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La tragicomedia de la faja tubular…
Mi querida amiga y vieja paciente en sus ochenta y dele, era un alma festiva; con sólo mirarla me sentía bienvenido, pero aunque así lo hubiera deseado, no era yo una excepción; era una mujer caritativa que dedicó tiempo y esfuerzo para apoyar la labor de las hermanas de la Caridad de la Madre Teresa de Calcuta, y en recompensa, hasta fue besada por la propia Santa. Tuvo muchos hijos, pero era el alma de su casa. Un mal día enfermó de algo serio; un derrame en la pleura la llenaría de falta de aire al poner de manifiesto un cáncer pulmonar. Para colmo, no era fumadora. No podía echarle yo parte de la culpa a que se hubiera hecho daño continuado, pues siempre digo a mis pacientes fumadores que el cigarrillo es un malandro disfrazado de amigo fiel – dicen ellos que los acompaña, los relaja, los ayuda a pensar y matar el tiempo-, y que los malandros no se frecuentan y que con ellos no se anda. En el momento menos pensado, descargan furia irrefrenable sobre ti de mil maneras, y una de ellas es un tumor maligno en el pulmón, la garganta, la vejiga y pare usted de contar. Hasta el final de sus días, llevó su calvario sin perder la sonrisa y sin quejarse de la quimioterapia y de tantas punciones que le hacían para extraerle del espacio pleural el líquido ocioso que le robaba el resuello…
Unos meses antes de la seria coyuntura había viajado a Miami. Usted sabe, como parte del viaje de placer se hizo de algunos efectos personales y algunas prendas de vestir también.
Parecióle entonces que ese viaje no le había convenido, pues a su regreso comenzó a presentar extraños síntomas y aseguraba a sus hijas que de seguro que tenía un cáncer e iba a morir. Cuando le decían que fuera a verme contestaba que para qué… que yo no podría curarla porque las cartas estaban echadas y era el momento de rendir cuentas. Al fin, por allá se me apareció una tarde gris y lluviosa que reforzaba su mal presagio, me enteró de los síntomas ¨su famoso cáncer¨. Al enfrentarla, la sempiterna sonrisa de bienvenida había volado de su cara y una ¨Ω melancólica¨ comenzó a retoñarle en el entrecejo…
La ¨omega melancólica¨ en el entrecejo, el área de molestia de dolor suave y quemante, adormecimiento y hormigueo en la cara lateral del muslo, la ofensiva faja ajustada
y el nervio femorocutáneo comprimido por el ligamento inguinal al favor de la presión
fue el origen del angustioso corolario del drama de mi paciente.
Siendo que teníamos mucha confianza y viendo lo prominente de su panza, más bien aplanada para la ocasión, de inmediato me animé a preguntarle si entre sus recientes adquisiciones en el país del Norte figuraba una pantaleta o faja tubular ajustada. Por instantes se quedó boquiabierta mirándome fijamente, sin parpadear, sin pronunciar palabra, sin entender… De súbito, se echó a reír a mandíbula batiente con lagrimeo, meadura y todo cuento, exclamando una y otra vez, ¡Claro, claro, si es que me queda muy apretada! ¡demasiado apretada!, ¡La voy a botar, la voy a botar…! me decía entre lágrimas y risa. Efectivamente, tenía una faja abdominal apretadísima. Me imaginé entonces -y sonreí- cómo había hecho para calarse aquela pieza de vestir tan apretada en un cuerpo tan voluminoso. Debo decir que ya extirpado ¨el cáncer¨, salió curada de mi consultorio, sin receta ni vela del alma, y cómo me reí esa y tantas veces después, con ella y con sus hijas al rememorar acerca del jocoso incidente con aquél tubo elástico asesino…
Como tantas otras veces en mis pacientes, había reconocido al benigno Síndrome de Bernhardt- Roth o meralgia parestésica del nervio femorocutáneo, una neuropatía periférica traumática casi siempre muy benigna pero recalcitrante, resultante del atrapamiento del nervio femorocutáneo en su pasaje de la pelvis hacia la región inguino-crural, y que adormece, a la manera de una revolvera, la cara externa del muslo. Esta afección se caracteriza por dolor, acorchamiento y parestesias (sensación anormal de hormigueos, pinchazos, quemazón, vibración…) localizados en la región anterior y externa del muslo de forma unilateral en más del 80% de los casos. Los pacientes no suelen presentar pérdida de fuerza. Los síntomas pueden empeorar con la bipedestación prolongada y la deambulación, mejorando con el reposo sentado o acostado.
Este tipo de neuropatía por atrapamiento representa alrededor del 0,04% de las consultas médicas y del 3% de las cruralgias (del griego “cruros” –muslo- y algos –dolor-) y lumbociatalgias. Fue descrita por Hager en 1885 y posteriormente, por Bernhardt y Roth (1895), siendo este último quien acuñó el término de meralgia parestésica. El neuropsiquiatra y creador del psiconálisis Sigmund Freud (1853-1939) y el astrónomo canadiente Simon Newcombe (1835-1909) fueron algunos de los famosos personajes que padecieron este tipo de meralgia parestésica. Se estima que la incidencia anual de meralgia parestésica se sitúa entre 30 y 45 nuevos casos por cada 100.000 habitantes y es más alta entre personas de más de 50 años con un índice de masa corporal elevado, reflejando sobrepeso y obesidad.
En esta condición se utilizan con frecuencia varios tratamientos, incluidas las medidas conservadoras. Es preciso identificar y controlar los factores predisponentes como diabetes, sobrepeso, ropas ajustadas, o el escaso tono muscular abdominal; las inyecciones de corticosteroides con anestésico local y la cirugía (descompresión nerviosa o neurectomía). Sin embargo, puede obtenerse un resultado similar sin ninguna intervención. Tantas veces nos ha ocurrido que una simple explicación ayudado por algún esquema de la Internet como el mostrado arriba, 1disminuye la preocupación por la molestia y nunca más el enfermo se queja.
Los médicos podemos ser, bien, ¨ángeles de Dios en la tierra¨ o ¨diablillos aliados de Mefistófeles¨ que por no entender nuestro rol, podemos hacer daño con nuestra palabra o con nuestro hacer. Por ello, los médicos deben estudiar, siempre, a vida entera y de todo, lq nimio y lo complejo, mantenernos curiosos de la condición humana y nunca abdicar la misericordia ni la empatía, pues así, seremos mejores sanadores sin necesidad de extender una receta…
Y es que la palabra del médico puede tener un efecto ¨revulsivo¨ -dicho de una sustancia vomitiva o purgante-, o producir el efecto de aquel ¨balsamo tranquilo¨, feliz invento del fraile capuchino François Aignan (1644-1709), conocido con el apodo de Père Tranquille, que transmitiría su nombre al bálsamo que dejó y se conoce con su epónimo…