era considerada una rareza, concluyendo en su elevada frecuencia en Caracas, y enuncia que ¨la causa de la muerte es por agotamiento del corazón por excesivo funcionamiento¨ y así, ello le permite enunciar otra ley, ¨en el tratamiento de la pulmonía lo primero es defender el corazón¨.

Anota Puigbó, ¨Su capacidad como clínico de someterse al rigor del método anatomoclínico, su capacidad de manejar los recursos derivados de las técnicas complementarias de diagnóstico y su capacidad para crear hipótesis novedosas, hace evidenciar su maravillosa obra científica, aunque no extensa en número, si en forma cualitativa por su trascendencia en la medicina de la época¨.

Hernández nos señala y reafirma que los estudios médicos son apenas una antesala de ese complejo mundo que es la medicina científica, pero más aún de los pacientes, sus miserias y sus entornos. Escribe desde Isnotú el 24 de diciembre de 1888… “También he tratado de hacer un examen oftalmoscópico; pero como para esto se necesita hacer la dilatación previa de la pupila y además un alumbrado perfecto, pienso dejarlo para después, cuando me dedique a repasar las enfermedades del oído y del ojo… porque estoy convencido de que para la práctica lo que uno necesita es saber cómo se examinan los diversos órganos…”

Curioso mencionar que antes de sus viajes a Europa, en Venezuela se tomaba la tensión arterial con el tensiómetro de Pachón, que solo registraba la sistólica o ¨tensión alta¨. A su regreso en 1916, trajo consigo el tensiómetro más elaborado de Laubry-Vaquez que permitía, medir también la diastólica o ¨tensión baja¨ y emocionado enseñó a sus alumnos cómo emplearlo. Igualmente, durante su pasantía con Duval adquirió sólidos conocimientos de microscopía normal y patológica por lo que trajo consigo un microscopio, para entonces de un poder de resolución de una micra y magnificaciones de hasta 1200 diámetros; introdujo la anatomía patológica basada en las enseñanzas de Laënnec, la tinción de los tejidos y su estudio al microscopio de luz para desvelar la célula enferma, enseñanzas que compartió con sus alumnos y de la cual fue especial recipiendario el bachiller Rafael Rangel (1877-1909), de corta -apenas 32 años- y accidentada vida, gloria nacional y paradigma del metódico trabajo, estudio y superación.

Por vez primera en el país, Hernández cultivó gérmenes en medios enriquecidos de cultivo, sacó de la penumbra la fisiología de entonces dominada por la teoría y el caletre paralizante, introdujo la vivisección o experimentación animal, puso en práctica las determinaciones de laboratorio básicas que confirman o niegan diagnósticos, y así, apuntalada en la admiración de sus alumnos, creó una verdadera docencia científica, pedagógica y por qué no decirlo, con toque divino… Pero no se quedó allí, lo aprendido en otras latitudes tenía que ser sopesado con sus hallazgos en el lar propio. Y muestra de ello, el conteo de eritrocitos o glóbulos rojos cuyas cifras más bajas colidían con las europeas. Resume su hallazgo en un trabajo presentado en 1892 ante el Primer Congreso Panamericano en Washington, ¨Creemos que el número de los glóbulos rojos es menor en los habitantes de las regiones intertropicales que en los de las regiones templadas, y suponemos que esta hipoglobulia depende del organismo que teniendo menos pérdidas de calor por la irradiación, disminuye la producción globular. Y por este hecho está perfectamente de acuerdo con la opinión antigua de que los países cálidos son los países anemiantes por excelencia¨.

Hay muchas referencias a sus trabajos en el laboratorio, y a pesar de haber sido un buen clínico, a juzgar por su extensa y reconocida clientela y sus diagnósticos exactos, no existen muchas referencias acerca de su quehacer con pacientes hospitalarios. Quizá su trabajo en colaboración con Nicanor Guardia, progresista clínico y obstetra, sobre la observación de tres enfermos con angina de pecho de naturaleza paludosa pueda darnos una pista: Presenciando típicos dolores anginosos durante los rigores de una crisis paludosa febril y comprobando microscópicamente en la sangre la presencia de ¨pigmento melánico¨ libre (signo reconocido en el Diccionarios de Ciencias Médicas como ¨de Rísquez¨ -Francisco Antonio-), donde la quinina mostraba efectos curativos. Su práctica privada, imbuida de humanitarismo ocupaba su tiempo libre, generalmente al mediodía y aunque no se sabe a ciencia cierta cuántos enfermos veía, podría servir de índice las más de siete mil recetas colectadas durante su ejercicio.

La Gaceta Médica de Caracas, fundada en 1893, le sirve de tribuna para diseminar su ciencia; su trabajo ¨Elementos de bacteriología¨ del mismo año, 1893 y luego su libro ¨Elementos de Bacteriología (1906), condensan lo entonces sabido sobre microbios vegetales y animales como cocos, bacilos y espirilos, así como la clasificación de Pasteur. Pero si de humanismo se trata, vemos cómo lidió con la filosofía, y en sus ¨Elementos de filosofía¨ (1912) donde muestra sus reflexiones más íntimas dejando plasmada la visión personal que tenía del mundo y las relaciones entre los hombres y el Creador.

Su personalidad científica y su ejemplar ciudadanía le llevó a ser uno de los escogidos por Luis Razetti para normar la salud en Venezuela, siendo así uno de los treinta y cinco fundadores de la Academia Nacional de Medicina, incorporándose  a ella el 7 de abril de 1904 para ocupar el sillón XXVIII. En julio de 1908, envía correspondencia al doctor Pablo Acosta Ortiz, su Presidente, renunciando a su membresía para retirarse a La Cartuja. Razetti, a la sazón su Secretario Perpetuo, le señala que ¨no es aceptada porque su cargo no es renunciable…¨ Como es sabido, aquella empresa que le era tan codiciada, no pudo cristalizarse por razones de salud: ¨No tenía suficientes fuerzas para resistir el frío, el ayuno y el trabajo manual, porque has de saber que me había ido en un estado de acabamiento tan grande, que solo pesaba noventa y siete libras¨, con tanta pena escribió a Santos Domínici, por ese entonces, Ministro de Venezuela en Alemania.

La última lección en el Hospital Vargas fue sobre la lepra o enfermedad de Hansen, luego de lo cual todo acabó en la Esquina de Amadores… o según se le quiera ver todo recomenzó para un creacionista… Para finalizar, el doctor Hernández tal vez no olvidó dar un vargasiano consejo al novel médico de nuestra Escuela al escribir en 1889… “…después que uno entra en la práctica con responsabilidad, lo que antes cuando se era estudiante-, era camino llano por deliciosos valles, se torna en montaña erizada de peñascos y en la que abundan los precipicios. ¡Ah! antes era yo sobrado orgulloso, cuando creía tener conocimiento exacto de las cantidades de fuerzas de que disponía…”

¨José Gregorio es sin duda, ¡el Santo sin nombramiento del humilde venezolano!, y lo llamo santo porque a la gente parece importarle un comino si las autoridades eclesiásticas de alto coturno terminarán por santificarlo o no… Para ellos forma parte de su esencia misma, los ayuda, los comprende, no les cobra y los conforta, y eso es suficiente… Podría decirse que José Gregorio a secas, como ellos le llaman tuteándolo, o el doctor Hernández, el científico que nosotros recordamos, ha sido el único médico con más cien años de servicio “activo” en el Hospital Vargas de Caracas que no ha sido condecorado con ese mamotreto que llaman Condecoración por Mérito al Trabajo, que tanto flojo y sinvergüenza carnetizado por allí detenta…¨

Y este aserto podríamos ilustrarlo con una anécdota a la vez impresionante e inexplicable: En la tomografía computarizada cerebral, la madre de un joven que había tenido un traumatismo craneal, viendo la radiografía invertida, si se quiere contra natura, reconoció de inmediato la imagen del Siervo de Dios y aseguró la buena evolución clínica que su hijo tendría… Llamada la atención del médico tratante, al colocar la placa radiológica al derecho, como debe verse, no pudo distinguir nada inusual. La madre entonces tomó la placa en sus manos, la colocó al revés y señaló el sitio del inusitado hallazgo. Desde la posición anómala podía delinearse la imagen del siervo de Dios en la región mesencefálica[3]: Su porción ventral hacía el contorno de la cabeza; los pedúnculos cerebrales, el rígido cuello de su camisa; la cisterna interpeduncular de gris más atenuado, se constituía en bigote; y parte de la cisterna quiasmática en el nudo y la porción más proximal de su corbata. Por supuesto, no un milagro, sólo un inexplicable artefacto[4]

Figura 5. ¨El venerable artefacto¨ en el centro y entre tonos de gris en una

tomografía craneal casualmente invertida… (observación personal)

Como una defensa ante la angustia, los seres humanos tendemos a encerrar en nichos lo que nos rodea; a resultas de ello, siempre vemos el mundo y su circunstancia de una misma forma y de distinto modo de los demás. Cada quien ve pues, de una manera diferente. Los médicos, por ejemplo, somos enseñados a ver ¨médicamente¨ obviando lo que es natural para otros, y el proceso informativo de la enseñanza –que no siempre formativo- acentúa ésta, si se quiere distorsión. A la inversa, los enfermos no constreñidos por los cánones del ver médico, aprenden a mirar naturalmente. De allí, que tantas veces nos encontremos frente a ellos mirando realidades disímiles, hablando lenguajes diferentes, en fin en un estado de total incomunicación. El ejemplo ilustrativo del mirar que ya presentamos parece representar al mismo tiempo, quizá denuncia y esperanza.

¡Sea este mi sentido homenaje al doctor José Gregorio Hernández hombre de bien, necesidad en el presente que nos degrada, en el año en el que el seis de noviembre se celebrarán ciento cuatro años de la creación de la primera Cátedra de Histología Normal y Patológica, Fisiología Experimental y Bacteriología en Venezuela y probablemente la primera en el Hemisferio Occidental!

Referencias

  1. Rísquez JR. Homenaje a José Gregorio Hernández. Gac Méd Caracas. 1941;48: 352-354.
  2. Rísquez FA. Doctor José Gregorio Hernández, ante su tumba. Gac Méd Caracas. 1919;26:135-136.
  3. Puigbó JJ. Discurso de toma de posesión de la Presidencia de la Academia Nacional de Medicina. Gac Méd Caracas. 2002;110:401-422.
  4. Yaber M. José Gregorio Hernández: académico, científico, apóstol de la justicia social, misionero de la esperanza. Caracas, Ediciones OPSU, 2004.
  5. Briceño-Iragorri, L. José Gregorio Hernández, su faceta médica (1864-1919). Gac Méd Caracas. 2005;113:535-539.
  6. Muci-Mendoza, R. El residente más viejo de mi hospital, ¡es un santo! Primun non nocere (primero no hacer daño). Caracas, Ediciones Clínica El Ávila, 2004.
  7. Muci-Mendoza, R. Tomografía computarizada cerebral: Acerca de un ¨venerable¨artefacto no descrito. Arch Hosp Vargas. 1995;37:127-130.

[1] Litotripsia o litotricia perineal. Desmenuzamiento o fragmentación por la vía uretral de un cálculo en la vejiga con a través de una sección y dilatación de la uretra.

[2] Examen del interior del ojo por medio del oftalmoscopio con objeto diagnóstico.

[3] El mesencéfalo o cerebro medio es la estructura superior del tronco o tallo cerebral.

[4] Artefacto es todo producto artificial, cualquier estructura o cambio que no es natural sino debido a manipulación. En radiología, el término denota una estructura no presente naturalmente en un tejido vivo, pero del cual aparece una imagen ¨auténtica¨ en la radiografía.